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La violencia de Estado y sus secuelas -Introduccién -Cap. 4: Se lo contards a tus hijos” pp. 55-68 -Cap. 7: “El nombre del hérce” 4 Adolescencia Grassi INTRODUCCION 1° de mayo en Paris. Era un dia soleado y himedo. La atmésfera estaba pesada. Por toda la ciudad se veian vendedores de rauguetes. La gente estaba tranquila y los cafés, atestados. Me senté en el Select, en Montparnasse. Mientras beb{a mi café, abri el diari la Union Soviética. Las expertos no consumir productos lécteos ni ensaladas porque las Huvias que caian sobre Europa eran radiactivas. Bélgica, Suiza y Alemania ya habfan tomado medidas para proteger a su poblacién. aseguré que hasta e algo que efectivamente habria que tomar precauciones, i varde. HB Prendico de sus antepasados, ni de los que lo hicieron nacer, ni de aquelléé que asegurarén su descendencia, Belay anclado en esa linea de pertenencia no es como estar ins- ripto de una menera simbélica en un Arbol genealdgico Es sentir en e] cuerpo la presencia de los padres, de los abuelos, y sentir que el propio cuerpo vive en el de loc hijos. Este esl libro de un testigo, de una psicoanalista. Coms Psicoanalista, quisiera asegurar la transmisién de lo que algunos sobrevivientes dela Shoah han depositado en mi. De este modo, quiero amar la atencién sobre las con, Secuencias que tiene la violencia-soeiaben los individuss, pero también en sts descendientes, en las siguientes gene, raciones. En defiritiva, se trata de reflexionar sobrela manera de reparar las heridas causadas por los traumas que provo. can todas las formas de violencia social. Porque esos traumas que a menudo quedan. instalados en el imaginario colectivo, completamente impregnado a su vez de esa violenci: den conyertirse en fuente’ de nuevas cruéldades Mencionado ea los textes, un hilo de gracia se extiende y une todos Jos hechos de Israei, y el Seftor, el honorado Dios, El mismo, esta sentado y entrelzza tela sobre tela una talith! lena de gracie y berevolencia, Fara que Knesset Israel? se envuelva en ella, Ella brilla en su belleza esplendorosa, tanto en las didsporas como en sus dias de juventud, en Ja casa de su Padre, en el Temple del Rey, en la ciudad cel Reino. Cuicdndola, bendito sea, la acompafia para evitar que sea estropeada o deshonrada en los paises enemigos, y alli la saluda con una sefial de ia caseza y la alaba diciendo: “Qué bella eres, mi querida, qué bella eres” ¥ alli esti e: secreto de la grandeza, del poder, de la elevacién y del amor del muy amade, que siente cada persona en Israel. Pero de vez en cuando hay un impedimento, no lo quiera Dios, que le conmociona, arranca un hilo de latela, Ja talith queda averiada y vientos malos soplan y la atraviesan, la desgarran por completo, ¢ inmediatamente un sentimiento de vergiienza ataca al mundo entere y todos seben que es:an desnucos. Termina su Shabat, su diade fiesta se * Talith: manto de oraciones judias. * Knesset Israel: el pueblo de Israel. 16 convierte en un espanto, y de su esplendor slo quedan cenizas. En ese momento Knesset Israel vaga en su dolor, gritando: “Me han golpeado, me han herido, me han quitado el velo”. (Shai Agnon, “Agunot”, en Eylu Peylu, 1978. Treduccibn libre del hebreo realizada por la autora.) La catastfHe de IW SHE, del genocidio, no fue pasajera. Sus “@auSas no fueron contingentes ni sus efectos estan limitados en el tiempe. Fue infligida por hombres a otros hombres, alter6 todo, agrieté todo. Se la puede considerar como el paradigma de todas las tiranfas destructoras, de todos Jos horrores, de todos los terrares sociales, del mal en sf mismo. Por eso, reflexionar sobre les heridas de la Shoah permite pensar en las secuelas de todas las violencias sociales. Existen muchas historias que no fueron ni escuchadas, ni escritas, ni transmitidas. Pero los lugares y los objetos no tienen la capacidad de reco“at s6lo los Seres humanos pueden contar. La oscuridad de la Shoah no se disipa con Jos aitos: por el contrario, se hace cada vez mas