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URIBE VÉLEZ Y LA DEGENERACIÓN

DEMOCRÁTICA BIPARTIDISTA Por Miguel


Ángel Herrera Zgaib
Publicado el marzo 15, 2021 por ALEJANDROVERAMARDeja un comentario

URIBE VÉLEZ
Y LA DEGENERACIÓN DEMOCRÁTICA BIPARTIDISTA

Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD

Director Grupo Presidencialismo y participación

 Los falsos positivos fueron el gran aporte de Colombia a la historia mundial de la inmundicia…ninguno de los siete
presidentes y sus ministros de Defensa en 24 años ha asumido la responsabilidad y en todo caso no hicieron lo

bastante para ponerle punto final a esa monstruosidad. Hernando Gómez Buendía.

¿Moñona uribista?

“Los nuestros fueron errores, los de ellos fueron horrores, es la consigna que le sirve de consuelo y de tapujo al
Centro Democrático.” Hernando Gómez Buendía.

“A mí me pone preso el magistrado Reyes, y había sido contratista del gobierno Santos por $575 millones para
referenciar a personas de la Farc que iban a entrar al proceso.” A. Uribe Vélez, Ibídem, p. 1.3.

Martha Soto, editora de la UI del diario El Tiempo, entrevistó de manera exclusiva a Álvaro Uribe Vélez, antes de que

el fiscal ante la CSJ, Gabriel Jaimes anunciara la cantada solicitud de preclusión del caso.
Después la

revista Semana colocó al exsenador comodín de la política como la portada hace quince días.  Para magnificar, con

cinismo, quiéralo o no Vicky Dávila, lo dispuesto por la institución que dirige Francisco Barbosa, el amiguis del

presidente Iván Duque.

En la entrevista Uribe ya edulcoraba su narrativa cínica, exculpatoria, de una parte. Mientras que enfiló las baterías

contra el testigo principal de cargo, el exparamilitar Juan Guillermo Monsalve.  Éste no aceptó la jugarreta del fiscal

Jaimes, quien pretendía contrainterrogarlo; aconsejado por su apoderado, Miguel Ángel Ríos se mantuvo firme en

acusar a los hermanos Uribe de ser creadores del bloque Metro.

Para socavar la prueba recaudada por el magistrado Reyes instructor de la CSJ, Uribe arremetió también cual toro de

lidia contra la interceptación de 22.000 llamadas telefónicas ordenadas por la Corte legalmente; y abonó el terreno

con “boñiga mediática” para defender a su compinche: “Dijeron que Álvaro H. Prada es cómplice en el caso que me

siguen, y me alarma cuando me dicen que el magistrado Reyes lo quiere acusar.”

El crimen más horrible

“…que los colombianos miren todas las pruebas y van a encontrar que no hay una sola palabra mía, no hay un solo
hecho mío que viole la ley penal colombiana.” Álvaro Uribe.

Los falsos positivos no fueron crímenes de guerra ni fueron cometidos “con ocasión o en el contexto del conflicto

armado interno”. Su víctima no fue el guerrillero, el integrante de la red urbana, el cómplice clandestino, el

simpatizante, el campesino que colaboró con la insurgencia…ni siquiera el sospechoso fundado o infundado de

alguna de esas cosas.    

          En: Crimen más horrible, Hernando Gómez Buendía, director de Razón Pública.

                                                         Hernando Gómez Buendía, quien dirigiera el Instituto Estudios Liberales en


los años ochenta, combatió luego al presidente Ernesto Samper por “el hacer a sus espaldas”, durante el

impeachment. Ahora escribe contra otro “liberal,” Uribe Vélez, el coloso de la seguridad “democrática” descubierta

en sus bestiales desnudeces.

Él editorializa sobre el informe de la JEP por las 6.402 ejecuciones extrajudiciales perpetradas durante las

presidencias de Uribe, entre los años 2002 y 2008. Fue su ministro Camilo Ospina quien firmó la resolución

administrativa y el decreto que dieron la patente de corso para ésta miles de veces criminal, inmunda, abominable

práctica.
 Junto con
los generales Montoya y Rito Alejo del Río, el “pacificador” de Urabá, estos caracterizados paladines, compinches del

régimen para-presidencial colombiano, son instrumentos de la degeneración democrática que experimenta el

orden pactado por las tres principales fuerzas de la Constituyente de 1991.

Constituyente, parto de los montes y degeneración


Primero, la AD/M19, segunda fuerza por número de delegados electos, fue arrastrada a producir un Frankenstein

constitucional, mediante acuerdos a las espaldas de las multitudes subalternas durante la Constituyente.

