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CREDITOS
Traductora:
Caro
Corrección: 3
Nanis
Diseño:
Dabria Rose
SINOPSIS
Todos dicen que Rex Gunderson no es material para ser novio; que no
es lo suficientemente serio; que es un chiste. Se rumorea que el desgraciado
ex mánager del equipo de lucha dejó el campus con la cola entre las patas.
Pero ahora Rex ha vuelto, no está ni cerca del idiota que solía ser, y
está listo para demostrar que todos están equivocados.
El leopardo ha cambiado sus manchas, y está a punto de convertirse
en mi entrenador de citas.
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INDICE
SINOPSIS ........................................................................................................................ 4
PROLOGO ...................................................................................................................... 6
1 .................................................................................................................................. 12
2 .................................................................................................................................. 19
3 .................................................................................................................................. 26
4 .................................................................................................................................. 39
5 .................................................................................................................................. 49
6 .................................................................................................................................. 59
5
SOBRE LA AUTORA .................................................................................................. 65
PROLOGO
HANNAH
Mi compañera de piso Skylar y su novio Abe me enferman.
Oh, cálmate, solo estoy siendo dramática. En realidad, no me hacen
6
enfermar de la manera de inducirme el vómito, voy a vomitar igual. Solo...
es el tipo de enfermedad alimentada por los celos. La que me hace querer lo
mismo para mí. Un celoso quiero ese tipo de sentimiento en la boca del
estómago cuando están en el departamento.
Quiero lo que ellos tienen.
Es una lástima que actúe como una imbécil la mitad del tiempo.
Los chicos odian eso.
Quieren que seas dulce. Dócil. Sexy.
Quieren que alguien los adore.
Esa no soy yo; no soy nada de eso.
Jugando con mi teléfono, abro la aplicación LoveU, el buscador de citas
del campus para estudiantes. LoveU es la forma en que mi mejor amiga
conoció a su novio y como me gusta pasar el tiempo cuando estoy aburrida.
No me lo tomo demasiado en serio ya que he visto a algunos de los chicos
con los que mis amigas han coincidido y solo me ha impresionado uno.
Pero, me distrae cuando estoy aburrida, y lo estoy ahora.
Arrastro el dedo a la izquierda varias veces, borrando perfil tras perfil.
No es mi primera experiencia con la aplicación; he tenido algunas citas
últimamente con chicos con los que he coincidido. Pero no tuve suerte,
obviamente, mi boca y mi actitud atrevida me meten en problemas y consigo
muy pocas segundas citas.
Rex Gunderson:
¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! Señoritas, soy un ex alumno, de regreso en la ciudad por
los próximos semestres para ayudar en el edificio de atletismo y no me
importaría su compañía. Unas cuantas cosas sobre mí: son el chico divertido
de niña (no es mi sobrina, pero a quién le importa). Graciosísimo. Un trabajo
de chico grande. Tengo mi propio lugar. Me encanta la mierda elegante, pero
prefiero estar con ropa deportiva o pijama.
Tú: eres legal y mayor de 18 años.
El ¡eh!, ¡eh!, ¡eh! me llama la atención. ¿Pero lo demás? ¿Todo lo que
este chico está buscando es alguien mayor de 18 años? Resoplo.
—Ten algunos estándares, amigo, incluso si solo estás buscando follar
—niego con asco, murmurando, un hábito que no puedo romper.
Aun así...
Lo considero, estudiando sus fotos. Es atractivo... en el sentido de ser
flaco y tonto.
Me muerdo el labio inferior y arrastro el dedo a la derecha, sabiendo
que probablemente me arrepentiré más tarde. Le envío un mensaje porque
no hay nada peor que esperar a que un chico haga el primer movimiento.
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Yo: Te encanta la mierda elegante, ¿eh? ¿De qué tipo estás hablando
aquí...? Las mentes inquisitivas quieren saber.
RexG: Ya sabes, lo de siempre. Cena, bares. Jugar una ronda de golf o
dos.
Yo: ¿En tus pantalones de chándal?
RexG: No, uso pantalones de verdad para eso.
Yo: ¿Khakis?
RexG: Ya nadie usa khakis.
Yo: Claro que sí, vi algunos ayer.
RexG: ¿Quién los llevaba puestos?
Yo: Mi profesor de literatura.
RexG: No tengo más que decir.
Yo: Entonces, te pregunto o me vas a volver loca.
RexG: Adelante.
Yo: ¿Qué haces en esta aplicación si eres un “ex-alumno”?
RexG: ¿Por qué está “ex-alumno” entre comillas? ¿Un “ex alumno” no
puede estar aquí?
Yo: Supongo que si estás desesperado... ¿No eres un poco mayor para
estar pescando en el estanque de los chicos de la escuela?
RexG: Apenas me acabo de graduar. ¿Por qué tienes que ser así?
Yo: Tuve que sacármelo de encima.
RexG: Estaba revisando tu pecho antes. Es muy impresionante.
Yo: Uh, asqueroso. Detente, ni siquiera vayas allí.
RexG: Uh, ¿por qué?
Yo: No puedes decir cosas como esas. Es una tontería.
RexG: Es curioso que lo menciones. Nunca dije que fuera un caballero.
Yo: Te pareces a uno. ¿No?
Yo: En realidad pareces un gran imbécil.
RexG: ¿Qué tal si me das una patada en las bolas y terminas de una
vez?
RexG: Y PARA QUE CONSTE, no soy fotogénico y soy MEJOR EN
PERSONA.
Yo: ¿Quién lo dice?
RexG: MI MALDITA MADRE, Jesús, señorita.
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Yo: Mierda, lo siento. No tengo filtro, no estaba tratando de ser una
perra.
RexG: Lo que sea, está bien.
Yo: Supongo que ahora vas a ignorarme.
RexG: ¿Por qué haría eso?
Yo: Porque estoy siendo una imbécil... ¿POR QUÉ NO QUIERES?
RexG: En primer lugar, ¿por qué estás gritando?
Yo: Tengo algunos estándares. Todo lo que tienes en tu perfil es que
estás buscando a alguien mayor de 18 años. Qué mierda.
RexG: La edad no es nada más que un número.
Yo: Entonces... ¿qué estás haciendo aquí si no eres un estudiante? ¿Eres
un ayudante de profesores?
RexG: No, estoy ayudando con el departamento de atletismo.
Especialmente con el equipo de lucha. Solía ser su mánager.
Yo: El novio de mi compañera es un luchador. ¿Quizás lo conoces?
RexG: ¿Cómo se llama?
Yo: Abe Davis.
RexG: Era de primer año creo, cuando dejé el equipo. No lo conozco tan
bien. ¿Es decente?
Yo: Es increíble.
RexG: Genial.
Yo: Entonces, ¿te quedarás en el campus por cuánto tiempo?
RexG: Lo que queda del semestre, verano y primer trimestre de otoño.
Yo: ¿Y estás buscando follar?
RexG: Claro. Si eso es lo que quieres.
Yo: No lo es.
RexG: Bien.
Yo: ¿Eso es todo? ¿Bien? ¿No vas a tratar de hacerme cambiar de
opinión?
RexG: ¿Quieres que lo haga?
Yo: Uh, NO.
RexG: Jaja entonces no lo haré.
Yo: Es una mierda que estés aquí buscando follar. Algunos de nosotros
estamos buscando algo verdadero.
RexG: Nunca dije que todo lo que quería era un polvo. Tú lo hiciste.
Yo: Bueno, vamos. Seamos realistas. Ni siquiera estarás aquí todo el
año. 9
RexG: Dice que eres un junior. No estarás aquí mucho tiempo tampoco.
Yo: Pero estoy aquí AHORA.
RexG: Yo también.
Yo: ¿Esto es una cosa de atletas? ¿Son todos unos imbéciles que se
acuestan con cualquiera?
RexG: No lo sé, ¿es así como actúa Abe Davis?
Yo: No.
RexG: ¿Quieres ponerte ropa deportiva mañana y reunirte conmigo para
tomar un café?
Yo: ¿Qué tan temprano?
RexG: Lo que sea que funcione para ti.
Yo: ¿Qué tan cansada quieres que me vea?
RexG: ¿A los 9?
Yo: Horrible.
RexG: Jajaja
Yo: ¿Por qué demonios estamos hablando de esto? NO QUIERO
CONOCERTE.
RexG: De acuerdo.
Yo: Deja de hacer eso.
RexG: ¿Qué estoy haciendo? Estoy de acuerdo contigo.
Yo: ME NIEGO a caer en tus trucos mentales de jedi.
RexG: Escucha, no sé lo que hice o lo que dije, pero das un poco de
miedo.
Yo: ¿POR QUÉ TODOS LOS CHICOS ME SIGUEN DICIENDO ESO?
