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Tesis: P./J. 21/2014 (10a.)
I. Antecedentes
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Uno de los casos más conocidos, sucedido en el contexto
anteriormente descrito, es el conocido como “Campo Algodonero”,
correspondiente al homicidio brutal y con móvil sexual de 8 mujeres. Tres
de estos homicidios, uno cometido en contra de una mujer adulta y dos en
contra de mujeres menores de edad, fueron llevados por los familiares de
las víctimas, a través de diversas Organizaciones de la Sociedad Civil
protectoras de los derechos humanos, a la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos (la Comisión).
II. Argumentos
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La Corte observó que el Estado admitió, en términos generales, los
hechos de contexto relativos a la violencia contra las mujeres en Ciudad
Juárez, particularmente los homicidios que se han registrado desde el inicio
de los años 90, así como los hechos referentes a lo que el Estado
denominó “primera etapa” de las investigaciones de los crímenes
perpetrados en contra de las tres víctimas, que abarca el período 2001 a
2003. Además, México aceptó los hechos relativos a la afectación de la
integridad psíquica y dignidad de los familiares de las tres víctimas. Junto
con la anterior aceptación, reconoció el deber de reparación a su cargo por
dichos hechos.
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como su señalamiento con respecto a que los homicidios de mujeres en
Ciudad Juárez se encuentran influenciados por una cultura de
discriminación contra la mujer.
Deber de respeto
Deber de garantía
Según los hechos del presente caso, las víctimas González, Ramos y
Herrera eran mujeres jóvenes de 20, 17 y 15 años respectivamente, todas
humildes, una estudiante, las otras dos trabajadoras. Salieron de su casa
un día y sus cuerpos fueron encontrados días o semanas más tarde en un
campo algodonero con signos de violencia sexual y demás maltratos. En
los días entre sus desapariciones y el hallazgo de sus cuerpos, sus madres
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y familiares acudieron a las autoridades en busca de respuestas, pero se
encontraron con juicios de valor respecto al comportamiento de las víctimas
y con ninguna acción concreta destinada a encontrarlas con vida aparte de
la recepción de declaraciones.
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las víctimas fueran agredidas sexualmente, sometidas a vejámenes y
asesinadas. La Corte consideró que ante tal contexto surge un deber de
debida diligencia estricta frente a denuncias de desaparición de mujeres,
respecto a su búsqueda durante las primeras horas y los primeros días.
Esta obligación de medio, al ser más estricta, exige la realización
exhaustiva de actividades de búsqueda.
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recolección de evidencias y en la cadena de custodia, iv) contradicciones e
insuficiencias de las autopsias, y v) irregularidades e insuficiencias en la
identificación de los cuerpos, así como en la entrega irregular de los
mismos.
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recursos humanos, económicos, logísticos, científicos o de cualquier índole
que sean necesarios para el éxito de la búsqueda; v) confrontar el reporte
de desaparición con la base de datos de personas desaparecidas, y vi)
priorizar las búsquedas en áreas donde razonablemente sea más probable
encontrar a la persona desaparecida sin descartar arbitrariamente otras
posibilidades o áreas de búsqueda. Todo lo anterior deberá ser aún más
urgente y riguroso cuando la desaparecida sea una niña. Al respecto, se
deberá rendir un informe anual durante tres años.
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En consecuencia, sin perjuicio de la existencia de programas y
capacitaciones dirigidas a funcionarios públicos encargados de la
impartición de justicia en Ciudad Juárez, así como de cursos en materia de
derechos humanos y género, la Corte ordenó que el Estado continúe
implementando programas y cursos permanentes de educación y
capacitación en: i) derechos humanos y género; ii) perspectiva de género
para la debida diligencia en la conducción de averiguaciones previas y
procesos judiciales relacionados con discriminación, violencia y homicidios
de mujeres por razones de género, y iii) superación de estereotipos sobre el
rol social de las mujeres.
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inmateriales a favor de los familiares de las jóvenes Herrera, González y
Ramos, considerados víctimas de la violación al artículo 5 (derecho a la
integridad personal) de la Convención Americana, en conexión con el
artículo 1.1 de la misma.
