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Índice
1. Vida y obras
8. Referencias en Internet
1. Vida y obras
Franz Clemens Brentano nació el 16 de enero de 1838 en Marienberg
(Alemania), a orillas del Rin. Su tío era el conocido poeta romántico
Clemens Brentano, y su hermano Lujo se dedicaba a la política y economía
sociales. De su madre recibió una profunda fe y formación católicas.
Conforme a la tradicional movilidad de los estudiantes de filosofía en
Alemania, estudió esa disciplina en las universidades de Múnich, Würzburg,
Berlín, y Münster. Tras doctorarse con un estudio sobre Aristóteles en
1862, Von der mannigfachen Bedeutungen des Seienden nach
Aristoteles (Sobre los múltiples sentidos del ente en Aristóteles), se ordenó
sacerdote católico en 1864. Dos años más tarde presentó en la Universidad
de Würzburg, al norte de Baviera, su escrito de habilitación como
catedrático, Die Psychologie des Aristoteles, insbesondere Seine Lehre vom
“nous poietikos” (La psicología de Aristóteles, en especial su doctrina acerca
del “nous poietikos”). En los años siguientes dedicó su atención a otras
corrientes de filosofía, e iba creciendo su preocupación por la situación de la
filosofía de aquella época en Alemania: un escenario en el que se
contraponían el empirismo positivista y el neokantismo. En ese periodo
estudió con profundidad a John Stuart Mill y publicó un libro sobre Auguste
Comte y la filosofía positiva. La Universidad de Würzburg le nombró
profesor extraordinario en 1872.
Las obras que se publicaron tras su muerte por obra de sus discípulos O.
Kraus y A. Kastil (y una discípula de éste, F. Mayer-Hillebrand) ponen de
manifiesto la amplitud de intereses del autor y su extraordinario
conocimiento de la historia de la filosofía. Son, por orden de aparición y
aparte de la reedición de las ya antes publicadas, las siguientes: Die Lehre
Jesu und ihre bleibende Bedeutung (La doctrina de Jesús y su significación
permanente), el volumen tercero de Psychologie vom empirischen
Standpunkt, Versuch über die Erkenntnis (Ensayo sobre el conocimiento),
Vom Dasein Gottes (Sobre la existencia de Dios), Wahrheit und
Evidenz (Verdad y evidencia), Kategorienlehre (Doctrina de las categorías),
Grundlegung und Aufbau der Ethik (Fundamentación y construcción de la
ética), Religion und Philosophie (Religión y filosofía), Die Lehre vom
richtigen Urteil (La doctrina del juicio correcto), Grundzüge der
Ästhetik (Elementos de estética), Geschichte der griechischen
Philosophie (Historia de la filosofía griega), Die Abkehr vom Nichtrealen (La
recusación de lo irreal), Philosophische Untersuchungen zu Raum, Zeit und
Kontinuum (Investigaciones filosóficas acerca del espacio, el tiempo y el
continuo), Aristoteles’ Lehre vom Ursprung des menschlichen Geistes (La
doctrina de Aristóteles acerca del origen del espíritu humano), Geschichte
der mittelalterlichen Philosophie im christlichen Abendland (Historia de la
filosofía medieval en el Occidente cristiano), Deskriptive
Psychologie (Psicología descriptiva), Geschichte der Philosophie der
Neuzeit (Historia de la filosofía de la Edad Moderna), Über
Aristoteles (Sobre Aristóteles) y Über Ernst Machs “Erkenntnis und
Irrtum” (Sobre “Conocimiento y error” de Ernst Mach). Y resta todavía
inédita casi toda la correspondencia científica de Brentano —varios miles de
cartas— con discípulos y pensadores de su época tan notables como Stuart
Mill, Fechner, Von Helmholz, Freud, Bolzmann, Husserl, Stumpf, Von
Ehrenfels, etc.
