La violencia de Estado y sus secuelas
-Introduccién
-Cap. 4: Se lo contards a tus hijos” pp. 55-68
-Cap. 7: “El nombre del hérce”
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Adolescencia Grassi
INTRODUCCION
1° de mayo en Paris. Era un dia soleado y himedo. La
atmésfera estaba pesada. Por toda la ciudad se veian
vendedores de rauguetes. La gente estaba tranquila y los
cafés, atestados. Me senté en el Select, en Montparnasse.
Mientras beb{a mi café, abri el diari
la Union Soviética.
Las expertos no consumir productos lécteos
ni ensaladas porque las Huvias que caian sobre Europa
eran radiactivas. Bélgica, Suiza y Alemania ya habfan
tomado medidas para proteger a su poblacién.
aseguré que hasta e
algo que efectivamente
habria que tomar precauciones,
i varde.
HBPrendico de sus antepasados, ni de los que lo hicieron nacer,
ni de aquelléé que asegurarén su descendencia, Belay
anclado en esa linea de pertenencia no es como estar ins-
ripto de una menera simbélica en un Arbol genealdgico
Es sentir en e] cuerpo la presencia de los padres, de los
abuelos, y sentir que el propio cuerpo vive en el de loc hijos.
Este esl libro de un testigo, de una psicoanalista. Coms
Psicoanalista, quisiera asegurar la transmisién de lo que
algunos sobrevivientes dela Shoah han depositado en mi.
De este modo, quiero amar la atencién sobre las con,
Secuencias que tiene la violencia-soeiaben los individuss,
pero también en sts descendientes, en las siguientes gene,
raciones. En defiritiva, se trata de reflexionar sobrela manera
de reparar las heridas causadas por los traumas que provo.
can todas las formas de violencia social. Porque esos traumas
que a menudo quedan. instalados en el imaginario colectivo,
completamente impregnado a su vez de esa violenci:
den conyertirse en fuente’ de nuevas cruéldades
Mencionado ea los textes, un hilo de gracia se extiende y une todos
Jos hechos de Israei, y el Seftor, el honorado Dios, El mismo, esta
sentado y entrelzza tela sobre tela una talith! lena de gracie y
berevolencia, Fara que Knesset Israel? se envuelva en ella,
Ella brilla en su belleza esplendorosa, tanto en las didsporas como
en sus dias de juventud, en Ja casa de su Padre, en el Temple del Rey,
en la ciudad cel Reino. Cuicdndola, bendito sea, la acompafia para
evitar que sea estropeada o deshonrada en los paises enemigos, y alli
la saluda con una sefial de ia caseza y la alaba diciendo: “Qué bella
eres, mi querida, qué bella eres”
¥ alli esti e: secreto de la grandeza, del poder, de la elevacién y
del amor del muy amade, que siente cada persona en Israel. Pero de
vez en cuando hay un impedimento, no lo quiera Dios, que le
conmociona, arranca un hilo de latela, Ja talith queda averiada y vientos
malos soplan y la atraviesan, la desgarran por completo, ¢
inmediatamente un sentimiento de vergiienza ataca al mundo entere y
todos seben que es:an desnucos. Termina su Shabat, su diade fiesta se
* Talith: manto de oraciones judias.
* Knesset Israel: el pueblo de Israel.
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convierte en un espanto, y de su esplendor slo quedan cenizas. En
ese momento Knesset Israel vaga en su dolor, gritando: “Me han
golpeado, me han herido, me han quitado el velo”. (Shai Agnon,
“Agunot”, en Eylu Peylu, 1978. Treduccibn libre del hebreo realizada
por la autora.)
La catastfHe de IW SHE, del genocidio, no fue pasajera.
Sus “@auSas no fueron contingentes ni sus efectos estan
limitados en el tiempe. Fue infligida por hombres a otros
hombres, alter6 todo, agrieté todo. Se la puede considerar
como el paradigma de todas las tiranfas destructoras, de todos
Jos horrores, de todos los terrares sociales, del mal en sf mismo.
Por eso, reflexionar sobre les heridas de la Shoah permite
pensar en las secuelas de todas las violencias sociales.
Existen muchas historias que no fueron ni escuchadas,
ni escritas, ni transmitidas. Pero los lugares y los objetos
no tienen la capacidad de reco“at s6lo los Seres humanos
pueden contar. La oscuridad de la Shoah no se disipa con
Jos aitos: por el contrario, se hace cada vez mas densa. ¥ nos
damos cuenta de cudntas cosas van cayendo en el olvido a
medida que se apagen las vidas de los sobrevivientes.
