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UNIVERSIDAD JUÁREZ AUTÓNOMA DE TABASCO

“ESTUDIO EN LA DUDA. ACCIÓN EN LA FE”


DIVISIÓN ACADÉMICA MULTIDISCIPLINARIA DE LOS RÍOS

MATERIA: Estructuras Orgánicas Constitucionales.

CATEDRATICO: Luis Abraham Paz Medina.

ALUMNO: Manuela Sánchez Sánchez

TEMA: conceptos.

Tenosique, Tabasco a 25/01/2021


QUE ES EL ABSOLUTISMO

El absolutismo fue una forma de gobierno y régimen político típicos del


Antiguo Régimen (período histórico previo a la Revolución Francesa de 1789),
cuya ideología dictaba que el poder político del gobernante, es decir, del Rey, no
estuviera sujeto a ninguna limitación como no fueran las propias de la ley divina o
de Dios.

Esto significa que el poder del soberano era formalmente único, indivisible,
inalienable, incontrolable y pleno. En otras palabras, era un poder absoluto, y
de allí el nombre que se le confiere como ideología, es decir, el absolutismo.

El absolutismo proclamaba que el monarca era el Estado, por lo que los


poderes públicos emanaban de su voluntad y estaban subordinados a sus
consideraciones. No había ninguna autoridad mayor que la palabra del Rey, por lo
que las majestades no se encontraban sujetas a ninguna ley posible.

ORIGEN DEL TÉRMINO

En el absolutismo la ley se adhiere a la voluntad del Rey.

El término absolutismo no debe confundirse con otros usos más contemporáneos,


como totalitarismo o dictadura, ya que en estos casos la organización
del Estado se encuentra secuestrada por un partido o una cúpula militar
determinada.

En el absolutismo el Estado como tal no existe, ni separación de poderes, y mucho


menos partidos políticos: la ley se adhiere a la voluntad del Rey, simplemente.

Los orígenes del uso político de la palabra son inciertos, pero podrían provenir de
la expresión latina prínceps legibus solutus est (“el príncipe no está sujeto a la
ley”), acuñada por el jurista romano Ulpiano.
INICIOS DEL ABSOLUTISMO

Las primeras monarquías de carácter absolutista se dieron a finales de la


baja Edad media, a medida que se sentaban las bases para la evolución de lo que
luego sería el Estado moderno. La tendencia a concentrar en el Rey todos los
poderes fue producto del desprestigio del papado y la Iglesia como instituciones
de control moral y social, cuya legitimidad divina fue poco a poco invistiéndose en
el monarca mismo, cuya voluntad representaba la voluntad de Dios en la tierra.

Las monarquías autoritarias de la Europa medieval no devendrían en absolutismos


“maduros” o absolutismo regio, sin embargo, hasta el siglo XVII, con el reinado de
Luis XIV en Francia.

FIN DEL ABSOLUTISMO

Las revoluciones burguesas no pudieron deshacerse del todo de la figura de los


reyes.

La Revolución Francesa que puso fin a la monarquía absolutista en ese país en


1789 y dio pie a las ideas de la Ilustración, por paradójico que parezca, convivió
con el absolutismo en otras naciones europeas en lo que se
denominó Despotismo ilustrado.

Las revoluciones burguesas que barrieron los restos del feudalismo medieval


e impusieron las bases del futuro orden capitalista temprano no pudieron
deshacerse del todo de la figura de los reyes, y en algunos casos, como la Rusia
zarista, perduraron hasta entrado el siglo XX (La revolución rusa fue en 1917).
Sin embargo, la revolución de 1848, llamada La Primavera de los Pueblos, abolió
la Santa Alianza y deshizo el retorno del absolutismo que caracterizó al siglo XIX
(a partir del Congreso de Viena de 1814-1815). Fue un proceso gradual de caída
del absolutismo, sin embargo.

LIMITES DEL PODER ABSOLUTISTA

El rey estaba sometido a las leyes morales de la religión y la Iglesia. 

En el absolutismo no existían límites, en principio, para la voluntad del monarca,


máximo jurista y autoridad en todas las materias, sociales, políticas, económicas y
morales. No obstante, existían límites que no se expresaban de forma explícita,
pero que de algún modo enmarcaban el poder real, y eran:

 La ley de Dios. El Rey estaba sometido, como todo buen cristiano, a las
leyes morales de la religión y de la Iglesia.
 El derecho natural. Ciertas partes del derecho, que atañían a los aspectos
más fundamentales de la cultura y que por lo tanto no eran consideración
del Rey, se preservaban en el absolutismo. Leyes como la herencia, el
mayorazgo, etc. que eran consideradas “naturales”.
 Las leyes fundamentales del Reino. Leyes heredadas de la historia
política del Reino y que formaban una especie de Constitución intangible,
fundamentada en la tradición y que no estaban necesariamente escritas,
como la ley de sucesión de los propios monarcas.

