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Sebastián, Masu

Acostar al analista
-1· ed . - Buenos Aires- Letra Viva, 2007.
170 p.; 22,5 x 14 cm.
ISBN 1O 950-649-168-2
ISBN 13 9789506491680
1. Psicoanálisis. l. Titulo
CDD 150.195

CoRRECCIÓN: Paloma Sneh [palomasneh@hotmail.com)


DISEÑO DE TAPA: Laura Erijimovlch [lauraerijimovich@gmail .com]
Fue cuando la muerte lo esperaba que
mi padre me habló de Dios: no está
para salvar al hombre de morir sino
para las cosas grandes de la vida, me
dijo. Le pregunté qué eran esas cosas.
La creación, me contestó.

A Constantino Abdala, que me dio su


nombre para que yo me hiciera el mío.

© 2007, Letra Viva, Librería y Editorial


Av. Coronel Díaz 1837, ( 1425) C. A. de Buenos Aires, Argentina
letraviva@elsigma.com 1www.letraviva.elsigma.com

Primera edición: Octubre de 2007

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier método,


incluidos la reprograf'm, la fotocopia y el tratamiento digital, sin la previa y
expresa autorización por escrito de los titulares del copyright.
ÍNDICE

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

PRIMERA PARTE

El don de la lectura . . . 15
La civilización del odio . 15
La sombra o el Otro . . . 19
Memoria artificial . . . 23
La extensión del límite . 27
La herencia de lecturas . 30

La ética de decir . . 35
El arte de narrar . . 35
Historia clínica no es literatura . . 37
Decir la muerte . . . . . . 43
Dejar caer al maestro-amo . . 47
El decir del inconsciente . . . 52

El sueño y la construcción del porvenir . 57


El sueño de Sigmund Freud . 57
El sueño de Nicolás Guillén . 62
El sueño de Primo Levi . 66
Confluencias. . . . . . 70

La escritura es política . 77
Dar tiempo . . . . . . 80
El movimiento de la escritura. . 82
De personas comunes a personajes . 84
Un puente sobre el abismo. . . . 88
SEGUNDA PARTE
PRÓLOGO
La exposición del analista . . 97
El blanco al dardo . 101
Más allá del caso . . 104 El fin de mi enseñanza sería hacerpsicoanalistas
La sorpresa del acto. 109 a la altura de esta función que se llama sujeto,
porque se verifica que sólo a partir de este
punto de vista se comprende de qué se trata en
Escribir la clínica . . 113
el psicoanálisis.
La declaración . . . 113 JACQUES LACAN
El analista es dos tiempos 114
El acto clínico . . . . . 118
Acostar la demanda. . . 120
La lengua de transferencia . 123 El analista no puede estar inmerso en la experiencia y a

u
El estatuto de la incomodidad 127 mismo tiempo saber lo que ocurre con ella. Una Spaltung l
marca desde el comienzo: está dividido entre el tiempo de lo
La sublimación del analista o la re-habilitación efectos que se producen cuando conduce un análisis y ese otr
del sujeto . . . . . . . . . . . . . . . . 128 tiempo en que los conceptualiza.
_Entonces, para todo analista, hay un tiempo en que los
Contar con el fin . . . . . . . 133 análisis que conduce acontecen a su pesar. Es decir, sin que
Entre la anticipación y el retardo 134 él pueda dar cuenta de las razones en ue sostiene el acto de
ana 1zar. ero s1 e eseo está vivo, algo se le hace imprescin-
Contar con la convicción . . 137
dible y para sostener la función, sale a buscar esas razones.
La escritura como pasaje. . 141 Ya no puede sin ellas. Al principio sólo quena atender, queria
La trasmisión de una letra . 144 ser analista. Se apuraba, hasta para tirar a los pacientes en
el diván, ya que esa imagen lo reconfortaba. Pero, como con-
El canto del analista. . . . 149 secuencia del mismo deseo de analista, él puede ir rectifican-
do la ilusión de verse donde no es. Se le impone entonces, im-
periosamente, formalizar la experiencia y entra así, de lleno,
La abstinencia como vocación . . . . . . . . 157
en el tiempo de las preguntas por el hacer.
Tomar acta del llamado . . . . . . . . . . . 159 Esta división incurable, sin embargo, propicia una vía re-
Lo instituyente de la prohibición: la transgresión 162 gia: que él despierte del sueño de las ficciones teóricas en qu~
Equivocarse de objeto . . . . . . . . . . . . 165 es formado. ~ue se ponga a prueba él, juntamente con la teo-
ría. Porque no hay conceptos hechos para siempre y ese des-
pertar constituye la oportunidad de renovarlos. Esa práctica
de renovación, como la infancia de la que nos habla Lyotard,
no es una época en la vida del analista. No pasa porque nun-
ca se deja escribir.

9
ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

De esa búsqueda es efecto, en parte, este libro. Este analis- que acostar al analista es, en síntesis, recorrer la delgada lí-
ta dividido es el objeto de interés de nuestra lectura. Por su- nea entre el ejercicio de la función y la resistencia.
puesto que contamos con que él es, ante todo, objeto de la ex-
periencia del análisis, pero nuestro acento está puesto en el Así, acostando al analista, se acuesta también al psicoa-
envés que él conforma con el analizante gue lo soporta~ nálisis. Porque la palabra del analista nunca es inocente, y
convenim~s en que un analizante consiste en transitar la ex- cada vez que él habla en su nombre habla también en nom-
periencia de las preguntas, nosotros queremos someter al ana- bre del psicoanálisis. Si no puede echarse atrás y toma sobre
lista a esa experiencia. sí esa responsabilidad, él puede relatar. Sin embargo, esto no
le basta, cuando al toparse cada vez que dice a medias lo que
Acostar al analista, entonces, quiere decir abrirlo a la ig- quiere decir comprueba que no alcanza a recisar or ué eso
norancia fecunda que consiste en oner en sus enso todas las se e esca u e. sen esa instancia que recurre a la escritu-
respuestas. ue esto e permita dejar el "estilo de los psicoa- ra. Cuando ya no puede retroceder de enft'entarse con las pre-
nalistas" para ganar un estilo a secas: solamente la escritura guntas, y se le hace necesario decir. Entonces, se espera de é1
de un matiz .. Ese pasaje le pide dejarse atravesar por el inte- que haga tartamudear la lengua del psicoanálisis. Y esto no
rrogante que lo conmueve. En consecuencia de los hallazgos será posible sin que él mismo balbucee. Es en este punto pre-
que se produzcan, los estereotipos habrán de hacerse añicos, ciso cuando, empujado por la insistencia, encuentra su lugar
a la vez que la ficción hará caer la ilusión de una teoría toda. un libro de analista. Tal vez, sea siempre un libro sobre ética.
Ejercer un estilo, es decir, dejar de querer autorizarse por la Ése que resulta de triturar lo sabido. Un libro que se interpo~
_tia del ajuste a la palabra de los maestros v poner a d- ne como una memoria artificial, como dice Primo Levi, entre
una palaorarecortada por la propia implicación. nuestra perspectiva y la experiencia misma. Porque, una vez
oesprendído, ya no es ni una ni la otra, sólo la barra.
Acostar al analista quiere decir analizarlo cada vez en su
puesta en acto de la función para interrogarlo, para saber si M.S.
asistió o se negó al acto. Quiere decir también que él sólo po-
drá responder allí donde se lo espera -donde se espera la in- Buenos Aires, julio de 2007
terpretación- si cuenta con el analizante que él es, y siem-
pre habrá de ser, en función del recorrido por la propia cas-
tración. Inevitablemente él va a asistir ahí con el precipitado
que resulte del trayecto por el propio límite. Y no es sólo por-
que Freud nos recuerde cada vez que el análisis del analista
es la herramienta de la que necesariamente hemos de servir-
nos para analizar. Sino, más bien, porque es nuestra práctica
la que nos recuerda a Freud. El analista deviene del diván por
el que pasó. Del paso por el que se lo (a)tendió. Si acostar vie-
ne de costilla. el analista nace de la costilla del analizante.

Acostar al analista es también para que él sepa dejars


y pueda aceptar ue lo único ue ueda es la huella del
t'll!'t'
di'HIH"<•ndimiento. Es también formarlo para que un e, cada
VI'~, ('11 cr
SUJeto anlllizante, el lugar del que él se sirve. Por-

lO 11
'
EL DON DE LA LECTURA

Toma, lee.
SAN AGUSTÍN

La civilización del od!Q

Es tirando del hilo de la pregunta, cuyo tránsito no pue-


de ahorrarse ningún sujeto, que se abre una enseñanza para
el analista que, en sintonía con el campo al que se correspon-
de, no de·a des meterse a incesante innovación. Una innova-
ción que no consistiría simplemente en apren er nuevas co-
sas -Borges decía que siempre repetimos los mismos cuen-
tos, con ligeras variaciones, con entonaciones distintas- sino
en atender el modo en que esas cosas se trasmiten. Y atrás de
ese modo, en la variedad del tono, en la riqueza de los acen-
-
tos, hay una lectura._
Pero, ¿cómo hacer lugar al acto propio de toda lectura en
una época en la que el hbro está amenazado?
J
Estamos bajo una "lluVIa de mformaciones", tomemos la
expresión de Lacan 1 para hacer una pintura de nuestros días.
Nos informan, para mandar sobre nosotros. Debemos estar
atentos y hacer que esa lluvia se nos deslice "como sobre las
plumas de un pato". O para decirlo nosotros, en buen criollo,
que nos resbale. No alcanza la información para decir, es ne.;
cesario poder leer. Pero como b1eh senala Lyotard2 en relación
a nuestra época, estamos presenciando el "fin del texto", por-
que ya no hay tiempo para dedicar a la lectura. Actividad en la
que se supone, el tiempo se pierde, cuando el interés está hoy
l. Lacan, Jacques. Los no incautos yerran o Los Nombres del Padre,
Seminario 21, inédito, clase del15-1-74.
2. Lyotard, Jean Fran~oise. La diferencia, España, Gedisa, 1999, "Fi-
cha de lectura".

15
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

en ganarlo. Esta lógica de ganarle al tiempo es la que alien-


ta la sustitucfón de lo que nos aporta el texto, por la informa-
ción. Lo vemos, por eJemplo, cuando por los medios masivos, "
la radio o la televisión, se nos adelantan los títulos de un tex- t(
to, una síntesis de trnma que, nos dice el mismo Lyotard, per-
mite manejarnos como si los hubiéramos leído. El apresura-·
miento pretende reemplazar al acto, en este caso, el de la lec-~
tura. Entonces, en medio de las coordenadas que estamos si-
fUalliio, donde andamos a los apurones por almacenar y alma:,.
cenar para rápidamente, a su vez, borrar los archivos, ¿cómo
..;,emstalar el lugar del texto, sin gue haya un lector dispuesto.
a poner tiempo de su parte?
- Es la primera dificultad que hará falta atravesar. El desafio
ha de ser, ante la muerte del texto, causar un lector. Nos pasa-
mos la vida quejándonos acerca de como el tiempo se nos pasa.
Cuando un lector se decide a poner de su parte (tiempo), se con-
fronta con el hecho de que es él el que pasa. Porgue en esa opll- 6í"mal radi;J)apareció vinculado a un sistema en el que to-
ración de leer, él queda expuesto a su condición de mortal. Esta dos los hombres se han vuelto igualmente superfluos. Los ma-
es, tal vez, la ma or ex osición de un lector. Si la obra es "¡;;g:- nipuladores de este sistema están convencidos de su propia su-
pera e la obra, como dice Blanc ot re nendose a la escritu- perfluidad como de la superfluidad de los otros, y los asesinos
ra (y por escritura entendemos cualquier arte), la lectura es totalitarios son tanto más peli~osos porgue no les import~n
la espera de la lectura. La lectura también hace obra. cu~t~ absoluto estar ellos mismos vivos o muertos, haber vivido algu-
-.--- -·.

puede aguardar. Cuandñ íJo puede, prOliferan esos objetoCú na vez, o no haber nacido nunca (... ) Con la cantidad cada vez
bien vale llamar "postizos". emneñados en colmar ese lugar de · mayor de hombres sin hogar ni lugar, masas de personas se ven
falta, ese vacío que es imprescindible para que se produzca un reducidas a convertirse en superfluas si nos obstinamos en con-
su'eto , en el caso ue nos mteresa, un sujeto lector. Esa pro- cebir nuestro mundo en término{utilitari0~' 5
liferación desesperada de objetos tam 1en se vuelve, muchas
veces, hacia una luminosidad veloz, hacia una eficacia del más Encontramos muchas ideas aquí, pero señalemos que la
en menos tiempo. Que se inserte en ella un intervalo generado autora pone junto la superfluidad con la indiferencia ante la
por el acto propio de una lectura detiene esa velocidad. vida y la muerte y como una consecuencia que se desprende
Es en Aurora ue Nietzsche nos ro one ser enseñantes de esa retac10n, úbica hombres sin lugar. Es así como ella nos
de la lectura enta (y por fin uno escribe también lentamente, mete de lleno en la encrucijada en la qu~ está sumido el su-
nos dice): "Tomarse tiempo como un arte( ... ) en una era del jeto de hoy, cuando señala, a cuenta del sistema político libe-
'lrnbajo' ( .. .) de la prisa indecorosa (. .. ) que pretende 'acabar ral, la estimulación de la superfluidad y la permanente degra-
¡·on todo' rápidamente( ... ) enseñar a leer bien, es decir, des- dación que de allí se desprende, como principio rector de la
ptll 10 ( . ) con puertas que se mantienen abiertas"4 . Nos inte: vida de los hombres. Es que, ¿cómo sería posible el lugar para
los hombres, cuando en la política de una época se impone el
1111!111, M 11111ii'H. ¡,;¡ libro que vendrá, Venezuela, Monte Ávila,
IIHi ~ , •qo tl 11 111 Ci , 5. Arendt, Hannah, citada por Julia Kristeva en El genio femenino l.
Ni!'trnduJ1 h'1i1•dr i.:h llurom, I•:Hpnña, Alba, 1999, "Prólogo". Hannah Arendt, Madrid, Paidós, 1999, capítulo l.

lh 17
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

arrasamiento del sujeto? ¿Cómo podría un hombreS tener va- cia docens"8 . Dejándonos el camino abierto para poder concluir,
lor, cuando no se hace lugar a la verdad? y encontrar en el docente un equivalente de ese odio. Corno uno
En una é oca en la ue nos hace ese lu a s decir, cuan- ~ de esos pretextos, corno uno de esos modos en que el.Ddio proli-
do no está permitida ninguna "ignorancia", se le cierran as. i- fera, alejándonos del campo que haría propicia la lectura.
puertas a esa cadena de pre.$Untas que harían posible al su- Es que, en efecto, es muy diferente deseo de enseñante, es
Jeto. Por lo mismo se desestima el lagar del lector. Es que .!19. decir, de analizant~ (que se despre la posición de la ig-
es-esta una época de "ignorancia" sino de "odio". Un odio que norancia docta) que ser profesor. Profes -nos dice Barthes-
llega de manera muy brutal también a los aii"alistas de hoy es alguien que, COIDO~ICO ermma SUS frases, porque si
a través de las demandas que se les dirigen. La posición de olvidara lo que tiene que decir, toda su política se vería perju- .....
ignorancia 7 tan propia al analista, le corresponde también dicada9 • Otra relación al saber se nos trasmite cuando habll!;
al anahzante, ya que esa dimensión radica en confesarse en rnos de "perder el hilo" 1,0. Es ahí que se abre el camino del lec- 11
la palabra y abrir por ailí alguna pregunta . .Cuando el sujeto" "tor, ese acto Innovador de una enseñanza en psicoanálisis ue
se compromete a dejarse cuestionar, torna la palabra y bus-¡ \ consiste en sacar e as casillas a alumnos y profesores.
ca con ella lo que haya para encontrar, aún con la paradoja -1 ,
que comporta el no querer saber nada de eso. Pero cuando
se está regido por el odio, al sujeto se lo aparta de ese cami- La sombra o el Otro
no y se lo atropella.
Allí donde Arendt situa el utilitarismo, corno efecto del mal \_Leer e~a _yerdadera subversió_n/que determina también
radical, Lacan, tornando otra vía, encara el problema en tér- al analista a la hora de escribir, ya que se escribe desde donde
minos de la "objetivación del ser humano" (que ubica corno co- se puede leer. Si la clínica psicoanalítica es ese campo de inte-
rrespondiéndose a lo que en la estructura' del yo es el polo del rrogación de'Ías razones de su acto, esas razones nunca termi-
odio). Y se podría decir que coincidiría con la autora cuando ubi- nan de declararse del todo. Por eso leer, nunca puede consistir
ca, justamente en el rnoralisrno occidental, qu~dioJ-sue se en saberse los textos de memoria y, en consecuencia, formar-
"reviste en nuestro discurso de muchos pretextos - encuentra se no es quedarse dentro de los límites de lo que ya ha sido
objetos cotidianos con los que alimentarse. Es contundente su dicho. Es en este sentido que Freud, evitando que se aplique
conclusión al decir que en esta "civilización del odio'~ corno tam- una receta teórica uniforme, señaló el caso por caso como una
bién la nombra, se transforma la "ignorancia docta en ignor~- indicación de lectura, que está absolutamente en consonancia
con que el inconsciente es ante todo algo que se lee. Podernos
(!) Lacan señala que lo qu~ hace de alguien un hombre está en función Tr y venir por un texto haciendo lugar a esa escucha atolon-
de la cadena de preguntas que haya él introducido. En Las psico- • drada dirigida por el deseo, zigzaguearlo, yendo de aquí para
li:J sis, Seminario 3, Buenos Aires, Paidós, 1988, capítulo 17. __
\\..!;/ Es siguiendo a Nicolás de Cusa, autor del libro La docta ignorancia
que Lacan nos habla del concepto para situar la frontera entre sa- 8. Lacan, J. Los escritos técnicos de Freud, Seminario 1, España, Pai-
ber y verdad como aquella en la que se sostiene el discurso analíti- dós, 1981, capítulo "El concepto del análisis". Señalemos que el tex-
co, así como para decirnos que es en esa vía que el análisis se rea- to deriva hacia el problema de la autorización del analista deter-
liza: "La ignorancia no debe entenderse aquí como una ausencia de minando la distancia existente entre lo que se nos confiere y nues-
saber, sino, al igual que el amor y el odio, como una pasión del ser; tra habilitación.
pues ella puede ser, como ellos, una vía en la que el ser se forma(. .. ) 9. Barthes, Roland. El placer del texto. México, Siglo XXI, 1998.
El fruto positivo de la revelación de la ignorancia es el no-saber, que 10. Lacan, J. El Acto Analítico. Seminario 15. Inédito, clase del 6-12-
no es una negación del saber, sino su forma más elaborada". En "Va- 67: "La aprehensión sapiente que es la del análisis y que comienza
riantes de la cura tipo", Escritos 2, México, Siglo XXI, 1983. con 1yo pierdo'; pierdo el hil<i:,.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

allá, conformando los retazos propios del objeto de la lectura. de esos pasajes es una elección que echamos a perder cuando
~ro solamente h~brá texto, cuando las anotaciones singy.l;}a- optamos por el saber del Otro. El acto de leer no es sin la ari-f
res d1gan de un trayecto que tesbmome gue por ahí ¡>asó un gustia que señala la inconsisteñCm del Otro, Por eso es siem~ ~
sujeto. Esa condición hace al libro vivo, no espectral. pre tentador acudir al confort que otorga muchas veces el cülto
-r:aiectura de un texto ll~mUitiples pasos, a tra- ñe las citas, en la ilusión de que hará evitarnos esa confronta-
vés de los cuales se varagmentando el ~. En cada lectur~ ción. Coñfrontación que impone el sólo hecho de que todo texto
en la relectura que hace tamb1eil a laescntura, va sur ·eruro un tiene su sombra y ésta es ni más ni menos que lo que se tras-
y, con e , un ector ue sólo odrá avanzar, alternan o los mite en él. Es ante esa sombra que la elección se abre entre la
pasos en uno otro sentido de los ue eJará ue a siem r respuesta del Otro o lo inesperado del sujeto: o la sombra o el
en una línea quebrada. E.§. lo que no pue e altar en una lectu; Otro. Que el sujeto recoja el guante de ese punto de falta que
ra: las marcas resultantes de lo que conmovió al sujeto que lee. lt estamos llamando sombra, es condición al acto mismo de leer.
Añotar lo que a él le pasó, en ese viaje. Esto quiere decir, que el
texto escrito le exige al lector una escritura paralela. Leer im:'
plica un bordeamiento poi' los límites del texto que, a su vez,
lf \, Claro que no es una sombra dada de antemano. Si se produce
un lector es él quien determina, en retroacción, esa sombra tex-
tual. Barthes dice que algunos pretenden un texto sin sombra,
surge de ese mismo recorrido, porque en definitiva, sólo es le- pero quererlo así es para él, quererlo estéril y, entre paréntesis,
. '
_g:!ble un texto Parcial. ~í es como, por otra parte, puede en un . nos remite al mito de la Mujer sin Sombra. Esa que salió a ro-
momento dado, surgir un libro: como resultado del recorrido por ~\.H bar una para poder engendrar13 • Y el escritor concluye: "El tex-
esas lecturas hechas a expensas de esos otros libros. '{(','_. J to tiene necesidad de su sombra: esta sombra es un poco una..,.
Al volverse libro, la escritura produce un pasaje que de por ~­ ideolog!l!, un poco de representación, an poco desujeto: espec:-
sí tiene valor. Lacan nos contó muchas veces que el término t!_os, trazos, rostros, nubes necesarias: la subversión debe pro-
publicación, en su etimología francesa (poubelicacion 11 ) per- ducir su propio claroscuro" 14 • Todo libro tiene esa sombra, siem-
mite hacer jugar una doble connotación: la de pasar al públi- pre que haga lugar a la contradicción y descanse, sobre ella, la
co, pero también la de "tacho de basura", y así nos indica con trama15 .Atravesando ese ombligo es que entonces el texto pue-
eso -con toda provocación-~el camino de pérdida que hay en
ese proceso. Ese sería el sentido de una publicación para el 13. Es entonces en términos de procreación que Barthes plantea el
analista, aunque también haya otros 12 • Este sentido, consis- estatuto de u~ (El placer del textO:Op. Cit.). El mito al que
te esencialmente, en ser la vía que posibilita echar a la basu- el autor alude, lo hemos encontrado en La partición de las muje-
ra lo que en el analizante resistía al analista. Se trata enton- res (Eugenie Lemoine-Luccioni, Buenos Aires, Amorrortu,1982,
ces de un residuo, efecto de ese trabajo, y de una operación de capítulo 2). Allí, la autora nos dice que dicho mito es referido por
desasimiento que redobla la operación lectura. Hoffinansthal en Die frau ohne schatten (La Mujer sin Sombra) y
Cada lectura atraviesa diferentes y sucesivas gargantas y señala que Schattenhaft (que tiene la consistencia de la sombra)
es la palabra que Freud elige para describir lo que la mujer tie-
también resiste cuando detiene un pasaje a la verdaq. Cada uno
ne de inanalizable. Así encontramos una articulación: la lectura
para engendrarse requiere de una sombra, pero también, de un
11. Lacan, J .... 0 Peor. Seminario 19, (1971-72). Inédito, clase del14-6- no. Hace falta decir no quiero al dios texto, como en el mito le dice
1972. la hija a Keikobad, el dios-padre.
12. P'oublier es también olvidar. Y ese olvido deja lugar a produccio- 14. Barthes, R. El placer del texto. Op. Cit.
nes venideras. Es esta condición de la publicación, la que hace, 15. Margueritte Duras lo dice así: "Cada libro, como cada :::::~r~­
fundamentalmente, a la conformación de la política institucional. ne un pasaje difícil, insoslayable. Ydebe optar por dej;;r;;;;p;;r;.
Porque ese vaciamiento que posibilita el olvido, da ocasión a una en el libro para que siga siendo un verdadero libro, no una false-
renovación. dad". En Escrib~r. Argentina, Tusquets, 2006.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

de interrumpirse16 • Y de hallarse orientado a lo que el autor ha- pliega en su análisis. Son muchos los modos en que un análi-
bría querido decir, (¿quién, por otra parte podría saberlo?) hace sis no se limita al consultorio. En los libros, como en la vida7
un giro y pasa, cambiando de vía, a lo que un lector por produ- podemos salir a buscar al Otro consistente o ctiS onernos a
cirse, podría alcanzar a decir, o a escribir. Es en este movimien- encon rar cada vez una discrepancia, que nos de otra exjsten-
to que se hace una delegación de autoridad: del autor al pasaje -cia, diferente, una existencia más fecunda.
necesario de confrontamos con el límite de nuestra propia arti-
culación. Esa falta es la que se actualiza en cada lectura. Y, tal
vez, esa sea su única función: dejar esa falta seña]ada,._marca~ Memoria artificial
da, detenerse allí, ante el gestO en ·ue o en el tex .
sen su ana 1sis e ¿Qué es un autor?, texto fundamen-
tal de Foucault, que Agamben dice que el autor es el testigo El cerrajero que llama a la O la ronda y a la L
de su propia falta en la obra en que ha sido jugado, mientras la escuadra ya piensa por relaciones.
que asigna al lector, el asumir la tarea de ese testimonio, no JACQUES RANCIERE
pudiendo sino ''hacerse él mismo garante de su propio jugar a
faltarse". Ellu ara construir, entonces, no está ni en el autor,
ni en el lector ni aún s1qmera en e ex . ó o está en el ges- "Tan pronto como el libro abandona mis mano§, todo lo gue
to en el cual el autor y et lector se ponen en juego en el texto.,. su lectura me inspira se desvanece." Es así como Petrarca, el
y a la vez, infinitamente se retraen" 17 . __. ~o te escntOr del siglo XIV, imaginándo un diálogo con San
De hecho, todos nosotros tenemos nuestros libros y auto- Agustín, le plantea una dificultad respecto de la lectura, des-
res preferidos y vamos a ellos muchas veces en diferentes cir- de el punto de vista de la memoria y que los textos que leía le
cunstancias. Pero en ninguna de esas veces estamos ante el resultaban útiles pero solamente mientras los estaba leyendo.
mismo libro, porque solo, como el Otro, el texto no existe., Y El autor pone en boca de San Agustín la siguiente recomen-
porque cambia también, cada vez, esa puesta en juego. Es en dación: "cuando encuentres pasajes que te parezcan útiles, se-
el encuentro con ese Otro. que se construye un dispositiVo"de ñálalos con nitidez, lo que podrá servir a modo de liga para tu
re nta en quien lee, ue se actualiza cada vez como distinto memoria, no sea que de lo contrario se ale'en volando".
y único. Y si ese sujeto está en un tra ajo de ana SIS, se verá, s e es e mo o que Petrarca nos resenta un método, en-
en el proceso al que lo invita la lectura de un libro, también lazan o ases o i eas con o ro texto y, ligándolo con re exio-
confrontado a la inconsistencia del Otro. Es por estas razo- nes propias, para producir asi un nuevo texto cuyo autor es ef
nes que podemos sostener que para leer disponemos del ana- lector. En De mns dlustribus 18 , nos señala que su libro sería
lizante. Frente a la oportunidad del efecto sombra de un li- para eflector "algo así como una memoria artificial" 19 , en don-
bro, él puede tramitar también en ese espacio, lo que se des-
~s en "Escribir la lectura" que Barthes dice que hay un texto que 18. Citado por Alberto Manguel en Una historia de la lectura, Santa
l/;scribimos en nuestra cabeza cada vez que la levantamos. "¿Nun- \
ca os ha sucedido, leyendo un libro, que os habéis ido parando con-
tinuamente a lo largo de la lectura, y no por desinterés, sino al con-
t
\


Fe de Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1999, capítulo "El libro de
la memoria".
19. "Memoria artificial", es la misma expresión que utiliza Primo Levi,
trario, a causa de una gran afluencia de ideas, de excitaciones, de cuando nos dice que fue la experiencia del Lager la que lo obligó a
asociaciones? En una palabra, ¿no os ha pasado nunca eso de leer escribir, él sólo tenía que~dejar salir al libro que, una vez escrito, "s(''
levantando la cabeza?". (Le Figaro Littéraire, 1970). -- ha interpuesto como una memoria artificial". Es decir, se conforma
17. Agamben, Giorgio. Profanaciones, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, para LeVI un antes y un después del campo de' concentr ·' Si
2005, "El autor como gesto". pen ce de 1976. Barcelona, Muchnik, 2002.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

de encontraría textos "dispersos" y "raros", que él no se había mite equivalente de categoría, formula explícitamente la pre-
limitado a recoger, sino algo más importante, textos a los que gunta acerca de a qué llamamos lectura cuando quiere descar-
había prestado orden y método. tar de cuajo que una clasificación podría contestar o decir del
Este método absolutamente renovador a la altura del si- movimiento del sujeto. Un sujeto siempre es nuevo, y una ca;.
glo XIV, ha de hacerse por medio de los propios recuerdos de tegoría, cualquiera que sea, no uede or estructura res on-
otras lecturas, hacia los cuales "fluye la memoria que el autor er por ese movimiento., o een lo que ya saben de memoria' ,
ha colocado en la página( ... ) Nunca volvemos al mismo libro nos dice Lacan y al ejemplificarlo, precisamente, con los propios
ni tampoco a la misma pág:irla porque al moaificarse la 'luz': textos de Freud nos muestra que, aunque sepamos esos tex-
cambiamos nosotros y el libro" o
tos de memoria, aún si pudiéramos memorizarlos por comple-
~a lectura pOI asociación, 'nos recuerda a Freud cuan- to, no estaríamos leyendo a Freud. Lacan da una vuelta más
do dice que su trabajo con los textos psicoanalíticos es siem- todavía, cuando hace depender de esa memorización, más ha-
pre autorreferencial ue no cree que esto sea un déficit per- bitual de lo que se cree, como también nos señala, la llamativa
sonal, que o os leemos de ese mo o, ya ue mvestigamos con "uniformidad" que se observa en los discursos de muchos a u-
nues ras propias preguntas y preocupaciones. Freud enAna z- tares psicoanalistas que anularían con ella las diferencias de
Sís termznable e zntermznable 20 soshene que no hay profilaxia sus capacidades singulares. Es clara la objeción de Lacan por-
psicoanalítica, ni para el análisis, ni para la lectura porque, que, ¿cómo puede ser que, tratándose de cada uno, todos ha-
el lector de trabajos psicoanalíticos, "resulta estimulado" so- blen igual? Esta sospechosa uniformidad es un efecto de cate-
lamente por aquellos pasajes que siente que se aplican a él goría de escuela. Y es justamente señalando esta desviación
mismo; esto es, que conciernen a conflictos que están activos que nos remite al testimonio "muy singular" y hasta "original"
en él. "Todo lo demás le deja frío." Freud establece una analo- de las Memorias ... de Schreber ("digna de meditarse"). Lacan
gía entre la posición del analizante por constituirse o del lec- parece decirnos que nos podemos fiar de un alienado, sin duda,
tor, y la de los niños a los que se otorgan aclaraciones sobre pero nunca de un categórico. Para desarrollarlo todavía más,
temas sexuales. En todos los casos, por fuera de su tiempo, confronta esta situación de uniformidad, con otra completa-
pasan a saber algo que no sabían, pero no lo utilizan. mente distinta, pero que precisamente por oposición nos per-
Es el mismo Freud quien nos indica con eso que no podríamos mite una conclusión: lo que importa es el efecto en cada uno.
ni siquiera leerlo a él de memoria. Es que una memoria artifi- Para llegar a esto, nos cuenta una anécdota personal: en oca-
cial, esa que resulta del proceso asociativo singular se interpo- sión de un viaje vio a un intendente que viajaba con él, tomar
ne entre nosotros y lo que leemos. Esto nada tiene que ver con' un papelito que le estaba destinado, y comprobó de inmediato
saberse de memoria los textos. Es esto mismo lo que hace que que el hombre no podía comprender absolutamente nada de lo
leer sea muy diferente a permanecer dentro de lo que ha sido que en él decía porque lo tenía al revés. "Simulaba leer", cosa
---
dicho. Nos exige una interpretación de eso dicho y es sólo en esa
dimensión que- se nos ofrece la oportunidad de una lectura.
Es a propósito de cuestionar la utilidad de las categorías de
de no pasar vergüenza ante el prestigioso grupo, del que for-
maba parte el mismo Lacan. ¿Leía o no leía? "Indudablemen-
te leía lo esencial, a saber, que yo estaba acreditado."
"escuela" que Lacan, para situar las preguntas sobre el nivel
del desplazamiento del sujeto21 y cuestionar también así ese lí-
percepción. Sentimos claramente que ese para nada es el nivel en
que se formula el problema, y que incluso es un punto de partida
20. Freud, Sigmund.Análisis terminable e interminable, Madrid, Obras pésimo, que no deja esperanza alguna de formular correctamente
Completas, Biblioteca Nueva, 1975, tomos IX, IV la pregunta sobre qué es el delirio, y sobre el nivel en que se pro-
21. Lacan, J. Las psicosis. Op. Cit. En "Secretarios del alienado": "uti- duce el desplazamiento del sujeto, en relación a los fenómenos de
lizan categorías de escuela: alucinación, interpretación, sensación, sentido".

24 25
ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

1
Lacan nos relata así, de un modo ejemplar, que la lectura La extensión del límite
nada tiene que ver con el sentido, que esa va contra la idea de
que hay un sentido que es común para todos. Y si hay en jue-
Trazar vías, dejar trazas de lo que se
go una memoria, es una muy particular, la que inventa, como
en el ejemplo de "simulaba leer", una posición, un lugar des- formula, eso es enseñar.
JACQUES LACAN
de donde responder. N o lee el que sabe de memoria y sí, en
cambio, el que tiene un papel al revés. Es ~recisamente por-
que no hay tal sentido, común para todos, que hace falta po-
ner de nuestra parte para leer. Es lo que se esperaría de un Encontramos una vía para calzarle nuestra postura al tex-
lector: que imprima una determinada postura al texto, ue to, es decir, para ponerle nuestra posición: detenerse en lo_§
so o es pos1 e porque, en re os e emen os e ese exto ha puntos en los que el autor se detuvo. Es muy frecuente tan-
una r su e a a re as ue ar es ama una pro or- to en F'reud como en Lacan que, cuando esto sucede, nos pre-
c~ón. Cuando el texto nos exige una interpretación es sobre esa senten allí, como ocurre siempre en los márgenes de un tex-
proporción que puede ejercerse. Y cada relectura va gestan- to, "la salsa del plato", es decir, lo principal.
do, junto con la invención de la postura, una variación sobre Tomemos una de esas tantas detenciones. Cuando Lacan
los elementos del texto (que puede también nombrarse Otro) nos dice que intentará anudar dos términos: la palabra y la
alterándose de ese modo la proporción que hay entre dichos muerte -"no diré la muerte como tal, pues esto no quiere de-
elementos, por efecto de nuestra interpretación. La relación cir nada, sino de la muerte en la medida en que es aquello a
entre proporción e invención, va variando la edad de la expe- lo que la vida resiste" espera con ese anudamiento po-aer-ce;::
riencia22 en relación al saber y a la enseñanza23 . La postura, rur meJor la sigrufícacion del descubrimiento freudiano y la de
por su parte, también altera la proporción, por ser efecto de lo la experiencia del análisis 24 . A partir de ahí dice que se deten-
imprevisible propio del olvido, por estar mediatizada por esa drá un momento. Es en esa detención que instala la reflexión
formación. Es por eso que nos interesa la palabra de Petrarca sobre nuestra enseñanza, no ya sobre la lectura sino sobre la
cuando nos dice que nunca se vuelve al mismo texto ni pode-, enseñanza en su conjunto. Y es retomando el concepto Wie·
mos ya, en esa vuelta, ser nosotros los mismos. derholungszwang, ("incorrectamente traducido al francés por
automatismo de répétition [automatismo de repetición]) leído
esta vez por Lacan en términos de "insistencia repetitiva, in-
sistencia significativa", que dice:

22. Roland Barthes situa el recorrido en estos términos. Hay una edad, "La única enseñanza verdadera es aquella que consigue desper-
en que se enseña lo que se sabe; hay otra, muy diferente, en la que tar en los que escuchan una insistencia, ese deseo de conocer
se enseña lo que no se sabe, es la de investigar. Y otra edad todavía, que sólo puede surgir cuando ellos mismos han evaluado la ig-
la de desaprender: "dejar trabajar a la recomposición imprevisible norancia como tal-en cuanto ella es, como tal, fecunda- y tam-
que el olvido impone a la sedimentación de los saberes". Esta expe- bién del lado del que enseña."25
riencia resultante, jugando con la riqueza de la etimología, el escri-
tor la denomina sapientia: "nada de poder, un poco de prudente saber
y mucho de sabor". En Lección Inaugural, México, Siglo XXI, 1998.
23. En un diálogo de la película Claroscuro el maestro enseña al alum-
24. Lacan, J. El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalftim ,
no: "memoriza muy bien esta partitura, luego habrás de olvidar-
la, sólo así podrás interpretarla". Esa memoria que olvida es con- Seminario 2, España, Paidós, 1983, capítulo 17.
dición para la interpretación. - 25.lbíd.

'/.7
26
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

Esta ignorancia, fecunda condición para una enseñanza éti- ponerse ante los otros surge la posibilidad de una cesión po~
ca, no consiste en ningún otro saber que en dar escucha a una parte de cada analista. Porque, que cada uno diga, es la invi-
insistencia. Y oficia así, un lugar para el deseo, en este caso, tación a un tono singular, que sólo surge del blanco entre los
de enseñante. Es en el intento de poder precisar mejor el ob- enunciados. Nosotros subrayamos esta dimensión de acto -aun-
jeto de la experiencia del anáhsis, que Lacan, volviendo uná que también lleve mucho trabajo como señala Allouch en rela-
jez .
. mas a F'ieud, se pregunta acerca de la relaciÓn
Insistencia, que es a en a raiz ,
. entre esta
, o
ción al duelo- ya que, al elaborar la lectura que requiere res-
ponder a ese "digan", se juega, como en la elaboración del sue-
una mensión nueva, y la función de la muerte. n ese mo- ño, sólo lo que es posible de ser nombrado. Pero sabiendo que
mento lo tormilla así:_¡.Cómo situar esa "conümción entre la siempre lo que es nombrado, cuenta con lo innombrable como
alabra la muerte, a nivel imaginario, simbólico o real?". liffiite. (LO que Agamben llama gesto: "llamamos gesto a aque-
Es en ese punto de su refleXIón que Lacan se irige a los llo que permanece inexpresado en todo acto de expresión". 27 )
asistentes del seminario, los analistas, esos oyentes que más O, siendo más precisos, en retroacción, al nombrarse, lo hará
le importan, para pedirles que lean lo que ellos han escucha- surgir innombrable. Y este límite, que en esta ocasión Lacan
do de su palabra: llama innombrable, gobierna todo lo que es nombrado y está
absolutamente emparentado con la muerte 28 •
"Quisiera que cada uno, a su manera me diga ( ... ) cómo se esbo- Para Lacan, desde el comienzo, se trata de orientarse en el
za o se cierra para él, o se concluye, o cómo resiste, la pregunta lenguaje y es esa orientación la que marca la relación al incons-
tal como yo la planteo(. .. ) esta experiencia es lo mínimo que les Ciente, que sigrufíca que no hay un sentido único, sino "efectos
puedo pedir: exponerse ante los demás. Si no son capaces de ha- de dispersión'729 prop10s de una "polifonía enunciativa30 . LO m-
cerlo en tanto analistas, ¿de qué son ustedes capaces?" nombrable del inconsciente es ese ombligo, lo no reconocido, ese
punto infranqueable, imposible, real, que concierne al sexo y a
Es fuerte el tono de Lacan en este pedido gestado en la tra- la muerte. Y esta no relación sexual implica, a la vez.!--<:omo lo
ma del interrogante sobre la relación palabra y muerte, y que dice Lacañ mucho más adelante, en la Respuesta a M. Ritter
él denomina experiencia. Pero no es cierto que sea una expe-
riencia mínima, como él sugiere, ya que implica una operación lo que en verdad, se había hecho. Esto quiere decir, que aún antes
de lectura justamente porque allí se articulan palabra y muer- de conceptualizar la función deseo como una "x", Lacan la practi-
te. Cuando convoca a tomar la palabra formula, en acto, que l caba: "él ponía ese deseo a vuestro servicio(. .. ) ¿Dónde está el pa-
manera en que cada uno diga, hará que pueda escucharse res- dre en todo esto?", preguntó Safouan en una oportunidad y Lacan
pecto del punto en que se encuentra. Es una cuestión de méto- le contestó: "Él sostiene la balanza entre ustedes dos. Ya que en-
ao que hace a esa ignorancia fecunda.""Porque en cada manera tre dos sujetos no hay sino la palabra o la muerte". Es de esta ma-
hay una apuesta, ese ''hacerse garante del propio jugar a fal- nera que el analista que tradujo al árabe La interpretación de los
tarse" del que habla Agamben, y en cada articulación se hace sueños, nos ofrece su testimonio. Aquella intervención lo alcanzó
de un modo tan particular, que ubica allí el origen de su libro "fru-
lugar al deseo de aprender propio del enseñante26 • En ese ex-
to de aquella respuesta recibida hace unos cuarenta años".
27. Agamben, G. Profanaciones, Op. Cit.
26. Moustapha Safouan (La palabra o la muerte. ¿Cómo es posible una 28. Lacan, J. El Yo en la Teoría de Freud y en la Técnica Psicoanalíti·
sociedad humana?, Argentina, De la Flor, 1994, "Preliminar") nos ca, Op Cit.
presenta a Lacan, interviniendo en el mismo sentido que en el del 29. Milner, Jean Claude. Los nombres indistintos, ~gentina, Manan-
seminario, en el análisis de control. En posición de supervisor, sólo tial, 1999, capítulo 1 "R, S, 1".
respondía a preguntas, siempre y cuando las hubiera, en el caso de 30. Ducrot, Oswald. El decir y lo dicho, Argentina, Edicial, 2001, Ter-
que se tuviera el deseo de aprender, no lo que se debería hacer, sino, cera parte, "La noción de sujeto hablante".

