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Dialnet PobladoresCristianosAlSurDelRioCuarto 5008132
Dialnet PobladoresCristianosAlSurDelRioCuarto 5008132
M arcela Tamagnini1
Graciana Pérez Zavala2
UNRC
INTROD UCCIÓN
1
Dpto. de Historia. Fac . C ienc ias Humanas . Universidad Nac ional de Río C uarto. e-mail:
matamag@la-c arlota.c om.ar
2
Dpto. His toria. Fac. Ciencias Humanas. U nivers idad Nacional de Río Cuarto. e-mail:
gperezavala@arnet.com.ar
3
Barsky, O . y J. Djenderedjian . 2 0 03 His toria d el c apitalis mo agr ari o p amp ean o. La
expansión g anad er a has ta 1895. U nivers idad de Belgrano. Bue nos Aires , p. 2 02
4
Hac ia 1 719 una guarnición de milic ias c us todiaba las márgenes del Río Cuarto. E n 1745
s e ins taló junto a la c apilla de San José (dis tante c uatro leguas de la de Río C uarto) un
regis tro aduanero para cobrar el impues to de s isa a los productos dirigidos a C hile. O tro
s uces o importante lo c ons tituyó la instaurac ión en 176 9 s obre el camino de las pampas
del s ervicio de correos entre Buenos Aires y C hile. V éas e, M ayol Laferrére, C arlos,
“Fuertes y fortines de la Frontera Sur de Córdoba. Línea del Río Cuarto”, E n : Boletín d el
I nstituto de Es tudi os His tóric os Lor enz o Su ár ez d e Figu eroa, Número III , Río C uarto,
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cuando en 1784 Sobre Monte, Gobernador Intendente de Córdoba del Tucumán,
organizó una línea defensiva de fuertes y fortines siguiendo el curso del río
Cuarto5. Según Vitulo el plan de Sobre Monte habría comprendido dos
alineaciones: la primera era la “más adentrada al campo de l os indios” en la que se
instalaron los fuertes y fortines de Loreto, Santa Catalina y San Fernando. Por otra
parte estaba la de “retaguardia”, la más importante, extendida sobre la ribera del
río Cuarto, en contacto con las fronteras de Buenos Aires y Cuyo, formada por los
fuertes y fortines Concepción, San Bernardo, Reducción, San Carlos, Pilar, el del
Sauce (La Carlota) y, próximo al Saladillo, el de San Rafael. Desde el asentam ie nto
instalado en Concepción (actual Río Cuarto) seguían sobre el camino a Cuyo y Chile
los fuertes de la Esquina, el Tambo y la Cruz en el límite entre Córdoba y San Luis6.
Posteriormente, en la etapa federal se construyeron nuevos fortines (Achi ras en
1834; Los Jagüeles en 1838 y Rodeo Viejo, 1840) pero, en térm inos generales, la
línea permaneció prácti cam ente inm óvil hasta mediados de la década de 1850,
cuando Alejo Carmen Guzm án, primer Gobernador Constitucional de Córdoba, la
reorganizó construyendo el Fuerte Tres de Febrero y repoblando los fuertes
Santa Catalina y San Fernando. Este proyecto encontraba sustento tanto en los
planes poblam iento de la región a través de la colonización agrícola com o en las
relaciones pacíficas con los caciques ranqueles que impulsaba la Confederación.
Hacia 1861 las relaciones con los indígenas se volvieron conflicti vas y, poco a
poco, los fuertes de avanzada debieron ser abandonados, quedando la franja
terri torial com prendida entre los ríos Cuarto y Q uinto fuera del control estatal
hasta 1869. Ese año la línea militar fue trasladada por el Coronel Mansilla hasta
el río Q uinto, ganando la sociedad cristi ana importantes extensiones de tierras
que rápidamente fueron incorporadas a la producción agropecuaria. El avance de
la frontera hacia el sur encontraba sus fundamentos no sólo en la necesidad de
limitar el accionar indígena sino también en la pretensión del Gobierno Nacional
de controlar a los habitantes de aquel espacio7.
1 977 , p. 5; Barrion uevo I mposti, Víc tor, His toria d e Rí o Cuart o. En la ép oc a Hispánic a y
en l a I nd ependenci a, T omo I, Buenos Aires, TIPENC . S.R.L, 19 86 , p. 4 0
5
La política de frontera de Sobre M onte estuvo motivada por la exigencia e poner tierras en
producc ión, c reando una línea de pueblos a lo largo del camino por el que fluía gran parte
del c omerc io entre Buenos Aires, la región cuyana y Chile. Sus medidas también
responderían a la vieja polític a his pánic a de es tablecer mojones para ir apropiándose del
es pacio c omo s e había hecho a través de siglos. P unta, Ana I nés , Cór dob a b or b ónic a.
Pers is tencias c oloniales en ti emp o d e r eformas (1 75 0-1800), C órdoba , Ediciones de la
U niversidad Nac ional de C órdoba, 19 9 7, p. 2 21
6
Vitulo, Alfredo, Camin o d e Cuy o y del Rein o d e Chil e. La fr ont era s ur de Córd ob a, Río
C uarto, 1 939 , p. 40 -41
7
Tamagnini, M arc ela y Graciana P érez Zavala “Y endo y viniendo de aquí para allá”:
algunas c aracterístic as del ac cionar c ombinado de indígenas y montoneras en la Frontera
Sur (Provinc ia de Córdoba) durante la década de 1860 ”. En: Actas del V Congr es o
Argentin o Chilen o d e Estudios His tóricos e I ntegr ación cultur al. U nivers idad Nacional de
San Juan , 2 0 03 , CD
8
Ribero, Flavio, “P oblamiento euroameric ano al sur del Río C uarto”. E n: Revista TE FRO S,
V ol 4 , N° 1, I nvierno de 2 0 06 . http://www.te fros .c om.ar
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de un vecindario disperso en un radio territorial próximo a las estancias y se
explicaría por la existencia de períodos de relativa estabilidad y paz de resultas
de los tratados de paz y acuerdos firmados entre los indígenas y los españoles
durante la colonia o con los criollos posteriormente. Una información importante
en esta dirección la aporta el cautivo Avendaño quien señaló que, al salir de las
tolderías en 1849 por la rastrillada que llegaba a San Luis, primeramente tomó
contacto con puesteros que vivían a dos leguas al sur de la capital puntana,
siendo dicho lugar el más avanzado de la frontera. Por entonces la Provincia de
San Luis contaba solamente con tres destacam entos militares: el de Lince, el de
San José del Morro y el de San Ignacio, sobre el río Quinto9. A su vez, en la
década de 1860, cuando la línea militar retrocedió hacia el río Cuarto, los
puesteros que vivían en aquel espacio permanecieron e inclusive se vincularon
con los líderes locales de las montoneras provinciales —Juan Gregorio Puebla
(1863) y Juan Saá (1866-1867)— y prestaron colaboración a los indígenas que
asolaban la frontera militar.
La problem ática de estos pobladores cristianos 10 que, hacia la segunda mitad del
siglo XIX, residían al sur del Río Cuarto debe ser inscripta en el marco de este
proceso de avance y retroceso de la línea militar. Este trabajo procura
caracterizar, de m anera prelim inar, el com ponente social que habitaba la franja
terri torial com prendida entre los ríos Cuarto y Q uinto. Específicamente, nos
preguntamos por las estrategias económicas y políticas desarrolladas por estos
pobladores en un momento en el que las relaciones de producción pre-
capitalistas aparecen atravesadas por algunos esfuerzos de incorporar a la región
en la dinám ica del capitalismo. Lo hacemos con la intención de dar cuenta de las
vinculaciones de estos habitantes con las prácticas económicas y políticas
indígenas y con los proyectos de frontera agraria y m ilitar. En esta dirección,
sostenemos que lo s pobladores cristianos situados al sur del río Cuarto se
vinculaban tanto con la economía indígena como con el capitalismo incipiente.