Por ese motivo, a los pocos años (en la segunda mitad de la década de
los ochenta) formula ya claramente la distinción entre dos tipos muy
distintos de Psicología: la Psicología Genética y la Psicología Descriptiva (o
también Psicognosia, o Fenomenología Descriptiva). La Psicología Genética
se fundamenta en la Fisiología y no es exacta, mientras que la Psicología
Descriptiva es una ciencia pura —independiente de los conocimientos
naturales— y exacta. La primera se ocupa de las leyes y procesos de
aparición y causación de lo psíquico; la segunda, de la descripción analítica
de las partes fundamentales de lo psíquico. La Psicología Genética no
puede sino concluir juicios probables y generalizaciones inductivas. La
Psicología Descriptiva es pura porque sus análisis no dependen de los
conocimientos fisiológicos, aunque a veces le sean útiles; sólo se ocupa y
se funda en lo puramente psíquico. Y es también exacta porque, al no estar
condicionada por una ciencia experimental natural (cuyo objeto es algo
físico), puede alcanzar leyes universales y precisas. Esto se debe a la
particular evidencia de que goza la percepción interna, la percepción de lo
psíquico. Brentano está convencido de la posibilidad de una ciencia como la
Psicología Descriptiva: «Mi punto de vista en la Psicología —dice al inicio de
su Psychologie de 1874— es el empírico; la experiencia sola me sirve como
maestra: pero comparto con otros la convicción de que una cierta intuición
ideal es compatible con tal punto de vista» [Psychologie vom empirischen
Standpunkt: I, 1].
Por lo que atañe a los juicios, a Brentano le parece claro que formulamos
muchas veces aseveraciones no seguras; juicios (o mejor prejuicios) no
suficientemente asegurados ni justificados. En estos juicios, aunque los
tengamos por verdaderos, nada impide que de pronto se revelen como
falsos. Según él, tales son, por ejemplo, los juicios de la percepción externa
y los de la memoria, así como conjeturas o suposiciones. A todos ellos se
les llama aquí inferiores o “ciegos”.
En cambio, vemos que poseemos otros juicios —por contraste con los
ciegos— que se presentan en sí mismos como justificados, como evidentes.
Como ejemplos señala Brentano todas las percepciones internas y el
principio de no contradicción u otros axiomas lógicos. Éstos aparecen
necesariamente como verdaderos excluyendo la posibilidad contraria. Este
filósofo se pregunta por qué percibimos con tanta claridad el carácter de
necesariamente verdaderos en estos juicios, y al mismo tiempo quiere
describir lo mejor posible dicho carácter, que denomina “evidencia”. En su
opinión, puesto que la evidencia es una propiedad originaria y simple, no
cabe definirla estrictamente, sino sólo mostrarla por comparación con otros
fenómenos que no la posean. Pero, a pesar de esa simplicidad e
indefinibilidad, sí puede defenderse la evidencia —y así lo hace Brentano—
contra dos interpretaciones erróneas: frente a aquella que entiende la
evidencia del juicio como la evidencia de la representación del objeto
juzgado; y contra la que la concibe como cierto sentimiento de compulsión o
de firme convicción.
Si la evidencia del juicio procediera de la nitidez de la representación, el
juicio del sabio valdría tanto como el juicio del loco que tuviera una idea bien
determinada, cosa que nadie admitiría. Así, la evidencia del juicio pertenece
a este fenómeno cognoscitivo, y no a la representación, que no es todavía
conocimiento. En este error —dice Brentano— cayó Descartes; de manera
que se recupera aquí la idea clásica según la cual el juicio es el lugar propio
de la verdad. Las representaciones pueden ser ciertamente claras y
distintas, pero no en rigor evidentes. Tampoco consiste la evidencia en un
impulso, sentimiento o compulsión natural psicológica que nos incline a
afirmar con convicción el objeto del juicio que llamaríamos por ello evidente.
Brentano, para desechar esta concepción, critica detenidamente la doctrina
de Sigwart sobre la evidencia. Es claro que muchos juicios que no tenemos
en absoluto por evidentes poseen ese sentimiento de convicción (en su
ejemplo, los prejuicios aludidos antes con las ideas fijas del loco).
5. Fundamentación de la Lógica y de la
Ética
Convencido como estaba de que todos los conceptos han de tener su
origen en la experiencia, Brentano creyó haberlo encontrado en el juicio
correcto y en la emoción correcta para las nociones de lo verdadero y de lo
bueno, respectivamente; como también lo buscó para conceptos como la
causa, la sustancia, el tiempo, el espacio, lo imposible, lo necesario, etc.
Con este método, Brentano aseguraba el conocimiento realista en general,
con esos últimos conceptos apuntalaba la Ontología, y con los de lo
verdadero y de lo bueno construía respectivamente la Lógica y la Ética.
Sobre esto expresamente el autor sólo publicó en vida el breve pero denso
opúsculo Vom Ursprung sittlicher Erkenntnis (fruto de su conferencia dictada
en 1889) en el que se muestra en paralelo la cimentación de las dos últimas
disciplinas mencionadas; y póstumamente aparecieron sus lecciones y
conferencias sobre ello bajo los títulos Versuch über die
Erkenntnis, Wahrheit und Evidenz, Die Lehre vom richtigen
Urteil y Grundlegung und Aufbau der Ethik.
