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Hotel Bahía

Te expliqué qué era un minero


hundiéndose por galerías no conocidas -¿tan solo?-
pico y lamparita sobre la frente. Estrechos
pasadizos hacia abajo o grutas, te expliqué
que era yo ese minero
con la cara áspera y los guantes percudidos, tan adentro
sin extrañar la superficie y su cielo. Bajo tierra

-¿será crecer abandonar la veta?- más abajo más


sola
podría haber dicho, esos mineros que de niños se
hundían en la turba
arrastraban
los cuerpitos por grutas, por entrañas
detrás del calor que arriba
sería consumido
consumada así la búsqueda. Se intuye allí una mena
no hay color arriba: reinan debajo los trozos del carbón
esta veta -pico y lamparita- la respiración pastosa
el cuerpo recordando, consumiéndose
en este adentro. Un minero

su propio piquete de huelga y los feriados del festejo:


bajo tierra, este ansia y su búsqueda
por galerías inciertas.

¿A qué se vuelve cuando se vuelve? ¿Olor


de los duraznos o la mesa
con amigos esperando tu salida
a las ocho del trabajo ¿A qué? Cuando vientos
soplan atardeceres tibios y ésta
resulta una calle reconocida: cruce
para autos donde el taxi
aminora en el saber de la pick up
cruzando sobre el amarillo
ya rojo. A qué

mientras hacia Entre Ríos


bajás Estados Unidos perpendicular al retorno
a casa de la marcha: cada cara
una idea de país
enmarcada en la ventana
del micro escolar. Idea de días
marcados en la rítmica
del hoy posible. Espacio para parrillas
comunión y renuncias para señalar la vuelta
su auténtica
revuelta: mi cuerpo

cada cara reclama, derecho


¿a qué? Banderín
bombo y paso
de la gente que regresa
de un sí a algo, claramente
no a esta
desposesión de sí: mi cuerpo mi derecho
ciertas
jornadas felices y regresos
en la lasitud del trabajo
ya hecho. Yo y mi perro

nietos
del anarquista que tuvo
su hijo peronista -ante el tribunal militar
mi padre dijo "no" y perdió
apenas sostenido por su idea
de país de días
signados por una
gracia cierta y sus muchas

formas de tristeza-. Vuelve


esta gente que vuelve frente a vos

una flacucha ilustrada y vacaciones


para esa chica que también
cree en determinadas
formas de política o lo mismo
para vos sería
opciones del amor. Mirás y te miran sobre igual
extrañeza igual
clara pertenencia: mi cuerpo

éste
mi único derecho. "Se vuelve"
escribiste al amigo y mentiste varias
razones más allá de duraznos, olores
de puestos en invierno contra el cielo

recortado en paraísos, en micros


que traen a la plaza gente y dicen: hay cierta
idea de país, de días
a los que volver. A quiénes
entregar éste

mi cuerpo que me pertenece. ¿A dónde


vuelve quien vuelve? Sobre las miradas del hambre
del afuera
más allá de un afuera
siquiera pensable. ¿A qué? Que no sea una quimera
donde incluso ésta
nieta anarquista vea
en cada cara un sí, el no al afuera
a la clara
no posesión de mí. Mis días

toda una materia, mínima


historia a contarte cuando veo mi cuerpo
el corto
tiempo al propio sueño: una
idea de qué. Nada
sabe de olor a duraznos, regresos y el
por qué
se vuelve cuando una vuelve a esto

tan nada -la mano


de la señora con bolsa, el gesto
en la cajera del día cuando espera
frente a la máquina
la cuenta aparezca. A dónde

que no sea el propio cuerpo de una, relato


en palabras conocidas como
vos
que tomaste nesquik, respondiste un sábado
al chico y su auto: "yo
vuelvo a casa, tengo
un cactus que regar". Entre ríos
la marcha anda y en el medio

