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I.

Evolución del concepto de pueblo


judío en la historia y en el relato
bíblico

El concepto de pueblo judío hace referencia a una comunidad ¶¶ El concepto de pueblo judío
cultural y religiosa cuyas raíces más profundas se encuentran ¶¶ Pruebas históricas y arqueológicas
(ss. XVIII a. e. c.-I e. c.)
en los pueblos nómadas durante de la Edad Antigua en Oriente
¶¶ El origen del pueblo judío en la
Medio, y que ha ido cambiando y adaptándose a través del tiempo tradición bíblica
hasta convertirse en una comunidad con la que se identifica ¶¶ Referencia bibliográfica
actualmente el 0.2% de la población mundial. En el Módulo 1 ¶¶ Material complementario
repasamos el origen tradicional del pueblo judío, las evidencias ¶¶ Notas
arqueológicas que corroboran su nacimiento alrededor del siglo
XVII a. e. c. y la importancia histórica que la segunda destrucción
del Templo de Jerusalén en el año 70 e. c. tuvo para configuración
del pueblo judío tal como lo conocemos hoy.

1. EL CONCEPTO DE PUEBLO JUDÍO

El concepto de pueblo judío hace referencia a una comunidad cultural y reli-


giosa cuyos orígenes se remontan a mediados del segundo milenio antes de
la era común en la antigua Mesopotamia. Si bien los pertenecientes al pueblo
judío pueden presentar características comunes tales como las creencias
religiosas, tradiciones y lenguas comunes —como el hebreo, el ladino o el
yidis— el pueblo judío no se corresponde con un grupo étnico homogéneo.
En la tradición europea, el termino ‘judío’ proviene del latín Iudaeus,
que a su vez es la latinización de un préstamo del arameo (Y'hūdāi) realizado
por autores griegos. Tanto en arameo como en hebreo (‫הּודי‬ ִ ְ‫י‬, pronunciado
Yehudi), el término hace referencia a las gentes del reino de Judá o a los
miembros de la tribu de Judá. Así pues, el origen tradicional e histórico del
pueblo judío se encuentra en los patriarcas bíblicos: Abraham, Isaac, Jacob.
Con el paso del tiempo, la presencia de individuos y comunidades que
trazan sus orígenes hasta los patriarcas bíblicos se extendería por Asia, Áfri-
ca, Europa, ambas Américas y Australia. En el año 2018, las personas que se
identifican con el pueblo judío constituían aproximadamente el 0,2% de la
población mundial según el demógrafo Sergio Della Pergola1.
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2. PRUEBAS HISTÓRICAS Y ARQUEOLÓGICAS Tablilla de barro de periodo Ur III (ca.


(ss. XVIII a. e. c.- I e. c.) 2100-2000 a. e. c.) | Harvard Museum of
the Ancient Near East, Harvard University

Según el relato bíblico, Abraham formaba parte de una tribu semita de pas-
tores proveniente de la región de Ur, en Mesopotamia, que entre el año 1700
y 1500 a. e. c., se trasladó a Siria, en concreto a la región de Canaán. Según
el Génesis, Abraham viajó a Canaán con su familia por orden de Yaveh a
través de una revelación, designando esta como la «Tierra Prometida» para
ser propiedad de Abraham y de sus descendientes.
A pesar de su llegada a Canaán, estas tribus no dejaron de ser nóma-
das, mantuvieron costumbres y tradiciones similares a las de otros grupos
nómadas de la región y adoptaron una concepción laxa sobre la propiedad
de la tierra, tal como indica el relato bíblico, específicamente en el texto de
la Torá o Pentateuco.
Las evidencias arqueológicas, así como la documentación contempo-
ránea ofrecen más detalles sobre la forma de vida de las tribus nómadas en
Mesopotamia. Por ejemplo, en la antigua ciudad de Mari se encontraron unas
20.000 tablillas de barro con escritura datadas en torno al año 1750 a. e. c.
Según se cuenta en esas tablillas, estas tribus de pastores no tenían tierra
en propiedad, teniendo por costumbre adquirir pequeñas parcelas de tierra
para enterrar a sus difuntos. Así mismo, en estas tablas aparecen nombres
que podrían llegar a relacionarse con la tradición bíblica, como Ismael, Lea,
Benjamín, Jacob, etc. lo que aporta verosimilitud a los aspectos no estric-
tamente místicos o religiosos en las fuentes bíblicas. Las tablillas de Mari
atestiguan los movimientos de esas tribus mesopotámicas encabezadas por
sus patriarcas. Tablillas del siglo XIV a. e. c. provenientes de la ciudad de
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Nuzi se hacen eco de prácticas narradas en el Génesis, como por ejemplo la


