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PSICOPATOLOGÍA I

PRIMER PARCIAL

DIFERENTES ENFOQUES TEÓRICOS EN PSICOPATOLOGÍA


(MUÑOZ)
La psiquiatría fue durante décadas uno de los pilares fundamentales del
desarrollo de la psicopatología, pero hoy esa relación tiende a desaparecer.

Hay en la actualidad un fuerte auge de los psicofármacos. La psiquiatría es, cada


vez más una disciplina puramente médica. En ella, el diagnóstico
psicopatológico es reemplazado por el diagnóstico de trastornos. El DSM es un
nomenclador mutante basado en consensos democráticos con el que se pretende un
ordenamiento prolijo de entidades. Con él se promueve la medicalización de la
vida cotidiana.
Todo esto está impulsado en gran medida por el lobby de los laboratorios, “que fuerzan
la construcción de manuales diagnósticos y estadísticos que se pretenden ateóricos”.

Hoy en día, la prisa empuja al sujeto a retornar cuanto antes a la velocidad productiva.
No hay tiempo para el psicoanálisis.

La psicopatología estudia los procesos y fenómenos psíquicos patológicos.


Disciplina teórica autónoma que construye conocimientos a partir de la observación
de los hechos. Abordar el complejo y extenso campo de las enfermedades mentales
implica examinar esas enfermedades y articularlas con una teoría capaz de explicarlas.

Para ello deben considerarse:

1) Aspectos semiológicos
2) Patogénicos
3) Etiológicos
4) Las nosografías psicopatológicas

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Estas consideraciones confluyen en un problema clínico: el diagnóstico.

El surgimiento de la psicopatología es correlativo de la tendencia de la


psicología de aquel tiempo (fines SXIX) a constituirse en ciencia. El puntapié
inicial lo da Ribot en Francia: El método patológico consiste en estudiar los hechos
patológicos para comprender y conocer mejor la psicología normal. Decía Ribot que
“Los mecanismos que intervienen en el desarrollo normal del psiquismo se observan y
conocen con mucha mayor precisión allí donde las facultades se desorganizan o desvían”

Esto supone un criterio continuista sobre la oposición normal-patológico, idea que, en


parte se continúa en Freud: el narcisismo -“complemento libidinoso del egoísmo
inherente a la pulsión de autoconservación atribuible a todo ser vivo”- se advierte en el
delirio de grandeza –una de las formas del delirio paranoico- y el extrañamiento de su
interés respecto de personas y cosas del mundo exterior. El duelo y la melancolía es otro
ejemplo. Aunque para Freud no se trata de continuidad a secas si no de un criterio
cuantitativo. Se trata de los mismos mecanismos, la diferencia es
cuantitativa, pero sobre la base de su identidad.
La psicopatología se ha interrelacionado estrechamente con la práctica clínica de:

- Psiquiatría
fuentes privilegiadas de recolección de datos empíricos
- Psicoanálisis
Es importante conocer los límites de este trípode: psicopatología, psicoanálisis,
psiquiatría.

Todas abordan el PATHOS.

Sufrimiento humano normal / existencial, propio del ser en el mundo. Significa


también pasión, desenfreno pasional. Se puede definir como “todo lo que se siente o
experimenta: estado del alma, tristeza, pasión, padecimiento, enfermedad.”

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La enfermedad mental ha sido entendida de diversos modos y se ha intervenido sobre
ella de múltiples maneras, con consecuencias muy variadas. Según cómo concebimos y
explicamos la enfermedad mental, la tratamos. La psicopatología engloba un conjunto
de problemas abordables desde diferentes perspectivas teóricas y campos disciplinares.
Diversas profesiones, por tanto, podrán involucrarse en el estudio de la psicopatología.

Desechar el eclecticismo implica que frente a la diversificación, se torna


imprescindible adoptar una decisión, definir claramente cuál es nuestra
concepción de la psicopatología. No se puede ser neutro en este punto. No existe
una psicopatología ecléctica o integradora que sume todas las orientaciones teóricas
ni todos los campos disciplinares.

Proponemos tres enfoques para abordar la patología mental:

- Enfoque descriptivo
- Enfoque interpretativo
- Enfoque estadístico.

Enfoque descriptivo
SXVIII: Francia, Pinel y Esquirol (discípulo y continuador). La locura pasa de ser
sometida al encierro - un desorden a ser controlado- a convertirse en un
objeto del saber médico.

Pinel es llamado a organizar el Hospital General Francés. Surge el famoso tratamiento


moral pineliano. Pinel, como médico, opera con su saber: observa, describe, clasifica,
nomencla y así nace la clínica psiquiátrica. La psiquiatría deviene saber positivo. Surgen
de este modo las clasificaciones, nomenclaturas, taxonomías que objetivan la locura
mediante un saber científico. Se trata de observar, describir objetivamente
fenómenos, sin una elaboración teórica o profundización interpretativa.

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Es esto lo que llevó a Foucault a calificar la psiquiatría desde su surgimiento como una
“clínica de la mirada”, en tanto se sustenta en la descripción detallada, fotográfica
del modo más claro y neto posible de los fenómenos.

Paul Bercherie denomina este período como CLÍNICA SINCRÓNICA.

Pinel concibe el conocimiento como un proceso basado en la observación


empírica de los fenómenos que constituyen la realidad. Nace la clínica como
método, como ciencia de la pura observación y clasificación (aun sin consideración por
la etiología, la terapéutica, ni la evolución de la enfermedad). Se observa y se clasifica lo
que se ve.

Para Condillac (padre ideológico de Pinel) la ciencia es una lengua bien hecha, y
una lengua que funciona bien es la que nombra lo real.

Pinel consideraba la locura como un género unitario, en el que se encuentran


diversos cuadros sincrónicos.

La alienación mental es considerada por Pinel una enfermedad en el sentido de las


enfermedades orgánicas, y definida como una perturbación de las funciones
intelectuales (funciones superiores del sistema nervioso). Dentro de esta enfermedad
única, Pinel distingue la neurosis, la manía, la melancolía, la demencia, el idiotismo…

Con respecto a las causas y el tratamiento, Pinel suscribe a una concepción


materialista psico-fisiologista que concibe la mente como una manifestación del
funcionamiento del cerebro y considera que las relaciones de lo físico y lo moral
en el hombre son permanentes.
La locura es un desarreglo de las facultades cerebrales y puede deberse a tres causas
concurrentes:

- causas físicas,
- herencia
- causas morales (pasiones intensas, contrariadas o prolongadas, excesos).

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Surge el famoso “tratamiento moral”. Pinel es heredero de la tradición
hipocrática, que consideraba que “no se debe interrumpir el proceso de la enfermedad:
la terminación de su proceso es la cura”. La enfermedad es una reacción saludable del
organismo contra la acción de causas que perturban su equilibrio. El papel del médico es
el de ayudar al organismo con indicaciones terapéuticas moderadas que vayan en
dirección de la naturaleza. De alguna forma, “la enfermedad se cura sola”. Pinel
continúa esa tradición en cierto sentido, pero a la vez se diferencia porque su
tratamiento moral implica intervenir. ¿Cómo?

Por la vía de la institución curativa (hospicio psiquiátrico). A través del


encierro, se propone aislar y controlar las condiciones de vida del enfermo.
La mente es maleable a partir de percepciones y sensaciones. Si ciertas
percepciones y sensaciones alteraron mi mente, modificándolas corregiré el
contenido de la mente y podré reconducir al enfermo a la razón

El objetivo del centro es “subyugar y domar al alienado poniéndolo en dependencia de


un hombre que, por sus cualidades físicas y morales, sea adecuado para ejercer sobre él
un poder irresistible y para cambiar el círculo vicioso de sus ideas”.

Como dijimos, la gran novedad de Pinel es considerar a los alienados como


enfermos, como pacientes y no como endemoniados, posesos, delincuentes o
vagos.

Si esta era la clínica sincrónica (Bercherie), luego vamos a tener acceso a una

Clínica diacrónica, según la cual la enfermedad mental ya no es única, sino que se


divide en una serie de enfermedades yuxtapuestas unas a otras en una clasificación.

Falret prepara las bases para la construcción de una nueva clínica: estudia la evolución
de la enfermedad, pasado y porvenir del enfermo, compila signos negativos, presta
atención a signos secundarios, diferencia entidades que antes (Pinel y Esquirol) se

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confundían en conglomerados dispares. Se observa la evolución en el tiempo de la
enfermedad y no sólo el corte sincrónico. Uno de los más representativos
exponentes es E. Kraepelin, que introduce estas ideas (habían comenzado
en Francia) en Alemania en 1899. La 6ta edición del tratado de psiquiatría delimita
tres grandes cuadros clínicos: paranoia, demencia precoz y psicosis maníaco-depresiva.

Esquema de la psiquiatría clásica según Bercherie

Clínica sincrónica Bisagra Clínica diacrónica


1790 1822 1870
PINEL BAYLE FALRET-KRAEPELIN
Locura: género unitario PGP: Etiología específica: Locura: clase de
homogéneo meningo-encefalitis enfermedades
yuxtapuestas
Clínica basada en la Estudia la evolución de la
observación pura de enfermedad, pasado y
sindromes porvenir
Sin consideración por la Búsqueda de etiologías
etiopatogenia específicas
Acento en el síntoma Consideración de síntomas
saliente en el momento de primarios y secundarios.
la evaluación

[ampliamos con textos de PAUL BERCHERIE]

Realiza un recorrido teórico con el objetivo de exponer qué materiales clínicos y


orientaciones conceptuales toma prestados Freud y guían sus investigaciones respecto
del problema clínico de la Psicosis.

Antes de Freud, Psicosis y Neurosis no eran opuestos, ya que provenían de planos


conceptuales diferentes, hasta podían superponerse.

PSICOSIS = LOCURA = ENFERMEDAD MENTAL. Tanto de origen orgánico como funciones


o cualquier alteración mental mínima (hoy neurosis). En esa época llamadas psicosis
obsesivas o psicosis histéricas.

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NEUROSIS = No designa una noción clínica. Concepto etiológico y nosológico. Afecciones
funcionales del sistema nervioso cuyas perturbaciones funcionales no reposan sobre
lesión orgánica detectable (Parkinson y hasta demencias, epilepsia, histeria,
psiconeurosis, etc.)

Es en el pensamiento Freudiano donde se da la génesis de Neurosis y Psicosis como


opuestos.

PRIMERA CLÍNICA PSIQUIÁTRICA. CLÍNICA SINCRÓNICA.

PINEL (Clínica Francesa)

▪ Pura observación
▪ Separada de consideraciones respecto de la etiología o prácticas
▪ Consideraba a la locura como un género unitario, homogéneo, cuadros
sincrónicos

BISAGRA – BAYLE = Investiga las llamadas Parálisis Generales, demencias progresivas


que llevan a la muerte. Investiga etiología y tratamiento (meningitis)

SEGUNDA CLÍNICA PSIQUIÁTRICA. CLÍNICA DIACRÓNICA.

FALRET (Clínica Francesa)

▪ 30 años después de las investigaciones de Bayle, hace una crítica radical de la


clínica sincrónica
▪ Estudia la evolución de la enfermedad, pasado y porvenir del enfermo
MOREL (Discípulo de Falret)

▪ Busca las etiologías de las enfermedades


▪ Estudia enfermedades sin causa orgánica
▪ Busca predisposición hereditaria o no
GRIEGSINGER (Clínica Alemana)

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▪ No entiende la locura como un género unitario, sino como un gran ciclo, un
proceso en el cual cada caso es una etapa en la degradación progresiva del
espíritu
▪ Primero en sistematizar y distinguir los delirios
▪ Clasifica: FORMAS PRIMARIAS: Psicosis afectivas. Trastorno emocional es el factor
esencial de la alteración mental (depresión – excitación) // FORMAS
SECUNDARIAS: Psicosis delirantes. Embotada, integrada a la personalidad, al Yo,
lo deja debilitado y disociado.
KRAEPELIN (Clínica Alemana)

▪ Toma clasificación de Kahlbaum


▪ Clasifica: PARANOIA – PSICOSIS MANÍACO DEPRESIVA – PSOCESOS
DEGENERATIVOS, LUEGO LLAMADOS PROCESOS DEMENCIALES = DEMENCIA
PRECOZ
En este contexto se inicia la clínica psicopatológica de Freud

PARADIGMAS DE LA PSIQUIATRÍA MODERNA


Kuhn define como paradigma al conjunto de prácticas que caracterizan a una
disciplina científica durante un período específico de tiempo. Lanteri-Laura toma el
concepto del epistemólogo T.Kuhn y delimita períodos caracterizados por convicciones
compartidas de antemano por casi todos, aceptadas como indiscutibles o tácitas.

Aplica a la historia de la psiquiatría este sistema de pensamiento, que arroja como


resultado 3 paradigmas.

1) La alienación mental
2) Las enfermedades mentales
3) Las estructuras psicopatológicas

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Primer período –ALIENACIÓN MENTAL

Corresponde al pasaje de la noción social y cultural de “locura” al concepto médico de


“alienación mental”. Se extiende desde fines del SXVII hasta los años 1850-1860. Su
representante fundamental es Pinel. La alienación mental se constituye en una
especialidad autónoma, opuesta a todas las otras enfermedades de la medicina.

Crisis paradigmática se produce a mediados del sXIX con la obra de Falret (discípulo de
Esquirol). Artículo: De la no existencia de la monomanía. La enfermedad mental ya no
es única sino que está compuesta por un conjunto de especies mórbidas. Estas son
distintas, caracterizadas por un conjunto de síntomas y una marcha determinada.

Segundo período – ENFERMEDADES MENTALES

Sobre esta base Kraepelin, Jaspers y otros edificarán el paradigma de las


enfermedades mentales, paradigma que se extiende desde 1870 hasta 1918.El campo
psiquiátrico se ordena en una infinidad de especies mórbidas, de la que se deriva una
pluralidad de terapéuticas e instituciones asistenciales, con predominio de
tratamientos centrados en lo farmacológico.

Se vuelve crucial aquí

- la evaluación diagnóstica del paciente, para poder establecer un


pronóstico y tratamiento adecuados.
- el reconocimiento de los signos. La semiología psiquiátrica - rama de la
medicina que describe y define los signos de las enfermedades- alcanza su
mayor grado de desarrollo.

En este paradigma se constituyen las grandes nosografías tal como las conocemos
hoy.

Lanteri-Laura destaca en este período un “empirismo estricto” que se exterioriza en la


importancia de la observación aguda y en la fineza de la descripción, como

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características decisivas. Esto implica un énfasis de la observación por sobre los
presupuestos, las elaboraciones teóricas.
Tercer período – ESTRUCTURAS PSICOPATOLÓGICAS

El paradigma anterior pecaba de un exceso de descripción, y la búsqueda de


lesiones orgánicas que eran la causa de los mismos (teoría localizacionista). En
este período, surge y se hace conocida la obra de S. Freud, quien juega un papel
preponderante en este paradigma: por las hipótesis psicopatológicas que
introduce y por la distinción neurosis-psicosis: la psiquiatría se infecta de “la
peste” del psicoanálisis.

El campo de la psicopatología se ordena por una oposición tajante entre


neurosis y psicosis, distinción que no tiene un origen neurológico ni lesional:
su origen está ligado a procesos psicopatológicos.

Se empiezan a formular hipótesis psicopatológicas y no meramente


descriptivo-semiológicas.

El campo de la psicopatología

PSIQUIATRÍA
PSICOANÁLISIS

Clínica sincrónica:
“La alienación
mental”
“Las grandes S.Freud
estructuras
Clínica diacrónica psicopatológicas”
“Las enfermedades
mentales”

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La clínica psiquiátrica y la psicopatología no serán ya lo que fueron antes de Freud. La
teoría de la libido le permite a Freud introducir la oposición neurosis-psicosis así
como también la diferencia entre paranoia y esquizofrenia a partir de sus diferentes
modos de tratamiento, localización y retorno de la libido retirada de los objetos y
personas del mundo. Y ello introduce una cuestión fundamental: la transferencia.

La clínica psicoanalítica es una clínica bajo transferencia, es decir el analista


se constituye como el objeto fundamental de la libido y es desde esa
posición que puede intervenir sobre el padecimiento. Y es precisamente
esto lo que lo aleja definitivamente de la descripción objetivante de la
psiquiatría.

La clínica sincrónica y diacrónica están marcadas por el acento puesto en el fenómeno


sin consideración por la estructura. El paradigma de las grandes estructuras
psicopatológicas desplaza el acento del fenómeno a la estructura:
se trata de encontrar todos los fenómenos (síntomas) en una entidad y remitirlos al
mismo mecanismo generador.

Actualmente vivimos una crisis paradigmática, en gran medida a causa del boom
psicofarmacológico. Se abre el interrogante de si esta crisis ha conducido o no a un
cuarto paradigma, en función de lo que representa hoy en día el auge de los manuales
DSM, cuyo modelo sindrómico pretende ocupar el lugar central de la práctica
psiquiátrica.

Lo que los clásicos nos legaron:

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1) El paradigma de la alienación mental nos deja el cuestionamiento respecto de si la
locura es un asunto grave que sólo puede resolverse binariamente: estar loco o
no estar loco.
2) El paradigma de las enfermedades mentales nos lega
a. La imposibilidad de reducir a una unidad la diversidad de figuras que la
psiquiatría abarca. La pluralidad clínica es una evidencia incontestable.
b. Esta diversidad clínica nos indica que el campo de la psiquiatría se
caracteriza por límites difusos
3) El paradigma de las grandes estructuras psicopatológicas nos deja el interrogante
de si la locura tiene que ver con la contingencia y el azar o si es constitutiva de la
condición humana.

Enfoque interpretativo
Con Freud, la invención del icc y sus tópicas, se inaugura una nueva perspectiva en las
consideraciones etiológicas: aporta una nueva teoría del aparato psíquico de la que se
infiere un Sujeto descentrado de la conciencia y una nueva perspectiva terapéutica: la
cura por la palabra.

Freud plantea algo inédito en la psiquiatría que lo precedió: la existencia de


mecanismos de formación de síntoma.
Cuando Freud inaugura el campo del psicoanálisis, lo hace con un análisis quirúrgico de
los fundamentos de la teoría de la histeria elaborada por Charcot, descubriendo y
demostrando que no puede tratarse de un problema orgánico sino de algo relativo al
modo en que el ser hablante se relaciona con las representaciones que lo afectan.

Asimismo, señala que existe toda una psicopatología de la vida cotidiana que
desdibuja las fronteras que separan lo normal de lo patológico.

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Desde esta nueva perspectiva, la psicopatología ya no se trata de
observación y descripción, sino de escuchar y leer lo que el síntoma tiene
para decir.
CLÍNICA DE LA PALABRA

Con Lacan, ya no se trata de mera observación…el padecimiento es


interpretable. Hay un saber inconsciente que allí se expresa, que se da a
leer – como el contenido del sueño que se expresa mediante un jeroglífico –tiene una
direccionalidad, se dirige a Otro.

Enfoque estadístico
Este último es el que sostiene la clasificación CIE de la OMS. Más conocido como DSM.
Sostiene la causalidad anátomo-fisiológica de los síntomas, tiene un sello fuertemente
neopositivista y de reduccionismo biológico.

- Cada trastorno posee un n° limitado de síntomas que pueden servir para el


diagnóstico.
- Su valor radica en el consenso existente entre los médicos.
- No refiere los síntomas a ningún proceso o mecanismo. Se relativiza la
consideración por la etiología. Esto lleva a una descripción ateórica, objetiva
de los trastornos.
- La terapéutica de la alteración fisiopatológica implicada en los trastornos consiste
en la aplicación de farmacología y terapias cognitivo-conductuales.
- El DSM es un nomenclador y no una nosografía clínica. Es un manual
estadístico. De ninguna manera, y según absolutamente ninguna
consideración teórica ni práctica, el DSM podría sustituir el ejercicio del clínico.
- La multiplicación diagnóstica que propone (un paciente puede presentar
simultáneamente constelaciones sintomáticas diversas) carece de toda
operatividad clínica para planificar un tratamiento.

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J.LACAN: INTRODUCCIÓN A LOS TRES REGISTROS:
REAL, SIMBÓLICO E IMAGINARIO
Los tres órdenes constituyen el esquema tripartito central de la enseñanza de Lacan,
que éste sostiene a lo largo de toda su vida.

“Mis tres no son los de Freud (ello, yo y superyó)”, sino

- Real
- Simbólico
- Imaginario

…iniciales cuya pronunciación en francés es homófona con la palabra “Herejía” –héresie.

“Se los dí para que supieran orientarse en la práctica”. Son esenciales para dilucidar
cómo se estructura la experiencia analítica. Constituyen para Lacan una orientación en
el estudio del psicoanálisis y SON LOS REGISTROS ESENCIALES DE LA REALIDAD
HUMANA.
Novedosa es no solamente la introducción de los tres registros, sino el modo de
articulación entre ellos: el nudo borromeo, donde cada uno de los registros está
representado por un redondel de cuerda que se anuda a los otros dos. Y de ese modo
constituyen la estructura.

“La definición de nudo borromeo parte de tres (es distinto de la cadena, por ejemplo), a
saber que si de tres ustedes rompen uno de los anillos todos los otros están

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libres, se desanudan. A partir de ahí (3) ustedes pueden poner un número indefinido
de anillos.”

Lo imaginario
- Lo imaginario es el reino de la imagen. Es el registro de la impostura, del
señuelo, de lo ficticio en la relación intersubjetiva. Se incluyen aquí todos
los fenómenos de fascinación, de seducción, de ilusión.
- Concierne a la proyección imaginaria de uno sobre la pantalla que
deviene el otro, el semejante.
- Es el registro del yo (moi) con todo lo que este implica de desconocimiento, de
alienación, de agresividad. Se trata de una relación dual/especular entre a y a´
(yo y mi semejante). Se trata siempre de “o yo, o el otro”. Hay una relación
evidente de la libido narcisista con la función enajenadora del yo, con la
agresividad que se desprende de ella en toda relación con el otro, aunque fuese la
de la ayuda más samaritana.

Lo cual nos lleva a un tema nuclear de lo imaginario, imprescindible para comprenderlo:


el estadio del espejo.
El estadio del espejo es para Lacan estructural y estructurante. Es el aparato conceptual
con el que lee el narcisismo freudiano y explica la constitución del yo, partiendo de la
idea freudiana de que el yo es una construcción.
El estadio del espejo de Lacan responde a la pregunta de cómo se
construye el yo.
Ese “nuevo acto psíquico que tiene que ocurrir” es la identificación
con la imagen del semejante a saber, la transformación producida en el sujeto
cuando asume esa imagen. El yo es, desde el comienzo, otro.

El estadio del espejo es una identificación (primordial): Esta forma -yo ideal- será el
tronco de las identificaciones secundarias

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El niño queda fascinado con su reflejo y lo asume como propio, mientras que
al chimpancé –de una inteligencia instrumental superior en ese momento- le es
absolutamente indiferente. El niño experimenta lúdicamente la asunción
de esa imagen. La imagen especular es asumida jubilosamente por
el ser sumido todavía en la impotencia motriz y la dependencia de
la lactancia.
La noción objetiva del inacabamiento anatómico del sist. Piramidal como de ciertas
remanencias humorales del organismo materno, confirma este punto de vista que
formulamos como el dato de una prematuración específica en el nacimiento del hombre.
La imagen es una respuesta que “resuelve” la fragmentación biológica
inicial.

Por eso Lacan afirma que el estadio del espejo es un drama cuyo empuje
interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación. Para el sujeto,
maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del
cuerpo hasta una forma ortopédica de su totalidad – y a la armadura por fin
asumida de una identidad enajenante, que va a marcar con su estructura
rígida todo su desarrollo mental.

De allí en adelante quedará fijada esa función como preeminente para la imagen. La
forma total del cuerpo, no le es dada al sujeto sino como Gestalt, y esto se
opone a la turbulencia de movimientos con que se experimenta a sí mismo
animándola. Esa Gestalt simboliza la permanencia mental del yo al mismo tiempo que
prefigura su destinación enajenadora.

Esta forma sitúa la instancia del yo, aun desde antes de su determinación social, en una
línea de ficción, irreductible por el individuo solo. La función del yo en la
experiencia que de él nos da el psicoanálisis nos opone a toda filosofía
derivada directamente del cogito (frente al “pienso, luego soy” de Descartes,
Lacan va a plantear: “soy donde no pienso, pienso donde no soy”).

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“Cuantas veces advertí a quienes están en control conmigo cuando dicen:
creí entender que él quería decir esto o aquello, les advertí que una de las
cosas que más debemos evitar es precisamente comprender demasiado,
comprender más de lo que hay en el discurso del sujeto. No es lo mismo
interpretar que imaginar comprender. Es exactamente lo contrario. Incluso
diría que las puertas de la comprensión analítica se abren en base a un
cierto rechazo de la comprensión.”

La relación con el otro

El proceso de maduración fisiológica permite al sujeto, en un momento determinado de


su historia, integrar sus funciones motoras y acceder a un dominio real de su cuerpo.
Pero antes de este momento, aunque en forma correlativa con él, el sujeto toma
conciencia de su cuerpo como totalidad.

La sola visión de la forma total del cuerpo humano brinda al S un dominio imaginario de
su cuerpo, prematuro respecto al dominio real. Esta formación se desvincula del
proceso mismo de la maduración, y no se confunde con él.

El S anticipa la culminación del dominio psicológico y esta anticipación dará su estilo al


ejercicio ulterior del dominio motor efectivo.

Es ésta la aventura imaginaria por la cual el hombre, por vez primera, experimenta que
él se ve, se refleja y se concibe como distinto, otro de lo que él es: dimensión esencial de
lo humano, que estructura el conjunto de su vida fantasmática.

La relación con el otro comporta un quantum narcisista. EL otro, el alter ego, se


confunde en mayor o menor grado, según las etapas de la vida, con el yo ideal. La
identificación narcisista, la del segundo narcisismo es la identificación al otro que, en el
caso normal, permite al hombre situar con precisión su relación imaginaria y libidinal
con el mundo en general.

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El sujeto ve su ser en una reflexión en relación al otro, es decir en relación al Ich-Ideal.

La relación con el otro es reflexiva. La estricta equivalencia entre objeto e ideal del yo en
la relación amorosa, es una de las nociones más fundamentales de la obra de Freud. En
la carga amorosa el objeto amado equivale, estrictamente, debido a la captación del
sujeto que opera, al ideal del yo.

Por esta razón existe en la sugestión, en la hipnosis, esa función económica tan
importante que es el estado de dependencia, verdadera perversión de la realidad por
fascinación ante el objeto amado y su sobreestimación. El amor es, como Freud lo
describe, función imaginaria en su fundamento.

La manifestación de este mundo cerrado de dos nos ilustra la conjunción de la libido


objetal y la libido narcisística. En efecto, el apego de cada objeto para con el otro está
hecho de la fijación narcísica a esa imagen, porque esa imagen, y sólo ella, es lo que él
esperaba.

