Está en la página 1de 27

Historia de la Historiografía

Periodización y desarrollo de la Historiografía.

La historia como “Disciplina profesional autónoma”. La escuela metódica y


documentalista. El historiador profesional munido de las reglas del oficio.
 CARBONELL, Charles; “La historiografía”, el siglo de la historia.
 STONE, Lawrence. “La historia y las ciencias sociales en el siglo XX”

Nos adentraremos en el siglo XIX, siglo de las revoluciones y las restauraciones. Siglo de
la retirada del ABSOLUTISMO, de la figura del monarca como central en la política europea.
Del resurgimiento del nacionalismo como distinción y limite en la peculiaridad de cada pueblo.
Siglo del advenimiento del ESTADO NACIÓN como organismo político hegemónico,
conciliador y educador de la sociedad. Siglo también de un gran avance científico y tecnológico
que copará la mentalidad de los hombres como una esperanza hacia fines más sublimes, mejores,
pacíficos, felices: EL PROGRESO. Así se lo llamaba en aquella época a toda aquella certidumbre
de que el bienestar social viene de la mano de la ciencia sobre todas las cosas. El espíritu
científico impregna todas las disciplinas, tanto las naturales como las del hombre. Pero según lo
puede recalcar Hobsbawm, “La historia se vio en un retroceso en todo, salvo en lo que a la
investigación concierne”. Ello se dio así en parte por la manipulación de la historia como
legitimación del Estado Nación y en parte por el mismo espíritu legitimador de toda ciencia, el
espíritu científico que hacía uso de un método que daba validez universal a todo propósito que se
buscase por él: el propósito siempre fue el hallazgo o la formulación de un esquema legal de
validez universal, tal esquema debía dotar de leyes a la sociedad, para ello era necesario saber
predecirla, entonces lo que se intentó hacer es trasladar las leyes de la naturaleza hacía la
sociedad. Eso se llamó EVOLUCIONISMO.
La teoría de la evolución de Charles Darwin repercutió profundamente en los ámbitos
académicos y científicos. Dotó a la historia de un sentido que antes no poseía, el sentido de la
evolución lineal progresiva. Este sentido, hacia adelante y hacia arriba, cual curva ascendente, es
lo que se llamó POSITIVISMO y es ese movimiento el que dio impulso a las ciencias sociales y a
la historia. Podía establecerse con rigurosidad como, a través del tiempo, el hombre tendía no
solo a superarse materialmente, sino a mejorar moralmente de manera lineal y progresiva. Claro
que todo ese progreso justificaba a su vez su tiempo, es decir, el siglo XIX. Esto se daba en que el

Página 1 de 27
progreso debía concluir en la conformación del Estado- Nación, es decir, en legitimarlo.
De esta manera la historia devenida ya en profesión y sustentada por el Estado, no solo en
el ámbito institucional sino también en el de investigación, promoción y conservación, se fue
transformando en un relato político, factual y lineal. Un relato político no por conveniencia, sino
por la procedencia de sus fuentes y la finalidad que perseguía. Factual, porque el hecho
(documentado y escrito) era lo único que se atenía al MÉTODO CIENTÍFICO, esto es un método
de observación, clasificación, comparación, narración de resultados obtenidos con tal método.
Una fiebre documental invadió la historia, se halló un método capaz de develar los mitos y
atenerse a la verdad objetiva-científica. Pero esa misma virtud acortó el alcance de la historia, por
un lado el documentalismo excesivo y obsesivo acortó la amplitud de temas de la historia ya que
al proceder estos de bibliotecas y archivos estatales e institucionales sólo podía reflejar una
historia política, diplomática, militar e institucional. Por otro lado el metodismo, basado en la
compilación de datos, la crítica de procedencia, de legitimidad, temporal, etc.; y la elaboración
cronológica y monográfica objetiva, destruyó toda necesaria subjetividad pensante por parte del
historiador; desligó a la historia de la sociedad, marginándola; destruyó toda posibilidad de
temática; orientó a la historia a la simple y tosca enumeración de hechos del pasado
comprobables; desunió a la disciplina historia de las demás ciencias sociales.
De cualquier manera, este tipo de historiografía tuvo muy pocos detractores
contemporáneos, lo que la hizo acrecentar por mucho tiempo. El Estado financiaba las
investigaciones, subsidiaba bibliotecas, construía museos y pagaba a los conservadores que en
ellos trabajaban, mantenía instituciones de archivos para facilitar su estudio, hizo de la historia
una profesión y la institucionalizó, pagaba a los historiadores ya sean profesores o investigadores.
Se dio entonces una época de expansión en el campo histórico, y todo se revestía de historia, el
arte, la economía, la filosofía, la ciencia, porque el pasado es la única dimensión cognoscible que
permite entender el presente. ¿Cómo podías explicar la situación actual de una ciencia o de
alguna disciplina? A través de su desarrollo en el tiempo, es decir, a través de su historia. El
crecimiento profesional y la especialización históricas, fueron coronadas por un libro llamado
“Introducción a los estudios históricos” hecho por Charles Langlois y Seignobos. Obra que funda
oficialmente el método histórico positivista y que se convertirá en el manual por excelencia de
todo historiador durante décadas. La obra citada es editada en 1898 y explica el método por el

Página 2 de 27
cual se hará historia científica y profesional. En resumidas cuentas se trata de cuatro rigurosos
pasos a seguir por el investigador:
• Reunir y leer todos los documentos con ayuda de disciplinas auxiliares como la
heurística, la heráldica, la numismática, la cronología y la paleografía que ayudarán a interpretar
los documentos.
• Someter a los documentos por un proceso de críticas de autenticidad, de
procedencia, de restitución, de credibilidad, etc.
• El investigador debe extraer de los documentos válidos los hechos particulares y
de importancia.
• Se toman los hechos y se los incorpora en un “Cuerpo de ciencia”, el historiador
une los hechos en una línea cronológica progresiva y los relata de forma impersonal, objetiva,
con las referencias a pie de página.
Este será el método del cual se sostendrán los historiadores profesionales hasta 1914
-1919, periodo en que entran en duda las hipótesis positivistas, la certidumbre en la ciencia y
otras miradas y sectores de la sociedad y de la intelectualidad oponen otros planes. Pero si nos
atenemos, por ejemplo, a Lawrence Stone, podemos ver que la marginación que sufrió la historia,
a causa de la erudición que la saturaba en meros hechos, de las ciencias sociales como la
sociología, la economía, la etnología, lingüística, psicología o geografía, fue la causa primera de
su disolución. Una historia anclada en los hechos, sin posibilidad de cuestionarlos o compararlos
con otros de otra índole, por ejemplo social o económica, sin posibilidad de formular hipótesis de
trabajo, que den soluciones a problemas, no del pasado sino del presente, no hacían de la historia
una ciencia, sino un mero conocimiento, y del historiador un mero “compilador” de documentos,
un erudito solitario. De esta manera, la historia se fue no solo ahuecando en problemas, sino
también marginando de las demás disciplinas del hombre y de la sociedad, sino también de la
sociedad misma. Y mientras las demás ciencias estudiaban al hombre vivo y se desarrollaban
cada vez más, la historia se ancló en su método de observación y crítica del hecho en sí.
Dos ciencias sociales, especialmente dividieron parte de sus fuerzas y conocimiento para
condenar a la historia a la obsolescencia: la sociología Durkheimiana y la geografía Vidaliana.
• La primera logró fundar una escuela con ambiciones hegemónicas en el campo
social. La sociología debía en principio fijar relaciones de interdependencia con las demás
ciencias, teniendo como fin unificar todas las ciencias sociales bajo su mando en nombre del

