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EVALUACIÓN E INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN NIÑOS II

Clase en el Máster Propio Psicooncología y Cuidados Paliativos


(sábado 16 abril de 2016 de 9:00H a 14:00h.) Aurora Martínez Monroy. Psicóloga
EASPS Fundación Porque Viven_ Hospital Infantil Universitario Niño Jesús.
PABELLÓN I “JOSÉ LUIS PINILLOS” AULA 13 “A” FACULTAD DE PSICOLOGIA 28223
CAMPUS DE SOMOSAGUAS.- Madrid.

Evaluación e Intervención psicológica al paciente pediátrico y su familia.

Alrededor de 1400 niños y adolescentes son diagnosticados de cáncer en España al año.


Afortunadamente, la tasa de supervivencia ha aumentado como resultado de la existencia
de unidades especializadas, los avances en los tratamientos, y la investigación.

Según los datos de la Sociedad Española de Oncología Pediátrica, el 80% de los niños y
adolescentes diagnosticados de cáncer se curan. Sin embargo, no debemos olvidar que el
cáncer infantil continúa siendo la principal causa médica de muerte en los primeros
años de vida del niño. Se trata de una enfermedad crónica grave que desde el
momento del diagnóstico puede llevar asociado un pronóstico de vida limitado. El
ocultismo de esta realidad social supone una fuente de sufrimiento asociada. Es
necesario un cambio en la forma de enfrentar el cáncer en el entorno familiar y social del
niño, y en el ámbito profesional sanitario.

Dependiendo de su edad, estos niños pueden ingresar en las unidades onco-


hemalotógicas pediátricas o adultas.
Algunos necesitarán someterse a un trasplante de médula ósea o ingresar en unidades de
cuidados intensivos pediátricos (UCIP) cuando requieren medidas de soporte vital debido
a su enfermedad o tras una intervención. Se trata de niños que necesitan vigilancia
continuada hasta que se estabilice su situación clínica o debido a un empeoramiento de
su enfermedad que puede suponer una situación de riesgo vital y amenaza para su vida.
Algunos niños oncológicos fallecen en la UCIP por lo que se requiere un abordaje
paliativo si se identifica una situación irreversible, de progresión de la enfermedad e
identificación de una situación de agonía.

El apoyo a la familia es un modo importante de atención que se inicia en el momento del


diagnóstico y se extiende más allá del fallecimiento del niño en forma de atención al
duelo.

Importancia del CONTEXTO donde realizamos nuestro trabajo. Enmarca y delimita.

Una unidad de cuidados intensivos pediátricos es una zona del hospital dedicada a la
atención de aquellos pacientes cuyas enfermedades requieren el más alto nivel de
atención médica. Se diferencia de otras partes del hospital, como la Sala de Oncología o
el Servicio de Urgencias, en que se realiza una observación constante del estado del niño
y de sus funciones (frecuencia cardiaca, respiración o tensión arterial). Se realizan
tratamientos específicos más intensivos que no se pueden realizar en otras partes del
hospital, como ciertos medicamentos que sólo pueden usarse bajo una supervisión
médica estricta, o el uso de respiradores. La UCIP del HINJS cuenta con 14 camas entre
las que dos son de aislamiento.

En la UCIP también se encuentra la Unidad de Sedación. Cuándo se va a la Unidad de


Sedación? Cuando hay que realizar pruebas especiales que sean dolorosas, como el
aspirado de médula, y también cuando es necesario un catéter venoso central en la
UCIP. Todo esto, se realiza en una habitación cercana a la UCI a donde el niño va
acompañado de su familia. Allí, el personal médico le explica el procedimiento.

¿Quién ingresa en la UCI? Cuando los pacientes tienen complicaciones graves, como por
ejemplo una dificultad respiratoria importante o una infección generalizada, que necesitan
un tratamiento más intensivo que no se puede administrar en la Sala de Oncología.
También ingresan pacientes que a pesar de no tener una complicación grave necesitan
una observación continua. Es decir, precisan que los médicos los tengamos vigilados las
24 horas del día porque su estado puede empeorar.

¿Quién atiende a los pacientes en la UCI? personas con gran experiencia en el cuidado
de los pacientes más graves del hospital y está formada por médicos, enfermeras y
auxiliares de enfermería, Psicóloga y TS.

Trabajamos en equipo y todo el personal conoce a todos los pacientes ingresados en la


Unidad. Cada enfermo tiene asignado un médico responsable que coordina el tratamiento
y que te explicará de forma sencilla por qué y para qué se hace cada una de las técnicas.
Además, cada paciente es atendido por una enfermero/a y un auxiliar de enfermería.

¿Cómo es la UCI? Al principio puede resultar un lugar desconcertante y ruidoso, en el que


hay muchos aparatos que ayudan a vigilar y a tratar a otros pacientes. Además, puede
que ingreses en una habitación individual aislada o a veces en una habitación con otros
pacientes.

¿Puedo recibir visitas o tener acompañantes? Siempre vas a poder estar acompañado por
una persona, excepto cuando es el cambio de turno de enfermería. Esto significa que
media hora antes y después de las 8 de la mañana, de las tres de la tarde y de las 10 de
la noche se tiene que salir el acompañante para que las enfermeras se cuenten cómo has
estado en su turno y qué tratamiento han puesto. También se puede recibir visitas, en
horario de 6 a 7 de la tarde hasta un total de 4 personas.

¿Qué sucede cuando se sale de UCI? Ser dado de alta de la UCI significa que no ya no
necesitas un nivel tan alto de observación, tratamiento y atención por parte del personal
médico. El traslado a la sala de Oncología no debe ser motivo de preocupación, puesto
que los médicos y las enfermeras de UCI no haremos el traslado hasta que no estés
estable. Además, el personal de la Sala de Oncología tendrá todo lo necesario para
continuar con tu recuperación.

Aspectos Psicológicos de la atención al niño

Ejemplo caso UCIP Adolescente de 14 años que ingresa en UCIP derivado de urgencias
por derrame pleural. En las pruebas diagnósticas que se le realizan se observa una masa
mediastínica.
La familia está compuesta por el adolescente, estudiante y músico y sus padres. Durante
su ingreso en la UCIP se informa a los padres de la situación clínica y los resultados de
las pruebas indican sospecha de Linfoma. Pendiente de punción lumbar y aspirado MO.

