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25.4.2020 C. S.

Peirce: "Qué es el Pragmatismo"

QUÉ ES EL PRAGMATISMO

Charles S. Peirce (1904)

Traducción castellana de Norman Ahumada (2004)

P 1078: The Monist 15 (abril 1905): 161-81. [Publicado en CP 5.411-37. Planeado inicialmente como parte de una
recensión de A Treatise on Cosmology de Herbert Nichols, este artículo fue redactado en el verano de 1904. Cuando
apareció en The Monist, se suponía que iba a ser proseguido por dos artículos adicionales, "Las consecuencias del
pragmaticismo" y "Las evidencias para el pragmaticismo", pero este plan se metamorfoseó a lo largo de los dos años
siguientes y, aunque aparecieron dos artículos más, la serie nunca fue concluida]. Con esta serie Peirce volvió a su
proyecto de 1903 de explicar su pragmatismo de una forma que lo distinguiera de las variantes populares y que
facilitara la exposición de su prueba. Lo da el nuevo nombre de "pragmaticismo", un nombre "suficientemente feo
para estar a salvo de secuestradores", y explora las presuposiciones subyacentes, resumiéndolas en la advertencia
críptica "rechaza las ficciones". Una creencia clave es que el aprendizaje o el desarrollo mental de cualquier clase
tiene que comenzar con la "inmensa masa de conocimiento ya formada". En un diálogo imaginado entre un
pragmaticista y un crítico Peirce se dirige hacia las preocupaciones acerca del propósito y consecuencias del
pragmaticismo, enfatizando la importancia de la experimentación y explicando cómo el significado de cada
proposición está en el futuro. Concluye sosteniendo que, en tanto que el pragmaticista considera la Terceridad como
un ingrediente esencial de la realidad, sólo puede gobernar a través de la acción, y la acción no puede surgir excepto
en el sentimiento. Es la dependencia que tiene la Terceridad de la acción (Secundidad) y del sentimiento (Primeridad)
lo que distingue al pragmaticismo del idealismo absoluto de Hegel.

Por su vasta experiencia, el autor de este artículo ha llegado a creer que cada físico y cada químico y, en
pocas palabras, cada maestro de cualquier división de la ciencia experimental, ha llegado a moldear su mente
de acuerdo a su vida en el laboratorio hasta un grado que es poco sospechado. El experimentalista mismo,
apenas puede llegar a ser plenamente consciente de ello, debido a que los hombres cuyo intelecto realmente
conoce son muy parecidos a sí mismo en este aspecto. Nunca llegará a intimar interiormente con intelectos
de una preparación muy diferente a la suya, cuya educación ha sido mayoritariamente obtenida a través de
libros, aunque llegue a mantener relaciones familiares con ellos; porque él y ellos son como el agua y el
aceite, y aunque se revuelvan, es notable la rapidez con que vuelven a sus distintos modos mentales, sin
haber obtenido más que un débil sabor de la asociación. Si esos otros hombres pudiesen sondear con
habilidad la mente del experimentalista -que es precisamente aquello para lo que no están capacitados, en su
mayoría- pronto descubrirían que, exceptuando quizá aquellos tópicos en que su mente está trabada por sus
sentimientos personales o por la forma en que fue criado, su disposición apunta a pensar acerca de todo del
mismo modo en que se piensa todo en el laboratorio, es decir, como una cuestión de experimentación. Por
supuesto, ninguna persona viva posee por completo todas las características de su tipo: no es el doctor típico
a quien veremos pasar cada día en su coche, ni es el pedagogo típico a quien encontraremos en la primera
sala a la que entremos. Pero cuando se ha encontrado, o se ha construido idealmente sobre la base de la
observación, al típico experimentalista, se hallará que cualquier aseveración que se le pueda hacer, él la
entenderá ya sea como significando que si una prescripción para un experimento puede ser alguna vez y
alguna vez puede desarrollarse en acto, resultará una experiencia de una descripción dada, o de otro modo él
no encontrará en absoluto sentido alguno a lo que se le dice. Si se le habla como Mr. Balfour habló no hace
mucho a la Asociación Británica, diciendo que "el físico busca algo más profundo que las leyes que conectan
los objetos de experiencia posibles", que "su objeto es una realidad física" no revelada en los experimentos, y
que la existencia de tal realidad no experiencial "es la inalterable fe de la ciencia", se encontrará frente a todo
ese significado ontológico que la mente del experimentalista está ciega al color1. Lo que se añade a esa
confianza en esto, que el escritor debe a sus conversaciones con los experimentalistas, es que casi se podría
decir que él mismo ha habitado en un laboratorio desde la edad de seis años hasta muy pasada la madurez; y
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habiéndose relacionado toda su vida con los investigadores mayormente, ha sido siempre con una confiada
sensación de comprenderlos y de ser comprendido por ellos.

Esa vida en el laboratorio no impidió que el escritor (quien aquí y en lo que sigue simplemente
ejemplifica el tipo del experimentalista) llegara a interesarse en los métodos de pensamiento; y cuando llegó
a leer metafísica, aunque mucha de ella le pareció ampliamente razonada y determinada por predisposiciones
accidentales, sin embargo en los escritos de algunos filósofos, especialmente Kant, Berkeley y Spinoza,
encontró a veces esfuerzos en el pensamiento que recordaban los modos de pensar del laboratorio, de manera
que sentía que podía confiar en ellos; todo lo cual se ha demostrado también cierto en otros hombres de
laboratorio.

Intentando formular lo que así aprobó, como haría naturalmente un hombre de ese tipo, estructuró la
teoría de que una concepción, es decir, el significado de una palabra u otra expresión, yace exclusivamente
en su efecto concebible sobre la conducta de vida; de manera que, como obviamente nada que no pueda ser
el resultado de un experimento puede tener un efecto directo sobre la conducta, si uno puede definir con
precisión todos los fenómenos experimentales concebibles que la afirmación o negación de un concepto
pueda implicar, se tendrá por consiguiente una definición completa del concepto, y no hay absolutamente
nada más en ello. Para esta doctrina él inventó el nombre de pragmatismo. Algunos de sus amigos querían
que la llamara practicismo o practicalismo (tal vez sobre la base de que praktikos es mejor griego que
pragmatikos). Pero para alguien que había aprendido filosofía a través de Kant, como el escritor lo había
hecho, junto con diecinueve de cada veinte experimentalistas que se habían volcado hacia la filosofía, y
quien aún pensaba muy fácilmente en términos Kantianos, praktisch y pragmatisch estaban tan alejados
como los dos polos, perteneciendo el primero a una región del pensamiento en la que la mente de tipo
experimentalista no puede nunca estar seguro de encontrar terreno firme bajo sus pies, y el último
expresando una relación con propósitos humanos definidos. Por otra parte, una de las características más
impactantes de la nueva teoría era su reconocimiento de una inseparable conexión entre cognición racional y
propósito racional; y esa consideración fue la que determinó la preferencia por el nombre pragmatismo.

