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GENOCIDIO INDÍGENA

Romano, Ruggiero. Mecanismo y elementos del sistema económico


americano, siglos XVI-XVIII. Fideicomiso Historia del las Américas, serie de
ensayos, Fondo de Cultura Económica, México, 2004.

Permítaseme ilustrar brevemente la importancia de este estudio para la


comprensión del entrelazamiento que se da entre el mundo europeo y el
latinoamericano a fines del siglo XVI y comienzos del siglo XVIII. La crisis
del siglo XVII no es ni general ni local, sino una crisis precedida por otras
que ocurrieron en entre 1609 y 1622, provocando el arresto de la
expansión agrícola y comercial hincada durante el siglo XVI; a su vez estas
crisis obstaculizaron la conformación de una nueva forma de fuerza
productiva, al de la manufactura.

Esta nueva tendencia de la economía y de la sociedad europea se


expresan en América como una coyuntura inversa: en la población, en la
producción agrícola; si bien esta última no da señales de gran repunte,
existen evidencias de una clara consolidación en nuevas formas de
producción.

Ningún paradigma “laico” podría estudiar seriamente la economía


europea medieval o el sistema económico colonial americano, pues estos
se basa, nos guste o no, en el pensamiento tomista.

En 1942, es muy probable (casi seguro que en aquella época el hombre


americano dispusiera de una mayor cantidad de energía química
contenida en alimentos vegetales y animales (de tamaño pequeño y
mediano) que su congénere europeo. Es posible que el nivel alimenticio
promedio del hombre europeo fuera inferior (en cantidad y calidad) al del
hombre americano. Pero en lo que se refiere a la energía de origen animal
la relación se invertía.
El punto de partida no puede ser otro que el cálculo de la masa
demográfica del continente americano antes del impacto de la conquista
entre 1492 y 1532, pasando por el año 1519. Las estimaciones oscilan
entre los 8 millones 400 mil habitantes reseñados por A.L. Kroeber
(Cultural and Natural Areas or Native North America, Berkeley-Los
Angeles, California) y los 90 -112 millones reseñados por H. F. Dobyns, (An
Apraisal of Techiques with a New Hemispheric Estimate, Current
Antropology, VII 1996) los 39 millones de Biraben (Essai sur le’evolution
du nombre des hommes, Population, XXXIV, 1979) ¿Cómo es posible que
se den los cálculos tan divergentes? El contraste entre las distintas
hipótesis se explica fundamentalmente por la duda de que las Américas
pudieran nutrir una cantidad más o menos alta (hasta 100 o más millones)
de habitantes. ¿Eran suficientes los recursos agrícolas y las posibilidades
técnicas reales?

No cabe duda de que en algunos espacios como México, Centroamérica,


Perú, Ecuador y Colombia, los niveles de desarrollo eran bastante altos. Ya
sea en términos de conocimientos agronómicos o de técnicas de riego y
preparación de suelos, aunque ello no impidiera que las condiciones
climáticas pudieran provocar hambrunas.

El maíz, la patata, el ñame ofrecen un rendimiento en calorías por


hectárea netamente superior al de las planteas europeas de uso
comparable.

Independientemente de los cálculos usados para estimar la población al


momento de la conquista, no hay que olvida que un siglo más tarde –
época en que la población total (indios, mestizos, españoles, negros)
puede calcularse en 10 millones de individuos- se verificará una verdadera
catástrofe demográfica. En efecto, si se parte de los 39 millones de
Biraben, la caída alcanza 89%. Para dar una idea más clara de la magnitud
de la catástrofe, diremos que en lo que se refiere la población indígena el
nivel medio-bajo (39 millones) de 1500 no fue recuperado ni siquiera en el
siglo XX, puesto que los cálculos de la población indígena en 1941 arrojan
más de 31 millones de individuos, claro está, que las cifras
correspondientes al siglo XX se refieren al sentido que ese momento se
atribuye al concepto de “indígena”. Por otra parte si pensamos en al
población total (sin distinguir grupos étnicos), será necesario considerar
que en 1850 la población total de “América Latina” a penas llegaba a 30
millones (por debajo a la cifra de Biraben de 39 millones para 1500).