La comunicación del diagnóstico es una de las fases más estresantes de la


enfermedad tanto para el niño como para su familia.
En estos primeros momentos es muy importante favorecer un clima de acogida que
facilite la creación de un vínculo entre el equipo que atiende al niño y la familia ya que
facilitará el trabajo posterior con la familia.

Es conveniente que la familia sea atendida por el mismo médico durante la fase de
diagnóstico y tratamiento, pero esto no siempre es posible, por lo que es muy importante
poder garantizar una congruencia de la información clínica entre los profesionales que
atienden al niño y la familia.

Ningún padre está preparado para escuchar que su hijo tiene cáncer. A pesar de que
puedan sospechar algo por la información previa que van recibiendo, la confirmación
del diagnóstico les provoca un gran impacto emocional. A causa del estado de
shock en el que se encuentran los padres pueden sentirse confusos y suele ser
necesario repetir la información en varias ocasiones, hasta que puedan asimilar que el
diagnóstico de la enfermedad de su niño es una realidad que deben afrontar.

Ofrecer a los padres la posibilidad de que pregunten todo aquello que les inquieta, les
ayuda a reducir su incertidumbre y tener cierta sensación de control.

Tras la comunicación inicial de malas noticias, donde se les informa del diagnóstico, los
padres se plantean si deben informar a su hijo y cómo hacerlo. Muchos suelen pedir
asesoramiento y apoyo del equipo médico y psicológico, siendo este uno de los motivos
de consulta psicológica habitual.

En este momento, cuando hablamos con los padres, debemos recalcar la importancia
que es ser sincero y honesto con el niño y no mentir, ya que probablemente, esté
percibiendo la preocupación y ansiedad en sus padres y familia, independientemente de
cuál sea su edad. A través de preguntas abiertas a los padres podemos saber cómo han
llegado hasta aquí, si han entendido la información médica, cómo ven a su hijo, qué sabe
sobre la enfermedad y que le han dicho hasta ahora, si les ha preguntado sobre porqué
está en el hospital y qué le ocurre, así como qué le han explicado. Cómo se están
organizando a nivel familiar (otros hijos, trabajo, organización de cuidados), qué
necesidades tiene y cómo se encuentran.

El niño tiene derecho a saber qué le está sucediendo. No existe un momento


determinado para comunicarle al niño el diagnóstico, por eso debemos pensar en cuál es
la situación más adecuada para trasmitirle la información sobre el diagnóstico de su
enfermedad y poder responder a las preguntas y dudas que nos planteen. Se enfatiza
una comunicación abierta con el niño respecto al diagnóstico, pronóstico y procedimientos
médicos a los que deberá enfrentarse en el curso de la enfermedad.
También informamos a los padres que su hijo necesita mucho apoyo y cariño en el
momento de conocer el diagnóstico y le ofrecemos nuestra disponibilidad.
Vídeo ¿qué le preguntarías a un niño con cáncer?

Cuando hablamos con el niño de su enfermedad debemos tener en cuenta:

La capacidad del niño para entender y asimilar la información médica (diagnóstico,


pronóstico, tratamiento, pruebas diagnósticas) va a depender del grado de madurez
cognitiva más que de la edad cronológica, del estilo de comunicación familiar y de
la relación de confianza que se establezca con el equipo sanitario.

El gran impacto emocional ante el diagnóstico y la ruptura con la normalidad de su


vida, que le va a afectar a nivel personal, familiar, escolar, amigos y red social,
actividades de ocio y actividad física/ deporte.

El proceso de adaptación del niño va a estar determinado por variables personales (su
estado físico, emocional, grado de madurez y afrontamiento del niño) y variables
situacionales relacionadas con la enfermedad como largas y continuas hospitalizaciones
que lo desvinculan de su entorno; tratamientos y pruebas invasivas que les producen
malestar y dolor.

Si queremos garantizar un buen cuidado al niño enfermo, necesitamos dedicar un


espacio y un tiempo para saber lo que necesita respecto a lo que le ocurre. Es
importante contemplar al niño de manera integral, no solo la enfermedad, sino como
persona.

Cuando hablamos con el niño debemos dedicar un tiempo y disponer de un contexto


adecuado; tener en cuenta su estado emocional y su grado de madurez.

Explorar lo que el niño sabe sobre su salud, preguntándole: ¿Qué crees que te sucede,
qué te han dicho los médicos, qué piensas que te pasa?

Identificar qué quiere saber. El médico se encarga de explicarle con claridad, empatía y
sensibilidad qué es lo que le está ocurriendo.

Es importante saber adaptarnos a sus necesidades de saber sobre la enfermedad y el


tratamiento ya que existe una gran variabilidad en la cantidad de información médica que
los niños quieren recibir. Algunos prefieren saber sobre el tratamiento o sobre las
implicaciones en su vida y dejar a sus padres el resto de la información.

La información debe ser honesta, utilizando un lenguaje comprensible, ajustado a sus


necesidades y su desarrollo evolutivo; facilitando el diálogo y la realización de preguntas.

Conocer la información es fundamental para el afrontamiento. Si se oculta, se creará


desconfianza y puede imaginar que la situación es mucho peor.

El niño puede guardar silencio para intentar proteger a su familia, experimentando el


aislamiento de quienes más necesita. Los profesionales debemos estar atentos a sus
necesidades e insinuaciones sobre su situación ya que pueden ser muy sutiles.
Es importante trasmitirle confianza y hablarle de forma serena, adaptándonos a su forma
de comunicar tanto verbal como no verbal, ayudarle a hablar de sus sentimientos y a que
pueda expresarlos (a través juegos, dibujos, música, hobits) y no ocultarle nuestra
preocupación.

Es importante darles la oportunidad de expresar sus inquietudes, preocupaciones,


preferencias y que puedan participar en la toma de decisiones sobre los tratamientos,
sobre todo los adolescentes.

Las reacciones emocionales en el niño y su manejo.

Las respuestas emocionales del niño pueden ser muy variadas y se pueden manifestar
a través del llanto, la ira, la agitación psicomotora, etc.

La tristeza, la ansiedad, el miedo o el temor a separarse de los padres son reacciones


normales relacionadas con necesidades de seguridad, confianza, comprensión,
pertenencia, aceptación, amor y autoestima. Es importante que pueda expresarlas ya que
facilitan su adaptación.

El niño se enfrenta a numerosas situaciones estresantes como largas hospitalizaciones


que lo desvinculan de su entorno; síntomas que les producen malestar y dolor; pruebas
invasivas y aislamiento entre otras.

