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Taller de duelo

Alejandra Diaz, Lorena Fontecha Luna Farfán, Sol Gálvez y Valentina González

Facultad de Psicología, Fundación Universitaria Konrad Lorenz

Programas de prevención y promoción

Docente Mónica María Contreras Gómez

Mayo de 2021
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Justificación 

El presente taller se enfocará en dar a conocer la conceptualización general del

duelo, la diferenciación entre duelo normal y patológico, el abordaje de la importancia en la

expresión y validación de emociones y sentimientos relacionados con la tensión emocional

y por último una revisión de estrategias específicas para la gestión emocional durante el

proceso del duelo y los diferentes programas de éste dirigidos hacia las personas a partir de

los 18 años hasta los 70 años, sin distinción de género, identidad sexual o lugar de

procedencia, y que estén afrontando un proceso de duelo por la pérdida de alguno de los

integrantes de su núcleo familiar o social debido al COVID-19, ya que la pandemia de

coronavirus COVID-19 es la crisis de salud global que define nuestro tiempo y el mayor

desafío que hemos enfrentado desde la Segunda Guerra Mundial. Además de que se

está inmersos en una Facultad de Psicología, donde nuestro afán académico lleva a analizar

profundamente cada hecho y realidad circundante, encontramos de suma importancia

enfocarnos en la de la muerte y el morir, que poco a poco y muchas veces sin darse cuenta,

toca a la puerta de forma imprevista en nuestras vidas.  

Desde la aparición del COVID-19 en Asia a finales del año pasado, el virus ha

llegado a cada continente, donde ha perjudicado a 2,285,960, dónde se encuentran 30,343

casos activos y 60,773 fallecidos por esta pandemia, estos datos pertenecen a Colombia

según el Ministerio de Salud, por otro lado, encontramos que a nivel mundial ha afectado a

52.202.902 personas, con un total de 1.251.980 personas fallecidas según la Organización

Mundial de la salud (OMS) (2020).  

La pandemia de COVID-19 ha constituido un acontecimiento sin precedentes; ha

planteado desafíos que han limitado el debido desarrollo del duelo, la manifestación del

dolor frente a sus queridos, lo que nos ha hecho revisar la forma en la que se lleva a cabo el
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proceso de este duelo y como se trabaja tanto en el hogar como en otros ámbitos. A lo largo

de tres meses (de marzo a junio), los psicólogos del servicio de apoyo al duelo atendieron a

distancia y de forma gratuita una media de 11 demandantes por día a través de cinco o seis

sesiones de entre 40 y 50 minutos de duración cada una. En total, ayudaron en el proceso de

duelo a 485 personas. La mayoría tenía entre 31 y 50 años (41,6 por ciento), seguidos de los

mayores de 65 años (25,3 por ciento). Casi todos residían en Madrid (68 por ciento)

(Palacio A., 2020, p. 135) 

Cuando nos enfrentamos a experiencias vitales que nos ponen en situación de alta

vulnerabilidad y dificultad, necesitamos el respaldo y el sostén emocional de nuestros seres

queridos. El contacto social ha estado limitado para la seguridad de todos, por lo que las

personas han tenido que permanecer alejadas de su red social de apoyo. Pero una situación

de confinamiento no solo se caracteriza por el aislamiento social, sino también por la

soledad. Un sentimiento que afecta, sobre todo, a los mayores de 60 años.  

Por definición, la vejez se acompaña de una sucesión de pérdidas (trabajo, estatus

social, cónyuge, capacidades físicas, etcétera), lo que fomenta la sensación de soledad. Con

todo, la viudez suele ser el principal desencadenante de tal sentimiento en edades

avanzadas. Según las estadísticas oficiales del 5 de mayo de 2020, los mayores de 70 años

alcanzaban en España el 86,3 por ciento de los fallecidos por COVID-19, lo que sugiere

que muchas de las personas que viven una situación de duelo podrían ser mayores. Una

experiencia que, en numerosos casos, deben encarar en soledad (Huarcaya, 2020). 

Así mismo, podemos encontrar que el coronavirus está afectando la salud mental de

muchas personas. Según los datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el

2020, antes de la pandemia de COVID-19 la depresión y la ansiedad ya costaban a la

economía mundial más de un billón de dólares al año.  


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Además, señala que la depresión afecta a 264 millones de personas en todo el

mundo, que cerca de la mitad de todas las afecciones de salud mental comienzan a

manifestarse a los 14 años y que el suicidio es la segunda causa de muerte en los jóvenes de

15 a 29 años. Datos de estudios recientes muestran un aumento de la angustia, la ansiedad y

la depresión especialmente trabajadores de la salud, que, sumadas a la violencia, los

trastornos por consumo de alcohol, el abuso de sustancias, y las sensaciones de pérdida, son

importantes factores que pueden incrementar el riesgo de que una persona decida quitarse

la vida de acuerdo con la Organización Mundial de la salud (OMS) (2020). 

 Según los estudios de (Pandemia por COVID-19 exacerba los factores de riesgo de

suicidio, 2020). En América, se estima que aproximadamente 100.000 personas se quitan la

vida anualmente, según los últimos datos disponibles de 2016. La mayoría de los suicidios

en la Región se producen en personas de entre 25 y 44 años (36%), y en aquellas de entre

45 y 59 años (26%). Guyana y Surinam tienen las tasas de suicidio más altas de la región. 

Al igual que en el resto del mundo, las tasas de suicidio en hombres son superiores y

representan alrededor del 78% de todas las defunciones por suicidio. En los países de altos

ingresos los hombres mueren por suicidio tres veces más que mujeres, y la razón es la

mitad en los países de ingresos bajos y medios, donde tres hombres mueren por suicidio por

cada dos mujeres.  

