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El Autor de la Semana
Andrés Eloy Blanco
Selección de Poesía
El Autor de la Semana
(1896-1955)
Destacó en la poesía con especial luz, lejano a las concepciones de sus contemporáneos,
los miembros de la generación del 18, casi todos ellos altos poetas intimistas. En cambio,
Blanco atendió siempre a lo que decía la gente, la calle, de allí la gran popularidad de la
cual gozó con sus versos. En el cuento, especialmente en el más valorado de los suyos,
La gloria de Mamporal, criticó las famas pueblerinas; como dramaturgo, se asomó en la
mejor de sus piezas, Abigail (1942), a las lecciones bíblicas; como periodista fue uno de
los más afamados columnistas de la prensa venezolana; como biógrafo, se ocupó del
gran presidente de la República, José María Vargas, en Vargas, albacea de la angustia
(1946); como ensayista político, se destacó especialmente en su Navegación de altura
(1941). Como orador político y literario, cautivó a las multitudes venezolanas de los
años treinta y cuarenta. Y lo siguió haciendo hasta su muerte en el exilio. De hecho, su
última intervención pública, a horas del deceso, fue un discurso, en el cual llamó a lo
mejor del espíritu venezolano a seguir viviendo. Como poeta gozó con sus poemas de
una popularidad que seguramente sólo tuvo Abigail Lozano (1821-1866) durante el siglo
XIX, Andrés Mata (1870-1931) a principios del presente, Aquiles Nazoa (1920-1976) a
partir de los años cincuenta o Víctor Valera Mora (1935-1984) en los últimos tiempos.
La fama lograda fue inmensa, pocos de los creadores con el verso han logrado tan alta
estimación pública. Esto fue especialmente cierto con los textos que él recogió en su
libro Poda. En su obra se halla un registro muy amplio, en la cual entra lo personal,
como en El alma inquieta; lo geográfico y lo telúrico le dan carnadura a El río de las
siete estrellas; lo tradicionista aparece en El limonero del Señor; es juguetón en El
conejo blanco o en El gato verde; suyos son romances sobre tradiciones, como en La
loca luz Caraballo; la transida emoción filial le hizo concebir su mejor poema A un año
de tu luz o dejar escrito el viril testamento en su Canto a los hijos.
Selección
Andrés Eloy Blanco: Selección de Poesía 2
Y en la mañana de la Ley,
cuando la antorcha de Angostura chisporroteó sobre la guerra,
despabilada de las luces mortales,
sobre el volcán cayó la quinta estrella.
Casiquiare
Ciudadano venezolano,
Casiquiare es la mano abierta del Orinoco
y el Orinoco es el alma de Venezuela,
que le da al que no pide el agua que le sobra
y al que venga a pedirle, el agua que le queda.
Casiquiare es el símbolo
de ese hombre de mi pueblo
que lo fue dando todo, y al quedarse sin nada
desembocó en la Muerte, grande como el Océano.
Angostura
En Angostura, el río
se hace delgado y profundo como un secreto,
tiene la intensidad de una idea
que le pone la arruga a la Piedra del Medio.
En Angostura, el agua
tiene la hondura de un concepto
y acaso aquí es el río la sombra de Bolívar,
metáfora del alma que no cabe en el cuerpo.
La palabra Guayanesa
no está en el coro de las siete ninfas,
y en ellas invierten el camino del cielo
y hacia el Oriente navegan como las siete cabrillas;
y allí ven el milagro de la Tierra,
de un lado, el oro virgen da una franja amarilla,
hacia el Norte, del otro lado,
las Pampas de Oriente, rojas de Reconquista,
y en la mitad un río azul,
y allí se ven copiadas y en su centro se anidan.
Y así fue como el río su franja del cielo
que preside la danza de las siete provincias.
Evocación Indígena
Subiendo hacia San Félix, donde el río enseña dos dientes,
donde el río enseña, bien cerrados,
los dos puños de Piar exprimiendo la Hazaña,
subiendo hacia San Félix vimos el arco iris
que hacía el arco indio sobre su cuerda de aguas,
Y entonces recordé, amigos,
aquella lección de Historia que leímos en la infancia,
la primera lección de Historia,
en que nuestra leyenda nos inaugura el alma:
Recordad la primera lección:
nos dice que Colón nos descubrió en su tercer viaje
y habla de las corrientes aquellas que detuvieron a Colón.
La Barca Futura
Río de las Siete Estrellas,
camino del Libertador,
sangre del Corazón de América,
¡aorta que no sale del corazón!
Orinoco
La prueba,
oh mi fuerte Orinoco, te filtró toda el agua.
Tú mismo,
desordenado,
pródigo,
invasor,
subversivo,
venezolano,
tú mismo
llevaste las dragas que te roen el fondo,
como tu propio pico de pelícano.
