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SERGIO CESARATTO

CONOCIMIENTOS NECESARIOS PARA ENTENDER


LA CRISIS MÁS LARGA (Y CÓMO SALIR DE ELLA)

UNIVERSIDAD

# NACIONAL
DE M ORENO
Seis clases sobre economía

Tercera clase
La teoría General de Keynes cumple
ochenta años: ¿es poco o mucho?

1. KEYNES, UNO Y TRINO

En el año 2016 se conmemora64 el octogésimo aniversario de la


Teoría G eneral de Keynes, su obra más revolucionaria. La importan­
cia que tuvo este economista en el siglo pasado no es inferior a
la de figuras como Einstein o Freud, estudiosos que nos llevaron a
observar lo que hay detrás de las apariencias. Antes de presentarles
los puntos analíticos centrales de la revolución keynesiana, quiero
aprovechar aquí para señalar el rol que tuvo el economista inglés al
término de los dos conflictos mundiales, respectivamente. Al final de
la primera guerra, participó como representante del ministerio del
Tesoro británico en los tratados de paz que se desarrollaron enVersa-
lles en el año 1919, cargo al que después renunció, al constatar tris­
temente que las insostenibles penalizaciones para Alemania, habrían
tenido consecuencias funestas. El libro que Keynes extrajo de esta
experiencia, luis consecuencias económicas de la p a z , se convirtió en un
best seller internacional. Hacia finales del segundo conflicto bélico,
Keynes tomó parte como jefe de la delegación del R eino Unido en
las tratativas de Bretton Woods, que redefmieron el sistema moneta­
rio internacional. También en esto su clarividencia fue más allá que
lo políticamente aceptable por los norteamericanos.
El debate sobre “qué es lo que habrá dicho verdaderamente
Keynes” ya se ha extinguido. Por otra parte, una de las historias recu­
rrentes acerca de su figura cuenta que si se sientan cinco economistas
alrededor de una mesa, y entre ellos está Keynes, ciertamente surgi­
rán de esto cinco opiniones distintas, entre las cuales cuatro serán
propias del célebre economista. El mismo contribuyó a alimentar las
múltiples interpretaciones sobre su pensamiento, inclusive a través
64 N T : La edición utilizada para la traducción es de ese mismo año (2016), y de allí el verbo
en presente.

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de la ruptura parcial con la teoría marginalista dominante. Las inves­


tigaciones de Sraffa, que había sido convocado a Cambridge por el
mismo Keynes en 1926 y perteneciente al restringido círculo de
sus alumnos más cercanos (denominado Circus), estaban probable­
mente en un estado todavía prematuro para que pudieran ejercer
alguna influencia.Y tal vez la perspectiva liberal de Keynes lo hacía
impermeable a la socialista de Srafía. En los hechos, los dos escri­
bieron juntos solamente un artículo, originado por la pasión biblió-
fila compartida. Demostraron, en una sabrosa reconstrucción cuasi
amarillista, que no fue Adam Smith el crítico anónimo del Tratado
sobre la naturaleza hum ana de David Hume, como se cree en general,
sino que fue el mismo Hume quien se escribió la crítica al ver que
su libro era ignorado por las revistas.
Las teorías de Keynes han sido muy influyentes y no está mal defi­
nir a las primeras dos o tres décadas de la segunda posguerra como
época keynesiana. Todos saben que en el corazón de las políticas
keynesianas está el empleo del gasto público para sostener la econo­
mía. No nos olvidemos de que los gobernantes esto lo saben muy
bien. Desde la época en la que surgieron los excedentes, y con ellos
una clase política, los gobernantes saben que si el pueblo tiembla
porque no tiene trabajo, será bueno utilizar una parte del superávit
para construir pirámides o acueductos. Pero son los economistas los
que no pueden ver funcionar algo en la práctica sin antes preguntarse
si podría funcionar en la teoría .Y en efecto, una idea es más adecuada
si lleva las marcas del cientificismo. Por supuesto, esto no puede ser
sobreestimado, como hizo en cambio Keynes, que como buen liberal
creía bastante en la fuerza de las ideas.Y no obstante, como buenos
gramscianos que somos nosotros, tampoco subestimamos la batalla
de las ideas; ya se sabe que el enfrentamiento efectivo va por otro
lado, aparece en las relaciones de fuerza concretas entre las clases
sociales.

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Seis clases sobre economía

2. KEYNES EL COPERNICANO

La revolución copernicana aportada por la Teoría General gira en


torno a una afirmación: son las inversiones las que determinan los
ahorros y no al revés. Para comprender el alcance de esta innova­
ción, debemos volver a la L ey de Say, que es objeto de la crítica
keynesiana. Como recordarán de la primera clase, en la versión más
ingenua de Ricardo, los capitalistas ahorran para invertir: si no piden
caviar, pedirán bienes de capital y así se cierra el circuito renta-gasto.
Como vimos en la segunda clase, los marginalistas tienen una versión
más elaborada de la Ley de Say, basada en el índice natural de inte­
rés. Cuando la economía se encuentra en plena ocupación hay una
cierta oferta de ahorro por parte de las familias. Sin embargo, surgirá
una tasa de interés especial, de manera que todos estos ahorros serán
absorbidos por las empresas para realizar inversiones. Nuevamente, la
renuncia al consumo de las familias es compensada por el gasto desti­
nado a las inversiones que hacen las empresas, y el circuito se cierra.
Keynes, que por momentos se comporta como un farsante, pone las
dos versiones de la Ley de Say dentro de una misma bolsa a la que
llama teoría clásica. De esta manera no se da cuenta, por ejemplo, de
que si bien Ricardo aceptó la Ley de Say, no sostuvo sin embargo la
idea de que el la issez fa ire condujera necesariamente al pleno empleo
(Ricardo habla por ejemplo de desocupación tecnológica), mientras
que para los marginalistas es válida la Ley de Say y al mismo tiempo
se pretende demostrar que la flexibilidad del salario conduce al pleno
empleo (figura 3.1).

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Figura 3 .1 - L a utilización compartida de la L ey de Say tío implica la


utilización compartida de la plen a ocupación

Por otro lado, Keynes critica la Ley de Say en la versión de


Ricardo, pero no tiene elementos para rebatirla en la versión margi-
nalista - será Sraffa quien lo aclare después. Se conforma con afirmar
en contra de Say y de Ricardo que las decisiones de ahorro son toma­
das por algunos sujetos, normalmente por las familias (aquellas más
adineradas), mientras que las decisiones de inversión son adoptadas pol­
las empresas, y no hay razón que justifique que la compañía Bianchi,
la que queda al final de la cuadra, quiera invertir lo mismo que la
familia del abogado Rossi, que como vimos en la segunda clase, ha
decidido ahorrar. Este argumento es en verdad eficaz en relación a
Ricardo, pero no lo es tanto respecto a los marginalistas. Estos últi­
mos, de hecho, le replicaron a Keynes: ¡mirá que nosotros estamos
totalmente de acuerdo con vos! Las decisiones de ahorro y las deci­
siones de inversión son tomadas por sujetos diversos.Y precisamente
por esto es que identificamos en la tasa de interés, la variable que
hace que las empresas quieran invertir exactamente lo que las fami­
lias desean ahorrar.
Keynes no tiene una crítica de fondo, es decir que no tiene argu­
mentos para demoler el razonamiento marginalista. Lo que hace es
sustituir una teoría por otra. O sea, afirma que los ahorros y las inver­
siones no serán equilibrados por la tasa de interés, sino por el rédito
(después veremos cómo) y que, en consecuencia, la tasa de interés no
está determinada como en la figura 3 de la segunda clase. El punto
débil de Keynes reside en el hecho de que para criticar la teoría

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A no basta con proponer una teoría B. Se deben también explicar­


los motivos por los que A está equivocada. Sino el riesgo es que la
teoría A fagocite a la teoría B, que es lo que harán los marginalistas
buscando demostrar que la propuesta del economista de Cambridge
(la teoría B) es interesante, pero puede ser considerada como un caso
particular de la teoría marginalista (la teoría A). Keynes necesita de
SrafFa, como veremos en breve. Por muchos aspectos Keynes sigue
siendo, de hecho, un economista marginalista que busca formular
objeciones en el interior del mundillo neoclásico, temeroso tal vez
de que una ruptura más radical lo aísle irremediablemente de la
opinión pública e intelectual vigente.
Pero vayamos en orden y examinemos primero el plan B de
Keynes, cómo es que ve él la relación entre ahorros e inversiones.
Después veremos cómo el plan A de los marginalistas busca fagocitar
a Keynes, y tomaremos en consideración el salvavidas arrojado por
SrafFa.

