Está en la página 1de 10

“LA EUCARISTIA NOS EDUCA”

Zulema Beatriz Ramirez aci


Roma 2006

Agradezco la posibilidad de participar en esta Asamblea Eucarística Internacional. Se


me ha pedido preparar la ponencia sobre Eucaristía y Educación. Bajo este título podrían
delinearse varios temas, porque la educación evangelizadora que brota de la Eucaristía
contiene mucha riqueza. He querido fijarme sobre todo en aquellos aspectos que brotan de la
Eucaristía y que dan origen a un estilo propio de educar que identifica a la familia de las
Esclavas en todas las obras y tareas educativas que llevamos adelante en nuestra misión.

Nuestro punto de partida será la convicción de que “Dios nos educa” a lo largo de toda
la historia de salvación. Educó a su pueblo Israel. Y educa a su “Nuevo Pueblo” a partir de la
Encarnación del Hijo de Dios. Los sacramentos y en especial, la Eucaristía, son los medios
“pedagógicos” que nos permiten adentrarnos en el misterio de Dios.

“La Eucaristía nos educa” es el título de nuestra ponencia. Queremos preguntarnos


sobretodo por las transformaciones que se dan en las personas cuando nos dejamos educar
por Jesús- Maestro que se hace Eucaristía. A esto dedicaremos la primera parte.

En la segunda parte nos fijaremos en el nexo que hay entre Eucaristía y educación
evangelizadora. Nuestro objetivo será profundizar algunos rasgos de nuestra pedagogía que
tienen relación con las transformaciones que hemos desarrollado en la primera parte.

1. LA EUCARISTÍA NOS EDUCA

1.1 Dios nos educa: el misterio de la Encarnación y la Eucaristía.

A lo largo de la historia de salvación, el Señor Dios se encargó de ir conduciendo


paulatinamente a su pueblo, confrontándolo con sus posibilidades y debilidades, invitándolo a
plasmar su vocación de pueblo elegido de Dios, pueblo de la promesa. La vida misma, los
profetas, la interpretación de la Palabra de Dios, fueron medios pedagógicos, “educativos”,
entre otros, que le permitieron a Israel conocer los caminos de amor y de verdad de Dios,(Cfr.
Sal 25,10) descubrir entre fidelidades e infidelidades la gracia de vivir en alianza con El,
acercándose “a la plenitud de los tiempos” (Gal 4,4)

A partir de la Encarnación de Dios en Jesús de Nazareth, se nos revela más


plenamente el misterio del amor misericordioso de Dios por la humanidad. Misterio que se
manifiesta “hasta el extremo” en la Pascua. Los sacramentos y en especial la Eucaristía están
ligados a este misterio de amor.1 En ellos la gloria de Dios, su amor y gracia que al mismo
tiempo se esconde, se comunica bajo los signos de la historia. Cada uno de los sacramentos
expresa la fe, en Dios que se hizo uno de nosotros, y que sigue viniendo y estando. Suponen

1
Juan Pablo II nos recuerda que “la Eucaristía, mientras remite a la pasión y la resurrección, está al mismo tiempo
en continuidad con la encarnación. María concibió en a anunciación al Hijo divino, incluso en la realidad física de
su cuerpo y de su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que
recibe, en las especies de pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor”. Ecclesia de Eucharistia. Buenos Aires
Paulinas, 2003, n 55 p.68
1
que esta gracia y fe se expresan y aumentan a través de los signos, de los símbolos, y de
nuestras acciones humanas.
Durante muchos siglos después de la Encarnación, la Eucaristía fue el mejor medio de
educación en la vida y en la fe de los cristianos. Los Hechos de los Apóstoles nos recuerdan
que en las primeras comunidades los fieles “acudían asiduamente a la enseñanza de los
apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones”. (Hch 2,42). Podríamos decir
que la Eucaristía fue la escuela de los primeros cristianos. Más tarde, y por lo menos hasta el
siglo XV, las iglesias cristianas y las celebraciones en ellas realizadas se fueron convirtiendo en
los “centros educativos” del pueblo fiel. Recordemos que la mayoría de las personas, en
especial las mujeres y los niños no sabían leer ni escribir, y que los estudios estaban
reservados, por ejemplo, para los monjes del Medioevo. Sencillamente podríamos decir que
los fieles se educaban en la Eucaristía. ¿Cómo? Con las imágenes de los templos, preciosos
“medios catequísticos”, con las acciones del sacerdote, con las acciones del mismo pueblo -
aunque fueran pocas-, con la Palabra de Dios, la palabra del sacerdote y la palabra de los
mismos fieles, con los cantos. Era la fuerza del Espíritu, la que se comunicaba mediante los
gestos, las palabras y acciones sacramentales, ayudándolos a comprender y vivir el misterio
de Dios en sus vidas, lo que Jesucristo nos revela. El Espíritu fue, es y seguirá siendo el
mistagogo invisible.2