Pueden aparecer miedos (a la oscuridad, a estar solos, a no despertarse, ante la


separación de sus padres, ante un empeoramiento o complicación de síntomas y que sus
figuras de apego y confianza, sus padres, no estén cerca.
La irritabilidad y el enfado pueden surgir por la falta de información, la complicación de
síntomas y efectos secundarios de tratamientos, pruebas invasivas, las limitaciones en
su autonomía, conflictos relacionales, etc.

El sentimiento de culpa puede originarse porque el niño viva la enfermedad como un


castigo por algo que ha hecho mal (en los más pequeños), o por ser conscientes del
sufrimiento de sus padres y seres queridos, llegando a presentar actitudes protectoras
que les lleva a ocultar información, minimizar los síntomas, dolor y la expresión emocional
para evitar sufrimiento a las personas que le rodean.

Los cambios en la imagen corporal y la falta de red de apoyo social pueden aumentar
la sensación de aislamiento, aunque también pueden necesitar aislarse de forma
voluntaria para tener momentos de privacidad y tranquilidad donde sentirse seguro
(adolescentes). Debemos tener en cuenta que es posible que se encuentre cansado
debido a su enfermedad y tratamiento y que tenga menos ganas de jugar, hablar o hacer
actividades.
El manejo del miedo, la ansiedad y la preocupación en el niño oncológico van a ser
requisito fundamental para conseguir el objetivo propuesto: que la enfermedad altere lo
menos posible su vida.
La consciencia del sufrimiento de sus padres puede llevar a los niños y adolescentes a
desarrollar actitudes protectoras hacia ellos que les lleva a ocultar información,
minimizar los síntomas o inhibir su expresión emocional para evitar sufrimiento a las
personas que le rodean.

Es frecuente que los menores durante la enfermedad desarrollen poca tolerancia a la


frustración, debido a actitudes sobreprotectoras de los padres o a la presencia de
estresores. Esto puede repercutir negativamente, no solo en el bienestar del niño, sino en
el de sus padres, que sienten que no pueden controlar determinados aspectos de su vida.

El niño y adolescente que afronta una enfermedad crónica grave como es el cáncer, son
conscientes de su situación y debido a su experiencia, desarrollan una conciencia precoz
del concepto de gravedad y muerte. Por ello puede reaccionar con un alto nivel de
malestar emocional que su entorno (padres, familiares y equipo sanitario) debe de estar
preparado para gestionar.

Es importante conocer el concepto de enfermedad según las etapas evolutivas del


pensamiento de los niños.

Concepto de enfermedad según la etapa evolutiva del pensamiento


0-2 años No tienen capacidad de comprender las características de su
enfermedad, pero reaccionan ante el dolor y manifiestan
ansiedad por separación de su ambiente natural.
2-5 años Con el inicio del lenguaje, se inicia de forma lenta y gradual una
idea aproximada de qué les sucede tomando su cuerpo como
"mapa de su enfermedad", señalando donde les duele. En esta
epata predomina el pensamiento mágico. La enfermedad es
vivida como algo mágico, causada por algo ajeno a nuestro
cuerpo y se puede asociar a algo malo que el niño siente que ha
hecho, vivida como un castigo (importante reducir el posible
sentimiento de culpa). La solución también es vivida como algo
mágico, el médico es como un superhéroe.
5-9 años Se inicia ya un conocimiento biológico de la causa de la
enfermedad así como de sus consecuencias en el funcionamiento
diario: aspectos físicos, emocionales y sociales. A partir de los 9
años el niño ya dispone de un concepto maduro sobre su
enfermedad.

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA DURANTE EL DIAGNÓSTICO.

En la primera entrevista con los padres se evalúa el impacto emocional a la espera de


confirmación del Dx y se facilita el desahogo dando soporte emocional y ofreciendo
nuestra disponibilidad para la atención de necesidades que vayan surgiendo durante el
ingreso en UCIP y garantizándoles la continuidad de la atención y seguimiento psicológico
independientemente de cuál sea el resultado del proceso de enfermedad y pronóstico, a
través de la coordinación entre los distintos profesionales.

Manejo las distintas reacciones emocionales en función de la edad del niño.

Edad Recomendaciones para el manejo psicosocial de niños y


adolescentes
0-2 años Disminuir el sufrimiento a través del contacto directo, acunarlo,
moverlo y hablarle suavemente.
Optimizar el confort físico.
Promover la normalidad del entorno, los objetos y los
cuidadores.

2-6 años Proporcionar oportunidades para jugar y/o dibujar.


Ayudar a identificar y verbalizar sus sentimientos y miedos.
Usar un lenguaje específico y concreto.
Confrontar con delicadeza los pensamientos mágicos.
Asegurarle que no se sienta responsable de lo que tiene.
Ser tolerante con los comportamientos regresivos.

6-9 años Proporcionar oportunidades para el juego, el dibujo y el arte.


Identificar y normalizar miedos específicos.
Asegurarse de que el niño no se siente responsable.
Dirigir las distorsiones y percepciones.
Ayudarles a compartir sus pesadillas.
Ayudarles con el control de impulsos.

9-13 años Proporcionar oportunidades para dibujar y escribir.


Fomentar la expresión de sus preocupaciones
Controlar el impulso de actuar e identificar sus sentimientos.

13-18 años Permitirles tomar un papel activo en la planificación de sus


cuidados.
Ayudarles a encontrar compañeros que le apoyen en sus
sentimientos.
Ayudarle a controlar sus impulsos.
Abordar los sentimientos.

La expresión artística puede ser una fuente importante de información sobre la


percepción que tiene el niño sobre su enfermedad.
Factores que benefician la adaptación del niño y del adolescente.

