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El 3 de marzo de 2012, una joven fue arrojada por la ventana por su novio; afortunadamente sobrevivió, pero debió
ser internada con múltiples fracturas. Alguna prima, indignada, testimonió sin embargo que la víctima, aunque
había habido varios antecedentes de golpes, decía amarlo. Lo más sorprendente fueron las declaraciones de la
mamá: contó que ella había intentado varias veces que ella hiciera la denuncia, la había acompañado pero... la
hija lo amaba y, bueno, la madre respetaba los sentimientos de su hija, respetaba el amor y, si ella lo ama...
Los golpes, las sevicias, los ataques, sí, pero muchos no dejan de priorizar el santificado amor, el amor “que
todo lo da”.
Amor, amor por sobre todo, Eros eterno: pero se olvidan de que, tan eterno como Eros y con la misma condición
primordial, convive Muerte o Destrucción. Dialéctica erótico-destructiva que enseñó Freud. Pero los siglos han
instilado una gran confusión en muchas concepciones del amor como atribución-mandato a los sentimientos de
la mujer: entrega y sacrificio. “Mientras él haga estragos contigo, es señal de que te necesita, es decir: te ama.”
Entrega hasta la inmolación. Reyes y poderosos se llevaban a la tumba a sus concubinas, antecedente histórico
de erotismo deletéreo: si tu amo está muerto, tú también. Aun delante de los ingleses, las viudas hindúes subían
a la pira en la que se incineraba el cadáver de su marido. Dicen que con orgullo: el mandato constituyente de su
subjetividad era la fuente de esa autoestima mortífera. En algunos grupos, las propias mujeres empujan a sus
hijas a someterse a la ablación de labios genitales y clítoris, sacrificio de la carne ofrecido al esposo. La ONU se
ha pronunciado contra esa práctica como un atentado esencial contra los derechos humanos. Sin embargo,
ciertos profesionales universitarios la han considerado “asunto de diversidad cultural”, que hay que respetar. Hay
una relatividad del relativismo cultural.
“Donde eres Cayo, yo soy Caya”; la fórmula tradicional ha llevado a las máximas expresiones de inequidad.
“Donde eres tú, yo no soy”, o “Soy en tu amor hasta donde tú digas; por tu posesión de mí, yo soy.” Esta ha
sido una propuesta identificatoria permanente en distintas culturas: para la mujer, entrega amorosa: “Donde eres
tú, yo no soy, ya que soy lo que hagas de mí”.
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28/06/12 Página/12 :: Psicología :: “Si soy del amo, él me ama”
Pasividad, entrega, sumisión fueron siempre virtudes consideradas femeninas. Cierto que la palabra “virtud” tiene
en su raíz la virilidad, esa raíz que considera lo virtuoso como legítimamente masculino. Recordemos que el
papa Juan Pablo II alabó a la madre Teresa de Calcuta como ejemplo del “genio femenino”: nada de papisas ni
de cardenalas; el genio de la mujer es la entrega, el sacrificio. Nadie considera a Juana de Arco como ejemplo
del “genio femenino”: ella no ayudó ni colaboró, sino que creó y lideró un poderoso movimiento de liberación
nacional.
La entrega, el sacrificio y la renuncia de sí no se imponen explícitamente hoy en día, pero están escondidos en
el amor conyugal. Así lo siente, en nuestro ejemplo, la madre de la chica arrojada por la ventana, y lo siente la
propia víctima: “Dónde tú eres Cayo, yo soy Caya”; “Donde tú me quieras tener, yo soy, dejando de ser”. Distinto
es por supuesto al amor maduro que tantísimas parejas constituyen como pares, tal como lo connota el propio
término “pareja”. Amor entre iguales, de lo cual fueron ejemplos Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, aunque
no necesariamente haya que seguirlos en todas las características de su pacto.
Hay que revisar cómo se esconden esas atribuciones en el amor, aun hoy en día. La lucha por la libertad de la
mujer y su igualdad de derechos con el hombre no está ganada por que existan algunas presidentas en América
latina. Esto recién comienza: la pandemia de femicidios así lo muestra.
Muchas mujeres aún hoy piensan: “Si soy del amo, él me ama”; “Si quiere poseerme, él me ama”. No entra en
sus cabezas que en el amor pueda estar la muerte.
Aun ante la evidente y manifiesta agresividad del marido, sienten que tienen que callar para no irritarlo más; en
agresiones directas, en denostaciones verbales, siguen creyendo que algo mal hicieron ellas para exasperarlo,
que se trata de tranquilizarlo y no de enfrentarlo, y no de defenderse. Todo esto requiere una lucha cultural por
más cambios psicológicos. Lo ganado en el último siglo no está ganado.
Una analizanda, profesional universitaria y doctora en su carrera, funcionaba sólo como traductora del marido, en
viajes de negocios comunes a la pareja. A ella le gustaba el rol de traductora, ignorante de las cuentas
bancarias, y sólo firmaba los contratos que discutía y aprobaba el marido.
¿Por qué?
Para que la nombre su reina; ella quiere que él sea el rey ‘para que me nombre su reina’.
Ambas princesitas dicen que el lugar de la mujer será el que le procure un varón salvador. Por ser buenudas y
pacientes, lograron el Amor.
La concepción del amor entre sexos que culmina con el amor romántico está en revisión hoy en día. El encastre
de personalidades era antes más fácil, con la sumisión de la mujer. Hoy la aspiración al desarrollo psicológico y
a la realización personal que tienen ambos sexos-género torna más difícil el acoplamiento psicológico. Oigo por
ahí a algunos colegas inquietos porque, dicen, el hipercapitalismo posmoderno está destruyendo el amor. Es
verdad: viene destruyendo la facilidad del acoplamiento, que siempre corrió a cuenta de la mujer. Es verdad que
la libertad es para ambos sexos, que no tiene los límites que antes la encerraban y que, desde ambos,
aspiraciones que son legítimas no hacen fácil la construcción de pareja.
Creo que el capitalismo y el hipercapitalismo efectivamente han producido un acrecimiento del individualismo,
pero también de la individuación. Esta última es el resultado de la amplitud de ofertas identificatorias en las
sociedades y de la complejidad de las operaciones inconscientes a realizar para elegir modelos, rasgos de los
modelos, valores y proyectos. Estructurar estos datos, habiéndose aflojado el cemento de las pertenencias y
deberes familiares, es ahora una tarea más delicada que cuando las significaciones sociales eran más
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28/06/12 Página/12 :: Psicología :: “Si soy del amo, él me ama”
estereotipadas.
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