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Filología y Lingüística XXVIII(1): 233-256, 2002

TAXONOMIA MÍTICA:
UNA NUEVA FORMA DE ENCARAR LOS RELATOS

Kattia Chinchilla Sánchez


RESUMEN

En este trabajo, la autora presenta una clasificación de los mitos en ocho categorías según el
tema al que hagan referencia, la cual favorece el ordenamiento de las narraciones míticas.

ABSTRACT

In this paper, the author presents a division of myths into eight categories, depending on he
topic they deal with. This classification is useful for organizing mythic narrations.

El país que no tenga leyendas está condenado a


morir de frío. Es muy posible. Pero el pueblo que
no tenga mitos está ya muerto.

G. Dumezil

A pesar de su diversidad temática, los mitos pueden ser clasificados o tipificados en


ocho categorías. No obstante, hay que aclarar un aspecto: un relato mítico es capaz de alber-
gar una u otra clase, de acuerdo con su extensión o de acuerdo con su tópico específico. Por
tanto, la taxonomía que presentaremos no es excluyente ni definitiva; es una opción viable pa-
ra ordenar las narraciones con base en su contenido.

1. Mitos cosmogónicos

Los mitos cosmogónicos son aquellos que narran el origen del universo, el origen del
cosmos, el origen del mundo. En la primera parte del Popol Vuh, por ejemplo, los maya-qui-
ché difundieron una historia cosmogónica, en la cual impera el silencio de la inmensidad:

Esta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil,
callado, y vacía la extensión del cielo (Popol Vuh 1979: 25).

El desencadenamiento de las fuerzas de la naturaleza se da en forma de neblina, la


cual inicia la vida.

Sólo el Creador, el Formador, Tepeu Gucumatz, los progenitores, estaban en el agua rodeados
de claridad (Popol Vuh 1979: 25).
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El párrafo anterior ha suscitado comentarios variados en cuanto a la esencia de los se-


res míticos allí citados. Primero, tanto Tepeu como Gucumatz reciben un tratamiento en sin-
gular y en plural; esto no obedece a una incongruencia gramatical, sino a una conceptualiza-
ción binaria o dual, propia de la cultura maya y común en las manifestaciones hierofánicas (re-
cuérdese el concepto de coincidentia oppositorum). Además, el hecho de que los Progenitores
estuviesen inmersos en el agua y rodeados de claridad implica su tautegoría (ser en sí mismo)
y su contacto con elementos capaces de cosmificar la materia: el agua y la luz. Uno es líqui-
do, Gucumatz, y el otro, la luz, Tepeu.
Agua, sol, tierra y aire son los soportes tradicionales de la existencia:

Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra: —
¡Tierra!, dijeron, y al instante fue hecha.
Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación, cuando surgieron del
agua las montañas; y al instante crecieron las montañas (Popol Vuh 1979: 26).

Promulgado el divino mandato, queda hecho el cosmos y sus componentes: el sol y el


agua en su conjunto; obran la tierra y, al mismo tiempo, su atmósfera. La liberación de las
fuerzas conduce a la ingente polvareda, la extensa nebulosa, de la cual se desprenden los as-
tros que llenarían el firmamento.
Los aztecas, por su parte, aseveran que el cosmos fue obra de Quetzalcóatl, deidad
cosmogónica única en este proceso. Sin embargo, ciertas versiones narran lo siguiente: Quet-
zalcóatl y Tezcatlipoca bajaron, desde el cielo, a la diosa tierra, quien tenía sus articulaciones
llenas de ojos y bocas, con aspecto de bestia salvaje. Anteriormente, había agua —de la cual
nadie conocía el origen— sobre la que la diosa empezó a caminar.
Al ver esto, las divinidades citadas crearon la tierra: se convirtieron en serpientes y to-
maron a la diosa; uno de ellos, por la mano derecha y el pie izquierdo, y el otro, por la mano
izquierda y el pie derecho. Presionaron de tal forma que la rompieron por la mitad. De la par-
te trasera de los hombros, hicieron la tierra y, de la restante, crearon la esfera celeste.
En apariencia, la diosa de la tierra luce como un sapo, capaz de devorar el universo.
Empero, este batracio, al igual que la rana, se vincula de manera decidida tanto con la crea-
ción como con la fertilidad, amén de su naturaleza anfibia (agua y tierra). A causa de ello, la
entidad sapo-diosa de la tierra contiene en sí misma lo celeste-acuático y lo telúrico-ctónico,
visión cosmificadora particularizada en esas dos mitades que son luego escindidas.
Asimismo, los aztecas poseían una noción periódico-cíclica del universo: el mito de
los cinco soles. Esta cosmovisión predomina en las culturas mexicanas, centroamericanas y
hasta peruanas. Como dato curioso, Seler anotaba que los cuatro primeros estadios correspon-
dían al ancestral concepto occidental de los cuatro elementos: agua, tierra, fuego y aire. El pri-
mer sol, bajo el signo de “cuatro atl” (cuatro-agua), se llama Atonatiuh (sol de agua). Aconte-
ció que todo fue absorbido por las aguas y las personas se transmutaron en peces. El agua con-
tiene tanto matices germinativos como destructivos: es fons et origo, fuente y origen, de toda
existencia, pero capaz de anegar, inundar y extinguir las formas de vida. Este sol tuvo una du-
ración de 676 años y el dios supremo era Tezcatlipoca.
Al segundo sol, bajo el signo “cuatro ocelotl” (cuatro-tigre), se le nomina Ocelotona-
tiuh (sol de tigre). Durante este ciclo, el cielo se hundió. Además, el sol no “caminaba” desde
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donde se ubica el medio día y luego se oscurecía todo en derredor. Habiendo imperado las ti-
nieblas, la gente fue devorada y, a partir de lo acontecido, hubo una práctica coloquial común.
Consistía en saludar con la cláusula: “que no caiga usted”, pues el que caía, lo hacía para siem-
pre. Este sol duró 364 años, bajo la tutela de Quetzalcóatl. En relación con las implicaciones
simbólicas del tigre o jaguar en mención, podemos afirmar que es el animal devorador por an-
tonomasia: se comía el sol durante un eclipse total o parcial. Era un demonio de la oscuridad
y las manchas de su piel son las estrellas del cielo. De ahí su ligamen con la ausencia de luz
de la dimensión telúrica (el inframundo, el estrato ctónico).
Al tercer sol, bajo el signo “cuatro quiauhuit” (cuatro-lluvia) se le advoca Quiauhto-
natiuh (sol de lluvia). En tal lapso, llovió fuego y todo ardió en el acto. Además, se precipita-
ron piedras, las cuales son las que vemos actualmente; entre ellas puede citarse el tezontle, una
roca liviana llena de agujeros. El fuego posee un carácter detersivo innato: destructor, purifi-
cador y generador. Por otro lado, los hombres de este período fueron convertidos en pájaros,
mariposas y perros, animales que por lo general se asocian con el fuego celeste y terrenal. Es-
te sol tuvo una duración de 312 años, bajo la rectoría de Tláloc.
El cuarto sol, bajo el signo “cuatro ehécatl” (cuatro-ciento) fue Ehecatonatiuh (sol de
viento). Todo fue arrasado por el viento y la gente se transformó en monos, esparcidos por el
bosque. El viento implica no sólo lo celeste sino también el hálito fecundador; no obstante,
sus calidades destructivas son inherentes. Este ciclo duró 676 años y fue dedicado a Chalchi-
huitlicue, esposa de Tláloc.
El quinto y último sol es el “actual”, pues el mito azteca así lo configuró. Se ubica ba-
jo el signo “cuatro-ollin” (cuatro-movimiento), pues se movió “caminando”. Según los mayo-
res, habrá terremotos y hambre por doquier, por lo que hemos de perecer. Este período tuvo
origen en el año 726 de la edad cristiana y su fin se esperaría para el año 2195.
Los bribris, por su parte, son poseedores de un curioso relato cosmogónico: la tierra
era pura roca, piedra desnuda, carente de vida; entre tanto, Pikiru, el Gran Murciélago, se in-
ternó en el inframundo y allí se encontró con Iriria, la Niña Tierra, quien estaba dormida y sin
nacer; no obstante, le hacía compañía la Gran Abuela. Pikiru voló hacia el exterior y, de sus
deyecciones, las rocas comenzaron a cubrirse y rodearse de musgo, hierba, incluso árboles. Si-
bú, el Hacedor, estaba estupefacto ante los acontecimientos e inquirió directamente al Gran
Murciélago sobre su medio de alimentación. Pese a sus primeras negativas, Pikiru al final con-
fesó que había una niña, quien duerme bajo las rocas, a la cual le extrae sangre de sus dedos.
Sibú ordenó la presencia inmediata de Iriria, la Niña Tierra. Nadie pudo con la tarea, ni el Gran
Murciélago, ni el Dueño del Puercoespín, ni la Dueña del Tigre. No pudieron romper la roca
y, con ello, traerla al mundo exterior. Aún Kerma, el Trueno, mediante grandes retumbos, no
logró sacar a la Niña Tierra, quien pesaba demasiado. Sólo fue posible llevar a cabo la misión
con el concurso de la Gran Abuela: tras un fortísimo estruendo, subió a la Niña Tierra en bra-
zos y la colocó en el suelo. Sibú convocó a una fiesta de danza y de música. La Gran Abuela
estaba presta para recibir a la Niña Iriria, con tan mala fortuna que, untada de manteca de ca-
cao, resbaló y recibió un golpe mortal. La Gran Abuela lloró desconsoladamente y de sus lá-
grimas surgieron los tigres, las águilas, los ríos, los lagos, el cacao, la avispa, el mosquito y la
hormiga negra. Entre tanto, los danzantes pasaban por encima del cuerpo inerte de Iriria, has-
ta convertirla en polvo, del cual surgió el maíz, la yuca, la palma y los árboles frutales.
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Del relato podemos deducir la cadena cosmogónica propicia para la generación de la


vida: SANGRE-DEYECCIONES-LÁGRIMAS. Sus dones germinativos devienen del agua,
es decir, éstas son manifestaciones simbólicas, las cuales sugieren que el líquido vital es par-
te constitutiva del cosmos. Asimismo, tanto la Gran Abuela como Iriria, la Niña Tierra son evi-
dentes motivos telúricos, o sea, de la tierra. En suma, una conjunción particular y efectiva de
tierra y agua sustenta la cosmogonía bribri, mientras que, de manera opuesta, según la tradi-
ción judeocristiana, fue la separación de tales elementos esencial para la creación del mundo.
No obstante, la reunión de agua y tierra fue la materia prima para la creación del hombre, co-
mo reza en la Biblia.

