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23. Agnes Heller Sociologia de la vida cotidiana ‘Traduccién de José Francisco Ivars y Enric Pérez Nadal ? EDICIONES PENINSULA BARCELONA 1. SOBRE EL CONCEPTO ABSTRACTO DE «VIDA COTIDIANA» Para reproducir la sociedad es necesario que los hombres Particulares se reproduzean a s{ mismos como hombres par- ticulares. La vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan la reproduceién de los hombres particu lares, los cuales, a su vez, crean In posibilidad de la repro- duceién social, Ninguna sociedad puede existir sin que el hombre particular se reproduzca, asf como nadie puede existir sin reproducirse simplemente, Por consiguiente, en tod so- ciedad hay una vida cotidiana y redo hombre, sea cual sea su lugar ocupado en la divisién social del trabajo, tiene una vida cotidiana. Sin embargo, esto no quiere decir de nin. gin modo que el contenido y la estructura de la vida coti- diana sean idénticos en toda sociedad y para toda persona. La reproduccién del particular es reproduccién del hom- bre conoreto, es decir, el hombre que en una determinada sociedad ocupa un lugar determinado en la divisin so- cial del trabajo. Para la reproduccién de un esclavo le son necesarias actividades distintas de las necesarias a un ci. dadano de la polis, aun pastor o a un obrero de la me- trépoli. En la vida cotidiana de cada hombre son poquisimas 37 las actividades que tiene en comin con los otros hombres, y ademis éstas s6lo son idénticas en un plano muy abs- tracto. Todos necesitan dormir, pero ninguno duerme en las mismas circunstancias y por un mismo perfodo de tiempo; todos tienen necesidad de alimentarse, pero no en la misma cantidad y del mismo modo. Cada uno —consi- derando el hombre particular en la media de la socie- dad— debe ademis reproducir la especie, es decir, traer hijos al mundo. Los hombres, por consiguiente, tienen en comin entre ellos actividades que —haciendo abstraccién de su contenido concreto—'son comunes a las de los ani- males. Y se trata de las actividades que sirven para conser- var el hombre en cuanto ente natural. De estos ejemplos se desprende ya con claridad de qué modo la conservacién del particular, incluso la més ele- mental —natural—, es en lo concreto un hecho social. En efecto, hasta en las sociedades mis primitivas la conserva- cidn del particular requiere un gran mimero de activida- des muy diversas. :Por qué? Hemos empezado afirmando que los particulares s6lo pueden reproducir la sociedad si se reproducen en cuanto particulares, Sin embargo, la reproduccién de la sociedad" no tiene lugar automaticamente a través de la autorrepro- duccién del particular (como sucede, por el contrario, en las especies que se reproducen automiticamente con la re- produccién de los animales particulares). El hombre sélo puede reprodugirse en la medida en que desarvolla una fun- cién en la sociedad: la autorreproduccién es, por consiguiente, un ‘momento de la reproduccién de la sociedad. Por lo tanto, la vida cotidiana de los hombres nos proporciona, al nivel de los individuos particulares y en términos muy generales, una 38 imagen de la reproduccién de la sociedad respectiva, de los estratos de esta sociedad. Nos proporciona, por una parte, una imagen de la socializacién de la naturaleza y, por otra, el grado y el modo de su humanizacion. Examinando los contenidos que la vida cotidiana de cada particular tiene en comtin con la de los otros hom- bres, Ilegamos en wiltimo anélisis a lo no humano. El re- sultado ser diverso si, por el contrario, examinamos la vida cotidiana no desde el punto de vista de los rasgos conrune: sino desde el de la relativa continuidad. En este caso cons tatamos que, en el proceso de socializacion y de adecua cién al género (y como tendremos ocasién de comprobar los dos fenémenos no son mecdnicamente paralelos), en Ja vida cotidiana se determinan nuevas categorias, las cua- les posteriormente o se conservan, 0 al menos se desplie- gan por algiin tiempo, y por lo tanto se desarrollan, o bien retroceden. Es decir, la vida cotidiana también tiene una historia. Y esto es cierto no sélo en el sentido de que las re- voluciones sociales cambian radicalmente la vida cotid na, por lo cual bajo este aspecto ésta es un espejo de la hi toria, sino también en cuanto los cambios, que se han determinado en el modo de produccién, a menudo (y tal vez casi siempre) se expresan en ella antes de que se cum- pla la revolucién social a nivel macroscépico, por Jo cual bajo este otro aspecto aquélla es un fermento secreto de la historia, Marx escribe en los Grundrisve que en el siglo xviii Ia relacién del particular con su propia capa era ya casual, como lo sera después la relacién del