Para muchos, la guerra terminé hace mucho tiempo: es el
pasado. Quieren dar vuelta la pégina y seguir adelante como
sino quedara nada de ella, ninguna iuella. Se atienen ala
evidencia inmediata, Sin embargo, las guerras no terminan
de marcar el ritmo de nuestra vida. Yla Shoah ha suspendido
el significado de nuestra historia. Sus efectos se manifiestan
alargo plazo, diseminados en el espacio y a través del tiempo,
como ‘restosxadiactives” en la interseccién entre el presente
yel pasado, entre la presencia y la ausencia.
Aunque por lo general se rechaza la idea de la alteracion
absoluta provocada por la Shoah, aunque se la reprime,
esa idea se “piensa” en la psique y en el cuerpo de quienes
han sobrevivido a su viclencia genocida. Ellos conservan
Jas huellas, los
tives” por su poder de expensién y de contaminacién.
Tomo este concepto depmiditactiwitked de la fisica. Lo
utilizo como ura mietAfora para explicar los monstruosos
Wwefectos de la aberracién causada por determinada violencia
sociopolitica de Estado, por lo que algunos seres htimants
pueden hacer sufrir a otros seres humanos. Trato de repre-
sentar la penetracién en el ser de aspectos terribles,
violentos y destructores de una realidad externa frente a
Ja cual el sujeto se encuentra sin defensa, comparéndola
con los efectos de las radiaciones concretas.
Los residuosradiactivos pueden transmitirse dé la pri-
mera generacién, la que vivié directamente la Shoah, ala
segunda generacién, que la vivid en forma fantasmitica, y
Tuego a Ja tercera. En el transcurso de la transmisién de
una generacién a otra, pueden tener lugar algunos procesos
que susciten trastornos espectfficos. El concepto de trans-
misién radiactiva intenta dar forma a un fenémeno incons-
ciente, imprevisible, que hasta ahora no habia sido estu-
diado por ninguna teorfa psicoanalitica. :
Los conceptos de secuelas, transmisién e identificacién
radiactivas, que serdn desarrollados en este libro, provo-
caron y siguer. provocando resistencias. La idea de una
penetracién contra la cual el individuo no puede protegerse,
y queno se puede remediar, es insoportable. Por otra parte,
se me ha reprochado el hecho de recurrir a una metéfora
cuyo peligro es dar origen ala idea de una influengia poli-_
morfa e infinita. Sin embargo, después de los horrores de
la Shoak, que debieron haber llevado a un “nunca més’,
se siguen produciendo en todo el mundo persecuciones co- |
lectivas, torturas, limpiezas étnicas y genocidios, que
indudablemente son manifestaciones de una infiltracién—
polimorfa e infinita de la crueldad,
Para poder aceptar este concepto de radiactividad, es
indispensable salir de la concepcién lineal de causalidad
en lo que se refiere a los hechos, renunciar a la evidencia
inmediata de los fenémencs y enfrentarse a la incerti-
dumbre, que forma parte de nuestra existencia misma.
‘En el transcurso de mi trabajo clinico, durante mas de
treinte afios, con sobrevivientes que fueron nifios durante
la Shoah, pude observar un proceso particular: en ellos se
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produce, en ciertas circunstancias, un entrelazamiento
entre el presente y el pasado. Y esto me llevs a concebir ese
entrelazamiento como una coexistencia de dos sustratos:
un “sustrazo de seguridad” y un “sustrato de lo inquietante
y extraiio”. En este sentido, hay que subrayar que, si bien
‘cada individuo leva en su interior una herencia tacita y
oculta de agresi6n, los individuos que sufrieron viclentos
traumatismos sociales conocen una agresién especifica: la
de un mundo exterior brutal que los ha penetrado. ¥ esa
segunda agresion se superpone a la primera.
“Todo mi trabajo, tanto en mi préctica como en mi investi-
gaci6n, estuvo guzado por un hilo conductor: gexiste en el
psicoandlisis un lugar en el que puedan ponerse de relieve
los hechos, los tra:mas sufridos por el individuc por cause
de la violencia social, especialmente la de la Shoah? Mi
respuesta 6s s{. Aunque esos hechos no sean ni mensurables
ni comprensibles, y mucho menos interpretables, tienen
que ser puestes er. circulacion, necesitan una articulacion,
Deber. poder ser dichos, aunque sea ocasionalmente,
incluso bajo la forma de una insinuacién, de una alusién.