RexG: Porque gritas mucho. A los chicos no les gusta eso.
RexG: Y sigues poniendo palabras en mi boca y haciendo suposiciones.
Yo: Gracias, lo entiendo.
RexG: ¿Y esa parte en tu perfil sobre “no afeitarse en noviembre” y estar
siempre hambrienta? También da miedo y es confusa.
Yo: Soy quien soy.
RexG: ¿Peluda, hambrienta y escalofriante?
Yo: ¿Sí?
RexG: No sé qué decirte, Bianca.
Yo: Um, sobre eso... Bianca no es mi nombre.
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RexG: Bieeeen... ¿Cuál es entonces?
Yo: Hannah.
RexG: Es bonito, ¿por qué usaste un nombre diferente? ¿No querías que
ningún rarito te enviara mensajes?
Yo: Me gusta el nombre. Suena sexy.
RexG: Eres una pequeña mentirosa, ¿no?
Yo: ¡NO! Solo sobre eso... el resto es todo mío. No puedo evitar ser torpe
y decir estupideces y hacer comentarios inadecuados en momentos
inapropiados.
RexG: Sabes que podría ayudarte con eso.
Yo: ¿Ayudarme con qué?
RexG: A tener citas. Mientras estoy aquí. Puedo enseñarte algunas
cosas, como a hablar con los chicos y esas mierdas.
Yo: ¿No es un truco para intentar acostarte conmigo?
RexG: No. Veintiséis chicas me han considerado durante el tiempo que
llevamos hablando. Estaré bien.
RexG: ¿Quieres mi ayuda o no?
RexG: ¿Hola? ¿Sigues ahí?
Yo: Estoy pensando...
RexG: No lo pienses demasiado, podría cambiar de opinión.
Yo: Bien.
RexG: Genial.
Yo: Bien.
RexG: Jajaja aquí está mi número. Envíame un mensaje cuando tengas
el valor.
11
1
REX
Esa chica Hannah, finalmente tuvo las bolas para enviarme un
mensaje.
Decir que me sorprendió fue un eufemismo. No creí que tuviera las
bolas para hacerlo. Solo pensé que habló de más y que no se pondría en
contacto.
Para ser honesto, no estoy seguro si quería que lo hiciera. A pesar de 12
su honestidad, Hannah parece ser...
Juiciosa.
No uso ese término a la ligera, a pesar de que soy un gran imbécil la
mayoría de las ocasiones, mi madre me enseñó algunos modales. No
muchos, pero algunos. Suficientes para evitar que las mujeres me abofeteen,
pero no tanto como para que los hombres me golpeen de vez en cuando.
Tomo la mano de mi sobrina mientras camina a mi lado. Estamos en el
centro comercial porque necesito una camisa nueva para la próxima reunión
del equipo técnico, y también estoy de niñero. Lilly no es técnicamente mi
sobrina, pero su madre Annabelle es una de mis amigas de pecho. Me río de
mi chiste, inclinándome para señalar a la tienda de chocolate a Lilly cuando
pasamos.
—¿Quieres una fresa de chocolate? —pregunto, tocando el vidrio con la
punta de mi dedo—. Qué rico.
Asiente y sus pequeños rizos rebotan, mientras babea un poco.
La levanto cuando entramos; no pesa más que un cachorro, pero hago
un espectáculo de lo grande que es cuando la levanto... le encanta cuando
lo hago. Luego pido un cucurucho de bayas bañadas en chocolate y mientras
esperamos, las curiosas manos de Lilly agarran toda la mierda que tienen
cerca de la caja, derribando una exhibición de gominolas.
La agarro, las vuelvo a apilar y retrocedo unos pasos para que esté
fuera de alcance. La chica detrás del mostrador está tardando una eternidad
para conseguir mis fresas cuando todo lo que tiene que hacer es meter la
mano en la nevera y agarrar un cono envuelto en papel.
Cuando finalmente logra hacer su trabajo, Lilly aplaude.
—¿No se ven bien? —pregunto—. ¡Ñom, ñom, ñom! —Soplo en su
estómago como si no estuviéramos en una tienda. Sus adorables mejillas
regordetas se succionan mientras anticipa los bocadillos.
—¡Rico, tío Rex! —dice entusiasmada—. ¡Bájame ahora!
Qué exigente. Lilly puede ser una mierda exigente, pero yo soy un tonto
por sus demandas y ella lo sabe.
La bajo.
Tomo su mano y llevo a Lilly fuera de la tienda de chocolate. Nos
detenemos en un banco y me siento mientras ella espera pacientemente. Se
arrastra sobre sus pequeños pies y las pequeñas fosas nasales se abren
cuando mira dentro del cono de papel.
—Te estás portando muy bien, Lilly Pad.
Lilly rebota en sus pies.
La acomodo para que pueda comer en paz, viendo una tienda de 13
maquillaje gigante.
Mi teléfono suena con una notificación de un mensaje y después de
darle a Lilly sus bayas, usando el banco como mesa, desbloqueo mi teléfono.
Noto un mensaje de un número desconocido y parpadea unas cuantas veces
antes de abrirlo.
No voy a decirle que mucha gente me odia; no cuando intento salir con
ella, o al menos intentar ayudarla a ligar con chicos que no son yo.
Puedo usar tantos amigos como pueda, no necesito espantar más
gente.
HANNAH
Yo: No estoy segura de que pueda encontrarme contigo esta tarde. Tengo
que estudiar, el profesor da un examen al principio y a la mitad de cada clase.
Rex: Está bien.
Rex: No.
Yo: ¿Qué estás haciendo ahora mismo?
Rex: Limpiando mi departamento.
¿Eso es todo? ¿Sí? ¿Era así de fácil? ¿Por qué esperaba que me hiciera
pasarlo mal antes de aceptar salir?
Porque la mayoría de los chicos lo harían, solo para ser idiotas.
1 Refresco gigante.
3
REX
Hannah está aquí cuando llego, sentada en la cabina de la esquina, tal
como dijo que estaría. No sé por qué me sorprende esto. Paso por el bar y
me quito la chaqueta en el camino, hago un movimiento con la cabeza hacia
la esquina para que el barman sepa que debe enviar un camarero.
Me muero de hambre y necesito comer pronto.
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Limpié mi casa un poco después de hablar con Hannah y luego perdí
la motivación, totalmente distraído por la idea de una cita. No, no es una
cita... lo dejó muy claro. Estamos aquí para las clases y no para ser
amistosos.
Bien por mí, puede que busque algo casual, ya que no estaré aquí más
allá del semestre de otoño, pero prefiero que sea dulce. No una chica con
falta de experiencia, que trata a los hombres como sacos de boxeo.
¿Por qué estás aquí entonces? ¿Para castigarte?
Admito que durante mucho tiempo pensé que estaba enamorado de
Annabelle. La hija del entrenador de lucha, en el que pasé tres años en el
equipo como su mánager, acercándome a los jugadores y al padre de
Annabelle, el entrenador Donnelly. Cuando se trasladó a Iowa, nos
advirtieron que nos mantuviéramos alejados de ella.
¿Escuché?
No.
Hice una estúpida apuesta con otro chico del equipo de que no podría
acostarse con ella, no lo hizo, pero el daño ya estaba hecho. El entrenador
se enteró y bajó el maldito martillo.
¿Pagué el precio?
Sí.
Me echaron del equipo, me mudé a casa para el verano para vivir con
mis padres y lamer mis heridas. Volví al principio del semestre y resulta que
tenía una clase con nada menos que Annabelle Donnelly.
Ella me perdonó. Fue amable. Bonita.
Y embarazada.
Embarazada a los veinte años y necesitando desesperadamente un
amigo, ya que su ex-compañero, alias: padre del bebé, no tenía ni idea de
que estaba embarazada y estaba en la escuela de posgrado a cientos de
kilómetros de distancia.
Ella lo dejó ir sin decírselo, para que pudiera hacerse una vida sin la
carga de un recién nacido.
La jodida Annabelle. Siempre pensando en todos los demás.
Yo estuve allí cuando se lo dijo al entrenador. Estuve allí para
sostenerle su cabello cuando vomitaba a las dos de la mañana. Estuve ahí
cuando lloraba hasta dormirse, acariciando su espalda y diciéndole que todo
estaría bien.
Me convertí en su mejor amigo en un lugar donde no conocía a nadie.
No tenía a nadie y estuve ahí para ella.
No Elliot.
Hablando de amarguras, me molestó su reaparición durante mucho 27
tiempo.
No importa.
Reconozco a Hannah en cuanto entro por la puerta, y no tiene nada
que ver con el hecho de que sabía que estaría en la cabina de la esquina.
Se ve exactamente como en sus fotos.
Mejor, incluso.
