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GONZÁLEZ MARCOS RODOLFO O.P.

PONENCIA
REFLEXIONES CRISTIANAS SOBRE POLÍTICA Y GLOBALIZACIÓN
Introducción
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo es el creador del cielo y de la tierra. Dios convoca a las
creaturas racionales –espíritus puros y hombres- para una vida sobrenatural y eterna. El hombre,
al principio de su historia, comete el pecado original, pierde su amistad con Dios, queda abatido y
con la amenaza del castigo eterno. Para remediar esta situación, Dios envía a su Hijo, el Cristo
Redentor, que trae el remedio espiritual de la gracia en orden a la salvación.
Trataremos sobre política y globalización. Primero de un modo más teórico y buscando un
encuadre en orden al pensamiento práctico. Y luego añadiremos algunas reflexiones, que se nos
presentan en la actual coyuntura histórica, en orden a la operación.
I.- Política y globalización en la perspectiva cristiana
1.- El hombre, el Estado, la Iglesia y la globalización
El hombre es el animal racional. Tiene una condición individual y social. En el orden social,
destacamos al Estado.
El Estado es la sociedad perfecta del orden natural. El Estado es un ordenamiento operativo de
los hombres hacia el bien común, natural y libremente establecido en la historia, según
convención humana, con autoridad y con leyes, en subordinación a Dios y a la ley eterna.
La Iglesia es una institución establecida por Cristo, en orden al bien común sobrenatural de la
vida eterna en Dios, presidida en la tierra por el Papa y por una jerarquía sacerdotal que lo
acompaña.
En la Iglesia no sólo están los sacerdotes, sino también los laicos que tienen su obediencia a la
jerarquía sacerdotal en materia religiosa y tienen una legítima autonomía en el orden temporal.
Modernamente se produce el fenómeno de la globalización. Por globalización se entiende un
desarrollo, en el mundo, de las formas de comunicación entre los hombres, y una tendencia a la
unidad en el orden físico, psicológico, cultural, económico e incluso político y religioso.
La Iglesia, el Estado, la globalización, suponen no sólo la creación de parte de Dios; sino
también la voluntad divina de establecer un universo, esto es, una unidad bajo Dios de todas las
cosas y personas del mundo.
2.- La Iglesia de Cristo y la globalización
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La Iglesia de Cristo, la Iglesia Católica, tiene su propia universalidad constitutiva. Es la única


institución divina de salvación y está ordenada a la salvación de todos los hombres. Aquellos que
se salvan, se salvan por Cristo, por la Virgen María y por la Iglesia. Realmente es así, aunque no
se tenga plena conciencia de ello en su realización. Como acontece en un niño bautizado que
muere.
La Iglesia, en cuanto a su vivir concreto, desarrollo y extensión por el mundo o en el ejercicio
de su universalidad efectiva, requiere una planificación. Y ésta corresponde más a las autoridades
eclesiásticas.
3.- El Estado y la globalización
El Estado es la sociedad perfecta del orden natural. Pero esta perfección y el mismo Estado,
entran en el orden de la analogía. Existen Estados pequeños y Estados grandes. Es teóricamente
posible un Estado mundial.
Un Estado mundial sería creación no sólo de la naturaleza, sino también de la libertad humana.
Y en el ejercicio de los actos humanos o libres, se dan los fines buenos y los malos; los actos
buenos y los malos. De manera que un Estado mundial, podría ser algo digno de este nombre, o
algo corrupto. Algo semejante a la diferencia entre matrimonio y concubinato; o entre casa de
familia y casa de prostitución.
El Estado mundial no sería una substancia. Por tanto, no requeriría una máxima unidad
intensiva; sino una unidad menor, variable, prudente.
En cierta manera, el Estado mundial ya está como incoado. En la medida en que se dan la
unidad del género humano; la vigencia del derecho de gentes y del derecho internacional; las
Naciones Unidas y otros poderes mundiales –inclusive logias secretas universalistas-; la
reducción del poder militar elevado, a unos pocos Estados nacionales.