Página 3 de 27
concepto de causalidad social. Para Durkheim, si bien la historia ocupaba un lugar esencial, solo
lo hacía como servidora para la comprobación de teorías sociológicas; y si el historiador
comparaba, interpretaba sobre su disciplina, se volvía sociólogo. La historia decimonónica
pasaba a ocupar así, el lugar de ciencia auxiliar de la sociología. Pero el ataque de mayor
envergadura lo dio un joven sociólogo llamado Francois Simiand. Atacó a la historia con un
artículo, el primer artículo “anti” o “contra” una historia factual, positivista, decimonónica,
historizante, política – militar y diplomática.
El artículo fue lanzado en 1903 en la “Revista de síntesis histórica” de Henri Berr.
Básicamente se trataba de la ofensiva a una obra de Ch. Seignobos “El método histórico aplicado
a las ciencias sociales”, quien reivindicaba a la historia como dominante en los estudios sociales
y no a la sociología. A esto respondió Simiand que los historiadores eran “una tribu que adoraban
a tres ídolos: el ídolo político, el ídolo individual y el ídolo cronológico” Lo cual en ese momento
era verdad: la historia y los historiadores metodistas solo se preocupaban o declaraban como
históricos los hechos políticos, giraban su atención en los individuos o grandes personalidades
políticas o militares y situaban su punto de partida en el origen de cada hecho o personalidad que
postulaban como histórica. Simiand negaba la facultad de científica a la historia tradicional,
doblegándola ante los argumentos de la nueva sociología promulgada por Durkheim, siendo esta
la única con capacidad nomológica. Esa capacidad nomológica era con la que querían tentar o
atraer a la historia, querían que los historiadores participen en la elaboración de leyes. Para ello
debían despojarse de sus ídolos: lo político, lo individual y lo cronológico; y abocarse a lo plural,
lo económico y lo social y a tiempos más prolongados en duración y lentos en movimientos.
Tales peticiones de la sociología para la historia no fueron escuchadas o seguidas por los
historiadores profesionales y siguieron con sus métodos ya prácticamente obsoletos y superados.
La otra ofensiva provino de una ciencia cercana a la historia: la geografía. En esta
disciplina también se estaba dando una revolución teórica con un académico que en principio fue
un historiador, pero luego de la derrota francesa sufrida en 1871, se volcó a la geografía para
alentar en Francia un estudio social más abocado a lo permanente que a lo cambiante. Este ahora
geógrafo llamado Paul Vidal de La Blache dio inicio a una nueva geografía que combatía con la
“vieja” o tradicional geografía determinista la cual rezaba que “el hombre estaba determinado por
el medio.” Esta nueva geografía, la vidaliana, se preocupaba más por el hombre del campo y su
comportamiento ante su ambiente. Daba prioridad a lo paisajístico y a las conformaciones

Página 4 de 27
territoriales del siglo XIX y XX, al lento tránsito y cambio de los campos, al campesino y su
lucha y adecuamiento. En fin, para la geografía vidaliana el hombre no estaba condenado por su
ambiente, sino que puede elegir, puede cambiar si logra reunir de manera efectiva los recursos
que la naturaleza le da. Hay una religión y juego entre el hombre y su ambiente, es esta relación y
este juego lo que la nueva geografía estudiaba. Era esta una geografía humana que también
atacaba sutilmente a la historia, reclamándole que se centre más en lo actual y en lo que
permanece, que incluya el estudio de los campos y sus trazos. Estamos también ante una
disciplina que privilegia lo vivo, lo concreto y lo material y que para exponerlo debe cambiar sus
métodos a la observación concreta y personal de los terrenos, campos y paisajes. También debe
exponer los resultados en una narrativa descriptiva, lo que se llamó una monografía regional. La
escuela conformada por Vidal de la Blache tuvo particular éxito en el ambiente académico,
porque ya estaba instalada en él y no tuvo que “pelearla” como lo hizo la sociología
Durkheimiana. Este éxito y sus cualidades en cuanto a lo metodológico fue lo que influyó
profunda y personalmente al movimiento de Annales y sus directores: Lucien Febvre y Marc
Bloch.
Las demás ciencias sociales también influyeron en la renovación metodológica de la
disciplina histórica. En primer lugar pidieron de los historiadores que expliquen y expliciten sus
aserciones y sus métodos de manera precisa. En segundo lugar, pidieron a los historiadores que
definan palabras y conceptos que antes eran ambiguos como “democracia”, “feudalismo”, “clase
media”, “burocracia”, etc. En tercer lugar, proveyeron a la historia de herramientas
metodológicas para solucionar sus problemas e hipótesis, esto incluye el refinamiento de técnicas
de comparación en lo temporal y espacial, a fin de poder dividir aquello que, es singular y
particular, de lo general. En cuarto lugar, las técnicas de cuantificación, que dieron mayor
precisión y certidumbre al relato histórico en cuanto a lo demográfico y económico. Y la quinta y
última ha sido la de proporcionar hipótesis de trabajo que sean verificables contra los testimonios
del pasado. Teniendo en cuenta todas estas problemáticas que sustrajeron a la historia como
disciplina científica positivista, era inminente que se despierte en los más avisados de todas las
ciencias sociales una respuesta, o un contra movimiento, o una crítica, o todo ello junto, contra la
historia tradicional y que ya se la empezaba a calificar de diferentes maneras: positivista,
evenemencial, decimonónica, factual, lineal, historia – batalla, historia historizante, etc. Pero
antes de que las disciplinas ajenas a la historia se levantasen contra ella, la misma historia estaba

Página 5 de 27
sufriendo una crisis en su interior. Los grandes historiadores, al finalizar el siglo XIX, no
afirmaron una crisis teórica, sino una crisis de alcance. Por ejemplo, la imposibilidad de
conformar una historia objetiva que sea neutral para cualquier nación que la leyera, eso unido a la
supuesta “limitación de las fuentes” pues el descubrimiento de estas se daba crecientemente, lo
que hacía imposible dar por terminada obras de recopilación como las que se solían sacar a la
venta. Sin embargo, esta toma de conciencia por parte de los historiadores no influyó mucho en
el cambio teórico- práctico en el ámbito institucional. Si influyó en otros territorios y en otras
mentes, en especial filósofos como Croce o Collingwood, que atacaban el objetivismo de la
historia, preconizando por un total subjetivismo. Todo esto no era infundado, la relación entre el
historiador y el hecho no es objetiva, sino que conforman un todo orgánico. Es decir, se da una
relación de complementariedad. Una vez que el historiador, como sujeto cognoscente, toma el
hecho es inevitable que lo interprete según sus perspectivas y sus ideas, introduciéndolas en el
objeto. Con ello quedó eliminada la supuesta objetividad de los historiadores tradicionales. Y se
hizo famosa la frase de Croce de que “toda historia es historia contemporánea”. Es decir, en todo
relato histórico hay una “construcción” subjetiva del historiador, determinada por sus
aspiraciones, por las problemáticas de su mundo social y por sus concepciones o ideología. Pero
mayormente por las posibilidades y limitaciones de su presente, que inciden en la conciencia o
subconsciencia del historiador a la hora de interpretar un hecho de clasificarlo y seleccionarlo.
Fue Collingwood quien retomó ese aforismo para desarrollarlo más, lo redefinió de la siguiente
manera:
“La historia no es ni el pasado en sí ni la opinión que de él se forma el historiador, sino de
ambas cosas a la vez”. Y también que “el pasado que investiga el historiador no es un pasado
muerto, sino un pasado que en cierta forma vive aún dentro de él”. Con esto pudo sacarse a luz
ciertas verdades contra el positivismo histórico:
 La historia no es una cosa ya dada y definida, sino un cuerpo que el historiador
construye y no termina de definirse. Las causas por las que el historiador elige, clasifica e
interpreta un hecho no son externas a él, sino propias de él y de su tiempo. Según estos filósofos,
la conciencia y el entorno afectan e inciden en la comprensión del pasado y siendo el presente
cambiante, la comprensión del pasado también lo es.
 Establecieron así que el subjetivismo es parte fundamental en el análisis histórico
y que el objetivismo es, por lo tanto, imposible. Carr establece de ello tres verdades:

Página 6 de 27
- que los hechos no son puros, sino que se depuran y redefinen al pasar por la mente del
historiador;
- que el historiador debe comprender el pensamiento de la época que estudia;
- que solo se ve el pasado a través del presente. Aunque también extrae de ellos otros
peligros: un escepticismo extremo al ser el relato histórico algo creado por el historiador; y un
pragmatismo también extremo, al estar el pasado condicionado al presente.
Pero todas estas cuestiones y cuestionamientos se dieron en aspectos espirituales y
filosóficos. Hubo ataques directos por fuera del Establishment histórico por parte de historiadores
y científicos sociales. Para empezar, comenzado el siglo XX, se dio un auge en la historia
económica por el lado de Henry Hauser y un acercamiento a los temas sociales por parte de Jean
Jaures. Pero el principal promotor de una lista conciliadora y multidisciplinar fue la “Revista de
síntesis histórica”, dirigida por Henri Berr y que salió a la luz en 1900. El propósito de esta
revista eran los siguientes: fomentar los trabajos de síntesis entre todas las materias de manera
conjunta; fomentar la realización de una historia preocupada más por las fluctuaciones
económicas y sociales, es decir la formulación de una historia total, que se preocupe por todas las
dimensiones de la realidad a la que se pone en estudio. Por ello, esta revista se dedicó, en parte, a
atacar el reduccionismo de la historia tradicional y el fetichismo del “hecho” así también como a
su monotemática política e individual. Esta revista sería la propulsora de la “Nueva Historia”, y
de ella tomaran ejemplo Marc Bloch V. L Febvre cuando, desligándose de la “Revista de síntesis
histórica” fundarán su propia revista: “Annales, de historia económica y social”.
Y Francois Dosse se pregunta: ¿Por qué surge Annales si ya existía una revista similar?
Parece ser que H. Beer no tenía pretensiones de conformar una escuela a su alrededor, como lo
habría hecho Durkheim; tal vez por no querer sufrir el fracaso que estos sufrieron por su rígido
dogmatismo. Por otro lado, Berr al finalizar la 1ra Guerra Mundial cambió su actitud por una
soberbia glorificación de la victoria francesa y su descredito a Alemania, lo que lo distanció de
sus fines iniciales. Marc Bloch y Lucien Febvre sacaron partido de la situación que en la década
de 1920 agobia a las ciencias sociales, en especial la sociología y la geografía. De los
Durkheimianos sacaron su energía para atacar frontalmente; de Berr sacaron su ecumenismo y
necesidad de síntesis; y al darle un lugar e interés a las monografías geográficas acercaron a los
vidalianos a su entorno. De esta forma se fue moldeando el “Espíritu de Annales”. Un
movimiento escondido de otro aún mayor “La nueva historia”, pero que logró agrupar e

