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PRONTUARIO COLONIAS Y POBLACIONES


P O P U L A R E S
DE PAISAJE LATINOAMERICANAS

Seminario de licenciatura
Alumna: Camila Sullivan Saavedra
Profesora guía: Pía Montealegre Beach
Departamento de Paisaje
Facultad de Arquitectura y Urbanismo
Universidad de Chile

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A B S T R AC TO

Ejercicio de investigación vinculado a descubrir y


construir un prontuario -álbum personal y colecti-
vo- vinculado al paisaje popular de las colonias po-
pulares de la Ciudad de México y las poblaciones
populares de Santiago de Chile. Mediante el uso de
un método autoetnografico, se explora en torno a
la escritura creativa y la producción de imágenes
como mecanismo para acceder a los discursos es-
téticos, culturales y simbolicos del hábitat popular.

Palabras clave: paisaje popular, hábitat popular,


América Latina, autoetnografía

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A G R A D E -
C I M I E N T O S

A mis abuelas, María y Olga, por cumplir el sueño


de la casa propia.

A mis abuelos, Julio y Miguel, por hacerme nieta


de obreros de la construcción.

A mamá y a papá, por dejarme crecer en autenti-


cidad.

A la profesora Pía, por su comprensión, palabras y


terapia.

A Monserrat y a su familia, por recibirme en su casa


popular mexicana.

A René, por ser compañero del sueño latinoame-


ricano.
1. Introducción 7

I N D I C E
2. Marco teórico 11
a. Paisaje
b. Paisaje popular
b. Hábitat popular en América Latina

3. Problema de investigación 22

4. Marco metodológico 27

5. Prontuario del paisaje: Colonias populares 31


de Ciudad de México y Estado de México

6. Prontuario del paisaje: Poblaciones populares 69


en Santiago de Chile

7. Conclusiones 114

8. Bibliografía 121
INTRODUCCIoN

La Pradera, Ciudad de México - Elaboración propia

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Todos los recuerdos: olores, sonidos, códigos secretos, guridad, que apareció como poema, cuando leí el libro
imágenes, palabras, miedos, sueños y juguetes de in- Compro fierro del poeta pintanino Juan Carreño, quien
fancia en La Pintana, no caben en las dos piezas de la escribía:
mediagua donde crecí. La falta de espacio y el descu-
brimiento evidente mis carencias -que eran un baño y “Y me la paso
un living-, se encontraron en la calle, con un paisaje no persiguiendo
dicho, pero, compartido por todas quienes habitábamos volantines cortaos
esa población de la ciudad. como si la vida fuera
domingos
Hijas de una política pública que enfrentó el problema canchas de tierra
de la vivienda y el crecimiento de la ciudad desvinculán- evangélicos, choros y
dose de él: los usos de suelo se definen según los re- panquis.
querimientos del mercado y ello se traduce en la den- Vestido a capela
sificación de las comunas más alejadas del centro de la correteo cortados
ciudad. El suelo periférico de Santiago, a trasmano de los ojos color techo de lata
centros equipados, se sobre puebla a consecuencia de salpicados
políticas subsidiarias e industrias neoliberales. de la caída
se fue se fue!
A su vez, la estigmatización, inventada por los medios y el abandono
por el Estado, cae sobre La Pintana, Puente Alto y todas se fue se fue!
las comunas que como ella comparten un imaginario al aire.
común: el zinc, el sonido de carritos arrastrando sopai- El cortao se mira
pillas y chatarra, los juegos, las conversaciones tras las como meneo
rejas, los paseos a la feria, los olores de lo colectivo y las de pluma cayendo
caminatas por las pasarelas que saltan Vespucio. Desde y es lo único
niña, este espacio, era la contradicción del miedo y la se- con sentido”.
(Carreño, 2010, p. 19)

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Esta mirada, de lo que siempre fue catalogado como laridades de lo que llame el paisaje popular, el cual, con
marginal ahora siendo poema, -y sin ocultar entre me- ciertas similitudes y diferencias, podríamos reconocer
dio una crítica a un lugar precarizado-, fue el atisbo de como un elemento común de todos los asentamientos
un nuevo lugar desde donde entender y querer lo que latinoamericanos, cuya imagen se conforma, a partir de
para mí genuinamente era La Pintana, y que, después la resistencia de sus pobladores frente a las expresiones
fue también Puente Alto, cuando llegue a vivir al borde depredadoras del neoliberalismo en nuestro continente.
exterior de Bajos de Mena. Esta nueva mirada sobre lo
popular se extrapoló aún más cuando ya estudiando Ar- El deseo por la exploración de Latinoamérica como te-
quitectura, descubrí que la “vivienda social” en Santiago, rritorio donde conocer otras formas de lo popular, radica
era un espacio sólo tratado desde el déficit cuantitativo en la idea de descubrir y construir, discursos autónomos
y cualitativo de la vivienda producto de su instauración de las lógicas coloniales que dominan la arquitectura.
como política militar, a partir de la cual se explicaban, to- Esto también supuso, el reconocimiento de que paisaje
dos los problemas sociales, económicos y culturales que popular en el continente -conceptualizado académica-
allí se reproducían, y que daban lugar a los estigmas que mente bajo otros nombres que en general hacen alu-
desde niña escuché sobre mi casa. sión al espacio de la informalidad- es un ámbito que no
tiene mayor presencia en los estudios formales, al mis-
La excitación que genera sobre mí el tema, me llevo a mo tiempo que, su manifestación en el territorio es per-
endeudarme para viajar a Ciudad de México, donde veri- ceptivamente reconocible por sus habitantes y visitan-
fique, no sin temor, como se repetía la sensación contra- tes, como una parte estructurante de lo urbano.
dictoria del miedo y la comodidad que siempre experi-
mente en las poblaciones chilenas, ahora en las colonias Estudiar el concepto de paisaje popular en Ciudad de
populares mexicanas. Si bien, el origen y urbanización México, involucró acercarme a las colonias bajo escena-
popular en México -y en resto de Latinoamérica en gene- rios, recorridos y propósitos de viaje diferentes, que, para
ral- dista mucho de la conformación de las poblaciones mí, eran ejemplos del paisaje popular latinoamerica-
en Chile, aparecían a la par, otro conjunto de elemen- no, un mirador desde donde ver las diferentes escalas y
tos y sentimientos, que me hacían recordar las particu- componentes que conformaban lo popular.

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Esta reflexión, se cruza para mi en la distancia, con la re-
vuelta popular chilena que estalla el 18 de octubre en el
país, en la búsqueda por la dignificación de las condi-
ciones de habitar la ciudad en el amplio espectro de sus
sentidos. Este hecho es importante, pues permite reco-
nocer mi sentimiento en torno al paisaje popular, como
una expresión de inconformidad ante las consecuencias
de las lógicas hegemónicas y segregadoras del capi-
talismo en la ciudad, que, como sentimiento colectivo,
deriva, en manifestaciones sociales que evidencian los
un intento por
procesos de producción y ocupación de los pobladores
urbanos, en lo que se podría englobar bajo el concepto
ahondar en los
ampliamente referenciado de la lucha por el “Derecho a
la Ciudad”.
cimientos de
En este contexto, este ejercicio, arquitectónico y de pai-
nuestras casas
saje, es la identificación, personal y colectiva, como su-
jetos que somos parte de la producción de los discursos
urbanos históricamente segregados, y que, hace refe-
rencia a la construcción de un relato del habitar común
de una tierra caracterizada por el aislamiento y la falta de
memoria.

El presente seminario de investigación es un trabajo


académico y exploratorio, a partir de esta reflexión.

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PAISAJE

M A R C O
El concepto de paisaje hace referencia a una realidad fi-
T E o R I C O sica producto del diálogo entre un entorno natural y la
actividad humana, tal como esta percibida por la colec-
tividad que la integra (Nel-o, 2007)

El protagonismo de la percepción, como proceso bioló-


gico trascendental en el concepto, explica la idea de que
el paisaje se encuentra en la mirada de quien lo contem-
pla (Maderuelo, 2005), lo que, en lo urbano, complejiza
el fenómeno de su lectura al considerar que “hay tan-
tos paisajes posibles como miradas se dirijan hacia el”
(Nel-o, 2007, p. 184), hecho que deriva, en la teoría de la
construcción social del paisaje, donde este “puede inter-
pretarse como un producto social, como el resultado de
una transformación colectiva de la naturaleza y como la
proyección cultural de una sociedad en un espacio de-
terminado” (Nogué, 2007, p. 12).

La sumatoria de todos estos elementos permiten afir-


mar que el paisaje puede ser abordado a partir de tres
dimensiones: la ecológica, la estética y la cultural (Mesa,
López y López, 2016)

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La dimensión ecológica del paisaje hace referencia a la como tal por la estética canónica (Luginbühl, 2008)
estructura morfológica del territorio, vinculada al uso
y consumo de ls recursos naturales en las zonas urba- La dimensión cultural del paisaje, es el que le asigna un
nas (Mesa, López y López, 2016). Estos atributos son una papel protagónico a los habitantes del territorio en la
base para reconocer las oportunidades y amenazas de representación simbólica y colectiva de este como un
un territorio, así como la conciencia comunitaria sobre el objeto cargado de significados y símbolos que expresan
equilibrio ecológico del territorio. una composición sobre cómo es el mundo, es decir, una
forma de verlo (Nogué, 2007). Por esto, es importante
La dimensión estética, vinculada a la percepción como considerar el amplio abanico de factores culturales que
mecanismo esencial en la construcción del paisaje, per- intervienen en la representación social del paisaje, don-
mite evadir la imagen aparente del paisaje como mero de los individuos lo representan en relación a su lugar en
lugar físico asociado a su naturaleza, y lo vincula, de for- la sociedad, tanto como por su experiencia personal de
ma más compleja, a las ideas, sensaciones y sentimien- los lugares que habitan y consumen (Luginbühl, 2008)
tos que eoca la interpretación emotiva de un lugar (Ma-
deruelo, 2005) Así, códigos, ideas, emociones, creencias colectivas que
son avaladas por la comunidad, participan de la cons-
La estética, se materializa en la mirada como instrumen- trucción e interpretración del paisaje y la estética que las
to que crea lo que se valora, es decir, lo bello; lo que se comunidades gestan a partir de las condiciones físicas
traduce en el hecho que esta sea una interpretación que que presentan sus territorios.
suele ser construida y “responde a una ideología que bus-
ca transmitir una determinada forma de apropiación del
espacio” (Nogué, 2007, p. 12). En este punto, los medios
de comunicación masivos tienen un papel protagonico
en la difusión de los paradigmas visuales hegemónicos
de la sociedad que influyen en la visibilización o invisibi-
lización de los paisajes urbanos, que no son reconocidos

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PAISAJE POPULAR

Buscando abordar el concepto de paisaje popular desde


una perspectiva decolonial, se comparan las aproxima-
ciones académicas realizadas por autores europeos en
el estudio del paisaje, en contraste con, las profundiza-
ciones al paisaje popular propuestas por autores latinoa-
mericanos.

Aproximaciones desde Europa

La industrialización acelerada de los medios de produc-


ción mundiales, a partir de los años cuarenta, provocó
un aumento poblacional que configuró áreas urbanas
cada cez más amplias y dispersas (Nel-o, 2007). Así, la
aparición de nuevos espacios urbanos contemporáneos,
se traduce en creación de nuevos paisajes de difícil visi-
bilidad, legibilidad y representación en contraste con las
geografías visibles y cartografiadas propias de las lógi-
cas territoriales hegemónicas (Nogué, 2007).

A estos nuevos espacios urbanos, Nogué (2007) los titu-


la como paisaje de la dispersión, haciendo referencia a
aquellas geografías de la invisibilidad cuyos territorios y
habitantes estan marginalizados por funcionar con una
lógica diferente a la hegemónica. Este mismo fenómeno

Puente Alto, Santiago de Chile - Ariel Urra

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es trabajado por Muñoz (2012), quién bajo el concepto rico: “las infraestructuras, asociadas a la interrupción y
de paisaje de la periferia, reconoce la conversión de es- fragmentación del paisaje; la geometría de los bloques
tos espacios como un producto estético, en la medida en de viviendas, que representa la anomia a partir de la re-
que su representación ha ido incorporando elementos petición regular y a la vez arbitraria del paisaje; los espa-
propios que hacen referencia a canon estético especifi- cios abiertos y los descampados, significativos de la in-
co y reconocible (Muñoz, 2012) determinación y la ausencia de límites que caracterizan
la periferia, y la presencia del abandono, que atestiguan
El uso de las palabras dispersión y periférico, dan cuenta las ruinas de la industria, el comercio, el ocio o la misma
como en el contexto europeo la segregación e invisibili- construcción.” (Muñoz, 2012, p. 308)
zación de los grupos desfavorecidos es una caracteristi-
ca del proceso de urbanización capitalista actual (Nel-o, La identificación de estos elementos, y más allá de que
2007) al mismo tiempo que, expone, el enfrentamiento sean o no componentes del paisaje popular latinoame-
ideológico que conlleva convivencia de la ciudad infor- ricano, representan un esfuerzo por reconocer la diversi-
mal y la formal, como expresiones sociales y arquitectó- dad de elementos que la conforman, en fin de construir
nicas en la construcción de un nuevo paisaje urbano. El un espacio integrado bajo la noción de ciudad que aun-
“desorden” y sus múltiples significados, dan cuenta de que no está exenta de conflictos, permanece productiva
un paisaje que frecuentemente, ha sido desestimado y creativa en la construcción de sus discursos e imáge-
por los paradigmas hegemónicos de las metrópolis eu- nes urbanas.
ropeas que se presentan como icónicas en cuanto al di-
seño formal de sus espacios. Nuestras aproximaciones desde América Latina

Sin embargo, es visible un interés de estos autores al Haciendo referencia a la diversidad de conceptos que
preguntarse sobre las categorías y claves interpretativas abarcan el fenómeno de la informalidad, autores lati-
que permitirian leer hoy estos nuevos paisajes “disper- noamericanos han definido al paisaje popular como un
sos” (Nogué, 2007), a partir de los cuales es posible iden- “paisaje dominado por una dinámica de permanente
tificar cuatro conjuntos de elementos del paisaje perifé- transformación” (Ceballos, 2020, p. 288), cuya imagen

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en la mayoría de los casos es “la de unos productos in- habitantes (Ceballos, 2020). A pesar de lo disímil de los
acabados, llenos de faltantes, desordenados, siempre en recursos de los pobladores populares, los espacios po-
construcción” (Arango, 2004, p. 64), donde, “marcados pulares conforman “una homogeneidad de representa-
por la autoconstrucción y al margen del reconocimien- ción arquitectónica, independientemente de la época
to formal por parte del Estado” (Tardin, 2007, p. 202), sus de construcción” (Aynomino, 1981,p. 38), la que es resul-
pobladoras y pobladores se autoorganizan para habilitar tante de la “mezcla de elementos, espaciales, tecnoló-
un espacio de la ciudad. Este proceso es el que también gicos y formales que son copiados y o apropiados de la
explica la irregularidad de sus construcciones y apoya ciudad formal (tradicional y moderna), de la misma ciu-
la idea del “amontonamiento” que caracteriza a lo po- dad informal y de las arquitecturas regionales que bajo
pular cuya materialidad se gesta en la disponibilidad de la forma de memoria colectiva, traen los migrantes en la
materiales procedentes de la basura, la calle y las cons- mochila cuando llegan a la ciudad.” (Arango, 2004, p. 64)
trucciones que explican su diversidad de adaptaciones
formales. Un concepto valioso para analizar estas producciones
del paisaje popular es el de “estética popular” propuesto
La marginalidad asociada al espacio popular en la ciu- por arquitecto Gilberto Arango, para quien esta es la he-
dad, no sólo responde a la clase socioeconomica de sus rramienta que permite una “valoración de las cualidades
habitantes, sino que está vinculada a los emplazamien- estéticas del hábitat, constituida por el conjunto de ma-
tos que estas suelen ocupar en la ciudad, vinculados a nifestaciones afectivas y sensibles de los individuos que
las áreas más desfavorables como lo son las zonas con forman parte de un grupo, y se expresan bajo la forma
altas pendientes, terrenos inundables, zonas periféricas de tradiciones, prácticas, eventos, ritos, etc., que además
de poco valor en el mercado o áreas ambientalmente de estar fuertemente ligados a su vida cotidiana de esa
protegidas cuyo uso es ilegal (Tardin, 2007). comunidad, gozan de común reconocimiento.” (Arango,
2004, p. 61)
Así, el paisaje popular está construido colectivamente
mediante acuerdos que surgen primero por la necesi- La particularización de un concepto de estética para este
dad y luego por la capacidad de representacion de sus contexto es una respuesta ante la exclusión de los cáno-

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nes de la estética hegemónica que ha apartado históri-
camente las formas y usos propios de lo popular. Al am-
paro de la estética social, se permite valorar el significado
asignado al vestuario, modas, practicas ornamentales,
decorados y rituales integrantes del paisaje popular, al
mismo tiempo que se integran todas aquellas manifes-
taciones relegadas de la percepción visual, como lo son
las comidas, la música, los aromas o los sonidos ambien-
tales, Todas estas expresiones en las que los sujetos po-
pulares son participes directos de la producción discur-
siva popular, expone un rico sistema de representación y
de creaciones simbólicas que, aunque resulten ajenos a
la “mirada culta”, tienen fortaleza como auténtico hecho
estético (Arango, 2004)

De esta forma es posible reconocer que el trazado ge-


neral del paisaje popular en la ciudad, -y al reverso de
la ocupación formal-, sin planificación previa, es espon-
táneo y precario (Tardin, 2007), el cual, amparado en la
quimera de superar las condiciones mínimas de habita-
bilidad, su imagen se configura en base de la mixtura
de procesos y materialidades. En este escenario de per-
manente autoconstrucción colectiva y familiar, es ante
todo un proceso simultáneo de creación simbólica fuer-
temente arraigada a las prácticas del habitar, en donde,
“el sentido del abajo y el arriba, de la calle, el andén, el

Iztapalapa, Ciudad de México - Elaboración propia

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antejardín, la esquina, el balcón, la terraza, las escaleras,
los puentes y pasadizos, constituyen un rico universo de
elementos cargados de significado, que son usados in-
tensamente y están fuertemente ligados a valores afec-
tivos compartidos” (Arango, 2004, p. 67)

Complementariamente, es posible reconocer como to-


das estas intervenciones responden a un patrón formal
característico de lo popular, que alude a la idea del “frag-
mento”, cuya expansión se da mediante la añadidura de
pequeñas unidades e intervenciones urbanas que con-
forman una periferia con una gran diversidad de tama-
ños y trazados (Ceballos, 2020), los cuales toman fuerza
y validez en la medida que estan vinculados a las vida
afectiva de sus comunidades (Arango, 2004). En este
contexto, de urbanización y loteo irregular, la relación
entre el espacio público y privado se estrecha (Tardin,
2007), hecho que plantea nuevos limites en la forma de
experimentar y representar los elementos, usos y apro-
piacios que se dan ellos.