Fiel a su palabra, Hannah lleva ropa deportiva gris, pero no es nada
desaliñada. Incluso es sexy. Cuando se pone de pie, veo los pantalones de
yoga ajustados que abrazan su trasero. La sudadera de algodón, holgada,
no oculta sus pechos bajo el balanceo de la tela cuando se levanta a
saludarme.
Usa zapatillas grises y el cabello recogido.
Tiene pendientes en forma de aro plateado.
Básico, pero magnífico.
—¿Sueles ser puntual? —Es lo primero que pregunto, sentándome en
la cabina al lado opuesto de ella. Nos consiguió agua y dos menús están
entre la decoración de la mesa.
—¿Honestamente? No. —Como no la abracé ni le di la mano, por un
momento parece perdida, y luego se sienta también—. Um. —Hannah se
distrae poniendo la servilleta de papel en su regazo, y luego sonríe—.
Normalmente no. Casi siempre llego tarde.
—Yo no. —Años de estar en el equipo de lucha, bajo la mirada de Joe
Donnelly, me han entrenado para valorar la puntualidad. Él no toleraría
nada menos; todavía no lo hace—. Ya sabes lo que dicen; si no llegas diez
minutos antes, llegas tarde.
—¿Quién dice eso?
—Todos. —¿Cómo es que nunca ha escuchado esa cita antes?
Hannah me mira con sus bonitos ojos, puntualizando la expresión con
una sonrisa. Me doy cuenta de que tiene una pequeña marca en el lado de
su mejilla. Hoyuelos.
Dios, me encantan.
Ella se mueve mientras la estudio, mis ojos se quedan en el cabello que
alejó de su cara; su piel suave que parece brillar bajo las luces suaves del
bar. No es el lugar con más clase para una primera cita, pero de nuevo, esto
no es una cita.
No es una cita, no es una clase. En realidad, no sé qué demonios
estamos haciendo, hasta que veo un cuaderno azul sobre la mesa.
Y un bolígrafo.
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—¿Trajiste un cuaderno? ¿Por qué?
—¡Por supuesto! —Parece sorprendida de que le pregunte—. Quería
estar preparada en caso de que tuvieras una verdadera sabiduría. Tengo la
peor memoria. —Empuja el cuaderno con la punta de su dedo, manteniendo
la sonrisa.
No creo que esté ligando; es difícil saber si solo está siendo amigable.
Lo último que necesito es que escriba la mierda que sale de mi boca.
He visto cosas que dije escritas antes y confía en mí cuando digo: nadie
necesita escribirlas.
Abro el menú, con el estómago revuelto.
—Sabes, antes de empezar, ¿podemos pedir algo de comer? Estoy
jodidamente hambriento.
Hannah tira un menú hacia ella, lo abre como un libro, y arrastra la
mirada de arriba hacia abajo por las columnas. Cada pocos segundos, hace
un pequeño: “Hmmm”. Un sonido que sale de su garganta y la indecisión le
marca la frente.
—¿Quiero una hamburguesa? ¿O pasta? —Sus ojos se mueven—. Las
tiras de pollo suenan tan bien que se me antoja el aderezo ranchero. Oh,
mierda, tienen nachos. —Aparta la mirada y me mira por encima del menú—
. Espera. ¿Qué vas a pedir?
Estuve tan ocupado mirándola, que no he mirado el menú ni una sola
vez, aunque para ser honesto, sé todo lo que hay y ya me decidí por una
hamburguesa.
—Probablemente una hamburguesa y papas fritas.
Hannah entrecierra los ojos.
—¿Eres compartidor?
—¿Compartidor?
—Ya sabes... ¿te vas a poner de mal humor si te robo algunas de tus
papas fritas?
—Uh, no. Puedes tomar algunas de mis papas.
Ella asiente con los ojos fijos una vez más en el menú.
—Bien, en ese caso, pediré... pediré… —Se detiene—. Er. Um... Mierda,
estoy entrando en pánico.
El camarero ni siquiera ha venido a la mesa para preguntar por la
bebida, y mucho menos para saber qué nos gustaría comer.
—No hagas esto en tu próxima cita.
—¿Hacer qué?
—Asustarte con lo que vas a comer.
Hannah me lanza me mira condescendientemente. 29
—Sí, claro, los chicos nunca quieren llevar a las chicas a cenar, quieren
salir a beber. Es más barato.
Tiene razón, la mayoría de ellos lo hacen.
Es fácil acumular gastos de cenas cuando tratas de salir con alguien,
o solo conseguir follar. Si no funciona y gastaste cincuenta dólares para la
cena cuando podrías haber gastado simplemente diez en bebidas, suma.
—Los chicos están tan hartos como las chicas hoy en día —dice
Hannah, con los ojos todavía pegados en la primera página del menú—.
Supongo que no los culpo, pero, joder, pongan un poco de esfuerzo. Tal vez
valga la pena.
—Bien, bueno. Lo que estaba diciendo es... sé más relajada cuando
pidas comida si estás en una cita.
—¿Yo? Siempre estoy relajada. —Puedo decir que está tentada en poner
los ojos en blanco por la forma en que se mueve. Sería una jugadora de
póquer terrible.
Me río en mi vaso de agua.
—Bien. Eres tan tranquila, lo puedo decir.
Hannah es cualquier cosa menos eso, pero no voy a discutir con ella.
Parece demasiado hambrienta, a punto de morderme el brazo, en realidad,
si esa mirada vidriosa en sus ojos es un indicio.
—Yo también quiero una hamburguesa —anuncia, cerrando el menú y
poniéndolo de nuevo en la mesa—. Con cebolla, queso y mayonesa a un
lado. Y pepinillo.
¿Cebolla, queso, pepinillos y mayonesa?
—Bueno, ahí van mis probabilidades de tener suerte esta noche...
Definitivamente vas a apestar.
—Jaja, muy gracioso. Esto no es una cita.
—Lo sé, solo estaba bromeando.
—Pero si lo fuera. —Continúa Hannah—. Pediría lo mismo. No huelo a
cebolla.
—¿Estás presumiendo?
Sus hombros se levantan.
—No, declarando un hecho. Puedo comer espárragos también, sin que
apeste.
Definitivamente está presumiendo.
—Tal vez ahora sea un buen momento para escribir: no discutas sobre
las funciones corporales en la primera cita. 30
HANNA
32
Un minuto después.
38
4
HANNAH
—Gracias por la cena. —Estamos en el pequeño estacionamiento al
lado del edificio, parados junto a lo que asumo es el auto de Rex—. No tenías
que pagar, considerando...
—¿Considerando qué? —pregunta, esperando que termine mi frase.
Esperando que le diga una vez más que esto no era una cita.
39
—Considerando, um. Considerando... —Lo miro, en su camisa, la que
ahora huele a comida grasosa de bar, y en sus zapatos raros, que son más
apropiados para una cubierta de yate, y mi corazón hace algo extraño.
Revolotea.
Mi estómago también, y no por la hamburguesa grasienta.
Comí un caramelo de menta mientras estaba en el baño enviando
mensajes a Skylar, por si acaso. ¿Por si acaso qué, Hannah? ¿Crees que el
chico va a besarte?
—Considerando que solo estábamos aquí para enseñarme a tener citas.
Quiero decir, técnicamente debería haber pagado, y luego tomar la
deducción de impuestos. Ja, ja.
¿En serio acabo de decir eso? Necesita besarme así que, me callaré;
sácame de mi maldita miseria, haz que pare.
—Eres linda. —Rex me sonríe agradablemente y sus ojos se suavizan.
También es lindo, pero no tengo el coraje de decirlo; ni siquiera con esa
cerveza agitándose en mi vientre.
En lugar de eso, digo:
—Um. —Y miro fijamente al suelo. Tan cliché que debería patear una
piedra, meter las manos en los bolsillos y dar por terminada la noche.
Rex mira alrededor del estacionamiento con curiosidad.
—Hannah, ¿dónde está tu auto?
¿Mi auto?
—No tengo uno.
—¿Entonces cómo llegaste aquí?
—Caminé. —Pero en ese entonces era mucho más seguro caminar por
la ciudad, sin escolta. Ahora, el sol se ha puesto y solo las luces de la calle
ofrecen seguridad.
—Oh. —Rex hace una pausa, cambiando su peso en la grava—. Puedo
llevarte a casa.
No voy a discutir con un viaje gratis o más tiempo con él. Nos divertimos
esta noche, y si no me equivoco, tuvimos química. No creo que sea la única
que lo sintió, aunque me estuve humillando toda la noche, metiendo la pata.
Si no me equivoco, le gusto a Rex.
Toda la noche, en lugar de ser tímida, o hacer bromas, fui honesta,
como si me hubiera dicho que actuara con un chico con el que tuve cita.
—Sí, está bien. Me encantaría que me llevaran.