compraventa del estatus de primogenitura o el uso de esclavas por parte de
las familias para engendrar descendencia que perpetuase la tribu en caso
de que las esposas legítimas no pudiesen dar a luz.
Es necesario en este punto recordar que las fuentes bíblicas más anti-
guas provienen de la tradición oral de alrededor de siete siglos, dado que
no fueron puestas por escrito hasta al menos el siglo X a. e. c. Por tanto,
es probable que hechos y prácticas referentes a la vida de Abraham y sus
descendientes fueran transmitidas de forma incompleta o reinterpretadas
a la luz de perspectivas y concepciones del mundo posteriores.
Otro aspecto seminal que conforma la experiencia compartida del Pueblo
Judío es la huida de Egipto y el viaje de regreso hacia la ‘Tierra Prometida’.
Teniendo en cuenta tanto el carácter nómada del pueblo judío en sus inicios,
como las migraciones constantes hacia el Nilo de pueblos provenientes
de Oriente Medio —como los hicsos— es muy probable que comunidades
hebreas habitasen en Egipto. Sin embargo, las evidencias arqueológicas de
prácticas culturales de pueblos nómadas siglos antes de la invención de la
escritura son muy escasas, y no es posible afirmar con rotundidad la presen-
cia de comunidades hebreas en Egipto. Del mismo modo, tampoco existen
evidencias de una migración a gran escala proveniente de Egipto que pueda
corresponderse a la huida del pueblo judío de Egipto tal como la narra el libro
del Éxodo. Existe una corriente historiográfica que especula que la narración
de la opresión egipcia sobre el pueblo judío podría ser una interpretación
colectiva de la ocupación de las tierras del Levante mediterráneo por parte
de las dinastías egipcias a finales de la Edad del Bronce.
Los primeros vestigios arqueológicos de comunidades que pudieron haber
sido mayoritariamente hebreas en Canaán se remontan al siglo XII a. e. c.
El inicio de la Edad del Hierro en la zona del Levante estuvo marcado por
la desestabilización absoluta de los imperios que actuaban sobre la zona,
causada por la invasión de «los pueblos del mar», y el surgimiento de múl-
tiples ciudades-estado. Las ciudades fenicias que sobrevivieron al colapso
del Imperio hitita florecieron en este periodo como potencias comerciales,
y múltiples pueblos como los filisteos y los arameos compitieron con tribus
del pueblo judío —que se estaban sedentarizando definitivamente— por el
control de la tierra.
La arqueología y el relato bíblico difieren sobre la fecha en la que pudo
establecerse el primer reino unificado de Israel. El debate arqueológico con-
tinúa vivo en la actualidad, pero la mayoría de los expertos señalan que el
relato del primer reino unificado sirvió en fechas posteriores para mitificar
una «edad de oro» que legitimase la existencia del futuro reino de Judá —in-
dependizado del reino de Israel. Se estima que las tribus, lideradas por jueces,
pudieron ser unificadas bajo una monarquía más o menos estable alrededor
del año 890 a. e. c. Se estima también que el Templo de Salomón, llamado
también el Primer Templo, fue edificado alrededor del siglo VI a. e. c. aunque
los vestigios arqueológicos de su posible ubicación continúan en disputa. El
reino de Judá terminó con la invasión del Imperio neo-babilónico liderado