Información general:
Hechos de la demanda:
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del Ejército en el Estado de Guerrero, México. Las alegadas violaciones
derivadas de este hecho “se prolongan hasta la fecha, por cuanto el Estado
mexicano no ha establecido el paradero de la presunta víctima ni se han
encontrado sus restos”. A más de 33 años de los hechos, existe total
impunidad ya que el Estado no ha sancionado penalmente a los
responsables, ni ha asegurado a los familiares una adecuada reparación.
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ANÁLISIS DE FONDO
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tratamiento cruel e inhumano [...] en contradicción con los párrafos 1 y 2 del
artículo 5 de la Convención”.
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desaparición forzada. Esto obliga al Estado a adelantar investigaciones
serias y efectivas para determinar su suerte o paradero, identificar a los
responsables y, en su caso, imponerles las sanciones correspondientes. El
desconocimiento del destino del señor Radilla Pacheco, su paradero o el de
sus restos, se mantiene hasta el día de hoy, sin que haya habido una
investigación efectiva para averiguar lo sucedido, lo que hace evidente el
incumplimiento de este deber. La Corte analizará en el Capítulo IX de esta
Sentencia lo relativo al deber de investigación a cargo del Estado. Para la
determinación de las violaciones alegadas, basta señalar que en este caso
el Estado no ha garantizado efectivamente los derechos contenidos en las
disposiciones analizadas.
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de proporcionar información acerca del paradero de la víctima o de iniciar
una investigación eficaz para lograr el esclarecimiento de lo sucedido.
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verdad de lo sucedido. De manera particular, la Corte ha establecido el
contenido del DERECHO A CONOCER LA VERDAD en su jurisprudencia
en casos de desaparición forzada de personas. En tal sentido, ha
confirmado la existencia de un “derecho de los familiares de la víctima de
conocer cuál fue el destino de ésta y, en su caso, dónde se encuentran sus
restos”. Además, correlativamente, en este tipo de casos se entiende que
los familiares de la persona desaparecida son víctimas de los hechos
constitutivos de la desaparición forzada, lo que les confiere el derecho a
que los hechos sean investigados y que los responsables sean procesados
y, en su caso, sancionados. Así, la Corte recuerda que el derecho a la
verdad se encuentra subsumido en el derecho de la víctima o de sus
familiares a obtener de los órganos competentes del Estado el
esclarecimiento de los hechos violatorios y las responsabilidades
correspondientes, a través de la investigación y el juzgamiento que
previenen los artículos 8 y 25 de la Convención. En consecuencia, en este
caso no se pronunciará respecto del alegato de la supuesta violación del
artículo 13 de la Convención Americana formulado por los representantes.
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brindar en un plazo razonable una resolución que resolviera el fondo de las
circunstancias que le fueron planteadas.
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En tal sentido, la Corte concluye que la investigación no está siendo
realizada en forma seria, efectiva y exhaustiva.
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DERECHO A LA PARTICIPACIÓN EN EL PROCESO PENAL
A) JURISDICCIÓN COMPETENTE
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C) LA JUSTICIA MILITAR EN LA CONVENCIÓN INTERAMERICANA
SOBRE DESAPARICIÓN FORZADA
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relación con los artículos 1.1 y 2 de la misma, y I incisos a) y b), y IX de la
CIDFP, así como con los artículos I d) y XIX de la CIDFP.
REPARACIONES
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correspondientes responsabilidades penales y aplicar efectivamente las
sanciones y consecuencias que la ley prevea.
PUNTOS RESOLUTIVOS
La Corte decide,
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La Corte declara que,
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Caso Cabrera García y Montiel Flores.
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Distrito del Vigésimo Primer Circuito en Coyuca de Catalán dictó sentencia
mediante la cual condenó a pena privativa de libertad de 6 años y 8 meses
de duración al señor Cabrera García y de 10 años al señor Montiel Flores.
Esta decisión fue objetada a través de diversos recursos judiciales y se
modificó parcialmente a su favor. En el año 2001 los señores Cabrera y
Montiel “fueron liberados para continuar cumpliendo la sanción que se les
impuso en su domicilio, debido a su estado de salud”.