28 29
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

31
- g__ue la relación a la muerte sea siempre desplazada. La ela- violentado en su objeto, le grita al que se lo sacó: "¡Que te sirva
boración de cada lectura, entonces, es la puesta en práctica de de vela!". Ni siquiera hace falta el completar la frase, nos dice
esa no relación, de ese imposible. Un texto no puede explicarse Allouch. "¡Que te sirva de vela ... para tu entierro!" Es a partir
ni aprenderse de memoria, ni tampoco deja memorizarse má& de esta formulación del anhelo que, por su forma subjuntiva,
que por pedazos. Es en esta vía que la trasmisión del sicoaná- el asunto queda concluido y cada uno puede seguir en lo suyo.
lisis sólo puede limitarse a cosechar insistencias, siempre ue f Porque se ha producido un viraje, y un viraje sólo se produce
las cause, siem re u e se ha a eJa o canzar por ellas. Lacan por un ácto: por el que el niño pequeño le da al más grande lo
se sabe responsable de haber provdca o ese despertar. Cuañ- que éste leña sacado. "Es precisamente lo que se realiza con
do invita, en medio de ese desarrollo, a leer, toma posición ante la frase declarativa: se lo cede, pero para su muerte. Sólo esa
lo innombrable, poniendo en juego la elección: "o la palabra o muerte le otorga estatuto de don al objeto que ha sido arran-
la muerte". Así es como se implica él en lo mismo que dice. Y cado". "Es un pequeño trozo de sí", concluye Allouch, donde se
34
extiende, al campo de la enseñanza, los mismos principios del "suplementa una pérdida sufrida con otra pérdida" •
análisis, su misma lógica32 . El "pequeño trozo de sí", que constituye también al acto de
leer, es efecto de un suplemento. Pero suplemento no es sola-
mente lo que ha de añadirse como "lo lleno a lo lleno", por lQ_
La herencia de lecturas que suma o agrega simplemente. Ya que suplir, es también
añadir lo que falta, "proporcionando lo ue falta de excedente".
Es sólo ante el límite que puede haber una posición por- n el mismo sentido que e de una nota al pie en un texto, no
que es precisamente ante él gue un acto puede responder. El está solamente para agregar sino que, obliga a leer desde allí.
acto de la lectura es también, por esta misma razón, como Es un punto de lectura, un sitio, que es a-destiempo, Nachtra-
35
todo acto, un duelo. Porque produce en el sujeto una pérdida glich, que quiere decir también suplementario .
sin compeñsación alguna. Para abordar este estatuto del acto Ese suplemento, que funda de ese modo la verdad de lo
como duelo, Jean Allouch33 nos cuenta una historia. Se trata que precede, está también a cargo del lector. Casi podríamos
de dos niños, el más grande le arrebata un objeto al más pe- imaginarizar en la nota al pie. el lugar por excelencia del lec-
queño. Éste no puede delatarlo, no está en la ética entre ni- tor. Emplazaaa por el que lee, sólo desde allí puede resignifi-
ños, pero tampoco aceptar la pérdida así como así. Y aquí se car y siempre en retroacción)~.s lo que hace posible la subje-
produce lo que el autor llama la "solución mexicana". El niño tivización de la pérdida. Proporcionar lo que hace falta de ex-
cedente en la proporción de un texto es lo propio de una pos-
31. Lacan, J. Respuesta de J. Lacan a una pregunta de Marcel Ritter, tura, que no es sin la cesión de esa parte de sí que cuenta en
en Strasbourg, inédito, 26 de enero de 1975. todo acto y que resulta como consecuencia de un cambio de
32. En otro capítulo del mismo Seminario 2 encontramos: "de lo que se
trata es de enseñarle al sujeto a nombrar, a articular, a permitir la 34. lbíd. Kenzaburo Oé, nos dice Allouch, caracteriza ese acto de su-
existencia de ese deseo que, literalmente, está más acá de la exis- plementación como "gracioso sacrificio de duelo". Y agrega: "Quien
tencia, y por eso insiste(. ..) Pero no se trata de reconocer algo que está de duelo efectúa su pérdida suplementándola con lo que lla-
estaría allí, totalmente dado, listo para ser coaptado. Al nombrarlo, maremos un 'pequeño trozo de sí'; he aquí, hablando con propiedad,
el sujeto crea, hace surgir una nueva presencia como tal, y, al mis- el objeto de ese sacrificio de duelo, ese pequeño trozo ni de ti ni do
mo tiempo, cava una ausencia como tal. Únicamente en este nivel mi, de sí; y por lo tanto: de ti y de mí, pero en tanto que tú y yo Hi
es concebible la acción de la interpretación" (Lacan, J. Op. Cit. ca- guen siendo, en sí, no distinguidos. Erotizado (. .. ) ese pequeño t.ro
pítulo 18). zo de sí reclama una 'erótica del duelo"' .
33. Allouch, Jean. Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca. Ar- 35. Derrida, Jacques. La escritura y la diferencia, España, AnthropoH,
gentina, Edelp, 1995, "¡Que te sirva de vela!". Editorial del Hombre, 1989, "Freud y la escena de la escrituro".

30 :3.1
ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

posición, que Allouch llama viraje. Solamente de ese modo po- Y muchas veces, inclusive, independientemente de los lugares
dremos formar parte de una hereñcia de lecturas, sólo s1 se de pertenencia que puedan declararse como propios.
produce esa subJebVlzacwn de una pérdida. En la lectura, el Entonces, el analista está llamado a fundar, renovadamen-:.
-cambio de pos1c10n, no se produce sin ese movimiento del que te, una responsabilidad de trasmisión, que tiene una función
arranca, sin algún arrancamiento. Que sea la muerte la que precisa: trasmitir las marcas que puedan resultar de esa re-
otorgue estatuto de don al objeto, hace que en el acto de leer, lación con la realidad del mconsc1ente, con el fin de sostener
-- _ _..:J ...... ,.... ... .....__¡:......_ L'- ..... n ..... ro,T'\rn,ln.,..n.-rr:l.anal"Y'\l.ct.Ylfn_rr,,a.nnl'leja
se vuelva donante también el lector. La cesión es propia de la
herencia. El que puede recibir, es' decir, disponer de lo que se
le presenta como posible, ya se encuentra en pista de dar, a
su vez, también él. Disponerse a aceptar que lo que hay es eso
es un instante de doble implicancia: en el momento en que se
aceptan los efectos del punto de falta, se hereda, y en el mis-
mo ya se está para dar.
El acto inaugural de Freud contó con una parte de sí. Esa
for~ción fectura que conforma su sueño, es así, un acto de
duelo. Y no solamente porque el sueño se inscribe en La i~:tter­
pretación de los sueños, que sabemos fue escrita en relación
a la muerte del padre, sino porque él fue capaz de atravesar
esa garganta sin despertar. v-de-allí ya-nunca volVió igual.
Es la exposición de heredar, no es sólo recf6ir, es también dar.
Es por eso que la pregunta por las propias razones se vuelve
crucial y no puede pasarse por alto. No pueden faltar las ra-
zones, hace falta darlas para que se le abra una oportunidad
al analista al hacer lugar a la interrogación acerca de qué es
lo que está dispuesto a poner de su parte. Freud al fundar el
psicoanálisis, puso todo lo que él era, su división entre soñan-
te y lector del sueño, valiéndose del analizante para fundar el
lugar del analista. Esa es la vía para que pueda asistir el lec-
tor que cada uno es en potencia. Y esto importa, y mucho, por-
que cómo cada uno lea, indudablemente va a ser cómo anali- enfundado en sus botas, las botas del amor, del deseo, de la volun-
ce. A tal punto el que lee se vuelve responsable, que cada vez tad y de todo lo que sigue (. .. ) es una posición peligrosa por la cual
que expone su lectura, también la engendra36 • Porque los con- nos introducimos en esa contratransferencia que impide entender
ceptos en psicoanálisis surgen de ese modo, "sin ponerse las algo del enfermo con el que nos enfrentamos. Por esto es esencial
botas"37 , es decir, en relación con la realidad del inconsciente. para el analista articular el deseo, situar su lugar."
38. Un orden de las razones, "o mejor, las razones puestas en relacio-
36. Ya nos hemos detenido en este término. Notemos todavía que en- nes de orden", como nos enseñó Masotta haciendo suyas, a su vez,
gendrar, en su estatuto jurídico, significa "poner en el mundo". Es aquellas razones del Esquema de Freud, que plasmó en un progra-
también un modo en que tomamos compromiso con la cultura. ma en el que muchos de nosotros nos hemos formado. Ese progra-
37. Lacan, J. "Hamlet: un caso clínico", Lacan Oral, Argentina, Xavier ma dice de un modo de leer a Freud y también de interrogarlo. Va
Bóveda, 1983, III. "El médico siempre habla como si él estuviese bien mi agradecimiento a Rinty D'Angelo.

32 33
LA ÉTICA DE DECIR

Mi decir es que sólo hay inconsciente del


dicho. ¿Cómo decir?
Ése es el asunto. No se puede decir de
cualquier manera.
JACQUES LACAN

El arte de narrar
Se trata de poder decir, porque entre lo gue ocurre y cómo
contarlo hay un desencuentro. De lo que en ese espacio se pro-
-duzca como respuesta resultará una étic&1. El anahs1s consh-
Üye una experiencia particular cuya eficacia se alcanza, úni-
ca y exclusivamente, en la cura misma. Pero no es posible al
mismo tiempo estar en el saber y producirlo . .froducir ese sa-.
Eer nos excluye de saberlo. Es condición dei acto analíticq, su
modo de puesta a prueba, la suspensión de todo referente. Por-
que la experiencia tiene sus tiempos: uno para hacerla, otro
para pensarla, otro para decir lo pensado. Jalones de una se-
cuencia en cuyos intervalos se gesta una posición, o más bien,

l. Es justamente en torno a ese desencuentro estructural que Lacan


(en La ética del psicoanálisis, Seminario 7, Argentina, Paidós, 1988,
capítulo 22) ubica esta ética a la que le asigna una exigencia: que
el analista pague por sostener su función. Por una parte, "porque
el deseo no es una vía en la que se pueda avanzar sin pagar nada"
y por otra, porque "el analista tiene alta conciencia de que no pue-
de saber qué hace en psicoanáhsis" ya que 'una parte de esa accióñ
está velada para él". Sostenido en estas razones es que Lacan sitúa...,
al menos tres modalidades de pago para el analista: paga con la per-
sona, de la que se abstiene; paga con sus palabras en la interpreta-
ción y, por último, paga con un 'juicio concerniente a su acción". Es
a esta última modalidad a la que nos referimos en particular.

35
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

mecen orque prescinden de lo rinci al del carácter artesa-


nal: "aguas tur 1as y pantanosas de lo particular"3 . Una tira-
nía similar podria tamb1en amenazarnos, aún cuando el ana-
lista no sea un novelista.
pos. Lo que es seguro, es que el no los gotnerna, sino que estos
lo gobiernan a él. Cuando en la cura se producen efectos, ya se
trate de progresos o de detenimientos, o aún de fracasos, esto Historia clínica no es literatura
siempre pone a pensar al analista. Es para poder pensar gu~
él puede recurrir a una narración cuando necesita una distan- Es en la Introducción al Análisis fragmentario de una his-
cia para leer lo que ha ocurrido en la experiencia. Un borrador, teria, escrita para la edición de 1925, es decir, veinte años des-
puede así surg¡r, en fuñción de un llamado que, l~s más de las pués del "caso Dora", que Freud expresa una preocupación:
veces, es consecuencia a su vez de algo que él mismo, causó.
Algo que pasó, y que en su paso retorna otra vez, ya distinto. "No ignoro que muchos médicos esperan con repugnante curio-
Esa división entre experiencia y saber, si trabaja en el analis-_ sidad la publicación de algunos de mis historiales clínicos, para
ta, lo empuja. Es en esta raJadura que se aloja la posibilidad leerlos, no como una contribución a la psicopatología de las neu-
para una narración, cuando se hace necesario para él, produ- rosis, sino como una novela con clave, destinada a su particu-
cir un decir. Una ética que requiere de la implicación, supo- lar entretenimiento."4
ne como condición esta necesanedad del decir:. Porque Sl no
" ay nada para decir, no hay necesariedad y si tan sólo queda Freud descarta, de un gol
repetir, tomamos una posición que hace a una determinada lector médico. Como asimismo, desestima la relación que pue-
manera de abordar el psicoanálisis. Esto sería correr el ries- da haber entre una novela y lo que puede interesar al anali-
go de una producción que, capturada en marcos invariantes zar. Insiste en marcar esa diferencia, cuando se propone, en el
de construcción, se parecería bastante a la industrial. En ese
terreno de modalidad repetitiva, los objetos se vuelven idén- 3. Saer, Juan José. La narración-objeto. Argentina, Seix Barral, 1999,
ticos y "la tiranía del género -como lo señala Saer respecto de "La narración-objeto".
la novela policial- es alienante tanto para el lector como para 4. Freud, S. "Análisis fragmentario de una histeria", Madrid, Obras
el novelista, pero sobre todo para éste último, a cuyo interior Completas, tomo 111, Biblioteca Nueva, 1972. Encontramos en esta
se han mudado las obligaciones mercantiles de los circuitos de denuncia de Freud, uno de los tantos lugares en que nos señala las
producción". Lo que de ese modo se ausenta en el texto, cons- resistencias contra el psicoanálisis de sus contemporáneos médi-
tituye una presencia imprescindible que le aporta a la narra- cos. A su juicio, ellos que habían sido excesivamente formados para
ción su carácter esencial. Porque esas obligaciones sólo hacen atender los factores anatómicos y químicos, no estaban preparados
serie. Tienen el sello del adormecimiento, y justamente ador-
-
2. Necesario en el mismo sentido que Rainer Maria Rilke lo sitúa cuan-
para apreciar las complejidades de lo psíquico. Ni siquiera los mis-
mos psiquiatras lo estaban, quienes en su mayoría, se limitaban a
clasificar. Pero Freud no reduce las razones de estas resistencias a
do aconseja al joven poeta, en sus cartas: "pregúntese, ¿tengo que es- lo intelectual, y nos dice, en Las resistencias contra el psicoanálisis
cribir?", ya que para él "una obra (de arte) es buena cuando ha sido (Buenos Aires, Obras Completas, tomo XIX,Amorrortu, 1989) que "se
~ada en fonna necel>ari a" "Cartas a un joven poeta", Obra poéti- han despertado fuertes poderes afectivos" que las han puesto en mo-
ca, España, Edicomunicación,1999, Carta l. O ya en términos freu- vimiento en función de ''la gran significatividad que el psicoanálisis
dianos: "navegar es necesario, vivir no lo es". (Freud, S., "De guerra y le otorga a las pulsiones sexuales". De éstas, la sociedad -que inclu-
muerte. Temas de actualidad". Obras Completas, Buenos Aires, Amo- ye indudablemente la curiosidad de los científicos- no quiere saber
rrortu, 1979, Volumen 14,11 "Nuestra actitud hacia la muerte".) nada, y alimenta entonces, "un estado de hipocresía cultural".

36 37
ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

si nos interesa el término 7 que da cuerpo también al texto de


mismo historial, presentar el problema de la composición de
Agamben (que nos permite articular hipocresía cultural con
los impulso~ anímicos, o sea, de la sobredeterminación:
el capitalismo como religión), es porque Freud lo utilizó para
referirse a un campo de autorización que no se basta con la
"He de tratar ahora una nueva complicación, de la .que no ha-
Universidad: "con la palabra 'profanos' designamos a los indi-
blaría seguramente si hubiera de inventar tal estado de ánimo
viduos ajenos a la profesión médica"8 . Su texto Análisis profa-
para una novela en lugar de analizarlo como médico. El elemen-
no, surge cuando él necesita argumentar -en defensa de Reik-
to al que ahora voy a aludir puede tan sólo desvanecer y entur-
por qué a un analista no le hace falta ser médico para anali-
biar el bello conflicto poético que suponemos en Dora y segura-
zar, cuando quiere dar pruebas de que la autorización de un
mente será suprimido por el poeta."5
analista no se cubre con la acreditación del pasaje por la Aca-
demia de Medicina y se decide a investigar los fundamentos
Freud, por un lado, corta el espectáculo para el analista,
de esa limitación9 • Que sean o no médicos no es el punto, en
como lo hace con la introducción del diván para el analizante.
verdad lo que interesa es la preparación que la práctica ana-
Porque no es esa la vía que propicia el acto que se requiere para
lítica exige. Se trata de un "derecho" a la actividad, en la que
recibir la experiencia de Freud. Ya que el médico que espera
no basta, tampoco, la literatura analítica:
curioso se declara, como el niño, impedido de hacer. Agamben_.._
que llama es ect ' " la fase extrema del capitalismo que
"Habrán de aprender a comprender el análisis siguiendo el úni-
estamos viviendo, en la cual cada cosa es e 1 a, en su se-
co camino abierto para ello; esto es, sometiéndose por sí mis-
paraciÓn de sí misma", señala que tanto espectáculo como con-
mos a un análisis( ... ) sólo en el curso del mismo, al experimen-
sumo son dos caras de la misma dificultad: "una única imposi-
tar en su propia alma los procesos postulados por las teorías
bilidad de usar". Lo que no puede ser usado es, precisamente,
analíticas, es cuando adquiere aquellas convicciones que han
lo que es "consignado al consumo o a la exhibición espectacu-
de guiarle luego en su práctica analítica. ¿Cómo, pues, pudiera
lar" y "el uso es, así, siempre en relación con un inapropiable"6 .
yo, abrigar alguna esperanza de convencer a usted de la exac-
Mientras el médico en vez de leer, para apropiarse de la en-
titud de nuestras teorías( ... ) sin reforzarle con sus propias ex-
señanza freudiana, se ofrece como un ojo ávido de una escena
periencias personales?" 1o
que sólo se constituye por estar él allí, es decir, arma el espec-
táculo. Así se asegura no saber nada acerca de que toda apro-
En el pensamiento freudiano no hay esperanza ni conven-
piación conlleva un inapropiable. A la vez que reniega de la ex-
cimiento, sólo derecho a una convicción. Por otra parte, Freud
posición que supone hacer la experiencia, porque el espectácu-
no solamente atiende el espectáculo que atentaría contra la
lo va en sentido contrario al de disponerse a hacer.
función del analista, cuida también a sus pacientes, resguar-
Es de esta manera que el médico, desde esa posición, no si-
gue el camino que Freud s~ñala como análisis profano. Porque 7. Del latín profanus, es lo que está antes, fuera del templo. Se dice
de lo que no es sagrado ni sirve para usos sagrados. Lego, ignoran-
te de una materia.
5. Freud, S. Análisis fragmentario de una histeria, Op. Cit., "El cua-
8. Freud, S. ''Análisis profano". Madrid, Obras Completas, tomo VIII,
dro clínico".
Biblioteca Nueva, 1974, "Introducción".
6. Agamben, G. Profanaciones. Op. Cit., "Elogio de la profanación".
9. lbíd. Vale la pena tomar en cuenta que esa sustitución de autori-
"Pero eso -continúa el autor- significa que profanar se ha vuelto
zarse por una acreditación, aunque no pase por la Academia de Me-
imposible. (o, al menos, exige procedimientos especiales). Si profa-
dicina estrictamente, hoy conserva su vigencia cuando se reempla-
nar significa devolver al uso común lo que fue separado en la esfe-
za por otras más actualizadas maestrías y doctorados.
ra de lo sagrado, la religión capitalista en su fase extrema apunta
10. lbíd, Il.
a la creación de un absolutamente Improfanable."

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ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

lo. A veces, incluso, no se encuentra modo de hacer otra cosa,


dándolos de la curiosidad, y juntamente con eso, nos dice que porque hace falta una operación para poder decir. Si toma-
sus historias no son noveladas sino clínicas, ni están al servi- mos siempre fórmulas prestadas y quedamos detenidos allí,
cio de alentar curiosidades, como tampoco para deleitar &!lec- suspendidos y en sufrimiento, (tal como lo permite la traduc-
tor. ("N o soy bueno para novelas históricas. Dej émoslas para ción francesa del término en souffrance), hablamos, pero no
Thomas Mann." 11 ) No es para eso que él escribe, el "ánimo" de decimos nada. Porque decir, requiere de una o eración sobre~
una novela y las complejidades del análisis no van de la mano, el Otro, cuyo corte aga ugar a ue un su"eto ueda tomar la i
es por eso que historia clínica no es literatura. Saer nos dice . , s1 esta operación falta, construimos una po-
que la novela es sólo un momento, "es un caso específico de la ._lí,....ti,_c_a_d_"éT_psicoanálisis que desmiente el que proponemos, ése
narración, una de sus transformaciones históricas" 12 • Freud se que en tanto ética del deseo hace, por sobre todas las cosas, lu-
encuentra en una búsqueda, como el narrador, en el interés gar a la singularidad de una palabra. Sostener esta ética del
de formalizar algo nuevo. En el mismo historial de Dora, por '15ien-decir", es también sostener ese"equivalente de la escu-
ejemplo, cuando señala que lo fragmentario corresponde a la cha que tiene por vía la equivocación14 • Es porque esta ope-
naturaleza misma del objeto, está tomando en cuenta que .i ll_ ración es sólo consecuencia del recorrido por un análisis con
narración es una construcción que resulta de la posición en la el que hace falta contar, que no es extraño encontrar en mu-
transferenc1a, organizada por lo !acunar propiO de la estru~ chos relatos de analistas -y no necesariamente en los que es-
tura que, en consecuencia, Slempre presenta un carácter pro- tán empezando- que ellos se ubican afuera, privados de voz,
VlSIOnaf. La narrac1ón, que es sobre todo "crihca", exige uná'" la misma voz desde la que, muy probablemente, se empecinan
estructura nueva cada vez que se haga uso de la forma, que en pronosticar la muerte del psicoanálisis 15 • Esta privación de
no se reduce, de ningún modo, a la técnica. voz, esta falta de implicación, evita posicionarse apropiándo-
ueda claro que, para poder decir, se necesita del arte de se de la propia equivocación. No se trata de tomar conciencia
narrar, porque narrar debe ser entend1do como una artesanía 1 porque esto sería un saber que no se corresponde a la verdad.
donde vale lo singular de cada producc1Ón. Cuando Freud nos Cuando el divorcio entre saber y verdad organiza la palabra
manda a leer a los poetas diclendo que allí hay una sabiduría de un analista que encara los problemas del psicoanálisis, em-
de la estructura psíquica, ¿qué nos quiere decir? Él propone, barcándose en una enseñanza, produce un saber hueco, hueco
sin duda, una vía de acceso esencialmente singular y que es- de verdad, un saber que se sabe de antemano, ése que se re-
capa en todo a lo serial. Sin embargo, ya tempranamente ad-
vertía la dificultad que trae consigo esta indicación para los 14. La equivocación es también vía en la escritura. Lacan, J. El mo-
analistas, cuando en una carta a Ferenczi le escribe: "Los ana- mento de concluir, Seminario 25, Inédito. En la clase del 15 de no-
listas dóciles no percibieron la elasticidad de las reglas que yo viembre de 1977.
había expuesto y se sometieron a ellas como si fueran tabús" 13 • 15. Pronóstico que tiene su data así como también vigencia. Freud
Es que, no siempre esta elasticidad que pide Freud es fácil de dice haber leído al menos "una docena de veces" en distintos artí-
practicar. No siempre que se repite es porque se quiera hacer- culos durante el mismo año, "la noticia de que el psicoanálisis ha-
bía muerto, habiendo sido definitivamente vencido y deshecho. La
respuesta hubiera sido semejante al telegrama dirigido por Mark
11. En una carta a Eitingon del13-11-1934, citado por ErnstJones"en Twain al periódico que había dado la noticia de su muerte: 'La no-
Vida y obra de Sigmund Freud, 111, Buenos Aires, Hormé, 1981, ca- ticia de mi fallecimiento es considerablemente exagerada'. Después
pítulo 5. de cada uno de estos funerales ha reclutado el psicoanálisis nuevos
12. Saer, J. J. El concepto de ficción. Buenos Aires, Ariel, 1998, "La can- partidarios o creado nuevos órganos de difusión". (En "Historia del
ción material". movimiento psicoanalítico", Obras Completas, Madrid, Biblioteca
13. Freud, S. CartaaFerenczi del4-1-1928. Citado por E.Jones en Vida Nueva, 1972, tomo V, Il).
y Obra de Sigmund Freud, Op. Cit., tomo 11, capítulo 9.

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pite. Pero a su palabra se le pide otra cosa, el mismo requisi- estamos sorteando confrontarnos con lo innombrable, porque
to que a un analizante: que advenga a la existencia por el de- decidirse a decir supone también un decir sobre la muerte.
cir que esa palabra suya transporta, y en todos los casos, por ,
la vía de una transferencia en acto. J
Esta vía ética es la única que permite que un analista sea Decir la muerte
tomado en cuenta. Cuando su palabra está atravesada por ese
proceso analizante y se juega para él un deseo de responsabi-
lizarse del psicoanálisis sin poder ya echarse atrás. Cuando él Decir tiene algo que ver con el tiempo.
juega ese compromiso en una palabra dirigida a otros, puede JACQUES LAcAN
llegar a producir un saber que llegue a decir. Al mismo tiempo,
cada vez que cuenta algo a los otros se inscribe en una tradi-
ción, abonando a la trasmisión de esa praxis. Así, él también Freud, que ya nos había hablado sobre la hipocresía cultu-
contribuye a la construcción de un porvenir, y eso le incumbe ral como respuesta a la significatividad que el psicoanálisis
porque cada vez que alguien cuenta, lo hace para que lo con- otorga a las pulsiones sexuales, nos habla ahora de una actitud
tado también quede. En cualquier campo puede suceder esto. cultural-convencional, pero esta vez en relación a la muertel8.
HannahArendt, rehabilita la praxis del relato como la condi- Porque existe en todos nosotros una tendencia a hacer la muer-
ción misma de lo humano. Una vida específicamente huma- te a un lado, ya que nadie puede concebirla como propia. Para
na es para ella "el intervalo entre el nacimiento y la muerte, sostener este punto de vista, Freud nos remite a situaciones
con la condición de que pueda ser representado por un relato de la vida cotidiana en las cuales, ante la muerte de alguien,
y compartido con los otros hombres"16 • La acción como narra- solemos subrayar, ante todo, su ocasión de accidente y hasta
ción y la narración como acción, sólo cuando no cesan de ser de fatalidad, dando a ver, en esa modalidad "nuestro afán de
interrogadas en su sentido, cumplen con esa condición. Tomar rebajar la muerte de necesidad a contingencia'@.
cualquier otra vía implicaría desviarse de la obra. Porque pa:: . ,. . . . Esta actitud, este "tratamiento convencional de la muerte':..,
sar por ella es inevitable. El problema en verdad no radica en impregna la vida misma, cada vez ue or excluir la muerte
haber pasado, sino en haberse quedado atrapado allí. Es por e su e cu o, a v1 a queda im e ser puesta en juego.
eso que hace falta la advertencia freudiana acerca de la obe- eu nos sena a que en tanto esta desmentida e a muerte·
diencia, tanto como la lacaniana acerca de la imitación17 • Pero sea la que organice la vida de los hombres, esa será una vida
también hay algo más: cuando imitamos o cuando obedecemos, llena de renuncias y de exclusiones. Y anuncia así esa des-
mentida (Verleugnen): "Nadie cree en su propia muerte, 0º-
16. "Es por el relato, y no en la lengua en sí (que no obstante sigue sien- ~ene a ser lo mism; en el mconsctente, cada uno de T
do su vía y su pasaje), como se realiza el pensamiento esencialmen-
sotros est.~ Nmv~ su inmortalida
te político. ( ... )El relato, como 'acción narrada' es 'la dimensión ini-
e esta manera Freud establece una relación entre los tér-
cial en la cual vive el hombre, la dimensión de un bíos (y no de una
zóe), vida política y acción narrada a otros. La correspondencia ini- minos muerte propia e inconsciente. Por efecto de esa articu-
cial hombre-vida, es el relato y sólo en virtud de éste, 'lo inicial en sí lación, una actitud inconsciente hacia la muerte implica ha-
se dispersa en ajenidades en el infinito de las narraciones". Citada
por Julia Kristeva, El genio femenino 1 HannahArendt, Op. Cit., 4. 18. "Frente al cadáver de la persona amada nacieron(. .. ) los primeros
17. Lacan aborda a los analistas diciéndoles: "Soy un payaso. Sigan mi preceptos éticos. El Primer Mandamiento: No matarás". Freud, S.
ejemplo y no me imiten. La seriedad que me anima es la serie que "Nuestra actitud hacia la muerte". Op. Cit.
ustedes constituyen". "La Tercera", en Intervenciones y Textos 2, Ar- 19. Ibíd.
gentina, Manantial, 1993. 20.Ibíd.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

cerle lugar, dándole "el derecho que le corresponde", y trae La credibilidad de la muerte es, entonces, un modo posible
aparejado un espacio mayor para la verdad y, en consecuen- en que esa magnitud negativa puede ser nombrada. Esta ins-
cia, hace más soportable la vida. "Para soportar la vida, pre- cripción e ~ la que, por su punto de tope, impedirá delirar con
párate para la muerte" 21 • la lengua. Dando entrada a efectos de dispersión, como lo dice
Prepararse, es decir, creer en ella22 , darle en lo inconscien- Milner, que hacen a la orientación propia de lo real:
te el valor de una magnitud negativa: "Pues la muerte es un
concepto abstracto de contenido negativo para el cual no se "En un instante fuera del tiempo, en un espacio fuera del es-
puede hallar un correspondiente inconsciente"23 . Pero que no pacio, se produce como una escansión desnuda cuya atesta-
pueda hallarse esa correspondencia, es decir, que no haya ción reside tan sólo en los efectos de dispersión que ocasiona.
modo conceptual que en lo inconsciente responda por eso, de Por poco que un sujeto no logre poner en suspenso la deman-
ningún modo quiere decir que la muerte no pueda inscribirse da de significaciones ligadas, un solo signo indudable, y sobre-
y que el sujeto quede, en consecuencia, atado a ese "conven- viene el horror."26
cimiento de inmortalidad"24 • Si un análisis produce algún va-
ciamiento, lo produce justamente allí. Rabant ubica con pre- Inscribir el juego de ese término de semántica cambiante,
cisión ~a articulación entre la muerte y lo real: permitirá decir y es en función de ese más y menos alternan-
te de la fórmula, que cada vez la posición se vuelve a decir. Así
"Para el sujeto, orientarse originariamente en la pluralidad de · el horror es condición y causa de toda innovación.
lo real es dar a este real el sentido, el nombre, la creencia, o la Si Freud establece una equivalencia entre muerte e incons-
credibilidad de la muerte. ( .. .) "Afirmar que en lo inconscien- ciente y para situarse respecto de éste usa la expresión con-
te nada responde a (de) la muerte, es algo que se puede inter-
pretar diciendo: en lo inconsciente no hay signo (+ o -) para la 26. Milner nos señala que horror es el nombre que se da, a lo que en un
ser marcado por S, que distingue y por 1, que enlaza, remite a lo que
muerte, ella es alternativa, indefinida o indiferentemente, po-
no tiene nombre ni forma: R, lo indistinto y lo disperso. Es alrededor
sitiva y negativa. Es, como lo apuntaba ya en La interpretación
de este punto que el autor, contando en su formulación con la con-
de los sueños, un término de semántica cambiante que juega en ceptualización lacaniana de R,S,I se refiere a la "diseminación de la
el área imprecisa de las modalidades de la ausencia: partida, muerte misma, de esa muerte que es también la vida, capaces una
abandono, separación, muerte."25 y otra de trastornar hasta lo errático los enlaces delineables". Para
representar lo real de la dispersión a través de dos elementos, el des-
vanecerse de las figuras y la imposibilidad de una nominación recu-
21. Ibíd. rre a lo que dice Tertuliano: "La muerte no nos deja bastante cuerpo
22. Lacan lo sigue a Freud textualmente cuando dice "creer en la muer- para ocupar algún lugar, y no se ven allí más que tumbas formando
te, es lo único que puede hacemos soportable la vida", en la con-
ferencia pronunciada en Lovaina. En Rabant, Claude. Inventar lo
• alguna figura. Nuestra carne cambia pronto de naturaleza: nuestro
cuerpo toma otro nombre; ni siquiera el de cadáver, al mostrarnos
real. La desestimación entre perversión y psicosis, Buenos Aires, aún cierta forma humana, subsiste mucho tiempo; pasa a ser vaya
Nueva Visión, 1993, Cuarta Parte, 1 "La forclusión del sentido". a saber qué cosa que ya no tiene nombre en lengua alguna". Milner
23. Freud, S. "El Yo y el Ello". Buenos Aires, Obras Completas, Volu- concluye entonces que: "Debe distinguirse aquí la muerte como dis-
men XIX, Amorrortu, 1989, V "Los vasallajes del Yo". persión, que encarna lo real, de la muerte personal, que encama lo
24. ''No hay pues universal que no se reduzca a lo posible. Aún la muer- simbólico ( ... ) La vida, en la que se encarna 1, es la vida personal
te, ya que esa es la punta con la que ella se articula. Por universal que aprehende al ser hablante por los sesgos de la especie. La vida,
que se la postule, nunca deja de ser más que posible." Lacan, J. "El mientras no se asocie a figuras individuadas, no se distingue de la
atolondradicho", Escansión 1, Argentina, Paidós, 984. muerte: una y otra encarnan lo real para la representación". (Mil-
25. Rabant, C. Op. Cit. ner, J. C. Los nombres indistintos, Op. Cit., capítulo 1.)

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

vicción, "convicción de lo inconsciente" (y justamente para se- porta una diferencia. Diferencia que constituye esa particu-
ñalar lo que se esperaría de un análisis didáctico), por qué no lar síntesis comp esta por el límite como marca de subJebvl-
utilizar la misma expresión para referirnos a la muerte: con- a . aer parece a ar e eso cuan o se refiere a a gura-
vicción de la existencia de la muerte. De convencimiento de Clóñ particular" como la condición que necesariamente tiene
inmortalidad a convicción de la existencia del inconsciente, que presentar la narrac1Ón. En esa marca hay transmisión,
"o lo que es lo mismo" de la muerte, hay un pasaje de un or- pero paradojalmente lo úmco que se transmüe es la transml_-
den de razones a otro. De convencer, que quiere decir probar sión misma 29 • Y, acaso no tener nada más que la misma tras-
una cosa de un modo tal que racionalmente no se pueda ne- miswn, ¿no es trasmitir una falta, esa operación en la que sej ....&
gar, a la convicción, entendida como la operación de una efi- actualiza la falta del Otro y que el ps1coanahs1s no se cansó,· r
cacia que siga las trazas propias de la producción de un acto aún, de llamar castración'? -
ante lo real.
La negativa a hacerle lugar a la muerte, trajo cambios en
la comunicabilidad de la experiencia a un punto tan dramá- Dejar caer al maestro-amo
tico que, para Walter Benjamin, significa el fin de la narra-
ción. El autor, al igual que Freud nos habla de las consecuen- Constituir el movimiento de la transmisión es decir una di-
cias que trae el hecho de querer silenciarla: ferencia. No es con automatismos que se sabrá algo de la muer-
te, de la deuda, de la castración. Porque en la vía de una pro-
"Hoy, los ciudadanos, en espacios intocados por la muerte, son ducción, que no remita a ninguna enunciación, se lograrán sólo
flamantes residentes de la eternidad, y en el ocaso de sus vi- enunciados cristalizados, listos para llevar. Para que exista una ,
das, son depositados por sus herederos en sanatorios u hospi- marca de subjetividad, cada uno ha de seguir el ritmo que le es
tales. Pero es ante nada en el moribundo que, no sólo el saber ·fropio, el que lo atraviesa, para alcanzar de esa forma un sa-
y la sabiduría del hombre adquieren una forma trasmisible, ber que rompa con la referencia estable del saber-modelo. Hace
sino sobre todo su vida vivida, y ése es el material del que na- falta esa autondad -que no es dominio ni dominación- sino he-
cen las historias.''27 cha de diferencias: como dice Arendt en relación al relato30 . La
cuestión, entonces, está en el modo de decir. Un modo que ne-
Es al límite de la vida donde surge esa "autoridad", como
Benjamín llama a la muerte (entiéndase en este caso la muer- 29. Agamben esclarece esta paradoja cuando relata un rito de inicia-
te personal que encarna lo simbólico), que se halla en el origen ción de los indios Pueblos. En el proceso de dicha iniciación, "los
de lo narrado. La narración la inscribe como marca en el ori- adultos no les revelan a los neófitos ninguna doctrina ni sistema de
gen y es al hacerlo que opera yendo contra el convencimiento verdades, sino solamente que las katcina, los seres sobrenaturales
üe eternidad28 • Sólo de este modo, surge una articulación entre que han visto bailar en la aldea durante ceremonias anuales y que
la temporalidad Yel arte de narrar que permite que lo conta- tan frecuentemente los han asustado con sus látigos de yuca, son
do pase de una generación a otra. Es que una narración tras- - los mismos adultos disfrazados de katcina. Sin embargo esa reve-
lación compromete a los iniciados a mantener el secreto y personi-
mitiéndose, en el intento de conformar cada vez otra versión,
ficar a su vez a las katcina. El contenido del rito, el 'secreto' que se
transmite es entonces que no hay nada que transmitir, excepto la
27. Benjamin, Walter. "El narrador", Para una crítica de la violencia, misma transmisión, la función significante en sí". Agamben, G. In-
España, Taurus, 1998. fancia e Historia, Argentina, Adriana Hidalgo, 2004, capítulo: "El
28. "La ausencia de tiempo es algo que se sueña, es lo que se llama la país de los juguetes".
eternidad." Lacan, J. El momento de concluir, Op. Cit. Clase del15- 30. Arendt, H. Citada por J. Kristeva, El genio femenino l. Hannah
11-77. Arendt, Op. Cit.