Página 7 de 27
interactuar a profesionales de todas las ciencias del hombre: sociólogos, psicólogos, economistas,
geógrafos, analistas, políticos… Y tal vez esto justifique, sino el éxito, al menos su perduración:
LA INTERDISCIPLINARIEDAD. Supieron M. Bloch y L. Febvre que los hechos no deben ser
expuestos de única manera, sino que deben ser confrontados con otras materias y otros métodos.
Un hecho no se puede explicar por el hecho mismo, se necesita de la ayuda de la sociología que
provea de las condiciones mentales y materiales de la sociedad, de la geografía para que explique
el espacio en que se desenvuelve esa sociedad y las posibilidades y dificultades que su medio le
impone: de la economía para que indique el precio y la distribución de los bienes, así como su
importación y exportación. Pero no solo la revolución era en ese sentido, también lo era en lo
metodológico: esta era su virtud APERTURISTA. No solo integraba usos y métodos de otras
ciencias sociales, sino también nuevas maneras de releer los documentos y no solo los oficiales,
también los privados, así como las obras de arte, eran también reconocidos como fuentes. Usaba
también la comparación de civilizaciones en tiempo y espacio. También el método regresivo,
impulsado por M. Bloch, que lo explicaba como “la forma de ir de lo más conocido o de lo
menos mal conocido, hacia lo más oscuro”. También tenía una misión de tiempo distinta a la
positivista. Esta concebía el tiempo como unilineal y diacrónico, en cambio, Annales lo concebía
multilineal y sincrónico. Es decir, en un mismo tiempo había diferentes procesos y duraciones
que confluían entre sí. Esto llevó a que se pongan real atención a procesos de larga duración (en
especial los derivados de creencias e ideologías). Estos procesos de hasta 500 años subyacen en
los acontecimientos, más son importantes porque los sustentan, posibilitan y limitan. Otra de
las características que definió al movimiento de Annales, fue su ferviente (y a veces hasta
exagerada) oposición al empirismo en las ciencias sociales y el positivismo ingenuo que aplicaba
la historia tradicional y oficial desde el siglo XIX y que inundaba los establecimientos de
enseñanza primaria y media. Tomando como base la citada ofensiva de Simiand, la historia
positivista era vista como una historia centrada no solo en lo político, sino también en lo militar,
lo diplomático e institucional; no solo en lo individual, sino en los grandes individuos; no solo en
los orígenes, también en lo cronológico y lineal. Pero Annales no veía solo eso, también el
simplista y monótono modo narrativo, su misión aristocrática, su apego a una única fuente
legítima: los documentos oficiales; y su particular rechazo a cualquier otra disciplina social o
cualquier modelo filosófico o subjetivo que quiérase aplicar a la historia, o inmiscuirse en los
estudios históricos. Básicamente lo que hizo al movimiento de Annales fue oponerse a todos los

Página 8 de 27
métodos de la historia positivista, convirtiéndose así en un movimiento “anti”, o reaccionario en
algunos casos. Por ejemplo, oponiendo una historia de las fluctuaciones y ciclos económicos, en
vez de una historia centrada en cambios políticos; u oponiendo una historia de los movimientos
sociales en vez de una individual; u oponiendo una historia de larga duración o largo plazo, a una
factual y diacrónica. Estas actitudes fortalecían la coerción entre las diferentes ciencias humanas,
al tener un enemigo en común. Esto supuso para Annales gran parte de su éxito.
Pero digamos que su verdadera innovación es la creación de una historia que parte de un
problema, una historia – problema como les llamaban. Sin dudas, esta historia reside en que se
opone un problema (o hipótesis de trabajo) para ser contrastado con las fuentes – de todo tipo- y
los diversos métodos de las ciencias humanas. El fin es resolverlo, darle una solución o explicar
lo mejor. El historiador ya no parte de la nada, sino de un cúmulo de ideas, inquietudes, hipótesis
y cuadros conceptuales preestablecidos que deben ser confrontados con los datos que se busca,
pero es el problema el que domina la investigación y no la investigación en sí. Y esta es la gran
originalidad del grupo de Annales, el que ahora la investigación tiene un tema en el cual se
centra, tiene ahora un sentido. Este será el sentido, la orientación que tomará la revista Annales.
Una historia comprometida con el presente, social y económica, interdisciplinaria y totalizante.
Pero que no puede desligarse de los sucesos que la afectaran en la primera mitad de la década del
40: La invasión alemana y la segunda guerra mundial. Esta verdadera innovación en el
campo de los estudios históricos, permite un viraje hacia nuevas perspectivas, métodos, sujetos y
documentos. Dos grandes ramas nacen de esta historia – problema: la historia económica – social
y el estudio de las mentalidades.
La primera se ve privilegiada por Henri Hauser y Francois Simiand, quienes lograron
establecer la historia económica y su enseñanza. Una historia que tiene como meta una historia de
los precios, es decir, de sus fluctuaciones y repercusiones en la sociedad se organizó y manejó la
economía. El historiador comienza a investigar documentos de precios, nace así una apreciación
por las estadísticas, y lo que F. Simiand llamó “Fenomenoscopia seguida”, esto es, el seguimiento
cronológico de un mismo fenómeno a través del tiempo con perspectiva sincrónica. La
segunda de estas ramas, la de las mentalidades, es de las que más frutos dieron en el futuro. Los
dos directores de Annales fueron sus precursores. L. Febvre, en su obra “Rabelais…” trata de
recrear la atmosfera mental del siglo XVI para demostrar que el ateísmo del que se lo tachaba a
Rabelais en el siglo XX era imposible en su época. Para ello hace uso de la lingüística de la cual

Página 9 de 27
extrae el término “Utillaje mental” gran parte de su defensa de tesis. Esto estimuló el estudio de
la literatura, de los lectores y los escritores, de para que se lee y quién lo lee, del porqué del éxito
de tal libro o novela, etc. L. Febvre pudo integrar los estudios de la lingüística, la literatura y la
psicología en la historia para explicar la atmósfera mental de una época y sociedad: fue el
precursor de la historia de las ideas. Marc Bloch, por su parte, en su estudio de “Los reyes
taumaturgos”, también aplicó la psicología pero de manera más social que su colega. Su fin era
explicar el ámbito de las representaciones colectivas y cómo estas actúan en el inconsciente del
grupo influyendo en los hábitos y costumbres sociales. En su obra citada podemos ver como el
milagro de la curación de los reyes de Francia e Inglaterra mantuvo al pueblo en la creencia de su
divinidad. También explica el cómo esta creencia se extiende desde el siglo XIII hasta el XVII en
Inglaterra y XVIII en Francia culminando en 1789. En otras obras posteriores, como en “ la
sociedad feudal” o “ los caracteres originales”, se puede apreciar la incidencia de la antropología
en sus estudios, es decir, el estudio de los ritos y creencias de distintas culturas y su incorporación
a la historia como medio para explicar el inconsciente de las sociedades. Es precursor, así, del
estructuralismo histórico, aunque predomina la tendencia a explicar el cambio, en la
confrontación de la sociedad y la historia de la Iglesia, y de la implicancia de la Iglesia en la
historia social. Tenemos, entonces, en lo que podría llamarse “ La primera generación de
Annales” o como la llama Korol, su “etapa constitutiva”, o como la llama Peter Burke, su “etapa
revolucionaria”, los fundamentos que guiarán la nueva historia por varias décadas: en primer
término, una historia “problema”, es decir, una historia construida a partir de una hipótesis
consciente de trabajo, el problema como etapa pre-erudita, como etapa que precede a la
investigación, y por ende, a todo el estudio de la historia.
En segundo lugar, una historia fiel a los epítetos del nombre de la revista: económica y
social. Con lo económico se abarcará la temporalidad de los precios, el uso de las monedas, los
movimientos y desarrollo del mercado, la producción y modos de producción agrícolas. Con lo
social, término no del todo definido, se refieren a varias cosas, por un lado que lo individual no
predomina, sino los grupos organizados; por otro, que lo que se pretende estudiar, la sociedad
como sujeto, debe emplearse no solo otros métodos y fuentes, sino también otras disciplinas
como la sociología y la antropología; por otro lado que los social predomina sobre lo político, es
decir, las costumbres, las formas de pensar, de sentir, el instrumental mental, la cantidad de
individuos, y los diferentes intereses, necesidades y ambiciones de cada grupo, logran determinar,