esa mujer con perro, su idea de días,


políticas
del sí a las tardes, sus siestas
de paraísos emergiendo un cielo
abierto a nosotros y a qué. Sólo regresos: vetas
firmes en la madera de una mesa, corrientes
anuncia en julio
ese verano sorpresa. Se vuelve
igual a ellos que regresan: miradas bajas, ideas
más cerca del sueño la comarca ésta
llamada país. Retorno
aunque mentiste al amigo
razones ciertas. Se vuelve

entre corrientes con furia y a la vez


en éste
no saber adonde ir. O sí. El río
de la marcha hacia adelante, columna
sea redoble y festejo
para desposeídos de qué
más allá de sí. Más allá de la historia

su propio realto el tuyo


a las puertas del eki la noche o
contra el altísimo
portero eléctrico esa
ancianita de negro: un plato
de pasta en la mano y servilleta
haciendo de techo. "La nona"
dice y se estira en medio de la marcha, su propia
vida cruzada: Entre Ríos

avanzamos hacia algo


-apenas sueño de días para mí
y para vos también
nuestro cuerpo-. No mentirías

a tu amigo al decir: "para abrir se vuelve


la historia hacia una y hacia uno que es más
que este cuerpo y el tuyo, la marcha toda

pidiendo un tiempo
al propio sueño y olor
de duraznos en pleno invierno y no

me fui para volver aunque fuera


volver la auténtica partida."

III GUERRA MUNDIAL

Pues Ender la amaba, como sólo se puede


amar a alguien que es un eco de uno mismo,
en el momento de la pena más profunda.
La voz de los muertos, Orson Scott Card

Mapas, rutas, accesos cortados: crecemos navegando así


nuestra fe en la catástrofe. Cada vacación
un simulacro: Caracoles, Los Toldos
Camarones. Esta cartografía final
desplegada a la mesa familiar donde hombro

contra hombro rastreamos huidas posibles. Duran las siestas


el tiempo sin fin que lleva a la tierra
alcanzar un final. “Súbitamente
todo explotará” –así predica él y afuera

la explosión es otra historia


sin hito
en nuestros mapas abiertos. Para los dos
al sur la travesía, una búsqueda de otra vida
después de estos días. Hombro contra hombro, para vos

la tercera guerra se traslada por esa


huida ralentada: entre un pueblo sin nombre y otro
donde él y vos hallarán cobijo.

Andi Nachon, de Hotel Quequén. Poesía

[sigamos enamoradas 2006]

Skaters

Todo lo que vive, vive para siempre y siempre


acontece tanto. Casi vos dirías demasiado, igual

alguien toma unas breves vacaciones


de sus días cierta tarde, una década
lo mismo da la India o algún taxi
directo a Paternal. Llegada y diferencia: cinco esquinas

mal encuandradas cuando una avenida deviene


avenida contraria. El cielo

el mismo aquí aunque otra forma del invierno, en verdad


su aviso hecho carne y hueso
para vos. Todo

todo esto que vive vive siempre: caen cáscaras, trucks de


la tabla
engrasados por apuro o minucia
de novia despechada. Con la práctica

el intento de aquí a un paso


solamente eternidad. Novedad generosa y buen agüero
para este huesped inoportuno del invierno, así dirás: todo

dura y dura demás, incluso el salto tantas veces intentado


sucede ahora solo y se parece tanto
a un salto más. Arriba los árboles
más árboles descarnados, estrellas y vértigo
un edificio demasiado alto. ¿Quién no reclamaría su
propio

corazón skater y afinado? O mejor tarde visitante en


Paternal

que los fresnos se muestren todavía verdes y escoltando


calles donde podés quedarte, afianzar el sustento diario

una casa adonde dirás: listo

este corazón bien sabe qué late, qué


no pulsará ya.

Armas y rosas: golpeando las puertas del cielo.