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ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

del maestro y, en cambio, al menos en ese instante, se autori-


cesariamente nos lanza hacia algo que no conocemos, un más zó. La ruptura con esa especulación infinita que lo confronta
allá, un vacío que la experiencia requiere atravesar. Es en esa con una ausencia, le señala una vía de salida, y a la vez, que
instancia donde se necesita una construcción gue transforme] ésta no está asegurada. Ocu~e muchas veces que, como efec-
vacío en soledad:""Ella, la soledad, en ruptura del saber, no sólo ..1! to de este obstáculo que hace falta atravesar, en lugar de au-
pUede escribirse, sino que además, es lo que se escribe por exce- .f torizarnos, los analistas intentamos también legitimarnos de-
lencia, pues es lo que de una ruptura del ser, deja huella", nos trás de los maestros, sosteniendo al amo, allí donde en reali-
<lice Lacan en Encore31 . Esa "inmensidad vacía", es diferente dad se trata de dejarlo caer: "dejar caer al maestro", que de
de esta soledad que escribe un no, que alcanza a decir que no ningún modo quiere decir abandonarlo 34 • La autoría, pala-
a la desmentida de la muerte. Esa huella es lo que se trasmi- bra que comparte la raíz con autorización, requiere del reco-
te, haciendo del análisis la transmisión dE;JJ!!!_a escritura32 , en nocimiento de la deuda -también con los maestros- para ha-
a que una opciOn puede tener lugar"a la par de una ruptura. cer de la herencia una posesión35 . Es por eso que el problema
Esa opción que se escribe es lo singular que, inevitablemente, instaurado en torno al valor de las citas, no puede reducirse
implica también la ruptura con 1os maestros. a la discusión de si a los maestros se los nombra o no, si se
- Derrida nos da un testimonio en este sentido. En relación los cita más o menos. El punto está en el modo de pasar por
a ih eusenanza de su maestro Foucault, nos dice que: ellos. Cada uno de los analistas, al decir o al callar, y aún en
el modo de decir, habremos de tomar una posición, que nos
"Cuando el discípulo empieza a dialogar con el maestro, o más incluye en una historia y dirá de nuestra pertenencia a dicha
bien a proferir el diálogo interminable y silencioso que lo cons- historia, o de nuestro desentendimiento. Porque la posición~
tituía en discípulo, entonces, la conciencia del discípulo es una dice. ·m licarse así, el analista paga el precio d castr -
conciencia desgraciada. Ya que, cuando empieza a dialogar con cióñSlmbólica. asta con a 1 ea, se trata de encontrar un
el mundo, siente que no sabe hablar y que no debe en conse- modo que constituye de por sí una forma de resolución; es la
cuencia, responder. Al encontrarse de antemano, discutido por implicación subjetiva la que hace posible el pasaje por la ad-
la voz del maestro que en él precede a la suya se siente indefi- quisición de la que nos habla Freud. Porque la posesión tal
nidamente discutido, o recusado o hasta acusado. Esta desgra- como él la entiende tampoco consiste en un bien a conservar,
cia interminable del discípulo consiste quizás en que no sabe, sino en una praxis, que desde la misma definición lacaniana,
o en que todavía se oculta a sí, que, como la verdadera vida, el "a r ar desde lo simbólico lo real", pone a rodar un tiempo
maestro está quizas siempre ausente. Así pues, hay que romper siempre a conquistar en tOrno a un 1mpos1 e.
el hielo, o más bien el espejo, la reflexión, la especulacwn m'ññi-
U' dnl discípulo so6re el maestro. Y empezar a hablar."33 34. "Dejar caer al maestro", de me laisser, tel cet objet, tomber. Traducir
laisser tomber por abandonar, que hubiera sido correcto, no habría
permitido la explicitación lacaniana de caída de objeto. La traduc-
Es así como Derrida relata que, al decidirse finalmente y
ción, a cargo de Osear Masotta y Orlando Gimeno-Grendi, señala
empezar, dejó, como discípulo, de buscar legitimarse detrás el juego de palabras por considerarlo conceptualizante: "el discípu-
31. Lacan. J. Aún, Seminario 20, Argentina, Paidós, 1989, X "Redonde-
les de cuerda".
' 32. Es en El momento de concluir, Op. Cit que Lacan dice: "Es por eso
Jf lo, un psicoanalista, que en el comienzo de la entrevista Lacan afir-
maba poner en posición de objeto ('ser ese objeto gracias al cual. .. '),
'deja caer' ahora al maestro, es decir que pone a éste en tal posición.
Simultáneamente hay ahí un objeto caído". Psicoanálisis, Radiofo-
que digo que ni en lo que dice el analizante ni en lo que dice el ana-
lista hay otra cosa que escritura". En la clase del 20 de diciembre nía y Televisión, España, Anagrama, 1993, IV.
de 1977. 35. "Lo que has heredado de tus padres, conquístalo para poseerlo",
33. Derrida, J. La escritura y la diferencia. Op. Cit. 2, "Cogito e histo- frase de Goethe que Freud toma en sus reflexiones.
ria de la locura".
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ACOSTAR AL ANALISTA

Lacan también trabaja la dificultad que hay en juego cuan-


do produce ese tan controvertido "autorizarse por sí misma", dable la diferencia que hay entre expresarse oralmente o por
fórmula que implica que el analista, ante el aggjero del Otro, escrito. No se habla en los mismos, términos en que se escri-
está solo. Aún cuando pueda contar con la experiencia de su be, las exigencias en ambos casos son diferentes. (Aunque, ha-
análisis, la de supervisión o la de control, los espacios de in- bría que reconocerlo, los analistas lo olvidemos a menudo.) Al
tercambio con los pares, o la escritura misma de la clínica. No recurrir a la palabra, aún cuando algo inesperado pueda pro-
alcanza tampoco con los dispositivos por sí solos si éstos no ducirse -cualquiera que habla ha experimentado algún tro-
logran ponerse a prueba en una apuesta, que los renueve en piezo- se cuenta con una idea más o menos clara de lo que se
sus propios supuestos. propone decir. Pero ocurre que en el momento en que alguien
Ahora bien, la renovación de esos supuestos requiere inde- se decide a tomar la palabra, queda expuesto a ritmos de es-"
fectiblemente del hacer de un analista que resulta insustitui- ~ansión so ortados por una voz que, inevitablemente, se tra-
ble. Es cierto que el "él mismo" de esta fórmula lacaniana (el ma ante la presencia e o ros que, si él se e¡a, o modifican.
analista no se autoriza más que por sí mismo) no es fácil de 1fu que así procede, empieza a entramar un texto que resulta
captar, pues, como lo señala Guy Le Gaufey, el "él mismo" de 'dé ese ir y venir entre el que habla y la amplia variedad de
la fórmula no es reflexivo ni implica la mismidad, "ni quién ....otros que con el se cruzan. Es como efecto de este proceso que.·
sabe qué reflexividad apropia tiva, sino, al contrario, una pura Jiyede surgir una narrac1~i:,En esto radica su potencialidad,
exclusividad. Es "él" y ningún otro, con que el analista se au- porque la narrativa se construye en un cruce con otros 38 . Es
toriza, lo cuáfestá reforzado, por lo demás, por el "N o .. .'más un textÓ que nos trabaJa y trabaja sobre nosotros, que sólo ha
qué" de la fórmula, que es una restricción, y no una negación. de surgir si alguien se decide porque no puede, ante esa deci-
No significa inflación alguna de identidad, sino pura localiza- sión, retroceder.
ción del problema: "la divergencia aquí presentificada entre En el caso de la escritura, la relación a la voz es diferent~
'analista' y 'él mismo': eso es la transferencia.(. .. ) La irreduc- ya que juega de otro modo la presencia de los otroª-.:,.Se abre un
tible ambigüedad de la transferencia"36 • "Él y ningún otro", im- espacio que incluye lo que Barthes llama una "dialéctica del
plica decir que hace falta alguien allí para ejercer la función. deseo" en el que el destinatario no está ahí del mismo modo,
Por ue es ción de "pura exclusividad", es una condición sino que se constituye después de la lectura y siempre que el
imprescindible a la hora e trasmitir: ya sea que se trate de texto lo sepa convocar, dándole pruebas de que hay ahí un de-
<Ieseo del anahsta, en la d1recc10n de un anahs1s o cuando está seo39. Dar ruebas de ese deseo es lo que hay en 'ue o en la
en ·uego el deseo del enseñante denvado de aquel, al res on- escritura. En ese campo en el que to o esta en gestación, es-
~bilizarse del campo del psicoanálisis. y mas a á del modo tamos ante algo que no pudiendo ya detenerse tampoco, em-
que se adopte ante esa responsabilidad: sea que el analista puja a seguir. Desde esta perspectiva, en que todo está por ser,
se disponga a hablar, y que su enseñanza tome la vía oral, o escribir puede ser definido como un riesgo, ya que, sin arries-
bien que se decida por la vía del escrito. Pero lo que es cla- gar una escritura no se alcanza a poder decir.
ro es que también la trasmisión en el campo de la enseñan-
za ~era excluyendo un tercero "en debida fqrma"3 ~ Es indu-
des de análisis, escuelas y otros institutos, ni tampoco esas formas
de tercero que son los objetivos compartidos, puestos en común".
36. Le Gaufey, Guy.Anatomía de la tercera persona. Buenos Aires, Edelp, 38. Arendt, H. Citada por J. Kristeva en El genio femenino. lHannah
2001, "Introducción". Arendt, Op Cit.
§ b í d. "El analista no se autoriza más que por él mismo" excluye so- 39. Barthes, R. El placer del texto, Op. Cit. "El texto que usted escribe
lamente que un tercero en debida forma -bien individuado- se in- debe probarme que me desea. La escritura es esto: la ciencia de 1ó;
tercale entre el analista y el analizante: ni el Estado, ni las socieda- goces del lenguaje, su kamasutra (de esta ciencia no hay más que
un tratado: la escritura misma)".
50
51
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

Son distintas maneras en que la exclusividad se juega, y el nivel del curso era demasiado avanzado para él. Su pregun-
es con esas variaciones que se paga el precio, cuando se deja ta me hizo evocar una película: Todas las mañanas del mun-
testimonio del error. Es interesante considerar que en fran- do. Inmediatamente decidí que empezaría rm clase contandO-
cés, relato y escrito tienen las mismas letras: écrit y récit. Par- Ia."De esa película recorté para relatar a los asistentes el epi-
tiendo de esta relación anagramática Edmond Jahes señala sodio siguiente:
una articulación entre relato y escritura y nos dice: "Todo es-
crito propone su parte de relato"40 • Un músico trabaja en la corte del rey, hasta el momento en que
A la hora en que la singularidad del caso por caso requiere tiene un problema en su voz y es expulsado. Le sugieren que
que la transmisión encuentre su lugar, ambas dimensiones, busque algún otro lugar relacionado al ejercicio musical. Le re-
récit y écrit, estarán en juego. Las teorías con que el analis- comiendan un maestro de viola. El joven tiene un primer en-
ta trabaja, si están a la medida de esa singularidad, son una cuentro donde muestra sus habilidades intentando impresionar
transgresión al invariante, llevan la marca de una diferencia acerca de su dominio del instrumento con la intención de ser
y esto implica una relación novedosa respecto de la deuda. No admitido como alumno. En esa primera ocasión el maestro no
es posible eludir la dificultad, se trata en verdad de hacerle lu- contesta si lo admite o no. Ni una palabra. Lo despide y lo vuel-
gar, de practicarla. Cada analista cuando trabaja, pone en. ju~- ve a citar. El joven asiste en el horario y lugar convenido pero
go algo que lo domina y que en él domina, que vuelve a hallar, i el maestro no lo recibe. No le contesta y lo hace volver otra vez
que está fuera de su control. Pero que en cada hallazgo reerea (al mejor estilo de los maestros zen que ponen a prueba el de-
y profundiza. haciéndo~lalliiTa, situándola. seo de sus candidatos por la insistencia, haciendo llamar más de
Si como sostenemos, el trabajo surge de la necesariedad una vez). Finalmente, en una última cita el maestro se dirige al
de tramitar lo que sucedió en un tramo analítico, si ése es joven: "Señor, ha practicado usted bastante, conoce la posición
el punto de comienzo que como pregunta organiza el movi- del cuerpo, interpreta con sentimiento, su mano izquierda salta
miento que, inevitablemente, procura recuperar el lugar en como una ardilla y se desliza como una anguila sobre las cuer-
que el analista se perdió, él podrá rectificar la posición. Sólo das. Sus floreos son ingeniosos, encantadores, pero no he oído
y siempre después, en un tiempo posterior, modo retardado aún música. Podría usted asistir a los que bailan o acompañar
de ubicar una situación que prepara, a distancia, para otra. a los actores en el escenario, todo lo que escriba va a gustar, no
El analista funda, cada vez, en el sujeto analizante el lugar asustará a nadie, se va irtcluso a ganar la vida, vivirá rodeado
'del que él se sirve. de música, pero usted, de ese modo, no será músico. ¿Tiene co-
razón para sentir? ¿Tiene idea de para qué sirven los sonidos
cuando ya no se trata de bailar ni de alegrar los oídos del rey?
El decir del inconsciente Sin embargo su voz gastada, su voz cascada me ha conmovido.
Lo acepto entonces, pero por su dolor, no por su arte."
No queda otra que deci en forma personal. Apelemos en-
tonces a una anécdota de la propia práctica. n cierta oca- Este relato me servía precisamente para lo que yo que-
sión en que tenía que dar apertura a un seminario, un alum- ría transmitir acerca de la pregunta ¿de qué saber se trata en
no -sin saberlo- me entregó la clave de cómo abrirlo. Era un psicoanálisis? con que daría apertura al tema en esa ocasión.
candidato a participar en el curso y me lo había cruzado unos Pregunta acerca del saber que se encuentra, de algún modo,
días antes cuando me manifestó su preocupación por saber si tanto en la trama de la película como en la inquietud del can-
didato alumno, y no justamente por haberse ya encontrado,
40. Jabes, Edmond. Del desierto al libro. Argentina, Alción, 2001, "Es- sino porque sin saberlo se está próximo a formularla. Se tra-
crito, relato". ta de un mismo campo de respuesta. La condición para accc-

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MASU SEBASTIÁN
ACOSTAR AL ANALISTA

der en cualquiera de los dos casos es del orden de una implica- que resulta del recorrid~or la vía de la eq~ivocación. N o hay
ción, que no ahorra el dolor. No se trata niae un estatuto aca- herencia sin que una parte se pi.erda, ni trasmisión que no la
demico níae un dominio técnico-artístico. Se trata de otro sa- reconozca. "Esta porción de olvido que comanda la memoria,
ber que marca muy bien el maestro de música. (Y la pregun- la modula, y permite que a partir de la repetición,( ... ) la dife-
ta del joven interesado en mi curso preanunciaba la manifes- rencia pueda ser recibida"43 • Y aquí repetición ya no es un ple-
tación de una transferencia que, efectivamente, pudo desple- gamiento de lo extraño sobre lo mismo, que entonces borraría
garse después. En la conmoción con que me dirigía la pregun- la diferencia, sino la repetición que fabrica resto, es decir, lo
ta se hallaba él implicado.) producido por el fracaso en la reproducción. La identificación
A lo que el maestro de música apuntaba era al saber in- con el alumno hablaba de eso: la voz estaba gastada. Esa voz
consciente: ése que el sujeto ignora 41 .Y el mismo día que em- es la que arrasa a la posición amo, la vacía. Así es como el su-
pezaba el seminario también yo ignoraba algo. Tenía, ape- pervisor se volvió analista de control44 • La analista enseñante,
nas una hora antes, arreglado un encuentro con mi supervi- por su parte, se transformó más en presa que en cazadora de
sor. Ante mi pedido de cambio de horario él contestó que me la verdad y el joven candidato, se inscribió en una búsqueda,
dejara de tanta preparación. Fui, entonces, a la hora conve- él también, que con seguridad ha de seguir en curso, todavía.
nida pero llevando una preocupación:¿ cómo voy a poder abrir Porque se busca una verdad, que si es la congruente no pre-
ese seminario si estoy totalmente disfónica? (El seminario en tende ser toda, sino "la del decir a medias", nos dice Lacan45 •
cuestión era ni más ni menos que sobre La Histeria)" Con el Esa verdad que, como causa, determina las formaciones del
hilo de voz que me quedaba paso a relatarle lo que había pre- inconsciente. Decirla, hace al sujeto responsable.
parado. El supervisor lee: "identificada al alumno, vas cami-
no a maestro".
Así me hizo saber que la dificultad era también la condi-
ción. Que se tratara de un inicio que me tenía interesada (sa-
bemos lo que significan los inicios: se juega en ellos una direc-
ción que aún no se gestó) predispuso y contribuyó a que hubie-
ra un malestar que interrogar. La disfonía abría, de ese modo,
una vía que, independientemente de mi voluntad, me ponía
a errar. Y al abrirla, me enfrentaba a una"deriva"42 . Esta de-
riva era mi modo singular de inscribirme en una genealogía.
Pero ese modo no es sin el dolor de un cuerpo. Lo que se tras-
mite es esa particular manera de confrontarse con un goce.
Por eso la pertenencia que importa no es la escolástica, sino la
41. "Un saber se libra desde un lugar que difiere de toda aprehensión
(prise) del sujeto, pues sólo se entrega en aquello que es la equivo-
cación (meprise) del sujeto." Lacan, J. "La equivocación del sujeto
supuesto al saber", (14-12-67) En Momentos cruciales de la expe- 43. Hassoun, Jacques. Los contrabandistas de la memoria, Argenlinn,
riencia analítica, Buenos Aires, Manantial, 1991. De la Flor, 1996, "Construir una transmisión".
42. "Hay deriva, -dice Barthes-, cada vez que el lenguaje social, el so- 44. Mi profundo agradecimiento a Sergio Rodríguez.
ciolecto, me abandona (como se dice: me abandonan las fuerzas)." 45. "Sólo se puede decir a medias, mal-decirla (en doble sentido:d(J mi
El placer del texto, Op. Cit. "Llamo la deriva para traducir Trieb, la dire, decir a medias, y médire, hablar mal, mal decir.)", Encore . 0¡1.
deriva del goce". Dice Lacan en Encare, Op. Cit., capítulo 9.
Cit., capítulo 8.

54 /)/)
,

EL SUEÑO Y LA CONSTRUCCIÓN
DEL PORVENIR

El sueño, autor de representaciones,


en su teatro sobre el viento armado,
sombras suele vestir de bulto bello.
LUJS DE GóNGORA

El sueño de Sigmund Freud


La clínica que inaugura Sigmund Freud, esa ruptura que
opera sobre el saber médico, le otorga al sueño, OmeJOr a SU
ínterpretación, valor de instauración. Es en su texto clave La
interpretación de los sue- s n eud inscribe un cambio
fundame torno a ese saber. Para él, es un hecho que
ercünocimffinto científico no ha realizado progreso alguno" 1
acerca de los problemas oníricos, y se autoriza a una nueva
dirección que rectifica el rumbo de la investigación clásica.
La novedad reside esencialmente en que es otra su posición:
el investigador se vale del soñante que háy en el. Esta nuev-u
clínica, que Freud inicia con su propio sueño nos muestra, de
ese modo, desde el comienzo, cuál será el camino para la in-
_yestigación que deberá recorrer todo analista. En pnmer lu-'
gar, contará con el analizante y al hacerlo, se encontrará de
entrada con la especificidad del método freudiano: buscar "la
respuesta hacrendo la pregunta donde el sujeto mismo puede
hacérsela" 2 • Freud introduce ese método a través de lo que él

l. Freud, S. La interpretación de los sueños. Madrid, Obras Comple-


tas, tomo II, Biblioteca Nueva, 1972, capítulo 2.
2. Lacan, J. El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica,
Op. Cit., capítulo 12.

57
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

llama "El
._. sueño de la inyección de Irma" que, como queriendo y se eliminará el veneno ...'. Sabemos también inmediatamente
marcar un hito, es ubicado por él en una fecha precisa: "23-24 de qué procede la infección. Nuestro amigo Otto ha puesto re-
de julio de 1895". Lo presenta como el primer paso en el des- cientemente a Irma, una vez que se sintió mal, una inyección
cubrimiento del sentido de los sueños, "se le reveló el secre- con un preparado a base de propil, propilena ... , ácido propióni-
to", es la expresión que, tal como se lo confiesa en una carta a co ... , trimetilamina (cuya fórmula veo impresa en gruesos carac-
Fliess, anhelaría poder leer en una placa algún día. Este sue- teres). No se ponen inyecciones de este género tan ligeramente ...
ño es paradigmático del nudo que se constituye para el anª=- Probablemente estaría además sucia la jeringuilla."3
1ísla al contar con el analizante. Añtes de contarlo, y con fines
de explicar el procedimiento de interpretación, Freud pide al Este sueño inaugural está ligado a la experiencia mis-
lector "que haga suyos, durante algún tiempo, mis intereses y ma. "Es el sueño de alguien que está indagando qué son los
penetre atentamente conmigo en los más pequeños detalles de sueños"4 • Las primeras pacíentes ya le contaban lo que soña- -
mi vida, pues el descubrimiento oculto del sentido de los sue- han y Freud sabía que había allí un sentido. Buscó por ese ca-
ños exige imperiosamente una tal transferencia". A continua- mino y fue en ese andar, en ese errar como se encontró con lo
ción relata lo que llama información preliminar y, finalmente, que Anzieu llama "criterio de verificación"5 . Es en Los no in-
presenta el sueño diciendo que lo sentó por escrito y que es el cautos yerran o Los Nombres del Padre, que Lacan se detie-
primero que sometió a una minuciosa interpretación: ne en la etimología del verbo errar (errer) y señala en primer
lugar, dos sentidos: cometer errores y va ar. Pero tamb1én es.:-
"En un amplio hall. Muchos invitados a los que recibimos. En- ta lece la convergencia e termmo error (erreur) con el ver-
tre ellos, Irma, a la que me acerco enseguida para contestar, sin bo iter(ire: iter. que quiere decir viaje e iterare que quiere de-
pérdida de momento, a su carta y reprocharle no haber aceptado Cir también repetir, de iterum 6 • El interés por el término lo
aún la 'solución'. Le digo: 'Si todavía tienes dolores es exclusiva- encontramos en el citado seminario en el que Lacan plante~
mente por tu culpa'. Ella me responde: '¿Si supieras qué dolores que :'~y que dejarse hacer" por el inconsciente,"ser su incau-:1
siento ahora en la garganta, el vientre y el estómago! ... ¡Siento to", para no errar:
una opresión ... !' Asustado, la contemplo atentamente. Está pá-
lida y abotagada. Pienso que quizá me haya pasado inadverti-
-------------------
"Pero es quizás en ese andar (erre) -ustedes saben esa cosa que
do algo orgánico. La conduzco junto a una ventana y me dis- tira allí cuando el navío se deja botar- que podemos apostar a
pongo a reconocerle la garganta. Al principio se resiste un poco, encontrar lo real, un poco después ; advertir que el inconscien-
como acostumbran hacerlo en estos casos las mujeres que lle- te quizás sea disarmónico, pero que tal vez nos lleva un poco
van dentadura postiza. Pienso que no la necesita. Por fin, abre más a ese real que a la poca realidad que es la nuestra, la del
bien la boca, y veo a la derecha una gran mancha blanca, y en fantasma." 7
otras partes singulares escaras grisáceas, cuya forma recuerda
la de los cornetes de la nariz. Apresuradamente llamo al doctor _Freud se dejó incautar por el inconsciente, apostó a encon.:.
M., que repite y confirma el reconocimiento ... El doctor M. pre- trar eso que Lacan llama real. Es desde esta posición que se
senta un aspecto muy diferente del acostumbrado: está pálido, ----
cojea y se ha afeitado la barba ... Mi amigo Otto se halla ahora
3. Freud, S. La interpretación de los sueños. Op. Cit.
a su lado y mi amigo Leopoldo percute a Irma por encima de la
4. Lacan, J. Seminario 2, Op. Cit., capítulo 12.
blusa y dice: 'Tiene una zona de matidez abajo, a la izquierda, y
5. lbíd, capítulo 10.
una parte de la piel, infiltrada, en el hombro izquierdo' (cosa que 6. Lacan, J. Los no incautos yerran o los Nombres del Padre. Op. Cit .,
yo siento como él, a pesar del vestido). M. Dice: 'No cabe duda, es clase del6-11-73.
una infección. Pero no hay cuidado; sobrevendrá una disentería 7. lbíd, clase delll-06-74.

58 5H
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

produce el sueño de la inyección, contando con el inconscien- ella conscientemente. El descubrimiento del inconsciente, que en
te como único patrimonio de sab~ saber del cual el su=: el momento de su surgimiento histórico se muestra en su plena
Ieto puede desc1ftarse. En el texto mismo de "La interpreta- dimensión, consiste en que el alcance del sentido desborda infi-
ción ...", Freud alude a su descubrimiento utilizando los mis- nitamente los signos manipulados por el individuo. El hombre
mos términos con que nos contó su sueño de Irma. Así, para produce siempre muchos más signos de los que cree"9 .
referirse a lo que sucede después de llevar a término la pri-
mera interpretación onírica lo analogiza con la experiencia vi- Esa palabra fundamental de la que habla Lacan es efecto
vida en el sueño: y causa. Efecto del dispositivo que Freud inaugura en los diá-
logos con Fliess y causa del descubrimiento que nos trasmite.
"Cuando por una angosta garganta desembocamos de repente Tan fundamental es esa palabra, entonces, que incluso hasta
en una altura de la que parten diversos caminos y desde la que falta. Por eso es que el sueño de Freud alcanza el punto de an-
se nos ofrece un variado panorama en distintas direcciones, ha- gustia: el fondo de la garganta. Ahí es cuando el sujeto "muer-
bremos de detenernos un momento y meditar hacia dónde de- de el polvo" 10 de la experiencia más desgarradora. Esa boca
bemos volver primero nuestros ojos.( ... ) el sueño nos es compa- abriéndose con dificultad, abre paso a un fondo que produce ho-
rable a los sonidos irregulares producidos por un instrwnento rror y lo figurativo propio del sueño sufre una descomposición:
musical bajo el cieg<l impulso de una fuerza exterior y no bajo "En el punto en que la hidra ha perdido sus cabezas -señalffi
la mano del músico."8 Lacan- una voz, que ya no es sino la voz de nadie, hace sur-
gir la fórmula de la trimetilamina como la última palabra de
Es pasando él mismo por la angustia que Freud testimonia lo que está en juego, la palabra de todo"11 . La fórmula se lleg
identificado a la "boca que se abrió bien", esa representación a ver impresa en gruesos caracteres, más allá de toda verbali-
onírica enlazada por el doble sentido de la expresión. Él hace zación, "como el mane, thecel, phares de la Biblia"12 • La imagen
la experiencia ylse encuentra necesariamente perdido¡ fren- horrorosa es un tiempo, la fórmula de la trimetilamina, en le-
te a un impasse, en una ceguera como la del músico. Y busca tras, hace al final del sueño. Son dos los tiempos: el de la ima-
una clave.~lave es la verdad en el sueño que abre a una gen que horroriza y el de las letras de la fórmula que "no quie~­
interpretación. re decir nada". Es eso lo que nos deja Freud, "algo que es él y
_Dna dimensión fundamental del deseo del sueño, hace que al mismo tiempo no lo es: eso es el inconsciente"13 •
pasa e concermente a loropío de la alabra. Que el sueño Entre el fondo de la garganta que deja sin palabras y~
sea una formación que se pro uce en el contexto de los diá- fórmula, última palabra, nace un discurso que es voz de
logos con Fliess, es parte fundante del proceso mismo de ese die. Una vez instituido el ñarrador, hay discrepancia, se pier-
descubrimiento. Freud encuentra límites al alcance de lo que 'delacoincidencia consigo mismo. Lo señala con toda clarida
él llamó "autoanálisis", al que se refirió como estrictamente Blanchot refiriéndose a Homero: "Homero tiene el poder d
imposible ya que, de hecho, es sobre el trasfondo de esos diá- narrar sólo en la medida en que, bajo el nombre de Ulises,
logos que el sueño se produce.
9. Lacan, J. El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica,
Op. Cit., capítulo 10.
"La conversación de Freud con Fliess, la palabra fundamental, 10. Nasio, Juan David. "Enseñar el psicoanálisis no significa trasmi-
entonces inconsciente, es el elemento diriámico esencial. ¿Por qué tirlo". Publicado en Praxis, 1989.
es inconsciente en ese momento? Porque desborda infinitamente 11. Lacan, J. El Yo en la teoría de freud y en la técnica psicoanalítica,
lo que ambos, como individuos, pueden entonces aprehender en Op. Cit., capítulo 14.
12. Ibíd, capítulo 13.
8. Freud, S. La interpretación de los sueños. Op. Cit., capítulo 3. 13. lbíd, capítulo 14.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

Ulises sin trabas aunque fijado, va hacia ese lugar donde la 1930- habíame acostado ya, y estaba en esa línea indecisa en-
facultad de hablar y de narrar parece prometérsele a condi- tre el sueño y la vigilia, que es la duermevela ... cuando una voz
ción de que él allí desaparezca" 14 . Así _E.odemos disfrutar de la que surgía de no sé donde articuló con precisa claridad junto a
maravillosa producción de Ulises, a condición de que desapa: mi oído estas dos palabras: 'negro-bembón'. ¿Qué era aquello?
rezca el autor. Lo mismo sucede con el descubrimiento del psi- Naturalmente no pude darme una respuesta satisfactoria, pero
c oanálisis. Hay un Freud ue es llamado por Irma, de hecho no dormí más. La frase, asistida de un ritmo especial, nuevo en
es el caso e que elige al analista, porque se trata e ejarse mí, estúvome rondando el resto de la noche, cada vez más pro-
elegir tanto como de dejarse conducir. F'ieud bene senas difi- funda e imperiosa: Negro bembón, Negro bembón, Negro bem-
cultades con su paciente, quien no acepta su "solución". Todo bón ... Me levanté temprano, y me puse a escribir. <;2omo si r_!t:
el sueño es práctica de esa dificultad. Pero él, además, lo sue- 5?rdara algo sabido alguna vez, hice de un tirón un poema en
ña para nosotros, su sueño nos está dirigido, y al ser así, hay el que aquellas palabras servían de subsidio y apoyo al resto de
también un llamado a los analistas futuros. Su legado, inventa los versos: 'Por qué te pones tan bravo( ... ) Negro bembón (... )'
un lector como Wñsecuencia de que síemp~=tm llamado ges- y sigue... Escribí, escribí todo el día, consciente del hallazgo. A
ta otro. Lo que nos lega es el sueno como praxis, esa práctica la tarde ya tenía un puñado de poemas -ocho o diez- que titu-
de la diñcultad misma. Es su herencia, aunque no basta que lé de una manera general Motivos del Son."15
él nos lo deje, falta todavía poder recibirlo. Se requiere de esa.
o eración ue, necesariamente, implica finñar una diferencia Una vez más el soñante busca una verdad y lo hace en pri-
para que lo lega o pue a ser practica o. camino freudiano mer lugar en su sueño, sin saber que estaba ahí, tan próxima.
nos señala que sólo será posible con el sujeto del inconscien- Algo que se hace oír y que es preludio de la escritura, le qui-
te como causa de repetición, e inaugura así la puesta entra- ta el sueño. Es un momento y en él, a la manera de una per-
bajo del deseo del analista cada vez, incluyendo el tiempo en elaboración, propia de todo sueño, la repetición modificándo-
que formaliza los conceptos con que trabaja. Re-crear el psi- se alcanza un tono vívido -"vivísima impresión" dice Guillén-
coanálisis, es lo que nos dice la palabra de Freud, única vía que da cuenta de la incidencia liberadora de la interpretación.
que propicia un encuentro con lo nuevo. 'Como en una intervención, despierta.
~ Eso que se había hecho mr pone aproducir a Guillén quien
nos dice: "La frase, asistida de un ritmo especial, nuevo en mí".
El sueño de Nicolás Guillén En Negro-bembón, lo invocante resuena como pulsión, que bus-
éa anidarse en palabras. Entonces se trata de una palabra rít-
De ese encuentro con lo nuevo nos habla también el poeta mica o, lo que es lo mi~o, de un ritmo apalabrado. Ferenczi
cubano Nicolás Guillén, "un hallazgo" lo llama él, cuando lo llega a decir que cada lengua bene su propia lengua de sueño.
encuentra por la vía de una experiencia onírica. Al referirse En el caso de Guillén, su rítmica lengua de sueño lo lleva di-
al surgimiento de Motivos del Son, ese poemario que determi- rectamente a la de la escritura. Esa palabra rítmica ya es una
na también una ruptura, esta vez, dentro de lo que se venía formación, es producto enunciativo, efecto de sueño. Es que,j
dando en la literatura cubana, Guillén nos dice: transliterando, el sueño escribe y lo hace con la voz.
- "Oigo hacerse la escntura. Pues esta se oye, antes de la pro-
"El nacimiento de tales poemas está ligado a una experiencia yección en la página. Y es esperada antes de la salida de la
onírica de la que nunca he hablado en público y la cual me pro-
dujo vivísima impresión. Una noche -corría el mes de abril de 15. Augier, Ángel. Nicolás Guillén. Notas para un estudio biográfico-
crítico. Cuba, Editora del Consejo Nacional de Universidades, 1965,
14. Blanchot, Maurice. El libro que vendrá. Op. Cit., capítulo 1,1. tomo 1, capítulo 6.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

frase. Me suspendo en este espacio, es esta~ lo más cerca po- no entender su propia obra"19 • Es que entre la obra y el autor~
sible del enunciado interno" dice M. Duras 16 • La voz estaba, "no hay relación", nunca la propi~ obra es para entender. Blan-
pero como Lacan nos enseña en relación al acto, que consis- chot, cuando ubica a Ulises respecto de Homero, ya estaba se-
te en la lectura del acto, ¿quién lo sabía con anterioridad ? En ñalando que la obra es trabajada por lo inconsciente.
el acto de escribir "se hizo posible recuperar la voz, ese gra- Nicolás GUilÍén nos dice que Los Motivos del Son han na-
no que, lo quiera o no, le sale a la escritura en el centro mis- cido del sueño, ~sde esa discontinuidad propia del deseo. El
mo del papel" 17 • En el soñante de Guillén hubo este oigo ha- agrega que después de escuchar esa voz que proviene de nin-
cerse la escritura, fue posible recuperar "una voz que surgía guna parte, no durmió más. El despertar es aquí en el lugar
de no sé donde" dice el poeta, Freud, a su vez, la llama "la voz de una respuesta, haciéndola claudicar. Una dimensión fun-
de nadie" refiriéndose a lo que dice el inconsciente. La pala- damental del deseo del sueño hace al pasaje _Eropio de lapa-
bra tramada por el sueño, abre a otra cosa, hace un corte que labra, esta vez, en el campo de la literatura, vocacional para
permite el surgimiento de lo inesperado. El despertar hizo, en -nüillén, ya que le supone una exigencia exclusiva, una elección
el caso de Guillén, lugar a la poesía. Es así como también él, que "aún permaneciendo enigmática, se afirma como esencial
de igual modo que Freud, produce este hallazgo fundamental y de tal manera que no puede apartarse de ella sin la certi-
para su obra, ligado a la singular experiencia del inconscien- dumbre imperiosa, indescifrable de una equivocación"20 • Por-
te. De igual modo, vale decir, requiriendo del soñante en un que vocación no es convicción idealista, es eso cercano a cada
momento culminante de su capacidad creadora. Es que él so- escritor -dice Blanchot- como si fuese su propia sombra. Él
ñante le prepara la vía regia al creador. huye de ella a la vez que la persigue. N o dejemos de señalar
El sueño de Guillén constituye, como el de Freud, un paso que vocatio-ogni significa llamado al otro. Es de ese modo, des-
en la creación de lo nuevo. Y con ese paso se produce el hallaz- plegando ese llamado, "luchando siem re en su contra"21 ·-ue
go del que habla el poeta. Lacan, por su parte. llama hallaz- e que escn e presta su subjetividad, dialoga también con
go a eso que se produce en la hiancia propia del jnconsciente .... os o ros. su vez, es por la vía de ese lazo con otros que se
Es un tiempo de solución cuyo acento particular lo constituye trasmite lo que ha claudicado, efecto de una operación de bo-
fa sorpresa: "aquello por lo que se encuentra a la par, más y_ rramiento. Instituyéndose sobre lo instituido, ese borramien-
menos" 16 . Se trata de un "re-hallazgo" que, por estar siempre to despierta los principios en los que descansa, muchas veces
dispuesto a escabullirse, instaura la dimensión de la pérdida, por inercia, la institución22 •
discontinuidad que es inaugural también en Freud. El incons-
ciente se manifiesta como esa ruptura, por donde vuelve a sur-
gir un hallazgo que Freud asimila al deseo. Guillén, por su par- 19. Augier,A.Nicolás Guillén. Op. Cit., capítulo 5.Ánge1Augier ubica,
te, nos dice que esa discontinuidad es la que lo puso a escribir en este contacto del poeta con el músico, un posible antecedente a
y agrega, en la ocasión de una caricatura hecha al compositor su "próximo rumbo poético".
Ruiz: "Debe de haber algunas personas parecidas a estas ca- 20. Blanchot, M. El libro que vendrá, Op. Cit., capítulo 2, 9.
ricaturas. Lo malo es que nosotros no las conocemos. Ni el di- 21./bíd.
22. Si por institución entendemos la cristalización de un sentido que,
bujante tampoco(. .. ) el autor vive la tribulación tremenda de
al fijarse, excluye las diferencias que instituye el estilo. Ese estilo
que Lacan define así: "Todo retorno a Freud que dé materia a una
16. Duras, M. La vía de la alegre desesperación. Barcelona, Outside. enseñanza digna de ese nombre se producirá por la vía por la que
17. Kamenszain, Tamara. "El grano de la voz". Clarín, 1° de agosto de la verdad más escondida se manifiesta en las revoluciones de la cul-
1999. tura. Esta vía es la única formación que podemos pretender tras-
18. Lacan, J. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Se- mitir a aquellos que nos siguen. Se llama:~" ("El psicoaná-
minario 11, Buenos Aires, Paidós, 1995, capítulo 2. lisis y su enseñanza", Escritos 2, Op. Cit.)

64 65
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

El sueño de Primo Levi cuito sin fin de eterno retorno. Sin embargo, ese retorno en-
marcado en el sueño -el texto mismo lo declara, cuando dice
Podría suceder que el despertar que en el caso de Guillén "cada vez de forma diferente"- trae ya algo distinto: el sue-
fue ocasión de poesía y que en el de Freud, gestó su descubri- ño es en sí mismo una interpretación producida por el sujeto
miento, (no sin antes poner agallas) quede congelado: "sumer- y constituye una operación transformadora. Y no sólo es un
gido para siempre en el interior del sueño", como dice Agam- sueño sino que es "un sueño dentro de otro sueño", es decir,
ben, refiriéndose a un sueño de Primo Levi que se le repite 23 • que podría haber allí una doble transformación. Cuando en la
Es una paradoja decir que el despertar puede quedar su~ elaboración onírica Freud interroga esta modalidad del "sue-
mergido en lo soñado, pero es que lo que se repite esjustamen- + ño en el sueño", nos dice que "tiene por objeto rebasar nueva-
te la orden de despertar, una orden que aplasta al sujeto,~ mente su valor y despojarla de su realidad. Aquello que al fi-
aplasta el despertar. LeVTio relata en estos términos: nal de un 'sueño en el sueño' continuamos soñando es lo que
el deseo onírico quiere sustituir a la extinguida realidad" 25 •
"Es un sueño dentro de otro sueño, diferente en los detalles, úni- Freud considera el soñar mismo como "una forma de repulsa"
co en la sustancia. Estoy comiendo con la familia, o con amigos, y confirma así la teoría de que el sueño es una realización de
o en el trabajo, o en una verde campiña; en un ambiente apaci- deseos. Es decir, una manera que el soñante se da para poder
ble y distendido, alejado en apariencia de la tensión o del dolor; enfrentar aquello que se le presentifica como penoso. Una for-
y, sin embargo, siento una angustia sutil y profunda, la sensa- ma de disminuir lo que experimenta y poder tolerar así, que
ción definida de una amenaza que se cierne sobre mí. Y de he- el sueño no se interrumpe. "Surge cuando la censura -nunca
cho, a medida que se desarrolla el sueño, poco a poco, o brutal- totalmente adormecida- se ve sorprendida por un sueño que
mente, cada vez de forma diferente, todo se derrumba y se des- ha logrado forzar el paso."26
hace a mi alrededor, el escenario, las paredes, las personas y la Por de pronto, la división que Levi establece entre sueño
angustia se hace más intensa y más precisa. Todo se ha tomado interior y exterior, ya señala que estamos ante una parte in-
ahora un caos: estoy solo en el centro de una nada gris y turbia, tacta y ante otra que no lo está. Una parte que ha logrado for-
y de repente sé qué es lo que esto significa y sé también que lo zar el paso y otra que no. La intacta es esa que puede escu-
he sabido siempre: estoy de nuevo en el Lager, y nada era ver- charse en el "oigo una voz bien conocida". Esta expresión que-
dad fuera de él. El resto era una breve vacación, o engaño de los da en relación a saber algo que sabe siempre lo mismo, algo
sentidos, sueño: la familia, la naturaleza en flor, la casa. Ahora que permanece en un curso sin fin, inalterable. Se trata de
este sueño interno, el sueño de paz, ha acabado, y en el sueño una parte congelada que perdura en la formación del sueño.
exterior, que sigue gélido su curso, oigo resonar una voz, bien co- Sin embargo, no es sólo ese resto lo que vive allí. No se trata
nocida; una sola palabra, no imperiosa, más bien breve y sorda. de una repetición de lo mismo exclusivamente, hay también
Es la orden del amanecer en Auschwitz, una palabra extranje- un plus. Porque el sueño no es sólo esa voz, es también el in-
ra, temida, esperada; levantarse, Wstawac. "24 terno, ése al que Levi se refiere diciendo que se ha acabado.
Pero aún habiéndose acabado, o por eso mismo, el sueño tra-
Este relato de Levi puede hacernos pensar, en una prime- mita un cambio generando una variación en lo interminable.
ra instancia, que se trata de una situación de repetición, de Cuando Levi se decide a contarlo, abre a la posibilidad de ges-
la que el soñante no puede salir. Como si se hallara en un cir- tar esa variación, así como también, a la de trasmitirla. En-
tonces, eso soñado tan íntimo, deviene público. Es que al ha-
23. Agamben, G. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo.
Hamo Sacer III. España, Pre-textos, 2000, capítulo 3. 25. Freud, S. "La interpretación de los sueños". Op. Cit., capítulo 6, C.
24.Ibíd. 26. lbíd, capítulo 6, I.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

cer público un sueño, lo que guía en el relato tiene otra expec- Soñábamos en las noches feroces
tativa que la de ofrecerlo a un descifrado analítico. Está cla- Sueños densos y violeMos
ro que la función de la interpretación se halla restringida ex- Soñados con alma y cuerpo:
clusivamente a la situación del análisis. Pero aún cuando no Volver, comer; contar lo sucedido
haya lugar para que pueda leerse un sueño contado en esas Hasta que sonaba breve y sorda
condiciones "públicas", la verbalización ha de adquirir algún La orden de la amanecida:
valor. Freud dice, incluso, que los sueños inventados por los "Wstawac";
poetas se comportan como genuinos 27 • Es el sueño que vol- y el corazón se rompía en el pecho.
viéndose relato para un lector, es capaz de propiciar un cam- Ahora hemos regresado a casa,
bio a través de algo del sujeto que no se limita, sin embargo, Nuestro relato ha terminado.
a lo personal, es un pago que hace el escritor, al inscribirse Ya ha llegado la hora. Pronto oiremos otra vez
singularmente a través de esa nueva producción. Si un suje- La orden extranjera:
to se deja, queda comprometido, ya no tiene remedio, resul- ''Wstawac"28
tando una decisión tomada con algo que él no gobierna, perQ
que lo dispone haciendo porvenir. N o hay porvenir que pueda Levi, al escribir el sueño como poema, escribe sobre lo es-
carecer de esa entre a, de esa marca smgular de cada uno de crito y lo transforma29 • Pero, ya lo hemos dicho, no hay trans-
os sujetos. No podemos decir que aquí la su ~e 1v1 a no in- formación si al mismo tiempo algo no se borra. Porque en cada
·remene, smduda lo hace, pero, recortamos su funcionamien- ·pasaje se produce una pérdida que avanza bordeando lo in-
to de una manera diferente. Es otro el alcance que puede ha- nombrable, como en el poema donde Levi afirma: "Nu estro re-
ber en dicho relato y otras las consecuencias. Consideramos lato ha terminado. Ya ha llegado la hora". El escritor dice que
que estas consecuencias a los analistas también nos intere- la orden pone fin al relato, haciendo que se detenga, es decir,
san, en la misma medida en que nos importa la subjetividad que el poema presenta ese punto intocado, real, indócil a la me-
de una época. El sujeto del sueño, comprometido con eso que táfora, punto que, mientras el relato transcurre, hace de bor-
en él no puede callar, hace de soporte. Entonces, ya no puede de a la orden. El poema, entonces, trabaja con una estructu-
silenciarlo, y al contarlo, inaugura un marco para la inscrip- ra doble: por un lado, no le alcanza la metáfora, pero por otro,
ción de lo que instaura una discursividad nueva, que va más esa misma carencia lo empuja a seguir.
allá, inclusive, de la del autor. La orden de la amanecida, el Wstawac, ese estribillo que
En el caso de Levi, tanto no puede callar que da todavía un repite, implica, al mismo tiempo, ritmo (al modo de Negro-
paso más. Busca otras formas de decir el sueño, formas que bembón en el caso de Guillén). El imperativo de la voz "a le-
incluso devienen poesía. Así, produce una variación a la ex- vantarse", es siempre el mismo, en una repetición casi conge-
periencia onírica: lada que no se deja gastar "ni en sueños". Tampoco en el poe-
ma, aunque lo causa. O, tal vez, por eso. Este imperativo es lo
opuesto a la voz de nadie propio de la creación, que deja lu-