3. EXPLÍCAMELO DE NUEVO GARDNER

Gardner Ackley (1915-1998) Fue el autor de uno de los más bellos


y valiosos manuales de macroeconomía antes de que la mediocridad
ganara terreno con textos como los de Blanchard o Mankiw; agre­
gado económico del embajador de Estados Unidos en Rom a, Fue
también consejero de John Kennedy. Leí una vez por algún lado que
en cierto momento y cumpliendo con este cargo, le explicó al presi­
dente el multiplicador keynesiano, ese mecanismo a través del cual
las inversiones generan los ahorros (Copernico) y no al revés (Tolo-
meo), y que Kennedy se quedó impresionado.Tiempo después, antes
de una reunión, no recordando bien el argumento, el presidente le
preguntó de nuevo a Ackley: Gardner, ¿me puede volver a explicar
aquella historia sobre Keynes...?
La idea de Keynes es que el nivel de producción decidido por las
empresas depende de la dem anda esperada. Si las empresas son opti­
mistas en cuanto a la demanda de bienes y servicios, producirán de
más; si son pesimistas producirán de menos. Pero hasta aquí estamos

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en el plano psicológico. Las expectativas de las empresas posible­


mente estarán fundadas en la tendencia efectiva de la dem anda agregada,
el conjunto de la demanda de bienes y servicios. (Claramente cada
empresario tendrá también en cuenta la demanda específica para su
propio producto: si es innovador se esperará que la demanda crezca
a un índice superior a la media, y si es obsoleto a una tasa inferior;
pero ahora nosotros nos estamos ocupando solamente del desarrollo
promedio de la demanda).Tenemos que preguntarnos entonces, de
qué depende la evolución promedio de la demanda agregada. Esta
tiene varios componentes. Al definirlos Keynes también le dio un
gran impulso a la definición de las magnitudes de la contabilidad nacio-

La cuestión que se propone Keynes es si la dem anda agregada gene­


rada por el libre mercado es lo suficientemente alta como para soste­
ner la producción agregada a un nivel de plena ocupación.

4. EL HUEVO O LA GALLINA

Los sujetos económicos (familias y empresas, digamos) para gastar


tienen que primero recibir un rédito; pero las empresas, para produ­
cir y distribuir un rédito tienen por lo menos que esperar un gasto.
Por lo tanto, si no hay rédito no hay gasto, pero si no hay gasto
tampoco hay rédito.
¿Otro círculo vicioso, profesor? ¡Pero es un vicio el de ustedes!
En efecto, pero tal vez haya una salida. En realidad parte del gasto
no es financiado por el rédito, sino más bien por los bancos. Estos,
como ya se ha mencionado y como veremos de nuevo en la cuarta
clase, crean moneda, bajo forma de créditos en las cajas de ahorro de
los clientes, créditos que estas personas pueden utilizar para efectuar
pagos por medio de transferencias, cheques o taijetas de crédito. Para
efectuar tales pagos, el banco no necesita haber recibido previamente
esos ahorros como depósito.
Identifiquemos entonces dos categorías de gasto:
- los consumos inducidos, aquellos que requieren haber percibido
un rédito antes de ser efectuados; es esta la condición, por ejem -

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pío, del empleado en relación de dependencia que espera su


sueldo antes de poder hacer el gasto.
- los gastos autónom os que son financiados por los bancos; se inclu­
yen en esta categoría las inversiones efectuadas por las empresas,
pero también los consumos autónom os, aquellos que son financia­
dos por el crédito al consumo. Cuando compramos un auto­
móvil o un electrodoméstico en cuotas, en realidad es que un
banco ha anticipado por nosotros el pago acreditando la cuenta
corriente del vendedor con moneda de reciente creación,
que nosotros le devolveremos en cuotas con un cierto interés.
También la compra de una vivienda con la suscripción de un
préstamo, incluso si engañosamente es clasificado en contabi­
lidad nacional como gasto para inversiones, es una forma de
consumo autónomo, es más, es la forma más poderosa, como
ya se ha visto con las burbujas inmobiliarias norteamericanas,
españolas e irlandesas que han precedido y después provocado
la crisis financiera que estalló en el 2008.

Si después consideráramos una economía en la cual hay un Estado


presente, también el gasto público, o sea lo que el Estado gasta para
proporcionar los propios servicios, constituiría un gasto autónomo.
Como veremos en la cuarta clase, incluso apoyándonos en la tesis
de la M odern M onetary Tlieory, el Estado puede gastar independiente­
mente de que haya recaudado previamente los ingresos fiscales o de
que se haya financiado emitiendo títulos de deuda pública.Veremos
que el Estado puede gastar colocando títulos en los bancos comercia­
les que crearán líneas de crédito a su favor, tal como vienen haciendo
por otro lado, con respecto a los otros agentes privados.
Por último, si considerásemos también el comercio con el exte­
rior, las exportaciones constituirían otro ítem de gasto autónomo. De
hecho el gasto de los extranjeros no depende de nuestro rédito.Vere-
mos cómo, en ocasiones, son nuestros bancos los que crean líneas
de créditos para los extranjeros, con el objetivo de que compren
nuestros bienes, una política mercantilista llamada vendor finante. En
resumen, la demanda agregada puede ser definida de la siguiente
manera:

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dem anda agregada = consumo inducido + gastos autónomos

donde el gasto autónomo está definido a su vez como:

gasto autónom o = inversiones + consumo autónom o + gasto público +


exportaciones

Si las exportaciones son una demanda hacia nuestros produc­


tos, las importaciones son al mismo tiempo una demanda nuestra de
productos extranjeros y por ende son una sustracción de la demanda
interna. El nivel de producción nacional dependerá entonces de la
demanda agregada, excluyendo la parte de la demanda que se dirige
a la producción exterior, o sea:

producción nacional = dem anda agregada - importaciones

Desde el punto de vista keynesiano, la causalidad de esto debe ser


leída en la relación anterior, de derecha a izquierda (<—), o sea que es
la demanda agregada la que genera la oferta agregada. Es la inversión
de la Ley de Say, según la cual la relación se da de izquierda a derecha
(la oferta crea su propia demanda).
Con estas definiciones, volvemos al huevo o la gallina, al problema
de si es el gasto el que genera el rédito, o viceversa. Nosotros ahora
sabemos que una parte del gasto, la parte que es para consumo autó­
nomo, es independiente del rédito. Podemos entonces suponer que
este tipo de gasto, financiado por la creación bancaria del poder de
adquisición, es el comienzo de todo (elijan ustedes si es el huevo o la
gallina), o sea que el gasto autónomo es el que genera el conjunto de
la demanda agregada y que a su vez esta es la que genera el rédito.

5. KEYNES EL EVANGÉLICO

Para explicar cómo puede el gasto autónomo ser el motor prim ario
de la demanda agregada y del rédito, supongamos (abrelatas) que

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la demanda agregada está constituida solamente por los consumos


inducidos y por las inversiones autónomas y que, además, no existen
relaciones comerciales con el exterior:

D em an da agregada «- consumos inducidos + inversiones autónomas

Las empresas deciden efectuar en un determinado lapso de tiempo


una cierta cantidad de inversiones y van al banco para obtener el
fmanciamiento necesario. Evaluada la fiabilidad de los proyectos, los
bancos acuerdan el préstamo. Las empresas gastan y ponen en marcha
las fábricas de bienes de inversión. Estas últimas producen los mate­
riales requeridos y distribuyen réditos, ya sea en forma de salarios
para sus propios empleados que de ganancias para los accionistas. Los
beneficiarios del rédito en parte lo gastarán en bienes de consumo,
y en parte lo ahorrarán. El gasto en bienes de consumo pondrá en
marcha las fábricas de bienes de consumo, las mismas que producirán
y distribuirán otros réditos; estos serán en parte gastados en bienes de
consumo y por otra serán ahorrados. El gasto en bienes de consumo
genera producción y réditos adicionales, y en consecuencia, nuevos
consumos y nuevos ahorros, y así sucesivamente.
El proceso descrito no será simultáneo, pero se desarrollará
gradualmente durante todo el año. Si por ejemplo, los empresarios
han decidido X de inversión anual, estos invertirán 1/12 al mes, y
cada mes presenciarán su pequeña multiplicación de los panes y de
los peces con el consiguiente aumento del consumo y del ahorro.
Rédito, consumos y ahorros anuales serán la suma de los resultados
mensuales.
El primer punto a comprender es que el proceso se va debilitando
a medida que, a cada paso, una parte del rédito es ahorrada, es dedi­
que no se gasta y que por ende no genera más producción. Hacia el
final del proceso una cantidad de inversiones X habrá generado una
cantidad de consumos C y por lo tanto, un rédito final igual a Y =
X + C. El proceso a través del cual una cantidad de inversiones X
genera una cantidad de rédito Y proporcionalmente más grande, se
llama multiplicador de la renta.