por Nabucodonosor II, quién sitió la ciudad de Jerusalén en la que el Primer
Templo quedó destruido.
El Imperio neo-babilónico sucumbió al Imperio persa en el año 539 a. e. c.
El rey persa Ciro II decretó el fin del estatus de pueblo esclavo para la po-
blación judía que había sido desplazada de forma forzosa a Babilonia. Los
edictos de Ciro II también permitieron el retorno a la zona de Levante a
aquellos judíos que lo desearan. La comunidad que regresó lo hizo bajo la
dirección del príncipe Sesbasar, al que se le permitió repatriar objetos sagra-
dos pertenecientes al Primer Templo y fundar el Segundo Templo —liderado
por sacerdotes que transmitían su función religiosa de forma hereditaria. El
territorio de Levante permaneció como tributario del Imperio Persa hasta
la invasión de Alejandro Magno en 331 a. e. c.
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Las luchas que se produjeron tras la muerte de Alejandro Magno pro- Cilindro de Ciro, British Museum
vocaron que el territorio del antiguo reino unificado de Israel cambiase | Justin Ennis. Flickr
de manos en varias ocasiones. Las fuentes históricas hablan de tensiones
sociales y religiosas derivadas de la helenización de las clases dirigentes
judías a partir de este periodo. La helenización significaba la adopción de
prácticas culturales y estéticas provenientes de Grecia, así como el sincre-
tismo filosófico y religioso entre la tradición griega y la judía.
En el año 164 a. e. c. una revuelta liderada por Judas Macabeo contra el
Imperio seléucida tomó un carácter religioso provocando la confrontación
dentro de la comunidad judía entre familias partidarias de interpretaciones
helenísticas de la religión y familias partidarias de una interpretación más
ortodoxa. El segundo grupo se impuso y consiguió fundar el reino Asmoneo
independiente tras el colapso del Imperio seléucida en 129 a. e. c.
Para mantener su independencia, el reino Asmoneo recurrió a relaciones
tributarias con distintos imperios. En el año 63 a. e. c. Pompeyo invadió la
región durante la tercera guerra mitridática, dado que el reino Asmoneo se
encontraba dividido en una guerra civil entre las facciones de los fariseos
y los saduceos, y esta inestabilidad ponía en riesgo las rutas de suministro
para sus legiones. Pompeyo tomó partido en favor de los fariseos y sus
fuerzas combinadas conquistaron Jerusalén. La república romana acabaría
anexionándose el norte de la región renombrando la provincia romana de
Siria, y estableciendo un cliente en el sur en el reino herodiano de Judea.
El incremento de la intervención romana en los años posteriores ha
producido numerosas luchas directas e indirectas sobre la región a partir de
este periodo. Las tensiones internas en el reino herodiano de Judea provoca-
ron su partición entre los cuatro hijos del rey Herodes en el año 4 a. e. c. La
parte correspondiente a Judea —que correspondía gran parte de las tierras
pertenecientes al antiguo reino de Judá— pasó a ser gobernada por el etnarca
Herodes Arquelao, que fue depuesto y exiliado por el emperador romano
Augusto por su desastrosa gestión en el año 6 e. c. A partir de este momento
Judea pasaría a ser una provincia romana dependiente de Siria
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La población de la provincia de Judea reaccionó de manera dispar a


