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El orden human o no coincide necesariam ente con el orden ecosist émico ni tien e
porque coincidir. La soluci ón al problem a ambient al no consiste en encaj ar al
hombre d entro del ecosist ema. No consist e, por tanto, en saber «conservar», si no
en aprender a «transformar bien». La especi e humana no tiene ningun a
alternativa evolutiv a, sino l a transformación del orden ecosi stémico. Ello no
depend e de l a mal a voluntad del hombr e ni de su incapacidad p ara comprend er el
orden natural. El orden humano t ambién es part e del orden natur al, que ha sido
reformulado por el mi smo proceso evolut ivo. La especie hum ana no ti ene nicho
ecológi co. Ello significa que la adapt ación humana no se realiza a través de
transformaciones orgáni cas sino a través de un a plat aforma instrum ental
complej a y creciente que ll amamos «cultura». No signifi ca que el hombre pued a
transformar arbitrariamente el orden ecosist émico, sino que exi ste una mayor
resistenci a al ch oque por parte de l a cult ura que por parte del ecosi stem a. Los
ecosist emas van preñándose tecnol ógi cament e. La tecnología transforma
necesariam ente los equilibrios ecosi st émicos y crea nuevos equilibrio s
artificiales que solo pued en resolver se tecnológicamente.
La crítica ambi entali sta sin emb argo, t ampoco debe ir demasiado lejos, la
exigen cia de crear las condiciones necesarias para perpetuar el sist ema vivo no
deberían signifi car un rechazo al pro ceso tecnológi co, sino u n rechazo al
concepto actu al de desarrollo. Entonces la crítica debería dar se esp ecialm ente al
sobreconsumo como i deal de producción y a las doctrinas que lo sosti enen y
toleran.
En la cum bre de Río en 1992 se vio cl aramente que los paí ses i ndustrializado s
están luchando por conservar los beneficios de su desarrollo actual y no están
dispuestos a colocarlo sobre l a mesa de negociaciones, no van a reducir su
patrón de consumo. Frente a ello, los paí ses pobr es responden que ellos tam bién
tienen der echo a go zar de ese der echo. En medio de discusi ones interminables se
redujo lo ambiental al término acu ñado por el Informe Brundtland de desarrollo
sust entable. ¿Qué quier e d ecir eso? La Agenda XXI firmada en Rí o lo coloca
como program a de acción, pero no sabem os todavía si esa ag enda es o no viable,
ni si con ell a se hace efectiv ament e su stent able el desarrollo. La crítica que
hacemo s a estos plant eamientos a partir de Estocolm o es que el problem a est á
mal diagnosticado y a malos diagnó sticos sigu en malos pronósticos. Lo que
hemos co nsid erado el sofism a de Estocol mo consi ste en considerar a la pobreza
como un est ado origin al previo al desarrol lo.
El concepto d e desarrollo sust entabl e bu sca que el desarrollo sea vi able desde la
perspectiva am bient al, pero lo que se gesta en el seno del desarrollo actual es
una confrontación norte- sur y no se trata simpl ement e de repartir mejor la
riqueza, sino de l as posibilidades mi smas de la riqueza. Cl aro que se la puede
repartir mejor, pero la riqueza acum ulada no alcanza a satisfacer las necesidad es
de todos lo s habit antes de la tierra. Por otro lado dentro de los países ricos, la
acumulación d e capit al crece de tal manera que grandes masas se est án
empobreci endo. Ya no exi ste el Segundo Mundo, pero lo s del Tercero no hemo s
conseguido u n asenso. Cada vez im port ará menos la divi sión del capital por
países y los del Tercer Mundo ofrecen una oportuni dad sin precedent es para el
capital para di sminuir co stos de producción y aument ar en esa forma l a
rentabilidad lo cual se logra trasladando las industrias al Tercer Mundo o
diferenci ando los salarios al interior del Primer Mundo, entr e nativ os e
inmigrantes. Ambas estrategias est án en march a y de esa maner a el Tercer
Mundo se exti ende por todo el pl aneta.