27. Freud, S. "Historia del movimiento psicoanalítico". Op. Cit., II. 28. Poema de Primo Levi fechado 11-1-46. En La Tregua. Barcelona,
"Otro nuevo camino condujo desde la investigación de los sue-
ños al análisis de las creaciones poéticas, y luego, al del poeta y
Muchnik, 1997. D"
29. El poeta se crea un mundo propio, o más exactamente, sitúa las
el artista mismos, descubriéndose que los sueños inventados por cosas de su mundo en un "orden nuevo", dice Freud en "El poeta f
los poetas se comportan frecuentemente, con respecto al análisis, y los sueños diurnos". Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nue-
como sueños genuinos." va, tomo 4.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

gar a la invención de Freud. Es también distinto al hecho de el sueño se entrama en su descubrimiento y jalona su inves-
recuperar la voz en Guillén. En el poeta había un "no querer tigación. El legado trasmite por su modo, hace a la formación
decir nada" mientras que aquí, la "voz bien conocida" de Levi, del analista.
quiere decir todo. Es la cara más l!ontundente del horror. !Jn . En el caso de Guillén, sucede algo similar. Por la vía sue-
horror desvelado pero el mismo que hace falta atravesar en ño-poema, el poeta produce otra literatura. Así, en un movi-
todo sueño. "Wstawach -recuerdo puramente acústico, seña- miento temporal, el sueño, en retroacción, se vuelve porvenir.
Ianiíento del lugar donde el lenguaje, devenido pura violen- Guillén, quien nos dice que para él el mejor poema "es el que
cia, golpea una y otra vez; un dolor que se reproduce siempre está aún por escribir(se)"33 , sitúa el valor de sus poemas-so-
idéntico a sí mismo, sin dejar huellas. Sueño que no conclu- nes, más allá de lo estrictamente musical. Dichos poemas son
ye, que no se umbilica y que sólo puede tener 'un final provi- para él "lo único que nos va quedando que sea verdaderamen-
sional', sin duda, incluso aleatorio."30 Indudablemente. Pero te nuestro". Es en este sentido que a él le importa el decir del
aún así construye una estética. La estética de Levi es efecto pueblo cubano, "la búsqueda de su entraña profunda"34 , bús-
de su travesía por el horror, con éste hace su poesía. N o este- queda que lleva a cabo con el sueño y de cuyo efecto resulta
tiza el testimonio porque no desplaza la imposibilidad lógica la construcción de un porvenir: "estos son unos versos mula-
que hace a su estructura intentando volverlo posible. Lo úni- tos (. .. )Algún día se dirá: 'color cubano'. Estos poemas quieren
co posible -como dice Agamben- es que "el testimonio puede adelantar ese día"35 • Que el deseo no sepa de qué es deseo, es
fundar la posibilidad del poema"31 • Posibilidad poética que, en justamente lo que hace lugar a que haya un camino. Porque
el caso de Levi, se da más allá de él mismo. A su pesar incluso, lo que un hombre busca, lo construye al buscarlo. El poeta se
él nos deja un cuerpo que es diferente a ese que se sabe siem- refiere explícitamente al futuro:
pre igual: el cuerpo de su palabra32 •
"No me avergüenzo de decir que lucho como poeta por el futu-
ro de los poetas y de quienes no lo son; (. .. ), y que no temo de-
Confluencias dicar a la muerte el son que alguna vez le negué: Iba yo por un
camino 1 cuando con la Muerte di."36
Tanto Freud, Guillén, como Levi, soñando hacen lo nuevo.
Y al narrarlo, nos enseñan acerca del lugar del sueño en la En estas palabras de Guillén, quedan articulados futuro y
trasmisión. Freud, testimonia que al atravesar el horror -esa muerte. Es cuando se refiere al futuro -no sin necesitar del
cabeza de medusa- escribe el sueño. y al hacerlo, escribe el recurso de la negación- que dedica un son a la muerte. Es su
·:e_sicoanálisis. El atravesamiento de ese punto inextinguible modo singular de abordar la trasmisión. Pueden leerse allí mu-
que hace al deseo inarticulable, aunque articulado, como lo chas cosas, la ambigüedad misma del son lo habilita, arries-
precisa Lacan, ha de dar otro producto. En el caso de Freud, guemos una: ante el límite, el poeta expresa un deseo, ir por un
camino, es decir, estar vivo cuando la muerte lo encuentre.
Pero no siempre es posible contar con ese límite. Hay ocasio-
30. Sneh, Perla; Cosaka, Juan Carlos. La shoah en el siglo. Argentina, nes en que se duda en llamar a los hombres vivos o muertos.
Xavier Bóveda, 1999, capítulo 3, Testimonio y crisis, 11.
31. Agamben, G. Lo que queda deAuschwitz, Op. Cit., capítulo 1, 1.13
32. "¿Por qué la poesía en tanto escritura, y por ende mediatizadora 33. Augier, A Nicolás Guillén, Op. Cit., tomo 2, capítulo 13.
de la satisfacción pulsional, no resulta suficiente para atemperar 34. Augier, A Nicolás Guillén, Op. Cit., tomo 1, capítulo 6.
el goce de la pulsión de muerte?". Pipkin, Mirta. "Escrituras que 35. Guillén, N. Obra Poética, "Sóngoro Cosongo". La Habana, Bolsili-
bordean lo real", Actas de Reunión Lacanoamericana de Psicoaná- bros, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, tomo 1, "Prólogo".
lisis, 2005, Florianópolis. 36. Augier, A Nicolás Guillén, Op. Cit., tomo 2, capítulo 11.

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MASU SEBASTIÁN
ACOSTAR AL ANALISTA

"Se duda en llamarlos vivos: se duda en llamar muerte a su


muerte (. .. ). Son los que pueblan mi memoria con su presencia que trazan su porvenir"40 • La vacilación de Levi oscila entre,
sin rostro, y si pudiera encerrar a todo el mal de nuestro tiem- solamente testimoniar -como si se pudiera- y destituir el pa-
po en una imagen, escogería esta imagen, que me resulta fami- sado dándole forma. Es lo que él produce cuando hace hablar
liar: un hombre( .. .) en cuyos ojos no se puede leer ni una hue- al musulman. Lo hace hablar en él, eso es lo nuevo. Así des-
lla de pensamiento (... ) mueren sin dejar rastros en la memo- truye el pasado del que habla Jabes y construye otra cosa ya
ria de nadie."37 algo distinta. Porque lo quiera o no, con el sueño, también con
el poema, él recoge la voz imperativa que ordena gozar. Y la
Así se refiere Levi al musulmán, a "ese muerto viviente", el diferencia es recibida. Cuando lo relata, lo escribe para un lec-
detenido de los campos ante la inminencia de la muerte cuan- tor. Así es como Levi trasmite, mientras contribuye a sopor-
do ya no puede decirse qué es un hombre (expresión con la que tar la Shoá, hasta que no puede hacerlo más 41 • Cuando a la
Levi tituló uno de sus textos) 38 . Las muertes, entonces, no son selección tremenda ejercida sobre el musulmán, esa presen-
todas iguales, las respuestas ante ellas, tampoco. De allí que cia sin rostro, esos ojos sin huellas, él responde haciendo me-
la ruptura que genera Levi cuando narra el horror de los cam- moria, responde con otra selección: la que resulta de buscar
pos constituya una respuesta nueva. Así es como toma una di- por qué vías decir esa experiencia que se le presenta cuando
rección muy diferente, cuando nos trasmite, con una crudeza se encuentra conminado a escribir aquello que experimentó.
extraordinaria, su vacilación, su contradicción -casi hastá el Es la elección misma de esas vías la que ha de determinarlo
desasosiego-, entre hacerle lugar a lo nuevo y dejar que lo ya en su responsabilidad.
dado se siga repitiendo.
Hay una vacilación entre escribir eso insoportable a que "Escribo aquello que no sabría decir a nadie( ... ) Tan fuerte sen-
la Shoá lo confronta, y retirarse. Es notable leer en su sueño tíamos la necesidad de relatar que había comenzado a redactar
escindido (entre exterior e interior), la experiencia de descen- el libro allí, en ese laboratorio alemán lleno de hielo, de guerra
tramiento propia de todo sueño, pero de una manera extrema. (...) Pero escribí el libro apenas regresé, en unos pocos meses: a
Leemos que es a su pesar que deja entrar lo nuevo, sólo con tal punto los recuerdos me quemaban por dentro( ...) Fue la ex-
el fin de testimoniar. De hecho, Levi dice que no se conside- periencia del Lager la que me obligó a escribir (... ) me parecía
ra escritor, sino testigo: "Estoy en paz conmigo mismo porque tener este libro entero en la mente, sólo tenía que dejarlo salir
he testimoniado39 • Pero la posición de testigo no es, nos dice y que descendiera al papel."42
Jabes, lo más propio de ser escritor. "El escritor, como el his-
toriador da un sentido al pasado pero, contrariamente a este Levi precisa de este modo lo que llama el "acta de nacimien-
último, destruye el pasado dándole forma. El escritor no bus- to" de su primer libro, Si esto es un hombre. Cuando el recuer-
ca ser testigo. Él está solamente a la escucha de las palabras do le quema por dentro, él escribe, dejando así, una marca en
el cuerpo tan particular de la lengua del Lager. Le quema, y
esto quiere decir que ya no puede retroceder a la interroga-
37. Levi. P. Si esto es un hombre. Op. Cit., "Los hundidos y los salva- ción sobre lo que en esa lengua se está produciendo. Esa ha
dos". de ser la manera en que él firme lo que diga o en que, justa-
38. "Muselmann, ignoro por qué razón, los veteranos del campo desig- mente por firmarlo, comience a decirlo. Porque como nos dice
naban así a los débiles, los ineptos, los destinados a la selección."
lb íd.
40. Jabes, E. Del desierto al libro. Op. Cit., "Del Desierto".
39. O también "A mi experiencia breve y trágica de deportado se ha
41. Lo encontramos ya anunciado: ''hasta que un día no tenga sentido
superpuesto esa otra mucho más larga y compleja de escritor-tes-
decir mañana". En Si esto es un hombre. Op. Cit. "Apéndice".
tigo". P. Levi en Si esto es un hombre. Op. Cit. Apéndice.
42. Levi, P. Ibíd.

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ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

porvenir; pero este porvenir que el soñador toma como presen-


Derrida se necesita algo más que el nombre para firmar (sig-
te está formado por el deseo indestructible conforme al mode-
ner), ya que la acción de firmar es un performativo por el que
lo de dicho pasado."45
se confirma que se ha hecho algo. Aunque, hará falta todavía,
para que esta firma sea refrendada, que haya un espacio ins-
No se trata de adivinar el futuro, tampoco de que el sue-
titucional en el que la diferencia que porta la obra, efecto de
ese trabajo de la memoria que olvida, pueda ser recibida. "Sin ño nos "lo muestre", porque no es el porvenir real del que ha-
bla Freud, sino que es un porvenir que está formado por el
esta 'contraseña' (contreseing) política y social, no habría obra
deseo indestructible46 • Entonces, dado que no es el porvenir
de arte, no habría firma." Según Derrida, el destinatario no
real sino el que deseamos, Freud puede dar un paso más: "El
existe aún, pero está ahí donde empieza la firma 43 •
alma popular se conduce aquí, según su costumbre, creyendo
Levi "contrafirmó". Supo hacer existir al destinatario, y al ir
lo que desea". El pensamiento freudiano divide así las aguas
más allá de donde ''habría que detenerse" el poeta se produce y
su poesía cobra valor instaurador. Este camino de la creación, entre creencia y deseo, entre saber y sinsentido. Ese deseo in-
destructible que se pasea durante todo el viaje, esto es, en el
como efecto de operar una contrafirma, en ocasiones lo abre
proceso que va del nacimiento a la muerte, ese deseo duran-
un sueño. Los deseos reprimidos crean sueños, pero su crea-
te toda la vida es siempre el mismo. Es que el sueño no satis-
ción no siempre termina allí. "Qué importancia ética hemos de
face el deseo, lo que en realidad hace es abrir a la posibilidad
dar a los deseos reprimidos, que así como crean sueños, pue-
de significarlo singularmente. De un sueño tenemos sólo su
den crear algún día otros productos?"44 Es notable que Freud
relato y cuando ese relato se dispone buscando un lector que
aluda en este caso a la dimensión ética de la estética. Efectos
lo lea, hace a esa "estructura que queda por consumir"47 , esa
o productos de un discurso, que al producirse por la vía de la
que Lacan designa como porvenir. Es un pase de deseo lo que
verdad más escondida, esa vía que en el caso del sueño el dis-
hace porvenir, ya que lo que se trasmite es el sinsentido. Ese
fraz confirma, retornan en diversos lugares de la cultura. La
subversión freudiana que introduce al sujeto en el orden del más allá de cada uno de los elementos que están articulados,
deseo, es ubicada así, mucho más allá de los límites del con- es lo que efectiviza un pasaje, el pasaje propio de la palabra.
sultorio de un analista. Freud se interesa por los efectos de "Puesto que si el porvenir pasa por las palabras, -las palabras
esa subversión, al igual que Lacan cuando le señala al analis- jamás son inocentes y preparan el pasaje al acto, en el senti-
ta que se ocupe de atender lo que entraña ese cambio que él do que el libro da forma a la vez a nuestro espíritu y a nues-
llama "conversión ética radical", que la introducción del psi- tra sensibilidad-, ¿de qué porvenir se trata? Todo creador se-
ría entonces, a pesar suyo, responsable de un futuro que no
coanálisis en el mundo ha generado.
tiene modo de moldear."48
"¿Y el valor del sueño para el conocimiento del porvenir?",
es la pregunta de Freud, nada más ni nada menos que al cie-
rre de La interpretación de los sueños, que él responde así:

"El sueño nos revela el pasado, pues procede de él en todos los


sentidos. Sin embargo, la antigua creencia de que el sueño nos 45. Freud, S. lb íd.
muestra el porvenir no carece por completo de verdad. Repre- 46. En el Seminario 21 Lacan lo sitúa así: "que ese porvenir que el so-
sentándonos un deseo como realizado, nos lleva realmente al ñador toma por presente, estágestaltet, está estructurado por la in-
destructible demanda en tanto que ella es siempre la misma: zum
43. Derrida, J. No escribo sin luz artificial. España, cuatroediciones, Ebenbild". Op. Cit., clase del6-ll-73
1999, capítulo 4, 13. 47. Ibíd, clase 20-11-1973.
44. Freud, S. "La interpretación de los sueños". Op. Cit., capítulo 7, F. 48. Jabes, E. Del desierto al libro. Op. Cit., "Una lectura prioritaria".

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LA-ESCRITURA ES POLÍTICA

A Héctor Braun,
cuya muerte da razones a este texto.

Empezar a hablar es tomar una dirección. Se deja de lado


una multiplicidad de otras opciones a favor de alguna. Calvino { -.iJ
dice que esto mismo se juega para un escritor: en el momen- 1
to en que empieza a escribir, toma una posición y lo que vie-
-ne prosigue a partir de ahí. Es un momento, un instante cru-
cial, el de la elección de las palabras que habremos de pronun-
ciar. Hay una particularidad en el lenguaje, que hace que no
pueda usarse cualquier palabra, indiferentemente de lo que
se pretenda decir. Por ejemplo, es claro que hay un lengui.)e
para la muerte que se distingue del de la vida. En este senti-
do, Edmond Jabes nos da un testimonio:

"Mi hermana murió prácticamente en mis brazos( ... ) Recuer-


do haberle dicho algo como: 'No te podes morir. Es imposible'. A
lo que ella respondió exactamente con estas palabras: 'No pien-
ses en la muerte. No llores. Nadie se escapa de su destino'. Yo
comprendí, aquel día, que había un lenguaje para la muerte, así
como hay un lenguaje para la vida. No se le habla a alguien ago-
nizante de la misma manera que a un ser vivo."1

Es en relación a una experiencia de su historia personal


que se produce para Jabes un comienzo. A partir de esa expe-
riencia con otro, él singulariza una voz y subraya una situa-
ción límite: el anuncio o la inminencia de una muerte. Des-

l . Jabes, E. Del desierto al libro, Op. Cit., "Del Desierto".

77
ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

de allí nace el valor (de desgarro) que la palabra tuvo para él. rectos y "todo camino indirecto es un devenir mortal"3 . La es-
Asimismo nos transmite un aprendizaje: no se le habla igual critura es ese espacio -y cuando decimos espacio decimos tam-
a quien está por morir, porque su palabra es diferente. Es que bién tiempo- en el cual una transformación puede producir-
también para quien presencia la muerte de otros, la palabra se, pero sólo si ésta incluye la "memoria de lo mortal". Derrida
cambia. Tampoco habla igual el testigo de una muerte cuan- dice al respecto que conservar esta memoria es precisamente
do ya no hay ninguna palabra que diga lo suficiente. A ese tes- una manifestación de- la viclayhace a üña Íorma de contra-
tigo lo cambian las palabras que le dice a quien está por mo- -diCción drufo que la vidá" de la lengua-;, tambiénz._así_pensa-
rir, tanto como las que no se dijeron, las que no pudieron de- aa, la vida de los espectros4 : Este proceso de la escritura in-
-L j cirse. Lo cambian si las dijo, lo cambian si no las pudo decir. separable de la experiencia de la vida y la muerte es el que
1 • Más que nunca persigue, ése que conversa con alguien que
da tiempo, distancia, un intervalo que posibilita seguir. Dar
está por morir, poder adecuarse en algo a eso que - inexplica- tiempo es, en cierto sentido, también equivalente a dar mOO-
ble-- se le presenta. En esta búsqueda de adecuación es jus- te~ando escribimos suspendemos nuestra muerte acQPláif
tamente donde la escritura se hace lugar. La escritura como donas a ese otro tiempo de las paJabras5 , pero suspenderla
punto de partida. · _ no es lo mismo que excluirla de nuestra vida. Es que jngresar)
"Estoy aquí para registrar con qué pie arrancan", solía de- el cálculo de la muerte en el de la vida es lo propio de la fun-
cirleLacan iil.os analistas en sus presentaciones de enfer- ción de la escritura. Al abordarla en términos ele temporali-,
mos. Es el mismo punto en juego al momento de escribir. La aad se abre un campo de operaciones. El relato mismo ya es
expresión arrancar remite tanto a comienzo, punto de parti- una operación sobre la duración, un tratamiento de ese trans-
da, como a separar violentamente una cosa, extraer, y tam- currir del tiempo6 •
bién quitar. Se pueden distinguir así dos vertientes: iniciar y
separar. Ambas están en el corazón de la escritura. "Eriilo<ÍO
de comenzar es un desprendimiento)a escritura misma lo es,
aunque no se sepa del todo de qué. El principio, tanto como la
conclusión -atravesados ambos por la elección- constituyen
un punto de partida. 3. Deleuze, Gilles. Crítica y Clínica. Barcelona, Anagrama, 1997, ca-
La escritura hace a la distancia necesaria para que las co- pítulo l.
sas puedañ umcarse."Dar aístancia es re'sponder a un proceso- 4. ) Derrida, J. "La lengua no pertenece". Entrevista con E. Grossman,
que está interrumpido~euze sostiene que no se escribe con V en Diario de Poesía N• 58, primavera 2001.
las neurosis, ni con las psicosis, ya que estos son estados clíni- ·s. "Sabemos, mientras escribimos (o leemos) que suspendemos nues-
tra muerte acoplándonos a otro tiempo (el de las palabras), pero
cos y, como tales, constituyen interrupciones de un proceso. La
esta operación se realiza en la medida en que el sujeto que escribe
literatura, la escritura, en cambio, "es médica de sí misma'12 , desaparece. La muerte ha sido conjurada, pero a cambio el sujeto-
porque es un proceso, nos dice Deleuze, un paso de Vida que, autor fue sacrificado." Axel Gasquet 1 Martín Cuccorese "Foucault
inseparable del devenir, consiste en encontrar "la zona de ve- - Bataille". Argentina, Trivial, 1993. En Prefacio a la Transgresión
cindad, de indiscernibilidad, o de indiferenciación". Y el deve- de Michel Foucault.
nir que siempre está en el "entre" se traza por caminos indi- 6. Al tiempo se lo contrae o se lo dilata. Refiriéndose a la digresión
Calvino lo dice así: "es una estrategia que multiplica el tiempo en
2. M. Blanchot, refiriéndose a ''la salud de las palabras", se pregun- el interior de una obra, es una fuga perpetua, ¿fuga de qué? De la
ta "¿las desgarra el equívoco?", para concluir: "Feliz equívoco sin el muerte.( ... ) La muerte está escondida en los relojes". !talo Cal-
cual no habría diálogo", en De Kafka a Kafka. Breviarios, Fondo de vino. Seis propuestas para el próximo milenio. España, Siruela,
Cultura Económica, Argentina, 1993, capítulo l. 1998, "Rapidez".

78 79
~ ~ í ......Q, ~ <>k ¡¡, ét.1 f '\,.(.
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

Dar tiempo \ por doquiera a nuestra mtervención."8 Es así como él nos pre-
senta la neurosis de transferencia como el campo propio del
El tiempo también corre para el analista. Freud, refirién- análisis: de carácter ficcional en el que se produce el tránsito.
dose al problema de la resistencia, insiste: "hace falta dar ¿De qué ~a pueae tratarse que de uñpaso de escritu- ?
tiempo al enfermo". La escritura del analista, ese proceso que ra? Es en ese terreno transferencia! que el analista intervie- ·¡1
gesta intervalo entre los efectos producidos en el análisis y ne en la escritura por el ejercicio mismo de su función: por- 1
el momento en que él puede dar cuenta de ellos, lo prepara que lo que él dice es cort~s~ "zanja", es decir corta al le~:¡
para que, a su vez, pueda alojar las demandas que se le di- Pero también es pertinente considerar actüae escritura a la
rigen en cada proceso. Porque, ¿qué es alojar una demanda función que ejerce un analista cuando trasmite, cuando con-
sino justamente dar el tiempo que el otro necesita para ha- cibe la enseñanza en términos de trasmisión. En ese acto, no
blar? Una articulación se hace ver entre este tiempo que se puede prescindirse de }a dimensión ficcional gue crea una
da para que otro hable y la aceptación de la demanda. El ana- _1QlliLintermedia para tramitar una verdad de lo acontecido
lista abre así un campo temporal para la pregunta del otro, en el análisis que conduce y del que se hace responsable. Por- 1
de tal modo que hasta sus sueños, a menudo repiten, de una
manera nueva, la pregunta del analizante. Así, esas forma-
ciones dan presencia, trabajan para hacer un lugar. Se trata
que también esta escritura tiene una función de corte y nece-
sita, para ejercerse, esa intermediación que se produce en el
encuentro entre el diálogo analítico y las diferentes lecturas
l
de la presencia del analista, requerida en la experiencia del a las que el analista recurre para formarse. Esta otra escritu~ 1
análisis como límite. Es a este límite al que sirve la praxis ra propia a la trasmisión de la experiencia, ese pasaje que va
de escritura que él realiza y que llamamos escritura clíniCa. ael acto a decir ese acto, constituye el campo de la escritura
Y es por esta razón que la consideramos también parteaela del analista. Porque no hay trasmisión posible sin la apropia-
formación. Porque dar el tiempo con la interrupción que esta ción, que hace lugar a la lectura y, en consecuencia, al texto
escritura gesta, posibilita al analista un trabajo con las re- que se requiere para pasar la experiencia. A ese trabajo lo so-
sistencias. Esta praxis formativa es también un modo posi- lemos llamar -médicamente- articulación clínica, con la sal-
ble de aplicar los principios propios de su método a lo que él vedad de que justamente, articulación es lo que no hay. Esa
hace. Y esto no significa que, por el sólo hecho de escribir, él falta tiene como respuesta un particular enlace que constituye
tenga que necesariamente convertirse en escritor. Salvo que en sí mismo el modo temporal en el que un analista se planta
entendamos por escritor a "quienquiera que haga en carne y se expide, ante cada situación singular. Por confrontar con
viva la experiencia de esta errancia espectral, quienquiera lo universal,cada caso se vuelve un caso, donde la adecuación
f que se entregue a esta verdad de la lengua, es poeta, escriba de la teoría hace cada vez una teoría. Solamente ese cada vez,
\ o no poesía( ... ) Llamo poeta a aquel que hace el pasaje con abre a la política de una escritura en psicoanálisis.
acontecimientos de escritura,7• Al hacer de distancia, la escritura separa de lo que solemos
Este pasaje del que habla Derrida, este acontecimiento de
escritura ¿no es acaso lo propio de un análisis? Es claro que
en el análisis este pasaje se produce cuando la transferencia,
al crear un dominio intermedio entre la enfermedad y la vida
real, hace posible el paso de la una a la otra. "El nuevo esta:
do ha asumido -nos dice Freud- todos los caracteres de la en-
8. Freud, S. "Recordar, repetir, reelaborar. (Nuevos consejos sobre la
técnica del psicoanálisis, II)", Obras Completas, Argentina, Amo-
rrortu, volumen XII, 1988.
9. Lacan, J. El momento de concluir; Op. Cit.: "la escritura es un arti-
ficio" (clase dell0-1-78) . "El analista, él zanja, (tranche) lo que dice
es corte, es decir, participa de la escritura, en esto precisamente:
l ~
fermedad pero constituye una enfermedad artificial asequible que para él equivoca sobre la ortografia. Escribe diferidamente de
modo que por gracia de la ortografia, por un modo diferente de es-
7. Derrida, J. La lengua no pertenece. Op. Cit.

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...,.J/1, 1 '\ (li
cribir, sueña otra cosa que lo que es dicho" (clase del 20-12-77).

81
,J
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

llamar un caso: que un analista lo construya no quiere decir Es en este punto preciscrque nos interesa el testinHHll'<i.e
que lo comprenda, sino que lo pueda leer. La praxis de escri- Saramago. Porque al presentarse así, lejos de contarnoHu
tura es un correlato de la del análisis, siempre que se sopor- biografía, nos habla de la génesis de su escritura. Y justam o~
te en una búsqueda de la verdad. Esta escritura se constituye te, para decirnos que en eso consiste el movimiento propio d,
también en transferencia en un sentido doble: en relación al ésta: de "personas comunes" a "personajes literarios". Cuan-
analizante y en diálogo con otros con los que el analista con- do al escritor se le presentifica el personaje instala un límite,
forma su interlocución Es también un modo en que él inten- o mejor, lo crea. Claro que de una manera paradoi~l ya que
ta responder al malestar. debe extrnílñiitarse de ese mundo privado en el que algo se
originó. Sirviéndose del límite, yendo más allá, es decir, cuan-
do construye un puente y lo franquea, se encuentra con lo que
El movimiento de la escritura ~rge de ese des_prendimiento que él mismo provoco. Se trata
de algo que ya no está en sus manos.Y es esto precisamente
lo que hace que la escritura sea también política. Es el don de
un escritor captar esos huecos, esos intersticios por donde lo ' ~
Saramago llama desierto al malestar cuando dice que vivi-
mos en un tiempo en que las palabras no significan nada, en
el que no sólo no sabemos qué decir, sino que tampoco sabe- establecido se rompe, esos lugat es de contrádlCciOn. Los escn-
mos escuchar. En su discurso de aceptación del Premio Nobel, t.ores son sabios en tirar de ese hilo, y al hacerlo, sédesparra-
al referirse a sus mayores, se detiene a describirlos: man, dejando el campo exclusivo de lo personal y alcanzando,
de ese modo, una enunciación que, si logra una incidencia en
"Un abuelo berebere, llegando del norte de Mrica, otro abuelo lo colectivo, gesta un porvenir. Eso es lo político. Toda escri:
pastor de cerdos, una abuela maravillosamente bella, unos pa- tura tiene en germen esa potencialidad si arranca de lo más
dres graves y hermosos, una flor en un retrato, ¿qué otra genea- visceral para el sujeto, su división, y hace con ella y desde ellru
logía podía importarme? ¿En qué mejor árbol me apoyaría?" -un decir. Eso es lo que se trasmite, ·sólo la huella de esa sole-
dad, ese vacío que se ha podido marcar. Blanchot llama "una
Sería ingenuo pensar que el escritor habla sólo guiado por ausencia terrible" a ese vacío y nos dice que el escritor tiene
emociones, él nos propone, en acto, una ética como la que pro- la enorme responsabilidad de adentrarse más que ninguno en \
pone en palabras. Da valor a la palabra, de esa manera en- uña relación de intímiaad con esa ausencia. Es una prueba a
tonces, trasmite esa ética que él llama "de la existencia" ba- la que él tendrá que hacerle frente y hallar en la experiencia
sada en el respeto de unos por los otros. De ese modo es que del arte y en sí mismo "aquello que transforma la impotencia \
nos relata su procedencia, su relación con los lazos humanos, en poder, el error en camino y la palabra no-hablante en uj
los afectos que lo conformaron. Pero, sin pasar por alto que al silencio a partir del cual puede realmente hablar y dejar ha-
12
escribir sobre ellos, transformaba esas blar en ella el origen, sin destruir a los hombres" •
También el analista tiene una responsabilidad. Y lo que re-
''personas comunes en personajes literarios y que ésa era, proba- su ta de ese proceso e escn ura e mica, que guarda propor-
blemente la manera de no olvidarlos, dibujando y volviendo a dibu- ción con la del análisis, incide en la estructura que Lacan lla-
jar10 sus rostros con el lápiz siempre cambiante del recuerdo"11 • ma discurso, haciendo lazo social. Para el analista, para que
algo sea dicho, también se trata de hacerle lugar a la contra-
10. En la palabra escribir encontramos también la acepción de repre-
dicción. Si esto es así, su escritura puede considerarse políti-
sentar sonidos o expresiones con signos dibujados. ca, porque él dirá el psicoanálisis desde una posición, contri-
11. Saramago, José. Discurso de aceptación del Premio Nobel 1998.
Biblioteca Digital Ciudad Seva. 12. Blanchot, M . El libro que vendrá. Op. Cit. , capítulo 4.

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82
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

huyendo, esencialmente, a un porvenir de lecturas. Al hacer- pr~ de escritura que se juega para que advenga ese_perso-
lo renovará, en el tiempo del cada vez de su escritura, una fi- naje cJíñico, el analista vuelve una y otra vez a practica.!)~
liación de transferencias. Es en esta dirección que se inscri- dificultad. En cada intento fracasa -y como dice Beckett "fra-
be el texto de un analista. Llamamos política a esa escritura casa otra vez , fracasa mejor"- buscando precisar lo real. Esa 1
en el mismo sentido en que Lacan dice que el inconsciente lo praxis es un tratamiento de lo real. Es un modo particular en \ ¡.
es: en tanto la letra separa el significante de cualquier efec-- que guiado por el deseo del analista, él investiga.
to de significación revelando de esa manera el agujero en el Es función del analista dejarse trabajar por la interroga-
Otro, que es, a su vez, ocasión de una producción. Un analista ción que, inevitablemente, le concierne al optar por una clíni-
cuando escribe lo hace para poder encontrarse con lo que sur- ca orientada por lo real. Orientarse de ese modo, le requiere
ge del desprendimiento que se produjo durante la conducción. dejarse modular por la transferencia en juego en cada opor-
Esa lectura retroactiva es lo único con lo que él cuenta para tunidad. Saber hacer allí es la puerta de entrada para inten-
orientarse, ya que parte de confrontarse con la dificultad de láf es'iéamino de transformación que justificaría que quienes
una situación analítica, que lo lleva a intentar situar su pre- nos consultan nos hayan venido a ver.
gunta mucho antes que a pretender responderla. Así nos lo enseñó Freud desde el comienzo. Consideremos por
un momento a una de sus primeras pacientes: Dora. ¿Qué sa.:
hemos nosotros de aquella mujer que Freud atendió? Lo que él
De personas comunes a personajes nos pasa no es un saber sobre Dora, sino la experiencia, la mar-
ca-del encuentro que se produjo. El proceso no es sin Dora, pero
~ que cuenta. Dora es un significante, es el nombre
de la interrogación de Frffi:rd, él que ·e11e aa a su recorrido por
el obstáculo en esa particular situación clínica. Lo que resulta
de lo que Freud pudo elaborar, efecto de ese punto de perspec:
tiva desde donde se situó para leer, en función de la posición
que ocupó en ese tratamiento. La que ejerció y, también, la que
no supo ejercer. Es una creación de Freud, que resulta de auto-
rizarse, un ejercicio clínico. Es el pasaje por los obstáculos, los
s1s. En su intento de precisarlos, el analista vuelve una y otra impasses y los desarrollos que se han producido. De ese orden
veza dibujar "con ese lápiz cambiante". Es el tratamiento de de las razones resulta la construcción del personaje.
lo real lo que lo lleva a hacerlo una y ot:riVeZ, por no -poder- Al seguir el hilo de las transformaciones, o en su ausencia,
nunca apresarlo <re! todo. Nosotros llamaremos a ese trata-" el de los detenimientos que ahí se producen, el analista se en-
miento personaje clíñico . cuentra ante el límite. Y es de ese modo paradoja! que atra-
Y, ¿por qué llamarlo personaje? Justamente porque no se vesándolo lo determina y así construye el personaje, con un
trata de la condición de persona. Al atender el relato, también ....\ recorte, "un pedazo de observación", como dice Lacan en Jua-
el analista desatiende a la persolla:porqu~na el, en rea- nito. Es una ficción construida por pedazos, un saber en reta-
lidad, no sabe absolutamente nada. Es por eso que cuando, a zos donde el elemento ficción es crucial. Saer dice al respec- -
su vez, se dispone a relatar a otros ese relato que atendió, no toque "la ficción es un·tratamlmttr> específico del Iñündo, in-
nos trasmite ni siquiera un saber sobre el analizante. El úni- -separab1e de lo que se trata". Para decirnos esa identidad de
co saber que él puede producir está referido a la cura. En la la ficción con el objeto, recurre a Goethe: "el autor pide per-
miso para tratar el universo a su manera; el único problema
13. Lacan, J. El acto analítico. Op. Cit., clase del27-3-68. c_onsiste en saber si tiene o no una manera; el resto viene por
84
85
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

añadidura". Subrayándose así que no es qué decir, sino cómo


decir, que, una vez encontrado, "dirá, mejor, algo" 14 •
Analizar una ficción lleva a Lacan a la cuestión de la ver- ese lapso en ue encarnó el lugar en ue se o so 1c1tó. Esa
dad. Él nos dice que es una operación completamente legít~; elaboracion constituye e campo que da lugar al personaJe clí-
pórque "en toda ficción correctamente estructurada es palpa- nico. Toda vez que hacemos referencia a lo clínico, estamos en
ble esa estructura que, en la propia verdad, puede designarse el terreno de rastrear las im~cancias del acto, de lo aconte-
como igual a la estructura de la ficción" 15 • Cuando el trabajo cido durante el análisis. Aunque es necesario que subrayemos
consiste en interrogarse sobre una situación de la escena ana- to av1a, que esta clínica no literaria, en tanto toda \ ..¡.\
lítica, al puntuar las transformaciones por las que atraviesa la investí ación lo implica al analista como u ar. •
dicho proceso, se secuencia, y al hacerlo, ya se construye una Los personajes e m1cos, en onces, son un dominio también
ficción. Por_gue no hay otro acceso a la verd a4.·. Esa ficción se intermedio pero esta vez, entre lo que ocurre en Ün análisis
halla alservicio de la pos1ción que se nos requiere en la cura, -y-ro-que deeso e1 analista pueda decir al pasar la experien-
del lugar que ocupamos en el discurso, en el diálogo. El analis- cia.J.o que él piensa -y lo piensa construyéndolo-, de lo que
ta pasa a ejercer el lugar de un personaje que durante el trata- leyó coñ lo que se escribió. Así se desplaza del marco privado
miento no deja de cambiar, es mutante y responde a las leyes del análisis que conduce cuando compone un caso, a través de
de la transferencia, es decir, que no se trataría de ninguna otr;i personajes clínicos que va inventando y reinventando. Porque
cosa que de aceptar encarnar lo que el semblante dicta. Al dar es de ese tratamiento que resulta muchas veces la construc:
la palabra al analizante, será él quien instituya para nosotros ción de un caso. Pero ya sea que se trate de los propios, por el
de qué "alguien" se trata cada vez (Lacan nos dice,"alguien ya modo de secuenciarlos, de los historiales clásicos con los que
estaba allí"16). El personaje (clínico), entonces, sería ese per:- él se forma, o de casos de otros analistas, aún cuando trabaja
sonaje mutante de la transferencia. Llamamos así a la matriz casos que no ha conducido, al leerlos éstos son recreados po~
que se constituye en relación a la función que somos llamados la escritura y siempre los recrea desde su falta. Esa recrea-
a ocupar para el desciframiento que opera sobre "la neurosis ción es la que producefl modo\ y encontrarlo, o al menos bus;
como lengua" 17 .A esa variación se deberá atender. carlo, es también un co roml.so ara el analista. ~
Es fácil que la resistencia se apodere del análisis si el ana-
lista da consistencia al personaje creyendo que lo es. Porqu~ ~~ ---- ----~ -------
el personaje está hecho de recortes en relación al objeto, que 1
dlceñaelareiac:lón del sujeto al Otro y a los otros. Modos de
relación que hace falta hacer pasar por el lugar del analista,
/1 he \ r ..)~e~ o,..,., ~),\..

como objeto de la experiencia.


Así como dijimos que podemos precisar una escritura del
análisis y otra clínica, podríamos también diferenciar entre
",, '\.

un personaje analítico y uno clínico ..§i el analítico es ese per_:_


sonaje mutante que requiere ser encarnado en la experiencia

14. Saer, J.J. El concepto de ficción. Op. Cit., "El concepto de ficción".
15. Lacan, J. La relación de objeto. Seminario 4. España, Paidós, 1994,
capítulo 15.
16. Lacan, J. El acto analítico. Op. Cit., clase 27-3-68.
17. Lacan, J. La relación de objeto. Op. Cit., capítulo 23.