Según la OPS (Organización Panamericana de la salud, 2020) menciona “En 2020

nos encontramos en circunstancias muy inesperadas y desafiantes mientras nos enfrentamos

a la pandemia por COVID-19. El impacto del nuevo coronavirus probablemente ha tenido

un impacto negativo en el bienestar mental de todos. Y por eso, este año, más que nunca, es

crucial que trabajemos juntos para prevenir el suicidio”.  


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Por otro lado, en países como Portugal, antes de la pandemia, el duelo anticipado

para pacientes terminales involucraba rituales de despedida que promovían entornos para la

comunicación familiar. Pero debido a las medidas adoptadas para prevenir los contagios,

los enfermos terminales que ingresaban al hospital nunca más volvían a ver a sus familiares

y este proceso de comunicación se ha roto. Actualmente, aproximadamente el 60% de los

equipos paliativos cuentan con un programa organizado de apoyo al duelo para las familias

o allegados, dichos programadas buscan brindar un acompañamiento psicológico tras la

muerte del familiar a través de cartas o mensajes de condolencias, visitas domiciliarias,

consultas, llamadas, conferencias y consultas virtuales grupales o familiares dentro de las

siguientes 72 horas y hasta las 8 semanas posteriores (Carvalheiro,

Faria, Semeão y Martinho, 2021). 

En consecuencia, se prevé un aumento significativo del riesgo de padecer problemas

de salud mental en las personas afectadas, incluido el duelo patológico tanto en quienes

perdieron algún familiar por COVID-19 como en los que no. De ahí el llamado urgente a

producir, promover y aplicar alternativas e intervenciones con base científica que ayuden a

mitigar esta problemática y brinde a las personas afectadas una intervención de calidad y

que sea efectiva (Eisma, Boelen y Lenferink, 2020). Así mismo se puede observar que

según la Ley de salud mental 1616/2013, de 21 de enero, por medio de la cual se expide

la Ley de Salud Mental y se dictan otras disposiciones hace referencia  a que el objeto de la

presente ley es garantizar el ejercicio pleno del Derecho a la Salud Mental a la población

colombiana, priorizando a los niños, las niñas y adolescentes, mediante la promoción de la

salud y la prevención del trastorno mental, la Atención Integral e Integrada en Salud Mental

en el ámbito del Sistema General de Seguridad Social en Salud.  


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En el estudio de Ministerio de Salud y Protección Social (2020) según el

viceministro de Salud Pública y Prestación de Servicios, Luis Alexander Moscoso Osorio

indicó que todos los efectos de la pandemia se conjugan con el diario vivir, con los

problemas de salud mental históricos como pueden ser la violencia, la depresión, el

suicidio, el consumo de sustancias psicoactivas, el alcohol, entre otras. Frente a esto,

Moscoso Osorio reveló que la evidencia internacional sobre los impactos psicológicos de la

cuarentena señala efectos de estrés postraumático y confusión e ira asociados a temores de

infección, frustración, aburrimiento, pérdidas, estigmas, etc.  

Ante esto, el Gobierno Nacional, desde el inicio de la cuarentena en el país, dispuso

la línea telefónica 192, en la que la ciudadanía encontrará en la opción 4 la atención en

salud mental que brinda apoyo y orientación. "Hasta el 5 de mayo ya se han realizado

1.635 intervenciones: 60% a mujeres, 46% proceden de Bogotá, Antioquia y Valle; 45%

por síntomas de ansiedad y estrés, seguidos de distintas formas de violencias al interior del

hogar", dijo el viceministro de Salud Pública. Agregó que las líneas territoriales de salud

mental han mostrado un aumento en las consultas hasta del 30% durante la pandemia del

covid-19, siendo la depresión, ansiedad y violencias los motivos de consulta más

frecuentes. (Ministerio de Salud y Protección Social, 2020). Recordemos que como parte de

la atención integral en salud, se encuentran líneas de apoyo profesional en aspectos de salud

mental por parte del distrito, las cuales están disponibles las 24 horas. Esta atención no

genera ningún costo y está a disposición de todos los Bogotanos. Entre las líneas de

atención se encuentran la Línea 106:  Canal de atención psicosocial, disponible las 24 horas

para todas las personas de cualquier edad, la Línea 123: Línea de atención general a

cualquier emergencia, derivando a la entidad encargada según sea el caso, por último, para
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la atención en Salud Mental, se cuenta con 2.939 servicios que incluyen hospitalización,

consulta externa y atención de urgencias en la red hospitalaria pública y privada. 

De acuerdo con lo expuesto anteriormente, así pues, mediante el Centro de

Psicología Clínica (CPC), que es una institución prestadora de Salud (IPS), que busca

garantizar la atención psicológica de la comunidad académica y externa de la ciudad de

Bogotá, así mismo este servicio se brinda desde una función ética y competente, de modo,

que esta sea oportuna y eficaz para sus usuarios, ya que presta un servicio como es el

programa de prevención y promoción, donde se espera dar a conocer a los diferentes

usuarios problemáticas relevantes que afectan la vida cotidiana y así mismo poder brindar

distintas herramientas para su afrontamiento, así mismo, pretende ofrecer servicios

psicológicos que contribuyan a mejorar la calidad de vida, tanto de la población interna

(estudiantes y personal tanto de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz como del Centro

de Psicología Clínica), como de la población externa (como un medio de proyección

social), en consecuencia de una atención pertinente y de calidad (Centro Psicología clínica,

2020). 

