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1.

PREMISA Y CONCEPTO DE GASTOS PÚBLICOS


Observamos preliminarmente que la exposición, en primer término, de la materia referida a los gastos
públicos consiste esencialmente en una elección de carácter arbitrario, que guarda simetría con el esquema del
proceso financiero expuesto en el segundo capítulo de este libro.

GASTOS PÚBLICOS
LOS GASTOS PÚBLICOS

De ninguna manera esta elección significa considerar que en el proceso de la formación del Presupuesto las
decisiones referentes a los gastos sean previas a las concernientes a los recursos, ni —mucho menos— que la
determinación de aquéllos, cualitativa y cuantitativa, esté afuera de la actividad financiera y constituya un dato
global de orden político cuya cobertura constituiría dicha actividad, limitada, pues, a elegir los recursos para la
financiación de los gastos1 .
Los gastos públicos constituyen las erogaciones que efectúa el Estado para adquirir bienes instrumentales o
intermedios y factores para producir bienes y servicios públicos; o para adquirir bienes de consumo a distribuir
gratuitamente o contra el pago de una retribución directamente a los consumidores; o bien para transferir el
dinero recaudado con los recursos a individuos o empresas, sin ningún proceso de producción de bienes o
servicios.

2. CLASIFICACIÓN DE LOS GASTOS PÚBLICOS


Como acontece habitualmente en toda ciencia también en la de las Finanzas Públicas se efectúan
clasificaciones de distintos fenómenos, cuya validez debe juzgarse en razón de su utilidad para el mayor y mejor
conocimiento de los objetos estudiados.
Así es como el fenómeno gastos públicos ha dado origen a variadas clasificaciones, algunas ya perimidas,
otras de reciente creación.
Omitimos considerar las clasificaciones de orden contable o jurídico que no tengan significación a los
efectos del enfoque político-económico (como, por ejemplo: gastos en personal y otros gastos; gastos del
ejercicio y gastos de ejercicios anteriores; gastos reservados o no).
Consideramos, a continuación, las siguientes clasificaciones: a) gastos ordinarios y extraordinarios, b) gastos
productivos y de transferencia, c) clasificación funcional de los gastos y d) gastos corrientes y de inversión.

Gastos ordinarios y extraordinarios


La doctrina financiera clásica distinguía los gastos públicos en gastos ordinarios y extraordinarios. Esta
clasificación tenía, como propósito principal, establecer una correlación con la análoga clasificación de los
recursos en ordinarios y extraordinarios. Se sostenía, al respecto, que mientras los gastos ordinarios —o sea,
corrientes, periódicos, nacidos de la normal producción de los servicios públicos— debían ser financiados con
recursos ordinarios tributos, tarifas de empresas públicas o producto de monopolios fiscales los gastos
extraordinarios —como los originados por guerras, calamidades o catástrofes naturales— debían financiarse con
recursos del crédito o con gravámenes de emergencia, como el impuesto al capital (capital levy).
Sin embargo, la doctrina keynesiana y la poskeynesiana han puesto de relieve que la elección del recurso
limitativo del poder de compra de los sujetos particulares o de otros recursos que no afecten las disponibilidades
del público, depende más de la situación por la que atraviesa la economía (recesión, desocupación, depresión, o
bien, prosperidad, pleno empleo, inflación) que de la naturaleza del gasto que se debe financiar2 .
De ahí que, al perder asidero la correlación entre gastos ordinarios y recursos ordinarios o entre gastos extra
ordinarios y recursos extraordinarios, ha perdido interés la clasificación de los gastos en ordinarios y
extraordinarios.

Gastos productivos y de transferencia


Otra clasificación distingue los gastos públicos en gastos productivos y gastos de transferencia.
Según esta clasificación son gastos productivos los que corresponden a la adquisición de bienes intermedios
y factores para la producción de los bienes y servicios públicos. Tales gastos producen un aumento de la renta
nacional. Son, en cambio, gastos de transferencia los que consisten en el pago de una suma a determinadas
personas, sin ninguna retribución al Estado y no generan un aumento de la renta nacional sino sólo una diferente
distribución de la misma. Esta clasificación, que debemos a Pigou3 reproduce sustancialmente la que en
anteriores ediciones de su obra había expuesto entre gastos consuntivos (exhaustive ) o reales y gastos de
transferencia.
Se trata de una clasificación con criterio económico que parcialmente está contenida en la, más actual, de
gastos corrientes (de consumo o de transferencia) y gastos de inversión4 .

Clasificación funcional de los gastos


Otra clasificación agrupa los gastos públicos según el tipo de servicios a los que sirve: educación, defensa,
seguridad, salud pública, seguridad social, justicia, administración financiera, etcétera, a veces reuniendo
algunos de estos servicios.
Trátase de una clasificación funcional porque sirve a los efectos de conocer el contenido o las funciones de la
actividad financiera del Estado, pero no la inteligencia de la estructura de dicha actividad.
Gastos corrientes y gastos de inversión
La clasificación con criterio económico que prevalece en la doctrina moderna es la ya aludida de gastos
corrientes y de inversión. A su vez, los gastos corrientes se distinguen en gastos de consumo y gastos de
transferencia.

Gastos corrientes de consumo


Son gastos de consumo todos aquellos que sirven para la producción de los servicios del Estado. La
calificación de gastos de consumo se debe al supuesto, harto controvertible, que dichos servicios son bienes
finales, de utilidad directa para los destinatarios, tanto si se trata de servicios divisibles como indivisibles. Esta
suposición contradice la esencia del fenómeno financiero, por cuanto no sólo los servicios indivisibles, sino
también muchos de los divisibles, son prestados no sólo a consumidores finales sino también a empresas y son
complementarios de los demás bienes para la producción de bienes y servicios que se ofrecen en el mercado.
Según lo que ya dijimos, es de la esencia del fenómeno financiero que gran parte de los servicios públicos
constituye el sustrato indefectible para el funcionamiento de la economía de mercado.
En los servicios indivisibles esto puede fácilmente discernirse, si se piensa que, por ejemplo, los servicios de
defensa y de seguridad interior permiten el funcionamiento regular de las explotaciones agropecuarias, de las
industrias, del comercio y de las profesiones, artes y oficios. Ninguna de estas actividades podría ejercerse sin la
prestación de dichos servicios o, de ejercerse, se enfrentaría con un notable aumento de sus costos de
producción.
En los servicios divisibles, al lado de la satisfacción de las necesidades individuales de los destinatarios—
que puede hacer considerar dichos servicios como finales o de consumo, pero no siempre, ya que en muchos
casos se prestan también a empresas como insumos de sus actividades productivas—existe también la
satisfacción de una necesidad pública paralela pero no idéntica a la necesidad individual. Es éste el caso de los
servicios de instrucción y de salud pública en los que la prestación del servicio a los alumnos y a los enfermos—
actuales o potenciales—, respectivamente, puede considerarse de consumo final, pero el Estado consigue, al
mismo tiempo, la satisfacción de la necesidad pública de elevar el nivel de instrucción y de salud de la población
como factores de mayor productividad del trabajo y crecimiento de la Renta nacional.
Por estas consideraciones no creemos válida la clasificación de los gastos destinados a la producción de los
servicios corrientes como gastos de consumo. Ella implica poner en tela de juicio, por lo menos, dos de los usos
de ese concepto: 1) Al considerar algunos servicios estatales, como de consumo final cuando estén prestados a
empresas, se puede incurrir en un error de cálculo en la determinación de la Renta nacional5. 2) La importancia
de ciertos gastos, erróneamente clasificados como de consumo final, por el mantenimiento de la paz social, de la
seguridad interna y externa y por el incremento de la productividad del trabajo para el desarrollo económico de
un país, puede quedar menospreciada o no suficientemente ponderada.