Todos estos elementos -y muchos más por visibilizar-,


dan cuenta que el paisaje popular, no es perceptivamen-
te indiferente para ningún visitante o residente de estos
barrios, debido a que existe un patrón espacial y estético
que los hace fácilmente reconocible (Ceballos, 2020).

Puente Alto, Santiago de Chile - Constanza Trujillo

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HÁBITAT POPULAR EN AMÉRICA LATINA

El espacio del hábitat popular en América Latina toma


diversas denominaciones según país en el que nos si-
tuemos. Barriadas (Colombia), favelas (Brasil), villas mi-
seria (Argentina), callampas (Chile), colonias populares o
proletarias (México), urbanizaciones populares, asenta-
mientos irregulares y/o piratas, poblaciones (Chile), en-
tre otras, son palabras que hacen referencia a un mismo
modo de habitar la ciudad, mediante “la formación de
mega áreas urbanas hiperdegradadas.” (Davis, 2007, p.
41), las cuales, se posicionan como un fenómeno icónico
que “es parte permanente del paisaje urbano latinoame-
ricano” (Connolly, 2014, p. 427)

El hábitat popular, es “donde vive “el pueblo” o las clases


más pobres de la sociedad: los proyectos públicos a bajo
costo, la vivienda campesina o la vivienda alquilada en
las áreas centrales” Connolly, 2014, p. 404). Estos asenta-
mientos irregulares que empezó a dominar la produc-
ción de vivienda a bajo costo a partir del segundo tercio
del siglo XX, “son autoproducidos de modo incremental
por sus habitantes, [cuyo] modo de habitar es particu-
lar de una sociedad forzosamente desigual entre secto-
res apoderados y sectores desposeídos” (Miranda, 2017,
p. 219). En estos lugares, sus habitantes, los excluidos de

Álvaro Obregón, Ciudad de México - Elaboración propia

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la urbanización capitalista acelerada, acceden al bien de capitalistas hegemónicas, mediante procesos que inclu-
la vivienda pero bajo un contexto urbano y sociocultural yen la privatización de la tierra, la exclusión de población
deficiente, lo que “niega el derecho a la ciudad a sus ha- campesina y restricción de las formas de propiedad co-
bitantes, entendido este como el acceso a las oportuni- mún y colectivas (Miranda, 2007); instancias en las cua-
dades, al contacto con un mundo distinto, no solo como les, los Estados neoliberales, lejos de estar preocupados
fuente de empleo, sino de la cultura, de la educación, de de los efectos de esta nueva cuestión social (Hidalgo,
las artes, de la diversidad social, de la paz y seguridad 20007), juegan un rol fundamental al momento de res-
ciudadana.” (Hidalgo, 2007, p. 60) paldary promover estos procesos que derivan en la pro-
ducción en masa de áreas urbanas hiperdegradadas en
El estudio del hábitat popular permite una compren- los territorios explotados del tercer mundo (Davis, 2017)
sión integral del fenómeno a partir de la composición de
la vivienda y su entorno urbano (Miranda, 2017), lo que Esta expresión común del hábitat popular en América
hace mucho eco con la utilización del concepto de pai- Latina, cuya escala se aprecia en mayor medida en Ciu-
saje como punto de exploración hacia lo popular. dad de México, Sao Paulo, Caracas, Santiago y Buenos
Aires por ser capitales (Mattos, 2010), se presenta en un
La aparición del hábitat popular en América Latina se amplio abanico de regímenes de vivienda y urbaniza-
explica como un efecto de la imposición del neoliberalis- ción, que incluyen: ocupación formal (vecindarios, vivien-
mo como modelo económico desde los años 70’, cuando da pública, hostales, albergues) e informal (ocupaciones
las ciudades emergentes del continente “son conside- y residentes en las calles) en los núcleos urbanos de las
radas principalmente como oferentes de fuerza de tra- metrópolis latinoamericanas, así como, el desarrollo del
bajo a bajo costo y/o como potenciales mercados para hábitat popular en la periferias urbanas, cuyas expresio-
el consumo de productos globales.” (Mattos, 2010, p. 86). nes también son formales (alquileres, vivienda pública) e
Desde entonces, estas ciudades experimentan transfor- informales (subdivisiones piratas y ocupaciones) (Davis,
maciones urbanas que han modificado su morfología y 2007=
apariencia, en donde, la expansión neoliberal, desterrito-
rializa otras formas de relaciones sociales que no sean las En ambos lugares, centros urbanos y periferias, “más

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que la pobreza, quizá lo que más asusta y asombra es zación pirata, es decir, “la ocupación y posesión de un
la invasión del desorden, que viola la utopía de la ciu- terreno sin ventas ni títulos, y el «coste cero» de los te-
dad ordenada” (Connolly, 2014, p. 412), invasión del des- rrenos de la periferia, (…) [cuyo] principal atractivo se en-
orden que representa una “lucha [que] no es meramen- cuentra en la posibilidad de una expansión y de mejoras
te defensiva, sino que es, subrepticiamente ofensiva en en la edificación” (Davis, 2007, p. 54-55), en donde los ha-
la medida que incansablemente se dirige a aumentar el bitantes populares acceden a poseer una vivienda gra-
espacio vital y los derechos de los desheredados” (Davis, cias a este “subsidio apropiado”.
2007, p. 56)
En el caso de Chile -y como también ocurre en Argenti-
La lucha por un espacio dentro de la ciudad, si bien es la na-, la construcción del hábitat popular surge desde la vi-
premisa que reúne a todos los sujetos populares, no es sión estatal y sus marcos legales neoliberales impuestos
un hecho que evite la división comunitaria al interior de en dictaduras militares a partir de los años 80’. En ellos, la
los asentamientos. La manera en que se produce la ad- política de vivienda toma un carácter masivo construido
quisión de la tierra, su consolidación, las estructuras de por el sector empresario en las periferias urbanas (Miran-
liderazgo, las clases sociales y las relaciones de propie- da, 2017), en cuyo diseño prima, “la práctica funcionalis-
dad son procesos de ocupación y apropiación que dife- ta, geométrica y estandarizada en las ciudades, donde la
rencian a sus habitantes (Davis, 2007) y que se enmarcan vivienda social es el principal componente debiendo ser
en el fenómeno de la reproducción de la pobreza multi- seriada y económica.” (Miranda, 2017, p. 225)
dimensional urbana, es decir, la denegación de las opor-
tunidades más fundamentales como lo son la vivienda, Los resultados de esta política tienen efectos amplia-
la salud, la educación y la dignidad (Miranda, 2017) mente estudiados en Chile, catalogados bajo la idea de
la Nueva pobreza urbana en Santiago, que es “la pobreza
En un paneo general por nuestros casos de estudio, Mé- de los con techo donde la progresiva disminución de los
xico -al igual que Colombia, Venezuela, Brasil y Lima- es estándares de construcción, que permitieron aumentar
un referente del hábitat popular en América Latina por el número de beneficiarios, junto a la precaria localiza-
consolidar su expansión mediante procesos de urbani- ción, llevan a afirmar que estos habitantes siguen sien-

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do pobres, pero ahora con casa. (Rodríguez y Sugranyes,
2004)

La comparativa de estas dos realidades y tal como gene-


ricamente ocurre en América Latina, permite compren-
der que “la localización periférica de las soluciones de
vivienda (…) responde a uno de los efectos del mercado
de suelo y de la ausencia de una política de planificación
territorial inclusiva en torno al derecho de los pobres a la
ciudad.” (Hidalgo, 2007, p. 72), situación que potencia su
exclusión.

Ante esto, una aproximación al espacio de lo popular, es


un ejercicio por reconocer y negar en la ciudad la distin-
ción tajante entre lo “regular” y lo “irregular”, dando paso
a su comprensión interdependiente que asuma que
ambas partes constituyen el orden urbano y el modo de
gobernar y habitar la ciudad (Connolly, 2014)

Puente Alto, Santiago de Chile - Elaboración propia

21
A propósito de la aproximación teórica al fenómeno del

problema de hábitat popular en América Latina (y aproximación ex-


periencial al hábitat popular de la Ciudad de México), así
como, gracias a la identificación de la existencia de estu-
investigacion dios vinculados al paisaje popular en continente, el pre-
sente seminario de investigación buscará indagar sobre
la pregunta de ¿Qué es y qué compone el paisaje po-
pular mexicano y qué atributos tiene como referencia
para la identificación del paisaje popular de Santiago
de Chile desde los años 90’?

La elección de ambos casos de estudio responde prime-


ro, al acercamiento experiencial que realicé con Ciudad
de México el presente año, a partir de un intercambio
académico, donde pude conocer una pequeña parte
del amplio espectro del hábitat popular en este país. En
segundo lugar, los contextos populares de Santiago de
Chile originados desde los años 90, en especico La Pin-
tana y Puente Alto, por ser comunas iconicas de la po-
lítica habitacional del país, cuyos efectos hacen eco en
la estigmatización de sus habitantes, desde donde, ade-
más, me posiciono como pobladora y vecina del territo-
rio desde mi infancia.

A partir de esto, el objetivo general de esta investiga-


ción será deconstruir la definición y composición del

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paisaje popular de la Ciudad de México -como referen- diversidad de sus expresiones naturales, estéticas y cul-
cia del paisaje popular latinoamericano, para teorizar turales de los paisajes populares en América Latina, al
y construir a partir de él, un prontuario1 que compile considerar, las diferencias sustanciales de los contextos
los atributos del paisaje popular de Bajos de Mena en políticos, socio-económicos y culturales de México y Chi-
Santiago de Chile. le, así como, las respuestas organizativas de sus habitan-
tes ante las desigualdades crecientes de la ciudad.
La hipótesis de conocimiento de este trabajo maneja
esencialmente, que el estudio del paisaje popular de la Sobre esta última idea, se espera que la composición de
Ciudad de México, como caso referencial del paradig- ambos paisajes -aunque diversa y multifacética mate-
ma latinoamericano, revelará similitudes y diferencias rialmente, debido a la constante e infinita producción
con los atributos del paisaje popular de Bajos de Mena de sus elementos-, representen una construcción di-
en Santiago de Chile. Desde ahí, se espera que ambos ferenciada de lenguajes visuales y simbolismos sobre
paisajes, sean el resultado de la producción de discursos la resistencia popular en América Latina. Se hipoteti-
urbanos, sociales y culturales de sus pobladoras y pobla- za, de esta forma, que el paisaje popular de la Ciudad
dores sobre el territorio popular. Este paisaje, surge en de México es una composición que alude a una imagen
resistencia ante la marginalización social, económica y generalizada del hábitat popular en América Latina, por
cultural del neoliberalismo en la ciudad y es una ma- desarrollarse bajo la autoconstrucción como principal
nifestación de la apropiación del Derecho a la Ciudad mecanismo de producción de forma autónoma a la ac-
por parte de sus habitantes, premisas que explican, la tuación del Estado. Al contrario de lo que sucede en el
caso chileno de Bajos de Mena, territorio icono de im-
posición del modelo estatal neoliberal como un ejecutor
1 Para este caso “anotación personal o publicación donde se recogen del mercado habitacional, cuyo paisaje es reflejo de los
brevemente los aspectos esenciales de algún asunto para su fácil consulta y esfuerzos de sus habitantes, por apropiarse y producir
recuerdo”. El uso de esta palabra también esta ligado a la definición de “do- -con escasos recursos y una visión en construcción sobre
cumento en el que constan los antecedentes penales de una persona”, lo
que se entiende como un juego entre valor y anti-valor aplicado al paisaje po- lo que es la comunidad y la identidad local- de un territo-
pular, entendiendola como un ejercicio de valoración colectiva e individual. rio que ha sido fuertemente estigmatizado y segregado

23
de las practicas urbanas. y Puente Alto, y, qué representan? y, ¿qué similitudes y
diferencias tiene el paisaje popular en Ciudad de México
Una exploración de este tipo, donde los componentes y Chile?. Estas preguntas, serán abordaras bajo los obje-
estéticos y culturales resultan fundamentales, requiere tivos específicos señalados correlativamente: investigar
de una aproximación metodológica que integre y cues- la definición del paisaje popular en la Ciudad de México
tione métodos de conocimiento frecuentemente uti- y distinguir los elementos que la componen; seleccionar
lizados. Para esto, y como hipótesis metodológica, se y argumentar los elementos naturales, sociales y cul-
profundizará en la definición y composición de ambos turales que reconozco como componentes del paisaje
paisajes, a partir de la elaboración de un prontuario per- popular en las comunas seleccionadas de Santiago de
sonal, donde, a través de la exploración autobiográfica Chile y finalmente, comparar el paisaje popular latinoa-
como pobladora y de la consulta teórica y experiencial mericano en los dos países.
sobre territorios, se elaborará un primer acercamiento
narrativo y visual, a un conjunto infinito de elementos en Así pues, la relevancia de este trabajo radica en el hecho
constante producción personal y colectiva, que se sume que, la integración del neoliberalismo en la ciudades la-
a, el recorrido experiencial por las colonias populares de tinoamericanas, y con ello, el rol del Estado y los habi-
Ciudad de México, así como, a la recopilación bibliográfi- tantes populares en la producción del hábitat popular,
ca que documente el proceso de construcción del paisa- marca una diferencia sustancial en el paisaje popular
je popular en Latinoamérica. construido en cada país; idea desde donde, su compara-
ción, y más aún, la visibilización del paisaje popular chi-
Algunas de las preguntas específicas que permiten esta leno, como producto de la imposición neoliberal en su
propuesta metodológica para el arribo lógico a una res- forma más feroz, es un contraste interesante para poner
puesta para la pregunta principal, son: ¿qué es del pai- en relieve académicamente, a fin de reconocer atributos
saje popular de la Ciudad de México, cuáles son sus ele- y valores que vayan más allá del paradigma de la mar-
mentos y qué representan?; ¿qué elementos reconozco, ginalidad con el que se acostumbra a acercarse a estos
yo como pobladora, como componentes del paisaje po- lugares en America Latina.
pular de Santiago de Chile en las comunas de La Pintana

24
Pregunta Pregunta especifica Descripción de
Tecnica la tecnica Fuente de información Información esperada
Objetivo general Objetivo especifico

¿Qué es y qué ¿Qué es del paisaje a. Revisión a. Revisión de bibliogra- a y d. Artículos, revistas, a. Resumen / Compilado
compone el paisaje popular de la Ciudad de bibliográfica fía (paisaje, arquitectura, normativa existente y de información sobre la
popular México, cuáles son sus urbanismo, ciencias libros especializados. definición y atributos del
mexicano y qué elementos y qué b. Observación sociales, etc.) paisaje popular en los ca-
atributos tiene como representan? directa b y c. Terreno: colonias sos de estudio en Ciudad
referencia para la (participante) b. Observación en populares de Ciudad de de México.
identificación del Investigar la definición terreno a los casos de México estudiadas.
paisaje popular de del paisaje popular en la c. Registro estudio. Incluye regis- b y c. Observación y
Santiago de Chile Ciudad de México y fotográfico tro e interpretación de d. Autora análisis de los atributos
desde los años 90’? distinguir los elementos las actividades y usos existentes del paisaje
que la componen. d. Autoetnografía: encontrados. popular en las colonias
Deconstruir la defi- narración por estudiadas. Composición
nición y composición capas c. Elaboración de imá- visual de la muestra.
del paisaje popular genes (fotográficas,
latinoamericano, croquis, fotomontajes, d. Prontuario del paisaje
como referencia para etc.) de los elementos popular de la Ciudad de
proponer/teorizar/ identificados del paisaje México: imagen y
construir, un prontua- popular. palabra.
rio que compile los
atributos del paisaje d. Composición del
popular de Santiago prontuario de las
desde esos años. colonias populares de la
Ciudad de México: escri-
tura creativa e interpre-
tación.

25
¿Qué elementos reco- a. Revisión a. Revisión de bibliogra- a y d. Artículos, revistas, a. Resumen / Compilado
nozco, yo como poblado- bibliográfica fía (paisaje, arquitectura, normativa existente y de información sobre la
ra, como componentes urbanismo, ciencias libros especializados. definición y atributos del
del paisaje popular de La b. Observación sociales, etc.) paisaje popular en los ca-
Pintana y Puente Alto en directa b y c. Terreno: colonias sos de estudio en Ciudad
Santiago de Chile, y qué (participante) b. Observación en te- populares de Ciudad de de México.
representan? rreno a partir de visitas México estudiadas.
c. Registro a La Pintana y Puente b y c. Observación y
Seleccionar y argumentar fotográfico Alto. Incluye registro e d. Autora análisis de los atributos
los elementos naturales, interpretación de las ac- existentes del paisaje
sociales y culturales que d. Autoetnografía: tividades y esos encon- popular en las colonias
reconozco como compo- narración por trados. estudiadas. Composición
nentes del paisaje popular capas visual de la muestra.
en Santiago de Chile.. c. Elaboración de
imágenes (fotográficas, d. Prontuario del paisaje
croquis, fotomontajes, popular de la Ciudad de
etc.) de los elementos México: imagen y
identificados del paisaje palabra.
popular

a. Composición del
prontuario de las
colonias populares de la
Ciudad de México: escri-
tura creativa e interpre-
tación.

¿Qué similitudes y dife- a. Análisis. a. Descomposición de a. Autora a. Deducir diferencias


rencias tiene el paisaje la información sobre el y similitudes entre los
popular en Ciudad de b. Evaluación paisaje popular en cada casos estudiados
México y Chile? ciudad, encontrando
evidencia e inferencias b. Evaluar las expresiones
Comparar el paisaje popu- que permitan hacer y representaciones del
lar latinoamericano en los generalizaciones. paisaje popular latinoa-
dos países. mericano a partir de dos
c. Presentar y defender casos de estudio
juicios sobre las similitu-
des y diferencias de am-
bos paisajes populares.

26
Esta Formulación Metodológica del Seminario, busca

marco sentar la estrategia de investigación para construir una


propuesta de un prontuario de paisaje de las colonias y
poblaciones populares latinoamericanas.
metodologico NTERÉS

El interés por realizar esta investigación surge desde la


escasez de estudios que exploren en torno al concepto
de paisaje popular en el contexto urbano poblacional
de Santiago de Chile, espacio profundamente analiza-
do desde la referencia a la precarización de la vida en
ella, pero muy pocas veces estudiado bajo el prisma de
la construcción simbólica, estética y cultural de paisaje
que sus habitantes gestan en él.

Tras esta idea, también aparece la disposición de cues-


tionarme en mi doble posición de investigadora y po-
bladora del territorio popular, dando por hecho que mi
experiencia vital ha configurado una posición política,
ética y estética que es valiosa para la reflexión académi-
ca. Entendiendo el paisaje, además, como un ejercicio
de valoración, busco comprender como la intimidad de
mi historia -que de alguna forma es una historia com-
partida- es un espacio desde donde investigar y valorar
la producción de discursos urbanos populares en Santia-
go de Chile.