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ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

El sueño que analiza Freud se vale de una diferencia de


Un puente sobre el abismo acento entre violet (violeta) y violate (violar). Una distinción
en la pronunciación es utilizada por el sueño para dejar venir,
en ese trayecto inconsciente, algo que no estaba a disposición
Que el síntoma instituya el orden por el cual se para el sujeto. La analogía causal de las palabras referidas
revela nuestra política, ahi está el paso que ella juntamente con la diferencia son tomadas por el sueño para
ha franqueado. Implica, por otra parte, que todo "forzar el paso", para decir lo que no se logra sin éste. El sue-
lo que se articula de este orden sea pasible de la ño presenta asfel descentramiento de1 sujeto, cuyas élabora-
interpretación. Es por lo cual se tiene razón al ciones no son situables en ninguna otra forma que en cuanto
colocar al psicoanálisis en el más alto grado de ese carácter de excéntrico.
la política. Este modo de operación tan propio del análisis, de ninguna
JACQUES LACAN manera es ajeno al proceso que se despierta en el analista que
lo conduce. Porgue ese mismo descentramiento está en juego
también en él. La diferencia radica en que sobre eso se encuen-
Para el camino de la escritura se requiere de puentes por tra más advertido y desde ese lugar él opera. Es el mismo es-
donde cruzar, que tienen el valor del "puente verbal" en pro- tatuto de descentramiento que impide al análista saber lo que
porción al que Freud nos enseñó con el sueño: ''puentes de_pa- hace en el instante del acto, el mismo que hace imprescindible
labras", por los que atraviesan los caminos hacia lo inconscien- la elaboración. Porque el resorte de esa búsqueda es también el
te. Tomemos por ejemplo, el que señala en La interpretación inconsciente. A raíz de la elaboración de la "ciencia de los sue-
de los sueños, más precisamente en "La elaboración onírica", ños", Freud nos presenta, esta vez, un sueño propio:
en el sueño que le fue relatado por una muchacha, que está
prometida, pero hay ciertos obstáculos que se oponen, por el "El anciano Brücke ha debido encargarme un trabajo que se re-
momento, a la celebración del matrimonio y que arregla con fiere extrañamente a la preparación anatómica de la parte in-
flores el centro de una mesa para una fiesta de cumpleaños. ferior de mi propio cuerpo -al abdomen y las piernas-, que veo
Freud, fragmentando el sueño, pregunta por las flores y en un colocada ante mí como en la sala de disección, aunque no siento
momento del texto encontramos: su falta ni experimento terror alguno. Luisa N. está a mi lado y
realiza conmigo el trabajo( ...) Luego volvía a poseer mis piernas
"Intenté buscar el sentido secreto de las violetas, aparentemen- y caminaba por la ciudad; pero, sintiéndome fatigado, tomaba
te tan asexuales, en una relación inconsciente con la palabra un coche. Con gran asombro mío entró éste por el portal de una
francesa vial (violación). Más, para mi sorpresa, asoció la sujeto casa, cuyas puertas se abrieron ante él, dándole paso a través
la palabra inglesa violate (violar), de idéntico sentido. La gran de un pasaje que desembocaba de nuevo en la calle. Por último,
analogía causal de las palabras violet (violeta) y violate (violar), camino atravesando diversos lugares, acompañado por un guía
-que sólo se distinguen en la pronunciación por una diferencia alpino que lleva mi equipaje. Durante un rato me lleva también
de acento en la última sílaba- es utilizada por el sueño para ex- a mí en vista de la fatiga de mis piernas (... )Por fin, llegamos a
presar, 'por medio de la flor' la idea de la violencia de la desflora- una pequeña casa de madera en cuyo fondo se abría una ven-
ción (palabra empleada asimismo por el simbolismo de las flores) tana. El guía me deja entonces en el suelo y coloca sobre el al-
y quizá también un rasgo masoquista de la muchacha. Tenemos féizar de la ventana dos tablones, dispuestos allí de antemano
aquí un interesante ejemplo de los 'puentes de palabras' por los para formar un puente sobre el abismo que se extiende al otro
que atraviesan los caminos hacia lo inconsciente."18 lado. Siento ahora verdaderamente miedo por mis piernas. Pero
en vez del peligroso paso esperado veo dos hombres tendidos en
18. Freud, S. La interpretación de los sueños. Op. Cit., capítulo 6, "E".
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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

unos bancos de madera adosados a la pared de la casita, y junto La elaboración onírica atribuye un sentido completamen-
a ellos, algo como dos niños durmiendo. Como si no fueran los ta- te nuevo al que las palabras poseían en las ideas latentes, y
blones, sino los niños, los que hubieran de hacer posible el paso. Freud, para referirse a esa transformación, señala la necesidad
En este punto del sueño despierto sobresaltado." 19 de distinguir en el "discurso onírico" dos clases de elementos:
unos precisos y compactos y otros que sirven de aglutinante
Pasar por los niños es lo que despierta a Freud, es el modo entre los primeros y "que han sido muy probablemente agre-
en que él nos dice de la necesariedad de un puente ante la di- gados para llenar un hueco, como agregamos al leer letras o
ficultad de cruzar. Este sueño es, a su juicio, en función de la sílabas que un defecto de impresión ha dejado en blanco"21 .
enorme labor de la condensación onírica, uno que, de ser ana- La interpolación de "extrañamente" que sabe recuperar el
lizado exhaustivamente, llevaría un sinnúmero de páginas. "algo extraño", que en el sueño da el tono de asombro hace de
Pero Freud dice que, para su lectura, no es necesario ese tra- puente, a la vez que señala que allí hay un hueco. Es el hue-
bajo: basta con considerar "la interpolación del adverbio extra- co el que requiere ser marcado. Esa es la estética del sueño
ñamente". Es crucial atender esta observación de Freud que de la que nos habla James Joyce cuando dice que con las mis-
marca un claro indicio de la función lectura que no puede fal- mas raíces se hacen otras palabras capaces de nombrar los
tar al interpretar. (Muchas veces los analistas no nos ahorra- fantasmas o las ilusiones del sujeto (de su propio Finnegans
mos ese trabajo exhaustivo justamente para evitar el sueño, Wake dice que es un libro que se adapta a la estética del sueño
o mejor dicho, el despertar que el sueño trae.) · donde las formas se alargan y se multiplican, donde las visio-
Sólo una vez que Freud dejó claramente subrayada la pala- nes pasan de lo trivial a lo apocalíptico). En el caso de Freud
bra que le interesa nos relata el motivo ocasional del sueño. El el sueño dice de un deseo de publicación cuyo fantasma es ese
díá anterior había recibido la visita de Luisa N., la señora del cuerpo sobre la mesa de disección con el que él mismo inter-
sueño, quien le había pedido algo para leer. Él le ofreció el libro preta lo que significa ponerse en juego como soñante en la co-
She, de Rider Haggard, al mismo tiempo que le comentó: "es municación de sus sueños. Deseo de publicación de una obra
un libro extraño". Pero ella, no contenta con ese ofrecimiento, que marca un antes y un después en su vida y en la historia 22 •
dijo que quería algo del mismo Freud: "¿No tienes nada tuyo?". Ese cuerpo sobre la mesa es como Freud lee, a través de su
Freud le contesta: "las obras que me han de inmortalizar no sueño, el proceso que él denomina su autoanálisis, la manera
han sido escritas todavía". "Entonces, ¿cuándo vas a publicar que encuentra para expresar la vivencia de su exposición. Así
las Aclaraciones que nos tienes anunciadas y de las que dijis- expresa también la violencia, no de desfloración, sino de pu-
te que estarían a nuestro alcance?" Y Freud prosigue: blicación. Es que ambas tocan un mismo nudo imposible: sexo
y muerte. Un deseo de publicación que, por concernirle de ese
"Adivinando que mi interlocutora hablaba aquí por cuenta aje- modo, requiere de la tramitación en la Otra escena del sueño.
na, guardé silencio y pensé en la violencia que me cuesta dar a De hecho, Freud relaciona esa tramitación con la presencia del
la publicidad mi trabajo sobre los sueños, en el que me veo obli- "viejo Brücke" en el sueño. Este maestro le había insistido ya,
gado a revelar tantas intimidades. 'Lo mejor que saber puedes
21. Freud señala que la neurosis procede en forma análoga. En La
no te es dado decirlo a los niños'(. .. ) La preparación anatómi- interpretación de los sueños, Op. Cit., capítulo "La elaboración oní-
ca de una parte de mi propio cuerpo es, por tanto, el autoanáli- rica".
sis enlazado a la comunicación de mis sueños."20 22. M. Foucault ubica La Interpretación de los sueños, -juntamente
con el Nacimiento de la tragedia, de Nietzsche y con El capital, de
19. Freud, S. La Interpretación de los sueños. Op. Cit., capítulo 6, G, Marx- como una de las tres obras fundamentales del mundo mo-
"Sueños absurdos". derno. (Juan R. Carballo en La interpretación de los sueños, Obras
20. Ibíd. Completas de S. Freud, tomo II, Op Cit).

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

en otra oportunidad, para que se decidiera a publicar algo a duce al ser devorado por los versos (vers: también gusanos)
lo que Freud se refiere como "impublicado"23 • Además, la con- que entre ellos hallan su orden sin preocuparse, resulta evi-
versación mantenida en la víspera con Luisa N., que hace de dente, de lo que el poeta sabe o no" 24 • Es por esta vía que el
resto diurno, toca puntos que tienen "raíces demasiado hon- sueño de Freud nos deja leer que solamente ese pasaje pone
das para hacerse conscientes"y que se desvían hacia el mate- al sujeto más allá del padre.
rial que la obra de Rider Haggard promueve en Freud. Dicha En un primer momento del sueño, Freud ve, ante sí mis-
obra parece cumplir así, esa función de aglutinante que señalá- mo, sus propias piernas en la sala de disección. Pero hay otro
bamos. De hecho, es allibroHeart ofthe World, del mismo au- momento distinto, en el que vuelve a disponer de ellas, ahora
tor, que se refiere el juicio "extrañamente". Como así también marcadas por una nueva limitación que se presenta con la fa-
muchos otros elementos que presenta el sueño, entre los que tiga: necesita de ayuda. Así, lo encontramos llevado en andas,
se encuentran el pasar por los hombres y otras imágenes, es- alzado por el guía. Pero sólo hasta encontrarse frente al abis-
tán tomados de las novelas de Haggard y desde allí son trans- mo que hace falta cruzar. Porque frente al inminente instan-
feridos para conformar el sueño. La obra S he no sólo desarro- te del cruce, se ve dejado en el suelo por el guía. Y sin alterna-
lla una exploración de lo desconocido, de suma importancia tiva, se planta absolutamente solo, pasando por encima de los
para el sueño, sino que además presenta un desenlace que in- niños, "como si no fueran los tablones sino los niños los que
teresa a los pensamientos de Freud: termina con la muerte de hubieran de hacer posible el paso". Peligroso paso esperado
la protagonista "que habiendo salido a la conquista de la in- ante el que Freud despierta sobresaltado. El puente enmarca
mortalidad para sí, y para los suyos, perece en el misterioso también un enigma. Y aunque él lo había preparado, el sue-
fuego central". El soñante reconoce un temor análogo, cuan- ño, como lo señala Borges a raíz de uno suyo que dio lugar a
do él mismo lee en "siento ahora verdaderamente miedo por un cuento25 , sorprende cuando llega. "Con gran asombro mío
mis piernas" la pregunta: "¿Cuánto tiempo puede quedarme entró(. .. ) dándole paso a través de un pasaje" son las palabras
de vida?". Freud concluye el análisis de este sueño diciendo de Freud. El sueño es un campo de espera que hace frente a la
que en su final alcanza también una representación: "la idea angustia, y en él más que al riesgo, se hace lugar a la sorpresa
de que quizá los hijos consigan aquello que ha sido negado al de lo inesperado. ("¿Qué es lo inesperado sino lo que se revela
padre, nueva alusión a la extraña novela, en la que la iden- como espera ya esperada, pero sólo cuando llega?"26 )
tidad de una persona permanece conservada a través de una Freud nos enseña una vez más, sin cansarse, el paso obli-
serie de generaciones durante dos mil años". gado a la palabra en psicoanálisis, diciéndonos que no se ac-
Es así como encontramos en el corazón del sueño una pre- cede a ella sin pasar por los niños. Sin la exposición que signi-
gunta acerca de la trasmisión y una respuesta: no hay publi- fica valerse del inconsciente como brújula ante lo que un ana-
cación sin pasar por los niños. Pero entre pregunta y respues- lista tiene para decir. Esa es la vía de la política que Freud
ta queda un espacio disyuntivo. Que al sujeto desde el origen
24. Lacan, J. Psicoanálisis. Radiofonía & Televisión. Op. Cit. "Radio-
lo marque una división, hace que él no sea quien sabe lo que- fonía".
dice, salvo por la palabra que le falta. Ese descentramiento es ~ 25. Borges, Jorge Luis. Siete Noches, "La Pesadilla". Fondo de Cultu·
base para el sueño, desde esa marca de origen el sujeto pone ra Económica, México, 1995: "Lo extraño es que desde el principio
la pregunta a andar por el carril de ese sueño. Y al poner esa el hombre tenía la mano escondida. Sin saberlo, yo había prepara-
falta en acto, el soñante busca como el poeta: "el poeta se pro- do esa invención: que el hombre tuviera una garra de pájaro y que
viera lo terrible del cambio( .. .) Todo lo habíamos preparado y no
23 . "El primer trabajo científico que mi maestro me encomendó se obstante sorprende cuando llega".
refería al sistema nervioso de un pez" (referido al "viejo Brücke" en 26. Lacan, J. Problemas Cruciales para el Psicoanálisis. Seminario
La interpretación de los sueños, Op. Cit., capítulo 6, F). 12, inédito, clase del19-5-65.

92 93
MASU SEBASTIÁN

arma para los analistas futuros. Si hubiera un riesgo de que


eso dejara de fluir sería, precisamente, por abandonar el ca-
mino que él nos señaló. De no tomar la vía de la implicación,
queda la del dictador. Otra forma de violencia, la de la pala-
bra vana, "palabra sin valor, cada vez más vana, la del dicta-
dor" -que viene de dictare- que Blanchot sitúa como una for-
ma de dominación 27 •
Por eso, para el analista el puente es crucial y sólo resul-
ta de atravesar un punto de umbilicación que Freud enuncia
como paso a la vez peligroso y esperado. Palabras-puente que
nos guían a través de una escritura orientada por la misma
pregunta que se busca formular. A veces esos puentes tardan
en surgir, dando la pauta de que hay allí un nudo. Y la escri- SEGUNDA PARTE
tura, del mismo modo que la lectura, se vuelve lenta. Sólo sí
este puente inconsciente estructura el relato de un analista
habrá de transmitir lo que se puede transmitir: las insisten-
cias que obran ahí. De otro modo, se tomarán caminos distin-
tos a los del psicoanálisis.

27. Blanchot, M. El libro que vendrá, Op. Cit., capítulo 4.

94
LA EXPOSICIÓN DEL ANALISTA

No basta con exponerse -o sexponerse-


"personalmente" para poner en cuestión al
amo y al universitario, salvo exponiéndose
como blanco al dardo (trait) del que por
un momento creyó uno ser el arquero.
BERNARD BREMOND

Que la puesta en acto de la teoría renueve siempre su cues-


tionamiento, desbaratando toda posibilidad de ajustarse a un
modelo establecido por una clasificación, va de la mano de una
necesariedad ética para el analista: elaborar cada caso como
único.~1 responde, de ese modo, a la demanda propia de la
experiencia del análisis de la que forma parte al conducirla,
· con una inversi®. Se trata de un trabajo de transformación.
("como elñiño, que convierte en canción la voz cuyo sonido ser-
vía para forjar las palabras de su alienación" 1 ).Y no se trata
de que el analista -aún atravesado o acuciado como está por
la falta- se ofrezca a la manera del histérico. Tampoco se tra-
ta de volcarse por entero en el retrato de un caso. Al revés, es
la tentativa de reducir ese retrato la que importa.
No basta, entonces,con ofrecerse en falta ni con resguar-
darse detrás de la teoría, ni siquiera si se trata de la teoría de
la "falta. Exponer es exponerse. Tanto porque existe una corre-
lación entre el secuenciamiento que una exposición presen-
ta y la elaboración que en consecuencia se produce, como así
también porque dicha elaboración no está dada de antemano
para el analista. Es la misma exposición la que la genera, y a
l. Pommier, Gérard. El orden sexual. Buenos Aires, Amorrortu, 1995,
quinta parte, 2.

97
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

su vez, el ordenamiento propio que va sosteniendo esa expo- pertinencia del caso en los escritos psicoanalíticos. Pero esta
sición,· la hace surgir. En Intervención sobre la transferencia, discusión desvía del punto porque no se trata de prescindir de
señalando que el caso Dora es expuesto por Freud bajo la for- la presentación de un caso -una práctica que puede ser tan
ma de inversiones dialécticas, Lacan nos dice que rica en enseñanzas- sino de revisar la modalidad en que éste
se presenta. Al respecto, las palabras de Jean Laplanche refi-
"No se trata de un artificio de ordenamiento para un mate- riéndose a Freud van al punto:
rial acerca del cual Freud formula aquí de una manera decisi-
va que su aparición queda abandonada al capricho del pacien- "Su lección es admitir lo existente, el 'caso' en su brutalidad, su
te. Se trata de una escansión de las estructuras en que se tras- atopia y hasta 'su contradicción con la teoría' (como lo recuerda
muta para el sujeto la verdad, y que no tocan solamente a su precisamente el título de un artículo), no para echar por la borda
comprensión de las cosas, sino a su posición misma en cuanto a todos los aportes teóricos sino para obligar dialécticamente a la
sujeto del que los 'objetos' son función . Es decir que el concepto teoría a aceptar modificaciones, estallidos o revoluciones"3 •
de exposición es idéntico al progreso del sujeto, o sea a la reali-
dad de la curación."2 Es que de hecho, de lo que se trata en realidad, es de hacer
algo con lo inesperado. Las ficciones relatadas parecen llevar la
Hay un orden que regula, entonces, pero de ningún modo marca de un momento en que el analista se cuestiona sobre la
arbitrario, ni tampoco ajeno al proceso de la cura. Por el con-· cura. Es la sorpresa, de lo que allí se juega lo que hace relatar-
trario, e un orden regladq efecto de los sucesivos posiciona-; las. Una ignorancia que, de ser situada, no es algo puramente
mientas en gue el sujeto va ubicándose a lo largo del análisis. negativo: "Una ignoranciª-Situad~a otra cosa sino
En este sentido podría decirse que la exposición engendra ~ la la presentificación del inconsciente(. .. ) Esta ignorancia es lo
exposició]}. La etimología del verbo exponer señala tres senti- que le daría a Hamlet su alcance y su fuerza" 4• Así es como
dos posibles: 1) presentar una cosa para que sea vista, poner- Lacan nos presenta al Hamlet de Shakespeare, como un per-
la de manifiesto; 2) declarar, interpretar, explicar el sentido sonaje cuya composición incluye un vacío donde el lector pue-
de una palabra y 3) arriesgar, poner una cosa en contingen: de situarse. Y del mismo modo en que una ignorancia situada
cia de perderse. Estos tres sentidos se hallan en anudamien- es productiva para el potencial lector, lo es también para que
to, pero subrayamos la última acepción ya que posibilita una se sitúe el analista, es por eso que su escritura se corresponde
vía donde, partiendo de lo visible, se alcance otra cosa que lo con el acto analítico, siempre que se corresponda con ese pun-
evidente. N o es infrecuente partir del caso para corroborar la to vacío. O él parte de estar perdido, es decir, de un acto de ig-
teoría -<:ayendo así en lo que Jinkis llama "obscenidad"- des- norancia, o no tendrá la oportunidad. Es por eso que recurre a
cuidando o desmereciendo el hecho de que la anécdota ~_ la escritura, tanto para dar cuenta de su acto como para poder
otro valor porque en ella se juega una verdad. Su recurren- producirlo. ''Ya que uno esta perdido y ya no tiene nada que
cía perrmte leercómo el sujeto se ubica en un fantasma. A su escribir, que perder, uno escribe" en palabras de M. Duras 5 .
vez, considerar esa insistencia, permite al anal:Ísta ubicarse En el caso del analista él está perdido en algo que tal vez pue-
en úna perspecfiva paraTeer el modo en que el sujeto ciega la- da advertirse más tarde, ya que en todos los casos, cuando se
falta del Otfü'"Cün su~interpretacíóñ. En este corrimiento en ef
planteo del problema -partir del caso para corroborar la teo- 3. Citado por Myriam Ziri en "Para una clínica de la ética". La mar-
ría- encuentran ocasión los frecuentes debates acerca de la ca del caso o el psicoanalista por su rastro, de Claude Dumezil, Ar-
gentina, Nueva Visión, 1993.
2. Lacan, J. "Intervención sobre la transferencia". Escritos I, Méxi- 4. Lacan, J. "Hamlet .. .Un caso clínico". Op. Cit.
co, Siglo XXI, 1981. 5. Duras, M. Escribir. Op. Cit.

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MABU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

trata del acto analítico, hay en juego un saber sobre el sujeto: no pueda evitarlo9- sino que su atención sea flotante. Este
es esa la condición inconsciente del acto. Cuando la contingen- es también un modo de dejarse perder, porque no se atiene al
cia de perderse puede jugarse, el analista puede soltarse de "su modelo, sino al inconsciente. Y al dejarse así perder, errando,
caso" y construirlo. Entonces, si de lo que se trata es de hacer de ese modo se autoriza.
algo con lo inesperado, el punto no será ni ahorrarse anécdo-
tas, ni multiplicarlas. Porque la obscenidad a la que se refe-
ría Jinkis, es la que presenta a la anécdota como un saber del El blanco al dardo
sujeto sobre la acción6 • Ese tipo de anécdota introduce una
suerte de confusión porque no cuestiona el modo, ya que decir Que el inconsciente consista en los efectos de la palabra so-
que un acto sabe sobre el sujeto no es lo mismo que decir que bre el sujeto, enfrenta al analista con una experiencia estruc-
un sujeto sabe sobre la acción. Es justamente porque no hay turalmente desconcertante porque, por un lado, se está a la
un saber posible del sujeto sobre la acción, que nos es preci- espera de una producción que aún no ha nacido y, por otro, no
so hablar de exposición. Leemos ejemplos a montones que con hay concertación que sea suficiente en la zona del inconscien-
la pretensión de ser iluminadores, en verdad constituyen un te. Un campo cuyo registro de ''lo no-realizado", lleva a decir a
desvío respecto del interrogante. Es que sólo podemos hablar Lacan que "nunca es sin peligro" que removemos algo en esa
de exposición, cuando ese punto de insuficiencia recorre la es- .
tructura de un análisis o de un caso. Hay una distancia con- "zona de larvas, y quizá pertenece a la posición del analista -si
siderable entre hacer del caso un ejem-plo que ilumine la teo- verdaderamente se halla en ella- el tener que estar asediado
ría y lo que podemos llama-;el alumbramiento que su_pone re- -quiero decir realmente-, por aquellos en los que ha evocado
correr la castración. Elaborar la clínica consiste, justamente, ese mundo de larvas sin haber podido siempre llevarlas a la
en dialectizar ese estallido -ese encuentro- que la singulari- luz( ... ) Créanme, yo mismo nunca la vuelvo a abrir sin tomar
dad subjetiva provoca 7 • - precauciones."10
En lugar de un saber que no hay, el analista arriesga, po-
niendo· esa cosa en contingencia de perderse, "perdiendo el Bajo esta expresión de "lo no-realizado", es como Lacan se
hilo". Esta condición de la práctica lo lleva a desconcertarse refiere a una dimensión real en el fundamento del inconsciente.
-cuando no a angustiarse- ya que en ella él no tiene el con- Estar asediado por este real es estar en posición, y le requiere
trol de su acto. Trabaja en consonancia con lo que el campo del al analista poder atenerse a lo que el objeto presenta como su
análisis -el del lapsus, el del fallido, el del tropiezo- pide des- condición primera: ser sin esencia 11 • Es en congruencia con
de un comienzo en pos de ese acto: un saber que sólo se pro- esa vacuidad que han de presentarse los objetos que pueden
duce por la vía de la equivocación del sujeto8 . Queda claro, revocarse en el acto analítico. La experiencia confronta al ana-
sin embargo, que al analista no se le pide que asocie -aunque lista, a su vez, con ese centro incognoscible, aunque de estatu-
to significante, imposible de ser alcanzado por ningún saber.
6. Jinkis, Jorge. "En el101 de la República". Conjetural No 29, Sitio,
"Sin ningún saber, cuya naturaleza es de marca" (marca de la
Buenos Aires, junio 1995.
7. Y vale aquí también la observación de Lacan en relación a la ex-
periencia misma del análisis en su fin: ''No hay, en efecto, manera 9. "¿Qué quiere decir el inconsciente sino que las asociaciones, son in-
alguna de dar cuenta del término durcharbeiten, la necesidad de eludibles?" J. Lacan, en la "Apertura de la sección clínica". España,
la elaboración, a no ser concibiendo cómo el rizo, el bucle, debe ser Ornicar?, 3, Petrel, 1981.
recorrido más de una vez". En Los cuatro conceptos fundamentales 10. Lacan, J. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
del psicoanálisis. Op. Cit. capítulo 20. Op. Cit. Capítulo 2.
8. Lacan, J. "La equivocación del sujeto supuesto saber". Op. Cit. 11. Lacan, J. El acto analítico. Op. Cit., clase 5, enero de 1968.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

falta)12 . Se requiere del analista que cuente con la convicción perar, ya que acumularlo, como el pececito de la boca voraz no
de un acto en el que se establezca una relación a la verdad de produce nada de la verdad: o prolifera o revienta 14 • Ofrecerse
un objeto. Pero ante la angustia que esta operación suscita, "como blanco al dardo del que por un momento creyó uno ser
en la medida en que esa angustia parte de lo real, el analista
puede negarse al acto, rechazándolo. En gran parte debe a es-
el arquero" 15 es otra cosa: implica dejarse producir como objeto \ f
de la experiencia, en una-20SlCIÓn gge nada tiene que ver con
tas razones que él se encuentre muy pocas veces en su lugar. el domimo, m con el conocimiento, tampoco con el sentido.
Es que no siempre responde bien, de hecho, puede hacerlo de
diversos modos, en muchos casos ajenos a la posición analí-
- En el Seminario de los Cuatro conceptos... , y justamente a
raíz de señalar que el análisis no es adoctrinamiento, Lacan
tica, ya que ante la verdad, él, como cualquiera, resiste, y su- nos dice que para ser el soporte separador del a, el analista ha
turar esa hiancia, colmándola, no es un desvío reservado ex- de situarse más allá de toda identificación, declinando de esa
clusivamente para un analista "postfreudiano". Sea que este idealización "en la medida que su deseo le permite, en una hip-
desvío tome la forma del maestro -o del amo, tal como puede nosis al revés, encarnar, él al hipnotizado" 16 (es notable que nos
desprenderse de la ambigüedad del término (maftres )- una encontremos aquí con el término declinación - tan asociado al
manera ya clásica de obturar lo que falta; sea que este desvío Complejo de Edipo- para situar lo que bien podría ser un com-
consista en responder sintomáticamente, haciéndose el ana- plejo potencial en el analista: dejarse idealizar). Hipnotizado
lista sujeto de la experiencia y quedando, entonces, excluido o flechado, es decir, blanco al dardo. De no ser así, el verdade-
de la posibilidad de conducirla. · :ro motor del análisis quedaría elidido porque el blanco no es el
13
Porque no se trata, como lo dice Brémond , de exponerse objetivo. Si la función del analista es ofrecerse a las sucesivas
(s'exposer) o sex-ponerse (sex-poser) "personalmente", ni de re- y necesarias vueltas del recorrido de un análisis, prestándose
tratar el caso ni de ilustraciones de ningún tipo. Tampoco de· -como ese lugar vacío que ha de componerse segun lo m~
acumular saber, de lo que verdaderamente hay poco que es- latransferencia en cada oportunidad, lo que importa, es "h~
~do el g~17 . La"can se refiere al carácter circular
12. Con referencia a este punto nos interesa la lectura de Norberto del circuito de la pulsión señalando que lo que integra de gol-
Rabinovich cuando señala que es frecuente que se pase por alto la . pe en toda su existencia es una dialéctica del arco, incluso del
diferenciación de lo que en verdad es una articulación: la que hay tiro al arco. Por allí podemos situar su lugar en la economía psí-
entre el real del "a" y el de la hiancia en la estructura del incons- quica. Lo fundamental para Lacan en la pulsión es el ir y vol-
ciente. Este último sería el real que "se especifica como lo origina- ver en el que se estructura este circuito al que llama circular:
riamente reprimido es del orden significante y no debe ser confun-
dido con la noción de objeto 'a' (. ..) Lo reprimido primordial es un '~im - alguien a quien encargar una misión- no quiere decir lo que
significante sin ningún saber y se sostiene en él la lógica del Uno. debe traer, quiere decir por qué camino debe pasar. The aim, es el
En cambio, la categoría del 'a' o del objeto perdido, que también es-
trayecto. El fin tiene otra forma, es el goal. El goal, no es tampoco,
pecifica un real de goce, define por excelencia lo que cae por fuera
en el tiro al arco, el fin, el blanco no es el pájaro que usted abate,
de la red significante. Es aquello que del goce no tiene inscripción.
es haber marcado el golpe y con ello alcanzado en su fin." 18
No es lo mismo la falta de marca que la marca de la falta(. .. ) El 'a'
en tanto real de goce, falta en lo simbólico y hace surgir allí el de-
seo, razón por la cual Lacan definió al 'a' como objeto causa del de- 14. Lacan, J. La tercera. Op. Cit.
seo". En El Nombre del Padre. Articulación, entre la letra, la ley y 15. Brémond, B. "La Bouteille ... " Op. Cit.
el goce . Argentina, Horno Sapiens. 1998, capítulo 9. 16. Lacan, J. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
13. Brémond, Bernard. "La Bouteille, ¿comentario (de) la hysteria en Op. Cit., capítulo 20.
psicoanálisis?". En La marca del caso o el psicoanalista por su ras- 17. Ibíd, capítulo 14.
tro de Dumezil, C. Op. Cit. 18.Ibíd.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

Ofrecerse como blanco al dardo es ocupar el lugar de ese manera se da oportunidad a lo que resulta del trabajo con las
objeto que Lacan llamó con la letra a, y es en función de esa resistencias: la marca del caso.
marca que el analista se ofrece. El objeto a es un "germen en Decimos marca a lo que nos sitúa más allá del caso. Al sur-
potencia" ajeno a la cuestión del sentido, de hecho Lacan re- gimiento de ese instante que hace lazo entre la historia del
comienda: "secreten sentido". El sentido es un "pequeño ga- sujeto y las estructuras presentes en la cura, producidas en
rabato agregado" con el que cada uno tiene su relación parti: 1a transferencia. Pero al tratarse también de un movrmiento
cular 19 • Producir verdad, en tanto la que sólo puede medio- dialéctico, se requiere pasar de ese tiempo que liga al tiempo
decirse, exige justamente tocar ese agregado, desbaratándo- que también corta: "de la Marca (trait) que une o que hiere" 21,
lo. Es más todavía, la orientación de lo real requiere de la for- Es a partir de posicionarse así, orientado por una dirección
clusión del sentido, operación que hace al fundamento mis- de vaciamiento más que de acumulaciÓn, que el analista pue-
mo del saber del psicoanalista, y que trae, inevitablemente, ae encontrar una llave para salir de la alienación a la que el
· como consecuencia, que él adopte por método cuestionar ese ejercicio de su práctica lo obliga. Una llave que tenga alcanc~
saber. Es de esa manera que él hace lugar a la falta de la teo- ·ae método, es decir, que funcione atravesando la dificultad en
ría y así pasa a "autorizar la caída de la máscara -de la clíni- la que él se halla inmerso. Solamente de ese modo puede el
ca- para permitir la emergencia de una falta, de una marca, analista pasar a ese tiempo de corte que la marca le requiere,
en el intervalo que separa al fantasma del concepto"20 • Atra~ cada vez que encontrándose detenido -tentado por el ser- se
vesar ese fantasma con que necesariamente el analista estu- . halla impedido de optar, impedido de ocupar el lugar de ver-
dia o investiga, constituye otro tiempo. dad que a él le está reservado. Es en este sentido que enten-
demos a Lacan, cuando señala una dirección para la posición
del analista respecto del trabajo con el caso: "Menos afecta-
Más allá del caso ción de autoridad. Más seguridad para invocar lo personal en
la práctica y especialmente la "Marca del caso"22 •
La marca, esa "nada", que hace a lo más ro io del sujeto
Dar como soporte del sujeto lo que
.mísmo, es lo que hay en juego a la ora de decidirnos a con:
verdaderamente hace a él mismo, a saber,
frontar con lo más propio de un caso. Y es al interrogarse por
nada: en esta ocasión, la marca.
-;na que el analista deja a la experiencia atrás y así se aleja
JACQUES LACAN
21. Dumezil, C. Op. Cit. "Las razones de un seminario". El traductor
señala que "trait d'union" significa "guión", y a la vez "nexo", "vín-
culo". Traites también "tiro", o "dardo", "saeta".
Permitiendo la emergencia de una falta, situamos el caso 22. Es a partir de esta cita de Lacan, extraída de la Scilicet 1, que sur-
desde su marca. Para abordarlo así, se requiere necesariamen- ge el texto La marca del caso o el psicoanalista por su rastro (C. Du-
te de las máscaras de un relato clínico. Pero quienes exponen: mezil, "Introducción") que tomamos aquí como referencia. Sus au-
se confrontan muchas veces, con giros que denotan !iectos op::_ \·f. tores abordan el trabajo de un concepto y formulan la propuesta de
rados sobre su propia construcción narrativa. Ya que en el re- un dispositivo en el intento de situar al psicoanalista respecto de
corrido no pueden evitar tropezar, haciendo escuchar al obje- las múltiples dificultades que implica la trasmisión. Con un grupo
to que se presenta enmascarado por los enunciados. De esa de colegas -Mabel Anido, Mirta Aquino, Marisu Haddad, Viviana
Redondo, Laura Christiansen y Johanna Couch- hemos realizado
19. Lacan, J. El saber del psicoanalista.(1971-72). Inédito. Clase del esta experiencia de "La marca del caso" en el Centro de Salud Men-
6-1-72. tal N° 3 A. Ameghino. Las producciones escritas que de allí resulta-
20. Brémond, B. "La Bouteille ... " Op. Cit. ron fueron presentadas en el marco de las Jornadas Anuales.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

del clínico y de la investigación. "No se debe olvidar que la-;¡ sibles de ser recortadas como instituyentes. El punto de tro-
má s de las veces, uno tiene que escuchar cosas cuyo significa j piezo en que "una estructura analista-función se encuentra
do sólo con posterioridad (nachtraglich) discernirá" 23 . El mis- con su propia estructura de analizante"25 •
mo destiempo propio de la experiencia del análisis, se encuen- El dispositivo, que habitualmente funciona de una forma
tra operando como resorte de la elaboración que se apoya so- cerrada, incluye también la apertura periódica a un público
bre el deseo del analista. Ese deseo es el ombligo de la expe- ampliado_que acentuaría el objetivo de producir diversos des-
riencia y esto hace que, para asentar esa elaboración, el ana- plazamientos de lugar, y en particular, los que se produzca
lista necesite autorizarse también, con algunos otros. Ya sea· enrelación al pasaje del relato al escrito. Esto es lo que en-
porque no encuentre cómo localizar la dificultad, o porque se contramos en la marca del caso: un punto de perspectiva des-
reconozca tentado de encarnar el sentido. Es allí que él se dis~ de donde leer lo que ocurre en la cura, los distintos momen-
pone a decir a esos otros que habrán de hacerle oír en qué d~ tos por los que atraviesa un análisis y los pasajes a sucesi-
. su conducción él faltó. - - vas y nuevas posiciones por las que pasa el sujeto. Operación
En el campo de esa experiencia, cobran valor los distintos que requiere inevitablemente de la exposición que va contra
dispositivos a los que se recurre para enmarcar la dificultad la autoridad del que sabe. Para saber qué está ocurriendo con
que plantea formar parte del inconsciente. Entre los diversos la transferencia, Lacan nos sugiere, más bien, remitirnos a
lugares en que un analista dice de su posición, los del público, la autoridad del artista. El nos señala que debemos proceder
el análisis de control y la institución, tal como lo plantea Ju- como Velásquez en Las Meninas, recomendándonos buscar en
lien, Moustapha Safouan, por su parte, incluye "la experien- -~lugar nos hallamos al conformar tma situación analítica.
cia del rasgo del caso" promovida por Dumezil, y justamente Al respecto dice: "Eso le daría otra manera de abordar la di-
por encontrarla orientada hacia una diversificación de los lu- versidad de los casos, y a partir de ese momento quizás se lle-
gares de la enunciación. Así es como trabaja esos lugares dis- gará a encontrar una nueva clasificación clínica que la de la
positivos en su estatuto de función tercera: psiquiatría clásica que no ha sido tocada ni enhebrada nunca
por una buena razón"26 •
"Esta función tercera como lugar en el que sucesivamente cada • Ubicando al analista en el "cuadro" nos encontramos con
cual puede hacerse garante de una ley que lo obliga a estar obli- el resorte de una revolución en el concepto de la clasificación
gado para quien sea. Es por ello que ese lugar se impone no para clínica propia de la psiquiatría clásica. Que dicha clasifica-
dar garantías, sino porque no hay saber sino de aquello que se ción no "haya sido tocada" aún, es algo que deberíamos aten-
trasmite, circula y escapa así a la propiedad privada para trans- der. Es que, o nos metemos en el cuadro o hacemos psiquia-
formarse en una herencia común"24 • tría. Sólo al meternos queda cuestionada la obediencia al sa-
ber ya constituido de la novela teórica produciéndose una rup-
En esta dirección se inscribe el dispositivo de la marca del tura. Así es que, la exposición llama al no saber, haciendo pa-
caso. Dispositivo que consiste esencialmente en la explora- sar. Prestarse a formar parte de ese proceso, es también con-
ción, como dice Dumezil, de aquello que instituye al psicoa- formar ese tiempo propio del diálogo analítico.Esto es, cuan-
nalista en su propia experiencia de practicante, por la pues- do a un síntoma, "eso que no anda bien" del que Lacan formu-
ta en perspectiva qe momentos, de marcas privilegiadas, po- la que ''hay algo para saber que yo no sé'~\ ~e lo recibe de otra
forma que como signo:
23. Freud, S. "Consejos al médico". Obras Completas, Amorrortu, vo-
lumen XII. Op. Cit. 25. Dumezi-1, C. La marca del caso o el psicoanalista por su rastro.
24. Safouan, Moustapha; Julien, Phillipe; Hoffman, Christian.El males- Op. Cit. "Recorrido en la estructura".
tar en el psicoanálisis. Argentina, Nueva Visión, 1997, "Prefacio". 26. Lacan, J. El acto analítico. Op. Cit., clase del27-3-68.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

"La diferencia entre un signo, una matidez que nos permite sa- La sorpresa del acto
ber que hay hepatización de un lóbulo, y un síntoma en el sen-
tido en que debemos entenderlo como síntoma analizable [. .. ]
.¿_
es que hay siempre en el síntoma la indicación de que se tra- No es sólo porque no puedo sacar a la luz mis
ta de saber." propios análisis para demostrar el plano donde
tiene su alcance la interpretación, cuando la
De esa interlocución en la transferencia nos va a intere- interpretación, mostrándose coextensiva de la
sar marcar una secuencia de lo que ocurrió en el transcurso historia, no puede ser comunicada en el medio
de la cura. Haciendo lugar a los cortes que inscriben disconti- comunicante en el que tienen lugar muchos
nuidad en el recorrido, a la escansión de esas estructuras en de nuestros análisis, sin riesgo de descubrir
que se transforma el sujeto. Esto quiere decir, establecer una el anonimato del caso. Pues he logrado en tal
secuencia proporcional a lo que transcurre en el análisis don- ocasión decir bastante sin decir demasiado, o sea
de el analista se constituye como "eje de temporalización" por dar a entender mi ejemplo, sin que nadie, aparte
donde algo que se encontraba estancado, logra encontrar un del interesado, lo reconozca.
paso. En ocasiones "lo que no cesa para el analizante, le ocu- JACQUES LACAN
rre súbitamente al analista. Una precipitación pone en acto
lo que no cesaba"28 • ·

El analizante llega, como habitualmente, tarde una vez más,


después de su hora. ¿Cómo hacerle entender de una vez que su
hora ya pasó? Algo que me des-espera hace que, sin saber muy
bien por qué, me ponga el tapado para abrirle la puerta bajo la
creencia de que con eso le digo que estoy saiiendo, que terminó
su hora, que ya no puedo atenderlo. Al verme en esa situación
se violenta y afirma: "Usted no me esperaba". Por mi parte le
digo, con lo que me queda de voz, que lo esperaba en su horario.
Se va. La siguiente vez falta. Cuando por fin viene, pregunto
por qué se fue tan ofuscado y para mi sorpresa dice: "También,
¡cómo me recibió usted!". Cómo lo recibí, pregunto. Y para mi
perplejidad responde con una sola palabra: vestida.
Y, ¿cómo lo atendía hasta ahora? Es una pregunta que me
apresura, que quiere salir de mi boca pero que de haber salido
hubiera confirmado algo que no presenta utilidad. Más bien,
lo que el acto que aquí se produjo devela, es un corte que al-
canza otro estatuto, se trata de la negación: no vestida. Lo que
surge con el "tapado" es el paso a la negación. Cuando deci-
mos acto que se produjo, queremos señalar que es el del ana-
27. Lacan, J. Problemas cruciales para el psicoanálisis. Op. Cit., cla- lista que autoriza la experiencia, pero también que los efec-
se del 5-5-1965. tos de ese acto lo sorprenden. Porque al situar el acto -el ta-
28. Le Poulichet, Sylvie. La obra del tiempo en psicoanálisis. Buenos pado no era nada hasta que el sujeto no dijo "usted me aten-
Aires, Amorrortu, 1996, capítulo 2. dió vestida"- el analista encarna ese eje por donde algo que

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

no encontraba el paso, encontró una posibilidad de pasar.b-ª cias, señala una diferencia sustancial entre la posición de una
transferencia crea un dominio ficcional de una verdad._Pro- madre y la de una analista:
Cíuce algo nuevo, es un tiempo en el cual se genera una trans-
formación en la cura. Algo ocurre con lo que estaba suspendi- "Su madre venía todas las noches a sentarse al borde de su
do. La violencia que se experimenta junto con ese acto, dice de cama. El paciente, como Scherezade, se complacía en hacerle
un goce que temporariamente es girado a cuenta del analis- un informe exhaustivo( ... ) no ocultando nunca nada. La cálida
ta. Su presencia inaugura un tiempo para que lo que no cesa presencia de su madre, en camisón, era para él la fuente de un
se anude a una palabra o a un silencio. Las asociaciones del placer perfectamente sostenido como tal, que consistía en adi-
analizante desencadenan las del analista, decidiendo su op:i vinar bajo el camisón el contorno de sus senos y su cuerpo. Se
ración. "El inconsciente no es perder la memoria, es no aco)J libraba entonces a las primeras investigaciones sexuales en el
darse de lo que se sabe"29 • cuerpo de su amada compañera( ... ) En primer lugar, la posi-
Por eso ahí donde creo recurrir al reloj, surge la palabra ción del analista es exactamente inversa a la posición de lama-
vestida. Es un reloj muy particular, ya que da la hora ''hacien- dre, no está al borde de la cama sino detrás."
do señas con las ropas". Es con lo que sucede allí, en ese mo-
mento que, ahora, al escribir, ubico un antecedente: un tiempo Es por el lado de una ubicación de lugares que se aborda
atrás, el analizante había regalado a la analista una prenda la cuestión. Detrás hace a una distancia diferente, ya no se
femenina que se conoce como top. Esto permite escribir una está al alcance que permite el "borde", ahora, eri oposición,
secuencia: el tapado hace oír el top. Top que resuena en su se está por fuera del campo de la escena visual. Una de las
equivocidad del lado del límite. El top cambia de lugar de ves- razones, entre otras, que le otorga pertinencia al diván ana-
tido a reloj, límite temporal que permite descansar, sustraer- lítico, ya que decir cualquier cosa no equivale a decir des-
se a la obscena transparencia materna. En el tiempo del ac- de cualquier sitio31 • Es un modo en que interviene la absti-
ting, en las llegadas tarde, lo medusante, algo de la castración nencia, la misma que, bajo el significante tapado equivalen-
no entra, hasta que el tapado hace de párpado a esa transpa- te aquí a detrás, pone otra vez al analizante a asociar. Es el
rencia, realizando el corte. En ese momento se vela y se reve- modo ficcional que esta singularidad solicitó, la manera en
la algo ñe lo descarnado de este Otro primordial que, en pa- que el analista es requerido por la escena del análisis, como
labras del analizante, se nombra como madre en transparen- así también un modo en que él paga con su persona, para so-
cias. A esto, a la desnudez de la madre, es a lo que la transfe- portar ese significante de la transferencia. Por eso es nece-
rencia hace soporte y límite: madre en transparencias no es sario que él sepa en qué lugar se halla "en la vida de los pa-
ya, la obscenidad de una madre desvestida. Con la transfor- cientes". Sólo contando con eso podrá ofrecerse como blanco
mación, las imágenes se desprenden. Cuando a la mirada fas- al dardo para que advenga la ficción propia del sujeto que nos
cinada se le cierra una puerta, se le abre otra: la de la escena demanda, aún la "más incompatible"32 • Esa que, en nuestro
del análisis. Algo posibilitó seguir soñando y producir. Y el lí- caso, hace entrar el hecho de vestirse con el tapado como re-
mite con el que se cuenta para operar no lo da la técnica, sino torno de lo reprimido del top. Vemos en top la eficacia de un
un saber no sabido -el top que causa el tapado- que hace a la
relación del analista con la castración.
de plantea la cuestión de saber qué es la transferencia. En Semi-
Lacan, haciendo alusión a un paciente de Nunberg3° cuya
nario l. Op. Cit. Capítulo 19.
madre parece haberse presentado ante su hijo en transparen- 31. Lacan, J. "Apertura de la sección clínica". Op. Cit. "El diván (di-
re-vent) analítico. Este viento (vent) posee valor propio: cuando se
29. Lacan, J. La equivocación del sujeto supuesto al saber. Op. Cit. criba, hay cosas que echan a volar."
30. En un artículo aparecido en 1951, Transference and reality y don- 32. Lacan, J. El acto analítico. Op. Cit., clase del27-3-68.