Gastos de transferencia
Son gastos de transferencia aquellas erogaciones del Estado que no sirven para la producción de servicios
públicos, sino que sólo distribuyen a determinados beneficiarios el dinero extraído de otros sujetos.
Constituyen los casos más importantes de gastos de transferencia los siguientes:
a) Los servicios de la deuda pública, para el pago de los intereses y de la amortización de la deuda.
Se trata de una transferencia típica y muy importante por su envergadura y sus efectos. El Estado obtiene
dinero de la recaudación de impuestos o de operaciones de crédito, quitándolo a ciertos sujetos y lo paga a su vez
a los tenedores de títulos de la deuda pública en concepto de renta y de amortización. De este mecanismo
depende gran parte de la problemática de la deuda pública y de sus efectos6.
b) Beneficios del sistema de seguridad social. La seguridad social consiste, en general, en los beneficios o
prestaciones que las leyes establecen a cargo del Estado para ciertos supuestos y a favor de los habitantes y
pueden comprender todas o algunas de las siguientes prestaciones:
— Renta periódica vitalicia a los sujetos que hayan alcanzado una cierta edad y que se hayan retirado de sus
actividades de trabajo (en la Argentina: jubilaciones).
— Renta periódica a los cónyuges supérstites y otros derechohabientes de trabajadores fallecidos (en la
Argentina: pensiones).
— Renta periódica a los inválidos.
— Pago de gastos de atención médica y otros gastos para la salud de los trabajadores y de los familiares a su
cargo.
— Pago de renta periódica a los desocupados involuntarios.
— Pago de asignaciones para atender los gastos que originen las cargas de familia de los trabajadores.
Estas erogaciones pueden ser financiadas, total o parcialmente, por aportes periódicos de los mismos
beneficiarios y contribuciones obligatorias de los patrones, o bien por otros recursos, tales como: impuestos en
general o endeudamiento del Estado.
En todos los casos, las erogaciones que efectúa el Estado (o las cajas de previsión social como entidades
públicas autárquicas) constituyen gastos de transferencia, por el hecho que las prestaciones conforman una
entrega a los beneficiarios de sumas recaudadas de otros sujetos.
Sin embargo, nos parece que en el caso de los beneficios del sistema de seguridad social no se puede decir
que no exista por parte del Estado la producción de un verdadero servicio. En efecto, cabe preguntarse si no
constituye un bien inmaterial la paz social que se logra a través del sistema. La contestación nos parece que ha de
ser afirmativa. Entremos a ejemplificar: ¿qué diferencia hay entre el servicio de salud pública y las instituciones
de seguridad social?
En ambos casos, el Estado organiza la producción de bienes inmateriales los que, además de satisfacer
necesidades individuales, procuran un estado de paz social que es de por sí un bien indivisible.
Obsérvese, también, que muchas prestaciones de seguridad social podrían ser sustituidas por servicios
producidos directamente por el Estado. Así, por ejemplo, el beneficio que la seguridad social presta a los
trabajadores enfermos es equivalente al servicio directo de atención médica; solamente en la forma hay
diferencia entre una y otra prestación: en el caso de la seguridad social el Estado entrega al beneficiario una
suma de dinero con la cual debe enfrentarse el gasto del servicio médico y hospitalario; en el caso de la salud
pública, el Estado mismo produce por medio de sus profesionales y de sus hospitales y laboratorios los servicios
médicos y hospitalarios que suministra gratuitamente (o en forma parcialmente gratuita) a los trabajadores
enfermos. En muchos casos hay combinaciones de los dos sistemas, de modo que es difícil excluir del carácter
de servicio público a la erogación que fluya directamente al beneficiario, para que éste costee, por su cuenta, los
servicios de salud aludidos.
Si se acepta que los beneficios de la seguridad social configuran un verdadero servicio estatal, su valor debe
ser computado a los efectos de la determinación de la Renta nacional, como lo son los servicios de salud, los de
la justicia y otros, divisibles o no.
c) Una tercera forma de gastos de transferencia está constituida por los subsidios o subvenciones no
incluidos en el sistema de seguridad social.
Estos gastos pueden ser periódicos o no; pueden destinarse a los consumidores o a las empresas. En todos los
casos, se trata de la entrega a ciertos destinatarios del poder de compra quitado, a través de impuestos u otros
recursos, a otros sujetos.
Se ha sostenido y es casi un lugar común en la literatura financiera, que los subsidios constituyen impuestos
negativos. Esto es importante para el desarrollo matemático de la teoría de las finanzas públicas; por ello, es
conveniente en una descripción no matemática de los fenómenos financieros, caracterizar este concepto de
subsidio como el concepto antitético del impuesto. Así lo coloca, con razón, A. Lerner7 .
Los subsidios pueden tomar la forma de venta por el Estado de bienes y servicios adquiridos o producidos
por él a precios inferiores al precio de plaza o aún de los costos de adquisición o de producción. En tales casos,
los gastos de transferencia pueden quedar ocultos.
d) Otro caso de transferencia es el pago de los premios del juego explotado por el Estado en sus formas más
variadas: lotería, quiniela, casinos, carreras de caballos, pollas de apuestas sobre los resultados de encuentros de
fútbol, combinaciones de los distintos juegos, etcétera.
Gastos de inversión
El gasto de inversión puede definirse como la erogación estatal destinada a la adquisición o producción de
bienes instrumentales o de capital, que incrementen el activo fijo del Estado y sirvan como instrumentos de
producción, para el propio Estado, de los bienes y servicios públicos.
En toda época y en todo lugar, el Estado ha efectuado gastos de inversión: edificios como sede de los
distintos órganos y oficinas; obras de urbanización; acueductos; cloacas; calles y rutas o caminos; canales;
puertos; diques y embalses; en tiempos más vecinos se agregaron usinas, oleoductos, distribución de gas y
electricidad, etcétera.
Sin embargo, la evolución histórica señala no sólo una variación cualitativa de esos gastos, sino un diferente
enfoque de la política de inversiones, puesto que éstas adquieren la función de suplir las deficiencias de la
demanda de bienes de consumo o de inversión por el sector privado y contribuir a la estabilización y al de-
sarrollo.

3. CRECIMIENTO DE LOS GASTOS PÚBLICOS


Se atribuye a A. Wagner haber observado primero el constante aumento de los gastos públicos en los Estados
modernos, formulando lo que se llamó pomposamente "ley del crecimiento de los gastos públicos". Más que una
ley, trátase de una observación empírica, que es interesante examinar críticamente para deslindar fenómenos
aparentes y reales, absolutos y relativos y determinar las causas que los originan.

Crecimiento aparente
La comparación de los gastos públicos de un determinado país a través del tiempo exi ge que los valores a
comparar sean homogéneos. No lo son, cuando hubiera variado el criterio de contabilización de los gastos en
diferentes períodos. Por ejemplo, si el Presupuesto de un período no inc luye, entre los gastos, los déficit de
empresas estatales y el de otro período sí los computa, lo mismo si en un período se inc luyen los resultados
netos de las empresas estatales considerando dicho resultado como gasto, si es negativo y como recurso si es
positivo, mientras que en otro período se inc luyen todos los gastos de las empresas entre los gastos estatales y
todos los ingresosentre los recursos, es evidente la posibilidad que se observe un crecimiento de los gastos
públicos, el que será sólo aparente.
Es también causa del aparente aumento de los gastos públicos el envilecimiento del dinero, tanto de oro
como de papel. En el estudio de la tendencia (Trend) secular del nivel general de los precios en relación con el
oro (cuando éste constituía dinero, especialmente en los pagos internacionales), se observa un constante aumento
del nivel de precios y, correlativamente, una disminución del valor del oro. Se han señalado como causas de esta
desvalorización del oro el descubrimiento de nuevas minas y el adelanto técnico en la extracción del metal. El
efecto de este fenómeno es el aparente aumento de los gastos públicos con referencia al oro.
La causa más importante del aumento aparente de los gastos públicos es, sin duda alguna, la desvalorización
de la moneda de papel en régimen de curso forzoso. Como los gastos públicos representan —e n gran medida—
adquisiciones de bienes y servicios en el mercado, la desvalorización del dinero implica el aumento de los
gastos públicos en su valor nominal, pero no necesariamente en su valor con moneda constante. Para
deslindar lo que es aumento aparente, atribuible al factor monetario, de un posible aumento real, es necesario
deflacionar el monto nominal de los gastos.

Crecimiento real
El aumento real de los gastos públicos se debe sustancialmente a las siguientes causas: aumento del territorio
del país; aumento de la población; aumento de la Renta nacional; aumento de las tareas y funciones asumidas por
el Estado; armamentismo y preparación para la guerra.
a) Aumento del territorio. Puede tratarse de una ampliación política del territorio del Estado como
consecuencia de una guerra victoriosa o de la incorporación de nuevas tierras de alguna región hasta entonces no
explotada aun que ya perteneciente políticamente al Estado, como ocurrió en la Argentina con la conquista del
desierto, o en los Estados Unidos con el ensanchamiento de las fronteras. Cualquiera fuera la causa de la
expansión territorial del Estado, ella trae consigo el aumento de los gastos públicos por la necesidad de proveer a
la organización política y administrativa de las nuevas regiones y atender a los servicios públicos (defensa,
seguridad, salud, instrucción) como así también efectuar inversiones básicas para el desarrollo de aquéllas.
b) Aumento de la población. El crecimiento demográfico tanto vegetativo como inmigratorio es causa de
aumento de los gastos públicos, sean ellos destinados a la producción de servicios divisibles e indivisibles, o bien
a simples transferencias, ya que el volumen de los servicios está ligado a la magnitud de la población.
c) Aumento de la Renta nacional. El crecimiento de la Renta nacional permite al Estado satisfacer, más
intensivamente, las necesidades públicas ya asumidas o asumir otras nuevas que antes quedaban postergadas por
el nivel de renta anterior.
Ello es cierto en todos los niveles de gobierno.
En el orden municipal, la mayor renta de la población permite ampliar y mejorar el servicio de alumbrado;
embellecer los paseos públicos creando parques y jardines; proveer mejor a la instrucción y a la cultura,
promover el arte y las ciencias dentro de su ámbito.
En el orden provincial, se podrá incrementar la vialidad y el turismo, proveer mejores servicios dentro de su
esfera de acción, promover el progreso de zonas subdesarrolladas y el desarrollo de las actividades productivas.
En el orden nacional, amén de los servicios ya prestados, que podrán mejorarse, el Estado podrá modernizar
sus fuerzas armadas y sus medios de defensa, encarar obras públicas de mayor aliento y crear nuevos servicios
para necesidades públicas, latentes en un nivel más bajo de Renta nacional y que se vuelven actuales, cuando la
mayor Renta nacional permite la obtención de mayores recursos.
Aumento absoluto y aumento relativo
Todas las causas de aumento real de los gastos públicos reseñadas hasta aquí son causas naturales de que los
gastos se acrecienten en una determinada proporción. En otros términos, el aumento del territorio, de la
población y de la Renta nacional producen —obviamente— un aumento absoluto de los gastos públicos. Pero es
oportuno examinar si también ha habido un aumento relativo de dichos gastos, comparando no sólo los
guarismos de los gastos públicos, sino los de los gastos públicos por unidad de superficie territorial, los de los
gastos públicos por habitante y los de los gastos públicos por unidad de Renta nacional.

Incremento por motivaciones políticas, económicas y sociales


Las causas del aumento real de los gastos públicos que examinaremos ahora no son, como las anteriores,
causas naturales sino inherentes a motivaciones políticas y económico-sociales.
En primer término, el aumento de los gastos públicos, no motivado por las causas ya examinadas, debe
atribuirse al crecimiento de las tareas y funciones asumidas por el Estado. Las tareas limitadas que la filosofía
liberal asignaba al Gobierno, han sido ampliadas masivamente por la filosofía intervencionista. A ello
contribuyeron muchos factores. Entre ellos, la tendencia hacia la planificación económica para asegurar la
estabilización con la actividad directa del Estado. Son ejemplos de esto, los gastos públicos en trabajos y otros de
gran magnitud programados por el Estado y destinados a absorber mano de obra ociosa, en un primer tiempo,
para paliar el mal de la desocupación, en un segundo tiempo para seguir una política económica deliberada de
plena ocupación; igualmente lo son los subsidios a los desocupados y las subvenciones a los productores; como
también, en países como la Argentina, la adquisición por el Estado de los excedentes de cereales y oleaginosas.

