Está en la página 1de 1

Breve análisis de la práctica de escritura

por Lucía Inti Araguas.

Luego de leer e interpretar cada fragmento de la literatura asignada, llego a la conclusión de


que la práctica de escritura es una especie de terapia catártica, que nos acompaña a lo
largo de gran parte de nuestras vidas y se nutre precisamente de ella. Es un canal interno
que todos poseemos, en el cual interactúan cuerpo y mente en un proceso de traducción,
asimilación y composición de todo lo que sucede en nuestro interior y lo que nos rodea.

Escribir es, desde mi perspectiva, un proceso cognitivo al que estamos acostumbrados a


transitar en piloto automático. Esto se deba quizás a la forma en la que solemos ser
educados, donde se hace mucho hincapié en repetir y copiar. Otra posibilidad, sería pensar
que lo tenemos incorporado como un hábito tan sistemático e inconsciente que no nos
detenemos a entrenarlo, ni mucho menos, a analizar el impacto que este genera en nuestro
cuerpo y mente, como por ejemplo sucede con el hábito de respirar.

Los escritores, quienes creemos dominan este proceso, son vistos como personas expertas
en escribir y comunicar ideas. Por centrarnos en esa capacidad superior que posee un otro,
olvidamos el hecho de que todos somos y/o fuimos escritores, en mayor o menor medida,
debido a que esta es una herramienta fundamental en nuestros procesos de comunicación y
aprendizaje.

Cuando escribimos no lo hacemos únicamente desde nuestro lugar, ni para nosotros


mismos, sino que escribimos para una otredad y por qué no también, para un yo del futuro.
Escribir implica tener algo para decir: “..es formular la pretensión de ser leído..” (C. Wrigth
Mills, P.16 ), lo cual nos lleva a quienes no somos escritores, a caer en ese miedo a no
estar seguros de que lo que estamos comunicando es lo correcto.

El miedo es totalmente limitante y me lleva a preguntarme ¿Cuánta experiencia es


suficiente para comunicar una idea?¿Qué es lo que nos da el aval de decir tal o cual cosa?
Estoy segura que no hay respuesta correcta, debido a que las ideas, al igual que la
experiencia, se encuentran en un constante proceso de evolución, mutación e incluso
muerte. El aval no se da per se, sino que se construye mediante el trabajo y el re-trabajo
constante, la revisión propia y ajena, y la reformulación de ideas acorde a la evolución
personal que transitamos a lo largo de la vida.

Debo admitir que antes de incursionar en los textos, no tenía tan clara esta visión de lo
terapéutico y necesario que es escribir nuestras diversas experiencias, para así
materializarlas, traducirlas, ordenarlas, darles coherencia, reformularlas, observarlas,
compartirlas y dejarlas plasmadas para la prosperidad, preservando así, nuestro pasado.

Sentarse a escribir sobre un papel en blanco, sin ideas fijas, dejando que los pensamientos
broten como agua, es el equivalente a estar acostado en el diván de algún consultorio
haciendo catarsis con un desconocido, pero de manera interna, conectando con nosotros
mismos, y dándole forma (no importa cual) a lo volátil. Dejar de pensar a la escritura como
algo estático, sino más bien como un fragmento de un todo que se encuentra en constante
evolución, me alienta a dejar mis miedos atrás para animarme a escuchar, plasmar y
trabajar con mi propia voz.

También podría gustarte