4.- Principios de conformación y equilibrio para la globalización y el Estado mundial
Hay principios fundamentales que deben regir a la globalización y al presunto Estado mundial,
para que se de una buena realización de los mismos. Señalamos a Dios, al hombre y al misterio
del Cristo Redentor.
I. Dios y la globalización
Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es de modo infinito y necesario. Prescindiendo de que
otros piensen en Él o no; crean en Él o no. Dios es fin último, causa ejemplar y eficiente de todas
las cosas.
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La globalización requiere el apoyo divino. De lo contrario, no podría estar en el orden de la


existencia. Dios quiere un universo y no simplemente algunas cosas desperdigadas. El proyecto
divino es en la eternidad, según determinación de la libre voluntad divina. Se realiza en el tiempo,
en ciertos niveles de perfección. Se perfecciona en la eternidad. En la realización del plan divino,
hay que observar avances y retrocesos, luchas entre el bien y el mal. Incluso el fracaso del
infierno y no sólo el gran triunfo de la vida eterna.
La ordenación de las cosas a Dios como a fin último, es en el orden natural y sobrenatural. En
el caso del hombre, el avance hacia Dios como fin último, natural y sobrenatural, debe realizarse
de un modo consciente y libre. Y particularmente, en cuanto se trata de un avance comunitario,
requiere de una clase dirigente, consciente, divina y cristiana.
Esto vale también para la globalización. La globalización, en cuanto corresponde a la libertad
humana que debe someterse a Dios, debe tener una dirigencia que responda a Dios de un modo
positivo y suficiente. En las actuales circunstancias históricas resulta difícil que dirigentes
cristianos, capacitados y honestos, ocupen cargos importantes en las tareas particularmente
políticas de la globalización. Pero también se puede influir en sentido positivo, desde puestos
secundarios e incluso aparentemente marginales.
De hecho están Cristo, la Virgen y la Iglesia jerárquica, que diversamente, tienen un influjo
universal. Pero hay que tener muy en cuenta, la responsabilidad de los laicos cristianos, en orden
a la globalización. En cuanto a su planteo y en cuanto a su ejecución. Y en cuanto a su concreta
afirmación o negación. Porque no es aceptable cualquier forma de globalización.
II. El hombre y la globalización
El hombre es el sujeto, el principio y el fin de la vida del Estado.
Sujeto, en tanto el Estado, como forma política es del orden accidental y operativo, y es en los
hombres. También la autoridad es en los hombres.
Principio, en cuanto el Estado resulta una realización de hombres, que operan libremente y con
fundamento en la naturaleza
Fin, porque el Estado se ordena a la felicidad natural del hombre, que se consigue por el
hombre bondadoso, por su intelecto en Dios, con el apoyo de todo el bien común inmanente del
Estado. Y sobrenaturalmente, el Estado debe supraconformarse al Dios de la salvación y al
hombre redimido.
III. El Cristo Redentor y la globalización
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Cristo es el Hijo de Dios hecho hombre por nosotros y por nuestra salvación. La salvación
afecta a todo el hombre, en su totalidad, incluso política y de globalización. Afecta a todo el
universo.
Cristo tiene su tiempo y sus métodos. En su total obediencia al Padre, se somete totalmente a la
Providencia divina. Y no debe ser ignorado por los cristianos y políticos dedicados a atender y a
vivir el problema de la globalización.
Importa considerar, no sólo las enseñanzas acerca de Cristo Rey y de la cristiandad, sino
también unas sabias palabras de Benedicto XVI en la Encíclica Deus Caritas est (1): “29. De este
modo podemos ahora determinar con mayor precisión la relación que existe en la vida de la
Iglesia entre el empeño por el orden justo del Estado y la sociedad, por un lado y, por otro, la
actividad caritativa organizada. Ya se ha dicho que el establecimiento de estructuras justas no es
un cometido inmediato de la Iglesia, sino que pertenece a la esfera de la política, es decir, de la
razón autoresponsable. En esto, la tarea de la Iglesia es mediata, ya que le corresponde contribuir
a la purificación de la razón y reavivar las fuerzas morales, sin lo cual no se instauran las
estructuras justas, ni éstas pueden ser operativas a largo plazo.