1.2 ¿Qué transformaciones se dan en las personas cuando nos dejamos educar
por la Eucaristía?

En este punto queremos reflexionar a cerca del perfil del ser humano que subyace en la
Eucaristía. Supone también preguntarnos: ¿En qué nos educa la Eucaristía? ¿Qué nos enseña
la Eucaristía? ¿Qué aprendemos de la Eucaristía? Señalo solo algunos puntos, los que creo
que para mí en este tiempo han sido más significativos. Los propongo como pistas para seguir
pensando otras posibilidades y transformaciones que desde la riqueza de cada uno podemos ir
descubriendo.

1.2.1 Personas “ancladas” en el corazón de Dios.

La experiencia eucarística nos introduce en el Corazón misericordioso de Jesús que nos


lleva al Padre. Desde allí descubrimos que nuestra vida, sólo es vida reparada si está anclada
en este Corazón. Esta fue la experiencia de Rafaela María, con la que se fue formando su
propio corazón. Así la Eucaristía nos educa para reconocernos metidos en el “mar sin fondo
del amor de Dios”, para aceptar este amor “gratuito” como fundamento de nuestra vida. Esto
nos da una infinita confianza, activa nuestra confianza, porque descubrimos que el Señor no es
un Dios Padre lejano, frío, indiferente, sino Aquel que nos invita a entrar en comunión con El en
Jesús y por el Espíritu. La Eucaristía nos educa para reconocer a Dios como Señor, nuestro
único Señor, que tiene compasión por cada uno de nosotros. La Eucaristía nos moviliza para
responder a este Amor en actitud de adoración y celebración.

1.2.2 Personas reparadas en su dignidad, valiosas.

La Eucaristía manifiesta el valor infinito, absoluto que cada persona tiene para Dios. Nos
revela su amor incondicional, tierno y fuerte por cada uno: “el hombre es en la tierra la única

2
cfr. Sínodo de los obispos, XI asamblea general ordinaria, La Eucaristía: fuente y cumbre de la vida de la misión
de la Iglesia. Lineamenta n. 47 [En línea]. www.vatican.va/roman_curia 10-12-2005

2
criatura a la que Dios ha amado por sí misma”.3 Ilumina incomparablemente el misterio de la
infinita dignidad humana, superando las necesarias luces y sombras que pueden aportar la
psicología, la sociología, las ciencias humanas. Nos ayuda a descubrirnos hijas e hijos, hechos
a imagen y semejanza de Dios.

Cuando celebramos la Eucaristía, cuando pasamos tiempo mirando y adorando a Jesús


en el altar aprendemos que podemos mostrarnos ante El como somos, con nuestra fragilidades
y nuestros dones, que no tenemos que aparentar ser lo que no somos, disfrazarnos, porque no
valemos por lo que creemos ser, por lo que hacemos, sino por su Amor que tocó y toca primero
nuestro corazón, y sella nuestro ser. La Eucaristía nos educa para descubrir la belleza y la
bondad que hay en cada hermano y en nosotros. Podríamos decir que la Eucaristía es también
escuela de autoestima,4 el espacio en el que el Señor nos salva y nos repara. Como veremos
después esta convicción tiene que ver muchísimo con nuestro estilo educativo.

1.2.3 Personas que viven la “entrega”.

La Eucaristía nos educa en la entrega. “La Eucaristía vuelve a proponer a toda la


humanidad y a cada uno de nosotros el modelo según el cual Jesús se entregó a los hombres y
el modo como se abandonó en las manos del Padre.”5 Nos ayuda a descubrir cómo la felicidad
la encontramos en la entrega porque “el hombre sólo puede encontrar su propia plenitud en la
entrega sincera de sí misma a los demás”6. En cada Misa “estamos en el altar, ejercitando
nuestra entrega en la medida en que unimos nuestra persona a la persona del Señor que nos
incluye, nos abraza haciendo de su gesto nuestro gesto.”7 Los santos, Pablo, Ignacio, Rafaela
fueron tocados por esta entrega de Jesús: “me amó y se entregó por mí”,8 y desde esta
experiencia se animaron a darle una respuesta generosa, a vivir para Jesús y para los hombres
de su tiempo.