Los objetos reales, que pasan por intermedio del espejo y a través de él, están en el
mismo lugar que el objeto imaginario. Lo propio de la imagen es la carga por la libido. Se
llama carga libidinal a aquello por lo cual un objeto deviene deseable, es decir, aquello
por lo cual se confunde con esa imagen que llevamos en nosotros, de diversos modos.

Cuando se está enamorado, se está loco. En el amor se ama al propio yo, al propio yo
realizado a nivel imaginario.

Lo simbólico
Trenzo íntimamente el interjuego de los dos registros (Simbólico e Imaginario). La
articulación del sujeto con el otro con minúscula y la articulación del sujeto con el Otro
con mayúscula se encuentran íntimamente imbricadas.

El sujeto se constituye en el lugar del Otro y su marca se constituye en la


relación con el significante.

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Designa ese punto desde el cual el sujeto es visto. Designa ese punto interiorizado de la
mirada del Otro (ideal del yo) que contextualiza o referencia el orden imaginario en un
determinado universo simbólico, cultural. Esto va a estar dado por la palabra y el
lenguaje.

LA regulación de lo imaginario depende de algo que está situado de modo trascendente


siendo lo trascendente en esta ocasión ni más ni menos que el vínculo simbólico entre
los seres humanos. Nos definimos por intermedio de la ley.

Situamos a través del intercambio de símbolos, nuestros diferentes yos los unos
respecto a los otros: usted es Mannoni, y yo Lacan; estamos en determinada relación
simbólica que es compleja, según los diferentes planos en que nos coloquemos, según
estemos juntos en la comisaría, en esta sala, o de viaje.

¿Cuál es mi deseo? Cuál es mi posición en la estructuración imaginaria? Esta posición


sólo puede concebirse en la medida en que haya un guía que esté más allá de lo
imaginario, a nivel del plano simbólico, del intercambio legal, que sólo puede encarnarse
a través del intercambio verbal entre los seres humanos. Ese guía que dirige al sujeto es
el ideal del yo.

El ideal del yo dirige el juego de relaciones de las que depende toda relación con el otro.
Es simbólico.

Pensemos, con Lacan, en la siguiente imagen ejemplar… “aquel momento de júbilo


en que el niño, captándose en la experiencia inaugural del reconocimiento
en el espejo, se asume como totalidad que funciona en cuanto tal en su
imagen especular, ¿acaso no he recordado siempre el movimiento
que hace el niño? Este movimiento es tan frecuente…se vuelve
hacia quien lo sostiene, que se encuentra ahí detrás.
Si nos esforzamos por asumir el contenido de la experiencia del niño y por
reconstruir el sentido de ese momento, diremos que, con ese movimiento de
mutación de la cabeza que se vuelve hacia el adulto como para apelar a su
asentimiento y luego de nuevo hacia la imagen, parece pedir a quien lo

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sostiene –que representa aquí al Otro con mayúscula- que ratifique el valor
de esta imagen”.

Recordemos la pregunta CHE VUOI? ¿QUÉ ME QUIERE EL OTRO? Pregunta


estructurante de la subjetividad. Aquí hemos de ubicar el concepto de Ideal del
Yo, como esa mirada que está en nosotros mirándonos cuando queremos acercarnos a
nuestro yo ideal.

Le pregunta un analista a su analizante: “Cuando te imaginas que eres un corredor


de carreras y manejas a tan alta velocidad…¿quién crees tú que te está
viendo?”

Cuando hablamos de lo simbólico aludimos la función del significante. Lo simbólico


hace del hombre un ser fundamentalmente regido, subvertido por el lenguaje. Todas
las cosas del mundo entran en escena de acuerdo con las leyes del
significante.

Lo simbólico está constituido por la estructura – el lenguaje-, entendido


como un conjunto de elementos discretos diferenciados, que se distinguen
por su oposición y diferencia. El elemento particular de esta estructura es el
significante.
“La palabra no tiene sentido, a pesar del diccionario. Yo me precio de hacerle decir en
una frase a cualquier palabra cualquier sentido. Entonces, si se le hace decir a cualquier
palabra cualquier sentido: ¿dónde detenerse en la frase? ¿dónde encontrar la unidad
elemento?”

Los significantes son elementos materiales en una relación de pura


diferencia. Se relacionan y producen un efecto de significación. No tienen
propiedades en sí mismos: “Un significante, por sí solo, no significa nada”

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Lacan no cree en las apariencias de orden e unidad que impone lo
imaginario. Por el contrario, adjudica al sujeto un estatuto inconsistente,
desustancializado. El estructuralismo le interesa a Lacan por tratarse de un anti-
sustancialismo que rebate las profundidades del “en sí”.

Reconoce a la estructura (Otro) un lugar central en la constitución del


Sujeto y señala que “un significante (el elemento irreductible de la
estructura) representa a un sujeto para otro significante”. Es decir,
para Lacan el sujeto se define como falta-en-ser. El significante lo
atraviesa.

Lacan se interesa por el estructuralismo pero lo altera, incluyendo al sujeto


en la estructura. Esa es su enorme subversión. Lo hace descompletando la
estructura del lenguaje entendida como el conjunto de significantes.
Porque no hay en la batería de significantes el significante que represente al sujeto, del
mismo modo el Otro no es un conjunto cerrado, completo de significantes, sino que
está atravesado por una falta: por eso Lacan los escribe tachándolos: Sujeto barrado y
Otro barrado. “La estructura es un conjunto de elementos que forman un grupo co-
variante. Dije un conjunto, no una totalidad”

Es decir que formula una estructura a la que le falta un elemento. A la estructura le


falta un significante, al sujeto le falta un significante.

Al hablar el sujeto, se van a desplegar los significantes que habitan al


Sujeto, en su relación con el Otro –la estructura subjetiva: La fórmula de la
comunicación (que no existe como tal) es, para Lacan: “El sujeto recibe del
otro su propio mensaje en forma invertida”. Este es el modo en que Lacan
introduce la transferencia: la palabra es la direccionalidad al otro
(interlocutor imaginario: palabra vacía) y al mismo tiempo al Otro
(interlocutor simbólico: palabra plena).

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Hablar es ante todo hablar a otros, y en última instancia, hablar al Otro con mayúscula.
El Otro no sólo es el testigo que decide lo que digo sino que además, en tanto el
mensaje le está dirigido a él, es también el lugar del código que permite descifrarlo. De
allí su definición canónica del icc como siendo el discurso del Otro.

Ese Otro sitio es el lugar, presente para todos y cerrado a cada uno, donde
Freud descubrió que sin que se piense, y por lo tanto sin que ninguno
pueda pensar en él mejor que otro, “ello” piensa.

Pensamientos que, si sus leyes no son del todo las mismas que las de
nuestros pensamientos de todos los días nobles o vulgares, están
perfectamente articulados. No hay ya modo de reducir ese Otro sitio a la
forma imaginaria de una nostalgia, de un paraíso perdido o futuro, lo que
se encuentra allí es el paraíso de los amores infantiles, donde pasa cada
cosa…

“Dios es el decir. Diocir hace que la verdad sea. Basta diocir como yo. Es la
verdad, no hay escapatoria. Si Dios me engaña, da igual, es la verdad por
decreto del diocir, la verdad de oro. -Yo, la verdad, hablo”.

“Hay uso estricto del significante a partir del momento en que, a nivel del receptor, lo
que importa no es el efecto del contenido del mensaje, no es el
desencadenamiento en el órgano de determinada reacción debida a la

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llegada de la hormona, sino lo siguiente: que en el punto de llegada del
mensaje, se toma constancia del mensaje.”

Lo real
- Lo real se opone a la realidad (pertenece al registro I).
- Es lo que vuelve siempre al mismo lugar. Designa la repetición. Nos
sirve para designar “Eso” que reaparece aunque yo no quiera que
aparezca, aun cuando perturba mi homeostasis, vuelve.
- Es inalcanzable por el psicoanálisis por su exterioridad a la palabra.
Es lo que no puede ser simbolizado en la palabra y entonces no
cesa de no escribirse y es, a la vez, inapresable en una imagen (no
puede imaginarse). No existe la menor esperanza de alcanzar lo R
por la representación. Lo Real es lo que es estrictamente
impensable. Hace agujero. El inconsciente tiene como eje de su
estructura el punto de real como imposible.
- Lo real es lo que anda mal, lo que se pone en cruz ante la carreta,
más aún, lo que no deja nunca de repetirse para estorbar ese
andar. El psicoanálisis es un síntoma. Llamo síntoma a lo que viene
de lo real.
- Lo real es lo imposible. Un punto que no es posible de ser resuelto,
que no tiene solución. Lacan lo equipara con el ombligo del sueño
de Freud.
- Lacan trata el punto de imposible como la consecuencia de un
sistema lógico: no hay inscripción de la diferencia de los sexos en el
inconsciente, sólo hay fálico o castrado; punto de imposible
freudiano.

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- No hay la relación sexual. Es el punto de imposible común a la
especie humana. Este goce del Otro, cada uno sabe hasta qué
punto es imposible, e incluso contrariamente al mito que evoca
Freud, a saber, que el Eros sería hacerse uno, justamente por eso
uno se revienta, porque en ningún caso dos cuerpos pueden
hacerse uno, por más que se lo abrace. En esos abrazos, a lo que
más se puede llegar es a decir: “¡abrázame fuerte!”, pero no se
abraza tan fuerte como para que el otro termine reventado. De
modo que no hay el menor asomo de reducción al uno. Si algo
constituye el uno es, a decir verdad, el sentido del elemento, el
sentido de lo que depende de la muerte.
- ¿Qué quiere decir orientarse hacia lo real? La interpretación no es
interpretación de sentido, sino juego con el equívoco. Nutrir al síntoma, a lo
real, de sentido es tan sólo darle continuidad de subsistencia. En cambio, en la
medida en que algo en lo simbólico se estrecha con lo que llamé el juego de
palabras, el equívoco –que entraña la abolición de sentido- todo lo
concerniente al goce, y en especial al goce fálico, puede también estrecharse.

“El sujeto parlante habla. ¿Por qué sigue hablando? ¿Por qué no termina de decir? Si
hablar fuera sólo un hecho instrumental para comunicar a fines de una respuesta, de
una tarea, habría un momento en el que el cumplimiento dejaría al sujeto mudo,
aunque más no fuera, por un instante.

Pero resulta que hay algo que no puede terminar de decir. Habla porque no puede –
sino- decir. Sigue hablando de algo que no puede decirse. Si pudiera decirlo de una vez
por todas, dejaría por fin de hablar, pero no, ¿de qué habla el sujeto que habla? De
eso que sigue quedando mudo.”

Jaime Szpilka – La realización imposible

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CONFERENCIA 16: PSIQUIATRÍA Y PSICOANÁLISIS - FREUD
No hay contradicción entre la psiquiatría y el psicoanálisis, una continúa a la otra. La
psiquiatría proporciona una etiología general y remota. Se conforma con las teorías de
la herencia o la degeneración.

El psicoanálisis, por el contrario, se propone poner de manifiesto primero la causación


más particular y próxima de las patologías. Para ello, plantea la cuestión del mecanismo
de formación de síntomas y su etiología sexual e incluye en la pregunta por la
producción del síntoma el modo en que el que lo padece está allí involucrado..

Asimismo, el psicoanálisis considera la modalidad singular en que ese síntoma se


despliega y las transformaciones que se producen por el encuentro con el analista, es
decir, lo atinente al campo de la transferencia.

Desde la perspectiva psicoanalítica, el síntoma deja de ser un fenómeno objetivable y


descriptible para pasar a ser efecto de un mecanismo complejo que toma forma en un
desarrollo discursivo –que implica a quien lo formula así como a quien lo escucha.

¿Qué actitud adoptaría, por ejemplo, el psiquiatra frente a un delirio celotípico?

Veamos un recorte clínico presentado por Freud: Hace un año le llega una carta
anónima a una mujer de 53 años que le denuncia que su marido tenía relaciones con
una muchacha joven, y ella le prestó crédito en el acto; desde entonces quedó destruida
su dicha. Esta mujer, anteriormente, le había comentado a la mucama –quien tenía una
relación de odio y rivalidad con la supuesta amante del marido-: “para mí sería lo más
terrible enterarme de que mi buen esposo tiene también una relación”.

Al día siguiente recibió por correo una carta anónima que le comunicaba eso mismo que
ella había conjurado. Extrajo la conclusión de que la carta era obra de su maligna
mucama. Pero aunque se percató enseguida, y había vivido sobrados ejemplos de la
poca fe que merecían tales denuncias, esa carta la hizo derrumbarse al instante.

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Así pues, el único fundamento que tiene la paciente para creer que su esposo pertenece
a esta categoría de hombres es la carta anónima, que no posee fuerza probatoria. Sin
embargo, el delirio se mantuvo rígido, inflexible.

El psiquiatra seguramente, DECLARARÁ LA IDEA DELIRANTE COMO UNA CONTINGENCIA


SIN INTERÉS, QUE CARECE DE TODA CORRESPONDENCIA CON LA REALIDAD EFECTIVA.

A lo sumo, investigará en la historia familiar de esta señora y dirá: “ideas delirantes se


presentan en aquellas personas en cuyas familias han aparecido otras perturbaciones
psíquicas” (hipótesis de la herencia). Esta señora ha desarrollado una idea delirante
porque estaba PREDISPUESTA A CAUSA DE SU TRANSMISIÓN HEREDITARIA.

¿Son indiferentes acaso las vivencias que sobrevinieron a esta mujer en su


vida, estaba condenada desde antes de nacer a producir alguna vez un
delirio?
El psiquiatra no conoce ningún camino que lo haga avanzar más en el esclarecimiento
de un caso de esta índole. ¿Puede el psicoanálisis desempeñarse mejor? Sí.

En el psiquismo opera un determinismo que no es contingente ni carente


de sentido. Los síntomas y acciones sintomáticas poseen un motivo, un
sentido y un propósito.
Pertenecen a una trabazón anímica pesquisable” y, en calidad de pequeño indicio, nos
anotician de un proceso anímico más importante, aunque la consciencia de quien lo
padezca (síntoma) o la lleve a cabo (acción sintomática) ignora el proceso cuya marca es
la acción misma.

El psicoanálisis investigará este determinismo que motivó a la paciente a recibir esa


carta que supuestamente disparó (¿o justificó?) su delirio. La propia paciente
provocó esa carta anónima que SIRVE DE APOYO A SU IDEA DELIRANTE (la
cual ES PREVIA).
Va a averiguar, de este modo, que había dentro de ella un intenso enamoramiento por
un hombre joven, su yerno. De este enamoramiento ella no sabía nada, o quizá muy

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poco. Un enamoramiento así, monstruoso, imposible, no puede devenir consciente; no
obstante, persiste, y en calidad de inconsciente ejerce una seria presión y el alivio
inmediato lo ofreció el mecanismo del DESPLAZAMIENTO.

Si era su marido quien se había enamorado de una joven muchacha, su consciencia


moral se descargaba del peso de la infidelidad. SU PROPIO AMOR NO LE HABÍA
DEVENIDO CONCIENTE, PERO EL REFLEJO DE ÉL, AHORA SE LE HIZO CONSCIENTE DE
MANERA OBSESIVA, DELIRANTE.

Quizá no sea indiferente que fuera el joven marido de una hija quien deviniera objeto de
este enamoramiento patógeno. Un fuerte lazo erótico con la hija, que en su último
fundamento se reconduce a la constitución sexual de la madre, a menudo halla el
camino para seguirse en una trasmudación de esa índole.

Resumen:

1) La idea delirante no es algo disparatado, incomprensible, sino que posee pleno


sentido, pertenece a la trama de una vivencia, rica en afectos, de la enferma.
2) Es necesaria como reacción frente a un proceso anímico icc colegido por otros
indicios, y precisamente a esta dependencia debe su carácter delirante, su
resistencia a los ataques basados en la lógica y la realidad. Es a su vez algo
deseado, una suerte de consuelo.
3) La vivencia que hay tras la contracción de la enfermedad determina
unívocamente que habría de engendrarse una idea de celos y ninguna otra cosa.

APORTES DE KARL JASPERS


Karl Jaspers fue un importante exponente de la psiquiatría alemana. En 1913 publicó su
tratado de Psiquiatría llamado Psicopatología general, y fue quien introdujo a Lacan a
las ideas de Freud. Enumeramos a continuación algunos de sus aportes a la disciplina:

- Pone un acento inédito en el decir del enfermo, antes que en su


objetivación para la mirada. Hay que informarse de todo fenómeno psíquico, de

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toda vivencia que se manifieste en la exploración de los enfermos y en sus
autodescripciones. Nos sirven ante todo las confidencias de los
enfermos, que provocamos y examinamos en la conversación
personal. ¿Por qué? Porque, piensa Jaspers “el que experimentó por sí
mismo, encuentra con facilidad la descripción adecuada” “El psiquiatra,
que solamente observa, se esforzará en vano por formular lo que puede decir el
enfermo en sus vivencias”¡ Qué manera de cederle la palabra al enfermo!
Esa es su posición, muy similar a la posición del psicoanalista.
- Hace hincapié en el caso individual, para hacer reconocible lo idéntico en lo
múltiple. Lacan, a través de su estudio del caso Aimeé, no expone una elaboración
estadística a partir de una gran casuística de la cual extraer conclusiones
generalizables, sino que se centra en un único caso, calificándolo como “el más
significativo”, pues considera que la relevancia de sus conclusiones no se sustenta
en una larga acumulación de casos clínicos –propio de la metodología de una
psiquiatría estadística- sino el estudio clínico profundo y muy detallado de
un solo caso, pero que pueda ser considerado un prototipo.
- Para ello se sirve de autodescripciones o confidencias. Es importante la
descripción –como una buena biografía y no como una ficha resumida – de casos
aislados (esto era siempre exigido por Kraepelin) en la investigación empírico-
clínica.
- Propone un enfoque fenomenológico de la enfermedad mental, que
concibe los hechos como el terreno y la fuente de nuestros conocimientos. La
fenomenología tiene la misión de presentarnos intuitivamente los estados
psíquicos que experimentan realmente los enfermos, “…dejando de lado
todas las teorías recibidas, las construcciones psicológicas, las
interpretaciones y apreciaciones, tenemos que dirigirnos puramente a lo que
podemos entender en su existencia real, a lo que podemos distinguir y
describir. Esta es una tarea difícil, según enseña la experiencia:
IMPARCIALIDAD FENOMENOLÓGICA EN LA CONTEMPLACIÓN DEL FENÓMENO COMO
TAL.”

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- Sostiene la tesis de la causalidad psíquica, es decir que lo psíquico
surge con toda evidencia de lo psíquico. “Comprendemos de este
modo, único posible frente a lo psíquico, si el atacado se vuelve colérico, el amante
engañado celoso…”. Reivindica la comprensión racional de los contenidos
mentales como surgidos de los estados de ánimo, deseos y temores. Acentúa los
factores reaccionales -Reacción de la personalidad a situaciones vitales, que a
su vez se inserta en un desarrollo comprensible y cuestiona fuertemente las
teorías que pretenden reducir la paranoia a los mecanismos de las
psicosis orgánicas.
- La hermenéutica general de la psicología de Jaspers tiene un fundamento
metodológico: no la explicación sino la comprensión.
o Las ciencias naturales explican los fenómenos (incomprensibles,
obedece a relaciones causales). La explicación implica captar algo de estas
correlaciones del mundo físico/inanimado y su característica esencial sería
que no podemos colocarnos dentro del otro.
o Por otra parte, en las ciencias del espíritu los fenómenos se
comprenden (éste es el mundo del sentido). La comprensión
psicológica implica entender la génesis de los contenidos psíquicos en
función de la historia, utilizando la capacidad de “ponerse en el lugar
del otro” (empatía). Comprender se vuelve el instrumento principal del
trabajo psiquiátrico. Es dar sentido a las conductas de los enfermos
y a los fenómenos mentales.
- El propósito de la psicopatología es, para Jaspers, estudiar el
acontecer psíquico patológico. ¿Por qué? Porque hay allí algo que es
incomprensible. Por ejemplo, podemos comprender los celos del marido
engañado, pero es incomprensible el delirio persecutorio de un paranoico.
- Los conceptos de Proceso y Desarrollo son constructos utilizados con el
fin de describir dos formas principales de presentación y curso de los
trastornos mentales. Estos conceptos surgen, principalmente, a partir de la

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observación de las tres grandes psicosis funcionales: La Esquizofrenia, los
Trastornos del Ánimo y las Paranoias.
o El desarrollo
▪ surge en una personalidad anormal previa,
▪ Hay un evento ambiental desencadenante que resulta coherente
con la personalidad previa.
▪ Lo que ocurre de ahí en adelante es comprensible desde la biografía
de la persona: la sintomatología se relaciona con los rasgos de la
personalidad previa.
▪ Es principalmente psicológico, aunque tendría cierta influencia
biológica.
▪ Es posible observar una vuelta al estado basal.

o La noción de proceso, por el contrario, sirve para dar cuenta de un


elemento
▪ Nuevo y heterogéneo (sin articulación con la personalidad previa)
que implica un trabajo de síntesis que debe culminar en una
personalidad nueva, enmarcada otra vez en las relaciones
comprensibles, o sea que inaugura un nuevo desarrollo de la
personalidad. Esto es posible porque el proceso es psíquico. Si fuera
orgánico, es decir, lesional, no habría síntesis ni cambio en la vida
psíquica, sino desintegración.
▪ Supone el surgimiento de un trastorno en forma abrupta, a
modo de quiebre (desencadenamiento).
▪ Resulta incomprensible desde la biografía de sujeto. El proceso
es el nombre de lo que sólo se aprehende en los límites de
la comprensión y que se inscribe en una relación de medianería
con la causalidad. Con el proceso concluye la posibilidad de la
comunicación comprensiva y se ingresa al terreno de lo
incomprensible que habrá que explicar.
▪ Luego de su surgimiento no hay una vuelta al estado basal.

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▪ Jaspers distingue dos tipos de procesos:
• Procesos Orgánicos: Se restan funciones previamente
existentes. Ej: Demencia.
• Procesos Psíquicos: Son procesos constructivos. Aparecen
nuevas funciones psíquicas que son cualitativamente distintas.
Ej: Los delirios y alucinaciones de la Esquizofrenia.

Si bien Jaspers distingue entre procesos psíquicos y procesos fisico-psicóticos


(orgánicos) reconoce que ambos se encuentran siempre relacionados, desde el
punto del “paralelismo psicofísico”.

ERIC LAURENT – PSICOANÁLISIS Y SALUD MENTAL


El boom de los psicotrópicos actual impulsa el retorno de la psiquiatría a la
medicina. Bajo la máscara tranquilizadora, ya conocida en la historia de la medicina,
de la búsqueda de una lengua epidemiológica única, bajo el nombre de DSM, la
Asociación Psiquiátrica Americana puso a punto un cuestionamiento radical de la clínica
que se tradujo a una descripción psiquiátrica de comportamientos sociales
(DSMIV).
“El encantamiento producido por la clínica del medicamento y la extensión de esas
indicaciones, terminó por producir un extraño malestar. Seguramente había un
remedio para todo, éste es el aspecto fortificante de la promesa
terapéutica. Así, puede emerger mucho más la estricta causalidad bioquímica: lo
patológico avala la idea de lo normal.”

A partir del retorno de la psiquiatría al seno de la medicina, producido por la


mencionada eficacia de los psicotrópicos, se constituyen nuevas normas sobre lo
patológico: la clínica se constituye actualmente sobre las yuxtaposiciones de mono-
síntomas. Vemos aparecer, así, una clasificación extremadamente extraña por su
extensión y por la naturaleza de aquello que allí se incluye exactamente. Tenemos la
sensación de encontrarnos en una “enciclopedia china” borgeana.

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El engaño de este dispositivo es que promete la panacea de la cura promoviendo la
identificación absoluta del paciente con tal o cual síndrome descripto.

Sin embargo, desde el psicoanálisis, lo patológico no es ausencia de norma, sino


que indica una configuración nueva del organismo, una adaptación posible
del viviente a las perturbaciones del medio exterior. Lacan lo llama “un real
que se pone en cruz para impedir que las cosas sigan marchando de determinada
manera”.

Pero la psiquiatría sostiene el ideal de la extirpación del síntoma,


proponiéndose el sometimiento de lo desviado para forzarlo a “retornar” al
campo de la “normalidad” por todos los medios, desconociendo el valor de
verdad del síntoma, y reduciendo la subjetividad a pautas de funcionamiento yoico.

El furor curandis, alentado y defendido por la psiquiatría, quiere la “cura”


para no saber –del goce que el síntoma encierra-. Se propone – a través de
la farmacología- silenciar al síntoma y restituir rápidamente al sujeto al
circuito productivo. El psicoanálisis, por el contrario, se propone hacer
hablar al real que se juega en el síntoma, simbolizarlo.

¿Cómo orientarnos hacia lo real del sufrimiento que conlleva el síntoma –“cifra
de saber y de goce” según Lacan - en una civilización donde el artefacto de las
clasificaciones, está cada día más presente como una evidencia?
Hoy en día partimos de la inscripción de un sujeto en una clase de tipos de síntomas.
Partimos de la generalidad de las descripciones nosográficas para obtener lo más
singular de su síntoma. Partimos de una neurosis obsesiva para obtener “el hombre de

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las ratas”. Esta es una extraña práctica que invierte el orden y termina por cuestionar la
consistencia de las clases clínicas.

La concepción de sujeto propia del psicoanálisis implica la resistencia del caso a la


tipificación- sin por ello excluir la nosología y la semiología construidas por
la psiquiatría.
Lacan considera lo que desborda en el síntoma, más allá de toda nosografía clínica
admitida. El síntoma se dirige al Otro, y en esto al lugar del Otro contenido en la
demanda. En la demanda de curación particular que se dirige al analista, el análisis aísla
la presencia del Otro en una dimensión propia. El sufrimiento humano se encuentra
estructurado como un mensaje. El psicoanalista ha de situarse, pues, entre

- el nominalismo del “caso por caso” (cada caso es único y singular) y el


- el realismo de las estructuras (que atañe a la intervención del Otro).

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ESTATUTO DEL SUJETO EN FREUD
FORMULACIONES ACERCA DE LOS DOS PRINCIPIOS DEL
ACAECER PSÍQUICO
Freud se pregunta ¿Cómo nos relacionamos las personas con la realidad? ¿Cuál es la
significación psicológica del mundo exterior real?

- En un principio el psiquismo sólo se representaba lo placentero. Ante


algún estímulo (displacer) el recurso era la alucinación, es decir, la denegación
absoluta de la realidad.
- En la constitución normal del aparato psíquico, el principio de placer debe
“ajustarse”, “adecuarse” al principio. de realidad. Es importante tener en cuenta
que la instauración del segundo no implica el destronamiento
del primero.
- Este “ajuste” implica una suerte de “domesticamiento” a partir del cual el ser
humano (una bestia feroz) se transforma en un ser preparado para vivir en
comunidad.
- LLAMAMOS, CON LACAN, CASTRACIÓN A ESTA OPERACIÓN
- Supone la adaptación de la búsqueda inmediata y directa de placer a las
condiciones reales, que tenemos que atravesar para lograr la satisfacción.
- Esto implica una mayor importancia adquirida por la realidad
externa.
- Asimismo, una elevación la de los órganos sensoriales vueltos hacia el
mundo exterior y la de la conciencia, instancia enlazada a ellos.

