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que podemos llamar “relacional”, ya que la ciudad ilegal” me hizo descubrir que vivía
“barriada” no es solo una realidad física sino en una barriada.
que condesa y expresa relaciones sociales Es cierto que mi abuela, una migrante
y la interrelación entre sociedad, estado y andina y “fundadora” del barrio de José
mercado. Gálvez en Villa María del Triunfo por los años
cuarenta, había logrado el sueño de la vivien-
La barriada, la derrota de los pobres da propia que luego heredaría a sus hijos.
Para muchos esta puede ser una imagen de
Diferentes estudios señalan la necesidad de la victoria popular frente al Estado.
diferenciar al menos tres etapas en la forma- Lo cierto es que hablar de una victoria
ción de las barriadas: a) La etapa histórica popular es irónico cuando se habita en una
de formación de barriadas: 1913-1961, b) La vivienda construida sin asistencia técnica,
etapa de expansión: 1961-1980, c) La etapa o cuando los nietos de los “fundadores”
de límites a la expansión y crisis: 1980 - hasta sentimos la injusticia de perder cuatro horas
hoy. (Calderón: 2005; Riofrío: 1991; Burga de viaje porque vivimos en la periferia. Es
Bartra: 2006). entonces cuando nos preguntamos si no
La imagen épica de formación de ba- hubo otra forma de hacer las cosas, ¿es cierto
rriadas de la segunda etapa, ha quedado en que solo la solidaridad y la acción colectiva
el imaginario social por la existencia de un bastan para construir viviendas?, ¿por qué no
Estado que apostó por las barriadas como hubo vivienda social para sectores de bajos
solución y asumió un rol como promotor de ingresos en las actuales zonas centrales de
las mismas. Sin embargo, fuera de la euforia la ciudad?
de los años iniciales, Julio Calderón advierte
que los barrios populares desde 1980 y con La doble desconexión de la política de vivienda
más notoriedad desde 1990, han demostrado
que ya no son lo que eran antes: no existe Como señala el autor, la política de vivienda
planificación, la tierra ocupada es marginal a lo largo del siglo XX ha sido una política
ya que se trata de pendientes muy elevadas o de «doble cara» que distinguió a la clase
suelo de material deleznable y, en ocasiones, media —beneficiada del subsidio público y
la expansión es tal que viene consumiendo del sistema mutual— de los sectores pobres,
espacios destinados para equipamientos para quienes se identificaron y planificaron
y parques, así como zonas arqueológicas y lugares para su asentamiento, por lo general
de lomas. tabladas, arenales y quebradas en las peri-
Es probable que lo más provocativo del ferias. Así, para el Estado el problema de la
libro, no sea su enfoque relacional, sino su vivienda casi siempre ha sido un problema de
crítica a esta imagen épica. Esto quizá fue lo clases medias y no de los sectores de menores
que me hizo ver con otros ojos la ciudad que ingresos, para quienes ha habido, sobre todo,
me tocó vivir en mi etapa universitaria. “La políticas de regularización de la tierra.
Pero este estado de cosas fue cristalizado la legalización —la entrega de títulos de
también por las prácticas de «los poblado- propiedad— del mejoramiento físico de las
res». La visión crítica de Calderón es que la viviendas. Es decir, aun cuando el Estado optó
barriada fue el resultado de una dinámica en solo por la regularización, está la hizo mal.
un trasfondo de «desigualdad, marginación,
explotación y dominación» (2005, 296); más De pobladores a ciudadanos
aún: ha sido el resultado de un pacto social,
una negociación entre el Estado y los sectores Asimismo, el autor apunta que las acciones
populares. Un pacto construido a partir de estatales de regularización se dirigieron
mecanismos de dominación, entendida esta desde intereses clientelares, pues la barriada
como una relación bilateral. ha sido la válvula de escape para frenar el
En efecto, «los pobres» contribuyeron, descontento de las mayorías urbanas. Para
a partir de direcciones caudillistas, por esto se canalizó el acceso ilegal al suelo
ejemplo, a la escisión de la política de regu- hacia tierras de propiedad pública, pero a
larización. Fue la marcha de las barriadas en partir de prácticas ambiguas: por un lado
los sesenta —durante el primer gobierno una legislación que condenó y condena las
de Belaunde— la que tuvo un impacto de- invasiones, y por otro lado, un tipo de relación
cisivo en la separación de las dimensiones clientelar por la cual el Estado ha aparecido
urbanísticas y jurídicas de la regularización: como benefactor.
«Yo te doy suelo, y tú no me pides vivienda» La reflexión del autor es que las conse-
(Riofrío, 2009, 37). cuencias de estas prácticas clientelares —en
Pero en ese pacto, quienes más per- la relación entre el Estado y los ciudadanos—
dieron fueron “los pobres”, y sobre todo la habrían impactado en la cultura jurídica y la
ciudad. Los primeros porque el problema de cultura política de los residentes de los sec-
la vivienda ha quedado a iniciativa exclusiva tores populares. En la cultura jurídica, pues el
de las familias; y la ciudad, porque su creci- resultado ha sido un descrédito de los marcos
miento y expansión sin planificación, han jurídicos —la costumbre antes que la ley— y
hecho de Lima una ciudad desigual. Hay que la normalización de prácticas ilegales. En la
decirlo claramente: el costo de una política cultura política, porque el clientelismo minó
pública fallida y planteada desde prácticas las bases para el ejercicio de la ciudadanía y
clientelares lo termina pagando la sociedad las prácticas emancipadoras.
en su conjunto. ¿Qué hacer entonces?. Difícil respuesta,
Así, Julio Calderón propone que la sin embargo, Julio Calderón nos deja retos
política de vivienda ha fallado por su doble para construir una alternativa de política
desconexión: se ha desconectado las políticas pública para el hábitat popular. El primer
curativas —políticas de regularización— de reto es enlazar la doble desconexión de
las políticas preventivas —políticas de acceso la política de vivienda frente a la ciudad
ordenado al suelo—. Y se ha desconectado ilegal. Para revertir la primera desconexión