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Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente

Oficina Regional para América Latina y el Caribe


UNITED NATIONS ENVIRONMENT PROGRAMME
PROGRAMME DES NATIONS UNIES POUR L’ENVIRONNEMENT
PROGRAMA DAS NAÇOES UNIDAS PARA O MEIO AMBIENTE

Distribución:
Séptima Reunión del Comité Intersesional del Limitada
Foro de Ministros de Medio Ambiente UNEP/LAC-IC.7/Inf.4/Add.1
de América Latina y el Caribe Miércoles 15 de mayo de 2002
Original: Español
Sao Paulo, BRASIL
15 al 17 de mayo de 2002

MANIFIESTO

Por una Ética para la Sustentabilidad*

Introducción
1. La crisis ambiental es la crisis de un modelo depredador de la naturaleza y de las
culturas. La trama de certezas y predicciones de la racionalidad científica construyó una
concepción del mundo homogeneizadora y una forma de ser en el mundo donde no cabrían
otros mundos, otros saberes, otros desarrollos, otras culturas. En este modelo de
conocimiento fraguó la ciencia económica, colonizada por el mecanicismo y el determinismo.
La crisis ambiental es una crisis de nuestro tiempo, donde se expresan los límites de la
racionalidad de la modernidad en los desajustes de los procesos de co-evolución entre
naturaleza y sociedad. La crisis ambiental es un hecho histórico generado por la
incompatibilidad entre crecimiento económico y los patrones tecnológicos dominantes con la
trama de la vida en el planeta. La degradación ecológica acelera la entropía en el planeta
como un hecho antrópico y no natural.
2. La historia del concepto de desarrollo sustentable lo muestra como concepto equívoco y
polisémico que revitaliza el viejo rito desarrollista y promueve la falacia de un crecimiento
económico ilimitado sobre la naturaleza limitada del planeta. Por el contrario, el concepto de
sustentabilidad, reconociendo los límites de la naturaleza, puede ayudarnos a definir una
nueva visión y una nueva comprensión del mundo para enfrentar los enormes desafíos de la
humanidad. El cambio fundamental que necesitamos no corresponde solo a los campos de
la tecnología, la política o la economía, sino al de nuestras creencias que determinan el
mundo que habitamos. Debemos cambiar las concepciones dominantes de la racionalidad
económica y tecnológica que intentan legitimar procesos de dominación, insustentabilidad
ecológica e inequidad social.
3. En el devenir de la humanidad, el ser moral debe entenderse como un estadio superior al
ser racional, en el cual el hombre llega a tomar conciencia y responsabilidad sobre su propio
yo en la deliberación de lo justo y lo bueno de sus actos hacia sí mismo, hacia los otros y
hacia la naturaleza. La ética se convierte así en un soporte existencial de la conducta
humana y de la sustentabilidad de la vida.
4. La racionalidad instrumental, el individualismo competitivo y el interés práctico han
suplantado en la modernidad a la racionalidad sustantiva fundada en valores, el interés
común y la solidaridad. Es por ello necesario restablecer la conexión con la vida, recuperar