Mi estómago da vueltas y pongo la palma en mis abdominales,
aplacando mis nervios. Ya sea el alcohol o la grasienta hamburguesa que
comí, entrar en el auto de Rex me tiene mal. Es extraño, ya que normalmente 40
soy confiada.
Rara, sí. Confiada, siempre.
Confianza, que, según Rex, es solo falsa bravuconería y fanfarronería.
Hmph.
El pensamiento me hace cruzarme brazos; luchando conmigo para ser
valiente ante sus palabras. Palabras que son absolutamente verdaderas, si
soy honesta
Tiene razón. Toda la noche la tuvo.
¿Y qué vas a hacer al respecto?
Me deslizo dentro de su auto cuando desbloquea el lado del pasajero y
amablemente me abre la puerta. Camina hacia el lado del conductor y entra.
Me sonríe cuando pulsa el botón de inicio en la radio que se conecta
automáticamente a la música de su dispositivo.
Reconozco la canción; es un remix con un suave ritmo de fondo,
llenando la cabina con una romántica melodía. Estoy segura de que no es
intencional, pero a pesar de todo, me estremezco.
—¿Tienes frío? —Rex me mira mientras pone su brazo en el respaldo
de mi asiento para poder dar marcha atrás y salir de su sitio. Hay algo que
decir sobre ese gesto; un hombre con su gran mano cerca de la parte
posterior de tu cabeza, cerca de tu cuerpo, mientras opera maquinaria
pesada.
Bueno, de acuerdo, es un auto y no un cargador deslizante o
excavadora. Pero, aun así… es un movimiento sexy.
—No, es... la canción.
Si cree que es algo extraño de decir, no lo comenta, da marcha atrás y
luego avanza y se detiene en la acera antes de salir a la calle.
—¿Por dónde?
—Por ahí. —Señalo a la izquierda.
Va a la izquierda.
Y a la otra izquierda, sigue a la derecha hasta la señal de stop cerca de
mi casa. Dos cuadras más y disminuye la velocidad, cerca de mi entrada.
Al principio del nuevo semestre, Skylar y yo dejamos nuestro
departamento en el campus y alquilamos una pequeña casa,
convenientemente situada cerca del campus, para tener un poco más de
privacidad y un patio.
Es una casa pequeña, tiene dos dormitorios apenas lo suficientemente
grandes para nuestras camas. Un baño, una cocina acogedora
(microscópica), y casi nada de sala. Es la primera vez que alquilamos 41
nuestra propia casa, por lo que estábamos encantadas de saber que
podíamos permitírnoslo y nos mudamos tan pronto como encontramos dos
estudiantes para el otro.
—Aquí. —Está oscuro dentro ya que las luces se apagan a las nueve de
la noche. Skylar no dijo que saldría, pero no es una sorpresa. Pasa la mayor
parte de su tiempo libre con Abe, incluso los días de semana cuando
tenemos clase.
Supongo que está en la biblioteca o en su casa.
—Es linda.
Linda. Es la segunda vez que esta noche usa esa palabra y me da
escalofríos saber que él también piensa que soy linda.
—Nos acabamos de mudar, mi compañera Skylar y yo. —Se me han
escapado algunos cabellos de mi cola de caballo y aprovecho para
ponérmelos detrás de la oreja. Lamo mis labios con aprensión—. ¿Quieres...
quieres entrar?
Allí. Lo dije sin que me temblara la voz.
Rex me mira en la oscuridad, las luces de las farolas y de su lujoso
tablero iluminan su expectante expresión. Es difícil de leer. Está
confundido, sorprendido y divertido, todo al mismo tiempo. Es fantástico
para esconderlo, pero cuando los sentimientos aparecen en sus ojos, puedo
leerlo claramente: no sabe qué demonios pensar.
—¿Me estás pidiendo que entre?
—No tienes que hacerlo —añado rápidamente—. Obviamente. Solo...
quiero decir, si quieres seguir hablando o lo que sea.
O lo que sea, o lo que sea, o lo que sea.
Tengo curiosidad sobre cómo sería besarlo, me doy cuenta de que
podría inclinarme y descubrirlo de manera fácil, no hay necesidad de invitar
al chico a entrar.
—Es tarde. Entiendo si quieres ir a tu casa.
Rex mira el reloj de su tablero.
—Son las nueve.
Me estoy retractando, deseando poder retirar la invitación que no ha
aceptado. ¿Por qué soy tan terrible en esto? ¿Por qué soy tan impaciente?
¿Por qué no puedo dejar que las cosas sucedan a su velocidad natural?
—Probablemente tengas que estar en algún lugar por la mañana, ¿no?
—Continúo, cavando un agujero más profundo.
—Sí, estoy de niñero, luego tengo que ir al gimnasio para la práctica de
la lucha.
Así es, está aquí para trabajar. Apenas hablamos de él, de su vida 42
personal y de lo que hace en Iowa. Todo lo que hemos hecho es hablar de
mí y eso me avergüenza.
—De tu sobrina.
—Sí, mi amiga y su novio tienen una cosa.
—¿Pasas mucho tiempo de niñero?
—Meh, a veces. La mayoría de las veces me gusta pasar tiempo con
ella, me da una excusa para ver películas para niños e ir al zoológico.
Le gustan las películas para niños y el zoológico.
Suspiro.
—Pero no tengo que cuidarla hasta las once, así que... —Sus largos
dedos golpetean el volante, y mis ojos van allí, estudiando sus grandes
manos. Él sigue mi mirada. Mueve sus dedos—. Eres como Lilly. Sabe lo que
quiere decir, pero no siempre cómo.
—¿Me estás comparando con una niña de tres años?
—No. En realidad, tiene dos.
Oh.
—Tú, imbécil.
Rex se ríe... es la primera vez que lo hace tan fuerte, echando la cabeza
hacia atrás, el sonido es profundo y barítono.
—Sabía que eso te molestaría. —Se ríe de nuevo—. Eres demasiado fácil
de leer, Hannah.
Hannah, Hannah, Hannah.
Mi nombre en sus labios suena... mejor que la melodía de la canción
que estamos escuchando.
—¿Lilly es la cosita más adorable?
—Sí, se parece a mí. —Sus ojos sonríen.
—Pensé que no eran parientes.
—No lo somos... estaba bromeando. —Está siendo tan paciente
conmigo que me pierdo cada chiste, cada broma que me ha contado para
burlarse de mí.
—Bien. —Inhalo. Exhalo—. Es justo, supongo.
Allí. Di a entender que era adorable.
—Espera. ¿Estás diciendo... acabas de...? —Finge estar estupefacto,
deteniendo sus palabras—. ¿Acabas de llamarme adorable?
Me hace reír.
—Tal vez.
—Wow. Wow, wow, wow. Siento que necesito llamar a alguien. A un 43
amigo. Alertar a la prensa.
Le doy un golpecito en el hombro, con las mejillas ardiendo por el calor
que sube por mi cuello y calienta mi cuerpo.
—Ya basta.
—No. No puedo, Hannah piensa que soy adorable. Alguien tiene que oír
esto. —Agarra el teléfono y finge que toca las teclas. Lo deja caer en su
regazo. Lo toma y lo deja caer otra vez—. Uf, esto es... es… demasiado.
Me estoy riendo ahora, con las manos cubriéndome la boca, la risa hace
mover mi torso, haciendo que mis hombros se sacudan.
—Detente. Bien, para... sabes que eres lindo.
—¡¿Lindo?! —grita—. ¡También soy lindo! —Entonces, abre la puerta y
sale, pisoteando mi jardín. Se pone las manos alrededor de la boca y grita a
la noche—: Hannah… —Se detiene, inclinándose y mirando dentro del
asiento delantero—. ¿Cuál es tu apellido?
Pongo los ojos en blanco y grito.
—Peterson.
Se endereza.
—¡Hannah Peterson piensa que soy lindo! ¡Y adorable! Hannah
Peterson piensa que soy...
—¡Amigo, cierra la puta boca! —grita alguien desde la calle—. ¡A nadie
le importa una mierda!
Los brazos de Rex caen hacia los lados.
—Me dijeron que me calle, pero para que conste me importa que
pienses que soy lindo.
Camina hacia mi lado, abre la puerta y me ofrece su mano. Me ayuda
a salir. Desliza un brazo alrededor de mi cintura mientras me lleva a la
puerta lateral de la casa.
La luz se enciende con el movimiento, busco la llave en mi bolso y la
inserto en la cerradura, las manos de Rex aparecen alrededor de mi cintura.
Santo...
Concéntrate, Hannah. Llave en la cerradura, llave en la cerradura.
Gíralo a la izquierda. ¿O a la derecha? ¿En qué dirección se abre esta
puerta?
Mierda.
Se necesitan unos cuantos intentos, pero lo consigo. Entramos en la
minúscula cocina en unos segundos, mis manos tiemblan mientras tiro mi
llave sobre la mesa en el centro de la pequeña habitación.
