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ICONO DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET

Contexto histórico y breve explicación


“Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce
años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el
niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo su padres. Pero creyendo que estaría en la
caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero
al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los
maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos
por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su
madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te
andábamos buscando.» El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía
estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.

Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba
cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en
estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.”

(Lucas 2, 41-52)
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BREVE HISTORIA Y CARACTERÍSTICAS DEL ICONO

El icono fue encargado a Kiko Argüello por el Consejo Pontificio para la Familia
con motivo del II Encuentro Mundial de las Familias celebrado en Rio de Janeiro en 1997.
Fue donado por el autor al papa Juan Pablo II y desde entonces ha presidido varios
Encuentros Mundiales de la Familia.

El original está pintado al óleo sobre tabla de encina, mide 1 metro por 1,20. El
fondo, como es tradición en la pintura sagrada de raíz oriental, ha sido estofado con oro
fino y alguna línea de assit, en alusión a la luz celestial que transfigura el mundo.
Predomina el color ocre de tono rojizo, que en la iconografía simboliza la divinidad.

INTERPRETACIÓN BÍBLICA Y TEOLÓGICA

Este icono es rico en contenido bíblico y teológico, proponiendo una meditación


sobre la Sagrada Familia, la misión salvadora de Cristo, y la familia cristiana.

El momento histórico-salvífico que representa es el regreso de la Sagrada Familia


de Jerusalén a Nazaret, después de que el Niño hubiera sido encontrado en el Templo.

Jesús ya adolescente lleva la cruz en forma de cetro real, doble símbolo de la


Pasión que va a sufrir y de su condición de Rey.

San José, con el rostro del Siervo de Yahvéh (Is 53) inspirado en la Faz de la
Sábana Santa, carga con la responsabilidad de padre y protector del "Hijo amado" (Mc 1,
11).
Aunque no es frecuente esta representación de San José llevando a Jesús en sus
hombros, se puede citar un precedente en el mosaico del siglo XII del Retorno de la
Sagrada Familia de Egipto en el monasterio de Chora (Estambul). El tema fue retomado
por autores modernos, como William Dobson (1817-1878): en una de sus pinturas San
José lleva a Jesús adolescente en el regreso a Nazaret después del encuentro con los
doctores de la ley en el Templo de Jerusalén (Tate Gallery de Londres).

En la composición también hay que destacar la figura de san José representado


según la iconografía del moscóforo que porta sobre sus hombros al Agnus Dei, el
Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1, 25-37), y que se conserva en otras
imágenes canónicas, tales como el Buen Pastor, san Cristóbal o, más recientemente, la
Divina Pastora.

La Virgen María es representada como la Theotokos, o Madre de Dios, como rezan


las letras rojas encima de su cabeza. Camina junto a ellos recibiendo de la mano de Cristo
un rollo en la que aparecen en letras griegas las palabras del profeta Isaías: "El Espíritu
del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena
Nueva" (cf. Is 61,1), palabras que leerá Jesús en la Sinagoga de Nazaret al iniciar su
ministerio público y que aplicará a sí mismo, identificándose cómo Mesías y Salvador (Lc
4, 18.21).

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Las dos estrellas en la cabeza y el hombro de la Virgen hacen referencia a las
otras dos personas de la Santísima Trinidad, Dios Padre y el Espíritu Santo.

En algunos iconos de la tradición bizantina la Virgen aparece dándole al Niño el


rollo con el texto de la profecía mesiánica de Isaías. El gesto de la Virgen que da al niño la
Palabra, lo podemos encontrar en muchos iconos de la Iglesia Ortodoxa. Son los iconos
llamados "Eleusa Kykkotissa". El nombre viene del monasterio de Kikko en Chipre, donde
se ve la Virgen que lleva al niño en sus brazos y que le ha dado el libro de Isaías. El icono
de la "Eleusa Kikkotissa" se encuentra en muchos países, como el de Monasterio de
Santa Catalina del Sinaí, que es el monte de la tentación en Israel y en Chora. Así el gran
pintor ruso Simon Ushakov (siglo XVI) pintó una bella Kikkotissa conservada en la galería
Trejakov de Moscú.

La familia es esencial en el plan de Dios


Cuando Jesús había cumplido doce años, fue con San José, la Virgen y sus
parientes a celebrar la Pascua en el Templo en Jerusalén. Allí le perdieron de vista y lo
encontraron a los tres días sentado con los maestros de la Ley dialogando con ellos, "y
todos los que le oían estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas" (Lc 2,
47). Ante la preocupación de sus padres, Jesús desvela su filiación divina: "¿No sabíais
que yo debía estar en las cosas de mi Padre?" (Lc 2, 49), y aunque no comprenden en
aquel momento ellos saben que les toca formarle en la fe de su pueblo y prepararle para
su misión redentora. Ya desde la Presentación del Niño, el Evangelio dice que María y
José "cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor [y] el Niño crecía y se fortalecía,
llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él" (Lc 2, 40).