27
ENFOQUE teóricamente, la descripción del fenómeno del paisaje
popular y sus componentes en el contexto latinoame-
La posición respecto a la investigación exige utilizar una ricano, pero al mismo tiempo, una pregunta central y
metodología cualitativa que se “fundamenta en una constante sobre la posición simbiótica entre el sujeto y
perspectiva interpretativa centrada en el entendimiento objeto de estudio en el proceso investigativo.
del significado de las acciones de seres vivos, sobre todo
de los humanos y sus instituciones, [es decir] busca in- ETAPAS Y HERRAMIENTAS METODOLOGICAS
terpretar lo que va captando activamente” (Hernández,
Fernández y Baptista, 2010, p. 9), cuyo producto, es cir- 1. ANALISIS BIBLIOGRAFICO
cular en el sentido de ser un dialogo constante e infinito
entre los hechos su interpretación. Para explorar y valo- Recopilación de información sobre el estado del arte re-
rar mi experiencia como pobladora, se utilizará especí- ferencial sobre el hábitat popular en América Latina y
ficamente la autoetnografía como “metodología cuali- el concepto de paisaje popular en este contexto, lo que
tativa cuyo distintivo central es partir de lo experiencia involucra definiciones y caracterización de elementos y
individual del investigador, para desde ahí lograr com- practicas sociales ya identificadas por otros autores.
prender el contexto espacio-temporal en el que se vive
la experiencia colectiva, en sus dimensiones cultural, so- 2. OBSERVACIÓN PARTICIPANTE
cial y política” (Bénard, 2019, p. 9)
Al tratarse de una investigación comparativa, se utilizará
ALCANCE la observación participante como estrategia para iden-
tificar e interpretar el paisaje de cada lugar. Esta herra-
Así, el alcance que propone este seminario es de carác- mienta tiene por objetivo obtener información sobre
ter explorativo - descriptivo, puesto que se busca aportar la cultura del grupo estudiado, descubriendo objetiva-
información académica frente a un tema esquivo y com- mente pautas de conducta, actividades e interacción de
plejo a partir de una metodología poco tradicional en el los sujetos, que luego son interpretados subjetivamente
ámbito de la arquitectura y del paisaje. Esto involucrará por el investigador (Francés, Alaminos, Penalva y Santa-

28
creu, 2015, p. 107). 4. AUTOETNOGRAFÍA

Es importante reconocer en este punto las dos posicio- A partir de la posición como investigadora (sujeto) y po-
nes con las que me relaciono con el territorio como in- bladora (objeto) del territorio popular, se plantea explo-
vestigadora. En Ciudad de México soy una mujer extran- rar un método autoetnográfico como estrategia para in-
jera recorriendo por primera vez las colonias populares, dagar en la configuración de su paisaje.
mientras que, en Santiago de Chile, soy una mujer nativa
y pobladora del territorio popular. Esta distinción es tras- La autoetnografía en sí, plantea “un acercamiento a la
cendental, pues se prevé que a partir de este hecho mi investigación y la escritura que busca describir y anali-
interacción y lectura de los casos de estudio sea particu- zar sistemáticamente (grafía) experiencias personales
larmente diferente. (auto) para entender la experiencia cultural (etno). Esta
perspectiva reta las formas canónicas de hacer investiga-
ción y de representar a los otros, pues considera la inves-
3. REGISTRO FOTOGRAFICO / COMPOSICIÓN VISUAL tigación como un acto político, socialmente justo y so-
cialmente consciente” (Ellis, Adams, Bochner, 2010, p. 18).
La producción de imágenes en los asentamientos po- La elección de este método busca fundamentalmente,
pulares de ambos países es fundamental para construir presentar mi experiencia como pobladora popular como
y comparar un prontuario gráfico y escrito de sus pai- un recurso valioso para la investigación académica. Esta
sajes autoproducidos. Estas, si bien grafican la mirada y posición se arraiga en el hecho de que muy pocas veces
los puntos de interés de la investigadora, dan cuenta de los habitantes de estos espacios dejan de ser objetos de
una forma integrada de interpretar un imaginario visual estudio para pasar a ser sujetos de la producción teórica,
y simbólico que es complejo y autentico a cada lugar. perpetuando con ello una desvalorización sobre los dis-
cursos construidos por las clases oprimidas.
Se considera para esto elaborar imágenes que sean re-
presentativas de la escala urbana, barrial y domestica de
cada uno de los territorios.

29
Vinculado al concepto de paisaje, el uso de la autoetno-
grafía funciona como una “perspectiva que reconoce y
da lugar a la subjetividad, a lo emocional, y a la influencia
del investigador en la investigación” (Ellis, Adams, Boch-
ner, 2010, p. 20), la que materializa en el lenguaje y en la
escritura creativa, una herramienta de la percepción.

Para este seminario de investigación, se trabajará la es-


tructura de narrativa en capas, que la cual a partir de
“la pregunta funda-
la experiencia del autor se reflexiona y se re-escribe un
análisis de datos de forma simultanea, lo que permite mental en el proce-
que a “la investigación existe como una ‘fuente de pre-
guntas y comparaciones’ en lugar de ‘una medida de
verdad’” (Ellis, Adams, Bochner, 2010, p. 25).
so constitutivo de
Así, la composición del prontuario de paisaje popular, es sujetos: ¿quiénes
un dialogo constante entre mi memoria, la teoria aca-
demica, noticias, literatura, fotografias, dibujos, mapas o
cualquier otro elemento que represente un aporte para
somos nosotros?”
esquematizar la experiencia cultural del paisaje popular.
Composición que al mismo tiempo, busca ser un mate- (Pinto y Salazar, 1999, p. 94)
rial que produzca textos accesibles a los contextos popu-
lares de los que reconoce un discurso.

30
prontuario de paisaje:
ciudad de mexico
estado de mexico

31
1 1. LA PRADERA
CIUDAD DE MÉXICO

2
2. NEZAYUALCOTL
ESTADO DE MÉXICO
4 3

3. IZTAPALAPA
CIUDAD DE MÉXICO

4. ÁLVARO OBREGÓN
ESTADO DE MÉXICO

32
julio 2019
diciembre 2020
El presente prontuario personal es el álbum de fi-
guritas que coleccioné en mis visitas a las colonias
populares mexicanas. La exploración a este terri-
torio se enmarca bajo la quimera del hogar popu-
lar latinoamericano como un espacio común a las
mujeres -y hombres- pobres que soñamos con el
mundo (el de la televisión, el de la estabilidad eco-
nómica, el de los privilegios) pero casi nunca lo te-
nemos. De esta forma, el sueño latinoamericano,
se sostiene de ficción, falta de dinero y burbujas
reventadas, bajo los ojos de una chilena periféri-
ca caminando en la Ciudad de México popular.
Se entenderá entonces, que el prontuario es un
revoltijo de imágenes, sentimientos y pensamien- i z ta l a pa l a pa
tos anotados, stickers, mapas, dibujos y palabras
que escuche en la calle sin entender; un collage alvaro obregon
de herramientas que aluden a la percepción como
mecanismo a través del cual se siente y teoriza, la
quimera del derecho a habitar la misma tierra po-
nezahualcoyotl
pular.
la pradera

33
LOS POPULARES SOMOS UNA PLAGA (elaboración propia

34
LAS POPULARES SOMOS UNA PLAGA Ciudad de México en el continente, es el caso emblemático de la
Derecho a la ciudad conformación de mega áreas urbanas hiperdegradadas con 9 mi-
llones de personas para el año 2007 (Davis, 2007, 41), resistiendo a
Ante toda expresión geográfica: sierra, montaña, cerro, lago dise- la pobreza contemporánea en los espacios más impensados de la
cado, riachuelo, pantano, bosque y valle; las colonias populares se ciudad. No obstante, esta realidad debe asumirse como el panora-
montan encima como plaga. En la distancia, las casas son cajitas de ma urbano actual de todos aquellos países -mal llamados- del ter-
ladrillos grises, mientras que las que están pintadas hacen eco por cer mundo que han logrado ser parte de la red económica global,
sus colores brillantes. Imagino sus calles estrechas y empinadas y los cuales representan por su dimensión poblacional y territorial, así
me cansó de subirlas. Ninguna es igual que las otras, y su particula- como por sus recursos naturales, “oferentes de fuerza de trabajo a
rización, es un juego de nunca acabar y atascar materiales, cuartos bajo costo y/o potenciales mercados para el consumo de productos
y personas. La necesidad nos hace crecer, pienso. Su desorden me globales” (Mattos, 2010, p. 86). Es decir, espacios donde la “«urba-
cautiva, detrás de él se proyecta una utopía no dicha pero materia- nización generalizada» [de sus ciudades] se encuentra en la repro-
lizada sobre la resistencia. El monstruo latinoamericano del habitar ducción de la pobreza y no en la reproducción del empleo” (Davis,
está vivo: gime, crece y dispara. Por sus ventanas a medio construir 2007, p. 28), vía mediante la cual, el neoliberalismo imperante, esta
observa, y me grita: oye güera, con cuidado que aquí te pueden ja- encaminando el futuro de las ciudades contemporáneas.
lar. Es extraño, no sé cómo decirles que no tengo miedo, porque
esto, de alguna forma, es también mi hogar. La metáfora de lo popular como plaga, hace alusión entonces, a una
propuesta doble. Primero, observar y asombrarse, como quien mira
un panal de abejas, con la mal llamada “aglomeración de chozas
*** construidas con desechos” (Connolly, 2014, 407) que constituye hoy,
el paisaje popular de las colonias populares mexicanas. Pero lue-
go -y como quien entiende la compleja organización del trabajo y
El hábitat atribuido a las colonias populares mexicanas -antes lla- los recursos en las comunidades de insectos-, comprender y valorar
madas “proletarias”-, asumió distintos nombres, formas y expresio- los espacios populares como construcciones de contrapoder y re-
nes en toda la América Latina, sin embargo, nunca perdió su senti- sistencia, donde, “la tierra conquistada, la vivienda y el barrio auto-
do de ser original: hogar de trabajadoras y trabajadores asalariados construidos son vividos y sentidos como valores de uso en medio de
del sistema capitalista, que albergaba incluso, a quienes quedaban una sociedad que otorga prioridad a los valores de cambio” (Zibechi,
excluidos de él (Connolly, 2014, 418). 2016, p. 39), es decir, un espacio donde las relaciones sociales son
diferentes a las lógicas capitalistas hegemónicas, cuya “producción
En un contexto económico forzosamente desigual, el “hábitat po- y circulación de discursos es un componente integral del ejercicio
pular es el modo de existencia en el territorio” (Miranda, 2017, p. 219). de poder” (Lombard, 2015, p. 124).

35
36
ESTETICA DE LA VIVIENDA POPULAR (elaboración propia)

37
ESTETICA POPULAR la idea del derecho a la tierra: ¿qué es el derecho a la tierra en lo ur-
Derecho a la vivienda y a la exploración estética bano? La tierra como aquello que hoy es producto de especulación,
pero que, en un sentido original, representa la condición primera
Cualquier discurso que invalida la producción estética de la arqui- del ser humano con su entorno. La idea de los zapatistas, de que “la
tectura popular, es un discurso sesgado que nunca ha caminado tierra es de quien la trabaja”, aunque radical en su apuesta, resue-
por sus calles. Si bien, hay que reconocer que el acceso a materiales na en todo ámbito donde la construcción del hábitat popular sur-
y métodos constructivos responde a los escasos recursos de sus ha- ge desde la autoconstrucción y apropiación de los espacios, cuyos
bitantes, tras esto, hay una elección que habla de una construcción cambios son resultado del esfuerzo y coordinación colectiva, más
estética que parte en el hogar, pero que se condice en el barrio con que desde el interés público o privado en solucionar las demandas
el resto de las viviendas bajo un lenguaje y códigos compartidos. sociales y habitaciones de los populares.
Este ejercicio es representativo, pues materializa lo que es bello para
los ojos de sus habitantes. Al mismo tiempo dignifica su esfuerzo ***
proyectual y técnico como constructores de la vivienda, donde po-
bladores, -que muchas veces son obreros de la construcción-, en- Mucho del sesgo que desmedra la producción arquitectónica y de
cuentran un espacio donde ser arquitectos de su ciudad. Los co- paisaje de las colonias populares mexicanas -y de América Latina
lores, diseños de puertas y ventanas, así como distribución interna en general-, proviene de una concepción binaria de la ciudad entre
de los espacios, son un ejercicio de diseño que responde de forma lo formal y lo informal, que presenta a los espacios populares como
genuina a sus necesidades y deseos. “lugares en proceso de ser parte de la ciudad, (…) [bajo discursos]
que los retratan como desordenadas, sucias e ilegítimas” (Lombard,
En paralelo, y tras la idea de la autoconstrucción y el eterno creci- 2015, p. 137), desvalorizando con ello los esfuerzos productivos de sus
miento vertical de las casas, -visualizado en la enfierraduras que habitantes.
sobre ellas quedan a la vista-, se afianza, además, una propuesta
en torno al acompañamiento familiar como resistencia frente a la Es evidente, incluso para el ojo extranjero, que las colonias popula-
pobreza. Cada piso nuevo, es una habitación a un nuevo integrante res son diferentes a las viviendas de clases medias y altas, pues su
familiar o una renta a otro habitante aún más precarizado, lo que, no diseño deriva del “trabajo colectivo [tanto] como por la forma de
sólo supone un aporte económico al hogar y el acceso a un refugio ocupación y distribución del espacio urbano que se sostiene en re-
en la ciudad. laciones sociales solidarias, reciprocas e igualitarias” (Zibechi, 2016,
p. 53), donde, y tal como ocurre en Ciudad de México, al menos un
Finalmente, -y probablemente por lo mucho que se habla en este 60 por 100 de la ciudad es “resultado de la acción de la gente, espe-
país sobre la tierra, a raíz de la revolución mexicana-, la ciudad po- cialmente mujeres, que levantan con esfuerzo sus viviendas en las
pular me obliga a extremar la idea del derecho a la vivienda hacia zonas periféricas sin servicios” (Davis, 2006, p. 30), lo que no imposi-

38
bilita, que, en palabras de Lombard (2015) , más allá de las evidentes ción del poder y la resistencia frente a una dominación caracteriza-
limitaciones económicas y legales, las viviendas autoconstruidas re- da por la indiferencia hacia los desposeídos del sistema económico,
flejen las preferencias estéticas y culturales de sus habitantes debi- donde los espacios de la ciudad popular, “son el nuevo escenario
do al “alto nivel de participación de los residentes en la construcción geopolítico decisivo” (Davis, 2007) de esta era actual.
de vivienda” (Lombard, 2015, p. 141).

El paisaje de las colonias populares se presenta como un “panorama


de ladrillo sin cocer, paja, plástico reutilizado, bloques de cemento y
tablones de madera” (Davis, 2007, p. 32), que ondean por la geogra-
fía urbana en “sucesivos planos de techos, terrazas y losas” (Arango,
2004, p. 70). Las preferencias estéticas evidentes de cada vivienda
familiar, tales como el uso de color en fachadas, plantas ornamenta-
les, tipos cerramientos, elección de puertas y vanos, si bien surgen
de una oportunidad económica, se ven fuertemente complementa-
das por aquellos elementos del diseño que derivan del crecimiento
del núcleo familiar y de la casa.

Esta arquitectura popular autoproducida y autoconstruida, por so-


bre los filtros del mercado y las normativas, se adapta a las caren-
cias materiales mediante una arquitectura inacabada e imperfecta
(Mesa, 2004) en el cual el “residuo (un entorno marginal, un objeto
terminal, un material de desecho, un saber artesanal)” (Sanin, 2009,
p. 113), es muchas veces el elemento central de la vivienda y el espa-
cio comunitario.

La lucha por la tierra urbana en la Ciudad de México, si bien hace


referencia a la “ocupación y posesión de un terreno sin ventas ni tí-
tulos, y el «coste cero» de los terrenos en la periferia” (Davis, 2007, p.
54), proceso que en general caracteriza la urbanización de los países
del tercer mundo, ejemplifica de manera mucho más profunda, en
palabras de Zibechi (2016), una lucha radical por una nueva distribu-

39
40
EL PAISAJE ES UN ROSTRO (elaboración propia)

41
EL PAISAJE ES UN ROSTRO baja calidad de vida, inseguridad, suciedad, falta de espacios pú-
Derecho a la identidad blicos, etc.). En la idiosincrasia propia del paisaje popular, la identi-
dad y arraigo “es resultado de las interacciones que se dan entre el
Las caras mexicanas morenas, de ojos achinados, pelos pintados cuerpo del individuo, su entorno físico, sus relaciones sociales y las
y narices anchas pero perfiladas, me miran diciendo que soy dife- conceptualizaciones discursivas, esto es, las narrativas que circulan
rente a ellos. Descubro en los barrios populares otra relación con la en la comunidad en la que vive.” (Pfleger, 2013), en donde, según
piel morena y encuentro repetidas veces la cara del indio urbani- afirma Arango (2004), el ritmo y tono del lenguaje, los modismos, el
zado. Sobre su pecho, cuelga la Virgen de Guadalupe o la cruz de vestuario, las modas, las practicas ornamentales, la comidas típicas,
la conquista, dos opuestos abrazados. El rostro mexicano es la cara los aromas, la música y todas aquellas prácticas, rituales y elemen-
del mestizaje y me doy cuenta de que, Latinoamérica entera es piel tos que acompañan la vida cotidiana, son “manifestaciones de la
hechiza, artesanía de la mano que ejerce fuerza y se levanta. Bajo cultura en las que los sujetos no ven limitado su papel al de simples
mis ojos todo en los mexicanos populares es grito. La música suena espectadores o receptores, sino que despliegan su participación a la
tan fuerte como sus risas, sus pies se resbalan al baile, se abrazan y actuación o representación directa, como productores y o figurado-
así los populares se reconocen, aunque no lleven cédula, por estar res, sin intermediarios que los reemplacen o representen” (Arango,
comiendo de pie en los puestos callejeros tacos, tortas y tamales 2004, p. 61).
atascados de chile que pica la fe, que todos los latinoamericanos
nos construimos dentro. El habitante popular, sólo por el territorio en donde habita, repre-
senta un discurso sobre lo urbano que es valioso y autentico, y que,
*** sin estar exento de las propias contradicciones que generan las
relaciones sociales intra-barriales que “se debaten entre los polos
El reconocimiento de una identidad mexicana asociada al habitan- de anhelos y añoranzas (…) por un lado, y frustraciones y violencia
te popular es un ejercicio que busca cuestionar y desestigmatizar como una vía de escape de la realidad cotidiana” (Pfleger, 2013) por
el paradigma asociado al tráfico de drogas y la decadencia social el otro; cuestiona, como Zibechi (2016) reflexiona, su lugar como su-
interna de sus barrios reproducidas una y otra vez por los medios de jeto genuino en la producción de ideologías, espacios, estéticas y
comunicación locales y globales. visualidades, separándolo de su posición como objeto meramente
instrumental para los estudios sociales.
Entender la colonia popular como “un microcosmos de reglas y
normas propias que proporciona un fuerte sentimiento de arraigo
territorial” (Pfleger, 2013), es visualizar su existencia más allá de los
incontables elementos negativos que los estudios enumeran so-
bre estos espacios (altas densidades poblacionales, hacinamiento,

42
43
ATASCADA FIESTA POPULAR (elaboración propia)

44
ATASCADA FIESTA POPULAR lares mexicanas (Lomnitz, 1975). En ellas, “se genera un núcleo de
Derecho a la recreación, al placer y al derroche convivencia que se organiza alrededor de eventos y fiestas, rituales
y prácticas sociales específicas. En ellas, los habitantes del barrio se
Antes del apocalipsis pandémico, caigo y caigo en las conglomera- representan, construyen un imaginario y se mitifican” (Pfleger, 2013)
das fiestas mexicanas. Tengo la sensación de que estas, ejemplifican a nivel doméstico y de vecindario, en donde, la red social de apoyo
un modo de vida del mexicano popular frente a la vida, la diversión es además, un sustento emocional y afectivo para sus integrantes
y al placer: si voy a hacer algo, lo voy a hacer con todo. Las fiestas cuyo sustento se encuentra en la historia compartida, “en términos
pueden tener un motivo religioso (Niño Pá, Noche Buena, Rosca de de la ‘lucha’ y ‘sacrificio’ a las que los primeros residentes tuvieron
Reyes Magos o matrimonios), festivo (cumpleaños, celebración de que someterse juntos, [lo que] puede crear lazos fuertes que des-
quince años, año nuevo) y/o histórico/cultural (día de la Indepen- pués ayudan en la organización para obtener recursos y servicios.”
dencia, día de Muertos, día de la Revolución Mexicana), pero todas (Lombard, 2015)
comparten, igualitariamente, una noche eterna y ruidosa: gritos de
algarabía, gente bailando, fuegos artificiales afuera de las casas, ac- Estas instancias, cuyo origen es diverso según Lombard (2015), sue-
cesorios decorativos como piñatas, banderines y confeti, alcohol y len iniciar con una presentación formal en donde se realiza el rito
comida típica que en la mayoría de los casos corren por cuenta de que convoca a los invitados, para luego dar espacio a la comida, a la
los dueños de casa, y que, ejemplifican, la dadivosidad del habitan- bebida y al baile. “La forma como se hablaba de tales celebraciones,
te popular. Estas instancias, aunque cortas pero intensas, hablan con orgullo evidente y extendiendo la invitación a gente de fuera,
del derecho al derroche como un derecho ejercido incluso desde sugiere que estas reuniones son importantes para los residentes
la pobreza, donde la distracción, la risa y el sosiego son los escapes en términos de sentido de lugar” (Lombard, 2015), consolidando de
necesarios para hallar fuerza ante la rutina y explotación diaria de la paso el hecho de que la hospitalidad sea un valor consagrado para
vida en la ciudad. el habitante popular mexicano.