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y Montiel en el transcurso del proceso penal, en términos generales, consta
que se denunciaron: i) jalones en los testículos; ii) toques eléctricos; iii)
golpes en distintas partes del cuerpo, como los hombros, el abdomen y la
cabeza; iv) que fueron vendados y amarrados; iv) que fueron ubicados en
forma de cruz según la ubicación del sol; v) que fueron encandilados por
una luz brillante; vi) que recibieron amenazas mediante armas, y vii) que se
utilizó el “tehuacán” para introducirles agua gaseosa en las fosas nasales”.
Asimismo, la Corte consideró que si bien existían diferencias en las
declaraciones emitidas por las víctimas en diversos momentos, “las
diferencias entre cada testimonio rendido por los señores Cabrera y Montiel
no pueden ser consideradas como contradicciones que denotan falsedad o
falta de veracidad”, toda vez que “las circunstancias principales coinciden”.
Por otra parte, el Tribunal valoró diversas constancias y certificados
médicos respecto a la integridad física de las víctimas en los que no se
mencionaban que hubieran sufrido lesiones como consecuencia de la
detención. La Corte consideró que “dada su finalidad” esos certificados
médicos no eran “suficientes, por sí solos, para fundamentar el rechazo o la
aceptación de los alegatos de tortura en el presente caso”. Sin perjuicio de
lo anterior, la Corte resaltó la existencia de “ciertos certificados médicos
como el emitido el 15 de mayo de 1999, en el cual se dejó constancia de la
presencia de hematomas que presuntamente habían sido el resultado de
los golpes recibidos por los señores Cabrera y Montiel durante su detención
o el certificado expedido el 4 de junio de 1999 en el que se aseveró que las
lesiones habían sido producidas aproximadamente 30 días atrás”.
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presente caso la investigación fue iniciada más de tres meses después de
que se hiciera la primera mención sobre las alegadas torturas cometidas y
que se dio inicio a dicha investigación por petición expresa de los
denunciantes dentro del proceso penal que se llevó a cabo en su contra, sin
que se haya iniciado una investigación de oficio cuando se hicieron las
mencionadas denuncias. La Corte encontró que si bien en dicho proceso
“los tribunales internos valoraron y estudiaron tanto los certificados médicos
como los peritajes realizados con el fin de confirmar las alegadas torturas”,
tal proceso “poseía un objeto distinto al de investigar a los presuntos
responsables de la denuncia, ya que paralelamente se estaba juzgando a
los señores Cabrera y Montiel”.
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todo individuo que se halla bajo su custodia” y que “siempre que una
persona es detenida en un estado de salud normal y posteriormente
aparece con afectaciones a su salud, corresponde al Estado proveer una
explicación creíble de esa situación”. En consecuencia, existe la presunción
de considerar responsable al Estado por las lesiones que exhibe una
persona que ha estado bajo la custodia de agentes estatales. En dicho
supuesto, recae en el Estado la obligación de proveer una explicación
satisfactoria y convincente de lo sucedido y desvirtuar las alegaciones
sobre su responsabilidad, mediante elementos probatorios adecuados.
Teniendo en cuenta lo anterior, la Corte resaltó que “de la prueba aportada
en el caso es posible concluir que se verificaron tratos crueles, inhumanos y
degradantes en contra de los señores Cabrera y Montiel”, en violación del
derecho a la integridad personal, consagrado en los artículos 5.1 y 5.2, en
relación con el artículo 1.1 de la Convención Americana.
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Respecto al proceso en la jurisdicción penal militar para investigar a
los responsables de la alegada tortura sufrida por los señores Cabrera y
Montiel, la Corte observó que si bien se inició una averiguación en el fuero
ordinario, posteriormente se cedió la competencia a la Procuraduría
General de Justicia Militar (PGJM), la cual resolvió que no había existido
tortura. Como consecuencia de un pronunciamiento de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos en relación con el presente caso, la PGJM
inició una nueva Averiguación Previa y concluyó que no se habían
acreditado actos de tortura en contra de las víctimas. Al respecto, la Corte
reiteró que en el fuero ordinario no se investigó de oficio a los presuntos
responsables de las alegadas torturas, por lo que declaró la violación del
artículo 8.1 de la Convención Americana y del artículo 8 de la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Asimismo, a partir de
los precedentes en los casos Radilla Pacheco, Fernández Ortega y
Rosendo Cantú, el Tribunal señaló que “la jurisdicción militar no es el fuero
competente para investigar y, en su caso, juzgar y sancionar a los autores
de violaciones de derechos humanos sino que el procesamiento de los
responsables corresponde siempre a la justicia ordinaria[ y que dicha]
conclusión aplica no solo para casos de tortura, desaparición forzada y
violación sexual, sino a todas las violaciones de derechos humanos”, por lo
que declaró la violación del artículo 8.1 de la Convención Americana.
