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En el tema de la capacidad, primeramente debemos entender qué cosa es la capacidad,

asimismo, qué cosa no es la capacidad, siendo que la capacidad no es un derecho, sino que es
un estado de la persona, o en todo caso es un atributo del sujeto, en virtud del cual tiene este
sujeto una titularidad de gozar de derechos que implican una protección, una seguridad y una
garantía en su proyecto de vida, y por otro lado, veremos que la capacidad implica también
una aptitud, es decir, ser capaz de poder generar efectos jurídicos, y así veremos que en esta
doble conceptualización, vamos a identificar lo que se conoce como la capacidad de goce y la
capacidad de ejercicio. Pero surge un inconveniente, el cual, a lo largo de la historia, se
confunden las terminologías y así se habla de una limitación a la capacidad, pues el ejercicio de
los derechos puede ser limitados, restringidos, coartados por la ley en determinadas
situaciones, y ahí surge la disminución de la capacidad entendida como la incapacidad, lo que
antes se conocía como la capitis diminutio. Y por otro lado la capacidad de goce nunca se llegó
a entender a plenitud, pero es que la capacidad de goce está íntimamente relacionada con la
propia calidad de ser sujeto de derecho, y éste es aquel al que el Derecho le brinda una
protección especial porque termina siendo el actor, el protagonista, el interprete social en el
medio, siendo que solo basta ser persona para tener esa capacidad de goce, que es propia y
natural de la persona, y que por lo tanto, no se puede restringir ni limitar porque si lo
hiciéramos entonces estaríamos negando la calidad de la persona como sujeto de derecho.
Siendo que el derecho civil se ha ido constitucionalizando y recabando en que todas las
personas somos iguales ante la ley, así entraría la discusión con respecto a las personas con
algún defecto físico o mental, y se criticaría de cómo el código civil sigue refiriéndose con
actitud peyorativa a determinadas persona, siendo que cómo era posible que siga usando el
término incapaz, siendo que este término ya había sido descartado por la ley de protección de
las personas con discapacidad, y lo más conveniente era hablar de personas con discapacidad
que hablar de personas incapaces, pues este término denigra al sujeto, y mediante una
convención internacional se eliminaba el término incapaz por el de discapacitado, partiendo de
la premisa de que todos somos capaces, siendo que se le debe brindar ayuda mediante otra
persona para que pueda ser interpretada su voluntad a los demás, así posibilitando que
celebre actos jurídicos y tenga relaciones jurídicas, y además está convención establecía que
debía de dejarse sin efecto la interdicción, pues ya no se podía hablar de incapaz, y como fue
una convención ratificada por el Perú todas las normas tenían que adaptarse a esta, y así
sucedió con el código civil mediante el decreto legislativo 384 el cual reestructura el régimen
de capacidad para alinearlo a la convención, la cosa es que este decreto no sigue rígidamente a
lo que la convención manda sino que hace un tipo de normación híbrida, es decir que deja
vigente algunos aspectos del régimen de incapacidad, de la interdicción, de la tutela y de la
curatela y paralelamente crea los sistema de ayuda y de salvaguardia, hace permanecer
situaciones de incapacidad absoluta, pero por otro lado elimina la terminología del incapaz
relativo y nos implanta una denominación “de las personas con capacidad restringida”.
Asimismo, este decreto legislativo no tiene una exposición de motivos que de razón a que se
haya tomado esta postura híbrida. Y con la dación de un nuevo artículo 3 en el código civil, en
el que se detalla que todos tenemos una capacidad jurídica (en la que se engloban la de goce y
de ejercicio), pero con la posibilidad de tener limitada esta por únicamente la ley. Las personas
con discapacidad tienen capacidad de ejercicio en igualdad de condiciones en todos los
aspectos, entonces se detalla que la persona ejerce sus derechos, no a través de otra persona,
sino la persona los ejerce ella misma. Siendo que esas personas que nos apoyan en expresar la
voluntad son ajustes razonables, siendo lo mismo como un audífono para un sordo, como un
bastón para un invidente.

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