La experiencia del terror, de la violencia de Estado, exige
‘una textura narrativa particular. E] horror generalmente
produce silencio, pero a veces un largo trabajo en profun-
Gidad permite el acceso a la representacién. Entonces surge
Ja posibilidad de hablar.
A través del psicoanilisis, se supone que cada uno puede
elaborar una libertad de pensamiento y una busqueda
continua de uno mismo y del otro. Frente a circunstancias
externas extremas, tales como la guerra y la violencia so-
cial, la capacidad de pensar puéde verse amenazada. El
terapeuta debe mantener una distancia critica para reco-
nocey, analizar y vencer las diversas resistencias de su pa-
ciente a la dolorosa percepcién de los hechos y a su eva-
luaci6n. Pero su actitud también debe estar basada en el
sentido comun, la intuicién y el corazén. Es una tarea muy
dificil, y muchas veces me he sentido impotente y deses-
perada.
19Por ultimo, el contenido de este libro no
7 pretende ser
una construccién o una reconstrucciéa que exprese una
verdad. Se trata més bien de un ensayo para volver audible,
perceptible, quizé compransible, lo que constituye el dolor
ja Violencia social, el dol
-_ lor en su aspecto mas esencial-
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4. “SE LO CONTARAS A TUS HIJOS” .
(EXODO 13,8)
Centenares de personas viver a través de mt vidas
(que fueron truncadas demasiado pronto por la guerre.
‘Mis dos abueias, o las que debo mi nombre, viven a
través de mt. Mis padres también viven a través dz mt
are 10s, incluso es muy importante dar a sus
‘os el nombre de sus parientes desaparecidos, como signo
de continuidad y en memoria de los muertos que no reci-
un desafio frente al exterminio
og fenémenos transgeneracionales se manifiestan de _
miltiples maneras. E. prefije trans, que significa “al otro
Jade", “a través de”, mar‘ Ja transi
ciéa, le transformacion,
55En cuanto al tiempo intergeneracional, inscribe er la
memoria la historia de la vida de las generaciones. Ubica
alindividuo frente a su propiotiempo, y también en el tiempo
de quienes Jo precedieron,, de modo que puede identificarse
con ellos. Pero en caso de traumatisme cebido a la violencia
social, las identificaciones anteriores pueden-ser meci-
guradas, incluso destruidas.
‘Bee relato familiar ind es inocente. :ncluye Lechos gue
tuvieron lugar en diferentes épocas, auicleos de conflictes,
asi como las identificaciones, 10s ideales y los deseos delos
genitores. A veces, se da por supuesto que é] nifioenearnard
tun heche o un personaje de le historic familiar: un fén6-
meno que se traduce especialmerite ena eleccién Jesu nom-
bre, Desde sui nacimiento, en forme implicita, se le asigua
as! un lugar significative (véase capitulo 7)
‘Bajo formulaciones inconscientes, el relate familiar se
infiléra en Ja viveneia cotidiana y condiciona al nio, Marca-
do de esa manera, advendré al ser y se desarrollaré en
quanto individuo, B} contenido de ciertos relatos consti-
tutivos del mito familiar es tan doloraso que se reprime.
‘Al“borrar” ese contenido, al “deeviar” la memoria ~vivida
9 transmitida— de los hechos trauméticos para evitar que
66
la represi6n permite preservar le unidec
puedan herir,
del yo.
Pero
expresa entonces a través de 7D significaciones
asociadas al mito familiar, e umplicit amerte concenidas en
i sintoma, varian en funciSn de determinados hechos
posteriores, y esto modifica ciertos elementos de la historia
familiar subjetiva, Se manifiestan rupturas corso fuentes
de discont:nu:ded en la vivencia de un individuo y en su
relacion ‘entcrno afectivo.
‘as vicisitudes de la transmisién de los padres a los
hijos, el conflieto edipico que toma diferenses caminos pare
encontrar su -esolucién y la heterogeneidad de los senti-
mientos nos llevan a plantearnos Ja siguiente preguata:
gen qué momento, de qué manera y en qué punto de: desa-
raollo del misc se instala la transmisi6n?