Economía absolutista

En el absolutismo la economía solía ser mercantil y contar con una total


intervención del monarca. Probablemente de la alianza entre la política feudal de
la aristocracia y la burguesía insurgente, dependió que este modelo
de gobierno durara tanto tiempo a pesar de haberse sentado ya las bases del
venidero capitalismo.

Religión durante el absolutismo

La influencia ejercida por los reyes absolutistas sobre el clero fue sutil y discreta.

En teoría, el Rey absolutista era el jefe temporal de la iglesia, cuyos hilos debía
manejar. Sin embargo, el clero era demasiado grande y aún poderoso para
controlarlo directamente, por lo que la influencia ejercida por los reyes absolutistas
sobre el clero fue más bien sutil y discreta. En algunos casos, los más católicos, el
Papa seguía siendo una institución respecto a los asuntos religiosos. En otros, el
Rey podía nombrar, destituir e interferir en los cargos clericales.

Instituciones absolutistas

El régimen absolutista no contemplaba poderes públicos de ningún tipo, excepto


los designios del monarca, cuya palabra era ley. Sin embargo, existían cuerpos de
funcionarios encargados de la hacienda, la burocracia, la diplomacia y del ejército,
los cuales gozaban de los beneficios de su cercanía con la clase dirigente.

Sociedad absolutista

La nobleza estaba compuesta por aristócratas y terratenientes.

La sociedad absolutista estaba fuertemente estratificada, separando a


los ciudadanos en tres estratos:

 La nobleza. Los aristócratas y terratenientes, que hacían de consejeros o


aliados del rey, todos protegidos por la fuerza militar.
 El clero. Constituido por la clase eclesiástica, es decir, sacerdotes y
monjas, que vivían del diezmo y de su cercanía con los poderes políticos.
 El pueblo llano. La masa de trabajadores, campesinos y comerciantes.

CONTRACTAUALISMO

El contractualismo es una corriente moderna de filosofía política y del derecho,


que explica el origen de la sociedad y del Estado como un contrato original entre
humanos, por el cual se acepta una limitación de las libertades a cambio de leyes
que garanticen la perpetuación y ciertas ventajas del cuerpo social. No es una
doctrina política única o uniforme, sino un conjunto de ideas con un nexo común,
si bien extremadamente adaptable a diferentes contextos, lo que explica su
vitalidad y su capacidad para ir evolucionando y redefiniéndose hasta la
actualidad. Como teoría política es posiblemente una de las más influyentes de los
últimos trescientos años, configurando, en mayor o menor grado, la estructura
actual de los distintos Estados y naciones.

No debe confundirse el contractualismo con la democracia, pues no todas las


teorías contractualistas defienden modelos políticos democráticos. Tampoco debe
confundirse contractualismo con nacionalismo, pues, siendo ambos movimientos
políticos nucleares y casi simultáneos de los estados modernos, expresan
concepciones distintas. El contractualismo continúa siendo la caracterización más
utilizada para expresar el origen, la naturaleza y las propiedades del estado en
Occidente e influyó, sobre todo, en la guerra de independencia norteamericana y
en la revolución francesa.

Orígenes
El contractualismo fue causa y consecuencia de un cambio de percepción de la
sociedad (o en todo caso de sus elites) respecto del poder y su naturaleza. Hasta
el siglo XVII predominaba la idea de que el poder se justificaba de manera natural
o apelando a instancias religiosas, de forma que más allá de todo cambio
circunstancial, los seres humanos vivían en sociedades ordenadas y reguladas
conforme a ciertas reglas que excedían su capacidad de decisión. Así, el rey lo era
por gracia de Dios (como se afirmaba desde las concepciones monárquicas) o los
esclavos lo eran por naturaleza (como proclamara Aristóteles). Si bien hubo
intentos precedentes de romper con esa concepción (por ejemplo, por parte de la
escuela sofista en la antigua Grecia, que defendía el convencionalismo y el
relativismo, o por parte de Guillermo de Ockham en el siglo XIV, o las teorías
pactistas medievales) la legitimación más aceptada era que las relaciones de
mando y obediencia nacían de reglas invariables y venían prefijadas por la
tradición, la naturaleza o la voluntad divina, y en cualquier caso no se sometían a
la voluntad de los interesados. Sin embargo, con el advenimiento de la sociedad
moderna, el panorama fue cambiando paulatinamente. Las razones de ese cambio
son diversas y están fuertemente interrelacionadas entre sí. Estas son algunas de
ellas:

Cambios en el orden político, especialmente en Europa. El orden social del


Antiguo Régimen se caracterizaba por la fragmentación del poder en diversas
instancias interpuestas y por relaciones comunitarias de dependencia. Por
ejemplo, la dependencia del vasallo que ofrece lealtad al señor a cambio de
protección, o rentas y trabajos a cambio de tierras, u obediencia a cambio de
protección frente a la competencia en el caso de los gremios profesionales. El
sistema social resultante era de carácter comunitarista y descentralizado, a pesar
de la fuerte tendencia al acaparamiento de poder por parte de los monarcas,
proceso que se consolidará en la monarquía absoluta. Frente a esto, los
excedentes agrícolas y su reinversión en sectores económicos no sujetos a los
tradicionales gremios dieron lugar a la paulatina aparición de una nueva clase
social: la burguesía. Esta se caracterizaba por su independencia política y
económica, lo que determinó que nuevos valores individualistas irrumpieran en el
panorama político. El aumento en número y riqueza de la burguesía exigió, a la
postre, cambios en las estructuras políticas. Un ejemplo de tales cambios fue la
Revolución francesa de 1789.

Cambios en el orden geopolítico. La expansión de la cultura política occidental


más allá del continente europeo tuvo lugar a partir de la llegada de los europeos al
continente americano. Sin embargo, tras los procesos emancipatorios de las
posesiones americanas, a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, se hizo
necesario articular un nuevo modelo político para aquellos estados y naciones,
puesto que el modelo dinástico monárquico europeo se mostraba inservible para
satisfacer las nuevas realidades políticas de los recién independizados territorios.
Se inició así un intenso proceso de reflexión acerca de cuál debía ser ese modelo
político, echándose mano del contractualismo y propiciando la extensión del
constitucionalismo. Los resultados de tales transformaciones viajaron de vuelta
hasta el viejo continente. Un ejemplo de tales cambios fue la independencia
estadounidense de 1776.

La secularización. La lenta pérdida de poder e influencia de la religión cristiana, y


especialmente la erosión del papado como poder político, propició el abandono de
teorías religiosas que explicaban el orden social apelando al orden natural
emanado de la ley divina. Se hizo necesario reformular, por tanto, la naturaleza del
poder y su legitimidad. Si bien la religión cristiana no perdió del todo peso e
importancia, parece cierto que su influencia en la esfera de los asuntos políticos se
vio seriamente comprometida, siendo ocupado su lugar por la burguesía.

Los ideales de la Ilustración. El movimiento racionalista, los nuevos valores de


emancipación y autonomía personal, la revolución científica, el inicio de la
revolución industrial y en general las transformaciones ideológicas que tuvieron
lugar durante el siglo XVIII propiciaron la crisis política del Antiguo Régimen. La
imagen que los europeos y americanos tenían de sí mismos cambió
(especialmente entre las elites), y el modelo de súbdito fue sustituido por el de
ciudadano, dotado de razón y derechos, e inspirado por los ideales del
individualismo, la emancipación política y la autonomía moral. Ya Descartes había
proclamado en el siglo XVII la independencia epistemológica del individuo
(estableciendo el sujeto como criterio último de verdad), tendencia clausurada por
Kant y su ideal de autonomía moral como clave de bóveda del movimiento
ilustrado.

El resultado combinado de todas estas tendencias, junto con otros factores, tuvo
como consecuencia una crisis política producto de una crítica social sin
precedentes, vivida en cada territorio a ritmos distintos en función de su contexto
político o económico, de manera revolucionaria en unos casos, en otros de
manera más pacífica. Lo cierto es que en el periodo comprendido entre fines del
siglo XVIII y principios del siglo XIX se produjo algún cambio en el régimen político
de prácticamente todos los territorios europeos y americanos, lo que convirtió al
contractualismo en el único recambio teórico ante un Antiguo Régimen herido de
muerte.