2. Mitos cosmológicos

Estos mitos cuentan el origen del cosmos, pero ese saber es elitista y sectario. En otras
palabras, es un mito cosmogónico que sólo se maneja en un nivel de grupo cerrado, no está al
alcance de la colectividad. Buen ejemplo de estas historias es el relato de los órficos, una co-
fradía mistérica griega de la Antigüedad. Orfeo sería el iniciador de los misterios que llevan
su nombre. Empero, su génesis cultual está ligada intrínsecamente con los rituales dionisía-
cos: contábase que había sido descuartizado por unas furibundas ménades, partícipes de las
bacanales, quienes lo habían confundido con el macho cabrío del sacrificio. Situación similar
atravesó el célebre Penteo, motivo central de la tragedia Las Bacantes de Eurípides. Antes del
mortal desconcierto, Orfeo se había casado con Eurídice. Todo transcurría apaciblemente has-
ta que encuentra la muerte, al ser mordida por una serpiente venenosa. Orfeo, músico subli-
me, no soportó el dolor de la pérdida y decidió descender él mismo al Hades, en procura de
su mujer. Astutamente, duerme al can Cerbero con las dulces notas de su lira y así se encuen-
tra cara a cara con el temible Hades, rector del inframundo. Luego de una larga discusión, el
rey de los muertos accede a que Orfeo se lleve a Eurídice al mundo de los vivos, pero le im-
pone una condición: la fémina iría siguiendo a Orfeo y éste por ningún motivo debía mirar ha-
cia atrás. Así se acordó y pronto emprendieron el trayecto a casa. Sin embargo, la duda carco-
mía a Orfeo, quien dudaba de la palabra de Hades: ¿vendría Eurídice detrás de él o habría si-
do objeto de la más infame de las burlas? Traicionándose a sí mismo, giró su cabeza de inme-
diato, sólo para contemplar cómo su amada era devuelta a la zona de los muertos por una fuer-
za poderosa e invisible. Lo sustancial aquí es cómo Orfeo logra penetrar a un mundo vedado,
tabuado por la ley de la vida y logra salir de allí sin tacha física alguna, no obstante, con el
irreparable dolor de la doble pérdida de su esposa Eurídice. Obviamente, la idea de la trans-
migración de las almas era base del culto órfico.
Toda clase de arcanos rodean el pensamiento de este grupo mistérico, hasta su famo-
sa contraseña: “macho cabrío, caí en la leche”. La fórmula no invita a suponer un baño ritual
de leche para la purificación del mystes; más bien, sugiere que el iniciado, macho cabrío mís-
tico, identificado con la víctima y con el dios del misterio, ha encontrado la felicidad, la ga-
rantía de la salvación eterna.
Según los órficos, el principio de todas las cosas era Cronos, junto con el cual existía
desde siempre la ley fatal de la necesidad (Adrasteia). De Cronos nacieron Eter, Caos y Erebos.
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Cronos formó en el Eter un huevo brillante como la plata y de éste nació Phanes (el que bri-
lla), el Protógonos de los dioses. De Phanes procede su hija, la Noche, y de la unión entre am-
bos surgen la Tierra (Gaia) y el Cielo (Ouranos). Del ayuntamiento de estos dos últimos na-
cieron la siempre mortífera Equidna y las Moiras (Cloto, Láquesis y Atropos). Por tanto, Pha-
nes es considerado el hacedor del universo y, además, era andrógino, es decir, contenía los dos
opuestos genéricos. Otras versiones indican que hubo un huevo primitivo, se partió en dos mi-
tades, de las cuales emergen el Cielo y Tierra.
Una tradición órfica aislada señala que en un principio existía un caos formado con
base en el agua y el fango (hyle: materia). Esta mixtura se endureció para constituir la tierra.
De ahí, brotó un dios serpiente con alas y con tres cabezas: de dios, de toro y de león. Su nom-
bre era Cronos, quien existía junto con la necesidad (Ananké), la cual domina sobre todo el
cosmos. Cronos engendró de sí mismo al Eter, al Caos, al Erebos y a un huevo, del cual na-
ció el Protógonos, quien tenía cabeza de toro, rematada por una serpiente con alas de oro.
Aflora Zeus, el ordenador de todas las cosas, Pan y un globo de cristal, que, al escindirse en
dos mitades, genera el cielo y la tierra.
De lo anterior, podemos inferir lo siguiente: los órficos poseían la firme convicción
de que hubo un Protógonos o primigenio entre los dioses, llamado Phanes, creador de todo lo
existente y de la estirpe de Cronos. Por otra parte, hubo un huevo, o en su defecto un globo
de cristal, que al separarse da origen a la esfera celeste y al dominio terráqueo. El huevo está
ligado con la génesis del universo, pues es semilla de la multiplicidad de los gérmenes. Sus
rasgos sexuales se visualizan en el amarillo (humedad femenina) y en el blanco (el esperma
masculino); en términos cosmobiológicos, la tierra es generalmente femenina y el cielo es ge-
neralmente masculino. Encierra la fecundidad en sí misma y, por ende, la capacidad de en-
gendrar el universo entero.
Grecia dio a luz una élite mistérica muy singular, jefeada por Pitágoras de Samos (na-
cido probablemente en el 580 a.C.), cuyo eje de pensamiento era el orden cósmico impuesto
por el número y sus infinitas combinaciones. Se atribuye a Pitágoras la introducción del nom-
bre “filósofo”, mas su sentido primario de “amar a la sabiduría” adquirió un valor religioso,
pues es considerado el medio y el camino adecuados para la purificación espiritual y para la
salvación del alma (metempsícosis). De esta manera, los pitagóricos comparten con los órfi-
cos las ideas del alma y de una especie de pecado original, el cual debe ser expiado en la cár-
cel corpórea, al pasar de un cuerpo a otro en una serie de vidas (transmigración de las almas).
Una vez que logre la purificación, el individuo es liberado del ciclo de los nacimientos. Se-
gún los órficos, tal redención se cumple a través de la iniciación religiosa y de la participa-
ción en los ritos sagrados. Para los pitagóricos, aquella se obtendría mediante el culto del sa-
ber. Dicho basamento se ve reflejado en un fragmento de Píndaro:

Pero aquellos que han pagado la expiación del antiguo pecado a Perséfone, ella envía su alma
después de nueve años a la suprema luz del sol, para vivir como reyes ilustres, hombres de po-
tente fuerza y superiores en sabiduría, y luego son llamados, por los hombres, para siempre,
santos héroes (Píndaro, fragmento 133).

Así, la vida dedicada a la sabiduría es la vía de retorno del alma al estado divino (san-
tos héroes), como se aprecia en estas citas extraídas de Platón:
Son sacerdotes y sacerdotisas que se han aplicado a dar razón de lo que concierne a su minis-
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terio. Es Píndaro y otros poetas; entiendo los verdaderamente divinos. Y es eso lo que dicen;
examina si te parece justo.
Dicen que el alma humana es inmortal, y que tan pronto abandona la vida -lo que llaman mo-
rir-, muy luego a la vida vuelve sin que nunca se destruya; y, por tanto, conviene vivir lo más
piadosamente que se pueda, porque las almas de aquellos que han pagado a Perséfone la deu-
da de sus antiguas faltas, son devueltas a la luz del sol, al cabo de nueve años. De estas almas
se forman los reyes ilustres, los hombres poderosos por su fuerza o grandes por su saber, hon-
rados luego como héroes intachables entre los mortales.
Así, el alma, inmortal y renaciendo muchas veces, habiendo contemplado todas las cosas, sobre
la tierra y en la morada de Hades, nada hay que no haya aprendido (Platón, Menón: 81 ab).

La verdad es en realidad purificación de toda pasión; (...) y los que han establecido las inicia-
ciones no son hombres despreciables, sino genios que desde hace tiempo nos han hecho com-
prender que quien sin purificación y sin iniciación en los misterios llegare a la morada de Ha-
des yacerá en el lodo; mas quien vaya purificado e iniciado morará con los dioses. Porque di-
cen los que presiden las iniciaciones- son muchos los que llevan el tirso, mas pocos los inspi-
rados (Platón, Fedón: 69 d).

Pero los que parecen haber vivido mejor a causa de la santidad de su vida, son lo que se ven
liberados y separados de estos lugares de la tierra como de prisiones, y llegan allá arriba a la
morada pura, y son colocados allí como habitantes. De éstos, los que han sido suficientemen-
te purificados por la filosofía viven por toda la eternidad separados de sus cuerpos y llegan a
moradas más bellas todavía (Platón, Fedón: 114 c).

Entonces es cuando el alma está frente a la prueba y combate supremos. Las almas llamadas
inmortales, cuando han subido a lo más encumbrado de los cielos, se elevan sobre la convexi-
dad de la bóveda celeste, y las arrastra su movimiento circular mientras contemplan las reali-
dades que están fuera del cielo (Platón, Fedro: 247 d).

Desde esta perspectiva, los purificados por la filosofía son liberados de la cárcel cor-
pórea y vuelven a vivir el tiempo futuro en las regiones celestiales.
Habiendo tomado los principios de Anaximandro (ápeiron) y Anaxímenes (pneuma),
Pitágoras postula que la realidad primordial es el pneuma ilimitado, el vacío (kenón) o el es-
pacio. Dentro del pneuma ilimitado, agitado por el movimiento eterno, se formó un cosmos
esférico, limitado, lleno y compacto. Este cosmos es el uno, la mónada, lo Impar, y constitu-
ye el principio de la unidad. Era una esfera viviente, dotada de respiración. Al hacerlo, en
tiempos inmemoriales, inhaló el pneuma ilimitado y el vacío, los cuales penetraron en el inte-
rior y disgregaron su unidad. De esta manera, se origina la pluralidad numérica de las cosas,
cada una de ellas es igual a una unidad o a un número.
La naturaleza estaba hecha a imagen de los números, los primeros en la naturaleza,
constitutivos de todos los seres, de ahí que el universo entero es armonía y número. Los pita-
góricos habían notado, en lo numérico, las determinaciones y las proporciones de las armonías,
producto del descubrimiento personal del gran maestro, a partir de los acordes musicales de
octava, de quinta y de cuarta: la correspondencia entre cada nota y la longitud de la cuerda vi-
brante, por lo que las variedades de los sonidos se hacían geométricamente mensurables (“mú-
sica de las esferas”). Varrón atribuía el hallazgo a la observación de los intervalos armónicos
en los sonidos de los martillos de un forjador sobre el yunque y, luego, hallóse que concernían
a la diferencia de peso entre los martillos. El concepto de armonía musical se encuentra, por
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influjo del pitagorismo, en el pensamiento de Heráclito:

Los hombres ignoran que lo divergente está de acuerdo consigo mismo. Es una armonía de ten-
siones opuestas, como la del arco y la lira (Heráclito, fragmento 51).