1.2.4 Personas de comunión, formadoras de comunidad.

En cada Eucaristía estamos invitados a vivir la entrega mediante la comunión con Cristo
en su misterio redentor.9 La sinceridad de esta vivencia se pone en evidencia cuando
concretamos el amor a los hermanos, cuando salimos “de nuestro propio interés y querer”
prefiriendo la comunión. El concilio Vaticano II, en el decreto sobre el ministerio y la vida de los
presbíteros tiene un párrafo precioso referido a este punto: “No se edifica ninguna comunidad
cristiana sino tiene su raíz y su centro en la celebración de la Sagrada Eucaristía; por ella pues
hay que empezar toda la formación para el espíritu de la comunidad.”10 Ella es la fuente de
comunión, genera comunión de vida con Dios y los hermanos.

3
Vaticano II, Gaudium er Spes, n. 24
4
“La certeza de que Dios nos ama y nos lleva en sus brazos, refuerza nuestro deseo de ser, de ser verdaderos y de
mirar a cada persona, a cada evento, la marcha de la historia y del universo, tal y como Dios los ve. Modera nuestra
necesidad de mostrar lo que somos o de escondernos detrás de barreras de poder y de saber. El miedo a ser
rechazados desaparece. Ya no necesitamos buscar otro absoluto porque nadie, ni ningún grupo ni el conjunto de la
humanidad, es Dios.” Vanier J. Acoger nuestra humanidad. PPC, Madrid, 1998, p. 136
5
Rodé Franc, La vida consagrada en la escuela de la Eucaristía. [En línea]. www.vatican.va/roman 23-11-2005
6
Vaticano II, op. cit. n 24
7
Llach Josefina aci, Por un despegue eucarístico del pueblo de Dios en Argentina. Revista Criterio. Buenos Aires.
2005
8
Gal. 2, 20
9
Cfr. Constituciones aci (1983) n 2
10
Vaticano II, Presbyterorum ordinis. n 6e - También Juan Pablo II en Novo Millennio Ineunte nos dice: “Antes de
programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como
principio educativo en todos los lugares donde se forma al hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del
altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades.” n 43
3
Entonces la Eucaristía nos educa para vivir la comunión en el amor. Nos enseña a crear
comunidad, a cuidarla, a alimentarla. Aprendemos que uniéndonos a la entrega de Jesús por
cada hermano, nosotros también podemos entregarnos por ellos, que así vamos tejiendo lazos
de fraternidad auténtica, que así vamos construyendo la misma Iglesia, la Única Iglesia, reflejo
“del misterio trinitario que habita en cada uno de nosotros”11. La Eucaristía nos educa para
valorar los dones que cada uno tenemos para ofrecer, porque todos son importantes para la
comunidad. Aprendemos la acogida, la escucha, el ofrecernos, el saludarnos… actitudes que
van forjando nuestras comunidades.

1.2.5 Personas libres, reconciliadas y constructoras de paz.

La Eucaristía nos educa viviendo la Pascua, es decir, nos injerta en el misterio de amor
que libera. Es escuela de libertad: nos libera mediante el perdón, cuando reconocemos
nuestras oscuridades y elegimos “volver a la casa del Padre”, nos libera cuando escuchamos
atentamente la Palabra de Vida que ahuyenta la muerte, nos libera por la vida nueva que Cristo
nos ofrece. Nos libera atándonos amorosamente a los hermanos. Pablo VI tiene unas palabras
muy lindas al respecto: “La Eucaristía ha sido instituida para que nos convirtamos en
hermanos, para que de extraños, dispersos e indiferentes los unos de los otros, nos volvamos
uno, iguales, amigos; se nos da para que de masa apática, egoísta, dividida y enemiga entre sí,
nos transformemos en un solo pueblo, un verdadero pueblo, creyente, amoroso, con un solo
corazón y una sola alma” 12

La Eucaristía nos capacita para vivir la reconciliación, nos lleva a buscar ser auténticos,
escuchando las palabras de Jesús: “si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas
entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y
vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda.” 13 Desde
esta experiencia nos convertimos en “mensajeros de reconciliación”. Así también la Eucaristía
nos capacita y nos educa para elegir ser personas de paz; nos ejercita en la aceptación de la
diferencias, en el respeto, en el mirarnos y ayudarnos sabiéndonos “hijos de un mismo Padre”.