ESTRUCTURA BÁSICA

La estructura básica del contractualismo fue establecida por el filósofo inglés


Thomas Hobbes. En realidad, el objetivo de este pensador era justificar
ideológicamente la monarquía absoluta, pero al hacerlo propuso el armazón
teórico que provocaría su derrumbe. Impresionado por los desórdenes de la
revolución inglesa de 1651 redactó su principal obra, Leviatán, que es una
explicación sobre el origen del estado. Si bien Leviatán es una obra compleja, su
tesis central es bastante simple y se articula en tres momentos:

Estado de naturaleza. Hobbes intenta imaginar cómo sería la vida de los seres
humanos antes de la aparición de la sociedad. Apelando a una concepción
pesimista del ser humano, que según Hobbes es un ser dominado por sus
pasiones, establece que el estado de naturaleza se caracteriza por la precariedad
y la violencia, pues no existiendo ley ni autoridad nada es justo ni injusto, y todos
tienen derecho a todo. Ya que los seres humanos son aproximadamente iguales
en fuerza y maldad ninguno prevalece sobre otro, generándose lo que él llamaba
“bellum omnium contra omnes” (una guerra civil permanente de todos contra
todos), en la que la vida es breve e insoportable. Hobbes lo resume con la
expresión latina “homo homini lupus” (el hombre es un lobo para el hombre).

Pacto. Siendo los seres humanos inteligentes, además de malvados, en un


determinado momento deciden acogerse a un pacto entre ellos. Ese pacto
consiste en la cesión de todo el poder del individuo a un soberano (o corporación),
que habrá de mantener el orden y la paz. Es importante señalar que el pacto
firmado es irrevocable, es decir, no puede romperse, pues al haberse entregado
todo el poder, se entrega también la capacidad de romperlo. Y puesto que tal
pacto en nada cambia la naturaleza de los firmantes, que siguen siendo egoístas,
el soberano elegido habrá de gobernar, si fuera necesario, mediante el terror y la
violencia para mantener el inseguro orden social.

Estado de sociedad. Una vez firmado el pacto, se instaura la sociedad (para


Hobbes, equivalente al Estado). Se sustituye así el derecho (a todo) por la ley
(entendida como límite), y se instituye un régimen de terror que, en realidad, se
corresponde con el modelo de monarquía absoluta.

Posteriores formulaciones

La lúgubre concepción antropológica de Hobbes y el modelo político legitimado


por esta eran incompatibles con las transformaciones políticas de la Europa del
siglo XVII. No así la estructura de su razonamiento (estado de naturaleza-pacto-
estado de sociedad), que resultó ser enormemente útil en los años siguientes.

John Locke, por ejemplo, en sus “Dos tratados sobre el gobierno civil” mantuvo el
esquema original para adaptarlo a las necesidades del estado liberal:
Estado de naturaleza. Locke no prejuzga la maldad o bondad del ser humano. Se
limita a afirmar que antes de la aparición del Estado (es decir, del pacto y de la
sociedad) los seres humanos gozan de ciertos derechos naturales: vida, libertad y
propiedad, fundamentalmente. Pero lo cierto es que la inexistencia de una
autoridad imposibilita la protección de esos derechos.

Pacto. Para garantizar una vida digna y pacífica, los individuos ceden sus
derechos a un soberano (o grupo de soberanos), pero teniendo en cuenta que tal
cesión no es perpetua ni irrevocable. Locke reconoce así el derecho a la rebelión
si el soberano no cumple con los límites de lo pactado.

Estado de sociedad. De todo esto resulta el modelo moderno de democracia


liberal, en el cual los individuos eligen a sus gobernantes periódicamente, y estos
tienen como misión garantizar el orden social.

Otro pensador, el ginebrino Jean-Jacques Rousseau, tomó prestadas, para su


obra "El contrato social", las categorías políticas Hobbesianas, pero modificando
radicalmente los puntos de partida y de llegada:

Estado de naturaleza. Rousseau afirma que lejos de ser una guerra civil
permanente, el estado de naturaleza se caracteriza por la libertad, la igualdad y la
bondad. Los seres humanos viven en una suerte de inocencia originaria (lo que
fundamenta el mito del buen salvaje) justo hasta que la aparición de la sociedad (y
de la noción de propiedad) promueve el egoísmo y la maldad.

Pacto. El contrato social rousseauninano (que en realidad estaba pensado para


pequeñas comunidades de vecinos, como su Ginebra natal, y no para estados con
millones de habitantes) consiste en la eliminación de los egoísmos individualistas
mediante la sumisión de cada ciudadano a la voluntad general ("volonté génerale")
unánime y asamblearia. El modelo político propuesto por Rousseau sería la
democracia directa, o asamblearia.