—Um, así que esta es la cocina. —Señalo tontamente, encendiendo el
interruptor sobre el fregadero debajo de la ventana.
44
—Me gusta. Es hogareña —comenta detrás de mí, mirando el anticuado
azulejo de cerámica encima del horno.
—¿Quieres algo de beber? ¿O comer? —Estoy decidida a mantenerme
tranquila y serena.
—Todavía estoy lleno por la cena, pero... quiero decir, si tienes agua...
Por supuesto que tengo agua, y duh, claro que no tiene hambre.
Literalmente acabamos de comer hamburguesas gigantes, dos platos de
papas fritas y cerveza.
Una mano se apoya en mi hombro y aprieta.
—Hannah, relájate. Puedo irme si te resulta extraño tenerme aquí.
Podemos hablar más tarde.
—¡No! —grito, demasiado fuerte para la pequeña habitación—. No.
Quiero decir. Está bien, yo solo... —Mierda, ¿ahora también tengo ansiedad?
¿Qué me sucede? ¡Honestamente!
Es solo un chico, es solo un chico, y uno bueno, por cierto. Tal vez eso
es lo que me está despistando. No estoy acostumbrada a los hombres
normales y agradables. Mi tipo habitual es egoísta, arrogante y no disponible
que me tratan como un accesorio, sin molestarse en conocerme a nivel
personal. No sé cuán disponible está Rex, pero, aunque solo esté en la
ciudad por un par de semestres, tiene “compromiso a largo plazo” escrito
por todas partes.
—Quiero que te quedes. —Finalmente, soy capaz de hablar con calma
y racionalmente. Me quito la chaqueta que me había puesto en el bar,
colgándola en el gancho plateado junto a la puerta. Paso mis palmas
húmedas por mis piernas, sobre la tela de mis pantalones.
¿Por qué me puse estas cosas estúpidas? Son tan informales. Porque,
idiota, no intentabas enviar la señal equivocada cuando no estabas en el bar
para relacionarte.
Tengo un ligero zumbido, aunque no lo suficiente como para afectar a
mi juicio.
—Quieres que me quede —repite—. ¿Por qué?
No para un recorrido por mi pequeña morada, casi le digo en voz alta.
—Me gusta tu compañía.
—¿Sí? —Está sonriendo, sin molestarse en ocultarlo, esa sonrisa tonta
de él iluminando toda la maldita cocina. Se muerde el labio inferior como yo
cuando intento luchar contra una sonrisa, excepto que fracasa
miserablemente.
Es tan adorable.
—¿Qué es lo que te gusta de mi compañía?
Levanto la mirada y lo miro, parado en mi diminuta cocina, su camisa 45
azul enfatizando el bronceado persistente que debe haber conseguido este
verano, los dos botones blancos de arriba desabrochados.
—¿Qué es lo que me gusta de tu compañía?
—Sí. —Se cruza de brazos, apoyando la cadera contra la encimera—.
¿Qué te gusta de mí?
—No me di cuenta de que habría tarea —bromeo, tratando de aligerar
el hecho de que dudo que pueda hacer una lista para él. No me va bien bajo
presión.
Rex pretende estudiar sus uñas.
—Solo una cosa entonces.
Me muevo sobre mis pies, habiéndome quitado los zapatos, y me froto
los labios, como si me acabara de aplicar un labial.
—Me gusta como tu... —Nerviosamente, tiro del coletero que sujeta mi
cabello, y queda suelto alrededor de mis hombros—. Tú eres...
Rex se ríe.
—Vaya. Soy así de increíble, ¿eh? Antes de que dijeras que era lindo y
adorable.
—¡Lo eres! Estoy pensando, dame un segundo, no puedo concentrarme
cuando me pones en un aprieto así.
Siempre he sido una estudiante terrible. Me asustaba cuando el
profesor me llamaba a la pizarra para resolver una ecuación matemática
delante de toda la clase.
Rex espera pacientemente mientras me devano los sesos. En mi cabeza,
se me ocurre lo siguiente:
Me gusta cómo dices mi nombre.
Me encanta cómo escuchas todo lo que digo.
Me gusta cómo le importó suficiente como para que nos juntemos, incluso
cuando intenté abandonarlo. Un completo desconocido iba a ayudarme.
Me gusta cómo le brillan los ojos, su gran sonrisa y el pequeño hoyuelo
en su barbilla.
Quiere a su sobrina con la que no está emparentado y la trata como
familia. Lo que significa que probablemente va a ser un padre increíble, y…
¿Padre? ¿Niños? ¿Qué demonios estoy haciendo? ¡¿Dejando que mi
mente vaya allí?! No me voy a casar con el chico. ¡Ni siquiera estoy saliendo
con él!
Sin embargo, estoy pensando en cómo se ve su cuerpo desnudo.
Me avergüenzo de mí...
—¿Qué es esa mirada? —Su voz interrumpe mi reflexión.
—¿Qué mirada? —finjo ignorancia. Sé exactamente de qué habla 46
porque estoy segura de que lo miraba como a un pedazo de carne.
Ups.
Solo que no explica lo que quiere decir, y yo tampoco. En vez de eso, se
endereza y va a un lugar junto a la mesa.
—Bien. De verdad, debería irme.
—¿Por qué?
—Porque estar aquí parados... es raro.
Oh Dios, es raro.
—Pero tú también. —Se ríe.
Mierda, también tiene razón en eso. Soy rara. Si tuviera un dólar por
cada persona que me lo ha dicho, sería rica.
—Vaya, gracias.
—No te lo tomes como algo personal. Es fascinante.
Fascinante. Nadie me ha llamado así ni un día en mi vida. Suena como
un cumplido y me tomo un segundo para disfrutar de él, buscando en mi
cabeza la definición. Fascinante: Adjetivo. Agradable o encantador, que da
satisfacción.
No me describe, pero lo aceptaré.
—¿Crees que soy fascinante?
Rex se encoge de hombros.
—Claro.
—¿Claro? Acabas de decir...
—Que tu rareza era fascinante. Cálmate, no te enfades. Sigo pensando
que eres linda, aunque seas una cosita temperamental.
—Solo sigue diciendo cumplidos —digo secamente.
—Lo intento. —Se ríe y me estremezco. Se burla de mí y me gusta,
aunque sea a mi costa, no es malvado. Puede que lo esté mirando mal, pero
me está observando de alguna manera...
Camina hacia la puerta.
—Espera. —Coloco mi mano en su antebrazo. Lo flexiona, y para ser
un chico delgado, me sorprende encontrar que es bastante musculoso, los
tendones se tensan bajo mis dedos.
Es tan ridículo que no puedo expresar lo que siento. Tengo la edad
suficiente para poder decir:
—Quiero que te quedes, y tal vez pases la noche, y duermas en mi
cama, y me dejes explorar contigo...
Déjame explorar lo que siento por ti. 47
—¿Disculpa? —escupe.
—¿Dije esa última parte en voz alta? —me avergüenzo.
—Acabas de decir, déjame explorar lo que siento por ti —susurra—:
¿Eso significa lo que creo que significa?
—Um... ¿Lo hace?
—Hannah. Di lo que quieres decir y dilo en serio. —Está frustrado, pero
es paciente, pasando una de sus grandes manos por su cabeza y por la
nuca.
—Lo siento, Rex... sabías que no era buena en esto. Lo siento, desearía
no ser así, pero así es como soy. Soy un caso perdido la mitad del tiempo.
Un desastre. Gracias a Dios por Skylar, mi compañera, porque de otra
manera sería una total…
—Hannah, ¿estás borracha? —Inclina la cabeza y me estudia,
acercándose—. No, ¿lo estás?
No lo estoy, pero de repente lo deseo para tener una excusa para mi
comportamiento. Mis discursos erráticos y comentarios tontos que no tienen
sentido. Los nervios. La indecisión. El calor y el frío. No estoy desesperada.
Tuve sexo hace unos meses con un chico cualquiera después de salir de los
bares.
Entonces, ¿por qué quiero tanto de Rex?
Porque se sentirá bien.
Lo sé con todo lo que tengo, parado aquí en la tenue luz de mi acogedora
casita, viéndolo observarme.
Lentamente, Rex levanta sus manos entre nuestros cuerpos y las coloca
en mis mejillas; me toma la mandíbula, sujetando mi cara. Acaricia con sus
pulgares las comisuras de mis labios, estudiándome.
Puede que no esté intoxicado, pero sus pupilas están dilatadas, un
signo seguro de que está excitado. Caliente.
Como quieras llamarlo, me mira como si fuera la cosa más hermosa y
fascinante que sus manos han sido bendecidas para tocar.
Esto no es ninguna gota de alcohol; somos él y yo.