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Esta adición se presenta de conformidad con el párrafo 6 del documento UNEP-LAC-IC.7/Inf.4
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el tiempo de pensar y el tiempo de sentir. Reivindicar el derecho a disentir y alcanzar el bien
común reafirmando las diferencias.
5. La ética de la sustentabilidad debe enfrentar las dicotomías entre opulencia y miseria;
alta tecnología y hambre, sobre-explotación de los recursos y depauperación de miles de
millones de seres humanos; mundialización de mercados, marginación económica y
exclusión social. La sustentabilidad de la vida en el planeta y los sentidos civilizatorios de la
humanidad no pueden ni deben restringirse y sujetarse a los designios de una globalización
económica, guiada por el interés individual, privado y de corto plazo.
6. Un conjunto de valores, principios y preceptos éticos ha movilizado las conciencias de los
seres humanos así como los criterios de toma de decisiones de los grupos de interés y las
políticas de los gobiernos a partir del primer Día de la Tierra en 1970; en el transcurso de la
Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano, celebrada en Estocolmo en
1972 a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada
en Río de Janeiro en 1972; desde la Primavera Silenciosa, la Bomba Poblacional y los
Límites del Crecimiento; de las estrategias del ecodesarrollo a las políticas del desarrollo
sostenible. Este cuerpo de preceptos para la sustentabilidad comprende la revalorización de
la vida, la percepción del mundo como “una sola tierra” con un “futuro común” para la
humanidad, con base en una geopolítica fundada en “pensar globalmente y actual
localmente”; el principio precautorio ante la falta de certezas fundadas en el conocimiento
científico y el exceso de imperativos tecno-económicos; la responsabilidad colectiva con la
equidad social, la justicia ambiental y la calidad de vida de las generaciones presentes y las
futuras; la visión prospectiva de un futuro sustentable para la humanidad.
7. Los preceptos éticos de (para) la sustentabilidad, contenidos en los Principios de Río o en
la Carta de la Tierra, no han sido plenamente incorporados en la racionalidad dominante, ni
en las conciencias de actores sociales y tomadores de decisiones. Estos principios no se han
traducido en un cuerpo constituyente de normas para reorientar procesos económicos,
políticos y sociales.
8. En el proceso de Río+10 la economía se volvió ecológica, la ecología se volvió ecología
política, la diversidad cultural se volvió política de la diferencia. Las políticas liberales están
pasando de los modelos de democracia representativa hacia procesos de democracia
directa. La ética igualmente se está transmutando en una ética política; de la razón pura y
la razón práctica nos movemos hacia una economía moral y una ética para la conducción de
los procesos sociales hacia un futuro sustentable. De las fallas del principio de realidad y las
razones de fuerza mayor del Estado y del mercado, estamos recuperando el principio de
esperanza y el derecho a repensar el mundo para volver a hacer vivible la vida.
9. La formulación de una ética para la sustentabilidad es una tarea que demanda una
mirada retrospectiva a la genealogía de los valores que han servido de fundamento moral a
las acciones de la modernidad. Ni el individualismo y la competencia de la racionalidad
económica, ni la supremacía del conocimiento científico sobre los saberes no científicos, ni
la visión utilitarista de la tecnología son compatibles con los principios de la sustentabilidad.
Los principios de una ética para la sustentabilidad se expresan en nuevos valores: el
hombre solidario con el planeta; el bien común fundado en la gestión colectiva de los bienes
comunes de la humanidad; los derechos colectivos sobre los derechos privados; el ser antes
del tener; la distribución antes del crecimiento; abrir el porvenir ante el cierre de la historia.
10. La ética para la sustentabilidad es una ética de la diversidad y una política de la
diferencia imbricada con el ethos propio de diferentes visiones culturales. Esta ética no
puede constituirse en una serie de preceptos morales nugatorios de la condición humana. La
tendencia al gasto, sea éste ritual ó consumista, no se resuelve tan sólo con un control y la
auto-limitación del gasto exosomático. Reclama, por sobre todo, la constitución de un nuevo
modo de producción fundado en los potenciales de la naturaleza y de la cultura y no en las
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leyes ciegas, unívocas, hegemónicas y de corto plazo del mercado. Esta ética se funda en
una política de la diversidad, la diferencia, la otredad y la alternativa que persigue la
construcción de una nueva racionalidad, de una racionalidad ambiental, fundada una nueva
economía –moral, ecológica y cultural—como condición de su sustentabilidad.
11. La ética para la sustentabilidad toma cuerpo en un conjunto de preceptos y principios
para reorientar los comportamientos individuales y colectivos, así como las acciones
públicas y privadas hacia la sustentabilidad. Entre ellos identificamos los siguientes:

Ética de la sustentabilidad natural y cultural


12. La ética de la sustentabilidad debe partir del reconocimiento de los límites y potenciales
naturales y culturales para el desarrollo sustentable. No se trata de someter los
comportamientos humanos a leyes universales. Sin embargo, es necesario reconocer que la
racionalidad económica ha fallado precisamente por su desconocimiento de las leyes límite
de la naturaleza y de la cultura, ignorando que todo proceso económico está concatenado
con procesos regidos por las leyes de la termodinámica y que el crecimiento económico
acelera la entropía en el planeta.
13. La ética de la sustentabilidad implica revertir y cambiar el principio del egoísmo
individual como generador de bien común por un altruismo fundado en la solidaridad, la
compasión, la reciprocidad. La ética se ha vuelto política, y la pertinencia de que la ética sea
factible en la realidad, depende de su arraigue en movimientos sociales ascendentes, en
grupos culturales crecientes, en la nueva cultura de la solidaridad que hoy en día comienza
a enlazarse en torno de redes y foros mundiales.
14. Más allá de una ética que otorgue a la naturaleza un valor intrínseco universal, o del
valor económico ó instrumental asignado a la naturaleza, la ética para la sustentabilidad
está ligada a cosmovisiones, sentimientos y creencias que asignan valores culturalmente
construidos a los bienes ambientales a través de formas de significación cultural de la
naturaleza, superando la idea de la existencia de valores intrínsecos y la asignación de
valores económicos. El mundo globalizado requiere una ética que permita superar las
controversias y antagonismos surgidos de la confrontación entre diferentes formas de
valoración de la naturaleza. La ética de la sustentabilidad debe ser capaz de dirimir los
conflictos que emergen del relativismo y singularidad de las diversos intereses y principios
morales en una política de la diferencia.
15. La ética de la sustentabilidad cultural implica reconocer los límites ambientales de
cualquier organización cultural. Construir cultura contra la naturaleza o más allá de sus
límites es sembrar la muerte de la misma cultura. El reconocimiento de los límites de la
cultura significa aceptar los límites de la tecnología que ha llegado incluso a suplantar los
valores humanos por la eficiencia mecanicista. La técnica debe ser gobernada por un
sentido ético de su potencia transformadora de la vida.
16. Lo que está en juego es superar esta civilización avanzando hacia una sociedad
convivencial y sostenible, hacia un nuevo estilo de vida inspirado en la frugalidad, el
pluralismo y armonía en la diversidad, valores que no tienen cabida en la agenda de la
cultura hegemónica. El proyecto político del pensamiento ambiental va hasta la raíz del ser
para remover todos los cimientos culturales, políticos, sociales y filosóficos de esta
civilización despilfarradora, sojuzgadora y excluyente.