Te profundizaste,
escupiste el freno de las barras,
te recogiste en tu designio definitivo.
Un día
te echaste al hombro tus caimanes
y abandonaste lentamente las sabanas.
Tú mismo
te empinaste hacia abajo,
esotérico,
con un hondo respeto de la tierra
y diste a tus mil brazos
aptitud atlética
para recibir la crianza del trasatlántico,
para prenderte a las orillas
grandes ciudades que te caen
como tributarios de vida,
para ser el zaguán del mar,
traficado por los gritos de la tierra
que se echa a las calles del mundo.
Denso, populoso,
te caen y se te ahogan
duras palabras engranadas
en todos los idiomas del planeta.
Pero, todavía,
fuerte Orinoco,
todavía eres el Río Indio,
inconfundible,
en el salto,
en la bandada,
en la garza en un pie, que casi vuela
y en tu último caimán
en cuyo bostezo
se refugió toda tu tradición
con silenciosa desembocadura.
Oh mi fuerte Orinoco,
vieja calle bolivariana,
por donde pasó sin rumor
el hombre que te empujó con el remo que lo empujaba!
La prueba
que te filtró las aguas y del lado de ayer
dejó el residuo de sangre y de fiebre
con eficacia final de abono,
la prueba
que te llevó a tu máxima estatura interior,
Orinoco,
gran Río Útil,
primer ciudadano de Venezuela,
tu prueba
nos pasó por tu mismo filtro.
Yo mismo
me vi colar entre mi conciencia
y me sentí dragado
hasta la raíz de mi carne verdadera.
BESTIARIO
El Caimán
Es el Capitán del Río;
viejo zorro dormilón, viejo Neptuno,
con ese dolor de eternidad
de los que se salvaron del Diluvio
En la playa candorosa
alza su boca abierta el Capitán del Río
como si fuera echando hacia los cielos
las almas de los que se ha comido.
La Raya
Alacrán de orilla.
comadre de orillera,
oculta, como una mala intención,
enconosa, como una mala lengua.
El Temblador
Bólido entre dos aguas, gota de tempestad,
gato de agua -el alma de algún gato hundido-
o más bien un rayo que cayó una noche
y cuando iba hacia el fondo, se pasmó con el frío.
El Caribe
La diezmillonésima parte
de un tiburón
multiplicada diez millones de veces.
El Caribe es la distancia más corta
que hay del Río a la Muerte.
El Boa
La cola en el árbol, la boca en el río,
es todo un cauce:
entra al Orinoco la cascada viva,
el tributario de carne.
El Mono
Desde el árbol más alto, donde se toca el cielo,
colgado de la cola al pico de una estrella,
con las manos tendidas, nos saluda el Abuelo.
Las Garzas
¿Es una nube? ¿Es un punto vacío
en el azul...? No. amigo mío,
en un bando de garzas... Son las novias del Río...
Los Tributarios
Siete caballos, como traílla,
sin rienda ni silla,
por siete caminos vienen en tropel;
como una traílla de grandes mastines,
espesos de espumas, de nervios, de crines,
los siete caballos llegan hasta él.
Él les ve llegar:
El primer caballo le ofreces sus ancas
para cabalgar,
el segundo, dale sus espumas blancas,
como las del mar,
el otro, en la floja nariz que palpita
le da un humo blanco con calor de hogar,
el cuarto se encabrita
y el quinto relincha, de azogue el ijar
y el sexto murmura y el séptimo grita
y el Orinoco es todo lo que llega al mar.
Lléname la casa
de flores regaladas, como en una selva.
Déjame en tu cuarto, cerca de tu cama;
con mis cuatro hermanas, hagamos consejo;
tenme de la mano, tenme de los labios,
como aquella noche de mi padre muerto,
y al cabo, dormidos iremos quedando,
uno con su muerte y otro con su sueño.
Madre, si me matan,
que no venga el coche para los entierros,
con sus dos caballos gordos y pesados,
como de levita, como del Gobierno.
Madres, si me matan,
y muero en los bosques o en mitad del llano,
pide a los soldados que te den tu muerto;
que los labradores y las labradoras
y tú y mis hermanas, derramando flores,
hasta un pueblo manso se lleven mi cuerpo;
que con unos juncos hagan angarillas,
que pongan mastranto y hojas y cayenas
y que así me lleven hasta un cementerio
con cerca de alambres y enredaderas.
Y cuando pasen los años
tráeme a mi pedazo, junto al padre muerto
y allí, que me pongan donde a ti te pongan,
en tu misma fosa y a tu lado izquierdo.
Madre, si me matan,
pide a los soldados que te den tu muerto.