Contar a los hiijos es, sin lugar 2 dudas, uno de los
preceptos fundamenteles del judaismo. Se, por ejemplo,
un deber sagrado relatar el éxodo de Egipto. Agzego por
mi parte cue hay que hablarles a los hijos de todas les
adversidades y calamidades suiridas por el pueblo judio, y
sobre todo de la Shoah.
La preservecién y la transmisidn de la memoria colectiva
se actualizan todos los afios en el dia dzl Reczerdo. En
Israel, y er. diferentes didsporas, se recuerda el nombre de
Jos que murieron. Se trata de un atto sinrbélico, de un duelo
simbéJico, quecontribuye al recondcimiento de cada muerto
al rescatarlo del borramierto en el que Auschwitz lo des
detenjdo en e] tiempo.
Pero gqué ocurre con la memoria individual? Esa trans-
misién del inimaginable horror de la Shoah jpuede ro des-
trnir el deseo de vivir?
87‘Algunos sebrev:vientes optaron por borrar sus recuerdos
de la Shoah, suprimir las aterradoras imagenes que
contienen. Si ese pasado es recordado, el contenido repri-
mido, suprimido, negado o renegade corre el riesgo de rea
parecer. Puede favorecer el resurgimiento de contenidos
de muerte y de destruccién, y esa transmisién de una gene-
racién a otra se haré de una manera cruel si no interviene
la mediacién del simbolo, Pero también puede permitir con-
ferirles a os rauertos un lugar en la histori
$84, ora N. vino a verme porque tenfa pro-
blemas con su hija B., de diecisiete afios. Esta rechataba
Jas convenciones sociales de su ambiente familiar, no queria
termina- sus estudios secundaries y se negaba avenir ala
consulta (Kestenberg y Gampel, 1986).
‘La sentra N., bonita y elegante, provenia evidentemente
de una familia rica y culta, yno le gustaban “los modales
groseros, e! lenguaje vulgar, la falta de disciplina y de dis-
crecién” de su hija. Esta tenia dos hermanas. La mayor
estaba casada y estudiaba en la universidad. La segunda
era intelectualmente brillante, mientras que E., la menor,
nunca se habia cestacado en el Ambito escolar.
La sefiora N. tenfa treinta y ocho afios cuando nacié E.
Sentia um gran carisio hacia ella y le habia dedicado mas
tiempo y atencién que asus hijas mayores. Durante mucho
tiempo, E., muy apegada a su madre, habia sufrido tras-
tornos infantiles, como enuresis, y tenia frecuentes pe-
sadillas.
Le hice preguntas a propésito de esos dos sintomas. La
sefiora N. respondié que la familia habia pasado algunos
afosen el exterior, y que luego regresaron a Israel, cuando
E. tenia doce afios. Dos afos después, el padre murié tras
una larga enfermedad. Durante esa permanencia en el
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extranjero, E. habia tenido una nifiera quela queria mucho .
Jlaayudé a adaptarse, a integrarse a los demas nines. La
Zefora N. me aseguré que se habia sentido muy feliz por
gu hija y no sintié celos por ese amor. La nifiera provenia
de una femilia no judia muy modesta, y a la nifia le
encantaba pasar el tiempo con ella.
“A lo largo del tratamiento, me enteré de que, al igual
quesumarido, la seioraN. habia vivide en Europa durante
Ja Segunéa Guozra Mundial. Su familia era muy rica y
ella era hija unica. Cuando estall6 la guerra, tenia nuove
anos, Sus padres y ela fueron detenidos y encerrados en
‘un gueto, Cuando le hice preguntas sobze la vida que llev6
alli, me contesté que todas las “estupideces” que se habien
escrito acerca de los efectos de la guerra sobre los nifios
oran“mentiras”. Ella recordaba que er. esa época jugaba a
sy judios”, c nifios de hoy juegan a
‘86lo podia hacerlo con arcigos que habfan
vivido ese perfodo.
‘Sin embargo, me conté que en 1942, a los doce asios,
estavo escondida en casa de una familia de campesinos no
judfos con quienes vivi6 hasta el final de la guerra. Se refiri6
‘a las impresionantes dizerencias que existian entre s11 ho-
gar rico y ordenado y el de esos campesinos muy sencillos,
sucios e incultos:
a esos campesinos las reglas elementals dela higiene. Para
ella, la vida fue muy dura en esa casa. Su consuelo era une
nina pequefa, que la campesina habia dado a luz a los
treinta y ocho afics, sin desearla. La sefiora N. se hizocargo
de ella yla cri6.
