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La vida religiosa frente al COVID- 2020

Ante esta situación difícil que vivimos, estamos mirando con asombro como
los proyectos del ser humano son nada y vacío, que la competencia por
alcanzar las metas trazadas a corto, mediano y largo plazo no se logran
cristalizar.
Las seguridades de los que viven en la opulencia y la firmeza con que actúan
los grandes potentados hoy se siente tambalear.
Si miramos la situación de la vida religiosa antes de la pandemia también se
percibía ciertos aires de seguridad, sin embargo con esta realidad dolorosa
hemos tenido que desinstalarnos y salir de nuestra zona de confort y entrar
en esta zona de muchos temores y riesgos, por lo que en alguna ocasión
hemos tenido la oportunidad de sincerarnos en comunidad,
cuestionándonos ¿Qué pasará con nuestra vida?, ¿cuál será la situación de
nuestros educandos, de los padres de familia?, ¿cuál será el destino de
nuestros centros educativos? , también hemos expresado nuestras
emociones y sentimientos, teniendo como respuesta precisamente estos
encuentros que son medios para vivir con mayor intensidad la vida fraterna.
Frente a este mar tempestuoso que nos ha tocado vivir tenemos que acudir
al hacedor de nuestra existencia, que está junto a nosotros y nos acompaña
en la historia de nuestra vida, para exclamar a igual que lo hizo Pedro
¡Señor, sálvanos que perecemos! En realidad, Jesucristo nos interpela a
cada una de nosotras, nos dice esta noche ¿Por qué tienen miedo mujeres
de poca fe?
No dejemos que el temor y el desconcierto nos invada. La barca de la Iglesia,
la barca de nuestra Congregación, con la presencia del Señor sigue
avanzando, sin importar cuan embravecidas parezcan las olas. Nada puede
detenernos, aún cundo atravesemos las peores tormentas.
Urge entonces tener siempre presente que en el plan de Dios hemos sido
elegidas para realizar una misión. Dios nos llama, aunque en ocasiones nos
resistimos y ponemos excusas: “soy un muchacho, “estoy demasiado viejo
para esas cosas”. Sigamos avanzando con una conciencia muy clara de que
debemos dar una respuesta generosa y decidida a esta elección, teniendo
una gran capacidad de entrar en sintonía con el dolor y sufrimiento del
pueblo, asumiendo nuestro compromiso de animar, ser signos de vida,
forjadoras de esperanza ya que después de esta noche tenebrosa, la aurora
volverá, manteniendo encendida la llama de la fe que ilumine el camino que
conduce a experimentar el amor infinito y misericordioso de Dios, a poner
nuestras seguridades en las manos del Padre, haciendo eco los versos que
constan en la Liturgia de las horas: Dichoso será aquel que siempre en el
confía, en horas angustiosas de lucha y aflicción, confiad en el Señor si
andáis atribulados, abramos nuestro espíritu a su infinito amor.

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