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En nada interrumpida navegación de mar tempestuoso Agripina es llevada a

Córcira (Corfú), situada frente a las costas de Calabria. Allí consumió unos
pocos días en componer su ánimo y en soportar lo violento del pesar y lo
desconocido. Entretanto, habiéndose oído acerca de su llegada, cada íntimo
amigo y muchos soldados, como hicieron paga bajo Germánico, también
muchos desconocidos de los municipios vecinos, considerados parte de
deber hacia el príncipe, muchos siguiendo a otros, se lanzaron a la ciudad de
Brindis, porque para el navegante, era más rápido y seguro para atracar. Y
donde primero, desde lo alto, no sólo el puerto y lo próximo al mar sino
también casas y murallas, a lo más lejos que se podía observar, vista la flota,
se llenan de una turba de personas entristecidas y que se preguntaban entre
sí si en silencio o con alguna voz recibirían al que estaba por salir. Y no
suficiente constaba qué se haría en tal situación, cuando la flota ingresó
despacio, no con alegre remo, como acostumbraba, sino con todos
depositados en la tristeza. Después, con dos hijos, llevando una urna
funeraria, salió de la nave clavó los ojos, el mismo grito de todos. Y no
distinguirías entre allegados y extraños, ni entre el llanto de hombres y de
mujeres, a no ser porque la comitiva de Agripina, cansada de prolongado
sufrimiento, los que salieron a su paso lo superaban por ser recientes en el
dolor.

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