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MOVERSE EN LIBERTAD

INTRODUCCIÓN

El desarrollo del niño es un proceso complejo. Algunos de sus aspectos (el aspecto motor, el
cognitivo, el motivacional, etc.) se hallan interrelacionados, se influyen mutuamente y están
condicionados por el medio en el que tiene lugar el desarrollo.
El desarrollo de la motricidad, en el curso del cual el niño adquiere las diferentes posiciones
estáticas de su cuerpo, aprende a cambiar de posición y a desplazarse, a sentarse, a ponerse de
pie y a caminar, sólo constituye en el fondo uno de los aspectos de este conjunto.
El movimiento representa una parte muy importante de la actividad en el curso de los
primeros años, especialmente los cambios de postura y los desplazamientos. Se concede cada
vez más importancia a los movimientos activos en relación con el desarrollo de otras
funciones psíquicas, como por ejemplo, la formación del esquema corporal, la constitución de
las nociones de orientación, de las primeras nociones abstractas y de las primeras estructuras
del pensamiento.
Según establecen algunos estudios la intervención directa del adulto durante los primeros
estadíos del desarrollo motor de un niño, (es decir darlo vuelta , sentarlo, ponerlo de pie,
hacerlo andar) no es una condición previa para la adquisición de estos estadios (es decir,
darse vuelta, sentarse, pararse, caminar ) porque en condiciones ambientales favorables el
niño pequeño consigue regularmente por si mismo, por su propia iniciativa, con movimientos
de buena calidad, bien equilibrados, volverse sobre el vientre y después, pasando por el rolar,
el reptar y el gateo, sentarse y ponerse de pie.

La intervención directa del adulto no es una condición indispensable para la adquisición del
movimiento. Sin embargo, bien sea para favorecer este desarrollo, bien como una manera de
ocuparse del niño o como una forma de estimulación, se continúa dándole la vuelta,
colocándole sentado o de pié pese a la inmadurez de su sistema neuromuscular y a la
inadaptación temporal de su personalidad. Prosigue la competición, manifiesta y disimulada,
entre los padres: ¿qué niño adquiere mas rápidamente estos movimientos?. Sin embargo,
nadie se preocupa de la manera en que el niño ha llegado a ellos, ni de la calidad del
movimiento ejecutado.

El perjuicio causado por las posturas impuestas no se limita al desarrollo de su motricidad,


sino que también influye desfavorablemente en su desarrollo psíquico, en el desarrollo de su
personalidad. ¿porqué hacer entonces que un niño pequeño, cuyo estado normal es el buen
equilibrio de las tensiones, se ponga rígido y crispado en estas posiciones impuestas?

Todo lo que acabamos de decir no significa en manera alguna que no sea preciso ocuparse del
niño pequeño, es absolutamente preciso ocuparse de él, además de satisfacer sus necesidades
corporales, su buen desarrollo dependerá de la creación de relaciones humanas adecuadas.
Hay que hablarle y escucharlo, hay que prestar atención a sus iniciativas. Hay que satisfacer
su curiosidad mediante respuestas y explicaciones.
Es preciso estimularle para que las señales que nos envías sean cada vez más numerosas y
activas, hay que introducirle en la comunidad en la que vivirá, hacerle aceptar las reglas de la
vida social. Todo ello constituye una tarea extremadamente compleja.
Es preciso que nos ocupemos del niño pequeño con amor, con paciencia. Hemos de enseñarle
cosas que solo puede aprender de nosotros, a través de nosotros. Pero resulta inútil y hasta
desventajoso enseñarle a sentarse sentándolo, o a ponerse de pie, poniéndolo de pie, etc.,
cosas que el puede aprender por si mismo, por su propia iniciativa, con una mejor calidad,
mediante tentativas cargadas de alegría y seguridad.