Finalmente, la Corte indicó que “los señores Cabrera y Montiel no pudieron
impugnar efectivamente la competencia de [la jurisdicción militar] para
conocer de asuntos que, por su naturaleza, deben corresponder a las
autoridades del fuero ordinario[, razón por la cual] “no contaron con
recursos efectivos para impugnar el conocimiento de la alegada tortura por
la jurisdicción militar” y declaró la violación del artículo 25.1 de la
Convención Americana.
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En lo que se refiere a la adecuación del derecho interno mexicano
respecto a la intervención de la jurisdicción penal militar, también siguiendo
su jurisprudencia previa en los casos Radilla Pacheco, Fernández Ortega y
Rosendo Cantú, el Tribunal señaló que ya que el artículo 57 del Código de
Justicia Militar “opera como una regla y no como una excepción,
característica ésta última indispensable de la jurisdicción militar”, se
incumple con “los estándares establecidos por esta Corte”, resaltando “que
el cumplimiento de dichos estándares se da con la investigación de todas
las vulneraciones de derechos humanos en el marco de la jurisdicción
penal ordinaria, por lo que no puede limitar su campo de aplicación a
violaciones específicas, tales como la tortura, la desaparición forzada o la
violación sexual” y así concluyó que el Estado incumplió la obligación
contenida en el artículo 2, en conexión con los artículos 8 y 25 de la
Convención Americana.
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Código de Justicia Militar con los estándares internacionales en la materia y
de la Convención Americana; así como adoptar las reformas legislativas
pertinentes para permitir que las personas que se vean afectadas por la
intervención del fuero militar cuenten con un recurso efectivo para impugnar
su competencia; e) adoptar, en el marco del registro de detención que
actualmente existe en México, medidas complementarias para fortalecer el
funcionamiento y utilidad de dicho sistema; f) continuar implementando
programas y cursos permanentes de capacitación sobre investigación
diligente en casos de tratos crueles, inhumanos o degradantes y tortura, los
cuales deberán impartirse a los funcionarios federales y del estado de
Guerrero, particularmente a integrantes del Ministerio Público, del Poder
Judicial, de la Policía así como a personal del sector salud con competencia
en este tipo de casos y que por motivo de sus funciones sean llamados a
atender víctimas que alegan atentados a su integridad personal; así como
fortalecer las capacidades institucionales del Estado mediante la
capacitación de funcionarios de las Fuerzas Armadas sobre los principios y
normas de protección de los derechos humanos y sobre los límites a los
que deben estar sometidos, y g) pagar las sumas fijadas por concepto de
indemnización por daño material e inmaterial y por el reintegro de costas y
gastos.
el presente caso una vez que el Estado haya dado cabal cumplimiento a lo
dispuesto en la misma.
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en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte,
así como los criterios emitidos por el Poder Judicial de la Federación al
interpretarlos y acudir a los criterios interpretativos de la Corte
Interamericana para evaluar si existe alguno que resulte más favorable y
procure una protección más amplia del derecho que se pretende proteger.
Esto no prejuzga la posibilidad de que sean los criterios internos los que
cumplan de mejor manera con lo establecido por la Constitución en
términos de su artículo 1º, lo cual tendrá que valorarse caso por caso a fin
de garantizar siempre la mayor protección de los derechos humanos.
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PARÁMETRO PARA EL CONTROL DE CONVENCIONALIDAD EX
OFFICIO EN MATERIA DE DERECHOS HUMANOS.
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los principios de división de poderes y de federalismo, sino que fortalece el
papel de los jueces al ser el último recurso para asegurar la primacía y
aplicación efectiva de los derechos humanos establecidos en la
Constitución y en los tratados internacionales de los cuales el Estado
Mexicano es parte.
