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MINOS, ASTERIO y DÉDALO

[The pyramids too are astonishing structures [...], but the labyrinth surpasses them.]
(extracto de HISTORIA de HERODOTO, ca. 430 a.C)

[It would be very pleasant to be near Sydney Gardens; we might go into the labyrinth every day.]
(extracto de una carta de Jane AUSTEN el 21 de enero de 1801)

[If we wish to outline an architecture which conforms to the structure of our soul […], it would have
to be conceived in the image of the labyrinth.]
(extracto de MORGENRÖTHE -AURORA- de FRIEDRICH NIETZSCHE, 1881)

El origen de todo está casi siempre aderezado por algún mito fundacional generalmente suculento
en su forma de haber sido contado (los mitos es lo que tienen, que suelen ser exquisitos) y, muy a
menudo, también será pieza excelente como arranque primigenio de cualquier concepto, puesto
que, acaso, con ese discurso primero, difícil de confirmar por su propio carácter mítico, se impide
profundizar a veces en los aspectos más reales del propio surgimiento del concepto. En el asunto
del relato que ahora se inicia, sin duda que la mitología también forma parte indisoluble de su
afianzamiento cultural y ha hecho de él un tema recurrente a lo largo de toda la Historia de la
Humanidad.

Dibujo, arquitectura, urbanismo, jardinería, además de, por supuesto, la propia mitología, son las
disciplinas más destacadas de entre las artes (en su sentido más amplio) en que el asunto a tratar
ha puesto de manifiesto su mayor influencia a lo largo del tiempo.

El LABERINTO forma parte, desde muy antiguo (y eso es, al menos, desde hace más de seis mil
años), del propio ser humano y de sus referentes, míticos quizá antes de esas fechas y plenamente
culturales después de ellas, pues ya HERODOTO (ca. 430 antes de Cristo), y luego ESTRABÓN y
PLINIO el VIEJO hablaron del laberinto de HAWARA, en Egipto, y el Palacio de KNOSOS, en
CRETA, era un edificio real en 1850 antes de Cristo, por lo que los dos referentes históricos más
antiguos sobre la idea de qué es un LABERINTO ya eran una realidad y no simples construcciones
propias de relatos míticos.
Del LABERINTO de HAWARA poco hay que decir porque, realmente, aunque se cree que ya ha sido
localizada su ubicación, acaso hasta ahora tan solo la ilustración de ATANASIUS KIRCHER de 1670
sea una de sus posibles representaciones gráficas aunque alguna otra hay, pero todas basadas
en las descripciones de los clásicos ya citados. Sin embargo, la historia (mitológica) de lo ocurrido
en el PALACIO de KNOSOS es bastante más y mejor conocida.

El asunto cretense es paradigmático puesto que se trata quizá de la imagen más representativa
y mítica de la atracción humana por el LABERINTO. En KNOSOS es donde el MINOTAURO que
habita en su centro (realmente llamado ASTERIO, hijo bestial de la reina PASIFAE y fruto de las
iras y venganzas de los dioses del Olimpo -en concreto POSEIDÓN- con la ayuda de DÉDALO, el
arquitecto real) tendría que haber recibido cada nueve años siete mancebos y siete doncellas
atenienses como tributo para aplacar la cólera de MINOS (rey de CRETA). Sin embargo, al tercer
año, TESEO, uno de los donceles, hijo del rey de ATENAS, con la ayuda de ARIADNA (hija de
MINOS) consiguió matar al MINOTAURO, salir del LABERINTO y liberar a ATENAS de la terrible
obligación.

En la actualidad se cree que, dado lo intrincado de su distribución interior, el propio PALACIO de


KNOSOS podría haber sido el LABERINTO al que hace referencia el relato mitológico poniendo
en juego a todos los protagonistas citados, cada uno en su papel, aunque TESEO es, sin duda, el
que más relevancia obtiene en el desarrollo de los hechos, seguido del propio DÉDALO, que, por
sus proezas míticas, parece ser una especie de LEONARDO DA VINCI mítico y precursor.

En cualquier caso, es curioso reseñar que, por ejemplo, la propia ciudad de JERICÓ, cuyas murallas
fueron ya objeto de atención en otro escrito, es representada generalmente como un LABERINTO,
y cabe recordar que es considerada como la ciudad más antigua de la Historia de la Humanidad,
datándose en el año 7825 antes de Cristo, si bien las representaciones gráficas, por supuesto, no
serían de esa época.