densa. ¥ nos damos cuenta de cudntas cosas van cayendo en el olvido a medida que se apagen las vidas de los sobrevivientes. Para muchos, la guerra terminé hace mucho tiempo: es el pasado. Quieren dar vuelta la pégina y seguir adelante como sino quedara nada de ella, ninguna iuella. Se atienen ala evidencia inmediata, Sin embargo, las guerras no terminan de marcar el ritmo de nuestra vida. Yla Shoah ha suspendido el significado de nuestra historia. Sus efectos se manifiestan alargo plazo, diseminados en el espacio y a través del tiempo, como ‘restosxadiactives” en la interseccién entre el presente yel pasado, entre la presencia y la ausencia. Aunque por lo general se rechaza la idea de la alteracion absoluta provocada por la Shoah, aunque se la reprime, esa idea se “piensa” en la psique y en el cuerpo de quienes han sobrevivido a su viclencia genocida. Ellos conservan Jas huellas, los tives” por su poder de expensién y de contaminacién. Tomo este concepto depmiditactiwitked de la fisica. Lo utilizo como ura mietAfora para explicar los monstruosos Ww efectos de la aberracién causada por determinada violencia sociopolitica de Estado, por lo que algunos seres htimants pueden hacer sufrir a otros seres humanos. Trato de repre- sentar la penetracién en el ser de aspectos terribles, violentos y destructores de una realidad externa frente a Ja cual el sujeto se encuentra sin defensa, comparéndola con los efectos de las radiaciones concretas. Los residuosradiactivos pueden transmitirse dé la pri- mera generacién, la que vivié directamente la Shoah, ala segunda generacién, que la vivid en forma fantasmitica, y Tuego a Ja tercera. En el transcurso de la transmisién de una generacién a otra, pueden tener lugar algunos procesos que susciten trastornos espectfficos. El concepto de trans- misién radiactiva intenta dar forma a un fenémeno incons- ciente, imprevisible, que hasta ahora no habia sido estu- diado por ninguna teorfa psicoanalitica. : Los conceptos de secuelas, transmisién e identificacién radiactivas, que serdn desarrollados en este libro, provo- caron y siguer. provocando resistencias. La idea de una penetracién contra la cual el individuo no puede protegerse, y queno se puede remediar, es insoportable. Por otra parte, se me ha reprochado el hecho de recurrir a una metéfora cuyo peligro es dar origen ala idea de una influengia poli-_ morfa e infinita. Sin embargo, después de los horrores de la Shoak, que debieron haber llevado a un “nunca més’, se siguen produciendo en todo el mundo persecuciones co- | lectivas, torturas, limpiezas étnicas y genocidios, que indudablemente son manifestaciones de una infiltracién— polimorfa e infinita de la crueldad, Para poder aceptar este concepto de radiactividad, es indispensable salir de la concepcién lineal de causalidad en lo que se refiere a los hechos, renunciar a la evidencia inmediata de los fenémencs y enfrentarse a la incerti- dumbre, que forma parte de nuestra existencia misma. ‘En el transcurso de mi trabajo clinico, durante mas de treinte afios, con sobrevivientes que fueron nifios durante la Shoah, pude observar un proceso particular: en ellos se 18 produce, en ciertas circunstancias, un entrelazamiento entre el presente y el pasado. Y esto me llevs a concebir ese entrelazamiento como una coexistencia de dos sustratos: un “sustrazo de seguridad” y un “sustrato de lo inquietante y extraiio”. En este sentido, hay que subrayar que, si bien ‘cada individuo leva en su interior una herencia tacita y oculta de agresi6n, los individuos que sufrieron viclentos traumatismos sociales conocen una agresién especifica: la de un mundo exterior brutal que los ha penetrado. ¥ esa segunda agresion se superpone a la primera. “Todo mi trabajo, tanto en mi préctica como en mi investi- gaci6n, estuvo guzado por un hilo conductor: gexiste en el psicoandlisis un lugar en el que puedan ponerse de relieve los hechos, los tra:mas sufridos por el individuc por cause de la violencia social, especialmente la de la Shoah? Mi respuesta 6s s{. Aunque