1.2.6 Personas con un corazón transformado y transformador del mundo

Lo primero que es transformado por la Eucaristía es el corazón humano que la recibe


con amor. Pero a la vez esa transformación del corazón se manifiesta en nuestro modo de vivir
las relaciones humanas, en nuestro servicio, en nuestro cuidar el Universo, la naturaleza, en
nuestra preocupación por los pobres… En este sentido Juan Pablo II nos dice que la
“Eucaristía es transformación misericordiosa y redentora del mundo en el corazón del
hombre”14 y que “la tierra nueva nace de la Eucaristía a través de todo hombre nuevo” 15

La Eucaristía nos educa para vivir este amor transformador, que quiere alcanzar a todos
los hombres, a todo el Universo. Como dice un teólogo argentino: “Cuando el sacerdote eleva
la hostia como ofrenda, con ella eleva nuestra vida y toda su riqueza, vida que se llena de la
presencia de Cristo que la ilumina y la hace fecunda. De este modo cada uno de nosotros se
convierte en un canal de poder eucarístico para que pueda realizarse algún día la plenitud del
mundo armonioso que Cristo quiere regalarle al Padre”16

11
ib.
12
Pablo VI, en Insegnamenti de Paolo VI, Poliglota Vaticana, 1966, III, 358. Citado por Fernández V. M en AAVV,
Memoria, presencia y profecía. Paulinas, Buenos Aires, 2000, p 217
13
Mt. 5, 23-24
14
Juan Pablo II, Carta a todos los obispos de la Iglesia sobre el misterio y el culto de la Eucaristía. Paulinas, Buenos
Aires, 1979, n 7
15
Ib.
16
Fernández V. M op. cit. p. 219
4
Este Amor que nos transforma, reparando nuestro corazón, nos impulsa a ser solidarios
y misioneros, promotores del cambio social, y del cambio de las estructuras de pecado
social.17 Porque la Eucaristía no es un hecho privado sino que es el regalo del Señor para
todos. El invita a todos a su Mesa, y nos pide a cada uno que seamos los que salgamos por
los caminos a buscar a los invitados, y a todos los que puedan sentirse “excluidos.”

1.2.7 Personas que desean permanecer en el amor.

La Eucaristía es la escuela del amor y del afecto. Es ella la que nos educa en el amor y
es el espacio que el Señor elige para llamarnos amigos, para recordarnos “que nadie tiene
mayor amor que aquel que da su vida por sus amigos”18. Es también aquí, donde con palabras
y gestos nos revela que la alegría verdadera es fruto de vivir esta vocación al amor que nos
lleva a buscar y a cumplir la voluntad del Padre como El lo hizo. La invitación a “permanecer
en este Amor” se apoya en la confianza del Amor primero, gratuito, absoluto de Dios por cada
uno de nosotros y en la certeza de que El quiere lo mejor para cada uno. Esto es lo que
palpamos en cada celebración y en cada adoración. Nos enseña que es El mismo quien se
hace uno con nosotros en la comunión para que podamos vivir “la permanencia en el amor”,
para que podamos ir configurando nuestro corazón inquieto y frágil a la medida de su Corazón
amante, paciente y humilde.

En la segunda parte de nuestra ponencia vamos a retomar este punto, estas


transformaciones que se dan cuando nos dejamos educar por El Maestro que se hace
Eucaristía. Nos interesa, porque tiene consecuencias profundas en nuestro estilo educativo, en
nuestra manera de llevar adelante la gestión en nuestras obras y tareas educativas.

1.3. ¿Cuáles son los medios pedagógicos de la Eucaristía? ¿Qué medios nos
ayudan a aprender?

Sin detenernos demasiado podemos señalar algunos medios y actividades que


creemos que nos educan particularmente en la Eucaristía.

Para nosotros, la Eucaristía es celebración de la Vida. Aprendemos “celebrando”,


“haciendo experiencia y dramatizando”, “dialogando”.