 Conocer la opinión del niño y su familia para maximizar la atención


 Atender las necesidades personales (concepto propio de enfermedad), clínicas
(manejo adecuado de síntomas, compartir las decisiones clínicas y organizativas),
psicológicas (mantener un buen estado de ánimo), sociales (educación, ocio y
diversión) y espirituales (dotar de sentido a la experiencia de la enfermedad integrada
en el proceso vital).
 Facilitar que el paciente y la familia se conviertan en agentes activos durante el
proceso de la enfermedad "¿A pesar de que estás ingresado, sigues en contacto con
tus amigos?", ¿podemos hacer algo para que mantengas la relación con tu vida fuera
del hospital?".
 Identificar las necesidades del paciente y su familia a través de la escucha activa.
 El paciente pediátrico está en continua evolución por lo que respecta a su desarrollo
físico y psico-emocional por lo que todo lo relacionado con su cuidado puede influir de
forma significativa en su desarrollo y madurez.
 Sinceridad y honestidad. Hacerle partícipe de los sentimientos de los adultos
(tristeza, enfado, miedo) le ayudará a comprender sus propios sentimientos,
validándolos y compartiéndolos. Compartir las emociones con sus padres evitará un
sentimiento de culpa en el niño por pensar que él es la causa del malestar de sus
padres.
 El niño necesita jugar. Intentar adaptar las actividades de ocio a las limitaciones
físicas del menor (distracción positiva) para que pueda seguir jugando y disfrutando
de diferentes actividades para asegurar su bienestar emocional.
 Asegurarles que no les vamos a dejar solos, garantizar la atención, reforzando que
vamos a acompañarles durante todo el proceso, asegurando su bienestar y
respondiendo a sus necesidades y que todas las personas que están a su lado
trabajaran en equipo para asegurar su máximo bienestar.
 Anticiparle las medidas de bienestar necesarias ante los miedos sobre
procedimientos médicos o síntomas de dolor de la enfermedad.
 Para reducir la culpa es necesario confrontar la culpa desadaptativa y dar soporte
emocional.
 Respetar la decisión del adolescente de saber y de no saber: El propio
adolescente puede preferir vivir no asumir una realidad para la que no está preparado.
“¿Nosotros estamos aquí y intentaremos resolver cualquier duda que tengas? ¿Hay
algo que te gustaría preguntarnos?”
 Respetar y escuchar sus tiempos y sus formas.
 Hacerle preguntas abiertas no dar por supuesto cómo se siente o qué es lo que
necesita. “¿Cómo te sientes? ¿Hay algo que te preocupes especialmente?”.
 Permitir que sea el propio niño el que se dé cuenta de sus limitaciones y adapte sus
rutinas.
 Adaptar nuestro lenguaje a ellos para favorecer la comunicación..
 Respetar su intimidad y fomentar su autonomía. Hacer que se sienta útil y lo más
autónomo posible va a ayudarnos a preservar su autoestima y incrementar la
seguridad en sí mismo.
 Dejarle decidir. Será importante dejar que el adolescente decida junto con los padres
y el equipo médico todos aquellos asuntos que sea posible. "¿Crees que te sentirías
mejor…?". El hecho de no poder tomar ninguna decisión puede llevar al adolescente a
asumir conductas desafiantes, mostrar mayor irritabilidad y en ocasiones poner en
riesgo su propia salud o bienestar.
 Ser prudentes con las demostraciones físicas de afecto. El adolescente se puede
sentir incómodo con el contacto físico y más en una etapa de la enfermedad en la que
se puede sentir más inseguro con su cuerpo. Debe ser el propio adolescente el que lo
solicite.

La comunicación con los niños es fundamental en el proceso de adaptación a la


enfermedad así como para conocer sus preocupaciones, temores y necesidades ante
situaciones que pueden ser vividas con incertidumbre, malestar y miedo, como es el caso
de una enfermedad grave que requiere la hospitalización y la separación de su ambiente
natural.

Los niños tienen el derecho a ser tratados como personas en desarrollo, como personas
con capacidades de razón, autonomía y participación en la toma de decisiones sobre su
salud, por lo que es importante poder incluir a los niños y a los adolescentes en el
proceso de comunicación y toma de decisiones de una forma adaptada a su etapa
evolutiva y no centrar la comunicación únicamente sobre los padres.

Con frecuencia los padres son quienes deciden qué información quieren que sepa el
menor pero el niño tiene derecho a decidir que quiere saber o no. Nos pueden ayudar
preguntas exploratorias del tipo: ¿Sabes por qué estas ingresado aquí?¿te ha explicado el
médico o tus padres que es lo que pasa?, ¿hay algo que te preocupa?.

En general el niño sabe mucho más de lo que los adultos se puedan imaginar, y obtiene
información a través de cambios en su entorno y la comunicación no verbal.

Ante una situación de comunicación en un contexto de malas noticias es importante


crear un ambiente de confianza y confortable.

Llamar al niño y a sus padres por su nombre para ganarnos su confianza y focalizar la
atención sobre las personas.

Preguntar al niño quien desea que esté presente durante la entrevista. En el caso de
los niños pequeños es frecuente que soliciten estar con sus padres, pero los adolescentes
es posible que deseen estar solos en alguna ocasión.

Focalizar la atención sobre nuestro lenguaje verbal y especialmente el no verbal para


trasmitir seguridad, aceptación y hospitalidad.

Iniciar la entrevista con un tema distendido y sencillo que favorezca el inicio de la


comunicación ".

Dar soporte emocional a los sentimientos expresados así como las claves no verbales
que nos ayudan a identificar el estado emocional del niño y su familia.
Necesidades psicológicas:

Seguridad: Sentirse escuchado y apoyado para afrontar miedos y temores.

Confianza: Sentirse cuidado y protegido, que va a recibir la mejor atención posible, y va


a estar acompañado.

Comprensión: Información continua, comprensible y honesta.

Pertenencia: Sentirse considerado, no es una carga y mantener su identidad.

Aceptación: de sí mismo tal y de los demás a pesar los cambios físicos o psicológicos.

Amor: Necesita sentirse amado y querido y contacto humano.

Autoestima: necesita participar en las decisiones, autorrealizarse como persona, de lo


que es capaz, útil y necesario para él y para los demás.

Información y comunicación: importante hablar con ellos sobre su enfermedad, con un


lenguaje adaptado a su nivel evolutivo facilitando que se establezca un diálogo.

Video testimonio: Amanda y Andrea nos cuentan cómo viven su enfermedad en el


Hospital Niño Jesús de Madrid. Amanda, paciente de leucemia y Andrea, paciente de
tumor de Wilms, junto a sus familias, nos explican cómo viven su enfermedad.
A Amanda le diagnosticaron leucemia en el 2008. Tras una recaída, se sometió a un
trasplante de médula ósea, gracias a que su hermano resultó ser compatible con ella.
A Andrea le diagnosticaron un tumor de Wilms en el 2010. Tras una recaída, se sometió a
un autotrasplante de médula ósea.

INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA DURANTE LA FASE DE TRATAMIENTO.

Los padres que utilizan la distracción, tratando de focalizar la atención del niño en un
elemento diferente del procedimiento médico, y que le instruyen para llevar a cabo
conductas de afrontamiento, logran que sus hijos tengan menos estrés.