En cuanto al tema de la nomenclatura filosófica, hay unas pocas consideraciones sencillas que durante
muchos años el escritor ha deseado someter al juicio deliberado de aquellos pocos colegas estudiosos de
filosofía que deploran el estado actual de esos estudios y que se han hecho el propósito de rescatarla de allí y
traerla a una condición similar a la de las ciencias naturales, donde los investigadores, en lugar de condenar
cada uno el trabajo hecho por casi todos los demás como si estuviera mal conducido de principio a fin,
cooperan, se apoyan sobre los hombros de los otros y multiplican los resultados indiscutibles; donde cada
observación es repetida, y las observaciones aisladas son menores; donde cada hipótesis que merece atención
es sometida a un examen severo pero justo, y sólo cuando las predicciones hacia las que conduce han sido
notablemente probadas por la experiencia son dignas de confianza, y aún entonces, sólo en forma
provisional; allí donde raras veces se da se da un paso radicalmente en falso, hasta las más imperfectas de
aquellas teorías que adquieren una amplia credibilidad son verdaderas en sus principales predicciones
experienciales. A aquellos estudiantes se propone la idea de que ningún estudio puede llegar a ser científico
en el sentido descrito hasta que se provee así mismo de una apropiada nomenclatura técnica, en la que cada
término tiene un solo significado definido universalmente aceptado por los estudiosos del tema, y cuyos
vocablos no tengan la dulzura ni el encanto que pudiera tentar a los escritores imprecisos a abusar de ellos, -
lo que es una virtud de la nomenclatura científica demasiado poco apreciada. Se propone que la experiencia
de esas ciencias que han conquistado las mayores dificultades de terminología, que son incuestionablemente
las ciencias taxonómicas, la química, la mineralogía, la botánica, la zoología, ha demostrado sin lugar a
dudas que el único modo en que se puede lograr la unanimidad requerida y las rupturas requeridas con los
hábitos y preferencias individuales es dar forma de ese modo a los cánones de la terminología, que ganarán
el apoyo del principio moral y del sentido de decencia de todo hombre; y que, en particular (bajo precisas
restricciones), existirá el sentimiento general de que todo aquél que introduzca una nueva concepción en la
filosofía está bajo la obligación de inventar términos aceptables para expresarla, y que cuando lo haya hecho,
el deber de sus colegas es aceptar esos términos, y de expresar su molestia ante cualquier uso torcido de sus
significados originales, no sólo como una grosera descortesía hacia aquel a quien la filosofía le ha quedado
en deuda por cada concepción, sino también como un perjuicio a la filosofía misma; y además, que cuando
una concepción ha sido provista con las palabras apropiadas y suficientes para su expresión, ningún otro
término técnico que denote las mismas cosas, considerado en las mismas relaciones, debería ser aceptado. Si
esta sugerencia encontrase aceptación, podría estimarse necesario que los filósofos en congreso adoptasen,
luego de la debida deliberación, los cánones convenientes para limitar la aplicación del principio. Así, tal
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como se hace en la química, podría ser sensato asignarle significados fijos a ciertos prefijos y sufijos. Por
ejemplo, podemos acordar, tal vez, que el prefijo prope- debería marcar una extensión amplia y más bien
indefinida del significado del término del cual es prefijo; el nombre de una doctrina terminaría naturalmente
en -ismo, en tanto -icismo podría marcar una acepción más estrictamente definida de esa doctrina, etc.
Entonces, tal como en la biología no se toman en cuenta los términos anteriores a Linnaeus, así también en la
filosofía sería mejor no retroceder más allá de la terminología escolástica. Para ilustrar otra suerte de
limitación, probablemente nunca ocurrió que algún filósofo haya intentado dar un nombre general a su
doctrina sin que ese nombre haya adquirido pronto, en el uso filosófico común, una significación mucho más
amplia de lo que se pretendía originalmente. Así, sistemas especiales llevan el nombre de kantianismo,
benthamismo, comteanismo, spencerianismo, etc., mientras que trascendentalismo, utilitarismo, positivismo,
evolucionismo, filosofía sintética, etc., se han elevado irrevocable y muy convenientemente a dominios más
amplios.

Después de aguardar en vano, durante una buena cantidad de años, una conjunción de circunstancias
particularmente oportunas que pudieran servir para recomendar sus nociones de la ética de la terminología, el
escritor ha podido ahora, por fin, sacárselas de encima en una ocasión en que no tiene ninguna propuesta
específica que hacer ni sentimiento alguno que no sea satisfacción por el curso que ha tomado el uso, sin
canon alguno ni resoluciones de un congreso. Su palabra "pragmatismo" ha logrado reconocimiento general
en un sentido generalizado que parece sostener el poder del crecimiento y la vitalidad. El afamado psicólogo,
James, lo tomó primero, viendo que su "empiricismo radical" respondía sustancialmente a la definición de
pragmatismo del escritor, aunque con una cierta diferencia en el punto de vista2. Luego, el admirablemente
claro y brillante pensador, Sr. Ferdinand C. S. Schiller, buscando un nombre más atractivo para el
"antropomorfismo" de su Enigmas de la Esfinge, en el más notable artículo sobre su "Axiomas como
Postulados"3, dio con la misma designación "pragmatismo", que en su sentido original estaba de acuerdo
genéricamente con su propia doctrina, para la que desde entonces ha encontrado la especificación más
específica de "humanismo", mientras que conserva aún "pragmatismo" en un sentido algo más amplio4.
Hasta aquí todo transcurría felizmente, pero en la actualidad se empieza a encontrar la palabra
ocasionalmente en los periódicos literarios, donde se abusa de ella del modo impío que las palabras deben
esperar cuando caen en las garras literarias. A veces los modales de los británicos han florecido como
regaños ante la palabra por estar mal elegida, esto es, mal elegida para expresar algún significado que debía
más bien excluir. De modo que, el escritor, al encontrar su dichoso "pragmatismo" promovido de esa forma,
siente que ya es tiempo de dar a su criatura un beso de despedida y permitirle ascender hacia su más elevado
destino; mientras que para servir al preciso propósito de expresar la definición original, tiene el gusto de
anunciar el nacimiento de la palabra "pragmaticismo", que es lo suficientemente fea para estar a salvo de
secuestradores5.

A pesar de lo mucho que el escritor ha ganado de la cuidadosa lectura de lo que otros pragmatistas han
escrito, aún piensa que hay una ventaja decisiva en su concepción original de la doctrina. Desde esta forma
original puede deducirse toda verdad que siga de cualquiera de las otras formas, y al mismo tiempo pueden
evitarse algunos errores en que han caído otros pragmatistas. La perspectiva original parece, también, ser una
concepción más compacta y unitaria que las otras. Pero su mayor mérito, a los ojos del escritor, es que se
conecta muy rápidamente con una prueba crítica de su verdad. Muy de acuerdo con el orden lógico de la
investigación, generalmente sucede que uno primero formula una hipótesis que parece más y más razonable
mientras más se la examina, pero que sólo mucho después se ve coronada con una prueba adecuada.
Habiendo tenido la teoría pragmatista bajo consideración durante muchos años más que la mayoría de sus
seguidores, el presente escritor le habrá prestado naturalmente mucha mayor atención a su prueba. De todos
modos, al tratar de explicar el pragmatismo, se le podrá excusar por el hecho de limitarse a aquella forma de
él que conoce mejor. En el presente artículo sólo habrá espacio para explicar únicamente en qué consiste
realmente esta doctrina (que en tales manos como las que ha caído ahora puede probablemente jugar un rol
muy prominente en la discusión filosófica de los próximos años). Si la exposición fuese de interés para los
lectores de The Monist, seguro que estarán mucho más interesados en un segundo artículo6 que les dará
algunos ejemplos de las múltiples aplicaciones del pragmaticismo (suponiéndolo verdadero) a la solución de
diversas clases de problemas. Después de eso, los lectores podrían estar preparados para interesarse en una
prueba de que la doctrina es verdadera7, una prueba que le parece al escritor que no deja duda razonable
sobre la materia, y que es la contribución de valor que tiene que hacer a la filosofía, puesto que ella
implicaría esencialmente el establecimiento de la verdad del sinequismo8.