1.3.1 La celebración

La Eucaristía es un encuentro “celebrador”: celebramos que nos reunimos como pueblo


de Dios, celebramos el perdón, la Palabra, la ofrenda y la comunión, celebramos el envío.
Etimológicamente “celebrar” tiene varios significados entre ellos destacamos: festejar, aplaudir
o alabar a alguien, conmemorar. Aplaudimos la vida que nos regala Dios. Por eso aprendemos
haciendo fiesta. Lo alabamos por regalarnos su misericordia, por el don de su Hijo que se
entrega, por dejarnos libertad para entregarnos como El y entrar en comunión con El.

1.3.2 La experiencia y la acción dramática

17
Nos dice Juan Pablo II “La Eucaristía es, además, una escuela permanente de caridad, de justicia y de paz, para
renovar en Cristo al mundo circundante. Los creyentes sacan de la presencia del resucitado la valentía para ser
agentes de solidaridad y de renovación, comprometidos en el cambio de estructuras de pecado en el que los
individuos, las comunidades y a veces pueblos enteros, están enredados.” La Eucaristía escándalo de amor que nos
sobrepasa. Homilía del Jueves Santo. Vaticano 12 de abril de 2001
18
Jn 15, 13
5
Celebrar la Eucaristía implica insertarse en el proceso pascual que unidos a Cristo
estamos invitados a vivir, sin quedarnos afuera. Significa “dramatizar lo que creemos, lo que
está sucediendo en medio de nosotros”19 Aprendemos participando, uniéndonos a las acciones
de Jesús, compartiendo las acciones del sacerdote y de la asamblea. Y participamos,
“actuamos” desde nuestra situación real, nos presentamos con todo lo que somos y tenemos,
con nuestra manera de pensar, con nuestra cultura (entendida en sentido amplio), nos
presentamos ejerciendo nuestro ser sacerdotes por el bautismo. Esta acción participativa se
convierte en una acción reparadora, redentora que va conduciéndonos en todo el proceso
celebrativo-pascual. Estar, ofrecer, comulgar no nos deja igual, nos transforma.

1.3.3 El diálogo

Con su palabra Dios “movido de amor, habla a los hombres como amigos”.20 El Espíritu
es quien suscita en nosotros la escucha y la respuesta obediente y confiada a la Palabra de
Dios. En la Eucaristía aprendemos dialogando con el Señor: escuchando su Palabra, dejando
que penetre en nuestro corazón, que conecte con nuestros deseos más profundos, que suscite
en nosotros una respuesta. Aprendemos sintonizando el corazón con la palabra que sale del
Corazón de Dios, Palabra que no solo revela una verdad, un contenido, sino que al mismo
tiempo obra la salvación. Es Palabra que “dice y hace”.21

Estos “modos” nos pueden ayudar a tener en cuenta algunos medios concretos que nos
educan particularmente. Por ejemplo: la participación activa de cada uno de nosotros se realiza
también con nuestros gestos, nuestras palabras, nuestras respuestas, los ministerios que
proponemos y que dejamos que haya, las homilías preparadas y significativas, el mismo canto
y con todos los elementos que nos ayuden a concretar el carácter festivo de la Eucaristía.
¡Cuánto nos dice un símbolo adecuado, un guión pensado y oportuno, la disposición del lugar,
el ambiente!

2. EUCARISTÍA Y EDUCACIÓN EVANGELIZADORA.

2.1 Educación y evangelización.

Para los cristianos, educar es una misión de amor, que tiene como finalidad ayudar a
las personas a desplegar todas sus potencialidades espirituales, afectivas, intelectuales,
corporales, capacitándolas para llegar a ser una persona nueva en Cristo. La Iglesia, desde
sus comienzos, fue conciente de esta misión. Veamos algunos textos que ilustran la relación
entre educación y evangelización.

