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1) ASPERGILOSIS.

PODER PATÓGENO.
Aspergillus fumigatus es la especie más frecuentemente implicada. Son
hongos ambientales; aunque podrían crecer en cualquier tejido o fluido
corporal, la colonización o invasión ocurre más comúnmente en el tejido
subcutáneo o las membranas mucosas. Aspegillus puede producir tres
cuadros clínicos en el pulmón: aspergilosis broncopulmonar alérgica (ABPA),
aspergiloma pulmonar y aspergilosis invasora.

 La ABPA: es un cuadro mediado por un mecanismo inmunológico en el


que el alérgeno desencadenante es la presencia del hongo como
colonizador del árbol traqueobronquial. Clínicamente se manifiesta en
forma de hiperreactividad bronquial y se trata fundamentalmente con
antiinflamatorios como los esteroides. En caso de clínica persistente se
puede intentar el tratamiento de descolonización del árbol
traqueobronquial de Aspergillus mediante itraconazol.

 El aspergiloma es una esfera fúngica que coloniza una cavidad pulmonar


preexistente (habitualmente una caverna tuberculosa residual).
Radiológicamente se visualiza como una estructura redondeada, dentro
de la cavidad pulmonar, que cambia de posición con los movimientos. Si
el paciente presenta hemoptisis por erosión de las paredes de la
caverna, se debe realizar una resección quirúrgica. Aspergillus
fumigatus es un hongo común que crece en las hojas muertas, los
granos almacenados, el estiércol de aves, el abono o cualquier
vegetación en descomposición. También puede crecer en el polvo de los
hogares, en alimentos como las especias molidas, y en los materiales de
construcción. Entra al organismo al inhalar las esporas. Cuando estos
hongos
invaden las cavidades pulmonares, crean una infección que provoca la
aparición de estas masas pulmonares.

 La aspergilosis invasora, o neumonía por Aspergillus, es el cuadro más


grave. Aparece en pacientes inmunodeprimidos, principalmente
pacientes neutropénicos. En este caso es el propio hongo filamentoso el
que invade el parénquima pulmonar y produce una infección que
radiológicamente adquiere el aspecto de una neumonía cavitada. En
este caso el tratamiento de elección son los antifúngicos como la
anfotericina B (o sus formas liposomales) o los nuevos antifúngicos
como voriconazol y caspofungina. Además de las formas pulmonares,
pueden producir infecciones en otros órganos o tejidos, como
otomicosis externa, queratitis, onicomicosis, sinusitis, endocarditis e
infección del sistema nervioso central.

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