Le sugeri a la sedora N. que para su hija de doce aos,
la Negada a Israel pudo haber sido un momento doloroso,
relacionado con la pérdida de su querida nifiera, y con la lar-
ga enfermedad y la muerte de su padre. Aesa misma edad,
59Ja sefiora N. también habia sido separada de sus padres,
de su casa, de su ambiente, y vivid la transicién de una vida
que ella describia como “ideal” a una vida may dura. Pero se
engjé cuando hice esa comparacién, y dijoque ellano habia
sufrido en aosoluto. En cambio, podia tomar en consi-
deracién los sufrimientos de su hija, y siguio hablando de
su sensibilidad, de su bisqueda de la verdad, de su hosti-
Jidad hacia Ia hipocresfa de la sociedad.
Le dije ala sofiora N. que evidentemente ella ha’ia pasa-
do por hechos dolorosos. Para escapar a esas vivencias, s¢
habja construido una cordza que la volvia “insensible” a ese
pasado que queria desterrar. Tal vez el comportamiento
Ge su hija correspondiera a la exteriorizacién ce tedos los
sufrimientos que ella misma habfa soportado, y que hasta
ese momento habia lograde dajar de lado. Por supuesto, no
habia que olvidar los hechos dolorosos vivides por su hija. La
seZora N. me respondié que ella nunca loraba, y se contro-
Jabe, mientras que su hija expresaba abiertamentte su dolor.
La sefiora N. neg6 vehementemente toda relacidn entre
su infancia durante la guerra y 1a vida de su hija, especial-
mente, en cuanto a los problemas de conducta que ésta
presentaba, Pero existfa una relacién en:re Ja edaden la que
se habian producido algunos hechos en la vida dela madre
y aquella en la que se manifestaron los trastornes de la
hija: a los doce afios, le madre y la hija habian vivdo una
rupvura, una separacién. La madre tuvo a sy bija E. a los
treiata y ocho afios, igual que la campesina. Escano habia
querido ocuparse de su hija no deseada. Del mismo modo,
cuando E. conocié la angustia de la separaciér, no fue su
madre quien se ocupé de ella, sine una niiera.
El comportamiento de la adolescente, tan perturbador
para la madre, respondfa a un aspecto terrible y amena-
zante dela vida adres. Comprobamos una
Bsas significaciones con:
fuerza determinada por el inconsciente.
60
fe plantea una doble pregunta a propdsito de los sobre-
vivientes de la Shoah, como de tod
rentes conceptualizaciones relativas ala
tificecion se insertan en carencias que existen en la gene-
racién anterior, en‘duelos interminables, secretos de
familia, traumas individuales y cdlectivos, Judith Kesten-
berg (1982, 1989) describe un mecanismo que va mas allé
de la identificacién, al que llama “transposicién al mundo
del pasado”. Esta expresiéa le fue inspirada por la escuck4,)
en e] marco terapéutico, de los gritos angustiados de los
hijos de pobrevivientes que no pedian evitar vivir en. el
pasado” y conten{an dentro. de ellos a los. muertos_La
“transposicién” al pasado de los padres no debe confundirse
con la “identificacién” con el pasado de los padres. Esta
“transposicién” de la segunda generacién se realiza como
“salvaguardia” de los seres queridos qué los padres perdie-
ron para sierapre durante la Shah. El mio de la segunda
géneracifn penetra en la atmésfera del pasado, desciende
al infierno de la Shoak y cumple el papel de los diferentes
miembros de la familia desaparecida. Vive asi en forma
inconsciente la ilusién de que est preservando a sus padres
de enfrentarse con su pérdida irreparable, haciendo.el
trabajo de duelo en su lugar. J. Kestenberg habla en este
sentido de un “tiempo superpussto”, como un “tinel del
tiempo”, en el ciie a la coexistencia de dos realidades se
: s aa
| witz, El nitto iba a la cama de su madre para concolaria,
61vivi6 una doble re
sus estudiios, sus amigos, y por lactra,la de la adolescencia
de su madre y todos sus muertos,
En su libro Le Vampirisme, Pérel Wilgowics (1891)
sonceptualiza una forma tépica de *identificacién vam3t-
rica” en la que algunos descendientes ce las victinias dela
Shoal, prisionerss de los traumas de ‘a generaciér an:e-
rior, no sou “ni muertos, ni vives, ri nac'dos”, como los vam-
piros. ¥ como tllos, se encuentran en el origen de una
“fillaciéa’, ana “genealogia vampitica’.