Madre, si me matan,
ábreme la herida, ciérrame los ojos
y tráeme un pobre hombre de algún pobre pueblo
y esa pobre mano por la que me matan,
pónmela en la herida por la que me muero.
Poema de Apure
Aquí, en el río pasmado,
el pelo desmelenado,
preso en el labio un cantar,
desnudas sus gracias blondas,
al amor de ondas y ondas,
mi Musa se va a bañar.
En un recodo indolente
asume la amplia corriente
curvas de mujer carnal,
y en sus aguzadas proas
proyectan largas canoas
su alfilerazo sensual.
¡Cristo-Rey de la llanura,
lleva al mar de la amargura
el Orinoco su cruz,
y tú, centurión y loco,
das de flanco al Orinoco
tu puñalada de luz !
Y ahora me pregunto:
¿ Por qué razón estoy yo aquí ? ¿qué fuerza
pudo más que tu amor, que me llevaba
a la dulce anonimia de tu puerta ?
¡ oh, miserable vara que nos mides !
el Renombre, la Gloria... ¡ pobre cosa pequeña !
cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
¡ Cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella !.
Renuncia
He renunciado a ti. No era posible.
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
La Mar
Otra vez, compañeros,
cuando creíamos
estar ya para siempre con la tierra,
he aquí que la mar nos ha ganado.
He aquí que nos cambian de prisión
y nos traen al Castillo que está en mitad del agua,
bañado de olas verdes y de humo y de espuma,
y de llamadas de vapores grises
y de bocanadas de movimiento
y de zarpadas lentas y calurosas.
He aquí que aspiramos
buches de zafarrancho y de piratería;
he aquí que los lomos sudan la mala brea
bajo el sol calafate
y las drizas nerviosas
y la arboladura de los brazos
crujen ya al ondear de las melenas
zafadas como estayes en el tumbo del viento.
Yo no me daba cuanta
de lo hermosa que era, de lo que eran sus ojos;
amigo, hay que estar preso
para saber lo hermoso que es lo hermoso.
Yo no me daba cuenta
de aquellos ojos anchos, con una luz paisana,
donde el quieto país de la pupilas
oprime la provincia de una lágrima.
Yo no me daba cuenta de cómo todo eso
habla de frío y choza y luz en la ventana.
Yo no me daba cuenta
de esa sombra de luz, de esa luz como en sombras,
que es el zaguán de la belleza.
Autorretrato
Nací en una revuelta,
y me voy por la puerta de un idilio,
viví una Revolución.
De la montaña ideológica
quedó una frase de divinidad sustantiva:
el Hombre es una fuerza que ama.
El caliente ecuador
es una rueda de amigos
y una espiral de voces acuatiza en las nubes.
Tuve un archivo;
lo he ido quemando.
Recuerdo el día
en que me fui injertando de la glándula taumaturga.
El cirujano sembró en mí la astilla de eternidad.
Para injertarme
trajeron un gorila de timidez resuelta,
como la que da el ojo de un inmigrante joven.
Al concluir el injerto,
quedé dormido.
Pero aquella misma noche
empecé a sentir a mi huésped moverse.
A un año de tu luz
A un año de tu luz, e iluminado
hasta el final de su latir, por ella,
desanda el viaje el corazón cansado.
La cumbre te circunscribe
al sólo aliento del nombre,
lo que te queda del hombre
que quien sabe donde vive;
cinco años que no te escribe,
diez años que no lo ves,
y entre golpes y traspiés,
persiguiendo tus ovejos,
se te van poniendo viejos
los deditos de tus piés.
Desengáñese, comadre,
que no hay angelitos negros.
Pintor de Santos de alcoba,
pintor sin tierra en el pecho,
que cuando pintas tus santos
no te acuerdas de tu pueblo,
que cuando pintas tus Vírgenes
pintas angelitos bellos,
pero nunca te acordaste
de pintar un ángel negro.
La Espiga y el Arado.
Suspendida,
firme, ingrávida en la altura,
factor lírico en la vida
de la eterna arquitectura,
mi visión exploradora relumbró sobre la hondura
y en alada trayectoria
se agitaron en la Historia
los penachos florecidos de la Espiga que madura.
La Vaca Blanca
De un amor que pasó, como un paisaje
visto del tren, cuando se va de viaje;
de un romance de un mes, en un cobijo
del llano, una mujer me dejó un hijo.
Y me dejó un pequeño
así de grande y como flor de harina,
con unos ojos como para un sueño
y el laberinto de su lengua china.
Y la nodriza y todo
cuanto del llano tuve, se me quedó en el llano...
La vaca me miraba..., me miraba de un modo,
que yo sentí la angustia de enderle la mano...
A Florinda en invierno
El gato verde
Todavía me asusto al recordarlo.