EL DESARROLLO MOTOR SIN INTERVENCIÓN DIRECTA DEL ADULTO


(Las investigaciones sobre motricidad en el Instituto Loczy por la Dra. Emmi Pikler)

El Instituto Loczy fue fundado en 1946 para bebés que precisaban cuidados prolongados,
niños cuyas madres eran tuberculosas o habían fallecido en el parto, y permanecían allí hasta
los 2 años y medio. Desde su fundación uno de los objetivos principales fue garantizar a los
niños un desarrollo favorable, es decir evitar por todos los medios la aparición del
hospitalismo y asegurarles condiciones de desarrollo normal. En su primer libro, publicado
en Budapest en 1969, la Dra. Pikler, otorga una particular atención al desarrollo motor en
forma espontánea en la primera infancia. Sus estudios se basaron en observaciones de casi un
millar de niños huérfanos acogidos desde su nacimiento en el Instituto fundado y dirigido por
ella, donde ha elaborado y aplicado un método de cuidados y educación cuyos objetivos
consisten en prestar a los niños un marco de vida estable, cuidados personalizados, un entorno
adaptado a las necesidades funcionales de cada edad y, especialmente, dejarles completa
libertad de movimientos. Las observaciones obtenidas directamente de los niños en el
contexto habitual de su vida, permitió ver la sucesiva aparición de las posturas que el niño
realiza voluntariamente, cuando alcanza la maduración. Es importante aclarar que la
coordinación no se produce cuando el adulto hace que el niño adopte prematuramente
posturas que aún no logra dominar por si mismo, mediante apoyos directos o recurriendo a
instrumentos, esto provoca fenómenos de rigidez y tensiones perjudiciales para el desarrollo
postural armonioso del niño.
De allí surge la importancia de la actitud no intervensionista del adulto en el desarrollo motor
del niño, lo que se inscribe como respeto y consideración hacia una persona autónoma.
Resalta, asimismo, la importancia de una ayuda indirecta, es decir que el adulto organiza el
entorno adecuado a las necesidades del desarrollo de cada edad. Actualmente son cada vez
más los profesionales que reconocen que la intervención directa del adulto no es una
condición indispensable para la adquisición de posturas y movimientos, y más aún, destacan
que el perjuicio causado por posturas impuestas no se limita sólo al desarrollo motor, sino que
influye desfavorablemente en el desarrollo psíquico y de la personalidad del bebé.
La Dra. Pikler sostiene que en el desarrollo del psiquismo resulta más importante la iniciativa
procedente del niño, ya que su movimiento “activo”, el que él mismo ejecuta, posee un papel
preponderante en el conocimiento del propio cuerpo, en la autoconciencia, en la percepción
de su propia eficiencia, en el aprendizaje y en el reconocimiento espacio-temporal del entorno
en general.
La autonomía de un niño no sólo está correspondida con el desarrollo motor, sino y de
manera muy profunda, con la forma en que organiza las relaciones con los adultos. La
seguridad afectiva del niño nace de la posibilidad que tiene de sentir placer en actuar y
transformar. En toda actividad regida bajo su “responsabilidad”, el niño aprende a prever el
resultado de la acción, midiendo los límites de sus posibilidades, y restableciendo sus
acciones, desarrollando su competencia.

Dice Pickler: “En lo relativo a la psicomotricidad pedí a los padres que observaran dos tipos
de medidas:
Primeramente, no obstaculizar los movimientos libres de su hijo, no esforzarse por apresurar
o cambiar el curso normal de su desarrollo mediante intervenciones directas. Los padres no
debían hacer que realizara los diferentes movimientos y posturas (sentarlo, pararlo, llevarlo
de la mano, etc.)
En segundo lugar: asegurar al niño todas las condiciones materiales necesarias para la libertad
de sus movimientos, para que pueda aprender y se ejercite de una manera autónoma y
espontánea, entre algunas otras cosas, una indumentaria adecuada, espacio suficiente y
seguro, un suelo firme que no se hunda bajo su peso, etc
Las características esenciales de su comportamiento son a mi juicio las siguientes:
a) Estos niños pequeños se muestran generalmente activos, satisfechos, alegres.
Mantienen excelente contacto con sus padres y con su entorno.
b) El desarrollo de sus movimientos es continuo y posee un ritmo regular.
c) Cada nueva fase, así como la actividad constante, la experimentación y el ejercicio
autónomo son una fuente visible de alegría para el niño. Resulta característica la
expresión de su cara en ocasión de esos intentos: concentración de la atención por una
parte, el interés y la alegría por otra, se manifiestan en su cara.
d) Los movimientos de estos niños resultan armoniosos. No son ni torpes ni desgarbados
( como se tiene costumbre de describir los movimientos infantiles). Por el contrario, a
lo largo de todo su desarrollo, se mueven con flexibilidad, con una buena
coordinación, tienen seguridad y su equilibrio es bueno.