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- Se constituye a partir de este pasaje, una función especial -la atención-; y la
descarga motora quedó encargada de la modificación adecuada de la
realidad.
- A partir del pensamiento (energía ligada) el aparato anímico pudo soportar el
incremento de la tensión de los estímulos durante el aplazamiento de la descarga.

Ahora bien, Freud presenta un conflicto y lo articula con la etiología de las


neurosis/psicosis.

- A la hora de renunciar al principio de placer, las pulsiones


sexuales van a ser particularmente “resistentes” a abandonar
los primeros modos de satisfacción pulsional, a diferencia de las
pulsiones yoicas, que se adaptan al principio de realidad sin dificultades.

“Uno de los elementos esenciales de la disposición psíquica a la neurosis es


engendrado por el retraso en educar a la pulsión sexual en el respeto a la realidad y
por las condiciones que han permitido tal retraso.”

Las pulsiones sexuales observan al principio una conducta autoerótica, encuentran su


satisfacción en el cuerpo mismo del sujeto, y de este modo no llegan nunca a sufrir la
privación impuesta por la instauración del principio de la realidad.

Cuando más tarde se inicia en ellos el proceso de la elección de objeto, no tarda en


quedar interrumpido por el período de latencia, que retrasa hasta la pubertad el
desarrollo sexual.

“Estos dos factores, autoerotismo y período de latencia, provocan un


estacionamiento del desarrollo psíquico del instinto sexual y lo retienen aún por
mucho tiempo bajo el dominio del principio del placer, al cual no logra sustraerse
nunca en muchos individuos.”

- La sexualidad anudada al principio del placer va a persistir en el universo de la


fantasía. Esa fracción de la vida anímica que no se resigna a perder placer. Los
neuróticos desarrollan en el nivel de los sueños, de sus fantasías, un universo

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erótico muy rico, “hiperintenso”, que suele tener consecuencias adversas en la
vida sexual adulta. A tal punto esto es así, que Freud afirma que “el síntoma
es el partenaire sexual de los neuróticos”.
- Este modo infantil de gozar del neurótico va a sesgar absolutamente su
percepción de la realidad, la cual pasará a estar subsumida en mayor (psicosis) o
menor grado (neurosis) al principio de placer. A esto Freud llama realidad
psíquica, en oposición a la realidad efectiva.
- ¿Cómo opera esto? La represión, dice, se mantiene omnipotente en el terreno de
la fantasía y consigue inhibir las representaciones in statu nascendi,
antes que puedan ser advertidas por la conciencia, cuando su carga de
energía psíquica pudiera provocar displacer. Este es el punto débil de
nuestra organización psíquica y puede ser utilizado para someter de nuevo al
principio del placer procesos mentales devenidos racionales ya.
- En otras palabras, los neuróticos “corregimos” nuestra percepción del mundo
para evitar el displacer; acomodamos el mundo a nuestras defensas.

La diferencia esencial entre neurosis y psicosis reside en que


en la primera el yo sofoca, al servicio de la realidad, un
fragmento del ello, mientras que en la psicosis se deja
arrastrar por el ello a desasirse de un fragmento de la
realidad.
Mientras que el neurótico renuncia al objeto incestuoso por temor a la
castración (interés narcisista en sus genitales) el psicótico/perverso
desmiente la realidad que sostiene la amenaza. Renuncia a la realidad a favor
de los intereses de su ello. La escisión del yo en el proceso defensivo se
origina a partir de un conflicto entre la exigencia de la pulsión y el veto de la
realidad objetiva.

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ICC PRCC-CC

PPIO DE PLACER. Principio económico, basado en PPIO. DE REALIDAD. Principio regulador del funcionamiento
disminuir los niveles de excitación del aparato al mínimo nivel psíquico, aparece secundariamente como una modificación del principio de
posible. Se trata de un mecanismo de regulación automática, placer, que en los comienzos es el que domina; su instauración corresponde
según el cual el aparato psíquico se regula por la evitación o la a una serie de adaptaciones que debe experimentar el aparato psíquico:
evacuación de la tensión displacentera. Según este principio, las desarrollo de las funciones conscientes, atención, juicio, memoria;
pulsiones buscarían descargarse por los caminos más cortos. sustitución de la descarga motriz por una acción encaminada a lograr una
Progresivamente efectuarían el aprendizaje de la realidad, que transformación apropiada de la realidad; nacimiento del pensamiento, el
es el único que permite, a través de los rodeos y aplazamientos cual se define como una “actividad de prueba” en la que se desplazan
necesarios, alcanzar la satisfacción buscada. pequeñas cantidades de catexis, lo que supone una transformación de la
energía libre, que tiende a circular sin trabas de una representación a otra,
en energía ligada. El paso del ppio de placer al ppio de realidad no suprime,
sin embargo, el primero. Por una parte, el principio de realidad asegura la
obtención de las satisfacciones en lo real; por otra parte, el ppio de placer
continúa imperando en todo un campo de actividades psíquicas, especie de
territorio reservado, entregado al fantasma y que funciona según las leyes
del proceso primario: el icc. Una parte esencial de la predisposición
psíquica a la neurosis está dada por el retardo con que la pulsión sexual es
educada para tomar nota de la realidad. La sustitución del ppio de placer
por el ppio. De realidad no implica el destronamiento del primero, sino su
aseguramiento. Se abandona un placer momentáneo, pero inseguro en sus
consecuencias, sólo para ganar por el nuevo camino un placer seguro, que
vendrá después.
PROC. PRIMARIO. Se define en términos económicos. PROC. SECUNDARIO. Inhibición, aplazamiento de la satisfacción,
Supone la descarga inmediata de la energía. Según el proceso desvío. La energía es primeramente “ligada” antes de fluir en forma
primario, la energía fluye libremente, pasando sin trabas de una controlada; las representaciones son catectizadas de una forma más estable,
representación a otra según los mecanismos de condensación y la satisfacción es aplazada, permitiendo así experiencias mentales que ponen
desplazamiento; tiende a recatectizar plenamente las a prueba las distintas vías de satisfacción posibles. Pueden describirse como
representaciones ligadas a las experiencias de satisfacción procesos secundarios las funciones clásicamente descritas en psicología
constitutivas del deseo (alucinación primitiva). Freud descubre como el pensamiento vigil, la atención, el juicio, el razonamiento, la acción
este tipo de funcionamiento mental (son sus mecanismos y leyes controlada. El proc. Secundario busca la identidad de pensamiento. El

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propias) a partir del estudio de los sueños y los síntomas. No se proceso secundario constituye una modificación del proceso primario. La
trata de ausencia de sentido, dirá Freud, sino de un distinción entre estos dos procesos también tiene implicancias
deslizamiento incesante del mismo. Los mecanismos que temporales/genéticas, siendo el proc. Primario más primitivo y el secundario
intervienen aquí son, por una parte, el desplazamiento (en virtud posterior en el desarrollo.
del cual a una representación, a menudo de apariencia
insignificante, puede atribuírsele el valor psíquico, la intensidad
originalmente atribuidas a otra) y por otra parte, la
condensación (a partir de la cual en una representación única
pueden confluir todas las significaciones expresadas por las
cadenas asociativas que vienen a cruzarse en ella).-Esto
encuentra relación con la sobredeterminación del síntoma.
IDENTIDAD DE PERCEPCIÓN. Estos conceptos se IDENTIDAD DE PENSAMIENTO. En el proceso secundario, la
definen por la equivalencia que se establece entre las identidad buscada es la de los pensamientos entre sí. El pensamiento debe
representaciones. Freud postuló, a partir del estudio de los interesarse por las vías de ligazón entre las representaciones, sin dejarse
sueños, que el objetivo del proceso icc. Consiste en establecer, engañar por su intensidad. Sigue estando al servicio de la identidad de
por las vías más cortas, una identidad de percepción, esto es, percepción: es simplemente un desvío que la experiencia ha hecho
reproducir en forma alucinatoria las representaciones a las que necesario, en el camino que conduce al cumplimiento de deseo.
ha conferido un valor privilegiado la experiencia de satisfacción
original. La experiencia de satisfacción constituye el origen de la
búsqueda de la identidad de percepción. Ella liga a una descarga
eminentemente satisfactoria la representación de un objeto
electivo. A partir de entonces, el sujeto “repetirá la percepción
ligada a la satisfacción de la necesidad”. La alucinación primitiva
es la vía más corta para obtener la identidad de percepción.

REPRESENTACIÓN-COSA. Representación REPRESENTACIÓN-PALABRA. La representación-palabra se


esencialmente visual que deriva de la cosa. La representación de introduce en una concepción que enlaza la verbalización y la toma de
cosa consiste en una catexis, si no de imágenes mnémicas consciencia. Engloba lo que es la representación de cosa más la
directas de la cosa, por lo menos de huellas mnémicas más representación de palabra correspondiente. Freud advirtió que en la
alejadas, derivadas de aquéllas. Es la representación cosa sola. esquizofrenia las representaciones de palabra son tratadas como
Significantes preverbales. representaciones cosa. Cuando las representaciones de palabra,
pertenecientes a los restos diurnos, constituyen residuos recientes y actuales

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de percepciones, y no expresión de pensamientos, son tratadas como las
representaciones de cosa.”
ENERGÍA LIBRE. En el proceso primario, la energía se ENERGÍA LIGADA. En el proceso secundario, la energía se encuentra
denomina libre/móvil en la medida en que fluye hacia su ligada, en la medida en que su movimiento hacia la descarga se halla
descarga del modo más rápido y directo posible. Desde el punto retardado y controlado. Es característico de un grado más elevado de
de vista genético, el estado libre de la energía precede al estado estructuración del aparato psíquico.
de energía ligada.

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JUSTIFICACIÓN DEL CONCEPTO DE LO INCONSCIENTE

El INCONSCIENTE es un SUPUESTO al cual accedemos a través


de sus manifestaciones Cc.

• Sueños
• Lapsus
• Chistes
• Síntomas

Los estados icc. nos resultan absolutamente inasequibles desde sus


características físicas. “ninguna idea fisiológica, ningún proceso químico pude
hacernos vislumbrar su esencia.”

Se trata de un supuesto

- NECESARIO, porque los datos de la conciencia son muy lagunosos. En


sanos y en enfermos aparecen a menudo actos psíquicos cuya
explicación supone otros actos de los que la conciencia no es testigo.
Estos actos quedarían inconexos e incomprensibles si nos
empeñásemos en sostener que la conciencia ha de enterarse de todo
cuanto sucede. Es un supuesto que se desprende de la experiencia
clínica. “La cura ha revelado que la vida anímica está repleta de
pensamientos eficientes, aunque inconscientes, y que de éstos
emanan los síntomas. Esto ha llevado a suponer la existencia de
grupos psíquicos separados, y a admitir la existencia del inconsciente
como un lugar psíquico que es necesario representarse.” La Cc abarca
solo una -pequeña- parte del contenido de lo anímico. Conciencia ≠
alma. “La igualación convencional de lo psíquico con lo consciente es
enteramente inadecuada”.

"Denominaremos inconsciente a aquellas representaciones latentes de las


que tenemos algún fundamento para sospechar que se hallan contenidas
en la vida anímica..." "Una representación inconsciente será entonces una
representación que no percibimos, pero cuya existencia estamos, sin
embargo, prontos a afirmar, basándonos en indicios y pruebas."

- LEGÍTIMO: En tanto que para postular su existencia nos servimos de un


modo de razonamiento que no se aparta del que tenemos por correcto.
Debemos atribuirnos un inconsciente
(aunque su existencia no sea percibida de manera directa por
nosotros) de la misma manera que atribuimos conciencia a otro ser
humano (aunque ella no pueda ser percibida por nuestra conciencia).
Que el otro existe es un conocimiento que obtenemos no a partir de la
experiencia, directa, sino por analogía, sobre la base de las
exteriorizaciones y acciones perceptibles de este otro. El psicoanálisis
nos exige que este modo de razonamiento se vuelva hacia la persona
propia. “Todos los actos y exteriorizaciones que yo noto en mí y que no
se enlazan de manera directa con el resto de mi vida anímica tienen
que juzgarse como si vinieran de otra persona y atribuyendo a ésta una
vida psíquica”.

- EFICAZ: porque se manifiesta por sus efectos: sus consecuencias,


síntomas, patología.

El punto de vista TÓPICO hace referencia al hecho de que:

• Cada instancia del aparato psíquico tiene una función y características propias.
• Estas instancias están separadas y dispuestas entre sí según un orden determinado.
Esto permite considerarlos metafóricamente como lugares psíquicos de los que es
posible dar una representación espacial figurada. Representación que no se condice con
ninguna localización anatómica.

PRIMERA TÓPICA DEL APARATO PSÍQUICO -FREUD


La primera concepción tópica del aparato psíquico distingue tres sistemas, inconsciente,
preconsciente y consciente, cada uno de los cuales posee su función, su tipo de proceso,
su energía de catexis, especificándose por contenidos representativos. Entre estos
sistemas Freud sitúa las censuras, que inhiben y controlan el paso del uno al otro.

INCONSCIENTE

Constituido por contenidos reprimidos (representantes de las pulsiones) a los que se


les ha rehusado el acceso al sistema Prcc- Cc por acción de la represión.

Estábamos acostumbrados a pensar que todo pensamiento latente lo era a


consecuencia de su debilidad, y devenía consciente tan pronto cobraba fuerza. Ahora
hemos adquirido la convicción de que hay ciertos pensamientos latentes que no
penetran en la conciencia por intensos que sean. Llamaremos entonces preconcientes
a los pensamientos latentes del primer grupo, mientras que reservaremos el término
inconciente para el segundo grupo, que hemos estudiado en las neurosis.

El término «inconciente» ya no hace referencia a un hecho meramente descriptivo –


pensamientos que no están en la consciencia en este momento- sino que designa
pensamientos con un cierto carácter dinámico, a saber, aquellos que a pesar de su
intensidad y su acción eficiente se mantienen alejados de la conciencia.

• El pensamiento inconciente es excluido de la conciencia por unas fuerzas vivas


que se contraponen a su aceptación
• Fuertemente catectizados buscan retornar a la CC y a la acción
(Retorno de lo reprimido) pero sólo pueden hacerlo en la formación
de compromiso, luego de haber sido sometidos a las
deformaciones de la censura.
• Son especialmente los deseos infantiles los que experimentan
una fijación en el icc.
• Las representaciones icc. Se hallan ordenadas, en forma de fantasías, guiones
imaginarios a los cuales se fija la pulsión y que pueden concebirse como
verdaderas ESCENIFICACIONES DEL DESEO.
• Están regidos por los mecanismos del proceso primario
(CONDENSACIÓN/DESPLAZAMIENTO)

PRECONCIENTE

• Está formado por aquellos sentimientos, pensamientos, fantasías, etc. que no


están presentes en la conciencia, pero que pueden hacerse
presentes en cualquier momento. No hay que vencer gran resistencia
para que se hagan conscientes. Sus contenidos son inconscientes en el sentido
descriptivo.
• Se corresponde con nuestro “yo oficial”.

CONCIENCIA

• Contenidos a los que accedemos directamente a través de nuestro pensamiento


racional.
• Coincide con la noción del sentido común. Está asociada a las funciones psíquicas
superiores como el juicio, la atención, la percepción y el contacto con el mundo
exterior.

Es importante destacar que: la interpretación psicoanalítica no se


limita a una comunicación consciente, sino que da lugar a
modificaciones estructurales: “La cura psicoanalítica se ha
construido basándose en la influencia del CC sobre el ICC”.
CONFERENCIA 31 FREUD (SEGUNDA TÓPICA)

ACERCA DE LA DESCOMPOSICIÓN DE LA PERSONALIDAD PSÍQUICA


El síntoma proviene de lo reprimido, es su subrogado ante el yo; ahora bien, lo
reprimido es para el yo tierra extranjera, una tierra extranjera interior, así como la
realidad es tierra extranjera exterior.

El ser humano enferma a raíz del conflicto entre las exigencias de la vida pulsional y la
resistencia que dentro de él se eleva contra ellas, y en ningún momento habíamos
olvidado a esa instancia que resiste, rechaza, reprime, que coincidía
justamente con el yo de la psicología popular. Dirigimos ahora la atención a lo
represor; entonces nos enfrentamos a ese yo.

El yo puede tomarse a sí mismo por objeto, tratarse como a los otros objetos,
observarse, criticarse, y Dios sabe cuántas otras cosas podrá emprender consigo mismo.
Para ello, una parte del yo se contrapone al resto. El yo es entonces
escindible, se escinde en el curso de muchas de sus funciones, al menos
provisionalmente.

Los paranoicos son enfermos que padecen el delirio de ser observados. Se nos quejan
de que sin cesar, y hasta en su obrar más íntimo, son fastidiados por la observación de
unos poderes desconocidos. ¿Qué tal si estos locos tuvieran razón, si en todos
nosotros estuviera presente dentro del yo una instancia así, que observa y
amenaza con castigos?

La separación de una instancia observadora del resto del yo es un


rasgo regular dentro de la estructura del yo. El observar no es sino una
preparación del enjuiciar y castigar, y así colegimos que otra función de esa
instancia tiene que ser lo que llamamos nuestra conciencia moral.
No parece que dentro de nosotros haya algo que separemos de nuestro yo de manera
tan regular y lo contrapongamos a él tan fácilmente como lo hacemos con nuestra
conciencia moral. Siento la inclinación de hacer algo que me promete un placer, pero lo
omito con el fundamento de que mi conciencia moral no lo permite. O bien la
hipertrófica expectativa de placer me movió a hacer algo contra lo cual elevó su veto la
voz de la conciencia moral, y tras el acto ella me castiga con penosos reproches, me
hace sentir el arrepentimiento por él. Podría decir simplemente que la instancia
particular que empiezo a distinguir dentro del yo es la conciencia moral,
pero es más prudente considerar autónoma esa instancia, una de cuyas
funciones sería la conciencia moral y otra la observación de sí,
indispensable como premisa de la actividad enjuiciadora de la conciencia
moral. Designaré en lo sucesivo «superyó» a esa instancia
situada en el interior del yo.
No bien nos hemos familiarizado con la idea de un superyó así concebido, que goza de
cierta autonomía, persigue sus propios propósitos y es independiente del yo en cuanto a
su patrimonio energético, se nos impone un cuadro patológico que ilustra de
manera patente la severidad, hasta la crueldad, de esa instancia, así como
las mudanzas de su vínculo con el yo. Me refiero al estado de la melancolía, más
precisamente del ataque melancólico.

El rasgo más llamativo de esta enfermedad, acerca de cuya


causación y mecanismo sabemos muy poco, es el modo en que el
superyó trata al yo. Mientras que en sus períodos sanos el melancólico puede ser
más o menos severo consigo mismo, como cualquier otra persona, en el ataque
melancólico el superyó se vuelve hipersevero, insulta, denigra, maltrata al pobre yo, le
hace esperar los más graves castigos.

Origen de la conciencia moral


Si la conciencia moral es sin duda algo «en nosotros», no lo es desde el
comienzo. Es en esto un opuesto de la vida sexual, que efectivamente está
ahí desde el comienzo de la vida y no viene a agregarse sólo más tarde.
Pero el niño pequeño es notoriamente amoral, no posee inhibiciones
internas contra sus impulsos que quieren alcanzar placer. El papel que
luego adopta el superyó es desempeñado primero por un poder externo, la
autoridad parental.

El influjo de los progenitores rige al niño otorgándole pruebas de amor y


amenazándolo con castigos que atestiguan la pérdida de ese amor y no
pueden menos que temerse por sí mismos. Esta angustia realista es la
precursora de la posterior angustia moral; mientras gobierna, no hace falta
hablar de superyó ni de conciencia moral.

Sólo más tarde se forma la situación secundaria: en el lugar de la instancia


parental aparece el superyó que ahora observa al yo, lo guía y lo amenaza,
exactamente como antes lo hicieron los padres con el niño. Ahora, el superyó,
que de ese modo toma sobre sí el poder, la operación y hasta los métodos de la
instancia parental, no es sólo el sucesor de ella, sino de hecho su legítimo “heredero”.

El superyó, en una elección unilateral, parece haber tomado sólo el rigor y la severidad
de los padres, su función prohibidora y punitoria, en tanto que su amorosa tutela no
encuentra recepción ni continuación algunas. Si los padres ejercieron de hecho un
severo gobierno, creemos lógico hallar que también en el niño se ha desarrollado un
superyó severo, pero la experiencia enseña, contra nuestra expectativa, que el
superyó puede adquirir ese mismo carácter de rigor despiadado aunque la
educación fuera indulgente y benévola, y evitara en lo posible amenazas y
castigos.
La base de la trasmudación del vínculo parental en el superyó es lo que se
llama una «identificación», o sea una asimilación de un yo a un yo ajeno, a
consecuencia de la cual ese primer yo se comporta en ciertos aspectos
como el otro, lo imita, por así decir lo acoge dentro de sí.

Se ha comparado la identificación, y no es desatino, con la incorporación oral,


canibálica, de la persona ajena. La identificación es una forma muy
importante de la ligazón con el prójimo, probablemente la más originaria;
no es lo mismo que una elección de objeto. Podemos expresar la diferencia
más o menos así: cuando el varoncito se ha identificado con el padre,
quiere ser como el padre; cuando lo ha hecho objeto de su elección, quiere
tenerlo, poseerlo. En el primer caso su yo se alterará siguiendo el arquetipo
del padre; en el segundo, ello no es necesario.

Si uno ha perdido un objeto o se ve precisado a resignarlo, es muy común que uno se


resarza identificándose con él, erigiéndolo de nuevo dentro de su yo, de suerte que aquí
la elección de objeto regresa, por así decir, a la identificación.

La institución del superyó se describe entonces como un como un caso


logrado de identificación con la instancia parental. Ahora bien, el hecho
decisivo en favor de esta concepción es que esa creación nueva de una
instancia superior dentro del yo se enlaza de la manera más íntima
con el destino del complejo de Edipo, de modo que el superyó
aparece como el heredero de esta ligazón de sentimientos tan
sustantiva para la infancia.

Espero ya tengan la impresión de que nuestra postulación del superyó describe real y
efectivamente una constelación estructural, y no se limita a personificar una abstracción
como la de la conciencia moral. Mencionaremos todavía una importante
función que adjudicamos a ese superyó. Es también el portador del ideal
del yo con el que el yo se mide, al que aspira a alcanzar y cuya exigencia de
una perfección cada vez más vasta se empeña en cumplir. No hay duda de que
ese ideal del yo es el precipitado de la vieja representación de los
progenitores, expresa la admiración por aquella perfección que el
niño les atribuía en ese tiempo.

Le hemos adjudicado al superyó la observación de sí, la conciencia


moral y la función de ideal. De nuestras puntualizaciones sobre su génesis se
desprende que tiene por premisas un hecho biológico de importancia sin
igual y un hecho psicológico ineluctable: la prolongada dependencia de
la criatura humana de sus progenitores, y el complejo de Edipo; a
su vez, ambos hechos se enlazan estrechamente entre sí.

El superyó del niño no se edifica en verdad según el modelo de sus


progenitores, sino según el superyó de ellos; se llena con el mismo
contenido, deviene portador de la tradición, de todas las valoraciones perdurables
que se han reproducido por este camino a lo largo de las generaciones.

Resistencia

Ustedes saben que en realidad toda la teoría psicoanalítica está edificada sobre la
percepción de la resistencia que nos ofrece el paciente cuando intentamos
hacerle consciente su inconsciente. El signo objetivo de la resistencia es que sus
ocurrencias se le deniegan o se distancian mucho del tema tratado. El mismo puede
discernir la resistencia también subjetivamente si registra sensaciones penosas cuando
se aproxima al tema.

Entonces decimos al paciente que, según inferimos de su conducta, se encuentra


ahora en estado de resistencia, y él responde que no sabe nada de ella, sólo nota la
traba de las ocurrencias.

Se demuestra que nosotros teníamos razón, pero, entonces, su resistencia era


también inconciente, tan inconciente como lo reprimido en cuyo levantamiento
trabajamos. Hace tiempo que se habría debido plantear esta pregunta: ¿De qué parte
de su vida anímica procede esa resistencia inconsciente? El principiante en el
psicoanálisis responderá con ligereza: es justamente la resistencia de lo inconsciente.
¡Respuesta ambigua e inutilizable! Si lo que se quiere indicar es que procede de lo
reprimido, tenemos que decir: sin duda que no. A lo reprimido tenemos que
atribuirle más bien una intensa pulsión aflorante, un esfuerzo por penetrar
en la conciencia. La resistencia sólo puede ser una exteriorización del yo
que en su tiempo llevó a cabo la represión y ahora quiere mantenerla.

Desde siempre lo hemos concebido así. Puesto que suponemos en el yo una


instancia particular que subroga los reclamos de limitación y
rechazo, el superyó, podemos afirmar que la represión es la obra
de ese superyó, él mismo la lleva a cabo, o lo hace por encargo
suyo el yo que le obedece.

Entonces, si se da el caso de que en el análisis al paciente no le deviene conciente la


resistencia, ello significa o bien que el superyó y el yo pueden trabajar de
manera inconsciente en situaciones importantísimas, o bien -lo
cual sería aún más sustantivo- que sectores de ambos, del yo y el
superyó mismos, son inconscientes.
Pero en cualquiera de esos dos casos tenemos que darnos por enterados de la
desagradable intelección de que (super)
yo y conciente, por un lado, y
reprimido e inconciente, por el otro, en manera alguna
coinciden.

Grandes sectores del yo y del superyó pueden permanecer


inconscientes, son normalmente inconscientes. Esto significa que la
persona no sabe nada de sus contenidos y le hace falta cierto gasto
de labor para hacerlos concientes.
No nos hace falta elucidar lo que debe llamarse conciente, pues está a salvo de
cualquier duda. El más antiguo y mejor significado de la palabra «inconciente» es el
descriptivo; llamamos inconciente a un proceso psíquico cuya existencia nos vemos
precisados a suponer, acaso porque lo deducimos a partir de sus efectos, y del cual,
empero, no sabemos nada. Por tanto, nos referimos a él del mismo modo que si se
tratara de un proceso psíquico de otro ser humano, salvo que es nuestro.

El descubrimiento de que también


sectores del yo y del superyó son
inconcientes en el sentido dinámico produce aquí como un alivio,
nos permite remover una complicación. Vemos que no tenemos ningún
derecho a llamar «sistema Icc» al ámbito anímico ajeno al yo, pues la
condición de inconsciente no es un carácter exclusivamente suyo.
El ello
Entonces, ya no usaremos más «inconciente» en el sentido
sistemático y daremos un nombre mejor, libre de malentendidos, a
lo que hasta ahora designábamos así.