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La definición de pragmaticismo por sí sola no proporcionaría una comprensión satisfactoria de él a las


más inquieta de las mentes, sino que requiere el comentario que se hará más abajo. Más aún, esta definición
no toma en cuenta una o dos doctrinas sin cuya previa aceptación (o aceptación virtual) el pragmatismo
mismo sería una nulidad. Están incluidas como parte del pragmatismo de Schiller, pero el presente escritor
prefiere no mezclar proposiciones diferentes. Habría sido mejor establecer en el acto las proposiciones
preliminares.

La dificultad para hacer esto radica en el hecho de que nunca se ha confeccionado una lista formal de
ellas. Todas podrían estar incluidas bajo la vaga máxima "Desechar las ficciones". Filósofos de muy diversas
tendencias proponen que la filosofía establezca su punto de partida desde uno u otro estado mental en que
ningún hombre, y menos un principiante en filosofía, se encuentra realmente. Uno propone que comience
dudando de todo, y dice que hay una sola cosa que no puede dudarse, como si dudar fuera "tan fácil como
mentir"9. Otro propone que deberíamos comenzar observando "las primeras impresiones del sentido",
olvidando que nuestras percepciones mismas son el resultado de la elaboración cognitiva. Pero en verdad no
hay sino un estado mental desde el que se puede "comenzar", a saber, el preciso estado mental en el que uno
en realidad se encuentra en el momento de "comenzar" -un estado en que se está cargado con una masa
inmensa de conocimiento ya formado, de la cual uno no podria despojarse si lo quisiera; ¿y quién sabe si, si
se pudiera, uno no habría hecho imposible todo conocimiento para sí mismo? ¿Llama usted dudar al escribir
en un pedazo de papel que usted duda? Si es así, la duda no tiene nada que ver con ningún quehacer serio.
Pero no finja; si la pedantería no se ha comido toda la realidad fuera de usted, reconozca, como es debido,
que hay mucho de lo que usted no duda ni en lo más mínimo. Ahora, aquello que usted no duda en absoluto,
usted debe, y lo hace, considerarlo como una verdad absoluta, infalible. Aquí irrumpe el Sr. Fingimiento:
"¡Qué! ¿Quiere usted decir que uno tiene que creer lo que no es verdad, o que lo que un hombre no duda es
ipso facto verdadero?". No, pero a menos que pueda hacer que algo sea blanco y negro al mismo tiempo, él
tiene que mirar lo que no duda como absolutamente verdadero. Ahora usted, hipotéticamente, es ese hombre,
"Pero usted me dice que hay veintenas de cosas que yo no dudo. No puedo convencerme realmente de que no
haya alguna de ellas acerca de la cual yo esté equivocado". Usted está aduciendo una de sus realidades
fingidas, la que, aun si estuviera establecida, sólo a mostraría que la duda tiene un límite, es decir, sólo es
llamada a la existencia por un cierto estímulo finito. Uno solamente se confunde a sí mismo al hablar de esta
"verdad" metafísica y "falsedad" metafísica de la que no se sabe nada. Todo aquello con lo que uno trata son
sus dudas y creencias10, con el curso de la vida que fuerza nuevas creencias en uno y le da poder para dudar
de las viejas creencias. Si sus términos "verdad" y "falsedad" se toman en sentidos tales que puedan ser
definibles en términos de duda y creencia y del curso de la experiencia (como serían, por ejemplo, si se fuera
a definir la "verdad" como una creencia hacia la que la creencia tendería si hubiera de tender indefinidamente
hacia una fijeza absoluta), pues muy bien: en ese caso sólo se está hablando de duda y creencia. Pero si por
verdad y falsedad se quiere significar algo no definible en ningún sentido en términos de duda y creencia,
entonces se está hablando de entidades de cuya existencia nada se puede saber, y a las que la navaja de
Ockham afeitaría limpiamente. Los problemas se simplificarían grandemente si, en lugar de decir que se
quiere conocer la "Verdad", simplemente se dijera que se quiere alcanzar un estado de creencia inatacable
por la duda.

La creencia no es un modo momentáneo de la consciencia; es un hábito mental que permanece


esencialmente por algún tiempo, y en su mayor parte (al menos) inconsciente; y como otros hábitos, se
satisface a sí mismo perfectamente (hasta que se encuentra con alguna sorpresa que da comienzo a su
disolución). La duda es de un género completamente contrario. No es un hábito, sino la privación de un
hábito. Ahora, una privación del hábito, para poder ser alguna cosa, debe ser una condición de actividad
errática que de algún modo debe llegar a ser reemplazada por un hábito.

Entre aquellas cosas que el lector, como persona racional, no duda, está el que él no sólo tiene hábitos,
sino que también puede ejercer una medida de auto control sobre sus futuras acciones; lo que no significa,
sin embargo, que les pueda impartir cualquier carácter asignable arbitrariamente, sino, al contrario, que un
proceso de auto preparación tenderá a impartir a la acción (cuando surja la ocasión para ello), un carácter
fijo, que es indicado y tal vez medido a grandes rasgos por la ausencia (o levedad) del sentimiento de auto
crítica, cuya subsecuente reflexión inducirá. Ahora, esta reflexión subsecuente es parte de la auto preparación
para la acción en la siguiente ocasión. Consecuentemente, hay una tendencia, en tanto la acción se repite una
y otra vez, a que la acción se aproxime indefinidamente hacia la perfección de ese carácter fijo, que estará
marcado por la total ausencia de auto crítica. Mientras más cerca se aproxima a esto, menos espacio habrá
para el auto control; y donde no haya posibilidad de auto control, no habrá auto crítica.
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Estos fenómenos parecen ser la característica fundamental que distingue a un ser racional. La culpa, en
todo caso, aparece como una modificación, frecuentemente lograda por una transferencia o "proyección" del
sentimiento primario de auto crítica. Consecuentemente, nunca culpamos a alguien por aquello que está fuera
de su poder de auto control previo. Así, el pensar es una especie de conducta que está ampliamente sujeta al
auto control. En todas sus características (que no tenemos espacio para describir aquí), el auto control lógico
es un perfecto espejo del auto control ético,-a menos que sea más bien una especie bajo ese género. De
acuerdo a esto, lo que no se puede en lo más mínimo evitar creer, no es, hablando con justicia, una creencia
errónea. En otras palabras, para uno es la verdad absoluta. Es verdad que se puede concebir que lo que no se
puede evitar creer hoy, se puede descreer completamente mañana. Pero hay además una cierta distinción
entre las cosas que "no se pueden" hacer, meramente en el sentido de que nada lo estimula a uno a realizar el
gran esfuerzo y los intentos que serían requeridos, y las cosas que no se pueden hacer porque por su propia
naturaleza ellas no son susceptibles de ser puestas en práctica. En cada estado de sus excogitaciones hay algo
de lo que sólo puede decirse "no puedo pensar de otra manera", y tu hipótesis, basada en la experiencia, es
que la imposibilidad es de la segunda clase.