“El énfasis en las redes, las relaciones y vínculos familiares y de com-


padrazgo, la solidaridad y la reciprocidad, dibujan un mundo en el
*** que la confianza es la clave en las relaciones sociales, a tal punto
que en un mundo sin estado ni partidos ni asociaciones, la red de
intercambio reciproco constituye la comunidad efectiva del margi-
Ante la instalada individualización de la vida y los valores, así como nado urbano” (Zibechi, 2016, p. 23), en donde la construcción de lo
por el aislamiento producto de las nuevas redes sociales virtuales -y colectivo mediante los sentimientos y sentidos, es una posición re-
hoy la pandemia-, es significativo que las reuniones sociales, fami- belde fundamental en la consolidación de lógicas y valores opues-
liares o no, sean un elemento que caracterice a las colonias popu- tos a los impuestos por el neoliberalismo imperante.

45
46
CORRESPONDENCIA FORMAL INFORMAL (elaboración propia)

47
CORRESPONDENCIA FORMAL E INFORMAL internos o de la expansión de la periferia” (Murata, Campos y Lastra,
Derecho a la movilidad y a lo público-colectivo 2017, p. 5), por lo que su presencia en el territorio popular, aunque
presente en algunos sectores de ella, tiene bajo impacto para el pro-
La movilidad y su derecho, cuestiona indudablemente la relación pósito de facilitar la movilidad urbana. De esta forma, la demanda
entre lo formal y lo informal. Profundizar en el transporte público que genera el transporte desde la periferia popular hasta el centro
informal, -combis y peceros-, que, a pesar de tener una idiosincra- de la ciudad, “favoreció la irrupción de una red informal de taxis co-
sia propia, seria olvidar que estas son articulaciones locales a una lectivos o “peseros” y autobuses suburbanos en la práctica menos
movilidad en la ciudad que es mucho más grande. Las populares eficientes que el pero que captan, todavía hoy, la mayoría de los via-
contadas veces, tenemos el privilegio de movernos sólo en nuestros jes” (Murata, Campos y Lastra, 2017, p. 6) de la movilidad interna de
territorios, porque en la realidad estamos cruzados por los relatos las colonias o hacia la estación de metro más cercana.
de las grandes distancias, donde el metro y metrobús, se transfor-
man también en espacios de nuestros relatos. Casa, calle, paradero, Es así como la movilidad en general para los habitantes populares,
combi, asiento, lleno, lleno, paradero, metro, escalera, escalera, tren, requiere una combinación de servicios y medios de transporte, que
lleno, lleno, destino final, luz. Ida y vuelta, casi todos los días. Las involucran generalmente el patrón común de “caminar, pesero, Me-
aglomeraciones y el olor de lo lleno, es la ley de que siempre puede tro, caminar”, es decir, un dialogo constante entre los elementos de
entrar alguien más porque todos tenemos un trabajo al que llegar. lo formal y de lo informal de la ciudad, que, debido a la desarticu-
¿Acaso todos los latinoamericanos populares compartimos el relato lación entre ambas, se traduce en un pago de doble tarifa para los
de la distancia y el ir y venir, el viajar, solo por necesidad y casi nunca usuarios (Murata, Campos y Lastra, 2017, p. 6), así como las dificulta-
disfrute? des propias de la conexión entre ambos servicios.

*** La falta de proyección sobre la expansión urbana con la que el trans-


porte se diseño en Ciudad de México explica muchas de los fenó-
Planificar la movilidad del transporte público para una ciudad tan menos actuales que desde la formalidad y la informalidad se han
extensa como la Ciudad de México obliga, integrar y articular en la desarrollado para subsanar sus problemáticas, así como el entender
red múltiples medios para responder a la demanda, más aún cuan- la planificación del transporte y los usos del suelo como un meca-
do la masa trabajadora y popular que la utiliza corresponde a más nismo clave para generar “una política pública de descentralización
de dos tercios de la población urbana total (Davis, 2007). del empleo [y la vivienda] que no considere los traslados, [que final-
mente] se traduce en viajes más largos y mayor consumo de suelo”
La red del Metro de la Ciudad de México, medio de transporte con (Murata, Campos y Lastra, 2017, p. 4)
la mayor infraestructura y extensión, no fue ni ha sido considerado
como elemento con potencial para “el control de los usos del suelo

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AMBULANTES LATINOAMERICANOS (elaboración propia)

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AMBULANTES LATINOAMERICANOS pobreza multidimensional de los habitantes de los territorios popu-
Derecho a la integración económica y al trabajo lares. En este contexto de producción inestable y cambiante, los ha-
bitantes de los espacios populares son aquella población que que-
El sello de garantía de estar en América Latina son los ambulantes. do “desconectada de la economía formal, de modo permanente y
En todas partes, mismo escenario, ingenio y esfuerzo tras la lucha estructural” (Zibechi, 2016, p. 7), quienes encuentran una solución al
por el acceso a participación económica y la comida. En el produc- derecho a la participación económica mediante el trabajo informal.
to de venta del comercio informal, por más pequeño y transporta- Este comprende todas aquellas actividades que no se encuentran
ble que sea, se carga con el peso de la precarización y la falta de en el trabajo industrial asalariado, como lo son pequeños comer-
condiciones mínimas de dignidad en el habitar de sus trabajadores. cios y talleres familiares, el trabajo doméstico, trabajadores inde-
Beneficios sociales y de salud, vacaciones o descanso dominical, e pendientes, vendedores ambulantes y comerciantes de pequeños
incluso el derecho a baño, son privilegios que muchos ambulantes establecimientos locales (Gayosso, 2008)
muchas veces no se pueden dar. Me conmueve especialmente lo
que sucede con el trabajo infantil de la Ciudad de México, país que, La tendencia al deterioro de la calidad de los empleos vinculados al
no dando abasto para asegurar la protección a la infancia, se con- sector terciario, se traducen en lo popular en la consolidación de los
vierte en una sociedad confundida en darle o no una moneda a los tianguis y el comercio callejero, cuyos productos en general se han
niños que venden y mendigan en la calle. La economía tiene impac- ido diversificando, comprendiendo ya no sólo elementos de prime-
to en la ética y moral de una sociedad, y esto es algo que no pode- ra necesidad, sino que, además objetos usados, piratería y artículos
mos olvidar, más aún bajo un neoliberalismo de la hiper explotación robados (Gayosso, 2008). Más allá de las problemáticas urbanas evi-
del individuo. Más allá de esto, -y sin caer en una romantización de dentes que el trabajo informal genera, es importante hacer notar
lo precario-, impresiona la agilidad de ambulantes al reinventar sus como la construcción de economías populares representan un es-
negocios con las ultimas modas locales (como ocurre con la pande- pacio de resistencia en donde “surgen iniciativas para la sobreviven-
mia) así como, en su capacidad de compactar al mínimo las herra- cia que a menudo cobran la forma de una economía diferente a la
mientas y áreas de trabajo para dar la mejor calidad a sus consumi- hegemónica, una economía que en los hechos es contestaria a la
dores. Esto ejemplifica, su comprensión de las dinámicas sociales economía del capitalismo” (Zibechi, 2016, p. 53).
y espaciales que se dan en lo urbano, e involucra, una resistencia y
transformación constante que no deberíamos olvidar consultar. Las economías en resistencia dan cuenta además del “amplio tejido
de redes de capital social y de la cultura popular” (Contreras Soto,
*** 2007), espacios en donde se generan instancias para impulsar un
comercio más justo mediante el consumo a pequeños vendedores
Existe una relación innegable entre los procesos de urbanización locales, en las cuales, familias oferentes y demandantes, encuentran
acelerada, la imposición del modelo neoliberal y el aumento de la formas de abastecimiento y posibilidades de circulación económica
que son negadas en el mercado formal.

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NEO MURALES (elaboración propia)

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NEO MURALES consciencia de sus habitantes sobre la producción de un discur-
Derecho a un lenguaje común so estético y visual de paisaje popular, en donde “confluyen al-
gunas de las más importantes fracturas que atraviesan al capi-
El peso que tienen los murales y sus grandes maestros en la historia talismo: de raza, clase, etnicidad y género” (Zibechi, 2016, p. 10)
cultural y artística de México es innegable, aunque ninguno de ellos
se emplace en territorio popular. Ante esto, el reconocimiento de Esta premisa, atraviesa bajo diferentes formas, colores y gráficas, las
murales populares, bajo el título de lo neo, es un juego que apela pri- imágenes que, en los muros periféricos populares, sirven como vi-
mero, a poner en su lugar las expresiones pictóricas de estos lugares trina para significar un modo de vida diferenciado. Su producción
como expresiones de una lucha por la expresión de demandas polí- tiene orígenes diversos. Producto de la solicitud de estéticas, talle-
ticas y de identidad, tal como lo hicieron muchos años antes los mu- res mecánicos, equipos de futbol, instituciones educativas y par-
ralistas de renombre en el país. En el contexto popular, actualmente tidos políticos que invitan a grafiteros a hermosear sus fachadas.
estos murales son herramientas de presión ante las demandas de
género, cuyas temáticas son fundamentales ante los crecientes ca- Las tematicas de los murales van desde santos, vírgenes o familiares
sos de acoso y feminicidio que se suman en las periferias populares difuntos, imagenes que apelan a temas sobre equidad de género y
urbanas, y que, encuentran en los muros, un espacio seguro desde no violencia, retratos de mujeres afrodescendientes, motivos indí-
donde plantear una inconformidad ante el paradigma patriarcal. En genas y prehispánico, entre otros, perpetuando con ello la herencia
paralelo, conviven grafitis urbanos como otra expresión de los códi- pictorica que los grandes muralistas mexicanos construyeron en el
gos populares antes mencionados, aunque quizás, representando país.
un lenguaje aún más selectivo con su público, el cual se mezcla con
figuras que aluden a códices prehispánicos o bien representaciones En las colonias populares, donde la oferta cultural ha estado histórica-
de indígenas, obreros, campesinos, calaveras, esqueletos, catrinas, mente limitada, “la pinta callejera termina por fungir como una suerte
etc., todas condensaciones de la expresión de la cultura popular y de retrato efímero de la sociedad, en el que múltiples sentidos se en-
sus iconos de identidad. trelazan al adquirir una dimensión estética” (Araiza, Martínez, 2016, p
128), cuyo mensaje, resulta bastante claro: “nosotros somos las cultu-
*** ras populares y oprimidas de México y el mundo, estamos aquí y por
este medio nos estamos rebelando”.” (Araiza, Martínez, 2016, p. 127)
Una de las cuatro condiciones para que una cultura sea conside- .
rada como paisajista -a partir de lo que trabaja Maderuelo (2005)
sobre las reflexiones de Berque-, es que en esta existan repre-
sentaciones pictóricas sobre el paisaje. Ante esto, los murales
en las colonias populares mexicanas son una prueba clara de la

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CÓDIGO POPULAR
CÓDIGO POPULAR (imagen_07)
(elaboración propia)

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CODIGO POPULAR tido, claramente reconocibles por el grupo” (Arango, 2004, p. 61)
Derecho a la apropiación de lo público, a los símbolos Si bien, muchas de estas expresiones son consideradas como ele-
mentos que ensucian la ciudad debido, a como detallan Araiza y
La elaboración de los símbolos, iconos y signos que se encuentran Martínez (2016), por las tonalidades vistosas de la gama de colores
en las calles populares (y no tan populares) es un filtro de clase que que emplean, así como los sombreados, contornos, destellos y ador-
se inicia en una estética que es reconocida como un lenguaje co- nos que perfilan y resaltan sus letras y dibujos; realmente ellas repre-
mún. Los populares entendemos ciertas letras ante las cuales, los sentan “un mecanismo de interpelación al poder, sea de la propie-
burgueses latinoamericanos, se espantan o no reaccionan. Entre el dad privada, de la estética convencional o de la moral instituida en
rito y el misticismo, las tipografías e iconografías populares cons- el discurso de las buenas costumbres.” (Araiza, Martínez, 2016, p. 111)
truyen espacios que, para otros ojos son sucios, pero que, para los
nuestros, nos hacen sentir acompañados por alguien que enfrentó Así, las calles céntricas como las periféricas, se ven envuel-
la precariedad cultural, dibujando sobre un muro un coro super- tas en un código popular con infinidad de formas y mati-
puesto de gritos guturales. ces, donde “la pinta callejera se ha convertido en una suer-
te de portavoz del sentir popular”, haciendo un espacio en la
ciudad donde manifestar sus deseos, preferencias y necesidades.

***

Afiches de propaganda política del PRI, del PAN o de MORENA,


anuncios de trabajo despegables que son la cuna de estafas labora-
les, carteles de Burger King, Pizza Hut o cualquier otra gran cadena
trasnacional, muros pintados con tipografías coloridas a mano al-
zada promoviendo conciertos locales o las riquísimas “Muertortas”,
stickers de la revolución Zapatista, de la lucha de género o cual-
quier imagen que, por placer sea reproducible y anexada al esce-
nario urbano. Todos estos son ejemplos del lenguaje visual urba-
no de la Ciudad de México que surgen de lo popular o que bien lo
interpelan, que conforman “espacios y objetos producidos (…) por
muchos sujetos anónimos que, actuando de una forma en aparien-
cia desarticulada, (…) lo enriquecen con elementos llenos de sen-

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TODOS NECESITAMOS ALGO DE DONDE AGARRARNOS (elaboración propia)

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TODOS NECESITAMOS ALGO DE DONDE AGARRARNOS
Derecho a la fe Esta expresión religiosa en el espacio público, denota una produc-
ción estética festiva y cotidiana que es una resistencia ante los cen-
Las colonias populares están levantadas a pura fe. Contra toda ley de tros de poder de las elites dominantes (Aguilar de la Cruz, 2017).La
sísmica, contra toda norma constructiva, contra toda falta de mate- religión, como excusa para el encuentro festivo comunitario, se ma-
rial, contra toda hambre, contra toda lluvia caliente. En los lugares terializa en peregrinaciones, fiestas patronales, carnavales, bailes
más insospechados aparecen garitas, cajas y pequeños santuarios conmemorativos e incluso eventos políticos que, tomándose calles,
callejeros con la figura de la Virgen de Guadalupe: ¿qué explica que parques, centros comunitarios y otros espacios, “funcionan como
un altar aparezca? Todos llevan un altar, que es único para cada Vir- un identificador de solidaridad y encuentro interno, potencializan-
gen, donde comparten la fe, flores, velas y algunos regalitos rescata- do un discurso alterno en sus prácticas” (Aguilar de la Cruz, 2017) .
dos de ser basura. El mismo altar, aunque más oscuro, llena el rezo
de la figura de la Santa Muerte, ídola paralela asociada a la cultura De forma muy particular en las colonias populares mexicanas, des-
del narco y los amigos de la violencia y todo su imaginario cinema- tacan las imágenes de la Guadalupana, la Santa Muerte y san Judas
tográfico que tanto mal le ha hecho a Latinoamérica. Frente a las Tadeo (Araiza y Martínez, 2016), que, materializados en un altar ca-
grutas de la Santa Muerte no puedo evitar tener la misma curiosi- llejero, son un símbolo de protección y de poder (Aguilar de la Cruz,
dad que siento con la Virgen de Guadalupe, aunque la sensación es 2017). Aunque la expresión del culto a la Virgen de Guadalupe y a
diametralmente distinta. La Virgen me hace sentir segura, mientras la Santa Muerte son muy parecidas entre sí -figura femenina que
que la Santa Muerte me genera un miedo desconocido, que reco- abraza a los desposeídos-, es cierto que esta última es integrada de
nozco como una marca de territorialización que me recuerda ex- forma reciente por estar vinculada a la clandestinidad, al ocultismo
tranjera. Su convivencia, en lo popular, brilla junto con todo el com- y al trafico de drogas, a raíz de lo cual su inserción en el territorio
pendio de contradicciones en las que habitamos. tiene un simbolismo muy diferentes a los altares de la Virgen de
Guadalupe.
***
Más allá de sus particularidades, es valioso comprender como cier-
Como consecuencia de la herencia prehispánica y la imposición ca- tas practicas religiosas responden al discurso de identidad una
tólica con la que Europa enfrentó a nuestro continente, “la religión clase socioeconómica particular, que como una “estrategia de su-
es una práctica social y cultural importante en las colonias popula- pervivencia frente a la desesperanza (…) [le ha otorgado] un sentido
res” (Lombard, 2015, p. 139). El imaginario religioso popular, es espe- de comunidad relacional y emotiva, en la que el ritual produce una
cialmente visible en el espacio público, donde se exponen los codi- sensación colectiva de unión y seguridad.” (Aguilar de la Cruz, 2017).
gos culturales que muestran la racialización, etnicidad y religiosidad
en en donde el cuerpo colectivo transita (Aguilar de la Cruz, 2017)