Un poco de paciencia y bienvenida


la jungla ésta
más o menos abierta ante vos. Dirás así

la tarde entera la luminosa


espera de cambio
en integridad suficiente

un como sí de los días: enfrente espléndido el oeste

su explosión

duración completa y no pedida. Esta selva un juego


sin inscripción ni fecha
de caducidad evidente. Subidas

bajadas vertiginosas y tardes donde dirás


hasta yo estoy agradecida. ¿Más? Estampida brillante

recién cruzando la avenida cruzó tus días. Sin seguridad


ni control
mi chica dulce

estalla el oeste todo


de nuevo frente a vos.

Sin dudas: sólo una chica.

Alerta y a contrapelo, si decide en cada otro


ver un otro enemigo de ella
ella puede decir: por dentro

me estoy pudriendo. Así elige fenómenos naturales


coronación y sudestada
para la mañana que insiste cada mañana

con su llegada. Alerta y a destajo

este contrato: corazón desganado


ante la sábana amplísima del verano. Cada otro es otro
cada vez más lejano. Cartonea minucias
migajas
restitos de eso que siente y no quiere

invocar maldad. Miedo dirá y elige


en tosudez y en esto
otro desastre natural.

La luna: nuestros recuerdos más raros.

Y esa va a ser
nuestra propia temporada en Marimbaud. Dos sillas
galería y sus tardes, una a una fundiéndose en ésta
única tarde final. No es preciso
hablar de quinina, jeringas ni láudano posible. Ese

nuestro tiempo de colonias: exploradores


estancados al calor del atardecer cuando vos

de pronto te parás. Otro felino más del lugar


con diez
kilos bajo tu peso, quizá más. -¿Los caramelos?
volvés a preguntar. Adentro cama en sombras, mesa
con la bolsa de mogul sobre los dos
barbijos que rechazamos usar: un imperio

sostenido por enfermedades crónicas. Sé bien

mi vestido es verde y más allá


el jardín se extiende para gatos dormitando
inconscientes en su capacidad de recordarnos:
toxoplasmosis antes sólo

una palabra más


de nuestro amplísimo vocabulario. Y sí, ese verano
nuestra propia colonia avanza, desgastada en el vaivén
cuando no hay vasos

gin, rodajas de lima ni planes


para excursiones venideras aunque la luz
siempre distanciada se abra, casi con ese filtrarse
a través de los cubitos de un trago. Hay imprecisiones
la tormenta niega principio y también final
y así vamos nosotros en un largo
no llegar: mil gatos

el jardín
sus límites nebulosos hacia donde oteamos
como quien espera algo. Poco viene ya y nada

nunca llegará

salvo –destemplados– el anochecer y tu amado


al que consuelo a la distancia mientras adentro
sobre la queja del tubo de oxígeno vos
soñás súbitos prodigios artificiales.

Los chicos bestiales: cuerpo en movimiento.

¿Y si pudiera ver? Digo: si con ojos abiertos


confiara en eso, ahí visible, obvio ante mí. Si así posible
confianza fuera sobre alguna

permanencia: llueve, afuera las hojas


van a estar mojadas, calles
resplandecientes de gente
en prisa en huída
bajo un aguacero capaz
de hacernos recordar: estás aquí mientras la tormenta
sencillamente avanza. Esos pactos, con igual arrojo y
sincronía

el agua cae feroz eriza


copas del fresno el rojo
retenido del reflejo en stop. Cierto

tipo de valor. Pero al fin sólo


cuestiones visibles resultan fiables
al menos para mí. Poco ayuda al alma el don
como una alarma
lista para sonar anunciando
próximo temblor: fatalidad nimia

a tono con la llovizna. Ayuda poco es cierto


decir me gusta demasiado todo esto
así que insisto y sé que aquí

puede estarse sin constancia alguna y casi


sin ninguna redención. Si puedo ver, aceptar lo visto

en eso apenas entredicho: ojos cerrados y asciende


de esta lluvia
su celebración. Ojos cerrados si confiás: llueve mi amor
va a llover.

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