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Buenos días:

Quiero agradecer primero que todo la invitación que me hizo la dirección de posgrados a
este ciclo de conferencias. Mi intención es compartir algo de lo que he hecho y aprendido a
lo largo de mi vida profesional y que puede ser útil como herramientas de análisis de lo
que estamos viviendo actualmente.

Quise hacer mi charla sobre dos aspectos que están siempre presentes en las situaciones de
crisis. No son los únicos y tal vez no siempre son los más importantes, pero, din duda, son
aspectos que se toman en cuenta a la hora de analizar el impacto de las crisis en la salud
mental de una población. Mi experiencia ha sido en situaciones de violencia (conflicto
armado, guerras) y de catástrofe natural, si bien también tuve una breve experiencia
profesional en un contexto de epidemia (en la epidemia del cólera).

El primer tema es sobre lo traumático. Una de las primeras cosas que leí, con base en una
investigación hecha en el Reino Unido, reportaba como uno de los impactos de la
cuarentena eran los síntomas de estrés postraumático. Los que me conocen saben que no
acostumbro a usar este tipo de categorías diagnósticas, sino una que abarca un espectro
más amplio de fenómenos que podríamos denominar “lo traumático”. Entonces, la
primera temática era sobre cómo se manifiesta, o se evidencia lo traumático en estas
circunstancias.

1. Como muchos de ustedes saben lo traumático hace referencia a la irrupción en el


psiquismo de eventos que, por sus características, son difíciles de elaborar.
Podríamos usar un término mucho más cercano a las personas que no son de la
disciplina, como asimilar. Tengo que aclarar, y para ir hilvanando las ideas, que no
existen eventos traumáticos. No existen simplemente porque lo traumático es lo
que queda en el psiquismo después del encuentro con el evento. Hay un término
que usa un psiquiatra israelí en el que me baso en gran parte, para referirse a los
eventos que comúnmente denominamos traumáticos, y es el de lo disruptivo. Los
eventos disruptivos tienen ciertas características lo disruptivo se caracteriza por:
ser inesperado, minar el sentimiento de confianza en los otros, contener rasgos
novedosos o difíciles de interpretar, amenazar la integridad y distorsionar o
destruir el entorno. Casi todo esto caracteriza lo que estamos viviendo en estos
momentos. Un mismo evento disruptivo puede producir diferentes efectos en el
psiquismo, o ninguno.

Lo traumático tiene una especificidad y es que produce una falla en la capacidad


de elaborar. Es decir, normalmente tenemos la posibilidad de incorporar las
diferentes vivencias en nuestra biografía, de modo que podríamos casi que
construir un relato más o menos consistente de nuestra historia. Este relato, por
supuesto, está teñido de elementos muy subjetivos. En cambio, este tipo de eventos
quedan como desarticulados, sueltos, casi que parasitando y, no solo eso, sino que
producen sufrimiento.

2. Entonces mi primara aseveración es que lo que estamos viviendo no responde a la


lógica de un encuentro con un evento puntual en el tiempo, que tiene los efectos
antes mencionados en el psiquismo; sino que responde a la irrupción, más o menos
gradual, de una serie de situaciones que han venido transformando la realidad de
las personas. Podemos afirmar que, si bien lo traumático es omnipresente en las
situaciones de crisis, la coyuntura actual nos invita a hacer otro tipo de análisis.

3. Benyakar, el autor del que les hablé recurre a un concepto para pensar situaciones
que, como esta, se van cronificando. Les llama “entornos disruptivos” y los define así:
Denomino “entorno disruptivo” al medio humano y físico masivamente distorsionado por
la ocurrencia de hechos disruptivos, que instalan una deformación ambiental, que puede
devenir crónica. Los entornos disruptivos son aquellos contextos vitales en los que se
dislocan las relaciones entre las personas y entre éstas y el medio físico y social.

4. Hay que decir que lo que cambió, en nuestro caso, no fue el entorno físico como tal,
sino las normas que regulan la vida cotidiana y, evidentemente, la percepción que
tenemos de este. El sistema social-cultural es como la brújula que nos permite
movernos en el mundo. Cuando esto se altera, hay una desestabilización de los
aspectos más básicos que nos permiten actuar y tomar decisiones.

