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a propósito de MURALLAS

Esto de escribir como entretenimiento tiene bondades diversas, una de las cuales es, sin ninguna duda,
que al ser un ejercicio no sometido a control alguno por no tener que ajustarse a un tema prefijado es
cuestión del propio autor la elección del asunto sobre el que centrarse. Ello permite la máxima libertad
para optar por un objeto del relato que, inicialmente y en apariencia, pudiera parecer casi insustancial
pero que, a fuer de persistir en el empeño investigador, deviene en algo interesante y, sobre todo, maleable
en su discurrir por los cauces que el escritor decide.

Acaso el objeto de este escrito, desvelado ya en su título, parezca entrar dentro de ese apartado de lo
insulso y poco motivador, pero espero que, con el rumbo proyectado, esa presunción acabe siendo
desbaratada por la fuerza de un discurso atractivo en su contenido concreto. Adelante, pues.

Hablar de murallas, de cierres, de límites, lleva directamente, una vez más, como en el caso previo de las
manzanas, al paraíso, a ese espacio primigenio e idílico que tiene su origen conceptual en el relato bíblico
del Génesis y en el mito del Jardín del EDÉN. El término [paraíso] procede del griego [paradeisos] que, a
su vez, se remite al persa [paerdís] y este al más antiguo [pairidaeza], de la lengua avéstica, también
antiguo iraní.

Todos esos términos describen un lugar cerrado, rodeado de un muro, dentro del cual, tal como la propia
tradición cristiana e islámica refieren, se encuentra el que es el [locus amoenus], el jardín (espacio cerrado)
capaz de procurar la tranquilidad tanto espiritual como recreativa. Y es que, en origen, tal como el propio
Jardín del EDÉN ya era, designaban también espacios para la caza, pues en el paraíso siempre hubo
animales, además de plantas, árboles y agua.

Así, pues, y curiosamente, hablar de cierres y murallas comienza retrotrayendo esta historia hasta el mismo
Jardín del EDÉN por una de sus características intrínsecas debidas a su propio carácter de [paraíso]. No
es mal punto de partida, por tanto.

La más antigua fortificación amurallada que se conoce en el mundo sería el recinto urbano de JERICÓ,
considerada como una [protociudad] cerrada por una muralla famosa y conocida como los MUROS de
JERICÓ, datada hacia el año 8000 antes de Cristo. JERICÓ, dentro de cuyos MUROS se supone que
podían haber vivido entre dos y tres mil personas, forma parte del relato bíblico del Libro de JOSUÉ, donde
se describe cómo fueron derribados sus MUROS por la simple acción de la presión acústica producida por
siete sacerdotes con sus trompetas hechas de cuerno que rodearon la ciudad tocándola durante seis días
y el séptimo día la rodearon siete veces, y durante la última vuelta con todo el pueblo israelí que les
acompañaba gritando a la vez que sonaban las trompetas. El arca de la alianza les había acompañado
durante todas esas vueltas a la ciudad amurallada. Y el séptimo día, tras esa extrema gran barahúnda
acústica, los MUROS de JERICÓ se desplomaron ante ellos y la ciudad fue arrasada. (JOSUÉ 6;20)

[Then the lamb ram sheep horns began to blow


The trumpets began to sound
Old Joshua shouted glory
And the walls came tumblin' down]
(texto de “JOSHUA fit the battle of JERICHO”, espiritual negro de mediados del siglo XIX)

Impresionante, sin duda.

Tras este atronador comienzo, no evitaré proseguir el relato por la más conocida representante de este
tipo de construcciones, la GRAN MURALLA CHINA, una de las más singulares obras de la Historia de la
Humanidad, aunque no formará parte de lo más relevante de cuanto quiero contar. No obstante, tampoco
sería merecedora de haber quedado fuera de foco, puesto que, como obra humana ejecutada a lo largo
de más de diez siglos, no tiene parangón probable con sus más de veintiún mil kilómetros de longitud. Así,
tan solo aflora en el presente escrito como reconocimiento de justicia a sus méritos y para evitar la
evidencia que, en caso contrario, pondría de manifiesto el muy conocido en estos días de estado de
alarma, Capitán [‘A Posteriori’], que no dudaría en apuntar su falta tras la lectura completa de este
texto.
Superado este primero y magníficamente largo escollo, prefiero dedicar la mayor importancia de este tipo
de grandes construcciones al MURO de ADRIANO, con sus 80 milla romanas (de las del Imperio), mandado
construir en el año 122 por el emperador ADRIANO para facilitar la defensa de las posiciones más
septentrionales de la legión romana en el territorio de BRITANIA. Ese muro (que no ha sido nunca
coincidente con la frontera entre Inglaterra y Escocia) sirvió para contener los ataques de britones
(caledonios y pictos) procedentes del norte de la isla, al tiempo que delimitaba el Imperio frente a la
barbarie exterior. Fue terminado en el año 128 y prácticamente une la costa del Mar del Norte, desde
NEWCASTLE, con la costa del Mar de Irlanda.