Apuntalándonos en el uso idiomático de Nietzsche, en lo sucesivo lo llamaremos «el


ello». Este pronombre impersonal parece particularmente adecuado para expresar el
principal carácter de esta provincia anímica, su ajenidad respecto
del yo.

Superyó, yo y ello son ahora los tres reinos, ámbitos, provincias, en


que descomponemos el aparato anímico de la persona.
El ello es la parte oscura, inaccesible, de nuestra personalidad; lo
poco que sabemos de ella lo hemos averiguado mediante el estudio del trabajo del
sueño y de la formación de síntomas neuróticos, y lo mejor tiene carácter negativo,
sólo se puede describir por oposición respecto del yo. Nos aproximamos al ello
con comparaciones, lo llamamos un caos, una caldera llena de excitaciones
borboteantes. Imaginamos que en su extremo está abierto hacia lo somático, ahí acoge
dentro de sí las necesidades pulsionales que en él hallan su expresión psíquica, pero no
podemos decir en qué sustrato. Desde las pulsiones se llena con energía, pero no tiene
ninguna organización, no concentra una voluntad global, sólo el afán de
procurar satisfacción a las necesidades pulsionales con observancia del
principio de placer.

Las leyes del pensamiento, sobre todo el principio de contradicción, no rigen para los
procesos del ello. Mociones opuestas coexisten unas junto a las otras sin cancelarse
entre sí ni debitarse. En el ello no hay nada que pueda equipararse a la negación,
espacio o tiempo. Dentro del ello no se encuentra nada que corresponda a la
representación del tiempo, ningún reconocimiento de un decurso temporal y ninguna
alteración del proceso anímico por el trascurso del tiempo. Mociones de deseo que
nunca han salido del ello, pero también impresiones que fueron hundidas
en el ello por vía de represión, son virtualmente inmortales, se comportan
durante décadas como si fueran acontecimientos nuevos.

El ello no conoce valoraciones, ni el bien ni el mal, ni moral alguna. El factor


económico o, si ustedes quieren, cuantitativo, íntimamente enlazado con el
principio de placer, gobierna todos los procesos. Investiduras pulsionales
que piden descarga: creemos que eso es todo en el ello.

¿Ven ustedes que estamos en condiciones de indicar para el ello otras propiedades y no
sólo la de ser inconciente?, y ¿disciernen la posibilidad de que partes del yo y del
superyó sean inconcientes sin poseer los mismos caracteres primitivos e
irracionales?

El yo
El mejor modo de obtener una caracterización del yo es considerar su nexo con la
más externa pieza de superficie del aparato anímico, que designamos como
el sistema P-Cc {percepción-conciencia}. Este sistema está volcado al
mundo exterior, media las percepciones de éste, y en el curso de su función
nace dentro de él el fenómeno de la conciencia.

Es el órgano sensorial de todo el aparato, receptivo además no sólo para


excitaciones que vienen de afuera, sino para las que provienen del interior
de la vida anímica. El yo es aquella parte del ello que fue
modificada por la proximidad y el influjo del mundo
exterior, instituida para la recepción de estímulos y la protección frente a estos.
El vínculo con el mundo exterior se ha vuelto decisivo para el yo; ha tomado sobre sí
la tarea de subrogarlo ante el ello y por la salud del ello, que, en su ciego
afán de satisfacción pulsional sin consideración alguna por ese poder
externo violentísimo, no escaparía al aniquilamiento.

Para cumplir esta función, el yo tiene que observar el mundo exterior, precipitar una fiel
copia de este en las huellas mnémicas de sus percepciones, apartar mediante la
actividad del examen de realidad lo que las fuentes de excitación interior han añadido a
ese cuadro del mundo exterior. Así, el yo ha destronado al principio de
placer, que gobierna de manera irrestricta el decurso de los
procesos en el ello, sustituyéndolo por el principio de realidad, que
promete más seguridad y mayor éxito.
También el vínculo con el tiempo, tan difícil de describir, es proporcionado al yo por el
sistema percepción. Ahora bien, lo que singulariza muy particularmente al
yo, a diferencia del ello, es una tendencia a la síntesis de sus
contenidos, a la reunión y unificación de sus procesos anímicos, que
al ello le falta por completo.

El yo se ha divorciado de una parte del ello mediante resistencias


de represión. Pero la represión no se continúa en el interior del
ello. Lo reprimido confluye con el resto del ello.

Un refrán nos previene que no se debe servir a dos amos al mismo tiempo. El pobre yo
sirve a tres severos amos, se empeña en armonizar sus exigencias y
reclamos. Estas exigencias son siempre divergentes, y a menudo parecen
incompatibles; no es raro entonces que el yo fracase tan a menudo en su
tarea.

Esos tres déspotas son el mundo exterior, el superyó y el ello. El yo se


siente apretado desde tres lados, amenazado por tres clases de peligros, frente a los
cuales en caso de aprieto reacciona con un desarrollo de angustia.

Por su origen en las experiencias del sistema percepción está destinado a subrogar
los reclamos del mundo exterior, pero también quiere ser el fiel servidor
del ello, mantenerse avenido con el ello, recomendársele como objeto,
atraer sobre sí su libido. Por otra parte, el riguroso superyó observa cada uno de
sus pasos, le presenta determinadas normas de conducta sin atender a las dificultades
que pueda encontrar de parte del ello y del mundo exterior, y en caso de
inobservancia lo castiga con los sentimientos de culpa.
Así, pulsionado por el ello, apretado por el superyó, repelido por la realidad, el yo
pugna por dominar su tarea económica, por establecer la armonía entre las fuerzas e
influjos que actúan sobre él, y comprendemos por qué tantas veces resulta imposible
sofocar la exclamación: «¡La vida no es fácil!».

Cuando el yo se ve obligado a confesar su endeblez, estalla en


angustia,
- angustia realista ante el mundo exterior
- angustia de la conciencia moral ante el superyó,
- angustia neurótica ante la intensidad de las pasiones en el interior del
ello.

Quisiera figurar en un gráfico modesto las constelaciones estructurales de


la personalidad anímica, que he desarrollado ante ustedes; helo aquí:

Aquí ven ustedes que


1) El superyó se sumerge en el ello; en efecto, como heredero del
complejo de Edipo mantiene íntimos nexos con él; está más alejado
que el yo del sistema percepción.
2) El ello comercia con el mundo exterior sólo a través del yo.
3) El espacio abarcado por el ello inconsciente debería ser
incomparablemente mayor que el del yo o el de lo
preconsciente. Les ruego que lo rectifiquen ustedes mentalmente.
4) Y ahora he de hacerles todavía una advertencia: No deben concebir esta
separación de la personalidad en un yo, un super-yó y un ello
deslindada por fronteras tajantes. No podemos dar razón de la
peculiaridad de lo psíquico mediante contornos lineales como en el dibujo o la
pintura primitiva; más bien, mediante campos coloreados que se pierden unos en
otros, según hacen los pintores modernos.
Los empeños terapéuticos del psicoanálisis han escogido un punto de abordaje. Su
propósito es fortalecer al yo, hacerlo más independiente del superyó,
ensanchar su campo de percepción y ampliar su organización de manera
que pueda apropiarse de nuevos fragmentos del ello. “Donde Ello era, Yo
debo advenir”.

Sist. P-Cc: la más externa pieza de superficie del aparato


anímico. Está volcado al mundo exterior, media las
percepciones de éste, y en el curso de su función nace
dentro de él el fenómeno de la conciencia.

Llamamos «preconciente» a lo
inconciente que es sólo latente y deviene
conciente con facilidad

El yo es aquella parte del ello que fue modificada


por la proximidad y el influjo del mundo exterior.
En la resistencia que nos ofrece el paciente
cuando intentamos hacerle consciente su
inconsciente, se vislumbra que hay aspectos icc
dentro del yo (opera en conj. Con el superyó)

reservamos la designación «inconciente»


para aquello cuya trasmudación en
consciente se produce sólo mediante un
gasto considerable de labor, y aún es
posible que no ocurra nunca.

Ya no usaremos más «inconciente» en el sentido


sistemático y daremos un nombre mejor, libre
de malentendidos, a lo que hasta ahora
El superyó se sumerge en el ello; Como heredero del
designábamos así. En lo sucesivo lo llamaremos «el
complejo de Edipo mantiene íntimos nexos con él; está más
ello» a la parte oscura, inaccesible, de nuestra
alejado que el yo del sistema percepción. Grandes sectores
del superyó pueden permanecer inconscientes, son personalidad.
normalmente inconscientes. Esto significa que la persona
no sabe nada de sus contenidos y le hace falta cierto gasto
de labor para hacerlos conscientes.
HISTRUCTURA Y ESTRUCTORIA (MUÑOZ)
Lacan subvierte la concepción tradicional de la historia, tanto como subvierte la noción
de estructura: ambas subversiones hacen factible pensar una articulación entre
estructura e historia.

Lacan introduce el tiempo en la estructura y rebate la temporalidad cronológica con que


se piensa la historia.

Cambia el modelo: si historia y estructura se manejaban como paralelas infinitas, ahora


se dibujan en cruz. En psicoanálisis no puede pensarse la estructura sin la dimensión
histórica –de un tiempo que la vivifica- ni la historia sin la estructura –que la vertebra y
escande en puntos que exceden la sucesión lineal de los hechos que la componen-.

La linealidad de la cronología es lo que Lacan cuestiona, no a la historia en cuanto tal.


No hay historia a secas, ni estructura a secas. Hay estructoria, hay histructura.

La historia entendida en términos lacanianos es un tiempo con valor significante, por


supuesto que requiere de una sucesión, de una serie pero no para determinar un
pasado, un presente y un futuro sino para hacer del tiempo marcas que funcionen como
significantes.

Lacan lee esto en Freud, en su atemporalidad del inconsciente y en la resignificación a


posteriori. Esta es la estofa del armado de su tiempo lógico.

El inconsciente es ese capítulo de mi historia que está marcado por un


blanco u ocupado por un embuste: es el capítulo censurado.
Es el sujeto quien piensa, repiensa, modela, equivoca, trabaja su historia…según su
modo singular.

Lacan no piensa la historia como el encuentro de la causa primera, que explicaría


todos los acontecimientos sucesivos y reordenaría las cadenas causales, sino que más
bien introduce la idea del vaciamiento de la causa en tanto perdida. LA represión
primaria, fundante del icc.
“Lo que enseñamos al sujeto a reconocer como su inconsciente es su
historia: es decir que lo ayudamos a perfeccionar la historización actual de
los hechos que determinaron su existencia.”
Pero no en cuanto hechos efectivamente acontecidos y documentables objetivamente,
sino que es ese trabajo de historización el que inscribe allí un pasado ausente entendido
no como ya acontecido sino en tránsito de devenir.

No hay objetividad histórica sino una historización subjetiva…

Se trata de que el sujeto pueda totalizar los diversos accidentes … A través


de la asunción hablada de su historia (la historia se escribe hablando), el
sujeto se compromete en la vía de realización de su imaginario truncado
(…) En esta línea el sujeto pone una y otra vez sus manos a la obra (el
“vuelve” de la repetición) y confesando en primera persona su historia,
progresa en el orden de las relaciones simbólicas fundamentales donde
tiene que encontrar el tiempo, resolviendo las detenciones y las
inhibiciones…”
La idea de Lacan es que la Verwerfung es el rechazo de una simbolización, la cual puede
efectivizarse con posterioridad, es decir que los elementos imaginarios y reales
rechazados podrán ser admitidos luego en el discurso articulado, en la cadena
significante. Para esto, se precisa tiempo.

Lacan no cesa de indicar que este proceso se lleva a cabo en y por la transferencia
analítica: “por la mediación del otro, o sea por el analista”. Es decir que no es mero
recuerdo, es hablando que se hace historia, hablando al Otro, algo habrá sido. La
asunción por el sujeto de su historia está posibilitada por la estructura misma de la cura
en tanto que constituida por la palabra dirigida al Otro.
METÁFORA PATERNA Y CONSTITUCIÓN DE REALIDAD EN LA
NEUROSIS (ESQUEMA R)
El nombre del padre sustituye el deseo materno e instaura con ello
la significación fálica para darle una razón, un contenido al deseo
enigmático de la madre. El deseo materno es una de las formas
que puede tomar el deseo del Otro.
El significante nombre del padre opera sobre una versión particular del deseo materno:
su versión caprichosa (no se sabe qué quiere, pero lo quiere).

Se expresa muy fuerte en mujeres que quieren “ser madres”. No se sabe qué bicho le
pica, y de repente cierra la boca y devora al hijo

NP DM NP (A)

DM x falo

ESQUEMA R
Esquema que él trabaja en la Cuestión preliminar (2) para pensar la estructura de la
realidad en la neurosis.

- El esquema R intenta formalizar la estructura que tiene la realidad ahí donde la


Ley del Padre funciona.
- Es una superposición entre el esquema L y el triángulo del Edipo.
- Es un cuadrilátero que tiene una serie de segmentos internos. En el vértice
inferior derecho aparecen dos letras: una A mayúscula, que es la letra con la que
se escribe el Otro como lugar en Lacan, y abajo de esa A hay una P, que designa
al Padre. El esquema, entonces, está construido desde la posición que ocupa el
Padre en el Otro.
- Básicamente ésta es la idea: que cuando el Padre, entendido allí como un
elemento simbólico, ocupa su lugar en el Otro, la relación del sujeto
con el Otro se ordena, y la realidad se constituye como un campo
delimitado.
- Si el Otro cuenta con ese significante (NP), está regulado por la ley.
Representa un límite para el Otro. Empieza a funcionar en el Otro, como su
Otro. Es el Otro que regula al Otro. Es importante que sea un campo delimitado,
porque no es lo que nos encontramos, justamente, en las
psicosis: esa operación de delimitación fracasa.
- La Psicosis se presenta como una distorsión de este esquema.

deseo

- El esquema está armado como la conjunción de dos triángulos:


- El triángulo inferior Lacan lo ubica como el campo simbólico.
- Y el superior lo designa como el campo imaginario I.
- En el medio situamos no es lo real, sino la realidad.
- Esto que llama “realidad” surge de la conjunción de lo
simbólico y lo imaginario.
Lacan nos indica con su esquema la estructura imaginaria de la
realidad. A eso responde el sombreado, que además de indicar que
la realidad ‘tacha’, ‘encubre’ como una pantalla lo real, también
indica cómo la realidad está superpuesta al campo de lo imaginario
y apoyada en lo simbólico, como todo lo imaginario.

Lacan define la estructura del esquema “R” como un “[...] doble temario […], (16) el
ternario simbólico MIP y el ternario imaginario ‘aa’. La relación entre ambos ternarios, el
imaginario y el simbólico, es definida por Lacan como una homología. Que el triángulo
imaginario “aa ’” sea homólogo del triángulo simbólico “MIP”, debe ser entendido como
que el triángulo simbólico cubre el imaginario, mejor dicho, cada elemento del ternario
imaginario es
recubierto por cada uno de los elementos simbólicos correspondientes

En francés recouvrir ; que es el término que utiliza Lacan, significa, además


de sus acepciones comunes, dominar, arbitrar por la autoridad, reglar. Es
lo que hacen los términos simbólicos (con sus relaciones) respecto de los
términos imaginarios y las suyas.

En relación con el triángulo simbólico, ubica tres letras:


- P, que designa al Padre
- M, que designa a la madre en tanto objeto primordial
- I, que representa al Ideal, instancia que conocemos desde Freud, pero que es
el modo en que Lacan inscribe en este triángulo el
lugar del niño.
Para Lacan el Edipo es una estructura simbólica, y el modo de escribirla es éste.
A destacar: el hecho de que el Padre ocupe su lugar en el Otro
produce la posibilidad de una separación entre un hijo y una
madre, cosa que en las psicosis no va de suyo.
Por otro lado —y esto es muy importante— el hecho de que este lugar del A
(Otro) no se confunda con la madre, que el A (Otro) y la madre no
coincidan.

Del lado deltriángulo imaginario, Lacan escribe tres letras. Estas dos (m—i)
tienen que ver con la cuestión del estadio del espejo. Lo que Lacan
plantea es que la propia imagen se constituye alienándose en la
imagen del otro. Lo que eso establece es una superposición entre la propia imagen
y la imagen del otro. Lo que sostiene Lacan es que si nos quedamos en ese nivel hay
algo mortífero en esa relación imaginaria. Porque, o queda
anulado lo propio, o hay que destruir al otro, que es una lógica
esencialmente paranoica.

El término que de alguna manera regula eso, y hace que no sea una
relación completamente mortífera, es φ, que es el falo imaginario.
El falo establece una regulación de la relación narcisista.
La eficacia de este elemento se sostiene también en P: es el Padre
el que pone en funciones al falo como elemento regulador.

“Todo lo que se realice en S (Sujeto) depende de los significantes


que se colocan en A”.

El sujeto es inefablemente estúpido, porque no posee su


significante. El sujeto es todo el esquema. Todos son términos de la
subjetividad. El sujeto está trazado entre todos los términos.

No se confunde con la persona, con el individuo. El sujeto no


existe, no es: está entre los términos. Es estúpido pretender
afirmar “yo soy yo”: esos son términos del yo. El sujeto está
dividido.
Estos dos triángulos —es decir, la conjunción del triángulo simbólico con el
triángulo imaginario— son los que sostienen el campo de la realidad que es un campo
que está claramente delimitado.

¿Qué es lo que encontramos en este campo de la realidad? Básicamente, dice Lacan, la


puesta en relación de dos cosas. Por un lado, las distintas figuras del yo que vamos
sosteniendo a lo largo de nuestra historia, que se conjugan allí, en el campo de la
realidad, con las diversas figuras del semejante, del otro imaginario, con las que vamos
entrando en algún tipo de relación.

La estructura de lo que nos encontramos en ese campo de la


realidad es lo que los postfreudianos llamaron “la relación de
objeto”.
Nos encontramos, entonces, figuras del yo en relación con figuras del semejante.
Esta estructura nos remite a una fórmula que seguramente conocerán
($◊a), con la que Lacan escribe el fantasma. Tenemos allí un sujeto que no
es el sujeto del inconsciente, sino que son distintas figuras imaginarias del yo, con
distintas figuras del otro, del semejante.
La realidad y el fantasma tienen una estructura homóloga. El marco que
sostiene el fantasma y el marco que sostiene la realidad son en esencia el
mismo. En todo caso, la realidad y el fantasma funcionan como una especie
de anverso y reverso, al modo de una banda de Moebius (referencia a la que
Lacan apela de manera explícita). El fantasma sería algo así como el “reverso de la
realidad”, pero no son lo mismo.
Todo esto que acabo de situar, es en verdad posible, porque P (Padre),
ocupa su lugar en A (Otro).

Lacan introduce este esquema, en el cual ya no será sólo el eje imaginario el


que se impondrá entre el Sujeto y el Otro sino que ahora se incluye también
lo simbólico. La función de este esquema es mostrar el ensamblaje de
los tres registros para dar cuenta de la constitución del sujeto.
Se puede leer este esquema haciéndole corresponder al vértice que
corresponde al Otro el Nombre del Padre. Es la primera aparición
en un esquema de este significante.
El triángulo superior grafica lo imaginario. El vértice en el que aparece el
Sujeto está indicado por el falo. Ambos triángulos enmarcan una realidad
que no es lo real, donde puede verse cómo la realidad es ceñida por lo
imaginario y lo simbólico, y al mismo tiempo, es en estos dos triángulos
donde se despliega la metáfora paterna.
Justamente es su efecto, la significación fálica, lo que inscribe una posición
para el sujeto. El Nombre del Padre, como metáfora (sustitución) del Deseo
Materno, preside la metáfora cuya operación repercute en el sostén del
campo de la realidad.
La condición del sujeto, neurosis o psicosis, se relaciona con la presencia del
Padre en el lugar del Otro, es decir, que la madre se ubique como objeto a
causa del deseo del padre -en tanto él posee lo que a ella le falta, el falo-
aceptando su castración –su femineidad-, es no-toda madre.
Por su parte, la forclusión (no inscripción-rechazo) del nombre del Padre
permite fundar el acceso a la psicosis.

INTRODUCCIÓN DEL NARCISISMO - FREUD


Mito de Narciso – Pierre Grimal
La versión más conocida de este mito es la de Ovidio en las ‘Metamorfosis’. Narciso era un hermoso joven que
despreciaba el amor, hijo del dios del Cefiso y de la ninfa Liríope. Al nacer, sus padres consultaron al
adivino Tiresias, el cual les respondió que el niño «viviría hasta viejo si no se
contemplaba a sí mismo». Llegado a la edad viril, Narciso fue objeto de la pasión de
numerosísimas doncellas y ninfas, pero siempre permanecía insensible. Finalmente, la
ninfa Eco se enamoró de él, pero no consiguió más que las otras. Desesperada, se retiró a un
lugar solitario, donde adelgazó tanto, que de toda su persona sólo quedó una voz lastimera. Las doncellas
despreciadas por Narciso piden venganza al cielo. Némesis las escucha y hace que, en
un día muy caluroso, después de una cacería, Narciso se incline sobre una fuente para
calmar la sed. Ve allí la imagen de su rostro, tan bello, que se enamora de él en el
acto, e insensible ya al resto del mundo, se deja morir, inclinado sobre su imagen. En el
lugar de su muerte, brotó una flor, a la que se dio su nombre: el narciso.

Narcisismo: término escogido para designar la conducta por la cual un individuo da a


su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual. El
individuo retiene su libido en el interior del yo y no desembolsa nada de ella en
investidura de objeto. Puede cobrar el significado de una perversión que ha absorbido
toda la vida sexual de la persona. Sin embargo, una colocación de la libido
narcisista es parte del desarrollo sexual regular. Es un complemento libidinoso
del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación.

Freud llega a la conclusión de que “una colocación de la libido definible


como narcisismo podía entrar en cuenta en un radio más vasto y reclamar
su sitio dentro del desarrollo sexual regular del hombre”.

¿Por qué se interesa Freud en estudiar el fenómeno del


NARCISISMO? Es otro ejemplo de cómo Freud se sirve de ciertos fenómenos
patológicos (propios de los perversos) para explicar rasgos o fases evolutivas que están
presentes en el desarrollo de la estructuras neurótica.

ciertos pacientes no entran en


Freud se va a interesar por el hecho de que

transferencia, no se “enganchan” libidinalmente con el


analista.
Observa en ellas
- Cierta indiferencia frente al mundo
- Desconfianza excesiva

Nos hacemos a continuación dos preguntas que cobran relevancia si


consideramos, con Freud, que la TRANSFERENCIA es el resorte de la cura
analítica.

1) ¿Cuán importante es para el funcionamiento del psiquismo que una


persona sea capaz de amar?1

1Freud pregunta: “¿En razón de qué se ve compelida la vida anímica a traspasar los límites del
narcisismo y poner la libido sobre objetos?”
“El aparato anímico tiene una tarea fundamental: Dominar y tramitar
excitaciones. Si estas excitaciones sobrepasan cierta medida sin
encontrar una descarga adecuada, se producen efectos patógenos.
Freud refiere en este sentido: “Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final
uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a
consecuencia de una frustración no puede amar.”

2) ¿De qué depende que una persona esté en condiciones de hacerlo o


no?

Hay algo de nuestra posición objetal que persiste en nuestra vida subjetiva
adulta: eso es el narcisismo, y va a ser absolutamente determinante en
nuestras relaciones con los demás. Recuerden que al principio el sujeto es un
objeto. Objeto del deseo, de las miradas, de las palabras del Otro.

Surgen en la concepción de Freud dos clases de LIBIDO según cuál sea el OBJETO
investido.

YO OBJETOS (LIBIDO
OBJETAL)
(LIBIDO YOICA)

Cuanto más gasta una, tanto más se empobrece la otra.

“El concepto de narcisismo señala que el


yo mismo es investido con libido, y aun es su
hogar originario y, por así decir, también su cuartel general. Esta libido narcisista
se vuelca posteriormente sobre los objetos, deviniendo de tal modo libido de objeto”.
Al principio estas dos formas de la libido están juntas en el estado del narcisismo: la
pulsión yoica y la libido objetal y son indiscernibles para nuestro análisis grueso. Sólo
con la investidura de objeto se vuelve posible diferenciarlas. El valor de los conceptos de
libido yoica y libido de objeto reside en que provienen de un procesamiento de los
caracteres íntimos del suceder neurótico y psicótico.

NARCISISMO PRIMARIO

El yo no es para Freud algo dado, originario, sino algo que hay que alcanzar,
que hay que desarrollar.

“No existe en el individuo, desde un principio, una unidad


comparable al yo; la constitución del yo se logra luego de un
desarrollo. Pero las pulsiones sexuales autoeróticas SÍ existen…”
Entonces el concepto de narcisismo “primario” le va a servir para definir,
justamente, esta FASE que se ubica entre el AUTOEROTISMO y la ELECCIÓN DE
OBJETO, y en la cual el yo es el primer objeto (total) de las pulsiones
(parciales).

El narcisismo permite entonces una primera unificación de la libido en


relación a un objeto, hecho necesario para que después el sujeto se dirija a
otros objetos externos.

Las pulsiones sexuales se satisfacen


n forma independiente unas de
tras. La FUENTE equivale al OBJETO
e la pulsión

Elección de objeto
Autoerotismo Narcisismo

El NARCISISMO supone la convergencia


de las pulsiones parciales sobre un
objeto común: el yo como imagen
unificada del propio cuerpo.
“His majesty the baby”
• La crianza del niño supone una reactivación del narcisismo (¿perdido?) de los
padres, expresado en la compulsión a atribuir al niño toda clase de perfecciones
para lo cual un observador desapasionado no descubriría motivo alguno) y a
encubrir y olvidar todos sus defectos (lo cual mantiene estrecha relación con la
desmentida de la sexualidad infantil). Proyección del propio yo ideal.

• La lógica freudiana nos indica que, en gran medida, para dirigirnos al objeto
debemos renunciar al narcisismo. Es decir, para ser sujetos del deseo,
renunciamos a la posición de objeto de amor del otro. Pero algo en nosotros
persiste como “residuo” de esa posición objetal que es un paso necesario en la
estructuración del psiquismo, y que aportó a la pulsión numerosas satisfacciones.
“Aquí, como siempre ocurre en el ámbito de la libido, el hombre se muestra
incapaz de renunciar a la satisfacción de que gozó una vez.” Así pues, este lugar
que ocupamos inicialmente en la trama del Otro, va a dejar huella en nosotros, en
la formaciones intrapsíquicas del yo ideal y el ideal del yo.

Yo ideal: Designa la primera forma en que el yo se aliena, que es la unidad del cuerpo en la imagen.
Es el punto de partida del yo, y permanecerá como exigencia formal de perfección y
completud. Desplazamiento del narcisismo perdido de la infancia; en aquel
entonces él mismo era su propio ideal.” Identificación con el narcisismo de sus
padres, por cuanto el niño tiene la potencialidad de cumplir todos los sueños de ellos.