Entre los objetivos de los profesionales del ámbito sanitario y psicosocial se encuentra el
de ayudar al niño oncológico y a su familia a normalizar la vida, ayudándoles a recuperar
el control sobre la misma, mientras están sometidos a unas circunstancias enormemente
estresantes. Para poder planificar el proceso de normalización, es necesario tener en
cuenta el estilo de vida del niño o adolescente antes del diagnóstico.
En el cáncer infantil resulta de gran importancia proporcionar apoyo al enfermo, no sólo
por parte de los familiares y del personal sanitario sino también de la escuela.

Continuar con sus actividades sociales y académicas les ofrece la oportunidad de


normalizar una experiencia tan estresante como es la enfermedad.
REDUCCIÓN DE LAS NÁUSEAS Y VÓMITOS CONDICIONADOS.

La quimioterapia es un procedimiento muy eficaz y agresivo que habitualmente tiene


efectos secundarios como las náuseas y vómitos.

El tratamiento recomendado para reducir los vómitos y náuseas condicionados de los


enfermos de cáncer infantil incluye la relajación muscular progresiva con imágenes
guiadas (se aplica antes y durante la infusión de quimioterapia), la hipnosis (empleada
durante la quimioterapia) y la desensibilización sistemática.

La distracción es una técnica que consiste en retirar la atención de la fuente de dolor y


dirigirla a otro tipo de estimulación. Con niños se ha utilizado distractores externos como
videojuegos, juguetes, muñecos o cuentos, y distractores internos como las imágenes
emotivas. La distracción se encuentra implicada en diversos procedimientos psicológicos.

En niños pequeños podemos reducir la ansiedad indicándoles que hagan pompas de


jabón mientras se someten a los procedimientos que les resultan dolorosos, facilitando de
este modo la respiración profunda y consiguiendo a la vez distraerles de las sensaciones
dolorosas. Para reducir el dolor en niños enfermos de cáncer también se han empleado
otros procedimientos como la musicoterapia/terapia musical, como método para
incrementar el bienestar en los niños hospitalizados o la hipnosis.

REDUCCIÓN DE LA FATIGA Y/O EL SUEÑO

El cansancio es otro síntoma. La distracción se emplea para desviar la atención de la


sensación de fatiga dirigiendo ésta hacia otros estímulos, como la lectura de un libro, la
música o el juego. También es recomendable enseñar al niño a planificar las actividades
para logar conservar sus energías y reducir su cansancio propio del proceso de
enfermedad y tratamientos.

TRATAMIENTO DE LOS PROBLEMAS DE ANSIEDAD Y DEPRESIÓN.

Mediante la gestión emocional se pretende enseñar al niño a conocer y detectar sus


emociones, evaluar su intensidad e identificar las situaciones que las desencadenan.

Es importante que realicen actividades agradables que le generen emociones positivas,


y bienestar físico procurando que siga pautas saludables de alimentación y sueño.

La ansiedad y el miedo son reacciones normales y se pueden emplear técnicas de


relajación y respiración para controlarlas.

Durante su estancia hospitalaria, puede ser de ayuda disponer de estímulos agradables


como música, juguetes o actividades de ocio durante los tiempos de espera. Para que la
habitación del hospital le resulte más familiar podemos sugerir que la personalice
animando al niño y a sus padres que decoren con fotos, dibujos u objetos de casa, sobre
todo si se trata de una hospitalización larga.

Proporcionar seguridad y afecto, potenciar su participación en actividades lúdicas con


otros niños hospitalizados y, permitir la visita de familiares y amigos para evitar
sensación de aislamiento y soledad.
Mediante el “juego de los médicos” el niño puede practicar con el muñeco las
estrategias de afrontamiento que debe emplear al ser hospitalizado.

El refuerzo de las conductas adecuadas mediante elogios, sonrisas o premios, y el


refuerzo diferencial de conductas de afrontamiento menos adaptativas ante la ansiedad y
el temor. Las estrategias más frecuentes son las autoinstrucciones o
autoverbalizaciones positivas, la relajación y respiración, y la imaginación de
escenas agradables.

El entrenamiento en relajación y respiración se lleva a cabo en niños pequeños mediante


el procedimiento “robot-muñeco de trapo”. Se indica al niño que camine como si fuera
un robot, rígido y tenso, y posteriormente como un muñeco, flexible y relajado, para que
pueda identificar la sensación de tensión y relajación.

MEJORA A LA ADHERENCIA AL TRATAMIENTO MÉDICO.

Para conseguir una mayor cooperación y adherencia al tratamiento es importante que el


niño se sienta parte activa en el proceso de cuidado.

La intervención en los problemas de adherencia en la población infantil debe ser


multidisciplinario e incluir un aspecto educacional, que permita al niño y su familia
disponer de información sobre la enfermedad y el tratamiento; mejorar las habilidades
de autocontrol por parte del niño; detección e intervención de las posibles barreras a la
adhesión al tratamiento tanto en el niño como en su cuidadores principales.

Afrontamiento de los padres

Cuando unos padres son informados del diagnóstico y pronóstico de la enfermedad de su


hijo, comienza un proceso de confusión y angustia en el que se mezclan decisiones
relacionadas con el cuidado y el tratamiento y la necesidad de no perder la esperanza.
Además del gran impacto emocional que sufren, se ven en la necesidad de manejar el
dolor lo mejor que pueden y adaptarse a esta nueva realidad, teniendo que reorganizar
sus vidas lo mejor que pueden.

Vivir día a día el proceso de enfermedad de un hijo, su vulnerabilidad, dependencia y la


incertidumbre es una de las experiencias más difíciles de afrontar para unos padres.

¿Qué les preocupa a los padres? Que sus hijos no sufran dolor.

Los padres nos refieren que sus vivencias son las de un mundo que se desmorona, la
pérdida de seguridad, los continuos cambios en la vida diaria y la dependencia de otros.

Al mismo tiempo, conviven con sentimientos de esperanza y de centrarse en lo positivo, la


necesidad de control para reducir el caos y de no sentirse solos.

Debemos tener en cuenta que todas sus reacciones son expresiones naturales
normales que muchos padres experimentan cuando sienten que no pueden proteger a
sus hijos de una enfermedad crónica grave.
Los padres experimentan sentimientos de culpa y refieren sentimientos de ansiedad y
miedo.

En algunos casos, los padres solicitan asesoramiento del equipo que le atiende para
evitar la sobreprotección y el ocultamiento de la información a sus hijos.