Desde com ienzos de siglo, estos cristianos se ligaban con los indígenas a través
del comercio, compartiendo con ellos un género de vida que tendía articularlos
más allá del conflicto interétni co. Pero, sim ultáneamente, estaban sujetos a los
Reglamentos de Campaña y daban entidad a los proyectos de colonización
agrícola de la región. Este doble juego fue definiendo el carácter de sus prácticas
políticas y económicas, que quedaron inscriptas en los vaivenes políticos
nacionales y de las relaciones interétnicas. Por ello, según la ocasión, estos
pobladores se involucra ron con los proyectos nacionales, participaron de las
9
Hux, M einardo, Mem ori as del ex cautivo Santi ago Avend añ o (1834-18 74), Buenos
A ires , El Elefante Blanc o, 2 00 4 , p. 23 2
10
Adoptamos es te término para des ignar a los pobladores fronterizos por cuanto es el
que mayor pres enc ia tienen en la doc umentac ión de mediados del s iglo XI X El mismo se
deriva del modelo de identificac ión pos itivo de la époc a c olonial, cuando s u opues to
discursivo era “infieles ”. Si bien a lo largo del s iglo XI X fue perdiendo s u s ignific ado
religioso original, s e lo s iguió utilizando para nombrar indistintamente a pers onas y
objetos provenientes de la s ociedad blanc a. Rec ién a fines de la déc ada de 1870 el
término c omenzó a ser s ustituido por el de argentino. Para un análisis de esta c uestión
véas e, Juliano, Dolores , “E strategias de elaboración de identidad”, E n: Hidalgo, Cecilia y
Liliana T amagno (c omp) Etnicidad e I dentid ad, Bue nos Aires , Ceal, 1992 , p. 56 e I rurtia,
P aula, “La visión de los indios res pec to de los “cris tianos ” y “huinc as” en el norte de la
P atagonia, Siglos XVIII y XIX”, E n: Nac uzzi, Lidia. (c omp.) Funci on ari os , diplomáticos y
gu err eros . Mirad as haci a el otro en l as fronter as d e p ampa y p atag oni a (s iglos XVI I I y
XI X), Bu enos Air es , Public aciones de la SAA , p. 2 62
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montoneras provinciales de los años `60 y colaboraron con los indígenas que
frecuentaban la región. Este proceso se cerró en la década de 1870 con el
avance de la línea m ilitar sobre el río Q uinto, el cual tra jo consigo la distribución
de la tierra de acuerdo a nuevos crite rios.
11
Oss ona, Jorge Luis , “La evoluc ión de las ec onomías regionales en el s iglo XI X”, E n:
Rapoport, M ario (c omp.) Ec on omí a e His toria, Buenos A ires , T esis , 1988 , p. 9 5
12
Rofman, Alejandro y Luis A lberto Romero, Sistema s ocioecon ómico y estructura
regi on al en la Argentin a, Buenos A ires , A morrortu, 1 998, p. 1 1 4
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En térm inos generales, los autores que se ocupan de analizar los efectos del
proceso de colonización en la Argentina, coinciden en destacar que la política
colonizadora tuvo continuidad a lo largo del siglo XIX, aunque la dinámica del
poblamiento de la frontera bonaerense con sus sucesivos avances que abordan
autores como Mateo13, Banzato y Lanteri 14, entre otros —en la cual habría n
intervenido distintos tipos de pobladores rurales además del Estado— contrasta
con la de fronte ras más inmóviles como la del Sur de Córdoba caracte rizada
también por un escaso desarrollo agrícola (en com paración con el experimentado
tempranam ente en otros terri torios provinciales como Santa Fe y Entre Ríos). En
la región fronteriza del sur de Córdoba la inercia económica se m anifiesta en las
escasas operaciones de compra-venta de tierras que se focalizan más bien en las
zonas de viejo asentamiento en el norte, oeste y centro de la provincia,
atractivas por la seguridad que ofrecían lejos del territo rio indígena y por su
proximidad a las principales rutas de circula ción que conectaban el Atlántico con
el norte y Chile15.
13
M ateo, José, “M igrar y volver a migrar. Los c ampes inos agricultores de la frontera
bonaerense a princ ipios del siglo XIX”. E n: Garavaglia, Juan Carlos y J.L. M oreno.
P oblación, s ociedad, familia y migrac iones en el es pac io rioplatens e. Siglos XVII y XI X.
Buenos A ires . C ántaro, 19 9 3
14
Banzato, G uillermo y M aría Sol Lanteri, “Forja ndo la frontera. P oblac ión y migrac iones
en la campaña bonaerens e durante el s iglo XI X”. En: A c tas X Jornadas I nteresc uelas-
Departamentos de His toria. Rosario, 2 005
15
Para este tema s e puede c ons ultar P avoni, Norma, Córdoba y el Gobierno Nacion al.
Un a etap a en el pr oces o fu nd aci onal del es t ad o ar g entino 185 2-186 2, T omo I , Córdoba,
Banc o de la Provinc ia de C órdoba, 1 9 93 , p. 36 -37 . También A rc ondo, Aníb al , En el rei no
de Ceres , La exp ans ión ag r ari a en Córdob a. 18 70-1914. Facultad de Ciencias Ec onómic as
de la Universidad Nac ional de Córdoba, 1 996 ; M oreyra, Beatriz, “Agricultura y Ganadería
(1 850 -18 80 )”. En: Ac ademi a Naci onal de la His tori a, Nu eva His tori a d e la Naci ón
Argentin a, T om o VI , Bue nos Aires, Planeta, 2 00 0 , p. 6 5-66 ; Ferreyra, A na Inés, “La
tierra por c ontrato : ar rendata rios , aparc eros y agregados de la provinc ia de C órdoba en
la primera mitad del s iglo XI X”. E n: M oreyra, Beatriz, Félix C onvers o A na I nés Ferreyra,
M arc ela González, A licia M alatesta, Fernando Remedio, Patric io Roggio y Beatriz Solveira,
Es tad o, merc ad o y soci ed ad, Tomo II , C órdoba, C entro de Es tudios His tóric os , 2000 , p.
3 8 . Bars ky, Os valdo y Julio Djenderedjian, His tori a del c apit alis mo agr ario pampeano...,
ob . cit, p. 2 0 2
16
Des pués de dos años de intens as negociac iones , en oc tubre de 1854 el Gobierno de la
C onfederac ión Argentina y los c ac iques C albán, Pic hún y Calfuc urá concretaron un
tratado de paz, que liberó a las fronte ras c onfederadas de los malones ranqueles y
s alineros has ta 1 861.
17
Barrionuevo Impos ti, V íc tor, Constitucionalismo y liber alismo n aci on al, T omo II I,
C órdoba, Impres ión Carlos Firpo S.R.L, 1 98 8 , p. 22
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Q uinto a través de un proyecto de colonización agrícola. La siguie nte carta señala
cómo se llevó a cabo este proceso:
18
APHC. Indice de Gobierno 1 881 -1 869 . Año 1854 . Tomo 239 e. Legajo 4. folio 114 /11 5.
Rte: Gobernado r de Córdoba A lejo C armen Guzmán al Sr. Juan Luc ero. Villa del Rosario,
1 0 de oc tubre de 1 8 54 .