No hay razón alguna por la que el "pensamiento", en lo que se acaba de decir, debiera tomarse en ese
restringido sentido en el que el silencio y la oscuridad son favorables al pensamiento. Debería entenderse
más bien como cubriendo toda vida racional, de modo que un experimento sea una operación del
pensamiento. Por supuesto, ese último estado de hábito hacia el que la acción de auto control tiende
finalmente, donde no queda espacio para posterior auto control, es, en el caso del pensamiento, el estado de
creencia fija o conocimiento perfecto.

Dos cosas aquí son de la máxima importancia para asegurarse y para recordar. La primera es que una
persona no es absolutamente un individuo. Sus pensamientos son lo que se está "diciendo a sí mismo", es
decir, lo que está diciendo a ese otro yo que está llegando a la vida en el flujo del tiempo. Cuando se razona,
es a ese yo crítico a quien se está tratando de persuadir; y todo pensamiento cualquiera es un signo, y es
principalmente de naturaleza lingüística. La segunda cosa a recordar es que el círculo de la sociedad del
hombre (no importa cuán ampliamente se entienda esta frase), es una especie de persona flojamente
compactada, en algunos aspectos con un rango más alto que la persona de un organismo individual. Son estas
dos cosas solamente las que le hacen posible a uno -pero solo en lo abstracto, y en un sentido
pickwickiano11- distinguir entre verdad absoluta y lo que no se duda.

Apresurémonos a la exposición del pragmaticismo mismo. Aquí será conveniente imaginar que alguien
para quien la doctrina es nueva, pero con una perspicacia bastante preternatural, hace preguntas a un
pragmaticista. Todo lo que pueda dar una apariencia dramática debe eliminarse, de modo que el resultado sea
una especie de cruce entre un diálogo y un catecismo, pero bastante más parecido a lo último, -algo más bien
dolorosamente evocador de las Preguntas Históricas de Mangnall12.

Interrogador: Estoy muy sorprendido por su definición de pragmatismo, porque el año pasado mismo
me aseguró una persona por encima de toda sospecha de distorsionar la verdad -pragmatista él mismo- que
su doctrina precisamente era "que una concepción debe probarse por sus efectos prácticos". Seguramente,
entonces, usted debe haber cambiado por completo su definición muy recientemente.

Pragmaticista: Si usted revisa los Vols. VI y VII de la Revue Philosophique, o la Popular Science
Monthly de noviembre de 1877 y enero de 1878, podrá juzgar por sí mismo si la interpretación que menciona
no quedó entonces claramente excluida. Las palabras exactas de la enunciación inglesa (reemplazando
solamente la primera persona por la segunda), fue: "Considere qué efectos que pudieran concebiblemente
tener consecuencias prácticas concibe usted que pueda tener el objeto de su concepción. Entonces su
concepción de esos efectos es la TOTALIDAD de su concepción del objeto"13.

Interrogador: Bien, ¿qué razón tiene usted para afirmar que esto es así?

Pragmaticista: Eso es lo que especialmente quiero decirle. Pero es mejor que se posponga la cuestión
hasta que usted entienda claramente lo que esas razones profesan probar.

Interrogador: ¿Entonces cuál es la raison d’être de la doctrina? ¿Qué ventaja se espera de ella?

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Pragmaticista: Servirá el mostrar que casi toda proposición de metafísica ontológica o es un galimatías
sin sentido -una palabra definida por otras palabras, y éstas por otras más, sin que se alcance alguna vez una
concepción real-, o es del todo absurda; de modo que una vez barrida toda esa basura, lo que quedará de la
filosofía será una serie de problemas que pueden ser investigados por los métodos de observación de las
ciencias verdaderas- acerca de las cuales puede alcanzarse la verdad sin esos interminables malentendidos y
disputas que han hecho a la más alta de las ciencias positivas un mero divertimento para intelectos ociosos,
una suerte de ajedrez -su propósito el placer del ocio y su método la lectura de un libro. En este aspecto, el
pragmaticismo es una especie de prope-positivismo. Pero lo que lo distingue de otras especies es, primero, su
retención de una filosofía purificada; segundo, su total aceptación del cuerpo principal de nuestras creencias
instintivas; y tercero, su tenaz insistencia en la verdad del realismo escolástico (o una cercana aproximación
a ello, bien establecida por el difunto Dr. Francis Ellingwood Abbot en la Introducción de su Teísmo
Científico)14. Entonces, en vez de meramente mofarse de la metafísica, como otros prope-positivistas, ya sea
mediante largas y dilatadas parodias o de otras maneras, el pragmaticista extrae de ella una esencia bastante
preciosa que servirá para dar vida y luz a la cosmología y a la física. Al mismo tiempo, las aplicaciones
morales de la doctrina son positivas y potentes; y tiene muchos otros usos que no son fácilmente
clasificables. En otra ocasión se podrán dar ejemplos para mostrar que realmente tiene estos efectos.

Interrogador: Apenas necesito ser convencido de que su doctrina destruiría a la metafísica. ¿No es tan
obvio que debe barrer cada proposición de la ciencia y todo lo que tiene que ver con la conducta de la vida?
Porque usted dice que el único significado que, para usted, tiene cualquier afirmación es que un cierto
experimento ha resultado de una cierta manera: Nada más sino un experimento entra en el significado.
Dígame, entonces, ¿cómo puede un experimento, en sí mismo, revelar algo más que algo le ocurrió alguna
vez a un objeto individual y que subsecuentemente ocurrió algún otro evento individual?

Pragmaticista: Esa pregunta es, en verdad, muy a propósito -siendo el propósito corregir cualquier
equívoco del pragmaticismo. Usted habla de un experimento en sí mismo, enfatizando "en sí mismo".
Evidentemente usted piensa en cada experimento como aislado de todos los otros. Usted no ha pensado, por
ejemplo, que uno podría atreverse a conjeturar que cada serie de experimentos constituye un único
experimento colectivo. ¿Cuáles son los ingredientes esenciales de un experimento? Primero, por supuesto, un
experimentador de carne y hueso. Segundo, una hipótesis verificable. Esta es una proposición15 que se
relaciona con el universo que rodea al experimentador o con alguna parte bien conocida de él y afirmando o
negando de éste sólo alguna posibilidad o imposibilidad experimental. El tercer ingrediente indispensable es
una duda sincera en la mente del experimentador en cuanto a la verdad de esa hipótesis. Pasando sobre varios
ingredientes en los que no necesitamos detenernos, el propósito, el plan, y la resolución, llegamos al acto de
elección por el cual el experimentador individualiza ciertos objetos identificables sobre los que se operará.
Lo siguiente es el ACTO externo (o quasi-externo) por medio del cual él modifica esos objetos. En seguida
viene la subsiguiente reacción del mundo sobre el experimentador en una percepción; y finalmente, su
reconocimiento de la enseñanza del experimento. Aunque las dos partes principales del evento mismo son la
acción y la reacción, la unidad de esencia del experimento descansa en su propósito y plan, los ingredientes
que se pasaron por alto en la enumeración.