Ideal del yo: es el punto desde el cual, en el nivel del fantasma, el sujeto es
mirado por el Otro simbólico de su historia. El lugar donde se le dice qué y cómo
debe ser para alcanzar esa “perfección” que corresponde al yo ideal. Resulta de la
convergencia del narcisismo y las identificaciones con los padres, sustitutos y los ideales
colectivos.
Si uno conduce su auto a toda velocidad, podría deberse a que ha asumido la imagen de

un corredor de carreras identificándose con él. Esto se refiere al yo ideal. Pero la


verdadera pregunta es, para Lacan, ¿para quién se identifica con ese
corredor? ¿A la mirada de quién lo ofrece?
Lo cual nos remite directamente al Otro con mayúsculas, un entramado
complejo hecho de relaciones de relaciones que habitan al sujeto y lo
determinan.

NARCISISMO SECUNDARIO
“De nuevo tendremos que colegir la simplicidad aparente de lo normal
desde las desfiguraciones y exageraciones de lo patológico”.

Freud llama narcisismo secundario se produce una vez que ya se ha constituido el yo como
instancia.

La demencia precoz, por ejemplo, presenta como característica psicosexual que el


enfermo mental transfiere sobre sí, como único objeto sexual, la
totalidad de la libido que el neurótico orienta sobre todos los
objetos animados o inanimados de su ambiente.

Así pues, si el neurótico tiene el problema de que retira su libido de las


personas y cosas del mundo exterior, y las sustituyen por otras en su fantasía (en
general se remiten a las relaciones objetales de la infancia). en la “neurosis narcisista” (o
psicosis) se da un replegamiento-retirada de las investiduras
libidinales sobre el propio yo, que imposibilita el desarrollo de la
TRANSFERENCIA.
Recordemos que, la TRANSFERENCIA es “el resorte fundamental de
la cura analítica”. Así pues, según Freud, el sujeto psicótico es inmune
al psicoanálisis en tanto no está psíquicamente apto para desplazar su
libido hacia nuevos objetos.

Esta estructura psicopatológica consiste en la amplificación y el despliegue


de un estado que ya antes había existido (NARCISISMO PRIMARIO).

La retirada de la libido desde los objetos hacia el yo explica fenómenos como los
delirios de grandeza, la hipocondria, la esquizofrenia y la
parafrenia y destaca dos rasgos fundamentales:
- Delirio de grandeza (megalomanía) o insignificancia (melancolía)
- Extrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas).

Parafrenias

Enfermedad orgánica
Vías de acceso al Narcisismo

Hipocondría

Vida amorosa de los sexos

Freud destaca que existen en el hombre DOS MODOS DE AMAR. Todo ser
humano tiene abiertos frente a sí ambos caminos para la elección de
objeto.
En la elección de objeto de tipo anaclíctico (por apuntalamiento) las
personas encargadas de la nutrición, el cuidado y la protección del niño devienen los
primeros objetos sexuales: la madre o su sustituto. Por lo tanto, constituyen el modelo
para elecciones futuras.

La elección de objeto de tipo narcisista es la que observamos en ciertas


personas (perversos y homosexuales) cuyo desarrollo libidinal experimentó una
perturbación. Esto hace que no elijan su posterior objeto de amor según el modelo de
la madre, sino según el de su propia persona. Es decir: se buscan a sí mismos como
objeto de amor. (A lo que son, a lo que han sido o a lo que querrían ser).
Muñoz – Deseo de la madre y sexuación
Debido a la prematuración del cachorro humano recién nacido, su
indefensión biológica implica que está incapacitado para satisfacer sus
necesidades por sí mismo. Esto determina la necesidad de la crianza.

El psicoanálisis reconoce en el deseo de la madre una función


esencial para el sostenimiento de la vida del recién nacido. Si es vital
es porque instaura un lugar para que el niño se constituya.

Reconocemos dos vertientes en el deseo materno:

- la que permite vivir, su cara amable, vivificante y


- la otra, oculta tras la primera: su cara siniestra, mortífera.

El deseo de la madre, insaciable


“El deseo de la madre no puede ser satisfecho. Es, en su fundamento
insaciable”.

Freud hace de la niña en la salida del Edipo una madre,


mediante la ecuación pene-niño. La resolución del Edipo femenino
determina para la niña el destino del deseo de tener un hijo.

Este deseo materno está integrado a la dialéctica fálica pues es


resultado de su decepción porque la madre no se lo da, de allí que
busque refugio en su padre esperando que le dé el hijo negado por aquella.

En consecuencia, la posición inicial que espera al recién nacido es la


de ser tomado por la madre en aquella ecuación.
Ése lugar que el Otro materno oferta inauguralmente al niño está
vinculado con el falo.

El niño viene a ocupar el lugar de ESO QUE LE FALTA A LA MADRE

La madre no funciona sólo como dadora de cuidados sino,


fundamentalmente, de su falta (“amar es dar lo que no se
tiene”, dice Lacan) como lugar donde alojar al niño,
imaginarizado como su pene faltante.
Este deseo de la madre marca a fuego y es constitutivo del deseo de su hijo,
mediando la metáfora paterna y la castración, lo que dará lugar a que ese
niño se constituya como sujeto deseante.

En
Existe desde el psicoanálisis una disyunción fuerte entre madre y mujer.
ocasiones se presenta como una certeza muy impresionante
que una mujer desea hijos. Ahora bien, para Lacan este
deseo de la madre obtura la pregunta por la femineidad.
Sigue en esto a Freud, quien señala que la pregunta “¿Qué quiere una
mujer?” insiste incluso luego de que se haya respondido a partir del deseo
de ser madre.

El acceso a la maternidad no resuelve la cuestión de su sexo para


una mujer. En efecto, su deseo de hijo no es primordial, ya es una
respuesta frente al enigma del goce femenino.
En tanto exigencia de lo simbólico, implica una posición masculina.
Podemos situarlo del lado hombre de las fórmulas de la sexuación:
para toda mujer que se inscriba en la dialéctica fálica se le exige ser
toda madre, donde toda supone sin división, renunciando a su
sexo, a su lado no-toda.
Se le exige ser “pura madre”. ¿Cuántas madres sacrifican su
femineidad en pos de ser madres y que no se privan de
reprocharlo: “yo les he dado todo, mi vida entera”, y exigen de sus
hijos una ofrenda equivalente?
El estrago materno es la unilateralización del deseo de la madre,
puro, todo, sin división. Es la boca del cocodrilo que se cierra sin
razón, dejando al hijo en posición de objeto. La madre estragante se
liga a su omnipresencia, una madre que nunca falta y que, como
contrapartida, demanda reciprocidad.
El apresamiento del niño en el fantasma materno se debe a que el Nombre
del Padre no opera sobre la díada introduciendo la terceridad, la distancia
entre el ideal y el deseo de la madre. Se trata de la incidencia de un
goce puro, en la medida en que no ha sido morigerado por el
significante nombre del padre.
El niño queda, en estos casos, no como objeto causa sino que
deviene puro objeto del deseo del Otro. Por eso Lacan aclara que el
niño se sustituye al objeto a en el fantasma de la madre pero lo satura sin
resto.
Un hijo debe ocupar una parte del deseo materno, no todo.
El estrago materno no tendrá lugar si su posición toda madre se descompleta
con su goce femenino, si logra dejar ver a su hijo que es no-toda madre.

Es decir, que su deseo de madre no lo colma todo sino que


su castración la hace deseante de Otra cosa más allá del
hijo.
Cuando rechaza la castración, el deseo materno produce estragos. El hombre
y la mujer están separados por un muro que es la castración y el amor es el
artificio buscado para sortearlo, por eso Lacan señala que “El amor, el bien
que quiere la madre para su hijo, el “(a) muro” alcanza con poner
entre paréntesis el a para reencontrar lo que palpamos a diario, es
que aún entre la madre y el hijo, la relación que la madre tiene con
la castración, ¡eso tiene mucho que ver!”

La metáfora paterna
Lacan en su obra cambia el énfasis puesto en la relación madre-niño (lo
preedípico) para ponerlo en la función paterna (el complejo de Edipo),
desplazando así el acento de lo imaginario a lo simbólico.

El Complejo de Edipo tiene una función esencial de


normalización, no simplemente en la estructura moral del sujeto, ni en sus
relaciones con la realidad, sino en la asunción de su sexo.
Hay, en el Edipo, asunción por parte del sujeto de su propio sexo,
es decir, para llamar las cosas por su nombre, lo que hace que el
hombre asuma el tipo viril y la mujer asuma cierto tipo femenino,
se reconozca como mujer, se identifique con sus funciones de mujer. La
virilidad y la feminización son los dos términos del Edipo en su articulación
con el Ideal del Yo.

En ambos casos, la cuestión de tener o no tener se soluciona por medio del


complejo de castración –incluso para aquel que está en su derecho de tener,
es decir, el macho dado que, para tenerlo, primero se ha de haber
establecido que no se puede tener. La posibilidad de estar castrado es
esencial en la asunción del hecho de tener el falo. Decíamos que acepta o no
acepta, y en la medida en que no acepta, eso lo lleva, hombre o mujer a ser
el falo.

La función del padre se encuentra en el corazón de la cuestión del


Edipo.
Si el niño debe desprenderse de la primordial relación imaginaria con la
madre para socializarse, su recurso para lograrlo es el padre- la función
paterna, independientemente de que quien la encarne sea o no el
genitor.
Que el padre sea el verdadero agente de la procreación, no es en ningún caso
una verdad de experiencia. La posición del padre como simbólico no
depende del hecho de que la gente haya reconocido más o menos la
necesidad de una determinada secuencia de acontecimientos tan distintos
como un coito y un alumbramiento.

La metáfora paterna concierne a la función del padre en términos de las


relaciones interhumanas. Si el padre no es un objeto real (aunque tenga que
intervenir como objeto real para dar cuerpo a la castración). Si no es un
objeto real, ¿qué es pues? El padre es el padre simbólico. Es una
metáfora. ¿Qué es? Un significante que viene en lugar de otro
significante. El padre es un significante que sustituye a otro
significante. (El significante del deseo materno)
“Esta metáfora se establece con el deseo primitivo, opaco, oscuro de
la madre, primero completamente cerrado para el sujeto, mientras
que en el horizonte aparece el Nombre del Padre, soporte del orden
instaurado por la cadena significante”.
¿De qué se trata en la metáfora paterna? Es en lo que se ha constituido de
una simbolización primordial entre el niño y la madre: poner al padre, en
cuanto significante, en lugar de la madre.

El padre es, en el Otro, el significante que representa la existencia


del lugar de la cadena significante como ley. Se coloca, por así
decirlo, por encima de ella.
S
SSSSSS
sssssss

LOS TRES TIEMPOS DEL EDIPO no son por fuerza tiempos


cronológicos, “pero no importa porque también los tiempos lógicos pueden
desarrollarse sólo en una determinada sucesión”.
Primer tiempo:
La primera relación de realidad se perfila entre la madre y el niño, y es ahí
donde el niño experimenta las primeras realidades de su contacto con el
medio viviente.

El niño depende del deseo de la madre, de la primera simbolización de la


madre, y de ninguna otra cosa.

Mediante esta simbolización, el niño desprende su dependencia efectiva


respecto del deseo de la madre de la pura y simple vivencia de dicha
dependencia.

Lacan dice que el niño empieza como súbdito. Se experimenta


de entrada profundamente sometido al capricho de aquello de lo
que depende, aunque este capricho sea un capricho articulado.
Esta subjetivación consiste en establecer a la madre como aquel
ser primordial que puede estar o no estar. En el deseo del niño,
este ser es esencial. ¿Qué desea el sujeto? No se trata
simplemente de la apetición de los cuidados, del contacto, de la
presencia, SINO DE LA APETICIÓN DE SU DESEO.
El deseo del niño es deseo de la madre. To be or not to be el objeto
del deseo de la madre.
Se abre allí una dimensión por la cual se inscribe virtualmente lo que desea la
propia madre en cuanto ser que vive en el mundo del símbolo, un mundo
parlante. Esta dimensión primordial le abre al niño la dimensión de algo
distinto que la madre puede desear en el plano imaginario. El deseo de
Otra cosa hace su entrada. Hay en ella el deseo de Otra cosa
distinta que satisfacer mi propio deseo.

El otro punto, ahí es precisamente donde vamos a ver el efecto de la


metáfora paterna. Este tercer punto es el falo. La función
fundamental del falo es que el sujeto se identifica imaginariamente
con éste.
La cuestión es “¿Qué es lo que quiere, esa? Me encantaría ser yo lo
que quiere… pero está claro que no sólo me quiere a mí. Le da
vueltas a alguna otra cosa. A lo que le da vueltas es a la x, el
significado. Y EL SIGNIFICADO DE LAS IDAS Y VENIDAS DE LA
MADRE ES EL FALO”
Para gustarle a la madre, por ende, basta y es suficiente con ser el
falo. Evidentemente, no tiene otra forma de hacerlo más que ocupar el lugar
del objeto de su deseo.
Tan pronto empiece a meneársele algo en la parte baja de su
vientre, se lo empezará a mostrar a su madre, por aquello de saber
si soy capaz de algo, con las decepciones resultantes. Esto es lo que
busca, y lo que se encuentra cuando la madre es interrogada por la
demanda del niño. En este nivel, imaginario, la cuestión que se plantea es
ser o no ser, el falo.

En el plano imaginario, para el sujeto se trata de ser o de no ser el falo. La


fase que se ha de atravesar pone al sujeto en la posición de “elegir” (el sujeto
es aquí tan pasivo como activo, no es él quien mueve los hilos de lo
simbólico).

Hay en este dibujo una relación de simetría entre falo (vértice del
ternario imaginario), y padre (en el vértice del ternario simbólico).
La posición del significante del padre en el símbolo es fundadora de la
posición del falo en el plano imaginario, como objeto privilegiado y
prevalente. La primacía del falo ya instaurada en el mundo por la
existencia del símbolo del discurso y de la ley.
Es decir que la relación del niño con la madre supone una triplicidad
implícita, pues no es ella lo que él desea sino su deseo. Esto ya es una
relación simbólica. El padre aparece en este tiempo, aunque velado.

Segundo tiempo
Entra en juego aquí el más allá de la madre, constituido por
su relación con otro discurso, el del padre. Es la función del
Nombre-del-Padre y del falo simbólico la que mantiene, como
un bastón, bien abiertas las mandíbulas del cocodrilo materno.

En este tiempo, es esencial hacer intervenir efectivamente al


padre. No digo que no interviniera antes, pero mi discurso ha podido
dejarlo, hasta ahora, en segundo plano, incluso prescindir de él.

A PARTIR DE AHORA SE TRATA DE TENERLO O NO TENERLO, POR ENDE


NOS VEMOS OBLIGADOS A TENERLO EN CUENTA.

La madre es dependiente de un objeto que ya no es simplemente


el objeto de su deseo, sino un objeto que el Otro tiene o no tiene.
El padre entrará en juego aquí como portador de la ley, como
interdictor del objeto que es la madre.
En el plano imaginario, “el padre interviene como privador de la
madre, y esto significa que la demanda dirigida al Otro, si obtiene
el relevo conveniente, es remitida a un tribunal superior”.
Aquello que constituye su carácter decisivo se ha de aislar como
relación no con el padre, sino con la palabra del padre. El Padre
representa el Otro en el Otro.

El padre interviene efectivamente sobre el discurso de la madre. En esta


etapa, el padre interviene en calidad de mensaje para la madre. El padre está
en una posición metafórica si y sólo si la madre lo convierte en aquel que con
su presencia sanciona la existencia del lugar de la ley.

La segunda etapa es el meollo de lo que podemos llamar el momento


privativo del C.E. Si puede establecerse la tercera relación, la etapa
siguiente, que es fecunda, es porque el niño es desalojado, y por su bien, de
aquella posición ideal con la que él y la madre podrían satisfacerse, en la
cual él cumple la función de ser su objeto metonímico.

Al niño le vuelve la ley del padre concebida imaginariamente por el


sujeto como privadora para la madre. El padre todopoderoso es el que
priva. A la madre, no al niño. Lo que enuncia es una prohibición, un “no”
que se transmite allí donde el niño recibe el mensaje esperado de la madre.
Este mensaje no es simplemente el “no te acostarás con tu madre” dirigido
al niño, sino un “no reintegrarás tu producto”, dirigido a la madre.

Tercer tiempo
Finalmente, en el tiempo de su declinación, el padre se hace preferir a la
madre, encarnando para el niño el significante fálico.

Aquí el padre interviene como donador con respecto a la madre. El padre


interviene en el tercer tiempo como el que tiene el falo y no como el que lo
es, y por eso la madre no es simplemente un objeto del que el padre puede
privar, sino un objeto deseado por él (la pére-version masculina).

Del padre depende la posesión o no por parte del sujeto materno


de dicho falo. Ha de dar él alguna prueba de que tiene el falo. El
tercer tiempo es esto: el padre puede darle a la madre lo que ella desea, y
puede dárselo porque lo tiene (y no lo es).

Tengan presente, dice Lacan, a los padres –como el de Juanito- que aman
mucho a sus esposas (dan lo que no tienen), con las consecuencias que eso
implica para el niño.

La identificación con la instancia paterna se realiza en estos tres tiempos.


- En primer lugar, la instancia paterna se introduce bajo una forma
velada, o todavía no se ha manifestado. La cuestión del falo ya está
planteada en algún lugar en la madre.
- En segundo lugar, el padre se afirma en su presencia privadora, en
tanto es quien soporta la ley, y esto ya no se produce de una forma
velada sino de una forma mediada por la madre, que es quien lo
establece como quien dicta la ley.
- En tercer lugar, el padre se revela en tanto que él tiene.
Es la salida del C.E.
Dicha salida es favorable si la identificación con el padre (ideal del
yo) se produce en este tercer tiempo, en el que interviene como el
que lo tiene.

A partir de la intervención del padre como real y potente, el niño


queda despojado del ejercicio de las funciones que habían
empezado a despertarse.
Sin embargo, el niño tiene en reserva (“en el bolsillo”) todos los
títulos para usarlos en el futuro.
Para la niña, por su parte, se trata de reconocer al hombre como quien posee
el pene.

CASTRACIÓN, FRUSTRACIÓN, PRIVACIÓN


El padre interviene en distintos planos. De entrada, prohíbe la madre. Éste es
el fundamento, el principio del complejo de Edipo, ahí es donde el padre está
vinculado con la ley primordial de la interdicción del incesto. Es el padre el
encargado de representar esta interdicción.
La relación entre el niño y el padre está gobernada por el temor de la
castración. ¿Qué es el temor de la castración? Lo abordamos, en la
primera experiencia del C.E como una represalia dentro de una relación
agresiva.
Esta agresión parte del niño, porque su objeto privilegiado –la
madre- le está prohibido, y va dirigida al padre.
Vuelve hacia él en función de la relación dual, en la medida en que
proyecta imaginariamente en el padre intenciones agresivas
equivalentes o reforzadas con respecto a las suyas, pero que
parten de sus propias tendencias agresivas.
El temor experimentado hacia el “padre TERRIBLE” es netamente
centrífugo, tiene su centro en el sujeto.
Aunque profundamente vinculada con la articulación simbólica de
la interdicción del incesto, la castración se manifiesta en los
neuróticos en el plano imaginario.

La forma en que la neurosis encarna la amenaza castrativa está


vinculada con la agresión imaginaria. Es una represalia.

¿Tiene esto que ver con el hecho de que, como dice Lacan,
“la ley no ha llegado de esta forma (simbólica) a oídos de nuestros
neuróticos. Incluso por lo general más bien la han dejado en la
sombra”?
La amenaza de castración es, entonces, la intervención del padre REAL con
respecto a un objeto IMAGINARIO. R.i. puesto que nunca sucede que se lo
corten realmente.

FRUSTRACIÓN:
La madre en cuanto objeto, es suya, no es del niño. El padre frustra al
niño de su madre. He aquí otro piso, el de la frustración. El padre
interviene como provisto de un derecho, no como un personaje real.

Aunque no esté ahí, aunque llame a la madre por teléfono, por ejemplo, el
resultado es el mismo. Aquí es el padre en cuanto simbólico el que
interviene en una frustración.
Acto imaginario llevado a cabo por un Otro simbólico (la madre) que
concierne a un objeto real, la madre, en tanto que el niño tiene necesidad de
ella.

PRIVACIÓN
Interviene en la articulación del C.E. Se trata del padre en tanto que se
hace preferir a la madre, dimensión que interviene en la función
terminal y conduce a la formación del ideal del yo. El padre se
convierte en un objeto preferible a la madre, por lo que puede establecerse
la identificación terminal.

En el momento de la salida normativizante del Edipo el niño reconoce no


tener –no tener verdaderamente lo que tiene, en el caso del varón- lo que no
tiene, en el caso de la niña.
Lo que es castrado, en este caso, no es el sujeto, sino la madre. El
padre priva a la madre del objeto de su deseo, especialmente del
objeto fálico. La priva de lo que a fin de cuentas no tiene, es decir,
de algo que sólo tiene existencia en tanto símbolo.
Es en el plano de la privación de la madre donde en un momento dado de la
evolución del Edipo se plantea para el Sujeto la cuestión de aceptar,
de simbolizar él mismo esa privación de que la madre es objeto.
Esta privación, el sujeto infantil la asume o no la asume. La acepta o la
rechaza, y en la medida en que no acepta, eso lo lleva, hombre o mujer a ser
el falo.

La experiencia demuestra que si el niño no franquea ese punto nodal, es


decir, si no acepta la privación del falo en la madre operada por el
padre, mantiene por regla general –la correlación se basa en la
estructura- una identificación con el objeto de la madre.
Este acto concierne a un objeto simbólico (el falo de la madre) y es llevado a
cabo por el padre imaginario.

Necesidad, demanda y deseo


Lacan establece una diferencia entre conceptos tales como el de necesidad,
demanda y deseo, que a menudo se confunden.

La necesidad se dirige a un objeto específico, con el cual se


satisface.

La demanda es formulada y se dirige al Otro; aunque todavía se


refiere a un objeto, esto es para ella inesencial por cuanto la
demanda articulada es, en el fondo, demanda de amor. “La demanda
es esencialmente algo que por su naturaleza se plantea como potencialmente
exorbitante. No sin razón los niños piden la luna. Piden la luna porque pedir la
luna corresponde a la naturaleza de una necesidad que se expresa a través
del sistema significante”.

El deseo nace de la separación entre necesidad y demanda; es


irreductible a la necesidad. En su origen no es relación con un objeto
real, independiente del sujeto, sino con la fantasía.

SE DEFINE POR UNA SEPARACIÓN ESENCIAL CON RESPECTO A TODO LO


QUE CORRESPONDE PURA Y SIMPLEMENTE A LA DIRECCIÓN IMAGINARIA
DE LA NECESIDAD – NECESIDAD QUE LA DEMANDA INTRODUCE EN EL
ORDEN SIMBÓLICO, CON TODAS LAS PERTURBACIONES QUE ELLO IMPLICA.

¿Qué es la demanda? Es lo que, de una necesidad, por medio del


significante dirigido al Otro, pasa. La demanda es de por sí relativa al
Otro.
¿De dónde parte esta demanda? Digamos que se dibuja algo que parte de
este punto que llamaremos delta o D mayúscula, por Demanda. ¿Qué es lo
que nos describe esto? La función de la necesidad.
Se expresa algo que parte del sujeto y que consideramos la línea de su
necesidad. Acaba aquí, en A, donde se cruza también con la curva de lo que
hemos aislado como discurso.

Esto se desarrolla en dos planos, el de la intención, por confusa


que la supongan, del joven sujeto en tanto que emite la llamada, y
el del significante.
AL AÑADIR EL SIGNIFICANTE SE LE APORTA UN MÍNIMO DE
TRANSFORMACIÓN, DE METÁFORA, QUE HACE QUE LO SIGNIFICADO SEA
ALGO MÁS ALLÁ DE LA NECESIDAD BRUTA, RESULTA REMODELADO POR EL
USO DEL SIGNIFICANTE.

El mensaje se constituye de manera retroactiva al


encontrarse la necesidad con el significante.
EL SENTIDO DE LA DEMANDA CONSTITUYE EL MENSAJE QUE EVOCA AL
OTRO. LA INSTITUCIÓN DEL OTRO COEXISTE ASÍ CON LA TERMINACIÓN DEL
MENSAJE. AMBOS SE DETERMINAN AL MISMO TIEMPO.

De modo que no encontramos aquel feliz estado de satisfacción que


habíamos obtenido al cabo de los tres tiempos de la primera representación
mítica de la demanda y su éxito, con su sorprendente novedad y su placer, de
por sí satisfactorio.

Al contrario, nos encontramos detenidos en un mensaje que es portador de


un carácter de ambigüedad. En efecto, este mensaje es una formulación que
se encuentra alienada desde el principio, en tanto que parte del Otro, y por
este lado conduce a lo que de algún modo es el deseo del Otro.

No es seguro que la significación que así se forma sea unívoca. Lo es tan


poco, que pifia y equivocación con un carácter fundamental del lenguaje.
Sobre la base de la ambigüedad de esta formación del mensaje trabajará el
chiste. Quien dice algo dice al mismo tiempo más y menos de lo que ha de
decir.

El deseo queda profundamente transformado en su acento, queda


subvertido, se torna ambiguo, debido a su paso por las vías del
significante.
LO QUE HEMOS DE CONSIDERAR AQUÍ EN CUANTO A LA DEMANDA, NO
PUEDE CONFUNDIRSE EXACTAMENTE CON LA SATISFACCIÓN DE LA
NECESIDAD, PORQUE EL PROPIO EJERCICIO DE TODO SIGNIFICANTE
TRANSFORMA LA MANIFESTACIÓN DE DICHA NECESIDAD.

"El deseo es lo que se manifiesta en el intervalo que cava la demanda más


acá de ella misma, en la medida en que el sujeto al articular la cadena
significante, trae a la luz la carencia de ser con el llamado a recibir el
complemento del Otro, si el Otro, lugar de la palabra, es también el lugar
de la carencia."

EL SUJETO Y EL SIGNIFICANTE. GRAFO I


Veamos el primer grafo, que introduce la relación del sujeto con el
significante reducida a lo observable del signo lingüístico.

En tanto el significante y el significado se deslizan, el grafo permite dar


cuenta de que esto no ocurre en un solo punto.

∆, el punto de partida, es una notación que ubica a un viviente


mítico que parte desde la necesidad. Si fuera un animal partiría en
línea recta hacia el objeto de su satisfacción.

Pero lo que le ocurre a este viviente mítico que suponemos, es que


antes de encontrarse con el objeto debe pedirlo; el asunto es si
una vez pedido es posible encontrarlo.
Por ahora constatemos un hecho: ya no va directamente al objeto
sino que tiene que hacerse entender.

El punto C es el lugar de lo que por ahora llamaremos Código, lugar donde el


sujeto mítico se encuentra con lo sincrónico del lenguaje. En verdad, esto no
es sino la batería significante y las leyes de su empleo.

El punto M es lo que en una época Lacan llamó mensaje.

