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El levantamiento de 1829…” (González Bernaldo).

Reseñar las interpretaciones clásicas del levantamiento y las pistas que había dejado H.
Donghi en sus estudios. ¿Cuáles fueron las tensiones –estructurales y coyunturales- que
compusieron el estado de situación de la revuelta? ¿Por qué la autora afirma que la
agitación indígena se manejaba con “plena autonomía”? ¿Cómo influyó la “guerra de
opinión? Explicar las tres etapas que reconoce la autora entre diciembre de 1828 y
diciembre de 1829. ¿Qué características tuvo cada una? ¿Quiénes fueron los actores que
participaron? ¿Por qué no valida la tesis del clientelismo para explicar la naturaleza de
la revuelta? ¿Cómo se argumentan los vínculos horizontales y la “toma de conciencia”?
¿De qué modo se consolidó esa identidad compartida? Analizar la participación de
Rosas en el conflicto. ¿Por qué los sediciosos no formularon ninguna reivindicación?

Para comenzar a trabajar la unidad 3, creo pertinente comenzar por entender el contexto
y las bases de las llamadas reformas Rivadavianas. Para ello y siguiendo las consignas
del profesor me basaré en el texto de Marcela Ternavasio que forma parte del tomo III
de la “Nueva Historia Argentina” [1]

Luego de Cepeda y la caída del gobierno central, el heterogéneo grupo dirigente de


Buenos Aires postuló su objetivo común: ordenar el caos producido luego de dicha
caída, dónde,  lo que definió las medidas a tomar fue la intención consensuada de no
buscar colocar a Buenos Aires en el centro de un poder nacional, sino replegarse
fronteras adentro ante la necesidad de reflotar la economía provincial, organizar la
indisciplinada sociedad movilizada por la guerra de independencia e imponer un nuevo
principio de autoridad.

Cabe destacar que el grupo dirigente de este periodo incluyó entre sus integrantes a
muchos personajes provenientes del periodo revolucionario, y que, para estas épocas, se
convirtieron en políticos de profesión, al tiempo que, se incorporaron personas
provenientes de la elite económica comercial y rural.  Todo esto, reconfiguró al grupo
dirigente bonaerense, lo que hace pensar en una búsqueda de intereses, debates y
soluciones distintas a las del periodo previo.

En este sentido es que el Partido del Orden reunió a este grupo de la elite bonaerense
empeñado en un plan de reformas tendientes a modernizar la estructura administrativa
heredada de la Colonia y a ordenar la sociedad surgida de la Revolución en sus más
diversos aspectos: económicos, sociales, políticos, culturales, urbanos. Para ello poseía
los recursos necesarios, antes absorbidos por la guerra de independencia y por el reparto
del principal ingreso fiscal obtenido a través de los derechos de aduana. El nuevo
Estado-provincia pudo utilizar en su beneficio las rentas liberarlas por la caída del poder
central e inaugurar una etapa de reconstrucción y transformación en todos los niveles de
la realidad social.[2]

Cabe destacar - y queda para ser desarrollado dada la característica distintiva del caso -
que este impulso reformista no estuvo acompañado por la sanción de una constitución
provincial; sino que todo el orden político bonaerense se estructuró a través de un
conjunto de leyes fundamentales encargadas de regir y regular el funcionamiento de las
instituciones de la provincia, a las que se les sumó un conjunto de prácticas que, aunque
no contenidas explícitamente en la letra de la ley, se erigieron en principios
constitutivos del nuevo régimen político.
En este sentido, los dos pilares básicos de la libertad política buscada por la reforma
fueron: un régimen representativo y la división de poderes. A través de estos se buscó
construir un camino civilizatorio que conduciría a la institucionalización definitiva del
poder.

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