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MASU SEBASTIÁN

recorte, doblemente: tanto porque la prenda top hace a ese


contorno de los senos, como top como vocablo, que está in-
cluido en el vocablo tapado, es un anagrama, resultante de
una transposición. ESCRIBIR LA CLÍNICA
Deletreando un poco la estructura decimos: que tapado hace
resonar al top. El significante tapado es efecto de memorias
inconscientes, a las que "uno debe abandonarse por entero"33 •
Este no acordarse, este olvido, clara puesta en acto de la raja-
dura del significante, deja venir una recomposición imprevi- El justo estilo del informe de la experiencia
sible que se impone a la sedimentación de "saberes", gestan- no es toda la teoría. Pero es el garante de
do otro ordenamiento. No es simplemente lo opuesto a trans- que los enunciados según los cuales opera
parencias. Se presta a soportar una operación, siendo instru- preservan en sí ese retroceso de la enunciación,
mento de una revelación: madre en transparencias. en el que se actualizan los efectos de metáfora
Señalamos así un pasaje de escritura que posibilita la trans- y de metonimia, o sea según nuestras tesis los
ferencia cuando por la vía de una reduplicación, cambia la do-
sis del goce. Esta transmutación constituye un momento del .
mecanismos mismos descritos por Freud como
los del inconsciente.
lil
análisis que forma parte de una secuencia siempre construi- JACQUES LACAN
da por el analista y que se produce situando esos elementos
mínimos, apenas retazos, pero decisivos, que permiten preci-
sar algún movimiento de cambio. Son articulaciones que for-
mulan lo que está en juego. "Cualquier caso, al menos en sus
La declaración
etapas esenciales, debería llegar a resumirse en una serie de Que haya discrepancia entre la experiencia del análisis en'
transformaciones"34 • Es lo fundamental de la construcción de sí y su trasmisión abre a todo un campo de problemas que com-
un caso. Que el discurso analítico se sostenga en la frontera peten al anahsta porque conforman la clímca m1sma. Está cla-
entre saber y verdad, otOrgando estatuto de mayor elabora-
ción al no saber, lleva al analista a la necesidad de formalizar,
leyendo los distintos tiempos con las consecuentes marcas en
ro, no es lo mismo couducit Wi anahs1s que relatarlo, ni es lo
mismo, en consecuencia, la escritura del análisis que escribir
la clínica. Pero, en una relación que es de nudo, una escritu-
f
el camino del análisis. Sabiendo que lo que vale para él, traerá ra trabaja para la otra. Ambas comparten el mismo punto de.
también consecuencias-para el suJeto del que ''hace caso". - umbilicación que el significante de la falta en el Otro del ma-
terna lacaniano designa:_el de la imposibilidad de escribir la
relación sexual. El mismo punto que es relativo a la estructu-
ra del acto, porque el acto analítico es un decir que responde f l :l
a ese punto de falta, mientras que la clín1ca resulta de decla-
rar las razones en que se sostiene ese acto 1.
- Declaración es un término al que Lacan remite en más d~
una oportunidad. Para referirse a las razones de la práctica
de la que un analista debe testimoniar con el fin de sostener-
1'!
33. Freud, S. "Consejos al médico". Op. Cit
34. Lacan, J. La relación de objeto. Op. Cit., capítulo 23. l. Lacan, J. "Apertura de la Sección Clínica", Ornicar? 3. Op. Cit.

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112
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

la, así como también para referirse a la declaración de sexo. riza las consecuencias de ese acto y porque, al mismo tiem-
Él la llama "declaración subjetiva de pertenencia a un sex~ po, es analista y analizante. (Un analista se desprende de su
Pero en toda declaraciÓn hay un resto Irreductible, y como en misma condición de analizante) "si construir el lugar de ana-
relación a la muerte, es por ue no puede decirse que se dice. lista hace a esa intervención del final, la tarea no benefactora
o mismo sucede en la declaración subjetiva e pertenencia sino conmovedora de escuchar las producciones de un sujeto
a un sexo, así como también, cuando el analista declara razo- se torna interminable, y propicia mantener abierta esa bre-
cha singular en el análisis del analista" 4 • Esa brecha abierta,
nes de una clínica de lo real. Las razones de la práctica hace
que el autor toma como eje para decir que el análisis es ter- ~l.
falta darlas porque, como el sexo, no pueden decirse por fue- 1

ra de esa discordancia estructural. minable pero también interminable, expone al analista a dis-
El analista declara razones de una clínica de lo real en me- tintos pasajes que ''hacen a una diversidad y singularidad a
dida similar al sujeto que declara ser macho o hembra. Es que transitar".
en la función del significante, predomina una dificultad, una Una de esas singularidades puede hacerle tomar la pala-
·falta principalmente ligada a la confesión del sujeto en tan- bra. Es que hay una articulación entre lo interminable de un 11
to afectado de un sexo. Justamente en fuñción de esas fafus análisis, la posición analizante que no termina nunca, aún
propias al significante es que quien "dice 'yo' (je) se dice como cuando haya atravesado un final, y ese deseo de enseñante
macho, o como hembra'12 • ~rque que en lo real no haya uno _ del que Lacan nos dijo que no es un mal rodeo al de analista.
que es macho y otro que es hembra, es el gran hallazgo del Cuando el analista toma la alabra ar t ex e-
psicoanahsis. Lacan, que introduce este concepto de declara- ri a la como an lizante. P ro, que en su atravesamiento
-;;ión de sexo en pos de definir la experiencia del análisis, vuel- de final, o en su defecto, si esto no se hubiera producido aún,
ve a insistir con dicho concepto, en la "Apertura de lasección en cada destitución, se escriba un límite a lo interminable, ya
clínica", para hablarnos de las razones del acto. Así entrama, nos pone frente a otro analizante. Porque que él dé razones
en torno de un resto masimilable, tres conceptos que están en_ no lo deja igual. Por el efecto que se produce como consecuen-
juego: e eriencia del análisis, fallas del s1gmficante y confe- cia de la práctica del deseo de enseñante, se escribe variación
sión del sexo. La escritura de en la posición (analizante), es decir, se escribe variación en lo
--.-
.!!!_Orae¡:-r(}"masimilable si pretende alcanzar un
dec~O interminable. Ese deseo de enseñante resulta del pasaje que
cional a la experienciadeíanálisis. realiza el analizante concernido en su vocación de analista,
11111 1
siempre que él deje jugar las insistencias que lo trabajan en
sus formulaciones.
En el efecto que se produce como consecuencia de esa prác-
t
'1

El analista es dos tiempos


tica, radica una de las cuestiones más importantes en lo que 11

La discrepancia constitutiva de la experiencia del análisiD atañe a dar razones del acto. Y sólo por extensión de ese cam-
formulada en el "no hay relación sexual", hace decir a Lacan po ético propio de la función, que parte siempre de lo singu-
"el analista es al menos dos: el que produce efectos y el que a lar se conformarán, renovadamente, los principios rectores del
esos efectos los teoriza"3 . psicoanálisis. El acto y las razones son operaciones en disyun-
Pero decir que el analista es dos permite también otra vuel- ción, dos momentos te!aporales alternadamente operatorios:
ta de tuerca: porque él es el que produce el acto y el que teo- la puesta en fuñción del-deseo de x al semcw del dec1r ana- -

2. Lacan, J. "Petit discours de Jacques Lacan aux psychiatres", 1967. 4. Zuberman, José. "El análisis lacaniano ¿es terminable o intermi-
Inédito. En Revista Littoral11/12, Argentina, E.P.E.L, 1991. nable?" En El análisis lacaniano ies terminable o interminable? Ar-
3. Lacan, J. R.S.I. Seminario 22. Inédito, clase del10-12-74. gentina, Escuela Freudiana de Buenos Aires, 2003.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

lizante, y la lectura de esa producción. Entonces, al decir que tante del cruce del conjunto de esos otros dispositivos propues-
el analista es dos decimos también que es dos tiempos: el del tos en el temario, da distancia, constituyendo un marco para
acto y el del hacer analizante en el que uno prepara al""Otrü, que el analista pueda encontrar. Y es precisamente en esta di-
-arque teoriza roduce siempre efectos en la práctica. Lo que- rección que se inscribe también como dispositivo todo grupo de
haga un analista con esa a ternanc1a e momentos, etermi- trabajo. Se trata de dar cuenta a otros del pasaje por los obs-
nará la ética que él construya, y cómo responda a esa diferen- táculos, inscriptos en torno a un significante, que prestándose
cia constituirá todo el campo del problema. Las razones del a ejercer terceridad, dé lugar a una producción.
acto las toma a su cargo el sujeto pretendiente a ocupar el lu- El problema es que sólo se puede salir a buscar si algo nos
gar de analista. Es a ese sujeto al que le está dedicada la for- coñc1eme. Por esta m1sma razon resulta que la expos1c1on de lo
mación. Y es de la exposición de esas razones, que resultará elabOrado, en la que corre el tiempo propio a la interpretación,
la escritura de la clín1ca que el firme. incluye también la enunciación, es lo que le da a ésta el tono.
De 1gual manera que para el analizante no basta con el
síntoma para que se formule el enigma que lleva como gra- "No podemos por consiguiente dejar de incluir nuestro discur-
no, ya que se trata de que la implicación de la causa proceda so sobre el inconsciente en la tesis misma que enuncia, que}-ª.,
a interrogarlo, para el analista, no basta tampoco con que él presencia del inconsciente, por situarse en el lugar del Otro
encuentre, hace falta que él se advierta también de haber en:- de uscarse en todo discurso en su enunciación. El sujeto mis-
contrado. "Cuando escnbo -nos dice Lacan en Ou Pire 5- en- mo del pretendiente a sostener esa presencia, el analista, debe,
cuentro afgo. No es que s1 no esctibieta no encontraría, sin<L en esta hipótesis, con un mismo movimiento, ser informado y
que no me percataría del encuentro." Otra vez son dos tiem- 'puesto en entredicho', o sea: experimentarse sometido a la ra;_
pos, el de encontrar y el de percatarse de ese encuentro. No Jad.ura del significante."7
basta con que el analista busque, lo propiO de la escritura clí-
nica radica en dar un marco a la blisqueda para que se pue- Ser puesto en entredicho, es hacer la experiencia de las
da encontrar. Formarse, irse formando, es saber hacerle lu- preguntas. Es una operac1ón de la que es responsable el suje-
gar a la discrepancia. Porque los efectos están hechos de di- to que pretende conducir a otros en la experiencia del análi-
ferencia, formarse requiere de saberse abstener, o como dice sis. El analista lidia con esto, al experimentar él mismo la ra-
Mallarmé refiriéndose a la función de la escritura, de evitar jadura del significante, porque esta experiencia engendra una
nombrar ("Nombrar el objeto es abolir en tres cuartas partes inapropiabilidad que requiere de un salto para la apropiación
el goce del poema"6 ). Formarse, entonces, con el fin de so or- Podemos llamar a ese salto, autorización. Pero ¿cómo apropia~ f
tar ese intervalo, aguantándose e ar un sentido a lo gue se se de algo que, como la lengua, es inapropiable? ::J
ofrece a la escucha. "La lengua es eso mismo que no se deJa poseer, pero que,
Es en el recorrido orientado por esta búsqueda (de razones) por esta m1sma razon, provoca to a e ase e mo · 1en os
que ubicamos la pertinencia y la necesariedad de escribir la clí- apropiac1 , os ce err1 a . "Son gestos contradictorios,
nica. Por eso consideramos esta práctica como una cuarta pata es un cuerpo a cuerpo: uno rec1be un cuerpo y deja en él su
en el trípode que Freud propone para la formación del analis~ firma. Este cuerpo a cuerpo, cuando se lo traduce a la lógica
análisis, supervisión y lectura de los textos. Porque ubicamos la formal, ofrece enunciados contradictorios(. .. )¿ hay que esca-
escritura del analista como un espacio de formación que, resul- par, evitando la contradicción? (. .. ) elijo exponerme a la con-
tradicción." El atravesamiento por esta contradicción a la que
5. Lacan, J. Ou Pire... Op. Cit., clase del15-12-71.
6. Citado por Kate Hamburguer en La lógica de la literatura. Ma- 7. Lacan, J. "Posición del inconsciente". Escritos JI. Op. Cit.
drid, Visor, 1995, "El género lírico". 8. Derrida, J. La lengua no pertenece. Op. Cit.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

se refiere Derrida, es una vía inevitable también para el ana- orden del día y organiza las relaciones entre nosotros? En un
lista en función de la verdad. A él, esa experiencia fundan- tiempo en el que se privilegia la eficiencia, ante todas las co-
te lo obliga a una argumentación, sólo si está apremiado por sas, casi como el Ú.nico valor al servicio de la competencia y la
el obstáculo. Para responder por la experiencia, él argumen- sobrevivencia, en desmedro de la afirmación subjetiva. En sín-
ta. Pero el argumento implica hacer lugar a la discrepancia, tesis, un tiempo en el que vale la eficacia por sobre el valor de
siendo esa la única apropiablilidad posible a nuestra praxis. la subjetividad que ha sido arrollada de múltiples modos 10 •
Por ue el mis tramiento ue conforma la experien- Esta inapropiabilidad de la experiencia genera efectos
'cia del análisis está en juego también en e ana ista cuando en los sujetos, cuando falta el gesto propio a ese "heredero
formaliza. Es a ese mismo Imposible al que sirve la escntu- responsable" 11 • Pero no sólo en aquellos que nos demandan
ra clínica y el que hace falta poner a jugar en la búsqueda de como analistas sino también en nosotros mismos. Porque el
las razones del acto. analista parte de ese su'eto ue padece la inapropiabilidad.
sta 'destrucción de la experiencia"12 alcanza tam Ién a su-
jeto que se vuelve pretendiente de ocupar el lugar de analis-
El acto clínico ta. ¿Por qué sería de otra manera? Encontramos claramen-
te este fenómeno en ese rutinario efecto de adormecimiento,
tan propio de las innumerables reuniones de trabajo convoca-
En el análisis (... ) en la medida en que estamos das en nombre del psicoanálisis, cuando falta el tono, la mo-
implicados, (... )debemos encontrar en la elaboración dulación que es propia al interrogante que interesa genuina-
de los conceptos el mismo obstáculo reconocido mente. El sujeto pretendiente está afectado. A él, a ese ana-
como constitutivo de los límites de la experiencia lista siempre en advenimiento, nunca asegurado, es al que
analítica, o sea, la angustia de la castración. hace falta analizar.
JACQUES LACAN El efecto de someterse a la rajadura, a ese permanente en-
tredicho, hace al anahsta dar razones y declararlas, a la vez que
pone en falta la teoría. Porque los conceptos surgen del mismo
En el camino obligado de confrontarse con el límite, tanto actO de decirlos, y la experiencia del enseñante, en consecuen-
en la experiencia del análisis como en el campo de su elabo- cia, cuando pide razones isomórficas a las requeridas para em-
ración el to e es el mismo: la angustia de castración. Es a los
efectos del reconocimiento o encuen ro e este o staculo que 10. En particular para los que vivimos en Argentina, cabe preguntar-
el analista que está implicado, es decir, que deposita su con- nos: ¿de qué manera habremos de considerar los efectos que pro-
fianza en el trípode, necesita ficcionalizar. Y es precisamente dujo la desaparición de personas? ¿Qué alcance sobre las subjetivi-11
en torno a esta operación, que tíene lugar la escritura como dades ha tenido ese horror, esa "política de huesos", como dice Luis
cuarta pata del tnpode. Gusman, donde falta la inscripción a tantos muertos argentinos,
dejándolos sin existencia: "ni muertos ni vivos"?. (Ver "El derecho
Las construcciOnes de Freud que él llamó historiales, esos
a la muerte escrita", en Conjetural N• 42, mayo 2005)
relatos fragmentarios, constituyen una ficción en la que él es-
tructura la verdad de su descubrimiento. Ese modo que él en-
0 Derrida, J. La lengua no pertenece. Op. Cit. Un "heredero respon-
sable" es para él aquel que ''ha de dejar su firma donde está la he-
contró para decirla fue su responsabilidad. También nosotros rencia, donde está la lengua que se recibe (una firma en el idioma
tenemos la nuestra, pero ¿cómo hemos de asumirla en una de lengua, idioma quiere decir lo propio justamente). Esto es una
época en que la "inapropiabilidad de la experiencia"9 está a la contradicción: se recibe y al mismo tiempo se da".

ú gamben, ~ Infancia e historia. Op. Cit. 12. Otro modo en que se refiere Agamben a la inapropiabilidad. In·
fancia e historia. Op. Cit.

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\ MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

prender un análisis, sigue esos mismos pasos. El justo estilo del Comienzan las entrevistas y a medida que se van produ-
informe de la experiencia de la que habla Lacan es no toda la ciendo empiezo a experimentar una incomodidad: se trata de
teoría, es un acto clínico: cuando están en juego las preguntas, cómo ella me mira. Como si algo quisiera arrancarme, me acu-
cuando se preserva el retroceso de la enunciación que es lo pro- cia, quiero decir, me ensordece. Literalmente, no la escucho,
pio del saber en fra~so, cuando una inarticulación en falta ha- me doy cuenta que desatiendo el relato a favor de atender esa
bita al analista. Como sucede también cada vez que el analis- mirada que, como en hipnosis, me hace quedar retenida. Deci-
ta opera en contradicción con la teoría misma, más que como do sacármela, sacarla de mi vista, del "cara a cara". ¿Qué razo-
resultado de una decisión, por encontrarse en un atolladero. O nes tenía para ese movimiento? Sabemos que la indicación de
como sucede cuando él no sabe lo que dice, en el momento de diván es pertinente cuando se sanciona una entrada en aná-
decirlo, o cuando produce un movimiento solicitado por la ex- lisis, de lo contrario la cosa puede arruinarse 13 • Entonces, yo
periencia del análisis que conduce, cuyo destino él ignora. no contaba con suficientes razones pero, sorda, no podía escu-
charla y esto ya cerraba el caso. Me quedaba sólo la alterna-
tiva de probar si quitándomela de la vista recuperaba la es-
Acostar la demanda cucha. La analista tenía que poner a prueba la aptitud para
poder escuchar. Pero, ¿no corría el riesgo de satisfacer esa de-
manda y así, acallada?
Hay que clinicar. Es decir, acostarse. La clínica está Le propongo el diván de todos modos para la próxima vez y
siempre ligada a la cama: se va a ver a alguien la despido. Ya al retirarse se produce un primer efecto: feste-
acostado (. .. )El hombre (. .. )en posición acostada ja mucho a los padres del psicoanálisis, dice: "¡Grande, Freud,
hace muchas cosas, en particular el amor, el amor Lacan!". Y si le doy valor a estas expresiones, es en particu-
arrastra a toda suerte de declaraciones. En la lar por la interjección que hay en ellas. Esa interjección es ya
posición acostada, el hombre tiene la ilusión de decir una invocación y da comienzo a un camino en el que se pone
algo que sea decir, es decir, que importe en lo real. en juego un llamado al Otro. La siguiente vez que acude, el
JAQCUES LACAN
festejo no sólo finahza, smo que la analizante se presenta de
un modo muy distinto. Apesadumbrada, plantea que ese día
trae unos poemas para leer y que para ello necesita mirar.
Viene a verme porque su cotidianidad tambalea. Se ve ame- "Usted propone mirar y leer poemas cuando le digo acueste-
nazada porque por algún motivo su suegra está instalada en sé y asocie libremente", intervengo, no sin sorprenderme yo
su casa. "Esta vieja" -así se refiere a ella- no deja de observar- misma escuchándome enunciar una formulación casi técnica
la, y esto la inquieta. La mujer la observa además, sin pronun- de la regla absolutamente inhabitual. Apenas acostada en el
ciar palabra. La maneja, entonces y ella no sabe qué hacer. Es diván el efecto es ipso {acto: se duerme. Y lo advierto por los
en medio de esta situación que se produce la consulta. ronquidos que comienzan a producirse. Ese tronar entre ella
1

Pero la analizante no se iniciaba con esta consulta. Ya traía y yo. En el consultorio, nada más: el ruido ocupa toda la esce-
en su haber dos experiencias anteriores que, a su entender, no na. ¿Qué hacer? Decido dejarla dormir y despertarla conclui-
habían llegado a demasiado. En una oportunidad se había tra- da su hora, pero no hizo falta. A la media hora se despierta,
tado con lo que ella llamaba "una muchacha" que "no la había
sabido comprender". Con la otra, también "muchacha", "toma- 13. "Es indispensable que esa demanda (de análisis) verdaderamente
ban el té". Concluye entonces que no había tenido suerte: nun- haya adquirido forma antes de que la acuesten." J. Lacan. "Con-
ca había alcanzado el diván. ferencia en Ginebra sobre el síntoma". En Intervenciones y textos.
2. Op. Cit.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

se da vuelta y mirándome dice: "me fui". Escando ahí. Esto in- desencuentro entre ella y el Otro, y se encuentra sorpresiva-
augura una serie de sesiones (¿entrevistas?) en las que viene mente que la que deja es ella. En ese desencuentro leemos que
angustiada, convencida: "no va a poder analizarse". La esce- el ''hay una causa para eso" está jugándose en la transferen-
na se repite una, otra y otra vez: un poco habla, un poco dice cia. Algo se produce en ese movimiento por el que ella se ad-
que no va a poder, un poco se duerme. Ella soporta dormir- vierte de un funcionamiento que la descoloca. El "me fui" que
se a la vez que la analista también soporta que ella se duer- formula, presenta una doble connotación: la de a la hora de
ma . La analista cuenta con que "la estructura del relato no estar ahí no estar -siendo esa la hora que introduce lo irre-
sucumbe al dormir" 14 • La analizante se sigue durmiendo has- versible, la pérdida- tanto como la connotación sexual de aca-
ta que en algún momento la pregunta "¿Por qué será que us- bar que anuda el drama de la sexualidad como sintomática.
ted se duerme aquí?" encuentra un lugar. A partir de ahí no El síntoma donde el partenaire falta es tapón de la forclusión
se duerme más. Ella relaciona el diván con la cama, y surge Clel sexo, del "no hay relacwn".
la asociación: la noche de bodas - noche que sí la iniciaba- se
había dormido el marido. Donde el partenaire falta, en la ilu-
sión de que no falte, falta ella: es la solución que encuentra la La lengua de transferencia
neurótica. §e duerme y así reemplaza en su síntoma lo gue se
le presentificó como falta del Otro, constituyendo una nueva . La declaración analizante no se produce sin atravesar al
formación, ue al pasar por el diván, nos permite ubicar aquí analista que allí so arta con su presencia lo que a él le es des-
la entrada al análisis, justamente por es e anudamiento en- ma o. En tanto que ese proceso lo incluye, él forma parte e
tre el síntoma y la transferencia. síntoma que será acabado como tal, cuando sea recibido por
- No hay síntoma que interese al análisis si el sujeto no es el analista, esto quiere decir, entendido como dirigido a él. Es
advertido acerca de él en algún sentido. N o basta el síntoma, · por esto que no hay síntoma que interese al psicoanálisis sin
ya lo hemos dicho, hace falta el reconocimiento de gue "esQ_ que el analista forme parte, es decir, no alcanza con el sínto-
funciona así". "Para que el síntoma salga del estado de enig- ma simplemente. Hace falta que éste devenga analizable. Ubi-
ma todavía informulado, el paso a dar no es que se formule, es carse allí de otro modo que como ante un signo, es prestarse a
que en el sujeto se perfile algo tal que le sugiera que hay una conformado, haciendo posible ese devenir. Pero este proceso
causa para eso" 15 • Sin esta condición, el síntoma no es abor- puede tener lugar solamente si no se rechaza la transferen-
dable por el analista, solamente lo es cuando la implicación cia que lo habilita, cosa que resulta muy fácil de hacer, por la
respecto de la causa, posibilita constituirse en una pregunta angustia que hay en juego en tomo a esa operación.
para el sujeto, creándose así la expectativa de algo por saber La institución del sujeto supuesto al saber del planteo la-
que justificaría, en consecuencia, el amor. Pero en ese proce- caniano abre al movimiento que hace a la posibilidad de cam-
so, el síntoma no es el efecto sino el resultado, "el efecto es el bio, a la vez que es tapón-pantalla que hará posible la trans-
16
deseo" • La analizante se queja de Otro que no la deja: "esta formación dando el tiempo que ésta necesita 17 • Pantalla sig-
vieja" no deja de observarla, las "muchachas" no la dejan al- nificante al objeto que encubre, al objeto del fantasma que re-
canzar el diván. Pero cuando mirándome dice "me fui" hay un
17. "Eso es lo que el psicoanalista releva por hacer ahí figura de al-
14. Lacan, J. "Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad". En guien. El 'es necesario el tiempo' lo soporta él bastante tiempo para
Intervenciones y textos. Op. Cit. que a aquel que viene a decirse, no le quede más que instruirse de
15. Lacan, J. La Angustia. Seminario 10. Argentina, Paidós, 2006, ca- que una cosa no es nada: justamente aquella con que él hace seña
pítulo 21. (signe) a ~guien. Es sabido que ahí introduje el acto psicoanalíti-
16. Ibíd. co." J. Lacan, Radiofonía &Televisión. Op. Cit.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

cubre, a su vez, la destitución subjetiva de la que ese movi- esa función que, en la vida, en la lengua, el padre traumáti-
miento informa. Que se produzca el significante de la trans- co ejerce "inocentemente"21 . No hay inocencia que valga, en
ferencia se vuelve posible sólo si los significantes son puestos cambio, para la función del analista.
en relación a esa suposición de saber. Esta relación da un re- En el caso que acabamos de relatar, la analista se encuen-
sultado: la producción del "significante cualquiera" que cuan- tra integrada como elemento significante en el discurso de la
do Lacan lo formula nos aclara que no es lo mismo que decir neurosis cuando se le vuelve insoportable aceptar la mirada
cualquier significante 18 . de la analizante. A la vez que forma parte, siendo objeto del
Estamos ante la constitución de la neurosis de transferen- trayecto pulsional, cuando esos ojos ávidos que la acucian, se
cia, ese concepto freudiano al que Lacan se refiere en términos cierran al dormir. Un dormir que, entonces, hace de recepción.
de una reduplicación que quita goce. Esta neoformación es la "Si un paciente se duerme -nos dice Dolto- hay que saber es-
que hace posible la apertura del síntoma, buscando una trans- tar completamente con él( ... ) A través de ese sueño el anali-
formación del goce en el sujeto que consulta, cuyo sufrimiento, zante (...) realiza sobre él (analista) una transferencia." 22 Al
paradojalmente, comparte cierta felicidad. En esta condición cerrar los ojos hay una inversión que de por sí, vale. Pero aún
de reduplicación constitutiva de la neurosis de transferencia hay algo más: las percepciones atentan contra el saber, y que
hace falta poner el acento, ya que un psicoanálisis justamente, caigan al dormir, habilita una relación distinta con ese saber.
~nsiste en "lo que reproduce una producción de la nPUrosü¡" 19, Mientras que la percepción alimenta al ojo, la angustia que
Es que ''la neurosis es una lengua". Pero no basta con eso, hace provoca dormirse prepara, en una "extraña temporalidad",
falta que además sea una lengua de transferencia. una intermitencia propia de la lectura. Es el tiempo de la va-
cilación tanto como el del hallazgo. Aquellos mismos ojos que
"Pero no sólo está el discurso organizado, también está la for- ahora se cierran son los que soportaban una mirada. La ana-
ma en que se desarrolla un diálogo destinado a solucionar este lizante muestra esa mirada que la empuja a la consulta. Pero,
discurso, de modo que las cosas se complican todavía más. Que ¿cómo puede una mirada ser mostrada?
se establezca dicho diálogo supone en efecto ofrecer nuestro lu- Toda vez que un sujeto demanda hay en juego algo no asi-
gar como aquél donde deberá realizarse una parte de los térmi- milable que provoca, cada vez que esa demanda se formula,
nos del discurso( ... ) Nosotros mismos, como personas, estamos que al mismo tiempo esté siempre lista para cancelarse. De
integrados a modo de elementos significantes en el discurso de manera que el trabajo de la demanda es un trabajo de tiem-
la neurosis, y a este título se nos permite, a veces se nos exige, pos, pero también sobre y en el tiempo. El tiempo es apertura
resolver su sentido."~ 0 y cierre y en esa pulsación se produce algún desprendimiento.
La demanda tiene lugar porque se produce un encuentro que
Es en esta dirección que vale el diálogo con el síntoma, ya ha hecho tambalear la escena y en esa conmoción, en la que
que es lo que ha de permitir el pasaje a otra cosa para el suje- irrumpe el a, se pierde la referencia habitual. Cuando esto ocu-
to, a otro modo de gozar. Ese goce en juego se vuelve aborda- rre se intenta su recomposición. Y en este caso, dicha recom-
ble para la transformación, sólo si cuenta con un ofrecimien- posición parece intentarse por la vía del acting, que nos es di-
to por parte del analista: el de encarnar en la transferencia fícil precisar si comienza en el dormirse, o ya estaba implíci-
ta en la misma mostración de la mirada. La analizante viene
18. Lacan, J. "Proposición del 9 de octubre de 1967. Sobre el psicoa- a mostrar una mirada que necesariamente sobra y eso habrá
nalista de Escuela". En Momentos cruciales de la experiencia ana-
lítica, Argentina, Manantial, 1991. 21. Lacan, J. El saber del psicoanalista. Op. Cit.
19. Lacan, J. El saber del psicoanalista. Op. Cit. Clase del 4-5-72. 22. Dolto, Fran9oise; Nasio, Juan David. El niño del espejo. El traba-
20. Lacan, J. La relación de objeto. Op. Cit. Capítulo 23. jo psicoterapéutico. Barcelona, Gedisa, 1997.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

de cargarlo la analista a su cuenta. La mostración es siempre El estatuto de la incomodidad


mostración de lo que no es. Se trata de negativizar la mirada
en un montaje que incluye a la analista en el trayecto pulsio- ¿Cómo formalizar la incomodidad que le provoca a la ana-
nal, provocándola a instalar a la analizante en el diván. lista ser soporte de esa mirada que ensordece? Podríamos de-
Los momentos de una cura que se hallan subrayados por la cir que es punto de partida de un movimiento ya que hay allí
alteración de lo que llamamos "encuadre", son momentos pri- un indicio de que una operación se está jugando en el análi-
vilegiados en el anudamiento de la transferencia. La introduc- sis. Es una brújula que, en este caso, gesta la propuesta del
ción del diván señala, en retroacción, un objeto sobre la esce- diván y con ella la mirada se negativiza, se resta. Que la ana-
na como el comienzo que inaugura un movimiento. La incomo- lista sea objeto de la demanda implica alguna alteración en
didad que la mirada gesta en la analista es un primer tiempo su libido como efecto de intervenir en relación al goce que se
en la constitución de la transferencia, que hace lugar al objeto articula por esa demanda. Dicha producción da cuenta de que
-mirada- sobre la escena de la cura. Esto ocasiona un llamado: ella es soporte pulsional de la experiencia. Ubicamos allí esa
hay una mirada de más. El Otro que la analista va a encarnar incomodidad, como sede de la operación. Cuerpo del analis-
encuentra un lugar, que hace que el sujeto pueda contarse en ta que es necesario para que la inscripción propia del acto,
relación con la falta de ese Otro. Y según que la analista res- en este caso, del acto de entrada, se produzca. Podría situar-
ponda como la que mira o como la que escucha se relanzarán se como una vertiente pulsional en la transferencia, esa mo-
o no otros trayectos. Entre aquellas "muchachas" con las que · dulación por la cual aquello que está determinado por la pre-
la analizante "no tuvo suerte" y la formulación de la pregunta sencia del analista, se redistribuye. Cuando se sostiene el dor-
acerca de la capacidad para analizarse, se ahueca: el lugar pro- mir, allí es presencia, una presencia de ojos abiertos a quien
pio de la demanda. La producción de efectos de falta constitl!; los tiene cerrados, así como también, cuanqo el diván hace que
ye lo más im ortaríte de las entrevistas prehmmares. algo se escuche, la presencia en lo real de la función del ana-
La regla fundamental, abre a ormir. Pasa de mirada a rui- "Íista se anuda a la pulsión. Esa presencia porta real y el de-
do en un primer término, para hacer surgir después al silencio -cir "me fm" eséñbé algo de ese real con el que la analizante se ·
que por último deviene palabra. Las entrevistas arman panta- -encuentra cuando se duerme. --
lla en una secuencia que se recorta así: mirada - diván - regla Que la mil ada ensordezca a la analista hace también a su
fundamental- dormir - roncar - despertar y, después, decir "me resistencia, con ésta tendrá que operar. Por eso es importan-
fui". Con una salvedad: sólo la formulación "me fui" permite, te considerar todo lo que entra en el campo en este sentido
retroactivamente, construir la secuencia de este modo. Porque como un conjunto de indicadores clínicos de enorme valor. Si
esta linealidad sólo tiene sentido en su ruptura, es decir, leída la analista les da lugar, trabajar con ellos la responsabiliza
desde la producción de los sucesivos efectos que conforman su de la transferencia que decidió aceptar, porque si bien por un
revés: el decir "me fui" hace recuperar ese proceso de los suce- lado resiste, por otro, que se ensordezca es señal de que ella
sivos pasajes entre los sigpificantes que gestan intervalo. La allí también desea. Sólo de esa manera dividida se puede re-
angustia se intercala éón el dOrmir y hace de vacío respecto - c1brr ese "algo que se señala" propio al síntoma, y esa inclu-
de ese lleno que es el sueño, hasta que surge la asociación. El sión de la división hace del síntoma un síntoma acabado, esto
roncar, por su parte, viene al lugar del ojo abierto pero ya en es: constituido como dirigido al analista.
variación, ya como otro modo de ensordecer. Cuando la analis- Esta condición del síntoma analítico, esa inclusión que hace
ta acuesta la mirada, aparece el ronquido. Y cuando éste apa- que el analista tome a su cargo un goce que no es suyo por la
rece, algo del oído -lo no asimilado del síntoma por el sujeto al transferencia es la misma que hace que se requiera ponerla
decir de Lacan- es convocado, como un ojo un poco más cerra- en trabajo para su elaboración, en un tiempo distinto al de la
do, un parpadeo, atravesado por la intermitencia. experiencia en sí. Porque esa condición de división que atra-

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

viesa al analista, requiere ser situada. Esta inclusión que no operación. Porque prestarse a ese ejercicio, no deja de afec-
deja saber lo que sabe (ver lo que ve), obliga a la analista del tarlo. Escuchar las producciones de un sujeto en el marco de
caso relatado, a ese otro tiempo que constituyen las vicisitu- un análisis, necesariamente, aunque de manera distinta cada
des propias a la declaración de las razones del acto. Declarar- vez, lo deja "enredado". En función de que entre pasaje y pasa-
las es el trabajo de aislamiento de la marca del cada caso, ya je van quedando restos, tendrá que desenredarse de esos res-
que exponiéndolas se descubre lo que resiste -es una vertien- tos constitutivos del camino anahzante, de las múltiples im-
te de la transferencia- al ejercicio de la función analítica. Re- plicancias que trae ser objeto de la experiencia, prestándose
sistencias del analista que son también la condición de escri- a la elaboración misma de la demanda, sin hacer obstáculo a
bir la clínica, cuando el goce en tránsito propio al acto -una ese dejar repetirse ("que da miedo al médico"). Enredarse no
operación nunca exacta- requiere, por los restos que esa ope- depende de la magnitud del obstáculo que la situación pre-
ración produce, una elaboración. Porque es de esas cargas que senta, hace a nuestro cotidiano la dificultad para elaborar los
el analista se constituye y, aún cuando cesen por la operación, sucesos traumáticos a los que nos llama la transferencia. Di-
eso nunca cesa del todo. Hay un resto que deja secuelas en ese ficultad que responde a que la posición del analista está he-
sujeto pretendiente a la función y es a ese sujeto al que habrá cha de angustia, se origina en ésta, y es su función preservar-
que re-habilitar. la el tiempo que sea necesario para que el analizante pueda
atravesarla, sin desconocerla ni renegarla pero sin apropiar-
se de ella. Preservar la angustia habilita a la vez el sosteni-
La sublimación del analista o la re-habilitación miento de la demanda.
Cuando Lacan se propone trasmitimos el carácter de exor-
del sujeto bitancia propio de toda demanda, lo ejemplifica con el pedi-
do de un objeto ine!uestionablemente inalcanzable: "N o sin ra-
zón los niños piden la luna". La piden "porque pedir la luna
Una huella diferente, fuera de lugar, en el corresponde a la naturaleza de una necesidad que se expresa
sendero normalizado por las idas y vueltas a través del sistema significante. Por otra parte, no dudamos
de los mismos pies. Una huella que, una vez de prometérsela. Por otra parte, además estamos cerca de te-
diferenciada por la lectura, ya no es la misma. nerla. Pero a fin de cuentas, no la tenemos"23 •
Porque, ¿cómo se podría encontrar una huella Es por eso que sostener esa demanda no implica necesa-
sin dejar estampada la propia? riamente el hecho de satisfacerla, aún cuando muchas veces,
EDUARDO GRÜNER pueda figurarse esa satisfacción para abrir camino, que no es
lo mismo. Sostenerla, en cambio, es algo distinto. Es alojarla,
haciéndose sede para esa persistencia que a ella le es tan ca-
Si el analista forma parte del inconsciente, si no hay sín- racterística. Este acto de aceptarla, implica un costo al ana-
toma sin que él lo conforme, si de lo que se trata es de que se lista y pagarlo, no lo deja indemne:
ofrezca como objeto de la experiencia del análisis, ¿qué efec-
tos trae esa operación, ya no para el analizante, sino para él? "Ya que es él que se ofrece como objeto de la demanda -como lo
¿Qué consecuencias tiene formar parte de ese proceso de re- prueban las turbaciones libidinales de su cuerpo- y por su acto
duplicación de la neurosis al que se ve llevado a asistir? En deviene en un partenaire real de la historia del paciente. No
síntesis, ¿qué implicancias tiene que él pague por sostener el
deseo del analista cuando se decide a ejercerlo? <
23. Lacan, J. Las formaciones del inconsciente. Seminario 5. Argen-
Hace falta detenernos en el analista en tanto objeto de esa tina, Paidós, 1999, capítulo 5.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR ALANALISTA

únicamente de la historia de la cura, sino también de la histo- Esta suspensión que implica, irremediablemente, poner en-
ria a secas. Ya que antes y después de un análisis, nadie tiene tre paréntesis el cuerpo propiO, es una pieza clave en funcióñ
la misma historia de su vida. Los personajes son siempre los de soportar la demanda. La exorbitancia que a ésta le es sus-
mismos, pero el cuerpo sin Erscheinung del analista(. .. ) los hizo tancial, pesa sobre el cuerpo del analista, o para ser más preci-
cambiar de rostro."24 sos, sobre el cuerpo subjetivo, sobre el del sujeto pretendiente.
Porque soportar quiere decir sostener, aguantar, resistir, opo-
Héctor Yankelevich define Erscheinung como esa mani- nerse a una fuerza sin dejarse vencer por ella. Pero también
festación de lo que es propio del sujeto y de ese modo sitúa el quiere decir sufrir, pasar un dolor o un padecimiento sin su-
cuerpo del analista, en función de esa falta, como marco del cumbir a él. Así, ese irse aguantando de dar sentido que se-
análisis. ¿Cuál es el costo de algo semejante? Porque que al ñalaba Mallarmé para el proceso de la escritura, se nos vuel-
analista le sea pertinente un cuerpo regido por esa ley quie- ve a presentar para que el padecimiento en juego en el análi-
re decir que la abstinencia a la que se compromete, lo alcan- sis, encuentre el paso.
za también en su cuerpo. En esa tramitación, en la gue se d-ª El cuerpo del analista, ese soporte de goce que se presta a
un cambio de goce por inscripción significante, él se ofrece a la inscripción significante o innovación en el analizan te, se en-
so ortar un goce que no es ro io. cuentra atravesado por múltiples y diferentes efectos que dejan
El cuerpo e ana ista implica tomar, a su cargo, un goce in- sus marcas en él. Son también las consecuencias de ser testi-
consciente que viene del otro, "y dejar de recibirlo tan pronto· go, de hacer de "secretarios del alienado" 27 , de que las únicas
como el discurso del paciente cambia (. .. ) Esto es estar, para notas que cuenten sean las que él dicta. Esos efectos nos fati-
el analista, en lugar de a, pero en la semblanza (... ) Es desde gan, porque que trabajemos bajo la regla de abstinencia signi-
ese lugar que él deviene el soporte de los fragmentos pulsio- fica que se haya i_mpedida la satisfacción pulsional que Freud
nales del paciente"25 • llamó sublimación y que aseguraría así "una separación en-
De aquel llamado a soportar los fragmentos pulsionales tre el sujeto y la producción". Esos efectos que dejan marcas,
de la analizante, que en la construcción de nuestro caso im- muchas veces el analista los arrastra con él, a veces a sabien-
plicaron dejar venir esa mirada, habla, a su manera, la inso- das -y ahí ya está mejor posicionado- pero otras sin saberlo.
portabilidad que incomoda a la analista por efecto de la pul- Son cargas libidinales que lo comprometen hasta fisicamen-
sión. Justamente como consecuencia de responder como ob-
jeto de la demanda, para que la angustia allí en juego pue-
te. Jinkis las llama "residuo tóxico de movimientos pulsiona- ~'
les 'ñiudos y lo considera una resultante de las resistencias
da ser atravesada. Estar regido por esa abstinencia requie- del anahsta. Este "residuo toXIco" es lo que hace qae él nece-
re que todo analista sea capaz de poner en suspenso su deseo site recuperarse, dado que en la cura no sublima: "El ejercicio
subjetivo. ("Para poder ser hecho mirada, él se desposee de la del análisis impide la sublimación"28 •
suya. Para poder ser hecho voz, él pierde la suya. Así, lo que Es por eso que esa función genera un agobio del que el
ve son los vectores dinámicos que sostienen o traban al cuer- analista necesita re-habilitarse. Él puede sublimar esa toxici-
po del otro. Lo que él escucha son las variaciones tonales de
la voz, su desplazamiento en la tesitura. El analista, como tal 27. Lacan, J. Las psicosis. Seminario 3. Op Cit., capítulo 16: ''Nos con-
no tiene cuerpo.")26 tentaremos con hacer de secretarios del alienado. Habitualmente
se emplea esta expresión para reprochar a los alienistas su impo-
tencia. Pues bien, no sólo nos haremos sus secretarios, sino que to-
24. Yankelevich, Héctor. "El marco del análisis y el cuerpo del ana- maremos su relato al pie de la letra; precisamente lo que siempre
lista". Redes de la letra N°5, Legere, 1995. se consideró que debía evitarse".
25./bíd. 28. Tal como Freud dice en una carta a Andreas-Salomé. J. Jinkis, "Su-
26./bíd. blimación del analista", en Conjetural N° 22, Buenos Aires, Sitio.