la ocupación directa por parte del Imperio romano. La provincia estuvo
gobernada directamente por un prefecto entre el año 6 e. c. y el año 41 e. c.
La resistencia de las poblaciones judías en contra la ocupación romana em-
peoró durante el reinado del emperador Calígula (37 e. c.-41 e. c.) en la que
las disputas entre grupos judíos y griegos en varias ciudades de la región
atrajo la atención del emperador, que decretó varias acciones pensadas para
reprimir y alterar las prácticas religiosas vinculadas al templo de Jerusalén.
Únicamente el asesinato del emperador impidió una insurrección en este
momento. El emperador Claudio decidió nombrar a un nieto de Herodes,
Agripa I, rey de los judíos e incrementar la autonomía de Judea.
El reino de Agripa I fue breve, y en el año 44 e. c. Roma restablecería el
control directo sobre Judea a través de un procurador, que pasó a controlar
también las regiones de Galilea, Batanea y Parea que hasta entonces habían
permanecido bajo el control personal del rey Agripa I. El clima de resisten-
cia a la ocupación romana siguió intensificándose, y en el año 46 e. c. los
hermanos Jacobo y Simón lideraron una revuelta anti-romana concentrada
principalmente en Galilea. Las fuentes romanas ofrecen poca información
sobre la revuelta, y destacan en particular que Jacobo y Simón formaban
parte del grupo político-religioso denominado como los Zelotes; este grupo
se caracterizaba por propugnar una visión ortodoxa del judaísmo y apoyaban
resistir violentamente las estructuras políticas romanas. La rebelión en Ga-
lilea fue suprimida rápidamente por las tropas romanas y ambos hermanos
fueron ejecutados.
Tras la rebelión en Galilea, Herodes Agripa II fue proclamado por los
romanos rey de los judíos en el año 48 e. c. en un intento por legitimar el
control romano sobre la zona. Herodes Agripa II fue rey satélite de Roma en
un territorio que incluía Batanea y otras áreas hacia el interior de Oriente
Medio. Este rey no fue capaz de aliviar las tensiones entre grupos de la
población judía y las autoridades romanas, que provocaron a las élites del
templo en varias ocasiones por orden del emperador Nerón.
En el año 66 e. c., la población de Jerusalén se reveló expulsando a Herodes
Agripa II de la ciudad, lo que desencadenaría una revuelta ahora conocida
como la primera guerra judeo-romana (66 e. c.-73 e. c.). El rey Herodes Agripa
II ayudó militarmente a las tropas romanas durante el conflicto, y aseguró
su reinado sobre Batanea hasta su muerte alrededor del año 100 e. c. Como
ha sido el caso de otras rebeliones a lo largo de la historia, las facciones que
se rebelaron contra Roma lucharon simultáneamente entre ellas y contra las
legiones romanas por el control de las principales ciudades e infraestructuras.
La primera guerra judeo-romana coincidió con un periodo de inestabilidad y
guerra civil en Roma que precipitó la caída del emperador Nerón. El general
Vespasiano, encargado de la reprimir la revuelta en Jerusalén, fue llamado
para asumir el manto de emperador. Tito heredó la tarea de sitiar Jerusalén
y castigar a los rebeldes. Durante el sitio, el Segundo Templo fue utilizado
por los Zelotes como plaza fuerte lo que lo convirtió en un objetivo a ser
destruido y saqueado una vez los romanos tomaron la ciudad en el verano
del año 70 e. c.
Tras la destrucción del Segundo Templo y las murallas de Jerusalén
los habitantes de la ciudad, así como los habitantes del resto de ciudades
que habían participado en la rebelión fueron capturados y vendidos como
esclavos a lo largo del Imperio. La destrucción del Segundo Templo no sig-
nificó la expulsión del pueblo judío del área de Judea, dado que una parte
significativa de la población continuó habitando la región y practicando
sus creencias. Sin embargo, la destrucción del templo si supuso un punto
de inflexión para el pueblo judío.
Con la desaparición del grupo sacerdotal encargado de la transmisión oral
de las leyes y tradiciones, así como de las actividades religiosas —la mayoría
de las cuales se desarrollaban alrededor del templo— surgió la necesidad de
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codificar las tradiciones de forma escrita, lo que a su vez impulsó la creación Arco de Tito, Roma
de escuelas rabínicas dedicadas a enseñar e interpretar los nuevos textos | Patrick Denker. Flickr
religiosos. Los principales centros rabínicos de enseñanza y debate fueron
desplazándose hacia áreas de oriente medio en las que el poder romano era
tenue o inexistente —como por ejemplo la zona baja entre los ríos Éufrates
y Tigris, donde actualmente se sitúan los países de Irak y Kuwait.
A partir de la destrucción del Segundo Templo, tanto fuentes romanas
como las propias fuentes rabínicas recogen la intensificación de movimientos
migratorios fuera de Judea por parte de comunidades judías. Las autoridades
romanas adoptaron inicialmente una política de asentamiento de comuni-
dades griegas y romanas en Judea para asentar su control sobre el territorio.
Aunque parte del éxito territorial del Imperio romano se debió a la estrategia
de integración de pueblos conquistados en el sistema romano, también fue
una práctica habitual del Imperio intentar debilitar la resistencia de pue-
blos considerados recalcitrantes a través de su disolución en comunidades
reducidas, el exilio forzado y la destrucción de ciudades y monumentos
que tuvieran un especial significado para la identidad de estos pueblos. Los
emperadores Trajano (97 e. c.-117 e. c.) y Adriano (117 e. c.-138 e. c.) apli-
caron esta estrategia en las zonas fronterizas del Imperio, lo que en el caso
de Judea supuso la destrucción de Jerusalén y su sustitución por la colonia
romana de Aelia Capitolina tras la tercera guerra judeo-romana en 136 e. c.
La entrada a Aelia Capitolina estuvo prohibida tanto a judíos como a
los primeros grupos cristianos, a excepción del día de la festividad de Tisha
B'Av. No sería hasta el año 324 e. c. cuando la ciudad recuperó el nombre de
Jerusalén por orden del emperador Constantino I en el contexto de la nueva
tolerancia hacia el cristianismo por parte del Imperio.
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3. EL ORIGEN DEL PUEBLO JUDÍO EN LA TRADICIÓN