Ampliación de las funciones del Estado y la planificación


Como ya lo recordamos, la idea de la planificación en los Estados con economía no socialista es hija y
heredera de la planificación de la economía durante la Primera Guerra Mundial, precisamente para coordinar y
fortalecer el esfuerzo productivo para el éxito en la lucha armada. Terminado el conflicto perduró la idea de la
planificación por el Estado y de la asunción por éste de empresas propias en sustitución o en competencia con las
empresas privadas8 con la nueva orientación de rehabilitar la actividad patrimonial del Estado en desmedro del
predominio de las finanzas tributarias.
En la época entre las dos guerras mundiales fue acentuándose la tendencia hacia la creación de empresas
públicas, en parte por transformación de empresas privadas a las que el Estado había socorrido durante la
depresión de los años treinta, como también se fue esbozando la planificación no socialista de la economía.
En ciertos países el Estado ya poseía —por razones diversas— empresas bancarias y de seguros, de modo
que la tendencia que estamos acotando no hizo sino consolidar una situación preexistente.
La Segunda Guerra Mundial encuentra a los países con economía dirigida ya maduros para la planificación.
Antes que terminara el conflicto, la doctrina económica —d e la mano con los gobiernos— prepara la conversión
de la economía de guerra hacia una economía de paz, planificada para la estabilización y el de sarrollo. La
planificación no se limita al orden interno de cada país, sino que se proyecta en el orden internacional con los
acuerdos de Bretton Woods, de los que nacieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
La influencia del socialismo en el gobierno de países tales como Gran Bretaña y Francia provoca la
estatización de ferrocarriles, bancos, servicios sanitarios, industria siderúrgica, transportes en general; en muchos
países se atribuye al Estado, desde su nacimiento, la explotación exclusiva de la radiotelefonía y luego de la
televisión.

Nuevos cometidos del Estado y sus motivaciones


En este cuadro —desordenado a propósito, porque los fenómenos se producen aquí y allá con ritmo distinto
y en tiempos diversos, pero con la tendencia unívoca hacia la asunción por el Estado de nuevos cometidos y
funciones—influyen dos motivaciones fundamentales: la primera es de índole económico-social, la segunda de
carácter marcadamente sociológico y político.
La motivación económico-social consiste en la tendencia, en el desenvolvimiento de las empresas, a sustituir
gastos específicos por gastos generales9 . Como consecuencia de la división del trabajo y la ampliación de las
dimensiones empresariales, tareas efectuadas hasta ahora por todos los sectores de las actividades productivas, se
unifican en manos de una organización general que en adelante cumple la tarea para todos. Ese fenómeno,
observado en el orden de las empresas, se verifica también en la relación del Estado como empresa general y las
distintas actividades de la economía privada. En lugar de proveer éstas, cada una parcialmente, al cumplimiento
de los mismos cometidos en escala limitada a sus propias necesidades, encomiendan la tarea a un organismo
superior que se desempeñará en beneficio de todos.
La motivación sociológico-política consiste en la transformación ideológica concomitante con la
transformación de la estructura de la sociedad y de la influencia de nuevas clases. Mientras las decisiones
políticas del Estado reflejaban las ideas y los intereses de la burguesía empresaria, predominó el objetivo de la
libertad económica y las decisiones se inspiraron en el principio de Laissez faire, laissez passer, le monde ira de
lui-même .
El ingreso al gobierno de clases menos pudientes gracias, entre otros factores, al sufragio universal, llevó a
que predominara o, por lo menos, a que tuviera influencia la idea del Estado protector y, en cierto modo, a
reemplazar la libertad por la seguridad. De ello surgen las nuevas necesidades sociales y los nuevos servicios que
el Estado moderno debe producir, atribuyendo especial importancia a la seguridad social, a la instrucción
gratuita, a los servicios de salud, etcétera.
Obsérvese que la idea del Estado protector y la pretensión que el Gobierno vele por los ciudadanos y todos
aquellos que habitan su territorio, no se limita a la clase proletaria, sino que se extiende a la clase media; no se
limita a los trabajadores sino que alcanza a los productores agrarios, a los empresarios industriales y a los
establecimientos de crédito. En la aguda depresión económica mundial que se inició con la caída de Wall Street,
o sea de la Bolsa de New York en octubre de 1929, llaman al Estado para que acuda en su ayuda los productores
agrarios para que se mantengan los precios de sus productos, asegurándoles precios mínimos, lo que desemboca
—naturalmente— en la transformación del Estado en el comprador único de las cosechas claman por ayuda y
sostén de sus bodegas y viñedos, los productores vitivinícolas, quienes están lejos de invocar la libertad de sus
actividades de la injerencia estatal y aplauden al Gobierno cuando éste paga un subsidio por cada cepa extirpada.
Ello no obsta que, una vez superada la depresión y recuperada la economía —como en la fábula del caballo que
pidió el aux ilio del hombre para ser protegido de los animales feroces, pero que se vio obligado de allí en
adelante a soportar al jinete, aún después de desaparecido el peligro—, los productores tratan de sacudirse de
encima al Estado demasiado prepotente, que se atreve a dirigir y entrometerse en sus asuntos, cuando ya no lo
precisan.
El caso de los productores se acopla con el de los bancos acorralados por los pedidos de devolución de los
depósitos, lo que obliga al Estado a intervenir en su ayuda tomando a su cargo la dirección de las operaciones y
garantizando a los depositantes sus fondos, evitando, al mismo tiempo, el colapso de los prestatarios de la Banca
que no están en condiciones de devolver los préstamos y reclaman una moratoria y la asunción de sus deudas por
el propio Estado.
Todo lo descripto hasta aquí puede ofrecer una explicación histórica de un proceso en plena marcha y cuyos
comienzos macroscópicos se remontan a un medio siglo apenas.
Este proceso desemboca en el crecimiento masivo de la economía del sector público y en la creación de un
sistema económico, como una forma nueva de economía mixta del sector privado y del sector público, con una
gravitación cada vez mayor de la economía del sector público.
Desde luego que este crecimiento va más allá de lo que podía imaginar A. Wagner, pero también más allá de
lo que la presente generación, mejor dicho, lo que queda de la generación de 1914-18, pudo vislumbrar a partir
del fin de la Primera Guerra Mundial10 .

Armamentismo y guerra
Desde antes de la Primera Guerra Mundial se desató en Europa la carrera armamentista que desembocó en el
estallido del conflicto en el verano de 1914. Desde entonces se suele considerar al armamentismo como una de
las causas de aumento de los gastos públicos. Se trata de un aumento real y no sólo absoluto sino también
relativo, o sea de un aumento per capita y también con relación al ingreso nacional. El proceso del
armamentismo se puede acoplar a la guerra misma para constituir una de las causas más poderosas de
crecimiento de los gastos públicos. A ese respecto es muy importante la comprobación estadística efectuada por
autores británicos, respecto a que los conflictos armados provocan una brusca elevación de los gastos y que,
terminada la guerra, la reducción de ellos no significa el retorno al nivel ni al ritmo de crecimiento anterior a la
guerra11 .
Una interesante ejemplificación del crecimiento de los gastos públicos en diferentes países, está ofrecida por
Einaudi, desde la primera publicación de sus clases12 .
Un cuadro indica la variación de los gastos públicos en Francia, empezando por el año 1243 bajo el reinado
de San Luis hasta 1789 bajo Luis XVI. Dicha variación es de 3,7 millones a 475 millones de francos.
Acota dicho autor que —según se decía— era el régimen monárquico el culpable del fabuloso aumento de
los gastos. Vino la revolución y hubo un nuevo fortísimo incremento: de 755 millones en 1789 a 3623 millones
de francos en 1905.
Análogos ejemplos son los referentes al gasto público en Gran Bretaña, Alemania, Rusia, Estados Unidos,
Japón, Suecia, Suiza e Italia.
Los gastos de las entidades públicas locales no escapan al fenómeno señalado; tampoco los gastos de las
regiones y las provincias.

EFECTOS DE LOS GASTOS PÚBLICOS

1. OBSERVACIONES PRELIMINARES
Una cuestión preliminar que se debe resolver, consiste en la exactitud o no del planteamiento de los efectos
de los gastos públicos. Se trata, en el caso del enfoque clásico, de erogaciones destinadas a la adquisición de los
factores e insumos para la producción de bienes y servicios públicos.
GASTOS PÚBLICOS
EFECTOS DE LOS GASTOS PÚBLICOS
Los efectos de dichas erogaciones consisten en los efectos del suministro de los bienes y servicios a sus
destinatarios; en el enfoque de las finanzas redistributivas, consisten en las medidas destinadas a lograr
modificaciones en la distribución de los ingresos entre los diferentes sectores; y en el enfoque de las finanzas
estabilizadoras y como instrumento de promoción del desarrollo, en el incremento del ingreso y de la ocupación
hasta llegar al pleno empleo y, respectivamente, en la aceleración del ritmo de crecimiento económico.
Los efectos de los gastos públicos deben ser reconocidos a través de los efectos de los bienes y servicios
públicos, en un supuesto, en los otros, directamente de las consecuencias de las erogaciones.
En todos los casos, sin embargo, los efectos de los gastos pueden variar según el tipo de recursos empleados
para su financiación. Más precisamente, el análisis de los efectos de los gastos debe efectuarse suponiendo un
determinado recurso, repitiéndolo sucesivamente suponiendo, uno por uno, los otros tipos de recursos.
De ello resulta, por lo menos, una mejor formulación del problema no sólo como efecto de los gastos
públicos, sino globalmente como efectos de la economía presupuestaria sobre la economía del mercado1 .
Para el análisis de este problema así reformulado, pueden plantearse las siguientes hipótesis.

2. CLASIFICACIÓN DE LOS GASTOS Y FORMAS DE FINANCIACIÓN

Gastos para la producción de bienes y servicios


Financiación con recursos tributarios.
Financiación con recursos del crédito.
Financiación con la emisión monetaria.
Gastos para redistribución de ingresos
Financiación mediante recursos tributarios.
Financiación mediante recursos del crédito.
Financiación mediante emisión monetaria.

Gastos para estabilización del nivel de precios, con plena ocupación


Financiación con recursos tributarios.
Financiación con recursos del crédito.
Financiación con emisión monetaria.

Gastos para el desarrollo económico y social


Financiación con recursos tributarios.
Financiación con recursos del crédito.
Financiación con emisión monetaria.