 A la luz de estos datos, desde la comprensión y afrontamiento de la realidad de la

pandemia es importante para las personas que se han anclado en un duelo patológico, o

simplemente un duelo no patológico, por lo tanto, mediante este proyecto se pretende

abordar y desarrollar estrategias basadas en la solución de problemas, afrontamiento

centrado en emociones, búsqueda de apoyo social, expresión y validación de emociones y

sentimientos relacionados con la tensión emocional y duelo y por último abordar las

estrategias específicas para la gestión emocional durante el proceso del duelo, con el fin de

mejorar la calidad de vida de los participantes y ser una guía para llevar el proceso del

duelo en estos tiempos de pandemia. 


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Objetivo general: Proporcionar estrategias que faciliten el desarrollo de habilidades

para el afrontamiento eficiente del proceso de duelo por pérdida de familiares y amigos

víctimas de Covid - 19. 

Objetivos específicos:  

- Brindar un espacio psicoeducativo acerca del duelo que permita a las personas

aceptar y entender la muerte como un proceso vital e ineludible, exponiendo

la importancia de aceptar la realidad de la pérdida. 

- Dar a conocer las diferencias entre duelo normal y duelo patológico, con el fin de

que las personas puedan distinguir los indicadores de cada uno de estos, la

diferencia entre sus fases, y cuándo un duelo normal se puede convertir en un duelo

patológico. 

- Propiciar un entorno donde las personas puedan reconocer y expresar sus emociones

y pensamientos libremente, como medio de comunicación y validación emocional. 

- Ofrecer estrategias de gestión emocional para el dolor de la pérdida, fomentando el

reconocimiento de habilidades de afrontamiento y toma de decisiones en las

personas para que, de esta manera, se puedan adaptar a su nueva realidad.  


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La muerte se entiende como el punto culminante de la vida, es el momento en que

todos los órganos y sistemas dejan de responder y la persona deja de existir en este mundo

al menos clínicamente hablando. Este hecho suscita reacciones y emociones en personas y

amigos cercanos a quien muere, se experimenta dolor, este proceso desde psicología se

entiende como duelo (Villalobos, Sidedor y Prieto, 2020). 

La palabra duelo proviene del latín “dolos” y “duellum” que significan

respectivamente dolor y desafío. Por lo tanto, el duelo se considera como un proceso

psicológico natural y emocional delimitado en duración, por el cual casi todos transitamos

en algún punto de nuestras vidas a consecuencia de la perdida de cierto ser querido, cabe

mencionar que en condiciones normales presenta una evolución constante y adaptación

propicia a la nueva realidad aun cuando el doliente percibe estático el mundo. De igual

forma, también se define como un conjunto de expresiones emocionales y conductuales que

se dan antes o después de la pérdida inminente del ser apreciado o amado e incluyen

pensamientos, acciones y cambios a nivel espiritual, social, intelectual y fisiológicos de

gran magnitud (Barreto, De La Torre y Pérez, 2012).  

Generalmente las personas afectadas por este proceso de imperioso sufrimiento se

recuperan a más tardar en un periodo de dos o tres años dependiendo de factores como el

tipo de muerte (trágica e inesperada vs preparada y anticipada), La edad del difunto y

doliente, el tipo e intensidad de vinculo que tenían, términos en que se encontraban antes

del evento, redes de apoyo carentes o nulas, estrategias de afrontamiento disponibles

(resiliencia y expresión emocional) y en el caso de la perdidas múltiples y sin resolver (falta

de rituales de cierre) (Barreto, De La Torre y Pérez, 2012). 


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Adicionalmente Kübler-Ross (1978) propone como resultado de su trabajo con

enfermos terminales cinco fases fundamentales no lineales, aplicables a todos los casos de

duelo y a todas las personas implicadas de forma directa o pasiva, permitiéndoles

comprender y afrontar la realidad donde el fallecido ya no se encuentra. Igualmente las

fases comprenden: negación o evasión (incredulidad o recelo frente al hecho de la

perdida debido una activación a nivel cognitivo que tiene como fin defender y preparar al

sujeto para situaciones de amenaza o malestar mediante la inhibición y un posterior

afrontamiento controlado), cólera o enojo (el doliente experimenta resentimiento, culpa y

dolor hacia sí mismo, la persona fallecida o la situación en general debido a un desajuste

cognitivo), negociación o pacto (Pensamientos recurrentes de “hubiera” para cambiar el

hecho actual, modificaciones comportamentales radicales y pactos cristianos) , sentido de

pérdida y depresión (las personas aceptan finalmente el suceso debido a cambios notables e

ineludibles en su ambiente a la vez que manifiestan sentimientos de perdida  y profunda

tristeza) y asumir o afrontar ( Finalmente en este punto se da una transición de estado por

medio del reconocimiento pleno de lo que se vive y el sentido de la vida, es un momento de

neutralidad a nivel emocional). 

Por otra parte, el DSM-5 conceptualiza al duelo como reacción normal ante la

muerte o perdida de un sujeto conocido y cercano. Exhibiendo conductas características de

la depresión mayor; como por ejemplo tristeza persistente, dificultad para conciliar el

sueño, falta de apetito y pérdida de peso. Los cuales son normales en esta situación y no

necesitan de intervención o seguimiento profesional a menos que se expandan en duración

o aumenten en intensidad luego de 3 años. 

El duelo patológico o complejo es la intensificación del duelo normal, en este la

persona apela a comportamientos desadaptativos y estereotipados que le llevan a modificar


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notablemente factores de su personalidad imposibilitando que socialice, establezca

relaciones y se desenvuelva en diferentes ámbitos, sin exhibir ninguna mejoría o avance en

su estado durante un tiempo extenso e indefinido, a la vez que

interfiriere excesivamente en el rendimiento global del doliente y compromete su salud. Se

ha encontrado que en promedio entre el 10 y 20 % de personas desarrollan esta dificultad,

mayormente aquellas que perdieron padres, hijos, hermanos, parejas o conyugues, pero no

todas son conscientes de ello y esto se debe principalmente a que la línea que separa lo

normal de lo mórbido resulta ser muy fina en cuanto a criterios y establecimiento de planes

de tratamiento. (Barreto, Soler y Yi yi, 2008). 