Otra cosa: al representar al pragmaticista como haciendo que el significado racional consista en un
experimento (del cual usted habla como un evento en el pasado), usted falla sorprendentemente en captar su
actitud mental.

En verdad, se dice que el significado racional no consiste en un experimento, sino en los fenómenos
experimentales. Cuando un experimentalista habla de un fenómeno, tal como el "fenómeno de Hall", el
"fenómeno de Zeeman" y su modificación, el "fenómeno de Michelson" o el "fenómeno del tablero de
ajedrez", no se refiere a ningún evento particular que le ocurrió a alguien en un pasado ya enterrado, sino lo
que con toda seguridad le ocurrirá en el futuro vivo a cualquier persona que cumpla ciertas condiciones16.
El fenómeno consiste en el hecho de que cuando un experimentalista llegue a actuar de acuerdo a un cierto
esquema que tiene en mente, entonces algo más ocurrirá y destruirá las dudas de los escépticos, como el
fuego celestial sobre el altar de Elías.

Y no se pase por alto el hecho de que la máxima pragmaticista no dice nada de los experimentos
aislados o de los fenómenos experimentales aislados (pues lo que es condicionalmente verdadero en el futuro
apenas puede ser singular), sino que habla solamente de clases generales de fenómenos experimentales. Su

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seguidor no duda en hablar de los objetos generales como reales, ya que cualquier cosa que sea verdad
representa una realidad. Ahora las leyes de la naturaleza son verdaderas.

El significado racional de cada proposición descansa en el futuro. ¿Cómo así? El significado de una
proposición es él mismo una proposición. En verdad, no es sino la proposición misma de la que ella es el
significado: es una traducción de ello. Pero de las miríadas de formas en que una proposición puede ser
traducida, ¿cuál es aquella que debe llamarse su significado mismo? Es, de acuerdo al pragmaticista, aquella
forma en la que la proposición deviene aplicable a la conducta humana, no en estas o aquellas circunstancias
especiales, ni cuando se toma en consideración este o aquel diseño especial, sino aquella forma que es más
directamente aplicable al auto control bajo cada situación y para cada propósito. A esto se debe que él sitúe
el significado en tiempo futuro; pues la conducta futura es la única conducta que está sujeta al auto control.
Pero para que esa forma de la proposición que debe ser tomada como su significado sea aplicable a cada
situación y a cada propósito con el que la proposición guarde alguna relación, debe ser simplemente la
descripción general de todos los fenómenos experimentales que la afirmación de la proposición virtualmente
predice. Pues un fenómeno experimental es el hecho aseverado por la proposición de que la acción de una
cierta descripción tendrá una cierta clase de resultado experimental; y los resultados experimentales son los
únicos resultados que pueden afectar a la conducta humana. Sin duda, una idea que no cambia puede llegar a
influir en un hombre más de lo que lo había hecho; pero solo porque alguna experiencia equivalente a un
experimento le ha hecho llegar su verdad más íntimamente que antes. Siempre que un hombre actúa con un
propósito determinado, actúa bajo una creencia en un fenómeno experimental. Consecuentemente, la suma
de los fenómenos experimentales que implica una proposición constituye su efecto completo sobre la
conducta humana. Su pregunta, entonces, de cómo puede un pragmaticista atribuir algún significado a alguna
afirmación que no sea aquella de ocurrencia singular está substancialmente respondida.

Interrogador: Veo que el pragmaticismo es un fenomenalismo completo. Solo que, ¿por qué debería uno
limitarse a los fenómenos de la ciencia experimental en lugar de abarcar todas las ciencias de la observación?
El experimento, después de todo, es un informante no comunicativo. Nunca se extiende: sólo responde "sí" o
"no"; o más bien, suelta generalmente un brusco "¡No!" o, en el mejor de los casos, sólo emite un gruñido
inarticulado para la negación de su "no". El experimentalista típico no es muy observador. Es al estudiante de
historia natural a quien la naturaleza le abre el tesoro de su confianza, en tanto trata al experimentalista
cuestionador con la reserva que merece. ¿Por qué debería su fenomenalismo tocar la pobre arpa judía del
experimento en vez de tocar el glorioso órgano de la observación?

Pragmaticista: Porque el pragmaticismo no es definible como "fenomenalismo completo", aunque esta


última doctrina puede ser un tipo de pragmatismo. La riqueza de los fenómenos yace en sus cualidades
sensitivas. El pragmaticismo no intenta definir los equivalentes fenoménicos de las palabras e ideas
generales, sino que, por el contrario, elimina su elemento sensible y se dedica a definir el significado
racional, y esto lo encuentra en el comportamiento intencional de la palabra o proposición en cuestión.

Interrogador: Bien, si usted elige convertir al hacer en lo más importante de la vida humana, ¿por qué
no hace que el significado consista simplemente en hacer? El hacer tiene que ser hecho en un cierto tiempo
sobre un cierto objeto. Los objetos individuales y los eventos singulares cubren toda la realidad, como todos
saben, y como un hombre práctico debería ser el primero en insistir. Aún así, su significado, como usted lo
ha descrito, es general. Así, es de la naturaleza de un simple palabra, y no una realidad. Usted mismo dice
que su significado de una proposición es solo la misma proposición con otro traje. Pero el significado de un
hombre práctico es la cosa misma que él quiere significar. ¿Cuál hace usted que sea el significado de
"George Washington"?

Pragmaticista: ¡Palabras muy forzadas! Una buena media docena de sus puntos deben ser admitidos,
ciertamente. Debe admitirse, en primer lugar, que si el pragmaticismo realmente convirtiera al hacer en lo
más importante de la vida humana, esa sería su muerte, ya que decir que vivimos por el mero propósito de la
acción, como acción, independientemente del pensamiento que conlleva, sería decir que no existe algo como
el significado racional. En segundo lugar, debe admitirse que cada proposición profesa ser verdadera de un
cierto objeto real individual, frecuentemente del universo que le rodea. Tercero, debe admitirse que el
pragmaticismo falla en proveer alguna traducción o significado de un nombre propio, u otra designación de
un objeto individual. Cuarto, el significado pragmaticista es indudablemente general; y es igualmente
indiscutible que lo general es de la naturaleza de una palabra o signo. Quinto, debe admitirse que los
individuos solo existen; y sexto, se puede admitir que el significado mismo de una palabra u objeto
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25.4.2020 C. S. Peirce: "Qué es el Pragmatismo"

significante debería ser la misma esencia o realidad de lo que significa. Pero cuando, una vez que esas
admisiones se han hecho sin reservas, encontramos al pragmaticista aún forzado muy seriamente a negar la
fuerza de nuestra objeción, debemos inferir que hay alguna consideración que se nos escapó. Juntando las
admisiones, se percibirá que el pragmaticista concede que un nombre propio (aunque no se acostumbra a
decir que tiene un significado) tiene una cierta función denotativa peculiar, en cada caso, para ese nombre y
sus equivalentes; y que concede que cada afirmación contiene tal función denotativa o de señalar. En su
individualidad peculiar, el pragmaticista excluye a ésta del significado racional de la afirmación, aunque las
semejantes a ella, siendo comunes a todas las afirmaciones, y por tanto, siendo generales y no individuales,
pueden entrar en el significado pragmaticístico. Cualquier cosa que exista, ex-siste, es decir, actúa realmente
sobre otros existentes, así obtiene una identidad propia y es definitivamente individual. En cuanto a lo
general, será de ayuda al pensamiento el notar que hay dos maneras de ser general.