CONDICIONES PARA GARANTIZAR LA LIBERTAD DE MOVIMIENTOS


(el entorno material)

-Ropa: Indumentaria que obstaculice lo menos posible los movimientos, que sea flexible, no
muy gruesa. Han de permitir la facilidad de movimientos de los cuatro miembros, de la
cabeza, el cuello y el tronco, y también manos y pie

-Espacio adecuado: En cuanto a dimensiones, higiene y seguridad

-Calidad de la superficie: A los niños pequeños se les tumba desde sus primeros días en sus
cunas sobre colchones planos y consistentes, que no se hundan bajo su peso. Un tiempo
después se lo colocará en el piso, cubierto solo con alguna sábana o acolchado fino.

-Juguetes adecuados: A partir de los tres o cuatro meses les proporcionamos a los niños
juguetes adecuados a su edad, que puedan tomar por si mismos sin ayuda de los adultos y con
los cuales pueda jugar solos. Todos los juguetes deben hallarse próximos a él, en el suelo
mismo y sin hallarse fijos. No les colocamos los juguetes en la mano, tampoco los fijamos
por encima de su cabeza, ni en los barrotes de la cuna.

Pretender que un niño investigue, explore desde una posición que le resulta forzada sólo da
lugar a frustraciones o manifestaciones de enojo o, todo lo contrario, apatía. Y si pudiera
llegar a hacerlo, estaría ejercitando de manera disarmonica su musculatura, por lo cual su
desarrollo ya no sería parejo. Por ejemplo, un bebé al que han sentado de muy pequeño y que
no puede salir de esa posición, no sólo depende de que otro lo saque de esta, sino que además,
está manipulando, con sus manos en una postura tensa, rígida, sosteniéndose para no caer de
costado, muchas veces con la cabeza “hundida” en los hombros, mientras que sus piernas
están inutilizadas, sus caderas inmóviles. Por lo tanto el tren superior está siendo más
estimulado que el inferior, produciéndose una “ruptura” en el desarrollo de la motricidad
global.
Un bebé satisfecho emocionalmente y fisiológicamente, acostado boca arriba tiene el mundo
frente a sus ojos. Está estimulado por una multiplicidad de agentes externos que le llegan a
través de sus sentidos. Si tiene ropa cómoda y una base firme de apoyo puede interesarse y
manipular los objetos de su interés con tranquilidad y seguridad empleando para ello toda su
atención.

La Doctora Pikler llevó a la práctica la consideración que, como pediatra había observado y
que, luego de investigar comprobó a través de 40 años de práctica en el Instituto Loczy.
Desde ya, todos los niños que adquieren la marcha, una vez lograda tal adquisición, estarán
equiparados aparentemente. Y digo aparentemente, pues los pasos previos que le permitieron
llegar a esta, serán muy diferentes a los que lo hicieron a partir de un adulto que los sentó,
paró y lo llevó de sus manos para que diera sus primeros pasos, a aquel que lo hizo a partir de
experimentar sus propias posibilidades en cada momento de su desarrollo, a su tiempo y en la
medida de sus motivaciones, ejecutando para ello, un abanico de posiciones intermedias que
le aportarán un conocimiento profundo y acertado de sus capacidades motrices, como también
la correcta coordinación, la maleabilidad y la armonía de sus movimientos junto con un
equilibrio y finura de sus gestos, producto de la elaboración, ejercitación y apropiación
paulatina de sus logros.
No se debe mal interpretar, el adulto está pero desde otra actitud, es el que favorece, el que
posibilita, desde las condiciones ambientales y emocionales para que en un ámbito sin peligro
y con objetos acorde a la edad de los niños, se vea facilitado el desarrollo no sólo de la
motricidad global, sino también el desarrollo de la estructura psíquica. La conformación de un
“Yo” fuerte comienza a partir de la percepción de que sus incursiones en el mundo son
satisfactorias, que le aportan lo que él necesita a partir de las respuestas de los que lo rodean,
creando en él un sentimiento de competencia.