Ética de una producción para la vida


17. La injusticia social a gran escala fundada en una desigual distribución económica y
ecológica se traduce en grave deterioro ambiental. La igualdad humana no significa que
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todos poseamos lo mismo, sino que todos tengamos las mismas oportunidades. Como
afirma la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, “Los seres humanos
constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible. Tienen
derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza.” En ese sentido,
toda discriminación significa de hecho una forma de esclavitud de los seres humanos.
Cuando la producción se orienta a satisfacer las necesidades superfluas de los que poseen,
se discrimina a las mayorías pobres La pobreza no es un estado natural, sino un resultado
de la exclusión social. La división creciente entre países ricos y pobres sigue siendo el
mayor peligro ambiental y el mayor reto a la sustentabilidad.
18. La construcción de sociedades sustentables depende de la viabilidad del tránsito hacia
una civilización basada en el aprovechamiento de fuentes de energía renovables,
económicamente eficientes y ambientalmente amigables, como la energía solar, principio
del único proceso neguentrópico del planeta: la fotosíntesis. El viraje del paradigma
mecanicista al ecológico se está dando en la ciencia, en los valores y actitudes individuales y
colectivas, así como en los patrones de organización social. Ello abre los cauces para la
construcción de una nueva racionalidad productiva, de una economía ecológica, moral y
culturalmente sustentable, fundada en los principios de una productividad neguentrópica y
ecotecnológica, a partir de los potenciales de la naturaleza y de la cultura.

Ética del conocimiento, la información y el diálogo de saberes


19. El desarrollo del conocimiento ha conducido a la humanidad a un dilema: al tiempo que
ha abierto las posibilidades para una “inteligencia colectiva” asentada en los avances de la
cibernética y las tecnologías de la información, la aplicación egoísta e irresponsable del
avance científico y tecnológico compromete seriamente la supervivencia del hombre, al
tiempo que la inequidad social asociada con el desigual acceso al conocimiento y a la
información son moralmente insostenibles. La capacidad humana para trascender su
entorno inmediato y transgredir el orden natural está modificando, a menudo de manera
irreversible, procesos naturales cuya evolución ha tomado millones de años,
desencadenando riesgos ecológicos y humanos fuera de todo control científico.
20. La ciencia se debate hoy entre dos visiones opuestas del mundo. Por una parte, la
ciencia es la principal herramienta de la ideología que actualmente dirige la economía
mundial de mercado orientada al crecimiento continuo y la búsqueda de riqueza individual.
Por otra, la ciencia está llamada a producir conocimientos y tecnologías que promuevan la
sustentabilidad ambiental basada en el bienestar de los pueblos y el manejo sostenible de
los recursos naturales. La ética para la sustentabilidad debe llevarnos a conjugar las
aportaciones racionales del conocimiento científico y las reflexiones morales de la tradición
humanística.
21. La arrogancia epistemológica del pensamiento científico, que se pretende superior a
otros saberes, está siendo confrontada por lo no pensado y no pensable desde su logo-
centrismo. Hoy los asuntos cruciales de la sustentabilidad no son comprensibles o resolubles
solo mediante la ciencia, incluso con el concurso de un cuerpo científico interdisciplinario. No
porque la verificación científica deba ser decidida mediante procedimientos democráticos,
sino porque las decisiones sobre la sustentabilidad ecológica y la justicia ambiental ponen
en juego a diversos actores sociales. Los juicios de verdad implican la intervención de
visiones, intereses y valores que son irreductibles al juicio “objetivo” de las ciencias.
22. Una ética del conocimiento para la sustentabilidad debe resultar de una nueva visión de
la economía, de la sociedad y de nosotros mismos, que nos permita comprender la
naturaleza de nuestros lazos indisolubles con la biosfera en un mundo de fenómenos
sociales, ecológicos y ambientales interconectados. Para alcanzar esta nueva visión
debemos cambiar la percepción del mundo que se encuentra en la raíz del malestar en
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nuestra cultura y de la crisis ambiental, disponiéndonos a modificar nuestros valores y