La dificultad de hablar con los hijos sobre la enfermedad puede producir un pacto de
silencio por parte de la familia. Conviene ayudar a los padres a expresar sus miedos y
sentimientos, proporcionándoles nuestro apoyo.

Además son los representantes legales de sus hijos en la toma decisiones, aunque esto
depende de la edad y grado de madurez del niño (menor maduro/ menor emancipado).

Los padres refieren que la toma de decisiones es de las cosas más difíciles a las que se
tienen que enfrentar y necesitan sentirse respaldados por los profesionales. Por eso es
muy importante que tengan la seguridad de que se está haciendo todo lo posible para
curar la enfermedad de su hijo y proporcionarle el mayor confort y control de síntomas.
Respetando y animando si nos consultan por segundas opiniones.

Reacciones emocionales de los padres

La aparición de la enfermedad del niño es un hecho imprevisible que provoca en los


padres sensación de vulnerabilidad y angustia que se manifiesta a través de diferentes
reacciones como ansiedad, miedo, ira, confusión, frustración, culpa, etc.
Las reacciones puedes ser múltiples y están determinadas por el estilo familiar de
afrontamiento. Los padres valoran la situación a la que tienen que enfrentarse y es
normal que perciban que no tienen recursos para hacerlo, lo que les suele generar un
elevado nivel de estrés, ansiedad y miedo.

También es común que desarrollen sentimientos de impotencia. Esto puede llevarles a


desarrollar múltiples conductas de búsqueda de tratamientos alternativos o a desarrollar
conductas que oscilan entre la negación y la aceptación. Eso no implica que no se estén
adaptando a la situación sino que la realidad les supera. Vigilar que los padres sigan
realizando actividades vinculadas con el cuidado de su hijo enfermo.
Los padres pueden vivir este proceso con sentimiento de culpa, este sentimiento no tiene
que ser racional, los padres pueden sentir culpa por no poderles proteger de la
enfermedad, por haberles sometido a tratamientos que les causan sufrimiento o dolor, por
haberles reñido, castigado o no cedido a sus deseos en el pasado. La culpa puede
condicionar la relación con el menor enfermo.

Desde el momento del diagnóstico los padres definen el miedo como una de las peores
emociones a las que se tienen que enfrentar. Este miedo cuando la enfermedad avanza
puede resultar de muy difícil manejo por parte de la familia y condicionar el vínculo, la
comunicación y su forma de relacionarse con el menor y otros miembros de la familia. Hay
miedo al sufrimiento del menor, a no poder afrontar los proceso de comunicación, a su
propio dolor y el que va a generar en otros miembros vulnerables de la familia.
Necesidades de la familia.

Las necesidades de la familia varían según la situación clínica del niño y dependen de sus
expectativas, el objetivo de los cuidados y las prioridades del tratamiento. Pero en general
las familias demandan que el equipo médico se comunique con honestidad y que
proporcione una información clara, realista y concisa; que los padres puedan tener
accesibilidad al personal sanitario (y disponibilidad); que se facilite la expresión emocional
para que la familia pueda manejar su dolor ya que son parte fundamental del apoyo
emocional de su hijo; personal de apoyo para respiro familiar y evitar sobrecarga;
asegurar la integridad de la relación padres-hijo y que se aborden las necesidades
espirituales de la familia. Asimismo recogen la necesidad de la coordinación entre los
servicios que atienden a su hijo y no sentirse abandonados.

Estrategias de Afrontamiento de los padres.

Las familias asumen la responsabilidad y el manejo de la enfermedad de su hijo en el día


a día y como expertas, nos van mostrando, cómo la enfermedad cambia sus vidas y qué
estrategias de afrontamientos son más útiles para ellos. Mediante el conocimiento de
estas estrategias podemos comprender sus reacciones, mejorar la comunicación y
orientar a la familia.

Es importante fomentar su percepción de control, ya que la enfermedad les coloca en una


situación de vulnerabilidad e indefensión. Identificar los recursos con los que cuentan,
favorecer el equilibrio emocional y disminuir el sufrimiento asociado, transmitiéndoles que
lo están haciendo lo mejor que pueden dado lo complicado de la situación.

Aspectos a tener en cuenta:


 Atender el vínculo materno-paterno filial con especial relevancia en esta etapa
puesto que pueden surgir sentimientos más difíciles de manejar, como
consecuencia del estrés y del sufrimiento, que en otras etapas afectivas del menor
y sus progenitores.
 Acompañar a la familia ante situaciones de gran estrés y angustia que requieren
una toma de decisiones muy compleja por lo que respecta al tratamiento o
decisiones clínicas que afectan a la vida del niño.
 Adoptar pautas adaptativas en el manejo de la información sobre el estado de
gravedad del niño con la familia y entorno social, evitar la sobreinformación y el
desgaste que ello provoca.
 Favorecer una estabilidad emocional ante la variabilidad del pronóstico y la
respuesta terapéutica, desarrollando una “ventana emocional intermedia” que evite
estados de euforia y/o depresión.
 Atender sentimientos y emociones que surgen al percibir amenazada la vida del
hijo: miedo, tristeza, culpa, ira, claudicación, etc.
 Explorar las necesidades espirituales sobre el sentido de la vida, el reconocimiento
del paciente como persona, expresar sentimientos y vivencias religiosas, etc.
 Evaluar los aspectos económicos, sociales y laborales del entorno familiar ante una
situación crónica y /o progresiva que requiere una atención prolongada sobre el
paciente y que puede agravar el estrés y sufrimiento de la familia.
 Identificar aquellos seres queridos del entorno sociofamiliar que son relevantes
para el paciente y la familia con el fin de facilitar su labor de apoyo y afecto.
 Vigilar posibles signos de sobrecarga y claudicación. Para ello es importante
ofrecer periodos de descanso a través de voluntariado u otros recursos.
 Uno de los temores principales de los padres será que el menor sufra dolor.
 Darles un papel protagonista en el cuidado y en el bienestar de su hijo. Como
padres, son los que conocen mejor al menor, las cosas que le ayudan o le relajan y
los más indicados para acompañarle y cuidarle. Hacerles conscientes de la
influencia que su actitud ante la reacción del niño.
 Explicarles las reacciones del niño enfermo reducirá la ansiedad que pueden sentir
cuando se presenten, les ayudara a poder anticiparlas, prepararse ante ellas y
darles la mejor respuesta posible. Esto incrementará la percepción de control y
disminuirá la impotencia.