BÍBLICA

3. 1. De Abraham al exilio en Babilonia

Según la tradición recogida en el Génesis, Abraham, que por su avanzada


edad no podía tener hijos con Sarai, su mujer, recibió por parte de esta una
esclava con la que tuvo un hijo, Ismael. No obstante, pasados los años,
Abraham y su mujer tuvieron un hijo natural llamado Isaac, cuyo nacimiento
fue considerado un milagro. Al cabo de los años, cuando su hijo Isaac tuvo
edad de contraer matrimonio, Abraham mandó a su mayordomo Eliazar a
Mesopotamia para que buscase una esposa para Isaac de entre las mujeres
de su clan. Así pues, Isaac se casó con su prima, Rebeca. Estos tendrán dos
hijos mellizos, Esaú y Jacob, siendo el primogénito Esaú. Según el relato del
Antiguo Testamento, un día que Esaú regresó a la carpa de su familia –recor-
demos que continuarían con su modo de vida nómada-con mucho hambre,
Jacob le ofreció comida a cambio de la primogenitura. Es decir, le propuso
un trueque, una compraventa. Al cabo de los años, siendo Isaac anciano e
invidente decidió bendecir a sus dos hijos. Aprovechando la ceguera de su
padre y ayudado por Rebeca, Jacob se hace pasar por Esaú para recibir la
bendición que le debería corresponder al primogénito. Esto suponía que el
hermano menor quedaba por encima del mayor y por lo tanto pasaba a tener
todos los derechos de su padre.
Ante el enfado de Esaú, Jacob tuvo que huir a Mesopotamia, donde se
casó con sus primas, Leah y Raquel. Cada una de ellas le dieron una escla-
va, pasando a tener cuatro mujeres con las que engendró doce hijos, que
se convertirían en los patriarcas de doce tribus de Israel, y una hija. Con el
tiempo, Jacob junto a sus cuatro mujeres y sus trece hijos decidió regresar a
la tierra de Canaán donde se estableció. Fue aquí también cuando, según la
Biblia, en sueños luchó contra el ángel de Yaveh, pasándose a llamar desde
entonces Israel, y las tribus de sus hijos como descendientes suyos en las
tribus de Israel. Entre los hijos de Jacob o Israel no había buena relación, en
especial hacia uno de los hijos de Raquel, Yocef. Este en sueños veía que sus
hermanos le rendían pleitesía, algo que causaba el odio hacia él por parte de
los otros once. Fue por este motivo que entre todos los hermanos acordaron
vender a Yocef como esclavo a unos mercaderes que lo llevaron a Egipto.
Estando Yocef como esclavo en Egipto, el faraón tuvo un sueño que
ninguno de sus sacerdotes supo interpretar. Soñó con siete vacas gordas
que eran devoradas por siete vacas flacas. Yocef interpretó que cada uno de
los bóvidos simbolizaba un año diferente, siendo las vacas gordas siete años
de bonanza y las flacas siete años de inestabilidad y malas cosechas. Esta
interpretación satisfizo al faraón quién concedió a Yocef el cargo de visir.
El Génesis cuenta que, tras guardar el excedente de las cosechas durante
los siete años de bonanza, Egipto se encontraba en posición de poder so-
brevivir la hambruna, e incluso comerciar con grandes grupos de personas
que se desplazaron desde Oriente Próximo hasta la ribera del Nilo en busca
de alimentos.
Es este episodio el que explica como el pueblo judío hizo su llegada a
Egipto, a través de las 11 tribus liderada cada una de ellas por uno de los
hermanos de Yocef. Al reconocer a sus hermanos, el visir les perdonó y fa-
cilitó que el faraón les permitiese asentarse en Egipto. Tiempo después, las
tribus del pueblo judío perderían el favor de los faraones y pasarían a ser
esclavizados y reprimidas por Egipto.
El contexto de esclavitud y represión del pueblo judío es el trasfondo
que explica los hechos narrados en el libro del Éxodo, y que impulsarán a
Moisés a liderar una migración masiva de 40 años a través de la península
del Sinaí para dirigirse a la tierra de Canaán. Los episodios de liberación a
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través de intervención divina, de penuria compartida a través del desierto, El pensador de Yehud (siglos
la renovación del pacto entre Yaveh y los descendientes de Abraham, y la XVIII–XVI a. e. c.) encontrado entre el
recepción de los mandamientos son aspectos fundamentales para explicar ajuar funerario de un guerrero cananeo
los marcos de referencia identitarios de las futuras comunidades del pueblo cerca de Tel Aviv | The Israel Museum
judío. También será fundamental el relato de la conquista de varias ciudades
en preparación a la llegada del pueblo judío a Canaán y el establecimiento
de las comunidades de la Edad del Hierro que tras varios siglos darían origen
al primer reino unificado de Israel.
Entre las doce tribus de Israel que acabarán dominando casi todo el
territorio de Canaán existía una relación similar a la de las ciudades-estado
griegas. Esta relación estaba determinada por una serie de elementos co-
munes, como la lengua, la mitología, la religión y la existencia de lugares
sagrados comunes como el santuario de Siloé, donde estaba el Arca de la
Alianza con las tablas de la ley que Yaveh entregó a Moisés. Al igual que las
ciudades griegas, el libro de los jueces recoge que las tribus judías mantu-
vieron enfrentamientos entre ellas propiciando un clima de inestabilidad
constante. A diferencia de las polis griegas, la inestabilidad en el área de
Canaán estaba acentuada por los conflictos constantes entre Egipto y los
imperios emergentes en el área de Mesopotamia y la península de Anatolia.
La presión externa propició la creación de alianzas entre las tribus ju-
días. Fue así como las tribus acabaron eligiendo un rey en común a través
del último de los jueces, Samuel. Este eligió a Saúl como primer rey de la
monarquía unificada. El libro de Samuel cuenta que durante el reinado de
Saúl este ofendió a Yaveh al no realizar un sacrificio de forma correcta, y
también por no exterminar a los Amalecitas y destruir sus propiedades tal
como Yaveh había ordenado. En este momento Saúl pierde el favor divino,
desencadenando una serie de acontecimientos que acabarán con el fin de
su dinastía. Estando atormentado por espíritus negativos enviados como
castigo divino, Saúl ordena buscar un músico capaz de ayudarle a sentirse
mejor. David, un joven pastor, guerrero y músico entra a formar parte de la
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corte de Saúl en la que el profeta cuenta que va ganando posiciones y pres-