concepciones del mundo.
23. La ética de la sustentabilidad remite a la ética de un saber que se está construyendo. Es
una ética para deconstruir paradigmas y para abrir la creatividad hacia otros saberes y otros
mundos posibles. Para ello, es necesario recuperar el “conocimiento valorativo” así como las
relaciones entre saber y poder en escenarios donde prevalece la codicia, la ganancia
desmedida, la prepotencia, la indiferencia y la agresión sobre los sentimientos de
solidaridad, compasión y comprensión. El conocimiento valorativo implica asumir el
reconocimiento del valor de la vida y el reencuentro de nosotros mismos, como seres
humanos sociales y naturales.
24. La sustentabilidad depende del cambio de una concepción del conocimiento del mundo
como objetos por una fundada en el mundo del ser. La desconstrucción del logo-centrismo
debe dar paso a un cambio cultural que estimule el florecimiento de las virtudes personales
y cívicas como estrategia para garantizar el respeto de la base mínima de deberes positivos
y negativos, o sea, de las normas básicas de convivencia.
25. La educación para la sustentabilidad es el instrumento la construcción de una
racionalidad ambiental, incorporando un nuevo paradigma holístico. Ello implica una nueva
pedagogía para reaprender, para reconocer y para actuar con y ante la otredad. Es una
educación para la participación, la autodeterminación y la transformación; una educación
que permita recuperar el valor de lo sencillo en la complejidad; de lo local ante lo global; de
lo diverso ante lo único; de lo singular ante lo universal.

Ética de la ciudadanía global, el espacio público y los movimientos


sociales
26. El movimiento ambiental ha generado la emergencia de una ciudadanía global que
expresa los derechos de todos los pueblos y las personas a participar de manera individual y
colectiva en la toma de decisiones que afecta su existencia, emancipándose del poder del
Estado y del mercado como organizadores de sus mundos de vida. Hoy asistimos a la
privatización de los espacios públicos. Nuestro destino está cada vez más decidido por
procesos económicos y políticos fuera de nuestros mundos de vida, en la medida en la que
el poder ya no está pasando por el espacio público, sino por el privado.
27. El sistema parlamentario de las modernas democracias se encuentra en crisis, porque la
discusión pública, entendida como interrelación dialéctica de opiniones, ha sido reemplazada
por la negociación partidista y el cálculo de interés: los partidos se han convertido en
grupos de presión, que calculan sus intereses recíprocos y sus respectivas oportunidades de
ocupar el poder. Para evitar o al menos reducir las paradojas del efecto mayoría será
necesario propiciar un amplio espectro de tolerancia de las disidencias y las diferencias.
Asimismo deben alentarse los valores democráticos para practicar una democracia directa.
La piedra angular del proyecto de sociedad democrática propuesto por el pensamiento
ambiental es la comunidad autogestionaria fundada en el respeto a la soberanía y dignidad
de la persona humana, la responsabilidad ambiental y el ejercicio de la democracia directa
para la toma de decisiones establecida de acuerdo al ideal de una organización basada en
los vínculos personales, las relaciones de trabajo creativo, los grupos de afinidad, los
cabildos comunales y vecinales.
28. El ambientalismo nos coloca frente a la cuestión de los límites de la relación de la
humanidad con el planeta. Es el único movimiento social que, nacido esta época de
fragmentaciones e individualismos, nos invita a cuestionarlo todo: a debatir sobre el destino
del planeta y de la humanidad, a repensar el modelo de desarrollo prevaleciente e incluso el
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concepto mismo de desarrollo. Estamos, pues frente a cuestiones que tienen un claro
sentido ético de la naturaleza, de la naturaleza humana y de la vida.
29. El primer principio para un actuar ético para la construcción de una sociedad
sustentable es reconocer, como enseñaba Paulo Freire, que nadie libera a nadie y nadie se
libera sólo; los hombres sólo se liberan en comunión. De esta manera es posible superar
una perspectiva salvacionista en la cual se quiera salvar al otro forzándolo a dejar de ser él
mismo para integrarlo a un ideal universal, al mercado global ó al Estado nacional, y a que
abandone sus tradiciones para convertirse en un ser moderno y desarrollado.