3. GASTOS PARA LA PRODUCCIÓN DE BIENES Y SERVICIOS

Financiación con recursos tributarios


Los gastos públicos como insumos del sector público para la producción de bienes y servicios, financiados
con recursos tributarios, producen la satisfacción de las necesidades públicas, sin que pueda plantearse el logro
de una posición óptima en la cual sean idénticas las utilidades creadas por los bienes y servicios públicos y las
creadas por los bienes y servicios del sector privado, por las razones ya expuestas acerca de la imposibilidad de
un cálculo económico de costos-beneficios en gran parte de la economía del sector público, por no exi stir
precios, sino sólo preferencias por parte del Estado, único sujeto de la actividad financiera.
La financiación por recursos tributarios permitirá al Estado comparar la utilidad del gasto con el sacrificio
del recurso (abarcando, este concepto, la utilidad negativa del recurso elegido como también la de los recursos
que —alternativamente— hubieran podido utilizar y, paralelamente, las utilidades que se hubieran podido lograr
con otros bienes y servicios públicos que el Estado dejó de producir, por considerarlos menos prioritarios), si
pudiera determinarse en cantidades finitas dicha utilidad y sacrificio.
También sería necesario, para efectuar la comparación y la determinación marginal de la utilidad del gasto y
del sacrificio del recurso, conocer la incidencia y demás efectos del tributo elegido.
Sin llegar al pesimismo de Say, de Mill y de Ferrara acerca de las conclusiones sobre la incidencia final de
un impuesto, debemos admitir la enorme dificultad de llegar al conocimiento perfecto de dicha incidencia, que
puede variar por muchos factores determinantes2 . Tanto más difícil será la previsión de esa incidencia por el
gobierno, en el momento de elegir un impuesto en vez de otro, en oportunidad de la aprobación del Presupuesto3
.
Si el gasto no puede ser determinado como resultado de un proceso de cálculo de costo-beneficio, es posible,
sin embargo, una determinación política de su prioridad y de la mayor o menor equidad de la distribución por
medio del tributo.
Si se decide un gasto como instrumento de producción de un bien o servicio público, aun que la decisión no
esté influida por un propósito de redistribución de ingresos ni de estabilización o desarrollo, la erogación
provocará un efecto redistributivo, si el bien o servicio beneficia a sectores de los que pagan los tributos o, por lo
menos, beneficia más a aquéllos que a éstos; se acentúa el efecto redistributivo, si el recurso consiste en
impuestos progresivos a la renta o al patrimonio.
Independientemente de todo propósito de estabilización o de desarrollo, el gasto efectuado para la
producción de bienes o servicios públicos, financiado con recursos tributarios, provocará un incremento de la
Renta nacional igual al monto del gasto mismo, siendo el multiplicador igual a uno, según el teorema de
Haavelmo4 . Si no se acepta la demostración de este autor, puede admitirse la posibilidad de una disminución de
la Renta nacional, si el recurso o los recursos empleados para financiar el gasto provocan una disminución
equivalente o aún mayor en el gasto del sector privado. Esto dependerá de la coyuntura como lo indicamos a
continuación.
En situación de plena ocupación, si el recurso afecta, por lo menos en la mayor proporción, a sectores de
rentas bajas, con alta propensión marginal a consumir, es admisible que el gasto —e n la hipótesis que estamos
analizando— provoque un efecto de recesión y desocupación, si la disminución del gasto privado es mayor que
el aumento del gasto público, a paridad de sectores favorecidos por el servicio.
Por otro lado, si hay desocupación, el mayor gasto público provocará un inc remento de la Renta nacional y
de la ocupación, que se verá acentuada si los tributos elegidos afectan los sectores de alta renta con pequeña
propensión marginal a consumir.

Financiación con recursos del crédito


En la hipótesis del gasto público como instrumento para la producción de bienes y servicios públicos,
financiado con recursos del crédito, el efecto de la satisfacción de las necesidades públicas consideradas por el
Estado como prioritarias se verificará, sin que se pueda contar con una óptima asignación de los medios
disponibles para la producción de bienes y servicios públicos y de los bienes y servicios privados. Esta
imposibilidad se funda en la razón expuesta en el apartado anterior. A ella debe agregarse la dificultad de
determinar la incidencia del endeudamiento estatal sobre las diferentes clases sociales y sobre las generaciones
presentes y futuras.
Estos problemas serán examinados más adelante, en el capítulo referente a la deuda pública5 . Como en el
caso anterior, también en éste, si no es posible determinar la posición óptima de la asignación de recursos para la
satisfacción de las necesidades públicas y privadas, por carecerse de precios para los bienes y servicios públicos,
puede determinarse —por el contrario— la prioridad del bien o servicio público y la mayor o menor equidad de
la distribución del costo sobre diferentes categorías económicas y sobre las diferentes generaciones y demás
efectos sobre los consumos, ahorros, inversiones y crecimiento.
El gasto público también, en este supuesto, puede tener efectos redistributivos, si la utilidad del gasto
beneficia en mayor medida a los sectores distintos de aquellos que habrán de soportar la carga del
endeudamiento.
Asimismo, aun que ello no responda a una política de estabilización o de desarrollo, los gastos producirán el
efecto de incrementar la Renta nacional, en cuanto los recursos empleados para financiarlos no provoquen una
disminución del gasto privado igual o mayor que aquéllos.
Los efectos del gasto, en tanto no sean compensados por los efectos de los recursos, significarán un aumento
de la ocupación y de la Renta nacional, empujando la economía hacia la plena ocupación, si el nuevo gasto se
efectúa en épocas de depresión. El aumento de la Renta nacional ocasionado por el aumento del gasto público
estará medido por el multiplicador, habida cuenta también del principio de aceleración y de la interacción entre
éste y aquél6 .
Por el contrario, en épocas de auge con pleno empleo, la inflación que está al acecho en tales circunstancias,
se producirá, salvo que la nueva deuda esté repartida entre pequeños ahorristas con alta propensión marginal a
consumir, que sacrifiquen parte de sus consumos por la atracción de las condiciones de emisión de la deuda
pública o por otros motivos extraeconómicos.
El gasto público como instrumento para la producción de bienes y servicios públicos, financiado con
recursos del crédito, promoverá el desarrollo, siempre que dicho gasto asegure la producción de bienes de
inversión o de servicios públicos de alta influencia en la productividad de las actividades tanto del sector público
como del sector privado y siempre que la suscripción de la deuda pública no provoque una disminución de
inversiones privadas de mayor productividad que la de las inversiones y servicios públicos. Financiación con
emisión de moneda
Finalmente, el gasto público, como instrumento de producción de bienes y servicios públicos, financiado con
emisión monetaria, produce su efecto de satisfacción de la necesidad pública que motiva la producción del bien o
servicio correspondiente. Sin embargo, no sólo queda totalmente descartada la posibilidad de lograr el óptimo en
la asignación de recursos, sino también cualquier comparación entre diferentes utilidades y sacrificios, puesto
que la emisión monetaria puede producir variaciones del nivel general de los precios y dislocaciones de los
procesos económicos con modificaciones profundas en los precios relativos, que impiden toda determinación de
costos y toda comparación con los beneficios derivados de la producción de bienes y servicios. Esto ocurre en el
caso de existir plena ocupación, puesto que —e n este caso— el gasto público puede provocar el estallido de la
inflación.
Si, por el contrario, el gasto instrumental para la producción de bienes y servicios públicos es financiado con
emisión de moneda en una época de depresión y desocupación, la utilidad del gasto mismo se sumará a los
beneficios de la reactivación económica y del crecimiento de la Renta nacional.
En la hipótesis que nos ocupa, es admisible que el gasto público, aun sin que el Estado se lo proponga,
produzca efectos de redistribución de ingresos, si los bienes y servicios públicos benefician a personas diferentes
de aquellas que sufren las eventuales consecuencias negativas de la emisión monetaria; especialmente, en épocas
de plena ocupación y de auge económico.
El efecto del gasto en la hipótesis planteada sobre la estabilización estará condicionado por la coyuntura
económica por la que atraviesa el país, cuando el Estado incrementa su actividad con el gasto adicional. Habrá
estímulo para la economía y un efecto reactivante si el país se halla en época de depresión y de socupación.
Habrá, en cambio, inflación, si se halla en época de plena ocupación.
El gasto podrá, también, surtir efectos para el desarrollo económico, si los bienes y servicios que se
incrementan favorecen la productividad de ambos sectores de la economía, siempre que —p or la coyuntura por
la que se atraviesa— la emisión monetaria no provoque un estallido inflacionario que, por sus secuelas, trabe y
neutralice el efecto positivo del gasto.

4. GASTOS PARA REDISTRIBUCIÓN DE INGRESOS

Financiación con recursos tributarios


Los gastos públicos que consisten en erogaciones con el fin de redistribuir ingresos, financiados con recursos
tributarios, surten los efectos redistributivos deseados, si los tributos elegidos inciden sobre categorías de
personas diferentes de los beneficiarios del gasto, según los propósitos del Estado y la idoneidad de los medios
empleados.
La redistribución del ingreso será progresiva si los beneficiarios del gasto pertenecen a un sector de ingresos
más bajos que aquel sobre el cual recae la incidencia del tributo. Será regresiva si los beneficiarios del gasto
pertenecen a un sector de ingresos más elevados que aquel sobre el cual inciden los tributos elegidos.
La redistribución de ingresos puede ser un fin en sí mismo para el Estado, pero también puede tener efectos
para la estabilidad del nivel de precios en plena ocupación y dichos efectos pueden ser motivo de una conducta
consciente del Estado, como también ser consecuencias no buscadas de los gastos de transferencia.
En época de plena ocupación la redistribución progresiva tiene efectos expansivos del gasto privado en
sectores de alta propensión marginal a consumir, pero el efecto inflacionista del gasto puede ser contrarrestado
por el efecto multiplicador del tributo elegido en el régimen de presupuesto equilibrado (Haavelmo)7 , cuya
aplicación en este caso no ofrece motivo a la crítica de Neumark8 , ya que el efecto para la estabilización no es el
fruto de una política deliberada, sino sólo una consecuencia eventual.
En la misma hipótesis, pero cuando se trata de una redistribución regresiva, el gasto público no tendrá el
mismo efecto, a causa de la menor propensión marginal a consumir de los beneficiarios.
En épocas de depresión y desocupación, los gastos de transferencia financiados con recursos tributarios
tendrán efectos positivos para la reactivación, si los beneficiarios del gasto pertenecen a sectores de alta
propensión marginal a consumir y siempre que la incidencia del recurso tributario no neutralice dichos efectos;
en una palabra, cuando se trate de una redistribución progresiva. Lo contrario se verificará tratándose de una
redistribución regresiva.