Pére] Wilgowicz menciona el siguieate caso clinico:
Edith (una mujer joven) sofaba a menudo cor. explosiones
y casas incenciadas. En una pesadilla, mizaba la liste de los
habitantes en elvestfbulo de un edificio moderne: comprobaba
que muchos nomtres habfan sido borrados, Con frecuencia,
cuando pensada en los hijos de su padre deportados y exter-
minados antes de que ella naciera, al mismo tiempo que sus
abuelos, se sorprendia Uamdndslos “mis hijos”: "Yo no viut
personalmente ese perfodo, pero lo siento en mi cuerpo a través
Ge ellos y-a través de mi padre, que sobrevivié al campo de
concentracisa”.
El ritmo de las palabras de Ea:th era muy particular: sus
frases scnaban ertrecortadas, pero lo més curioso era que
repetia tres vaces los comienzos y los finales. El padre de
Edith, que habia perdido a su primera esposa y a sus Cos
|nijos durance la Shoah, se habfa vuelto. casar al regresar del
campo de concentracién. Edith, nacida de ese nuevo metri-
monic, fue confiada desce muy pequefia auna familia que la
cuidaba. Sus padres la visiteban los fines de semana o durente
sus vacaciones. (...)
62
‘La joven mostraba un sufrimiento abandénico preocu-
pante. Sus afectos depresivos reavivatian sus sensaciones
siempre eubyacentes con zespecto « le futilidad de ruestro
trabajo. Repet{a con insisteacia que, a su juicio, les sesiones
no tenfan “ningun sentido”.
Con la amenaza letente de la interrupcién de la cura, me
dijo un dfa: "Yo soy otra persona. No estoy agut, sino en otra
porte. No sé por qué. Tres sesiones, es demasiado. Aqui es de-
masiado pesado. Vive una muerte lenta. Me gustcrfa partir
‘hacia otro pats, donde pudiera encantrarme a mt misma. No sé
edmo ser. Me vi en suefios, desesperada. Llorcba, loraba,
Wgraba. Pero no por mi, sino por les ciemés”.
[...] Luego asocia con su dependencia respecto de sus
pedres;y de su analista. Agreg6:"{Por qué debo sufrir y pagar
tanto? 3Qué tengo que pager de esta manera? ;Tengo que
soportar la desgracia jucfa, ser una victima?™. La jover. se
yefirié entonces nuevamerte a la historia de 91 padre.
Contrariamente a otros sobrevivientes, 61 no se habfa ence-
rradoen un mutismo total sobre eu pasado. Al priacipic, se lo
contaba a su hija por fragmentos, pero ahora decia imos la manera en que
les viet:mas de las violencias sociales, especialmente de la
Shoah, interiorizan ‘residuos radiactivos” de los que no son
conscientes, y se identifican con ellos, sos rastros no pue-
den entenderée por medio de una concestualizicin precisa:
se someten ¢ nuestra compransi6a bajc formas psiquicas
variadas y en forma eleatoria. Sin embergo, :ano de les
aspectcs que se pueden subrayar es la sorprendente apa-
ricin en la palabra de una persone, o en su relacién con los
dems, de ura crueldad de dimensiones deshumanizantes,
ea digonancia con sus actitudes o sus actos hatituales. Al
igual que el fenémené de la radiactiv.dad concreta, sin
forma, sin oler, sin color, el fermeno rad:activo en la psique
no pyede captarse en forme directa, como la “pulsién”. La
pulsifn, ung energia psiquica que orienta al organismo
hacia una meta, surge del interior desde el comienzo de la
‘vida, mientras que la radiectividad previene del extaricr.