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El segundo punto es que los consumos son, como ya se ha dicho,


un componente inducido del rédito: estos son generados por el
proceso descrito, y si bien ayudan después a reproducirlo (a pesar
de que progresivamente el proceso se debilite, como se ha explicado
recién) no lo ponen en marcha. El motor prim ario lo constituyen las
decisiones de inversión tomadas por los empresarios.
El tercer punto es fundamental: los ahorros son el resultado del
proceso puesto en marcha por los inversores, es decir que son las
inversiones las que generan los ahorros, ¡y no viceversa como piensan
los marginalistas! ¡Este es el núcleo de la revolución copernicana
de Keynes! (Con simples fórmulas matemáticas que las pueden
encontrar en W ikipedia, se demuestra fácilmente que, en efecto, si los
empresarios han decidido una cantidad de inversiones X, se generará
como resultado una cantidad de ahorros 5 precisamente iguales a X;
nosotros lo demostraremos con un simple ejemplo numérico, como
se verá más adelante). En un cierto sentido podemos decir que ex
p ost65 - al final del juego, como dicen los economistas - pero sola­
mente ex post, cuantas más inversiones hayan financiado los bancos,
más serán los ahorros guardados.

Las dos caras de una misma moneda. Los economistas están un


poco obsesionados con la relación entre los ahorros y las inversiones.
En la simplificación económica que hicimos para nuestro estudio, se
producen solamente bienes de consumo (alimentos, vestidos, etc.)
y de inversión (materiales, etc.). A fin de año, cuando se trazan los
balances, la parte del rédito no consumida corresponde por defini­
ción tanto a los ahorros como a las inversiones. Supongan que se ha
producido un rédito de 100, del cual 80 ha sido gastado en bienes de
consumo. Si se preguntan cuánto fue ahorradora respuesta será 100 -
80 = 20. Bien. Si la pregunta es cuántos han sido los bienes de inver­
sión producidos, la respuesta a eso será obviamente 100 - 80 = 20.
Como vemos, al final, los ahorros son idénticos a las inversiones. La
parte del rédito que no ha sido consumida es equivalente tanto a los
ahorros como a las inversiones, las dos caras de una misma moneda.

65 N T : «después del hecho» (locución latina).

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En Keynes, el proceso por el cual ahorros e inversiones son final­


mente idénticos, es guiado por los segundos a través del multiplica­
dor de la renta:
Inversiones—►Ahorros
Ya hemos visto en la segunda clase el razonamiento algo diverso
de nuestros viejos conocimientos marginalistas (figura 2.3). La
economía en situación de pleno empleo. La curva de demanda de
ahorro (o de capital) expresa las necesidades de ahorro de los empre­
sarios para efectuar inversiones según la tasa de interés. La curva de
oferta de ahorro expresa el deseo de las familias de ahorrar. Si el
banco central opera bien, orientará las tasas de interés cobradas pol­
los bancos de manera tal que los empresarios inviertan precisamente
lo que las familias han decidido ahorrar, en correspondencia con
el rédito de pleno empleo. Se puede decir entonces que a una tasa
de interés de equilibrio (o tasa natural), para los marginalistas está
vigente la relación:
Ahorros—►Inversiones
Punto número cuatro: la inmoralidad de Keynes. Bueno, es cierto
que el economista tenía gustos sexuales amplios, que estaba casado
con una bella bailarina rusa, pero con sus discípulos... En reali­
dad no es esto lo que nos interesa. Lo que queremos decir es que
Keynes consideraba el ahorro, uno de los leitmotiv de los moralistas,
de forma negativa. En efecto, ya que no hay ninguna razón por la
cual, ahorrando más se consigan mayores inversiones, un aumento
de los ahorros afecta a la demanda agregada y lleva a la economía a
una depresión. ¡El día del ahorro debería reemplazarse por el día del
derroche!
Punto número cinco: no quiere decir que el nivel de las inver­
siones decidido por los empresarios es el que genera un nivel de
producción (rédito) tal de asegurar la plena ocupación del empleo y
de las instalaciones. Es más, Keynes considera que en las sociedades
capitalistas avanzadas, en las que ya se ha invertido mucho, el nivel
de las inversiones por lo general es insuficiente como para generar el
pleno empleo. La desocupación en Keynes tiene entonces un carácter
puramente involuntario. Incluso si los trabajadores aceptaran salarios

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inferiores esto no aumentaría la ocupación, es más, la disminución


de los salarios deprimiría la demanda agregada y provocaría descon­
fianza en los inversores. Tenemos ahora una teoría para contraponer
a la tesis marginalista según la cual la causa de la desocupación está
en la rigidez de los salarios. No hay padres contra hijos: si el padre
(o la madre) renunciaran a parte de su salario, el único efecto sería
mayores ganancias, mientras la familia en su conjunto, no la pasaría
para nada mejor.
Profesor, pero tampoco en este caso K eyn es tiene argumentos críticos espe­
cíficos en cuanto a la curva de dem anda de trabajo marginalista, como no los
tenía en relación a la curva de dem anda de inversión; se limita a reem plazar
la teoría A (si el salario baja, la ocupación aum enta) con su teoría B (si el
salario aum enta, bajan la dem anda agregada y el rédito).
Tiene razón. Como dijimos en la sección 10 de la clase pasada,
es Sraífa el que hace una crítica pertinente hacia las funciones de la
demanda marginalista. Pero no debemos contraponer a Sraífa con
Keynes, porque los dos autores son complementarios.

La prolongación de Keynes. En su Teoría General, Keynes estudia


cómo es que la demanda agregada determina el nivel de utilización
de un stock determinado de instalaciones productivas, de las que
depende el nivel de ocupación. Los economistas definen esto como
un análisis a corto plazo, ya que el stock de instalaciones (también
llamado capacidad productiva) no deja de ser un dato más. En este
análisis las inversiones entran como una determinante del gasto autó­
nomo. Los economistas heterodoxos que se mueven dentro de la
tradición keynesiana creen que la demanda agregada no determina, a
corto p la z o , solamente el nivel de utilización de la capacidad produc­
tiva, sino también, a largo p lazo, el crecimiento en el tiempo de la
capacidad, o bien la acumulación de capital. El vigor de la acumula­
ción de capital depende a su vez del vigor de las inversiones, que
son justamente un incremento de la capacidad productiva (nuevas
maquinarias, instalaciones, etc.). El núcleo de la teoría de la acumu­
lación es entonces la explicación de las circunstancias que le apor­
tan vigor o debilidad a las inversiones. Una buena teoría es la que

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Seis clases sobre economía

explica las inversiones sobre la base de las expectativas de demanda:


si los empresarios esperan un crecimiento firme y persistente de la
demanda agregada invertirán mucho; y viceversa, invertirán poco si
lo que se espera es una demanda estancada o inconstante. Entonces,
mientras a corto plazo las inversiones son un componente autónom o
de la demanda agregada, a largo plazo son más bien un componente
inducido de dicha demanda. ¿Pero de qué depende entonces la evolu­
ción de la demanda agregada a largo plazo?
Profesor, usted tíos confunde otra v ez con el planteo del huevo o la gallina:
¿a corto p la z o la dem anda agregada depende también de las inversiones,
mientras que a largo p la z o las inversiones dependen de la dem anda agregada?
Lo siento, el mundo es complicado. De todas maneras, para expli­
car la evolución de la demanda agregada a largo plazo, y por ende las
inversiones y la acumulación, no nos queda otra alternativa que diri­
girnos a los componentes autónomos restantes de la demanda: es la
tendencia a largo plazo del consumo autónomo, del gasto público y
de las exportaciones el motor último de la demanda agregada, y por
consiguiente, también de la acumulación de la capacidad productiva
de un país.Y ya que estos componentes de la demanda están soste­
nidos por la creación de crédito de los bancos, es fácil que el gasto
autónomo desemboque en crisis deudoras, como veremos en las
próximas clases. Una teoría heterodoxa prometedora en este sentido
es la del supermultiplicador , una extensión a largo plazo del multipli­
cador keynesiano a corto plazo (del cual nos hemos principalmente
ocupado aquí), citada más adelante en la bibliografía.