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MASU SEBASTIÁN

dad propia a la operación del análisis cuando relanza la fun-


ción deseo.

"Freud coloca al deseo como objeto, y es claro que la regla de


abstinencia conlleva el impedimento de esa satisfacción pulsio-
CONTAR CON EL FIN
nal que llamó sublimación. Todavía más lejos, cuando Lacan si-
túa como objeto al analista, el deseo de una diferencia pura, pu-
rificada, expurgado de las arborizaciones que enciende en su re-
corrido la Bearbeitung, parece implicar que tal deseo apunta a
El fin de mi enseñanza. Si he utilizado el término
ocasionar una sublimación del analista, ahora con el valor del
fin no es porque haremos un drama.
genitivo objetivo."29
No se trata del día que ésta estire la pata. No.
El fin es el thelos, el para qué se hace.
El genitivo en juego en sublimación del analista, supone JACQUES LAcAN
que él haga algo con lo que se encontró al conducir, encaran-
do un trabajo que lo separe del objeto y le permita producir
en una dirección distinta a la que se sujetó en la cura. Esto
quiere decir que el sujeto pretendiente se libere del analista, El término fin tiene la riqueza del equívoco: hace referen-
vaciándose todo lo que pueda de esos restos pulsionales, a los cia tanto a un momento de una secuencia, como a una finali-
que la operación lo obliga a cargar. Porque que haga algo con dad. Y dicha equivocidad, a su vez, hace a la complejidad pro-
lo que se encontró ya no pertenece al tiempo propio del aná- pia de la indeterminación. El fin es lo que termina algo y, al
lisis, pero no es ajeno a él del todo. En ese borde la elabora- mismo tiempo, aquello a que se dirige un proceso hasta que-
ción produce un saber sobre lo que aconteció en la experien- dar terminado. Puede entenderse en sentido temporal, como el
cia. Y toda la escritura de un analista consiste en un intento momento final, pero también, como intención, o cumplimien-
deñácer frente a esta exigencia que la expenenc1a del anáhsis to de intención, como propósito, objetivo, blanco, finalidad. Si-
plantea. Escntura que, inevitablemente, resulta de la puesta tuarnos respecto del fin de un análisis como aquello a lo que
en acto de la convicción de fin con que el i'nAnt.n se dirige un proceso tiene su interés. Nos permite enfrentarnos
no solamente con aquello que concluye -y en consecuencia al
tiempo final del análisis- sino también subrayar la finalidad
a la que el fin se dirige y los distintos tiempos por los que ese
proceso transcurre durante su constitución. En el campo de
ese advenimiento, incluir tanto fin como finalidad, hace a la
cuestión de la elección, porque no se opta por algo sin echar a
perder otras· cosas. En dicha dirección se producen diferentes
pasajes por los que un análisis ha de atravesar. Hace falta con-
tar con lo que denominamos experiencia de fin para causar los
sucesivos y múltiples atravesamientos que se requieren hasta
finalizar. La inscripción del fin como experiencia en el analis-
ta hace a la ocasión del acontecimiento, al pasaje a otra cosa,
aún cuando esa otra cosa (todavía) no sea el final.
29. /bld.

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

Aquí se abren dos perspectivas sobre la cuestión:_Eor un cir a otros en la experiencia. Porque que Lacan sostenga que
lado distinguimos fin de final con la idea de situar diferencias al analista lo produce el análisis que ha llegado a su fin, que
en el recorrido según los tiempos de una cura y, por otro, sin- analista se adviene al final -definición que respeta la misma
gularizamos el problema enfocando la cuestión del fin de aná- relación que la que hay cuando sostenemos que la liquidación
lisis en lo que hace a cada analista. Porque un analista puede de la transferencia hace a la transferencia misma- produce
contar con una experiencia de fin sin contar con la de final . Es consecuencias en los analistas respecto de su inscripción y su
lin observable clínico: los analistas comienzan a analizar con posición. De manera que la propia experiencia de fin no deja
anterioridad a haber pasado por una experiencia de final de de estar enmarcada por una política que ejerce implicancias
análisis. En gran cantidad de casos no cuentan con esta expe- sobre los pasos a dar. La dificultad radica en que la posición
riencia e igualmente son capaces de dirigir tratamientos. No surge de un desencuentro entre una anticipación y un retar-
nos referimos desde luego a aquellos supuestos analistas que, do. Es en "La Proposición del 9 de octubre" que Lacan nos dice
ubicándose al margen del principio rector del propio análisis, que en la práctica del psicoanálisis "terminación, objeto y fina-
se consideran a sí mismos capaces de casi todo. Nos referimos lidad misma se demuestran inarticulables" y que justamen-
a aquellos que genuinamente conducen, esto es, que no sólo te de lo que se trata es de "captar en ese defecto la articula-
reciben demandas, sino que saben hacerlas prosperar. Condu- ción que falta" 1 . Es eso, precisamente, lo que da ocasión a un
cen aún sin haber atravesado la experiencia de final. En otros análisis. Se problematiza una temporalidad que nos confron-
casos, los analistas disponen de esa experiencia, pero de todas ta a un des-tiempo y esto nos pone ante una lógica temporal
maneras, condujeron con anterioridad a haberla atravesado. en la que no hay coincidencia entre fin y final. Es en el campo
Puede no contentarnos, sin duda, pero es constatable clínica- de esta incoincidencia que el analista adviene como función y
mente. ("La teoría está bien, pero eso no impide existir" de- en el que se lleva a cabo toda puesta en acto.
cía Freud.) Ahora bien, cómo operan los analistas cuando no Es cuestión de ha.cerle lugar a este defecto estructural ya
cuentan con la experiencia de final, con qué cuentan para con- que, solamente por esa vía, "puede ser puesto en acción"2 •
ducir. Podríamos decir que cuentan con su propia experien- Porque para que lo inarticulable se demuestre el único cami-
cia de fin, como aquello a que se dirige un proceso hasta que- no es que un acontecimiento subjetivo llegue a producir un
dar acabado. Esto es equivalente a afirmar que cuentan con decir. Captar la articulación que falta, constatada en vez de
un tramo de la elaboración de su análisis, con una parte del ocultarla es condición para una producción y en eso consiste
trayecto que no alcanzó aún la disolución de la transferencia. la práctica del obstáculo. Práctica que alcanza al recorrido de
Entonces, disponen de un deseo de final, inmersos en algo que un análisis y muy particularmente al momento de la disolu-
no deja de estar en causa. ción de la transferencia, cada vez que confronta al sujeto -tam-
bién al pretendiente a ocupar el lugar de analista-llamándo-
lo a responder con el límite resultante, indefectiblemente, del
Entre la anticipación y el retardo atravesamiento por esa articulación en falta. Él mismo como
analista en formación (no nos cabe en ningún caso hablar de
Este proceso en el que el analista se encuentra importuna- analista formado) es alcanzado por esa incoincidencia radi-
do por un deseo de final se inicia, como el de todo analizante, cal propia de la experiencia. El proceso de esa formación tam-
en un encuentro con lo real y hace a la oportunidad que pues-
ta a pasar por las diferentes vueltas del recorrido, implicará l. J. Lacan "La Proposición del 9 de octubre de 1967. Sobre el psi·
variaciones cada vez. La propia experiencia de fin, pretende coanalista de Escuela". En Momentos cruciales de la experiencia
señalar que hay un tiempo singular en el recorrido de un aná- analítica. Op. Cit.
lisis, para cada uno diferente a la hora de decidirse a condu- 2. lbíd.

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MASU SEBASTIÁN
ACOSTAR AL ANALISTA

bién está afectado por un destiempo que hace que se produz-


mente, el espacio temporal en el que consiste ese dispositivo
ca, a su vez, un desencuentro entre el texto del analizante, la
-espacio orientado hacia un juego de letras en una combina-
lectura de los textos con que el analista se forma, el recorri-
toria precisamente determinada5- prepara ese advenimiento.
do de su análisis y el control como experiencia sobre el límite
Así es como la experiencia de final en el horizonte de su porve-
en los análisis que conduce. La vena de ese desencuentro es
nir trabaja en el analista. Mientras el final enmarca el fin, el
la que estructura el proceso analítico mismo y es por eso que,
fin prepara el final. El fin es esa cuenta cada vez, esa varian-
el analista que se forma, es aquel que puede soportar esa ex-
te propia al recorrido, cuerda que tensa, a su vez, el encuentro
periencia de discrepancia. Estar más advertido es, en conse-
con cada analizante y la fuerza a proseguir. Es una de las tan-
cuencia, dejar operar esa alternancia entre anticipación y re-
tas razones que hacen que el encuentro sólo pueda ser único
tardo, otro modo de la división del sujeto que esta vez que-
con cada uno de los analizantes. Para cada analista también,
da formulada entre fin y final. Formarse no quiere decir otra
porque cuando es demandado se ve, inevitablemente, obliga-
cosa que mantenerse abierto al latido de esa diferencia, deci-
do a responder con esa cuenta de fin. N o puede atender el lla-
dirse a hacer con ésta sin pretender suprimirla. Hacerle lu-
mado de ninguna otra manera que con esa cuenta, con lo que
gar no es colmar ese déficit estructural con enunciados cris-
del pasaje por la falta lo marca, es decir, por el significante de
talizados ni axiomas de ninguna naturaleza, por el contrario,
que no hay Otro, otro modo en que Lacan define la letra6 •
tomar esa vía es de-formarse.
Es justamente a este desencuentro al que la dimensión ana-
lítica le oferta un dispositivo. No puede obligarse a una pro-
ducción como tampoco puede obligarse a un final: sólo se le Contar con la convicción
puede ofrecer un dispositivo que opere como artificio. "Diga lo
que se le ocurra", no es sólo porque no se puede decir todo, es En principio contamos con el fin en términos de una ex-
también una invitación a entregarse a la ley de la escritura, periencia que se alcanza por una vía que no es la compren-
esa que dicta atender a la letra. Ya que es la letra la que "reve- sión. Convicción no supone que el analista comprenda o teo-
la en el discurso lo que, no por azar ni sin necesidad, se llama rice el alcance del fin, sino que lo pueda trasmitir. Es una vía
gramática. La gramática es lo que del lenguaje sólo se revela basada en el amor a la verdad, una convicción de esa verdad.
en lo escrito"3 . Atender a la letra, hacer que no deje de demos- Señalemos que Freud utiliza el término en su texto Análi-
trarse lo inarticulable, hará saber al analizante que hay fin de sis terminable e interminable para hablarnos de "convicción
igual modo que hay saber: en fracaso (que nada tiene que ver del inconsciente" como lo que se espera de un análisis didác-
con el fracaso del fin). De este modo es como hacemos funcio- tico: "que proporcione al principiante una firme convicción de
nar el dispositivo analítico en su dimensión instituyente, en la existencia del inconsciente"( ... ) para percibir en él mismo
la única dimensión que cuenta, en cuanto advenir. Es el tiem- cosas que de otro modo le resultarían increíbles"7 • Es lo que
po más propio del psicoanálisis. Este tiempo de advenimiento Freud le pide al análisis de un analista.
está dicho de diversas maneras en la obra de Lacan: él habla En Construcciones en miálisis, texto que es del mismo año
de advenir analista al final de una cura, así como también, del que el anterior, y que representa un escrito crucial para quien
advenir del a -"porque, el analista yo lo des-soy"4- y de adve-
nir escritura, que es lo que se espera de la producción. Justa- 5. Ibíd.
6. Lacan, J. "La mujer insisto: que no existe es justamente la letra,
la letra en tanto que ella es el significante de que no hay Otro." De
3. Lacan, J. Encore. Op. Cit. "El amor y el significante".
un discurso que no fuese del Semblante. Seminario 18. Clase del
4. Lacan, J. Los no incautos yerran o Los Nombres del Padre. Op.
17-3-71. Inédito.
Cit. Clase del9-4-74.
7. Freud, S. Análisis terminable e interminable. Op. Cit., punto 7.

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MASU SEBASTIÁN

no diga ninguna palabra, hay implícita una posición que sólo


aborda su obra, Freud nos dice que una construcción no es habrá de revelarse a través de los efectos que se produzcan.
"más que una conjetura que espera examen, confirmación o Siempre que él pueda no oponerse al funcionamiento del dis-
rechazo". Nos presenta así su método de "confirmación indirec- positivo como podría hacerlo, por ejemplo, si se erigiera en el
ta" que tiene la particularidad de requerir un tiempo de sus- conductor de los actos del paciente, o en consejero, o mostran-
penso. El tiempo y modo -subraya- en que el analista trasmi- do un camino para la conducta tratando de hacer "bien". Esas
te su construcción al analizante, con el objeto de hacer surgir posiciones, o cualquier otra que otorgara sentido a la cura, im-
a partir de las huellas que ha dejado lo que ha sido olvidado, pedirían el pasaje propio de la conjetura con el valor que le
constituye el nexo entre las dos partes del trabajo analítico, otorgan los términos freudianos.
es decir, entre la del analista y la del analizante8 • Tal vez, toda la responsabilidad de un analista radique en
Freud se pregunta cómo ocurre que, en el proceso del aná- que él pueda operar con esa abstinencia, resultante y abso-
lisis, "una conjetura nuestra se transforma en la convicción lutamente heredera de la inscripción de la convicción del in-
del paciente" y responde -dejando claro que es la conjetura la consciente. Es así que la conjetura es un modo posible de nom-
que posibilita el pasaje a la convicción- que no hay que des- brar también la asimetría. "Si el análisis es llevado correcta-
cribir el proceso, porque está dando por sentado que hay allí mente", incluye la convicción de la existencia del inconscien-
un puente: "si el análisis es llevado correctamente", produ- te. Pero no se trata sólo de esa convicción a la que se refiere
cimos en el paciente "una firme convicción de la verdad". De Freud, porque disponer de esa experiencia para conducir a
esta manera nos deja leer la articulación que pone en serie otros en el análisis, supone una vuelta más que pone en acto
convicción de inconsciente y de verdad. Freud es muy preciso, la operación castración habilitando a formar parte del incons-
el tiempo y modo propios de la conjetura del analista son los ciente en la experiencia del análisis. Esto implica, necesaria-
que hacen a la trasmisión 9 : "El tiempo y modo en que tras- mente, disponer del pasaje por la caducidad del Otro al ser-
mite sus construcciones a la persona que está siendo psicoa- vicio de la cura. No hay alojamiento posible que el analista
nalizada, así como las explicaciones con las que las acompa- pueda otorgar, sin esa experiencia de caducidad. En este sen-
ña, constituyen el nexo entre las dos partes del trabajo analí- tido, toda iniciación de un proceso de análisis conlleva lapa-
tico, entre su propia parte y la del paciente"10 • radoja de contar con el fin. Al iniciar, el analista pone en jue-
"Cómo, cuándo y con qué comentario" es la pregunta freu- go su convicción de fin -esa torsión entre la de la existencia
diana clave para habilitar la trasmisión en juego, y esa cla- del inconsciente y la responsabilidad de conducir- y así abre
ve se desprende del tiempo y modo en que se juegue la inter- en una dirección o, en muchos casos, decide no abrir. Pero en
vención del analista, siendo eso lo que constituye, a la misma todos los casos, esa decisión es producto de la elaboración de
vez, la ligazón entre las partes de la tramitación del análisis. la experiencia de alteridad que ha de permitir al analista gi-
Porque el camino de la conjetura sólo puede formularse en co- rar lo ilegible como causa. Una barra tacha aquí la creencia
rrespondencia al diálogo en transferencia y es de este modo en la garantía haciendo lugar al desencuentro entre fin, obje-
que en el análisis se trasmite (el fin). Aún cuando el analista to y finalidad. No se trata de darle lugar a secas a esa discre-
pancia, sino de que el analista forme parte de ella. Que su ta-
8. Freud, S. "Construcciones en psicoanálisis". Tomo 9, l. Obras Com- rea no tenga estatuto de profesión significa que la función no
pletas. Op. Cit. tiene como asegurarse, en ningún caso. Aún cuando se haya
9. El modo incluye una relación al tiempo que para Lacan, no es otra atravesado un final. Todo el ejercicio de esta práctica obliga
cosa que el a. "Hay algo, así, que está ligado al tiempo que pongo en al analista a soportar ese desencuentro entre ser llamado a
decir las cosas, ya que el objeto a está ligado a esta dimensión del un acto y no poder asegurar la respuesta.
tiempo" (Seminario 21, Op. Cit., clase del9-4-74). Es en consecuencia de este límite que situamos la experien-
10. Freud, S. "Construcciones en psicoanálisis". Op. Cit.

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cia del análisis en términos de los efectos que en su trayecto se tivo, efecto del deslizamiento que hace de una fórmula -des-
produzcan, pero señalando que, el hecho de que se produzcan tinada siempre a una lectura- un mandato coagulado. Por la
implica que la cura sea por añadidura, vale decir, con retardo. misma dificultad que hay en juego cuando se trata de atra-
Esta condición de a posteriori, esencial a la experiencia analí- vesar lo que hace falta, por el defecto de la estructura que se
tica, es comparada por Freud con el tipo de prueba de brujería juega en esa experiencia singular del límite, muchas veces se
aplicada por aquel rey que, para distinguir una bruja, contaba intenta sustituir la operación. Pero formarse no es abrigarse
con un método extremadamente particular: "La hacía arrojar con un reaseguro pretendiendo abolir el tiempo abierto, sino
a una olla hirviente y después probaba el caldo. Tras esto po- soportar la tensión que la hiancia genera, es decir, que el re-
día decir: Era una bruja. O bien: No, no lo era 11". La anécdota tardo que mencionamos alcanza también al analista, al suje-
que Freud nos trae señala la riqueza de este tiempo retroac- to pretendiente a ocupar ese lugar, a quien se le hace siempre
tivo. Tiempo fecundo que nos pone frente a la inevitabilidad tarde, o demasiado temprano, para iniciarse en la práctica.
de una pérdida inapelable. Sólo de esa manera (cocinando a Entonces, llamamos experiencia de fin al precipitado del
la bruja) podrá saberse si hubo o no un progreso en la cura, propio recorrido por el análisis, cuando esta experiencia se
con la mediación de un retardo, que es también responsable dispone, en acto, para conducir a otros. Hay una relación di-
del estatuto que el saber tiene en psicoanálisis. recta entre la experiencia de fin y la posibilidad, cada vez, de
Es por esto mismo que en el campo analítico no existe la ocupar el lugar de analista, porque se produce en referencia
posibilidad de plantearse objetivos, trazados en el tiempo de a un acto que, en consecuencia, implica una actualización que
la direccionalidad lineal, ni siquiera el objetivo del final del se dice cada vez que el analista interviene.
análisis. Ya que en un análisis no se trata de llegar a alguna
parte, ni tampoco a un final. Por el contrario, el final de un
análisis, sólo puede suceder12 y, necesariamente, de esa ex- La escritura como pasaje
periencia sólo podrá saberse después. El analista adviene al
final de un análisis pero no podemos reglamentar la llegada, Con ese precipitado móvil, cada vez "creado de nuevo"13 re-
solamente sostener un trabajo, un deseo en trabajo, y llevar- sultante del recorrido por la castración en el Otro, el analis-
lo hasta el límite; se llega un día al fin si se atraviesa lo que ta asiste a la ley de la escritura. Es que, es la intervención la
hace falta. Aunque partamos de considerar que hay final y el que trasmite. No sólo cuando el analista construye, sino tam-
hecho de que lo haya configure el campo mismo del análisis, bién cuando interpreta. Y la aplicación de la regla es un modo
distinguimos hay final de hay que llegar al final. Son formu- en que ingresa el tiempo necesario para el advenimiento de
laciones que tienen muy distinto alcance. En una, se abre el una verdad.
campo de lo posible del caso por caso, en el que la relación al La ley fundamental, la de la asociación libre, que abre a
límite también es singular y en otra, formulamos un impera- la dimensión ficcional propia del dispositivo analítico, y que
situamos en la vertiente de ley de la escritura (el dispositivo
11. Freud, S. "Nuevas conferencias de introducción al psicoanáli- como espacio temporal orientado a un juego determinado de
sis. Esclarecimientos, aplicaciones, orientaciones. Conferencia 34". letras en combinatoria precisamente determinada), presenta
Obras Completas. Amorrortu, tomo XXII.
también otra vertiente, la de solicitar la verdad: "a esta ver-
12. Borges J. L. CArte poética. Seis conferencias. España, Crítica, 2001,
dad que habla( ... ) se le pasa la mano por la espalda, este es
"El enigma de la poesía"), en consonancia con el pintor Wistler quien
había dicho "el arte sucede", dice que cada vez que leemos un poe- el verdadero sentido de la regla. Uno quiere ganarle de mano,
ma la experiencia sucede y eso es la poesía: cada vez, una experien- para hacerlo se hace semblante (.. .) así ella quizá largue el ro-
cia nueva. La estructura del análisis, en este sentido, se correspon-
dería con la del arte. 13. Expresión freudiana en ''Análisis terminable e interminable".

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ACOSTAR AL ANALISTA

llo" (. .. )"El discurso que encomendamos como libre, tiene por


condición. De lo que se trata es de cómo trasmitir ese interva-
función hacerle lugar, tiende a instaurar un lugar de reserva
lo capaz de preservar el lugar de la verdad. Es en este punto
para que se inscriba ahí la interpretación y pueda preservar donde interesa con qué cuenta, porque al transmitir una ver-
la verdad. Es el lugar que ocupa el analista" 14 .
dad, se juega un pasaje a la invención.
Entonces, el lugar del analista depende de que la interpre-
En una referencia que resulta reveladora, La can nos habla
tación engendre verdad, de otro modo, sólo se tratará de su-
del vuelo de la abeja para decirnos que nosotros leemos allí,
gestión. Y es en nombre de esta verdad que el analista opera, en esa abeja que va de flor en flor, la reproducción; así como
por eso lo que vale de la interpretación no es lo que él diga, leemos también, en el vuelo bajo de los pájaros, que se acerca
sino lo que surja en el decir del analizante. Por otra parte, ese
una tempestad. Pero somos nosotros los que leemos:
lugar que el analista está destinado a ocupar, discrepa del lu-
gar en el que el paciente lo pone. Es precisamente en ese mar-
"Ése es el asunto. Después de todo, no se puede afirmar que la
gen de diferencia, que cobra valor el concepto de transferen-
golondrina no lea la tempestad, pero tampoco es seguro. En el
cia. El analista sabe que al sostener la posición de sujeto su- discurso analítico ustedes suponen que el sujeto del inconscien-
puesto saber, dejará venir los efectos sobre los que será nece-
te sabe leer. Y no es otra cosa, todo ese asunto del inconscien-
sario intervenir para la rectificación en el sentido de la verdad. te. No sólo suponen que sabe leer, suponen también que pue-
Es allí que se le presenta una dificultad fundamental porque de aprender a leer. Pero sucede que lo que le enseñan a leer no
él está "entre dos aguas", como lo metaforiza Lacan 15 , entre
tiene entonces absolutamente nada que ver, y en ningún caso,
la posición falsa de ser el sujeto supuesto saber, cuando sabe
con lo que ustedes de ello pueden escribir."17
que no lo es y la de ejercer su función, rectificando los efectos
en nombre de la verdad.
Hay una relación hiante entre lo que se enseña a leer y
Por esta paradoja, en esta doble vertiente de la función, la
lo que de ello el analista puede escribir. Otra de las formas
transferencia es fuente de resistencia. Porque en el discurso
en que él soporta la división, e ingresa la diferencia en acto.
analítico la verdad está ubicada en el lugar del que escucha. Y
Cuando se lo llama a una lectura, allí, él asiste bajo la "ley de
el que escucha sólo sabe una cosa: que él mismo está, en tanto
la escritura"18 , pero sólo si dispone de aquella convicción vuel-
sujeto, en la misma relación a la verdad que el que habla. Que
ta conjetura, al servicio del analizante que lo consultó. Es así
se encuentre en dificultades con el inconsciente, constituye la
como él se deja tomar por la singularidad de cada oportuni-
función "coja de la relación analítica". "Es que justamente sólo
dad transferencia!. "Cada vez que se trata de todo lo que tie-
esta dificultad, la suya propia, puede responder dignamente
ne que ver con ese decir a medias (... ), es siempre por una re-
donde se lo espera o donde se lo puede esperar largo tiempo,
ferencia a la escritura que aquello que puede ser situado en
donde se espera la interpretación"(. ..) "la condición del ana-
el lenguaje encuentra su real."19
lista" radica en "no poder responder más que con su propia
Cuando en un análisis se escribe, se vacía de sentido a las
dificultad de ser"16 • Él está en problemas con la verdad como
palabras para hacerle lugar a la letra, cuyo advenimiento re-
todo el mundo o, tal vez, por eso de en casa de herrero, cuchi-
quiere de la abstinencia del analista, quizás otra versión del
llo de palo, un poco más. En su caso, la dificultad es la condi-
ción y lo relevante ha de estar, en lo que él sepa hacer con esa
17. Lacan, J. Encare. Op. Cit. "La función de lo escrito".
18. Lacan, J. Los no incautos yerran o Los Nombres del Padre. Op. Cit.,
14. Lacan, J. Lógica del Fantasma. Seminario 14. (1966-1967). Inédi-
clase del14-5-74. "Lo real es la escritura. La escritura de ninguna
to. Clase 21-6-67.
otra cosa que de ese nudo tal como se escribe para el decir, tal como
15. Ibíd.
se escribe cuando, según la ley de la escritura, es puesto de plano."
16.Ibíd.
19. Ibíd, clase del21-5-74.

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fin que supone que él pueda pagar, reduciéndose junto con su "Cuando una mujer, estando en análisis, queda encinta, se pue-
nombre al significante cualquiera20 • Que la letra advenga es de decir que el hijo, imaginariamente, es hijo del analista. 'Hijo
la invención que se espera del recorrido de un análisis:"la in- del analista' es una manera de decir, así como se dice 'hijo del
vención misma es el escrito"21 • Edipo', dando por sobre entendido que el Edipo no es Edipo y
que realmente no puede haber hijo."23

La trasmisión de una letra Ubicamos aquí el momento fértil del análisis en un doble
sentido: en cuanto lo que posibilita que la analizante se vuel-
Una analizante se encuentra tropezando en el camino de va madre en lo real del cuerpo y en cuanto a su posibilidad de
decidir la maternidad cuando, en un momento del análisis, inscribirse en la serie filiatoria. Entonces, la articulación es-
buscando unos documentos, algo la conmueve profundamen- taría dada entre la partición y la trasmisión ntre la 1m osi-
te. La realización de un trámite judicial la confronta con la e armoma y o 1rrepresen a e e a muerte del padrg,.
muerte del padre. Y se sorprende frente a la producción de un En otro momento del fu1smo tramo, la anaiizante comienza
sueño, que al modo de una preinterpretación, en un salto, en a desplegar los aspectos más dificiles del padre cuando ante
ruptura con el tiempo cronológico transcurrido, le hace con- cierta conversación con su hermana se anoticia de un proble-
cluir que él ha muerto. En el sueño sólo hay un gran letrero ma de cuentas "sin saldar". Resto diurno que produce otro sue-
con el nombre del padre. El texto le hace decir que "las letras ño, de angustia, que "al pisarle los talones", la hace correr al
se están borrando". La interpretación apunta a que, al bo- cementerio: necesita leer el nombre de él en la lápida. Con ha-
rrarlo, el sueño escribe el nombre. Un trabajo que es también cerse presente, le basta. Pierde el límite entre realidad y sue-
trabajo de duelo, valiéndose de ver algo que no se ve. La bo- ño. Son dos los escenarios de una escena: el del acting yendo
rradura escribe una letra posible de ser pensada como la caí- al cementerio y el del sueño que la obliga a pasar por el ac-
da que hace litoral. "ka borrosidad que aparece por vía de la ting, para volver a enfrentarse con el cambio. Hay en proceso
retórica del trabajo del sueño hace acto de lo irrepresentable una aceptación a la vez que una renuncia y el hijo que ven-
de la muerte del padre. bordeándolo para la representación, drá portará esa marca de fábrica. Se produce un cambio de
cifrándo1o"22 ,Es ahí, paralelamente a la producción de este relación: el duelo del padre que necesariamente implica sus
sueño, cuando la analizante queda embarazada. fallas, es aquí efecto de trasmisión. Si hay algo heredado, co-
Así se abre otro tiempo distinto de aquel en el que ella sólo bra algún valor ya que ella es hija de esas fallas. Pero que se
sabía perder los embarazos. El sueño, por ser un acto de ins- escriba el nombre implica también que, junto con esa acepta-
cripción, inaugura un tiempo nuevo y su trabajo inscribe el ción, podrá pronunciarse un no al padre (como en el mito de
cauce del duelo, donde algo se torna imposible. Es así como el la Mujer sin Sombra)24 • Esa es la responsabilidad del sujeto
duelo se vuelve fecundo, y por qué no, como lo plantea Luccio- respecto de la sombra necesaria para dar paso a la división
ni, un momento fecundo del análisis, fecunda: propia de la procreación.
La trasmisión, entonces, es la que hace lugar al hijo una vez
que se pudo tramitar, en el tiempo de la transferencia, lo que
20. Lacan, J. "La Proposición del 9 de octubre de 1967. Sobre el psi-
permanecía detenido: entre ese duelo en suspenso y el duelo
coanalista de Escuela". Op. Cit. fecundo, estaba la escritura del sueño. Mientras el sueño ci-
21. Lacan, J. Los no incautos yerran o Los Nombres del Padre. Op.
Cit., clase del9-4-74. 23. Lemoine-Luccioni, E. La partición de las mujeres, Op. Cit., "La fá-
22. Basch, Carlos. "El acto, perfectamente inacabado". Redes de la le- bula de la sangre".
tra N" 6. Buenos Aires, Legere, 1996. 24. Ver página 21.

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fra una escritura, el trabajo del análisis la recoge al leerlo de queda barrado por esa operación. Así se produce un cambio de
'Jitro-)I;Iodo. La escritura es fuñciÓn que cura cuando hace pa- - ~ación frente al goce retenido; lo que cambia aqüi' es la po-
sar lo que estaba a asea o. con ecimien o que marca un to sición del sujeto y aunque no se ~rate del final, se puede decir
a partir del cual la sujeto no es más la que era. Hay un ins- que se está posicionado en relación al final. Porque se trata
tante que abre a un intervalo generando un pasaje sólo po- de un avance subjetivo cuando se escribe una diferencia en el
sible en el momento mismo en que se produce el cambio. La goce. Si el Padre en su función en la trasmisión "le da letra a
cura está constituida por experiencias sucesivas, cada una~ su descendencia" una "nueva letra" "móvil desfiJ. ada" 27 es la
' \ J ' '
• lar, de vanaciÓn decisiva por ue la tem oralidad se i i- que se espera del analizante. Esta nueva letra es hija del ro-
..bti en retroacciÓn modiªca al cuel1lQ. fada vez que se alte- ceso mismo de la herencia h entonces a ropiárse-
_.ra el sentido, el cuerpo responde produciendo distintos tipo.§.. a ara que pue a emostrar la filiación esa filiación se ad-
de fabricaciones. quiere por a er acostado 28 la letra de la descendencia.
Pero detengámonos todavía en el letrero con el nombre del Son múltiples las transformaciones que se van produciendo
padre que constituye el sueño. Por el sólo hecho de que la ana- a lo largo del camino de un análisis que, gestando en su cuer-
lizante lo sueñe, la analista ya está involucrada, el sueño le po el fin, prepara un final, entendido como el atravesamiento
está destinado a ella. Sabemos que siempre hace falta que al- de la castración en el Otro que implica la evacuación misma
guien esté allí encarnando el lugar, pero aquí se presenta una ifel analista, con toda la resonancia de desecho que la formu-
vuelta de tuerca más: el letrero con el nombre del padre hace lación presenta: "la evacuación completa del sentido y por lo
anagrama con el del analista. tanto de nosotros como interpretantes"29 . Es la vía de resolu-
Es precisamente planteando la función del escrito que La- ción de la transferencia. Pero hay una letra que ya es diferen':
can introduce una pregunta sobre el estatuto del anagrama: te de la heredada p9r el proceso de vaciamiento de sentido que
"acaso el anagrama(. .. ) no está allí simplemente para dar prue- produce la interpretación, con el consecuente desgaste en la
bas de que esa es la naturaleza del escrito (. .. ) fodría propo- consistencia del sujeto supuesto saber. Los sucesivos pasajes
nerles como fórmula de lo escrito el saber supuésto sujeto"25• de escritura que se producen en el curso de la cura, van des~
lQnequiere decir que tacan nos proponga una nueva fór- tituyendo eselugar en el tiempoae la transferencía que re- ·
mula, esta vez la del escrito, poniendo la suposición enana- 1anza toaavía la demañda dirigida al analista. Es una opera
grama? Él la escribe (saber supuesto sujeto) aplicándole a la ción que se sirve del lugar del analista y que iñcluye también
anterior (sujeto supuesto saber) una inversión de los términos. su caída modificando la relación al Otro y, en consecuencia, el
De esta manera le escribe a la suposición una destitución. Por- lugar del sujeto. Esta operación se vale de la caída del sujeto
'que invertir hace lugar a una caída. Así como la relación "ana- supuesto saber y así produce un avance en el análisis,~
gramática en juego entre recit y ecrit hacen concluir a Jabes 26 dando un goce, pero no al analista del todo.
que "todo escrito tiene su parte de relato", nosotros podemos - En este proceso de sucesivas y necesarias inscripciones en
decir que todo escrito en psicoanálisis tiene su parte de des!.f:; 27. Missorici, Adriana. "Hay fin de análisis. Una cuestión singular".
tución de ía su osicióñ. Y cada vez que esta o eración se ro- El análisis lacaniano ¿es terminable o interminable? Op. Cit.
duce, estamos ante una ex enencw de n. Se trata de un pa- 28. "Al ser leída, la letra pierde su estatuto de imagen. Permítasenos
saje a o real por a vía de una escritura, una función de bor- decir: para leerla hay que acostar a la letra. El dicho 'Leer al pie de
de, que el sujeto supuesto saber soporta al mismo tiempo que la letra' la supone a ésta erguida (...)'Una letra a los pies del suje-
to'." Guillermo Koop, "El ojo de la lectura". Redes de la Letra, N° 1,
25. Lacan, J. Los no incautos yerran o Los Nombres del Padre. Op. Buenos Aires, Legere, 1993.
Cit., clase del 9-4-74. 29. Lacan, J. "I:Insu que sait de r: Une-Bévue S' Aile a Mourre". Se-
26. Ver página 52. minario XXIV. Inédito, clase del26-2-77.

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que se va orientando un análisis en su recorrido, la posición


del analista es crucial para detenerlo o ayudarlo a avanzar.
Partimos de suponer que la relación al Otro es esencialmente
diferente al final que a la entrada. Si a la entrada recibimos
un sujeto que fundamentalmente cree en el Otro, es decir, en EL CANTO DEL ANALISTA
su garantía, al final la relación se vuelve diferente. Prescindir
por haberse servido implica distintos atravesamientos por el
rigor de una letra que hacen al Otro, otro que el de la creen-
cia en la garantía y al sujeto, un sujeto responsable. Ese movi-
miento puede verse obstaculizado por las resistencias del ana- Lo que el psicoanálisis tiene de perturbador,
lista si es impedido por un ideal (como el del final). La ideali- como toda práctica del instante -arte, poesía o
zación, el fantasma incluso de final, puede entonces cobrar la simple acontecimiento del encuentro- es que la
forma de las resistencias más recalcitrantes. Es que idealizar estructura se da en la energCa de una actualidad
el término de un análisis puede constituir un modo de negar- siempre exactamente nueva.
se al acto. Que es como decir que estaríamos restaurando una ClAUDE RABANT
creencia que niega el movimiento que intentamos fundar: ese
ateísmo 30 propio del inconsciente.

Si hay algo que La captura por la frase nos trasmite es que


la experiencia del. análisis siempre se constituye en el cam-
po del impasse. El analista nos relata 1 el recorrido por el
movimiento sobre pasajes y detenciones que entre la pacien-
te y él se produjeron. Cuenta, simplemente lo que se produ-
jo desde una lectura que ordena las secuencias (tres tiempos
y tres escenas). Y, al ordenarlas, construye el caso fundándo-
lo en una pregunta quefal habitarlo lo nabiliti} La pregun-
ta es acerca de una intervención poco convencional que, aun-
que no lo manifiesta explícitamente, alcanzamos a leer que a
él lo sorprendió.
Es un pedazo de observación. Se trata de una nena de tan
sólo tres años y medio cuyos padres consultan porque "no se
le entiende lo que dice" y "ahora empezó a angustiarse en el
jardín, como si se sintiera sola, apartada". El analista que los
recibe, y que decide nombrar a la nena L, advierte que ante
las dificultades de ella, ambos padres completan o aclaran las
palabras mal construidas. En las entrevistas con ellos surgen
algunas "manifestaciones sufrientes de la niña": llantos acom-
30. ''Tal es la verdadera dimensión del ateísmo. Ateo sería aquel que
habría conseguido eliminar el fantasma del Todopoderoso." J. La- l. Nos referimos al caso que Jorge Palant presenta en "La captura
can, La Angustia. Op. Cit., capítulo 22. por la frase". Conjetural N" 38. Buenos Aires, Sitio, diciembre 2002.