Son uniones: lo entero y lo no entero, lo concorde y lo discorde, lo consonante y lo disonante,


y del todo el uno del uno el todo (Heráclito, fragmento 10).

El sitial de honor del reino de los números puede ser apreciado incluso en la China
milenaria, donde toda la clave de la armonía macro-microcósmica, de la conformidad del im-
perio con las leyes celestes, de la noción de los ritmos cósmicos están en relación directa con
la ciencia numérica. De ahí, su alianza con la música y la arquitectura. Beocio, ya en Roma,
aseguraba que el conocimiento supremo pasaba por los números y Nicolás de Cusa, en el Me-
dioevo, opinaba que el número era el mejor vehículo para acercarse a las verdades divinas: to-
do está dispuesto según su exacto designio.
Para algunas culturas, como la peul (pueblo africano de origen beréber, establecido en
Guinea y Malí), no conviene utilizarlos con propósitos erróneos, pues los números encierran
una fuerza desconocida: es el resultado de la palabra y del signo, más esencial y más miste-
rioso que sus componentes. Así, no se debe revelar la edad, la cantidad de hijos, mujeres, bue-
yes y demás posesiones, ya que al ser enunciados —sea un nombre o un número— desplazan
las fuerzas invisibles, pero presentes, como arroyos subterráneos. Si, desde esta óptica, la pa-
labra es la explicación del signo, el número es efectivamente la raíz críptica.
La periodicidad residente en unidades numerables de los ciclos cósmicos pudo haber
sugerido la idea de que los números no son meros auxiliares del orden introducidos por el
hombre, sino cualidades primarias del universo, huellas absolutas de poderes sobrehumanos
y, por ende, sacros símbolos de la deidad. Novalis (1993: 327), poeta alemán, experimentó tal
poder mágico-numérico por medio de su incursión en la mística:

Es muy probable que en la naturaleza exista una maravillosa mística de los números; también
en la historia. ¿Acaso todo lo importante no es simetría y relación? ¿No puede Dios revelarse
en la matemática como en cualquier otra ciencia? (En Biederman: 327).

Según el criterio pitagórico, sin el número todas las entidades serían ilimitadas, incier-
tas y oscuras, pues la naturaleza numérica es ley, guía y maestra de cada cosa dudosa e igno-
ta. Nótese que se le están confiriendo, al número, categorías cosmificadoras y cosmogónicas,
sea ordenadoras. De los diez primeros dígitos ordinales, tres tienen una relevancia capital: el
uno, el tres y el diez. La mónada o el uno es el principio de todo; sin embargo, el todo y todas
las cosas están determinados en tres dimensiones: el principio, el medio y el fin (trinidad o
tríada). El número completo es el diez, la suma de los cuatro primeros (1 + 2 + 3 + 4: tetrac-
tis o número cuaternario). La eficacia y la esencia del número, en la Década, son grandes, per-
fectas, omnipotentes y divinas. Puesto que la Década albergaría el estado de perfección, en las
vidas celeste y humana, los pitagóricos afirmaban que son diez los cuerpos del cielo en movi-
miento: nueve son visibles y uno invisible —la antitierra—, el cual completa la suma exacta
(ver Aristóteles, Metafísica: I, 5, 985).
Por otro lado, las sectas, como la Masonería, comprenden una visión cosmológica, a
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pesar de la constante negación de un vínculo mítico-religioso por parte de sus adeptos. Por
ejemplo, la iniciación hermético-alquímica está presente por igual en los tres grados masóni-
cos de aprendiz, compañero y maestro, los cuales reproducen las tres etapas de la “Gran
Obra”, las que incluyen una muerte, un renacimiento y una resurrección. Las leyes herméticas
de las correspondencias y analogías entre el macro y el microcosmos están resumidas y sinte-
tizadas en el esquema general del templo o Logia masónica, verdadera imagen simbólica del
mundo. La aritmética es sagrada en la simbólica de los números en su vertiente cosmológica
y metafísica. Aquí se observa, con mayor claridad, el influjo del pitagorismo en la Masonería.
Ambas tradiciones ponen el acento en el sentido cualitativo de los números, de por sí vincu-
lado estrechamente con en el simbolismo geométrico, el que, a su vez, está relacionado con la
construcción del templo exterior y del templo interior. Contábase que, en el frontón de la Aca-
demia de Atenas, Platón hizo grabar una inscripción que rezaba: “Nadie entre aquí que no se-
pa geometría” (“Meedeis areoometreetos eisitoo moy teen stegeen”), claúsula atribuida a los
pitagóricos que bien podría estar escrita en el pórtico de una Logia.
El legado de la cosmogonía grecorromana unida a la espiritualidad cristiana, dio co-
mo resultado la creación de la catedral gótica, edificada por los gremios de constructores. Una
catedral, o un monasterio, es un compendio de sabiduría; en ella, grabada en piedra, se plas-
man los diferentes episodios bíblicos que conforman la historia de la tradición judeocristiana.
Allí aparecen los diversos reinos de la naturaleza —según su criterio, eran el mineral, el ve-
getal, el animal y el humano— lo mismo que las jerarquías angélicas que circundan en el li-
bro de imágenes y símbolos herméticos reveladores de la estructuras sutil y espiritual del cos-
mos. Ahora bien, el nexo de esto con la masonería se remonta a su génesis: el grupo de alba-
ñiles que levantaron la catedral de Edimburgo durante los siglos XIV y XV. De ahí que la sec-
ta en cuestión conciba el cosmos como una obra arquitectónica y a la divinidad como un Ar-
tesano o Gran Arquitecto del Universo, también llamado Espíritu de la Construcción Univer-
sal.
Así las cosas, el mundo fue creado a hechura de un templo/catedral, resumen del macro-
cosmos y que es también la imagen del microcosmos (mundo y hombre). Todo allí se halla orde-
nado, amén de la cohesión que realiza el eje del mundo (axis mundi), que concatena las tres re-
giones cósmicas: cielo, tierra e infierno. El techo (cabeza) es el cielo, las columnas, las paredes y
el piso (tronco) son la tierra y, por último, las bases (pies) son el inframundo, la zona ctónica.
De acuerdo con los registros ancestrales, los orígenes de la fraternidad masónica da-
tan desde la construcción del Templo de Salomón, como lo estipula la Biblia: 60 codos de lar-
go, 20 de ancho y 30 de altura (cada codo mediría en la actualidad 42 centímetros aproxima-
damente). El pórtico delante del templo tenía 20 codos de longitud —en el sentido de anchu-
ra del templo— y 10 codos de anchura —en el sentido de longitud del mismo (1 Re 6,3). El
santuario fue diseñado para situar en él el arca de la alianza. El interior del santuario, de for-
ma cúbica, poseía 20 codos de longitud, 20 codos de anchura y 20 codos de altura (1 Re 6,20).
Allí, dos querubines de madera de acebuche medían 10 codos de altura y sus alas medían ca-
da una 5 codos. La altura de cada querubín era igualmente de 10 codos y ellos se hallaban ala
contra ala (1 Re 6,23).
En el Libro de los Reyes se pueden apreciar los prototipos de los grados de la Maso-
nería, desde el propio Rey Salomón, hasta Hiram (rey de Tiro, quien brindó los materiales, so-
bre todo madera de cedro), Adoniram y otros. Algunos grados del ritual escocés datan de los
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períodos antiguos, como la dispersión de los hebreos (Libro de los Números), la mitología del
antiguo Egipto, el lapso postdiluviano de los hijos de Noé. Conectados con el saber de los Mis-
terios de la Antigüedad, los masones compartían con ellos los ritos iniciáticos y la transmisión
de secretas enseñanzas, en primera instancia arcanos del arte de la construcción.
Generalmente, se ha aceptado la génesis de esta cofradía a partir de los gremios de al-
bañiles de la Edad Media. El término “libre” (“free”) en la palabra Fracmasonería indica que
ellos no estaban supeditados a un territorio en particular, sino que viajaban libremente a tra-
vés del país que fuere y, por ende, se les requería en cualquier parte para las edificaciones de
gran envergadura, en especial las grandes catedrales. Así, se nutrieron de los principios de la
geometría, de la aritmética y de la ingeniería, y el gremio de albañiles y arquitectos cultivó sus
enseñanzas de generación en generación, alrededor de la secta, cofradía, hermandad o Logia.
El período moderno de la Masonería data de la fundación de la Gran Logia el día de San Juan
en 1717, en Londres. Aglutinaba a todos los libres pensadores de Occidente. De aquí, el mo-
vimiento se expandió a otras naciones europeas y luego al territorio americano.
La Masonería en sí misma es un ideal de vida —dicen sus cofrades—, con base en el
amor a la humanidad mediante la iniciación y el orden cósmico generado por el Gran Arqui-
tecto. Su utopía es la búsqueda de un mundo mejor gracias a una sociedad fraternal. La Ma-
sonería alberga el viejo arquetipo de la lucha de los hijos de la luz contra los hijos de la oscu-
ridad, plasmada siglos atrás en los mismos textos de Qumram (rollos del Mar Muerto). La res-
puesta masona a la violencia sin sentido es el diálogo; la respuesta masona a la guerra es la
paz. Supónese inclusive que el lema libertad, igualdad y fraternidad y sus implicaciones en la
Revolución Francesa y, por añadidura, en la redacción de todas las constituciones republica-
nas ulteriores, fueron producto de la Masonería y del Gran Libro de la Arquitectura: libertad
es la condición básica del hombre (eje de toda sociedad), igualdad es el ideal ante los ojos de
la ley y fraternidad es la esencia para el mutuo entendimiento entre los hombres.