esos hechos no sean ni mensurables ni comprensibles, y mucho menos interpretables, tienen que ser puestes er. circulacion, necesitan una articulacion, Deber. poder ser dichos, aunque sea ocasionalmente, incluso bajo la forma de una insinuacién, de una alusién. La experiencia del terror, de la violencia de Estado, exige ‘una textura narrativa particular. E] horror generalmente produce silencio, pero a veces un largo trabajo en profun- Gidad permite el acceso a la representacién. Entonces surge Ja posibilidad de hablar. A través del psicoanilisis, se supone que cada uno puede elaborar una libertad de pensamiento y una busqueda continua de uno mismo y del otro. Frente a circunstancias externas extremas, tales como la guerra y la violencia so- cial, la capacidad de pensar puéde verse amenazada. El terapeuta debe mantener una distancia critica para reco- nocey, analizar y vencer las diversas resistencias de su pa- ciente a la dolorosa percepcién de los hechos y a su eva- luaci6n. Pero su actitud también debe estar basada en el sentido comun, la intuicién y el corazén. Es una tarea muy dificil, y muchas veces me he sentido impotente y deses- perada. 19 Por ultimo, el contenido de este libro no 7 pretende ser una construccién o una reconstrucciéa que exprese una verdad. Se trata més bien de un ensayo para volver audible, perceptible, quizé compransible, lo que constituye el dolor ja Violencia social, el dol -_ lor en su aspecto mas esencial- 20 4. “SE LO CONTARAS A TUS HIJOS” . (EXODO 13,8) Centenares de personas viver a través de mt vidas (que fueron truncadas demasiado pronto por la guerre. ‘Mis dos abueias, o las que debo mi nombre, viven a través de mt. Mis padres también viven a través dz mt are 10s, incluso es muy importante dar a sus ‘os el nombre de sus parientes desaparecidos, como signo de continuidad y en memoria de los muertos que no reci- un desafio frente al exterminio og fenémenos transgeneracionales se manifiestan de _ miltiples maneras. E. prefije trans, que significa “al otro Jade", “a través de”, mar‘ Ja transi ciéa, le transformacion, 55 En cuanto al tiempo intergeneracional, inscribe er la memoria la historia de la vida de las generaciones. Ubica alindividuo frente a su propiotiempo, y también en el tiempo de quienes Jo precedieron,, de modo que puede identificarse con ellos. Pero en caso de traumatisme cebido a la violencia social, las identificaciones anteriores pueden-ser meci- guradas, incluso destruidas. ‘Bee relato familiar ind es inocente. :ncluye Lechos gue tuvieron lugar en diferentes épocas, auicleos de conflictes, asi como las identificaciones, 10s ideales y los deseos delos genitores. A veces, se da por supuesto que é] nifioenearnard tun heche o un personaje de le historic familiar: un fén6- meno que se traduce especialmerite ena eleccién Jesu nom- bre, Desde sui nacimiento, en forme implicita, se le asigua as! un lugar significative (véase capitulo 7) ‘Bajo formulaciones inconscientes, el relate familiar se infiléra en Ja viveneia cotidiana y condiciona al nio, Marca- do de esa manera, advendré al ser y se desarrollaré en quanto individuo, B} contenido de ciertos relatos consti- tutivos del mito familiar es tan doloraso que se reprime. ‘Al“borrar” ese contenido, al “deeviar” la memoria ~vivida 9 transmitida— de los hechos trauméticos para evitar que 66 la represi6n permite preservar le unidec puedan herir, del yo. Pero expresa entonces a través de 7D significaciones asociadas al mito familiar, e umplicit amerte concenidas en i sintoma, varian en funciSn de determinados hechos posteriores, y esto modifica ciertos elementos de la historia familiar subjetiva, Se manifiestan rupturas corso fuentes de discont:nu:ded en la vivencia de un individuo y en su relacion ‘entcrno afectivo. ‘as vicisitudes de la transmisién de los padres a los hijos, el conflieto edipico que toma diferenses caminos pare encontrar su -esolucién y la heterogeneidad de los senti- mientos nos llevan a plantearnos Ja siguiente preguata: gen qué momento, de qué