Keynes en desarrollo. La Teoría G eneral de Keynes se dirigía sobre


todo a las economías desarrolladas en las que generalmente la capa­
cidad productiva es suficiente como para ocupar a toda la fuerza de
trabajo, si es que es utilizada por completo. La eventual desocupa­
ción involuntaria sería entonces reabsorbible a través de un grado
de utilización más elevado de las instalaciones. Hay que entender, en
cambio, que en los países emergentes o subdesarrollados esta capaci­
dad productiva no está en condiciones de ocupar a toda la fuerza de
trabajo, ni siquiera explotándose al máximo.En estos países la desocu­

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pación, en gran medida, tiene un carácter estructural, lo que equivale a


decir que no es reabsorbible por el sector moderno de la economía.
Estos países necesitan entonces de políticas industriales para desa­
rrollar este sector. El sostén de la demanda agregada continúa siendo
importante también en este objetivo, sea para asegurar la utilización
plena del equipamiento existente, como para ofrecer oportunidades
de mercado para una capacidad productiva más amplia.

6. REPERCUSIONES DE LA POLÍTICA ECONÓMICA

De las últimas dos consideraciones del apartado precedente, Keynes


llega a las dos conclusiones siguientes.
La primera es que una distribución del rédito más equitativa alivia
los problemas. Todos esperamos de hecho que sean las clases más
pudientes las que logren ahorrar. Por lo tanto, si se redistribuyese
el rédito entre las clases trabajadoras, aumentando los salarios, una
misma cantidad de inversiones generaría un rédito más elevado, y por
consiguiente mayor ocupación. El multiplicador de la renta sería de
hecho más fuerte. Entonces, como ya se ha dicho, el efecto propul­
sor de las inversiones se atenúa porque en cada round de gasto, una
parte del rédito generado se ahorra. Si la cuota ahorrada en cada
round es menor, el impulso se prolongará y la producción final gene­
rada será mayor. Este resultado es perfectamente coherente con lo
que concluimos de la teoría del excedente en nuestra primera clase:
cuanto mayor es la desigualdad, más inadecuada será la demanda
agregada y más dificultosa la consecución de dicho excedente (en
el sentido marxista de su posterior venta y comercialización en el
mercado). De hecho, no es casualidad que un gran economista como
el polaco Michal Kalecki haya llegado a principios de los años treinta
a resultados idénticos a los de Keynes partiendo precisamente de
Marx. Sin embargo, en aquel tiempo él escribía en polaco (luego,
en los años cuarenta, se trasladó a Oxford para volver, ya siendo un
economista notable, de nuevo a la Polonia socialista en la que intentó
contribuir a un mejor funcionamiento de la planificación, sin tener
demasiado éxito).

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Seis clases sobre economía

La segunda consideración importante está vinculada a la utiliza­


ción del gasto público para conseguir la ocupación plena: esta cumple
la función de llenar el vacío que dejaron las inversiones privadas. Más
allá de la spending review (que atrae a la izquierda de derecha) y la
lucha contra la corrupción (que le gusta a la izquierda de izquierda),
Keynes consideraba que el gasto público fuese útil independien­
temente de sus contenidos (y lleva la paradoja al colmo, hablando
de hacer vaciar y después rellenar los baches, para darle empleo a
los desocupados). Ahora está claro que un hospital es mejor que un
avión militar (sin querer con esto desvalorizar el tema de la defensa
nacional) o las joyas de el/la amante del corrupto de turno. Pero
cuidado con tener estos discursos moralistas porque, a fin de cuen­
tas, lo único que les interesa a estos es que haya menos intervención
pública.
La lógica del multiplicador se aplica también al gasto público.
También en este caso Keynes lleva a cabo una revolución coperni-
cana en relación a las creencias populares precedentes. Estas afirma­
ban que el Estado gasta tomando dinero de los bolsillos de los ciuda­
danos (¿les hace acordar a alguien?). De hecho, comúnmente se cree
que el gasto público se financia o con los impuestos o con la emisión
de títulos del E stado con los que este último hace uso de los ahorros
de los ciudadanos.Y sin embargo esto no es así. En realidad, así como
las inversiones, por medio del multiplicador de la renta, son las que
generan el ahorro que luego las financia, de la misma manera el gasto
público, por medio de este mismo multiplicador, genera los ingresos
fiscales y los ahorros de los italianos que financian los déficits (B O T
p eo p le).

G asto público -► renta ->■ ingresos fiscales + ahorros

El Estado entonces no roba nada: brinda un servicio (educación,


Estado social, etc.) y su gasto genera un rédito que va a parar a los
bolsillos de los italianos, quienes de esta manera consumen más.
Claro, los ciudadanos pagarán por el servicio recibido mediante los
impuestos, pero el Estado es como R obin H ood,y con la imposición
progresiva hace pagar proporcionalmente de más a quienes viven

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mejor. En síntesis, si la evasión es elevada, o si se quiere reforzar el


multiplicador dejando más plata en los bolsillos de la gente, el gasto
será financiado emitiendo títulos de deuda pública, y en este caso
los ciudadanos “pagarán” por el servicio público recibido prestán­
dole plata al Estado, y recibiendo además los intereses correspon­
dientes. Cuando el Estado gasta, genera rédito en consecuencia, y de
este provienen tanto los ingresos fiscales como los ahorros que los
ciudadanos destinan a la adquisición de títulos de deuda pública. ¡El
Estado genera los recursos que lo financian gastando!
Las deudas y el déficit lejos de casa. Para explicar la diferencia
entre déficit y deuda pública a mis alumnos, les pongo el ejemplo
del estudiante extranjero que durante algunos meses gasta más de lo
que recibe de sus padres, haciéndose prestar por sus amigos. Durante
esos meses su presupuesto tendrá un saldo negativo o déficit. La suma
de todos los déficits da lugar a su deuda. Hasta un niño sabe que para
salir de una deuda se tienen que conseguir ciertos adelantos. Nuestro
estudiante no pagará intereses. Pero si algún “amigo” que estudia
economía le pidiese el dinero prestado con intereses - indagaciones
empíricas sugieren que el estudio de la ciencia económica induce a
comportamientos de este estilo - nuestro pobre estudiante debería
incluir entre sus gastos también el pago de los intereses. Cuando
sacamos el saldo mensual entre ingresos (dinero que le mandan desde
su casa) y gastos, si de estos últimos excluimos los gastos por inte­
reses, obtenemos el saldo primario. Para el sector público (y también
para el estudiante) el déficit primario es un indicador importante.
Por ejemplo, el Estado italiano consigue saldos primarios positivos
desde principios de los años noventa.Vale decir, que si el saldo del
sector público ha sido en su conjunto negativo (déficit), pero se le
resta el gasto por intereses, el saldo prim ario será positivo (superávit).
Lo que ha llevado a números rojos el saldo total ha sido el gasto
por intereses, mientras que el saldo primario positivo indica que los
ciudadanos pagan más impuestos que lo que reciben a cambio como
servicios públicos, jubilaciones, etc. Por esto es fundamental que el
banco central intervenga sobre los títulos públicos manteniendo las
tasas de interés muy bajas.