Ética de la gobernabilidad global y la democracia participativa


30. La construcción de una ética para la sustentabilidad involucra la responsabilidad moral
de los sujetos y grupos sociales para garantizar la continuidad de la vida. Esta
responsabilidad se asocia a una serie de convicciones y principios de solidaridad entre
esferas políticas y sociales, de manera que sean los actores sociales quienes definan y
legitimen el orden social, las formas de vida, los discursos y prácticas de sustentabilidad, a
través del establecimiento de un nuevo pacto ciudadano y a través de un debate
democrático, basado en el respeto mutuo, el pluralismo político y la diversidad cultural, con
la primacía de una opinión pública crítica e independiente al poder del Estado.
31. La ética de la sustentabilidad trasciende el marco de la democracia liberal mediante la
redefinición de la ciudadanía y la comunidad. Esta ética lleva a reconocer las diferencias de
género, raza, clase, opción sexual; la diversidad y la pluralidad de derechos; así como las
distintas formas vigentes de dominación. Lo que implica reconocer la imposibilidad de
construir una sociedad democrática en condiciones de inequidad, sobre la base de un mapa
de actores sociales con grandes desigualdades en las posibilidades para entrar en el juego
democrático.
32. La ética de la sustentabilidad demanda un nuevo pacto social: un marco de acuerdos
mínimos para la construcción de sociedades sustentables debe replantear las formas de
relación social, los modos de producción y los patrones de consumo. Lo anterior supone no
solo lograr acuerdo sino también reconocer los disensos, asumir los conflictos, identificar a
los ausentes del diálogo e incluir a los excluidos del juego democrático. En síntesis, el
desafío es pensar en la construcción de una racionalidad alternativa que reduzca la brecha
entre lo deseable y lo posible. Sobre todo para los 300 millones de excluidos de América
Latina.
33. Una ética para la sustentabilidad debe conducir a la creación de nuevos sistemas y de
responsabilidades y mecanismos de rendición de cuentas en los procesos de
internacionalización del capital y el poder. Es necesario construir un diseño jurídico-
institucional que refleje, se adapte y responda al carácter supranacional de las dinámicas
ecológicas, a la revitalización de las culturas y sus conocimientos asociados, pero sobretodo
que de cuenta de las inequidades en la distribución económica y ecológica, la volatilidad del
capital internacional y las prácticas de las corporaciones transnacionales.

Ética de los derechos, la justicia y la democracia


34. La racionalidad jurídica ha llevado a sobrevalorar las normas procedimentales en
detrimento de aquéllas de carácter sustantivo, desatendiendo así la aplicación de principios
y normas esenciales para garantizar el ejercicio de los derechos humanos fundamentales,
ambientales y colectivos. El positivismo revela los límites del Derecho con la noción de un
orden jurídico que puede operar separado de la justicia.
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35. No contamos con ninguna concepción moral unitaria a partir de la cual podamos
calificar las acciones humanas en un mundo donde, por regla general, resultan favorecidas
las conductas regidas por la racionalidad económica e instrumental. Tampoco existe más la
sensibilidad para establecer la diferencia entre un comportamiento instrumental y otro
fundado en valores sustantivos e intrínsecos. La complejidad creciente del mundo moderno
ha erradicado la visión universal del bien o un principio trascendental de lo justo que sirva
de cimiento para el vínculo social. Sólo una ética aplicada puede asegurar la coexistencia
entre visiones rivales en un mundo constituido por una diversidad de culturas y diferentes
matrices de racionalidad, centradas en ideas divergentes del bien.
36. Si el mayor riesgo de las sociedades contemporáneas deriva del poder sobre las cosas y
el poder político que se ejerce sobre los seres humanos, es decir, de la dominación, la ética
para la sustentabilidad debe formular los principios para prevenir que cualquier bien social
sirva como medio de dominación. Existiendo diferentes bienes sociales, su distribución
configura distintas esferas de justicia, cada una de las cuales debe ser autónoma y dotada
de reglas propias. De esta complejidad de los bienes sociales nace la noción de equidad
compleja resultante de la intersección entre el proyecto de combatir la dominación y el
programa de diferenciación de esferas de la justicia.
37. Si la dominación es una de las formas esenciales del mal, abolirla es el bien supremo
porque significa desatar los nudos del pensamiento que nos someten a distintos dispositivos
de sojuzgamiento activados en ideologías, instituciones y poderes sociales. La lucha contra
la dominación es un proyecto moral cuyo núcleo consiste en cultivar una ética de las
virtudes que nos permita renunciar a los valores, sistemas de organización política y
artefactos tecnológicos que han servido a la dominación; y un proyecto cultural para
avanzar hacia la reinvención ética y estética de nuestra mente, de nuestros modelos
sociales, de las relaciones naturaleza-cultura, en fin, del estilo de vida dominante en esta
civilización.
38. La ética para la sustentabilidad es una ética de los derechos fundamentales predicables
que promueva la “dignidad humana”, como limite infranqueable de la vida en sociedad, una
ética solidaria que rebase el individualismo; una ética democrática participativa que
promueva el pluralismo, que reconozca las minorías y las proteja de los probables abusos
que las mayorías pueden causar. El bien común es asegurar la producción y procuración de
justicia para todos, dando a cada cual lo suyo. La ética de la justicia ambiental es la ética
del interés común.