Financiación con recursos del crédito


En el caso de gastos de transferencia financiados con recursos del crédito, el efecto redistributivo se logrará
en la medida en que los beneficiarios de la transferencia sean diferentes de aquellos que soportan la carga de la
deuda pública. Puede haber transferencias progresivas o regresivas. El fenómeno de la transferencia es aquí
doble; hay, en efecto, una transferencia entre los suscriptores de la deuda pública y los beneficiarios del gasto y
hay otra transferencia entre los que pagan los tributos que cubren el servicio de la deuda y los tenedores de los
títulos. La acumulación de transferencias puede ser inf inita, si se supone que los servicios de la deuda son
siempre cubiertos con nuevas deudas.
El gasto de transferencia financiado con recursos del crédito, que produce una redistribución progresiva,
tendrá un efecto inflacionario si la economía atraviesa por un período de plena ocupación. Este efecto será menor
o será inexistente si la redistribución es regresiva.
En una época de depresión y desocupación, la redistribución progresiva favorecerá la reactivación
económica, mientras que la redistribución regresiva tenderá a neutralizarla.
Los gastos de transferencia podrán surtir efectos de desarrollo económico si los beneficiarios del gasto
pueden, con las sumas obtenidas, elevar la productividad en sus respectivas actividades, siempre que la
incidencia de la deuda pública aumentada no neutralice dichos efectos. En particular, la inflación que puede
originarse por los gastos de transferencia financiados con endeudamiento en épocas de plena ocupación, puede
no afectar el desarrollo económico.
Por el contrario, los gastos de transferencia financiados con recursos del crédito en épocas de depresión, si
bien producen efectos de reactivación económica, pueden no ser favorables al desarrollo, por no crear las bases
para una mayor productividad en las actividades económicas.

Financiación con emisión monetaria


Los gastos de transferencia financiados con emisión monetaria lograrán efectos redistributivos, en la medida
en que los beneficiarios de las erogaciones estatales no se vean perjudicados en mayor grado por los efectos
eventuales de esa forma de financiación.
Si se trata de una redistribución progresiva en el caso de pleno empleo, se producirá un efecto de inflación.
Si se trata, en cambio, de una redistribución regresiva, el efecto inflacionario será menor o hasta inexistente.
Si el gasto de transferencia financiado con emisión monetaria se efectúa en épocas de depresión y de-
socupación, se producirá un efecto de reactivación económica con mayor intensidad que en el caso de
endeudamiento. Ello, especialmente, si las transferencias benefician a sectores de bajo nivel de ingresos, y por
tanto, de elevada propensión marginal a consumir.
Si, por el contrario, los gastos de transferencia benefician a sectores de ingresos elevados y de baja
propensión marginal a consumir, el efecto de reactivación será menor.
El gasto de transferencia financiado con emisión monetaria puede surtir efectos favorables para el desarrollo
económico, a pesar del efecto inflacionario, si los beneficiarios de la transferencia pueden aumentar, gracias a las
sumas recibidas, la productividad de sus empresas y siempre que las consecuencias negativas de la inflación no
neutralicen o sobrepasen dichos efectos.
Por el contrario, el gasto de transferencia que eventualmente promueva la reactivación económica, puede no
ser favorable al desarrollo económico si no crea las bases de una mayor productividad de la economía en su
conjunto.

5. GASTOS PARA ESTABILIZACIÓN DEL NIVEL DE PRECIOS

Financiación con recursos tributarios


Si suponemos cubierta la función de los gastos públicos para la producción de bienes y servicios y para la
redistribución de ingresos y examinamos la hipótesis de gastos públicos tendientes al único propósito de la
estabilización económica con plena ocupación y correspondiente nivel de Renta nacional, cabe analizar, en
primer término, los efectos de gastos públicos financiados con recursos tributarios.
Podemos repetir aquí lo ya dicho al examinar los efectos del gasto p ara la producción de bienes y servicios
públicos. El gasto provoca un aumento del ingreso nacional igual al monto neto del incremento del gasto total, o
sea que el efecto expansivo del gasto público se verá compensado en parte, en todo o con creces, por los efectos
restrictivos del recurso tributario, pues, según el teorema de Haavelmo, el multiplicador, en el caso del
presupuesto equilibrado, es igual a uno.
En otras palabras, el incremento de la Renta nacional por efecto del gasto financiado con recursos tributarios
es apenas igual al monto del gasto adicional. Por ello, la eficacia cuantitativa del gasto para la estabilización a
nivel de plena ocupación será menor con un presupuesto equilibrado que con un presupuesto deficitario.
El incremento del gasto total por la vía de un aumento del gasto público en una situación de pleno empleo
tendrá efectos inflacionarios, aun que dicho gasto se financie con recursos tributarios y tanto más graves cuando
el incremento del gasto beneficie en mayor grado a sectores de alta propensión marginal a consumir y el
sacrificio del tributo incida sobre sectores de baja propensión marginal a consumir. En otros términos, la política
presupuestaria de redistribución progresiva provoca, en situación de pleno empleo, un brote inflacionario,
mientras que una política presupuestaria dirigida a alcanzar la plena ocupación y contrarrestar la desocupación
deberá ser progresiva, siendo contraproducente una política regresiva.
Debemos también examinar los efectos del gasto destinado a estabilizar el nivel de precios y asegurar la
plena ocupación, financiado con recursos tributarios, respecto de la asignación de recursos para la producción de
bienes y servicios públicos.
Supongamos que la economía del país atraviese una etapa de depresión y desocupación. La concurrencia de
gastos para la producción de bienes y servicios y otros para la reactivación económica no influye sobre la
eficiencia de la actividad financiera en su sentido estricto. Pero no se puede decir lo mismo de los recursos
tributarios que se suman a los ya existentes para cubrir los gastos de producción de los bienes y servicios
públicos y los destinados a transferencias, provocando una presión, que puede resultar excesiva, sobre la
economía.
También se producen efectos redistributivos, aun que ello no sea el propósito del gasto para la estabilización,
si los recursos tributarios empleados recaen —e n definitiva— sobre sectores de altas rentas y los gastos
benefician a sectores de bajos ingresos, generándose —por ende— una redistribución progresiva. Por el
contrario, si los impuestos inciden sobre sectores de rentas cada vez más bajas, mientras que los gastos
benefician a sectores de altas rentas, habrá una redistribución quizás no deliberada pero si objetivamente
regresiva, que puede contradecir la voluntad política del Estado.
Los gastos destinados a la estabilización pueden surtir efectos positivos o negativos para el desarrollo
económico del país; los efectos del gasto serán también diferentes según los recursos empleados para
financiarlos.
Supongamos que el Estado decida construir un sistema de diques fluviales para regular la navegación, para el
riego de una determinada zona y para el aprovechamiento de la energía hidroeléctrica, financiando ese programa
con impuestos. Las inversiones, si los programas no son caprichosos y responden a los fines que hemos
ejemplificado, sin duda alguna pueden contribuir al desarrollo económico de la zona y de todo el país, además de
favorecer los planes de estabilización.
Sin embargo, si la financiación con impuestos incide sobre los sectores de altas rentas afectando la formación
de ahorros o sustrayéndolos de las inversiones del sector privado, puede quedar reducido, anulado, o hasta
excedido el efecto del gasto por el efecto contrario de los impuestos utilizados. Podría verificarse un efecto
positivo para el desarrollo si las obras públicas mencionadas estuvieran financiadas con impuestos con
incidencia sobre sectores de baja renta, o sea, afectando los consumos. Pero si así fuera se malograría la política
de estabilización. Habría, pues, uno de los casos no inf recuentes de objetivos encontrados. La elección de uno u
otro dependerá de una decisión política sobre las prioridades a considerar.

Financiación con recursos del crédito


Los gastos en su función estabilizadora financiados con recursos del crédito provocarán, en general, el efecto
de reactivación apetecido, siendo aplicables para conocer el efecto sobre la Renta nacional, el multiplicador, el
principio de aceleración y la interacción de ambos9 . En cuanto a los recursos del crédito utilizados, será mayor
el multiplicador si la deuda pública es colocada en los bancos, siempre que éstos no deban o no prefieran reducir
el crédito para el sector privado en una medida equivalente o mayor. Esta salvedad depende de las condiciones
de colocación de la deuda, por un lado, y del rendimiento y riesgos de los préstamos al sector privado, por el
otro.
El efecto expansivo del gasto financiado por el crédito, en la hipótesis de colocación en los bancos, llega a su
máximo si la cartera de títulos de la deuda pública es descontada en condiciones preferenciales por el Banco
Central, eludiendo —por esa vía— la disposición de la ley sobre Banco Central, que le veda ser prestamista del
Estado, salvo precisas y rigurosas condiciones de excepción. La financiación por el crédito se acerca mucho, en
tal caso, a la directa emisión monetaria10 .
En cambio, una colocación de la deuda entre consumidores que reduzcan sus consumos alentados por las
condiciones ventajosas de la emisión, no tendría efectos expansivos ya que los fondos utilizados para la
suscripción de la deuda pública disminuirán las disponibilidades para la demanda de bienes de consumo con un
efecto multiplicador negativo.
Si la coyuntura es de plena ocupación y lo que se trata es de evitar o contrarrestar la inflación, para la
financiación de los gastos, suponiendo que éstos no puedan ser reducidos por el crédito, el Estado deberá acudir
al público, reduciendo —e n lo posible— las disponibilidades para consumo. Las colocaciones en los bancos
deben ser prohibidas o enérgicamente desalentadas.

Financiación con emisión monetaria


En la hipótesis de gastos destinados a fines de estabilización y financiados con emisión monetaria se logra el
máximo efecto de reactivación, según lo señaló el profesor Simons11 , ya que esta forma de financiación no
afecta, en la más pequeña cantidad, a las disponibilidades del público para consumo. El peligro de inflación no
existe en los primeros tramos de la curva ascendente de la renta nacional y de la ocupación, pero a medida que se
acerca la meta de la plena ocupación, pueden empezar los cuellos de botella, debidos a la falta de algunos
factores humanos y materiales críticos, con el efecto de provocar aumentos de precios en diferentes puntos de la
producción de bienes y extenderse y generalizarse, luego, la suba de los precios y el nivel general de éstos.
Es obvio que la financiación mediante emisión monetaria de los gastos públicos en situación de aug e y plena
ocupación, provocará o agudizará el proceso inflacionario.
La producción de bienes y servicios públicos no tiene porqué sufrir traba alguna por la financiación por vía
de emisión de moneda de los gastos destinados a la estabilización y a la absorción de trabajadores de socupados.
En otros términos, los gastos públicos para la estabilización financiados con emisión monetaria en épocas de
depresión económica y desocupación no afectan la eficiencia de la producción de bienes y servicios públicos.
Tampoco se verá afectada la redistribución de ingresos. Pero el cuadro general sufre una completa
transformación si se llega al punto de flexión de la curva, por haberse excedido —e n cantidad y tiempo— los
gastos de estabilización financiados con emisión monetaria. Los aumentos del nivel general de precios y, más
que nada, la modificación y distorsión de los precios relativos perturbarán gravemente los gastos públicos para la
producción de bienes y servicios y para la redistribución de ingresos.