19
Barrionuevo I mpos ti, Historia d el Río Cu art o. Cons titucion alis mo y liber alis mo..., o b.
c it., p . 5 1 -52
20
En el c as o de Córdoba, la proc lividad hac ia la Confederación s e observa también en la
c uantía que adq uirió el interc ambio merc antil de Córdoba c on el puerto ros arino, la
as oc iación entre c asas c omerciales c ordobesas c on las instaladas en aquella plaza, la
entrega de s ubs idios por parte de la C onfederac ión para hacer frente a los gas tos de
origen militar (s us tento de guar nic iones fronterizas), etc . V éas e C onvers o, Félix, Los
negocios y la política. Las redes merc antiles y el pod er , C órdoba, Junta Provinc ial de
Historia de C órdoba, 1 9 97 , p. 77
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En este sentido, vale la pena señalar que en esta década existieron dos criterios
diferenciados, pero com plementarios en relación a la frontera inte rior. Por un
lado, la Confederación priorizaba la defensa y consolidación de la línea militar a
partir de la reorganización de las fuerzas de los regim ie ntos de línea en cada
Provincia. Esto determ inó la configuración de un espacio vacío entre las
fortifica ciones militares y la cadena que form aban las poblaciones, la cual se
cubri ría a m edida que se ubicase gente en esos territorios. En el este, el cuerpo
de línea estaría ubicado más allá de Sunchales y en el sur en el río Q uinto. Por el
otro, el Gobierno Provincial le dio mayor im portancia a la ocupación del territorio,
limitándose a ayudar económ icamente a las fam ilias pobres de los fuertes ya
instalados en la frontera, razón por la cual mantuvo bajo su dependencia sólo un
escaso número de militares21. Estos pobladores cumplirían con el objetivo de
llevar la civilización hasta las márgenes del Estado, dedicándose a la agricultura,
especialmente al cultivo de trigo. La documentación de estos años deja
constancia de la permanente remisión de “fanegas de trigo para que se l as
mande al Comandante de S. Fernando con el obj eto de que siembre para el que
haga sembrar l as dos y medio restantes con l os Pobl adores del Fuerte para todos
en común, a fi n de que con su producto puedan remedi ar sus necesidades” 22. Si n
embargo, las dificultades del erario provincial incidieron en los resultados de la
política agrícola. En los partes militares son frecuentes las referencias al fracaso
de los proyectos de fom ento agrícola, dado que “el tri go que se ha cosechado en
San Fernando ha sali do por l a s eca un poco chuso y que por esta razón no se
benderá con estim a se ha dispuesto l o distri buya U. entre los mismos pobl adores
dejándol es la semill a neces ari a para las sementeras del pres ente año” 23.
En Córdoba, la tierra públi ca y va cía recién comenzó a tomar importancia con los
preparativos del tendido de la línea ferroviaria durante la década de 1860,
cuando em pezaron a venderse las superficies consideradas públicas con el
propósito de cubrir el déficit del presupuesto. Una de las primeras disposiciones
legales fue la ley dictada en 1862 durante el gobierno de Justiniano Posse, que
tenía como objetivo el ordenamiento de toda la tierra pública y su venta con
fines fiscales en rem ate público, medida y am ojonada. La ausencia de capitales
en la Provincia hizo que grandes extensiones de tierras públicas en el sudeste de
Córdoba fueran adquiridas por los nuevos estancieros porteños, en pleno proceso
de expansión del ovino24. Algunos pioneros ingleses y escoceses también
adquirieron suertes en los departamentos Unión y Tercero Abajo 25. En general, la
tierra no fue adquirida por aquellos que, desde siempre, habían habitado la zona
21
González, M arcela, “Peones y milic ias : destino involuntario de la población marginal.
C órdoba, en la segunda mitad del siglo XI X”, E n: V Jornad as
I nter escuel as /Departam ent os de His tori a y Jor n adas Rioplat ens es Univ ers itari as de
Historia, Univers idad de la Rep ública, M ontevideo, Septiembre de 19 95
22
AHPC, Gobierno, Año 1856-57, Tomo 1 , C oronel Baigorria, folio 40 2
23
AHPC, Gobierno, Año 1856-57, Tomo 1 , C oronel Baigorria, folio 41 0
24
Para A rc ondo, la compra de tier ras por parte de bonaerenses y santafesinos s e vio
facilitada no sólo porque s e trataba de una extens ión de la producción de aquellas zonas,
s ino por la acumulación de c apital de algunos s ectores y el acces o al crédito banc ario en
Buenos A ires , expandido por los depósitos del dinero de los empréstitos . Véase, Arc ondo,
A níbal, En el rein o de Cer es ..., ob. cit, p . 12
25
Al res pec to s e puede consultar los relatos de uno de es tos ingleses que establec ió una
es tancia en las proximidades de Fraile M uerto, en el s udeste cordobés . Véase Seymour,
Richard A rthur, Un pobl ad or d e las p amp as . Vid a d e un es tan cier o d e l a fronter a s udes te
de Córdoba ent r e l os añ os 18 65 y 186 8 (18 69), Córdoba, I mpres os M C, 1995
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fronteriza. La liberalidad de las leyes provinciales y la anuencia de las
autoridades gubernamentale s facilitaron estas compras26. Pero el amplio
terri torio cordobés era prácticam ente desconocido, con lo cual fue necesario
hacer relevam ientos topográficos conducentes a su deslinde y posterior remate.
El p royecto de construcción de vías férreas y la preocupación puesta por el
Gobierno Nacional para conseguir un arreglo definitivo de las fronteras
contribu yeron a ello. Así por ejemplo, en 186427 las autoridades cordobesas
celebraron el prim er contrato de colonización con Eduardo Etchegaray a quien se
le vendieron dos mil leguas cuadradas al sur del río Cuarto. Así na ció la Córdoba
Land Company, una empresa destinada a buscar en Europa capitales dispuestos
a radicarse en el país. Sin embargo, el proyecto no llegó a concretarse y el
contrato quedó rescindido en agosto de 187128.
26
Riquelme de Lobos y V era de Flac hs realizaron un d oc umentado análisis de la política
de tierras implementada por el gobierno de Córdoba en el sur de la Provinc ia a partir de
1 873 que c onc luyó cuando se dis pus o la traslación de la línea de frontera a las márgenes
de los ríos Negro y Neuquén. El artíc ulo 4° de la ley de octubre de 187 8 por la c ual se
disponía la tras lación de la línea de frontera a las márgenes de los ríos Negro y Neuquén,
destinaba a la realizac ión de la campaña el produc to de las tierras públic as que las
P rovincias c ediesen. La de Córdoba c edió a la Nac ión el valor de la venta de los terrenos
c omprendidos entre el río Q uinto y la línea que se rec onocía como límite sur de la
P rovincia, s in que dic ha c es ión afec tase la jurisdicción provinc ial ni los derec hos
adquiridos por particulares . Riquelme de Lobos , Norma Dolores y M aría Cris tina V era de
Flac hs , “La tierra pú blic a en C órdoba 1860-1 88 0”, En: Ac ademia Nac ional de la His toria,
Congr es o Naci onal de His tori a s obr e l a conquista del Desiert o, Tomo I , Buenos Aires,
1 980 , p.38 1-397. Este problema también ha s ido abordado por A llende, Andrés , “Las
delimitac iones territoriales dis pues tas por la ley de 5 de oc tubre de 187 8 ”, E n: Ac ademia
Nacional de la His toria, Congr es o Naci on al de His toria s obre la conquis ta del des iert o.
T omo III , Buenos A ires , 1 980 , pp 9-1 8. T ambién s e puede consultar Ferrero, Roberto, La
col onización Agr ari a en Córdob a, Córdoba, Junta P rovincia de His toria de Córdoba, 19 78,
p.29 -31
27
Ley N° 3 57. Colonizac ión de mil leguas del territorio de la pr ovinc ia. V éas e: AHPC,
Leyes s anc ionadas por la H. As amblea Legislativa, 18 52 -18 70. En: Leyes Provinc ia de
C órdoba N° 223 -490. A ños 18 58-18 67, T omo 2 , As amblea de la H. C ámara de Diputados
de la Provinc ia de C órdoba. C órdoba. La industrial, 1 91 5, p. 1 9 9-2 00
28
Sin embargo, c uando la línea de frontera s e llevó definitivamente al río Quinto, el
empresario consideró que era oportuno volver a insis tir c on un nuevo contrato de
c olonización el c ual le permitiría c olonizar la totalidad del territorio públic o de la Provinc ia
entre los ríos C uarto y Quinto y las tierras fisc ales s ituadas a diez leguas al norte del Río
C uarto. V éas e Riquelme de Lobos , Norma Dolores y M aría C ris tina Vera de Flac hs, “La
tierra públic a en Córdoba 1 860 -1 880 ”, ob. c it, p. 381 . E n el mis mo tomo puede
c ons ultarse Vera de Flac hs, M aría C ris tina y Norma Dolores Riquelme de Lobos , “Las
primeras c olonias en la zona de frontera de la provinc ia de C órdoba”. E n: Ac ademia
Nacional de la His toria, Congr es o Nacion al de His tori a s obr e la con quis ta del Des iert o,
T omo I, Buenos Aires, 1 98 0, p 48 1
29
As í por ejemplo, el 2 6 de agos to de 187 4 Carlos M aría Bouquet, un financ is ta
c ordobés , c ompró en remate públic o 9 0.00 0 has . a nombre de los hermanos Julio y
A lejandro Roca ubic adas en la margen s ur del río C uarto, 15 leguas al este de la c iudad.