De igual forma el duelo y toda la teoría referente a este, se ha reinventado, debido a

la actual pandemia (Covid-19), la cual inició el pasado 31 de diciembre del 2019 con un

reporte de múltiples casos de neumonía en la ciudad de Wuhan en China, y a partir de

ese momento hasta hoy se ha extendido a casi todos los países del mundo, generando

múltiples problemas de salud, económicos, sociales y muertes por doquier, que no han sido

afrontadas de forma asertiva por familiares y amigos debido a las circunstancias y las

limitaciones a la hora de brindar el “último adiós”. Por otro lado, cabe mencionar que toda

la situación refiere a un duelo complejo, ya que está compuesto de múltiples micro pérdidas

en diferentes ámbitos, pero sobre todo el familiar, además de que se presentaron en un

momento de aturdimiento, perplejidad y sorpresa. Por tal motivo el afrontamiento del duelo

en pandemia depende en gran parte de nuestra personalidad, capacidad de afrontamiento,

expresión emocional, experiencias previas y grado de resiliencia frente a situaciones de alta

demanda emocional y conductual.  

En síntesis, la pandemia precipita muchas situaciones dramáticas, sin embargo, la

muerte por Covid-19 combina enfermedad, abandono inesperado sin despedida y ausencia


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de cualquier tipo de honra fúnebre, aumentando así la carga para los familiares y haciendo

aún más difícil el proceso de duelo, por lo cual se recomienda buscar acompañamiento o en

casos extremos buscar ayuda psicológica con el fin de prevenir agravamientos de la

situación (Mora, 2021). 

Por tal motivo desde psicología se propone que las personas que han sufrido una

perdida y se encuentran atravesando un proceso de duelo tomen en cuenta su regulación

emocional ya sea positiva o negativa y sepan como controlarla en la situación de

desconcierto y estrés que viven debido al deceso del ser querido, sin embargo, muy pocas

personas poseen el conocimiento y los recursos para llevar a cabo dicho proceso por ello la

necesidad de explicarlo.

     Así las emociones se describen como situaciones agradables o desagradables

como tensión o liberación, como excitación o relajación. Estas se dividen en alegría,

tristeza, miedo, ira y asco (Salguero y Panduro,2001). De acuerdo con esto, el miedo, la ira,

la tristeza y el asco, son estados emocionales que cuando son intensos y frecuentes, afectan

negativamente la vida de las personas. En efecto, las emociones negativas establecen uno

de los principales factores de riesgo para contraer enfermedades físicas y mentales.  

     Asimismo, es importante aclarar que todas las emociones cumplen una función.

Una de las funciones más importantes es preparar al organismo para ejecutar eficientemente

la conducta exigida por las condiciones ambientales orientando la conducta hacia un

objetivo determinado. La relación entre la emoción y su función adaptativa, son las

siguientes: miedo-Protección, ira- destrucción, tristeza- reintegración, asco-

rechazo (Rodríguez, Linares, González y Guadalupe, 2009). 

      Rodríguez, Linares, González y Guadalupe (2009) mencionan que, las

emociones también cumplen una función en la comunicación social, tales como, facilitar la
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interacción social, controlar la conducta de los demás, permitir la comunicación de los

estados afectivos y promover la conducta prosocial. Por ejemplo, las emociones negativas

como la ira, pueden generar respuestas de evitación o confrontación, puesto que, las

emociones juegan un doble papel en la función comunicativa. En primer lugar, pueden

considerarse como estímulos discriminativos que pueden determinar algunas conductas por

parte de los demás. En segundo lugar, la represión de las emociones tiene una función

social al saber que en algunas ocasiones es necesaria la inhibición de ciertas reacciones

emocionales con capacidad de alterar y afectar relaciones sociales (Rodríguez, Linares,

González y Guadalupe, 2009). 

     Teniendo en cuenta lo anterior, Dávalos et al. (2008) explican que, el duelo es la

reacción emocional y del comportamiento que se evidencia en forma de sufrimiento y

aflicción cuando un vínculo afectivo se rompe. Siendo esta, una respuesta adaptativa

común, que normalmente se da en el contexto de la muerte de un ser querido, como

reacción ante la perdida de una persona amada o de alguna contemplación que ha ocupado

un lugar de este ser. 

En consecuencia, una de las tareas fundamentales en el restablecimiento de una

perdida, es expresar las emociones y el dolor. De esta manera, llegar a aceptar la realidad

de una perdida lleva tiempo ya que, implica no solo la aceptación racional, sino también la

emocional. Pues, un individuo en duelo puede ser intelectualmente consciente de la perdida

antes de que las emociones le permitan aceptar por completo la información como

verdadera (Cabodevilla,2007). 

     Cabodevilla (2007) explica que, al trabajar las emociones y el dolor de la

perdida, no todas las personas experimentan de la misma manera, ni con la misma

intensidad. Puesto que, es posible perder a alguien a quien se ha estado significativamente


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vinculado sin experimentar cierto nivel de dolor. El objetivo, es que cuándo el individuo se

da a la negación, bloqueando sus sentimientos y negando el dolor que está presente, se

pueda conseguir que la persona no lleve consigo el dolor de la perdida a lo largo de la

vida.  