6. GASTOS PARA EL DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL

Financiación con recursos tributarios


Los gastos para el desarrollo no se diferencian—sustancialmente— de los gastos para la producción de
bienes y servicios. En efecto, dichos gastos consisten esencialmente en inversiones y en algunos servicios de
importancia fundamental para el buen funcionamiento de la economía, con efecto sobre la mayor productividad
de todas las actividades productivas.
Por esta razón, no podemos compartir el punto de vista de Musgrave12 según el cual la política
presupuestaria para el desarrollo sería una parte o una política análoga a la política de estabilización.
La financiación de los gastos públicos para la estabilización mediante recursos tributarios implica una
disminución de la renta disponible para los gastos del sector privado. Aunque teñido con el nuevo color del de -
sarrollo económico, el problema es siempre el de las finanzas clásicas, con énfasis en el incremento de la
productividad de los bienes y servicios públicos para el crecimiento sostenido de la renta per capita , en lugar del
aspecto de la igualación de las utilidades y los sacrificios.
La elección de los recursos tributarios adecuados al desarrollo económico puede asumir la forma de renuncia
a los principios de imposición más justos o más flexibles, para adoptar en su lugar los tributos que no afecten la
formación de ahorros y favorezcan, de ese modo, la formación del capital por el sector privado.
El problema puede tomar la forma de un dilema: inversión pública versus inversión privada, ya que los
medios disponibles a través de la oferta de ahorro son limitados y, si los absorbe el Estado para sus inversiones,
no quedan disponibles para la inversión privada.
La política de desarrollo puede consistir en la elección de impuestos que reduzcan la demanda de bienes de
consumo para financiar las inversiones públicas y dé lugar a la sustitución de consumos por inversiones
fenómeno éste que constituye una de las posibles formas del ahorro forzoso .

Financiación con recursos del crédito


Los gastos públicos para el desarrollo pueden ser financiados con recursos del crédito y éstos pueden variar
por sus modalidades y su colocación.
Si los gastos se efectúan en una situación de plena ocupación, la financiación por el crédito puede provocar
un brote inflacionario en la medida en que su colocación se efectúe en bancos o en sectores con disponibilidades
líquidas que suscriben la deuda pública en vez de mantener su liquidez.
El brote inflacionario puede poner en peligro la inversión estatal por el aumento de los costos y las
distorsiones que provoca la inflación.
Igual problema ocasiona la financiación por deuda pública de los gastos en servicios básicos para la
economía, siempre que ésta se halle en situación de plena ocupación.
En cambio, si la política de desarrollo se emprende en una etapa de depresión y desocupación, tanto la
producción de bienes de inversión como la de servicios públicos financiados con recursos del crédito pueden
lograr —a l mismo tiempo— la plena ocupación y el desarrollo. El brote inflacionario que puede ini ciarse a
partir del momento en que se haya alcanzado la plena ocupación o antes, puede —d entro de ciertos límites— no
obstaculizar el crecimiento económico y producir, cuando se trate de gastos de inv ersión, una nueva forma de
ahorro forzoso. Sin embargo, es dudoso el impulso para el crecimiento económico si la inflación se agudiza,
provocando especulación en lugar de inversiones productivas y generando perturbaciones en la distribución, todo
lo cual torna problemático el desarrollo.

Financiación con emisión monetaria


Finalmente, los gastos para el desarrollo económico pueden ser financiados con emisión monetaria.
Si se trata de inversiones en épocas de depresión y desocupación, la financiación por emisión monetaria
contribuirá a alcanzar la plena ocupación y el desarrollo. Lo mismo ocurre respecto de los servicios públicos
fundamentales.
En una situación de plena ocupación, en cambio, los gastos para el desarrollo que se agreguen a los gastos
públicos y privados ya existentes y que se financien con emisión de moneda, tendrán efectos inflacionarios. La
inflación que se desate por esa causa será más o menos violenta, según la envergadura mayor o menor de la
emisión monetaria y la existencia o no de correctivos de dicha emisión. De todos modos, es extremadamente
difícil corregir eficazmente la inflación provocada por la financiación expansionista de los gastos para el de -
sarrollo, si éstos tienen una dimensión importante. Y debemos, concluyendo, poner en claro el peligro de que la
inflación provocada por las medidas de política presupuestaria en cuestión, neutralice o frustre el propósito del
desarrollo económico.

7. NIVEL ÓPTIMO DE LOS GASTOS PÚBLICOS


Se ha planteado, por algunos autores, la cuestión del "nivel óptimo de los gastos públicos", concepto que —e
n realidad— debería corregirse por "dimensión óptima del presupuesto estatal".
El problema se vincula con el del crecimiento de los gastos públicos que ya hemos analizado y de las
relaciones del presupuesto estatal con la economía nacional en su conjunto13 y, en particular, con los efectos de
los gastos y recursos (que se han analizado hasta aquí).
Se trata, en definitiva, de la búsqueda de la situación de equilibrio del sistema económico del sector público
con el del sector privado.
El problema así planteado tiene una contestación negativa, en el sentido que no hay posibilidad lógica de
hallar la dimensión óptima del sector público en relación con la del sector privado. El esquema ensayado por
Musgrave14 consiste en un sistema de catorce ecuaciones como "modelo sencillo" del equilibrio general de la
economía, englobando tanto al sector privado como al público y teniendo en cuenta para este último no sólo la
producción de bienes y servicios públicos sino también los gastos y recursos para la redistribución de la renta,
como asimismo los comprendidos en la política de estabilización.
Ya hemos formulado la crítica de este modelo, por cuanto considera una demanda individual de servicios
estatales indivisibles que no existe y también porque la posible demanda individual de servicios divisibles
descuida la existencia, al lado de las necesidades individuales que dan origen a esa demanda, de una necesidad
pública concurrente pero no idéntica a aquéllas. Por estas razones, el modelo de Musgrave está fundado en
supuestos no admisibles, no obstante los heroicos esfuerzos de su autor para hallar una uniformidad entre la
determinación del equilibrio de la economía del mercado con la del presupuesto público.
Tampoco nos parece aceptable el planteamiento del problema cuantitativo del presupuesto efectuado por
Fasiani y expuesto por Cosciani15 . Distingue Fasiani entre gastos para la producción de servicios divisibles e
indivisibles. Los primeros, dice, son susceptibles de una demanda individual y, por tanto, su dimensión
dependerá de la demanda total de dichos servicios.
Observamos, en primer término, que el autor citado omite la consideración de los gastos y recursos
inherentes a las funciones redistributivas, de estabilización y de desarrollo de la economía presupuestaria.
Por otra parte, la magnitud de los servicios divisibles no depende sólo de las demandas individuales, puesto
que ellos responden también a una necesidad pública paralela, que es la que motiva la producción pública del
servicio y que puede originar un dimensionamiento diferente del que determinaría la demanda global de los
usuarios.
Con respecto a los servicios indivisibles —n o susceptibles de una demanda individual— Fasiani distingue
dos categorías. La primera comprende aquellos servicios cuya indivisibilidad depende del fenómeno de la
consolidación de las necesidades. Esta consolidación consiste en el hecho que los individuos no advierten o no
sienten las necesidades públicas, mientras los servicios estatales las satisfagan16 . A contrario sensu, dichas
necesidades empiezan a ser sentidas individualmente no bien el servicio estatal sea deficiente. Por lo tanto,
dichos servicios y los gastos pertinentes deberán ser prestados hasta el límite (inferior) en que una reducción, por
pequeña que fuera, hace surgir la sensación individual de la necesidad.
Los demás servicios indivisibles son aquellos cuya indivisibilidad depende de la dimensión de la
colectividad a la que están destinados y que se pueden considerar como marginales respecto de los anteriores.
Las variaciones de los servicios que responden a necesidades consolidadas podrán ser compensadas por una
variación, en el sentido opuesto, de los demás servicios indivisibles o bien por una variación de los impuestos.
Una variación de los demás servicios no puede, en cambio, hacer variar la dimensión de los servicios
correspondientes a necesidades consolidadas y sólo podrán hacer variar los impuestos. En tales casos, el límite
de los gastos dependería de las reacciones de los contribuyentes.
Este esbozo de los límites de los gastos públicos es demasiado simplista y no supera la objeción de la
imposible comparación de las utilidades y los sacrificios de los servicios indivisibles, ni la idea fundamental
respecto a que el cotejo de las utilidades y los sacrificios debe hacerse con respecto al Estado y no con respecto a
los ind ividuos.

CUANTIFICACIÓN DE LOS EFECTOS


DE LOS GASTOS PÚBLICOS

Los efectos de la economía del sector público sobre la economía total de un país pueden ser cuantificados, o
sea medidos, a través del uso de instrumentos conceptuales—que examinaremos someramente a continuación—
elaborados por la doctrina económica y que son esencialmente los siguientes: el multiplicador, el principio de
aceleración y la interacción de ambos y el principio de la amplificación.

1. EL MULTIPLICADOR

Concepto y antecedentes
El multiplicador es el factor por el cual se multiplica el monto de un incremento neto de inversión (o, más en
general, de un gasto) dando como resultado un incremento de la Renta nacional y de la ocupación.

GASTOS PÚBLICOS
CUANTIFICACIÓN DE LOS EFECTOS DE LOS GASTOS PÚBLICOS

Debemos a Keynes, sin perjuicio de algunos antecedentes doctrinales y, principalmente, el del multiplicador
creado por Kahn1, mencionado y discutido por Keynes, el mérito de haber elaborado este valioso instrumento,
que permite entender y valuar cuantitativamente el efecto del gasto público como factor de la reactivación
económica, hasta alcanzar la meta de la plena ocupación y el nivel de Renta nacional correspondiente a ese nivel
de ocupación.
Factores determinantes
El multiplicador depende de la "propensión marginal a consumir", que es el incremento de la demanda de
bienes de consumo correspondiente a un incremento unitario de ingreso .
Es cierto que el incremento del consumo por cada incremento unitario de ingreso es diferente para cada
grupo de consumidores, puesto que los sujetos que pertenecen a los grupos de menores ingresos destinarán todo
o casi todo el incremento de ingresos para demandar bienes de consumo, mientras que los que pertenecen a
categorías de altos ingresos destinarán sólo una pequeña proporción del incremento de ingreso para el consumo y
la mayor parte restante para el ahorro. Sin embargo, es posible determinar el valor promedio ponderado de las
propensiones marginales a consumir de un país. Este resultado será la propensión marginal a consumir de la
población de un país en su conjunto2 .
Keynes sostiene que un incremento neto de la inversión tiene un efecto superior al monto de la misma o,
mejor dicho, igual al monto de la inversión multiplicado por un factor K, igual a:
 
Dicho factor se llama multiplicador y su valor real en la economía de un país depende, en primer término, de
la propensión marginal a consumir.
Ahora bien, Keynes agrega que, siendo la propensión marginal a consumir más o menos constante, lo mismo
ocurrirá —presumiblemente— con el multiplicador.
 