Página 10 de 27
en gran parte a la política; por último, que el tiempo se empieza a ralentizar, puesto que las
duraciones y los cambios en lo social son más lentos que en lo político e individual.
En tercer lugar, tenemos un movimiento que busca conciliar a todas las ciencias que
estudian al hombre en corporación con la historia. Ya que sus directores sostienen que solo tiene
sentido o su significado logra su total amplitud, cuando someten sus métodos en la temporalidad,
es decir, en la historia. Esto tienen dos polos, en el positivo, las ciencias sociales, se verán
beneficiadas, acrecentarán sus conocimientos y métodos junto con la historia. En el negativo,
muchas de las ciencias del hombre, al ser sometidas a los métodos y ambiciones de la nueva
historia perderán su significado, torcerán sus propósitos o no se interesarán por la historia o
mejorar la comprensión del pasado. Pasará con la psicología, muy orientada a lo individual, más
científica y ligada a la naturaleza que la historia, y poco interesa por el estudio de las
mentalidades. Con la economía, muy cuantitativa y ligada a lo tecnológico, muy tecnicista y
basada en estudios de corta y mediana duración. La sociología muy centrada en el presente,
cuantitativa, muy filosófica o por el contrario, muy basada en el método de encuestas.
En cuarto lugar, tenemos una nueva historia con ambiciones totalizantes, es decir, estudiar
y explicar todas las dimensiones de la sociedad, del hombre y del espacio que lo rodea y sus
relaciones con él. Es por ello que la historia de los Annales busca en las demás ciencias sus
métodos y objetos, con el fin de alcanzar un estudio de una duración global, que pone en su
centro al hombre y se preocupa por los cambios. Y esa es otra característica de los Annales de los
años 30, la historia como ciencia del cambio, pero de todos los cambios.
La Segunda Generación de Annales: de la historia de los hombres a la historia de las
sociedades. La historia estructural de la organización de la vida material y social protagonizada
por sujetos colectivos y anónimos. La historia total. La multiplicidad del tiempo histórico. La
historia social como síntesis.
Pasada la Segunda Guerra Mundial variados sucesos hay para comentar que repercutieron
en todas las ciencias sociales, pero en especial la Historia, y en particular la historia de Annales.
Se nos presenta una Europa en ruinas, desmembrada y subyugada una parte a EEUU y otra parte
a URSS. Comienza un proceso de reconstrucción financiado por estas dos potencias. Por ello, lo
que los Estados nacidos de posguerra necesitan es profesionales en planificación social y
económica que colaboren políticamente en el Estado, en tas empresas y sus respectivas
administraciones. Esto crea la necesidad de crear centros de investigaciones sociales, facultades,

Página 11 de 27
licenciaturas y doctorados en, por ejemplo, sociología, psicología, psicología social y economía.
Por otro lado, los adelantos en tecnología favorecen a ciencias que manejan números y
estadísticas, como la demografía y la economía. La llegada del ordenador permite la extracción
de cualquier dato cuantificable y su integración a través de fichas perforadas, a un ordenador.
Esto desencadena una gran evolución en estas materias, por lo que se da una preponderancia,
durante los años 50 y 60 de las series demográficas y las series de precios, que influirán en las
demás ciencias sociales. Todos estos adelantos en ciencias sociales no históricas, empezarán a
trastocar a las antiguas y ya bien afirmadas ciencias, creándose cierto clima conflictivo muy
similar al de principios del siglo XX. Cada una de ellas se querrá independizar de sus antiguas
ciencias, la sociología de la filosofía y la antropología de la historia. Tornándose esta última
división como la más seria y peligrosa que tendrá que afrontar la historia y en particular Annales.
Una nueva escuela sobrevendrá en los años 50, el estructuralismo, alentado por un etnólogo que
la aglomera, C. Levi Strauss sostendrá un anti-historicismo de las sociedades que hará tambalear
la legitimidad de la historia. Sostendrá que hay estructuras inconscientes universales subyacentes
a todo pensamiento racional. Traerá de nuevo a la vida la idea de una naturaleza humana
inmutable, estática, ahistórica. Sin embargo Levi Strauss querrá suavizar esta ofensiva hacia la
historia alegando que una ciencia es empírica, la historia, y la otra es conceptual, la etnología.
También que las dos materias tienen el mismo objeto, la sociedad y el mismo fin: comprender
mejor las sociedades humanas. Sólo que una elige los datos en relación a expresiones
conscientes; y la etnología en relación a expresiones inconscientes. Quien dará respuesta a la
ofensiva del estructuralismo será F. Braudel. Este historiador del movimiento Annales, secundará
a L. Febvre de 1946 en la dirección de la revista, que ha cambiado de nombre y se llama ahora
“Annales. Sociedades, economías, civilizaciones” Y en una época en que nuevas ciencias sociales
pretenden marginar y marginarse de la historia, Braudel evocará el aperturismo de Annales,
llevándolo aún más lejos. Reivindicará que ninguna ciencia social puede ser comprendida sino
presenta su objeto en un marco temporal, pues el tiempo es la dimensión que explica la dinámica
y el sentido del tal objeto. Por lo tanto, reivindica a la historia y a los historiadores como los
únicos con derecho a dominar sobre las demás ciencias sociales. Pero todo esto no era sino con
motivo de dar una respuesta a la ofensiva estructuralista y a quien la encabezaba: el etnólogo
Levi Strauss. Braudel tomará el concepto de estructura de Strauss, pero le dará el sentido de
construcción en el tiempo, es decir, que posee una duración que se puede medir y explicar. Para

Página 12 de 27
Braudel la estructura es la arquitectura, un marco casi fijo en el tiempo que limita y sostiene a
todo el aparato social y posibilita o condiciona los hechos que dentro y solo dentro de ella pueden
acaecer. Esta estructura solo puede ser inteligible sometiendo la percepción del tiempo del
historiador a una duración larga, con una velocidad y ritmo de cambios lentos. Para Braudel hay
dos tipos de estructuras:
- La geográfica, que con el suelo y el clima demuestra que el accionar de los
hombres depende de ellos y que para cambiarlos necesitan de largos periodos de tiempo.
- Otra estructura es la de las mentalidades, ella encierra las actitudes y costumbres
de los hombres, así como también temores y prejuicios que limitaban y condicionaban su
accionar tanto o más que el clima y el suelo.
Vemos aquí como la estructura – de la antropología – complementado con la medida
temporal que le da cierta movilidad. Sin embargo, este estructuralismo, en Braudel, se ha teñido
de un cierto pesimismo. Estas estructuras son “fricciones” según Braudel, que hacen
determinante el destino de los hombres. Destino que no puede ir más allá de los límites
geográficos o mentales. Esto también se da por un cambio en el sujeto, que ya no es ni el hombre
o la sociedad, sino el suelo, el clima, el lugar, se da lo que se llama “ La espacialidad del tiempo”
y con él un Neo determinismo ratzeliano. En su libro cumbre “El mediterráneo y el mundo
mediterráneo en la época de Felipe II”, el sujeto – protagonista es el mediterráneo y todos los
sucesos políticos, militares, sociales y económicos suceden en y alrededor del Mediterráneo y
hasta son determinados por él. En Braudel, el suelo funda a toda civilización, por lo tanto, la
relación entre naturaleza y hombre es el relato por excelencia de la larga duración. Pero aún
falta constatar algo más; Braudel no intentaba solo constituir una nueva temporalidad para los
historiadores y las ciencias sociales, trataba de confeccionar una historia total. Es decir entender
todas las dimensiones del tiempo en solo movimiento, una historia síntesis. Para ello, dividió al
tiempo en 3 dimensiones:
-El tiempo factual: hecho a la medida del individuo, en él se agrupan todos los rápidos
acontecimientos dramáticos, como el relato de la historia tradicional.
-El tiempo coyuntural y cíclico: en él se agrupan los cambios y movimientos sociales, así
como también los ciclos de la economía.
-El tiempo de larga duración: que se aplica al ámbito geográfico, es el de las relaciones
entre el hombre y el medio que lo rodea, la geohistoria.