Volviendo a lo dicho antes, se puede afirmar que en 1492 la población


total (exclusivamente aborigen) alcanzaba los 60-80 millones, para
reducirse a menos de 10 millones a comienzos del siglo XVII. Tales cifras
expresan un derrumbe demográfico tanto o más graves si se consideran
que los 10 millones de 1600 incluyen no sólo la población indígena, sino
también blanco, mestizos, esclavos y cruces de todo tipo (las castas).
No cabe la menor duda de que hubo un genocidio y exterminio, y al
afirmarlo no se cae en ninguna “leyenda negra” puesto que mucha gente
lo atestigua, no sólo Bartolomé de las Casas. El genocidio, la esclavitud, la
violencia de todo tipo son hechos indiscutibles. El autor también considera
otros factores: epidemias (especialmente enfermedades respiratorias y
gástricas) transmitidas por los europeos, contra las cuales los europeos no
tenían defensa inmunitarias. Otro factor fueron las deportaciones de
individuos de zonas cálidas a zonas frías, y viceversa, los desplazamientos
obedecían a la organización de las faenas agrícolas y mineras. Influyeron
también las hambrunas, provocadas no sólo por causas “naturales”
(desastres climáticos que destruían las cosechas) sino también por las
expropiaciones a favor de grupos de españoles. Estas rompían el precario
equilibrio de las economías locales basados en criterios de subsistencia.
Añade a esto la desestructuración (social, cultural, religiosa) provocada
por la misma conquista. Fue este factor la causa de aquel fenómeno
descrito por Nicolás Sánchez como “desgano vital”; una falta de voluntad
de vivir, en una situación en la que los factores socioeconómicos se
mezclaban con elementos psicológicos. ¿Para qué reproducirse en un
mundo en que los dioses se han derrumbado y donde se hace cada vez
más difíciles sobrevivir? Existen muchos documentos sobre infanticidios y
numerosos datos relacionados con suicidios individuales y colectivos, los
cuales demuestran que al destructuración se debió a un generalizado
cansancio vital.
Ahora bien si estos datos son de gran relevancia porque permiten
interpretar la catástrofe demográfica no sólo desde el punto de vista de la
mortalidad, sino considerando además la falta de procreación, atribuida
por los indígenas a la supresión de la poligamia y sobre todo a los
matrimonios (impuestos por los españoles) entre individuos demasiado
jóvenes.

El análisis precursor de la caída demográfica del continente americano se


remonta a 1741 y es obra del jesuita José Gumilla, quien luego de indicar
las cuatro razones tradicionalmente enunciadas para explicar la caída de la
población (las víctimas de la violencia inicial de la conquista, las nuevas
epidemias, el trabajo, el tributo y las diversas cargas) aclaraba que
respondías ciertamente a la verdad, pero no bastaban como explicación
de la magnitud del fenómeno, el cual encontraba su verdadera razón en la
esterilidad voluntaria: “las mujeres americanas, oprimidas por su
melancolía, o sofocadas al ver gentes forasteras en sus tierras, o como
algunas dijeron, parra no parir criados y criadas para los advenedizos, se
resolvieron muchas esterilizarse con hierbas y bebidas.

Gutiérrez, Ramón. Cuando Jesús llegó, la madres del maíz se fueron


(matrimonio, sexualidad y poder en Nuevo México, 1500-1846) Fondo de
Cultura Económica, México, 1991.