     En consideración a lo mencionado previamente, el duelo es una manifestación

que todos los humanos deben vivir para poder reflejar la tristeza y demás sentimientos que

provocan la perdida, puesto que,  no es exclusivamente este sentimiento, sino una serie de

sentimientos y emociones, donde es indispensable cierto tiempo para que estos sean

superados, tiempo en el cual, las personas se hacen vulnerables, pero a largo plazo será de

gran beneficio tomarse el tiempo necesario para superar este proceso, ya que, las personas

se hacen más capaces para afrontar dificultades y adversidades futuras (Franco, 2012).   

     Vivir el duelo, significa entrar en contacto con el vacío que ha dejado la perdida,

valorar la importancia y soportar el sufrimiento y la frustración que este conlleva. Este,

ayuda a las personas a aceptar y enfrentar la perdida, ya que, muchas personas cuando esto

ocurre acostumbran a negarla y no pueden convivir con ella, que es el objetivo primordial

del duelo (Franco, 2012).  

     Como se mencionó al inicio, cada situación que experimenta el ser humano trae

consigo una carga emocional, la cual, provoca en el organismo una cantidad de reacciones

químicas de manera que las glándulas obedecen a las órdenes del cerebro y segregan una

variedad de hormonas que permiten al organismo liberarse de esa emoción, sea esta una

emoción positiva o negativa (Franco, 2012).  De acuerdo con esto, Franco (2012) explica

que, el organismo ante una perdida tiene diferentes reacciones, como: ansiedad, sudoración,

lagrimas, nervios, etc.… La cuales, son manifestaciones fisiológicas que presenta el ser

humano y son enviadas por el cerebro al experimentar una condición extrema de tristeza o
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desaliento, que son algunos de los sentimientos que viven las personas cuando

experimentan el duelo.  

     Teniendo en cuenta lo anterior, es fundamental expresar los sentimientos de

dolor y tristeza sin miedo a hacerlo, puesto que cuándo estos son reprimidos se está

bloqueando un proceso natural que se debe experimentar. En caso de que, se sigan

acumulando estos sentimientos, en el momento que se manifiesten, puede llegar a ser peor

y más perjudicial que haberlo hecho en el momento que se dio la perdida. Cabe aclarar que,

cuando algunas personas no quieren realizar el proceso de duelo, es importante no forzarlas

a esto porque pueden hacerlo mal o incluso pueden llegar a bloquear la perdida y no

asumirla (Franco, 2012). 

     Neimeyer y Ramírez (2002) sugieren que cualquier cosa que permita evitar o

suprimir el dolor puede posponer el curso del duelo. Pues, aunque no todas las personas

experimentan el dolor con la misma intensidad, es inevitable perder a alguien a quien se ha

estado muy vinculado y no experimentar cierto nivel de dolor.  

     Sin embargo, la sociedad muchas veces muestra incomodidad con los

sentimientos de las personas que se encuentran experimentando dicho dolor invalidando sus

emociones, lo cual interfiere con las propias defensas de la persona, llevándola a negar la

necesidad de expresar sus emociones. Ya que, abandonan el dolor señalándolo como algo

malo, insano y desmoralizador.  Llegando al punto, de que incluso la persona que se

encuentra viviendo el duelo invalide sus propias emociones. Es aquí, donde se resalta la

importancia de saber validar, puesto que, esto ofrece un marco seguro para experimentar

emociones y expresarlas de una manera eficaz a quien está viviendo la perdida (Zahonero,

2020).  
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     Tomando en cuenta lo anterior, cuando se habla de validar, esto hace referencia

al proceso en el que un individuo le comunica aceptación y compresión la experiencia que

está viviendo otra persona. Expresando que, parte de la respuesta emocional del otro tiene

sentido. Asimismo, la autovalidación es de gran importancia, pues esta hace referencia al

proceso de aprendizaje, entendimiento y expresión de la aceptación de la experiencia

emocional de sí mismo (Zahonero, 2020). Diferentes estudios, han evidenciado que estar en

un ambiente invalidante que responde de manera inapropiada a la experiencia de la persona

con alta vulnerabilidad emocional, resulta ser perjudicial. Por ejemplo, en el caso del duelo,

la persona puede llegar a bloquear sus sentimientos y negar el dolor que está en el presente,

teniendo diversidad de consecuencias negativas como: negar la realidad de la perdida,

negar el significado de la perdida (viendo esta como menos significativa de lo que

realmente es) y negar que la muerte es definitiva (Zahonero, 2020).  

     En conclusión, es fundamental darse la oportunidad de vivir el duelo,

comprender que es un proceso que lleva tiempo y que en algunos casos es difícil de

asimilar. Sin embargo, es algo a lo que todas las personas se tienen que enfrentar y se debe

ser consciente de que, de alguna manera, va a afectar la vida emocional, física, psicológica

y las actividades cotidianas (Franco, 2012). De lo contrario, no hacerlo puede tener

consecuencias perjudiciales, llevando a la persona a luchar consigo misma, sin desarrollar

habilidades de afrontamiento necesarias e incluso aislándose del mundo y no asumiendo las

exigencias del medio (Neimeyer y Ramírez, 2002). Por lo tanto, es importante saber aceptar

la experiencia interna que conlleva cierta situación, aceptando emociones y pensamientos

negativos que se presentan en el proceso. De igual manera, es primordial que, como

familia, amigos y como sociedad, se comprenda la importancia de aceptar y validar el dolor

de quien sufre la perdida, es decir, brindar apoyo y consideración, mostrando entendimiento


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a lo que dice, escuchándolo activamente y manifestándole que su dolor o tristeza, tiene

sentido con la situación que está viviendo en el momento, para que así, se vuelva normal el

poder expresar y experimentar las emociones libremente en el proceso del duelo, sin tomar

el riesgo de que esto se vuelva una adversidad a futuro para la persona llevando el dolor de

la perdida a lo largo de la vida.  

