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LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA

CONTEMPORÁNEA, DE JUAN ESTEBAN LONDOÑO (II)


Leopoldo Cervantes-Ortiz
18 de febrero, 2021
Para el escritor argentino [Hugo Mujica], lo divino no se esconde en una personalidad detrás del
acontecer sino que es el acontecer mismo. “Soy lo que le está aconteciendo a la vida ahora, en
este instante en que ella me acontece a mí”. O, como lo dijo en otra ocasión: “Yo soy lo que le
está ocurriendo a dios en este momento”.1
J.E.L.

La estructura de La crucifixión en la literatura latinoamericana contemporánea: Hugo


Mujica, Raúl Zurita y Pablo Montoya (Missionshilfe Verlag, 2020), de Juan Esteban Londoño,
obedece a la intencionalidad profunda del proyecto de estudio. Luego de la introducción,
siguen dos capítulos dedicados a explorar las relaciones entre poesía y teología, y a “La Biblia
como literatura y su interpretación hermenéutica”. El primero se divide, a su vez, en dos
apartados: Religión y arte y La poesía, interlocutora de la teología. El segundo, en cinco
secciones: La Biblia es literatura; Historia efectual (Wirkungsgeschichte) de textos y obras de
arte; La obra abierta; La ambigüedad del objeto estético; y El acto de leer. Como se puede
notar, estos capítulos constituyen el entramado teórico analítico necesario para explicar las
bases metodológicas para el abordaje de los autores escogidos y ofrecen una sólida plataforma,
basada en muchas afirmaciones del teólogo alemán Paul Tillich (1886-1965), para el tipo de
estudio del tema enunciado.
Inicialmente, se plantea la visión tillichiana de la vinculación de la religión con el arte al
percibir a aquella “como la búsqueda profunda de una conexión con aquello que nos es
indispensable a todas las personas” (p. 15). Queda claro que la comprensión de lo religioso se
asume en su sentido más amplio y no solamente restringido a aspectos institucionales o de
manejo de los símbolos o ritos. La cultura, “en su dimensión profunda y secreta, es religiosa y
que [expresa] la búsqueda de sentido a través del arte, como en otros tiempos lo hacía la
religión” (p. 16). La también alemana Dorothee Sölle (1929-2003, autora de importantes libros
como Sufrimiento, Teología política y Dios en la basura. Otro “descubrimiento” de América
Latina), siguiendo a Tillich, afirmó que “en la profanidad de la forma artística se esconde ‘lo
que nos concierne absolutamente’”, es decir, que cada obra de arte encierra un contenido que
se acerca a la ultimidad de la existencia histórica y, en alguna medida, revela elementos que la
trascienden.
Siguiendo también las ideas de Dietrich Bonhoeffer, Sölle se ha acercado también a las
huellas de lo sagrado en la literatura llegando a la conclusión de que “en lo profano de la
forma artística se halla la preocupación última”, 2 por lo tanto, el trabajo de la teología
consistirá en “descubrir lo oculto en la forma de la obra de arte”. Londoño explica otras
influencias metodológicas presentes en este tipo de análisis: “Para esto se vale Sölle del
concepto de realización (Realisation), mediante el cual busca superar la hermenéutica de la
inmanencia de la obra de arte (Gadamer), en la cual se considera que la obra es una verdad en
1
J.E. Londoño, La crucifixión en la literatura latinoamericana contemporánea: Hugo Mujica, Raúl Zurita y
Pablo Montoya. Hamburgo, Missionshilfe Verlag, 2020 (Studien zu interkultureller Theologie an der
missionsakademie, 21), p. 59.
2
D. Sölle, “Zum Verhältnis von Theologie und Literatur” (Sobre la relación entre la teología y la literatura), en
Ursula Baltz-Otto y Fulbert Steffensky, eds., Gesammelte Werke. Band 7: Das Eis der Seele spalten. Stuttgart,
Kreuz, 2008, p. 19, cit. por J.E. Londoño, op. cit., p. 17.
sí misma (Heidegger), e ir más allá de la estética hacia la experiencia religiosa. En este sentido
trata de ver una revelación teológica o una crítica sociopolítica (que para ella van de la mano)
en la literatura” (p. 17). Se trasciende así el lenguaje religioso sumergiéndose en la profanidad
del lenguaje artístico para hallar en él la “concreción secular” de lo que antes se expresó de
manera cifrada.
El proyecto de Londoño, por el contrario, se sitúa del otro lado de la obra de arte, en su
ser propio de obra que “contiene en sí misma la posibilidad de hacerse efectiva en un lenguaje
social, político y religioso, sin que necesariamente haya sido pensada de modo religioso o
diseñada con la finalidad teológica de una convicción” (p. 18, énfasis agregado). Se trata, por
decirlo así, de dejar hablar a la obra en su propio lenguaje libre de las amarras de un mensaje
estrictamente dirigido o dominado por las preocupaciones religiosas. De este modo, se respeta
su autonomía expresiva y estilística a fin de encontrar en sus estructuras y recursos la fuerza
de su contenido independientemente del origen o las fuentes de la obra como tal. Se trabaja,
entonces, exclusivamente con la capacidad del lenguaje literario para vehicular los contenidos,
tópicos o alusiones religiosas, para “generar diversos efectos en los receptores mediante las
estructuras abiertas”, y en “cómo el lenguaje literario de ciertas narrativas e imágenes bíblicas,
en este caso, la muerte de Jesús es desde su comienzo abierto a ser interpretado por nuevos
lectores en nuevos contextos”.
Tomando distancia de Tillich y Sölle en su intento por reducir el arte a la teología
existencial y política, Londoño se centra en las posibilidades de la apertura de la obra de arte a
nuevas lecturas e interpretaciones. Por ello, a diferencia de esos teólogos, no se da por sentado
que los productos literarios ofrezcan respuestas teológicas como tales, sino que a partir de sus
propias coordenadas estéticas entregan resultados distintos y provocadores. Su conclusión
básica es clara y directa: “La obra de arte es hermana de religión, pero no su reemplazo. La
obra no busca solamente significar algo, sino ser algo. Ella toma sentido al significarse en la
realidad del lector y el receptor” (p. 20).
Acerca de la poesía como “interlocutora” de la teología, la coincidencia inicial entre
ambas es que se preguntan por el sentido y no necesariamente ofrecen respuestas. Lo que está
en juego es la indagación del misterio en los símbolos, imágenes y relatos religiosos: “El
interés de la teología en esta rama del arte se basa en buscar a través de ella la experiencia que
tiene el ser humano con mundo, y las posibilidades de verbalización de su situación histórica
de cara al Misterio”.3 Sin pensar en la poesía como “esclava de la teología” como lo fue la
filosofía en otros tiempos, el diálogo entre ambas es posible dado que “son dos lugares
diferentes de expresión de la existencia que pueden comunicarse entre sí a medida que se
conocen y respetan su autonomía”, para lo cual cita al profesor Michael Moxter, de la
Universidad de Hamburgo en un estudio sobre la poeta Ingeborg Bachmann (1926-1973).
En esa línea se orientan también el crítico literario Walter Jens y el conocido teólogo
suizo Hans Küng al observar que “la relación entre religión y poesía es ambigua y dialéctica,
también emocionante, prolífica y provocadora a la interpretación. [La] religión y la literatura
se alimentan y se mantienen en tensión, se interfecundan, generando una expansión dialéctica