Ética de los bienes comunes y del Bien Común


39. La “Tragedia de los Comunes” ha planteado la necesidad de una ética de los bienes
públicos ambientales. Los bienes comunes no son bienes libres, sino que han sido
significados y transformados por valores comunes de diferentes culturas. El orden público y
los derechos colectivos confrontan a la ética del derecho privado como mayor baluarte de la
civilización moderna.
40. Frente a los derechos de propiedad privada y la idea de un mercado neutro en el cual se
expresan preferencias individuales como fundamento para regular la oferta de bienes
públicos, hoy emergen los derechos colectivos y los valores de la naturaleza y las culturas.
Esta ética para la sustentabilidad no es un bien de lujo de una sociedad postmaterialista. El
bien común cuestiona la lógica individualista y el interés privado donde la valorización y la
propiedad privada de los bienes comunes confronta los valores culturales y las formas
colectivas de propiedad y manejo de estos bienes, como sucede con las estrategias de
apropiación de la biodiversidad por parte de las corporaciones de biotecnología y los
derechos colectivos de los pueblos.
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41. La internalización de los costos ambientales y la compensación de daños tienen
connotaciones éticas. Mas esa vía no debe llevar a traducir el valor cultural de los bienes
comunes en valores de mercado, despojando a las poblaciones indígenas de su ser cultural
y desustantivando a la naturaleza de su valor intrínseco.
42. La ética del bien común es la ética de lo mejor para todos, sin excluir a nadie. Los
valores humanos universales deben integrarse a las diferentes concepciones del bien
común, reinventando permanentemente el bien común en la confluencia de diferentes
posiciones. En esta perspectiva del bien común diferenciado, la existencia de grupos
específicos no constituye un impedimento para la adopción de principios inherentes a una
ética aplicada. En una sociedad estructurada en clases sociales distintas, la ética del bien
común resulta de los consensos y disensos sobre su significado. La ética de la
sustentabilidad pasa necesariamente por una sociedad fundada en relaciones que apuntan
hacia la equidad y que admiten otros patrones de producción y consumo. En esa ética del
bien común se plantea el compromiso con nuestra propia generación y con las generaciones
futuras, con el planeta y con la humanidad.