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LO PÚBLICO POPULAR (elaboración propia)

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ENTRE LA APROPIACIÓN ENTRE EL ABANDONO los recovecos, incluso los más inhóspitos, son reclamados como es-
ENTRE EL ESTADO pacios abiertos, libres y seguros, donde grupos sociales de diversos
Derecho al espacio público digno indoles, se hacen responsables de crear un espacio bello más allá de
la precariedad.
Al conocer el espacio público popular mexicano, me pregunto si la
imagen de éste en toda América Latina vacilará eternamente en- ***
tre la apropiación, el abandono y el Estado. Estos tres componen-
tes podrían ser temáticas transversales en la ocupación del hábitat
popular que, en los espacios abiertos públicos encuentran códigos El neoliberalismo en América Latina encuentra sus mayores cicatri-
reconocibles. La apropiación son las vecinas regando con cubetas ces en falta de inversión pública en programas sociales de interés
(en la ciudad de la contradicción de las aguas), los neumáticos pin- para los más desfavorecidos (Mattos, 2010, p. 84). En este contexto, y
tados -o no- transformados en macetas de cactus y plantas, las ban- si consideramos que la producción de vivienda popular por muchos
cas de diverso origen transformadas en el mobiliario común de la años fue subestimada como un ámbito de interés para la inversión
sombra que dan, los árboles plantados por vecinos en el puro amor económica en la Ciudad de México, es evidente que el diseño e in-
al oxígeno, mientras que, sentadas en sillas de playa, las vecinas to- tegración de espacio publico y equipamiento en general, es un as-
man el sol de la calle mientras observan el paisaje popular. El aban- pecto casi invisible para el Estado y los privados.
dono por su lado es basura, son juegos rotos sin mantención, son
plazas vacías tomadas por estacionamientos ilegales e indigentes Ante la escasez de espacios destinados a áreas verdes abiertas, los
precarizados. El Estado, paradójicamente, es la misma intervención habitantes populares satisfacen su necesidad por un espacio com-
repetida: máquinas de ejercicios compradas a China, botes de ba- partido mediante una participación autogestionada, en la cual las
sura rebosantes, placas de información blancas, quemadas por el mujeres tienen un papel protagónico en la construcción y conso-
sol, infraestructura urbana -autopistas, vías de alta velocidad, torres lidación del espacio público, ejercicio en el cual también se pone
de alta tensión, pilares gigantes- que forma grietas en la morfología en práctica “la deconstrucción de los valores de cambio en valores
urbana pero, aún más, en el habitar compartido de sus habitantes. de uso” (Zibechi, 2016, p. 39) del territorio popular. Este proceso se-
gún Zibechi (2016), supone que las prácticas de liderazgo y apoyo
Frente al derecho al espacio público de calidad, sus pobladores que las mujeres gestaron para autoconstruir comunitariamente
ofrecen una resistencia que recupera el lugar más allá de la idea de sus casas ahora desembocan el ámbito de lo público, consolidando,
su uso como espacio de lo cívico y la política, donde su recupera- como señala Sanin (2019, p. 116), el tejido social mediante “la reinter-
ción se vuelve aún más transcendental sólo al considerar la falta de pretación de sus discursos, la apropiación de su espacio, la revalo-
espacios naturales verdes dentro de la planificación y urbanización rización de sus desechos y el revertir las condiciones adversas del
pirata que da origen a estos barrios populares. Ante su inexistencia, hábitat hasta convertirlas en medio de subsistencia y adaptación”

63
res populares resistir los embates del sistema” (Zibechi, 2016, p. 15)
Si bien la autogestión del espacio público popular en Ciudad de Mé-
xico parte como un fenómeno libre de intervención estatal, muchas
veces éste termina participando en su consolidación “como un ejer-
cicio de cooptación mutua entre el gobierno y las comunidades lo-
cales en donde ambas partes se benefician” (Lombard, 2015, p. 132),
y que, se traducen puntualmente en soluciones e intervenciones
repetidas en la ciudad sin consideración alguna de las cualidades y
necesidades específicas de cada territorio. Estas acciones puntua-
les, aunque sean valoradas por algunos residentes, no disminuyen
las fatales consecuencias “que tiene la retirada del Estado sobre de-
terminadas prestaciones y por su acción enfocada a individuos ne-
cesitados más que a colectivos organizados” (Hidalgo, 2007, p. 60).

La construcción de espacios públicos populares y los símbolos de


identidad que pueden estar insertos en ella es un proceso que no
esta exento de dificultades económicas y organizativas, en don-
de la lucha contra el desinterés que genera “lo compartido” es un
fenómeno que puede ser generalizado a todo el mundo. Sin em-
bargo, cuantos estas limitaciones son superadas, el espacio auto-
gestionado es una producción colectiva que busca “recuperar la
dimensión simbólica de los espacios urbanos como referencias
ciudadanas, hacer de los lugares de conexión o nodales un lugar
con sentido, un hito cívico, atribuir a las áreas de nueva centralidad
características del lugar central, o sea: monumentalidad, multi-
funcionalidad, intercambio, lugares de encuentro y de expresión.”
(Borja y Muxi, 2000, p. 9). Pero al mismo tiempo, su consolidación
puede ser interpretada como un “arma política y económica con
el que las clases populares pueden ejercer sus derechos ciudada-
nos” (Zibechi, 2016, p. 64), construyendo microespacios de la vida
cotidiana que “bajo su control y posesión han permitido a los secto-

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ESPACIO AL CIELO (elaboración propia)

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ESPACIO AL CIELO la integración que el espacio de las azoteas tiene en sus habitantes
Derecho al cielo y al paisaje como elemento del paisaje popular compartido, quienes ni siquiera
ponen cercas o delimitan las azoteas de cada vivienda, lo que, de
Las azoteas, y el juego espacial que se forma entre ellas, son el es- alguna forma, permite un tránsito aéreo libre entre las casas.
pacio que más me maravilla del paisaje popular mexicano. Proba-
blemente sea así este espacio construye un uso que nos fue negado
para los habitantes de la vivienda social chilena y su diseño de te- ***
chos a dos aguas y zinc. Nunca dejé de impresionarme de la capa-
cidad de las viviendas de tener una salida al cielo, cuya losa plana,
generaba una multifuncionalidad espacial donde conviven una pe- Ante el crecimiento continuo de las viviendas populares, la calidad
queña bodega de herramientas, el tinaco para el agua, sistemas de espacial de las casas pierde continuamente sus condiciones de habi-
captación de energía solar, lavabos y tendederos de ropa, antenas tabilidad en la medida que la altura de los edificios significa el sacri-
de red satelital, ductos de ventilación, plantas, e incluso mascotas, fico de los espacios abiertos de patios y solares (Arango, 2004, p. 71).
que, en la altura, volvían vivido un espacio aparentemente inútil de
las casas. Las azoteas, responden a una exploración en torno al dise- En este contexto ciertos espacios de las colonias, como el zaguán,
ño de la vivienda, que cuestionan, sobre todo, una demanda por la el lavadero y las azoteas, se transforman en espacios de interac-
luz del sol, el derecho a mirar el cielo y el escape a espacios ventila- ción social e intimidad compartidos (Pfleger, 2013), que podría
dos, es decir, cuestiones fundamentales para consolidar la habitabi- incluso a alinearse a la concepción de la terraza-jardín propues-
lidad, confort y salud de los habitantes del hogar. ta por Le Corbusier al plantear los cinco puntos de la arquitectu-
ra moderna, en torno su uso como área natural de recreación.
Este descubrimiento, me llevo a pensar que la consolidación del uso
de las azoteas para estos fines era una respuesta colectiva y barrial La ocupación y significación que en las colonias populares se le ha
ante la falta de espacios públicos y la estrechez de sus calles como dado al espacio de la azotea, es una representación genuina de la
espacios con mínima planificación y uso. El paisaje que resulta de producción de discursos en torno al espacio doméstico y urbano.
las azoteas conforma para mí, lo que llamo un “neo-espacio públi- Las azoteas populares responden a “la acumulación de muchas de-
co-privado”, que cuestiona precisamente ambos conceptos -el de cisiones a través del tiempo, (…) [en donde] el sinnúmero de activida-
lo público y él lo privado-, al construir, en la mirada, un escenario des e influencias que suceden en el lugar hace que sea lo que es. [Lo
panorámico del que todos pueden participar libremente, compar- que demuestra que] el valor y el sentido no son inherentes al lugar:
tiendo incluso la realización de actividades desde la comodidad del son creados, reproducidos y definidos” (Lombard, 2015, p. 137) por
espacio individual de cada azotea. Esta idea removió mis concepcio- sus habitantes populares, ejercicio mediante el cual, ellos mismos
nes sobre estas dos categorías, al mismo tiempo que me asombra construyen un discurso autentico en torno al cómo habitar la ciudad.

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prontuario de paisaje:
santiago de chile

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1. LA PINTANA
SANTIAGO DE CHILE

2. PUENTE ALTO
SANTIAGO DE CHILE
1

70
Esta parte del prontuario personal es parte del dia-
rio personal de recuerdos, cariños y desencuen- septiembre 1994
tros, en mi experiencia como habitante de las po-
blaciones chilenas. Soy hija de los efectos urbanos
y habitaciones del programa de vivienda básica
julio 2019
instaurado por la dictadura y ejecutado por la con-
certación chilena. La unión de mi familia se consa-
gra bajo “el sueño de la casa propia”, que nos llevó
a habitar el suelo periférico de La Pintana. Este lu-
gar es el escenario de mi infancia, así como Puen-
enero 2020
te Alto en mi etapa universitaria, son los lugares a
partir de donde busco los componentes que con- hoy
forman la maraña de ladrillo, zinc, gente, basura
y memoria que sostiene la población popular. De
esta forma -y a diferencia del prontuario anterior,
que puede estar teñido por la emoción que gene-
raba en mi conocer las colonias populares mexica-
nas-, el revoltijo de imágenes, sentimientos y pen-
samientos que definen este prontuario, son una
reflexión que vacila entre la frustración, el cariño y
la aceptación. La infancia tiñe de amor e idealiza-
ción ciertas escenas del hábitat popular que sólo
el ojo adulto percibe con dolor. Este prontuario es
una reflexión entre la romantización, la rabia y la
la pintana
resistencia que genera la quimera del derecho a
habitar la tierra popular.
puente alto

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LOS POPULARES SOMOS UNA PLAGA (elaboración propia)

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LAS POPULARES SOMOS UNA PLAGA zinc- son tan distantes, ambos comparten la quimera de ser la tierra
Derecho a la ciudad de trabajadoras y trabajadores precarizados de la ciudad. La lucha
contra la pobreza urbana en América Latina ha tomado diferentes
Para el Estado chileno, los populares somos una plaga por erradicar. caminos. En Santiago de Chile, bajo el alero de un Estado neolibe-
Nuestra ubicación periférica en el mapa de Santiago responde al ral, ha “predominado el criterio mercantil, cuya expresión ha sido
bajo valor del suelo en el mercado. Somos la hierba mala que crece el mayor número de soluciones posibles” (Rodríguez y Sugranyes,
en los sitios eriazos polvorientos. En la distancia, las casas subven- 2005, p. 15) con la cual los pobres se han expandido por la ciudad
cionadas de ladrillo, hormigón y yeso cartón, se ven ocultas por el conformando territorios de exclusión y degradación social (Aravena
mar de zinc sobre los techos, entre los que asoman ampliaciones y Sandoval, 2005, p. 134). En Ciudad de México son los pobladores
que cuelgan, banderas, antenas satelitales y árboles. Un paisaje que quienes, ante incompetencia del Estado, autoconstruyen sus casas
desde la altura es un timbre repetido sobre la ciudad. En la periferia luchando contra el mismo modelo de producción y reproducción
casi no hay supermercados ni farmacias, por lo que, las calles son de la desigualdad y la pobreza. En ambos lugares, las opciones de
espacios de tránsito hacia la locomoción y los pequeños y grandes participación real de los pobres para incidir en las decisiones políti-
negocios locales que materializan la lucha económica del territorio. cas sobre la ciudad son nulas.
Cada casa tiene una reja que es una composición propia: tablas de
madera, metal, ligustrinas y flores, que ejemplifican la contradicto- Ante esto, el proyecto de la sociedad mejor como sueño de los po-
ria búsqueda de la privacidad y el aislamiento. En las tardes de vera- bres, bajo los valores de la sencillez, la camadería, la comunidad, el
no, cuando ya está más fresco, las vecinas salen a regar las plantas y esfuerzo y la solidaridad “y que, por su contenido humano son lo
a barrer los pasajes, mientras niñas y niños juegan a las escondidas opuesto al individualismo y desintegración social promovidos por la
o elevan volantines o revientan grifos para capear el calor, recibien- modernidad liberal” (Pinto y Salazar, 1999 p. 95), se ve en constante
do “a guata pelá”, al montón de trabajadoras y trabajadores, mamás contradicción y crisis ante la ‘nueva pobreza urbana” que apunta a
y papás, vecinas y vecinos, que vuelven a casa cansados después de aspectos más complejos, sociales y urbanos (Rodríguez y Sugran-
un largo día de trabajo. yes, 2005).

Tengo un dibujo de ese lugar escondido en el velador más un puña- “Ahora, cuando la pobreza disfrazada por la ropa americana ya no
do de tierra, donde a veces, precipitada, meto la cabeza recordándo- quiere llamarse pueblo” (Lemebel, 2003, p. 22), es cuando (Pinto y
me: hija de la sucesión infinita de casas iguales Salazar, 1999) la recuperación de discursos, percepciones y autoper-
cepciones sobre el mundo popular se vuelve tan importante, como
*** una estrategia de apropiación con la que concretan los significados
Aunque en apariencia, el paisaje popular mexicano -de casitas de de la realidad (Vidal y Pol, 2005, p. 2) y con la cual sus habitantes
colores empinadas- y el chileno -del timbre de casas de ladrillo y asimilan sus posibilidades de integración y derecho de pertenencia
a la ciudad.

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VIVIENDA BÁSICA (elaboración propia)

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VIVIENDA BÁSICA Sitio y las tomas de terrenos de la periferia de Santiago (Hidalgo,
Derecho a la construcción estética, a las mínimas condiciones 2007; Zibechi, 2016). El “palafito”, es una palabra ha sido apropiada
de habitabilidad para llamar a “la desesperación y audacia con que los residentes
de las villas intentan responder a sus necesidades ampliando las vi-
En invierno, tragar vasos con parafina armándome estufas dentro viendas que les ha entregado el mercado” (Rodríguez y Sugranyes,
de la guata. Para pasar el frío poner la tetera, hacer infusiones o té, 2005, p. 19).
echarle dos de azúcar, que se mezclan, con el humo negro saliendo
de mi boca, corroyendo las mallas metálicas que arden, las rejas que “Y como siempre el asunto de la vivienda ha sido una excursión
hacen difícil el paso por las ventanas, el aire moviéndose por toda aventurera para los desposeídos” (Lemebel, 2003, p. 14), en donde
la casa y que con su calor impregna de olor a limón más cedrón, el habitante popular de Santiago autoconstruye cuando se apro-
todas las piezas -no muy grandes- de la casa pareada: solución del pia del espacio exterior e interior de su vivienda para personalizarla
gobierno ampliada a mordiscos, en paños de tierra recubierta por (Hernández, 2007). “A través de la acción sobre el entorno, las perso-
cerámicas, ladrillos, mortero y yeso, mezclados en el ritual de levan- nas, los grupos y las colectividades transforman el espacio, dejando
tar, cosas que no se caigan, pero que aún no logran controlar, que en él su ‘huella’, es decir, señales y marcas cargadas simbólicamen-
en invierno la casa se vuelva tan helada. te” (Pol y Vidal, 2006, p. 283), cuya expresión social y colectiva auto-
construida desde la cotidianidad, constituye una estética popular
*** (Hernández, 2007) propia de los pobres urbanos.

La vivienda popular chilena es la vivienda básica entregada por de- La obtención de la vivienda es de alguna forma la obtención de la
mocracia chilena a los pobres urbanos, con la cual el Estado “logro” tierra, en donde el suelo periférico de las ciudades latinoamericanas
la mayor reducción del déficit cualitativo habitacional del país (Ro- contemporáneas es la tierra de los populares por tratarse de suelos
dríguez y Sugranyes, 2005). Una vivienda nueva, sin terminaciones, baratos densificados sin urbanización (de Mattos, 2010), en donde la
con baño, cocina, estar-comedor y dos dormitorios repartidos entre reproducción de esta práctica responde a “ausencia de una política
los 38 y 42 m2 bajo la forma de una casa pareada o en un block de de planificación territorial inclusiva en torno al derecho de los po-
departamentos. (Arriagada, 2007), entregadas en propiedad a sus bres a la ciudad.” (Hidalgo, 2007, p. 72).
habitantes.
Ante esto, si bien la casa no es la tierra -directamente-, es cierto que
Desde los años noventa, en la casa del ladrillo, hormigón y zinc, la au- hoy, no tener casa, de alguna forma es estar excluido del sistema
toconstrucción aparece con el tiempo ante la necesidad de ampliar urbano y sus beneficios, idea desde donde, se ha aunado histórica-
los espacios domésticos, pero ahora, bajo una forma muy diferente mente “el sueño de la casa propia”, como lugar desde donde sentir-
a realizada durante los años setenta y ochenta bajo las Operaciones se parte de la ciudad.

