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Fósiles: ¿cómo un hueso se transforma en

piedra?
Los restos de animales o plantas pueden a veces permanecer casi intactos y llegar hasta nuestro
tiempo, pero es un proceso rarísimo muy poco frecuente, y se llama fosilización. Aprovechando la
exposición “El Regreso de los Dinosaurios: 65 millones de años después”, revisamos este fenómeno.
Los animales y las plantas se descomponen rápidamente después de muertos. Todo se
disuelve, comenzando por los tejidos blandos y luego por los restantes, sobretodo si
quedan expuestos a la intemperie. Lo más resistente es el esqueleto, en particular las partes
más compactas del hueso, como las mandíbulas, el cráneo y los dientes. Pero también estas
partes se van desintegrando lentamente, en un lapso de tiempo que depende del ambiente
circundante.
Cuando un animal salvaje muere, generalmente es devorado por otros animales
carnívoros en primera instancia, y luego por carroñeros. Los huesos ya despedazados y
roídos, son más tarde agredidos no sólo por las bacterias, sino también por los agentes
atmosféricos: sol, lluvia, sequedad, humedad, alzas de temperatura y viento terminan por
pulverizarlos. Así toda la estructura se desintegra, se dispersa en el terreno y no quedan
rastros.

Pero hay casos muy excepcionales que escapan a la regla; por ejemplo, animales que
quedaron aprisionados en el hielo, como los famosos mamuts de Siberia, o ciertos insectos que
son capturados en la resina.

Y en algunos casos, ciertas estructuras biológicas pueden permanecer casi intactas y llegar
hasta nuestro tiempo: eso sucede cuando se verifica el fenómeno (rarísimo) de la fosilización.
Es decir,cuando la tierra rápidamente envuelve los restos animales o vegetales en un
ambiente adecuado para protegerlos.

El caso más típico se origina por una rápida sepultura debajo de un sedimento muy fino. Eso
sucede por ejemplo, cuando un animal muere al borde de un lago o en la ribera de un río, o es
sepultado por un desmoronamiento o por una inundación. El sedimento sella el cadáver,
aislándolo de los agentes que lo podrían degenerar. Sólo las aguas de filtración logran
alcanzarlo provocando una lenta, pero continua sustitución de las moléculas, gracias a las
sales minerales disueltas en el agua.

Cuando las partes sólidas como huesos o caparazones, incluso tejidos blandos, se reemplazan
por minerales, como carbonato de calcio o sílice, los fósiles se denominan petrificaciones. Es
como un autobús sobre el que  poco a poco suben pasajeros mientras otros bajan: al final
todos los pasajeros han sido sustituidos, y aunque el autobús parece el mismo de siempre, es
un fósil.

Esta fosilización requiere de tiempos muy variables dependiendo de la situación:


generalmente es del orden de muchos miles (a veces decenas de miles) de años. Cuando el
proceso no ha sido completo se tiene los llamados ‘sub-fósiles’.

El tipo de minerales que se encuentra en el terreno condiciona naturalmente los colores y la


consistencia de los fósiles, que pueden así parecer grises, blancuzcos, marrones y hasta
negros. La lenta sustitución molecular hace que su aspecto permanezca exactamente igual al
original, tanto es así que a menudo, también al microscopio electrónico la estructura aparece
totalmente similar.

Esta esquemática explicación nos hace darnos cuenta de cuán raro es el evento de la
fosilización, que sucede sólo en circunstancias excepcionales. Por eso es tan difícil
encontrar fósiles.
La mayoría de las veces los fósiles se encuentran escondidos bajo la tierra, lo que dificulta
aún más su descubrimiento. Ningún radar o sensor los puede reconocer, justamente
porque son simples minerales, no diferenciables en su composición de cualquier otra piedra
del terreno.

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