Sin embargo, el propio Keynes admite que la propensión marginal a consumir puede variar; especialmente a
cada aumento de la Renta nacional baja la propensión marginal a consumir.
No es ello obstáculo para el funcionamiento del multiplicador, el que —e n tales hipótesis— no producirá
todo el efecto que su magnitud significaría en teoría.

Utilización y alcances del multiplicador


Keynes reconoce que el proceso de incremento de la Renta nacional por efecto de una nueva inversión no es
instantáneo, sino que se produce paulatinamente y por grados. Sin embargo, Sostargo, sostiene que la lógica del
multiplicador no sufre alteración alguna si se prescinde de la duración del proceso.
El multiplicador de Keynes es, pues, atemporal o, dicho de otra manera, la teoría del multiplicador es
estática, reflejando cómo de una determinada situación y por la variación de un factor se pasa a otra situación.
Debemos a otros autores, en particular a Machlup y a Hansen haber encarado el problema del multiplicador
en su desarrollo temporal3.
El multiplicador ha sido elaborado y refinado por la teoría económica teniendo en vista—principalmente—
la cuantificación del efecto del gasto público en una situación de depresión y desocupación, con el propósito, no
ocultado, de elaborar no sólo un principio teórico acerca de las relaciones entre un nuevo gasto que se agrega a la
demanda global y el ingreso nacional, sino un conocimiento de dichos efectos para emprender una acción
concreta de "política fiscal" en situaciones dadas y con fines prácticos.
Es por ello que, al hablarse de multiplicador, la mente se orienta—casi diríamos por un reflejo condicionado
— a la depresión económica y a la desocupación para salir de ellas y buscar la meta de la plena ocupación.
Sin embargo, un aumento del gasto total por un incremento del gasto del Estado produce, también en
situaciones de prosperidad y plena ocupación, su efecto sobre el ingreso nacional nominal, pero por definición
no puede producir mayor empleo, puesto que ya está pleno, ni, correlativamente, un aumento de la producción;
esto es, un aumento del ingreso real, por falta de factores de la producción disponibles. El mayor gasto del
Estado que se agrega al gasto total incrementará este último, o sea, la demanda total de bienes y servicios,
mientras que la oferta total no podrá incrementarse a su vez, por haber pleno empleo de los factores. El resultado
de este desajuste será el alza de los precios, o sea, un brote inflacionario.
Recordemos, también, que el Libro Blanco británico del año 19444, documento oficial sobre la política de
posguerra para evitar la desocupación, no preconizaba una política presupuestaria con déficit.
En el terreno teórico, ha sido preocupación de Haavelmo5y de importantes críticos del mismo6demostrar que
un presupuesto equilibrado tiene también un efecto multiplicador .
Las críticas señalan las condiciones que deben verificarse para que se produzca el efecto multiplicador del
presupuesto equilibrado.
La conclusión a la que se puede llegar es que un presupuesto equilibrado puede producir efectos
multiplicadores (y que el multiplicador puede tener valor = 1), siempre que se den las condiciones señaladas; en
el caso que no se den, podrá haber un aumento de la ocupación y de la Renta nacional en una cantidad menor que
el monto neto de lainversión7.
El efecto multiplicador puede lograrse también con un presupuesto equilibrado por un cambio no
cuantitativo sino cualitativo, tanto en los gastos como en los recursos.
Finalmente, según Cosciani, se puede lograr un aumento de la demanda total sin alterar el Presupuesto
cuantitativa ni cualitativamente, mediante incentivos a la inversión privada8 , tales como: exenciones o
desgravaciones en el caso de nuevas inversiones o ampliación de las ya existentes, amortizaciones aceleradas,
cambios en los métodos de valuación de las existencias. Sin embargo, se trata —e n todos los casos citados— de
modificaciones cualitativas de los recursos, puesto que la merma del impuesto desgravado deberá —
necesariamente— ser compensada con otros recursos.
El efecto multiplicador, en el análisis más sofisticado, indica no sólo el aumento de la ocupación y de la renta
nacional, sino también el tiempo en que dicho aumento ha de producirse y las etapas periódicas en que se divide
ese tiempo. Igualmente se tienen en cuenta los leakages (filtraciones) y los lags (rezagos o demoras) que
neutralizan parcialmente el efecto u ocasionan un alargamiento de la duración del proceso, respectivamente.

2. EL PRINCIPIO DE ACELERACIÓN

Conceptos y antecedentes
Otro instrumento conceptual que contribuye al conocimiento de los efectos del gasto público sobre la
economía consiste en el principio de aceleración.
Este principio es el resultado de importantes contribuciones doctrinales y estadísticas dentro de la teoría de
las fluctuaciones cíclicas. Su origen es más antiguo que el del multiplicador y las discusiones e investigaciones a
su respecto han motivado una literatura no menos amplia e importante que la referente al multiplicador.
El principio de aceleración consiste en el efecto que la mayor demanda de bienes de consumo origina para la
demanda de bienes de inversión. En una formulación simple, la explicación del principio de aceleración es la
siguiente: un incremento de la demanda de bienes de consumo provoca un mayor uso de los equipos, originando
una mayor demanda de bienes instrumentales.
Por ejemplo, si en una situación de larga duración, la tasa de consumo permanece invariable y, al mismo
tiempo, permanece constante la cantidad de bienes de capital, un aumento del 10% en la tasa de consumo puede
suponerse que origine un aumento del 10% en la cantidad del equipo de capital. Si la amortización de los bienes
de capital y su reemplazo abarca el 10% del total, ello significa que un aumento de la tasa de consumo del 10%
hará duplicar la producción de bienes de capital: en otras palabras, un aumento del 10% en la producción de
bienes de consumo puede producir un aumento del 100% en la producción de bienes de inversión9 .
Claro está que este efecto está condicionado por múltiples circunstancias, de las que podemos mencionar: la
existencia de plena ocupación en las industrias de bienes de consumo o en la de bienes de inversión o en ambas;
las expectativas de los empresarios y de los consumidores, la existencia o no de ganancias; las distintas etapas
del ciclo, la carrera entre la producción de bienes de consumo y de bienes de capital, etcétera.
Tinbergen ha efectuado, por encargo de la ex Sociedad de las Naciones, una profunda investigación con el
propósito de comprobar estadísticamente el principio de aceleración10 ; sus conclusiones han sido bastante
negativas, en contraste con las comunes opiniones de la mayoría de los autores. Sin embargo, nos parece
aceptable el punto de vista de Somers11 respecto a que no se puede pretender probar por medio de las
estadísticas el funcionamiento del principio de aceleración, introduciendo en el análisis todos los supuestos
contemplados en la teoría y admite que dichos supuestos pueden no coincidir con la realidad y que hay que
conformarse con la teoría, según la cual "el principio de aceleración constituye un instrumento importante para el
análisis de los efectos de los gastos públicos, examinando la interacción cualquier tiempo, cuando se conocen o
pueden estimarse las numerosas condiciones involucradas. Proporciona un medio útil y conveniente para el
estudio de los efectos que los gastos públicos pueden tener sobre la inversión privada"12 .

3. INTERACCIÓN DEL MULTIPLICADOR Y DEL ACELERADOR


La doctrina económica y financiera ha elaborado —ulteriormente— el análisis de los efectos de los gastos
públicos, examinando la interacción del multiplicador con el principio de la aceleración.
Si los gastos públicos tienen como efecto inmediato el incremento de la demanda de bienes de consumo en la
medida y en el tiempo que indica el multiplicador temporal, la expansión de dicha demanda provocará un
aumento en la demanda de los bienes instrumentales en la medida y bajo los supuestos del principio de
aceleración. A su vez, el incremento de las inversiones provocará un nuevo proceso de aumento en la demanda
de los bienes de consumo con la aplicación del multiplicador y, por consiguiente, un nuevo incremento de la
demanda de los bienes de inversión, según el principio de la aceleración y, así, sucesivamente13 .
El gasto público tendrá, pues, efectos acumulativos por la interacción del multiplicador y del acelerador,
actuando sobre la demanda tanto de los bienes de consumo como de los bienes de inversión.
La utilización del gasto público para lograr el aumento de la ocupación y de la Renta nacional podrá —s i no
hay factores que neutralicen o traben el funcionamiento del multiplicador y del acelerador— mantenerse en
límites más reducidos de lo que sería necesario bajo el solo efecto del multiplicador.
El efecto acumulativo del multiplicador y del acelerador puede crear el peligro que los gastos públicos —
alcanzada la plena ocupación— tengan efectos inflacionarios.
Existe también el peligro opuesto, o sea que una disminución imprevista del gasto público, produzca una
fuerte recesión si la demanda global disminuye por el efecto acumulativo pero negativo del multiplicador y del
principio de aceleración.

4. EFECTO AMPLIFICADOR
Finalmente, se ha elaborado en la teoría económica el efecto amplificador, que consiste en la amplificación
de la demanda global a través de las variaciones en las existencias de materias primas o de productos terminados.
Las variaciones en la demanda de bienes de consumo tienen como efecto, las variaciones en las existencias y
éstas, a su vez, sobre la demanda de bienes de inversión, constituyendo así un fenómeno intermedio entre el
multiplicador y el acelerador14 .
No obstante los instrumentos conceptuales elaborados por la teoría económica y las tentativas de su
aplicación práctica en la medición de los efectos de las variaciones del gasto público, estamos aún lejos de
alcanzar resultados concretos. Los instrumentos reseñados nos dan el camino a seguir para cuantificar dichos
efectos y las discusiones doctrinales contribuyen al conocimiento de todas las circunstancias que deben tenerse
en cuenta para llegar a la meta.

5. APÉNDICE ANALÍTICO DEL MULTIPLICADOR*


* Elaborado con la colaboración de la estadística Graciela María Inés Galetto.