A nte la nec esidad de c onocer cuáles eran s us propiedades fisc ales , en julio de 18 72 el
Gobierno había llamado a lic itación para mens urar los departamentos Terc era A rriba y
Río C uarto. É sta fue otorgada a O lmedo y Huds on, quienes en muchos c asos mens uraron
tierras que ya habían sido vendidas . V éas e C antón, Aldo Hugo, Los camp os de Roc a,
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numerosas irregularidades, dando lugar a una serie de pleitos y discusiones
legales que recién se resolvieron en 1881. Entre las causales se encuentran
ofertas que no llegaban a la base, préstamos tomados a cuenta que no podían
devolverse a su vencimiento, entregas de tierras a compradores que ya las
habían adquirido privadam ente, venta de campos de los que no se conocía ni
siquiera su ubicación o ya habían vendido las Provincias de Santa Fe o Buenos
Aires, confli ctos con municipalidades como la de Río Cuarto que creían tener la
propiedad de las tierras fiscales de su territorio, etc. Así, por ejemplo, en el
diario “El Eco de Córdoba” se publicó en 1872 la siguiente nota:
Sin embargo, y más allá de estos negociados con las tierras públicas, la
inseguridad de la frontera continuó deteniendo y postergando la ocupación de los
campos del sur de Córdoba.
Desde nuestra perspectiva, los cristianos que vivían al sur del río Cuarto
desplegaban un género de vida particular desarrollando un conjun to de prácticas
económicas que los ligaban al desarrollo agrícola pero sin descuidar
simultáneamente otras que los vinculaban con los indígenas (comercio
ganadero)31. ¿Cuáles eran las características principales de este género de vida?
Para identificarlas, apelamos al inventario32 de un poblador de la Villa de La
Carlota hacia 1860 que contiene una descripción de algunos de los productos que
circulaban en la frontera com o también su valor. En el m ismo se menciona la
posesión de cierta cantidad de dinero y de bienes de bazar: ollas de hierro,
calderas, hachas, palas, fuentes, platos, cucharas, una mesa, sillas, un asador,
una hoz de segar, azadas, peines de tejer, un par de tijeras, tres tijeras para
esquilar, una carreta, espuelas de plata, un rebenque, una marca de hierro, dos
ponchos ingleses, una manta pam pa, chalecos, chaquetas, calzoncillos, una
camisa, un pantalón y “un San Antonio”. Se destaca tam bién la presencia de dos
veinte y una bacas de vientre a seis pesos cada una; Tres novillos á nueve pesos cada uno; docé
terneros de los que ban á dos años en cuatro pesos; dela yerrá dos pesos; ciento cua renta obejas de
vientre á cinco pesos; sesenta y cuatro corderos á dos y medio pesos cada uno; diez y seis yeguas y el
padrillo son diez y siete, ent re estas catorce mansas á diez y ocho pesos; t res pot rancas de año para
dos a un peso; un potrillo de dos para tres en veinte pesos y cuatro caballos á cinco pesos.
Este inventario sugiere algunas cuestiones. La primera tiene que ver con el
género de vida que este entorno de objetos revela, muy similar al patrón rural
que perdura hasta hoy en la región y que puede ser ca racterizado como
despojado pero no necesariamente pobre33. Por un lado, el escaso ganado
vacuno, equino y ovino contabilizado (con predom inio de este último), nos habla
de una producción ganadera de pequeña dimensión, posiblemente destinada a
cubri r las necesidades alim entarias de un grupo familiar. Los pobladores de este
tram o fronterizo habrían así formado parte de una economía agropecuaria
paralela a la de los grandes y medianos productores de la frontera bonaerense.
Tal como lo destaca Ferrero, se trataría de pequeños productores independientes
de ganado menor ligados al comercio ru ral. Contaban también con sus huertas
de legumbres, maíz, granos y trigo, consumiendo una parte y com ercializando
otra. Los pulperos de campaña les adquirían los cueros. Por otro, cuando no eran
dueños de su “campito”, sabían contratarse como “pobl adores” o “puesteros” en
una estancia34, vale deci r com o arrendatarios o medie ros. En este último caso,
debía encargase de cuidar la hacienda del patrón. En compensación, se le
perm itía levantar allí su rancho de paja y barro y tener sus propios animales,
pagándosele además unos pesos que “le bastaban para vesti rse, para l os vici os:
el mate y l os cigarrill os”. En otros casos, tenían todos los animales “al tercio” o
por mitades con el propietario ya que el arrendamiento en dinero era
prácti camente desconocido35.
Algunos juicios efectuados por las autoridades a sujetos que habían incurrido en
el delito de robo de ganado dejan testimonio de la relación socio-económica de
estos pobladores que se autodefinía n como “campesinos” o “jornaleros” y
residían en los “puestos” de las estancias en calidad de “peones” o “ capataces” 36.
Por cierto, aquí la categoría `campesi no´ refiere simultáneamente al paisano
ligado a la agricultura com o al encargado de cuidar el ganado. En un jui cio de
1860 los habitantes de aquella región se definen a sí mismos del siguiente modo:
33
Aus tral, A ntonio y A na Rocc hietti, “Arqueología del fuerte de Las Achiras ”. E n: Revis ta
C ronía, A ño 2, V ol. 2 N° 2 , Río Cuarto, 1 9 98 , p. 238
34
Según Ana I nés Ferreyra, en C órdoba la mayoría de las es tanc ias tenían una extens ión
por lo menos de media leg ua po r una legua de frente y largo o bien de una legua a los
cu atr o vient os, en tanto que las extensiones más pequeñas por lo general aparecen como
“tier r as” o “fracción d e es tan cia”, c on lo c ual s erían algo menores a las de la campaña
bonaerense. Fer reyra, A na Inés, “La tierra por c ontrato...”, ob. cit., p . 37
35 Ferrero , Robe rto, La Col oniz aci ón Agr aria en Córd ob a..., ob . cit, p. 3 3
36
V éas e AHM RC, Año 18 60 , Departamento E jec utivo. 5, Subintendenc ia de P olic ía.
C orrespondenc ia rec ibida. Sumario. Sec c ión B.
