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criticar lo que cuentan los mitos sobre el alimento de la inmor

talidad no tienen ningún sentido, en la forma estrictamente ló

gica de dilema en que las expresa, cuando se adopta la perspec

tiva de unos relatos que no plantean este tipo de cuestiones

ni formulan sus problemas en estos términos. Aristóteles lee

el mito como si se tratase de un texto filosófico. Una de dos,

argumenta: o los dioses toman estos alimentos por placer, y

entonces no constituyen las causas de su esencia inmortal, o son

verdaderamente las causas de su ser y entonces ¿cómo podrían

los dioses ser eternos si tienen necesidad de alimento? Pero

al historiador de las religiones lo que le interesa es ese carácter

desplazado, por no decir aberrante, que con respecto al mito

presentan las observaciones de Aristóteles. Entre mythosy logos

la separación es ahora tal que la comunicación ya no existe;

el diálogo es imposible, la ruptura está consumada. Incluso

cuando parecen contemplar el mismo objeto, apuntar en la mis

ma dirección, los dos géneros de discurso permanecen mutua

mente impermeables. Escoger un tipo de lenguaje es desde

ahora despedirse del otro.

C. Formas y niveles del mito

La oposición entre el mythos y el logos, en el doble plano de

las formas de expresión y de los modos de pensamiento, re

cubre otras que se dibujan en el seno mismo de las tradiciones

religiosas, en la esfera del mito. Como advertía Heródoto, fue

ron Homero y Hesíodo quienes fijaron para los griegos una

especie de repertorio canónico de las narraciones que ponían


en escena a las Potencias del más allá y relataban a través

de toda suerte de desventuras su nacimiento, genealogía, rela

ciones familiares, privilegios, funciones y dominios respectivos,

sus rivalidades y afinidades y sus intervenciones en el mundo

humano. En los dos poetas estos relatos están integrados en

obras literarias que, por su forma métrica y por el género al

que pertenecen (epopeya heroica, teogonia y textos sapiencia

les), prolongan una tradición de poesía oral enraizada en el

pasado. También en este caso el desarrollo de la escritura

modifica tanto la composición como la transmisión de los re

latos En la obra escrita, incluso si continúa siendo cantada o

recitada en determinadas ocasiones, se acusan los rasgos espe

cíficamente literarios del texto al mismo tiempo que se diversi

fican los géneros de expresión, cada uno de los cuales tiene,

junto con su público particular, sus reglas formales y sus

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