Estado de sociedad. Rousseau piensa que la sociedad, si bien garantiza ciertas


necesidades básicas, corrompe a los humanos al lanzarlos en competencia
mutua. Pero se muestra convencido de que una vez abandonado el estado de
inocencia originaria no cabe vuelta atrás, y solamente un acuerdo entre
ciudadanos puede llegar a mitigar las desastrosas consecuencias de una sociedad
corruptora. Nace así la necesidad del contrato social.

Repercusiones del contractualismo clásico

La huella de estos tres contractualistas se puede rastrear hasta la actualidad.


[hobbesianas para elaborar su teoría del Estado, y el modelo liberal de Estado no
intervencionista parece fuertemente influido por Locke. Los ideales comunitaristas,
ecologistas y románticos reciben la impronta de Rousseau, un autor por otro lado
difícil de clasificar. La irrupción del pensamiento contractualista está en la base del
constitucionalismo moderno.

Contractualismo contemporáneo

El contractualismo contemporáneo ya no centra sus investigaciones en el proceso


histórico que supone un hipotético nacimiento de la sociedad. Influidos por el
formalismo kantiano y por la filosofía del lenguaje, el interés de estos pensadores
es analizar la lógica interna de los procesos de toma de decisiones y los procesos
de resolución de conflictos. No se centran tanto en el contenido del contrato, sino
en la forma en que ese contrato se elabora.

John Rawls, por ejemplo, se centra en la posición ideal de los contratantes (un
velo de ignorancia), posición desde la cual no pueden saber qué lugar van a
ocupar con posterioridad al contrato mismo, y que facilita tomas de decisiones
justas.

Jürgen Habermas, por otro lado, se centra en lo que él llama “condiciones ideales
de diálogo”, o postulados imprescindibles para la comunicación social, y, por tanto,
política. Estos postulados se refieren a las condiciones mínimas necesarias para
llegar a un acuerdo, como, por ejemplo, el postulado de no violencia (según el cual
el proceso de debate deja de ser racional cuando se hace bajo amenaza), el
postulado de igualdad (según el cual los actores del debate deben tener igual
acceso a la información pertinente para el diálogo) y el postulado de seriedad
(según el cual el objetivo del debate ha de ser llegar a un acuerdo).

Se denomina Ilustración, al movimiento de renovación intelectual, cultural,


ideológica y política que surgió en Europa, como resultado del progreso y
difusión de las Nuevas Ideas y de los nuevos conocimientos científicos; los
mismos que iluminaron la mente de los hombres, a la vez que contribuyeron a
modificar su espíritu. La ilustración alcanzó su mayor desarrollo en el siglo XVIII,
llamado, por ello «Siglo de las Luces».
En toda Europa se hablaba de que se estaba viviendo en la «Época de las
Luces», en que los hombres iluminados por la luz de la razón debían establecer
una nueva organización que habría de reemplazar al caduco Antiguo Régimen.
Bajo el dominio de la razón el hombre se plantea nuevas interrogaciones:
desprecia el pasado, reniega de las viejas creencias, enfrenta las doctrinas
inamovibles de la iglesia y se vuelve hacia nuevas formas de pensamiento con la
intención de iluminar sus conocimientos. Por ello el siglo XVIII se conoce como
«Siglo de las Luces».

Características de la Ilustración

Las principales características de la Ilustración, son las siguientes:

1. El excesivo predominio de la razón, del «libre examen», del libre


pensamiento, como guías exclusivas del hombre, no sólo en la búsqueda
del saber y el incremento de los conocimientos, sino también, en el estudio
de su época y su cultura.

2. La crítica agua, así como el duro ataque al orden de cosas imperante, que
se manifestaron mediante una «marcada tendencia a apartarse»:

3. De lo abstracto, es decir, de lo incomprensible, en las ciencias

4. De lo revelado, esto es, de las verdades de la iglesia católica, en religión,


propendiendo a la tolerancia.
5. De la tradición, es decir, del Absolutismo en política.

6. Por una marcada inquietud por aprender y por enseñar; por ensanchar los
conocimientos; por hacer progresar las ciencias; por lograr el desarrollo de
la cultura.

7.

Representantes de la Ilustración

La ilustración fue, pues, obra de vigorosos pensadores, de intelectuales de


renombre, de eminentes hombres de ciencia que difundieron. Preferentemente, las
nuevas ideas, así como otros conocimientos que revolucionaron el siglo XVIII.