Un niño que tiene con el adulto significante una relación, un vínculo satisfactorio, profundo
que le aporta seguridad y confianza en si mismo, está mejor preparado para abrirse al mundo.
Esto le permitirá, explorar, experimentar y finalmente conocer su entorno. Para iniciar este
proceso de conocimiento debe lograr tener aproximación y apropiación de los objetos de su
mundo próximo e intentar relacionarse con estos de la mejor manera.
En una primera instancia será lo que esté a su alcance, partiendo de la exploración de su
propio cuerpo, manos, pies, etc. Y los que el adulto le acerque. En un segundo momento y
simultáneamente al comienzo de los desplazamientos, el bebe incursionará en su medio
comenzando paulatinamente a alejarse y acercarse del adulto que lo sostiene afectivamente,
entrando en una fase de autonomía, siendo el adulto el que le permita o no ,sentirse
competente, “capaz de”. Es en este interjuego de ir y venir donde el reaseguramiento que le
proporciona el adulto significante hará posible que el niño vaya construyendo su autonomía ó
por el contrario, su dependencia.

AUTOCONSTRUCCIÓN PROGRESIVA

Como conclusión, podemos afirmar que toda estimulación que se oriente a acelerar el ritmo
del desarrollo del niño sin respetar su individualidad, puede considerarse como la “no
aceptación” de su persona.
Nuestra práctica debe orientarse justamente, a la valorización y reconocimiento del otro como
sujeto que se construye en la acción, a través de una autoconstrucción progresiva en
interacción con el medio y con los otros.
Escuchar-escucharse-comprenderse-esperar-ajustarse-proponer-ser firme, es la base de un
sistema de actitudes coherentes para ayudar al niño en su crecimiento, desarrollo y
maduración.

De esto se desprende que la urgencia que sentimos los adultos por sentar ó parar a los bebes
está relacionada con nuestra ansiedad y desconocimiento del desarrollo motor de los niños, el
cual es diferente para cada uno, de acuerdo a sus tiempos internos y a lo que lo “dejemos
intentarlo”.
Si valoramos cada cosa que logra lo haremos sentir seguro y eficaz en sus acciones y esto le
aportará el beneficio invalorable de construir una autoestima capaz de sostenerlo frente al
mundo. Estas primeras experiencias, que han dejado su marca, se reactualizan ante cada
aprendizaje, si ante cada situación de conocimiento hubo un adulto que fue sostén desde el
afecto, con la mirada y le proporcionó seguridad permitiéndole explorar y conocer y; cuando
su proyecto de acción no resultó, hubo un adulto mitigando la frustración ; si fue respetado en
sus tiempos, decisiones y elecciones, estas experiencias quedarán registradas en la estructura
psíquica del individuo y lo acompañaran a lo largo de su vida de relación y le darán forma a
sucesivas interrelaciones, siendo estas las matrices de aprendizaje, los modelos donde se
apoyarán las futuras apropiaciones de la realidad, como dice la Dra. Chokler “los modelos de
aprender a aprender”.
Un entono primario atento y sensible a las inquietudes de los niños y dispuesto a favorecer el
despliegue y fortalecimiento de sus capacidades, redundará en un buen estado de salud psico-
física de cada niño.
El futuro está en manos de nuestros niños pero las herramientas con las que contarán para
desenvolverse, dependen de nosotros. Cuáles sean y cómo las construyan en el presente, será
fundamental para su adaptación a los tiempos que vendrán, donde la creatividad y la
seguridad en si mismo serán indispensables para su realización como persona.

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