3. Mitos etiológicos

Los mitos etiológicos se refieren a la causa generadora de una manifestación concre-


ta de la sacralidad (hierofanía). Narran el origen de una particularidad mítica: un monte, una
planta, una piedra, un volcán, un árbol y demás, que por su aspecto peculiar sale del ámbito
de lo cotidiano.
Al sureste de la ciudad de México, a unos 80 kilómetros de distancia, se elevan un par
de volcanes: el Iztaccihuatl y el Popocatépetl. El primero tiene la forma de una mujer dormi-
da boca arriba y el segundo parece su vigía, quien de rodillas cuida su eterno sueño. Contába-
se que Popocatépetl era un famoso guerrero indígena y su novia era la bellísima princesa Iz-
taccihuatl. Un día el joven guerrero debió marchar al combate, ella le hizo un juramento de
amor: le colgó del cuello una calabacita con agua y miel. Tal era la promesa de esperarlo el
tiempo necesario para casarse con él. Mientras Popocatépetl luchaba lejos, un temido guerre-
ro rival incursionó hasta el palenque de Iztaccihuatl y disparóle a la princesa una flecha mor-
tal. Popocatépetl volvió alegre y victorioso, sólo para hallar a su amada muerta sobre un lecho
de maguey. Desesperado, el valiente luchador formó con sus manos una enorme montaña y en
su cumbre colocó a la princesa inerte. Después se hincó a su lado, para velar, durante toda la
242 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

eternidad, el sueño de su amada. De ahí, la forma particular de ambos volcanes que llevan el
nombre de estos personajes.
Los bribis se refieren al origen del achiote mediante la historia de la rana de achiote
o Kchabuká. Según ellos, el color rojo sirve para oficios de purificación, para librarse del mal.
Sibú hizo a Kchabuká roja, pequeña, con patitas negras. Es tan antigua como la tierra, pues
existió desde el principio. La ranita vivía feliz bajo su árbol, cazando gusanos y otros anima-
les pequeños. Sucedió que Sibú no quería prestarle su bastón a la Mujer Mar, porque ella era
peligrosa. Sin embargo, accedió a dárselo, pero el bastón se transfiguró en serpiente y la mor-
dió mortalmente en la mano. La colocaron debajo de un túmulo para enterrarla. No obstante,
el estómago de la Mujer Mar crecía sin remedio, por lo que el túmulo se iba levantando. En-
tonces Sibú llamó a Kchabuká y le ordenó subir al túmulo y detener su crecimiento al colo-
carse en la cumbre. Allí se posó, pero la tierra seguía estremeciéndose. Pasaron varios días y
el hambre se apoderaba de la pequeña rana, mas al ver un gusano, fue tras él. Después, cuan-
do quiso retornar a su sitio, hubo un gran estallido y, con ello, un terrible terremoto. Se abrió
la tierra y brotó el Árbol Mar. Entre tanto, la rana fue expulsada de allí con gran fuerza. Sibú
se dio cuenta de que Kchabuká había abandonado su puesto para ir a comer. Así, el Hacedor
la colocó en un árbol como castigo; permaneció quieta como una bolita roja con espinas ne-
gras y suaves. El árbol en cuestión se convirtió, desde entonces, en el árbol de achiote y Kcha-
buká, la rana de achiote, es su fruto.
En Grecia está el Monte Sípilo y su génesis es como sigue. Níobe era una mujer muy
vanidosa e impía, ya que se burlaba de la diosa Leto, madre de Artemisa y Apolo, a causa de
su escasa fecundidad, pues la deidad sólo logró dar a luz a los gemelos arqueros, Artemisa y
Apolo, con mucha dificultad. Níobe, por su parte, se jactaba de su abundante fertilidad: había
parido siete hijos y siete hijas. Leto no soportó más las infames sátiras de la fatua mujer y ur-
dió un plan de venganza en su contra: sus hijos divinos asesinarían, con sus mortales saetas,
a los hijos de Níobe. Así lo hicieron, para desagraviar el honor mancillado de su madre. Las
flechas de Artemisa liquidaban a las mujeres y las de Apolo a los varones. Ante la contempla-
ción de tal horror, Níobe se retractaba, entre sollozos, por el ultraje cometido; sin embargo, su
llanto pudo más y se metamorfoseó en monte, en el Monte Sípilo, el monte que llora, pues en
él existe un ojo de agua, que vierte el líquido vital cual lágrimas de madre sufriente. Cabe des-
tacar que en todos los mitos etiológicos el volcán, el árbol o el monte no son “representación”
o “alegoría” de alguien o de algo, sino que son la cosa misma: Iztaccihuatl ES la mujer dor-
mida, Kchabuká ES el achiote, Níobe ES el Monte Sípilo. Obviamente este principio es apli-
cable a todos los mitos de igual condición.

4. Mitos teogónicos

Los mitos teogónicos reseñan el nacimiento de los dioses. Grecia ofrece singulares
ejemplos de este tipo de narración. En el período de los Titanes, al castrar Cronos a su padre
Uranos, aquél lanza los órganos genitales al océano, que, al combinarse con la esperma, la san-
gre y la espuma marina, da como resultado a la diosa Afrodita, quien es recibida en la playa
por las Horas.
CHINCHILLA: Taxonomía mítica: una nueva forma... 243

Por otra parte, el origen de Diónisos es muy particular. En la época de los Olímpicos,
Zeus visitaba, en calidad de amante, a la Semele, mujer mortal. Hera, esposa de Zeus, al en-
terarse de la infidelidad de su marido, se transforma en anciana y se dirige a la casa de Seme-
le, con el afán de sembrar la duda en ella, pues le cuenta que su amante no es sincero y que
oculta su verdadera identidad. La joven cae en el ardid y, cuando Zeus llega, Semele le exige
revelarse tal como es. El dios se niega, mas ante la insistencia de su amada, se manifiesta con
poderosos rayos, los cuales pulverizan a la mujer. Sin embargo, Zeus logra extraerle del seno
el fruto de sus amoríos, pero para completar su gestación, el padre de los dioses lo inserta en
su muslo hasta que llegue el tiempo del alumbramiento. Es así como Diónisos nace dos ve-
ces: del seno de Semele y del muslo de Zeus; la etimología de su nombre parece indicarlo así:
“nacido por dos puertas” (“nacido dos veces”).
Otro ejemplo es éste. Zeus mantenía relaciones amorosas con Metis. Gea y Uranos le
habían pronosticado que un hijo de ella sería capaz de destronarlo. Así las cosas, Zeus tomó
la decisión de engullir a Metis, quien estaba grávida. Pasaron los meses, al cabo de los cua-
les, le sobrevino una fortísima jaqueca a Zeus, quien le pidió a su hijo Hefesto que le partie-
ra la cabeza para ver el origen del dolor. El herrero de los dioses lo hizo, a la orilla del río Tri-
tón, según el mandato de su padre y de la herida brotó Atenea, profiriendo gritos de guerra.
De esta manera, del cerebro de Zeus, nace la diosa de la sabiduría, de la prudencia, de las ar-
tes marciales, del tejido y de los ardides.

5. Mitos androgónicos

Los mitos andrónicos se ocupan de contar cómo aconteció la creación del hombre.
Los maya-quichés afirmaban que hubo modelos anteriores e inservibles, hasta llegar al arque-
tipo perfecto. Primero, los Progenitores modelaron al hombre de barro (agua y tierra), pero
observaron que era demasiado blando, carecía de fuerza, estaba ciego y poseía otros defectos
más. Deshicieron su obra. Optaron por un hombre de madera, mas vieron que no tenía alma
ni entendimiento. Habiendo visto los fracasos precedentes, decidieron hacer al hombre con
base en el maíz (mazorcas amarillas y blancas); su perfección, su buena presencia, su color,
su sabiduría complacían a los Progenitores.
Una variante curiosa e interesante del hombre de maíz se encuentra en la cultura cack-
chiquel. Los primeros hombres se modelaron con base en la tierra, sin embargo, no poseían
carne, ni sangre, ni podían caminar. Había dos animales que sabían que el maíz se hallaba en
un lugar llamado Paxil: el coyote y el cuervo. Encontróse el preciado maíz en su excremento.
El creador mató al coyote, le abrió los intestinos y le extrajo el dichoso grano. Con la ayuda
de un colibrí se amasó, añadiéndole sangre de la serpiente de tapir. Así fue formada la carne
del hombre por parte del creador. Este mito se asocia con la generación del hombre bribri, pro-
ducto de la semilla del maíz y del excremento del Gran Murciélago Pikiru, quien se había ali-
mentado con la sangre de Iriria, la Niña Tierra. En Babilonia, Marduk modeló al hombre con
arcilla, hecha del cuerpo de Tiamat y la sangre del archidemonio Kingu.
Nótese que la materia prima se liga siempre a un elemento telúrico (tierra-maíz) y a
su contraparte acuático-celeste (agua-sangre-excremento). La cadena de medios acuáticos se
relaciona con lo celeste, en virtud de sus poderes germinativos y fecundadores, como lo es el
244 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

nexo simbólico semen virile-lluvia. En suma, el hombre es la perfecta conjunción de la hiero-


gamia cielo-tierra.