138
Seis clases sobre economía

El que a e x p ecta tiv a s m ata... Una vez Garegnani me dijo: «Keynes


ha sido un desastre para la teoría económica». Sorprendido, le
pregunté la razón. «Porque introdujo el concepto de expectativa en
el análisis económico», me respondió.Ya hemos visto, en efecto, cómo
S rafia y Garegnani fueron profundamente contrarios a asignarle un
rol central a los elementos subjetivos dentro del análisis económico.
No es que las expectativas no existan, pero estas no tienen vida autó­
noma, sino que se basan en circunstancias objetivas que las generan,y
son estas las que se deben indagar. Las expectativas han penetrado en
el análisis a diestra y siniestra, por decirlo de alguna manera.
A diestra, se ha hablado mucho durante los años que pasaron de
la austeridad expansiva propuesta por Alberto Alesina, conocido entre
los lectores por sus editoriales en el Corrieronebbjunto a Giavazzi. La
idea es que el “saneamiento de las finanzas públicas” (como lo llamaba
desafortunadamente el Partido Comunista Italiano) haga crecer la
confianza de los empresarios a través de la expectativa de tasas de
interés menores, y también menores impuestos. Así la recuperación
de las inversiones compensaría por demás la caída de la demanda
debida a las políticas de austeridad. Esta teoría ha sido sumamente
influyente sobre las políticas europeas y tal vez lo sea todavía hoy.
Los economistas heterodoxos han sostenido desde el comienzo que
el colapso de la demanda no tenía otra alternativa que conducir al
empeoramiento de las expectativas, como en rigor se pudo verificar.
Muchos lectores también saben que a dicho colapso no se le ha dado
la dimensión que tenía, es decir que se ha subestimado el valor de los
multiplicadores keynesianos. Estos últimos traducen una variación de los
componentes autónomos de la demanda en variaciones del rédito. En
el 2010-11, en los círculos oficiales todavía se consideraba que una
disminución del gasto público de 10 euros (digamos) conduciría a
una caída del PIB de 5 euros (a grandes rasgos). Estudios posteriores
han demostrado que aquella caída estaría entre los 15 y los 25 euros,
repercutiendo negativamente sobre las expectativas y las inversiones.
Pero esto no le bastó al continente europeo para cambiar de políticas.

66 N T : En referencia al Corriere della Sera, uno de los periódicos con mayor difusión en
Italia.

139
Sergio CESARATTO

Y a siniestra, creo que la influencia de los economistas heterodoxos


se ha debilitado bastante por el abuso de ciertas nociones como la de
(m inia1 spirits o por la noción de incertidumbre. A n im al spirits es un
concepto introducido por Keynes que se refiere al ímpetu empresa­
rial a la hora de invertir, en ocasiones tendiente al optimismo y en
otras al pesimismo. Es una pésima explicación sobre las decisiones de
inversión. Porque estas decisiones dependen fundamentalmente de
la evolución de la demanda agregada: si un empresario espera una
expansión de los mercados, invierte; si se espera una contracción, se
queda quieto. Entonces tenemos que indagar en las circunstancias
histórico-políticas que explican la tendencia de la demanda agre­
gada y no quedarnos en la superficie hablando genéricamente de
expectativas optimistas o pesimistas. La incertidumbre es un hecho en
una economía no planificada. Muchos heterodoxos hablan incluso
de incertidumbre al cuadrado, la incertidumbre fu n dam en tal, cuando
los empresarios no están ni siquiera en grado de atribuir una proba­
bilidad a la verificación de ciertos hechos. Hay incertidumbre sobre
el clima de mañana, pero el pronóstico puede predecir las probabi­
lidades de lluvia (por ejemplo 90% o 10%). Hay sin embargo una
incertidumbre fundamental sobre el clima de acá a un mes. En ese
caso solamente un sabelotodo podría pronosticar las probabilidades
de lluvia. Lo mismo sucede con los empresarios que desconocen
la tendencia de la demanda en períodos alejados de tiempo. Atri­
buir los problemas del capitalismo a la incertidumbre fu n d am en tal es
un error. En cada período histórico se debe volver a las circunstan­
cias objetivas, en particular a las políticas económicas predominantes,
que inducen a ciertas tendencias a largo plazo de la demanda y a las
consiguientes decisiones de inversión. El capitalismo es anárquico,
pero hasta los anarquistas tienen una estabilidad emotiva, que como
ocurre comúnmente, se somete a cambios de humor repentinos (y
por qué no, a alguna que otra explosión).

El teorema de P o d e m o s 67. En Mayo de 2015 participé de un colo­


quio en Madrid con el joven responsable económico de Podemos,

67 N T : D el original. En referencia al partido político español. Las cursivas son nuestras.

140
Seis clases sobre economía

Nacho Álvarez, quien me expuso el programa económico del movi­


miento. Este partía de la consideración de un bajo nivel tanto del
gasto público como de las imposiciones fiscales en relación al PIB
español, respecto a los otros países de Europa (a grandes rasgos, el
35% en España contra, por ejemplo, el 45% de Italia). La idea que
ellos tenían era entonces la de expandir al mismo tiempo el gasto
y la legislación impositiva de manera tal de alcanzar una incidencia
sobre el Producto Bruto Interno similar al promedio del resto de
Europa. De este modo se estimularía la demanda manteniendo el
presupuesto público parejo, como para mantener conforme a Bruse­
las. Inmediatamente les comenté que estaban aplicando un famoso
teorema keynesiano, el del equilibrio presupuestario (o de Haavelmo,
el premio Nobel noruego que lo “descubrió” en 1945, al mismo
tiempo en realidad, que otros economistas de otros países). Esto ayudó
a los economistas de Podemos a entender de forma más clara aquello
que estaban proponiendo. ¿Qué es lo que dice entonces el teorema del
equilibrio presupuestario ? Este afirma que, por ejemplo, si se expande
o el gasto público o la imposición fiscal en 10 euros (manteniendo
entonces el presupuesto en equilibrio), el rédito también aumentará
10 euros. ¿Por qué? La idea es, por un lado, que el gasto de 10 euros
(por ejemplo 10 euros de más por semana a los jubilados con menos
recursos) tiene efectos expansivos sobre la economía. Es verdad que,
por otro lado, el impuesto de 10 euros (por ejemplo los 10 euros de
impuesto de más sobre las ganancias más altas) tiene efectos depre­
sivos, pero esos 10 euros de impuestos no se gastarían todos, porque
a una parte se la ahorraría. Razón por la cual la disminución de la
demanda es, digamos, de unos 7 euros. Por ende el gasto hace que
aumente la demanda en 10 euros, y el impuesto la hace disminuir 7,
por lo que la demanda neta aumenta 3 euros. A través del multiplica­
dor keynesiano, este aumento neto genera un rédito agregado de 10
euros (la demostración es banal y los remito a W ikipedia).

7. KEYNES EL DEPRIMIDO

Keynes pensaba que la teoría tradicional tendría sus razones en lo


que respecta al largo plazo, pero como es lógico, también decía que

141
Sergio CESARATTO

a largo plazo íbamos a estar todos muertos. En esta afirmación se


complacen muchos economistas heterodoxos que de esta manera se
consideran exentos de tener que criticar a la teoría dominante. Así, al
igual que Keynes, estos subestiman la persistencia, la acción continua
de las fuerzas de larga duración identificadas por los marginalistas.
Precisamente en relación a las fuerzas de largo plazo, su acción es
tenaz y capaz de superar a las fuerzas de corto plazo que, en cambio,
tienden a anularse mutuamente. El ejemplo escolar es el de la hoja
que cae en otoño: la fuerza de gravedad (la fuerza de largo plazo) será
resistida a corto plazo por otras contingencias como el viento, pero
contará también con las mismas posibilidades de que se le opongan
otros factores coyunturales, como una lluvia violenta que haga que
las hojas caigan aplastadas contra el suelo. Asimismo, el economista
convencional podrá siempre argumentar que la acción de las fuerzas
a largo plazo se verán obstaculizadas, adivinen por qué: por la rigidez
del mercado de trabajo. El pasaje de Keynes podrá ser agradable a los
oídos, pero cuidado con holgazanear en el trabajo a largo plazo si es
que queremos demostrar que la teoría dominante está equivocada.
Porque en ese caso, aun cuando todas las circunstancias fueran favo­
rables, estaríamos alentando la flexibilidad de los mercados.
En este sentido Keynes no critica a la estructura marginalista, es
más la considera bien construida, pero se limita a considerarla lenta
en su accionar. En aras de la verdad, él trabaja la sospecha de que en
el capitalismo moderno, en el cual ya se ha acumulado demasiado
capital, el impulso propulsor de las inversiones privadas se ha secado,
y esto parecería favorecer a una mayor justicia distributiva para reavi­
var la demanda agregada, así como es favorable a una mayor presen­
cia del Estado en las inversiones. Sin embargo, estas quedan como
reflexiones relativamente secundarias en la Teoría General. En el plano
analítico Keynes se encuentra en graves dificultades. Aceptando el
edificio marginalista, él acepta la idea convencional de que las inver­
siones están vinculadas a la tasa de interés. Es decir que aunque estas
estén deprimidas, habrá siempre una tasa de interés lo suficiente­
mente baja como para reavivarlas o para conducir a la economía
hacia el pleno empleo. En definitiva no alcanza con el Plan B, se
tiene que ir hasta el fondo y criticar también el Plan A.