La crítica al desarrollo sustent able apunta hacia un cambio del énf asi s en este en
favor de la necesidad de cambio cultural. En un caso se trata de impul sar el
desarroll o evitando la tragedia ambiental, en el otro, se tr ata de crear un a cultur a
acorde con las ofertas y posibilidades del medio.
Globalización o unificaci ón
Desd e el ini cio de l a era capitalist a vivim os un proceso de unifi caci ón, a medid a
que ha sido necesario control ar las fuentes de materia prim a e impul sar la
apertura de los mercado s, claro que es solam ente en l a actualidad que se ha
logrado im plicar a t odo el pl anet a. Los procesos contemp oráneos no ti enden
todos a la unificación, al gunos ocultan en su seno gérm enes contradict orios que
pueden hacer estallar la utopí a de la hermandad. La producció n se in stala all í
donde pu ede obt ener mayor ren tabilid ad por encima de front eras nacionales y
todo tipo de barreras políti cas e ideol ógicas. No hay un a ética y los capital es qu e
llegan se van tan pronto se rest abl ecen las economías de los paí ses
industrial izados. Lo caracterí stico del proceso contemp oráneo de expansión es
que adqui ere tal fuerza que modifica las estructuras de comportamiento político.
La unificación pol ítica es el aspecto real de la globali zaci ón contemporánea.
El capital est á tocando sus límit es sociales y ambient ales al mismo tiempo ya
que ambos están íntim ament e lig ados. La percepción de estos últi mos es una de
las principales fuentes de l a conci encia de glo balización que recorre el mu ndo
moderno
Dos tesi s compiten en este campo desde hace mucho: la un a dice que si lo s
recursos no alcanzan a satisf acer las necesidades humanas si gnifica que el
planeta es limitado, pero que la tecnol ogía tien e igu alment e límites; la otra
sost iene que el probl ema se debe no a un a falta de recursos sino exclu sivam ente
a una mala di stribuci ón de los mi smo s.
La Tierra dividida.
Es cierto que tod a la vi da del planeta est á amenazada por los actual es proceso s
de desarrollo, pero no tod as las co nci encias y los pueblo s son igualmen te
culpabl es de ello, no se pueden globalizar ni las responsabi lidades ni las
soluci ones. El problema ambient al surge al mismo tiempo que la pobreza y la
riqueza y ambos son productos del mi sm o mecanismo de desarrollo. El esfuer zo
de lo s ambi entali stas unidos del mundo no es sufi cient e: la sol ución pasa p or
reformar la sociedad y la cultura. Las conferenci as e informes intern acion ales
señalan con claridad las causas estruct urales de l a cri sis, pero sus tímidas
conclu siones lim itan l as soluciones a r ecomendaciones de buena v oluntad que
obvian l as transformaciones social es y políticas que se visl umbran como
absol utamente necesarias. Los países ricos no ceden un ápice de sus privilegio s
y los pobres luchan por alcanzarlos, l as ópticas son dif erentes. Por lo t anto, el
problema ambi ental es difer ente mirado desde la opul enci a que desd e l a po breza.
Las formulas salv adoras están por construir y la cri si s seguirá hasta que l a
soci edad se transforme: "todo sist ema cult ural que no l ogra ni veles adecuado s de
adaptación, acaba estrangul ado por lógica evolutiva".
La base de toda cult ura es el paradigm a tecnológico, hay que luchar entonces por
una tecnol ogía ad aptati va. Pero la tecnolo gía es solo un brazo del sist ema social
y este d ebe transformarse, hay que camb i ar el mu ndo simbóli co. Sin r enunci ar a
la visión cosmopolita, reinventar la relación con la tierra y con la regi ón. Pero
ello no es posi ble en un mundo obj etivamente dividido dond e la pobreza se
construy e sobre la riqueza y l a paz sobr e la guerra, hay que di señ ar un nuevo
modelo de soci edad. La salida desde el Gran Capit al pasa por un cam bio de
paradigma t ecnológico y dadas las con di ciones, solo los paí ses industriali zad os
pueden cimentar un nuevo esquem a tecnológico, que lleve bienestar a todos lo s
habitant es de la tierra sin agot ar el planet a, un nuevo neolítico.