Página 13 de 27
Cada uno de ellos corresponde a tres ámbitos, respectivamente: el individual, el social y el
económico y el geográfico. Esta tripartición del tiempo solo funciona al complementarlos; es
decir, por si solos no se explican, sino que la larga duración tiñen de sentido a los otros dos. Se
llega con Braudel a la más alta depreciación de lo factual e individual, pues tacha a estos de
“espuma”, “olas de un gigantesco mar que solo agita su superficie”, “humo que enceguece la
visión de los contemporáneos”, y por último, “Luces de luciérnagas que brillan por un instante
pero no logran alumbrar por completo la oscuridad de la noche”. Y sin embargo, los puso a lo
último, pues también es digno de conocerse lo factual por dos razones:
-porque esos acontecimientos, aún por azar, marcaron la sociedad y la civilización
mediterránea;
-y porque es necesario conocer mejor, de manera más clara o con otros ojos más
analíticos, los sucesos individuales al ponerlos dentro de la larga duración.
Con esta descomposición de la unidad temporal, se da también la descripción de los
objetos y sujetos que la componen. Por lo tanto, la globalidad o totalidad que Braudel manifiesta
no se refiere a un concepto o esquema causal que englobe y dé sentido a las tres temporalidades
que entran dentro de la escala humana, y de la escala consciente, en que el hombre puede actuar.
La ambición de Braudel es, no explicar, sino más bien demostrar, describir. Por último con
Braudel, se da el último y más sublime aliento de una historia con tendencia a la síntesis. Ver el
todo, o lograr una correlación, una línea común entre las partes es lo que este historiador ha
intentado como nadie después de él con sus modelos de “larga duración”, “estructura histórica” y
“la pluralidad de los tiempos”. Algunos críticos han encontrado carencias fundamentales en las
obras de Braudel, faltas de problema, descentramiento del hombre, falta de análisis de las
mentalidades y de las relaciones entre cristianismo e islamismo. Algunas son ciertas y otras, no
sin faltar a la razón, son discutibles. Me quedo con una respuesta de Braudel en una entrevista,
que su problema, su gran problema era demostrar que el tiempo se mueve a distintas velocidades.
Su tripartición temporal fue sin dudas singular y original, pero más allá de los halagos, esa
tripartición responde a una necesidad de los historiadores nunca satisfecha: explicar mejor el
cambio, las permanencias, el juego, las relaciones y, por último, la unidad de todos los elementos
en una historia síntesis. La larga duración fue la respuesta a esa necesidad. Porque por una
historia “acontecimental” anclada indefectiblemente en lo individual, político y militar no es
posible explicar el cambio no las relaciones sociales que subyacen a todo acontecimiento. Por una

Página 14 de 27
historia de mediano plazo, es decir, económica y social, o por una historia de coyunturas y
sincrónica que puede extenderse como máximo hasta los 100 años, tampoco puede explicarse
mucho. Los períodos cíclicos de los precios y los movimientos sociales encajan en ese “tiempo
coyuntural”, pero aún hay otros factores que subyacen y determinan esos fenómenos: ni más ni
menos que las relaciones que el hombre crea entre su medio natural y las civilizaciones.
Geomorfologías, climas y accidentes naturales son barreras que determinan (no necesariamente
es una determinación negativa o fatalista) al hombre, sus actos, pensamientos y decisiones. Por
ende, determinan las estructuras fundamentales por las que el hombre y los grupos humanos
harán su historia. Tanto en lo más grande como en lo más pequeño, tanto en lo inmediato como
en lo eterno. Entonces, es por la vía de esta “larga duración” de las estructuras que se puede
hallar esa explicación fundamental del cambio y las permanencias. La estructura da sentido
nuevo a las relaciones y cambios sociales, a las fluctuaciones económicas tanto en lo comercial
como en lo productivo. Se da como el factor que organiza una serie de elementos que a simple
vista son diferentes pero dentro de la estructura tienen una importante coherencia funcional a tal
estructura. Al ver la historia desde esta perspectiva estructural, se puede apreciar mejor las
relaciones entre fenómenos y complejizarlos de otra manera.
La historiografía marxista: Las premisas teóricas del estudio histórico. La historiografía
marxista británica. El grupo de historiadores del partido comunista británico en la coyuntura de
posguerra. De la pregunta por “¿cómo cambian las sociedades? A la pregunta ¿cómo los sujetos
hacen la historia?”. Experiencia y conciencia de clase en E.P Thompson: La clase como proceso
y como relación. El diálogo entre conceptos y datos empíricos en la construcción del
conocimiento histórico. Las proyecciones hacia la “Historia desde abajo” y los “estudios
culturales”
La historiografía marxista nace en el convulsionado mundo de la Europa de la década de
1840. Nutrida su cosmovisión por las teorías socialistas, los historiadores del romanticismo y la
teoría dialéctica hegeliana. Su mayor contribución para la historia – ya que Marx no era
historiador ni pertenecía al mundo académico – fue el MATERIALISMO HISTÓRICO. Las
premisas de esta concepción se encuentra en su obra conjunta con Engels, “La ideología
alemana”, previa a la revolución de 1848. La concepción materialista de la historia es un
método de comprensión histórica. En él se trata de develar la creencia de que el plano ideológico
determina al plano real, es decir, que las ideas, pensamientos y conceptos del hombre dominan y

Página 15 de 27
determinan su vida. La filosofía hegeliana explicaba que la sociedad progresaba mediante
procesos dialécticos que tendían a un fin superior. Pero Marx, pudo entrever un vacío en tal
concepción, que en ella no se mencionaba el ámbito real de la sociedad, es decir, el ámbito de la
producción y reproducción material del hombre. Marx admitió que el hombre no solo es ser
pensante, sino que también un ser que produce los medios de su subsistencia. También admitió
que esa capacidad del hombre para producir creaba cierto tipo de relaciones que
inconscientemente organizaban el total de la sociedad y que no siempre fue el mismo, ya que esas
relaciones dependían en gran medida de la tecnología y las herramientas para producir, así como
también de los recursos y condiciones climáticas y geográficas. Estos factores los llamó fuerzas
de producción. Se dio cuenta que el cambio residía en ese plano, que entre los modos de
producción habían contradicciones porque hay una tendencia a que las fuerzas materiales se
desarrollen y trastoquen las relaciones de producción, siendo lo lógico que estas cedan y recobren
un nuevo impulso con nuevas relaciones de producción
Ahora bien, esto llevó a que Marx investigue si eso fue así siempre, y obtuvo resultados
positivos. Admitió que en toda la historia de la humanidad el hombre ha pasado por los siguientes
estadios o modos de producción: el comunismo primitivo; el esclavista; el feudal; el capitalista.
En ellos siempre predominó un tipo de relación entre productor directo y explotador, entre amo y
esclavo, entre Señor y siervo y entre burgués y proletariado. Esas relaciones las llamó división de
clase, en la cual una clase goza de privilegios y predomina sobre otra que es explotada. Esas
relaciones fueron conformando toda la estructura de la sociedad, y sobre esa base económica-
productiva se desenvuelve todo el repertorio ideológico e institucional y político.
Así es como Marx forma su modelo de base y superestructura, en donde la base (fuerza de
producción, economía, distribución, etc.) determina a la superestructura (Estado e instituciones).
Con este modelo debería, según Hobsbawm, empezar todo análisis histórico, pero de ninguna
manera es la explicación definitiva, ya que el análisis histórico debe estar orientado a explicar el
cambio. Y según Hobsbawm, el marxismo es el único enfoque que puede dar tal respuesta.
Hobsbawm defiende al marxismo contra el estructuralismo y el mecanicismo, por un lado,
y contra el marxismo vulgar por el otro. Su táctica es que, mientras los otros enfoques son
simplistas, ahistóricos o económico deterministas, el marxismo es el único informe que puede
explicar la dinámica del cambio así como también la estabilidad de una estructura social dada. Se