Es importante que mantengamos una actitud activa sobre la comunicación con la familia,
no sólo sobre la información relativa a la enfermedad, el tratamiento y el pronóstico sino
también sobre cómo comunicarse con el menor enfermo, sus hermanos o otros familiares.
Así como facilitar la comunicación entre ambos miembros de la pareja y orientarles en el
respeto de los ritmos y necesidades del “otro”.

Utilizar preguntas abiertas que nos den información de sus principales “necesidades” y
“preocupaciones” nos ayudará a conocer su percepción. "¿De todo lo que hemos hablado,
qué es aquello que más te preocupa'".

Proporcionales el espacio y el tiempo que necesitan para expresar como se sienten


ayudará a la adaptación.

Problemas de comunicación: Pacto de silencio.

Acuerdo implícito o explícito de alterar la información al paciente por parte de familiares,


amigos y/o profesionales sanitarios con el fin de ocultar le diagnóstico, pronóstico y
gravedad. Surge por la necesidad de proteger al niño enfermo, de autoprotegerse los
familiares o por falta de recursos para afrontar la situación de comunicación.

Cuando el niño o adolescente no puede expresar sus emociones, miedos o


preocupaciones principales, le genera sentimientos de soledad en un momento de
especial vulnerabilidad. Puede vivir esa falta de sinceridad como una “traición” o sentir
que le están engañando lo que puede generar grandes sentimientos de hostilidad y
desconfianza hacia el personal sanitario que le acompaña, y hacia sus familiares.

Cómo intervenir:

 Empatizar con la familia y validar sus necesidades


“entiendo que debe ser difícil para vosotros hablar con vuestro hijo sobre….”
 Explorar los miedos vinculados a la comunicación para reducir los miedos
infundados. “¿Qué os preocupa con respecto a vuestro hijo?
 Reforzar la idea de la toma de decisiones compartida).
“Estamos juntos en este proceso… Intentamos entre todos buscar el mejor beneficio para
vuestro hijo/a”
 Anticipar las consecuencias emocionales del pacto de silencio “¿Qué creéis que
pensara vuestro hijo si descubre que le hemos engañado?” “¿Cómo creéis que se
sentirá?”.
 Llegar a un acuerdo.

Afrontamiento de los hermanos.

Una parte esencial de la atención a la familia es el apoyo a los hermanos. Existe una
tendencia cultural a apartarlos de este tipo de situaciones y algunas veces, ni siquiera
se les explica lo que está sucediendo.
El equipo sanitario debe prestar especial atención a las necesidades emocionales de
los hermanos y del resto de los familiares, incluyéndolos en los cuidados cuando
atiendan al niño enfermo. Los hermanos van a vivir la enfermedad de una manera muy
cercana e intensa y manifestarán distintos modos de reaccionar ante la gravedad de la
situación. Las reacciones dependerán de la edad, el grado de madurez y la personalidad
de cada niño.
Los cuidados especiales que requiere el niño enfermo puede generar celos y enfado en los otros
niños, sobre todo si el paciente se encuentra hospitalizado y uno de los padres debe abandonar el
hogar para permanecer junto a éste con la consiguiente desatención de los otros hijos. Los
hermanos también necesitan hablar de sus sentimientos y para ello es importante
facilitarles información ajustada a su nivel de desarrollo, integrarlos en la situación
de gravedad del hermano enfermo y garantizar la atención de sus necesidades.

Asimismo, los hermanos del niño enfermo pueden sentirse culpables por permanecer
sanos, experimentar miedo a enfermar ellos también o manifestar conductas inadecuadas
para captar la atención que se encuentra desviada hacia el hermano enfermo.

Si los padres no pueden encargarse de su cuidado debido a la necesidad de dedicarse


casi en exclusiva al hijo enfermo, es necesario que deleguen su cuidado en personas
de confianza y estables que les garanticen el mantenimiento de una vida lo más
normalizada posible.
Es fundamental que los padres comprendan la importancia de que sus otros hijos
convivan con su hermano enfermo, que se suban a su cama y que jueguen.
Como profesionales debemos fomentar que la familia fortalecen sus vínculos, facilitan la
implicación de los hermanos y permiten compartir juegos y actividades conjuntas.

Impacto emocional en los hermanos

Es frecuente que nieguen la situación y aparenten normalidad. Tienen miedos, dudas, se


sienten tristes y pueden notar que no se les tiene en cuenta.
En ocasiones, los hermanos pasan a un segundo lugar y pueden sentirse abandonados
por parte de los padres. Están preocupados no saben qué decir, ni qué hacer ni qué
pensar. Otras reacciones que pueden aparecer son el sentimiento de culpa, ansiedad,
asilamiento social, bajos resultados académicos e irritabilidad.

En la actitud del hermano influirá mucho la edad y la posición que ocupe en el núcleo
familiar. Explorar junto con los padres quien se va a encargar de informar y cuidar a los
hermanos.
Ofrecerles recursos para comunicarse con ellos o bibliografía específica a través de
guías, que les puede ayudar. Ya que pueden ser unos días muy confusos para ellos.
Una adecuada información sobre la enfermedad de su hermano y fomentar su implicación
en los cuidados y en las visitas facilitarán su adaptación.
¿Qué podemos hacer para facilitar su adaptación?

 Evaluar su estado físico, cognitivo y psicoemocional. Identificar los problemas que


puedan afectar a su desarrollo personal y adaptación.
 El acompañamiento de los hermanos sobre el paciente permite a ambos un mayor
estado de tranquilidad y normalización.
 Incluirlos (sin sobrecargarlos) en el cuidado del hermano.
 Darles información respondiendo a sus preguntas
 Dedicarles tiempo para estar con ellos y ver que necesitan, reforzar que se les
quiere.
 Deben mantener su actividad escolar y social.
 Mantener informada a la escuela de la situación para detectar posibles problemas
que puedan surgir

Abuelos y otras personas significativas para el niño.

Los abuelos también sufren ante la noticia de la evolución de la enfermedad. Además son
un apoyo fundamental para los padres y los hermanos, ofreciendo apoyo emocional y
compartiendo responsabilidades, por lo que también deben ser incluidos en la atención
que se presta a la familia.

Entendemos por familia, todas las personas importantes para el niño,


independientemente de su relación o vinculación (genética, biológica, marital,
adoptiva / custodia, incluyendo amigos y mascotas) que proporcionan bienestar físico,
emocional y se ocupan de su cuidado y afecto.