El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de
los fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en
la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la “multiforme y variada acción económica,
social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente
el bien común” /Juan Pablo II, Exhort. Ap. Postsinodal Christifideles laici (30 diciembre 1988),
42: AAS 81 (1989), 472/ . La misión de los fieles es, por tanto configurar rectamente la vida
social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las
respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad. Aunque las manifestaciones de la
caridad eclesial nunca puedan confundirse con la actividad del Estado, sigue siendo verdad que la
caridad debe animar toda la existencia de los fieles laicos y, por tanto, su actividad política,
vivida como caridad social”.
La vigencia de la caridad en los políticos cristianos , importa de hecho a todo el hombre y a
toda la estructura espiritual del hombre cristiano. Particularmente, a la gracia santificante, la fe ,
la esperanza, las virtudes morales infusas y dones del Espíritu Santo, las virtudes intelectuales y
morales del orden natural y las potencias del alma. Porque la caridad se acompaña en el alma con
todas estas riquezas. Y esto requiere un recto ordenamiento de la ley, de la conciencia, un
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sometimiento a la Providencia divina, etc. Si los cristianos triunfan en el orden político, todo esto
está ordenado a tener una plena vigencia, salvando la libertad humana.
II.- Algunas reflexiones cristianas más concretas sobre política y globalización
1º. Hay que amar a Dios sobre todas las cosas. Inclusive por encima del hombre, del Estado y
de la globalización. Hay un plan divino acerca de la constitución del universo que debe ser
obedecido plenamente. Al final hay cielo e infierno.
La mentalidad en gran parte agnóstica y atea, que tiene su dominio en grandes sectores de la
actual globalización es un gran obstáculo para la bondad de la misma. Con el ateísmo se limita
indebidamente el orden de la analogía; se obscurece la razón de bien; se quita fundamento
supremo al orden de la causalidad; se desconoce al hombre en el nivel de su trascendencia; se
quita el supremo fundamento a la ley y al derecho; se abren los caminos para el despotismo; se
impide la salvación eterna y la felicidad incluso natural del hombre. La moral sin Dios es del todo
insuficiente, no sólo para las personas individualmente consideradas; sino también para las
personas consideradas en comunidad. No hay salvación sin Cristo y sin la gracia. No hay
felicidad, ni perfección última para el hombre individual y políticamente considerado, sin Cristo
y sin su gracia.
2º. La Iglesia debe promover y ejecutar un plan apostólico universalista a favor de la salvación
del hombre y del universo, que determine y complete el plan divino revelado.
3º. La Iglesia en su orden sobrenatural y propio debe entrar en un diálogo interreligioso más
acentuado con las otras religiones, en la búsqueda de la verdad divina y de la debida unidad, sin
sacrificio indebido del cristianismo y de la catolicidad. En relación con esto es importante el
estudio de la creación a la luz del misterio trinitario; la búsqueda de las semillas del Verbo que se
encuentran en las otras religiones; el contacto con gente sincera que movida por la gracia busca a
tientas la salvación, en una gran obscuridad.
4º. La Iglesia debe realizar un sano ecumenismo que favorezca la unidad verdadera en Cristo
Jesús de todos los cristianos, y la superación de las indebidas diferencias. Lo que importa en
definitiva la conversión y la unidad en la Iglesia Católica; aunque esto se haga esperar.
5º. La Iglesia debe luchar contra el demonio y los poderes del Anticristo.
6º. Los laicos cristianos deben buscar la constitución de una nueva clase dirigente cristiana;
deben meditar sobre los principios fundamentales de su accionar en el mundo; y deben elaborar
planes propios, a corto y largo plazo en relación a la globalización.
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7º. El Estado se considera la sociedad perfecta del orden natural. Esto se entiende más en el
orden de la prudencia y de la justicia. Pero está también la Universidad que es expresión de la
sabiduría del hombre. Y, en este sentido, resulta superior al Estado. El conocimiento práctico
supone al especulativo. Y la sabiduría juzga de todas las cosas, inclusive de sus propios
principios. El hombre, individual y comunitariamente considerado debe buscar a la sabiduría.