manera y en qué punto de: desa- raollo del misc se instala la transmisi6n? Contar a los hiijos es, sin lugar 2 dudas, uno de los preceptos fundamenteles del judaismo. Se, por ejemplo, un deber sagrado relatar el éxodo de Egipto. Agzego por mi parte cue hay que hablarles a los hijos de todas les adversidades y calamidades suiridas por el pueblo judio, y sobre todo de la Shoah. La preservecién y la transmisidn de la memoria colectiva se actualizan todos los afios en el dia dzl Reczerdo. En Israel, y er. diferentes didsporas, se recuerda el nombre de Jos que murieron. Se trata de un atto sinrbélico, de un duelo simbéJico, quecontribuye al recondcimiento de cada muerto al rescatarlo del borramierto en el que Auschwitz lo des detenjdo en e] tiempo. Pero gqué ocurre con la memoria individual? Esa trans- misién del inimaginable horror de la Shoah jpuede ro des- trnir el deseo de vivir? 87 ‘Algunos sebrev:vientes optaron por borrar sus recuerdos de la Shoah, suprimir las aterradoras imagenes que contienen. Si ese pasado es recordado, el contenido repri- mido, suprimido, negado o renegade corre el riesgo de rea parecer. Puede favorecer el resurgimiento de contenidos de muerte y de destruccién, y esa transmisién de una gene- racién a otra se haré de una manera cruel si no interviene la mediacién del simbolo, Pero también puede permitir con- ferirles a os rauertos un lugar en la histori $84, ora N. vino a verme porque tenfa pro- blemas con su hija B., de diecisiete afios. Esta rechataba Jas convenciones sociales de su ambiente familiar, no queria termina- sus estudios secundaries y se negaba avenir ala consulta (Kestenberg y Gampel, 1986). ‘La sentra N., bonita y elegante, provenia evidentemente de una familia rica y culta, yno le gustaban “los modales groseros, e! lenguaje vulgar, la falta de disciplina y de dis- crecién” de su hija. Esta tenia dos hermanas. La mayor estaba casada y estudiaba en la universidad. La segunda era intelectualmente brillante, mientras que E., la menor, nunca se habia cestacado en el Ambito escolar. La sefiora N. tenfa treinta y ocho afios cuando nacié E. Sentia um gran carisio hacia ella y le habia dedicado mas tiempo y atencién que asus hijas mayores. Durante mucho tiempo, E., muy apegada a su madre, habia sufrido tras- tornos infantiles, como enuresis, y tenia frecuentes pe- sadillas. Le hice preguntas a propésito de esos dos sintomas. La sefiora N. respondié que la familia habia pasado algunos afosen el exterior, y que luego regresaron a Israel, cuando E. tenia doce afios. Dos afos después, el padre murié tras una larga enfermedad. Durante esa permanencia en el 53 extranjero, E. habia tenido una nifiera quela queria mucho . Jlaayudé a adaptarse, a integrarse a los demas nines. La Zefora N. me aseguré que se habia sentido muy feliz por gu hija y no sintié celos por ese amor. La nifiera provenia de una femilia no judia muy modesta, y a la nifia le encantaba pasar el tiempo con ella. “A lo largo del tratamiento, me enteré de que, al igual quesumarido, la seioraN. habia vivide en Europa durante Ja Segunéa Guozra Mundial. Su familia era muy rica y ella era hija unica. Cuando estall6 la guerra, tenia nuove anos, Sus padres y ela fueron detenidos y encerrados en ‘un gueto, Cuando le hice preguntas sobze la vida que llev6 alli, me contesté que todas las “estupideces” que se habien escrito acerca de los efectos de la guerra sobre los nifios oran“mentiras”. Ella recordaba que er. esa época jugaba a sy judios”, c nifios de hoy juegan a ‘86lo podia hacerlo con arcigos que habfan vivido ese perfodo. ‘Sin embargo, me conté que en 1942, a los doce asios, estavo escondida en casa de una familia de campesinos no judfos con quienes vivi6 hasta el final de la guerra. Se refiri6 ‘a las impresionantes dizerencias que existian entre s11 ho- gar rico y ordenado y el de esos campesinos muy sencillos, sucios e incultos: a esos campesinos las reglas elementals dela higiene. Para ella, la vida fue muy dura en esa casa. Su consuelo era une nina pequefa, que la campesina