Por lo cual se proponen estrategias puntuales de gestión emocional las cuales

incluyen desde el manejo de la emocionalidad, expansión de redes de apoyo, expresión

positiva hasta inversión del tiempo en actividades alternativas a fin de reducir los síntomas

del duelo progresivamente y de manera saludable.  

Las estrategias de afrontamiento son necesarias para el manejo de las demandas

ambientales. Se pueden encontrar estrategias dirigidas hacía la emoción, las cuales hacen

referencia a la regulación de respuestas emocionales generadas por una situación que

sobrepasa los recursos físicos o psicológicos que tiene una persona. Según lo anterior,

podemos encontrar estrategias negativas – pasivas (Ej: escape, atención selectiva,

minimización), pero en su contraparte, se pueden evidenciar otras positivas – activas, que

llegan a ser catalogadas como factores protectores durante el proceso de duelo (Álvarez y

Cataño, 2019). 

Con respecto a las estrategias positivas, se encuentra el afrontamiento proactivo, el

cual hace referencia a la disposición del individuo, para lograr minimizar el impacto de la

situación estresante, compensando sus efectos a largo plazo (Rogalla, 2020). Para Sicre

y Casaro (2014), esta estrategia se enmarca en el aspecto cognitivo de las estrategias de

afrontamiento. 

 Se ha demostrado que mantener una disposición positiva y mostrar emociones

positivas al momento de hablar sobre las pérdidas recientes, tiene relación con un mejor
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ajuste después de que el duelo inicial se disipa, pues los individuos son capaces de

aprovechar la intención de la muerte, establecen metas y mantienen una actitud optimista

hacía la vida (Rogalla, 2020). 

Asimismo, se encuentra que este fenómeno puede ser llamado “reevaluación

positiva”, el cual hace referencia a enfocarse en los aspectos positivos que la situación de

duelo pueda traer consigo (Guayasamín y Márquez, 2011). 

Para Kessler (2019), se tienen presentes las cinco etapas del duelo: negación, irá,

culpa, depresión y aceptación, las cuales cataloga como meras descripciones, puesto que no

tienen que cumplirse las cinco al mismo tiempo, e incluso se podría pasar varias veces por

la misma etapa sin darse cuenta. La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross en 1969 dedicó su

trabajo a cambiar la perspectiva de como se ve la muerte, mediante la observación de

pacientes y familiares que estaban muriendo o padeciendo experiencias similares.  

En consecuencia, a lo anterior se propone una sexta etapa que se ve evidenciada en

algunos duelos exitosos, la cual es catalogada como la etapa de significado, la cual hace

referencia a reconocer la pérdida. Esta etapa no significa estar de acuerdo con la muerte

o con que el duelo finalizó, contraria a esta creencia, se alude que el sujeto reconoce que, si

bien la intensidad de las emociones disminuirá con el tiempo, este nunca terminará. Pero la

psiquiatra propone que, al hallar un significado, se permite que el duelo sea una experiencia

enriquecedora y de aprendizaje (Kübler-Ross, 1969). 

Esta etapa de significado se encarga de un manejo estratégico en el fortalecimiento

de la reevaluación positiva, pues en la mayoría de los casos al perder un ser querido, es

difícil encontrar un significado en la experiencia. Entonces, este significado se usa con el

objetivo de darle sentido al duelo, esto puede ser mediante la gratitud por el tiempo o las

experiencias vividas con los seres queridos, buscando formas de conmemorar y honrarlos, o
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encontrado el valor y reconociendo la brevedad de la vida para hacer cambios. Por ejemplo,

en varios estudios se han encontrado familiares que tras la pérdida crean fundaciones,

programas, voluntariados, e incluso recuerdan los gustos de la persona fallecida y la

recuerdan con alegría, comprendiendo que no significa olvidar o dejar de extrañar a la

persona, pero si entendiendo que se experimentara un menor peso, para así enfocarse

y crear planes de acción a futuro, y se aceptara la experiencia sin poner etiquetas, viviendo

el aquí y el ahora; esto de la mano de ACT (Kessler, 2019). 

Cabe resaltar, que durante el proceso de duelo se generan cambios y se evidencia

una readaptación continúa en la vida de la persona, incluidas las redes de apoyo. En un

trabajo sobre el efecto de las redes de apoyo, se demostró que el apoyo social está

relacionado con las estrategias de afrontamiento, pues durante las etapas difíciles se

presenta una estimulación para hablar de los sentimientos, facilitando así el bienestar

psicológico (Ribes, 2020). 

De esta forma, “apoyo social” hace referencia a la búsqueda de un tercero, bien sean

amigos, familiares, pareja o ayuda profesional, para sentir afecto, comprensión y apoyo tras

una situación difícil. Tener redes fortalecidas aumenta la probabilidad de que las personas

experimenten una resolución favorable del proceso de duelo (Guayasamín y Márquez,

2011). 

Para Ribes (2020), las redes de apoyo se componen principalmente por la familia,

seguida por los grupos compuestos por personas próximas al individuo, tales como, la

familia extensa, vecinos, amistades, y en un tercer nivel se encontrarían a los compañeros

de escuela, universidad, trabajo, un grupo específico o la ayuda profesional.  

Para finalizar, el duelo puede iniciar antes o después de la muerte, y este puede ser

catalogado como un evento de shock o traumático, por esta razón surge la aplicación del
20

modelo de crecimiento postraumático a situaciones de duelo. El modelo plantea que las

personas logran expresar cambios positivos tras una experiencia traumática, pero esto

se logra de la mano de tres factores: un predictor (afrontamiento proactivo), mediador

(apoyo social), generando el crecimiento personal posterior a un duelo (Rogalla, 2020).  