tigio gracias a sus buenas cualidades, llegando a convertirse en un favorito
tanto del rey como de su hijo y heredero, Isbaal.
En el contexto de una campaña militar contra los filisteos, David se ofrece
a vencer al campeón del bando enemigo, el gigante Goliat. La popularidad
de David tras su victoria sobre Goliat motivó un cambio de actitud en el
rey y en Isbaal, quienes empezaron a sospechar que David podría usurpar
el trono. Como consecuencia de ello David tuvo que escapar a las monta-
ñas para evitar un intento de asesinato por parte del rey Saúl. Una vez allí,
David recibió el apoyo de un grupo de forajidos quienes le proclamaron rey
de Judea. David se unió también a sus antiguos enemigos, los filisteos, para
lanzar una campaña de conquista contra el rey Saúl —y que continuaría
contra su hijo Isbaal, hasta que este fue traicionado y asesinado por dos
capitanes de su ejército.
David venció finalmente en el conflicto y estableció la capital de su
reino en Jerusalén, donde trasladó el arca de la alianza que anteriormente
se encontraba en el santuario de Siloé. Según el relato bíblico, la dinastía
del rey David permaneció en el trono por casi cuatro siglos marcados por
constantes intrigas, rebeliones y secesiones. Al rey David lo sucedió su hijo
Salomón, protagonista de importantes pasajes bíblicos y fundador del Primer
Templo de Jerusalén. Salomón fue el último rey de la monarquía unificada
según la biblia, puesto que a su muerte el reino se partiría en dos, con los
reinos de Israel y Judea como principales herederos de esta tradición.
Jerusalén llegó a ser una de las ciudades más ricas de su entorno, y el
Primer Templo de Jerusalén acabó eclipsando otros lugares sagrados como
centro del culto religioso a Yaveh. Por ejemplo, el rey Ezequías (siglos
VIII-VII a. e. c.) intentó erradicar la adoración de otros dioses en la ciudad
para favorecer la preponderancia del culto a Yaveh, mientras que el rey Josías
(siglo VII a. e. c.) que instituyó la celebración del Pesaj para conmemorar la
liberación del pueblo hebreo de Egipto y fomentar un sentimiento de perte-
nencia mutua estructurado alrededor del pacto entre el pueblo judío y Yaveh.
En tiempos del rey Josías, Judea se encontraba bajo la influencia de Egipto
y Asiria como reino tributario. Según los relatos recogidos en los libros de
Reyes y II Crónicas, el rey Josías consiguió deshacerse de la influencia Asiria,
pero fracasó a la hora de enfrentar a Egipto. Fue precisamente la influencia
egipcia la que atrajo la atención y los ejércitos del Imperio neobabilónico
liderado por Nabucodonosor II, quién durante el sitió la ciudad de Jerusalén
destruyó el Primer Templo.
Los reinos de Israel y Judea habían sido respectivamente destruidos por
los ejércitos asirios y neobabilonios. Las diez tribus hebreas del norte de
Israel fueron enviadas al exilio por las autoridades asirias, y según el relato
bíblico esto provocó que paulatinamente perdiesen el contacto con su cultura
y con su religión. Las tribus de Judea, y especialmente aquellos viviendo en
Jerusalén, fueron deportadas a Babilonia en lo que se ha llamado la primera
diáspora, estando cautivos en esta ciudad y bajo el dominio imperial durante
casi cincuenta años. A diferencia de las tribus que conformaron el reino de
Israel, las de Judea permanecieron segregadas dentro de Babilonia, lo que
les permitió mantener sus lazos lingüísticos y religiosos.