Este parto de los montes se tradujo en una participación “democrática” para imponer a cambio una apertura

económica capitalista. Fue la celada preparada por el neoliberal César Gaviria y sus alegres compadres, Cepedín y De

la Calle, con los nefandos resultados que seguimos cosechando: la desigualdad extrema que tenemos a la vista, y

que hace de millones delincuentes en potencia.

Así, este monstruo de dos cabezas nació sin refrendo popular, y con la exclusión voluntaria inmediata de “la tercera

fuerza”, Alianza Democrática-M19. Fue un asombroso debut de la Oposición, presente como minusválida envuelta

por el embeleco de la representación liberal que la más de las veces posa de democrática; y no como la última

defensa de los gobiernos que en lo esencial son autoritarios y dictatoriales. Todos responden a la dictadura del uno

como bien lo explicaron Hardt y Negri, en su libro Multitud (2004).

Antonio Navarro, Marcos Chalita, Vera Grave, Gustavo Petro, y la plana mayor sobreviviente del M19, cosechó con

amargura, en esa trituradora de la participación, su desintegración después de ser la fuerza política en vertiginoso

ascenso cuando se convocó la Asamblea Constituyente.

 Esta oposición, con la acción “constituyente” patrocinó, en cambio, una forma de revolución pasiva a la postre. Esta
situación ejemplar nos  recuerda el drama histórico del partido de la Acción de Mazzini y Garibaldi, que estudió

Gramsci en sus escritos de la cárcel sobre las fuerzas protagonistas del Risorgimento italiano, que es un periodo

histórico equivalente, con sus diferencias, a la Regeneración que impulsaron Núñez y Caro en Colombia.

Ambos episodios fueron vividos por cada nación en construcción de un orden capitalista tardío durante la segunda

mitad del siglo XIX. Italia padeció esta carencia de reformas sociales y económicas con el engendro sintomático del

fascismo, mientras que Colombia experimentó una violencia durante más de medio siglo, cuyo desenlace se

prolongó, sin solución de continuidad, hasta la última década del siglo XX.

La

reacción y la derecha juntas, el trío Gaviria, López y Gómez Hurtado, descabezó electoralmente a la dirigencia
pluralista delante de todos. Después que la AD/M19 sobrevivió a la “operación avispa” que orquestó el zorro “liberal”,

Alfonso López Michelsen con Horacio Serpa para la elección de delegados de diciembre de 1990. Desmantelaron así

la primera línea para disputar la dirección de la sociedad civil en los tradicionales puestos de comando de ésta.

 Aquella vez, el hijo del otro López mostró una vez más sus orejas de lobo burgués. La primera fue cuando estuvo al
frente del MRL, y su descarada defección propició la creación del Eln, por buena parte de los jóvenes que no se

subieron como pasajeros del tren de la “revolución liberal”.

Entonces una parte se enmontó, otra muchachada se desilusionó; mientras que unos, los menos, se dedicaron a

escribir historias de Colombia incompletas, porque aún no resuelven el acertijo que descubre la diferencia entre

liberalismo y democracia.   

Vueltas, Revueltas y Reformas


Ni la justicia ordinaria ni la JEP podrán lograr la tan mentada y mentida “reconciliación” entre los colombianos.

Hernando Gómez Buendía.

                                                         Hace pocos días, integrantes del M-19, pasados 31 años, anunciaron que

regresan como partido político como lo quiere también el Nuevo Liberalismo, el partido de los Galán Pachón. Los

primeros, en la expósita heredad del M19 encuentran una oportunidad, sin reconsiderar los errores cometidos.

Quieren probar suerte con lista aparte para congreso al lado de Gustavo Petro.

Al divulgar la JEP el macabro guarismo de las ejecuciones extrajudiciales, sirve éste a la opinión incrédula de casual

contrapunto a la cantada y alabada absolución de quien “padeció” 67 días de detención domiciliaria, confinado en El

Ubérrimo su hacienda en las goteras de Montería, mientras que miles de cadáveres están dispersos en el anonimato

de las fosas comunes, o desaparecieron desmembrados o cremados en hornos, como los que funcionaron día y

noche, a las afueras de Buchenwald, sin que nadie se “diera cuenta”

Es una denuncia elocuente y eficaz, si a Uribe Vélez le interrumpe el desafiante recorrido hacia la impunidad judicial

que comienza con el concierto para defraudar la justicia a través del artificio del sistema acusatorio. Aún tiene que

sobrepasar varias talanqueras ante la justicia nacional: ante la jueza 28 penal del circuito, a quien le tocó la “suerte

democrática” de juzgar al imputado por sobornos y obstrucción de la justicia.