Concluyendo, que el apoyo social de la mano del afrontamiento

proactivo, pueden relacionarse, ya que combinados, generan un afecto positivo y una mayor

motivación para continuar con la vida después de la muerte de un ser querido. d

Una catástrofe se caracteriza por ser un suceso de carácter negativo, imprevisto y

brutal, cuyas secuelas son de proporciones extremas que conlleva a un gran número de

víctimas y un desajuste social considerable (Páez, Fernández y Beristain, 2001).  Ante la

presencia de situaciones inesperadas y consideradas como de riesgo surgen una serie

de emociones y comportamientos colectivos, que pueden ser adecuados (seguimiento de

instrucciones, orden en evacuaciones, solidaridad, etc.,) o inadecuadas (desorganización,

alarmismo, propagación de rumores y falsas noticias) que conllevan al desorden y la

confusión (Ovejero, 1997 en Páez, Fernández y Beristain, 2001).  

En los casos donde han ocurrido grandes desgracias, el acompañamiento durante la

asimilación de una tragedia devastadora resulta indispensable para hacer la diferencia frente

a las repercusiones que deja un proceso de duelo mal llevado. Dentro de este tipo de

escenarios está, por ejemplo, el de los atentados del 11 de mayo en Madrid España, donde

192 personas perdieron la vida tras los hechos terroristas en los trenes. En dicha

ocasión el colegio de psicólogos de Madrid organizó equipos con cerca de 948 voluntarios

destinados a atender a familiares de las víctimas, familiares de los heridos, personas que

vivían o estaban cerca de los atentados, intervinientes (policías, bomberos, médicos,

etc.,) para recibir asistencia psicológica a través de la atención de llamadas, atenciones


21

directas y domicilios (De La Cruz, Muñoz Prieto, Torres, Torres, Martín, Dávila, Val

Espinosa y Olivares, 2004).  

Otro caso similar se presentó tras el tiroteo de Virginia Tech en el campus

universitario en abril del 2007 donde murieron 33 personas. En esa ocasión se desplegó un

equipo de alrededor de 250 psicoterapeutas que bridaron acompañamiento a los estudiantes

tras su retorno al campus dos semanas después del trágico episodio. A cada clase en la que

se inscribieron las víctimas se encontraba al menos un consejero y un voluntario del

personal disponible. A la larga los efectos psicológicos del episodio tan devastador del que

fueron testigos los sobrevivientes se redujeron considerablemente (Geller, 2008). 

En Murcia España siguiendo los lineamientos del Sistema Nacional de Salud para la

atención primaria, se creó un equipo especializado de psicólogos clínicos para la atención

de psicoterapia grupal centrado en el duelo cuyo objetivo estaba focalizado en detectar los

posibles indicadores de riesgo, evitar la cronicidad y el uso de medicamentos como

alternativa para contrarrestar el malestar atendiendo a su vez a un gran número de

pacientes de forma eficiente a través de programa cognitivo conductual centrado en las

emociones. Se desarrolló en 6 sesiones, con evaluación (pre-post) estandarizada. Tras seis

semanas de intervención los participantes manifestaron cambios positivos respecto a

cuando iniciaron, también dijeron sentirse comprendidos y escuchados considerando al

grupo como una estrategia beneficiosa, además se evidenció una respuesta altruista de

aquellos que tenían mejores habilidades de afrontamiento frente a la pérdida (Espinosa Gil,

Campillo Cascales, Garriga Puerto y García-Sancho, 2015).  

En cuanto a los procesos de despedida se consideran rituales que se llevan de

manera conjunta entre la persona agonizante y sus allegados (Lisboa y Crepaldi 2003

en Crepaldi, Schmidt, Noal, Bolze y Gabarra, 2020), contribuyen a la comunicación


22

familiar definiendo temas no resueltos, propiciando espacios de perdón, agradecimientos y

despedidas que se dan de forma organizada lo que lleva a una sana resolución del duelo

(Crepaldi, Schmidt, Noal, Bolze y Gabarra, 2020). De este modo el duelo se considera una

respuesta natural de los seres humanos caracterizada por el dolor y sufrimiento que produce

la pérdida de un ser

querido (Farahmandnia, Hamdanieh y Aghababaeian 2020 en Carvalheiro,

Faria, Semeão y Martinho, 2021).  

En países como Portugal, antes de la actual situación originada por Covid – 19, el

duelo anticipado para pacientes terminales involucraba rituales de despedida que

promovían entornos para la comunicación familiar. Pero debido a las medidas adoptadas

para prevenir los contagios, los enfermos terminales que ingresaban al hospital nunca más

volvían a ver a sus familiares y este proceso de comunicación se rompió (Carvalheiro,

Faria, Semeão y Martinho, 2021). La actual contingencia mundial ha desencadenado que se

den muchos fallecimientos de manera abrupta, a la vez ha hecho que los rituales de duelo

cambien de forma drástica e inesperada. Es así como todo el conjunto de acciones que

promovían el duelo de calidad (actividades religiosas, apoyo social, el cumplimiento de los

últimos deseos del fallecido, vestir, despedir y enterrar al fallecido, etc.,) se han pospuesto

indefinidamente (Hernández, Navarro y García-Navarro, 2021). Allí mismo en la

actualidad, se ha desarrollado un programa organizado de apoyo al duelo para las familias o

allegados, donde se brinda acompañamiento psicológico tras la muerte del familiar a través

de cartas o mensajes de condolencias, visitas domiciliarias, consultas,

llamadas, conferencias y consultas virtuales grupales o familiares dentro de las siguientes

72 horas y hasta las 8 semanas posteriores (Carvalheiro, Faria, Semeão y Martinho, 2021). 


