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Una retrospectiva a mis juegos de infancia.

Por: Jorge Llanos Molina.

Mi nombre es Jorge Llanos Molina, soy docente de básica primaria y a continuación quiero
compartir a manera de anécdota y de autobiografía una mirada en perspectiva de mis juegos
de infancia. Tratando con ello de contextualizar el papel preponderante que la actividad
lúdica cumple en la vida de una persona. Empecemos esta narración ubicándonos
cronológicamente en el momento de mi nacimiento. Corría el 17 de febrero de 1981
cuando en el Municipio de Baranoa, departamento del Atlántico, nació el segundo hijo del
hogar conformado por Edgardo Llanos Pardo y Martha Molina Molina. El, farmaceuta
empírico de ocupación y ella ama de casa. De mis primeros años no es mucho lo que
puedo recordar, salvo la separación de mis padres.

A la edad de cinco años me llevaron a estudiar la educación preescolar en una institución


privada donde aprendí mis primeros números y letras. Recuerdo que las primeras tardes que
fui a dicho lugar, lloraba mucho y el pupitre unipersonal era tan alto, que debido a mi corta
estatura era una aventura o riesgo tratar de bajarse de él. En realidad, no creo que se tratase
de una escuela de juegos. No jugábamos mucho. Pero algo debieron hacer muy bien porque
sería allí donde aprendería los primeros grafos, de donde proviene mi caligrafía impecable.

Comenta mi madre que, en los primeros años, la casa era una jaula de oro, donde los niños
debían estar todo el tiempo perfectamente organizados, impecables y calzados. Por esos
días mi juego predilecto era llenar una ponchera o taza con zapatos viejos y salir a vender
aguacates a mis tías y familia cercana. Tras la separación de mis padres, pudimos conocer
los juegos, “la actividad espontanea por excelencia del niño, a la que va unida también la
actividad psíquica” (Zorrilla, 1933).

Recuerdo perfectamente que por las tardes nos reuníamos los niños y niñas del barrio a
jugar al bate (una especie de beisbol). Este era el juego mas popular y el causante que doña
Nieves, una vecina, nos decomisará en muchas oportunidades infinidad de pelotas,
ganándose la enemistad de los infantes y madres del barrio. Es simpático recordar como
nuestra amiga Lisbeth fue bautizada la “home runera”, debido a que a pesar de su gran talla
al batear no lograba lanzar muy lejos. Pero, eso le valió para que los vecinos de mas edad,
espectadores del partido callejero le colocaran ese apodo que obedecía a un sarcasmo o
ironía, que al final no revestía burla. Eran tardes de gritos, algarabías, celebraciones y
rabietas infantiles. Parece que fuera ayer cuando, por mi egocentrismo infantil, quitaba el
balón cuando mi equipo iba perdiendo.

Por las noches se jugaba mucho al “fusilado”. En una tabla dibujada con carbón, tierra o
ladrillo, se colocaban las iniciales de todos los participantes y con una especie de tejo que
caía en la inicial del nombre de alguno de los participantes, este tenía que salir a correr con
un balón en mano detrás de los demás, esperarlos a que salieran del tapo o zona de
protección y correr el riesgo que sino capturaba a alguien recibiría una sanción traducida en
un punto negativo. Al final, el que acumulara más puntos negativos sería fusilado,
golpeándolo en la espalda con el balón. También eran noches de jugar a las escondidas y
otro sin número de juegos.

Por aquellos años, recuerdo también que cuanta moneda caía en mis manos, era utilizada
para ahorrarla y comprar diminutos carros de plástico, recuerdo que coleccione de muchos
colores y estilos y se convertían en el medio de transporte de los personajes de las historias
que evocaba con los “muñecos de Yupi” aquellos que venían en los paquetes de dicho
producto. Los cuales también eran plásticos y diminutos. Ellos eran los actores de las
historias del mundo de adultos que yo en solitario recreaba, con sus casas, sus
conversaciones y sus actividades diarias. Recuerdo que cursaría el primer año de mi
educación primaria. El grado que mi maestra me “regaló” porque yo solo tenía tiempo para
mis juegos con los vecinos y mis “muñecos de Yupi” y poco tiempo para los cuadernos y
tareas. Seguramente, mi maestra veía en mí la facilidad para los relatos orales al
expresarme y de alguna manera tendría fe que mi amabilidad y mis capacidades creativas e
imaginativas algún día compensarían mis faltas de responsabilidad con las tareas y
compromisos escolares. Lo que al final ocurrió.
Todo lo anterior, me hace recordar que después de jugar con los muñecos de Yupi, yo
seguramente pensé que estos deberían ser reemplazados por mis vecinos del barrio, que
tenían mas posibilidad de movimiento y con ellos empecé a mostrar el liderazgo para dirigir
y componer obras de teatro. Mis vecinos eran los actores de las historias que yo leía, veía
en televisión o imaginaba. Mientras que yo actuaba y era el director de las historias. En este
punto puedo establecer el parangón en lo que afirma MANUEL ZORRILLA: “Los juguetes
potencian y desarrollan fantasía y la creatividad, la exploración, el descubrimiento, la
imaginación, la abstracción y el pensamiento” (Zorrilla, M, 1933)

Así nació una de mis grandes aficiones: el teatro. De lo anterior se desprende que en los
juegos infantiles se ven gérmenes de actividades posteriores adultas; porque hoy día
descubro que esos serían los primeros inicios en el teatro, labor que actualmente desarrollo
con mis estudiantes en el aula.

Saltando el hilo anacrónico y temático de este escrito llega a mi memoria que durante las
vacaciones el sitio preferido para ir era la casa de mi tío Toño, profesor y abogado de
profesión. Recuerdo que con sus hijos todas las tardes jugábamos al colegio. Allí
repasamos las clases que dictaban en el colegio y colocábamos en juego lo que sería parte
de nuestras inclinaciones laborales a futuro, pues muchos de los que allí jugábamos
terminamos siendo profesores.

Actualmente, me desempeño como docente de una Escuela rural de una de las veredas del
municipio de Ebéjico y allí trato de conjugar el teatro, las clases de matemáticas, lenguaje y
ciencias con el juego y la lúdica para generar aprendizajes con mis estudiantes. Aunque
considero que es mucho lo que debo perfeccionar y aprender respecto a este particular.
Razón por la cual, en estos días y gracias a esta reflexión y otras que he venido
adelantando, estoy intentando involucrarme más en el juego y la actividad deportiva con
mis estudiantes, tratando de conseguir con ello un mejor goce de la Lúdica, el arte y el
Juego como fuentes exquisitas de aprendizajes.

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