Ética de la diversidad cultural y de una política de la diferencia


43. El concepto de “desarrollo sostenible” preconiza un futuro común para la humanidad,
mas no incluye adecuadamente la visión de las poblaciones indígenas que históricamente
han vivido material y espiritualmente en armonía con la naturaleza, practicando la
sustentabilidad humana. La sustentabilidad debe estar basada en los principios de la
integridad de los valores humanos y culturales, los cuales están íntimamente ligados a la
profunda relación que tienen las poblaciones con sus territorios, con los recursos naturales y
el medio ambiente.
44. Los valores de la ciencia han rechazado la sabiduría de los pueblos. Las cosmovisiones
de los pueblos son una manera distinta pero igualmente válida de concebir el mundo. Las
cosmovisiones de pueblos ancestrales están asentadas en y son fuente inspiradora de
prácticas sustentables. Por tanto, la ética de la sustentabilidad debe propender por la
eliminación de todas las formas de dominación, discriminación y exclusión de sus
identidades culturales. Una ética de la diversidad cultural implica una ontología y una
pedagogía de la otredad para aprender a escuchar otros razonamientos y otros
sentimientos. La espiritualidad y la forma de manejar lo oculto, así como la relación entre
materia y espíritus presente en el mundo sobrenatural forma parte de los conocimientos
ancestrales de los pueblos que contribuyen a la sustentabilidad humana global.
45. Para los pueblos indígenas y afro-descendientes, lo ético es inherente al vivir en un
espacio territorial, y esto es fundamental para la protección, garantía, manutención y
continuidad de la sustentabilidad humana. Los conocimientos ancestrales, por su carácter
colectivo, contribuyen al bien común del pueblo al que pertenece y que se define por sus
propias cosmovisiones y racionalidades. Por ello sus saberes, su naturaleza y su cultura no
deben ser objetos y espacios para el uso o propiedad privados.
46. Los pueblos indígenas y afrodescendientes asumen la naturaleza como un sistema
biocultural, donde la organización social, las prácticas productivas, la religiosidad, la
espiritualidad y la palabra integran un todo cultural, un ethos que determina un vivir bien,
lo cual remite a un concepto de bienestar que incluye a la gran familia y no únicamente a
las personas. Este vivir bien se refiere al logro de su bienestar fundado en sus valores
culturales e identidades propias. Las dinámicas de poblamiento, movilidad, ocupación
territorial y las prácticas de uso y manejo de la biodiversidad pasan por la concepción, de
que la trilogía territorio-cultura-biodiversidad, son un todo íntegro e indivisible. El territorio
se define como el espacio para ser y la biodiversidad como lo que permite permanecer; por
tanto la existencia cultural es condición para una mayor biodiversidad en el territorio.
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47. El derecho inalienable de los pueblos indios y afro-descendientes a su ser cultural debe
llevar a una nueva ética de los derechos de los pueblos frente al Estado. Una ética que
permita recuperar identidades, volver a preguntarnos quienes somos, quienes creemos que
somos y quienes queremos ser. Una ética para mirar y volver a nuestras raíces. Una ética
para reconocernos y regenerar lazos de comunicación y solidaridad desde nuestras
diferencias y para no seguir atropellando al otro. Una ética que reestablezca la confianza
entre los hombres y entre los pueblos sojuzgados; que permita hacer reales los preceptos
de la Declaración de los Derechos Humanos.

Ética de la paz y el diálogo para la resolución de conflictos


48. El principal factor para mantener la desigualdad es la guerra. Hay que construir, por
tanto, una sociedad que resuelva sus conflictos no a través de la lucha armada y del poder
del más fuerte, sino del diálogo ciudadano y dentro de una cultura de la no-violencia,
incluida la violencia simbólica. Este diálogo sólo puede darse dentro de una sociedad de
personas libres. La construcción de una sociedad dialógica es una de las exigencias
fundamentales de la ética de la sustentabilidad. Es una ética para la resolución de conflictos
mediante consensos, pero donde haya lugar para los disensos.
49. La capacidad argumentativa ha permitido al hombre usar el juicio racional y la retórica
para mantener y defender posiciones e intereses individuales y de grupo frente al bien
común o de las mayorías. Sólo un juicio moral puede dirimir y superar las controversias
entre juicios racionales igualmente legítimos. En este sentido, el valor de la dignidad
aparece como un derecho del ser a existir y a ser respetado.
50. La ética de la sustentabilidad es una ética de la no-manipulación, de la resolución de los
conflictos de intereses con transparencia y sin engaños. El principio es que todas las
deliberaciones sobre desarrollo sustentable se deberán realizar con base en la intención de
buscar lo mejor para todos y para las mayorías, de la forma más transparente posible y con
el propósito de cumplir de forma efectiva lo que se ha acordado.
51. Si todo orden - incluso el democrático - supone formas de exclusión, en cada escenario
de negociación política se debe precisar quiénes son los excluidos, así como sus efectos
para el orden social y la participación política. Esta transparencia es clave en los procesos
de resolución de conflictos ambientales por la vía del diálogo y la negociación, sobretodo si
consideramos que las comunidades e individuos más afectados por la crisis ambiental en
todas sus manifestaciones son justamente los más pobres, los subalternos, los excluidos del
esquema de la democracia liberal y dialógica.
52. Para hacer de la ética un referente operativo que sea reconocido, acordado,
internalizado por los actores de la sustentabilidad, es necesario un acuerdo de principios
que permitan dirimir conflictos entre actores en múltiples escalas; reconociendo las
alianzas, las prácticas, las respuestas y las demandas que se generan a escala local,
nacional, internacional, así como sus diferentes articulaciones y puntos de encuentro y de
conflicto. Es necesario superar los binarios convencionales que oponen Norte/Sur,
Estado/sociedad civil, esfera pública/esfera privada, para hacer un mapeo de actores,
movimientos sociales, redes, intereses. Este ejercicio es fundamental para que las políticas,
las decisiones y los compromisos se enmarquen en este mosaico diverso y complejo de
grupos de interés, de manera que se asignen responsabilidades iguales pero diferenciadas
de acuerdo a las condiciones específicas de los actores involucrados.