6. Mitos soteriológicos

Los mitos soteriológicos se refieren a los quehaceres de aquellos llamados o conside-


rados “salvadores” de la humanidad. Sin duda, Jesucristo es uno de ellos, pero nos centrare-
mos en tres figuras del mismo renombre: Mitra, Buda y Mahoma. El mitraísmo o los Miste-
rios de Mitra llegaron a tener tanto peso como el cristianismo; inclusive la mayoría de mitrai-
cos se plegó a la incipiente religión cristiana. Su culto se remonta hasta los orígenes mismos
del pueblo indoiranio. En el antiguo panteón védico, como en la religión medo-persa y del
Avesta, Mitra tiene su lugar, junto con Varuna y Ahura Mazda, dios de la luz y la verdad. Per-
dió aceptación en la India, mas acrecentó su popularidad en Persia. En la religión preavéstica,
ocupa la posición de mediador entre el mundo superior y luminoso, donde impera Ahura Maz-
da (Ormuz) y en el mundo inferior, donde ejerce su dominio funesto Angro Mainyon (Ahri-
mán). La reyecía honra especialmente a Mitra como el dispensador de la gloria real, lo toman
como testimonio de sus juramentos y lo invocan en los combates. Ormuz es la deidad supre-
ma, pero Mitra era el objeto de la religión, porque era el héroe divino, realizador de la salva-
ción. Debemos recordar en todo momento que el mitraísmo es un culto mistérico, por lo cual
es obvio y natural el desconocimiento actual acerca de las particularidades del culto y el dog-
ma. No obstante, todo pareciera estar basado en el episodio del encuentro entre el dios y el to-
ro primordial, el bovino inmolado primario, del cual surgieron las plantas. Su simiente fue re-
cogida y purificada por la luna y dio nacimiento a las especies de animales útiles; su alma, ele-
vada hasta los dioses, se había convertido en genio protector del ganado. Este es el toro al que
Mitra mató. Tal sacrificio, ubicado en el origen de la vida, garantiza la renovación perenne de
la naturaleza. Anteriormente, se honraba a Mitra con el sacrificio del toro divino que, según la
creencia avéstica, debe tener lugar al final de los tiempos por obra de Saoshiant: la grasa de
este toro, mezclada con la savia del haoma blanco (árbol de la fuente de la vida), será un bre-
baje de inmortalidad para los elegidos, los iniciados en estos misterios. Así, Mitra había sido
el creador y también era el salvador.
Los fieles de Mitra pasaban por una larga iniciación, la cual comprendía siete grados
y cada uno de ellos tenía un nombre simbólico. Se ha supuesto una correspondencia entre las
siete esferas planetarias que el alma tenía que atravesar para llegar a la morada de los biena-
venturados. Los grados son: córax (cuervo), crypthius (oculto), miles (soldado), leo (león),
perse (el persa), heliodromus (correo del sol) y pater (padre). Como en el cristianismo, los
mitraicos creían que esta vida era el umbral de una vida eterna, la cual puede ser de felicidad
o de dolor. En el último día, los muertos se alzarán de sus tumbas al llamado de Mitra: los
bondadosos subirán a los cielos y los perversos serán arrojados al reino de las tinieblas (Mt
26,46; Jn 5,29; Jn 3, 18; Mt 18,8). Festejaban el nacimiento de Mitra el 25 de diciembre, fe-
cha fijada luego para el nacimiento de Cristo en el siglo IV de nuestra era, y, además, guar-
daban el domingo. Puede afirmarse, sin temor a cometer mezquindad alguna, que los Miste-
rios de Mitra llegaron a tener tanto peso como el cristianismo. Renán, por ejemplo, opina que
si el cristianismo se hubiese detenido en su crecimiento, por algún imponderable, el mundo
CHINCHILLA: Taxonomía mítica: una nueva forma... 245

actual habría sido mitraista. Constituyeron el culto mistérico más firme en el ámbito occiden-
tal en el siglo III de nuestra era, mientras la propaganda cristiana llegaba a su culminación.
En Oriente, el budismo ostenta como su fundador a Siddhartha Gautama, llamado el
Buda, que en sánscrito (Buddha) significa “el que ha despertado”. Las cronologías de su na-
cimiento varían desde el 624 al 448 a. C. Su madre murió luego del alumbramiento, no sin ha-
berse visto favorecida con todas las premoniciones que le anunciaban el nacimiento de un ser
milagroso. Según las versiones docetas (doctrinas gnósticas) del nacimiento de Buda, su con-
cepción y su gestación fueron inmaculadas y su nacimiento virginal. Su cuerpo había eviden-
ciado todos los signos de un rey del mundo. A los 16 años se casó Siddhartha con dos prince-
sas y empezó a llevar una vida disipada en el palacio paterno. Pero al salir del lugar, en tres
ocasiones diferentes, conoció los tres males ineluctables que azotan a la humanidad: la vejez,
el sufrimiento y la muerte. En su cuarta salida de palacio, Buda intuye cuál es el remedio, al
contemplar la paz y la serenidad de un asceta que vive de limosnas. Cuando se despierta en
medio de la noche, los cuerpos fláccidos de sus concubinas dormidas le revelan una vez más
el carácter efímero del mundo. Abandona definitivamente la vivencia palaciega y se entrega a
la vida ascética, cambiando su nombre a Gautama. Después de haberse alejado de sus dos
maestros, que le habían enseñado respectivamente la filosofía y las técnicas del yoga, Buda
practica un régimen de mortificaciones muy severas en compañía de cinco discípulos. Mas,
habiendo comprendido la inutilidad de ese género de ascesis, acepta una ofrenda de arroz y la
come. Indignados por semejante prueba de debilidad, lo abandonan sus discípulos. Sentándo-
se bajo una higuera, decide no moverse de allí hasta no haber recibido el Despertar. Sufre el
asalto de Mara, que compagina en sí la Muerte y el Maligno. Al amanecer de ese mismo día,
vencida la tentación, se convierte en el “buddha” (el que ha despertado), conocedor de las
Cuatro Nobles Verdades, las cuales predica en Benarés a los discípulos que antes lo habían re-
pudiado. Contaba entonces con 35 años de edad.
Luego de este primer sermón, la comunidad de convertidos se multiplica espectacular-
mente con la adhesión de brahamanes, reyes y ascetas. A lo largo de su existencia, Buda enfren-
tó grandes querellas y sinsabores, entre ellos con su sobrino Devadatta, quien había intentado ma-
tarlo. Aparentemente, Buda murió a la edad de 80 años, como consecuencia de una indigestión.
El Buda hace derivar todo proceso cósmico de la ignorancia y toda salvación de la ce-
sación de la ignorancia:

La ignorancia produce información innata; la información innata produce la conciencia; la con-


ciencia produce los nombres y las formas; los nombres y las formas producen los seis órganos
de sentidos; los seis órganos producen el contacto; el contacto produce la sensación; la sensa-
ción produce el deseo; el deseo produce el apego; el apego produce la existencia; la existencia
produce el nacimiento; el nacimiento produce la vejez y la muerte (Samyutta Nikaya 22,90 en
Eliade 1992: 69).

Así pues, el remedio contra la vejez y la muerte es la abolición de la ignorancia, que


equivale a la adopción de Buda, de su ley (dharma) y su comunidad (samgha). Entre los años
100 y 250 d.C. se desarrolló una nueva forma de budismo que estaba conciente de construir
un medio de liberación superior a las doctrinas del pasado. Por ese motivo se calificó a sí mis-
mo de Mahayana (“Gran Vehículo”), en contraposición del budismo anterior, que recibió el tí-
tulo de Hinayana (“Pequeño Vehículo”).
246 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

Según el budismo Mahayana (escuela Yogacara), el Buda, como ser trascendente,


puede multiplicarse indefinidamente para la salvación de los hombres, en diversas épocas o en
el mismo momento histórico. Además del cuerpo absoluto (dharmakaya), el Mahayana le atri-
buye un cuerpo etéreo (sambhogakaya: cuerpo de disfrute, literalmente), en el cual Buda dis-
fruta o goza de sus méritos religiosos en el paraíso llamado Tierra Pura, y, finalmente, un cuer-
po mágico (nirmanakaya), en que se encarna para salvar a los seres humanos.
El dharma vendría a ser el corpus de las enseñanzas y prácticas del budismo. Prime-
ramente, hablemos de las Cuatro Nobles Verdades:

a. La verdad del sufrimiento: Buda descubre que la solución del problema del sufrimien-
to comienza con el reconocimiento de que la vida es en sí misma un sufrimiento. Es-
ta es la primera de las Cuatro Nobles Verdades. Si la gente examina sus propias expe-
riencias observará que la vida está colmada de sufrimiento, que puede ser físico o
mental. Lo cierto es que el sufrimiento del nacimiento, de la vejez, de la enfermedad
y de la muerte es inevitable. Empero, cuando Buda afirmó lo inevitable del dolor, no
negaba con esto que existía la felicidad de una amistad, la felicidad en el seno fami-
liar y demás. Sin embargo, este tipo de formas no son duraderas, son efímeras, pero
la pérdida del vínculo afectivo con el ser querido genera dolor.
b. Causas del sufrimiento: las causas directas del sufrir son el deseo o anhelo y la igno-
rancia. Esta sería la Segunda Noble Verdad. El anhelo es un deseo profundo que to-
dos los seres vivientes tienen por los placeres de los sentidos y por la vida en sí. Cuan-
do se disfruta de una comida, buena compañía y música adecuada, experimentamos
un placer fútil, pues una vez concluida la consumación del placer, no hay satisfacción
plena. Por ello, nos gustaría gozar de los placeres una y otra vez, en una interminable
cadena de prácticas insulsas. La ignorancia, por su parte, es la inhabilidad de ver la
verdad de las cosas, la incapacidad de observar las cosas tal como son. Hay innume-
rables verdades sobre el mundo que la gente ignora a causa de la limitación en su en-
tendimiento. Una vez desarrolladas nuestras mentes y adquiridas la sabiduría, el pen-
samiento y la meditación, veremos la Verdad, entenderemos el sufrimiento y su per-
manencia en la existencia, la ley de causa y efecto y las Cuatro Nobles Verdades. Abo-
liendo el anhelo y la ignorancia, obtendremos felicidad y “despertar” (iluminación)
como lo hiciera el Buda hace alrededor de 2.500 años atrás.
c. El fin del sufrimiento: esta es la gran meta de los enseñanzas de Buda y para lograrla
hay que vencer el anhelo, la enfermedad y la ignorancia. Esta es la tercera de las Cua-
tro Nobles Verdades. Buda pensó que el fin del sufrimiento es la suprema felicidad, la
carencia de perturbación, paz absoluta (nirvana).
d. El principal camino para el fin del sufrimiento: señala una vía de ocho pasos que con-
duce a la extinción del dolor o al centro de la espiritualidad. Es una fórmula sencilla
de seguir para obtener la liberación:

i. El correcto entendimiento: es el conocimiento de las Cuatro Nobles Verdades, en