Página 16 de 27
diferencia en que posee los conceptos de base y superestructura, es decir, que hay una jerarquía o
nivel de fenómenos sociales y en que existen contradicciones internas dentro de la estructura.
El concepto de jerarquía de niveles es necesario para explicar porque la historia tiene una
dirección, según Hobsbawm. Es el análisis de las fuerzas y relaciones de producción que
predominan en una sociedad, lo que implica un análisis no solo económico sino sociológico.
Explica también como el hombre se organiza para controlar la naturaleza y como desarrolla las
técnicas y tecnológicas con ese fin. De manera que cada cambio en las fuerzas materiales de
producción conlleva un cambio en las relaciones de producción.
El segundo concepto es la existencia de contradicciones dentro de un sistema
socioeconómico que proporcionan los mecanismos para el cambio y se convierten en desarrollo.
Dentro de la estructura hay elementos tanto estabilizadores como desestabilizadores del sistema
vigente, es decir, la sociedad está en constante tensión entre estos dos factores, que pueden ser
reabsorbidos por el sistema o atacados por él.
De aquí lo fundamental del marxismo en la aplicación para la historia. Es este un modelo
para explicar el cambio y la evolución de la humanidad, desde su más primitiva existencia hasta
hoy. Por ello podemos decir con Hobsbawm que el marxismo es la base para cualquier estudio
adecuado de la historia, porque hasta ahora nadie ha podido formular un enfoque metodológico
que conciba a la historia como totalidad y que explique el proceso entero de la evolución humana.
Hubo una escuela que se constituyó en el período de postguerra en la década de 1950, fue
la de los historiadores marxistas británicos. Entre ellos encontramos a Hobsbawm, Hill, Hilton,
Rafael Sewell, E.P. Thompson, entre otros. Básicamente se dedicaron a un análisis de la historia
del desarrollo del capitalismo desde una perspectiva que se ha dado a llamar “Historia desde
abajo”, centrada en una hipótesis común de trabajo que es el análisis y desarrollo de las luchas de
clase, es decir, se centran en los sucesos que quepan en la categoría de rebelión, revolución y
resistencia. Estos historiadores pertenecieron al partido comunista británico, es decir, tenían un
compromiso explícito político, y en sus obras, trataban de concientizar a la sociedad de sus fines,
así como también de sus posibilidades.
Estos historiadores, siguiendo la tesis de Marx, sostenían que “toda la historia de las
sociedades es la historia de la lucha de clases”. Para ello necesitaron romper con las tradiciones
históricas vigentes como la de los grandes relatos, la historia positivista centrada en personajes de
la alta política; así como también las no tan vigentes como las estructuralistas y las marxistas

Página 17 de 27
deterministas. Tomaron como sujetos históricos a personas, pero personas de los estratos bajos de
la sociedad: obreros, campesinos, artesanos, zapateros, hilanderos, etc. Luego se propusieron
rescatarlas del olvido a partir de la narración de sus experiencias, sus vidas y sus sentimientos e
ideales. Pero se centraron más que en nada en sus luchas y sufrimiento por parte de la clase
dominante, y como “esas luchas de clases” conllevó al desarrollo histórico en el que la base
económica determina la superestructura política-judicial, entendiendo que en la base se agrupan
las distintas relaciones de producción, que son relaciones en que una parte domina y la otra es
dominada. Pero como consecuencia del desarrollo de las fuerzas de producción se van gestando
conflictos, ya que ese desarrollo tiende a cambiar las relaciones de producción anteriores. Es en
ese conflicto (conflicto de clases) en que se puede apreciar el equilibrio y desequilibrio de fuerzas
que impulsan al proceso histórico. De esta manera trataron de superar el determinismo
económico de los “marxistas vulgares”, destacando que las luchas de clases dan forma al modo
de producción son influyentes tanto en su éxito como en su fracaso. Pero la más importante que
da el análisis de las luchas de clases es que se puede apreciar el proceso, el desarrollo y la
historicidad del modo de producción. Uno de los historiadores que mejor ha hondado en el tema
del concepto de “clase” es E. P Thompson. El describe en su obra titulada “la formación de la
clase obrera en Inglaterra” como la formación de la susodicha clase no se dio de golpe ni fue
producto de o determinada por, la Revolución Industrial. La clase obrera tiene su historicidad, su
formación, su proceso que solo puede ser atestiguada por su propia experiencia, es decir por las
condiciones en que tuvieron que vivir, trabajar, luchar, sufrir y morir los protagonistas de los
estratos subordinados. Thompson afirma que ese proceso se puede situar desde 1780 hasta 1840-
43, en ese transcurso las fuerzas y formas de producción tuvieron una serie de transformaciones
que influyeron negativamente en el estrato social que comprendía campesinos, hilanderos,
zapateros y trabajadores manuales. Cuando esos grupos vieron que sus diferentes experiencias
eran no tan solo comunes en lo sentimental sino también en el enemigo y sus intereses y luego
empezaron a articular sus esfuerzos, fue ahí que formaron su conciencia de clase. Pero no fue esa
clase y su conciencia, algo nacido de la nada, en realidad reivindicaban derechos y deseos muy
anteriores a la revolución industrial, en este caso, el del “Inglés nacido libre” que encerraba unos
cuantos valores como la justicia, la educación, la libertad y la autonomía individual. ¿Por qué
se da esta formación y conciencia de clase en la coyuntura de 1780-1840? Principalmente, la
unión de los aristocráticos con los fabricantes posibilitó que gran cantidad de personas sin tierra o

Página 18 de 27
empobrecidos queden totalmente libradas a la suerte y dominio de los fabricantes. Esto se dio por
un conjunto de sucesos: la revolución francesa y la carta de los derechos del hombre y el
ciudadano; un gran crecimiento demográfico en Inglaterra; y la perdida de propiedades
comunales de miles de campesinos, lo que se llamó ENCLOUSURES. Es en esa coyuntura que
los estratos bajos fijaron su unión y se dieron cuenta que sus experiencias, su lucha y resistencia,
y sus fines e ideales eran los mismos. Teniendo en cuenta esta coyuntura “¿Era la clase obrera de
Inglaterra importante en la vida política?” Podemos decir con Thompson que “La clase obrera era
el factor más significativo de la vida política”. La clase gobernante, es decir, la aristocracia y los
patronos solo pudieron superar sus antagonismos cuando se percataron de que había una gran
parte de la población que disentía de ellos y que era necesario neutralizar.
Conjuntamente con estas corrientes y demostrando su descendencia del romanticismo,
está la Historia Popular. Una historiografía que, por un lado es una ofensiva a la historia
tradicional decimonónica y, por el otro, un intento de rescate de las clases oprimidas que no
pudieron dejar testimonios escritos. Está muy emparentado con la historia desde abajo, solo que
no es su prioridad el análisis de luchas de clases y abarca mayor cantidad de sujetos. Lo que
tratan los historiadores populares es rescatar los pequeños detalles de la vida cotidiana de la gente
común en una determinada época. Una de las problemáticas a la hora de elaborar este tipo de
historia es el alcance o límite y hasta el significado concreto del concepto “pueblo”. ¿Quiénes
entran dentro de tal categoría? Siempre que se habla de pueblo, sin embargo, se está hablando de
un grupo mayoritario pero que no queda claro porque el término es relativo dependiendo de la
perspectiva: si se considera la riqueza, el pueblo son los pobres; si la educación el pueblo son los
analfabetos o “sencillos” (el término es de Michelet). Para los marxistas el pueblo son las
relaciones de producción; para el folclore el pueblo es el campesino; para los sociólogos es la
clase obrera. En fin, no se llega a un consenso definitivo sobre el término.
La historia popular, sin embargo, tiene una tradición que se puede remontar hasta el siglo
XVIII convoco en su “ciencia nueva” en donde arma el modelo de lucha de clases. Pero quienes
más fomentaron y principiaron este tipo de historia son los historiadores liberales franceses del
romanticismo quienes centraban su atención en el poder de las clases subyugadas y más bajas de
la sociedad. Dentro de este grupo entraban Thierry, Michelet, Guizot, Mignet. Ellos se
preocuparon por desterrar la historia de la baja sociedad, de los trabajadores y los campesinos, así
como de las mujeres en contextos que no se los habían considerado. Pero Michelet considero yo,

Página 19 de 27
fue quién más propulsó esta idea: él consideraba la importancia de las fuerzas colectivas en el
desarrollo de Francia; a los acontecimientos como fenómenos sociales subyacentes; a los
individuos como representantes de movimientos y grupos; y a la totalidad de la sociedad como un
organismo. Se puede relacionar precursoramente a la historia popular como sucesora de la
historia de la cultura o de las civilizaciones. Los historiadores de este campo trataban de dar un
sentido global y universal a la historia de la humanidad, tratando de reducir todos los
acontecimientos y cambios a procesos de “uniformidad universal”. Su afán era explicar cómo
funciona la historia. Pero en ese afán no había lugar para el acontecimiento. Allí la contingencia
era descartada y la necesidad regía en su lugar.
Hay problemas para un entendimiento con el marxismo. Sin dudas, la historia popular no
es tan analítica en los aspectos más general. Pero según Raphael Sharlwel, debería haber un
entendimiento, puesto que no se puede dejar de lado esos testimonios silenciados que podrían dar
más claridad a la teoría materialista. Y también nos aclara que Marx implementó el término
popular pero como “proletariado” ya que asignaba a un estrato mayoritario.
Parece ser, según lo dicho, que la historia popular y el marxismo histórico pueden sacarse
provecho mutuamente. Al marxismo le es necesario un acercamiento a las clases bajas de la
sociedad, de las clases subalternas. A la historia popular le es necesario unir lo particular con lo
general, un análisis en larga duración y estructural. Le es necesario también mejorar sus
métodos: profundizar más en las fuentes orales, con ayuda de la lingüística estructural para poder
entender la simbología y el lenguaje oculto, para poder establecer la dualidad entre lo que se dice
y lo que se oculta con lo dicho.
Cuestionamientos del modelo estructural en los años 70: ¿Fragmentación o redefinición
de la historia total? Los retornos en la historiografía francesa. La vuelta de la historia narrativa, la
historia política, el acontecimiento, la biografía, individuos. Del desmigajamiento de la historia al
Tournant critique.
La historia social y la multiplicación del sujeto: las clases subalternas, las mujeres, la
gente corriente. La recuperación de las historias de los sujetos subalternos y los nuevos
problemas metodológicos y conceptuales. Implicaciones en el punto de vista del historiador.
Algunas de las múltiples direcciones del conocimiento histórico desde los años 70: La nueva
historia política, la historia cultural, la historia intelectual, las mentalidades, la historia oral.
Respuestas historiográficas frente al descentramiento del sujeto, la crisis de los grandes relatos y