Concepto
Un aumento del gasto público que produzca un incremento en la demanda global trae como consecuencia
que se creen los presupuestos necesarios para lograr una mayor ocupación, la que crecerá hasta multiplicar la
ocupación (o aumento de renta) inicial.
La primera formulación teórica del multiplicador se debe a Kahn15 .
La teoría del mutiplicador se presenta como una característica propia del gasto público (política de obras
públicas, especialmente en períodos de crisis) aun que Keynes lo extiende a todo gasto que determine un
incremento de consumos o de inversiones privadas o públicas16 .

Supuestos básicos del modelo


El análisis keynesiano—el análisis de la Renta nacional— trabaja con 5 variables endógenas, esto es,
variables que determina el sistema mismo.
1. La Renta nacional.
2. El empleo.
3. El consumo.
4. La inversión.
5. El tipo de interés.
Y con una variable exógena dada al sistema por la acción de las "aut oridades", a saber: la cantidad de
dinero .
1. La cantidad de dinero
Se puede eliminar la variable 2 (empleo), basándose en la hipótesis, acaso admisible para el muy corto plazo,
de que está determinado —unívocamente— por la Renta nacional. El valor corriente de ésta es, por definición,
igual al consumo corriente más la inversión corriente.
 
Expresados los tres conceptos en unidades de salario.
Teniendo en cuenta todas las relaciones implicadas se puede decir que el valor corriente de la Renta nacional
está "determinado" por tres funciones o curvas que Keynes ha definido con el título de "leyes psicológicas":
a) la función de consumo Y = f (a, b, c),
b) la función de inversión, y
c) la función de preferencia por la liquidez.
Los tres grandes elementos simplificadores que han de concretar la visión keynesiana del proceso económico
y, en particular, la intención de probar la existencia de equilibrios con subempleo y —p or decirlo con una
acentuación acaso excesiva— su convicción que el ahorro (o de otro modo, el tipo de int erés) representa el
papel del malo de la comedia, que empobrece a las naciones17 .

Relación con las finanzas públicas


Caso 1
Hemos de suponer:
1) Que en el mercado existen factores de producción desocupados o no ocupados plenamente; en primer
lugar el factor trabajo.
2) Que el Estado gasta $a 1000 en obras públicas para atenuar el paro y que las financia sin contraer el
consumo privado global (como sería acudiendo a los depósitos bancarios con bonos a corto plazo). ¿Cuáles son
las consecuencias de este gasto sobre la Renta nacional y el volumen de ocupación?
1. El Estado gasta $a 1000 en hacer una carretera y emplea trabajadores que hasta ese momento estaban
parados y que ven aumentar su renta en $a 1000. O sea, se produce un primer aumento de $a 1000 en la Renta
nacional.
2. Esos trabajadores (suponiendo una propensión marginal al consumo del 50%) gastan $a 500 en bienes de
consumo.
3. Aumenta en $a 500 la demanda de bienes de consumo.
4. Para satisfacer esa demanda, debe aumentar en $a 500 la producción de bienes de consumo.
Los productores deben contratar nuevos obreros (hasta ahora parados) que percibirán esos $a 500.
5. Estos obreros gastan $a 250 en bienes de consumo.
6. Aumenta en $a 250 la demanda de bienes de consumo y, en consecuencia, debe aum entar en $a 250 la
producción o sea que el ciclo se repite.
"En cada una de las etapas de la producción el dinero percibido se distribuye como renta a los participantes
en la misma y representa una contribución al crecimiento de la renta". En este proceso consiste el fenómeno del
"multiplicador"18 .
 
 
Los problemas conexos con el multiplicador se pueden ver con mayor claridad teniendo en cuenta la
propensión al consumo.
En el razonamiento seguido aquí se ha partido de la hipótesis que el Gasto Público provoca un aum ento del
gasto en bienes de consumo por parte de los nuevos ocupados.
Pero sabemos que la renta obtenida se divide en dos partes: una, la más importante, se consume; la otra, se
ahorra.
Esta segunda parte no se traduce en demanda de bienes de consumo y como suponemos que las inversiones
privadas no cambian, se debe considerar como "pérdida" a los fines de este razonamiento. Ésta es la razón de que
la propensión al consumo sea importante en relación a la teoría del multiplicador por cuanto condiciona su de-
sarrollo.
Por eso, el multiplicador ha sido definido como la relación entre las variaciones de la Renta nacional y de la
inversión primaria (en nuestro caso, el Gasto Público).
Esta relación será tanto más alta cuanto mayor sea la propensión al consumo. La fórmula general que se ha
dado a este principio es

 
 
Donde: s = Propensión marginal al ahorro; y
c = Propensión marginal al consumo19 .
El multiplicador de la inversión puede obtenerse a partir de la propensión marginal al consumo en la forma
que se ve a continuación.
Partimos de la base que a todo aumento de la inversión corresponde un aumento de la renta, o sea:
 
 
 
 
Este valor k es lo que se denomina multiplicador de la inversión.
En una primera instancia podemos decir que:

 
 
Pero interesa ver qué relación existe entre el multiplicador de la inversión y la propensión marginal al
consumo (PMC).
Suponemos que un cierto aumento de la renta procede de un aumento del consumo y de un aumento de la
inversión, o sea:

 
 
 
 
 

 
o bien, dividiendo numerador y denominador por ¿Y resulta
 
 
Con lo que se demuestra que el multiplicador de la inversión está en función del valor de la Propensión
Marginal al Consumo20 .
 
 
 
 
En el ejemplo descripto, que denominaremos Caso 1, la renta nacional genera da, suponiendo una PMC del
50% 1/2 es:
 
1000+500+250+125... que es lo mismo que:
 
1000+1/2+1000+1/4+1000+1/8+1000... que se puede escribir:
 
Sacando factor común 1000.
 
 
Caso 2
Si la PMC hubiera sido menor, por ejemplo, la renta generada sería:
 
 
Caso 3
Supongamos ahora que la PMC fuera mayor que en el primer caso, por ejemplo, 3/4, la renta generada sería:
 
caso, por las razones ya indicadas.
 
Esos valores 2, 4/3, y 4 por los que multiplicamos la inversión o gasto inicial son los diferentes valores del
multiplicador. Teóricamente el multiplicador puede tomar valores de 1 . Sin embargo, no puede bajar a 1 porque
la PMC nunca es cero y no puede llegar a infinito, si es válido el supuesto de Keynes respecto a que la PMC es
siempre << 1.

Se considera que: 1/3<PMC<9/10 de donde 1,5<"Multiplicador"<10.

 
Keynes estima que el valor efectivo del "Multiplicador" es aproximadamente tres con variaciones en las
diferentes fases del ciclo económico21.

Aspectos temporales
La teoría del multiplicador de Keynes hace abstracción —e n principio— de los retardos temporales. Es
obvio, sin embargo, que al juzgar la aplicación práctica del multiplicador debe tenerse en cuenta el hecho del
tiempo que transcurre entre los gastos sucesivos de la renta y los efectos resultantes.
Este período se refiere al tiempo necesario que debe transcurrir desde el momento en que la renta se
distribuye (a los obreros) hasta que el productor se da cuenta de ello e intensifica el proceso productivo. Ese
período puede verse acortado por previsiones rápidas de los empresarios y adquisiciones a crédito o puede verse
alargado si hay existencias apreciables, dificultades de transporte u otros factores.
Este período de tiempo no se refiere al paso del dinero de una mano a otra.
Para evitar equívocos entre estos dos aspectos Hansen ha distinguido el período de tiempo medio entre
gastos de consumo o período del multiplicador (período que separa el aumento de la demanda de bienes de
consumo del aumento de la demanda de otros bienes de consumo imputable a la variación anterior), del período
de tiempo medio conexo con la velocidad de la renta monetaria "período de velocidad de la renta" (período que
transcurre desde el momento en que $a 1 se convierte en renta para uno hasta el momento en que llega a serlo
para otro).
En el Caso 1 visto, por ejemplo, si el "período" entre los gastos es de 2 meses, con una PMC =
 
y, por lo tanto, con un multiplicador de 2, la inyección inicial de $a 1000 de gasto incrementará la renta en $a
1000 en el momento del primer gasto por el Estado. Dos meses después se gastarán $a 500 en consumo y la renta
se elevará en la cantidad correspondiente. Cuatro meses después de la inyección, se añadirán $a 250 y seis meses
después se añadirán a la renta $a 125. En cada período (o etapa Ei) sucesivo, la renta se elevará menos y menos
como resultado de este gasto inicial de $a 1000 y se aproximará al aumento total de la renta de $a 2000 o sea que
tiene que transcurrir algún tiempo desde que ha comenzado el gasto público para que éste alcance su máxima
efectividad. Una vez que cesa el gasto público, el efecto de creación de renta disminuye gradualmente y termina
por desaparecer por completo.

Filtraciones
Se ha visto que el multiplicador encuentra una primera filtración o pérdida (leakage, eninglés) en la
propensión al ahorro y un retardo en su desenvolvimiento por el período en que se desarrolle.
Pero éstos no son los únicos impedimentos o límites a su funcionamiento, ya que además cabe señalar:
Consumos anteriores.
1. Reembolso de deudas.
2. Consumos anteriores.
3. Aumento de la preferencia por la liquidez.
4. Saldo pasivo de la balanza de pagos.
5. Efectos inflacionarios.
6. Disponibilidad de los factores de la producción.
7. Influencia de los programas de obras públicas sobre la inversión privada.
8. Los impuestos y el ahorro de las Sociedades Anónimas22 .
Veremos cómo afectan estas filtraciones a la Renta nacional generada.
Volvemos a considerar el Caso 1 en el que ahora suponemos una filtración constante del 10% en cada una de
las etapas.
Caso 1
1000 + (500 - 100) + (200 - 40) + (80 - 16) + (32 - 6,4) donde el minuendo de cada término entre paréntesis
es el consumo teórico determinado por la PMC y el sustraendo es la filtración a ese consumo.
1000 + 400 + 160 + 64 + 25,6 + ..... que puede expresarse como
 

 
 
 
 
; sacando factor común
Se puede llegar a determinar este aumento de renta directamente: si la PMC = 50% y la filtración = 10% la
PMC queda reducida a un 40%. Llamaremos a esta PMC reducida PMC'.
Por lo tanto, aplicamos la fórmula ya vista y resulta:

Aumento de renta =

 
 
 
Caso 2
Con una filtración del 30%:
Por pasos sucesivos semejantes a los del caso anterior llegaremos a:
 
Aplicando la fórmula, sería:
 
 

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