La tercera salida es la descentralización: cada cult ura d ebe r earticul arse a las
exigen cias regional es: redi señar las tecnologías, reorganizar las relaciones de
producció n y repen sar el Est ado. La acción ambiental se centra en el tr abajo con
las comunid ades, no para enseñarles el desarrollo sustent able sino para construir
con ellas culturas adaptativ as.
Hay que tom ar partido y no hacerlo es ya haber tomado partido, dej arse arrastr ar
por el capital, acu mular más y consumir más y matar la tierra.
Concepto de cult ura.
El otro extremo es también p eligroso: el reducci onism o biologi cist a que pret end e
que la cult ura es simpl ement e l a continuación del proceso evolutivo y sus leyes
son descifrables desde el fon do genético. Se ha demostrado que no es así, pero la
sociobiólogi a insi ste enton ces por el lado de que lo s indi viduos no acept an
variaciones cult urales desfavorables a los genes, ent onces una vez más son esto s
los q ue gobiern an, au nque aceptan que l a lucha entre l a cultura y los genes no
está tod avía definida. Durant e los últim os tiempos ha avanzado el desarrollo de
técnicas para el estudio de l as con diciones externas que infl uyen en la formación
de los sist emas so cio-cultur ales. Es así como el estudio de l as condiciones
climáticas pasadas h a contribuido a la comprensión de pest es y hambrun as y lo s
cambio s culturales q ue impl icaron. Sin embargo, tod avía hay una r everen cia
exager ada por la exactitud de las cien cias natural es que tem e mezclarse con lo
impreciso y resbal adizo de la cultura.
Los esfuerzo s de estudios int erdisci plinarios han sido escasísimos, l as
transformaciones cl imáticas y ecosi st émicas se estudi an aparte de las
transformaciones socio-culturales. No se comprende qu e la nat uraleza se ve
modificad a por la tecnología y que las barreras entre ambas son difíciles de
establecer.
Las tendencias ambi entali stas.
Podríamos resumir las diferent es per spectivas que concurren en torno a est a
problemáti ca así: la tendenci a ecologist a, critica como el desarrollo indu strial
destruye los p araí sos primiti vos d el ecosi stema; l a segunda persp ectiva provien e
de los estudios y técni cas di señados para remediar lo s impactos contam inant es.
La economía señal a la posi bilidad de al canzar los límites de la producción y por
ende crecimi ento lo cual nos llevaría a un est ado est acionario; los urbanist as se
han preo cupado del desequilibri o que causan las ciudades al absorber t anta
energía y d el d eterioro de l as condiciones de vid a de sus habi tantes. Por último
otras corrient es sitúan l a problemáti ca ambiental en el pl ano políti co: "...si el
problema ambiental signifi ca una cri si s de la civili zación en su conj unto, es
posibl e que solo un nuevo orden cultural construi do desde l a decisión políti ca
permita garanti zar la conti nuidad d e los procesos vivos". Las corrient es qu e
acab amos de reseñar definen las ori entaciones met odológi cas d e la educaci ón
ambient al. Se o cupan así de: am pliar el currículo para que abarque procesos
ecosist émicos; capacitación en h abilid ades t écni cas qu e red uzcan lo s im pacto s
sobre el m edio; i ncluir l os efectos sobre el medio en l os estudios de mer cado; y,
necesidad de una transformación prof unda de los mét odos ci entíficos y
educati vos para la con strucci ón de una so ciedad alt ernativa. A lo cual habría qu e
añadir, la eliti zaci ón del saber: el si st ema educativo est á muy alejado del
análi sis y solución de los probl emas ambi entales.
Educación ambi ental no es hall ar recetas dentro del sist ema actual p ara m ejorar
las condici ones ambientales, ni tomar concienci a del det erioro del medio fí sico.
La perspectiva ambient al abar ca el medio soci al y cultural e implica recon siderar
los modelo s de crecimiento y desarrollo. Hace falt a una percepción integrada del
Medio Ambi ente lograda por l a int erdisciplinariedad y que acople l os si stem as
educati vos a l a experiencia soci al inmedi ata de transformación del ambient e.