142
Seis clases sobre economía

8. KEYNES EN LA TRAMPA

E n definitiva, profesor, lo que h izo K eyn es f u e proponer una explicación revo­


lucionaria de la relación entre los ahorros y las inversiones, p o r la cual son los
segundos los que determinan a los prim eros (a través del multiplicador), pero
al mismo tiempo aceptó la idea de que las decisiones de inversión dependen
de la tasa de interés, y desde este punto de insta lo que terminó haciendo fu e
aceptar la teoría tradicional.
Precisamente. Keynes percibió la necesidad de una crítica de la
relación causal marginalista que pretende que las inversiones se adap­
ten a las decisiones de ahorro a través de la tasa de interés (la figura
2.3 de la clase anterior).Pero no trabajó ninguna crítica de fondo (en
esto será S rafia quien aclare). Keynes trata de desempatar el juego y
afirma que la tasa de interés no es el valor que hace que se ajusten las
decisiones de inversión a las de ahorro, asegurando de esta manera el
pleno empleo, sino que es el valor de la liquidez.
Keynes considera a la tasa de interés como el valor de la moneda.
La tasa de interés, dice, es el precio que cada uno de nosotros pide
para separarse de la liquidez.Traten de imaginarse una situación en la
que hayan estado alguna vez. Supongan (abrelatas) que tienen 1000
euros de ahorro. La alternativa que tendrán es decidir si los quieren
dejar en una cuenta corriente, es decir como dinero líquido, o si
quieren comprar títulos (públicos o privados). La cuenta corriente
no nos rinde; sin embargo, teniendo allí el dinero, 1000 euros hoy
seguirán siendo los mismos 1000 euros dentro de un año (supo­
niendo una inflación cero); en cambio, los títulos sí rinden una tasa
de interés, pero también pueden perder el valor (y la caída del valor
puede comerse los intereses, si se tuvieran que poner en situación de
vender esos títulos). Es entonces la propia confianza sobre la evolu­
ción del mercado financiero la que determinará el índice de interés
que ustedes pedirán para separarse de la liquidez.
Si no tienen la confianza suficiente y esperan una caída del
precio de esos títulos, entonces pedirán una tasa alta para cubrirse
del riesgo de mantenerlos, y viceversa, se conformarán con una tasa
más modesta si lo que esperan es la estabilidad o el crecimiento del
mercado financiero. De esto se desprende la siguiente regla:

143
Sergio CESARATTO

mercado de títulos en alza -» bajo costo del dinero; mercado de títu­


los deprimido -» costo alto del dinero.
Con un mercado de títulos en alza, será más fácil para las empre­
sas financiarse emitiendo títulos (por ejemplo obligaciones), inclu­
sive aunque estos ofrezcan rendimientos bajos.Y esto, según la teoría
tradicional que acepta Keynes, estimula las inversiones.
El banco central, continúa Keynes, tiene sin embargo una gran
influencia a la hora de determinar la tasa de interés, y se hará valer
interviniendo sobre el mercado por medio de la compra de títulos,
es decir, sosteniendo su valor si es que desea reducir las tasas existen­
tes; o vendiéndolos y deprimiendo su valor, si es que quiere volver a
hacerlas subir.

Pero profesor, ¡es la expansión cuantitativa!

Efectivamente, la expansión cuantitativa68, que veremos en la última


clase, es una forma visible de esta política (si bien en los períodos
normales el B C E adopta otras herramientas para regular las tasas).
U n objetivo del banco central es el de hacer prevalecer en el
mercado la tasa a la cual las inversiones privadas están al nivel del
pleno empleo.
Pero profesor, ¡esta tasa es la tasa de interés natural! E n definitiva, ¡K eynes
no está tan alejado de las conclusiones de la teoría tradicional!
Es verdad, es absolutamente cierto. Keynes lo entiende y saca otro
conejo de la galera, o de la trampa de la liquidez. Esta trampa se puede
expresar como una situación en la que el banco central no logra
bajar las tasas al nivel deseado, en especial las de largo plazo que
son las que importan para las inversiones (las tasas de larga duración
necesarias para reavivar las inversiones pueden ser incluso negativas,
si las expectativas de los empresarios están particularmente deprimi­
das: ya han oído hablar de Paul Krugman en estos últimos tiempos,
¿verdad?).
¿Qué trampa? ¿Cómo funciona la trampa de la liquidez? En gene­
ral se considera que el banco central debería lograr bajar las tasas de

68 N T : En inglés, quantitative easing.

144
Seis clases sobre economía

interés en el mercado comprando títulos y aumentando la liquidez


disponible. Como dijimos, la tasa de interés es el valor del dinero,
aquel que pedimos para separarnos de la liquidez. Si esta se vuelve
más abundante, su precio desciende. Con la expansión cuantitativa, por
ejemplo, el banco central compra títulos provenientes del mercado
a cambio de liquidez. Sin embargo, si el mercado tiene hambre de
liquidez porque siente desconfianza y quiere deshacerse de los títu­
los, la abundancia de liquidez podría no manifestarse y las tasas no
bajar: esta es la trampa de la liquidez. Concretamente, si los opera­
dores del mercado (por ejemplo quien gestiona el ahorro o simple­
mente especula) esperan que en un futuro cercano el banco central
pueda cambiar de política y reducir la liquidez, o sea que en el futuro
caiga el precio de los títulos, entonces estos operadores tenderán a
deshacerse de esos títulos (tal vez para volver a comprarlos cuando su
valor haya caído efectivamente del todo), y por ende el banco central
fracasará al determinar el aumento de su valor. La mayor liquidez
disponible no se traduce entonces en condiciones más favorables
para la emisión de títulos con bajos rendimientos ofrecidos (es decir,
a tasas de interés más bajas), y de esta manera, no se vuelve a generar
el ciclo de inversiones.
En realidad la experiencia reciente nos indica que una acción
determinada por parte de los bancos centrales logra disminuir las
tasas, hasta cero y más. De hecho, la Reserva Federal (FED) y el
Banco Central Europeo (BCE) han acompañado la expansión cuan­
titativa y el resto de las medidas de flexibilización de la liquidez, con
el llamado forw ard guidance: la promesa de tener la política monetaria
complaciente por un período de tiempo indefinido (por ejemplo,
en el caso del B C E , hasta que la inflación no haya regresado a la tasa
objetiva “debajo, pero cercana al 2% ”). (Véase la ficha de “las tasas
negativas” en la sexta clase).
La experiencia entonces demuestra que los bancos centrales tienen
poderosos medios para reducir las tasas a corto y a largo plazo. Es así
que la trampa de la liquidez no parece una verdadera defensa de la
principal afirmación keynesiana, la de que son las inversiones las que
determinan los ahorros. Una vez que Keynes ha aceptado la vulnera­

145
Sergio CESARATTO

bilidad de las inversiones a la tasa de interés, es él quien cae dentro de


la trampa, y no los bancos centrales. Los hechos nos confirman que
las inversiones, en realidad, son insensibles a las tasas de interés. Pero
para poner en evidencia la primacía de esta teoría, es necesario que
se demuestre que aquello que no funciona en la práctica, tampoco
funciona en la teoría.

El estancamiento secular. El presagio de la tendencia al estan­


camiento del capitalismo ha sido presentado en el 2013 por el
eminente economista de Harvard y ex secretario del Tesoro nortea­
mericano Larry Summers. Su funesto vaticinio ha desencadenado
muchos comentarios en la blogosfera internacional y fue confir­
mado enseguida después por Paul Krugman en su popular blog sobre
el «New York Times». En síntesis, el argumento de Summers fue que
el capitalismo puede evitar un estancamiento secular solamente si
logra reproducir burbujas bursátiles o inmobiliarias similares a las
que lo han sostenido en el pasado reciente, a pesar de haber sido las
que desembocaron en la crisis financiera. Como en otras ocasiones
durante la crisis, los economistas mainstream se enteran tarde y con
torpeza de aquello que los economistas críticos hace tiempo vienen
denunciando.
La discutible explicación de la tendencia al estancamiento secular
del capitalismo presentada por Summers y algunos colegas es que esta
puede ser atribuible al descenso demográfico de los países avanza­
dos, y mencionan al respecto a un influyente divulgador de primera
generación de Keynes, Alvin Hansen. Lamentablemente Hansen
explicó la tendencia secular del capitalismo remitiéndose a la teoría
marginalista. Esta considera que la economía crece en plena ocupa­
ción a la tasa de desarrollo de las fuerzas de trabajo, siempre que los
salarios sean flexibles. Esto no parece creíble para quien considera
erróneos los fundamentos teóricos de dicha teoría. Una versión más
keynesiana de esta tesis es que una población creciente y relativa­
mente joven implica una mayor demanda de viviendas y de bienes
de consumo. Pero tampoco hay aquí una relación necesaria, porque
si no Africa sería un continente riquísimo.