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MEDIAGUA (Hogar de Cristo)

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3. MEDIAGUA La mediagua, también llamada vivienda de emergencia, surge en
Derecho a la vivienda, a la intimida, al mínimo habitar los años 60, de la mano del Hogar de Cristo, institución jesuita del
país consagrada en la imagen del padre Alberto Hurtado. Su com-
Vivir apretados, el árbol metiéndose por la ventana queriendo escu- posición, de dos habitaciones de 3 por 3 metros, surge de la necesi-
char los monitos en esa tele tan chica. Preguntarme si estará bien dad original de “construir una casa liviana, que pudiera trasladarse
invitar amigos a la casa, escuchar a mis papas culiar, darme cuenta fácilmente, para ser construida en tomas de terreno donde llegaban
de que mis amigos tenían baño y living. Hacer cerros de sillas, po- a vivir familias sin techo” (Concha, 2018).
nerme contenta de ver la despensa llena, decírselo a mi papá.
En el paisaje de las tomas de tierra de esos años en la capital con
Bailar estando sola en la cama de dos plazas y en la pieza de al lado las poblaciones callampas, caracterizadas por la informalidad con la
lavar los platos hacer la lavaza. Pasarle la escoba a la alfombra, jugar que se instalaban “unas tablas, unas fonolas, unos cartones, y de un
play 1 y ponerme triste por no tener espacio para poner la alfombra día para otro las viviendas estaban listas” (Lemebel, 2003, p. 14), la
del just dance. composición de la mediagua resulta ser entonces, la formalización
a bajo costo de una vivienda mínima inicial. Pero ¿cuál es el mínimo
La imagen de las dos piezas al fondo de un terreno alargado. El ser de vivienda para los pobres? Muy lejos de lo que pensó May en el
allegado es ir a hacer pipí adelante antes de ir a acostarse. Armar CIAM de Frankfurt en 1929, quien definía 50 m2 por cada vivienda,
una guarida en el segundo piso del camarote, la vista panorámi- las mediaguas permiten habitar 18 m2 que sin duda son “insuficien-
ca, mi papá haciéndome reír. El techo de pizarreño, las únicas dos tes para sobrellevar un estilo de vida básico.” (Puerta, 2015, p. 33). Los
piezas, la mediagua recubierta de madera, el frío afuera, nosotros pobres, condenados a un habitar apretado y amontonado, compar-
adentro, las repisas como solución a tanta cosa que no cabe. ten con el movimiento moderno sólo la búsqueda por la construc-
ción de un habitar funcional que permita sobrevivir en la ciudad,
Agradecer que la casa no se lloviera, que la madera siguiera de pie, ante lo cual la pregunta debería quizás reformularse: ¿cuál es el mí-
tenerle miedo a la palabra mediagua, a las medidas del espacio, a nimo funcional de la vivienda para los pobres?
de repente nunca más caber, a los ladrones corriendo por el patio
del vecino, a no poder pararme de la mesa si no me comía todo, a En el contexto chileno desde los años 90’, la mediagua aparece como
ir acostarme y despertar todos los días escalando sobre las camas, tipología arquitectónica de lo popular principalmente bajo dos for-
sobre ese pasaje metálico, sobre la diferencia social, sobre el estar mas. Una, ocupando los patios traseros de las casas subvencionadas
amontonados, sobre lo bonito que fue ese lugar. por el Estado como habitaciones de allegados en donde se concen-
tran varios hogares en un mismo lote o vivienda (Rodríguez y Su-
*** granyes, 2005). Otra, tomándose terrenos periféricos de la ciudad
bajo la forma colectiva organizada de un campamento. Esta ultima

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expresión, mucho más estigmatizada, corresponde asentamien-
tos irregulares de mediaguas y otras viviendas precarias habitadas
complementa mente por una población económica y socialmente
inestable, en donde las definiciones de lo público, lo comunal y lo
público se entremezclan continuamente (Skewes, 2005).

La irregularidad de la vida al interior de los campamentos, forja -es-


pecialmente entre las mujeres-, una red de solidaridad y comunidad
(Aravena y Sandoval, 2005) que sin duda cuestiona toda individua-
lidad contemporánea, al mismo tiempo que ejemplifica “la capa-
cidad de autoorganización y a partir de ahí de autoconstrucción y
autocontrol de la vida, (…) [como una cualidad que] abarca todos los
aspectos de la cotidianidad” (Zibechi, 2016, p. 35) de los pobladores
populares. Sin embargo, la lucha contra los campamentos, que, se-
gún como informa El Siglo para fines del año 2020 datan de 802 en
todo el país, agrupando en ellos más de 2 millones de personas -en
su mayoría migrantes-, muestra la cara más dura contra la reduc-
ción del déficit habitacional y la superación de la pobreza nacional.

La mediagua entonces es un espacio común en la cadena de as-


censo social habitacional que se materializa en “el sueño de la casa
propia”. Para el Estado chileno, este sueño significa el cambio de
estatus de los habitantes populares, “quienes pasan de ser invaso-
res y ocupantes ilegales a ser deudores del sistema habitacional”
(Skewes, 2005, p. 101), es decir, su incorporación al sistema econó-
mico formal. Para los pobladores populares, este sueño significa la
formalización de un mínimo digno por habitar, “el vivir en una casa
sin humedad, con agua potable y baño”, [incluso con] tina y calefón,
que son artefactos que se valoran como un ‘lujo’ en las condiciones
previas” (Aravena y Sandoval, 2005, p. 125)
Repensando la tradicional “Mediagua”: NOA 18+6, vivien-
da de emergencia autoprogresiva - Archdaily México

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PASEO POR LOS SIMBOLOS POPULARES (elaboración propia)

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PASEO POR LOS SIMBOLOS POPULARES quitándole el color. ¿Qué significa hoy una bandera sobre
Derecho a una unidad, a un lenguaje, a la identidad, a los nuestras casas?, ¿Qué significa la Bandera de Chile sobre
hitos urbanos nuestras casas?, ¿Qué significa la Bandera Mapuche sobre
nuestras casas? La ilusión de pertenecer a la unidad de una
Caminar por la población es perderse entre las calles de ár- tierra. La lógica que explica la historia de la vida compartida.
boles, instrumentos musicales, ríos, flores o en el laberinto de La toma de terrenos libres del poder nacional. Alguna forma
las calles número uno. ¿Cuántas calles número uno hay en del Estado en la población.
Santiago?, ¿tantas como pobres que son el número uno? El
lenguaje que llama a cada pasaje está desprovisto del sentido La copa de agua, hito de hormigón doblegado en una curva,
que da identidad a lo urbano. ¿Cuántas calles populares de en cuya punta iluminan las luces de neón nocturnas, el cami-
Santiago están vacías de significado? Yo vivía en el pasaje El no de retorno a la casa.
Xilófono y eso no significaba nada, más que una población
llena de gente y de calles con nombres de instrumentos. Mis La pirotecnia encima y de noche reventando el cielo en color
amigos del Piano, los de la Guitarra, los de las Flautas, agru- y en ruido. ¿Cada cuánto es año nuevo en la población?, ¿Qué
pados por una familia de palabras como un elástico agarrán- mensaje dirigido a qué galaxia y bajo qué lenguaje se leen las
donos juntos. explosiones en el cielo? Los perros saltan al susto del ruido y la
gente populariza el “llegó la droga” en la risa de lo que es falso
Panorama de símbolos que aparecían en el Xilófono, algunos y cierto. Desde mi ventana la señal que indica el show de las
estacionales que se repetían bajo el rito del tiempo que a to- buenas noches iluminadas en el desfile del espectáculo de
dos nos rige. los símbolos poblacionales.

Navidades con cajas vacías envueltas con papel de regalo col- ***
gando amarradas de un hilito de extremo a extremo de cada
ventana, dibujando una hilachera de regalos y papel brillante Un paseo por los símbolos populares de Santiago involucra
sobre las cabezas. hablar de identidad (Pinto y Salazar, 1999), colectividad y co-
municación (Orellana, Colombo y Orellana, 2013) que se dan
La bandera nacional, como símbolo patrio, que se quedaba entre los diversos actores y espacios de quienes habitan la po-
desde septiembre ante el viento, el despellejamiento y el sol blación.

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Aunque algunos símbolos se origen en la intimidad del ho-
gar, todos ellos asumen un significado que es consensuado
en la calle como medio primario de la comunicación ciuda-
dana (Orellana, Colombo, Orellana, 2018). El murmullo, la con-
versación, el lenguaje cargan el espacio público que, aunque
es precario, permite el “desarrollo del sentido de comunidad
e identidad colectiva” (Hernández, 2008, p. 113).

Entonces, las cajas de regalos vacías colgando sobre la calle, es


la ilusión con la que comunidad y los niños esperan la navidad
(Hernández, 2008). La copa es la escultura gigante que sirve
para indicar un referente en dirección de la casa. El Xilófono, el
Piano, los Trombones somos un grupo de gente que llego al
mismo lugar el mismo momento. La Bandera de Chile “es usa-
da como mordaza / y por eso seguramente por eso / nadie dice
nada” (Hernández, 1991, p. 31). Los fuegos artificiales son eso,
el sonido de fondo de la población los domingos en la noche.

Estos significados, suma a la gran diversidad étnica y cultural


que habita en las poblaciones populares. El sentido de perte-
nencia que se genera en lo popular se explica por el “hecho
de ser ésta una producción colectiva en el que las acciones de
morar, construir y pensar de Heidegger toman lugar: el habi-
tante se piensa a sí mismo inscrito en el espacio que habita,
piensa el espacio a partir de su propia idea del mundo, sus
imaginarios; lo construye como una imitación de sus accio-
nes, de sus formas de habitar o morar y lo habita en la medida
en que lo construye permanentemente.” (Arango, 2004, p. 70)

Puente Alto, Santiago de Chile - Elaboración propia

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TODAS LAS EFES AMARILLAS (elaboración propia)

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TODAS LAS EFES AMARILLAS rosa chiquillos allá llegan muchos abuelitos gente que dejó
Derecho a la movilidad, a la construcción de lo colectivo la droga como yo chiquillos en una oferta especial le traigo
10 parche curitas en 100 pesos chiquillos, por luquita se lleva
La erradicación trajo consigo micros amarillas después rojas quince + la seguridad y calidad de un producto nacional
azules y verdes cajas de: colocolinos y chunchos convertidos
en monos, cuelgan y flamean banderas, van cantando idioti- ***
zados + cabras rapeando, piden 1 moneda 4 palabras + la niña
tomando teta me mira escribir, parpadea apretada + las bol- El actual sistema de transporte público de la Región Metropo-
sas del super + los panes de dios regalados en el bolsillo + el litana de Santiago se inserta en una reformulación total de su
coche con un lugar especial + arriba un tragaluz que cuela sol estructura el año 2007. Según información de la pagina web
y aire + fiscalizadores pobres cobrándole a otros pobres + cien del Directorio de Transporte Publico Metropolitano (2020),
cabezas camino a los Bajos de Mena que son + de doscientos bajo un sistema de transporte físico y tarifario integrado, se
pies doscientas manos + la Bip! pone color verde + parade- articularon la mayoría de los buses del transporte público ur-
ros invadidos en las mañanas, por los soldados del trabajo, del bano, operados por empresas privadas, con la red del Metro
subsidio, del porro + las poblaciones + los peladeros + los cir- de Santiago, empresa estatal que lo opera, a través de una
cos yendo y apareciendo tras la ventana + la mamá negra con tarjeta electrónica como uno medio de acceso al servicio. A
la cholita de charol con los rulos rebotando + cuidado el pel- partir de entonces, comenzó una transformación vial en San-
daño + el conductor escuchando reggaetón a todo chancho + tiago, que involucro, la adaptación de las vías urbanas para la
un señor pide permiso para pasar + el fiscalizador que le dice: circulación de nuevos buses y recorridos, así como para la ex-
“pero que pase primero la gente” + el tipo respondiéndole: “y tensión de las líneas del metro hacia la periferia de la ciudad.
yo qué soy” + un espejo circular cóncavo donde nos miramos
fragmentados + las instrucciones para saltar el torniquete + el Al igual como sucede en Ciudad de México, “el transporte pú-
frenazo + alguien que se despierta + el olor a sobaco + el viejo blico es la base de la posibilidad de moverse para quienes tie-
que grita desde atrás: “oye culiao estay apurado” + el niño que nen menos ingresos” (Valenzuela, 2017), presentándose como
bota el helado + el balanceo de los cuerpos apretados + los un espacio en donde lo popular se expresa y apropia de di-
vendedores ambulantes a los que ya les conozco la cara de los versas maneras. Si bien en México, la difusión del límite entre
que ya sé de memoria sus discursos: el transporte formal y el informal esta mucho más definido,
chiquillos vengo de una fundación del paradero 30 de santa dado a lo complejo que resulta su manejo por la extensión de

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la ciudad, de la misma manera los trabajadores de la periferia
de Santiago de Chile y de Ciudad de México, pueden llegar
a destinar entre 2 y 5 horas diarias en moverse por la ciudad
hasta sus puestos de trabajo en hora punta (CNN, 2019), lo que,
en sus contextos, es un panorama similar para sus habitantes.
Los efectos de estos tiempos de viaje no sólo repercuten en la
calidad de vida de sus usuarios, sino que difumina confusa-
mente el limite de tiempo que los trabajadores venden y que
les pertenece para su propia vida (Valenzuela, 2017), propi-
ciando un ambiente de explotación directamente vinculado
a la condición socioeconómica de los habitantes de la ciudad.

Un aspecto que diametralmente opuesto, es el valor del trans-


porte urbano en ambas ciudades. Mientras que en Ciudad de
México el boleto de metro cuesta alrededor de $180 pesos
chilenos, en Santiago este asciende a $800 pesos -un poco
menos de un dólar-, lo que significa un aumento de cuatro
veces su valor. La tensión que el precio del transporte publico
genera en Santiago, derivo en evasiones masivas a la red de
Metro y microbuses, es el hito que explica el desencadena-
miento del estallido social recientemente ocurrido en el país
(Atria, 2019), ejemplificando con ello, una forma de resistencia
y oposición generalizada de los pobres frente a las desigual-
dades sociales y económicas que atraviesan las clases popu-
lares en ciudades latinoamericanas contemporáneas.

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FERIA DE COLORES Y COLEROS (Ariel Urra)

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FERIA DE COLORES Y COLEROS clados a la venta en una lucha contra el clima y la integración
derecho a la participación economica y al trabajo económica.

Rito del domingo poblacional. Cual cardumen humano, pi- La venta a granel pone en escena a las manos confiando en la
sándose las chalas y golpeándose dedos en los carritos me- pila de objetos donde se escarban limones, juguetes, vitami-
tálicos, desfilamos en línea bajo los toldos de colores buscan- nas c, shampoo robado, celulares, trajes de baño y cucharas;
do las frutas y verduras que colorearan la cocina ampliada de maraña de especulación, robo, recuperación, reciclaje y libre
nuestras casas periféricas. Escena veraniega, de cargar cho- competencia donde todo y todos caben, bajo la única condi-
clos peludos y porotos por desgranar, porque en invierno el ción de habitar la cercanía del territorio y la cotidianidad. El
paseo bajo la lluvia se vuelve escueto y apresurados bebemos espacio, ordenado por las leyes de la solidaridad, el compa-
el café o sándwich de potito que será el desayuno de feria. drazgo y la comunidad, clasifica sus mercancías en un recorri-
do de las necesidades: ropa, hogar, muebles, fruta, comida rá-
La calle, tomada por los toldos de colores intercalados sobre pida, chatarra, hogar, ropa. Colores y coleros, en un equilibrio
nuestras cabezas, tan diferentes, tan altos tan bajos, escon- caótico autogestionado, cuestionan el derecho al uso de libre
den los gritos y mercancías que varios días de la semana, se de la calle, la convivencia histórica de la ciudad con el campo
desplazan nómades por las poblaciones populares llevando y a la retribución a una economía local que es justa y común
comida en el vitoreo de gritos donde todas y todos somos para todos.
caseras y caseros. La feria se mueve, me muevo yo con ella, ***
y se repite un orden del desorden coronado con carteles de
tiza donde las palabras también gritan: madurito el tomate, El neoliberalismo en la aplicación de políticas urbanas y eco-
hoy todo a mil, casera me volví loco, casera me volví mono, nómicas en Santiago de Chile -y en toda América Latina-, se
pruébeselo no más que es sin compromiso. Una línea densa tradujo en “la ausencia de una política de redistribución del
e itinerante, donde chocan los cuerpos y bailan las miradas ingreso” (Rodríguez y Sugranyes, 2005, p. 40) que conformo
que saltan entre las papas y frutillas de los feriantes, los res- una nueva expresión de la pobreza dura, para la cual el tra-
taurantes improvisados de comida rápida, el carrito de super- bajo informal, como principal mecanismo de participación
mercado con el que la mujer negra transporta sus plátanos y económica para los excluidos del sistema, se configura como
camotes y los paños que las vecinas coleras, bien temprano “un engranaje necesario para el funcionamiento capitalista”
en la mañana, tiran en el suelo para mostrar sus tesoros reci- (Pérez, 2017, p. 4), por su capacidad de disminuir el gasto de

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las empresas privadas y del Estado.

Las expresiones del ambulantaje latinoamericano, aunque


diversas en su ingenio y mercancías, comparten por igual la
acción performativa de “tirar el paño” y “alzar la voz” que “da
inicio al comercio callejero, a la interacción con vendedores y
clientes, pero también a la incertidumbre sobre los posibles
enfrentamientos que se dan con las fuerzas que regulan su
práctica laboral.” (Pérez, 2017, p. 7)

Las ferias libres en Santiago de Chile tienen el mismo espíritu


de los tianguis y mercados en la Ciudad de México, aunque
suenan, huelen y ofrezcan diferente. El cotorreo del zoológi-
co, donde “va todo el gentío, la bullanza consumista de los
filodrendos plásticos, los cabros chicos, los globos y las notas
luengas de un bolero recumbión. Por ahí se aglomera la gen-
te escuchando el sentimiento de los parlantes, reconociendo
la voz de Ramón Aguilera cantando en vivo, a todo el sol de la
mañana obrera.” (Lemebel, 1998, p. 207).

Frente al rol mínimo del Estado en el gasto social, la informali-


dad es tanto una respuesta obligada como un ejercicio de so-
beranía popular donde “productores populares y sus produc-
tos se vinculan de modo horizontal, y el comercio informal es
a menudo un arma política y económica con el que las clases
populares pueden ejercer sus derechos ciudadanos” (Zibechi,
2016, p. 64)

La Pintana, Santiago de Chile - Ariel Urra

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MIGRANTES LATINOAMERICANOS (elaboración propia)

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MIGRANTES LATINOAMERICANOS Las olas migratorias son un fenómeno cíclico en la historia
Derecho a la integración, al contacto intercultural, al sue- de la consolidación de los nuevos modelos económicos, pro-
ño latinoamericano ducto de los desbalances que estos han traído para las masas
populares (Hidalgo, 2007). Peruanos y bolivianos por su proxi-
En la feria de los martes, vacía por ser muy pronta después de midad geográfica fueron los primeros en cuestionar nuestra
Navidad, una mujer negra se pasea con un carrito de super- visión como raza blanca excepcional, que ahora se ve extraña-
mercado vendiendo aguas. El carrito, probablemente del su- da frente al arribo de afrocolombianos, dominicanos y haitia-
permercado Líder -allá Walmart-, es un robo a una de las tras- nos como una presencia negra importante (Stecher, 2017). La
nacionales estadounidenses más ricas del mundo, que, en las supuesta “estabilidad económica” que se le atribuye a Chile, y
manos de la negra, es la principal herramienta de trabajo para que, explica la migración bajo el sueño de la oportunidad de
su subsistencia informal. Los migrantes latinoamericanos ya trabajo y de reducción de la pobreza se enfrenta de lleno con
no van a Estados Unidos, roban los recursos de sus telarañas una desigualdad y precarización laboral que no discrimina
y los reinterpretan en la tierra chilena de las temperaturas ex- género, clase social, etnia, raza u origen alguno. (Pérez, 2017)
tremas. La negra camina y suena: son las rueditas de su ca-
rrito a todo terreno donde rebotan las aguas y su voz, que, ¿Qué espacios ocupa el migrante en la ciudad?
aunque tímida, grita entre la multitud asoleada. Lleva zapati-
llas deportivas, un short, un banano y una polera celeste cian El arriendo de piezas y viviendas, así como sucede en Ciudad
que luce su color de piel tan distinto al nuestro. Me pregunto de México con el alquiler en barrios populares, responde a
si bajo la mascarilla pandémica su boca estará muy seca, si oportunidad económica en donde se cuestiona la existencia
este calor seco de Santiago la abrumará tanto como a mí, o si de una ética poblacional: “los pequeños arrendamiento cons-
se parecerá un poco de su tierra original. Dime africana, ¿qué tituyen las estrategias más rentables para los pobres, lo que
estás haciendo por acá?, ¿qué te parece el español?, ¿te gusta los lleva a convertirse en explotadores de la población aún más
nuestra alimentación?, ¿quieres regresar a casa? La sombra pobre todavía” (Davis, 2007, p. 62). Así, “hacinados en cités, ca-
que hace tu sombrero sobre tu cara sólo deja identificar unos sonas, galpones y campamentos, los migrantes han debido
ojitos blancos como los míos, y me recuerdo vendiendo en la soportar condiciones infrahumanas de habitabilidad para
feria también, asoleándome, y tú y yo ya no parecemos tan buscar estrategias de sobrevivencia” (Pizarro, 2018), ejempli-
distintas. ficando el complejo y contradictorio escenario de resistencia
*** en el cual sus habitantes se relacionan incluso con sus pares.