Anoche vi en el techo de la cárcel
un gato verde.
Me miraba con ojos de vidrio,
arqueaba su cuerpo enlunado
y en su rabo bailaba una víbora
verde.
Puede que sea un gato negro,
que, de viejo, ya estuviera verde,
o un gato de piedra forrado en musgo,
pero lo he visto y era
un gato verde.
Me miraban los ojos
de mujer del gato
y transparentaba como diluidos
venenos aquel gato verde.
Debe ser amarillo en otoño
y blanco en invierno.
¿Será el alma, quizá, de un astrólogo
ese gato verde?
Solución de cobres,
magnética esencia.
¡Cómo estaba toda la noche metida
en el gato verde!
Relámpagos pálidos,
circuitos, azul llamarada,
resumen de toda la carga celeste;
el gato saltó.
La atmósfera toda, con sus tempestades,
en el gato verde,
saltó.
De súbito el gato corrió por el techo,
pasó varias veces, fantasma espantado,
pasó varias veces,
huía, volaba, saltaba, sentía
miedo de ser verde.
La obsesión
¡Le agarré por el cuello al gato verde!
él se enrollaba y tendía las manos
para cogerme;
le hice girar diez, cien, mil veces,
como una honda, y lo lancé al espacio;
allá arriba giró como un pelele,
subió, dio tres piruetas y se agarró al tejado
se echó, se puso a verme,
con una risa entre los labios,
guiñándome los ojos, con el rabo pendiente,
como un retoño de árbol;
meditó un poco, masculló dos erres...
después, dio un salto
y entre mis brazos cayó el gato verde
y aquella noche se durmió en mis brazos.
Camero.
Ranero.
Cepo Ballestero.
Rodríguez Rivero.
Itriago.
Sayago.
Arcaya.
Carvallo.
Bello. Guerra Bello.
Carecaballo.
Puerto Cabello.
Aristimuño.
Cuartel del Cuño.
El Comisario.
José Rosario.
Maracay.
Ay. Ay. Ay.
Rafael María.
José María.
Pedro García.
Jorge García.
José Rosario.
Pedro María.
Frías. Frías. Frías.
Los desterrados.
Los torturados.
Los degollados.
Los Consulados.
Vienen degollando.
Vienen velazqueando.
Vienen sayagueando.
Nereo. Fusiles.
Mil Jefes Civiles.
Arveja. Quinchoncho.
Evencio. Florencio.
Don Juancho. Don Concho.
Eustoquio. Aparicio.
Suplicio. Suplicio. Suplicio. Suplicio...
Vidrio molido.
Bola y cadena.
Viene Velazco.
Viene Requena.
Vienen Pimenteles.
Vienen Tarazonas.
Vienen Colmenares.
Veinte. Treinta. Cien.
Hidalgo.
Don Santos.
Rubén.
Marión.
Valentine.
Fulleborn.
Román.
Rincón.
Tocorón. Tocorón. Tocorón.
Chacón. Chacón.
Parra Picón.
Parra Picón.
Parra Picón.
Te vi flotar en la bruma
que tu blancura aureola,
como un boceto de espuma
sobre un pedestal de ola.
Y tu mano pasionaria,
aquella noche huyó en vano,
porque mi mano corsaria
fue gavilán de tu mano.
No sé si me olvidarás
ni si es amor este miedo;
yo solo sé que te vas,
yo solo sé que me quedo.
Encontrarás al acaso
entre coplas del camino,
como en el fondo de un vaso
roto una mancha de vino.
Al oído de la nieta
tu voz de abuela hablará:
–Son los versos de un poeta
que no sé si existe ya...
No sé si me olvidarás
ni si es amor este miedo;
yo solo sé que te vas,
yo solo sé que me quedo.
El dulce mal
La Hilandera
Me quitaron mi derecho,
compadre, lo que más quiero,
mi alazán refistolero,
mi palma de llano y techo;
mi palma con guitarra y pecho,
el recuerdo se distrae,
cuando la pena decae
y la guitarra la enlaza;
eso, si usté tiene raza,
dígale a Juan Pablo Páe.
Y si no hay en el Castillo
guitarra p’al prisionero,
échele un fiao al ranchero
de una vela de a cuartillo;
que el copetico amarillo
le prenda Juan Pablo Páe
y si en el patio le cae
la caldereta marina,
póngale la mano asina
y usté mismo me la trae.
Palabreo de la recluta
Si vino el reclutamiento,
se fue Juan y quedó Juana.
Si queda llanto en sabana
por todo acompañamiento;
si una comisión de viento
prendió el olor de mastranto,
si reclutaron el canto,
si no hay ni nube en el cielo
que le preste su pañuelo
¿quién le va a secar el llanto?