Porque la necesita, especialmente en cuanto culminación del perfeccionamiento del hombre, que
se da por el conocimiento y el amor de Dios. En la Universidad se debe encontrar mucho de lo
requerido por la política, especialmente el conocimiento sapiencial y científico de las leyes y de
la misma política. También, la razón y existencia de muchos descubrimientos necesarios para la
vida humana, particularmente en esta época y en las venideras.
7º. En la consideración del hombre culto y del sabio, hay que tener en cuenta, no sólo el
conocimiento que se recibe en las Escuelas y Universidades, según una enseñanza por profesores
y maestros; sino también el conocimiento que se obtiene por la observación directa de la realidad,
especialmente en el contacto con la naturaleza, en donde Dios habla no sólo naturalmente, sino
también sobrenaturalmente, como consta por la creación realizada por las divinas personas y por
el testimonio de los místicos. No hay que despreciar al campo y a los campesinos. Allí hay gente
grande, ayudada por Dios y por su gracia.
8º. La tendencia globalista que pone el acento del poder, en las grandes compañías anónimas y
de mucho manejo económico, en contra de los Estados nacionales, desfavorece a la razón ética
que más claramente corresponde al Estado, a sus leyes y gobierno, que al orden económico, que
con cierta facilidad elude las razones éticas y se despersonaliza en las abstracciones, en los
números y en los balances de ganancias y de pérdidas. En esto hay una tendencia a la anarquía, y
al favorecimiento de las logias secretas, supletorias del Estado, en cuanto algún gobierno
prudencial y político resulta necesario para los pueblos.
9º. La democracia y la libertad, a la moderna, son inferiores al Dios verdadero; y en muchos
sentidos no se subordinan al mismo, sino que se le oponen, particularmente en cuando
derivaciones de la revolución francesa de 1789 y de la asunción marxista. Hace falta una
reinterpretación natural y cristiana de sus conceptos. Y hace falta su inserción en una totalidad en
donde Dios y el cristianismo estén presentes. Hay que afirmar a Dios y a la revelación divina, a la
trascendencia del hombre. Hay que hacer opción por el realismo en contra de las ideologías. Por
el bien común en contra del nihilismo y de la anarquía. Por la legitimidad, al menos en muchas
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circunstancias, de la monarquía y de la aristocracia, que no se confunden con la tiranía y con las


oligarquías. Hay que tener en cuenta que bajo el lenguaje de la democracia y la libertad, a la
moderna, están creciendo de modo pavoroso, la miseria y la esclavitud. La gente se da cuenta
bastante de la realidad de la miseria, pero no termina de percibir la realidad de la esclavitud.
10º. En el Estado, hay que considerar no sólo su cara positiva a favor del bien común; sino
también su faz negativa o defensiva, por razón de la necesidad de la vida militar y policial,
requeridas por la vigencia de la soberanía y el respeto a la ley. El pacifismo a ultranza favorece la
tiranía de los poderosos y crueles, y la desprotección y aniquilamiento de los débiles. El Dios
Caridad es, al mismo tiempo, el Dios Omnipotente, el Dios de los Ejércitos.
11º. Los planteamientos de los grandes poderes actuales a favor de la globalización , incluyen
a Hispanoamérica o Romanoamérica, en una especie de subsuelo, con gente destinada al
cementerio y a la esclavitud o en todo caso a la servidumbre, que deje librados sus territorios
extensos y riquísimos a favor de la explotación de los pueblos vencedores. Las clases dirigentes –
civiles y militares- de estos países nuestros, así amenazados, deben revertir esa posición y deben
hacer valer su propia identidad en crecimiento y en unión con Dios. Se trata de lograr una unidad
política, amistosa y religiosa que trascienda a los Estados surgidos después de la independencia
de España, la Madre Patria, que no anule sus legítimas diferencias, y que haga valer su vocación
universalista y divina. Hay actualmente en los dirigentes cristianos del Continente, un indebido
temor y hasta vergüenza de tratar de estos temas; y esto debe ser superado, cuanto antes. De lo
contrario, triunfarán plenamente los planes de los enemigos.