—Aprendí hace mucho tiempo que solo porque alguien te deje tocarlos
no significa que estén interesados —murmura.
Prácticamente ronroneo en sus manos acariciando mi piel.
—¿Qué quieres decir?
—Te pregunto si te parece bien que te toque de esta manera.
Asiento.
—Por supuesto que estoy de acuerdo con ello. 48
Más que bien, en realidad, quiero que me toque. Quiero sus manos por
todas partes y no quiero que me pida permiso cada dos segundos.
Solo quiero...
Quiero que empiece y ponga su boca sobre la mía antes de que pierda
la cabeza.
—Eres el chico más dulce que conocí —susurro cuando está a un
suspiro de distancia.
—¿Yo? ¿Dulce? —Su risa es baja—. Me llamaron un millón de cosas,
pero nunca dulce.
—¿Algo así como tú diciéndome que soy fascinante?
—No dije que fueras fascinante, dije que eras rara y eso es fascinante.
—¿Podrías callarte? Estás arruinando el momento.
—¿Qué momento?
—Nuestro primer beso.
—Oh. —Sus cejas se arquean—. ¿Nos besamos ahora?
—Si dejaras de hablar y te pusieras a ello.
—Mandona. Añade eso a la lista.
Sí, es cierto. Soy mandona e impaciente y tengo expectativas irreales
en algunas ocasiones.
De acuerdo. La mayoría de las veces.
5
REX
¿Qué demonios quiere Hannah de mí?
Hace dos horas se mantuvo firme de que no le gustaba, ayer dijo con
vehemencia que todo lo que quería de mí era una clase sobre cómo salir con
alguien.
Estoy demasiado seguro de mí para tener un complejo, pero sería genial 49
si supiera lo que pasa dentro de su bonita cabeza en vez de jugar a las
adivinanzas.
Sé que no lo hace a propósito, así es como es. Es una pena para mí
ahora mismo, caminar en la cuerda floja de la incertidumbre.
Me gusta Hannah; me gusta lo tonta e insegura que es. ¿Es eso raro?
¿No te importa que alguien sea inseguro? Ella es un poco desordenada, da
vueltas y cambia de opinión cada treinta segundos, soltando mierda
inapropiada antes de pensarlo bien.
Es hermosa y divertida y me está mirando mientras espera que la bese,
aparentemente.
Quiero hacerlo.
Por supuesto, joder.
¿Qué idiota no lo haría? Me han llamado idiota más veces de las que
puedo contar, así que lo último que quiero hacer es joder todo esto.
Mis pulgares acarician las suaves mejillas de Hannah, rozando su labio
inferior.
—Son tan suaves como el trasero de un bebé.
—Oh Dios mío, cállate.
—Solo digo lo que sé, he cambiado muchos pañales.
Los pañales de Lilly están llenos de mierda de bebé, de hecho y cambié
cientos de pañales mientras Annabelle asistía a clase.
Sonriendo, me inclino, descansando mi boca en la de Hannah. Presiono
suavemente hasta que sus labios se separan y ella desliza su lengua en mi
boca.
Nos quedamos en su cocina, sin besarnos desesperadamente. De una
manera extraña, es más suave que eso. De vez en cuando, Hannah se
detiene para mirar mi cara, los ojos recorren mis rasgos y sus dedos rozan
mis cejas. Bajando por el puente de mi nariz. Acaricia mi cabello antes de
besarme de nuevo y un pequeño gemido se le escapa de la garganta.
Es casi tan alta como yo, incluso sin zapatos, sus manos bajan desde
mi cara, hasta mi cintura. Deslizándolas alrededor de mis caderas, gimo un
poco cuando sus dedos aprietan las mejillas de mi trasero.
Los pechos de Hannah están presionados contra mi pecho, puedo
sentir sus pezones duros a través de la fina tela de su top. Y, como sus
manos están en mi trasero, decido hacer una pequeña exploración por mi
cuenta y paso mis manos por su espalda. Presiono mis dedos por su
columna en el camino, yendo hacia abajo y, aterrizando en su trasero.
Sus pantalones son tan benditamente delgados como su camisa,
hechos para hacer ejercicio y no para los juegos previos, pero también son
perfectos para ello. La tela está prácticamente atascada en su grieta y 50
apostaría que tiene dedos de camello también, si mirara su cuerpo. O tocar
entre sus piernas.
No me oirás quejarme.
Todavía estamos en su cocina cuando las luces de un auto se meten en
el corto camino de entrada, iluminando aún más la habitación, causando
que la cabeza de Hannah se aleje, con los labios hinchados y ojos
ligeramente vidriosos.
—Mierda. Son Skylar y Abe. —Me agarra de la mano y me tira hacia el
pasillo. Solo mide unos tres metros de largo con tres puertas, dos
dormitorios y un baño. Me arrastra por una puerta a la izquierda, cerrándola
con llave detrás de nosotros y enciende una luz tenue.
—¿Está bien así? —Se mueve hacia la ventana y cierra las persianas—
. Ella sabrá que estoy en casa, yo solo... quiero estar a solas contigo y
terminaremos sentados en la cocina hablando por otra hora.
—¿Quieres estar a solas conmigo? ¿Para hacer qué? —Me dejo caer en
el borde de su cama, apoyándome en mis codos y la miro.
Cuando abro las piernas, Hannah se acerca y se pone en el medio de
ellas, sus manos encuentran mis hombros y presionan hacia abajo.
Estoy más bajo que ella, así que tiene que inclinarse para besarme y
una vez más presiona su torso contra el mío. En algún lugar de la casa, se
abre una puerta, seguida de una voz masculina y femenina. Risas. Las llaves
del auto golpeando la mesa. Más risas.
Escucho la puerta del refrigerador que se abre y se cierra, y luego voces
que van hacia la sala.
Un suave golpe en la puerta de Hannah nos tiene a ambos congelados
en la cama.
—Hannah, ¿estás en casa?
—Sí —dice, aún inmóvil.
Hay una pausa.
—¿Estás... sola?
—Um. —Pausa—. ¿No?
Una suave risa acompaña a un bajo:
—Eso es lo que pensé. —Su compañera parece buena y adorable—.
Bien, bueno, estoy en casa y Abe está conmigo. Vamos a mi habitación, solo
quería ver cómo estabas.
Hannah se aclara la garganta, sonriéndome.
—Estoy bien.
—Buenas noches. —Su compañera no se aleja de la puerta—. No hagas 51
nada que yo no haría.
Hannah pone los ojos en blanco y susurra:
—No haría una mierda, es tan conservadora, no es de las que se besan
en la primera cita.
No hay nada malo en ello.
—Escuché eso, Hannah Banana, y para tu información, besé a Abe en
nuestra primera cita.
Hannah levanta la cabeza y mira hacia la puerta.
—Sí, pero tú estabas ligando con él mucho antes de eso.
—¿Y? La primera cita sigue siendo una primera cita y nos besamos. Y
algunas otras cosas.
¿Otras cosas? Su compañera suena conservadora si ni siquiera puede
usar referencias sexuales reales. Todo lo que pasó cuando dijo cosas, es que
me hizo pensar en cosas de traseros, y meter el dedo, por alguna razón.
Demándame por ser un pervertido, ¿de acuerdo?
—¿Necesitas condones?
—Vete, Skylar.
—Sabes, he esperado mucho tiempo para esto. —Skylar está perdida
en sus pensamientos y casi puedo oír su cabeza trabajando desde aquí—.
Tú eres siempre la que me avergüenza. ¿Sabe tu amiguito de ahí que mojaste
la cama en quinto después de que fuéramos a ver IT?
—Oh Dios mío, Skylar, te juro por Dios...
—Tsk, tsk no deberías jurar por Dios ya que tu madre no lo aprobaría.
—Suena como si estuviera estudiando sus uñas—. ¿Has ido a la iglesia
últimamente?
—Vete. —Hannah lo intenta de nuevo, añadiendo—: Por favor.
—Ugh, bien, ya que lo pediste bien y dijiste por favor. Pero espero un
informe completo por la mañana. —Se detiene de nuevo—. Oye, pero ten
cuidado con esa cabecera, no está agarrada a nada.
Vaya. Las chicas son jodidamente salvajes, incluso las que se
comportan bien, como se rumorea que es su compañera.
Una vez que sus pasos se alejan y la puerta de la habitación de Skylar
se cierra, Hannah suspira de alivio y la tensión de las burlas de su
compañera dejan su cuerpo.
—Lo siento mucho por eso.
Entrecierro los ojos.
—¿Es esa la clase de mierda que le haces?
Parece culpable.
—Um. 52
—Así que eso es un sí. —Envuelvo mis manos alrededor de su cintura
y la acomodo para que esté bien metida entre mis piernas, la pequeña
cantidad de alcohol en mi sistema me hace un poco menos inhibido de lo
que normalmente estaría con una chica linda como Hannah—. El cambio es
juego limpio —digo, acariciando el espacio entre sus pechos.
