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Noble mujer, conocida como la Mártir de la Libertad, siendo muy joven

fue una de las audaces propagandistas de las ideas emancipadoras, por


cuyo motivo fue condenada a muerte.

Flor de abolengo en los salones de San Felipe el Fuerte, va del brazo de


su padre don Martín de Mújica.

Ha sido prometida en matrimonio a Enrique de Villalonga, joven de


prosapia española. Muy pronto será la boda para cuyo acontecimiento
se mueve el círculo social de los futuros contrayentes.

Don Martín es realista de firmeza, Enrique y Cecilia pertenecen al


Comité Revolucionario y son de los más audaces propagandistas de las
ideas emancipadoras: él distribuye clandestinamente y con peligro de
su vida boletines encendidos con el fervor de la libertad: ella
confecciona escarapelas y divisas tricolores para el pecho de los
voluntarios y compone exaltantes canciones patrióticas, y las ofrece
como regalo a sus oyentes en las tibias y perfumadas tardes de la
tertulia.

Don Martín de Mújica, es una de las innumerables victimas del


terremoto de 1812. Cecilia queda huérfana y desvalida. Su desolación
no tiene nombre, su pena es infinita, pero arde en ella, el fuego de la
patria libre que le da aliento para seguir viviendo su existencia signada
de desgracias.
En el año 13, fecha del decreto de Guerra a Muerte, que entenebrece la
ciudad de San Felipe regida por Don José de Millet, Teniente de
Gobernador de la Leal Villa, quien con crueldad y firmeza hace
contrapeso a la medida necesaria de la Dirección Republicana.

Cecilia Mújica con su fe inquebrantable por la libertada de la Patria,


hace caso omiso a las disposiciones del asesino Gobernador José de
Millet y aún a costa de su propia vida sigue impertérrita en sus
propagandas en pro de la liberación, lo que pagarían muy pronto bajo el
fuego de la fusilaría de los bárbaros soldados realistas.

He aquí sus últimas palabras: “Toma buen hombre Ambrosio Trejo, -así
se llamaba uno de los soldados que la custodiaban - esta madeja de
mis cabellos con ese anillo y entrégalos en su prisión a mi amigo
Henrique de Villalonga y dile que le devuelvo esa joya, contrato de
nuestras nupcias y que la conserve como el ultimo recuerdo de la mujer
que no tiene la fortuna de ir a sus brazos, pero sí la gloria de inmolarse
por la libertada de nuestra. Viva el suelo querido. Viva la Libertad. Estas
últimas palabras de la Heroína se confundieron con la horrorosa
detonación de la fusilería que le daba muerte”.

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