19
Llach Josefina aci, Apuntes teológicos. Uruguay. 2005. Esta idea, la autora la completa en otro artículo citando a
Anselm Grün: “El concepto de teatro completó el de misterio. La Eucaristía es un juego -teatro en el que mediante
ritos simples se representa la vida de Jesús (…)no se trata sólo de mirar, sino de entrar-en- el- juego (…)Al realizar
los creyentes ciertos ritos se convierten en actores que entran en el divino juego de la redención” en Por un
despegue eucarístico del pueblo de Dios en Argentina. Revista Criterio. Buenos Aires. 2005
20
Concilio Vaticano II, Dei Verbum, n 2
21
“La Palabra de Dios se presenta con dos aspectos: como revelación, discurso: logos, y como acción, presencia,
poder: dynamis. La Palabra de Dios dice y hace. Si la consideramos solamente como presencia salvífica (porque
cuando Dios actúa, salva, y salva creando comunión, vinculándose a sus criaturas, haciéndonos hijos), dejamos de
lado un aspecto de revelación. Si, por el contrario, la consideramos solamente bajo su aspecto de verdad, de
contenido, perdemos su dimensión de comunión, de presencia amorosa, su dinámica salvífica. La Palabra de Dios
nos vincula con El con lazos tanto de conocimiento como de amor. Dice y hace.” Bergoglio Jorge s.j, Educar:
exigencia y pasión. Desafíos para educadores cristianos. Claretiana. Buenos Aires. 2003, p 125
6
Pablo VI nos recuerda que “evangelización será aquella en que se anuncie al hombre, la
doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazareth, hijo de Dios.”22
Esta Buena noticia la anunciamos al hombre concreto, de tal modo que encontrándose
con Jesucristo vaya transformando, por la fuerza del Espíritu, su corazón y desde esa
experiencia transforme también la sociedad, su realidad histórica y social.

El documento de Puebla, fruto de la III Conferencia Episcopal Latinoamericana de


1979, señala que “cuando la iglesia evangeliza al hombre también lo educa, pues la salvación
(don divino y gratuito) lejos de deshumanizar al hombre lo perfecciona y ennoblece; lo hace
crecer en humanidad”23

Entonces hay un nexo genuino entre educación y evangelización.

2.2 Eucaristía y educación evangelizadora.

El nexo entre educación y evangelización nos ayuda a comprender la relación de la


Eucaristía con la educación evangelizadora. La misión de la Iglesia de evangelizar tiene como
núcleo central el misterio pascual de Cristo, cuya eficacia salvadora se comunica al hombre por
la fe y los sacramentos, principalmente en la Eucaristía. Así “la Eucaristía aparece como la
fuente y cumbre de toda evangelización.”24

Para las Esclavas toda educación evangelizadora arranca de la Eucaristía, es un modo


de expresar nuestra respuesta de amor a Dios que nos amó primero y que nos entregó a su
Hijo para que muriendo en la cruz tuviéramos la vida en abundancia.

2.3 Pedagogía eucarística- reparadora

Queremos proponer ahora lo que adelantamos en la primera parte de la exposición:


algunas características de nuestro estilo educativo, que van delineando una pedagogía propia,
una “pedagogía del corazón” y que arrancan de la experiencia de “dejarnos educar por Dios en
la Eucaristía” y de las transformaciones que esto realiza en las personas. Intentaremos ir
viendo también las exigencias que este estilo eucarístico- reparador nos plantea como
educadores.

2.3.1 Lleva al encuentro con Dios en Cristo

La experiencia de sabernos “anclados en el Corazón de Dios”, de sentirnos insertos en


su Corazón a través de Cristo nos moviliza a buscar los medios que ayuden a las personas a
ir descubriendo el lugar que el Señor quiere ocupar en sus vidas, para que encuentren su
“principio y fundamento”. Exige de cada educador, que haya hecho primero la experiencia de
dejarse tocar por el amor primero de Dios. Desde esta experiencia testimonial – porque no
educamos sólo con palabras- queremos contagiar nuestra fe en Dios, generar espacios para
que las personas escuchen los deseos de trascendencia, los deseos de Dios, que hay en sus
corazones. En esto reconocemos el lugar central que tiene la catequesis en nuestros centros
y obras, como camino en “la formación del hombre nuevo en Cristo”. 25 También la exigencia
de ir apostando a una pastoral que no se diluya, sino que se haga presente con propuestas

22
Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, n 22
23
Conferencia Episcopal Latinoamericana, Documento de Puebla (1979) n 1013
24
Vaticano II, PO op. cit n 5b
Las Esclavas también decimos “que el misterio pascual hecho presente en la Eucaristía es centro de nuestro
mensaje” Constituciones aci n. 8
25
Aplicaciones aci (1893) n. 15
7
creativas, que incluya varias de las cosas que ya señalamos referidas a las celebración
eucarística, y que vaya impregnando y articulando todas las dimensiones y estructuras
educativas.