3. 2. Del fin del exilio y el establecimiento del Reino de Judea

El libro de Esdras recoge como el rey persa Ciro II el Grande ordenó la libera-
ción de los judíos tras invadir Babilonia en 539 a. e. c. Este rey no solamente
permitió que las tribus cautivas en Babilonia regresasen a Judea —como
tributarios persas— sino que además apoyó la construcción de un Segundo
Templo; fue precisamente Esdras quien en calidad de sacerdote instituyó
la sinagoga y sus servicios de rezos, así como la Torá como libro sagrado y
símbolo unificador de la comunidad religiosa.
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El libro de Daniel y el libro de los Macabeos mencionan la llegada de


Alejandro Magno y el colapso del reino persa como un hecho profetizado.
Tras la muerte de Alejandro, el Imperio seléucida trataría de helenizar las
prácticas religiosas y culturales de los judíos, llegando a prohibir la exhibi-
ción pública del culto a Yaveh. Los diferentes libros sobre Macabeos toman
el punto de vista de la lucha en contra de la influencia helenística por parte
de los cinco hijos del líder religioso Matías —Judas, Jonatán, Simón, Juan
y Eleazar— quienes consiguen purificar el Segundo Templo de Jerusalén
y reanudar sus servicios religiosos. Sus acciones son precursoras de una
guerra de secesión del Imperio seléucida, que desemboca en la creación y
la expansión del reino judío de Judea en el siglo II a. e. c. El reino de Judea
acabaría siendo tributario de la república romana, y más tarde del Imperio,
lo que acabaría precipitando los hechos que llevaron a la destrucción del
Segundo Templo de Jerusalén y las sucesivas diásporas forzadas tras cada
una de las guerras judeo-romanas.

4. REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

• Enciclopedia de la Historia y Cultura del pueblo judío. Editorial Carta,


Jerusalén.
• María José Cano Pérez y Miguel Ángel Espinosa Villegas, Historia y cultura
del pueblo judío, Universidad de Granada

5. MATERIAL COMPLEMENTARIO

• Peter Frankopan, Las Rutas de la Seda: Una Nueva Historia Universal.


Editorial Crítica
• Reza Aslan, El Zelote: La vida y la época de Jesús de Nazaret, Editorial
Indicios
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NOTAS

1 Sergio Della Pergola es profesor


de demografía y estadística en la
Universidad Hebrea de Jerusalén. La
cifra de población se corresponde a su
estudio «World Jewish Population, 2018»
en American Jewish Year Book 2018 pp
361-449

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