Ética del ser y el tiempo de la sustentabilidad


53. La ética del tiempo es el reconocimiento de los tiempos diferenciados de los procesos
naturales, económicos y sociales: del tiempo de la vida y el tiempo de la sustentabilidad, del
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tiempo que encarna en los seres humanos y acuña identidades, de la temporalidad de la
vida. Del encuentro de tiempos diferenciados en la toma de decisiones que involucra
diferentes actores sociales con sus diversos tiempos culturales para generar consultas y
consensos dentro de sus códigos de ética, sus ethos.
54. La vida no concluye en una generación. La muerte es solamente el brote de la vida. La
vida se realimenta continuamente de la muerte. La vida individual es transitoria, pero la
aventura del sistema vivo continúa. El valor fundamental de todo ser vivo debería ser la
perpetuación de la vida. El mayor egoísmo es derrochar la naturaleza, anulando las
posibilidades de vida futura. Las generaciones que vienen detrás sólo tendrán posibilidades
de vida si permitimos que la naturaleza siga viviendo.
55. La ética del tiempo es una ética para la vida que coloca a la vida por encima del interés
económico, político, o financiero. La sustentabilidad sólo será posible cuando la vida
prevalezca por sobre los demás valores creados por los seres humanos; cuando seamos
capaces de cuestionar desde la raíz los estilos de vida y consumo que generan la
insustentabilidad del planeta.
56. Esta ética del tiempo es fundamental para la renovación permanente de la existencia de
la vida, donde todo nace, crece, enferma, muere y se renueva. La vida es un ciclo
permanente, donde lo fundamental es conocer y manejar el tiempo, la reciprocidad entre
las especies para que la tierra se renueve y la vida florezca. La ética conduce la evolución
harmónica en el mundo que vivimos para la continuidad de la vida en plenitud en todas sus
formas.

Epílogo
57. La ética de la sustentabilidad es una ética del bien común. Este Manifiesto fue producido
en común para convertirse en un bien común. No es un producto acabado. Este manifiesto
no sólo pretende desafiar la cooptación de la ética por el interés y las razones de fuerza
mayor del poder, sino establecer preceptos y principios que estimulen un proceso de
formulación de un código de ética constitutivo y normativo de los procesos de construcción
de sociedades sustentables.
58. La ONU y los gobiernos deben dar a conocer y difundir esta nueva ética y buscar los
medios de que los organismos internacionales, los gobiernos nacionales, las instituciones
financieras y todos los seres humanos que habitan el planeta Tierra cumplan con un código
básico de principios éticos, procedimientos y conductas que garanticen la vida y orienten la
construcción de sociedades sustentables.
59. Firman este Manifiesto los 35 seres humanos participantes en el Simposio sobre Ética y
Desarrollo Sustentable, celebrado en Santafé de Bogotá los días 2-4 de Mayo de 2002:

Augusto Ángel (Colombia) Marianella Curi (Bolivia)


Felipe Ángel (Colombia) Antonio Elizalde (Chile)
José María Borrero (Colombia) María Fernanda Espinosa (Ecuador)
Fernando Calderón (PNUD) Margarita Flórez (Colombia)
Julio Carrizosa (Colombia) Luis Alberto Franco (Parlatino/Guatemala)
Guillermo Castro (Panamá) Carlos Galano (Argentina)
Ismael Clark (Cuba) Luis Manuel Guerra (México)
Hernán Cortés (Colombia) Sara Larraín (Chile)
UNEP/LAC-IC.7/Inf.4/Add.1
Página 11

Enrique Leff (PNUMA/México) Gabriel Quadri (México)


Padre Llano (Colombia) Juan Carlos Ramírez (CEPAL)
Alicia Lozano (Colombia) Ricardo Sánchez (PNUMA/Cuba)
Sebastián Haji Manchineri (COICA/Brasil) Lorena San Román (Consejo de la Tierra/
Costa Rica)
Juana Mariño (Colombia)
Klaus Schütze (Colombia)
Juan Mayr (Colombia)
Marina Silva (Brasil)
Eduardo Mora (Costa Rica)
Eloisa Tréllez (Perú)
Oscar Motomura (Brasil)
Luis Carlos Valenzuela (Colombia)
Beatriz Paredes (Parlatino/México)
Mirian Vilela (Consejo de la Tierra/Brasil)
Carlos Walter Porto Gonçalves (Brasil)

   

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