2.3.1 Personaliza, valora a cada persona como única e irrepetible

La experiencia del amor de Dios, nos permite mirar a las personas desde el Corazón de
Cristo. Cuando miramos desde este corazón reconocemos siempre lo valioso, lo bueno y bello
que hay en cada una, también sus límites y sus fallos, pero mirándolos con esperanza. No
solo le decimos que su vida es valiosa para Dios y para nosotros, sino que también la
celebramos, la hacemos parte nuestra, la vemos como “promesa de esperanza”. En nuestro
estilo educativo privilegiamos el trato personal. Queremos acompañar a cada persona,
respetando su propia originalidad de hija e hijo de Dios, partiendo de su realidad concreta, sus
intereses, preocupaciones, su familia. Este camino, que exige paciencia, escucha, sintonía,
respeto de los tiempos, va facilitando que la persona por si misma vaya conociendo su propio
corazón, y se sienta “sujeto de su propio desarrollo”, que asuma su propia historia,
reconociendo en ella momentos de gracia y de sombras. A la vez posibilita que los mismos
educadores, en este proceso de acompañar, también sigan conociéndose y creciendo en
humanidad. ¡Cuánto podemos seguir aprendiendo de cada niño y adolescente! Confiamos
también en que si cada persona se siente valiosa y amada, reconocida en su dignidad, también
será capaz de mirar a los hermanos como seres “valiosos y únicos”, como un don para ellos y
para la comunidad.

2.3.3 Favorece el amor que se entrega

Acompañamos a las personas en el descubrimiento de sus propias posibilidades y


limitaciones. Esto les permite reconocer e integrar sus propios recursos humanos, espirituales,
intelectuales, afectivos e ir forjando personalidades que deseen vivir la “entrega”. Una entrega
que se convierta en servicio humilde y cercano a los hermanos, en especial a los más débiles.
El “hacer felices a los demás” viene mediado por la actitud de entrega que podemos ofrecer.
Queremos formar personas que no vivan decidiendo sólo por sus gustos e intereses
personales, buscando únicamente la realización personal, su gratificación. Queremos formar
para que las personas experimenten “que hay más alegría en dar que en recibir”, que la vida
entregada siempre es fecunda y nos hace felices y libres. Será importante ayudar a descubrir
como el esfuerzo, la dificultad, el sacrificio posibilitan también crecer en la entrega y en el amor.
En este aspecto también es importante el testimonio de los educadores. Educar en la entrega
pone a prueba también nuestro sentido de la gratuidad.

2.3.4 Teje la comunión, crea comunidad

En nuestro estilo educativo la comunidad ocupa un espacio fundamental. Vimos que


nuestras comunidades se centran en la Eucaristía, esto sella el ambiente con un clima de
familia, donde prevalecen los lazos de cordialidad y de confianza, donde hay lugar para las
equivocaciones porque se cree en el perdón y en la reparación, lugar también para la fiesta
porque siempre tendremos motivos para celebrar la vida. La comunidad será el lugar donde las
personas se sientan reconocidas y valoradas por lo que son, donde se generan espacios para
que todos los miembros se sientan protagonistas aportando sus dones. Vivimos la comunidad
como una riqueza que abierta a la realidad, se enriquece con las distintas vocaciones: laicos,
religiosos, sacerdotes…y descubre la complementariedad, la fuerza del trabajo en equipo, y de
la misión compartida.

El ambiente que se crea tendría que ayudarnos a que nos dé gusto adentrarnos en la
Verdad, la Belleza y nos sintamos invitados a vivir el Bien. La comunidad nos entrena en el
“aprender a vivir juntos”, para “generar comunión” y esto siempre será fuente de esperanza

8
porque iremos construyendo “una nueva humanidad”, un mundo más parecido al que El Señor
sueña para todos. La comunidad debería tornarse en familia, espacio de amor gratuito y
promoción, de afirmación y crecimiento.

2.3.5 Forma en la libertad y promueve personas de paz y reconciliación

Creemos que educar en la libertad y para la libertad presupone “un sano optimismo y
confianza en la bondad de la persona”.26 La persona es capaz de responder, de optar y de
decidirse por el bien, aunque no está exenta de esclavitudes que oscurecen la verdadera
libertad. Los educadores necesitamos mirar también nuestra manera de decidir, nuestras
opciones viendo si realmente nos van haciendo más libres, y nos ayudan a crecer.

