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LO QUE IGNORAMOS

Por: Lui Eduardo Valencia

Nunca sabremos con exactitud

si lo que expele de sus picos

al erguir su manto hacia lo más alto

—que en realidad es muy poco—,

comparado a donde se las ve;

es música.

La inmensidad del cielo

prohibitivo porque sí,

no nos ha enseñado lo que las aves,

festivas entre nubarrones,

cometen al caer la tarde.

Y es que,

qué sería de los días sin el cantar del jilguero,

o la noche,

sin el mirlo en la habitación

sabiéndose Beethoven,
si hasta el sol roba del canario

la naturaleza de sus plumas.

Y si sufren,

el melisma de su dolor nos complace,

y si hacen el amor

nunca quebrará la fábrica de los días,

y si, por azar,

colmado de cantares llegan los días;

esa amalgama de aves equivaldría

a un año más sin dar vuelo.

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