El verbo de Dios, hecho Hombre, únicamente siendo adulto puede llevar a cabo su
misión y Dios revela que el lugar histórico donde el Hijo de Dios se hace adulto es la
Familia de Nazaret. Ni siquiera Dios mismo, hecho carne en Jesucristo, prescinde de la
familia para "crecer en sabiduría, edad y gracia". La familia tiene pues una importancia
fundamental en el plan de Dios: «la familia constituye el lugar natural y el instrumento
más
eficaz de humanización y de personalización de la sociedad: colabora de manera original
y profunda en la construcción del mundo, haciendo posible una vida propiamente
humana, en particular custodiando y transmitiendo las virtudes y los "valores"».
(Familiaris Consortio, 43)

El hecho de que Jesús adolescente sea llevado en hombros indica la importancia


que tiene el padre en la familia, que ha de preparar al joven para la vida adulta: «el puesto
y la función del padre en y por la familia son de una importancia única e insustituible.
Como la experiencia enseña, la ausencia del padre provoca desequilibrios psicológicos y
morales, además de dificultades notables en las relaciones familiares, como también, en
circunstancias opuestas, la presencia opresiva del padre, especialmente donde todavía
vige el fenómeno del «machismo», o sea, la superioridad abusiva de las prerrogativas
masculinas que humillan a la mujer e inhiben el desarrollo de sanas relaciones
familiares.» (Familiaris Consortio, 25)

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Sacramento del Matrimonio: un yugo que hace libre

Otra variante permite interpretar la posición corporal que Jesús adopta en el icono
como símbolo de Cristo como yugo matrimonial de la Sagrada Familia y, por ende, de toda
familia cristiana. Cristo sería el vínculo de unión del sacramento matrimonial y de los
cónyuges. "Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré. Cargad
sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga, ligera " (Mt
11, 28-30). La presencia de Cristo permite al hombre salir de su egoísmo y pasar al otro
amando en la dimensión de la Cruz, según el mismo Espíritu de Jesucristo, donde la
mujer se somete a su esposo y el varón ama a su esposa como Cristo amó a su Iglesia (Ef
5, 25-29). De esta manera los esposos pueden entrar en la comunión perfecta del amor al
enemigo. Pueden vivir en comunión, unidos por la gracia de un vínculo eterno, que eleva
a la santidad los vínculos naturales de la afectividad. Los esposos son así cónyuges en
sentido pleno: con-yugo, uncidos y unidos por el mismo yugo.

Como es bien sabido, el yugo es un instrumento de madera mediante el cual se


unen parejas de mulas o de bueyes, y en el que va inserto la pértiga del carro o el timón
del arado, para hacer trabajar juntas a las bestias. El término proviene del latín iugum, el
cual a su vez deriva de una raíz indoeuropea que aparece en el sánscrito como yug,
"unión".

A dos bueyes que trabajan aunados, unidos por un mismo yugo, se denomina
yunta. La expresión deriva de esta última palabra y también se aplica, por extensión, a
otros animales que trabajan unidos, o a un par de personas que cooperan para hacer lo
mismo. De ahí proceden palabras como: "ayuntamiento", "juntar", "descoyuntado" o,
incluso, "unanimidad". También se aplica al paño que, en ciertas regiones de España, se
echa sobre los hombros del novio y la cabeza de la novia durante ciertas partes de la misa
llamada de velaciones en las bodas y que aun se puede usar a petición de los
contrayentes.

La presencia de Cristo hace posible el milagro de la unión matrimonial, hoy día


despreciado por muchos, porque creen que el amor tiene fecha de caducidad. He aquí un
nuevo desafío para la familia cristiana: mostrar que unidos a Cristo resucitado el
matrimonio recibe un vino nuevo en medio de las fatigas y combates de la vida y se puede
continuar juntos el camino de alegría, de pruebas, de santidad que supone el sacramento
del matrimonio.

El Camino Neocatecumenal inspirado en la Familia de Nazaret

El modelo de la Santa Familia de Nazaret está a la base de la inspiración del


Camino Neocatecumenal: "hacer comunidades cristianas como la Santa Familia de
Nazaret, que vivan en humildad, sencillez y alabanza". En el Camino Neocatecumenal son
muchos los cristianos que, habiendo recibido el bautismo sin madurar su fe, han pasado
de una fe infantil a una fe adulta, profundizándola por etapas.

Vivir la fe en una comunidad cristiana concreta, tal y como lo propone el Camino


Neocatecumenal, es una vía de solución posible a uno de las mayores dificultades del

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hombre moderno a encontrarse con Dios: el anonimato y la indiferencia.

Evangelii Gaudium: del último documento del Papa Francisco,

49. «Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es


que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la
amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un
horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos
mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa
contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres
donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y
Jesús nos repite sin cansarse: "¡Dadles vosotros de comer!" (Mc 6,37).»

169. «En una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez


obsesionada por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma
de curiosidad malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar,
conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo
los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la
fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal. La Iglesia
tendrá que iniciar a sus hermanos –sacerdotes, religiosos y laicos– en este «arte
del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante
la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo
sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al
mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana.»

Quienes lo conocemos desde dentro, sabemos que el Camino Neocatecumenal es una


de esas realidades eclesiales que realiza de una manera muy real y concreta ese deseo.

Con mucho afecto y amor os entregamos este Icono de la Sagrada Familia de Nazaret, al
Colegio de los Maristas San Fernando de Sevilla, su significado para nosotros representa
un referente en nuestra vida.

Agradeceros a todos los miembros de la Comunidad Educativa que con el Espíritu de


Marcelino y su entrega a los demás, nos habéis ayudado a para pasarle la Fe a nuestros
hijos.

Que Dios os bendiga. Rezar por nosotros, lo hacemos por Ustedes.

La Familia Castillo de Luna Sevilla 16 de diciembre de 2016

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