Supongamos por el momento, lo que no es estrictamente


cierto, que el sujeto de la necesidad tuviera una intencionalidad lingüística.
Entonces, debería" tomar del código los significantes y las reglas con las
cuales componer su mensaje; esto en el punto c que es sincrónico, lo que
quiere decir que en cada acto de palabra está presente toda la batería
significante y las leyes de su empleo.

Pero el mensaje supone una dimensión temporal, es decir, diacrónica: Esta


dimensión diacrónica es lo que se escribe como la línea S-S'.

Habíamos dicho que el sujeto mítico partido de la necesidad iba en busca del
objeto de su satisfacción; también dijimos que debía pedirlo. El punto c
indica el lugar donde se encuentra con el lenguaje como obstáculo al
hallazgo del objeto, esto lo desvía hacia el punto M, donde el mensaje (el
pedido) se produce.

Observemos que si se tratara de signos el mensaje terminaría allí, puesto que


al tiempo que elige los significantes, con ellos iría el significado. Pero por
tratarse de significantes, en el sentido que el psicoanálisis da a esta
palabra, el circuito de la significación no se
cierra en la producción del mensaje, sino que debe esperar
la sanción del código.

La línea SS´; es la diacronía del significante, está compuesta


precisamente por significantes, o sea, por elementos discretos. El ségmento
M tíene trazo pleno en el grafo, para indicar de ese modo que se trata de un
mensaje, de algo que es sancionado como una unidad de significación.

Dicho de otro modo, lo que era discreto aparece continuo porque hay una
unidad de sentido. Pero ¿cómo es que se produjo el mensaje? Para explicarlo
Lacan emplea el punto de almohadillado que nace en tapicería como
capitoné.

Ingenuamente, uno pensaría que esos botones aparecen cosidos


uno a uno y esto sería análogo a los signos en el sentido
saussureano.

En verdad el capitoné no se hace así, sino que se trata de un


entrecruzamiento de hilos que por tensión producen las depresiones en la
superficie, también llamadas puntos de almolladillado. Lo que hay que
retener es que todos estos puntos se producen simultáneamente al tirar de
los hilos y no uno a uno.

La puntuación de una frase es análoga a la tensión de los hilos: tiene por


resultado el abrochamiento del sentido que resulta retroactivo y que se
presenta como una unidad. Ejemplifiquemos:

Un hombre.
Un hombre bien.
Un hombre bien parecido.
Un hombre bien parecido al mono.

Otro ejemplo: "Un dulce lamentar de dos pastores" (verso de Garcilaso) que
escandido según la regla del endecasílabo
da: “Un dulce lamen tarde dos pastores”. Este último ejemplo ilustra mejor el
efecto de a puntuación, que se produce cada vez que alguien sanciona un
mensaje como tal.
Volvamos al grafo: un sujeto mítico parte de ∆, se encuentra en C con el
tesoro del significante, produce un decir en M que tiene que llegar a un
interlocutor en C para ser sancionado como mensaje. La sanción del mensaje
es la línea superior que va de C a M.

Lo que era intencionalidad lingüística de C a M es ahora lo que el interlocutor


ha sancionado. Volviendo al ejemplo: el locutor quiere decir la primera
versión de la frase de Garcilaso y el que escucha
sanciona la segunda.

La dirección opuesta de los segmentos MC y CM marca en el grafo el efecto


retroactivo. Como se darán cuenta el empleo de términos tales como código
y mensaje está demasiado contaminado de una lógica comunicacionista, y
justamente lo que se revela con
el ejemplo que pusimos es que la comunicación es fallida.

Creemos que ya se advierte claramente que esto ocurre porque se trata del
significante y no del signo. Por lo dicho, Lacan sustituye el Código por
“tesoro del significante”, anotado con la letra A.

Este pasaje de notación implica y permite una serie de operaciones que no


atañen a una simple cuestión terminológica. Por ahora digamos que se trata
de un sitio pensado como el lugar desde donde parte el mensaje, se dirige el
mensaje y donde es sancionado como tal, vale decir, leído.

Antes hablábamos de un interlocutor, ahora se trata del lugar donde el


sujeto se encuentra con el tesoro del significante como lugar de la sanción.

También cambiará mensaje por "significado del Otro", puesto que


ahora la cuestión es cómo A sanciona un decir retroactivamente.
Digamos de paso que A es el Otro (Autre).
El segmento ∆ A (antes ∆ C) aparece como línea punteada
para evocar cómo las necesidades son afectadas anticipadamente
por el significante.

En cuanto a $ ubicado al final del circuito de la intencionalidad,


quiere decir que el sujeto mítico, lo que llamamos el viviente, ha sido
anulado en su intencionalidad por el poder de la sanción del Otro.

De aquí se deduce que así como Lacan tuvo que reemplazar código por A y
mensaje por significado del Otro, será necesario sustituir la intencionalidad
del sujeto por el sujeto barrado.

El viviente que partía de un estado mítico se "ha transformado en un sujeto


barrado, y su intencionalidad ha sido abolida”.

No existe el sujeto mítico desde el vamos, sino que aparece formulado por
un efecto retroactivo. Incluso antes de que hable está barrado en tanto el
lenguaje lo preexiste. Por eso en otros grafos Lacan pondrá, en el punto de
partida, al sujeto ya barrado.
LAS TRES GRANDES HIPÓTESIS
PSICOPATOLÓGICAS FREUDIANAS
Opacidades del diagnóstico en psicoanálisis -
Muñoz
- El DSM es ateórico, pragmático: un código único y consensuado que
establece una nosología universal que se actualiza periódicamente. Su
modelo se desentiende de la consideración de la etiología, y de
hipótesis acerca de los mecanismos implicados en cada estructura. Su
afán clasificatorio se limita a describir hechos observables. Está más
cerca de Pinel y Esquirol, que de Kraepelin.
- La ficción lacaniana nos propone que hay tres grandes “estructuras
clínicas” que abarcarían toda la clínica freudiana y habrían resuelto los
impasses psiquiátricos y posfreudianos, dotándonos de un sistema
clasificatorio superador, en tanto las estructuras no interesan entre sí.
Sin embargo, es imposible una formalización universal totalizante sin
resto. Ese sería un efecto de psiquiatrización del psicoanálisis.
- El interés por trazar las fronteras que distinguen
modalidades del padecimiento humano, patologías, no es
propio del psicoanálisis sino que éste lo hereda de la
práctica médica.
- El autor se opone a “la exaltación frenética del diagnóstico diferencial”.
La estructura subjetiva no es una modalidad de la enfermedad mental
(difundida como “estructura clínica”) sino la determinación del sujeto
en un discurso a partir de las incidencias del lenguaje.
- No acuerda con la idea de un diagnóstico que se plantee desde la
perspectiva del ser: qué es aquel que nos consulta por su padecimiento
(psicótico, neurótico, perverso?) y nos emparenta con la psiquiatría. Se
revela una concepción del sujeto consistente, uno. No es el ser el que
cae bajo la operación diagnóstica, sino la estructura subjetiva.
- En la dinámica efectiva del análisis, sostener la “estructura clínica” es
un obstáculo. El furor categorizandis excluye lo singular del caso y se
limita a reconocer lo que de él se parece a otros. Debemos considerar
que la experiencia es ama, enseña mucho más de lo que a veces
suponemos, y debemos estar abiertos a la sorpresa, al hallazgo, no
ahogándolo con nuestros saberes previos.
- Lacan en sus inicios recurre al estructuralismo para desplazar al
sustancialismo, para vaciar de consistencia la sustancia subjetiva. El
sujeto no es causa sui, sino efecto del lenguaje. El concepto de
estructura en Lacan tiene, en última instancia, el valor de nombrar
ciertos efectos irreductibles del significante. El sujeto está determinado
por la estructura del lenguaje. Las propiedades de los seres no son per
se, sino que se derivan de las relaciones con otros elementos del
sistema.
- Lacan llega a decir que la mayor dificultad existente en la concepción de
la subjetividad es la entificación del sujeto, esto es, proponer que “el
sujeto es nadie (personne)”. Personne en francés significa nadie, pero a
la vez persona. El sujeto no es la persona, el individuo, quien tenemos
delante.
- A veces pareciera olvidarse que el valor del diagnóstico no se asienta en
el saber psiquiátrico ni en las categorías psicoanalíticas sino en la
investidura. Que ya no se trata de moral, sino en la que provee la
transferencia.

LAS TRES GRANDES HIPÓTESIS PSICOPATOLÓGICAS FREUDIANAS

HIPÓTESIS N°1
Las Psiconeurosis de DEFENSA
PSICONEUROSIS de DEFENSA = Mecanismo psíquico nuclear de

HISTERIA NEUROSIS PARANOIA


OBSESIVA

En ellas juega un papel preponderante el conflicto defensivo. (Las contrapone a las neurosis actuales). Estas
afecciones constituyen la expresión simbólica de los conflictos infantiles.

Son afecciones que producen un daño permanente en el yo, tienen un mecanismo en común –la defensa- y en
su etiología una vivencia:

- De índole sexual.
- Ocurrida antes de la madurez sexual.

Tendencia defensiva normal a evitar el displacer.

Escaso desarrollo del yo. Poder hiperintenso del factor traumático.2

VIVENCIA
2
Por eso decimos que el tratamiento psicoanalítico consiste en una revisión –acorde a la ratio- de las operaciones
defensivas estructurales del sujeto.
Factor Factor
REPRESENTACIÓN AFECTO
ideativo cuantitativo

Independencia relativa

ABREACCIÓN

Se conseguía que desaparecieran los síntomas penosos si la paciente lograba recordar, con la correspondiente
expresión de afecto, en qué ocasión habían aparecido los síntomas por primera vez. Los pacientes histéricos
padecen de reminiscencias y sus síntomas son residuos y símbolos mnémicos de experiencias traumáticas
particulares. En casi todas las situaciones patógenas la paciente se veía obligada a suprimir una emoción intensa,
en lugar de permitir la descarga de la emoción.
PSIQUISMO

ICC PRCC-CC

El YO (conj. de representaciones)
“Representación patógena/ (“Esfuerzo de desalojo”)
inconciliable”3

Se DEFIENDE de “La admisión de una nueva


representación depende de la
Queda excluida una
índole y la dirección de las
del comercio x displacer representaciones ya reunidas
asociativo en el interior del yo.”

Constitución de
Se liga a otras RI
ESTADOS HIPNOIDES Inervación somática (H)

Siguen operando de manera activa y eficaz bajo la forma del SÍNTOMA Autorreproche (N.O.)

Afecto “estrangulado /estancado”, Mortificación (P)


“Liberación de una
Trauma Sexual Niñez ≠ ACCIÓN ABREACCIÓN emoción reprimida ligada
Con efecto retardado a un suceso olvidado”

Se le brinda al afecto
sofocado un “puente”
“Los histéricos padecen
CATARSIS para descargarse por los
de reminiscencias”
caminos normales.

Consistente en:

Revivir in statu nascendi la escena traumática (impresión excitadora)

Características del método catártico

Ventaja: Espera ≠ prohíbe (sugestión)


Desventaja: Alivia ≠ cura. No tiene en cuenta la fuerza que aleja los recuerdos (aspecto dinámico)

De esto se ocupa el

PSICOANÁLISIS
3 Freud dirá que “la representación se vuelve patógena justamente a causa de su exclusión”.
Las neuropsicosis de defensa
- La trayectoria de las psiconeurosis de defensa comienza con una vivencia sexual prematura
traumática que se reprime.
- La represión de la vivencia sexual traumática prematura se produce a raíz de una segunda
vivencia que despierta su recuerdo.
- Luego observaremos un estadio de la defensa lograda, semejante a la salud, salvo que existe un
síntoma primario.
- Por último, las representaciones reprimidas retornan, y en la lucha de estas contra el yo forman
síntomas nuevos, los de la enfermedad propiamente dicha.

Las psiconeurosis de defensa producen un

- daño permanente en el yo y se originan en


- ocasiones de índole sexual e infantil.
La VSPT ocurre antes de la pubertad, por lo cual carece de significación.

Se resignifica luego del periodo de latencia, amnesia psíquica, con la entrada a la madurez sexual.

“El acontecimiento del cual el $ ha guardado el recuerdo Icc. ES UNA EXPERIENCIA


PRECOZ DE RELACIONES SEXUALES RESULTANTE DE UN ABUSO SEXUAL PRACTICADO
POR OTRA PERSONA DURANTE LA NIÑEZ TEMPRANA”. El efecto de este hecho es nulo
o escaso en su momento, PERO SE CONSERVA LA HUELLA PSíQUICA.

Reconocemos como psiconeurosis de defensa a la histeria, la neurosis


obsesiva y la paranoia.

La diferencia entre cada una de las neurosis se encuentra en la manera que


retorna lo reprimido, esto es, en la modalidad del síntoma.

HISTERIA
- La VSPT es pasiva.
- Predomina en las mujeres.
- El representante se reprime y el afecto forma una representación frontera: toma el
cuerpo, a través de la conversión.
- Las vivencias posteriores a la pubertad reaniman su recuerdo y provocan el
desprendimiento de displacer, se formará en este caso una laguna psíquica.

NEUROSIS OBSESIVA
- VSPT también pasiva, pero llegada la madurez sexual se producirá una
segunda escena ejecutada con placer donde el sujeto es activo
sexualmente y se producirá un plus de placer.
- Predomina entre varones.
- Esto formará la escrupulosidad de la conciencia moral y el autorreproche.
- El representante se reprime y el afecto forma un falso enlace. Se desplaza a otra
representación, la obsesiva: escrupulosidad de la conciencia moral, representaciones
obsesivas o afectos obsesivos.

PARANOIA
- VSPT también pasiva, pero llegada la madurez sexual se producirá una
segunda escena ejecutada con placer donde el sujeto es activo
sexualmente y se producirá un plus de placer.
- Esto formará la desconfianza y las imputaciones (reproches).
- El representante y el monto de afecto no se divorcian, sino que son expulsados de la
cadena de representantes psíquicos formando las ideas delirantes. No se forma
ningún reproche luego reprimido, sino que el displacer que se genera es atribuido al
prójimo según el esquema psíquico de la proyección, generando el síntoma primario:
desconfianza.
- Alucinaciones sensoriales, acompañadas de una pequeñez del yo o un delirio de
grandeza.
HIPÓTESIS N°2
Neurosis de transferencia vs. Neurosis narcisistas

TRANSFERENCIA
- La situación analítica proporciona una ocasión
privilegiada de manifestación y
observación de fenómenos que se observan también en otras
circunstancias.
o Actualización del pasado

o Desplazamiento de los sentimientos sobre la persona del analista.4

Se trata de la reproducción en acto de mociones y fantasmas propios de la realidad


psíquica del paciente.

- ¿Qué se transfiere?

La realidad psíquica: lo esencial del conflicto infantil, esto es: el deseo icc. y las
fantasías con él relacionadas.

“Todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos
que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercido de
su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones
que satisfará, así como para las metas que habrá de fijarse. Y si la necesidad de amor
de alguien no está satisfecha de manera exhaustiva por la realidad, él se verá
precisado a volcarse con unas representaciones-expectativa libidinosas hacia cada
nueva persona que aparezca. Esa investidura se atendrá a modelos, se anudará a uno
de los clisés preexistentes en la persona en cuestión o, como también podemos
decirlo, insertará al médico en una de las «series» psíquicas que el paciente ha
formado.”

La transferencia es un caso particular de desplazamiento del afecto de una


representación a otra. “El paciente ve en el analista un retorno de una persona
importante de su infancia, de su pasado, y por eso transfiere sobre él sentimientos y
reacciones que sin duda se referían, a ese arquetipo”.

NEUROSIS DE TRANSFERENCIA: “Hacer presente al enemigo”


- La idea de un desplazamiento del síntoma neurótico es resumido por Freud bajo el concepto
de “neurosis de transferencia”.

Designa con esto:

- La constitución de una “nueva enfermedad” de carácter artificial, que


se ubica entre la enfermedad y la vida, en virtud de la cual se cumple
el tránsito de aquélla a ésta.

NEUROSIS DE VIDA
ENFERMEDAD
TRANSFERENCIA

Posibilita la exteriorización EN ACTO de eso que está “encapsulado” en el


síntoma neurótico: el conflicto psíquico del paciente.
La transferencia constituye, tanto para el sujeto como para el analista, un modo privilegiado de captar
“en caliente” -in statu nascendi- los elementos del conflicto infantil. Es el terreno en el que se realiza la
problemática singular del paciente, donde éste se va confrontando a la existencia, la permanencia, a la
fuerza de sus deseos y fantasmas inconscientes.
NEUROSIS NARCISISTAS

narcisismo secundario a la característica psicosexual de la demencia


Freud llama

precoz, en la cual el enfermo mental transfiere sobre sí, como único


objeto sexual, la totalidad de la libido que el neurótico orienta
sobre todos los objetos animados o inanimados de su ambiente.

Así pues, si el neurótico tiene el problema de que retira su libido de las


personas y cosas del mundo exterior, y las sustituyen por otras en su fantasía (en
general se remiten a las relaciones objetales de carácter incestuoso). Ahora bien, allí hay
posibilidad de catexis de objeto, de que el analista entre en la serie psíquica del
paciente: condensación del padre-madre, etc.

En las neurosis narcisistas se da un replegamiento de las investiduras libidinales,


pero no sobre objetos de la fantasía, sino sobre el propio yo, que imposibilita
el desarrollo de la TRANSFERENCIA.

Recordemos que, según Freud, la TRANSFERENCIA es “el resorte fundamental


de la cura analítica”. Así pues, el sujeto psicótico es inmune al psicoanálisis en
tanto no está psíquicamente apto para desplazar su libido hacia nuevos objetos.

Freud señala que esta estructura psicopatológica consiste en la amplificación


y el despliegue de un estado que ya antes había existido (NARCISISMO PRIMARIO). La
retirada del objeto de la libido explica situaciones tales como los delirios de
grandeza, la hipocondria, la esquizofrenia y la parafrenia y destaca dos
rasgos fundamentales:

- Delirio de grandeza (megalomanía) o insignificancia (melancolía)


- Extrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas).
HIPÓTESIS N°3
NEUROSIS VS. PSICOSIS
Diferencia genética más importante entre neurosis y psicosis:
“La neurosis es el resultado de un conflicto entre el yo y el ello, en
tanto que la psicosis es un desenlace análogo de una similar
perturbación en los vínculos entre el yo y el mundo exterior”.
Las neurosis de transferencia se generan porque el yo no quiere acoger ni dar
trámite motor a una moción pulsional pujante en el ello. El yo se defiende de
aquella mediante el mecanismo de la represión; lo reprimido se revuelve
contra ese destino y, siguiendo caminos sobre los que el yo no tiene poder
alguno, se procura una subrogación sustitutiva que se impone al yo por la vía
del compromiso: es el síntoma; el yo encuentra que este intruso amenaza y
menoscaba su unicidad, prosigue la lucha contra el síntoma tal como se había
defendido de la moción pulsional originaria, y todo esto da por resultado el
cuadro de la neurosis.

El yo, cuando emprende la represión, obedece en el fondo a los


dictados de su superyó, dictados que, a su vez, tienen su origen en
los influjos del mundo exterior real.

En la neurosis…
El yo se ha puesto del lado de esos poderes, cuyos reclamos
poseen en él más fuerza que las exigencias pulsionales del ello, y el
yo es el poder que ejecuta la represión sobre aquel sector del ello,
afianzándola mediante la contrainvestidura de la resistencia.
NEUROSIS: El yo ha entrado en conflicto con el ello, al servicio
del superyó y la realidad.

En la psicosis, el yo se crea soberanamente, un nuevo mundo


exterior e interior: este nuevo mundo se edifica en el sentido de las
mociones de deseo del ello, y que el motivo de esta ruptura con el
mundo exterior fue una grave frustración de un deseo por parte de
la realidad, una frustración que pareció insoportable.
Algunos análisis nos han enseñado que el delirio se presenta como un
parche colocado en el lugar donde originariamente se produjo una
desgarradura en el vínculo del yo con el mundo exterior.
La etiología común para el estallido de una neurosis o de una
psicosis es la frustración de uno de aquellos deseos de la infancia,
eternamente indómitos, que tan profundas raíces tienen en nuestra
organización.

Esa frustración es siempre, en su fundamento, una frustración externa.

El efecto patógeno depende de lo que haga el yo en semejante tensión


conflictiva: si permanece fiel en su vasallaje hacia el mundo exterior y
procura sujetar al ello, o si es avasallado por el ello y así se deja arrancar de
la realidad.

Pero esta situación en apariencia simple se complica por la existencia del


superyó quien, en un enlace que aún no logramos penetrar, reúne en sí
influjos del ello tanto como del mundo exterior y es, por así decir, un
arquetipo ideal de aquello que es la meta de todo querer-alcanzar del yo: la
reconciliación entre sus múltiples vasallajes.

En todas las formas de enfermedad psíquica debería tomarse en


cuenta la conducta del superyó, cosa que no se ha hecho todavía.
Como afecciones en cuya base hallamos un conflicto entre el yo y el superyó,
está el ejemplo de la melancolía –psiconeurosis narcisistas-.

En resumen:

- Neurosis de transferencia = conflicto entre yo y ello.


- Psicosis = conflicto entre yo y mundo exterior.
- Neurosis narcisistas (melancolía) = conflicto entre el yo y el superyó.

Aquí se pregunta Freud: ¿CUÁL SERÁ EL MECANISMO, ANÁLOGO A UNA


REPRESIÓN, POR CUYO INTERMEDIO EL YO SE DESASE DEL MUNDO
EXTERIOR? Lacan, posteriormente, lo llamará FORCLUSIÓN.

La pérdida de realidad en la neurosis y la psicosis


Dijimos que lo decisivo en la neurosis es la hiperpotencia del influjo
objetivo y, en la psicosis, la hiperpotencia del ello.
Pero esto llevaría a creer que la pérdida de realidad estaría dada de
antemano en la psicosis, en cambio, se creería que la neurosis la
evita.
Ahora bien, esto no condice con la experiencia:
Cada neurosis perturba de algún modo el nexo del enfermo
con la realidad, es para él un medio de retirarse de ésta y,
en sus formas más graves, importa directamente una huida
de la vida real.
En la neurosis, el yo al servicio de la realidad, emprende la represión de una
moción pulsional. Pero eso no es todavía la neurosis misma. Ella consiste
más bien en los procesos de resarcimiento a los sectores
perjudicados por el ello; por tanto en la reacción contra la represión y en
el fracaso de ésta. El aflojamiento del nexo con la realidad es la
consecuencia de este segundo paso.
Lo instructivo aquí es ver los caminos por los cuales la neurosis intenta
tramitar el conflicto. Ella desvaloriza la alteración objetiva reprimiendo la
exigencia pulsional en cuestión (el amor por el cuñado en Elisabeth). La
reacción psicótica, por ejemplo, habría sido desmentir la muerte de la
hermana.

En la psicosis ocurre un proceso análogo, aunque entre otras instancias.


También en la psicosis se perfilan dos pasos, el primero de los
cuales arranca al yo de la realidad, en tanto el segundo quisiera
indemnizar los perjuicios y restablece el vínculo con la realidad a
expensas del ello.
Hay dos pasos, de los cuales el segundo presenta el carácter de la
reparación.
El segundo paso de la psicosis quiere también compensar la
pérdida de realidad, mas no a expensas de una limitación del ello –
como la neurosis lo hacía a expensas del vínculo con lo real-, sino
por otro camino, más soberano: por creación de una realidad
nueva, que ya no ofrece el mismo motivo de escándalo que la
abandonada.

El segundo paso tiene por soporte las mismas tendencias en la neurosis y


en la psicosis; en ambos casos sirve al afán de poder del ello, que no se deja
constreñir por la realidad. Tanto neurosis como psicosis expresan la
rebelión del ello contra el mundo exterior; expresan su displacer o, si se
quiere, su incapacidad para adaptarse al apremio de la realidad.

Neurosis y psicosis se diferencian mucho más en la primera reacción, la


introductoria, que en el subsiguiente ensayo de reparación.

Esta diferencia inicial se expresa en el resultado final del siguiente modo: en


la neurosis se evita, al modo de una huida, un fragmento de la realidad,
mientras que en la psicosis se lo reconstruye. Dicho de otro modo: en la
psicosis, a la huida inicial sigue una fase activa de reconstrucción; en la
neurosis, la obediencia inicial es seguida por un posterior intento de huida.

LA NEUROSIS NO DESMIENTE LA REALIDAD; SE LIMITA A NO QUERER SABER


NADA DE ELLA. LA PSICOSIS LA DESMIENTE Y PROCURA SUSTITUIRLA.

LLAMAMOS NORMAL O “SANA” A UNA CONDUCTA QUE AÚNA


DETERMINADOS RASGOS DE AMBAS REACCIONES: QUE, COMO LA
NEUROSIS, NO DESMIENTE LA REALIDAD, PERO, COMO LA PSICOSIS, CON
SE EMPEÑA EN MODIFICARLA.

Esta conducta adecuada a fines ya no es autoplástica sino aloplástica: opera


sobre el mundo exterior y no se conforma, como la psicosis, con producir
alteraciones internas.

Otra analogía entre neurosis y psicosis es que, en ambas, la tarea que debe
acometerse en el segundo paso fracasa parcialmente, puesto que no puede
crearse un sustituto cabal para la pulsión reprimida (neurosis) y la
subrogación de la realidad no se deja verter en los moldes de formas
satisfactorias. (psicosis)

Pero en uno y otro caso, los acentos se distribuyen diversamente.

El tajante distingo entre neurosis y psicosis debe amenguarse, pues tampoco


en la neurosis faltan intentos de sustituir la realidad indeseada por otra más
acorde al deseo.

La posibilidad de ello la da la existencia de un mundo de la fantasía, un


ámbito que en su momento fue segregado del mundo exterior real por la
instauración del principio de realidad y que desde entonces quedó liberado,
a la manera de una “reserva”, de los reclamos de la necesidad de la vida.

De este mundo de la fantasía toma la neurosis el material para sus


neoformaciones de deseo, y comúnmente lo halla por el camino de la
regresión, en una prehistoria real más satisfactoria.

En la psicosis el mundo de la fantasía desempeña el mismo papel, también en


ella constituye la cámara del tesoro de donde se recoge el material para
edificar la nueva realidad. Pero el nuevo mundo exterior, fantástico, de
la psicosis, quiere reemplazar a la realidad exterior. En cambio el
de la neurosis le presta un significado particular y un sentido
secreto que llamamos simbólico.

CARTA 69
En esta carta Freud anuncia por primera vez sus dudas acerca de la
etiología traumática de las neurosis.
Las fantasías pueden obrar con toda la fuerza de las vivencias reales.

Ya no creo más en mi “neurótica”.


Es poco probable que la perversión de padres contra niños esté difundida
hasta ese punto.

En lo inconsciente no existe un signo de realidad, de suerte que no se


puede distinguir la verdad de la ficción investida con afecto.