23

De otro lado, en un análisis realizado por la unidad de psicología un hospital público

de Milán, Italia de Borghi y Menichetti, (2021) se pudieron identificar diferentes estrategias

que han utilizado los familiares y allegados de las personas fallecidas durante la actual

pandemia para contrarrestar las restricciones en cuanto al entierro de los familiares

fallecidos por Covid -19. Por ejemplo, se destacan el caso del involucramiento de las

empresas funerarias que adecuaban el recorrido del féretro para que pueda pasar al frente de

la vivienda del difunto y que desde allí sus familiares le dieran el último adiós: con

canciones, leyendo un mensaje, arrojando pétalos, etc.  

A nivel de América Latina, según los datos recogidos en el informe del Programa

Panamericano de Defensa y Desarrollo de la Diversidad biológica, cultural y social del

2010 en Pineda y López-López, (2010), sobre la incidencia de desastres naturales en

Latinoamérica a lo largo de los últimos 40 años, se señala que han incrementado de manera

alarmante, debido quizás a los cambios a nivel climático, ambiental y social. De este modo

en la revisión realizada por estos mismos autores acerca de los modelos de estrategias de

intervención psicológica postdesastres se concluye que los modelos revisados coinciden en

la necesidad de la atención psicológica temprana para reponer el equilibrio emocional (y

evitar el desarrollo a futuro de Trastorno de Estrés Post Traumático) adicional de promover

la recuperación integral de la calidad de vida de los afectados. Las técnicas más utilizadas

son de enfoque cognitivo conductual, se destaca la importancia de la difusión de los

centros, unidades o instituciones que brinden este tipo de ayudas, los medios para acceder a

ellas y que este dirigido a toda la población en general, sin distinción

etaria.  Adicionalmente se reconoce la necesidad de fomentar el conocimiento acerca de la

implementación de primeros auxilios psicológicos, así como primeros auxilios

médicos (Pineda y López-López, 2010).  
24

En cuanto a Colombia, el tema del acompañamiento psicosocial frente a eventos

inesperados y de elevada carga emocional como lo son los catástrofes y

desastres ambientales, aún se encuentra en un estado muy primario. En

la investigación realizada por León, (2017) se plantea la urgencia de vislumbrar el

sufrimiento emocional y las afecciones de la salud mental como un interés primordial de

salud pública y que debe atenderse de manera inmediata. Su objetivo se dirigía a la

formulación de recomendaciones para la atención psicosocial y en salud mental en

emergencias y desastres en el Sistema Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres

Colombiano (SNGR). De este modo a través del relato de un grupo de integrantes del

SNGR se reconocieron los factores que deben ser ajustados desde ámbito de la

normatividad, generar políticas claras, planes y programas dirigidos a poblaciones

específicas que previamente se identifique las zonas de riesgo e introducir planes de

promoción, apoyo y autocuidado, además de una integración necesaria entre los integrantes

de SNGR y acciones de gestión de conocimiento (León, 2017).  

Finalmente, en la investigación de Suárez y Zapata, (2014), se reconoce la

importancia que debe darse desde el ejercicio de la psicología a la atención en situaciones

de alarma por medio del diseño de modelos, metodologías y alternativas que permitan a los

grupos afectados hacerle frente a las crisis provocadas por desastres o catástrofes

ambientales. El objetivo del proyecto se dirigía a reconocer el comportamiento de las

familias afectadas en el incendio ocurrido en la invasión San Martín en San Gil

Santander en el 2013, lo que seguía después para los afectados, las metodologías que

debían usarse para atender sus necesidades primarias, el momento idóneo para recibir

ayuda psicológica, etc. Se concluyó que las personas afectadas carecen de

conocimientos para hacerle frente a una crisis de tal magnitud, además que en el país son


25

pocos los departamentos o ciudades que cuentan con la capacidad para atender a la

población más vulnerable ante estos sucesos, adicionalmente se reconoce el uso de

estrategias de afrontamiento que realizaron las víctimas para sobrellevar la

situación, entre las que se destacan: la aceptación, la evasión cognitiva, búsqueda de

alternativas, reacción agresiva, religión, entre otras (Suárez y Zapata, 2014).  


26

Metodología

Participantes: 

Podrán participar del taller todas aquellas personas mayores de 18 años, que hayan

tenido una pérdida significativa ya sea a nivel familiar, social o afectiva durante la

pandemia debido al Covid-19 u otra enfermedad, y que se encuentren actualmente

afrontando un proceso de duelo sin importar su género, raza, identidad sexual o lugar de

procedencia.  

Los participantes serán convocados por medio de una pieza publicitaria, la cual

se mostrará en las diferentes redes sociales del CPC (ver anexo 1). 

Instrumento: 

Encuesta de satisfacción: El presente cuestionario tiene como fin evaluar la

eficacia del taller de duelo a partir de la medición de criterios como utilidad, pertinencia,

entendimiento, calidad, claridad y opinión del mismo, llevado a cabo por parte de

estudiantes de psicología de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz. Consta

de 7 preguntas en total, de las cuales 6 son cerradas con respuesta tipo Likert (totalmente de

acuerdo, de acuerdo, en desacuerdo y totalmente en desacuerdo) y 1 es de respuesta

corta (ver anexo 2). 
27

Plan de intervención
28

Cronograma
Tabla 2.  

Cronograma general del taller Manejo de duelo en tiempos de Covid – 19.  


29

Monitoreo:  

Las estrategias utilizadas para la validación del cumplimiento de los objetivos

son: Lista de asistencia en cada sesión de aplicación; Registro fotográfico en cada sesión de

aplicación; Y Aplicación de encuesta de satisfacción al final de la segunda sesión. 

Anexos

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30

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