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pañados por expresiones tales como "nadie me quiere" o "soy cimiento" del juego de la casita cuando al contar las cartas la
una tarada", formulaciones que el analista describe como ra- niña las pone en fila "como si fueran un camino", haciendo pa-
ras en una nena de su edad. Escenas de rabietas, de las que sar por allí los animalitos de los primeros juegos. Con respec-
no es fácil sacarla, que no se organizan alrededor de algo pre- to a esto, el analista nos dice cómo procedió: "En una ocasión,
ciso, ("como podría ser alguna frustración a la manera de esos decidí acompañar los pasos que cada animal daba con un sil-
chicos que cuando lloran por algo, se sabe de qué se trata"). bido rítmico, como acompasando2 ese paso". Pero unas sesio-
El analista se describe ante la niña como una "visita poco nes más adelante L vuelve a la captura, vuelve a repetir una
agradable", dado que generalmente ella le da la espalda y se frase, esta vez: "quiero robar tu casita ... quiero robar tu casi-
molesta si él interviene pidiéndole que se calle. Así, de espal- ta". Aún cuando ya lo había hecho antes y el analista le había
das a él, transcurren una serie de sesiones en las que L sólo dicho "ahora no la tengo". Es en este momento del tratamien-
juega con la madre, juegos de poco despliegue y bastante re- to que él levanta la apuesta:
petitivos. Al comienzo no quiere quedarse, se tira al suelo, llo-
ra. Pero no obstante la dificultad, en determinado momen- "Llevado quizás por el juego anterior -el acompañamiento sil-
to se empieza a quedar y los juegos de ·esconderse al entrar o bado- empecé a cantar, con la música del primer vals que re-
al salir, que se hacían lugar entre L y el analista, son leídos cordé, el texto que ella repetía y... ¿amenazaba convertirse en
por él como: "la demanda del Otro (Vení) y los (primeros) jue- un instrumento de daño? L me miró, sorprendida, y sonrió, una
gos simbolizantes de presencia-ausencia". Estos juegos alter- sonrisa que le quedaba a destiempo con la expresión de los ojos,
nan con otro, el de La casita robada, que se transformará en pero que dio por terminado el episodio."
el centro de las sesiones.
Hasta que algo perturba a la niña y se empecina diciendo Esa "mirada serprendida", escandida, "a destiempo" de la
"quiero irme con mi mamá". El analista le pregunta por qué sonrisa que también había, nos indica un momento de des-
y ella vuelve a repetir la frase: pertar respecto de esa hipnosis de h captura que, habiendo
inmovilizado a L, también corporalmente, hizo, en
una inter-
"Le pregunto si le molestó alguna cosa del juego, y repite esa vención anterior, movilizarse al analista y levantarla en bra-
frase . Se levanta, va hacia la puerta, se sienta contra la pared zos. En esos detalles que él marca cuando describe ese des-
y, entre lágrimas, vuelve a decirla. A partir de un momento, la centramiento, ese desencaje en el rostro de la pequeña como
frase parece repetirse a sí misma, como independizada de todo. respuesta a que él le pone música al texto de ella, nos hace sa-
El llanto es fuerte. Le digo que dejamos, que puede irse. Se que- ber de un sutil momento de cambio. La sonrisa es, de por sí,
da en la misma posición, capturada por esa frase que no le per- un efecto liberador y ya Freud señala' que cuando se sucede a
mite moverse. La insto a que se vaya, pero no lo hace: L era esa una intervención del analista, el sujeto ha siao alcanzado por
_frase. Dado que no encuentro manera de interrumpida;la le- algún saber inconsciente. Aunque se articula a la risa, se tra-
vanto en brazos, abro la puerta y llamo a la empleada, que se ta sólo de gestos, semblantes de satisfacción en los que no se
acerca y se la lleva." pronuncia ningún sonido.
Está claro que hay una estructuración en curso. El analista
El analista encuentra una correlación entre esta escena con procedió en otra dirección a la que padecen los padres, cuando
él y un relato de la madr;-en relación a que 1a nena se golpea ante la angustia que les provocan las dificultades de la niña
contra la pared mientras dice de sí misma que es una tonta. con el lenguaje, con las consecuencias que esto trae en el lazo
Tampocola madre sabe cómo sacarla de esa escena. No obs- con los otros, intentan taparlas completando las frases. Al sil-
tante el episodio que se produjo con el analista, o tal vez gra-
cias a él, en las sesiones que siguen se produce un "enrique- 2. Compasar: del latín passus.

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diferencia significante. ~ntre un instante y otro hay un nudo


bar primero, al cantar después, el analista no coincide con el
lugar del Gran Otro, y al ejercer su función, hace surgir el lu-
que puede llamarse silencio. Porque el silencio es también ese
Tu ar v ' u e dice, en acto~que entre el analista el Otro no
j
gar de causa de deseo que gesta un juego nuevo. A diferencia hay coincidencia ni superposición sin 1 erenc1a. Es la melodía
del discurso parental, él no completa lo que no entiende, sa- 1a que hace corte en la "identificación" que la "atracción rítmi-
liéndose entonces del adormecimiento cuando el silbido prelu- ca" produce en las frases que la niña repite. La atracción rít-
dia el canto y ambos ingresan el tono. Es respecto de éste que mica que sostenía la captura por la frase, haciendo de L su ob-
el analista se hace la pregunta fundante que consideramos la jeto, se modifica por efecto del tono jugado en el canto y trae el
que autoriza la intervención. Esta es la pregunta: cambio cuando, produciendo el "puro sonido placentero", hace
lugar al sujeto. La modulación y el tono son un más allá del
"Cantar ese texto, ¿habrá sido darle a cada repetición la modu- sentido de lo que se diga la voz del anahsta llega hasta ahí.
lación distinta que la música le confería, articular desde la mú- Con e canto, é eviene eje de tiempo para os sucesivos pa-
sica cada frase repetida como si fuera distinta, posibilitar que sajes. En ellos su voz es soporte y el tono -del que Benvenis-
la música3 generara la diferencia significante que la estructu- te dice que es la enunciación- es, por otra parte, un estado de
ra le negaba?" la transferencia. No está referido a que alguien diga o deje de
decir sino a que alguien pueda hacer resonar desarticulando
Es que si el forzamiento es la vía que conviene a la interven- el hecho de que un significante comande al sujeto.
ción analítica, la música es un medio privilegiado para "hacer De hecho, a partir de esa sesión donde el analista cantó, la
sonar". Lacan nos dice: "verán que es el forzamiento por don- captura por la frase no volvió a repetirse. Él lo considera el
de un psicoanalista puede hacer sonar otra cosa que el senti- \
do. El sentido, es lo que resuena con la ayuda del significan-
te. Pero lo que resuena, eso no llega lejos, es más bien flojo. El
t ,f
1 mejor momento del "análisis" -aún cuando no puede evitar ha-
cer la salvedad de que la palabra "análisis" le significa dema-
siado- ya que posibilita la derivación enriquecida hacia otros
sentido, eso tapona. Pero con la ayuda de lo que se llama la es- juegos. Juegos que se instalan "sostenidos en una musicali-
critura poética. ustedes oueden tener la dimensión de 1 dad" evidenciando un progreso. "L hacía muecas con la cara,
po<lna ser la interpretación analítica"4 • gestos con las manos y llamaba a ese juego con nombres in-
Tenemos una niña que juega a pasar por un camino y un comprensibles, hechos por la articulación arbitraria de voca-
analista que, por su parte, fuerza un acompasamiento, es de- les y consonantes". "Nos reímos" dice el analista y marca así
5
cir, acompaña ese paso que ella da mientras juega o que pre- un nuevo paso donde de la sonrisa se pasa a la risa .
cisamente juega para dar. Acompasado quiere decir también El momento de pasaje es nuevamente sólo un instante, una
marcar un ritmo, otorgando así esa cualidad de la música por aparición instante que Rabant propone denominar soplo: "el
la que la duración de los sonidos está repartida en intervalos de movimiento de la palabra se cuela por él como en la materia- 1
tiempo regulares. Es lo propio del concepto de compás. Cantar lidad inmaterial de su propio ritmo. El soplo no es ni la voz ~~
el texto articula el ritmo marcado del silbido, estructurado por
intervalos y al darle a cada repetición la modulación, genera
5. "La risa es el momento en que el sujeto se encuentra a la vez ins-
cripto y desligado y con él ciertos encadenamientos, instante fugi-
3. "'La rapidez del pensamiento', cuyo equivalente sólo se encuentra tivo que tampoco está desprovisto de angustia, de algún matiz de
en la música, y que se basa menos en lo absoluto que en lo relati- angustia. Si los encadenamientos se desligan aunque más no sea
vo." J. Lagneau, "Célebres let;ons et fragmennts", citado por G. De- por un instante, lo que se trasluce es, en efecto, el objeto, o al me-
leuze en Crítica y clínica. Op. Cit. "Spinoza y las tres éticas". nos el no-sin-objeto." C. Rabant, Inventar lo real, Op. Cit. "Sobre la
4. Lacan, J. Seminario 24. Op. Cit., clase del 19-4-77 "La variedad interpretación en general".
del síntoma".
153
152
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

del analista ni la del analizante sino, entre los dos, ese luga) j de para alguien tan chico. Entonces, del silencio que la mú-
-ahí que les sopla a veces sus mejores inspiraciones"6 • Ese luJ sica supo prestar a los pasos que sí dio, la niña pasa a callar-
~--~
_g:_ar "entre_los dos'~- entre voces del inconsciente, no está desde se, al menos, por ahora. El analista, por su parte, a pesar de
el principio, hace falta fundarlo. En este caso, el analista em- haber hecho su apuesta al juego del análisis, hace lugar a la
pezó a cantar"con la música del primer vals que recordé". Hay decisión de la niña de querer parar el juego. Y como sucede
que hacer notar que él no canta una canción infantil. Ese vals tantas veces en la práctica, él se confronta con un rechazo
habla de algo propio, (que hasta podría situarse como pertene- acepta ese límite.
ciente a su historia, un rasgo generacional), algo que él tiene
a mano, y que dispone para la cura. Es una manifestación del
prcwio cuerpo, un cuerpo que deviene analítico cuando se ofre-
-ce a ser tacP.aQQ. El canto-hace también al cuerpo del analista
cuando "para poder ser hecho voz, é.l pierd . e la suya: 7 • ~I?:tonce~,
cuando él pone su vals lo J?One a..12~rder. Es que el ~ono requie-
re de sus vla.s porque1 a música, según Hegel, esencialmente,
t
es una crisis de representación que inventa cuerpos.
Hasta aquí nos encontramos con un relato que da cuen-
ta de un atravesamiento posible. El analista narra el trán-
sito por un impasse que gestó diferencia, pero no obstante
este progreso de sujeto, la interrupción no se hará esperar.
Algo detiene el proceso de invención de otro cuerpo y el tra-
tamiento se interrumpe ante "una transferencia que no es-
taba consolidada".
En una de las últimas sesiones, la niña llevaba puesta
la remera del jardín y se lo dice al analista. Él observa que
la remera tiene en su estampa un varón y una nena y a su
vez se lo dice a ella. Molesta, responde que "eso es mentira".
Acto seguido, se levanta y se va. El analista lee la dificultad
diciendo: "algo de eso nos adelantó, en el enérgico carácter
de un rechazo".
"Eso es mentira", es una frase que muestra que ella ya no
se encuentra capturada. La formulación es también la respues-
ta a una verdad: la inexistencia de la relación sexual. Cuan-
do la niña, que ya había transitado otras diferencias, se en-
cuentra confrontada con ésta, se detiene. Aunque fue ella la
que le ofreció la cuestión al analista al mostrarle la remera,
no pudo con ese paso todavía. Era un paso demasiado gran-

6. Ibíd, capítulo 2.
7. Yankelevich, H. El marco del análisis y el cuerpo del analista. Op.
Cit. 1

,.
1

154 155
1
LA ABSTINENCIA
COMO VOCACIÓN

La transgresión es un gesto que concierne al


límite. Es allí, en esa delgadez de la línea,
donde se manifiesta la iluminación de su
pasaje, pero quizás también su trayectoria
en su totalidad, su mismo origen.
El trazo que ella cruza bien podría ser todo
su espacio.
MICHEL FOUCAULT

Toda intervención analítica concieme allímiteJ Porque al 1


analista no se lo consulta en verdad sino sobre lo que escapa
al saber, es decir, en función de ese punto radical formulado
en "no quiero saber nada de eso". Es en esa instancia clave en
que él es llamado a responder con la posición, la misma que
ha de hacer, a la vez, límite a la producción infinita del ana-
lizante, ya que por el sólo hecho de estar dirigida al analista,
encuentra allí un tope.
Que un paciente se nos dirija para hablarnos, indica que
ya no puede sostener el no pasar "a otra cosa que no sea su
- alienaCión U Y 'sabé'T¡}or lo menos con esa-forma de saber
_que implica toda efectuación) que !_!O hay otra vía para salir ,
1f
~ de tal situación que la de autorizarse a internarse en ella" 1•
El psicoanalista suscribe a eso iiraecirle al paciente "lo escu-
cho", abriendo así el campo de la transferencia, dándole lapa-
labra. A partir de gar la palabra, la relación con el otro cam-
bia. Pero darla, cuando se está realmente dispuesto, implica
un paso: la puesta en acto de la experiencia del análisis. Expe-
1:-\ .
~louch, J. Letra por letra. Traducir, transcribir, transliterar. Ar-
gentina, Edelp, 1993, "Introducción".

157
ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

juego el intervalo que hace que la experiencia del análisis vaya


rienda de alteridad, entonces, en el analista, acto que lo pone confrontando al sujeto con la inexistencia de ese Otro garante
frente al límite del saber con que él cuenta. de sus actos. Pasar a otra cosa incluye esa experiencia de alte-
Dar la palabra a quien pide la suya es la respuesta que da ridad con la que el analista debe contar para abrir el juego.
_rl_analista al "inocente ":-Porqliefunto con la palabra se de: Que el analista acepte una demanda, aún cuando no sea
manda la felicidad 2 • Pero el analista no la tiene y cuenta con tiempo de saber de qué se trata lo que acepta, es otro modo de
esa falta. En ese movimiento que invierte la "expectativa cre- confrontarse con el límite en la experiencia, aunque ya no se
yente" del añ:ailza~ el analista, de quien desde el comienzQ trate de darse contra el rechazo de la transferencia que hace
se esperaban las respuestas, termina causando las preguntas. detener el proceso del análisis, sino de poner ese análisis a an-
Es esto lo gue constituye la dimensión ética del psicoanálisis. dar. Aceptar esa apertura pone al analista frente al límite que 'A.
Movilizarse en pos de que esas preguntas puedan surgir. - significa arrancar, porque hay para él un llamado al no saber
Como supo ilustrarnos Roberto Fontanarrosa en aquella his- y de ese modo pasa a funcionar como objeto de la transferell-'"'
torieta3 en la que Don Inodoro Pereyra le regala un animalito c ia. Contar, entonces, quiere decir que pueda rehusarse, ahí
a su mujer y todo transcurre en torno a la pregunta acerca del d onde él es demandado.
sexo del animal. Ninguno de los personajes avanza demasia- Pero ¿cómo aceptar una demanda sin satisfacerla? ¿Cómo
do en poder responderla, pese a las múltiples elucubraciones, negarse a satisfacerla siendo que una demanda se formula con
de lo más disparatadas que van teniendo lugar y que, por otra . palabras que, por su condición misma, constituyen ae por sí
parte, son las que van constituyendo la trama de la historieta. una promesa? Es muy difícil para el analista aceptar este de- .._
Don Inodoro, vencido por el fracaso, piensa en llamar a un ex- safio que lo pone de lleno en relación con la angustia. - -...,--
perto veterinario para "que desenmascare a este animal". Pero
no hizo falta esa ayuda porque en ese mismo momento el ani-
mal abre la boca para preguntar:"¿Y a qué hora van a volver?".
Tomar acta del llamado
Es entonces que, en un diálogo con el perro, don Inodoro dice:
"Perdimos Mendieta, es hembra". Y la conclusión de este "poe- Una mujer que viene a verme presentándose como alcohó-
ma telúrico" -como el mismo Fontanarrosa lo denomina- no se lica, dice no haber querido saberlo hasta que escuchó las pa-
hace esperar: "Pa' saber el sexo de los bichos, Mendieta, no hay labras gritadas de su hija: "sos una borracha". Ahí fue que se
que hacerles preguntas.-Hay que dejar qüé pregunten ellos". ,- decidió a consultar. Simultáneamente, concurre a los grupos
"DeJar que pregunten ellos", es la enseñanza que sabe- de Alcohólicos Anónimos, espacio que desde el comienzo le sig-
mos tomar del dibujante. Es una indicación de método para nifica tanto como el de sus sesiones. Ella va, con una religio-
el analista: en la formulación de la pregunta <Señalemos qüe sidad diaria, a que le digan que no.
es justamente en relación alsexo) se engendra la vía para al- Ya en las primeras entreVIstas entra en abstinencia de una
-guna respuesta. -
manera tan rotunda que no deja de llamarme la atención. Al
Poner al sujeto a hablar es una primera condición y cada tiempo noto que se establece una correlación: las ingestas de
entrevista es la puesta en juego de un comienzo que repite Ul!_
alcohol son sucedidas por otras, si puedo denominarlas así, "in-
c orte, una interrupción en la demanda a otro que lo demande
gestas de llamados". Llamados al analista, a cualquier hora,
como objetO," con la- consecuente producción de un saber que
desde cualquier lugar. Las más de las veces no perseguían sen-
vuelve al sujeto responsable. Cada interrup_ción va_generando
tido, ni expresaban manifiestamente las ganas de tomar. Ella
diferencia, prescinde del padre en su amor, cuando se pone en
solamente decía: "me basta con oír su voz". Entonces cortába-
mos. Su insistencia, solicitándome permanentemente, se ma-
2. Lacan, J. La ética del psicoanálisis. Op. Cit. nifestaba con esa fuerza constante que caracteriza a la pul-
Se trata de Inodoro Pereyra "El Renegáu".
159
158
ACOSTAR AL ANALISTA
MASU SEBASTIÁN

la invocación, ella sólo puede responder "oigo". Es decir, sólo ~


sión. De lo que resulta que si bien había abstinencia de alco-
hol, ésta empezaba a faltar en otro lugar. Este movimiento de
!?.uede ponerse en posición de obj~to del Otro del mandato, po- )<
sición que permite, como única unión, la de un agujero con un
l ugares requería que el analista forme parte del trayecto y esa goce aJeno. No se puede "decir "escucho" comolo haría un su-
demanda, que en un primer momento me dejaba turbada, con jeto. -para soportar la pérdida que la alabra de por sí im li- J
la evidencia del "me basta con oír su voz", hizo un giro, y ges- ca, a gunos sujetos requieren e un suplemento e goce que
tó en mí la decisión de prestarme para eso. En esa intermina- les permita sobrellevar ese insoportable. (¿Será por eso que
ble serie de llamados, ocurría muchas veces que los recibiera se suele decir "tomar la palabra"?) Tomar la palabra deja al
grabados en mi contestador, de manera que contestarlos im- sujeto del lado del "yo no soy"7 • Lapsus, equívocos, olvidos, lo
plicaba, a su vez, llamar. Circunstancia que hizo a un borde hacen arriesgar abriendo la boca para hablar, entregándose
en la con~ución de la transferencia, un primer"'tieñioo. en a la suerte de la equivocación o el tropiezo. Cuando el no soy
él que la analizante, llamando, se hacía llamar. se hace demasiado insoportable, tomar alcoli"o1 deja, en este
Pero ella, ¿por qué llama? Que es lo mismo que preguntar aso;aellado aer"yo no -pienso". Es la elección forzada propia
qué la lleva a consultar. Porque si bien se presenta como al- de la alienación estructurada por una falta radical. El alcohol
cohólica, se trata, por otro lado, de alguien que dice: "vengo a
aprender a hablar". Y esto es significativo porque también dice
que no toma en cualquier circunstancia sino,justamente, cuan-
--- está en el lugar de colmar la división. Constituye un modo de
responder del lado del "yo no pienso" y así hace de lleno ta-
pando la boca. Pero cuando la interpelación "sos una borra-
do tiene que hablar. Y ella, como mujer, qué tendría para decir cha" alcanza a esta mujer, le hace saber que ella está dividi-
en una familia de hombres inteligentes, trasmisores de gran- da, y empieza, de ese modo, a poner en cuestión esa posición.
des ideas4 • Sin embargo esta mujer se ve a sí misma conmi- Algo ya distinto le concierne, una demanda que no se corres-
nada a hablar, obligada a esta temeridad. Y qué podría decir ponde a ninguna necesidad, que no compete a nada más que
si cuando habla sólo llora. Ante esa prueba que se le torna di- al propio ser, está surgiendo y se angustia. Al verse enfrenta-
ficil, ella se dice a sí misma "incapaz de hablar" 5 • Es allí que, da al Deseo del Otro y solicitada su pérdida, el Otro la interro-
como un barril sin fondo, "chupa". Porque ante el "goza"6 de ga, no como objeto, sino en la raíz misma del deseo como cau-
sa de dicho deseo. Y así empieza el camino de la subversión
4. "Toda mujer -escribe Helene Cixous-, ha conocido el tormento que es, al mismo tiempo, un camino de pérdida, porque poner
de su llegada a la palabra oral; el corazón que late a punto de es- en cuestión ya -imPlica peraer. Que 1as palabras de la hija la
tallar, a veces la caída en la pérdida del lenguaje; el piso que falta alcañcen nos muestra que su posición se está conmoviendo.
bajo los pies: de tal modo, hablar para la mujer, -e incluso abrir la El trabajo del análisis hace cambiar la posición: del no pien-
boca en público- es una temeridad, una transgresión." En La par-
so al no soy. Y, en este caso, el pasaje se efectúa por la vía del
tición de las mujeres de E. Lemoine-Luccioni. Op. Cit., capítulo 2.
acting, cuando se pone en juego una mostración que se dirige
5, Infante, que en latín es infans, quiere decir niño, pero también
incapaz de hablar. Este tiempo en que la analizante llora, mien- a Otro. Por eso el acting está del lado del no soy.
tras que todavía no habla es el que interesa retener en relación a Como cuando la analizante tiene calor y pregunta: ¿me
la transferencia. quito la pollera? La analista no responde -no sabría qué, por
6. Lacan, J . La angustia. Op. Cit., capítulo 6: "Gozar a la orden es otra parte- y ella se la quita. Lo hace. Está ahí, semidesnu-
algo que, si es que la angustia tiene una fuente, un origen, debe de da. Varias sesiones se repite la misma escena, ¿qué muestra?
estar de algún modo ahí, todos podemos sentirlo. A Goza, sólo le Ante mí: una vieja en calzones. Soporto el malestar, hasta que
puedo responder una cosa, Oigo, pero naturalmente, no por eso gozo el texto, "mi madre quiere una pollera como la mía", ofrece
con tanta facilidad. Tal es la clase de presencia en la que se activa
para nosotros el Dios que habla, aquel que nos dice expresamente 7. Lacan, J. Lógica del Fantasma. Op. Cit., clase del15-2-67.
que Él es lo que es".
161
160
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

la ocasión de intervenir:tella se saca lo que la madre le pide; mos que sólo después de probar el fruto del árbol, Adnn y l•!vn
Como efecto, la repetición dela escena, cesa."'Retroactivamen- se vieron desnudos. El texto bíblico nos dice que probaro11, ( ' O
te, podemos leer un tiempo gozoso, la desnudez puesta en jue- mieron del fruto y sólo luego vieron que estaban deHnudoH,
go era para darle algo a la madre. Entonces lo que en un pri- oyeron los pasos de Dios y se ocultaron de él. Freud noH t•n
mer momento aparece en la escena como esa vieja en calzo- vía a este texto9 precisamente a propósito de considerar quo
nes, en realidad puede leerse ahora como una nena en bomba- el primer mandamiento no es moral, sino un mandamiento
erutas. Mientras ella se da a ver, hay una mediación que fal- acerca de la alimentación. Leemos también que es por víu dl•
ta: ella es tomada por el Otro. A partir de que hay una polle- la ingesta, a través de la mujer, que llega el saber al mundo,
ra que media, podemos situar una abstinencia nueva. La pri- un saber que es siempre sobre lo sexual10 y la muerte. N ole
mera fue la de alcohol que la paciente sustituyó con llama- mos la relación que el texto establece entre la ingesta del fru
dos. Pero ahora cobra otro valor, se trata de una abstinencia to (del bien y del mal) y esa posibilidad de ver, que tiene el nl
en sentido propiamente analítico: la de.~ ins~pción de un~ canee de interpretar la diferencia. Eso insoportable que ubi-
límite en la transferencia. Con estE;l acontecimiento ubicamos cábamos del lado del no soy, cuando nos referíamos a la elcc·
la entrada en análisis. La inscripción significante se produ- ción forzada propia de la alienación, es la castración.
ce a expensas de que el analista ejerza el person~je que le es Y es lo que entra en juego cuando, sacándose la pollera, ln
otorgado encarnar en función del semblante. Recibir el "¿me analizante necesita actuar que hay una mediación en falla.
quito .l a pollera?" posibilita leer, en la desnudez en juego, un De igual manera que cuando requiere de asistir a que le digan
ofrecimiento al Otro. A la vez, la interpretación hace lugar a constantemente que no. "No beberás", como dice el precepto
la angustia de castración. de Alcohólicos Anónimos que ella necesita escuchar cada vez .
Así como cuando ella misma se declara "soy alcohólica sin be-
ber", donde la fenomenología del acto de beber no se limita nl
Lo instituyente de la prohibición: la transgresión hecho, ni a los efectos que el producto pudiera producir. Elln
permite situar la cuestión en un campo muy distinto, el de las
Se quita la pollera y cuando se vuelve a vestir hay algo en definiciones, de orden significante.
la prohibición que, tal como lo hallamos referido en la historia "Soy alcohólica", aunque en una...tQrsión siempre singular,
de la creación, hace que ahora se cubra. Podemos leer la des- se presenta ante nosotros aÍguien que define sus condiciones
nudez como efecto de la transgresión, una transgresión en sí
instituyente de lo prohibido. Es en el Génesis 8 que encontra- 9. Formulando la pregunta "¿qué puede haber de más indiferent~
que lo que se come?". En La interpretación de los sueños. Op. Cit.
8. "Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apete- __., 10. En la mitología esto está claramente representado: "El prim(ll'
cible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto hombre, creado por el demiurgo, vivía en la inocencia no obston
y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Enton- te poseer un pene siempre en erección, cuya detumescencia in ten
ces se le abrieron a entrambos los ojos y se dieron cuenta de que taba provocar en vano mojándolo en sopa de mandioca. Asesora
estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera, se hicieron unos da por un espíritu acuático (. .. ) la primera mujer le enseñó cómo
ceñidores. Oyeron luego los pasos de Dios ... y el hombre y su mu- ablandar su pene entregándose al coito. Cuando el demiurgo viú
jer se ocultaron de la vista de Yaveh Dios ... (quien) llamó al hom- el pene fláccido, se encolerizó y dijo: 'A partir de ahora tendróH un
bre y le dijo: ¿dónde estás?. Éste contestó: te oí andar por el jardín pene blando, harás niños y luego morirás; tu hijo crecerá, él ltllll
y tuve miedo, porque estoy desnudo: por eso me escondí. Él repli- bién hará un niño, y a su vez morirá'. Podemos leer aquí la fónnu
có: ¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido aca- la de la castración". Claude Lévi-Strauss, Mitológicas I, Lo c·mtlo
so del árbol del que te prohibí comer?" Génesis, III. Antiguo Testa- y lo cocido, citado por G. Haddad en Comer el Libro. BuenoH J\111111,
mento. Buenos Aires, Guadal u pe, 1956. E. de la Equis-Milá, 1996, capítulo 5.

162 l(i:l
MASU SEBASTIÁN
ACOSTAR AL ANALISTA

de existencia desde un modo de relación al goce. En ese soy,


PorOtra parte, se adscribe a un n~bre, que lo sitúa al me- Equivocarse de objeto
nos siendo ya eso, aunque al costo de la realidad del predi-
cado a expensas del sujeto. Ahí el sujeto queda conminado a En un momento del análisis se produce la muerte de lama-
sostener ese predicado, enunciado de valor gramatical en el dre y la analizante, para la conmemoración del primer año,
cual se desliza la paradoja de ofrecérsele un ser a un sujeto luego de intentarlo sin lograrlo en varias oportunidades, fi-
que para tener lugar, debería desprenderse de cualquier pre- nalmente se decide y va al cementerio. De esto, al menos, se
dicado. A ese desprendimiento se ofrece el lugar del analist1!_ desprenden dos consecuencias: en primer lugar, un sueño de
operando de vacío cuando algo de la prohiJ?ición está trastor- angustia y a continuación, un nuevo acting. El sueño lo inter-
nado y la analizante necesita suplirla una y otra vez porque preta así: "la cabeza que da vueltas dentro dellavarropas soy
no puede de otro Il!.Odo hacerle a eso, lugar. Solamente la ac=- yo". En el sueño hay una cabecita dando vueltas, y en las aso-
ciaciones ella queda entramada a la cadena generacional de
tuación -ya que no puede decirlo- ha~o§_ible que se trami-
te un límite en la transferencia. Se trata de un cuerpo que no mujeres, cuando surgen los nombres de su nieta y de su ma-
se habría perdido del todo, que no alcanza representación que dre. A la siguiente sesión comenta que, al salir de la anterior,
lo ausente suficientemente. Hay un exceso ofrecido a la madre ya en su casa, toma un vaso de leche. Le encuentra un gusto
que es un modo de responder a la castración. Y el acting, que agrio pero igualmente toma otro, y otro más. Hasta no tomar-
es una respuesta posible de darse ante el horror al sexo cada la toda no puede parar. Lee entonces la fecha impresa en la
vez que se pone en juego la verdad, cumple la función de lla- botella y se sorprende: "la leche estaba podrida".
mar allí. Es un modo singular _Qe llamado al analista, y ést~ ¿Qué es lo que aquí ella toma?
ha de responder con su posición: la abstinencia es el nombr_g_ Al traer la interpretación del sueño "no se puede contener".
de una posición que más que nunca es pertinente en este caso. ~ Algo hay muy urgente allí. El sueño de angustia, sueño en
Es con esa abstinencia que él se hace objeto de la experiencia, ;..\ transferencia y por tanto soñado para alguien, marca, confron-
ta a una pérdida, haciendo posible la apertura de otro tiempo:
respondiendo al exceso, mientras hace intervenir al Otro sim-
bólico que ejerce terceridad. un tiempo de duelo. Es aquí que tiene lugar el acting. La ana-
Este exceso, en sus diversas formas de aparecer, intenta lizante no puede del todo con la palabra a pasar del sueño. La
palabra es ausencia, y en este proceso, al tomar la leche, ella
un remedio a lo intolerable. Le Poulichet nos propone pensar-
lo como un parche: "Si hace falta es porque ese cuerpo no ha dice, a su modo, que conserva todavía al objeto, a la madre y a j.
quedado suficientemente velado, borrado y asumido por un la vez, en el sueño, que se puede leer como de castración ima-
Nombre que lo representara ausentándolo" 11 • El sujeto recu- ginaria, la pierde. El sueño es de estatuto distinto al "tomar _.
rre a un medio con el cu~ suplir el desfalleciiil}e!ltQ_propio del la leche" donde algo todavía es, aunque esté "podrido". Pero en
Otro como tercero, ofreciéndose a su consistencia. Este desfa- el momento en que relaciona la leche a la ingesta de alcohol,
llecimiento, es una clave que resulta conmovida cada vez que cuando dice que éste último "tampoco me gustaba aunque igual
el sujeto atraviesa por un duelo. lo tomaba", aquí podemos leer un efecto, otra vez, de historiza-
ción, con la correspondiente subjetivación de la pérdida.
Ella toma una leche que está vencida. Y equivocarse de
objeto es exclusivo del ser humano, consecuente de la posi- ..,a;¡,
bilidad de elección. Digamos también que la leche es "la me-
táfora de-las metáforas" del alimento único 12 • La leche-ma-
11. Le Poulichet, S. Toxicomanías y psicoanálísis. Las narcosis del
deseo. Buenos Aires, Amorrortu, 1996, capítulo 5. 12. Lemoine-Luccioni, E . ¿Las mujeres tienen alma?, "La alimentación
está estructurada como un lenguaje"..España, Argonauta, 1990.

164 16!)
MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

1
dre, que la analizan te interpreta al decir "podrida" con una da por el objeto oral. Y la pulsión oral es "el hacerse chupar" n,
lectura desde el fantasma . Pm"-eso concluimos <me nuestra pero este es el término otrificado de esta pulsión; en esa vuel-
analizante cuando toma, es tomada 13 • Eso hace que ella no ta suya, la pulsión va en busca de algo que cada vez responde
pueda parar. Pero como sucede entre sesiones y entonces en el Otro. Lacan leyendo a Freud, vuelve a partir de la "pri-
está dirigido a una lectura, _€)1 acting ya es ten_tativa -"ten- mera relación amorosa"para decir que cuando el niño llama,
tación" al decir de Lacan- de solución. Es por esta razón si se aferra al pecho es porque la madre falta. La madre es allí
que no se produce en cualquier momento. En la situación objeto de la llamada y por tanto, un objeto tan ausente como
anterior, cuando la analizante se sacaba la pollera, el acting presente. Es sobre esta articulación jugada ya desde la consti-
era previo a la inscripción, preparando así la operación que tución del sujeto, que importa situar el problema. La llamada
tuvo por efecto un texto. Es un llamado al analista ante la es el primer tiempo de la palabra, y si es fundamental, funda-
tentativa de inscripción de algo nuevo. En esta otra situa- dora del orden simbólico, es en la medida en que lo reclamado
ción, el tomar la leche se produce despúes del sueño, des- puede ser rehusado. "La llamada se hace oír cuando el obje-
pués de traerlo a la sesión. Como si le fuera demasiado la to no está" 16 • Allí, el niño despista con la incautación oral del
operación de escritura, es decir de pérdida de goce que ese 1 objeto. Lacan ubica en este nudo el germen de todos los tras-
paso conlleva, y ella necesitara reponerla. Como si intenta- tornos en torno a la oralidad. Lo que es fundamental es el es-
ra también, abolir la demanda que está elaborándose, con f. tilo de relación al Otro. En este caso, como sucede siempre en
la actuación. Hay aún, con la dificultad que para ella signi- el análisis, el que está en juego es el sujeto infantil, ya que el
fica, una tentativa de duelo, un trabajo en curso del que ya estilo de relación al Otro lo comanda el objeto pecho. Y el su-
no se puede retroceder. frimiento lo genera una ausencia en falta. Esta dimensión en
Pero la analizante no puede con el campo que dibuja lapa- juego es crucial porque lo más angustiante para el sujeto con-
labra, sin más. El espacio de la palabra instaura la relación siste en tener a la madre encima, es decir, cuando la falta que
con la ausencia. La palabra es ya "una presencia hecha de produce el deseo es perturbada, precisamente, ante el "eso no
ausencia"14 • Desde el comien~mismo de un análisi~, decir_- falta" 17 • "Una forma de llamado al goce ha impedido de ma-
le a un paciente "lo escucho", ya habla de esa ausencia-Pero nera parcial la simbolización de la demanda y el deseo y sub-
18
ocurre a veces, como en est e caso, que ante esta formulación, siste una parte de apertura al goce del Otro" .
el sujeto se presenta a la cura, desafiando el marco, haciendo Se produce entonces cierta imaginarización del Otro como
lugar a las escenas en las que prevalece la acción. Como si el vampiro, expresión de una demanda atroz, presencia que aun-
cuerpo no pudiera situarse en la escena del análisis por no s~ que imaginarizada, "forzada" incluso, dice Melman, intenta
ber ausentarse y soportar el intervalo. La instalación del Otro \ más una presencia para "fijar" una posible ausencia, que otra
como lugar de la pregunta requiere de un trayecto ~ulsional \ cosa. Se trata entonces menos de renunciar a un objeto, que
19
entre analizante y analista, porque las pulsiones son una res- de construirlo para "imaginarizar" su pérdida •
puesta en el cuerpo del sujeto al decir del Otro. Es así como el 15. Lacan, J . Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
llamado sólo se· constituye si el analista toma acta deel. Op. Cit., capítulo 15.
~stamos trente a un caso en el que la pulsión está comanda- 16. Lacan, J. Seminario 4. Op. Cit., capítulo 11.
17. Lacan, J. La angustia. Op. Cit., capítulo 4.
13. "El otro, pues, no es sólo hambre, sino hambre articulada, ham- 18. Le Poulichet, S. Toxicomanías y psicoanálisis. Las narcosis dt•l
bre que demanda. Y por allí el sujeto está abierto a devenir objeto, deseo. Op. Cit.
pero si puedo decirlo así, de un hambre que él elige." J. Lacan, La 19. "De qué goza un alcohólico, sólo de la presencia imaginaria dt •l
transferencia. Seminario 8. Inédito. Clase del 22-6-61. pecho o más esencialmente de lo real-la succión del Otro quo lo
14. Lacan, J. Función y campo de la palabra. Escritos l. Op. Cit. 11. evoca. ¿En ayunas, acaso no se deppme?". Melman, Cha rl(•t~, " l.í

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MASU SEBASTIÁN ACOSTAR AL ANALISTA

En este horizonte la leche "podrida" consumida por la anali- minado a responder. Precisamente aquí se ve llamado el m111 ·
zante, habla de eso, desmiente la pérdida, a la vez que, consti- lista, a quien no le queda otra cosa que comprometerse. Jl:l Ho
tuye una equivocación para el sujeto. Por efecto de una "mala" forma para ese compromiso: intercambiar goce por verdad 1.a
compensación, entre el amor y la necesidad, resulta un mal posición frente a ese goce es lo que cuenta. Se trata de una po-
trago, amargo. La leche es agria como son agrias las uvas de sición hecha de angustia que debe ser capaz de alojar el dcH-
la decepción simbólica, de la Versagung estructural. Las uvas amparo del analizante. Así tal vez, él pueda, mucho más adc
agraces son las de la palabra. (Es por esto que más que aten- lante que en un comienzo, considerar que el desamparo no es
der al menú, hace falta que el analista trabaje para que la peor que la servidumbre al Otro. Ese ya es otro trueque.
analizante pueda soñar.) Se requiere, entonces, de mantener la demanda insatisfecha
"Los padres comieron uvas agraces y los hijos han tenido para dar lugar a la política del deseo. Esta posición del analis-
dentera por ello", dice el texto bíblico. Pero Lacan, para situar- ta es un límite. Es su vocación prestarse para eso, relanzar la
nos en el problema de la decepción, dice que le hará un reajus- demanda analizante a la experiencia de las preguntas. Esto
te a este texto porque para él, la dentera en los hijos no se debe requiere de una verdadera subversión para él: negarse a su
a que los padres hayan comido, sino a que esto ha sido dicho. propia angustia en el momento que conduce, para dar lugar
a la señal de la angustia en función del analizante que reci-
"Pues la uva agraz de la palabra por la cual el niño recibe dema- be. Ya que para el analista también corre la Versagung: "¿No
siado temprano de un padre la autentificación de la nada de la consiste la fecunda Versagung del analista en negarle al su-
existencia, y el racimo de la ira que responde a las palabras de jeto su propia angustia, la del analista, en dejar desnudo el
falsa esperanza con que su madre lo ha ilusionado al alimentar- lugar donde por naturaleza está como Otro, llamado a dar la
lo con la leche de su verdadera desesperanza, le dan más den- señal de la angustia?"21 .
tera que el haber sido destetado de un goce imaginario o inclu- Es en función de dejar ese lugar desnudo de la propia an-
so el haber sido privado de tales cuidados reales."20 guStiaio que hace que la verdadera vocación del analista no
sea otra que la abstinencia. Porque plantarse ante lo irreme- X
Entonces, es la leche desesperanzada la que da dentera, o diable contando con que "la angustia que provocamos es una
mejor, la desesperanza vertida en la leche, la que hace posi- angustia que nos responde"22 , exige un lugar en blanco sub-
ble a la vez, un lugar desde donde responder. Es decir, la que jetivo, ya que el analista se hace del deseo del paciente. Abs-
otorga al sujeto la posibilidad de encontrar un modo de res- tenerse, entonces, requiere del tránsito de un camino respec-
puesta a esa falta. Que haya sido dicho que las uvas son de- to de la propia coartada. Significa que el analista sepa ha-
"-
masiado verdes hará posible al hijo en el tiempo de la decep- cer también en función de sus propios deseos. Esa "experien-
ción simbólica (o Versagung estructural), aislar de ese enun- cia formadora" 23 consiste en saber contar con el propio deseo,
ciado el material con el que constituirá un modo de respuesta "un pequeño deseo bien dotado" que está al alcance cuando el
a ese defecto del significante que produce una división subje- analista se vale de su propio análisis.
tiva irremediable. Es porque no tiene remedio que se ve con- Es sólo de ese modo, con el análisis del analista como he-
rramienta para servirse, que él puede comprometerse a dar
mites de la interpretación y la construcción en el análisis de alco- lugar a la señal de angustia del analizante. Es muy difercn
hólicos". En Lacan, Hoy . Buenos Aires, Nueva Visión, 1993.
"No saben ustedes que no es la nostalgia del seno materno lo que 21. Lacan, J. La transferencia-:·op. Cit., clase dé junio de 1961.
engendra la angustia, sino su inminencia?" J. Lacan, La angustia, 22. Lacan, J. La angustia. Op. Cit., clase 5.
Op. Cit., capítulo 4.
23. Lacan, J . Problemas cruciales para el psicoanálisis. Op. Cll, <"111 •
20. Lacan, J. El psicoanálisis y su enseñanza. Op. Cit. se del 17-3-65.

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lliO
MASU SEBASTIÁN

te dar la señal que angustiarse. Porque es sabido que el ana- \


lista resiste al acto al que es llamado, cada vez que él se eva-
de en la angustia. En esa misma medida, en ese mismo pun-
to es que abandona el barco: en el punto en que desiste del
deseo del analista. -

'-

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