Las Nuevas Ideas

John Locke

Las Nuevas ideas, imbuidas de un espíritu eminentemente liberal, nacieron por


obra de aquellos famosos pensadores llamados también «filósofos», quienes
difundieron sus nuevas concepciones, políticas, sociales, económicas, etc., que
orientaron el pensamiento europeo de aquella época, contra el injusto sistema de
gobierno imperante. Es decir, que tales teorías, que tales ideas, se erigieron en
una vigorosa corriente de opinión pública totalmente contraria al Régimen
absolutista de Francia, así como de otras naciones de Europa y del Mundo.
Este caudal maravilloso de opiniones y pensamientos se vio grandemente
enriquecido gracias, precisamente, a la magnífica contribución de aquellos
eminentes innovadores de la ciencia económica, denominados «Economistas»,
quienes pertenecen igualmente a esta luminosa corriente intelectual de la Nuevas
Ideas de la ilustración.
Las Nuevas ideas, nacidas mayormente en el seno de las Burguesía, bien pronto
se divulgaron por casi todas las clases cultas de las sociedad, como, asimismo, en
el pueblo y en ciertos sectores del Clero. Igualmente lo hicieron en algunas
monarquías, en las que, soberanos liberales, dieron origen al Despotismo
Ilustrado. El medio más eficaz de difusión de las Nuevas Ideas, es decir, del
pensamiento Ilustrado, fue la Enciclopedia, monumental diccionario de los
conocimientos humanos hasta entonces logrados.
Estas nuevas ideas perseguían fundamentalmente:

1. En el Orden Político: La abolición del Régimen Absolutista y el


establecimiento de la soberanía popular; asimismo, el reconocimiento de la
libertad individual.

2. En el Orden Social: El establecimiento de la justicia para todas las clases


de la sociedad; así como el reconocimiento de la igualdad entre todos los
hombres.

3. En el orden Económico: La libertad de comercio e industria y, asimismo,


el pago de impuestos por todos los ciudadanos, sin distinciones ni
privilegios.

ENCICLOPEDISMO

Se le llama enciclopedismo a la serie de doctrinas que fueron propuestas


en L’Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers,
editada entre 151 y 1772, en Francia. En esta se hacía un llamado a la población,
a poner sobre la tradición, la religión y la autoridad a la razón, sobre todo aquellas
que está fundamentada con pruebas científicas. De igual forma, se asientan los
primeros pensamientos concernientes a la igualdad, la libertad y la
fraternidad, que se diseminaron alrededor de la propia Francia e Inglaterra; esto
terminaría por generar una serie de revoluciones, siendo una de las más
resaltantes la francesa.

El enciclopedismo, como movimiento filosófico y pedagógico, estuvo


ampliamente influenciado por la ilustración, un movimiento social y cultural
desarrollado también en Francia, durante la época cercana a la Revolución
Francesa. Los principales pensadores del enciclopedismo, Denis Diderot y Jean
d’Alembert, quienes consideraron la ilustración como a herramienta perfecta para
la destrucción de todas las supersticiones hasta el momento existentes; es así
como incluyen la intolerancia religiosa en su propio movimiento, en donde elogian
las acciones de los protestantes. Por esto, se ha considerado a la enciclopedia
como una de las más importantes manifestaciones de la ilustración.

Como tal, en esta se presentan una serie de propósitos, como lo son:


la divulgación de los ideales republicanos y democráticos, además
del saber acumulado para la época; plantear la problemática concerniente
al sistema feudal y el absolutismo; entregarle al hombre de nuevo su natural
libertad, mediante la enseñanza del razonamiento. Esto, desde su perspectiva,
sería el empoderamiento de los humanos y eliminaría todo rastro de tiranía
existente.

Suele decirse que no hay democracia sin división de poderes. Las democracias
constitucionales han dividido el ejercicio del poder en una función ejecutiva,
legislativa y judicial. Esta noción de separación de poderes fue explicada a detalle
por Montesquieu en su obra clásica El espíritu de las leyes.
Para este filósofo, la base de la separación de poderes se encontraba en el temor
de concentrar el poder en una sola persona o cuerpo colegiado. Con sobrada
razón, Montesquieu temía que si un monarca también legislaba podría emitir leyes
tiránicas; si un cuerpo legislativo también juzgaba dispondría arbitrariamente de la
vida de los ciudadanos y que un juez con la facultad de elaborar leyes podría
devenir en un opresor. A lo largo de los siglos, esta filosofía política se ha puesto
en práctica en diversos Estados democráticos y México no es la excepción.