12º. Entre las formas requeridas por una civilización digna de su nombre, se destacan
particularmente, la forma del Estado y el idioma. S. Tomás de Aquino dice:
“22.- Pero a algunos les parece que se dice bárbaros a aquellos que no tienen una locución
literal en su idioma vulgar. De donde se dice que Beda transportó las artes liberales en la lengua
Anglica, para que los Anglos no fueran reputados como bárbaros. Pero a otros les parece ser
bárbaros aquellos que no son regidos por algunas leyes civiles.
23.- Y ciertamente todos de alguna manera acceden a la verdad: porque en el nombre de
bárbaro algo extraño se entiende. Pero puede algún hombre ser dicho extraño o simplemente o
con respecto a alguno (quo ad aliquem).
Pero simplemente parece extraño al género humano el que defecciona de la razón, según la cual
se dice hombre; y por consiguiente simplemente se dicen bárbaros aquellos que defeccionan en la
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razón o por la región del cielo intemperada que recibieron en suerte, de tal manera que por la
misma disposición de la región tontos (hebetes) en muchos casos se encuentren: o también por
alguna mala costumbre existente en algunas tierras, de la cual proviene, que los hombres
irracionales y como brutos se vuelvan. Pero es manifiesto que por la virtud de la razón procede
que los hombres se rijan por un derecho razonable, y que se ejerciten en las letras. De donde la
barbarie convenientemente por este signo se declara, que los hombres o no usan leyes o las usan
irracionales: y de manera semejante que en algunas gentes no se den los ejercicios literarios.
Pero con respecto a alguno se dice ser extraño, el que con él no comunica. Pero los hombres
son naturalmente aptos para comunicarse entre sí por la palabra: y según esto, aquellos que entre
sí no entienden lo que se dicen, pueden decirse bárbaros a sí mismos”. (2)
Entre nosotros tenemos la gloria del castellano. Se impone una gran tarea a favor de la pureza
del idioma y de su legítimo enriquecimiento. Esto requiere, entre otras cosas, el acceso a los
Maestros del idioma, por encima de los que cultivan el lunfardo o el cocoliche. La idea de hacer
del idioma de Argentina, una especie de dialecto, atenta contra la universalidad del idioma e
importa un cierto regreso a un tribalismo. Entre los idiomas de Occidente hay actualmente una
superación y pugna del inglés y del castellano. Nuestro idioma castellano, aparte de ser el que nos
corresponde por siglos, resulta mejor estructurado comparativamente a la religión, la metafísica,
la lógica; y esto es muy importante. Hay que favorecer el cultivo de los idiomas antiguos como el
hebreo, el griego y el latín que resultan necesarios para la constitución de una alta cultura. Habría
que añadir a estos idiomas el cultivo de formas idiomáticas fundamentales de la China y de la
India y de otras grandes civilizaciones del Oriente, para favorecer la comunicación humana y
cristiana.
13º. La globalización se presenta como un camino accidentado. Que lleguemos en poco tiempo
a la perfección, parece difícil o imposible. Hay que pensar que el mundo civilizado cristiano que
se dio con la conversión de Roma requirió siglos de espera. Y no sólo la vigencia de Cristo y de
la Virgen, sino también los preparativos de la sabiduría realista de los griegos, los avances
políticos de Alejandro Magno, el ordenamiento imperial y republicano de los romanos que
tuvieron un derecho, con bastante apoyo en el derecho natural.