Una estatua de un soldado en el monumento de un pueblo, con su sobretodo y su mosquete, es para cada
una de cien familias la imagen de su tío, su sacrificio por la Unión. Esa estatua, entonces, aunque es en sí
misma única, representa a cualquiera de quien un cierto predicado pueda ser verdadero. Es objetivamente
general. La palabra "soldado", ya sea escrita o hablada, es general en la misma manera; mientras que el
nombre "George Washington" no lo es. Pero cada uno de estos dos términos permanece como uno y el
mismo nombre, ya sea escrito o hablado y toda vez y en todo lugar en que sea dicho o escrito. Este sustantivo
no es una cosa existente: es un tipo, o forma, a la cual los objetos, tanto aquellos que son existentes
externamente como aquellos que son imaginados, pueden conformarse, pero que ninguno de ellos puede
exactamente ser. Esto es generalidad subjetiva. El significado pragmaticístico es general en ambos sentidos.

En cuanto a la realidad, uno la encuentra definida de diversos modos; pero si ese principio de ética
terminológica que se propuso fuera aceptado, el lenguaje equívoco desaparecería muy pronto, pues realis y
realitas no son palabras antiguas. Fueron inventadas para ser términos de filosofía en el siglo trece, y el
significado que se pretendió expresar con ellas está perfectamente claro. Que es real lo que tiene tales o
cuales características, tanto si alguien piensa que tiene esas características o no. En cualquier caso, ese es el
sentido en que el pragmaticista usa la palabra. Ahora, así como la conducta, controlada por razones éticas,
tiende a fijar ciertos hábitos de conducta, cuya naturaleza (como para ilustrar el significado, hábitos pacíficos
y no hábitos agresivos) no depende de circunstancias accidentales, y en ese sentido puede decirse que están
destinadas, así, el pensamiento, controlado por una lógica experimental racional, tiende a la fijación de
ciertas opiniones, igualmente destinadas, cuya naturaleza será la misma al final, sin importar cómo la
perversidad del pensamiento de generaciones completas pueda causar la postergación de la fijación última. Si
esto fuere así, como cada uno de nosotros virtualmente supone que es, en cuanto a cada materia cuya verdad
discutimos seriamente, entonces, de acuerdo a la definición adoptada de "real", el estado de las cosas que
serán creídas en esa opinión última es real. Pero, en su mayor parte, tales opiniones serán generales.
Consecuentemente, algunos objetos generales son reales. (Por supuesto, nadie pensó nunca que todos los
generales eran reales; pero los escolásticos solían suponer que lo general era real cuando tenían poca, o más
bien ninguna evidencia experimental para apoyar su suposición; y su fallo está justo ahí y no en sostener que
lo general podría ser real). Uno se asombra con la inexactitud del pensamiento incluso de los analistas de
poder, cuando se refieren a los modos de ser. Uno encontrará, por ejemplo, la presunción virtual de que lo
que es relativo al pensamiento no puede ser real. ¿Pero por qué no, exactamente? El rojo es relativo a la
vista, pero el hecho de que esto o aquello esté en esa relación con la visión que nosotros llamamos ser rojo,
no es relativo a la vista en sí mismo; es un hecho real.

Los generales no sólo pueden ser reales, sino que también pueden ser físicamente eficientes, no en todo
sentido metafísico, sino en la acepción del sentido común en que los propósitos humanos son físicamente
eficientes. Aparte del sinsentido metafísico, ningún hombre cuerdo duda que si yo siento que el aire en mi
oficina está enrarecido, ese pensamiento puede ser causa de que abra la ventana. Mi pensamiento, concédase,
fue un evento individual. Pero lo que lo llevó a tomar esa particular determinación, fue en parte el hecho
general de que el aire enrarecido es malsano, y en parte otras Formas, en relación a las cuales el Dr. Carus ha
hecho que tantos hombres reflexionen con ventaja17 -o más bien, por las cuales, y la verdad general en
relación a la cual la mente del Dr. Carus estaba determinada a la firme enunciación de tanta verdad. Pues las
verdades, en promedio, tienen una mayor tendencia a ser creídas que las falsedades. Si fuera de otro modo,
considerando las miríadas de falsas hipótesis que pueden dar cuenta de cualquier fenómeno dado contra una
sola verdadera (o si lo prefiere, contra cada una verdadera), el primer paso hacia el conocimiento genuino
debe haber estado muy cerca del milagro. Así, entonces, cuando se abrió mi ventana, debido a la verdad de
que el aire enrarecido es malsano, se trajo a la existencia un esfuerzo físico por la eficiencia de una verdad
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general y no existente. Esto suena gracioso porque no es familiar; pero el análisis exacto está con ello y no
contra ello; y tiene, además, la inmensa ventaja de no cegarnos ante los grandes hechos -tales como que las
ideas "justicia" y "verdad" son, a pesar de la iniquidad del mundo, las más poderosas de las fuerzas que lo
mueven. La generalidad es, en verdad, un ingrediente indispensable de la realidad; pues la mera existencia o
actualidad individual sin regularidad alguna es una nulidad. El caos es la nada pura.

Lo que afirma cualquier proposición verdadera es real, en el sentido de que es como es sin importar lo
que usted o yo podamos pensar de ella. Deje que esta proposición sea una proposición condicional general en
cuanto al futuro, y es una generalidad real tal como se calcula realmente que influye la conducta humana; y
el pragmaticista sostiene que ese es el significado racional de cada concepto.

En consecuencia, el pragmaticista no hace que el summum bonum consista en la acción, sino que hace
que consista en ese proceso de la evolución por el que lo existente llega cada vez más a encarnar esos
generales para las que se decía justo ahora que estaba destinado, que es lo que procuramos expresar al
llamarlas razonables. En sus estados superiores, la evolución tiene lugar cada vez más extensamente a través
del auto control, y esto da al pragmaticista una suerte de justificación para hacer que el significado racional
sea general18.