habia dado a luz a los treinta y ocho afics, sin desearla. La sefiora N. se hizocargo de ella yla cri6. Le sugeri a la sedora N. que para su hija de doce aos, la Negada a Israel pudo haber sido un momento doloroso, relacionado con la pérdida de su querida nifiera, y con la lar- ga enfermedad y la muerte de su padre. Aesa misma edad, 59 Ja sefiora N. también habia sido separada de sus padres, de su casa, de su ambiente, y vivid la transicién de una vida que ella describia como “ideal” a una vida may dura. Pero se engjé cuando hice esa comparacién, y dijoque ellano habia sufrido en aosoluto. En cambio, podia tomar en consi- deracién los sufrimientos de su hija, y siguio hablando de su sensibilidad, de su bisqueda de la verdad, de su hosti- Jidad hacia Ia hipocresfa de la sociedad. Le dije ala sofiora N. que evidentemente ella ha’ia pasa- do por hechos dolorosos. Para escapar a esas vivencias, s¢ habja construido una cordza que la volvia “insensible” a ese pasado que queria desterrar. Tal vez el comportamiento Ge su hija correspondiera a la exteriorizacién ce tedos los sufrimientos que ella misma habfa soportado, y que hasta ese momento habia lograde dajar de lado. Por supuesto, no habia que olvidar los hechos dolorosos vivides por su hija. La seZora N. me respondié que ella nunca loraba, y se contro- Jabe, mientras que su hija expresaba abiertamentte su dolor. La sefiora N. neg6 vehementemente toda relacidn entre su infancia durante la guerra y 1a vida de su hija, especial- mente, en cuanto a los problemas de conducta que ésta presentaba, Pero existfa una relacién en:re Ja edaden la que se habian producido algunos hechos en la vida dela madre y aquella en la que se manifestaron los trastornes de la hija: a los doce afios, le madre y la hija habian vivdo una rupvura, una separacién. La madre tuvo a sy bija E. a los treiata y ocho afios, igual que la campesina. Escano habia querido ocuparse de su hija no deseada. Del mismo modo, cuando E. conocié la angustia de la separaciér, no fue su madre quien se ocupé de ella, sine una niiera. El comportamiento de la adolescente, tan perturbador para la madre, respondfa a un aspecto terrible y amena- zante dela vida adres. Comprobamos una Bsas significaciones con: fuerza determinada por el inconsciente. 60 fe plantea una doble pregunta a propdsito de los sobre- vivientes de la Shoah, como de tod rentes conceptualizaciones relativas ala tificecion se insertan en carencias que existen en la gene- racién anterior, en‘duelos interminables, secretos de familia, traumas individuales y cdlectivos, Judith Kesten- berg (1982, 1989) describe un mecanismo que va mas allé de la identificacién, al que llama “transposicién al mundo del pasado”. Esta expresiéa le fue inspirada por la escuck4,) en e] marco terapéutico, de los gritos angustiados de los hijos de pobrevivientes que no pedian evitar vivir en. el pasado” y conten{an dentro. de ellos a los. muertos_La “transposicién” al pasado de los padres no debe confundirse con la “identificacién” con el pasado de los padres. Esta “transposicién” de la segunda generacién se realiza como “salvaguardia” de los seres queridos qué los padres perdie- ron para sierapre durante la Shah. El mio de la segunda géneracifn penetra en la atmésfera del pasado, desciende al infierno de la Shoak y cumple el papel de los diferentes miembros de la familia desaparecida. Vive asi en forma inconsciente la ilusién de que est preservando a sus padres de enfrentarse con su pérdida irreparable, haciendo.el trabajo de duelo en su lugar. J. Kestenberg habla en este sentido de un “tiempo superpussto”, como un “tinel del tiempo”, en el ciie a la coexistencia de dos realidades se : s aa | witz, El nitto iba a la cama de su madre para concolaria, 61 vivi6 una doble re sus estudiios, sus amigos, y por lactra,la de la adolescencia de su madre y todos sus muertos, En su libro Le Vampirisme, Pérel Wilgowics (1891) sonceptualiza una forma tépica de *identificacién vam3t- rica” en la que algunos descendientes ce las victinias