La hembra y el macho se combinaban como las semillas del maíz y la lluvia


lo hacen para perpetuar la vida. Para los indios pueblo, le pedernal, la
lluvia, el semen y la caza eran respecto al varón, lo que el maíz, la tierra y
el parto eran para la hembra. Esta idea es transmitida en la palabra, hopo
postumi, que significa a la vez semilla de maíz y mujer. También la vemos
en la ceremonia que las mujeres zuñi ejecutan para celebrar el sexo de sus
recién nacidos. Si es niña las mujeres le colocan sobre la vulva una gran
calabaza llena de semillas y suplican que sus partes sexuales se agranden y
su fruto sea abundante. Si es niño le rocían sobre el pene agua y las
mujeres suplican que siga siendo pequeño. A los hombres les causaba
mucho enojo este ritual, pues por este medio las mujeres afirmaban su
capacidad de generar la vida ere inmensa en comparación con la de los
hombres.

Cualquier forma de vida o de espíritu se transformaba en parentesco


mediante la alimentación. Así, las mujeres daban de comer regularmente
al sol daban de comer a los fetiches de animales del hogar y a las
cabelleras de los muertos enemigos para asegurar que permanecieran
contentos.

Las mujeres podrían conocer los secretos generadores de la vida de la


Madre Tierra, las semillas y el alumbramiento, pero los hombres por
medio del ritual, controlaban la llave de las reciprocidades positivas y
negativas en su mundo, que en cualquier instante podrían volverse en
vida o muerte.

La lluvia era preocupación central de los indios pueblo e ingrediente


imprescindible para la fecundidad. Los hombres reconocían que la Madre
Tierra y las mujeres tenían una inmensa capacidad para producir la vida,
pero convertir ese potencial en realidad exigía que el cielo fecundara la
tierra con lluvia y los hombres a sus esposas con semen.

Así pues, lo que más adoraba el pueblo, decía Hernardo de Alarcón en


1540, era “el sol y el agua”. ¿Por qué adoraban el agua? Según Vázquez de
Coronado era “porque hace crecer el maíz y sostiene la vida, y la única
otra razón que conocen es que sus antepasados los hacían”.

El dominio sobre los pueblos iba de la mano con el dominio de la tierra.


Con el fin de que “la tierra se convirtiera en su madre y ellos como sus
hijos, la amen y la defiendan”, la Corona cedía a los colonos mercedes
estos es, como concesiones de tierra. Las mercedes solían abarcar el
terreno de diversas clases; una parcela bien irrigada para cultivos y huerto
hogareño, zonas arboladas para postes de construcción y para leña.
Mientras la población española fue pequeña y la población de los indios
pueblo fue estable, ocurrieron pocos conflictos por tierras, peor hacia
mediados del siglo XVII ya no existían esas condiciones. El descenso en el
cobro de tributos, debido a la fuerte disminución de la población india,
obligó a un número cada vez mayor de colonos a volverse hacia la
agricultura y la ganadería. Desde entonces el conflicto por las tierras se
convirtió en tema importante en las relaciones entre indios y blancos.

Cuando estos bárbaros traen cierto número de mujeres indias para


venderlas, entre ellas muchas doncellas y niñas antes de entregarlas a los
cristianos que las compran, si tienen diez años o más, las desfloran y las
corrompen a la vista de innumerables reuniones de bárbaros y católicos
sin considerar otra cosa que al desenfada lujuria y brutal desvergüenza, y
diciendo a quienes las compran, con una pagana impundicia: “ya os la
podéis llevar, ahora está buena”

“Cuando las mujeres indias entran a Santa Fe para moler trigo e hilar lana,
regresan a sus pueblos violadas y llorando su deshonra o embarazadas”,
atestiguaba en 1761 fray Pedro Serrano. En 1750 fray Carlos Delgado
observó que cuando los hombres pueblo descubrían la violación de una
esposa o hija, la desterraban del pueblo. En muchos casos esas víctimas
del abuso sexual de los españoles quedaban estigmatizadas para siempre
como proscritas. La única salida que les quedaba a esas mujeres
marginadas era ser contratadas como sirvientas en casa españolas o
unirse a una tribu nómada.
Cátedra Ideología Bolivariana
Eliézer Otaiza e Isbemar Jiménez

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