Del mismo modo que para el juicio correcto, para la emoción correcta se
concibe una adæquatio no entendida como coincidencia entre la actividad
sentimental y su objeto, sino como un sentimiento que es adecuado al
objeto, es decir, conveniente, correspondiente. Y también como antes,
Brentano piensa en lo bueno —en un “ser bueno”— de un modo muy
general. Así, en Über den Begriff der Wahrheit escribe que la emoción
correcta corresponde al objeto y está en armonía con su valor (Wert), y que
todo lo pensable se divide en dos clases: la de todo a lo que conviene el
amor y la de todo a lo que conviene el odio; lo perteneciente a la primera
clase —dice— lo llamamos “bueno”, lo mentado en la otra, “malo”.
Así, tras sostener que todos los conceptos abstractos caen en la clase de
las formas ilusorias, ahora se los declara “ficciones lingüísticas”. Brentano
distingue entonces dos clases de términos: los “autosemánticos”, con
significado propio; y los “sinsemánticos” o “sincategoremáticos”, carentes de
significado independiente. Esta división desempeña un papel central en los
análisis de crítica del lenguaje de este filósofo. Las expresiones
autosemánticas tienen sentido propio sin tener que estar insertas en un
contexto mayor. Tres tipos importantes de expresiones autosemánticas son
los conceptos de clases (como “planeta” o “triángulo equilátero”), los
enunciados de hechos (como “César fue asesinado el año 44 a. C.”) y las
expresiones de interés o imperativas (como “No se debe traicionar”). Las
palabras sinsemánticas son palabras que sólo contribuyen a constituir un
significado únicamente en conexión con otras palabras o series de palabras.
Entre ellas se encuentran, por ejemplo, todas las que hoy se llaman
“constantes lógicas” (términos como “todos”, “algunos”, “y”, “no”, etc.), pero
también conceptos tales como “verdadero”, “bueno” o “bello, o los modales
de “necesario” o “imposible”. Todas las cualidades universales pertenecen a
este género, pues aunque tengan gramaticalmente la forma de propiedades,
no nombran nada; no son ningún nombre desde el punto de vista lógico,
porque no son auténticos objetos representables. Se trata aquí de meras
denominaciones extrínsecas, de expresiones simplemente “cosignificantes”,
y convertirlas en nombres y objetos propios es precisamente ideas ficciones
lingüísticas.
Por otra parte, Brentano acomete también la tarea de reducir todos los
juicios a juicios existenciales, para poder referirse así a cosas particulares.
De este modo, los axiomas, juicios universales, serán todos ellos
negaciones de algo particular; y los juicios negativos se reducen, a su vez, a
juicios que constatan un fenómeno psíquico de rechazo del juicio afirmativo
opuesto.
7. Bibliografía
7.1. Obras de Brentano
Actualmente se están editando las obras reunidas: Sämtliche
Veröffentlichte Schriften, Ontos, Frankfurt / De Gruyter, Berlín.
Die Lehre Jesu und ihre bleibende Bedeutung, Felix Meiner Verlag,
Leipzig 1922.
Über Ernst Machs “Erkenntnis und Irrtum”, Felix Meiner Verlag, Hamburg
1987.
Índice
1. Biografía y contexto histórico-cultural
2. La inspiración tomista
3. 1. Étienne Gilson
3. 2. Cornelio Fabro
3. 3. Søren Kierkegaard
7. Síntesis conclusiva
8. Bibliografía
8. 1. Obras de Cardona
8. 1. 1. Libros
2. La inspiración tomista
La lectura tenaz y reposada de las obras completas de Santo Tomás de
Aquino (1224-1274) es una importante fuente inspiradora de la reflexión de
Cardona. En efecto, concibe la filosofía en continuidad con el Aquinate. Así,
por ejemplo, en su Ética del quehacer educativo, expone: «La filosofía,
como actividad humana que es, tiene finalidad: se ordena al bien de la
persona humana» [Cardona 1990a: 119]. Esta afirmación recuerda —entre
otras— la que el de Aquino hiciera en el inicio de su comentario a
la Metafísica de Aristóteles: «Todas las ciencias y las artes se ordenan a
algo uno, a saber, a la perfección del hombre, que es su felicidad» [S.
Tomás de Aquino, In Duodecim Libros Metaphysicorum Commentaria,
Proemio].