otras palabras, el entendimiento de sí mismo (cfr. con la frase atribuida a Sócrates:
“Conócete a ti mismo”). Recuérdese que el budismo se basa en el conocimiento, no
en la creencia razonable.
CHINCHILLA: Taxonomía mítica: una nueva forma... 247

ii. Los pensamientos correctos: tienden a la purificación de la mente y consisten en el


pensamiento de renunciación, el pensamiento positivo y el pensamiento inocente.
iii. La palabra correcta: refrena la falsedad, la frivolidad, la hipocresía, la calumnia, la
habladuría.
iv. La correcta acción: ayuda a desarrollar el carácter que debe estar autocontrolado y,
asimismo, debe tomar en cuenta los derechos de los demás, al evitar el asesinato, el
robo y la lascivia.
v. El correcto sustento o medio de existencia: existen cinco oficios que deben ser elu-
didos. Son éstos: comerciar con armas mortales, comerciar con animales para sacrifi-
cio, comerciar con esclavos, comerciar con tóxicos y comerciar con venenos. El mo-
do correcto de ganar la subsistencia significa hacerlo de manera que no sea nocivo o
dañino para los demás.
vi. El correcto esfuerzo: consta de cuatro ramas, llamadas esfuerzo para descartar el
mal, esfuerzo para prevenir la presentación del mal, esfuerzo para desarrollar el bien
y esfuerzo para promover el bien.
vii. La correcta atención: se centra en cuatro áreas, que son atención en cuanto al cuer-
po, en cuanto al sentimiento, en cuanto a la mente y en cuanto a los objetos mentales.
viii. La correcta meditación: implica un proceso gradual de entendimiento de la men-
te para concentrarse en un solo objeto, para que la mente permanezca fija en el obje-
to sin vacilaciones. La constante práctica de la meditación ayuda al sujeto a desarro-
llar la calma y la relajación y, además, lo prepara para la adquisición de sabiduría y
“despertar” (iluminación).

En el Islam, Mahoma (“el alabado” o “digno de alabanza”) es el fundador de la reli-


gión musulmana. Supónese que nació en La Meca el 10 de noviembre del 570 d.C. Su verda-
dero nombre era Abul’l-Kasim Mohammed ibn Adb Allah y procedía de la tribu de los Qu-
rays. Así como en el caso de Cristo y Buda, su nacimiento ocurrió en medio de revelaciones
que anunciaban la llegada de un gran hombre: su madre no padeció dolores de parto y el cie-
lo se pobló de visones gloriosas. Habiendo perdido a sus padres a una edad temprana, Maho-
ma quedó al cuidado de su tío, con quien recorrió por primera vez los caminos de la carava-
nas de los comerciantes. A los 25 años de edad se casó con Jadichah (Kadidja), viuda de 40
años que había heredado una cuantiosa fortuna. Mahoma se dedicó al comercio y cerca de los
40 años decidió permanecer en las cuevas, a semejanza de los ermitaños cristianos, quienes se
alejaban de la sociedad para vivir en el ayuno, la meditación y la plegaria. En estos andares,
sus visiones lo convirtieron en profeta de Alá, que le ordenó predicar la doctrina del único
dios. Dícese que tuvo la visita, en sueños, del ángel Gabriel. Tuvo la confianza de su esposa,
de sus familiares, de sus amigos y de la gente humilde, pero hubo quienes se burlaron de las
revelaciones de las que hablaba. Su mujer murió algún tiempo después y él se casó en segun-
das nupcias con una joven llamada Ayesha. Al cabo de diez años, la fortuna de Mahoma se vio
desfavorecida por constantes reveses y llegó el momento en que pensó abandonar la misión,
pero sus discípulos le refrendaron su confianza y siguió adelante. Persiguió y torturó a los idó-
latras, lo que alzó a sus enemigos en su contra y huyó a Medina al Nabí, donde fue jefe de una
numerosa congregación. La huída de La Meca a Medina sería denominada más adelante por
los musulmanes la Hégira y esa fecha, 22 de setiembre del 622, según el calendario cristiano,
248 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

se convirtió en el año 1 de la cronología árabe-islámica. Mahoma construyó el templo llama-


do “Masdjid” e integró con sus seguidores un verdadero ejército de creyentes y diestros en las
armas. Como la persecución contra él y los suyos no terminaba, empezó a predicar la Guerra
Santa con el apoyo del islamismo, que creía que Mahoma, llamado el último profeta, había si-
do enviado con el poder de las armas. Cuando logró conquistar La Meca, en el 630, fue posi-
ble que sus pobladores abrazaran la fe musulmana, lo mismo que las tribus árabes de los alre-
dedores. Al año siguiente, Mahoma regresó a la ciudad al frente de 90.000 hombres para ce-
lebrar la primera gran peregrinación. Estableció los ritos, determinó las reglas, los cinco rezos
diarios, el ayuno durante el Ramadán y convirtió en deber de todo creyente la participación en
la Guerra Santa. Pocos meses antes de morir, el 8 de junio del año 632, Mahoma celebró la
“peregrinación del adiós” que marcaría el inicio de la tradicional peregrinación hacia La Me-
ca, que es deber fundamental del islamismo.
El Corán (Quran) es para los musulmanes la palabra de Dios, transmitida por el ángel
Gabriel al profeta Mahoma. El libro consta de 114 capítulos, llamados surahs, cada uno con
un número variable de versos (ayats). Cada surah lleva un título y todos, salvo uno, empiezan
con el versículo nominado Basmallah: “En nombre de Dios, el clemente, el misericordioso”.
Varios capítulos están señalados con letras simbólicas, que tal vez indiquen la colección a la
que habían pertenecido anteriormente. Los dos grandes tópicos del Corán son el monoteísmo
y el poder de Dios, la naturaleza y el destino de los hombres en relación con la divinidad su-
prema, que es el único creador del universo, de los hombres y de los espíritus, al reconocer
que Dios es justo y benévolo. Los seres humanos son esclavos privilegiados del Señor y tie-
nen la posibilidad de ignorar los mandamientos divinos, a causa de la tentación inducidas por
el ángel caído Iblis (Satán), expulsado del cielo por haberse negado a adorar a Adán (Corán 2,
32-33). En el día del juicio, todos los muertos resucitarán, serán pesados y enviados al infier-
no o al paraíso, según sea el caso, para toda la eternidad. Contiene, también, reinterpretacio-
nes de los relatos bíblicos, numerosas exhortaciones morales, tradiciones sobre la vida del pro-
feta y la base de la islámica (shari’ah).
Se considera que Mahoma nace con el propósito de sacar a su pueblo de un profundo
caos abismal de oscuridad: infanticidio, libertinaje, embriaguez. Todas las formas de maldad
eran glorificadas y Mahoma es el único capaz de salvarnos, ya que de él se obtiene la paz y
del seguimiento de las directrices complicadas en el Sagrado Corán, redactado en el nombre
de Allah, el grandioso y misericordioso:

Hay algo de noble y heroico en este viaje de Mahoma a Taif; un hombre solitario, desdeñado y re-
chazado por su propio pueblo, se dirige audazmente hacia adelante, en nombre de Dios, y llama a
la ciudad idólatra para que se arrepienta y apoye su misión. Esto derrama una poderosa luz en su
creencia acerca del origen divino de su llamado (Muir 1983: 109) (La traducción es nuestra).

Las enseñanzas de Mahoma, en forma de Corán, otorgan y trazan los principios y me-
canismos para la declaración de la paz y, así, eliminar la guerra y la hostilidad. Dice, por ejem-
plo, que si dos partes están en disputa, la paz debe ser hecha entre ellas y el diferendo debe
ser asentado amigablemente. El Sagrado Corán se constituye en la única solución para la ins-
tauración de la paz en el mundo. Como profeta dador de leyes, Mahoma fue mencionado ve-
ladamente en el Libro del Deuteronomio (18, 18). La más grande enseñanza está delante del
mundo: la aceptación de la unicidad de Dios y su regencia en el universo:
CHINCHILLA: Taxonomía mítica: una nueva forma... 249

¡En el nombre de Alá, el Compasivo, el Misericordioso! Alabado sea Alá, Señor del Universo,
el Compasivo, el Misericordioso, Dueño del día del Juicio, a ti sólo te servimos y a ti sólo im-
ploramos ayuda. Dirígenos por la vía recta, la vía de los que Tú has agraciado, no de los que
han incurrido en la ira, ni de los extraviados (Corán 1, 1-7).

En cuanto a la labor soteriológica, el Corán nos dice:

Luego, salvaremos a Nuestros enviados y a los que hayan creído. Salvar a los creyentes es de-
ber Nuestro (10, 103).

Alá salvará a quienes Le hayan temido, librándoles del castigo: no sufrirán mal ni estarán tris-
tes (39, 61).

7. Mitos escatológicos

Estos mitos relatan el final de los tiempos, el momento postrero del mundo y la hu-
manidad. Implica el tránsito de los estadios (edades o eras): caos-paraíso terrenal-caos-resti-
tución del estado edénico. Pues, en algunos casos, no es un fin radical, sino que va seguido de
una humanidad nueva y de una reconstrucción. Empero, supónese generalmente la destrucción
del universo por medio de cataclismos de proporciones cósmicas: temblores, incendios, de-
rrumbamientos de montañas, epidemias devastadoras.
En la India, en los pralaya (relatos del fin del mundo), se desarrolló la doctrina de los
cuatro yugas, las cuatro edades del mundo. Lo esencial de esta teoría es la creación y destruc-
ción cíclicas y la creencia en la perfección en los comienzos. La unidad de medida más pe-
queña es el yuga, la “edad”. Un yuga va precedido y seguido por una aurora y un crepúsculo
que entrelazan las edades entre sí. Un ciclo completo o mahayuga, se compone de cuatro eda-
des de duración desigual, de las cuales la más larga aparece al principio del ciclo y la más cor-
ta al final. Así la primera “edad”, la krita-yuga, dura 4.000 años de aurora a crepúsculo; le si-
guen treta-yuga de 4.000 años, dvarapa-yuga de 2.000 años y kali-yuga de 2.000 años. Por
consiguiente, un mahayuga dura 12.000 años. Luego de las disminuciones progresivas de la
duración de cada nuevo yuga, corresponde, en el plano humano, una disminución de la dura-
ción de la vida, acompañada de un relajamiento de las costumbres y de una declinación de la
inteligencia. El paso de un yuga a otro se marca por el crepúsculo (decrecendo interior), lo
cual implica la reinserción a las tinieblas primordiales. El último yuga, en el que nos encon-
tramos actualmente, se llama “edad de las tinieblas” (kali-yuga). El ciclo concluye con una di-
solución: nacimiento-desgaste-destrucción. Cada “año” de los que venimos hablando es igual
a 360 años, por tanto el Mahayuga de 12.000 años corresponde a 4.320.000 años, como los
entendemos en la actualidad. El fin llegará cuando el horizonte se inflame, siete o doce soles
aparecerán en el cielo, se secarán los mares y se quemará la tierra. El fuego Samvartaka (fue-
go del incendio cósmico) destruirá el universo completo. Luego caerá una lluvia diluvial du-
rante doce años, la tierra quedará sumergida y la humanidad anulada. Sin embargo, para la In-
dia no hay un fin radical en el mundo, hay intervalos más o menos largos entre el aniquila-
miento de un universo y la aparición del otro.
250 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