Más allá de la escasez de datos suficientes para sustentar, en cualquiera de los tres casos que he
citado, la veracidad de la existencia de ninguno de los tres LABERINTOS (a pesar de los testigos
acreditados del egipcio), lo que sí es evidente es la impronta de este tipo de construcción en la
mentalidad de tres civilizaciones diferentes (aunque cercanas), la persa, la egipcia y la griega. Ello
afirmaría la idea de universalidad del LABERINTO como lugar artificial (siempre objeto de la mano
del hombre), cerrado, intrincado y protegido, aunque también paradójico puesto que puede ser
interpretado, según los casos, bien como espacio agresivo bien como espacio protector.

Tanto en JERICÓ como en HAWARA y en KNOSOS, el LABERINTO es una creación plenamente


humana, masiva y cerrada en sí misma, donde la figura del arquitecto aparece como artífice del
mismo e, incluso en el caso de KNOSOS, hasta el mito atribuye a DÉDALO la concepción y factura
del LABERINTO minoico del que, por cierto, él mismo hubo de escapar (y fue capaz de hacerlo),
pues el propio rey cretense, una vez muerto ASTERIO, lo encerró (a él y a ÍCARO, su hijo) en su
interior, si bien esto formaría parte de una nueva historia...

Posteriormente, este tipo de LABERINTOS arquitectónicos desaparecieron del imaginario habitual


y de la tradición edificatoria, dando paso al LABERINTO gráfico, al dibujado, por un lado y, por
otro, al LABERINTO como un elemento más del jardín, un elemento característico y muy apreciado
que alcanzaría una posición trascendental en el diseño de muchos jardines por todo el mundo.

Aunque hay constancia de que en la iglesia de CHLEF (ARGELIA) existió un LABERINTO trazado
con mosaico en su suelo (conservado ahora en el Museo estatal) y que está datado en el siglo IV
de nuestra era, siendo, por tanto, la más antigua representación de un LABERINTO en una iglesia
cristiana, esta tradición, muy extendida a lo largo de la Edad Media, alcanza su punto álgido en
el LABERINTO de la catedral de CHARTRES (hacia 1222), acaso el más conocido de cuantos hay
repartidos en iglesias de este período, dibujados en sus pavimentos, habitualmente hechos en dos
colores y marcando, por lo general, recorridos univiarios, o sea, sin posibilidad de alternativas y
obligando a hacer el recorrido completo antes de llegar a su centro. Mientras que el de CHLEF
es cuadrado, el de CHARTRES es circular, constituyendo la diferencia principal entre los distintos
y numerosos ejemplos que adornan las catedrales europeas, precisamente esa forma geométrica
en que se inscriben, habiéndolos también octogonales, por ejemplo.

¿Tiene algo que ver un LABERINTO con la religión cristiana|católica? La respuesta es que, en una
primera aproximación, NO, el cristianismo, en principio, no tiene relación directa con este asunto,
y ninguna alusión hay en la Biblia a ellos. Sí hay Biblias con representaciones de algunas ciudades
con forma de LABERINTO, como la ya mencionada de JERICÓ, pero no hay alusiones bíblicas que
se hagan de forma literal a este tipo de organización arquitectónica del espacio.

A modo de metáfora, y como en muchos otros temas, tomando la versión pagana de un elemento
como este, el cristianismo le dio una aplicación virtual a modo de metáfora no solo del camino
(difícil) para llegar a la divinidad o a la perfección, sino como simulación, dentro de sus templos,
de la peregrinación casi imposible en aquella época, a la ciudad divina, JERUSALEM, ciudad que
también ha sido representada en ocasiones como un LABERINTO (igual que, por ejemplo, lo fue
la de TROYA, dando nombre, además, a un modelo de LABERINTO concreto).

Alegóricamente, pues, el LABERINTO sí era rico en posibilidades para una iglesia que, desde el
principio, tuvo a JESUCRISTO como la personificación del [camino], un camino arduo y exigente
para llegar a alcanzar la santidad, por lo que el LABERINTO no pudo sino ser una representación
perfecta de ese recorrido espiritual.