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En la calle, el migrante ocupa el espacio de la informalidad y el
comercio ambulante de bienes o servicios a pequeña escala
frente a la subsistencia (Pérez, 2017) y los ojos acechantes de
los chilenos ante la piel negra. El racismo en Chile data desde
nuestra vinculación con lo indígena mapuche y su invisibili-
zación en la historia nacional, que ahora, se ve extremada con
la criminalización del migrante bajo la opinión pública que se
instala como una violencia cotidiana que despoja de los refu-
giados de su humanidad (Ambiado, 2020).

Incluso entre los pobres hay jerarquías. La condición de traba-


jo de sus habitantes ejemplifica como formas de subordiina-
ción dentro del mundo laboral popular (Pinto y Salazar, 1999).
Al mismo tiempo, la diferencia lingüística nos pone en la cara
el desigual acceso a un segundo idioma en el panorama na-
cional, enfrentándonos a una convivencia de muchos caste-
llanos latinoamericanos distintos, con el francés, creol y ma-
pudungun como idiomas que de a poco van, y contra nuestra
reticencia, van ganando espacio en nuestra composición so-
ciocultural (Stecher, 2017).

Resignificar el fenómeno migratorio, involucra escuchar y


conocer las historias de sus viajes para no homogeneizarlos
a todos en la categoría de víctimas (Stecher, 2018) y poder
reconocer así, la dignidad, esfuerzo y resistencia a la que se
enfrentan colectiva e individualmente migrantes frente a la
asimilación cultural (Pérez, 2017).

Santiago de Chile - Carolina Anais

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PAÍS REVUELTA (Carolina Anais)

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PAÍS REVUELTA Quemo la historia encima, guardo el recuerdo de los pobla-
Derecho a las reivindicaciones sociales, a la rabia dores marcados en el papel en la deuda bancaria, entre la
basura y las cajas ardidas guardamos el rito de la memoria y
Tal vez buscamos que con las manos en alto y el olor a que- espontaneidad fugaz en la que surge la rabia.
mado saliendo del fondo de nuestras bocas se sellara algu-
na clase de rito, en donde nosotras delimitábamos nuestra ***
pobreza en un Santiago de Chile polarizado y dual, donde
el fuego como sonido expandía un grito que decía: vivimos Chile es un país político y ardido, México no, o al menos no de
amontonados, jugamos las reglas de lo denso, resistimos en esta forma que se toma la calle como espacio “donde la prác-
su maraña. Una noche quemaremos en la esquina el sueño tica de la porfía civil desata su pasión, es la calle el escenario
de la casa propia, de la educación universitaria, de la vejez donde el cuerpo pendejo se enfrenta a su policial contendor,
digna, del buen vivir del cuerpo, de la vida toda linda. De la por cierto, siempre en desventaja frente a la maquina móvil
fantasía de que no somos merecedores, de esa idea es de la de la ley que aplasta sin contemplaciones la aventura de la
que hoy nos desprenderemos. trasgresión” (Lemebel, 2003, p. 48).

En la revuelta popular, quemar sacraliza el rugido, el sonido A Ciudad de México llegaba el Matapacos, perro negro aza-
que viene después de sacar la voz y decir: “Nos desalojaron bache cuya “pañoleta roja se vuelve un fragmento vivo del
incluso de los peladeros, armaron casas baratas encima y des- paisaje urbano y la movilización popular” (Quiroz y Skewes,
pués nos las vendieron. Nos costó 30 años entender que es- 2020), el que se enfrenta a la par de estudiantes y demás ma-
tamos muy enojados”. La barricada es barrera, una acumula- nifestantes, ante las violentas fuerzas policiales que tan nor-
ción de objetos para protegerse tras ellos. Conceptualmente malizadas tenemos en el país. El orden policial extremo, ex-
es una respuesta defensiva, la alteración del movimiento de plica como “el desorden y la violencia son parte de nuestra
la ciudad, el boicot el ritmo de la producción normalizada y el historia nacional” (Pinto y Salazar, 1999, p. 99), la cual estalla
“hasta aquí no más puedes llegar”, desmembrando letras, cu- ante “los amarres constitucionales y los aparatos de represión
netas y madera en la calle. Fuera de eso, la barricada no sirve que la dictadura militar dejó intactos para custodiar proba-
de nada, desde el cielo se ve una mancha caliente, chamus- bles desenfados sociales” (Lemebel, 2003, p. 55).
cándose, contaminando a la sombra de una bandera nacional
que respira. La revuelta popular, como ejercicio de recuperar lo público, es

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la pugna por la dignificación de vida en la ciudad como aque-
llo que el neoliberalismo privatiza pero que es común a todas
y a todos (Quiroz y Skewes, 2020). En este escenario, el quiltra-
je popular -como quizás diría hoy Lemebel-, es mirar una ge-
nealogía de la protesta que lleva varios años reventando y que
es reiterativa en nuestra historia nacional, como si viviéramos
en una cuna de enojados que va reventando a gritos la calle
en consignas políticas donde la fiebre joven “aspiraba a te-
ner alguna participación efectiva en las tramas políticas que
iban a definir su porvenir” (Lemebel, 2003, p. 47). Una historia
cíclica del alzamiento donde “no hay un sujeto, sino un colec-
tivo multicéfalo cuyo cuerpo se visibiliza en la calle” Quiroz y
Skewes, 2020), una sociedad civil que más allá de las estruc-
turas de poder y coerción, resiste los controles y se legitima
como voz popular (Pinto y Salazar, 1999) que exige un cambio
político, económico, social, cultural y constitucional ante las
tendencias marginadoras de la burguesía nacional.

La pandemia y el uso de la mascarilla obligatoria, “se transfor-


mó no sólo en símbolo de seguridad sanitaria, sino en una se-
ñal visual silenciadora” (Bustos, 2020), que vino a frenar la ola
de movimientos sociales que se estaban gestando en Ecua-
dor, Bolivia, Colombia y Chile a finales del 2019 (BBC News
Mundo, 2020). La cuarentena obligatoria sólo ha exacerbado
la desigualdad entre las clases chilenas, al mismo tiempo que
ha visibilizado la inutilidad de las medidas policiales restric-
tivas con las que en la actualidad se regula el transito por el
país.

Santiago de Chile - Carolina Anais

101
CANUTOS CANUTEANDO (elaboración propia)

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CANUTOS CANUTEANDO La presencia católica en América Latina -como quedó de ma-
Derecho a la fe, a la reinterpretación arquitectonica, al nifiesto en el paisaje popular de la Ciudad de México-, es un
vestirse bonito, al jolgorio biblico rezago de cultura y fe que encuentra diferentes manifestacio-
nes a lo largo del continente. Para el caso de las poblaciones
Domingo diez del mañana parlante arrastrado por una pe- populares de Santiago de Chile durante los años 50 y 60, la
queña yegua desde donde resuena: “Dios ama al pecador y Iglesia Católica es una institución que puntualmente en algu-
aborrece el pecado” En la distancia, tras las babas de emoción nos territorios emblemáticos, tenía un rol activo en la búsque-
del predicador, sus manos agitadas hacen replica en la fila de da de la justicia social de la mano de las luchas de los pobla-
mujeres con falda y hombres de ternos que, de pie, tras el par- dores por un espacio digno en la ciudad (Labbé, 2017)
lante, vociferan los cantos con pandero y guitarra. Grupo del
Cristo peregrinador poblacional. ¿Será el canuteo un sonido El abandono de la participación social y política de la Iglesia
de fondo en el paisaje popular chileno? Quizás, con el tiempo, Católica en los contextos populares va de la mano con el terre-
la calle ha cambiado de escenario evangélico y se ha volcado no ganado por los espacios evangélicos en las poblaciones de
a las casas iglesias, galpones iglesias, kioscos iglesias, patios Santiago. “No es extraño encontrarse con una de estas igle-
iglesias o cualquier cosa donde juntar gente a armar alguna sias cada poca cuadra cuando se recorren sus calles” (Labbé,
clase de fe que los pegue. Un mapeo por el evangelismo po- 2017, web), o bien, encontrárselos predicando a gritos “fren-
pular es el descubrimiento de únicas Notre Dame que llega- te a mi casa / cantando con su megáfono / ofreciendo vida
ron a las poblaciones latinoamericanas. ¿Qué murales tendrá eterna” (Carreño, 2010, p. 52), acto performativo que irrumpe
la arquitectura evangélica?, ¿Su acústica funcionará? Entre audazmente en el espacio público, “en la cotidianidad que se
hechos y ficciones, los domingos cinco de la tarde, las calles conecta bien y que no es ignorado por el bajo pueblo.” (Ore-
de las poblaciones periféricas son la pasarela por la cual niñas llana, Colombo, Orellana, 2018, p. 11).
negras chiquititas, afirmadas del brazo de la mamá, llegan de
punta en blanco y charol a la casa de Dios que lo cobija. Ojitos La cercanía que alcanzan las predicas evangélicas en las po-
que miran y escuchan los gritos y bailes que el Señor genera blaciones de Santiago de Chile, se explica por la figura del
en los cuerpos y en las mentes de los que a algo necesitan pastor como poblador -obrero, comerciante, un personaje
afirmarse para despertar los lunes nuevamente. de la vida cotidiana- que, utilizando una “lengua del pueblo”,
ofrece cobijo a los personajes marginalizados en el ámbito de
*** lo popular (Orellana, Colombo, Orellana, 2018). De esta forma,

103
ex-alcoholicos, ex-drogadictos, antiguos reos, migrantes, fa-
milias disfuncionales, niños desamparados, etc., son ampara-
dos palabra del Señor, quienes una vez adentro, se ven aloja-
dos en “una estructura fuertemente segregada” (Labbé, 2017,
web) y jerárquica.

Este es el contexto cultural vinculado a la pobreza, al fanatis-


mo religiosa y aprehensión social que, sumado a la figura del
pastor Canut de Bon como icono de su prédica en el país, lo
que explica probablemente la denominación denotativa de
“canuto” que reciben hoy los evangélicos (Orellana, Colombo,
Orellana, 2018).

Estos, como personajes activos y de gran presencia en lo ur-


bano, cuestiona, lo que en palabras de Adichie (2009) es el
peligro de la imposición de un relato único de poder y religión
en la historia urbana, que, bajo una voz evangélica exenta de
una posición política y/o social, conforman el panorama de la
fe poblacional que se puede ver repetido como un paradigma
de las nuevas expresiones religiosas en América Latina.

Puente Alto, Santiago de Chile - Google Maps

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105
LA PERSISTENCIA DE LA BASURA (elaboración propia)

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LA PERSISTENCIA DE LA BASURA Somos moscas encima de eso, insistiendo, en donde quienes
Derecho al reciclaje popular, al espacio publico limpio y resisten reutilizando no tienen en la cabeza ninguna moda
seguro verde sobre la segunda vida de los objetos. ¿Podrán ser los
basurales poblacionales la cuna de un reciclaje popular? El
Tras la ventana de mi habitación en Puente Alto, el paisaje Estado, con su camión tolva los lunes, miércoles y viernes,
es un basural. Día por medio viene un camión municipal con sólo perpetúa una forma de ocupación sobre el espacio que
cuatro hombres que acarrean y montan las bolsas con comi- es opuesta a esta idea y, que, tristemente está llena de igno-
das vinagres, colchones, electrodomésticos y muebles des- rancia. Ante esto, la misma población, como un ente vivo que
gastados, pero no inservibles que se amontonan en la cuneta. se comprende mucho mejor, reacciona con afiches que gri-
“¿Qué significa un basural sobre territorio?” me pregunto. La tan “compro fierro, metales, latas, bronce, aluminio y cobre”,
idea se me llena de moscas revoloteándome la cabeza. Puedo transformando las casas que cobijan este reciclaje en espa-
ver cómo todos los días el espacio se amontona de objetos cios de acumulación que destacan en sus contextos barriales.
casi como en un rito donde se sacraliza la tierra bajo un uso. En ellas habitan el desorden que a los populares nos arrai-
Puedo ver también, como todos los días pobladores, indigen- garon bajo lo informal: lavadoras que ya no lavan, antenas
tes y drogadictos, vecinos míos, escarban en ella buscando poblacionales que ya no transmiten canales internacionales
el oro que para el resto dejó de brillar. Más allá de la impo- y que ahora son escudos para la revuelta, algunas rejas don-
tencia que genera en mí este paisaje, puedo entender como de imagino que ratas hacen hogar, fierros que se salvaron de
para otros la basura es resistencia en un contexto que obliga ser armas hechizas; un reciclaje cochino y lento que involucra
a arañar sobre los desechos de un consumo desaforado. El personas purgando y acarreando cosas que para otros fueron
basural sin duda es el desenlace de la tarjeta de crédito, que basura pero que en sus manos son pan.
tan rápido nos dan a los pobres, para amarrarnos a un siste-
ma en donde la ilusión de la satisfacción de las necesidades El manejo de los residuos, la invisibilización de la chatarra
genuinas y las inventadas, nos hacen darle sentido a la vida electrónica y la falta de estrategias de ecología y sustenta-
inestable que llevamos. Los colchones, que pueden ser doce bilidad, son un problema para toda ciudad contemporánea,
por semana, son el mejor ejemplo de cómo la intimidad es pero quienes lo tienen en la cara y quienes no, responde un
algo desechable, y tras esta idea, así como hay precarización, hecho que sin duda es de clase y de perpetuación de discur-
también hay una persistencia frente a la vida. sos que nos segregan. El residuo es tanto un problema como
una oportunidad, y el manifestarlo y transformarlo en un

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Estos espacios de abandono muchas veces terminan trans-
derecho a la salud, al espacio limpio y seguro, al reciclaje y la formándose en microbasurales locales, cuya presencia, dada
dignidad, debe ser la apuesta con la cual se reconstruyen y “la experiencia emocional que implican las acciones que se
empoderan los discursos poblacionales. desarrollan en el lugar” (Pol y Vidal, 2006, p. 288), en este caso
relacionadas a lo sucio, lo desechable, el residuo, tiene un alto
*** “costo social por lo que el vertedero genera en la villa, debido
a la estigmatización que sufren los vecinos” (Saavedra, 2017,
“Tal vez, al mirar Santiago de Chile desde un avión, es posible p. 50). En paralelo, en la basura el sector privado también
que en árido paisaje que lo rodea, podamos distinguir sitios encuentra una oportunidad, concentrando en las empresas
baldíos, cuadrados de tierra destinados a áreas verdes o si- todo el proceso de gestión tradicional -sin reutilización o re-
tios de recreación para los pobladores, que nunca llegaron a ciclaje- de los residuos urbanos, reubicando los desechos en
realizarse” (Lemebel 2003, p. 50) El espacio público de la ciu- depósitos ubicados muchas veces en las cercanías de los con-
dad popular, insuficiente y muchas veces inexistente, expone juntos subsidiados por el Estado (Saavedra, 2017).
como plantea Hernández (2008) el desbalance entre lo cons-
truido y no construido, lo verde y lo gris -acá café amarillento-, ¿Existe en la figura de la basura, una reiteración que es una
lo publico y lo privado, evidenciando en el territorio como el metáfora del manejo publico político y económico de los po-
principio de subsidiariedad, tanto en políticas habitacionales bres en el contexto urbano?
como en gestión del espacio público y la basura urbana, pro-
fundiza la desigualdad y segregación urbana (Saavedra, 2017) El consumo y las “líneas de crédito que permiten soñar en co-
Las causas que explican el deterioro y abandono del espacio lores, mirando el catálogo endeudado de un bienestar a pla-
público en contextos populares hacen referencia a las pre- zo” (Lemebel, 2003, p. 23) facilita la consolidación de un pai-
siones para satisfacer necesidades primarias de subsistencia saje del que los pobres urbanos somos tanto victimas como
como la comida o la vivienda de sus habitantes (Hernández, culpables. La resistencia que se haya en la basura, más que
2008, p. 112), así como, deterioro físico y social, que sumado a ser un síntoma social, que aparece a veces bajo comunidades
la Ley de Copropiedad -para el caso chileno-, dificulta la res- organizadas que erradican su propia basura, se manifiesta en
ponsabilidad de su mantenimiento y administración por la las acciones cotidianas de sus habitantes que no temen me-
comunidad (Aravena y Sandoval, 2005), cuando esta muchas ter las manos en el trabajo y en chatarra para subsistir a una
veces no esta organizada para tales fines. ciudad cada vez más feroz.

