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Guía Lectura 5º B
Guía Lectura 5º B
A uno le llamó gordo grasiento, a otro calvo como una pelota, a otro feo como un
sapo… Cuando llegó al último de la fila, pensó que su cara le recordaba a la de
un pájaro. Espantada, le dedicó otro de sus desagradables comentarios.
Y dicho esto, salió del gran salón dando un gran portazo y dejando a todos los
invitados sin saber qué decir.
Al cabo de tres días, llamaron al portón principal. Era un mendigo vestido con
harapos que, al parecer, se ganaba la vida pidiendo limosna. El rey le mandó
pasar y llamó a su hija
– ¡Pero padre…! Yo… ¡Yo no puedo casarme con este hombre andrajoso, sin
clase ni educación!
3 ¿Crees que el amor se relaciona con el dinero o la educación?
Comenta con tus compañeros (as)
– ¡Por supuesto que puedes! Tu conducta fue inadmisible y ahora debes asumir
las consecuencias.
Caminaron durante horas hasta llegar al reino vecino. Cuando pasaron la frontera,
atravesaron grandes propiedades con hermosos jardines. Un río caudaloso y
cristalino atravesaba todo el lugar y a los lados verdes bosques con árboles
frondosos, cargados de fruta, le daban vida al hermoso espectáculo de la
naturaleza.
Unas pequeñas, limpias y muy bien pintadas; brindaban una sensación acogedora
a quien llegaba al reino y todas las personas sonreían y saludaban al ver a un
forastero.
Era noche cerrada cuando llegaron a casa. Su nuevo hogar se reducía a una
cabaña muy humilde, llena de rendijas por donde entraba el frío y sin ningún tipo
de comodidades. La princesa estaba desolada… ¡Qué sitio más horrible!
Su marido le pidió que encendiera el fuego, pero ella no sabía cómo hacerlo.
Siempre había tenido criados que hacían todas esas labores tan desagradables.
Tampoco sabía cocinar, ni limpiar, ni hacer la cama, que en este caso era un
mugriento colchón tirado en el suelo. El hombre, resignado, echó unos troncos en
la chimenea y enseguida entraron en calor.
– No tenemos nada para comer. Tendrás que trabajar para ganar algo de dinero.
Toma estas tiras de mimbre y haz unas cestas para venderlas en el pueblo.
La princesa lo intentó, pero al manejar las ramitas se hizo heridas en sus
delicadas manos ¡Ella no estaba hecha para esas tareas!
La joven puso interés, pero de nada sirvió. El hilo cortó sus dedos y de ellos
salieron finísimos regueros de sangre.
– ¡Está bien, olvídate de eso! Mañana irás al pueblo a vender las ollas de
cerámica que yo mismo he fabricado ¡Es nuestra última oportunidad para ganar
unas monedas!
– ¿Yo? ¿Al mercado? ¡Eso es imposible! Soy una princesa y no puedo sentarme
allí como una pordiosera a vender baratijas ¡Si me reconocen seré el hazmerreír
de todo el mundo!
– Lo siento por ti, pero no queda más remedio. Si no, nos moriremos de hambre.
– ¡Ay! ¡Qué desgracia! ¿Qué voy a hacer ahora?… ¡No me queda nada para
vender! ¡Mi esposo se va a disgustar muchísimo!
Regresó con el saco vacío, sin vasijas y sin dinero. Cuando entró en casa, se
derrumbó y comenzó a llorar sin consuelo. Su marido fue muy directo:
– Tenía el presentimiento de que esto tampoco saldría bien, así que fui al palacio
del rey y le pedí trabajo para ti. Sólo hay un puesto de fregona y tendrás que
aceptarlo.
¡Fregona en el palacio del reino! La princesa se sintió humillada ¡Seguro que el rey
y el príncipe eran amigos de su padre y la reconocerían!
– ¿Me permite este baile, señorita? – le susurró con voz aterciopelada.
La princesa se giró y dio un grito ahogado. El joven, aunque era apuesto y desde
luego muy refinado, tenía la barbilla ligeramente torcida ¡El príncipe era Pico de
Tordo!
Se sintió tan abochornada que echó a correr por el salón. Estaba sucia,
despeinada y vestida con ropa vieja y descolorida. A su alrededor, los ilustres
invitados estallaron en carcajadas. La princesa se puso tan nerviosa que tropezó
y cayó a la vista de todo el mundo. Se tapó la cara con el mandil y sus llantos
6. ¿Por qué lloraba la princesa?
fueron tan grandes que el salón enmudeció. Entonces, notó que alguien le tocaba
el hombro suavemente. Levantó la mirada y ahí estaba el príncipe Pico de Tordo
tendiéndole la mano.
La princesa se levantó del suelo y clavó sus ojos en los del príncipe.
– Lo siento mucho… Fui una estúpida y una orgullosa. Gracias a ti ahora soy
mejor persona. Perdóname por haberte insultado el día que nos conocimos.
– Lo sé y me alegro de que así sea ¿Ves todo esto? ¡Lo he preparado para ti!
Entre los asistentes estaba su padre el rey, que por fin se sintió tremendamente
orgulloso de ella. Emocionada corrió a abrazarle y vivió el momento más bello de
su vida. 8. ¿Por qué el rey se sintió orgulloso de su
hija?
La princesa miró a sus invitados y les dijo: Gracias a mi buen padre y a mi amado,
he aprendido que: “Una persona sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo,
cuando ha de ayudarle a levantarse.”