3
Thomas Kucharz, Theologen und ihre Dichter. Literatur, Kultur und Kunst bei Karl Barth, Rudolf Bultmann
und Paul Tillich. (Los teólogos y sus poetas. Literatura, cultura y arte con Karl Barth, Rudolf Bultmann y Paul
Tillich). Mainz, Matthias Grünewald Verlag, 1995, pp. 166-167, cit. por J.E. Londoño, op. cit., p. 21.
de los símbolos culturales” (p. 21, énfasis agregado). 4 El final de este capítulo sintetiza bien el
enfoque del análisis y anuncia lo que viene a continuación:

Tillich afirma que el arte levanta la pregunta y la teología ofrece la respuesta. Pero un análisis teológico de
la literatura puede encallar si no está mediado por otras reflexiones, puesto que, como ya lo mencionamos,
el teólogo (como también el filósofo) se puede quedar viendo sus propias presuposiciones en la obra
literaria, siguiendo las propias huellas, caminando en círculos. “El arte abre una nueva dimensión de la
realidad en correspondencia con la profundidad e inescrutabilidad del alma humana”, escribe Moxter
acerca de la pintura. Podríamos decir lo mismo sobre la poesía. No queremos anclarnos en las viejas
respuestas teológicas, sino estudiar la obra literaria, tanto la bíblica como la secular, de manera adecuada
con la estética y la hermenéutica. De esto nos ocuparemos en el siguiente capítulo (p. 22).

4
La fuente es Walter Jens y Hans Küng, Dichtung und Religion: Pascal, Gryphius, Lessing, Hölderlin, Novalis,
Kierkegaard, Dostojewski, Kafka. Múnich, Kindler, 1985. Existe traducción al inglés: Nueva York, Paragon
House, 1991.

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