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109
ENEROS PISCINAS (elaboración propia)

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ENEROS PISCINAS
Derecho al agua y a la recreación Escucho sus voces como en un cuento, imaginando pique-
ros en piscinas poblacionales que son acantilados. Los puedo
La escasez hídrica generó, niñas y niños clavadistas olímpicos ver subir corriendo las escaleras de los blocks, mirar desde lo
de ríos y piscinas poblacionales. alto las casas amontonadas y lanzarse al vacío del hoyo subte-
rráneo acantilado que ellos mismos cavaron. El suelo perifé-
Desde las micros se pueden ver, las estaciones de la ceremo- rico, ahora lleno de agua, los entrena como atletas olímpicos
nia sudaca reventando grifos amarillos con llaves hechizas y poblacionales, mientras sus hazañas son transmitidas en ca-
calientes. Cual turbo propulsor, el agua sale disparada sobre dena nacional por las antenas satelitales que cuelgan de los
las brigadas de niños cuerpos sonrientes, armando ríos de departamentos mirando. Los que se atreven a bajar hasta el
piñén bordeando las cunetas periféricas, bajo la premisa de fondo de la tierra popular, luego solo deben perseguir la luz
derivar a cualquier enemigo del verano popular seco de San- que lo lleva hasta arriba donde otros niños lo esperan ansio-
tiago. Autos atemorizados suben los vidrios frente a los grifos. sos a guata pelá. El ciclo se repite todo el verano, y la imagen
Evangélicos cambian de esquina sus sermones. Los vecinos pregunta: ¿por qué los niños poblaciones no podemos ser at-
que llegan del trabajo saltan los charcos con sus zapatos lus- letas nacionales que disfrutan el agua?
trados. Perros chapotean alegremente con la lengua afuera
sobre el agua que marca el camino hacia la conquista de los ***
todos los juegos y recursos.
La contradictoria historia de Ciudad de México con el agua -en
Desde las micros se pueden enumerar los días de enero re- el pasado valle de 5 lagos que, hoy disecados, son el subsuelo
bosantes de piscinas, bolsas de plástico gigantes donde los lacustre donde habita una ciudad de casi 20 millones de per-
niños se enfilan al agua bajo el sol poblacional. En el pasaje, sonas con constantes anegamientos en el espacio publico y
en la plaza o colgando en la cuneta, y a la vista de todos los ve- un dificil acceso al recurso domiciliario para aquellos sectores
cinos, se organizan campeonatos acuáticos bajo las catego- más marginalizados-, me lleva a cuestionarme la relación del
rías de piquero, guatazo y nado a lo perrito. Dentro del agua, Santiago de Chile con este recurso.
la música guía los enfrentamientos de baile desincronizado
donde las niñas agitan sus patitas, mientras los niños, arrima- Para todo el mal llamado Tercer Mundo el agua es la imagen
dos al borde, comen chocolitos y chirimoyas alegres. de un privilegio donde existe “una correlación casi perfecta

111
entre su carencia y la pobreza” (Sanhueza y Rabi, 2020). Como Ante esto, el ingenio popular, la falta de vergüenza y la resis-
señala Mundaca (2012), en América Latina, el grupo de gobier- tencia contra la precariedad, conforma un paisaje surrealista:
nos neoliberales instalados en el continente durante los 90’, “balnearios populares como las piscinas en las veredas / ocho
comenzaron la privatización de las empresas sanitarias don- mil litros cada una, todas en las calles, afuera / de los blocks,
de el Estado tenía participación. En el caso chileno, el Códi- de las casas sin patio” (Carreño, 2019, p. 163). La apropiación
go de Aguas formulado en dictadura, “considera a las aguas de la calle que reconfigura el transito de camiones de basura,
como un bien social, pero también como un bien económi- automóviles y peatones, puede entenderse como dicen Pol y
co, separando la propiedad del agua del dominio de la tierra” Vidal (2006), como un ejercicio de gobernanza participativa,
(Mundaca, 2012), lo que se traduce en un mercado del recurso una forma de uso que se siente como una alternativa para
donde el Estado es quien puede conceder el aprovechamien- resolver la inequidad e injusticia social, en este caso, derivada
to de aguas a privados de forma gratuita y a perpetuidad. El del acceso al agua recreacional en el caluroso verano de San-
manejo desigual de los recursos hídricos en nuestro país se tiago.
ha presentado aún más evidente ante la imposición de me-
didas sanitarias vinculadas a la pandemia, que “ha mostrado “Y aunque muchos miran con desprecio este playeo urbano
la inequidad y fragilidad de nuestro sistema como garante de que se toma la ciudad de guata al sol” (Lemebel, 2003, p. 195),
derechos básicos” (Sanhueza y Rabi, 2020) esta apropiación es “una forma de entender la generación
de los vínculos con los lugares” (Pol y Moranta, 2006, p. 284),
En la mayoría de las viviendas entregadas en propiedad por lo que fomenta la participación de los habitantes en el pro-
el Estado en Santiago de Chile, el acceso al agua domicilia- pio entorno. La instalación de piscinas en la periferia, incluso
ria está asegurado. Su carencia se vincula más bien campa- como acto performativo, plantea además la reconstrucción
mentos y a situaciones de indigencia. Sin embargo, la falta de la relación entre el cuerpo y la calle en el contexto pobla-
de agua en el espacio público poblacional es un hecho que cional. Las cunetas, convertidas en playas, son los escenarios
se deja sentir en sus habitantes, raíz que -junto con el clima donde niños y adultos, exponen sus cuerpos tajeados, obesos,
propio del valle- explica la aridez del paisaje, y con ello, uno llenos de celulitis y tatuajes, exponiendo a los sujetos popula-
de los motivos del abandono de estos espacios. Los pobres, res con un cuerpo testimonialmente diferenciado de las cla-
así como no tienen derecho a espacios públicos consolidados, ses ricas, cuyo paisaje de calor “desnuda las cicatrices los in-
tampoco tienen derecho a un agua recreacional. jertos, las cesáreas y todo el aporreado mapa corporal de una
urbe acostumbrada al recato” (Lemebel, 2003, p. 196)

112
113
CONCLUSIONES

C O NC LU S I O N E S SOBRE LA AUTOETNOGRAFÍA

El diseño de la metodología de trabajo para este seminario no


estuvo exento de las emociones y desafíos propios que sur-
gieron de mi intercambio académico en México, donde plani-
fiqué y concreté gran parte de su contenido.

Desde el comienzo, existió la certeza, incluso política, de apro-


vechar esta instancia académica como una oportunidad para
reconocer la experiencia de pobladores populares como suje-
tos y voz de la producción teórica, pero la distancia con Chi-
le e incluso la pandemia mundial, impidieron materializar el
deseo de ocupar técnicas cualitativas territoriales que, no sólo
fueran testigo de la percepción y ocupación que los habitan-
tes construían sobre el espacio, sino que además, significaran
para ellos un aporte en torno a cómo entendían y valoraban
su paisaje popular.

Ante esto, dos preguntas saltan a la vista: ¿cómo se reinven-


tan las metodologías cualitativas ante las fracturas sociales
que surgen por la pandemia y los propios contextos sociopolí-
ticos locales?, y ¿cómo replantear el trabajo académico como
una oportunidad para crear y fortalecer lazos simbióticos en-
tre la Universidad y los colectivos o sujetos populares? Eviden-
temente este seminario no dará respuestas definitivas a estas
interrogantes, pero si sirvió como un espacio exploratorio des-

114
de donde comenzar a tantearlas. que gran parte de él se originó a partir de mi experiencia en
las colonias populares de la Ciudad de México, su producción
La pandemia obligó a reformular la mayoría de las formas de estuvo fuertemente arraigada al sentimiento de ilusión, pa-
interacción social que eran representativas de cada idiosin- sión y asombro que en mí, como extranjera -y cómo alguien
crasia territorial en el mundo, lo que para todos -aunque de cuya historia viene arraigada a una clase social y espacio ur-
forma diferenciada según nuestra clase social- se tradujo en bano que pocas veces tiene el privilegio de viajar,- generaba
un retorno forzoso hacia la intimidad del hogar. Los grupos la quimera de cumplir esta experiencia profesional y personal;
populares, habitantes de las casas más precarizadas de la ciu- resultando una imagen que, en cierta forma, viene a refrescar
dad, fueron quienes sufrieron el mayor impacto de lo que sig- y esperanzar mis deseos de profundizar en el tema del há-
nificó la expansión del miedo, la inseguridad económica y el bitat popular, y ¿la pasión no es acaso un motor para seguir
encierro con el grupo familiar pero, sin duda, todo el mundo creando cosas? Ciudad de México fue el encandilamiento del
se vio volcado al reencuentro de lo que significa lidiar con las descubrimiento del paisaje popular latinoamericano. Este
emociones propias y las compartidas. sentimiento, por otro lado, se vio enfrentado a los recuerdos
con los que construyo mi historia en las poblaciones de San-
En este contexto, la elección de la autoetnografía surge como tiago de Chile, que, en la distancia, se tiñen entre el balance
una respuesta ante el vuelco que la pandemia mundial fuerza confuso de la idealización que genera la infancia sobre nues-
hacia el hogar y lo interior de las emociones, cuya orientación, tros relatos y el quiebre, incluso quizás desilusión, que genera
al mismo tiempo, también hace eco con mis intereses genui- la diferencia de las realidades populares entre ambos países.
nos de utilizar la escritura -la poesía y la imagen- y mi propio Esta contradicción se acentuó aún más cuando retorné a Chi-
relato como pobladora popular para la producción académi- le ya finalizando el seminario, lo que involucró una reinterpre-
ca. tación, ya que mis ojos eran distintos, sobre todos los espacios
que habitaba.
Ya finalizando este trabajo, y al ocuparme como sujeto y obje-
to de estudio, pude comprobar la importancia que toman las Es imposible desconocer el contraste de estas emociones,
emociones individuales y colectivas en los procesos de pro- pues allí radica una de las conclusiones de este trabajo cuya
ducción académica, y cómo el desconocimiento de esto va en base es la autoetnografía y en donde se valida la hipótesis de
desmedro de la calidad y autenticidad de nuestros trabajos. que, explorar el paisaje popular de la Ciudad de México será
Para el caso de este seminario, y sobre todo por el hecho de

115
una puerta de entrada para valorar críticamente el paisaje po- mundial, ni mucho menos propone la solución ante una críti-
pular de Santiago de Chile. Enfrentarnos a la idealización, a ca sobre la vinculación universitaria con los sujetos populares,
las expectativas de la producción académica y profesional; es pero si se arriesga tentativamente al uso de una estrategia
reventar la burbuja de un sentimiento para dar paso a una muy diferente a las que frecuentemente se perpetúan en la
reconstrucción de la realidad que es mucho más genuina y universidad, donde mucho teorizamos sobre cómo se siente y
crítica sin que eso signifique una desesperanza. Al finalizar percibe el espacio pero poco sabemos de como nos sentimos
el seminario, soy capaz de ver brillo y basura, lo bello y lo feo a nosotros mismos en esos lugares.
de las colonias populares de ambos países, y abrazo ambos
países porque entiendo que las realidades sociales están en Estamos en un momento donde las historias canónicas se
constante contradicción y lucha entre estas dos partes. rompen frente a las crisis mundiales, y en ese escenario, esta
es una mirada que expone la intimidad de un espacio preca-
La escritura, y tal como lo plantea la autoetnografía, fue una rizado que, sin esperar ser definitiva, es una apuesta por cues-
herramienta que sirvió incluso como terapia para enfrentar tionar la realidad desde una perspectiva diferente.
estas emociones, en donde todo el relato personal nunca dejó
de sentirse enraizado en una historia popular que era más
grande que propia mi experiencia. En ese sentido, su desarro- SOBRE EL PAISAJE POPULAR
llo se vio constantemente enfrentado a las opiniones de otros
pobladores populares que conocí en mi estadía en México, así Intentando quedarme en la construcción del relato del pai-
como también de las evocaciones sobre el tema cuando com- saje popular en América Latina, propondré el cortometraje
partía con mi familia y amigos en Santiago, espacios en don- colombiano “Agarrando Pueblo” como pretexto desde don-
de, el uso de una escritura creativa, poética si se quiere, fue de hacerme preguntas. Esta película codirigida por Mayolo y
una herramienta eficaz para empatizar con sujetos no acadé- Ospina el año 1978, muestra la recreación de la grabación un
micos, mostrándose incluso como un instrumento universal documental titulado “¿El futuro para quién?” en las calles del
al que, más allá de toda clase y educación, todos podemos Cali popular, mostrando de forma irónica, la producción de
acceder para construir nuestra historia personal y colectiva. imágenes vinculada a la porno miseria como aquello que re-
presenta a América Latina y al tercer mundo. De forma sagaz,
Reitero entonces, que esta propuesta no subsana los desa- la película resume y critica la producción de representaciones
fíos que enfrentan las metodologías en este nuevo panorama viciadas que, desde la historia oficial de los medios de comu

116
nicación, el Estado, el establishment, se ha realizado de la butos se enfrentan imaginarios bifrontes, territorios llenos de
pobreza en estos territorios, al mismo tiempo que siembra la contradicciones simbólicas donde conviven la esperanza y la
metáfora de lo que significa el “agarrar pueblo”. desolación. Hijos de la repetición infinita de casas iguales en
cuya fuerza creadora, en cuya lucha por la resistencia, hay una
¿Desde donde agarramos pueblo? carencia que es un bastión de hormigón y piedras sembradas
sobre la tierra del mercado y de nadie.
Paisaje popular latinoamericano
Colonias y poblaciones populares latinoamericanas
Dado a la naturaleza de mi ojo, sujeto-objeto, viajera-pobla-
dora, cámara que graba - aquello que es grabado; el concep- Aunque Nezahualcóyotl y La Pintana sean cada uno un te-
to de paisaje popular latinoamericano como ejercicio auto- rritorio periférico diferente, comparten ambos la cualidad de
biográfico que me enfrenta, muta constantemente entre la ser hogar de pobres en el tercer mundo globalizado con una
oposición de lo sublime a lo siniestro que diferencia Edmund historia de conquista común. Ambas, bajo la imagen de la re-
Burke. Sublimes por la magnitud, el ingenio, la autoconstruc- petición de las casas y la multitud de personas, grafican los
ción de las casas, la construcción de imaginarios colectivos, la lugares donde los pobladores y el Estado, han intercambiado
resistencia ante la marginalización, las búsquedas de la fe, los un dialogo de estigmatización y resistencia continuo. Cruza-
colores y los olores de los mercados, la repetición de atribu- dos por una estética del atasque, donde todo siempre está
tos vivos que ante mis ojos son un placer que me atonta por amontonado y queda apretado, la vivienda popular va cre-
su belleza, incluso llegando al punto de creerlo surrealista, de ciendo en la autoconstrucción que permite superar un míni-
preguntarme, ¿esto es real? Siniestro porque cuando despier- mo habitable para ganar espacio en intimidad. La intimidad
to de la epifanía, la crudeza de la realidad de los espacios po- no es sólo la habitación, el palafito o el cuarto piso creciendo
pulares me enfrenta al dolor y frustración ante una desigual- o todas aquellas tipologías populares que quedan afuera, son
dad generalizada en el continente, en las moscas del basural también los sentimientos y los afectos que participan en la
reaparecen y siento el miedo de los vendedores ambulantes construcción de una identidad familiar, de un relato, que lue-
al correr de la policía. go, extrapolado en la calle, se condice con la forma de habitar
de muchos más.
El paisaje de lo popular de América Latina es aquello del ha-
bitar que trae lo dulce y lo agraz, en cuyos escenarios y atri- La construcción de los discursos populares, estos como colec-

117
ción de palabras, significados e imágenes que integrados pre- diferentes este tan mezcla.
sentan historias coherentes que son proyectadas como una
verdad con la cual darle sentido al mundo (Lombard, 2019), es Algunas diferencias notables son las escalas y manifestacio-
un ejercicio de poder integral por parte de los pobladores po- nes en que se presenta la violencia en lo popular.
pulares. En el paisaje popular de México y Chile, estos discur-
sos aparecen en un patrón estético compartido, en el diseño La presencia del narcotráfico en Ciudad de México, y con ello
autogestionado y autoproducido de las viviendas, en la selec- la territorialización, está instalado en el imaginario popular de
ción de vanos y rejas contra la delincuencia, en la fiesta de una forma mucho más intensa y agresiva de cómo hoy se pre-
reggaetón en la noche y los fuegos artificiales, en los grafitis senta en Chile, aunque de todas formas la narco cultura y el
que son códigos secretos sucios de la calle, en la regla de que culto a los falsos ídolos poblaciones, es un fenómeno que hay
en el transporte publico caben todos, en los gritos de la com- que identificar.
pra y venta de las ferias y mercados, en los espacios públicos
con los juegos oxidados semi abandonados, en los basurales La revuelta popular de la protesta social en Chile, que defi-
que están en las esquinas y los que están en las casas, en la fe ne limites en la población que plantados con fuego reclaman
que tiene catolicismo y pentecostés como rezo de salvación, ante la militarización de la calle y las fuerzas represivas que,
en la idea de que los pobres tenemos derecho a algún cielo, aunque existen en Ciudad de México, no significan un motivo
aunque este sea de azoteas o tapado en zinc. de manifestación ciudadana, hecho probablemente asociado
a la poca participación política pública de la sociedad mexica-
Sin embargo, también hay que reconocer que las colonias na en su generalidad.
populares de Ciudad de México son un timbre desordenado
mientras que poblaciones de Santiago de Chile son un timbre El migrante afrodescendiente en las poblaciones populares
ordenado. La diferencia más evidente entre ambos paisajes de Santiago de Chile, bajo el ojo prejuicioso de lo negro, el
es la reiteración del enfrentamiento de lo informal y lo formal lenguaje diferente y la explotación del que es más pobre. El
en lo urbano, aunque de forma aparente, ya que la ciudad pe- racismo ante la llegada de lo negro se complejiza y exacerba
riférica densificada diseñada por la dictadura militar en Chile quizás tanto como la relación de lo mexicano con lo indígena.
se desdibuja e informaliza en la medida que sus habitantes Similitudes y diferencias se encuentran enfrentados al mis-
se empiezan a apropiar del territorio. Esta transformación es mo paradigma de la pobreza, conformando un entramado en
la que explica que el limite entre los componentes similares y donde la realidad no es blanca ni negra, infinitud de formas y

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RECORRIDO DEL VIAJE (elaboración propia)
119
puntos medios en la tierra donde todos caben. poco de lo siniestro al paisaje, al mismo tiempo que entender,
que el paisaje popular latinoamericano (indio, negro, mulato
Hacia una iconografía política del paisaje popular: más allá europeo, mestiza) ya no cabe en la exigencia de una sola rea-
del relato único lidad (Patricio Guzmán, 1995), que continúa siendo siniestra
por las representaciones sociales y estereotipos que se han
Cuando pienso en una iconografía política de la clase obrera, hecho sobre pobres latinoamericanos, lo que surge de la falta
cuando pienso en el paisaje de los pobres de América Lati- de relatos autónomos que provienen de estos lugares.
na, es dificil no acercarse a ella sintiendo que se acerca a un
grupo al que siempre se ha sacado provecho. Los medios de La relación con los otros, con los marginalizados en la ciu-
comunicación, la literatura, la ciencia, los proyectos urbanos, dad, ha estado construida desde los estereotipos de los dis-
han ido a lo popular robando historias que en la televisión se cursos oficiales de la diferenciación social. Este relato único,
reproducen como telenovelas con música triste de fondo o como dice la feminista nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie
bien llevan disparos y música de tensión policial. (2009), priva a las personas de su dignidad al no reconocer
similitudes ni diferencias en nuestra identidad, conformando
La construcción de una iconografía en lo popular involucra, relatos incompletos ante los cuales, los sujetos populares pro-
un ejercicio por resignificar el margen en la ciudad, la bús- ponen un paisaje único y diferenciado sobre la ciudad que
queda de un lenguaje, de imágenes y palabras, la visibiliza- para ellos juega entre la dulce y lo agraz.
ción de la desigualdad social y la denuncia de sus efectos, la
apropiación de la tierra, la propuesta de una narración coral e
informe. La construcción de una iconografía política involucra
que la pobreza no es la única imagen de lo popular.

“Agarrando pueblo” en este contexto, propone una alarma ini-


cial ante la descolonización del discurso popular en América
Latina y la pregunta por la voz de quien es su sujeto de pro-
ducción, pero aún queda para el cine, para la literatura, para
la academia, para la sociedad, la integración de estos relatos
en el contexto de un habitar digno en la ciudad. Quitarle un

120
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