—No me lo recuerdes, si va a seguir haciendo mierdas como esa, me
dará un ataque.
—No seas tan dramática.
Hannah se encoge de hombros sobre mí.
—Drama es mi segundo nombre. —Sus dedos aprovechan la
oportunidad para enterrarse en mi cabello, masajeando. Se siente tan bien
que muevo la cabeza, gimiendo.
—Creí que tu segundo nombre era Banana. —Acaricio la piel expuesta
de su cuello.
—Vaya. Eres un tipo gracioso. —Mueve la cabeza hacia un lado,
dándome más espacio para chupar—. Cuidado, no quiero una marca.
—¿Quieres que haga algo más que chuparte el cuello? —pregunto, mis
manos ahora se meten por la parte de atrás de sus pantalones ajustados.
—Eso depende. ¿Planeas llamarme por la mañana?
—¿Por qué no te llamaría?
—Porque eso es lo que hacen los chicos: toman lo que quieren y luego
convenientemente se olvidan de llamar.
Hmm. Sí, eso suena bastante bien. Y si me hubiera conocido hace uno
o dos años, eso es exactamente lo que habría hecho. Convenientemente
olvidaría llamar. La ignoraría. Dejaría que piense que hizo algo malo.
Pero eso fue antes de que le entregara el trasero al entrenador Donnelly.
Antes de que me hiciera amigo de su hija. Antes de que me convirtiera en
tío.
Le daría una paliza a cualquier imbécil que tratara a Lilly como yo
trataba a las mujeres.
Como si fueran desechables.
Como una distracción.
—No puedo convencerte de algo que ya has decidido, así que tendrás
que verlo por ti misma.
Por encima de mí, Hannah asiente.
—Está bien. Está bien. Entonces sí, quiero ver en qué más chupas.
—¿Por dónde empiezo? —El alcohol me da el valor para preguntar, ya
trabajando en la cintura de sus pantalones.
Están apretados desde las caderas hasta los tobillos y son casi 53
imposibles de bajar. Hannah se ríe cuando lucho, compadeciéndose al
doblar la cintura y quitándoselos ella.
Pronto, no está en nada más que su top gris oscuro, una tanga negra
y una pequeña sonrisa de repente... ¿tímida?
¿Hannah? ¿Tímida?
Sonrío, ahuecando su trasero en mis grandes manos, que encajan
perfectamente, pero antes de que pueda acariciarlo, me empuja hacia el
colchón.
Bien, quizás no tan tímida después de todo.
—Oye, se supone que tú eres la que está de espaldas, no yo —digo,
levantando la cabeza.
—Eres lento. —Se arrastra hacia mí, con su trasero desnudo rozando
mis pantalones.
—Tienes que aprender a tener paciencia.
—Enséñame entonces. —Está siendo atrevida y he visto suficiente
lucha para saber cómo va la siguiente escena. Sin perder el ritmo, saco su
codo de mi pecho para tomarla desprevenida, y luego uso el impulso ganado
para ponerla de espaldas.
Así gano.
—Ahora quién está a cargo, mandona. —La beso mientras me mira con
los ojos abiertos.
—Eso... fue... tan... sexy —dice, con los ojos brillantes. Pupilas
dilatadas. Labios separados, respiración pesada, pecho agitado. ¿Pecho
agitado? ¿Qué soy? ¿Una anciana de ochenta años describiendo tetas?
Su cabeza está mirando hacia el lado equivocado, así que muevo
nuestros cuerpos. Chupo su cuello, acariciando debajo de su oreja, y
bajando por su cuerpo. Beso sus pechos sobre la tela de su camisa. Levanto
el dobladillo para poder besar su estómago.
Me mira.
—¿Qué estás haciendo?
Por favor. Como si no supiera.
—Sabes exactamente lo que estoy haciendo.
—Pero...
—¿No quieres que lo haga?
—No sé si...
Me detengo, descansando sobre mis caderas y espero.
—Está bien si no te sientes cómoda, Hannah, solo dilo.
54
—Me siento cómoda. Es solo que... nadie me ha hecho... Ya sabes.
—¿Venir?
—Sí.
—¿Alguien ha ido abajo?
—Sí. —Su voz es tentativa—. Una vez. ¿Apenas?
—Espera. ¿Qué? —¿Cómo es posible?—. ¿Con cuántos has salido?
—No lo sé. Los suficientes.
—Malditos idiotas. —Mis dedos juegan con la cintura de su tanga
negra.
Su respiración se agita por segunda vez.
—¿Por qué dices eso?
—Eres preciosa y hueles... —Me inclino y huelo—.
Ahjodidamenteincreíble. —También le lamo el cuello, y Hannah se ríe.
—Eso hace cosquillas.
—¿Ah, sí? ¿Qué más hace cosquillas?
Sus labios se cierran.
—Nada.
Muevo mi dedo índice arriba y debajo de su tórax, sobre su camisa gris.
La cabeza de Hannah da una pequeña sacudida.
—No.
—Ya me imaginé que tú, de entre todas, no serías fácil.
—Nadie me ha llamado nunca fácil. Me llamaron bestia. O un
monstruo. —Se ríe.
—Es exacto. —Cubro su boca con la mía y nuestras lenguas se enredan
automáticamente—. Bestia.
Mi bestia, añado silenciosamente, rozando la parte inferior de mi
cuerpo contra ella.
—Quítate los pantalones —exige en un tono quejumbroso.
—Esto no es sobre mí. —Mi plan es ir abajo, pero sus labios, lengua y
boca saben tan bien que no puedo dejar de besarla.
—Sí que lo es. Quítate los pantalones —dice de nuevo, estirándose
entre nuestros cuerpos y buscando el botón de mis pantalones. Cuando lo
encuentra, lucha por desabrocharlo y no me deja otra opción que ayudar.
Lo sé, sé... qué cosa tan caballerosa hacer.
Magnánimo, incluso.
Juntos, bajamos mis pantalones hasta que puedo tirarlos al suelo.
Luego, las suaves manos de Hannah trabajan en los botones de mi camisa, 55
y la desliza de mis hombros.
—Vamos a quitar esto también. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —acepto tontamente, quitando mi camisa.
Ella lucha, pero también ayuda.
—Ahora los dos estamos casi desnudos. ¿Qué vas a hacer al respecto?
Vaya. ¿Me está desafiando?
La idiota.
La hermosa idiota.
Dios, se siente bien, mayormente desnuda debajo de mí, moviéndose,
nuestras pelvis, polla y coño frotándose de todas las maneras correctas.
Hablando de coños...
—¿Qué voy a hacer al respecto? —repito, bajando por su cuerpo y dejo
un beso entre el valle de sus pechos, inhalando su dulce olor—. Te vas a
quedar ahí tumbada mientras te como y me vas a dejar y te va a gustar.
—Ohh... —responde. Jadea cuando beso la suave piel debajo de su
ombligo. Presiono mi boca contra el montículo entre sus muslos, mi aliento
calienta su coño. Ya sé que me va a encantar cada segundo mojado de eso.
Especialmente cuando se retuerce, la anticipación la hace impaciente—.
Jesús, Rex —gime.
Jesús, Rex, Jesús, Rex...
Chupo a través de sus bragas, siento sus muslos a ambos lados de mi
cabeza temblar. Las manos de Hannah se agarran primero a mis hombros,
luego a mi cabello, y finalmente al acolchado.
Es un edredón blanco, una elección audaz para una estudiante sin
lavadora, rodeado de almohadas blancas y cortinas blancas, y a pesar de
que sus piernas están abiertas, Hannah se ve serena allí.
—No quiero que me hagas un oral —se queja—. Quiero que me folles.
Niego, todavía lamiendo a través del nylon de su ropa interior.
Engancho el extremo sedoso con mi dedo índice y lo aparto. Lamo su raja
de arriba abajo por el medio, empujando mi lengua hacia adentro.
—Por favor.
Otra sacudida. No.
—Rex, por favor. Por favor.
Mi boca encuentra su clítoris y lo trabajo.
Gimo dentro de ella, las vibraciones hacen que sus caderas se sacudan.
—Por favor, por favor, detente y fóllame, Rex. Te lo ruego.
¿Está rogando? Eso llama mi atención y me detengo, mi polla palpita. 56
Literalmente puedo sentir la sangre corriendo por mis venas, saliendo de mi
cabeza y viajando directamente hacia abajo.
Realmente duele.
Duele tan bien...
No deja de suplicar. Me ruega una vez más antes de que su cabeza se
levante del colchón para poder mirarme, con los dientes mordiéndose el
labio inferior. La mandíbula apretada, las fosas nasales abiertas.
