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La crisis del siglo III, también conocida como anarquía del siglo III, anarquía
militar o crisis imperial, hace referencia a un período histórico del Imperio
romano, de casi cincuenta años de duración, comprendido entre la muerte del
emperador Alejandro Severo, en el año 235, y el ascenso de Diocleciano al trono
del Imperio, en el año 284. Este fue un período de profunda crisis, durante el cual
se produjeron fuertes presiones de los pueblos exteriores al Imperio y una aguda
crisis política, económica y social en el interior del Imperio. Tanto en Italia como en
las provincias surgieron poderes efímeros sin fundamento legal, mientras que la
vida económica se vio marcada por la incertidumbre de la producción, la dificultad
de los transportes y la ruina de la moneda, entre otras.
De este período se han diferenciado dos subperíodos:
Índice
1Historia
2Impacto económico
3Impacto social
4Véase también
5Bibliografía
Historia[editar]
Los problemas empezaron en el año 235, cuando el emperador Alejandro
Severo fue asesinado por sus soldados a la edad de 27 años después de que las
legiones romanas fueran derrotadas en la campaña contra la Persia sasánida.
Mientras un general tras otro peleaban por el control del imperio tras la muerte
de Alejandro Severo, las fronteras fueron descuidadas y sujetas a frecuentes
incursiones por parte de godos, vándalos y alamanes por el norte, así como de
los sasánidas en el este.
Finalmente, en el año 258, los ataques fueron internos, cuando el imperio se
dividió en tres estados separados que competían entre sí. Las provincias romanas
de Galia, Britania e Hispania, por inspiración de sus guarniciones militares, se
separaron para formar el efímero Imperio galo, y dos años más tarde, en el
año 260, las provincias orientales de Siria, Palestina y Egipto se independizaron
tomando el nombre de Imperio de Palmira, con respaldo sasánida, dejando en el
centro al Imperio romano propiamente dicho que estaba basado en Italia,
los Balcanes, Asia Menor y las provincias leales del norte de África.
Impacto económico[editar]
Internamente el Imperio sufrió una hiperinflación causada por años
de devaluación de la moneda. Esto había comenzado anteriormente, bajo
los emperadores Severos, quienes aumentaron el tamaño del ejército en un 25 %
y duplicaron la paga básica de los soldados. Al acceder al poder, los emperadores
con reinados cortos necesitaban obtener dinero rápidamente para pagar el "bono
de accesión" del ejército (prácticamente una recompensa para los soldados que
habían apoyado al nuevo emperador), mientras que otros directamente
pagaban sobornos a los cuerpos de tropa para que mantuvieran fidelidad al nuevo
régimen.
Desde el asesinato de Sejano bajo el reinado de Tiberio el año 31 d. C. se había
pagado sumas de dinero (el llamado donativium) a los miembros de la Guardia
Pretoriana como "recompensa" a su lealtad, pero este sistema había degenerado
en una abierta corrupción de estas tropas. Habiendo llegado al extremo que
cuando los pretorianos imperiales mataron al emperador Pertinax el año 193 d. C.
prácticamente vendieron el cargo imperial al procónsul Didio Juliano a cambio de
6250 denarios de plata para cada miembro de la Guardia Pretoriana. Tal
costumbre de pagar sobornos a cambio de lealtad se generalizó pronto a
las legiones del ejército regular romano.
El Estado romano dependía fuertemente de los impuestos, pero estos eran
difíciles de cobrar en un imperio tan vasto y de hecho su recaudación era un
proceso lento y complejo. Por tanto la forma más fácil en que un emperador podía
recaudar dinero era simplemente reducir la cantidad de plata o de oro en las
monedas y acuñar éstas con metales más baratos. Tal política era sumamente
arriesgada, pues al igual que en todas las sociedades de su tiempo,
la moneda romana dependía de su valor intrínseco como metal precioso y por ello
debía guardar una proporción mínima de plata u oro para que conservara poder
adquisitivo (lo cual explica que en dicha época las monedas de bronce y
de cobre se reservaran para las piezas de menor poder de compra). En el caso de
la moneda de oro, el áureo acuñado ya en tiempos de Augusto, la proporción
había sido la siguiente: 1 libra de oro = 40 áureos de oro = 1000 denarios =
4000 sestercios.
No obstante, el año 215 el emperador Caracalla cambió la proporción ordenando
que de cada libra de oro se extrajeran 50 monedas, lo cual implicaba reducir en
20 % la proporción de oro y por consiguiente devaluar la moneda, en tanto el valor
facial se mantenía sin alteración. Paralelamente Caracalla instauró una nueva
moneda, el antoniniano, que oficialmente equivalía a dos denarios, pero cuyo
auténtico contenido de plata era igual a solo 1.5 denarios.
La alteración de la moneda tuvo el efecto previsible de causar
una inflación desbocada: la población empezó a atesorar los denarios que aún no
habían sido devaluados, mientras que formalmente el antoniniano, pese a ser de
menor valor, mantenía un valor facial de dos denarios. Pronto el descrédito de la
moneda se hizo evidente y treinta años después de la muerte de Caracalla
el antoniniano estaba acuñado solo con bronce, obtenido a veces solo tras fundir
antiguos sestercios.
Áureo de Septimio Severo, acuñado en 193 en honor de la XIV Gemina Martia Victrix, que lo proclamó
emperador.