dela Shoal, prisionerss de los traumas de ‘a generaciér an:e- rior, no sou “ni muertos, ni vives, ri nac'dos”, como los vam- piros. ¥ como tllos, se encuentran en el origen de una “fillaciéa’, ana “genealogia vampitica’. Pére] Wilgowicz menciona el siguieate caso clinico: Edith (una mujer joven) sofaba a menudo cor. explosiones y casas incenciadas. En una pesadilla, mizaba la liste de los habitantes en elvestfbulo de un edificio moderne: comprobaba que muchos nomtres habfan sido borrados, Con frecuencia, cuando pensada en los hijos de su padre deportados y exter- minados antes de que ella naciera, al mismo tiempo que sus abuelos, se sorprendia Uamdndslos “mis hijos”: "Yo no viut personalmente ese perfodo, pero lo siento en mi cuerpo a través Ge ellos y-a través de mi padre, que sobrevivié al campo de concentracisa”. El ritmo de las palabras de Ea:th era muy particular: sus frases scnaban ertrecortadas, pero lo més curioso era que repetia tres vaces los comienzos y los finales. El padre de Edith, que habia perdido a su primera esposa y a sus Cos |nijos durance la Shoah, se habfa vuelto. casar al regresar del campo de concentracién. Edith, nacida de ese nuevo metri- monic, fue confiada desce muy pequefia auna familia que la cuidaba. Sus padres la visiteban los fines de semana o durente sus vacaciones. (...) 62 ‘La joven mostraba un sufrimiento abandénico preocu- pante. Sus afectos depresivos reavivatian sus sensaciones siempre eubyacentes con zespecto « le futilidad de ruestro trabajo. Repet{a con insisteacia que, a su juicio, les sesiones no tenfan “ningun sentido”. Con la amenaza letente de la interrupcién de la cura, me dijo un dfa: "Yo soy otra persona. No estoy agut, sino en otra porte. No sé por qué. Tres sesiones, es demasiado. Aqui es de- masiado pesado. Vive una muerte lenta. Me gustcrfa partir ‘hacia otro pats, donde pudiera encantrarme a mt misma. No sé edmo ser. Me vi en suefios, desesperada. Llorcba, loraba, Wgraba. Pero no por mi, sino por les ciemés”. [...] Luego asocia con su dependencia respecto de sus pedres;y de su analista. Agreg6:"{Por qué debo sufrir y pagar tanto? 3Qué tengo que pager de esta manera? ;Tengo que soportar la desgracia jucfa, ser una victima?™. La jover. se yefirié entonces nuevamerte a la historia de 91 padre. Contrariamente a otros sobrevivientes, 61 no se habfa ence- rradoen un mutismo total sobre eu pasado. Al priacipic, se lo contaba a su hija por fragmentos, pero ahora decia imos la manera en que les viet:mas de las violencias sociales, especialmente de la Shoah, interiorizan ‘residuos radiactivos” de los que no son conscientes, y se identifican con ellos, sos rastros no pue- den entenderée por medio de una concestualizicin precisa: se someten ¢ nuestra compransi6a bajc formas psiquicas variadas y en forma eleatoria. Sin embergo, :ano de les aspectcs que se pueden subrayar es la sorprendente apa- ricin en la palabra de una persone, o en su relacién con los dems, de ura crueldad de dimensiones deshumanizantes, ea digonancia con sus actitudes o sus actos hatituales. Al igual que el fenémené de la radiactiv.dad concreta, sin forma, sin oler, sin color, el fermeno rad:activo en la psique no pyede captarse en forme directa, como la “pulsién”. La pulsifn, ung energia psiquica que orienta al organismo hacia una meta, surge del interior desde el comienzo de la ‘vida, mientras que la radiectividad previene del extaricr. 65 Es producto de la vio-encia social y se incrusta en la perso- ne, convirsiéndose en una parte de ella misma. Pero la radiactividad puede injertarse en la pulsién y mantenerse aferrada a ella para expresarse. Por eso es importante discernir entre las manifestaciones de la pulsi¢n y las que provienen de los residuos que producen una identificacién radiactiva, Freud escribié a propésite de las pulsiones que son “seres miticos, grandiosos en suindeterminac:én” (Freud, 1975, pag 95), Esa indeterminacién también es la caracte- ristica primaria dz los “residuos radiactivos” a los que me refiero, Dads cue esas