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Derivado del cumplimiento que el Estado Mexicano debe dar a la
sentencia dictada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el
caso Rosendo Radilla contra el Estado Mexicano, el Poder Judicial de la
Federación debe ejercer un control de constitucionalidad y
convencionalidad ex officio respecto del artículo 57, fracción II, del Código
de Justicia Militar, ya que su actual redacción es incompatible con lo
dispuesto por el artículo 2o. de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos. La Corte Interamericana de Derechos Humanos determinó que
no es necesario modificar el contenido normativo del artículo 13 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pero señaló que su
interpretación debe ser coherente con los principios convencionales y
constitucionales de debido proceso y acceso a la justicia, contenidos en la
propia Constitución y en el artículo 8.1 de la citada Convención Americana.
Así, la interpretación de este precepto del Código de Justicia Militar debe
ser en el sentido de que frente a situaciones que vulneren derechos
humanos de civiles, bajo ninguna circunstancia puede operar la jurisdicción
militar, porque cuando los tribunales militares conocen de actos
constitutivos de violaciones a derechos humanos en contra de civiles,
ejercen jurisdicción no solamente respecto del imputado, el cual
necesariamente debe ser una persona con estatus de militar en situación
de actividad, sino también sobre la víctima civil, quien tiene derecho a
participar en el proceso penal no sólo para efectos de la respectiva
reparación del daño, sino también para hacer efectivos sus derechos a la
verdad y a la justicia. De este modo, en estricto acatamiento a lo resuelto
por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para esta Suprema
Corte de Justicia de la Nación la interpretación que corresponde al artículo
13 de la Constitución Federal en concordancia con el artículo 2o. de la
Convención Americana, deberá ser coherente con los principios
constitucionales de debido proceso y acceso a la justicia contenidos en ella,
y de conformidad con el artículo 8.1 de la Convención Americana de
Derechos Humanos, el cual, entre otras prerrogativas, prevé el derecho a
comparecer ante juez competente. Por todo ello, la actual redacción del
artículo 57, fracción II, del Código de Justicia Militar, es incompatible con lo
dispuesto en el artículo 13 constitucional, conforme a esta interpretación a
la luz de los artículos 2o. y 8.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos.
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El Estado Mexicano se adhirió a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos el 24 de marzo de 1981 y reconoció la competencia
contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos el 16 de
diciembre de 1998, mediante declaración unilateral de voluntad que fue
publicada en el Diario Oficial de la Federación el 24 de febrero de 1999. En
ese sentido, los artículos 133 y 1o. de la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos reconocen la vigencia de los tratados
internacionales en nuestro ordenamiento jurídico interno y establecen la
obligación de las autoridades nacionales de aplicar los derechos humanos
de conformidad con la Constitución y los tratados internacionales vigentes
en nuestro país. Por lo anterior, la ratificación de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos y el reconocimiento de la jurisdicción
contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, generan
como una consecuencia ineludible que las sentencias emitidas por dicho
tribunal internacional, en aquellos casos en los cuales México haya sido
parte en el juicio, resulten obligatorias para el Estado mexicano, incluidos
todos los jueces y tribunales que lleven a cabo funciones materialmente
jurisdiccionales. Esta obligatoriedad alcanza no sólo a los puntos
resolutivos de las sentencias en comento, sino a todos los criterios
interpretativos contenidos en las mismas.
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protege en términos más amplios. Esto implica acudir a la norma jurídica
que consagre el derecho más extenso y, por el contrario, al precepto legal
más restrictivo si se trata de conocer las limitaciones legítimas que pueden
establecerse a su ejercicio. Por tanto, la aplicación del principio pro
personae en el análisis de los derechos humanos es un componente
esencial que debe utilizarse imperiosamente en el establecimiento e
interpretación de normas relacionadas con la protección de la persona, a
efecto de lograr su adecuada protección y el desarrollo de la jurisprudencia
emitida en la materia, de manera que represente el estándar mínimo a
partir del cual deben entenderse las obligaciones estatales en este rubro.
CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD Y DE
CONVENCIONALIDAD (REFORMA CONSTITUCIONAL DE 10 DE JUNIO
DE 2011).
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Estado mexicano sólo podrán inaplicar la norma si consideran que no es
conforme a la Constitución Federal o a los tratados internacionales en
materia de derechos humanos.
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