Página 20 de 27
la devaluación de las nociones de prueba y verdad: la propuesta anti escéptica de la microhistoria
Italiana. Las relaciones entre la cultura popular y cultura docta: proyecciones en los debates
actuales sobre el conocimiento histórico. Dispersión de los sentidos de la palabra historia en la
era de las catástrofes del siglo XX. La emergencia de los testigos. Nuevos diálogos entre historia
y memoria. Problemas metodológicos de un campo en expansión: La historia reciente y la
reflexión sobre las dimensiones ético- políticas del conocimiento histórico. El problema que
reaparece: la historia entre la pregunta por la identidad y la pregunta por la universalidad.
Llegada la década de 1970 nos encontramos con dos sucesos en el mundo histórico: en
Annales hay un cambio en la dirección de la revista. Braudel deja el cargo a una serie de
historiadores de nueva generación: Furet, Le Goff, Le Roy Ladurie. A este cambio le sobrevendrá
el regreso de la narración, el acontecimiento, lo político y lo individual. El segundo suceso es el
desarrollo y desmigajamiento que provoca la historia social como síntesis. Este desmigajamiento
obedece, en parte, a la disolución de no encontrar una historia total, con los modelos
estructuralistas o marxistas y por otro lado, a un vuelco de los nuevos historiadores por el detalle
y el hombre como análisis histórico que pueda acercarse al entendimiento de la sociedad de su
tiempo. Hay un debate en 1982 entre H. Stone y E. Hobsbawm sobre porque se está dando, en
historia, una vuelta a la narración cronológica-descriptiva, al interés por el individuo y lo político
como variantes independientes y la proliferación de la historia de las mentalidad y la vida privada
de personajes oscuros o comunes. Nos dice Stone que se debe a la devaluación que han tenido 3
corrientes historiográficas “Científicas” durante los últimos 50 años: El marxismo, con su análisis
de lo económico y social alrededor de una preocupación como la lucha de clases y su modelo
base – estructura que lo llevó a formular modelos deterministas. Otra corriente es la que comenzó
con Annales en 1945, que él la llama ecológica – demográfica y que también cuestionaba la
voluntad del hombre en lo que respecta su destino tanto individual como social y que todo ello
estaba influenciado por las condiciones geográficas, los ciclos de producción y el crecimiento o
decrecimiento demográfico. La otra corriente, de origen estadounidense, es la cliometría, que en
su afán de demostrar la verdad histórica con números y ecuaciones algebraicas quitaron todo lo
cuantificable como importante o más que las estadísticas; hicieron ilegible la historia; sus fuentes
y métodos no eran creíbles y no lograron demostrar nada nuevo que la historia tradicional o las
otras dos corrientes ya habían demostrado con anterioridad. Stone nos sigue diciendo que estas
3 corrientes tenían el afán de responder las grandes preguntas de la historia, así como también

Página 21 de 27
una certidumbre inconmovible de que esas respuestas se hallaban en los motores de la sociedad,
es decir, en lo económico – productivo y en lo social- económico. Así como también una
propensión a investigar más lo inconsciente que lo consciente. Pero estas concepciones tiraron a
tercer plano lo que concierne a lo acontecimental, la elite, la cultura, lo político, lo intelectual y
todo en lo que no encajaba en la larga duración ni en la coyuntura socio – económica. Esta forma
de hacer historia conllevó a que se desprestigie justamente los momentos y sujetos en los que se
efectúa el cambio, en la elite, en lo político y en lo intelectual. Descuidaron esos historiadores los
efectos de la voluntad personal o colectiva de los hombres para construir su destino y superar los
problemas, así como también los efectos que produce la guerra y las enfermedades en los
individuos y que determinan de igual forma a la sociedad. Por ello, algunos historiadores, como
George Duby, Le Roy Ladurie, Hobsbawm entre otros, vieron necesario volver a tomar
conciencia sobre la importancia de lo político en la vida social. En realidad, por lo visto, la nueva
tendencia va mucho más allá que el modo de contar la historia, se trata de un desplazamiento en
los objetivos, los métodos, los temas, etc. Esto se da por un interés de explicar “ al hombre en sus
circunstancias” Se quiere ver como un hombre reaccionó ante sus circunstancias, por eso los
estudios psicológicos con ayuda de la antropología de individuos pueden dar pistas esclarecer
formas de sentir y de pensar de personas comunes, se puede descifrar relaciones familiares y de
poder, comportamientos sexuales, expresiones y gestos, sentimientos, ilusiones, las moviciones,
religiosidades, actitudes ante la vida. La procreación, el aborto, el patriarcado, la relación entre el
hombre y la naturaleza, los valores, las tradiciones, etc. Se da una definitiva devaluación del
determinismo al considerar a la voluntad del hombre como variable indeterminada. El modo
narrativo descriptivo se da como el modo de excelencia para explicar coherentemente y dentro de
una línea continua de tiempo esa labor e importancia del hombre en la vida. Hasta aquí lo
dicho por Stone, parece que hay una ruptura en los 70 con el modelo estructuralista. Pero para
Hobsbawm la vuelta a la narración es una de las continuidades inevitables de la historia social.
Lo deja bien en claro al utilizar la metáfora del telescopio y el microscopio. Él dice que esta
vuelta a la narración se debe a que algunos historiadores quieren ver la totalidad desde la parte,
como si usara el microscopio, a diferencia de aquellos que primero se deciden por establecer la
estructura, bajar a las relaciones sociales y generalizar, como si usaran el telescopio. Pero que
tanto el uno como el otro ven el mismo universo y tratan de explicarlo. Si hay historias narrativas
de individuos para desterrar representaciones colectivas psíquicas de la época. Pero se le da

Página 22 de 27
proyección de larga duración y se la trata de establecer en la estructura para que tenga sentido.
Según Hobsbawm, no hay ruptura con los viejos paradigmas, paradigmas, estructuralistas, sino
un ensanchamiento de la historia social que ya no quiere ser total y, por lo tanto va en busca de lo
individual para poder generalizar. Es por ello que la historia narrativa se brinda como más
adecuada a la hora de hablar de estos temas. Pero hubo otros retornos en los años 70, a saber, se
produjo un retorno del acontecimiento. Yo diría más bien, una revalorización del acontecimiento
como punto concreto, material en la coyuntura. Lo que ahora se hace es tratar de reinsertar el
acontecimiento en la estructura para que pueda esclarecerse. Además, el acontecimiento no puede
ser explicado sino en relación con la estructura y la coyuntura de la que es producto. Toda la
globalidad puede caber en el acontecimiento si se lo relaciona así.
Otro retorno es el de lo político. Largamente desechada por la escuela de Annales y el
marxismo, los historiadores se preocuparon más por las fuerzas materiales y sociales. Pero como
producto de los medios de comunicación y de la política en la vida de las personas, cosa que
antes no sucedía a tal escala, se ha dado una reinserción de lo político en la historia, producto,
también de la politología, como ciencia que estudia el poder. Y esta será la problemática de la
historia, el poder y sus influencias y representaciones en el destino de la sociedad. Se ha tomado
conciencia en el mundo de los historiadores de que lo político ya no está tan determinado como
antes, se ha vuelto más organizado, lo que le permite poder planificar la economía, la sociedad y
el reparto. De qué manera se manifiesta ese poder; mediante qué instituciones; qué tanto las
personas influyen en él; cómo es el comportamiento de los electores y el de los elegidos durante
el acto electoral; son estas algunas de las cuestiones que la historia trata de develar con lo
político. Otro retorno es el de la Biografía. Sin duda es por una gran parte, el resultado del
rechazo de la historia estructural sin individuos no elegancia, abstracta y monótona, por parte del
público. Por otro, un intento de explicar la globalidad a través de un único personaje, ya sea este
oscuro o conocido e influyente. Tenemos el ejemplo de Ginzburg con su obra: “El queso y los
gusanos” que recrea la vida de un molinero del Friuli y a través de un juicio por herejía, logra
revelar las creencias y sentimientos no solo del protagonista, sino también de los testigos y de
todo el pueblo.