Pero no basta la sola división de poderes para erigir un Estado constitucional de


Derecho. También es fundamental la sumisión del gobierno, los jueces y los
legisladores al principio de constitucionalidad, es decir, a las disposiciones
contenidas en la Constitución. Algunos autores han planteado dos modelos de
interpretación que sirven para entender el Estado constitucional de Derecho.

En el modelo constitucionalista, una Constitución contiene en sí misma un


programa político definido, a partir del cual se guía la acción de gobierno. Dicho de
otra manera, la Constitución orienta y predetermina la función ejecutiva y los
legisladores simplemente dan cuerpo a este proyecto político a través de las leyes.
A su vez, los jueces poseen un papel decisivo en tanto revisan la
constitucionalidad de las leyes. Así, en este modelo, los jueces tienen
preeminencia porque se consideran guardianes de la Constitución y, en ese papel,
incluso pueden desaparecer una ley al declararla inconstitucional.

En el modelo democrático las Constituciones no poseen un programa político en sí


mismas, sino que solo establecen las reglas del juego político dentro de las cuales
gobiernos y legisladores actúan. En este modelo, los jueces están limitados al
principio de legalidad y solo pueden pronunciarse cuando consideren que la ley
rebasa los límites establecidos por la Constitución. La preeminencia en este
modelo es del legislador, en tanto elabora la ley y sujeta a los jueces a ésta.

Como fenómeno histórico en evolución permanente, el Estado de Derecho


contemporáneo no se erige únicamente a partir de la existencia de una
Constitución formal. Además de este requisito, hacen falta dos elementos sin los
cuales un Estado de Derecho no puede ser constitucional. En primer lugar, que
conforme a los fines del constitucionalismo exista una limitación del poder y una
protección de los Derechos Humanos.

En segundo lugar, se requiere que el paradigma constitucionalista sea vigente en


el más amplio sentido de la palabra. Lo anterior quiere decir que el
constitucionalismo deber ser un referente para la acción política y jurídica o, en
otras palabras, que el ejercicio del poder público y el sistema de normas que
posee una sociedad respeten en la práctica los principios constitucionales.

El reto de nuestro país es avanzar hacia un constitucionalismo sustantivo y no solo


formal. No se trata únicamente de erigir un Estado constitucional en la letra o en el
espíritu, sino también en la práctica. La tarea es de todos: autoridades y
ciudadanos. Solo de esta manera podremos consolidar el Estado constitucional de
Derecho al que la sociedad mexicana aspira.

PRINCIPALES CARACTERISTICAS DEL ESTADO CONSTITUCIONAL

El Estado constitucional posee varias características en que sobresalen las


siguientes: primero, el Estado está en función de la garantía de los derechos
fundamentales por parte de las instituciones públicas hacia sus ciudadanos y
personas, los deberes pasan a ser exclusivos de los fines del Estado y sus
instituciones; en un segundo aspecto hay un fuerte control de las instituciones
públicas para evitar que se afecten o vulneren los derechos.

Este control es realizado por los jueces constitucionales, los jueces de otras altas
cortes y en ciertos casos jueces locales que también asumen dichos
procedimientos. Es así como las diversas formas organizativas del Estado, son
limitadas por los derechos fundamentales por medio de los jueces en un primer
momento, los ciudadanos por medio de sus diversas organizaciones, y
movimientos sociales en caso de que no se cumplan las defensas de los derechos
por parte de las determinaciones judiciales propuestas en un segundo momento.
En estas circunstancias los jueces con formación en lo constitucional se convierten
al mismo tiempo en controladores de las instituciones y creadores del derecho
soportándose en el texto constitucional.

El documento constitucional en el cual se plasman de forma abstracta y concreta


los derechos fundamentales es el soporte esencial del Estado constitucional, y sus
aliados indispensables son los ciudadanos y los jueces constitucionales, que por
medio de sus jurisprudencias regulan los conflictos que se pueden suscitar entre
las personas y las instituciones públicas encargadas de promover los derechos
que se encuentran en la Constitución. Es así como los jueces se convierten en el
canal de comunicación entre la realidad social y el Estado, a través de la garantía
de los derechos que le corresponde proteger, el juez se puede erigir como un
mediador o conciliador de conflictos entre los intereses de las personas por
reclamar sus derechos y el de los gobiernos.