La destrucción final del mundo y la regeneración de dioses y hombres de los nórdicos


se llama Ragnarok, crepúsculo de los dioses (de ragna-regin: dioses y rockr: oscuridad). El
viaje a través de la vida ha sido largo, pero aún no hemos alcanzado el fin, que es el principio
también. Cuando se acaba la vida, se produce un cambio: surge un nuevo día y un sol sin som-
bras. El germen de la muerte se hallaba en la naturaleza desde el origen y éste va desarrollán-
dose gradualmente, o sea, acontece un debilitamiento de la fuerza de los dioses y de los hom-
bres. La disolución está precedida del desorden de la vida:

Vio revolcarse
En los espesos ríos
A los hombres, negros asesinos,
Y a los perjuros
Y a los que seducen
A la mujer del prójimo (Niedner 1986: 240).

La depravación y la lucha en el mundo proclaman la cercanía del Ragnarok. Previa-


mente, habrá un invierno llamado Fimbul, durante el cual la nieve caerá por los cuatro costa-
dos del mundo. Habrá tres inviernos seguidos, en los cuales la guerra y la discordia se exten-
derán por toda la tierra. Los hermanos se matarán entre sí para conseguir mayores ganancias
y nadie se salvará, ni sus padres ni sus hijos. Los Edda dicen:

Los hermanos masacran a sus hermanos;


Los hijos de hermanas
hacen brotar la sangre uno al otro.
La dureza del corazón reina en el mundo;
La sensualidad es soberana.
Es la edad de la espada, del hacha;
Los escudos son partidos en dos;
Es la edad de la tempestad y el asesinato
Hasta que muera el mundo
Y los hombres no se salvan
Y no tengan más piedad los unos por los otros
(Niedner 1986: 240).

El lobo Fenris, habiéndose escapado de sus ligaduras, devorará el sol y el otro lobo,
Moongarm, devorará la luna; esto producirá grandes daños; entonces las estrellas serán preci-
pitadas del cielo, la tierra será sacudida tan violentamente que los árboles serán arrancados de
raíz, los fundamentos de las montañas serán estremecidos y todas las cadenas saltarán en pe-
dazos. El mar se precipitará sobre la tierra a causa de la serpiente Midgard: habrá de retorcer-
se con rabia gigantesca y alcanzará la tierra. Sobre las aguas flotará el navío Nagifar, el barco
de los clavos, que está construido con los clavos de los hombres muertos. Por esto, según la
mitología nórdica, se debía tener cuidado en morir con un número par de clavos, de lo contra-
rio proporcionaría materiales para la construcción del barco en cuestión.
La mandíbula inferior del lobo Fenris llega hasta la tierra y la superior al cielo, el fuego
brota de sus ojos y de sus narices. La serpiente Midgard, colocada al lado de Fenris, vomita ríos
de veneno que invaden el aire y la aguas. En medio de tal devastación, los cielos se parten y los
hijos de Muspel cabalgan por la abertura sobre un rayo. Surt cabalga primero, delante y detrás
CHINCHILLA: Taxonomía mítica: una nueva forma... 251

de sí arde un fuego abrasador. Su espada es más brillante que el mismo sol. Bifrost (el arco iris)
se quiebra bajo sus pasos. Se dirigen hacia el campo de batalla (Vigrid), junto con el lobo Fen-
ris, la serpiente Midgard y Loke con todos los compañeros de Hel, Hrym y los gigantes del frío.
Heimdal se levanta y sopla con todas sus fuerzas el cuerno Gjallar para despertar a los
dioses, que se reúnen rápidamente. Odín cabalga hasta la fuente de Mimer y le pregunta có-
mo debe comenzar la acción guerrera. Los dioses y todos los einherjes de Vahal se dirigen al
campo de batalla encabezados por Odín, quien se coloca frente al lobo Fenris. Thor combate
con la serpiente Midgard, a quien logra matar, mas cae muerto, ahogado por los ríos de vene-
no que fluyen del cuerpo de la sierpe monstruosa. Frey se enfrenta con Surt. El lobo devora a
Odín, aunque Vidar trata de rescatarlo con la ayuda de unos zapatos especiales. Loke y Heim-
dal combaten y se matan entre ellos. Surt lanza fuego y llamas sobre el mundo, las más altas
jamás vistas.
El conflicto final es inevitable, incluso pese a que Odín muere en él, pues es el últi-
mo combate entre los que han gobernado y bendecido el cielo y la tierra y los eternos enemi-
gos, los poderes oscuros que existían antes de que el universo fuese creado. Impera una ley de
destructividad y corrupción: todas las cosas poseen una fuerza inherente que las lleva a la rui-
na, un germen de muerte. En la lucha, las fuerzas antagónicas combaten y se destruyen recí-
procamente. El Ragnarok es el desencadenamiento de todos los poderes del caos. El fuego, el
agua, las tinieblas y la muerte trabajan juntos para destruir el mundo. Empero, la tierra se re-
genera; en el incendio producido por Surt, una mujer llamada Lif (vida) y un hombre de nom-
bre Lifthraser se ocultarán en el bosque de Hodminer. El rocío les servirá de alimento y darán
vida a una raza numerosa. Habrá un día del juicio final, cuando los bondadosos y los perver-
sos serán separados. El dios regente, padre de todos, que existía desde antes del tiempo, en-
trará en su reino eterno.
En Irán, se creía que una conflagración universal (ekpyrosis) pondrá fin a toda la his-
toria y será el momento del juicio de esta. Los individuos habrán de responder por lo realiza-
do en “la historia” y sólo los que no sean culpables conocerán la beatitud y la eternidad. Para
los mazdeístas, el mundo fue creado por Dios en seis días y en el sétimo descansó. Su univer-
so tendrá una duración de seis eones, en los cuales el mal vencerá y triunfará en el mundo. Du-
rante el curso del sétimo milenio, el príncipe de los demonios será encadenado y la humani-
dad vivirá mil años de reposo y de justicia perfecta. Sin embargo, pasado el lapso indicado, el
demonio se escapará de sus cadenas y volverá a la guerra contra los justos. Al final será ven-
cido y en el octavo milenio el mundo será recreado para la eternidad.

8. Mitos heroicos

Los mitos heroicos cuentan las aventuras y las hazañas de un héroe, un ser mítico que
ha vencido incontables vicisitudes, entre las cuales se destacan la lucha contra monstruos, pa-
ra salvar al poblado o a la damisela en desgracia; la batalla contra las fuerzas de la oscuridad
que pretenden subyugar al género humano.
En Grecia, Teseo se destacó por haber vencido al Minotauro y así liberó a Atenas de
la tiranía cretense. Primeramente, Poseidón, dios rector de las aguas, le obsequió al rey de Cre-
ta a Minos, un hermoso toro blanco. El rey lo conserva con gran estima, ignorando que había
252 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

surgido, en su esposa Pasífae, un antinatural deseo lascivo por el bovino. Sin mayor dilación,
Pasífae le ordenó a Dédalo, arquitecto prodigioso, idear un modo viable para que ella pudie-
se satisfacer sus enfermizos instintos carnales con el toro. Por lo tanto, Dédalo construyó una
vaca artificial de madera, la cual estaba hueca, con el objeto de que la reina se introdujera allí
y se ayuntara con el animal. Así lo hizo y de este contacto nacería una criatura híbrida: mitad
humana y mitad bovina. Se le llamó Minotauro y fue instalado en el célebre laberinto, palacio
de intrincados pasadizos, creación magistral de Dédalo. Empero, como el Minotauro se ali-
mentaba de carne humana, Minos exigió un tributo humano anual de siete doncella y siete
mancebos. Egeo, rey de Atenas, cumplía sin retardo alguno; no obstante, su hijo Teseo deci-
dió que ya era tiempo de imponerse y terminar de esta manera con la macabra tiranía creten-
se. Ofrecióse él mismo para ir entre el grupo de rehenes. Llegó a Creta, mas contempló la di-
ficultad de llevar a cabo su misión. Quien entraba al laberinto inexorablemente era alcanzado
por el Minotauro y, aún con la mejor de las suertes, no podía salir, pues el laberinto era un
rompecabezas de caminos entrelazados. No obstante, con la ayuda de la princesa Ariadna, hi-
ja de Minos y Pasífae, Teseo pudo realizar la ejecución del horrendo y repulsivo monstruo y
salir del laberinto. El ardid sugerido por la princesa fue la utilización de un simple ovillo de
lana: mientras ella lo sostenía en la salida, el héroe ateniense llevaba el hilo de lana amarrado
a su cintura. Esa fue su guía para salir del laberinto.
Perseo, por su parte, es un héroe de origen argivo, quien figura entre los antepasados
de Heracles (llamado Hércules entre los romanos). Acrisio, su abuelo materno, había consulta-
do el oráculo acerca de si tendría o no descendencia. La respuesta fue que el hijo de su hija Dá-
nae lo destronaría y sería el causante de su muerte. De ahí que Dánae fue instalada y encerra-
da en una torre, con el fin de no ser visitada jamás por ningún varón. Sin embargo, pese a to-
das las precauciones, Dánae dio a luz un hijo, concebido por la intervención de Zeus, en forma
de lluvia de oro. Acrisio se dio cuenta de la situación y optó por arrojar al mar a su hija y a su
nieto, encerrados en un cofre de madera. Los naúfragos fueron recogidos por Dictis, quien los
acogió en su hogar y se hizo cargo de la educación del niño. Pasados los años, el rey Polidec-
tes pretendía a Dánae, pero Perseo la cuidaba celosamente. El rey invitó a un banquete a sus
amigos, entre ellos al héroe. Todos habían convenido en que el mejor obsequio para el rey era
un caballo, mas Perseo respondió que, si era necesario, le traería la cabeza misma de Medusa,
una de las Gorgonas. Al día siguiente, todos los invitados llevaron el corcel ofrecido, sólo Per-
seo llegó con las manos vacías, oportunidad que aprovechó Polidectes: le ordenó traer la cabe-
za de Medusa so pena de perder a su madre, ya que él la tomaría por esposa a la fuerza.
En esta coyuntura, los dioses Hermes y Atenea acudieron en ayuda de Perseo y le pro-
porcionaron los medios adecuados para cumplir su imprudente promesa. Habiendo seguido el
consejo divino, el joven fue al encuentro de las hijas de Forcis (Enio, Pefredo y Dino), cono-
cidas como las Grayas, quienes tenían entre las tres un solo ojo y un solo diente. Apoderóse
Perseo del diente y del ojo y se negó a devolverlos mientras no le indicasen el camino hacia
la mansión de las Ninfas. Estas eran poseedoras de sandalias aladas, un zurrón llamado kibi-
sis y el casco de Hades, que tenía la facultad de volver invisible a quien lo ostentara. Las Nin-
fas le entregaron todos estos objetos y Hermes lo armó con una hoz de acero muy incisivo.
Perseo se dirigió entonces a la mansión de las Gorgonas, las cuales yacían dormidas. Medusa
era un horrible monstruo, cuyo cuello se hallaba protegido por escamas de dragón, tenía ca-
bellera de serpientes y colmillos como de jabalí. Sus manos eran de bronce y poseía alas de
CHINCHILLA: Taxonomía mítica: una nueva forma... 253