14º. En el tiempo que se avecina, el sistema imperante que va llevando adelante los tejidos de la
globalización contemporánea, puede encontrarse con grandes problemas que obliguen a severos
replanteos. En cuanto a la democracia misma, si sigue la disminución de los nacimientos en los
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países occidentales imperantes; el fervor democrático mundialista, puede llevar a un predominio


del conjunto de pobladores del oriente o de los países subdesarrollados del sur. En este caso, el
equipo dirigente establecido en base a los vencedores de la segunda guerra mundial, podría ver
muy amenazadas a sus posiciones. Esto obligaría a repensar en la necesidad de la clase dirigente,
que se coloca por encima del pueblo, dada la impotencia del mismo para el gobierno. Muchos
podrían verse inclinados a pensar en las posibilidades de la aristocracia y de la monarquía. Y
también, en variantes en cuanto a los Estados líderes institucionalizados en el mundialismo.
Asimismo, la libertad a la moderna, en cuanto tiene una base agnóstica o prácticamente atea, se
ve muy limitada en su alcance, particularmente en el orden ético. Dios existe de un modo
necesario, aunque esto se desconozca por algunos o por muchos. Si se llega a establecer,
claramente, la existencia de un mayor número de personas y de pueblos que creen en Dios o al
menos admiten de una manera natural su existencia; no se ve por qué, supuesta también la
democracia, tendría que seguir el proceso jurídico e institucional de la globalización
contemporánea, basándose prioritariamente en el agnosticismo y ateísmo de una minoría.
El problema judío-palestino del oriente, en el fondo, es más que nada religioso y debe ser
atendido como tal, con el recurso a los dirigentes correspondientes. En la poca comprensión de la
situación que se tiene y ante los grandes peligros, ¿Es pecado pensar en una posible nueva
dispersión de los judíos? ¿O es un acto de prudencia en orden a su salvación?.
Conclusión
La política y globalización contemporáneas deben ser planteadas en relación a Dios Padre, Hijo
y Espíritu Santo, al misterio de la encarnación redentora de Cristo y a la felicidad temporal y
eterna del hombre. Si no favorecen esto, hay que ponerles un freno e incluso un rechazo. Pero
hay que contar con la voluntad divina a favor de un universo; lo que lleva a pensar en una
globalización. La Iglesia, en su orden jerárquico, y los laicos cristianos, todos en subordinación a
Cristo, deben pensar y actuar con caridad, sabiduría y prudencia, en función de la
universalización de relaciones verdaderas y bondadosas entre los hombres, en el mundo actual.
NOTAS
(1) Benedictus XVI, Enc. Deus caritas est, del 25/12/2005. Ed. San Pablo, 2006
(2) S. Tomás de Aquino: In Libros Politicorum Aristotelis. Expositio. Ed. Marietti, Taurini-
Romae, 1951, L. I, l. 1. Cf. Luis Lachance: Humanismo político. Individuo y Estado en Tomás de
Aquino, EUNSA, Pamplona, 2001, Tercera parte, XVII, 2, p.315-316.
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RESUMEN
Se da el hecho del avance de la globalización contemporánea. Por una parte, esto dice una
concordancia, con la voluntad divina a favor de un universo. Pero como Dios convoca a la
perfección, a la felicidad y a la vida eterna, esto tiene que ser analizado a la luz del mismo Dios,
de la naturaleza humana y del misterio del Cristo Redentor. Los cristianos y los hombres en
general, no podemos ir como borregos a cualquier parte, conducidos por cualquier pastor.
Debemos usar la inteligencia, incluso crítica, y obedecer a Dios más que a los hombres. Dios
quiere un universo profundamente humano y cristiano. Aunque se den también el pecado y el
infierno.

Curriculum
P. Fr. Marcos Rodolfo González O.P.: Nacido en San Miguel de Tucumán, el 29 de agosto de
1938. Licenciado y Lector en Teología por la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino
de Roma. Título de la Tesis Lectoral: De existentia aliquarum relationum in Deo (Commentarius
in Summa Theologiae S. Thomae Aquinatis I, 28,1). Profesor de Teología en la Universidad del
Norte Santo Tomás de Aquino (B. Aires). Profesor de Metafísica.
Dom. Convento de Santo Domingo, 9 de julio 1491, S 3000 FMG Santa Fe. Argentina. Tf./Fax
0342-4593818.

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