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10
Preguntado su nombre, edad, ejercicio y domicilio, dijo: se llama José María M endez de cuarenta años
calculados, de ejercicio jornalero, vecino de Mendoza y responde __ [...]Preguntado si estando él y
sus compañeros al frente de la Estancia de Dn. José Felipe Guerra, tubieron alguna ocurrencia
con personas de este puesto, y de que medios se valieron para hablar con alguno y en que
parte, dijo que en esa vez viniendo con sus mencionados compañeros y pasado el paso del Arroyo cerca
del puesto de Guerra, una tarde antes de entrarse el sol, iba Segundo Leyton, y le encargó que llamase
á Carmen Lopez, peon dela Estancia para dejarle encargados hasta la vuelta de abajo los dos
caballos que traían arreando para la compra de novillo, y que para proponerle venta de dos potrancas
que tenía en el puesto del finado Matías Leyton; pero que aun yendo como á oraciones á su llamado al
paso del Ar rollo el peon Cármen Lopez. No le recibió los caballos y quería dejar sin ver primero al
capataz de la Estancia, ni le [...] Preguntado por el nombre del capataz y peones que conducían
el espresado arreo de ganado de Dn. Francisco Reguiera, dijo que el capataz se llamaba
Francisco N., y los peones Juan Rosa Nergar a, Pedro Ochoa y el chileno Ignacio N., además de
los otros dos antedichos, y responde ______
Preguntado si el capataz que dice les convino por ese hecho de llevar los caballos rocillo y malacara
ajenos tomó alguno resolucion á favor del propietario dándoles alguna seguridad, dijo: que no hizo nada
de eso, sinó que los llevaba á su cargo en el arreo de ganado para Mendoza, hazta que al Norte de la
Represa delante de San Luis se le perdieron una noche que los había encerrado en un potrero con toda la
hacienda, y responde _____
[...] Preguntado su nombre, ejercicio y domicilio, dijo: se llama Cármen Lopez, de ejercicio
campesino, vecino de esta Villa, y responde ____Preguntado si á últimos días dela cuaresma próxima
pasada que era á principios del mes de Abril último, tuvo alguna entrevista con José María Mendez, en
que parte, á presencia de que personas, y por conducto de quien se juntaron en esa vez, dijo: que el
sábado Santo á oraciones tuvo una entrevista con el mencionado José María Mendez, en el paso de
este Arroyo del Sud que se va para el Fuerte 3 de Febrero, que se hallaron presentes Segundo
Leyton vecino de esa misma parte, y el hermano menor, y como á los diez y seis ó veinte caras tambien
estaban dos hombres compañeros de Mendez; que entonces el declarante vino á ese l ugar l lamado por
Mendez y conduto del predicho Segundo Leyton, y responde_
[...] Preguntado de que número constaba la cabalgadura que tenía presente en ese punto de la
entrevista Mendez y los dos hombres compañeros, aqué lugar se dirigian y cuando pasaron de la casa
que dice del finado Leyton, dijo: que solo les vió los caballos encillados, y que los caballos gateado rocillo
y tordillo estaban solos al lado de abajo del camino del paso del Arroyo: que Mendoza decía en la
entrevista de esa noche que se iba con los dos hombres á los campos del Sauce en seguimientos de
una novillada perdida de un arreo que llev aban de Tierr a = adentro para M endoza, quedando
dicho arreo del Fuerte C onstitucional al Sud; y que en la mañana siguiente que era domingo había
llegado del puesto del finado Leyton preguntando de una manada de yeguas padrillo castaña overa de D
José Felipe Guerra (su patron), y le dijo la Capataza M ercedes que en esa mañana á la alva se
37
había ido Mendez y los dos hombres para el lado de abajo, y responde ______ .
El jui cio anterior permite observar que la vida cotidiana de estos cristi anos que
se aventuraban a vivir más allá de la frontera giraba en torno a las actividades
vinculadas con la circulación de la hacienda por la llanura pampeana: la
búsqueda de refugios a la hora de la caída del sol, el arreo y traslado de
anim ales. Ello generó un tránsito continuo de arrieros por los Fuertes
Constitucional, Tres de Febrero, San Fernando y Punta del Sauce (La Carlota).
Esta permanente movilidad no era bien vista por las autoridades locales quienes
definían a la zona de Los Jagüeles y de San Fernando como un espacio ocupado
por “poblaciones del campo”, en donde se realizaban “robos entre cristi anos e
indi os” y se acostumbraba a “invadi r los derechos de los ci udadanos” con el
“pretesto de comprar ó boleada de avestruces” 38.
37
AHM RC. A ño 18 60. Departamento Ejec utivo. 5 - Subintendencia de P olic ía.
C orrespondenc ia rec ibida. Sumario. Sec c ión B. E l remarcado es nues tro.
38
AHM RC, Año 186 0. Departamento E jec utivo. 4- Juzgado de 1era I ns tanc ia.
C orrespondenc ia recibida. Sumarios . Río Cuarto. 29 de Noviembre de 1 860 . A l res pec to
un parte militar de 18 58 dic e: “Octubr e 4. Al Sarg ent o M ay or Comand ant e Gener al d el
Ri o 4º. Dn. Felip e Sal as. Se adjunta á Ud. por ord en de S.S. impres o el d ecr eto que el
Gobi erno h a es pedido con f ech a 14 d el ppd o, pr ohibien do las c orreri as de gamas y
ab es trus es en las fr onter as sin previ o c onocimient o d e Ud . y licencia del Ju ez d el
partido.” A HPC , I ndic e de Gobierno 1811 -18 69 , A ño 1 858 , T omo 4 . Folio 339. El
remarcado es nues tro.
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El relato de los declarantes perm ite también advertir que, a pesar de la fricción
interétnica que signaba el drama de las relaciones entre indígenas y cristianos,
ambos sectores se encontraban integrados muy sólidamente en un sistema
económico en el que, según Palermo39, toda la producción ganadera (cristiana o
indígena) tenía m ercado. En el caso de la Frontera Su r de Córdoba, el tratado de
paz de 1854 amparaba e incentivaba la actividad comercial entre los ranqueles y
la Confederación. Por ello, no resulta extraño que en los juicios consultados el
comercio aparezca como habitual y no se aluda a su penalización. En cambio, las
autoridades locales buscaban evitar el robo de ganado en tanto éste se vinculaba
con circuitos clandestinos de comercialización que iban desde la Tierra Adentro
hasta M endoza y Chile. Así por ejemplo, Rosario Rosales declara que:
Preguntado que número de animales vacunos, clase y edad ha comprado su padre á los indios, le hayan
regalado, en que tiempo y partes los haya recibido, dijo: que hace bas tante tiempo á que el indio Ramon
[Tripnylao] le había regalado á su hermana Indalencia una vaquillona orca de dos para tres años, una vaca
blanca, y á su madre Eusebía Zevilla una vaca orca y una terne ra overa de año, morocha: que dichos
animales existían en poder de Livorio Gomez á exepcion de la vaca blanca vendida con ternero del pié á
José Miranda, la vaca orca fué cambiada al abastecedor D Tiburc io Jerpe, y la ternera overa mocha al
abastecedor Mauricio Lolina: Que el indio Quiñemay le regaló á su padre Rosales una vaquillona colorada y
una picada, de los que comieron luego la colorada, existiendo la picada en poder de Livorio Gomez: Que
ultimamente compró su padre Rosales al indio Traumil Nagüel seis animales inclu so un novillo picado y un
colorado regalados, una ternera orca que entonces la china Indalencia le regaló á su madre Eucevía, siendo
los comprados una vaca colorada, una vaquillona del mismo pelo y una vaquil lona orca: Que de estos seis
animales carnearon el novillo picado por haberse despernancado al entrar lo al cor ral ese mismo día, y que
no tiene presente bien algunos terneros que han ca rneado acá en la Villa entre los regalados por los ind ios
mas anteriormente, y responde _____40.
39
Palermo, M . 1989 “I ndígen as en el m erc ad o c ol oni al”. En: Ci encia Hoy . Vol 1 Nº 4,
Buenos A ires . p. 24
40
AHM RC. A ño 18 60. Departamento Ejec utivo. 5 - Subintendencia de P olic ía.
C orrespondenc ia rec ibida. Sumario. Sec c ión B. Doc . Nº: 7 2 .
41
Seymour, Ric hard Arthur , U n p obl ador de l as p ampas ..., ob. cit, p. 51
42
Pérez Zavala, G. 20 01 “Los T ratados de Paz entre las Tribus Ranqueles y el Estado
Nacional: documentos que no hablan s ólo de paz”. En: Segund as Jorn ad as de
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La vincula ción de estos pobladores con el ci rcui to indígena hizo que los
ejecutores de la ley los caracterizaran com o individuos que no trabajaban y que
mataban vacas ajenas para obtener su carne y cuero. La circunstancia de que
vivieran en la región fronteriza y fueran elementos reacios al orden propio de la
vida civilizada (no portaban pasaportes ni papele tas de conchabo) los transformó
en sujetos privilegiados de los Reglamentos de Campaña destinados no sólo a
controlar sus movim ientos sino tam bién a brindar el respaldo legal necesario
para enviar a los condenados a purgar sus penas en la frontera43. A manera de
ejemplo, podemos mencionar el intento fallido del Gobierno de la Provincia de
Córdoba de aplicar hacia 1865 la “ley de vagos”, que si bien se había sancionado
en la década anterior 44, no había sid o efectivizada por la fuerte resistencia de los
habitantes de la campaña. En este mismo año tam bién, el Congreso Nacional
autorizó la creación de pueblos, fortines y construcciones adecuadas en la región
del río Quinto para mantener la línea de frontera aunque dichos proyectos 45
tampoco lograron ningún resultado efectivo.
RESISTI ENDO AL ORDEN: MONTONERAS Y POBL ADORES CRI STI ANOS DEL SUR
DEL RIO CUARTO
I nves tigaci ón Ci entífica. Departamento de Historia. Fac ultad de Cienc ias Humanas.
