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¿Por qué hablar de geohistoria para entender nuestro pasado?

El enfoque geohistórico desde su proposición ha venido transitando por un proceso de


complejización de su propuesta, a partir de la aplicación de sus postulados a la investigación
concreta, al punto de que sus resultados en la aplicación del método de conjuntos ha permitido no
sólo estudiar los conjuntos regionales y brindarnos la posibilidad de la aproximación y el contraste
entre ellos, sino que más allá de ellos nos ha permitido teorizar sobre un método síntesis para
comprender las realidades sociales en un sustrato concreto, considerando su evolución en el tiempo,
de allí que nos sea propicio para entender el pasado.
En este punto tendríamos que preguntarnos, entender qué del pasado, para poder comprender la
doble dimensión comprensiva y de cruza que nos proporciona este método. Para ello debemos
entender que el ser geográfico es algo más complejo que los materiales físicos que componen al
medio, es la unidad de estos con el hombre y en función de éste como parte de un colectivo, hasta
aquí comprendemos que la geografía per se encierra su propia densidad, pero cuando introducimos
la variable histórica en el marco comprensivo cabalgamos en las dimensiones del tiempo y el
espacio y se imbrican la diacronía y la sincronía en múltiples tiempos, sin cuya comprensión es
imposible la síntesis que la ética exige a toda ciencia que se precie de humana y con ambiciones de
totalidad.
La historia no nos sería pues una ciencia suficiente para comprender al pasado, en tanto que las
estructuras que los componen mantuvieron una interacción tal entre ellas, que generaron matices
suficientes para apuntar conclusiones en mil direcciones, todas incompletas si no se logra una visión
de conjunto, emulando a la urdiembre que se entreteje en la realidad misma. En medio de esta
madeja, una postura filosófica ha venido a prestar auxilio en la concientización de la dinámica de
esa complejidad, es la dialéctica, recogida esencialmente por el método geohistórico y aplicada en
todo el instrumental conceptual que nos proporciona para recolectar e interpretar la información de
la realidad.
Siempre que nos topamos con una pregunta que apunta hacia la comprensión del pasado,
debemos preguntarnos y sobre todo respondernos por razones éticas, y el pasado para qué. Pues no
se trata de entender al pasado por el pasado, sino de comprenderlo por las exigencias que nos
impone el presente, noción que se encuentra plenamente identificada en el componente axiológico
del método geohistórico, al concebir como última fase del estudio de su objeto de su objeto, tras
develare el pasado y visibilizar lo invisible, la intervención para la transformación.
No tenemos dudas entonces al afirmar que es el enfoque –o método geohistórico- el más
pertinente y completo a la hora de asumir la empresa de la síntesis, no sólo en geografía, sino en
historia, se trata de una mirada que por excelencia y en todas sus dimensiones científicas
relacionante, del hombre con el hombre, del hombre con la naturaleza y del hombre con sus
productos –los del trabajo-.
Especificados los objetivos de un estudio del pasado por el presente, bien podríamos decidir
abordarlo desde la Historia o desde la Geografía, sin sufrir inconvenientes comprensivos mayores.
Ahora bien, por qué hablar o preferir el método geohistórico en el estudio del pasado, ya hemos
hablado de la complejidad y la densidad que logra, ahora hablemos de la protección que
proporciona ante el inminente vicio de la hiper especialización, esa que aparta la comprensión de las
relaciones del hombre y la naturaleza de la comprensión de todo lo que le da sentido a esta relación,
como si se tratara de una relación artificial, que viene dada por mandato exclusivamente biológico,
de ser así no habría tan cantidad de diferencias culturales entre la infinidad de pueblos que han
habitado el globo terráqueo, no habrían diferencias entre los modos de producción aplicados en el
devenir humano y el espacio y el tiempo como continuo dialéctico no existiría, por lo tanto no
necesitaríamos construir un edificio con tantas puertas y ventanas para tratar de comprender un
fenómeno tan complejo como las sociedades humanas.
Toda sociedad se encuentra en movimiento y todo movimiento se convierte en cada minuto en
pasado, por lo tanto este movimiento es esencialmente histórico y se compone de otras dinámicas
que lo alimentan, la económica, la geográfica, la cultural la sociológica, antropológica entre otros,
este conjunto se hace específico y se diferencia del resto por el marco contextual que le da el tiempo
y el espacio a la vez que tiene la potencialidad de trascender estas estructuras. Este complejo
dinámico que se hace rápidamente pasado, pero que explica inevitablemente el presente es lo que
estudiamos usando el método geohistórico.
Las consideraciones anteriores explican la afirmación de Ramón Tovar al proponer y justificar el
uso del enfoque geohistórico para dinámicas sociales “no .se puede hacer geografía sin una
profunda cultura histórica” afirmaba, de allí que el enfoque que nos proponía se opusiera a los
clásicos cotos en las ciencias sociales y defendiera la interdisciplinariedad, heredada de los métodos
franceses, que fueron de los primeros en comenzar a comprender a la ciencia como una sola.
¿Cuál es el panorama dominante en las ciencias sociales que justifica la aparición de la geohistoria?
Eran los años 60 al decir de Ramón Tovar –proponente del enfoque en nuestro país- una época de
“crisis epistemológica” en la que la ciencia geográfica se limitaba a descripciones muy específicas
del globo terráqueo, que tendían a crear modelos teóricos de los fenómenos naturales. La aparición
de la geohistoria se asocia a la presencia e influencia de la geografía francesa, de la que se nutrió
Tovar durante sus estudios en Europa, específicamente a la escuela vidaliana, asociada a la labor y
apertura de pensamiento de la escuela de los Annales en los estudios históricos.
El planteamiento esencial radicaba en separar a la Geografía física de la humana, pero no de
manera definitiva, sino para diversificarlas en su campo de estudio y luego poder juntar los aportes
de sus estudios en la comprensión compleja de los fenómenos humanos, como ya tantas veces lo
hemos dicho en párrafos anteriores, introducir una visión de relaciones, que se nutriera de la
interdisciplinariedad.
Era necesario comenzar a superar la ciencia subdividida y avanzar a la ciencia total, apenas eran
los albores de un camino que aún en el presente no logra concretarse, aunque haya avanzado mucho
metodológicamente, ha sido muy difícil romper la hegemonía y negaciones implícitas que sustentan
a la hiperespecialización.
Asumir en el naciente enfoque la propuesta vidaliana de principios, de siglo de la geografía
humana, implicó en este tiempo de negaciones comprender que “la ligazón del hombre con la
naturaleza, en lo fundamental, no es biológica sino social” por lo tanto depende del tiempo en el que
se manifieste y los mecanismos que dominen en el régimen social.
Para el caso de Venezuela (comienzos de la década del sesenta) el panorama en el que surgen los
pininos de esta propuesta que se concreta en los ochenta por el complejo escenario que significó la
lucha armada, no era menos agitado, la persecución por el poder, hasta de los que proponían cosas
novedosas en la atmósfera intelectual alimentada por el mayo francés, alcanzaba a frenar el
desarrollo de ciertas categorías y aplicación de las leyes de cambio social planteadas por el
materialismo histórico dialéctico, sospechosas de oponerse a la hegemonía del pensamiento
positivista, ergo perseguidas y acalladas por comunistas y que sin embargo tiempo después lograron
introducir nociones tan necesarias como las de totalidad en el estudio de los humano.

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