A mi entender, estos retornos se dan por dos factores:

Página 23 de 27
• El factor de la demanda, del público, que pide no análisis abstractos de una historia
sin hombres, sino más bien una historia bien contada, con trama, con personajes, entendible,
actual.
• El factor de la producción, ante la imposibilidad de llegar a una historia total,
global o síntesis, que era lo que se pretendía con la historia social, los historiadores prefirieron
aferrarse a uno de los tantos temas que se quería totalizar, y, en cambio, se pusieron a estudiarlos
con profundidad. De allí salieron el estudio de las mentalidades y el de las relaciones de género.
Una de las especializaciones en las que se vio fragmentada la historia social y que más
fuerza tiene, es la historia de género. Esta historia, que también es un enfoque y plantea nuevas y
distintas preguntas al pasado, proviene de dos vertientes, una historiográfica y la otra política. La
primera es la de la vida material y cotidiana, que al profundizar sus estudios se topó con la mujer,
por ser ésta encasillada al estrato privado, íntimo, hogareño, de la sociedad. Se la empezó a ver
como factor o personaje en la historia de la familia, de la sexualidad o del hogar. La mujer así,
empezó a ser parte referencial de la historia. La otra vertiente que influyó fue la del movimiento
feminista en los años 70´. Este movimiento hizo uso de la historia para tratar de desenterrar a la
mujer del olvido y de la omisión, pues la historia, o mejor dicho, la historiografía concebida hasta
ese entonces, omitía la incidencia de la mujer en la historia y todo el protagonismo se lo llevaba
el hombre o los hombres. Se comenzaron estudios historiográficos sobre la mujer, se empezó a
acumular información y datos tanto materiales como escritos, tanto oficiales como literarios, y
empezar a hacer una historia que tenga como protagonista a la mujer y no el hombre. En esta
primera instancia, una instancia de restitución y reintegración de la mujer a la historia, se la
llamó, historia de las aportaciones femeninas a la historia. Aquí la mujer era sujeto, objeto y
protagonista de la historia.
Pero, pronto esta historia, cargada de afectos políticos e ideológicos del momento, se vio
insuficiente, cuando no víctima de groseros anacronismos. Se vio la necesidad de unir a esta
historia de la mujer a un aspecto más global, la historia social. He aquí, que se reconoció a la
mujer como lo femenino relacionado con lo masculino y que mediante esa relación sexual en la
sociedad se podría dilucidar las relaciones de género, es decir, las formas en que el ser mujer y el
ser hombre se relacionan y construyen, interactúan y cambian a la lo largo del tiempo.
Deviene así la historia de género. Un enfoque que plantea preguntas nada despreciables.
El género se entiende como una categoría social, es decir, es parte de un todo que es la sociedad.

Página 24 de 27
Pero también es un proceso de construcción con sus cambios y continuidades. Se trata de dar
respuestas a preguntas tales como: ¿Qué se entendía por ser mujer y ser hombre en determinado
periodo histórico? ¿Cómo se manifestaban esas relaciones de género? ¿Cómo sobrellevó la mujer
y el hombre los momentos cruciales de la historia? ¿Qué efectos tuvieron en cada uno de ellos?
¿Qué aspectos perduran en las relaciones de género y cuáles cambiaron? ¿Por qué?
Estas cuestiones tratan de desvelar aspectos de la sociedad que antes permanecían
ofuscados. Las relaciones de género son construidas por la cultura que los acoge. Si se esclarece
eso, se pueden esclarecer otras construcciones distintivas de cada sociedad y así desentrañar su
forma de organización y estructuración. Pero también su historicidad.
El otro enfoque que también tuvo y tiene éxito en la historia, luego de la profundización
de la historia social y su expansión, es el estudio de las mentalidades. Producto de otras
especializaciones por un lado, producto de una segunda vía de estudio de la primera generación
de Annales, por el otro. Deviene de la historia material o de la vida privada y retoma los estudios
de Marc Bloch y Lucien Febvre con respecto a la historia de las ideologías y de las mentalidades.
Esta última vía había sido abandonada por la segunda generación de Annales al especializarse
más en economía y por el modelo estructuralista del que se aferraron.
Si hay que dar una definición de lo mental, yo diría que es el estudio de los aspectos
subjetivos tanto individuales como colectivos en contraste y relación con los aspectos objetivos
de la realidad material. Teniendo en cuenta esto, las mentalidades se ven enfocadas en descifrar
como vivieron las personas su realidad, es decir, cuáles eran sus formas de sentir y expresarse, de
comprender la realidad, su relación íntima con la naturaleza, su organización familiar, su
conducta, los símbolos que usaba o respetaba, sus temores, etc. Todo esto con el auxilio de
disciplinas nada oscuras ni obsoletas: la antropología y la psicología social. Se puede llegar así a
reconstruir el mundo subjetivo social de los individuos de cada estrato o clase y ponerlo en
confrontación con su mundo real objetivo, y así, divisar su comportamiento justificado, sus
actitudes y, claro está, su variabilidad, su historicidad.
Las mentalidades incluyen como campos de investigación 5 aspectos de lo mental: lo
racional, lo emotivo, lo inconsciente, lo imaginario y la conducta. Lo racional en tanto es obra de
todo lo que el pensamiento humano y estructurado ha hecho, es decir, el pensamiento intelectual.
Esto puede dar respuestas a ¿Qué era lo racional? ¿Qué relación tenía con la época? El otro
componente es el emotivo. Esto es, las formas de sentir y de pensar que predominaban en cierta

Página 25 de 27
época y lugar. Esto comprende las actitudes ante la muerte, la familia, la religión, los niños, la
seguridad, el amor, la amistad, etc. Otro componente es el de lo imaginario, el mundo interior de
la sociedad distanciado de la realidad, el conjunto de representaciones mentales de la realidad,
ante todo imágenes y símbolos. Nace y se desarrolla esta historia del imaginario colectivo a partir
de la unión entre la historia y la antropología. Es interesante este enfoque ya que demuestra que
se imaginaba la sociedad de su entorno real y sus condiciones. Por ejemplo, que imagen tenían de
los reyes y los sacerdotes, del mundo y de lo desconocido, mitos, rumores, creencias, etc. Nos
queda, pues, lo inconsciente y la conducta como últimos aspectos del estudio de lo mental. Por lo
inconsciente nos referimos a un enfoque que nace de la unión entre la historia y el psicoanálisis.
Tiende a dilucidar sobre los procesos mentales que influyen sobre la conducta y escapan a la
conciencia. Lo que nos deja al último aspecto que es la conducta. Lo que el hombre hace y los
actos sociales son de importancia, ya que son el reflejo de aspectos mentales, y nos aclaran la
imagen de su atmosfera psíquica.
Vista las mentalidades, su enfoque quiere ser global. Porque a través del estudio,
profundización y relación de estos aspectos de lo psíquico y lo material podemos conseguir la
visión de la subjetividad humana, es decir, podemos aprehender la historia desde el interior del
sujeto. Pero la globalidad se alcanza cuando confrontamos esta realidad social subjetiva con la
realidad social objetiva. De allí podemos entrever la relación, juego y dialéctica que existe entre
lo subjetivo/objetivo, lo real/su interpretación, estilo de vida/ formas de vivir distintas,
cambio/estructura, mental/material, etc. Se puede así entender mejor tanto los grandes como los
pequeños acontecimientos del pasado, a partir de la subjetividad humana.
Uno de los problemas al abordar el estudio de las mentalidades es el uso de las fuentes.
Según Carlos Barros, todas las fuentes son útiles, en tanto que fueron escritas por personas
influidas consciente e inconscientemente por la atmosfera mental del momento. Pero no solo lo
que dice es de importancia, lo que se omite, el silencio, también es igual o más importante. Hay
documentos que son más útiles que otros, por ejemplo, las actas judiciales, los testamentos, los
exvotos, nos dan una idea de los sentimientos y pensamientos de las personas con respecto a la
muerte y la religión. Los documentos no escritos así como también los hallazgos arqueológicos
nos ayudan a comprender formas de vivir, de sentir, etc. El tratamiento heurístico de las fuentes
también debe ser distinto, ya que si bien el objeto es el mismo, su enfoque no. Si se quiere saber

Página 26 de 27
lo que se pensaba, se creía y se sentía en determinada época, el historiador debe buscar ayuda en
otras disciplinas especializadas como la Antropología y la Psicología Social.

Página 27 de 27

También podría gustarte