Una persona libre, busca la verdad, no le teme al diálogo. Busca superar los conflictos,
aprecia la unidad en la diversidad, busca más lo que une que lo que separa, no le asusta ni le
empequeñece pedir perdón, sabe mirar el lado sano de la persona. Se convierte en fuente de
paz y reconciliación para los que la rodean, testimoniando la misericordia y la compasión. Es
capaz de acoger al otro con espíritu de alabanza y agradecimiento. Cuántas oportunidades
tenemos en nuestra tarea educativa de ayudar a crecer en estas actitudes: pienso en los chicos
cuyas familias están desintegradas, profesores que se hablan poco, las dificultades de
comunicación y aceptación en algunos miembros de la comunidad, los prejuicios que vamos
generando, las etiquetas que vamos poniendo a las personas y que bloquean el camino a
toda sana relación de confianza.

2.3.6 Crea corazones solidarios y misioneros

El fruto de un corazón transformado por la Eucaristía es la preocupación por el


hermano, por la comunidad, la necesidad de comunicar el amor que se ha recibido y de hacerlo
palpable y concreto. En nuestra misión educativa buscamos favorecer las experiencias y
espacios que ayuden a vivir la solidaridad. Somos concientes, de lo sensible que son muchos
de nuestros jóvenes y niños, a las necesidades de los que sufren. Pienso en los jóvenes que
donan su tiempo de vacaciones para misionar, para el voluntariado, los que ofrecen un día a la
semana para dar apoyo escolar, visitar a los ancianos, a los enfermos…Como educadores
queremos formar para la solidaridad, que no solo supone enseñar a ser buenos, generosos,
hacer colectas… sino crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, que
priorice la vida de todos, que sea sensible a los más pobres y excluidos, a las injusticias. Por
eso también buscamos que las personas desarrollan una actitud crítica y de discernimiento
frente a la realidad y a los desafíos que ésta nos presenta, que desde el Corazón de Jesús,
sean capaces de leer los signos de vida, en los acontecimientos de nuestra historia. Por eso
también mostramos la importancia de seguir formándonos como educadores, de enfrentar
juntos el desafío de la fragmentación del conocimiento, para integrar lo que nos ayude a hacer
una sociedad más humana.

2.3.7 Forma “sujetos consistentes”

Para poder permanecer en el Amor, tuvimos primero que haberlo conocido. Nuestros
niños, y sobretodo los jóvenes captan más por la experiencia que por las palabras. Si
colaboramos para que se encuentren personalmente con Jesús, seguramente El les ayudará a
enfrentarse con el misterio que encierra su propia vida. Desde nuestro estilo educativo
podemos ir generando una “cultura vocacional” que siembre la sensibilidad para escuchar las
llamadas que el Señor nos va haciendo: a la vida, a ser personas, a ser hijas e hijos suyos…

26
Conferencia Episcopal Argentina, Educación y proyecto de vida. Consudec. Buenos Aires, 1985. n 42, p 63
9
Un ambiente vocacional en el que, sobretodo los jóvenes pueden plantearse los interrogantes
que le ayuden a descubrir el sentido que tiene la vida: ¿quién soy yo?¿para qué estoy en el
mundo?¿qué quiero hacer con mi vida?¿qué espero para el futuro? Y no solo hacerse la
pregunta sino aprender a “responder” a dar una respuesta “responsable” al llamado y
mantenerlo con firmeza y fidelidad. Esto supone confiar en que somos capaces de asumir un
compromiso, aunque estemos insertos en una cultura que valora lo inmediato y que se cansa
enseguida de las elecciones que hace. Esta capacidad de permanencia y fidelidad que la
aprendemos del Señor “que permanece en la Eucaristía” regala a la sociedad sinceridad y
solidez en los vínculos, así como también consistencia en las personas.

Todos estos rasgos que hemos señalado, no abarcan toda la riqueza contenida en la
pedagogía del corazón. Son sólo algunos que hemos considerado significativos. Por último
somos también concientes que este estilo de pedagogía depende en gran medida de la calidad
de vida de aquellos que educamos. Y no solo calidad en cuanto a nuestra preparación
académica y profesional sino a aquella que nace de sabernos “educadores – testigos” que
“hemos sido alcanzados por el Amor” y transformados por el Único Maestro que se entrega
“hasta el extremo” en la Eucaristía. Educamos porque primero nos dejamos educar por la
Eucaristía.

10

También podría gustarte