146
Seis clases sobre economía

Como sea, la opinión de Summers y de Krugman es que la tasa de


interés teórica del equilibrio entre ahorros de pleno empleo e inver­
siones es actualmente negativa (véase el gráfico 6.5 en la ficha de “las
tasas negativas”, dentro del marco de la sexta clase). C on el fin de
hacer prevalecer en los mercados tasas de interés efectivas negativas,
los bancos centrales deberían entonces comprometerse en mantener
las tasas de interés nom inales en cero (el denominado Zero Lower
Bound) o incluso negativas, buscando generar inflación o expectati­
vas de inflación. La escasa remuneración y la expectativa de precios
más altos en el futuro deberían inducir a la gente a ahorrar menos
y gastar más, generando una recuperación de la producción y de los
precios. (Es algo así como el remate de las expectativas: si se espera
que los precios aumenten, se gasta de más, ahora que los precios
parecen ser más económicos, generando de esta manera el aumento
de su valor; los economistas las llaman “expectativas cumplidas”. A
mí me hace acordar a las entrevistas con los entrenadores de fútbol
para quienes la clave de la victoria es la confianza, el tener una
mentalidad ganadora, etc.; esto pesa, pero importa mucho más el
tener buenas piernas). El aumento de los precios haría descender las
tasas de interés reales por debajo de cero, estimulando las inversiones.
Dudo mucho de que esta historia se sostenga.
Es oportuno que ciertos economistas de renombre reconozcan
en la deficiencia de la demanda agregada a largo plazo, la causa de
la tendencia al estancamiento del sistema capitalista. Lo hacen con
los medios que su pobre doctrina les proporciona. Decir que uno de
los problemas del capitalismo es la carencia de la demanda agregada,
es en cambio el pan de todos los días para los economistas críticos,
entre los cuales, los más sólidos se remontan a la teoría de la distri­
bución del rédito de los economistas clásicos y de Marx. La mayor
desigualdad distributiva agrava, según estos economistas, la deficien­
cia de la demanda agregada. De hecho, los capitalistas y sus simpati­
zantes, gastan en bienes de lujo e inversiones solamente una parte de
la plusvalía de la que se apropian. Esta dimensión se les escapa casi
completamente a Summers y a sus colegas. En este contexto es que
se explica en cambio el rol de las burbujas financieras, al inducir a

147
Sergio CESARATTO

las clases medias a consumir de más, ya que los ahorros acumulados


- destinados a la jubilación - se revalorizan volviendo superfluos los
ahorros posteriores.Y se explica también el rol de los fuertes estímu­
los al endeudamiento de las familias para sostener de esta manera el
consumo, inclusive la compra facilitada de la vivienda con el consi­
guiente desarrollo de las burbujas edilicias, en las que el aumento
del valor de las viviendas actúa como estímulo sucesivo al endeuda­
miento y al consumo. No es ninguna sorpresa para los economistas
críticos, que el capitalismo termine siendo manejado por burbujas
especulativas y por el endeudamiento de las familias o de naciones
enteras (en este último caso, al servicio de los intereses mercantilistas
de las élites de algunos países como Alemania) - burbujas que termi­
nan en crisis financieras. Así es el capitalismo, querido.
Summers y compañía han tocado entonces una tecla delicada del
capitalismo, la necesidad de confiar en mecanismos perversos para
sostener de esta manera la demanda agregada. Esto confirma que el
capitalismo es un sistema perverso. Fundamentalmente lo es porque
está basado en la desigualdad que deprime la demanda agregada
produciendo miseria a cambio de un bienestar potencial (natural­
mente, hay también motivos éticos, ecológicos, etc. por los que el
capitalismo es perverso; aquí estamos evidenciando solamente uno
de ellos).

9. KEYNES EL REABSORBIDO

Tanto en la teoría como en la práctica, la trampa de la liquidez no


es una buena defensa para la teoría keynesiana: de hecho, los sucesos
recientes confirman la capacidad de los bancos centrales para redu­
cir los índices a cero, inclusive aquellos a largo plazo. En efecto, la
reabsorción de Keynes dentro de la teoría tradicional - la llamada
síntesis neoclásica, la síntesis entre Keynes y el marginalismo - se basó
justamente en la debilidad de la trampa de la liquidez (fue el premio
Nobel Franco Modigliani quien se encargó de argumentarlo en el
año 1944). La síntesis sostenía esencialmente que Keynes era útil en
el corto plazo, cuando el mercado (del trabajo o del capital) demos­

148
Seis clases sobre economía

traba rigidez, o cuando las expectativas reales o financieras tendían a


ser negativas, mientras que a largo plazo era válida la teoría margina-
lista, quizás con un empujoncito por parte de la política económica
- por ejemplo una política monetaria destinada a abatir la trampa de
la liquidez. Ciencia hipócrita esta, porque tanto ayer como hoy los
economistas “de la síntesis” saben que en la práctica las tasas de inte­
rés no tienen influencia sobre las inversiones (el “pequeño y sucio
secreto”, como lo definió Krugman en su blog), y saben también
que Keynes tiene razón inclusive sin la trampa de la liquidez: si las
inversiones no retoman su ciclo es por otras razones, distintas de las
de Keynes, o por la incapacidad de los bancos centrales para reducir
las tasas. Pero lo importante es que, por lo menos en ¡a teoría, para el
largo plazo, Keynes no tiene razón.
E ti definitiva profesor, si entendimos bien, los economistas de ¡a “síntesis
neoclásica” saben que K eynes tiene razón en la práctica, pero quieren discu­
tirlo en la teoría.
Sí, es así, y esto reitera el liderazgo de la teoría. Por esto sostengo
que la crítica de Srafía-Garegnani-Pasinetti a los fundamentos de la
teoría neoclásica es esencial. Después de esta teoría, sabemos que la
crítica de Keynes a la L ey de Say es válida tanto en la teoría como
en la práctica, ya sea a corto o a largo plazo. Según lo que vimos en
la clase pasada, sabemos que las decisiones de inversión (o demanda
de capital) de las empresas, no constituyen una función de la tasa de
interés: cuando esta por ejemplo disminuye del 5% al 4%, las empre­
sas pueden disminuir sus inversiones, para aumentarlas luego si esta
tasa disminuye al 3%, para volver a reducirlas de nuevo con el inte­
rés a 2% y así sucesivamente. Esto es en la teoría. Porque la práctica
confirma la irrelevancia del índice de interés en las decisiones de
inversión, demostrada por numerosos estudios empíricos y por lo
que pudimos constatar en la eurozona; esas decisiones dependen en
cambio y fundamentalmente, de la demanda esperada, y esta depende
principalmente de la política económica.

149
Sergio CESARATTO

Anexo:
DE PANES Y DE PECES

Supongamos (abrelatas) una inversión inicial de 100 euros, efectuada


por empresarios con poder adquisitivo creado por los bancos (cuarta
clase, ahora véase la figura 3.1). Este gasto se traduce en un aumento
del rédito de 100 (en correspondencia a los 100 de maquinaria
industrial producida). Asumiendo que las familias que han recibido
este rédito gastan el 80%, y ahorran el otro 20%, el gasto por bienes
de consumo será entonces de 80. Com o consecuencia de la produc­
ción de 80 en bienes de consumo, este gasto genera un rédito de
80. Las familias de aquellos que trabajan en el sector de los bienes
de consumo reciben de esta manera 80 de rédito, del cual gastan 64
(el 80%) en bienes de consumo y ahorran 16 (el 20% restante). En
la producción de bienes de consumo se produce un aumento de 64.
Las familias reciben otros 64 de rédito que en parte consumen y en
parte lo ahorran, determinando así una nueva ronda en el Luna Park
Keynesiano (“por cada vuelta, una nueva carrera”). Se demuestra
que por cada “round” siguiente, de un gasto inicial para inversiones
de 100 se genera un producto o un rédito final de 500, que en parte
ha sido gastado en bienes de consumo (400) y en parte ahorrado
(100). Los ahorros generados son precisamente iguales al monto de la
inversión inicial. Los bancos habían prestado inicialmente 100 a favor
del inversor (cuarta clase) por medio de la creación de un depósito,
prestando esa cantidad sin haber recibido antes ningún ahorro como
depósito. Al final del proceso multiplicativo ese depósito (que fue
cambiando de mano a medida que se efectuaban los pagos) consiste
en 100 de ahorros. En la última instancia podremos decir que al prés­
tamo concedido inicialmente le corresponden ahorros depositados,
pero solamente a posteriori.