itehvtifitationetradiactivaspertenecen al inconsciente, ro pueden ser cometidas a la rememo- racidn, sino solamente “actuacas®, 2s decir, traducidas en palabras 0 actos. Pueden hacerJo las victimas, pero también sus h‘jos a través del misterioso proceso de]a transmisién transgeneracional. Se manilsstan especialmente en le conjuacién de fastores pulsionales, de elementos personales famlieres y de hechos exteriores. Esa alternativa entre ac- tuary rememorar nos pone frer.ta a la cuestién dela articu- lacién aleatoria de la identificacin y Ja representacién, {Como afectan los residuos radiactivos 4 la conclencia, que no deja de organizarse, de buscar un terrend y una via para expresarse? La radiactivided puede circular en forma imprevisible y no afectar a un individuo particular, Actua a distancia, y sus efectos no tienan limites ni en el espacio ni en el tiempo. La “identificacitn radiactiva” contiene elementos heterdgéneos Hegades de afuera, asimilados, incorporados, interiorizedos de modo fantasmatico, que pueden resargir en una sobresensién traumética. Cuando un individ-to es portador de ciersa radiactividad metaforica ~en ferma de un vestigio, un nucleo idensificatorio o cualquier o:ra forma psiquicao fisica-, termina sufrierdo van encierr> que le impide vivir. Una de mis pacientes era especislista en medicina patolégica. Queria que yo la ayudara a entender por qué habia elegido ese campo particular, en el que debia trabajar 66 con muertos. Aunque no tenfa aingiin conflicto espeéifico * ni consigo misma ni con los demés, nunca legaba 2 expe- rimentar una sensacién de bienestax, y ni siquiera sabia bien ée qué se trataba. Se quejaba de lo que Ilamaba e) exhibicionismo sexual de su padre. Cuando él volvia del trabajo, se desvestia, quedéndose s6lo en slip, y se accstaba en el piso en medio de la sala de estar. Su conducta era aceptada pasivamente por su familia. Pero la joven tenia verguenza de invitar a sus amigas a su casa. A medida que avarzaba la terapia, ella investig6 al pa- saci de sus padres y termin6 ror enterarse de que durante la Shoah, su. padre habia formado parte de un Sondar- hommondo de un campo de exterminio. Se eacargaba de recoger los cadéveres, apilarlos 0 arrojatios a las fosas. ‘Trabajemos mucho sobre este descubrimiento, que impact6 profundamente a su hija. Evidentemente é1no podia hablar de su terrible pasado, ni siquiera rememorarlo. Los “resi- duos radiactivos” de la crueldad que habfa debide soporta: penetraron en él ylo Hevaron a identificarse con los muer- tos, Por eso se acostaba en el piso, casi desnuto, y perma- necfa inmévil. Ese “actuar” inadscuado no correspondia entonces a un exhibicionismo sexual, sino a un rito compul- sivp ‘dq memoria inconsciente. Gracias a esta hipstesis interpretativa, la joven pudo comenzar a hablar de su carifio hacia su padre. Al trabejar la alternativa repetiv/rememorer, sacames a le lug Ia ambivaiencia de los sentimientos ce la joven. Poco a peco aparecié una relacién entre su identificacién con su padre y la eleccién de su especializacién mécica, aHobia elegido dedicarse a la patologia para interrogar a la muerte? {Queria atenuar el sentimiento de culpa de su padre, que ella hab{a asumido inconscientemente? Exploramos durante mucho tiempo los restostadiactives de la violencia que haba sufrido su padre y con ls cuales €18$ habia identificado: un secrete que habe enterrado en une cripta. Enel transcurso dela terapia, su hija en cisrto modo entré en la cripta para transformar los artigos ves- tigios. Esa reconstruccién le permitié reconocerse a si mis- acompafiarlos.? Los ejeraplos menc:onados her. permitido esclartoar la mranera en que se constituye el yo del hijo de un sobrevi- jus 10s 'trabajre Ce Hayéée Faimberg (1087 y 2008) sobre ol "telescopaje de las geaeraciones’, Nitolas Abrcham 7 Maria Torok (1978) hax cenceptualizado una “enferniedad da duelo*, en Ja cual un “nonumentc conmemorativo”, una “eripta”, tienen ung. partcular impertancia, 68

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