El problema de la conciencia se ha vuelto un fenómeno central de nuestro tiempo; e
incluso en la reflexión moral cristiana esta adquiriendo una importancia singularísima. La conciencia no se limita a ser una simple aplicación mecánica de principios a las contingencias de la vida, sino que es un inventar cada vez el modo con que el hombre responde a su cualidad de imagen de Dios, realizándose a sí mismo en la verdad. Conciencia moral es la norma subjetiva de la moralidad de los actos. Se define la conciencia moral como: “el juicio de la razón por el que la persona reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho”. Se dice que una conciencia es recta o verdadera cuando lo que ella considera como bueno o malo, es considerado como tal por la ley de Dios. La conciencia Según Fuchs no es solo un juicio del intelecto, sino que es una determinación que se toma para actuar en una situación concreta ayudado por la fuerza de la sindéresis. A la vez que es un acto particular, lleva implícita una realización personal, ya que el individuo a través del ejercicio de la sindéresis se determina hacia el fin último, que radica en el fondo del alma. La conciencia moral no es algo psicológico o una autoconciencia que tiene la persona, y tampoco es una consciencia del hombre ni una percepción o una facultad que forma la conciencia actual. Se trata más bien de un juicio del intelecto, de una decisión que el sujeto toma para actuar en una situación concreta. Perspectiva psicológica En la conciencia psicológica la persona, que no es una cosa más entre las cosas, se percata de sus propios estados anímicos y vuelve reflejamente sobre sí misma, reconociéndose conscientemente como sujeto de su vida psíquica en el mundo, en el tiempo y en relación con otras personas. Perspectiva ética La conciencia moral percibe la llamada a realizar los valores morales y cumplir las normas; juzga, ejercitando prudentemente la razón práctica, sobre lo que se debe hacer o no hacer para realizar esos valores y aplicar las normas en las circunstancias concretas de la vida cotidiana. Perspectiva teológica La conciencia moral creyente se identifica con la fe que interioriza el llamamiento divino y expresa la respuesta responsable para vivir practicando el amor de caridad (agape) con la ayuda de la gracia. La conciencia es voz, luz y fuerza para responder a la realidad desde la fe; capacita, guía y apoya el juicio prudente y la decisión responsable. Clases de conciencia Por razón de su conformidad con la ley de Dios, la conciencia puede ser: Recta o verdadera: si sus dictados se adecuan a la ley de Dios. Errónea: según si sus dictados no se adecuan esa ley. Se debe seguir la conciencia recta y verdadera y también la invenciblemente errónea. o Vencible: cuando se pueden poner los medios para salir del error. o Invencible: cuando, a pesar de poner los medios, no se puede salir del error. Por razón del asentimiento o firmeza del juicio que prestamos a lo que la conciencia nos dicta ésta se divide en: Cierta, probable y dudosa, según el grado de seguridad subjetiva que se tenga. Se dice que una conciencia es cierta cuando juzga con firmeza y sin temor a equivocarse. Ahora bien, uno puede estar cierto de que algo es pecado o que no lo es y luego estar objetivamente equivocado. Más abajo explicamos con más detalle este concepto. Perpleja: Se dice que una persona tiene conciencia perpleja cuando en un acto concreto piensa que comete pecado tanto si actúa como si no actúa. San Alfonso María de Ligorio nos dice que estos casos se ha de proceder así: “Si puede suspender la acción, que pregunte; si no, que elija el mal menor. En el caso que no pueda discernir cuál es el menor mal, elija la parte que quiera, en lo cual no habrá pecado, pues en tales circunstancias falta la libertad para que haya pecado formal”.