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Crónica ND NC
Crónica ND NC
En pleno día de la mujer y aún con prevenciones por la pandemia que cambió
nuestras vidas, por fin nos estábamos preparando para regresar a la universidad
después de tanto tiempo, un año para ser precisas. Los nervios inundaron
nuestros cuerpos, sabíamos dentro de nosotras que sería una experiencia extraña
y al mismo tiempo linda, pues en estos tiempos los reencuentros se hacen aún
más emotivos.
Llegó el momento más esperado, vimos a compañeros que en los últimos meses
solo habíamos visto por cámara y, en contra de todas las normas, nos abrazamos
por un momento, sabíamos que bajo esos cubre bocas habían unas lindas
sonrisas de oreja a oreja. Nos dirigimos juntos a la cafetería mientras hablábamos
de lo diferentes que algunos estábamos, de hace cuántos meses no nos veíamos
y de anécdotas vividas en este tiempo que nunca durante la virtualidad y el
distanciamiento nos contamos.
Después de una charla y una breve introducción al tema, el profesor quiso poner
en práctica todo lo que nos había enseñado y, fue en ese momento cuando nos
dirigimos al parqueadero de la universidad a realizar un trabajo de campo. El paso
por el parqueadero de la Universidad Católica de Pereira nos mostraba un
Tan inmenso, pero tan vacío. Lleno de diversos sonidos, las aves y una leve brisa
que caía sobre nuestros hombros se volvieron nuestra compañía en aquel vacío
parqueadero que nos producía una tranquilidad inimaginable, pero aun así se
encontraba inmerso en aquella ciudad ruidosa que lo rodeaba y, por más que
tratara de brindarnos serenidad, no podía dejar de lado el caos y el desorden,
como las voces de personas hablando a lo lejos y los carros que pasaban por la
avenida.
Estar allí fue una experiencia visual y sensorial bastante peculiar, entre más
centrábamos nuestra atención en los detalles, más se iban agudizando nuestros
sentidos, una hoja seca ya no sonaba igual, las pisadas eran mucho más fuertes,
las aves y la brisa entre tantos árboles estaban dando un cambio que nos permitía
ver las cosas de maneras distintas, como si todo fuese más pleno. El cielo estaba
nublado y bastante gris para ser las 3 de la tarde, empezó a caer gotas de lluvia
sobre nosotras, así que decidimos ir de nuevo al salón por el sendero, hablando
aún de lo impresionante y extraño que era ver la soledad que tenía la zona de
parqueo.
El tiempo disminuía a medida que dábamos un paso por las baldosas que, nunca
habríamos imaginado extrañaríamos tanto pisar. Llegando al salón, lo único que
nos preguntábamos era ¿cuándo nos volveremos a ver?, ¿cuándo nos volveremos