3. 1. Étienne Gilson
Para Cardona, la intrínseca relación entre doctrina y vida —en unión sin
confusión— en quien se dedica a la filosofía, es lo que mejor clarifica la
necesidad y la existencia de hecho de la “filosofía cristiana”. Considera que,
así como se puede hablar con todo derecho de “sabiduría cristiana” y de
“ética cristiana”, es posible afirmar una filosofía cristiana, sin que el adjetivo
desesencialice el substantivo [Cardona 1990b: 8]. En esta línea se sitúa la
afirmación que unas décadas atrás hiciera el francés Étienne Gilson,
notable historiador de la filosofía medieval y uno de los maestros de la
filosofía cristiana [Livi 1984: 8-9].
3. 2. Cornelio Fabro
El filósofo italiano Cornelio Fabro es uno de los más profundos y agudos
estudiosos e intérpretes de Santo Tomás de Aquino y un gran conocedor de
la filosofía moderna y contemporánea. Cardona suscribe su concepción de
la filosofía del ser elaborada por el Aquinate como una serie de principios y
conocimientos válidos, capaces de conducir el pensamiento a nuevas
conquistas y a mayores profundizaciones.
3. 3. Søren Kierkegaard
En pleno apogeo del idealismo hegeliano en la Europa continental, en
Dinamarca, Søren Kierkegaard reacciona oponiendo al abstracto sistema de
Hegel la primacía del individuo singular. Cardona lo hace ver a través de
estas palabras, que el danés ha dejado escritas en el Diario, y que él recoge
en su Metafísica del bien y del mal:
6. El momento intelectual de la
configuración de la ética
Al considerar el estatuto filosófico de la ética, Cardona pone el inicio de
su configuración en el acto de ser, como raíz del obrar. A continuación,
sugiere descubrir la referencia radical a Dios, en cuanto dador del ser. En
este contexto, desvela el carácter amoroso del ser participado: en todos los
seres creados, hay una participación del Amor por Esencia del que
proceden. Ese amor, que coincide con el ser, es poseído con distinta
intensidad ontológica: en los seres personales es amor en sentido propio,
mientras que en los otros seres creados, lo es en sentido impropio y
derivado [Reyes 1997: 90].
En ese amor electivo, Cardona sitúa el sentido último del orden ético y de
cualquier orden en general. A su juicio, el orden moral consiste en el retorno
de las criaturas libres a su Principio, según la estructura misma de la
participación que les ha constituido en el ser y les ha dado la facultad de
obrar [Cardona 1997: 507-508].
Por eso, considera que la metafísica del ser permite entender la razón
profunda del precepto del amor a Dios como raíz primera de toda la moral
natural, puesto que la referencia a Dios pertenece al orden natural de la
creación. A su vez, esta metafísica explica el mal como privación de bien, y
el pecado —aversio a Deo— como el único mal en sentido estricto, pues
aparta del Bien por Esencia [Cardona 1997: 506].
Por otra parte, al reflexionar sobre la segunda raíz de la moral —el amor
al prójimo—, Cardona estima que es consecuencia de la difusión del Bien
en la obra creadora. A su parecer, así como Dios ha difundido su propio
Bien de manera participada en la creación, cada parte singular del universo
—y, por tanto, cada persona de la sociedad humana— ha de difundir su
propio bien y colaborar en el bien de los demás: el universo es un todo
participado que se orienta al Todo increado. Posee un orden interno, una
vinculación de las partes entre sí, en razón del bien que cada una puede dar
a las demás y al todo, como consecuencia del bien propio. Según Cardona,
de esta segunda raíz de la moral derivan todas las demás normas morales.
También considera que así se puede ver la unidad y confluencia —no
oposición— entre el amor a Dios, el amor a los demás y el amor a sí mismo,
debidamente subordinados según esta misma secuencia [Cardona 1997:
512].
8. Bibliografía
8. 1. Obras de Cardona
8. 1. 1. Libros
— Ética del quehacer educativo, Rialp, Madrid 1990 (Trad. it.: Etica del
lavoro educativo, Ares, Milano 1991; trad. catalana: Educar en
llibertat: Etica de l’activitat educativa, UIC, Barcelona 2006)
[Cardona 1990a].
— La validità del magistero filosofico di san Tommaso per il futuro della
metafisica, nella riflessione di Carlos Cardona, in «Atti del
Congresso Internazionale su L’umanesimo cristiano nel III
Millenio: la prospettiva di Tommaso d’Aquino», vol. I, Città del
Vaticano 2004, pp. 906-914.