U niversidad Nac ional de Río C uarto. Río C uarto. 23 y 2 4 de noviembre
43
Tamagnini, M arc ela, Graciana P érez Zavala y A licia Lodeserto, “La c ons trucc ión de la
alteridad en la Frontera Sur , P rovincia de C órdoba (18 62 -18 80)”, E n : VIII Jornad as
I nter escuel as /Departam ent os de His tori a, E s cuela de Historia, Fac ultad de Humanidades,
U niversidad Nac ional de Salta, Septiembre, 2 001
44
Véase Ley N° 26 6 “Des tinando vagos al servic io militar de la fronte ra”, 2 /02 /185 9,
AHPC , Leyes sancionadas por la H. A s amblea Legislativa, 185 2-1870 . En: Leyes Provinc ia
de C órdoba, N° 223-4 90 . A ños 185 8-186 7, tomo 2 , As amblea de la H. C ámara de
Diputados de la Provinc ia de C órdoba, Córdoba, La industrial, 1 91 5, p. 7 1 -72
45
Es e año, el General E milio M itre realizó un informe y proyec to de avance de la
frontera . En: A HPC , T omo Diario “El Ec o d e Córd oba”, A ño 5 , É poc a 2 , Nº 76 9. Fec ha
1 8 /07 /18 65 , pág. 1 ; Nº 7 7 0, Fec ha 19/0 7/1 865
46
De la Fuente, A riel, “Gauc hos ”, “M ontoneros ” y “M ontoneras ”. E n Goldman, Noemí y
Ricardo Salvatore, Caudillis mo ri oplat ens e, Buenos Aires, E udeba, 19 9 8, p. 2 73
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extensión, en donde la adhesión de los pobladores de cada lugar resultaba
imprescindible. Por otra parte, la incorporación de los pobladores no sucedía de
un día para el otro; generalmente las sublevaciones se programaban
anticipadam ente, precisándose tanto la fecha com o la form a en que la misma se
llevaría a cabo. Los líderes tam poco surgían de manera espontánea sino que, por
el contrario, éstos se constituían en jefes porque habían logrado previamente el
consentimiento y la adhesión de los habitantes de los fuertes y pueblos. En estos
levantamientos m ontoneros los móviles económicos, originados en las carencias
de m edios de producción, se conjugan con los impulsos políticos47.
La frontera del Río Cuarto no fue el eje central de los amotinados, pero sus
efectos se hicieron sentir allí por tres motivos. El prim ero, la proximidad física
con el extrem o sur de las sierras de Comechingones, lugar por el que se
desplazaban los sublevados. En segundo lugar, porque existía siempre el temor
de que estas fuerzas desviaran hacia el sur y se dirigieran hacia la franja
comprendida entre los ríos Cuarto y Quinto, que era un espacio estratégico por
cuanto allí podían encontrar no sólo el auxilio de las fuerzas indígenas sino
también población cristi ana adherente. En tercer término, el Regimiento Nº 7 de
Línea a las órdenes del Coronel M anuel Baigorria fue uno de los ejecutores de la
represión que el Estado desplegó sobre las poblaciones del interior. Además de
asegurar la tranquilidad de la frontera, repeler las invasiones y restablecer el
orden, Baigorria fue el encargado de localizar a todos aquellos que se habían
ocultado para no prestar el servicio de las armas y que, agregamos nosotros,
podían ser fácilmente reclutados por las montoneras48.
47
Tamagnini, M . y G. P érez Zavala, “Y endo y viniendo de a quí pa ra allá”, ob. cit.
48
Tamagnini, M arc ela “Invas iones ranqueles y montoneras provinc iales . La frontera del
Río C uarto hacia 186 3 ”, E n: Bec his Martha (c omp) Terc er as Jorn adas de Arqu eol ogía
Histórica y d e Cont act o d el Centr o Oes te d e la Argentin a y Semin ario de Et n ohis tori a.
Cu art as Jor n ad as de Ar queol ogí a y Etnohistori a del Centr o Oes te d el país , V ol 2,
Departamento de publicaciones e imprenta de la Universidad Nac ional de Río C uarto,
2 004 , p. 18 1
49
AHPC. Gobierno. Año 1863 . Tomo 5 . Folio 39 y 40 . C órdoba, 23 /02 /1863.
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mando estaban “en comici on persigui endo la montonera que andan dispers os en
la cumbre” 50.
Los partes militares de la década de 1860 dan así cuenta del m odo en que la
Frontera Sur se vio afectada tanto por la alteración de las relaciones con los
ranqueles como por los levantamientos protagonizados por las montoneras
provinciales. Por entonces, los vínculos entre los ranqueles y los jefes de las
sublevaciones se hacían visibles en el estallido sim ultáneo de malones e
insurrecciones, como también en el tránsito de algunos cristi anos que, durante
años, fueron y vinieron de la toldería a la frontera. A veces, tras el fracaso militar
o político de la sublevación en la que participaban, éstos buscaban refugio entre
los ranqueles pero ni bien las circunstancias dejaban de ser adversas,
abandonaban la Tierra Adentro para regresar a la frontera. En ciertas ocasiones
lo hacían amparados por indultos, pero en otras persistían en la oposición,
participando en los malones indígenas sobre la frontera. Ello se observa en los
reiterados malones efectuados en los últim os meses de 1864 (en cercanías de
Paso del Durazno, Reducción y La Carlota). Adem ás, los partes de los
Comandantes de Frontera de 1865 destacan que el Fuerte San Fernando era
utilizado como campamento para las invasiones indígenas51. Ese mismo año los
caciques M ariano Rosas y Manuel Baigorria firmaron sendos tratados de paz con
el Gobierno Nacional que duraron sólo unos meses. Rotos estos tratados, los
ranqueles consolidaron su política de m aloquear. Desde noviembre de ese año
los dos caciques actuaron junto con las montoneras52 generando una estrategia
combinada que causó gran preocupación entre los jefes de las fronteras de
Córdoba y San Luis por cuanto debían hacer frente tanto a la s invasiones
indígenas53 como a las fuerzas de las m ontoneras que “fraguaban revol uciones”.
En noviembre de 1866, el despliegue conjunto de estas dos fuerzas sociales
adquirió toda su m agnitud al com enzar en Mendoza la “revolución de los
Colorados” 54 en la que participaron los hermanos Saá. En ese marco, en febrero
de 1867 el fuerte de Villa M ercedes fue ocupado por 2.500 hom bres liderados por
Juan Saá y por 200 indios encabezados por el cacique ranquel Epumer55. La
región situada al sur del río Cuarto fue así un punto clave para el desarrollo de
las sublevaciones56. Cuando en abril de 1867 las fuerzas de los Saá fueron
50
AHPC, Indice de Gobierno. 1 811 -1 869 . Año 18 63 . T omo 5, C omandanc ia Acc idental del
Departamento de Río 4 °, 2 de Diciembre de 1 863 , Doroteo González al oficial 1 ° de la
Secretaria de Gobierno Dr . Sat urnino Funes , folio 5.
51
AHPC. Indice de Gobierno 1 81 1-1 869 . Año 1865 . Tomo 4, C omandanc ia de Río C uarto
(y de los del Sud ) Folio Nº 61 3 .
52
AHMRC . Diario “La C alle”, Río C uarto. 1 /08 /1 955 . Tomo 9. pp. 3 . Rte: M anuel Baigorria
a Benito Nazar . 5/1 1/1 865 . E n: Rodrígue z, 1 955 .
53
Durante el año 18 66 s ólo en el sur de la provinc ia de Córdoba s e produjero n 11
malones . Barrionuevo Impos ti, Víc tor, His tori a d e Rí o Cu art o Cons titucion alis mo y
liber alis mo n acional.., ob. c it, p. 1 19-123
54
Es ta montonera s e c ons olidó y extendió rápidamente por C uyo y el Noroeste, San Luis
y Córdoba, dada la popularidad que s us tentaba su programa (o pos ic ión a la Guerra c on
el Paraguay y a los des ignios de Buenos Aires). Además, este grupo puntano-mendoc ino
c ombinó su acc ión c on el movimiento liderado por el catamarqueño Felipe V arela.