5. El efecto desorganizador de estos entornos suscita reacciones impulsivas y


desesperadas. Y estas respuestas producen a su vez más distorsión. Una amenaza
tan difusa con un virus produce un ambiente paranoide, donde todo, no solo las
personas, puede ser peligroso. Y ya sabemos lo que hacen las personas con miedo.
No todas tienen las mismas reacciones, algunas salieron a vaciar los
supermercados en los primeros días, otras reaccionan agresivamente ante aquello
que consideren una amenaza (por ejemplo, el personal médico). Otras más bien
recurren a un mecanismo que técnicamente podríamos llamar “desmentida” un
hacer como si nada estuviera ocurriendo. Las amenazas no necesitan hacerse
realidad para tener un impacto y en esto tiene un papel fundamental los medios de
comunicación. Los medios difuminan la información de tal manera que más
personas se sienten amenazadas, y los medios no oficiales como las redes,
favorecen aun más la distorsión de la información.

6. En un entorno como el actual, sobre todo ahora que andamos con mascarillas y que
somos potencial amenaza para los otros, las personas se vuelven ajenas, extrañas y
hostiles. Hay una amenaza de ruptura del vínculo social, de disgregación
generalizada. Piensen, por ejemplo, en cómo la percepción que se tiene del
personal sanitario se va distorsionando a tal punto de convertirse en personas
dignas de discriminación y desprecio. Al igual que en contextos de violencia, la
confianza básica en el otro rota en estas situaciones es indispensable para sostener
la identidad colectiva.

7. El miércoles Nelson hablaba de la incertidumbre y el tiempo. Pues bien, la


situación actual hace que las personas se suman en un grado de incertidumbre que
les impide anticipar el futuro. Es posible que buena parte de la población viva “al
día”. Pero otras viven con proyectos que se van estructurando a mediano o largo
plazo.

DUELO:

Las pérdidas no son solo materiales, sino simbólicas. La pérdida de los espacios sociales,
de ciertas actividades fuertemente investidas, son pérdidas que entrañan procesos
psíquicos similares al duelo. Pero quería centrarme en las pérdidas reales y, sobre todo, la
dimensión que adquieren estas pérdidas en un contexto como el actual.

Los duelos son procesos normales, pero pueden complicarse bajo ciertas circunstancias.
Quiero recurrir a Freud que fue el primero que habló del duelo en tanto fenómeno
psicológico. Freud decía que uno de los momentos lógicos de la elaboración de los duelos
era lo que el denominaba prueba de realidad, que no es otra cosa que la visión del cadáver.
Freud escribe esto en un texto muy corto, además que el objeto real de su escrito no era el
duelo, sino la melancolía. Hoy podemos entender que se trata de algo más amplio que
consiste no tanto al hecho real de constatar la muerte del ser querido, sino al fenómeno
simbólico, es decir, el rito funerario.

Los ritos están destinados tanto al doliente como al muerto. En los dolientes facilita la
transición por muchas razones. Es un momento que marca un antes y un después y
favorece otros fenómenos del orden social, pero que repercuten en lo individual, entre
otros la expresión validada de los sentimientos. Los rituales culturales registran momentos
cruciales en la vida de los seres humanos, como el nacimiento, la sexualidad y la muerte.
Sabemos que la no realización de los ritos dificulta la elaboración de los duelos. Los ritos
funerarios tienen muchas funciones importantes, entre ellas, la reivindicación de la imagen
del muerto.

Los familiares de personas que mueren en estos tiempos, incluso si es por causa del virus o
no, se enfrentan a unas situaciones que les impiden despedir a su ser querido en
condiciones habituales. Seguramente, muchos vivirán lo que se ha denominado “pérdida
ambigua”, es decir, tienen una sensación de irrealidad (mucho más fuerte) acerca de la
muerte de su ser querido. Algunos también han hablado de duelos congelados o duelos
coagulados. Es una hipótesis que se tiene que corroborar. Lo cierto es que hay que pensar
no solamente en la ausencia del rito, sino en el significado que adquiere el cuerpo del
difunto, el de ese cuerpo como un cadáver contaminado. Estas escenas en Guayaquil son
macabras, la de cuerpos incinerados en la calle. En muchas culturas, cuando hay muertes
trágicas, las personas que estuvieron en contacto con el muerto deben someterse a rituales
de purificación. Es un aspecto para analizar.

Este es un análisis que he hecho sobre la marcha, pienso que en el futuro tendremos
información mucho más precisa, sustentada en investigaciones que se hagan sobre el
efecto de la pandemia. Por lo tanto, es un análisis preliminar que pude continuarse y
profundizarse.

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