Los derechos fundamentales que benefician a las personas se concretizan por


medio de las garantías: “Las garantías no son otra cosa que las técnicas previstas
por el ordenamiento para reducir la distancia estructural entre normatividad y
efectividad, y, por tanto, para posibilitar la máxima eficacia de los derechos
fundamentales en coherencia con su estipulación constitucional. Por eso reflejan
la diversa estructura de los derechos fundamentales para cuya tutela o
satisfacción han sido previstas: las garantías liberales, al estar dirigidas a asegurar
la tutela de los derechos de libertad […] las garantías sociales, orientadas como
están a asegurar la tutela de los derechos sociales, consisten, en cambio, en
técnicas de coerción y/o sanción contra la omisión de las medidas obligatorias que
las satisfacen. En todos los casos el garantismo de un sistema jurídico es una
cuestión de grado, que depende de la precisión de los vínculos positivos o
negativos impuestos a los poderes públicos por las normas constitucionales y por
el sistema de garantías que aseguran una tasa más o menos elevada de eficacia a
tales vínculos”. Ferrajoli, Luigi. Derechos y garantías. La ley del más débil. Madrid:
Trotta, 2006. p. 25.

En tiempos de globalización los derechos fundamentales que se plasman en las


constituciones nacionales poseen un alcance internacional en correspondencia
con su surgimiento: “El constitucionalismo democrático, en efecto, no sólo es una
conquista y una herencia del pasado, tal vez la herencia más importante de
nuestro siglo. Es también y sobre todo, un programa para el futuro. En un doble
sentido. En primer lugar, en el sentido que los derechos fundamentales
sancionados en las cartas constitucionales tanto estatales como internacionales
deben ser garantizados y específicamente satisfechos. El garantismo, en este
aspecto, es la otra cara del constitucionalismo, y consiste en el conjunto de
técnicas idóneas para asegurar el máximo grado de efectividad a los derechos
constitucionalmente reconocidos. Y en el sentido, en segundo lugar, de que el
paradigma de la democracia constitucional es todavía un paradigma embrionario,
que puede y debe ser extendido en una triple dirección: 1) ante todo, en garantía
de todos los derechos, no sólo de los derechos de libertad sino también de los
derechos sociales; 2) en segundo lugar, frente a todos los poderes, no sólo los
poderes públicos sino también los privados tanto nacionales como
transnacionales; 3) en tercer lugar, a todos los niveles, no sólo del derecho estatal,
sino también del internacional”. Ferrajoli, Luigi. Los fundamentos de los derechos
fundamentales. Madrid: Trotta., p. 374.

Entre las dificultades que encuentra el Estado constitucional para su concreción se


destacan las siguientes: primero, los derechos fundamentales se limitaron a
discursos abstractos, su implementación a favor de la calidad de vida de los
ciudadanos, y la protección ante las arbitrariedades de las instituciones públicas y
sus respectivos funcionarios quedó en el vacío, manteniéndose la marginalidad y
la subsistencia de amplios sectores poblacionales, circunstancias que son
opuestas a lo sucedido en el contexto europeo, donde los derechos fundamentales
se han venido cumpliendo de forma aceptable y sobre las instituciones públicas,
en su papel de garantes de los derechos, se ejerce un estricto control por parte de
los ciudadanos o de las entidades encargadas de dichos procedimientos,
acontecimientos que permiten se proyecte el objetivo del Estado constitucional de
proteger los derechos, mientras en el contexto latinoamericano su inicio se
encuentra referido a la concreción de los derechos fundamentales, situación que
expone un obstáculo complejo para que el Estado constitucional se lleve a cabo.

CONCEPTO DE COSNTITUCION

Concepto de Constitución

Las Constituciones modernas tienen, entre otras funciones, las de prever y regular
el funcionamiento de los controles del poder político.

Cumple la Constitución con varios fines: es elemento de cohesión y unidad de un


Estado, y norma su organización y funcionamiento, así como los derechos de los
individuos que les otorga.

Carl Schmitt sostiene que la Constitución de un Estado contiene dos elementos: la


protección a la libertad individual frente

al Estado, y un elemento político del que procede la forma de gobierno. Afirma


que, a su vez, la libertad se deduce de dos principios: el de distribución, en virtud
del cual el poder del Estado se divide y encierra en un sistema de competencias
circunscritas (conocido como división de poderes), y el principio de organización,
que pone en práctica el de distribución (son frenos y controles recíprocos).

Para este autor, el Estado de derecho está configurado por los derechos
fundamentales y la división de poderes. Es decir, por la limitación jurídica del
Estado a través de la determinación de competencias.

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