Todo esto me predispuso para una doble renuncia: a la solución cabal de


una neurosis y al conocimiento cierto de su etiología en la infancia.
Freud comienza a considerar las historias de seducción como fantasías edípicas de la infancia,
recuperadas erróneamente como recuerdos reales. El 21 de septiembre de 1897 Freud hizo a Fliess
una confidencia sorprendente. Los
relatos de seducción precoz por parte del
padre que contaban todas sus pacientes histéricas eran meras
fantasías, de modo que se había derrumbado toda su teoría sobre
la histeria.
La falta de éxito terapéutico, la improbabilidad de que hubieran
pasado inadvertidas tantas seducciones por parte del padre y la
imposibilidad de distinguir en el icc un recuerdo de una ficción eran
las razones principales que le llevaban a abandonar la esperanza
de dilucidar el misterio de la neurosis.
“Ya no creo más en mi neurótica. Las escenas relatadas no coinciden con la verdad histórica”.

Un período de Desilusión- Frustración-Desconcierto “El terreno firme de la realidad ha desaparecido”

Precedió a UN GRAN HALLAZGO

Prepara el terreno p/ el
descubrimiento de la
IMPORTANCIA DE LA REALIDAD PSÍQUICA, POR SOBRE LA REALIDAD MATERIAL SEXUALIDAD INFANTIL

Según todo esto quedaría una solución: la fantasía sexual se adueña, casi siempre, del tema de los padres.

Los neuróticos han creado esas escenas en la fantasía, y esa realidad psíquica exige ser tenida en cuenta al igual que la realidad
práctica. Estas fantasías estaban destinadas a encubrir y embellecer a una etapa más elevada del ejercicio autoerótico de la infancia, por
lo tanto, nos dicen mucho acerca de los puntos del desarrollo psicosexual en que el Sujeto ha quedado fijado.

De vital importancia en

la etiología de las NEUROSIS

La realidad psíquica es eso que en el psiquismo del sujeto presenta una coherencia y
una resistencia comparables a las de la realidad material; se trata fundamentalmente
del deseo inconsciente y de las fantasías con él relacionadas.

Las fantasías, aunque no se basen en acontecimientos reales, tienen para el sujeto el


mismo valor patógeno que Freud atribuyó al principio a las “reminiscencias”.

En varias ocasiones Freud insistió en la idea de que los afectos aparentemente menos
motivados, como, por ejemplo, el sentimiento de culpabilidad en la neurosis obsesiva,
se hallan plenamente justificados, por cuanto se basan en realidades psíquicas.

La neurosis, y a fortiori, la psicosis, se caracterizan por un predominio de la realidad


psíquica en la vida del sujeto.
CONFERENCIA 17: EL SENTIDO DE LOS SÍNTOMAS

El síntoma es rico en sentido y se entrama con el vivenciar del


enfermo.

Los síntomas neuróticos tienen un sentido, como las


operaciones fallidas y los sueños y, al igual que estos, tienen un
nexo con la vida de las personas que los exhiben.
La neurosis obsesiva, por ejemplo, que no es tan popular como la
histeria, se porta, más como un asunto privado del enfermo,
renuncia casi por completo a manifestarse en el cuerpo y crea todos
sus síntomas en el ámbito del alma.
Ésta se exterioriza del siguiente modo: los enfermos son ocupados
por pensamientos que en realidad no les interesan, sienten en el
interior de sí impulsos que les parecen muy extraños, y son movidos
a realizar ciertas acciones cuya ejecución no les depara contento
alguno, pero les es enteramente imposible omitirlas.
Los pensamientos (representaciones obsesivas) son el disparador de
una esforzada actividad de pensamiento que deja exhausto al
enfermo.
No piensen ustedes que podrían lograr algo con el enfermo
exhortándolo a distraerse, a no ocuparse de esos estúpidos
pensamientos y a hacer algo racional en vez de dedicarse a tales
jugueteos.
Por el psicoanálisis hemos hecho la experiencia de que es posible
eliminar duraderamente estos extraños síntomas obsesivos.
En el ceremonial obsesivo no se precipita una fantasía única, sino
toda una serie de ellas, que, tienen en algún lugar su punto nodal.
Los preceptos del ceremonial reflejan los deseos sexuales ora
positiva, ora negativamente, en parte como subrogación de ellos y
en parte como defensa contra ellos.
La tarea que se nos plantea es: para una idea sin sentido y una
acción carente de fin, descubrir aquella situación del pasado en
que la idea estaba justificada y la acción respondía a un fin.

CONFERENCIA 22
Freud analiza la importancia de la función libidinal (pulsiones sexuales) en la
etiología de las neurosis. Lo analiza en términos de fijación libidinal en

fases anteriores. Y de la regresión a estas formas de satisfacción

JUZGAMOS POSIBLE, RESPECTO DE CADA ASPIRACIÓN SEXUAL SEPARADA,


QUE PARTES DE ELLA QUEDEN RETRASADAS EN ESTADIOS
ANTERIORES DEL DESARROLLO. UNA DEMORA ASÍ DE UNA ASPIRACIÓN
PARCIAL EN UNA ETAPA ANTERIOR DEBE LLAMARSE FIJACIÓN (DE LA
PULSIÓN).

El segundo peligro de un desarrollo como éste, que procede por etapas,


reside en que fácilmente LAS PARTES QUE YA HAN AVANZADO PUEDEN
REVERTIR, EN UN MOVIMIENTO DE RETROCESO, HASTA UNA DE LAS
ETAPAS ANTERIORES. A ESTO LO LLAMAMOS REGRESIÓN.

Fijación y regresión son interdependientes entre sí.


Mientras más fuertes sean las fijaciones en la vía evolutiva,
tanto más la función esquivará las dificultades externas
mediante una regresión hasta aquellas fijaciones, y la función
desarrollada mostrará una resistencia tanto menor frente a los obstáculos
externos que se oponen a su decurso.

Pueden esperar Uds. Regresiones de dos clases:

- retroceso a los primeros objetos investidos por la libido (incestuosos) y


- retroceso de toda la organización sexual a estadios anteriores.

Las dos se presentan en la neurosis de transferencia y desempeñan un


importante papel en su mecanismo.

EL RETROCESO A LOS PRIMEROS OBJETOS INCESTUOSOS DE LA LIBIDO


ES UN RASGO QUE CON REGULARIDAD HALLAMOS EN LOS
NEURÓTICOS.
Mucho más puede decirse acerca de las regresiones de la libido si se trae a
consideración otro grupo de neurosis, las llamadas NARCISISTAS, las cuales
nos muestran nuevas modalidades de la regresión.

Un desarrollo libidinal incompleto deja tras sí fijaciones libidinales muy


extensas a fases anteriores de la organización y del hallazgo de objeto, que
las más de las veces no son susceptibles de una satisfacción real.
La tenacidad con que la libido se adhiere a determinadas
orientaciones y objetos, su VISCOSIDAD, por así decir, se nos
presenta como un factor autónomo, variable de un individuo a
otro, cuyos condicionamientos nos son por completo desconocidos, pero
cuya importancia para la etiología de las neurosis no podemos seguir
subestimando.

Un conflicto psíquico implica que un fragmento de la personalidad sustenta


ciertos deseos, mientras que otro se defiende contra ellos.

El conflicto es engendrado por la frustración: esta hace que la


libido pierda su satisfacción y se vea obligada a buscar otros
objetos y caminos.
El conflicto tiene por condición que estos otros caminos y objetos
despierten enojo en una parte de la personalidad, de modo que se
produzca un veto que imposibilite la nueva modalidad de
satisfacción.
Las aspiraciones libidinosas rechazadas logran imponerse dando ciertos
rodeos, no sin verse obligadas a sortear el veto a través de ciertas
desfiguraciones.

Los rodeos son LOS CAMINOS DE LA FORMACIÓN DEL SÍNTOMA.


LOS SÍNTOMAS son la satisfacción nueva o sustitutiva que se hizo
necesaria por la frustración.
¿Cuáles son los poderes de que parte el veto a la aspiración
libidinosa?
PULSIONES YOICAS (FUERZAS PULSIONALES NO SEXUALES)
El conflicto patógeno se libra entre las pulsiones sexuales y las
yoicas. LA NEUROSIS ES PRODUCTO DE UN CONFLICTO ENTRE EL YO Y LA
SEXUALIDAD.

¿Cómo se comporta el yo cuando su libido deja tras sí, en un lugar


de su desarrollo, una fuerte fijación? Puede admitirla, y entonces
se volverá perverso en esa misma medida o, lo que es idéntico, se
volverá infantil.
Pero también puede adoptar una conducta de repulsa y REPRIMIR
ese asiento/fijación de la libido.
Entonces, en la causación de la neurosis tenemos:
FRUSTRACIÓN de la satisfacción – FIJACIÓN de la libido y en tercer
lugar, INCLINACIÓN AL CONFLICTO, proveniente del desarrollo del
yo (represión).
¿Por qué este desfasaje en el desarrollo de las pulsiones YOICAS y las
SEXUALES?

Las pulsiones sexuales son más difíciles de educar, pues al principio


no conocen ningún apremio de objeto. En efecto, se apuntalan
parasitariamente en las otras funciones corporales y se satisfacen de manera
autoerótica en el cuerpo propio; por eso al comienzo se sustraen del influjo
pedagógico del apremio real y se afianzan en este carácter de porfía, de
inaccesibilidad a toda influencia, en lo que llamamos, “irrazonabilidad”.
Parece que toda nuestra actividad psíquica está dirigida a conseguir placer y
a evitar el displacer: se regula por el PRINCIPIO DE PLACER.

El placer se vincula, de algún modo, con la reducción, la rebaja o extinción de


los volúmenes de estímulo que obran en el interior del aparato anímico y el
displacer, con su elevación.

El aparato anímico sirve al propósito de domeñar y tramitar los volúmenes


de estímulo que le llegan de adentro y de afuera.

El yo. Bajo el influjo del “maestro apremio”, experimenta que es inevitable


renunciar a una satisfacción inmediata, posponer la ganancia de placer,
soportar un poco de displacer y resignar determinadas fuentes de placer.

El yo así educado se ha vuelto “razonable”, ya no se deja gobernar por el


principio de placer sino que obedece al principio de realidad.

El tránsito del principio de placer al principio de realidad es uno de


los progresos más importantes en el desarrollo del yo. Las
pulsiones sexuales se suman tardíamente y con renuencia a este
tramo del desarrollo del yo, y después nos enteraremos de las
consecuencias que tiene para el ser humano el hecho de que su
sexualidad se conforme con un vínculo tan laxo con la realidad
exterior.

CONFERENCIA 23
No es lo mismo síntoma que enfermedad. Tras eliminar los síntomas
lo que queda de la enfermedad es la capacidad de desarrollar
nuevos síntomas.
Los síntomas son inútiles para la vida en su conjunto. Su principal
perjuicio consiste en el gasto psíquico que cuestan y el que se
necesita para combatirlos.
TODOS ESTAMOS ENFERMOS, o sea, todos somos neuróticos.
Los síntomas neuróticos son el resultado de un conflicto que se libra
en torno de una nueva modalidad de satisfacción pulsional. LAS
DOS FUERZAS QUE SE HAN ENEMISTADO VUELVEN A
COINCIDIR EN EL SÍNTOMA, SE RECONCILIAN. POR ESO EL
SÍNTOMA ES TAN RESISTENTE: ESTÁ SOSTENIDO DESDE
AMBOS LADOS.
Una de las dos partes envueltas en el conflicto es la libido
insatisfecha, rechazada por la realidad.

El camino de la perversión se separa tajantemente de la


neurosis: si las regresiones no despiertan contradicción del
yo, no sobrevendrá la neurosis, y la libido alcanzará alguna
satisfacción real.
Las representaciones sobre las cuales la libido transfiere ahora su
energía en calidad de investidura pertenecen al sistema inconsciente
y están sometidas a los procesos allí posibles, en particular la
condensación y el desplazamiento. De esta manera se producen
constelaciones semejantes en todo a las de la formación del sueño.
Pero el conflicto queda planteado si el yo (que dispone de la
conciencia y los accesos a la inervación motriz) no presta acuerdo a
estas regresiones. La libido es “atajada” y tiene que intentar
escapar a algún lado, donde halle un drenaje, según lo exige el
principio de placer.
Tiene que sustraerse del yo. Le permiten tal escapatoria las
fijaciones dejadas en la vía de su desarrollo, que ahora ella recorre
en sentido regresivo.
La investidura regresiva de estas lleva a sortear la represión y a una descarga
–o satisfacción- de la libido en la que deben respetarse las condiciones del
compromiso.

Por el rodeo a través del inconsciente y de las antiguas fijaciones,


la libido ha logrado por fin abrirse paso hasta una satisfacción real,
aunque apenas reconocible como tal.
¿Dónde halla la libido las fijaciones que le hacen falta para
quebrantar las represiones? En las prácticas y vivencias de la
sexualidad infantil, en los afanes parciales abandonados y en los objetos
resignados de la niñez.

El neurótico quedó adherido a algún punto de su pasado. En ese


período su libido no echaba de menos la satisfacción, y él era
dichoso.
Busca entonces a lo largo de toda su biografía hasta encontrar una época así,
aunque para ello tenga que retroceder hasta su período de lactancia.

El síntoma repite de algún modo aquella modalidad de satisfacción


de su temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del
conflicto.
ESTA MODALIDAD DE SATISFACCIÓN ES IRRECONOCIBLE PARA LA PERSONA,
QUE SIENTE LA PRESUNTA SATISFACCIÓN COMO UN SUFRIMIENTO Y SE
QUEJA DE ELLA.

LO QUE OTRORA FUE PARA EL INDIVIDUO UNA SATISFACCIÓN


ESTÁ DESTINADO A PROVOCAR HOY SU RESISTENCIA O
REPUGNANCIA.
El síntoma figura algo como cumplido: una satisfacción a la manera de lo
infantil.

LO SORPRENDENTE RESIDE EN QUE ESTAS ESCENAS INFANTILES NO


SIEMPRE SON VERDADERAS.
Las vivencias infantiles construidas en análisis, o recordadas, son a
veces irremediablemente falsas, otras veces verdaderas, y otras
veces una mezcla de ambas.
LAS FANTASÍAS POSEEN “REALIDAD PSÍQUICA”, POR OPOSICIÓN A
“REALIDAD MATERIAL” Y POCO A POCO APRENDEMOS A COMPRENDER
QUE EN EL MUNDO DE LAS NEUROSIS LA REALIDAD PSÍQUICA ES LA
DECISIVA.

El yo del hombre es educado poco a poco para apreciar la realidad y para


obedecer al principio de realidad por influencia del apremio exterior. En ese
proceso tiene que renunciar a diversos objetos y metas de su aspiración de
placer –no sólo sexual. Pero siempre es difícil para el hombre la
renuncia al placer, y no la lleva a cabo sin algún tipo de
resarcimiento.
Por eso, SE HA RESERVADO UNA ACTIVIDAD DEL ALMA EN QUE SE
CONCEDE A TODAS ESTAS FUENTES DE PLACER RESIGNADAS Y A
ESTAS VÍAS ABANDONADAS DE LA GANANCIA DE PLACER UNA
SUPERVIVENCIA, UNA FORMA DE EXISTENCIA QUE LAS EMANCIPA
DEL REQUISITO DE REALIDAD Y DE LO QUE LLAMAMOS “EXAMEN
DE REALIDAD”.
La ganancia de placer en la fantasía se hace independiente de la
aprobación de la realidad.
Hemos dicho que en el caso de la frustración, la libido inviste
regresivamente las posiciones que había abandonado, pero a las
que quedó adherida con ciertos montos. No tenemos que retractarnos
de ello ni corregirlo, pero sí intercalar un eslabón intermedio.

¿Cómo encuentra la libido el camino hacia esos lugares de fijación?


La libido no tiene más que volver a las fantasías para hallar
expedito desde ellas el camino a cada fijación reprimida.
La retirada de la libido a la fantasía es un estadio intermedio del
camino hacia la formación de síntoma.
La introversión designa el extrañamiento de la libido respecto de
las posibilidades de satisfacción real, y la sobreinvestidura de las
fantasías.

LAS FANTASÍAS HISTÉRICAS Y SU RELACIÓN


CON LA BISEXUALIDAD
En las fantasías histéricas (que son por lo general eróticas) se
pueden discernir importantes nexos para la causación de síntomas
neuróticos.

Las fantasías son unos cumplimientos de deseo


engendrados por la privación y la añoranza; llevan el nombre
de “sueños diurnos” con derecho, pues proporcionan la clave para
entender los sueños nocturnos, el núcleo de cuya formación no es
otro que estas fantasías diurnas complicadas, desfiguradas y mal
entendidas por la instancia psíquica consciente.

De estas fantasías, las hay tanto conscientes como


inconscientes y tan pronto como han devenido
inconscientes pueden volverse también patógenas, vale decir,
expresarse en síntomas y ataques.
Las fantasías inconscientes pueden haberlo sido desde siempre,
haberse formado en lo inconsciente, o bien –caso más frecuente-
fueron una vez fantasías conscientes, sueños diurnos, y luego se las
olvidó adrede, cayeron en lo inconciente en virtud de la “represión”.
La fantasía inconsciente mantiene un vínculo muy importante con
la vida sexual de la persona.
Si la persona no consigue sublimar su libido, es decir, desviar la
excitación sexual hacia una meta superior, está dada la condición
para que la fantasía inconsciente se refresque, prolifere y se abra
paso como síntoma patológico, al menos en una parte de su
contenido, con todo el poder del ansia amorosa.
Para toda una serie de síntomas histéricos, las fantasías
inconscientes son los estadios psíquicos previos más próximos. Los
síntomas histéricos no son otra cosa que las fantasías inconscientes
figuradas mediante “conversión”, y en la medida en que son
síntomas somáticos, con harta frecuencia están tomados del
círculo de las mismas sensaciones sexuales e inervaciones motrices
que originariamente acompañaron a la fantasía, todavía conciente
en esa época.
La meta última de todo el proceso patológico es restablecer la
satisfacción sexual en su momento primaria, si bien nunca se
consuma así, es alcanzada siempre en una suerte de aproximación.
La indagación psicoanalítica lleva desde los llamativos síntomas
hasta las fantasías inconscientes escondidas.
La técnica psicoanalítica permite primero, colegir desde los
síntomas estas fantasías inconscientes y, luego, hacer que
devengan conscientes al enfermo.

Y por este camino se ha descubierto que el contenido de las


fantasías inconscientes de los histéricos se corresponde en
todos sus puntos con las situaciones de satisfacción que los
perversos llevan a cabo con conciencia.
EL NEXO DE LAS FANTASÍAS CON LOS SÍNTOMAS NO ES SIMPLE,
SINO MÚLTIPLE Y COMPLEJO…
PROBABLEMENTE A CONSECUENCIA DE LAS DIFICULTADES CON
QUE TROPIEZA EL AFÁN DE LAS FANTASÍAS INCONSCIENTES POR
PROCURARSE UNA EXPRESIÓN.
Por regla general, un síntoma no corresponde a una única fantasía
inconsciente, sino a una multitud de éstas, por cierto que ello no
de una manera arbitraria, sino dentro de una composición sujeta a
leyes.
El síntoma histérico es el símbolo mnémico de ciertas impresiones y
vivencias (traumáticas) eficaces. Es el sustituto, producido mediante
conversión, del retorno asociativo de esas vivencias traumáticas. Es
la expresión de un cumplimiento de deseo. Es la realización de una
fantasía inconsciente al servicio del cumplimiento de deseo. Sirve a
la satisfacción sexual y figura una parte de la vida sexual de la
persona. Asimismo, corresponde al retorno de una modalidad de la
satisfacción sexual que fue real en la vida infantil y desde entonces
fue reprimida.
El síntoma histérico nace como un compromiso entre dos mociones
pulsionales o afectivas opuestas, una de las cuales se empeña en
expresar una pulsión parcial o uno de los componentes de la
constitución sexual, mientras que la otra se empeña en sofocarlos.
Pero esto no es todo: en el tratamiento psicoanalítico, dice Freud, es
muy importante estar preparados para el significado bisexual
de un síntoma.
Hace falta considerar dos fantasías sexuales, de las que una posee
carácter masculino y femenino la otra, de suerte que una de
esas fantasías corresponde a una moción homosexual.
Un síntoma histérico corresponde necesariamente a un
compromiso entre una moción libidinosa y una moción represora,
pero además de ello puede responder a una reunión de dos
fantasías libidinosas de carácter sexual contrapuesto. Tal es el
significado bisexual de síntomas histéricos, demostrable en
numerosos casos.
PERTURBACIONES PSICÓGENAS DE LA VISIÓN
Tengamos presente que, según Freud:

1) el placer sexual sólo tardíamente se unifica en torno a la genitalidad (fin


reproductivo)
2) el cuerpo es, en sí mismo una “zona erógena” y todos los órganos
sirven al mismo tiempo a dos amos:
a. FUNCIÓN SEXUAL
b. FUNCIÓN DE AUTOCONSERVACIÓN

Esto quiere decir que podemos asignarles a los órganos de nuestro cuerpo
dos usos bien diferenciados: el autoconservativo, que hace al
funcionamiento “adecuado”, vital, funcional de nuestro soma. En este
sentido, los

- ÓRGANOS RESPIRATORIOS, nos sirven para respirar.


- VISUALES, nos sirven para ver.
- DIGESTIVOS, nos sirven para digerir alimentos y expulsar heces.

Ahora bien, Freud


nos dice que los seres humanos no somos
seres naturales: de todas estas actividades, necesarias para nuestra
conservación, podemos extraer un placer adicional, de carácter sexual: el cuerpo es, en
sí mismo, una zona erógena y todos los órganos pueden ser excitados como lo son los
genitales.

El cuerpo humano está en su totalidad atravesado por este Otro que lo preexiste. Otro
que satisface las necesidades vitales del “cachorro humano”, pero también: Otro sobre
el cual se apuntalan una serie de impulsos sexuales que están destinados a la
represión por ser de carácter incestuoso.
Allí es cuando se produce el conflicto que atrofia el uso del órgano: Si hay una
representación asociada al VER que entra en conflicto con el grupo de representaciones
que hacen al YO, por ser éstas de carácter sórdido, inadecuado, el yo se defenderá a
toda costa de tales mociones, aunque para ello tenga que perder el imperio del órgano,
que ahora se pone por entero al servicio de la pulsión sexual reprimida. Para salvar su
integridad QUEDA PERTURBADO EL VÍNCULO DEL OJO Y DEL VER CON EL YO Y CON LA
CONCIENCIA EN GENERAL.

Es como si el individuo se elevara una voz castigadora que dijese: “Puesto que quieres
abusar de tu órgano de la vista para un maligno placer sexual, te está bien empelado
que no veas nada más”.

ASÍ, LA PÉRDIDA DEL IMPERIO CC SOBRE EL ORGANO ES LA PERNICIOSA FORMACION


SUSTITUTIVA DE LA REPRESION FRACASADA QUE SOLO SE POSIBILITÓ A ESE PRECIO.

Recordemos que la defensa es la operación que tiene por finalidad


mantener la integridad individual (…), dicha operación está relacionada con
el yo que es el agente que lleva a cabo dicha operación.
Todas las vías de conexión que llegan hasta la sexualidad desde otras funciones tienen
que poderse transitar también en la dirección inversa. Vaya un ejemplo: si el hecho de
ser la zona de los labios patrimonio común de las dos funciones es el fundamento por el
cual la nutrición genera una satisfacción sexual, ese mismo factor nos permite
comprender que la nutrición sufra perturbaciones cuando son perturbadas las funciones
erógenas de la zona común. Una buena parte de la sintomatología de las neurosis, que
yo derivo de perturbaciones de los procesos sexuales, se exterioriza en perturbaciones
de las otras funciones, no sexuales, del cuerpo.

La oposición entre las pulsiones sexuales y las pulsiones de autoconservación


desempeña un papel fundamental en el conflicto psíquico. El ejemplo de los trastornos
histéricos de la visión ilustra este doble aspecto: un mismo órgano, el ojo, constituye el
soporte de dos tipos de actividad pulsional; en él se localizará el síntoma si existe
conflicto entre dichas actividades.
Las pulsiones del yo, en tanto que sólo pueden satisfacerse con un objeto real,
efectúan muy pronto el tránsito del principio de placer al principio de realidad, hasta
el punto de convertirse en agentes de la realidad, oponiéndose así a las pulsiones
sexuales, que pueden satisfacerse en forma fantasmática y permanecen durante más
tiempo bajo el dominio del solo principio de placer.
LACAN - SEMINARIO 5 CAP 18: LAS MÁSCARAS DEL
SÍNTOMA
Freud nos designa la proyección hasta el infinito de la finalidad del
análisis de la forma más clara, destacando lo que hay de irreductible
para el hombre en el complejo de castración, para la mujer en el
penisneid, es decir, en una determinada relación fundamental con el
falo. Lo que puso de relieve el descubrimiento freudiano en
su punto de partida es el deseo.
Lo que Freud descubre esencialmente, lo que aprehende en los
síntomas, sueños, etc., es siempre un deseo.

En el síntoma hay cierta satisfacción, de carácter


problemático puesto que es una satisfacción al revés. Así,
parece que el deseo está, desde siempre, vinculado con algo
que es su apariencia, su máscara. Hay una estrecha relación
entre el deseo y lo que lo reviste de forma problemática.

El análisis nos ha permitido comprobar que el deseo


humano no está directamente implicado en una relación
pura y simple con el objeto que satisface.
“Por otra parte, el análisis viene bien para recordar el carácter
vagabundo, huidizo, insaciable del deseo. Éste elude la
síntesis del yo, no dejándole otra salida que la de ser tan
solo, a cada momento, una ilusoria afirmación de síntesis”.
El deseo humano, en sus relaciones internas con el deseo del Otro,
se había entrevisto desde siempre.
Debido al conocimiento insuficiente de Freud en aquel momento
(Dora) en más de un caso sus interpretaciones se presentan con un
carácter demasiado directivo, casi forzado.

Freud le hacía sus interpretaciones a Dora, le decía que ella


amaba al Sr. K y le indicaba que con quien normalmente
hubiera debido rehacer su vida era con él.
“Para captar bien de qué se trata cuando les hablo del deseo icc en
el descubrimiento freudiano, hay que volver a aquellos tiempos de
frescura en que, con respecto a la interpretación del analista, no se
presuponía nada, salvo la detección en lo inmediato, detrás de algo
que se presenta paradójicamente como absolutamente cerrado, de
una x que está más allá.”
En mi opinión el término sentido es sólo una versión debilitada de lo
que está originalmente en juego. Por el contrario, el término deseo,
por todo lo idéntico al sujeto que anuda y reúne, da a lo que se
encuentra en esa primera aprehensión de la experiencia analítica
todo su alcance.
Llamo síntoma a lo que es analizable. El síntoma se
presenta bajo una máscara, bajo una forma paradójica.