65Es producto de la vio-encia social y se incrusta en la perso-
ne, convirsiéndose en una parte de ella misma. Pero la
radiactividad puede injertarse en la pulsién y mantenerse
aferrada a ella para expresarse. Por eso es importante
discernir entre las manifestaciones de la pulsi¢n y las que
provienen de los residuos que producen una identificacién
radiactiva, Freud escribié a propésite de las pulsiones que
son “seres miticos, grandiosos en suindeterminac:én” (Freud,
1975, pag 95), Esa indeterminacién también es la caracte-
ristica primaria dz los “residuos radiactivos” a los que me
refiero,
Dads cue esas itehvtifitationetradiactivaspertenecen
al inconsciente, ro pueden ser cometidas a la rememo-
racidn, sino solamente “actuacas®, 2s decir, traducidas en
palabras 0 actos. Pueden hacerJo las victimas, pero también
sus h‘jos a través del misterioso proceso de]a transmisién
transgeneracional. Se manilsstan especialmente en le
conjuacién de fastores pulsionales, de elementos personales
famlieres y de hechos exteriores. Esa alternativa entre ac-
tuary rememorar nos pone frer.ta a la cuestién dela articu-
lacién aleatoria de la identificacin y Ja representacién,
{Como afectan los residuos radiactivos 4 la conclencia,
que no deja de organizarse, de buscar un terrend y una via
para expresarse? La radiactivided puede circular en forma
imprevisible y no afectar a un individuo particular, Actua
a distancia, y sus efectos no tienan limites ni en el espacio
ni en el tiempo. La “identificacitn radiactiva” contiene
elementos heterdgéneos Hegades de afuera, asimilados,
incorporados, interiorizedos de modo fantasmatico, que
pueden resargir en una sobresensién traumética. Cuando
un individ-to es portador de ciersa radiactividad metaforica
~en ferma de un vestigio, un nucleo idensificatorio o
cualquier o:ra forma psiquicao fisica-, termina sufrierdo
van encierr> que le impide vivir.
Una de mis pacientes era especislista en medicina
patolégica. Queria que yo la ayudara a entender por qué
habia elegido ese campo particular, en el que debia trabajar
66
con muertos. Aunque no tenfa aingiin conflicto espeéifico *
ni consigo misma ni con los demés, nunca legaba 2 expe-
rimentar una sensacién de bienestax, y ni siquiera sabia
bien ée qué se trataba. Se quejaba de lo que Ilamaba e)
exhibicionismo sexual de su padre. Cuando él volvia del
trabajo, se desvestia, quedéndose s6lo en slip, y se accstaba
en el piso en medio de la sala de estar. Su conducta era
aceptada pasivamente por su familia. Pero la joven tenia
verguenza de invitar a sus amigas a su casa.
A medida que avarzaba la terapia, ella investig6 al pa-
saci de sus padres y termin6 ror enterarse de que durante
la Shoah, su. padre habia formado parte de un Sondar-
hommondo de un campo de exterminio. Se eacargaba de
recoger los cadéveres, apilarlos 0 arrojatios a las fosas.
‘Trabajemos mucho sobre este descubrimiento, que impact6
profundamente a su hija. Evidentemente é1no podia hablar
de su terrible pasado, ni siquiera rememorarlo. Los “resi-
duos radiactivos” de la crueldad que habfa debide soporta:
penetraron en él ylo Hevaron a identificarse con los muer-
tos, Por eso se acostaba en el piso, casi desnuto, y perma-
necfa inmévil. Ese “actuar” inadscuado no correspondia
entonces a un exhibicionismo sexual, sino a un rito compul-
sivp ‘dq memoria inconsciente. Gracias a esta hipstesis
interpretativa, la joven pudo comenzar a hablar de su
carifio hacia su padre.
Al trabejar la alternativa repetiv/rememorer, sacames
a le lug Ia ambivaiencia de los sentimientos ce la joven.
Poco a peco aparecié una relacién entre su identificacién
con su padre y la eleccién de su especializacién mécica,
aHobia elegido dedicarse a la patologia para interrogar a
la muerte? {Queria atenuar el sentimiento de culpa de su
padre, que ella hab{a asumido inconscientemente?
Exploramos durante mucho tiempo los restostadiactives
de la violencia que haba sufrido su padre y con ls cuales
€18$ habia identificado: un secrete que habe enterrado en
une cripta. Enel transcurso dela terapia, su hija en cisrto
modo entré en la cripta para transformar los artigos ves-
tigios. Esa reconstruccién le permitié reconocerse a si mis-acompafiarlos.?
Los ejeraplos menc:onados her. permitido esclartoar la
mranera en que se constituye el yo del hijo de un sobrevi-
jus 10s 'trabajre Ce Hayéée Faimberg (1087 y
2008) sobre ol "telescopaje de las geaeraciones’, Nitolas Abrcham 7
Maria Torok (1978) hax cenceptualizado una “enferniedad da duelo*,
en Ja cual un “nonumentc conmemorativo”, una “eripta”, tienen ung.
partcular impertancia,
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