oro, con las cuales volaba. Además, su mirada era tan poderosa que transformaba en piedra a
cuantos veía. Por ello era imposible vencerla sin ayuda divina: Perseo se elevó por los aires
gracias a sus sandalias aladas y, mientras Atenea sostenía encima de Medusa un escudo de
bronce bruñido a modo de espejo, él decapitó a la Gorgona. Del cuello cercenado de Medusa
surgieron un caballo alado (Pegaso) y un gigante (Crisaor). El argivo héroe guardó la cabeza
en el zurrón y emprendió el viaje de regreso. Las dos hermanas de Medusa lo persiguieron,
pero gracias al casco de Hades, Perseo se volvió invisible.
En el camino, el héroe pasó por Etiopía, donde halló a Andrómeda, atada a una roca,
expiando unas palabras imprudentes que había proferido su madre Casiopea. Al ver a la her-
mosa joven en peligro, Perseo sintió súbito amor por ella y prometió a su padre Cefeo que la
liberaría si se la daba por esposa. El trato fue aceptado y Perseo, gracias a las armas mágicas
que poseía, pudo matar fácilmente al monstruo marino que iba a devorar a Andrómeda y con-
dujo a la doncella al lado de los suyos. Andrómeda tenía un tío, Fineo, quien quería casarse
con ella. Fineo, irritado por la proyectada boda entre ambos, urdió un plan en contra de la nue-
va pareja. Pero Perseo lo descubrió a tiempo y, al mostrarle la cabeza de Medusa, convirtió a
los detractores en estatuas de piedra.
Acompañado de su amada, llegaron de regreso a casa. Perseo se vengó de Polidectes,
transformándolo en estatua pétrea. Resuelto este asunto, se dirigieron a Argos, su auténtica pa-
tria. Acrisio, abuelo de Perseo, huyó del lugar, hacia el país de los pelasgos, para no dar opor-
tunidad al cumplimiento del oráculo. Sin embargo, el rey de los pelasgos había organizado
unos juegos y Perseo se presentó en calidad de participante. Acrisio se apersonó como simple
espectador. Al lanzar el disco, el héroe hiere en el pie, accidentalmente, a su abuelo, lo que le
causa la súbita muerte. De este modo el funesto oráculo se vio cumplido.
En la cultura moderna de la mass-media, Supermán es un redentor comercializado que
viene a llenar un vacío en el deseo colectivo de salvación. Supermán es un ser procedente de
otro planeta (Kriptón) y es invulnerable: las balas rebotan en su pecho, dobla las barras de ace-
ro sin esfuerzo, salta los enormes rascacielos de la ciudad, corre a una velocidad superior a la
de cualquier vehículo, posee poderes inimaginables en su visión. Adopta la identidad secreta de
Clark Kent, un tímido reportero de un periódico, para mezclarse con el común de los mortales.
No obstante, en los momentos de necesidad cambia sus vestiduras y emerge el héroe que se ha-
lla oculto en él. Utiliza sus poderes para el bien, aunque al principio de su saga es perseguido
por la policía pues actúa como justiciero fuera de la ley. Educado con sólidos valores morales
por una pareja de clase media, Supermán defiende al oprimido, respeta la propiedad privada,
ampara a la ciudad de Metrópolis, ayuda a su país adoptivo (Estados Unidos de América), des-
banca a los corruptos en la política y mantiene una fuerte lucha interior entre sus dos persona-
lidades, porque se ha enamorado de su colega periodista en el Daily Planet, Lois Lane, quien
sólo se fija en el héroe y no en el reportero Clark Kent. A lo largo de los sesenta años de publi-
cación y divulgación de las aventuras del Hombre de Acero acontecen infinidad de sucesos,
hasta que, en noviembre de 1992, un villano de nombre Doomsday (día del juicio final) pone
fin a la existencia de Supermán en una lucha sin paralelo: el Hombre de Acero ofrenda su vida
para salvar a Metrópolis del monstruoso destructor de origen desconocido. Empero, fallece y
resucita en el Superman Blue: un ser energético, con un traje de color azul y blanco, sus pro-
pios poderes le son aún desconocidos. Debe aprender a utilizar su potencial, lo cual implica el
tener un cúmulo de energía conciente capaz de manipular la misma energía. No lleva capa y
254 REVISTA DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA

cuando se transforma en Clark Kent, por medio de la concentración y densificación mental,


resulta ser vulnerable como cualquier mortal. Supónese que, ante la cantidad de críticas nega-
tivas, nació el híbrido del Supermán Rojo con el Supermán Azul, que traerá de vuelta al Su-
permán original, el de siempre.
Desde la perspectiva de análisis junguiano, las instancias narrativas del mito heroico
son expresión absoluta del arquetipo que evidencia la dinámica de la psicoenergía en los di-
versos estadios del proceso de individuación: la tendencia hacia la obtención del selbst, el sí
mismo, el equilibrio psicoenergético. Así pues, el hombre se halla frente a la polaridad de las
fuerzas antagónicas: el bien y el mal, por ejemplo. El héroe se instala, mediante su lucha con
demonios, monstruos, seres alienígenos, en los estratos más profundos de lo inconsciente. Tal
batalla alude hacia la madre, quien simbólicamente manifiesta lo inconsciente. En suma, en la
victoria de todo héroe se visualiza el anhelo personal de vencer a la madre, vencer las condi-
ciones personales particulares (histórico-sociales), con el objeto de extraer del hontanar pri-
mario de la vida individual los gérmenes autóctonos del hombre como ser cultural. Obviamen-
te, esta tarea es ingente; de ahí que el héroe sea el símbolo de esa imagen divina, cosmogóni-
ca y soteriológica, que se encuentra cifrada en todos nosotros y sólo espera ser reconocida y
restituida a la vida.

9. Consideraciones finales

De toda la taxonomía anteriormente expuesta, podemos concluir que la comosgonía


es el soporte de toda la categorización de mitos. Dado que la creación del mundo es la crea-
ción por antonomasia de todos los elementos en particular. La cosmogonía constituye el mo-
delo ejemplar de todas las especies de la creación; todo ha tenido un “origen”: una planta, un
monte, un dios, el hombre, un héroe, un salvador, un final del mundo.
Las cosmogonías traducen un sentimiento universal de trascendencia, es decir, la atri-
bución de los orígenes del universo a uno o varios seres cósmicos. Constituyen un modelo pa-
ra que la humanidad pueda concebir el despliegue de la energía y esforzarse en consumar sus
propios proyectos. Son el modelo paradigmático de toda categoría, porque el cosmos es el ar-
quetipo ideal de toda situación creadora. El cosmos es una obra divina, está santificado en su
estructura. Por extensión, todo lo que es perfecto, pleno, armonioso, todo lo que se parece a
un cosmos es sagrado. Hacer bien cualquier cosa, obrar, construir, crear, estructurar, dar for-
ma equivale a decir que se introduce algo nuevo a la existencia, que se le da vida y, en última
instancia, que se le asemeja al organismo armonioso por excelencia: el cosmos.
Carl Gustav Jung observa que toda cosmogonía implica una cierta noción de sacrifi-
cio: dar forma a una materia es particular en la energía primordial para modificarla, lo que no
ocurre sin lucha: las cosmogonías están acompañadas de teomaquias, gigantomaquias, estra-
gos inmensos, en los cuales dioses y hombres se desmembran. El orden y la vida no nacen si-
no del caos y de la muerte. Estos contrarios son parejas gemelas, las dos caras diurna y noc-
turna. Todo progreso se apoya sobre una destrucción; cambiar es a la vez nacer y morir.
El mundo es el resultado de un combate entre dos principios polares, durante el cual
queda destruido el árbol de la vida. Pero de la destrucción y la muerte surge el cosmos y una
vida nueva. La nueva creación se origina en la muerte de la divinidad total. La génesis implica
CHINCHILLA: Taxonomía mítica: una nueva forma... 255

el fin del caos por la entrada en el universo de la forma, de un orden, de una jerarquía. Pascal
decía que el orden basta para caracterizar la invención, la cual es la percepción de un orden
nuevo. La obra del creador precede al caos o le sucede. Este no es más que una primera fase:
una masa elemental e indiferenciada (tohu-bohu, en alemán) que el espíritu o hálito divino pe-
netra, para darle forma.

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