La escuela y el aula hospitalaria (vídeo)

Es importante mantener su vínculo con la escuela de origen y el aula hospitalaria. El niño


recibe un mensaje de que se le ofrece una atención normalizada. Facilita su desarrollo
integral como persona. Debe adaptarse a las condiciones del proceso de la enfermedad.

Afrontamiento de los profesionales

El profesional sanitario desempeña un papel muy importante en la vida del niño y su


familia. Acompañar al niño y a la familia durante el proceso de enfermedad y transmitirle
confianza y respeto, ayudando a la familia a tomar conciencia del momento que están
afrontando juntos.

Pero los profesionales sanitarios también se enfrentan con dificultades en el


afrontamiento que les supone un desgaste personal y profesional.
La capacidad de asimilar y afrontar cada situación depende de sus recursos personales.
Las enfermedades crónicas como el cáncer enfrenta a los profesionales con
diagnósticos que desde el principio pueden tener un pronóstico de riesgo vital y
provocan en el profesional sentimientos de ansiedad, negación, frustración y rabia que
están más relacionados con problemas de relación entre los miembros del equipo o
entre la familia y el equipo más que con la enfermedad en sí.
Para solucionar estas dificultades es importante fomentar el trabajo en equipos
interdisciplinares, donde diferentes profesionales trabajan unidos aportando distintas
perspectivas y una práctica clínica colaborativa así como facilitar a los profesionales la
formación específica necesaria en cuidados al final de la vida.

¿Qué podemos hacer para mejorar la calidad de vida del niño y a su familia?

Debemos respetar los valores de la familia, respetar su intimidad, su cultura y sus


creencias y tener en cuenta no solo lo que les pasa sino lo que es importante para
ellos.

Garantizar una atención de calidad.

Impacto de la enfermedad en el Personal Sanitario

Los profesionales están expuestos a fuentes de estrés debido a que deben hacer frente al
sufrimiento del paciente y sus familiares. Este hecho puede producir un deterioro en las
funciones laborales, sociales y familiares.

Debido a las especiales características del trabajo es más probable la aparición de signos
de Burnout y fatiga por compasión.

Burnout

El concepto fue introducido por Freudenberg en 1974 y Marlasch lo desarrolló


posteriormente. Es una manifestación del desgaste personal del trabajador resultado de la
interacción diaria entre el trabajo que realiza y sus características de personalidad.
El Burnout se caracteriza por producir en la persona efectos tales como: agotamiento
psicológico, físico y emocional, despersonalización (sensaciones de extrañamiento y
alienación); percepción de disminución de la eficacia personal en el trabajo y otros
ámbitos. Su aparición es insidiosa, es decir, que la persona y el entorno tiende a negar lo
que sucede con lo que el síndrome se desarrolla hasta cronificarse y, en ocasiones, se
puede llegar a una fase irreversible.

Los síntomas habituales del Burnout son:


• Físicos: fatiga, problemas del sueño, dolores de cabeza y gastrointestinales.
• Emocionales: irritabilidad, ansiedad, depresión, desesperanza, distracción, intolerancia y
labilidad emocional.
• Conductuales: actitudes agresivas, actitudes defensivas, cinismo y abuso de sustancias
tóxicas.
• Relacionados con el trabajo: absentismo, falta de rendimiento, incremento de conflictos y
conductas impulsivas con consultantes y/o compañeros.
• Interpersonales: aislamiento, comunicación pobre, falta de interés y sensibilidad por la
tarea y las personas, falta de concentración y atención.

Sus tres dimensiones principales son:


 Cansancio emocional: Pérdida de recursos emocionales para afrontar el trabajo.
 La despersonalización: Desarrollo de actitudes negativas y cinismo hacia la los
receptores del trabajo.
 Baja realización personal: Tendencia a evaluar el propio trabajo de forma negativa.

Fatiga por compasión

Quienes trabajan con el sufrimiento humano son más vulnerables a desarrollar fatiga por
compasión, dado que la empatía es un recurso importante en el trabajo con poblaciones
traumatizadas o sufrientes. Al trabajar con niños estamos más expuestos, dado que el
sufrimiento infantil afecta más intensamente.

Manifestaciones del Síndrome de Fatiga por Compasión.


 Fatiga extrema: Física, emocional y espiritual.
 Sigue atendiendo al paciente y la familia a costa del propio autocuidado y su
abandono.
 Disminuye la productividad y la calidad de la atención.
 Aumenta el absentismo laboral.
 Disminuye la capacidad de disfrutar de la vida.

Factores protectores del personal: ¿Qué podemos hacer?

Formación: Una persona formada se sentirá con recursos para hacer frente a las
dificultades, será necesario tener conocimientos no solo vinculados a la propia profesión
sino en cultura de “Trabajo en Equipo” y en aquellos elementos específicos que se ha
visto que son útiles como:

 Comunicación asertiva
 Estrategias de Solución de problemas
 Gestión de tiempo
 Técnicas reductoras de ansiedad
 Estrategias de auto-regulación cognitiva.
 Gestión emocional.

Actitudes Interpersonales: Será de vital importancia que la persona vaya tomando


conciencia de qué actitudes y conductas dentro del equipo van a resultarles variables
protectoras de desarrollar Burnout.

 Saber pedir apoyo a los demás.


 Compartir la toma de decisiones y las dificultades, delegar.
 Admitir los límites personales y profesionales.
 Construir una buena red de apoyo social y laboral.

Satisfacción por compasión: se trata de la satisfacción que el profesional encuentra en el


desempeño de su trabajo y en la labor de ayuda al otro. Comprende los siguientes
componentes.
 Comprensión del proceso de sanación cuidador- paciente.
 Capacidad de conexión con los semejantes.
 Sentido incrementado de espiritualidad.
 Elevado grado de empatía.

Otros elementos protectores:


Otros factores importantes que pueden resultar protectores serían:

 Supervisión externa, soporte institucional.


 Tener objetivos explícitos y realistas.
 Realizar actividades gratificantes (compensar el tiempo y la energía que dedica a
su vida personal y laboral).
 Tener una actitud positiva ante la vida.

Ambos problemas (Burnout y fatiga por compasión) se entremezclan y se dan de manera


solapada en los profesionales de ayuda sanitarios, lo que hace difícil su detección y la
actuación sobre ellos. El tener un buen clima laboral, especialmente en un trabajo elegido
vocacionalmente, es fundamental como elemento de prevención del malestar emocional
en los sanitarios. (Martín y col., 2001).

Gracias!!!

Contacto:

ammonroy@salud.madrid.org
aurora@porqueviven.org

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