Parece que ella también está sufriendo.
—¿Quieres que te folle? —Es un maldito milagro que sea capaz de
hablar, no hay células cerebrales que funcionen en mi cabeza.
—Sí.
Está desesperada, puedo oírlo en su voz. Y honestamente, mi polla está
tan dura, que cedo y le doy lo que quiere en lugar de hacerla venir con mi
boca.
Condón, condón, condón, mi cerebro empieza a gritar. Condón. ¿Dónde
está?
Puede que haya o no metido uno en mi billetera hace unas semanas...
sí, sé que se supone que no debes hacer eso, pero lo hice, y es el único que
tengo, así que deja de juzgarme.
Quito mi boca del coño de Hannah, con los labios húmedos. Me muevo
a través de la cama, alcanzando mis pantalones desgastados y busco en los
bolsillos. Abro la billetera con manos temblorosas y recupero el envoltorio
de papel de aluminio.
Lanzo mis pantalones al suelo.
En el tiempo que me ha llevado hacer eso, Hannah se ha quitado el
sujetador y le miro las tetas. La vista de ella tendida sobre sus sábanas
blancas, completamente desnuda es gloriosa. Tiene tetas perfectas. Vagina
que gotea. Piel lisa y acalorada.
Sus brazos van detrás de su cabeza y se estira mientras me arranco los
boxers.
—Cálmate o no vas a durar —se burla.
Cierto. Cálmate.
Es fácil que lo diga, ya que no he tenido sexo en mucho tiempo. Podría
contar con una mano cuántas parejas he tenido, aunque no por falta de
intentos.
Solo que, con mi reputación antes de graduarme y dejar la escuela, las
chicas no golpeaban mi puerta, incluso cuando estaba con los luchadores,
algunos de los chicos más populares del campus.
57
No importaba... nadie quería follarse al mánager del equipo. Querían
follarse a los jugadores.
Veían a un tonto, a un nerd, junto a los grandes. Así que mi polla se
mantuvo seca y en mis pantalones.
Pero Hannah me quiere.
Hannah es hermosa.
Divertida. Inteligente. Interesante.
Sus rodillas se separan y sus ojos se desvían hacia mi polla cuando me
pongo el condón. El paquete estaba caliente, así que rezo para que no se
rompa, y subo por su cuerpo, besando su piel en el camino.
—Mmm. —Sus dedos se enrollan en mi cabello, sus labios se reúnen
con los míos cuando nuestras caras se encuentran—. Te sientes tan bien.
Desliza una mano sobre mi espalda y hacia mi trasero. Acaricia mis
caderas, moviendo las de ella mientras mi boca se conecta con la pendiente
que conecta su cuello y su hombro.
—Mmm tienes razón —susurro, alineando nuestros cuerpos. Tanteo
alrededor para encontrar el agujero correcto y empujar dentro.
Hannah se estremece cuando empujo.
—Es el equivocado.
Me guía hasta que estoy en casa, hundiéndome. Más profundo.
Y más profundo.
—Oh Dios... —gemimos.
Silenciosamente, empujo dentro y fuera, besándonos. Y espero que ella
todavía quiera verme por la mañana.
58
6
HANNAH
¿Fue mi intención tener sexo con Rex Gunderson la primera vez que
nos encontramos en persona? No. Pero no se suponía que fuera tan
divertido, simpático y adorable.
No es mi tipo, no es mi tipo...
No estaba borracha. Tampoco lo estaba Rex. Y tal vez sea mi tipo. 59
¡¿Entonces por qué me acosté con él?! ¿Qué me poseyó para meterme
en la cama con el chico? Quiero decir, ¿qué me poseyó para invitarlo a mi
casa en primer lugar?
La voz de mi abuela resuena en mi cabeza con una de sus muchas
lecciones sobre el decoro y la virtud (que he ignorado):
—¿Por qué un joven compraría la vaca, Hannah Beth Peterson, cuando
estás regalando la leche? Mantén las piernas cerradas si quieres encontrar
un pretendiente decente.
—En primer lugar, abuela —había dicho—, nadie los llama pretendiente.
Segundo, todos tienen sexo premarital en estos días. No es como cuando tú y
el abuelo eran jóvenes, la gente de tu generación no se acostaba antes de
casarse. Pero mamá me contó cómo secaste marihuana en el horno cuando
era joven... así que no puedes decirme que eras virgen cuando te casaste con
el abuelo.
Era tan inteligente, que me sorprende que no me hayan dado un golpe
en el trasero. La abuela no es mucho mayor que mi madre, quizás se llevan
diecinueve años, así que es casi como tener dos madres regañándome
cuando hago algo estúpido.
Cosa que pasa todo el maldito tiempo.
Me meto en más problemas que mi hermano mayor, Justin. Siempre
fue mejor siguiendo las reglas, no cuestionando la autoridad, y manteniendo
su trampa cerrada para evitar conflictos.
¿Yo? Siempre soy la que “empezaba”.
Bueno... Ya no seré la chica que discute con un chico solo para llamar
su atención, como un niño en el patio de la escuela, tirando de las trenzas
de una niña porque le gusta.
¿Burlarse de alguien y ser un imbécil porque te gusta? Es movimiento
tan idiota y jodido.
Me quedo mirando el techo de mi habitación, en pantalones y camisa,
después de acompañar a Rex a la puerta y luego volver directamente a mi
habitación, tirándome en la cama en la que tuve sexo hace unas horas.
El lugar entre mis piernas donde Rex Gunderson me hizo venir, dos
veces, todavía cosquillea. Cada nervio de mi cuerpo está sensible. Duele.
Nunca me he sentido así después del sexo casual.
Nunca me he acostado a pensar en ello.
¿Fue solo sexo casual? ¿O fue algo más?
Me pongo de lado para poder mirar por la ventana a la pequeña casa
blanca junto a nuestra pequeña casa amarilla. Estiro mi brazo en el lugar
vacío que su cuerpo ocupó una vez a mi lado.
¿Lo extrañas un poco? 60
No es mi tipo, no es mi tipo.
—Sigue diciéndote eso, Hannah —murmuro, odiando el hábito de
hablar conmigo. Dios, sueno como una loca—. Puede que no fuera tu tipo
ayer, pero es tu tipo hoy.
¿Qué tal si dejas de hablar contigo antes de que Skylar te escuche y
golpee la puerta para ver qué pasa? Mi compañera de cuarto oye todo, no se
pierde nada, y siempre tiene la nariz metida en mis asuntos, porque para
eso están las mejores amigas.
No tengo dudas de que nos oyó teniendo sexo.
Un sexo realmente asombroso.
A él no se le escapó nada. No se detuvo hasta que me vine y luego él.
A Rex Gunderson le gusta dar.
—No puedes salir con alguien porque el sexo es bueno —reflexiono con
la pared—. Eso sería una mierda. —Especialmente desde que me he dado
cuenta de que es un tipo decente.
Es más que buen sexo.
Es un buen chico.
—Tal vez sea hora de darle una oportunidad al buen chico —le digo a
mi almohada—. Pero quizás solo te está usando.
Cuando empiezo a dudar de mí, el teléfono en mi escritorio zumba,
vibrando en la superficie de madera y asustándome.
Me levanto y cruzo la habitación para agarrarlo.
Yo: Hola
Rex: Oh, hola. ¿Todavía estás despierta? Pensé que estarías durmiendo
y que responderías por la mañana.
Yo: No, aún estoy despierta. Contando ovejas.
Yo: Me encantaría.
Rex: ¿Sí?
Yo: Sí.
Rex: De acuerdo. Uh... ¡Genial!
Casi puedo ver y oírle pasar una mano nerviosa por su cabello mientras
espero que continúe.
Rex: ¿Hmm?
Yo: Si alguna vez quieres enseñarme algo, te prometo que seré tu mejor
estudiante.
Rex: Voy a hacerle captura de pantalla a eso porque de alguna manera,
lo dudo mucho.
Yo: Tienes poca fe.
Rex: Me has encontrado y sabes que eres una idiota que odia que le
digan lo que tiene que hacer.
Yo: Tal vez. Pero me gustas y...
Rex: ¿Y...?
Yo: Creo que valdría la pena comportarse por ti.
Rex: Hannah Peterson creo que ambos tenemos mucho que enseñarnos.
Yo: ¿Como esa cosa que haces con la lengua?
Rex: ¿La cosa en la que me giraba y chupaba?
Yo: Oh por Dios. Sí, ESA cosa. ¿Vendrás a hacerlo de nuevo?
Rex: ¿Cuándo?
Yo: ¿A qué distancia estás?
Rex: Acabo de llegar a mi entrada.
Yo: Me acabo de quitar la ropa, pero si ya estás en casa...
Rex: Te veo en ocho minutos.
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Yo: Estaré esperando.
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