Hay mucho más en la elucidación del pragmaticismo que podría decirse de provecho si no fuera por el
temor a fatigar al lector. Habría estado bien, por ejemplo, mostrar claramente que el pragmaticista no
atribuye ningún modo esencial de ser a un evento en el futuro diferente de aquel que atribuiría a un evento
similar en el pasado, sino solamente que la actitud práctica del pensador hacia los dos es diferente. También
habría estado bien mostrar que el pragmaticista no hace que las Formas sean las únicas realidades en el
mundo, no más de lo que hace que el significado razonable de una palabra sea la única clase de significado
que existe. Estas cosas están, sin embargo, implícitamente contenidas en lo que se ha dicho. Hay sólo una
observación en cuanto a la concepción del pragmaticista sobre la relación de su fórmula con los primeros
principios de la lógica, que necesitan que el lector se detenga.

La definición de predicación universal de Aristóteles19, que es comúnmente designada (como una bula
papal o un auto de una corte, desde sus palabras iniciales) como el Dictum de omni, puede ser traducida
como sigue: "Llamamos a una predicación (sea afirmativa o negativa) universal, cuando, y sólo cuando, no
hay nada entre los individuos existentes al cual el sujeto pertenezca afirmativamente, sino al cual lo
predicado no se referirá del mismo modo (afirmativa o negativamente, según si la aseveración universal es
afirmativa o negativa)". El griego es: legomen de to kata pantos katêgoreisthai otan mêden hê labein
tôn tou hupokeimenou kath' ou thateron ou lechthêsetai. Kai to kata mêdenos hôsautôs. Las
importantes palabras "individuales existentes" se han introducido en la traducción (ya que el idioma inglés
no permite aquí ser literal): pero es claro que individuales existentes era lo que Aristóteles quiso decir. Los
otros desvíos de la literalidad solo sirven para dar formas modernas de expresión inglesa. Por otra parte, es
bien sabido que las proposiciones en la lógica formal van en pares, pudiendo las dos de un par ser
convertibles la una en la otra mediante el intercambio de las ideas de antecedente y consecuente, sujeto y
predicado, etc. El paralelismo va tan lejos que frecuentemente se considera perfecto; pero no es tan así. La
pareja apropiada de esta suerte de Dictum de omni es la siguiente definición de predicación afirmativa:
Llamamos a una predicación afirmativa (sea universal o particular) cuando, y sólo cuando, no hay nada entre
los efectos del sentido que pertenecen universalmente al predicado (universalmente o particularmente, de
acuerdo a si la predicación afirmativa es universal o particular) que no se diga que pertenece al sujeto. Esta
es substancialmente la proposición esencial del pragmaticismo. Por supuesto, su paralelismo con el dictum
de omnis será admitido solamente por alguien que admita la verdad del pragmaticismo.

Permítanme agregar una palabra más en este punto20 -pues, si uno se preocupa realmente en saber en
qué consiste la teoría pragmaticista, debe comprender que no hay otra parte de ella a la que el pragmaticista
otorgue tanta importancia como al reconocimiento en su doctrina de la completa inadecuación de acción, o
volición o incluso de resolución o propósito real, como materiales con los cuales se construya un propósito
condicional o el concepto de propósito condicional. Si se hubiera escrito alguna vez un artículo intencionado
en cuanto al principio de continuidad y sintetizando las ideas de los otros artículos de una serie en los
primeros volúmenes de The Monist21, habría aparecido cómo, con total consistencia, esa teoría involucraba
el reconocimiento de que la continuidad es un elemento indispensable de la realidad, y que la continuidad es
simplemente lo que la generalidad llega a ser en la lógica de los relativos, y así, como la generalidad, y más
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que la generalidad, es un asunto del pensamiento y es la esencia del pensamiento. Así, aún en su truncada
condición, un lector extra-inteligente podría discernir que la teoría de esos artículos cosmológicos hizo que la
realidad consistiera en algo más que lo que el sentimiento y la acción podían proporcionar, en tanto que se
demostró explícitamente que el caos original, donde esos dos elementos estaban presentes, era la nada pura.
Ahora bien, el motivo para aludir a esa teoría precisamente aquí, es que de esta manera uno puede someter a
una fuerte luz una posición que el pragmaticista mantiene y debe mantener, ya sea esa teoría cosmológica
finalmente sustentada o refutada, a saber, que la tercera categoría -la categoría del pensamiento,
representación, relación triádica, mediación, Terceridad genuina, Terceridad como tal- es un ingrediente
esencial de la realidad, aunque no constituye realidad por sí misma, puesto que esta categoría (que en esa
cosmología aparece como el elemento del hábito) no puede tener un ser concreto sin acción, como un objeto
separado sobre el cual pueda trabajar su gobierno, tal como la acción no puede existir sin el ser de
sentimiento inmediato sobre el cual actuar. La verdad es que el pragmaticismo es un cercano aliado del
idealismo absoluto hegeliano, del cual, sin embargo, está separado por su vigorosa negación de que la tercera
categoría (que Hegel degrada a un mero estado de pensamiento) es suficiente para hacer el mundo, o es
incluso tanto como auto suficiente. Si Hegel, en vez de considerar los primeros dos estados con su sonrisa de
desprecio, se hubiese mantenido en la idea de ellos como elementos independientes o distintos de la Realidad
trina, los pragmaticistas lo podrían haber tenido como el gran vindicador de su verdad. (Por supuesto, los
aderezos externos de su doctrina sólo son aquí y ahí de mucha significación). Pues el pragmaticismo
pertenece esencialmente a la clase de doctrinas filosóficas triádicas, y es mucho más esencialmente así que el
hegelianismo. (En verdad, en un pasaje, al menos, Hegel alude a la forma triádica de su exposición como una
simple vestimenta de moda).

POSTSCRIPTUM22. Durante los últimos cinco meses me he encontrado con referencias a varias
objeciones a las opiniones expuestas arriba, pero al no haber podido obtener los textos de estas objeciones,
creo que no debería tratar de responderlas. Si los que atacan tanto al pragmatismo en general como a la
variedad que yo sostengo me pudieran enviar copias de lo que escriben, podrían encontrar fácilmente
lectores más importantes, pero no encontrarían a nadie que examine sus argumentos con una avidez más
agradecida por la verdad aún no aprehendida, ni a alguien que aprecie más su cortesía.

C. S. P.

Feb. 9, 1905.