T erzaga, Alfredo, Historia d e Roc a. De s oldad o feder al a Pr esident e de la República, Tomo
I , Buenos A ires , Peña Lillo Editor, SRL, 1 9 76 , p. 19 9 -2 02
55
Carta del Cac ique C alfuc urá al Comandante A lvaro Barros . Buenos Aires , 27 /02 /186 7.
AHM RC. Diario La Calle, Río Cuarto. 18 /08 /1955. Tomo 9. pp. 3. E n: Ro dríguez , Juan
C arlos , “His toria M ilitar de la V illa del Río Cuarto”, Diari o “La Calle”, Río C uarto, 1 955.
56
Tamagnini, M . y G. P érez Zavala, “Y endo y viniendo de a quí pa ra allá...”, o b. c it.
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derrotadas por el General Arredondo en San Ignacio, muchos de sus
participantes se dirigieron nuevamente hacia las tolderías de los ranqueles57.
El Gobierno Nacional buscó neutralizar este pro ceso de acción conjun ta entre las
montoneras y los ranqueles a partir de la ocupación militar de la región
comprendida entre los ríos Cuarto y Quinto. En 1869 el Coronel Lu cio V. Mansilla
efectuó el avance hacia el último río en dos momentos que respondieron a
cuidadosos planes de dominio y reconocimiento del territorio. El primero, se
desplegó entre marzo y mayo, mientras que el segundo se efectuó en setiembre
y octub re58. En m edio de este adelanto militar, M ansilla elaboró un proyecto de
colonización, que muestra que la incorporación de tales tierras por parte del
Estado Nacional se realizó atendiendo a dos frentes, uno el indígena y otro, el de
los “anti guos pobl adores” de la región. Los “vagos de la campaña”, los peones y
puesteros debían ser controlados porque resultaban un obstáculo para incorporar
estas tierras a la economía primario-exportadora que se estaba bosquejando. La
ocupación del río Quinto tuvo así un doble objetivo: incorporar a la “civilizaci ón”
a aquellas fuerzas sociales que hasta entonces no se habían sujetado al control
estatal y replegar las tribus indígenas hacia el sur59.
CONCLUSIONES
57
Entre los refugiados que el C oronel M ansilla enc ontró en las tolderías en 18 70 se
encuentran Camargo, el C oronel Ayala y el M ayor Hilarión Nicolay. Todos ellos es taban
ac ompañados por s u “gente” o el “puñ ado de sold ad os” que los s eguían des de tiempo
atrás . M ans illa, Lucio V., Un a excurs ión a los indi os r anq ueles, Editorial E spasa Calpe,
Buenos A ires , 1 9 93 , p. 22 2 ; 2 31 ;3 71 .
58
M ayol Laferrere, C. “El C oronel Luc io V . M ansilla y la oc upac ión del río Quinto en 186 9.
A vanc e de la Frontera Sud y Sud E ste de Córdoba”, En: Actas Congr es o Nacion al de
Historia s obr e la c onq uis ta del d es iert o. Ac ademia Nacional de Historia, Buenos Aires,
1 980 , Tomo II . P. 8 9
59
Tamagnini, M arc ela y Graciana P érez Zavala, “Un proyec to de colonizac ión en las
fronteras del Es tado Nacional argentino (186 9)”. E n: Revis ta históric a unisinos. Nº 7 . V ol.
7 Univers idad do V ale do Rio dos Sinos . Sao Leopoldo. Bras il. Janeiro/Junho 2 003. pp.
2 25-251 .
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pobladores del sur del río Cuarto asum ieran un rol político de oposición. Estos
participaron de las m ontoneras provinciales y unieron sus fuerzas a los indígenas
que tam bién resistían al nuevo orden.
Asim ismo, si ligamos las acciones políticas que, desde mediados del siglo XIX, el
Gobierno Nacional implementó en la región con las prácti cas económ icas que
estos pobladores desarrollaban en la frontera (fuertemente articuladas con la
economía indígena), podremos comprender más cabalmente cómo la formación
del Estado fue de la mano de la reorganización del territo rio en tanto área
producti va. El traslado de la línea de fuertes implicaba incorporar a la
“civili zaci ón” a aquellas fuerzas sociales que hasta entonces no se habían
sujetado al control estatal creando, al mismo tiempo, una barrera infranqueable
para los indígenas, replegados cada vez más al sur.
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COMENTARIOS
Entre tanto el poblador, dado su perfil característi co, subsistía como podía en ese
entorno de derrumbe de las viejas prácti cas que había gestado la cultura de
frontera interior.
Una consecuencia directa de este tem bladeral político, social y económico en que
se desarrollaba la vida en esos tiempos y en estos espacios es el surgimiento y
consolidación de modos de resistencia que cobraron forma en las montoneras,
donde superando viejos conflictos interétnicos y adoptando la estrategia del
malón indio, se alinearon para golpear al estado nacional (motivación política) y
también como prácti ca de apropiación de bienes (motivación económica).
Como afirm an las autoras “los vínculos entre los ranqueles y los jefes de las
sublevaciones se hacían visibles en el estallido sim ultáneo de malones e
insurrecciones, como también en el tránsito de algunos cristianos que durante
Revista TEFROS – Vol. 5 N° 1 – Invierno 2007. Copyright © 2005
20
años, fueron y vinieron de la toldería a la frontera”, ya sea amparados por
indultos emanados desde el estado o persistiendo en la oposición a éste,
participando entonces en los malones indígenas sobre establecim ientos y
poblados de la frontera.
Sobre las prim eras, como lo han hecho ya las autoras en otros trabajos, ponen
en valor documentos de archivos regionales, documentación burocrática, judi cial
y periodística. Al publica rlos no solam ente tomam os conciencia de la riqueza que
guardan los reservorios locales sino que nos perm iten abrir desde ellos
novedosos abordajes temáticos propios tam bién de la etnohistoria e
investigación de las relaciones interétnicas tales como la relación frontera, mujer,
trabajo y propiedad; pleitos, familia y sucesiones; reclamos interétnicos, etc.
Un párrafo final sobre el térm ino “cristianos”. En mi opinión, si bien las autoras
introducen en la cita a pié de página Nº 10 el sentido en que está usado,
sustentando el m ismo en base documental y bibliográfica, pienso que se deben
construi r categorías más claras, ya que dado el perfil de pobladores y familias
establecidas en la frontera y tie rra adentro o trasfrontera (cabe recordar el
recu rso de las levas y el de adjudicar tierras a exconvictos, perseguidos y
contrabandistas, entre otras características para conseguir pobladores)
cultu ralmente diversos de los pueblos indios pero con muchas necesidades
básicas similares, es de suponer que entre ellos habría algunos “cristianos” en
sentido lato y otros no. Tomados desde la conceptualización del siglo XXI, usar
térm inos que devienen de los comienzos de la modernidad o antes aún, de la
guerra de reconquista española, el dicotómico “cristiano versus infieles” parece
que oscurece más que aclara. Pienso que sería más correcto usar com o categoría
el término que emplea para estos casos Ribero, F [2006] de euroamericano, ya
que al ser más amplio permite englobar connotaciones más generales para esta
reconstrucción, pudiendo incluir europeos, criollos, mestizos, negros e incluso
algún que otro poblador de origen árabe y posiblemente de tradición islámica,
que ya pululaban por esas regiones., pudiendo además agregar como cita
aclaratoria el com entario que las autoras incluyen.
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Algunos puntos en los que se podría abundar con el propósito de aportar una
mayor riqueza de m atices (aunque puede ser que expresen la mera curiosidad
personal de este lector), son:
Una conclusión de m i lectura, que podría agregarse a las muy bien expresadas
por las autoras, es que la frontera sur no fue sólo espacio de formación de una
nueva sociedad sino también –y antes que aquello- espacio m estizo (en el m ás
amplio sentido del térm ino) y plástico, que como un campo de experimentación
mostraba –como bien lo advirtieron Sarmiento o Mansilla- qué podría ocurri r con
el espacio rural en general, dependiendo de lo que las fuerzas en disputa durante
la formación del Estado hicieran en él. De modo que el conflicto fronterizo –el
lugar donde se jugaba la construcción del nuevo orden- no era tanto el de las
relaciones con los pueblos indígenas propiamente dichos –de más allá de las
fronteras- sino el de las políticas dirigidas a esos sectores fronterizos a
disciplinar.