Digamos que el sujeto se interesa, que está implicado en la


situación de deseo, y es esto esencialmente lo que está
representado por un síntoma.
La noción de máscara significa que el deseo se presenta bajo una
forma ambigua que no nos permite orientar al sujeto con
respecto a tal o cual objeto de la situación. Es un interés del
sujeto por la situación misma, es decir, por la relación de
deseo.
Interviniendo, interpretando, nombrando algo, siempre hacemos
más de lo que creemos hacer. Identificamos lo mismo con lo mismo
y decimos: -es esto. Sustituimos por algún personaje a ese nadie a
quien va dirigido el síntoma en tanto que está ahí, en la vía del
reconocimiento del deseo.

Así, desconocemos el deseo que quiere hacerse reconocer,


porque le asignamos su objeto, cuando no se trata de un
objeto –el deseo es deseo de aquella falta que, en el Otro,
designa otro deseo.
El síntoma va en el sentido del reconocimiento del deseo. Ahora
bien, este reconocimiento tiende a abrirse paso, busca su vía, pero
sólo se manifiesta mediante la máscara, algo cerrado. Este
reconocimiento del deseo es un reconocimiento por parte de nadie,
no se refiere a nadie, porque nadie puede leerlo hasta el momento
en que alguien empieza a aprender su clave. Se presenta bajo una
forma cerrada al otro.
Al personaje muy mal inspirado que enunciaba que lo informulado
no es informulable, le responderé lo siguiente. La perspectiva es
inversa: -que no sea articulable, no es una razón para que el deseo
no esté articulado.
El deseo está articulado, porque está vinculado con la presencia del
significante en el hombre. Esto no significa, sin embargo, que sea
articulable. Precisamente porque se trata del vínculo con el
significante, nunca es plenamente articulable. El objeto llamado por
la primera articulación no es ya un objeto puro y simple sino un
objeto-símbolo –se convierte en lo que hace de él el deseo de la
presencia.
El objeto en cuestión es el paréntesis simbólico de la presencia, en
cuyo interior se encuentra la suma de todos los objetos que ésta
puede aportar. Este paréntesis simbólico es, en adelante, más
precioso que ningún bien.
PSICOPATOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA – UNIDAD 12
No hay en lo psíquico nada que sea producto de un libre albedrío,
que no obedezca a un determinismo.

El carácter común a todos los síntomas, tanto los más leves como los
más graves, carácter del que participan también las acciones fallidas
y casuales, reside en que los fenómenos se pueden reconducir a un
material psíquico incompletamente sofocado, un material que,
esforzado a apartarse de la conciencia, no ha sido despojado de toda
su capacidad de exteriorizarse.

Un rasgo llamativo y universalmente señalado en la conducta de los


paranoicos es que otorgan la máxima significación a los
pequeños detalles, en que ordinariamente no reparamos,
del comportamiento de los demás; de ellos extraen
interpretaciones y las convierten en base de unos extensos
razonamientos.

El paranoico desestima, en su aplicación a las


exteriorizaciones psíquicas de los demás, la categoría de lo
contingente, de lo que no exige motivación. Todo cuanto nota
en los otros es significativo, todo es interpretable.
¿Cómo llega a esto? Proyectando a la vida anímica de los demás lo
que inconscientemente está presente en la suya propia.

En la paranoia, esfuerza su paso hasta la conciencia mucho


de aquello cuya presencia inconsciente en normales y
neuróticos sólo por medio del psicoanálisis se puede
demostrar.
Las fantasías de los histéricos acerca de unos maltratos sexuales y
crueles, que el análisis tiene que hacer conscientes, coinciden a
veces hasta en los detalles con las quejas de los que padecen de
paranoia persecutoria. Y es notable, pero no ininteligible, que
idéntico contenido nos salga al paso también como realidad objetiva
en las escenificaciones que efectúan los perversos para satisfacer
sus concupiscencias.
El paranoico tiene razón en esto; discierne algo que al normal se le
escapa, su visión es más aguda que la capacidad de pensar normal,
pero el desplazamiento sobre los otros del estado de
cosas así discernido quita validez a su discernimiento.
Me diferencio de un supersticioso por lo siguiente: No creo que un
suceso en cuya producción mi vida anímica no ha participado pueda
enseñarme algo oculto sobre el perfil futuro de la realidad. Sí creo
que una exteriorización no deliberada de mi propia
actividad anímica me revela algo oculto, pero algo que
sólo a mi vida anímica pertenece.
Por cierto que creo en una causalidad externa (real), pero no
en una contingencia interna (psíquica). Con el supersticioso
sucede a la inversa: no sabe nada sobre la motivación de sus
acciones causales y sus operaciones fallidas, cree que
existen contingencias psíquicas; en cambio, se inclina a
atribuir al azar exterior un significado que se manifestará en
el acontecer real, a ver en el azar un medio por el cual se
expresa algo que para él está oculto afuera.
Son dos las diferencias entre mi posición y la del supersticioso: en
primer lugar,
- él proyecta hacia afuera una motivación que yo busco
adentro;
- él interpreta mediante un acaecer real el azar que yo
reconduzco a un pensamiento.

Es común a ambos la compulsión a no considerar el


azar como azar, sino interpretarlo, no obstante, lo
oculto de él corresponde a lo inconsciente mío
Porque el supersticioso nada sabe de la motivación de sus
propias acciones causales, y porque esta motivación
esfuerza por obtener un sitio en su reconocimiento, él está
constreñido a colocarla en el mundo exterior por
desplazamiento.
Si semejante nexo existe, difícilmente se limite a este caso singular.
Creo, de hecho, que buena parte de la concepción mitológica del
mundo, que penetra hasta en las religiones más modernas, no es
otra cosa que psicología proyectada al mundo exterior. El oscuro
discernimiento (una percepción endopsíquica) de factores
psíquicos y constelaciones de lo inconsciente se espeja en la
construcción de una realidad suprasensible que la ciencia debe
volver a mudar en psicología de lo inconsciente.
Podría osarse resolver de esta manera los mitos del paraíso y del
pecado original, de Dios, del bien y del mal, de la inmortalidad, y
otros similares: trasponer la metafísica a metapsicología.
LACAN - SEMINARIO 5 CAP 13
Intento mostrarles aquí la instancia esencial del significante en la
formación de los síntomas.
En ningún caso cabría contentarse con una oposición tan sumaria
como la consistente en decir que en la neurosis la pulsión se evita,
mientras que en la perversión se la reconoce al desnudo. La pulsión
siempre se manifiesta parcialmente.

La pulsión no tiene ningún derecho a ser promovida


como más desnuda en la perversión que en la neurosis.
Hay en toda formación perversa, sea cual sea, exactamente la
misma estructura de compromiso, de elusión, de dialéctica de lo
reprimido y de retorno de lo reprimido que en la neurosis. Supone
los mismos mecanismos de elisión de los términos fundamentales, a
saber, edípicos, que encontramos en el análisis de las neurosis.
En la perversión hay siempre algo que el sujeto no quiere reconocer,
algo que está ahí articulado pero que sin embargo no sólo es
desconocido por su parte sino reprimido por razones esenciales de
articulación.
Éste es el motor del mecanismo analítico de la represión. Si el sujeto
reconociera lo reprimido, estaría obligado a reconocer al mismo
tiempo una serie de otras cosas que le resultan intolerables, lo cual
es la fuente de lo reprimido. La represión sólo se puede
concebir como vinculada a una cadena significante
articulada.

FALO
Freud plantea, a partir del concepto de Falo, es un significante
central alrededor del cual gira toda la dialéctica de lo que el sujeto
debe conquistar de sí mismo, de su propio ser.
Se trata de un significante, y de ninguna otra cosa.
Así como les dije que, en el interior del sistema significante, el
Nombre del Padre tiene la función de significar el conjunto del
sistema significante, de autorizarlo a existir, de dictar su ley, les diré
que frecuentemente hemos de considerar que el falo entra en juego
en el sistema significante a partir del momento en que el sujeto
tiene que simbolizar, en oposición al significante, al significado en
cuanto tal, quiero decir la significación.
Lo que le importa al sujeto, lo que desea, el deseo en cuanto
deseado, lo deseado del sujeto, cuando el neurótico o el perverso
tiene que simbolizarlo lo hace literalmente en última instancia por
medio del falo. El significante del significado en general es el falo.
El falo entra ya en juego tan pronto el sujeto aborda el deseo de la
madre. Este falo está velado, y estará velado hasta el fin de los siglos
por una simple razón, porque es un significante último en la relación
del significante con el significado.
“PEGAN A UN NIÑO”
Freud se dedica a seguir, a través de las etapas del Complejo de
Edipo, las transformaciones de la economía del fantasma “pegan a
un niño” y destaca la importancia del juego del significante en dicha
economía.
La relación con el hermanito o la hermanita, con un rival cualquiera,
no adquiere su valor decisivo en el plano de la realidad sino en tanto
que se inscribe en un desarrollo muy distinto, una solución
fantasmática. ¿Cuál es? Freud nos articuló su naturaleza.
El sujeto es abolido en el plano simbólico, en tanto que es como un
mamarracho a quien se le rehúsa toda consideración como sujeto.
En este caso particular, el niño encuentra el llamado fantasma
masoquista de fustigación, que constituye en este nivel una solución
lograda del problema. Lo que ocurre es un acto simbólico. Ese niño
que se cree alguien en la familia, basta con un simple pescozón para
precipitarlo desde la cima de su omnipotencia.
Pues bien, se trata de un acto simbólico, y la propia forma que
interviene en el fantasma, el látigo o la vara, tiene en sí misma el
carácter de algo que en el plano simbólico se expresa mediante una
tachadura.
Freud se encontró con que todos los pacientes neuróticos le traían
una versión de la fantasía “pegan a un niño” y que ésta, como toda
fantasía, producía una elevada satisfacción sexual.
El propio placer de ese fantasma está vinculado a su carácter
inoperante, poco serio. La fustigación no atenta contra la integridad
real y física del sujeto. Es propiamente su carácter simbólico lo que
está erotizado, y ello desde el origen.
Freud descompone la fantasía del niño en tres tiempos, de las cuales
el primero y el tercero son susceptibles de recuerdo, pero no así la
segunda.

1er tiempo: “el padre le pega a un niño”


Esta primera fantasía Freud la llama Sádica, puesto que el niño
azotado nunca es el fantaseador. Luego se dejará traslucir la
fantasía completa “el padre pega al niño que yo odio”. De ese
modo, el niño fantaseador se convierte en el niño amado por
el padre. En un momento dado del análisis, el niño que es pegado
es un rival: un hermano, un hermanito o una hermanita.

“No podemos decir si es sexual o sádico. Está hecha de la


materia de la que ambos provienen. Existe una primera etapa
en la que hay primitivamente, vínculo, fusión de los instintos
libidinales, los instintos de vida con los instintos de muerte mientras
que la evolución instintual conlleva una defusión, más o menos
precoz de los instintos”.
“Mi padre no lo ama”, éste es el sentido del fantasma primitivo, y
es lo que complace al sujeto – el otro no es amado, es decir, no
está establecido en la relación simbólica.
Es una fantasía que satisface los celos del niño, es una
representación agradable que el padre azote al niño que él odia.

2do tiempo: “yo soy azotado por el padre”


El segundo tiempo el fantasma cambia de sentido hacia el de una
relación privilegiada de la niña con su padre –es ella la que es
pegada.

Este fantasma reconstruido puede ser un testimonio del retorno


del deseo edípico en la niña, el de ser el objeto de deseo del
padre, con la culpabilidad que implica, la cual exige que se
haga pegar.
La fantasía de la segunda fase, en la cual es un mismo sujeto
fantaseador azotado por el padre, pasaría a ser la expresión directa
de la conciencia de culpa ante la cual sucumbe ahora el amor por el
padre.

Esta segunda fase tiene un indudable carácter masoquista.


El placer se deriva de ser golpeado por la persona amada (el
padre). Esta fase de la fantasía nunca es recordada por el
paciente y Freud señala que se trata de una construcción del
análisis.

A esta fantasía de la segunda fase se le atribuyen dos fuentes:


1) Las mociones incestuosas de la primera fase se reprimen y
junto a este proceso aparece el sentimiento inconsciente de
culpa, en tanto cae como castigo por haber tenido una
satisfacción sádica en la primera fase: el padre golpeando al
niño que yo odio.
2) Se trata de una regresión sádico anal, en tanto ser golpeado
por el padre implica ser amado o gozado por él.

3er tiempo: “alguien golpea al niño”


Ocurre tras la salida del Edipo. Se ha introducido una nueva
transformación, doble. La figura del padre es superada,
remitida a la forma general de un personaje en posición de
pegar, omnipotente y despótico, mientras que el propio
sujeto es presentado en la forma de esos niños
multiplicados que ni siquiera son ya todos ellos de un sexo
preciso sino que forman una especie de serie neutra.
Esta forma última del fantasma, en la que algo es mantenido así,
fijado, memorizado, queda investida para el sujeto. El carácter de
generalidad del último fantasma, el que permanece, nos lo indica
bastante bien la multiplicación indefinida de los sujetos. Esto
evidencia la relación con el otro, los otros con minúscula, en cuanto
relación libidinal, y significa que los seres humanos están, en tanto
que humanos, todos bajo la férula.
Entrar en el mundo del deseo es para el ser humano experimentar,
lo primero de todo, la ley impuesta por eso que existe más allá – el
padre. La función del fantasma terminal es manifestar una relación
esencial del sujeto con el significante

PSICOLOGÍA DE LAS MASAS Y ANÁLISIS DEL YO:


CAP. 7 LA IDENTIFICACIÓN
Vínculo de tipo inconsciente. La más temprana exteriorización de
una ligazón afectiva con otra persona.
El varoncito querría crecer y ser como el padre.
Con la madre se da una directa investidura sexual de objeto (la
quiere tener); con el padre, una identificación que lo toma por
modelo (quiere serlo).
La diferencia depende de que la ligazón recaiga en el sujeto o en el
objeto del yo.
La identificación aspira a configurar el yo propio a semejanza del
otro, tomado como “modelo”.
En ocasiones la identificación reemplaza a la elección de objeto; la
elección de objeto ha regresado hasta la identificación.
La identificación es la forma primera y más originaria del lazo
afectivo.
Bajo las constelaciones de la formación de síntoma, vale decir, de la
represión y el predominio de los mecanismos del icc, sucede a
menudo que la elección de objeto vuelva a la identificación, o sea,
que el yo tome sobre sí las propiedades del objeto.

La identificación es la forma más originaria de ligazón afectiva con


un objeto; pasa a sustituir una ligazón libidinosa por la vía regresiva,
mediante la introyección del objeto en el yo. Puede nacer a raíz de
cualquier comunidad que llegue a percibirse en una persona que no
es objeto de las pulsiones sexuales.

La génesis de la homosexualidad masculina es, en una gran serie de


casos, la siguiente: el joven ha estado fijado a su madre durante un
tiempo y con una intensidad inusualmente grandes. Por fin, al
completarse el proceso de la pubertad, llega el momento de
permutar a la madre por otro objeto sexual. Sobreviene entonces
una vuelta repentina; el joven no abandona a su madre, sino que se
identifica con ella; se trasmuda en ella y ahora busca objetos que
puedan sustituirle al yo de él, a quienes él pueda amar y cuidar
como lo experimentó de su madre.

He ahí un proceso frecuente que puede corroborarse cuantas veces


se quiera, y desde luego con entera independencia de cualquier
hipótesis que se haga acerca de la fuerza pulsional orgánica y de los
motivos de esa mudanza repentina. Llamativa en esta identificación
es su amplitud: trasmuda al yo respecto de un componente en
extremo importante (el carácter sexual), según el modelo de lo que
hasta ese momento era el objeto.
Con ello el objeto mismo es resignado; aquí no entramos a
considerar si lo es por completo, o sólo en el sentido de que
permanece conservado en el inconsciente.

33 CONFERENCIA: LA FEMINIDAD
Masculino y femenino es la primera diferencia que Uds. Hacen
cuando se encuentran con otro ser humano, y están habituados a
establecerla con resuelta certidumbre. La ciencia anatómica
comparte esa certidumbre en un punto, pero no mucho más.
Masculino es el producto genésico masculino y su portador;
femenino, el óvulo y el organismo que lo alberga. En ambos sexos se
han formado órganos que sirven exclusivamente a las funciones
genésicas, y es probable que se hayan desarrollado a partir de una
misma disposición en dos diferentes configuraciones. Además, los
otros órganos, las formas del cuerpo y los tejidos se muestran en
ambos influidos por el sexo, pero de manera inconstante y en
medida variable; son los llamados “caracteres sexuales
secundarios”. Luego la ciencia les dice otra cosa que contraría sus
expectativas y es probablemente apta para confundir sus
sentimientos. Les hace notar que partes del aparato sexual
masculino se encuentran también en el cuerpo de la mujer, si bien
en un estado de atrofia, y lo mismo es válido para el otro sexo. Ella
ve en este hecho el indicio de una bisexualidad, como si el individuo
no fuera varón o mujer, sino ambas cosas en cada caso, sólo que
más lo uno que lo otro. Entonces se los exhortará a ustedes a
familiarizarse con la idea de que la proporción en que lo masculino y
lo femenino se mezclan en un individuo sufre oscilaciones muy
notables. Pero como, a pesar de ello y prescindiendo de casos
rarísimos, en una persona está presente sólo una clase de productos
genésicos –óvulos o células de semen-, no podrán ustedes menos
que desconcertarse en cuanto al valor decisorio de estos elementos
y extraer la conclusión de que aquello que constituye la
masculinidad o la feminidad es un carácter desconocido que la
anatomía no puede aprehender. ¿Podrá hacerlo la psicología?
Existe un vínculo particularmente constante entre feminidad y vida
pulsional. Su propia constitución le prescribe a la mujer sofocar su
agresión, y la sociedad se lo impone; esto favorece que se plasmen
en ella intensas mociones masoquistas, suceptibles de ligar
eróticamente las tendencias destructivas vueltas hacia adentro. El
masoquismo es, entonces, auténticamente femenino.
La división en dos sexos es un carácter harto llamativo de la vida
orgánica, que la separa tajantemente de la naturaleza inanimada.
El desarrollo de la niña pequeña hasta la mujer normal es más difícil
y complicado, pues incluye dos tareas adicionales que no tienen
correlato alguno en el desarrollo del varón.
La niña pequeña es menos agresiva y porfiada, se basta menos a sí
misma, parece tener más necesidad de que se le demuestre ternura,
y por eso ser más dependiente y dócil. Se la puede educar con
mayor facilidad para el gobierno de las excreciones.

La niña pequeña es más inteligente y viva que el varoncito de la


misma edad, se muestra más solícita hacia el mundo exterior y sus
investiduras de objeto poseen mayor intensidad que las de aquél.

En la fase oral, anal se comportan igual. En la fase fálica de la niña el


clítoris es la zona erógena rectora. Pero no está destinada a seguir
siéndolo; con la vuelta hacia la feminidad el clítoris debe ceder en
todo o en parte a la vagina su sensibilidad y con ella su valor, y esta
sería una de las dos tareas que el desarrollo de la mujer tiene que
solucionar.
Consideremos ahora la segunda tarea que gravita sobre el desarrollo
de la niña. El primer objeto de amor para la niña es la madre. Las
primeras investiduras de objeto se producen por apuntalamiento en
la satisfacción de las grandes y simples necesidades vitales.
En la situación edípica es el padre quien ha devenido objeto de amor
para la niña, y esperamos que en un desarrollo de curso normal esta
encuentre, desde el objeto-padre, el camino hacia la elección
definitiva de objeto.
Por lo tanto, con la alternancia de los períodos la niña debe trocar
zona erógena y objeto, mientras que el varoncito retiene ambos.
Así nace el problema de averiguar cómo ocurre esto y, en particular,
cómo pasa la niña de la madre a la ligazón con el padre o, con otras
palabras, de su fase masculina a la femenina, que es su destino
biológico.
En general la ligazón madre dura hasta pasado el cuarto año. Casi
todo lo que más tarde hallamos en el vínculo con el padre preexistió
en ella, y fue transferido de ahí al padre.
Por ende, no se puede comprender a la mujer si no se pondera esta
fase de la ligazón madre preedípica.
Los vínculos libidinosos de la niña con la madre son muy diversos:
puesto que atraviesan por las tres fases de la sexualidad infantil,
cobran los caracteres de cada una de ellas, se expresan mediante
deseos orales, sádico-anales y fálicos.

Estos deseos subrogan mociones activas como pasivas y son


ambivalentes, tanto de naturaleza tierna como hostil.
El deseo que se expresa con mayor nitidez es el de hacerle un hijo a
la madre.
Ya en el período preedípico se descubre, referida a la madre, la
angustia de ser asesinado o envenenado, que más tarde puede
constituir el núcleo de la paranoia.
Los síntomas histéricos derivan de fantasías, no de episodios reales.
La fantasía de seducción en la prehistoria preedípica de la niña, pero
la seductora es por lo general la madre.
Pues, fue la madre, quien a raíz de los menesteres del cuidado
corporal provocó sensaciones placenteras en los genitales, y acaso
hasta las despertó por vez primera.
A raíz de qué se va al fundamento esta potente ligazón-madre de la
niña? Sabemos que ese es su destino habitual: está destinada a
dejar sitio a la ligazón padre.
En este paso del desarrollo no se trata de un simple cambio de vía
del objeto. El extrañamiento respecto de la madre se produce bajo
el signo de la hostilidad, la ligazón-madre acaba en odio. Ese odio
puede ser muy notable y perdurar toda la vida.
De los reproches dirigidos a la madre, el que se remonta más atrás
es el de haber suministrado poca leche al niño. El ansia del niño por
su primer alimento es lisa y llanamente insaciable. Hasta es probable
que la angustia de envenenamiento tenga íntima relación con el
destete.
Las exigencias de amor de los niños no tienen medida, requieren
exclusividad, no admiten ser compartidas.
La lengua perversa de la madre: Una rica fuente para la hostilidad
del niño hacia su madre la proporcionan sus múltiples deseos
sexuales, variables de acuerdo con la fase libidinal, y que casi nunca
pueden ser satisfechos. La más intensa de estas denegaciones se
produce en el período fálico, cuando la madre prohíbe el quehacer
placentero en los genitales – a menudo con duras amenazas y todos
los signos del disgusto- hacia el cual, empero, ella misma había
orientado al niño.
La muchacha hace responsable a la madre de su falta de pene y no
le perdona ese perjuicio.
El complejo de castración en la niña se inicia con la visión de los
genitales del otro sexo. Se siente gravemente perjudicada, a
menudo expresa que le gustaría tener algo así y cae presa de la
envidia del pene, que deja huellas imborrables en su desarrollo y en
la formación de su carácter.
La niña se aferra por mucho tiempo al deseo de llegar a tener algo
así y conserva en lo inconsciente este deseo.

La importancia de la envidia de pene es indudable. Acaso lo juzguen


un ejemplo de injusticia masculina si asevero que envidia y celos
desempeñan en la vida anímica de las mujeres un papel todavía
mayor que en la de los varones.
El descubrimiento de la castración es un punto de viraje en el
desarrollo de la niña. De ahí parten tres orientaciones del desarrollo:
una lleva a la inhibición sexual o a la neurosis; la siguiente, a la
alteración del carácter en el sentido de un complejo de
masculinidad, y la tercera, en fin, a la feminidad normal.

La niña pequeña, que hasta entonces había vivido como varón, sabía
procurarse placer por excitación de su clítoris y relacionaba este
quehacer con sus deseos sexuales, con frecuencia activos, referidos
a la madre, ve estropearse el goce de su sexualidad fálica por el
influjo de la envidia de pene. La comparación con el varón, tanto
mejor dotado, es una afrenta a su amor propio; renuncia a la
satisfacción masturbatoria en el clítoris, desestima su amor por la
madre y entonces no es raro que reprima una buena parte de sus
propias aspiraciones sexuales.
Con el abandono de la masturbación clitorídea se renuncia a una
porción de actividad. Ahora prevalece la pasividad, la vuelta hacia el
padre se consuma predominantemente con ayuda de mociones
pulsionales pasivas.
El deseo con que la niña se vuelve hacia el padre es sin duda,
originariamente, el deseo del pene que la madre le ha denegado y
ahora espera del padre. Sin embargo, la situación femenina sólo se
establece cuando el deseo del pene se sustituye por el deseo del
hijo, y siguiendo una antigua equivalencia simbólica, el hijo aparece
en lugar del pene.

Es grande la dicha cuando ese deseo del hijo halla más tarde su
cumplimiento en la realidad, y muy especialmente cuando el hijo es
un varoncito, que trae consigo el pene anhelado.

Con la transferencia del deseo del hijo-pene al padre, la niña ha


ingresado al C.E. La hostilidad a la madre experimenta ahora un gran
refuerzo pues aquella deviene la rival que recibe del padre todo lo
que la niña anhela de él.
El CE de la niña nos impidió ver esa ligazón-madre preedípica que es
tan importante y deja como secuela fijaciones tan duraderas. Para la
niña, el EDIPO es el desenlace de un largo y difícil proceso.

El complejo de Edipo del varoncito, dentro del cual anhela a su


madre y querría eliminar a su padre como rival, se desarrolla desde
luego a partir de la fase de su sexualidad fálica. Ahora bien, la
amenaza de castración lo constriñe a resignar esta actitud. Bajo la
impresión del peligro de perder el pene, el complejo de Edipo es
abandonado, reprimido, en el caso más normal radicalmente
destruido, y se instaura como su heredero un severo superyó. Lo
que acontece en la niña es casi lo contrario. El complejo de
castración prepara al complejo de Edipo en vez de destruirlo; por el
influjo de la envidia del pene, la niña es expulsada de la ligazón-
madre y desemboca en la situación edípica como en un puerto.
Ausente la angustia de castración, falta el motivo principal que había
esforzado al varoncito a superar el C.E. La niña permanece dentro de
él por un tiempo indefinido, sólo después lo deconstruye y aún
entonces lo hace de manera incompleta.

Mencionamos como la segunda de las reacciones posibles tras el


descubrimiento de la castración femenina el desarrollo de un fuerte
complejo de masculinidad. La niña se rehúsa a reconocer el hecho
desagradable. Con una empecinada rebeldía carga todavía más las
tintas sobre la masculinidad que tuvo hasta entonces, mantiene su
quehacer clitorídeo y busca refugio en una identificación con la
madre fálica o el padre.
Como la operación más extrema de este complejo de masculinidad
se nos aparece su influjo sobre la elección de objeto en el sentido de
una homosexualidad manifiesta.
La homosexualidad femenina parece deberse a que la muchacha
toma por objeto al padre durante cierto lapso y se interna en la
situación edípica. Pero luego son esforzadas a regresar a su anterior
complejo de masculinidad en virtud de las infaltables desilusiones
con el padre. No es lícito sobrestimar el valor de tales desengaños;
tampoco le son ahorrados a la niña destinada a la feminidad, y en
ella no producen igual resultado. El hiperpoder del factor
constitucional parece indiscutible, pero las dos fases del desarrollo
de la homosexualidad femenina se reflejan muy claramente en las
prácticas de las homosexuales, que con misma frecuencia e igual
nitidez desempeñan los papeles de madre e hija como los de varón y
mujer.

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