150
Seis clases sobre econom ía

Figura 3 .2 - E l multiplicador de K eynes en acción

La calesita del multiplicador

Variación en Variación en Variación en Variación en


Períodos |a inversión_______el consumo_____ el rédito________el ahorro

1 100 100

Final______________________________ 400_____________500____________ 100

GUÍA BIBLIOGRÁFICA

La biografía más completa de Keynes se la debemos a R obert


Skidelsky: J o h n M aynard K eyn es 1 8 8 3 - 1 9 4 6 : economist, philosopher,
statesman, London, Penguin. 2004. De Skidelsky se puede ver en
italiano: K eyn es, Universale Paperbacks, II Mulino, 1998. Entre otras
cosas, Skidelsky ha sido en estos años un compañero de camino rigu­
roso en el cuestionamiento de las políticas europeas. El ensayo de
Keynes y Sraffa sobre Hume y Smith se encuentra en Piero Sraffa.
Saggi69, II Mulino, 1986. El primer biógrafo de Keynes fue R oy
Harrod (1900-1978), L a vita d iJ .M . K ey n es70, Einaudi, 1997, que a
fines de los años treinta fue también el propulsor de la teoría moderna
del crecimiento. El suyo fue un intento de hacer valer a Keynes
también para el largo plazo. De hecho, Keynes había afirmado que
en el corto plazo, cuando la capacidad productiva está dada, el nivel
de empleo de esta última depende de la demanda agregada. En el
largo plazo, así se expresan los economistas, la capacidad productiva
69 Piero Sraffa, Ensayos.
70 La vida deJ .M . Keynes.

151
Sergio CESARATTO

(o stock de capital) aumenta. La pregunta entonces es qué determina


este aumento. Harrod llegó a esbozar una maqueta tan simple como
equívoca, que no era ni keynesiana ni marginalista. Tanto es así que
de ella se desprendieron no solo la rama ortodoxa del crecimiento,
sino también la heterodoxa. U n buen libro introductorio a las teorías
del crecimiento, si bien es un poco anticuado, es el de H.G. Jones,
A n introduction to modern theories q f economic growth, McGraw-Hill,
1976. El estado del arte en materia heterodoxa se puede encontrar
en un paper mío reciente: N eo-K aleckiati and Sraffian controversies on
the theory q f accumiúation, «Review o f Political Economy», vol. 27,
2015. También como continuación a este artículo, entre las teorías
heterodoxas está abriéndose camino lento pero prepotentemente
el “supermultiplicador” propuesto inicialmente por el economista
suizo (y sraffiano) Heinrich Bortis y por Franklin Serrano, de la
Universidad Federal de R ío que a dos años después de la primera
edición de este libro, se puede decir que el supermultiplicador se ha
convertido en la novedad de la economía herética. U n texto intro­
ductorio sobre el “supermultiplicador”, que habla también acerca de
la “desocupación tecnológica”, es S. Cesaratto, F. Serrano, A. Stirati,
Teclmical chatige, effective deniand and em ployment, «Review o f Political
Economy», vol.15,2003. El supermultiplicador retoma la idea implí­
cita en el mercantilismo de los mercados extranjeros como destino
para el excedente del que hablábamos en la primera clase. Esta idea
fue desarrollada por Rosa Luxemburgo (1871-1919), que los definió
como “mercados externos”, y luego retomada por Michal Kalecki
que le incluyó el gasto del Estado. Entre los mercados externos el
supermultiplicador incluye también a los consumos autónomos. De
Kalecki, véase el grandioso ensayo II problem a della dom anda efjettiva ¡ti
Tugatt-Banm owski e ¡ti R o sa Luxem burg, en M. Kalecki, Sulla dinamica
dell'econom ia capitalistica, Saggi sed ti 1 9 3 3 - 1 9 7 0 71, Einaudi, 1975.
U n juicio severo sobre las recientes teorías marginalistas del creci­
miento está en otro trabajo mío: Savings and economic growth in neoclas-
sical theory:A critiail survey, «Cambridge Journal ofEconomics», vol.23,
1999. R obert Solow, el fundador de la moderna teoría neoclásica del
71 E l problema de la demanda efectiva en Tugar-Baranowski y en Rosa Luxemburgo, en M . Kalecki,
Sobre la dinámica de la economía capitalista, selección de Ensayos 1933-1970.

152
Seis clases sobre economía

crecimiento (y premio “N obel”), de visita en Siena, valoró mi crítica.


A quienes le pedían la tesis sobre los temas keynesianos, Gareg-
nani mandaba enseguida a leer a Alvin Hansen, G uida allo studio di
K ey ties72, Giannini, 2003 (edición inglesa, 1953). Se tardaban (por lo
menos) dos años en escribir la tesis con Garegnani, ¡casi tanto como
una tesis de doctorado! Hoy en día para hacer una tesis magistral
se necesitan como mucho cuatro meses, porque hay que correr y
abrirse camino a los codazos, dado que di domati non c'è certezza73.
No es culpa de los jóvenes. La cultura y la profundización son un
lujo en un mundo con tanta desocupación. U n viejo pero valioso
manual de macroeconomía keynesiana, que trae una comparación
con la visión macro marginalista, es el de G. Ackley, Teoria M acroeco-
tiomica74, Einaudi, 1971 (hay una edición en inglés relativamente más
reciente M acroeconomics: tlieory and policy, Macmillan, 1978). A Ackley
le debemos también varios estudios keynesianos sobre la economía
italiana en la que utiliza, sin embargo, el supermultiplicador. Proba­
blemente no se hayan reunido, pero Garegnani y Ackley estuvieron
en contacto con Svimez (Asociación para el Desarrollo de la Indus­
tria en el sur de Italia) en Rom a, ver S. Cesaratto, Garegnani, A ckley y
los años de alta teoría en S v im ez , W P Centro Sraffa C SW P 26 (diciem­
bre de 2017). Otro texto muy útil sobre el tema, que toma en cuenta
el modelo de Friedman y de sus desarrollos, es de uno de los más
rigurosos economistas heterodoxos a nivel internacional, Massimo
Pivetti: E conom ia politica75, Laterza 2010. Pivetti desarrolla la suge­
rencia de SrafFa acerca de la influencia de la tasa de interés buscada
por el banco central sobre la distribución del rédito, tema que recor­
damos en la primera clase. Una útil reseña crítica sobre la teoría de
la ocupación es de Antonella Stirati, E m ploym ent theories fro m A dam
Sm ith to thè p resevi: ati overvieiv, «Rivista di politica economica», 2015
(véase también un reciente paper suyo en el «Cambridge Journal o f
Economics», voi. 4 0 ,2016 que cuestiona de forma crítica la moderna
macroeconomía “ortodoxa”).

72 Guía para el estudio de Keynes.


73 N T : N o hay certezas del mañana, parafraseando una célebre poesía de Giacomo Leopardi.
1 A Teoría Macroeconómica.
75 Economía política.

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Sergio CESARATTO

La complementariedad entre Keynes y Sraffa ha sido inicialmente


identificada por P. Garegnani, Valore e dom anda effettiva76, Einaudi,
1979. Allí pueden admirar la profundidad de los argumentos de
Garegnani; es un texto difícil pero igualmente recomiendo su lectura
a los jóvenes estudiosos heterodoxos. Una síntesis más accesible de las
razones de la complementariedad entre los dos grandes economistas
se encuentra en Ginzburg yVianello, II fascino discreto...77 (ya citado),
y enVianello, L a critica dell 'economia politica ieri e oggi78, «Rinascita», 23
de diciembre de 1983, que pueden descargar. Krugman nos revela el
“pequeño y sucio secreto de la política monetaria”, o sea, cómo es
que «esta actúa normalmente a través del sector inmobiliario, con un
pequeño impacto directo sobre las inversiones productivas» en un
posteo de su blog «The Conscience o f a Liberal», 25 de octubre de
2014. Lo importante es no decirlo en los libros de texto.

76 Valor y demanda efectiva.


77 E l discreto encanto...
78 L a crítica de la economía política ayer y hoy.

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