RESPUESTA
Comencemos por las categorías. María Mercedes González Coll nos observa la
falta de claridad y amplitud del térm ino “cristiano” que utilizamos para designar
al vasto conjun to social que habitaba de este lado de la frontera. Coincidim os en
la arbitrariedad que implica el uso por parte de los investigadores de ésta como
de cualquier otra constru cción analítica. Frente a tal situación, seguimos optando
por llam ar a los pobladores de la frontera tal cual se los designaba en la época,
más allá de que muchos de ellos no encajen dentro de la categoría en el sentido
lato del vocablo. Entre las razones que justifican esta elección podem os esgrimir
que esta palabra se impone en la documentación de frontera del período 1850-
1880 que hemos consultado, m ientras que los apelativos “cri ollo”, “ hispano-
cri oll o” o “ huinca”, que figuran en gran parte de la bibliografía relativa a las
relaciones interétnicas en el siglo XI X, se encuentran prácti camente ausentes. El
amplio uso de esta categoría se revela si tenemos en cuenta que ella fue
empleada tanto por los caciques ranquel es (Calbán, Pichún, Mariano Rosas,
Epum er, Baigorri ta) para designar a los habitantes de la frontera como por las
autoridades políticas, militares y religiosas que por allí transitaron y que la
utilizaron para autorreferencia rse. Inclusive, en las actas oficiales de los tratados
El segundo requerim iento puntual, esta vez de Pedro Navarro Floria, tiene que
ver con la precisión de lo s límites entre las provincias de Córdoba y San Luis.
Este problema se remonta a la época colonial, cuando todavía no existían estos
Estados. A lo largo del siglo XIX, las autoridades de ambas provincias entablaron
varias disputas sobre las jurisdicciones que correspondían a cada una. A m anera
de ejem plo recordaremos aquella suscitada en 1859 a raíz de la ubicación del
poblado de Chaján cuyos vecinos afirmaban que siempre habían pertenecido a la
jurisdicción cordobesa2, pese a los reclam os del Gobierno puntano sobre ese
espacio. Si bien este momento conflicti vo se disolvió, la situación lim ítrofe volvió
a recrudece r en 1879 cuando –en el marco de la ley Nacional del 5 de octubre de
1878 que disponía el traslado de la línea de frontera a las márgenes de los ríos
Negro y Neuquén y la cesión al Gobierno Nacional por parte de las provincias de
Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza del valor de lo producido por la
venta de los terrenos comprendidos más allá de las fronteras existentes, sin que
dicha enajenación afectara la jurisdicción provincial y los derechos adquiridos por
los particulares– Córdoba dio territo rios que la provincia de San Luis (úni ca en
oponerse a esta ley) consideraba suyos 3.
Según el relato de Allende, los reclamos que el gobierno puntano hizo en 1879 a
través de notas dirigidas al Ministerio del Interior, subrayaban que “el límite
conocido y nunca puesto en duda” entre Córdoba y San Luis era, hacia el Sud, la
prolongación de la línea de la sierra de Achi ras, que debía cruzar el Río Quinto el
Este del Fuerte Tres de Febrero. Dos árboles existentes en el lugar, el Tal a de l os
puntanos y el Tal a de los cordobeses, situados al Naciente del fortín Lechuzo
corroborarían esa afirmación. Aún en 1881, el Poder Ejecuti vo de San Luis
insistía en que “...aquella provi ncia había estado en pos esión no i nterrum pi da del
terri tori o que desde l as nacientes del Río Qui nto extendí a hasta el f ortín
Lechuzo”4. Las negociaciones entre am bas partes continuaron hasta que
acordaron som eter la cuestión al arbitraje del entonces presidente de la Nación,
Julio A. Roca, quién se expidió al respecto en noviem bre de 1883; fijando lo
siguiente: la línea norte-sur seguiría la Sierra de Com echingones desde el
nacimiento del arroyo de la Punilla, cuyo curso se continuaba hasta la Punta del
Agua, uniéndose este punto con el Río Quinto en el lugar ubicado a los 65° 07’
de longitud oeste de Greenwi ch y po r este meridiano, hasta el paralelo 35° sur 5.
De esta manera, la controversia limítrofe llegaba a su fin.
Esta apreciación es aplicable al caso que estamos estudiando por cuanto si bien
la toldería se convirtió en un lugar de refugio de los prófugos y perseguidos,
éstos no rompieron con la red de relaciones sociales previas. Por el contrario,
estos hombres se trasladaron a tierra adentro junto con sus familia res y con los
soldados que habían estado a su cargo en la frontera. La historia m ás conocida
para el tramo de la línea cordobesa-puntana es la del Coronel Manuel Baigorria
que permaneció por más de veinte años en territorio ranquel aunque también
habría que mencionar a los hermanos Juan, Felipe y Francisco Saá, que
Desde muy temprano, la vida del Coronel Manuel Baigorria estuvo fuertemente
cruzada por las intrigas y alianzas políticas propias de la organización del Estado
Nacional. Siendo muy joven, se plegó a las fuerzas del General José M aría Paz
(1829), líder del movim iento unitario del interior. Derrotado éste y perseguido
por Rosas, emigró a las tolderías en 1831. Para ser aceptado por los ranquel es,
Baigorria consintió en ser adoptado como hermano por el capitanejo Raimán y
luego como hijo por el cacique p rincipal Llanquetruz. Posteriormente, usó sus
prerrogativas de “ hermano” y de “tocayo” con los hijos de éste y, a la m uerte de
Pichún (sucesor de Llanquetruz), buscó perpetuar una alianza con Coliqueo
mediante el casam iento con una de sus hijas, aunque ya no vivía
permanentemente en la tierra adentro. Cuando Urquiza asumió el Gobierno de la
Confederación, Baigorria colaboró con su causa, pero poco antes del combate de
Pavón (1861) se plegó junto con Coliqueo del lado de Mitre. Después de la
victoria porteña, Baigorria se enfrentó a los prin cipales caciques ranquel es
(Mariano Rosas y Manuel Baigorria Guala) y a las montoneras provinciales que se
desataron en la región. Su perspectiva de la frontera, plasmada en sus
M emorias, es particularmente valiosa porque, com o señala Roulet9, no está
teñida de los prejuicios de quienes no habían tenido una experiencia directa de
contacto con los indígenas ni del resentim iento que a veces encerraba el
testimonio de algunos cautivos o prisioneros de guerra retenidos en contra de su
voluntad. Los suyos fueron los ojos de un exilado que ha encontrado refugio,
afecto y apoyo en la s tolderías.
La particula r form a de sociabilidad que ilustran trayectorias como las del Coronel
Baigorria constitu ye una clave fecunda para pensar las continuidades y cambios
que atraviesan a las sociedades latinoam ericanas desde los lejanos tiempos
coloniales hasta la actualidad. En su análisis de diferentes procesos de
acultura ción, Wachtel10 ha observado que la dualidad que encierran los sujetos
que vivieron cotidianamente la tensión de pasar de una cultura a otra, se
expresa como una ambigüedad fundamental según la cual se ajustaron a las
pautas y a los valores de la sociedad que los acogía, pero volvían a asum ir los
rasgos de la originaria cuando retornaban a su seno. Esta apreciación es
pertinente no sólo para el caso de Baigorria sino tambié n para todos aquellos
desertores y perseguidos de la justicia que convi rtieron a las tolderías
ranquelinas en su lugar de refugio. Al hacerlo, estos cristianos no rompieron con
la red de relaciones sociales previas. Por el contrario, muchos se trasladaron a
tierra adentro junto con sus familiares y con los soldados que habían estado a su
cargo en la frontera. Los refugiados oscilaron así entre adaptarse a la vida en las
tolderías procurando no regresar más a la tierra de la cual habían huido o bien
permanecieron entre los indígenas pero planificando el regreso a la frontera
cuando las circunstancias lo permitieran.
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