Con este

precipitado de ignominia embadurnada de ordinariez rabulesca, Gómez Buendía escribió que Colombia ingresó a la

historia universal de la inmundicia. Historia universal, incontestada en la que se agolpan los crímenes cometidos

por la dictadura militar en Indonesia, la “limpieza” étnica en Yugoeslavia, las incursiones de las milicias “cristianas”
con apoyo israelí en Sabra y Chatila, la guerra social contra el pueblo de Siria, los bombardeos de Netanyahu contra

la población de Gaza. Pero el listado de la infamia global se amplía, día a día e impregna de hediondez todas las

buenas conciencias.

Peor aún, el economista Hernando Gómez tiene la certidumbre que el número de sacrificados puede ser mayor. Así

lo denuncian y reclaman los deudos, las víctimas que no descansan un día en el reclamo de justicia para con sus

seres queridos.

Porque son las víctimas de la guerra social que aupó la dupla bipartidista Pastrana/Uribe para enlodar la pizca de

participación democrática prometida en 1991.  Es el producto del parapresidencialismo que no detuvo un ministro

de defensa, que después repitió presidencia y ganó el Nobel de paz.

Hasta confesar que dio la orden final de matar a su adversario, Alfonso Cano, en estado de indefensión, con la

coartada que habían pactado negociar la paz en medio de las hostilidades. Tales conductas y situaciones de hecho,

años atrás dieron pie al nacimiento de monstruos como Pablo Escobar Gaviria, el antecesor de la sangrienta estela

dejada por el Matarife y sus secuaces del establecimiento bipartidista.

Desde entonces el bloque dominante estaba dispuesto a liquidar a sangre y fuego, por interpuesta persona, en lo

posible, al principal destacamento rebelde compuesto por la insurgencia subalterna de las Farc-Ep. Claro,

enfrentaron a un estado mayor envejecido, después de medio siglo de resistencia en las selvas, sin el armamento

para enfrentar a su antagonista. Hace pocos días siguen la tarea en las selvas del Guaviare bombardeando a las

disidencias de “Gentil Duarte”, donde está la prueba que murieron destruidos, o cazados luego por las fuerzas de un

(des)orden falaz al que consume la inmundicia  

El director de Razón Pública piensa que la JEP, con todo, se pliega con benevolencia ante los crímenes de lesa

humanidad, mientras que él califica como el crimen más horrible a los falsos positivos. Pero, no se atreve a descorrer

el velo de quiénes son los máximos responsables de esta barbarie, y por qué la siguen cometiendo como acaba de

probarlo la masacre de las “máquinas de guerra.”

A ella se

une la violencia en las urbes, donde los jóvenes pierden sus ojos, cuando no la vida en las ejecutorias criminales

prepotentes del Esmad y policías vestidos de civil que dispararon a matar en Bogotá, mientras la alcaldesa reconocía

que participaba del puesto de mando.


No queda duda, a la vista, para quienes no pierden sus ojos, que en primera persona el exsenador Álvaro Uribe Vélez

es responsable por acción y por omisión de esta tragedia nacional de monumentales proporciones, la que la

Comisión de la verdad, la JEP, y la justicia ordinaria están documentando.

 Qué tan madura está Colombia para entender y juzgar a quiénes lo secundaron en la tarea de la degeneración
democrática para darle vía libre al despojo que hace posible la explotación propia del capitalismo salvaje, que

conocemos como “extractivismo”, y la que concentra la tierra de manera inaudita la tierra en poquísimos

propietarios.  Lo sabremos en el curso de un año cuando los colombianos, incluido el 55 por ciento que se abstiene,

puedan parar esta empresa criminal de dantescas proporciones que convierte a la Violencia de los años cincuenta

en un macabro cuento de hadas.

El colofón será el resultado de las elecciones del año 2022. La mayoría de edad política de una nación conmovida y

aterrorizada, tendrá para serlo un doble desafío: decidir la renovación de la composición del congreso y quién

presidirá el ejecutivo nacional para resolver la crisis económica, moral y política. Para extirpar el cáncer del

parapresidencialismo que carcome y consume cualquier traza de civilidad, con más contundencia que las cepas

desatadas del Covid-19.

Todo lo cual exige promover, desde ya, al puesto de comando plural, participativo de las reformas urgentes,

inaplazables, en materia de igualdad social, reforma agraria integral y educativa a todos los niveles. A un nuevo

liderazgo, donde los jóvenes, las mujeres, las minorías, y los pobres, en suma los muchos, que tengan vocería y poder

decisorio ejercido desde las bases municipales y veredales de una nación herida de muerte, humillada, ofendida,

que se juega sus restos vitales.

Aptos para no quedarse engatusados por los embelecos de la representación, y no renuncien a participar con

autonomía e indeclinable pasión por la verdad, que descree de todas las promesas y de la pasión triste llamada

esperanza.

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