particular con su propia clase. Esto significa que en la vida cotidiana la es- tructura interna de las capas habfa cambiado ya para el particular antes de que este hecho fuese explicitado y co- 29 dlifieado por la revolucién, por el Estado y por la ordena~ cion juridica,* \. Sobre la base de lo que hemos afirmado hasta ahora, se podrian El primero es ca- lismo—, el reptos de la vids cotidiana dliseurir ya otros dos e racteristico de la filosofia vitalista —y en parte del existen seyundu ha sido expuesto por Henri Lefebvre en su inceresante estudio ledlieado al andlisis saciolégico de ln vida cotidiann (Critique de Ja vie nuattidienne, vol, 1. Paris, Grasset, 1974 vol. Ul, Parts, LiArche, 1961). Seqan el primer concepeo, la vida cotidiana seria sensu stricto «lo eria sinénimo de gris, conven. Je todos los dias, el hecho do- que sucede cotidianamente™, ¢s decir, s cional, A ella se contrapone lo que no suc ; ical, el Evlebmiv 0 experiencia vivida interiormente, Pero sila vida 1» del hombre particular, votidiana es considlerada como la reprodit forma también parte de ella y en muchos aspectos precisamente lo que jas: por ejemplo. un nacimiento 6 una muerte. En sno sucede todos los dleterminaclas sociedades el Erlebnis, e incluso la organizacion ceremo- nial de éste, forman parte ampliamente de la reproduce lar: pignsese, durante el Medioevo, en la participacién en Ia misa so- lemme de los domingos. Que un Exlebnis sea cotidiano 0 no, no depende ‘lel hecho en si y ni siquiera de la circunstancia de que se verifique 0 no todos los dias, sino del contenido, de lo que se moviliza. Thomas Ma- ginas, pero esto no sig- neste enso el Erleb~ non, como es sabido, eseribfa eada dia algunas p fica que se trarase de una sactividad cotid arantizado por la genericidad y-no por ka nicién de Ia vida coridiana xcepcionalidad de tales acciones. La de! proporeionada por la filosofia vitalista, si bien no nos presenta un; ieyoria aceptable, contiene, sin embargo, un momento importante. El Prfeluris—ineluso cuando en la estructura de la actividad social neom~ ppadi 4 una accion perfectamente cotidiana 0 un hecho de In vida coti- ‘liana — Gene una determinada afinidad con lo no cotidiano. El Erlebnis se imprime en la memoria «le un modo muis profunde que lo que no es vivide interiormente. Las experiencias interiores que se verifican en In vids cotidiana provocan en el hombre una dlisponibilidad psicolégica a Jas reaceiones del mismo tipo en las actividades no cotidianas, incluso qo Sostenemos, en consecuencia, que la vida cotidiana es Ja reproduccién del hombre particular, Pero zqué signifi- ca que el particular «se reproduce»? ‘Todo hombre al nacer se encuentra en un mundo ya existente, indepenclientemente de él. Este mundo se le presenta ya «constituido» y aqui él debe conservarse y dar prueba de capacidad vital, El particular nace en condicio- Henri Lefebvre, por el contrario, usa un criterio objetivo: la vida cotidiana seria la mediadora entre la naturalidad y la socialidad del hom~ bre, entre la naturaleza va sociedad, Pero esta concepcién, aun con- teniendo elementos dignos de reflexién, no nos ofrece una solucién satisfactoria. Es cierto, como hemos visto, que la reproduccisn del par- ticular como ente natural socializado se desarrolla en la esfera de la vida cotidiana, y es ésta, por consiguiente, la que nos dice como, en qué me- dida y con qué contenidos se ha socializado el particular como ente na~ tural. Toda actividad directamente relacionada con la naturalidad del particular (dormir, comer, reproducirse) es una actividad cotidiana. Sin embargo, tal definieién no es aceptable: por una parte, no todas las me- diaciones entre la naturaleza y la sociedad son cotidianas, por otra, la vida cotidiana no se agota en este papel de mediacién, sino que contie- ne también, y en mimero cada vez creciente, actividades relacionadas solamente con la sociedad. En cuanto a la primera objecién, basta re- mitir al trabajo como actividad genérica del hombre. Mas adelante ve~ remos cémo el trabajo, si bien bajo determinado aspecto, es parte inte~ grante de la vida cotidiana; por otro lado, no lo es en su aspecto de actividad que proporciona Ins bases materiales del desarrollo social, es decir, como actividad inmediatamente genérica. En lo referente a la se~ gunda objecién quisiéramos recordar simplemente la asimilacién de las costumbres, del modo de moverse en una integracién determinada, Pero podemos remitirnos también a las murnturaciones o a la medita- cidn, es decir, a categorfas que no tienen una relacién més estrecha con el elemento natural del particular que las actividades no cotidianas (por ejemplo, las artisticas).

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