Traducción de Norman Ahumada (2004)

Notas
1. Arthur James Balfour, Conde de Balfour (1848-1930), Reflections Suggested by the New Theory of
Matter, conferencia presidencial, British Association for the Advancement of Science, 17 de agosto 1904
(Nueva York: Longmans, Green, 1904). [Nota de EP]

2. James definió el "empiricismo radical" al principio de su prefacio a The Will to Believe (diciembre
1896) como una actitud filosófica que considera sus más seguras conclusiones acerca de las evidencias,
incluyendo el monismo, como hipótesis sujetas a modificación en el curso de la experiencia futura. La
definió posteriormente en su ensayo de 1904 "A World of Pure Experience" (véase la edición de Harvard de
1976 de Essays in Radical Empiricism, pp. 22-23). Al final de su prefacio a Pragmatism (las Lowell
Lectures de 1906-7), James advertía: "para evitar al menos un malentendido, permítanme decir que no hay
conexión lógica entre pragmatismo, tal como lo entiendo, y una doctrina que he visto recientemente expuesta
como 'empiricismo radical'. Esto último se sostiene. Uno puede rechazarla del todo y ser todavía un
pragmatista. [Nota de EP]

3. F. C. S. Schiller (1864-1937), Riddles of the Sphinx: a Study in the Philosophy of Evolution, by a


Troglodyte (Londres: S. Sonnenschein, 1891). El artículo de Schiller "Axioms as Postulates" es el segundo
ensayo en Personal Idealism: Philosophical Essays by Eight Members of the University of Oxford, Henry
Cecil Sturt (ed) (Nueva York: Macmillan, 1902), especialmente p. 63. [Nota de EP]
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4. Véase Humanism: Philosophical Essays de Schiller (Londres: Macmillan, 1903, 1912; 2ª edición
reimpresa por Greenwood Press, 1970). En el prefacio a la primera edición (p. xxv), Schiller escribió: "El
pragmatismo en sí mismo está en el mismo caso que el Idealismo Personal, el Empiricismo Radical y el
Pluralismo. En realidad sólo es la aplicación del Humanismo a la teoría del conocimiento…Por lo tanto,
grande como será el valor que debemos reclamar para el pragmatismo como método, debemos sin embargo
conceder que el hombre es más grande que cualquier método que haya hecho, y que nuestro Humanismo
debe interpretarlo". Schiller también publicó, al mismo tiempo que aparecía el artículo de Peirce, un corto
artículo, "The Definition of 'Pragmatism' and 'Humanism'" en Mind 14 (abril 1905): 235-40, y le envió a
Peirce una copia. [Nota de EP]

5. Para mostrar qué reciente es el uso de la palabra "pragmatismo", el escritor puede mencionar que,
hasta donde sabe, nunca la usó en copia para la imprenta antes de ahora, excepto por una petición particular,
en el Diccionario de Baldwin. Hacia fines de 1890, cuando apareció esta parte del Century Dictionary, no
consideró que la palabra tuviera el suficiente status como para aparecer en esa obra. Pero la ha usado
continuamente en conversaciones filosóficas desde, tal vez, mediados de los setenta. [Nota de CSP]

6. El segundo artículo al que aquí se refiere no es "Issues of Pragmaticism" (que Peirce no tenía todavía
en la mente), sino "The Consequences of Pragmaticism" (MSS 288-89); también puede incluir MS 326,
"Some Applications of Pragmaticism". [Nota de EP]

7. Peirce no escribió el tercer artículo mencionado aquí, que había planeado titular "The Evidences for
Pragmaticism", como le dijo a William James en una carta fechada el 28 de septiembre de 1904. [Nota de
EP]

8. Sobre el sinequismo véase "The Law of Mind" en EP1: 312-33 e "Immortality in the Light of
Synechism" EP2:1-3 (traducción castellana en http://www.unav.es/gep/ImmortalityInLightSynechism.html).
[Nota de EP]

9. Shakespeare, Hamlet, acto 3, escena 2 (Hamlet suplica a Guildenstern que toque la flauta: "tis as easy
as lying". [Nota de EP]

10. Es necesario decir que "creencia" ha sido usada aquí solo para nombrar lo contrario de duda, sin
considerar los grados de certeza ni la naturaleza de la proposición sostenida como verdadera, esto es,
"creída". [Nota de C. S. P.]

11. Con "en sentido pickwickiano" Peirce usualmente quiere decir "en un sentido que no tiene efecto"
(CP 8.277). La frase tiene su origen en The Pickwick Papers de Dickens. [Nota de EP]

12. Richmal Mangnall (1769-1820), maestra inglesa que escribió Historical and Miscellaneous
Questions, For the Use of Young People. Conocido como "Las cuestiones de Mangnall" apareció por primera
vez en 1800 y fue muy usado en la educación de niñas inglesas en la primera mitad del siglo XIX. [Nota de
EP]

13. Véase EP 1: 109-41 (cita p. 132) o W 3:242-76 (cita p.266). [Nota de EP]

14. F. E. Abbot (1836-1903), Organic Scientific Philosophy: Scientific Theism (Boston: Little, Brown,
1885). Abbot define su "Relacionismo" o "Realismo Científico" en la introducción (pp. 11-12, 23 y 25-29).
[Nota de EP]

15. El escritor, como la mayoría de los lógicos ingleses, invariablemente no usa la palabra proposición
del modo en que los alemanes definen su equivalente, Satz, como la expresión idiomática de un juicio
(Urtheil), sino como lo que se relaciona con cualquier afirmación, ya sea mental y auto dirigida o expresada
exteriormente, del mismo modo en que cualquier posibilidad se relaciona con su realización. La dificultad
del (en el mejor de los casos) difícil problema de la naturaleza esencial de una Proposición ha sido
acrecentada, para los alemanes, por su Urtheil, confundiendo, bajo una designación, la afirmación mental
con lo afirmable. [Nota de CSP]

16. El efecto Hall (por el físico americano Edwin Hall) es el desarrollo de un campo eléctrico en un
sólido situado en un campo magnético. El efecto Zeeman (por el físico alemán Pieter Zeeman) es la división
https://www.unav.es/gep/WhatPragmatismIs.html 11/12
25.4.2020 C. S. Peirce: "Qué es el Pragmatismo"

de las líneas de elementos del espectro en dos o más componentes de diferente frecuencia cuando la fuente
de luz está situada en un campo magnético fuerte. Con el fenómeno Michelson, Peirce probablemente se
refiere a un efecto que ocurre en el experimento Michelson-Morley. El fenómeno del tablero de ajedrez
puede referirse probablemente a una de las ilusiones ópticas del tablero de damas representada en el
Baldwin's Dictionary. [Nota de EP]

17. Paul Carus, "The Foundations of Geometry", en The Monist 13 (1903): 370. [Nota de EP]

18. Aquí termina la conversación entre el interrogador y el pragmaticista. [Nota de EP]

19. Primeros analíticos, libro 1, cap. 1, 24b27-30. [Nota de EP]

20. El párrafo que comienza aquí fue añadido a final de septiembre de 1904, aproximadamente dos
semanas después de terminar el artículo. [Nota de EP]

21. Esta es la serie metafísica de The Monist de 1891-93, cuyos cinco primeros artículos fueron
publicados en EP1:285-371, y el sexto, "Reply to the Necessitarians", está en CP 6.588-618. La frase de aquí
fue reescrita por Peirce, que originalmente la había expresado de una manera que ofendió a Paul Carus, pues
sugería injustamente que Carus había desanimado a Peirce para escribir el "artículo propuesto" sobre la
continuidad. [Nota de EP]

22. Esta posdata fue añadida en febrero de1905. [Nota de EP]

Fin de "Qué es el Pragmatismo", C. S. Peirce (1904). Traducción castellana de Norman Ahumada. "What Pragmatism
Is" está publicado en CP 5.411-437.

Una de las ventajas de los textos en formato electrónico respecto de los textos impresos es que pueden corregirse
con gran facilidad mediante la colaboración activa de los lectores que adviertan erratas, errores o simplemente
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Fecha del documento: 4 de mayo 2004


Ultima actualización: 27 de febrero 2011

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