En este momento, por cierto, el LABERINTO habría perdido toda su presencia formal y constructiva
para pasar a ser un simple dibujo en el pavimento, despojándose de la solidez de los primeros y
paradigmáticos LABERINTOS, amurallados, masivos y fuertemente arquitectónicos en lo que a su
concepción y factura se refiere. Se produjo aquí, pues, un cambio notable en el carácter de estos
elementos que quedaron relegados a una presencia tan solo en dos dimensiones, plana, en las
zonas interiores de grandes catedrales, perdiendo la mayor parte de su fuerza como referente de
algo opresivo debido, precisamente, a la facilidad para ser aprehendidos de un solo vistazo por
el que a ellos se acercaba, y más allá del valor simbólico que, en todo caso, sí mantuvieron.

Este momento de decadencia formal producto de la pérdida de su componente de altura vino a


corregirse poco tiempo después, cuando retomarían su esencia inicial al reconvertirse y recuperar
el factor volumétrico, las tres dimensiones. Esta circunstancia se produjo a raíz de la inclusión del
LABERINTO en el jardín. Tanto en GRAN BRETAÑA como en FRANCIA o ITALIA, el diseño de jardines
sucumbió al encanto de los LABERINTOS vegetales, complicadas formas y recorridos intrincados
compuestos a base de setos recortados que brindaron en un primer lugar este tipo de espacios
protectores para el juego amoroso y, también, para el ocio caprichoso y el divertimento. De hecho,
el LABERINTO se convirtió en integrante fundamental de cualquier jardín que se preciase.

Sucedió esto en una aproximación de nuevo entre dos disciplinas, arquitectura y jardinería, y en
un medio como el HORTUS CONCLUSUS, el jardín cerrado medieval (e islámico), donde el seto
de cierre era un elemento característico, así como su consideración como [locus amoenus], lugar
para el encuentro amoroso y galante, y el LABERINTO, como espacio protector de miradas ajenas,
se integró bien en ese concepto de jardín.

El jardín renacentista italiano participó de ese juego, así como el jardín francés, mucho más formal
y dominador de la técnico del seto y del ars topiaria, pero ocurrió lo mismo también con el jardín
inglés tradicional, donde no faltaron tampoco los LABERINTOS. Desde entonces, el LABERINTO
ha perdido parte de su atractivo simbólico para convertirse acaso en un elemento de diversión o
entretenimiento pues, en el fondo, ser capaz de entrar y salir de un LABERINTO cuando dentro ya
no está el MINOTAURO pasa a ser un simple ejercicio de ocio y desafío, pero desposeído de todo
el valor simbólico, liberador o mítico que tuvo cuando TESEO tuvo que afrontar ese viaje.

ALICIA en el PAÍS de las MARAVILLAS, la novela de LEWIS CARROL publicada en 1865 y que
tiene lugar un 4 de mayo ([May the Fourth, de nuevo, el día de la Fuerza], parecería que también
incluía un laberinto a tenor de lo visto en la película de DISNEY de 1951, si bien este LABERINTO en
el relato original no tiene apenas peso, mientras que WALT DISNEY, auténtico genio su disciplina
de la animación (y también en algunas otras), sí que supo darle más profundidad y atención a la
imagen del LABERINTO, y de ahí que, desde entonces, forme parte ya del imaginario popular
relacionado con ALICIA.
Por supuesto que en el caso de ALICIA, el suyo ya era un LABERINTO real, no dibujado (y valga la
paradoja), sino de jardín, con sus tres dimensiones y, en este caso, como todo el relato de
CARROLL, con su necesario punto de surrealismo. Claro está también que, por el mismo motivo de
la recuperada componente volumétrica, recientes LABERINTOS vegetales han sido dotados de un
valor añadido que habían perdido cuando fueron tan solo gráficos presentes en el suelo de las
catedrales góticas. Se trata, indudablemente, de su carácter cerrado, opresivo y, en ocasiones,
aterrador, de lo que es buenísima muestra un LABERINTO tan irreal (nunca existió) como fue el
protagonista, en el hotel OVERLOOK, del nevado desenlace final de la película de 1980 dirigida
por STANLEY KUBRICK, EL RESPLANDOR [The SHINING]. Probablemente nadie que la haya visto
será ya capaz de afrontar la entrada a un LABERINTO desde puntos de vista más amables.

En fin, que es interesante rescatar en este momento, y saliendo ya del LABERINTO, la frase que
tantas veces copió, como si de un castigo de su torturada conciencia se tratase, el personaje de
JACK NICHOLSON en esta película, pero, por supuesto, la original: [All work and no play makes
Jack a dull boy], o sea, [Mucho trabajo y nada de juego, hacen de JACK un chico insulso], y
sustitúyase por el nombre que proceda.

Curiosa paradoja con nuestra situación de estos últimos días...

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