El MURO marcaba cada milla (de algo menos de un kilómetro y medio) con un [milecastle], una especie
de pequeño fuerte (hay 79) y con dos torretas de vigilancia entre cada dos de ellos.

El atractivo de este MURO de ADRIANO es indudable, trazado entre campos verdes apenas sin vegetación
arbórea siguiendo la orografía del terreno y con escenas a las que ni siquiera el cine ha sido capaz de
abstraerse, habiendo aparecido en numerosas películas (como las tituladas LA LEGIÓN del ÁGUILA o
ROBIN HOOD, PRÍNCIPE de los LADRONES) con imágenes como la de ese sicomoro aislado en una
pequeña depresión entre dos elevaciones cuyo perfil delimita el propio MURO y que formó parte de las
imágenes de la segunda película citada, en 1991. También otro tipo de obras como, por ejemplo y ahora
que la muerte de ALBERT UDERZO aún es reciente, ASTÉRIX y los PICTOS, recogen referencias a este
MURO de ADRIANO.

El MURO toma su nombre del emperador español, nacido en la actual SANTIPONCE, cerca de SEVILLA,
comitente también de la rehabilitación del PANTEÓN de ROMA en la imagen que hoy es posible visitar
(mandado construir en su día por AGRIPPA y asolado por un incendio en el año 80). Es el mismo emperador,
también, del que toma su nombre la famosa VILLA ADRIANA, residencia de lujo cercana a ROMA y con
unos jardines que, en su momento, fueron ya famosos y reconocidos.

Dejaremos ya este MURO de ADRIANO y sus casi 118 kilómetros, admirable por su papel en un momento
histórico en que, simplemente, y a instancias del emperador ADRIANO, significó la frontera entre el Imperio
y, en aquel momento, los bárbaros, los otros. Fue la línea bien visible de un límite territorial y no tanto una
barrera defensiva, probablemente, sino algo así como una barrera autoimpuesta a un Imperio que, en el
caso de haber avanzado más allá, ADRIANO presupuso ingobernable, por lo que decidió limitarlo. El muro
era fácil de franquear a pesar de sus 4 metros del altura de media y de los 8 pies romanos de anchura:
tan sólo había que pagar... No era un muro del BREXIT ni nada parecido, no.

Que un muro como este haya abierto la puerta del presente relato a ASTÉRIX o a ROBIN HOOD es
realmente provocador e incita a tomar derroteros sublimes (ambos personajes lo son), pero intentaré que
la cabra no tire al monte y que el relato se mantenga en la idea y rumbo originales superando tentaciones
manifiestas... aunque nunca se sabe, quizás haya que convocar a alguno de ellos más adelante.

(En todo caso, bien sabido es que, como se puso de manifiesto en ASTÉRIX et OBÉLIX en [Le Tour de
GAULE] en 1965, una muralla -en este caso, una alta empalizada- en torno a su aldea, no sirvió para evitar
que salieran y entraran para hacer esa Vuelta a la GALIA...)

La Edad Media, con toda su colección de ciudades amuralladas, constituye un enorme repositorio de
imágenes para el objeto de este relato, si bien hay un elemento adicional a la propia ciudad fortaleza,
con sus murallas y foso, que resulta acaso más interesante y atractivo para tratarlo antes, como es el caso
del [HORTUS CONCLUSUS], del jardín cerrado, un tipo de [locus amoenus] o lugar de privacidad, retiro
y placer en mitad del atribulado mundo del Medievo, tan agitado y convulso en ocasiones.

El jardín medieval es, ante todo, un jardín cerrado, ese HORTUS CONCLUSUS que formó parte tanto de
los monasterios (claustros con el jardín cuadripartito central o los jardines botánicos donde cultivaban sus
hierbas medicinales y la propia huerta) como de los castillos, donde ese HORTUS CONCLUSUS, inocente
en el caso monacal (sí, ¿no?) pasó a ser el lugar para el amor galante y el espacio para el juego amoroso,
pues.

Desde ese punto de vista, se trató también de un modelo literario y pictórico tanto como de un jardín real,
estando presente en toda la pintura medieval en numerosísimas representaciones deliciosas y exquisitas
que reflejan ese mundo galante y apropiado para el devaneo amoroso y el ocio común entre grupos de
amigos. La [HYPNEROTOMACHIA POLIPHILI] de FRANCESCO COLONNA, obra de 1499, sería uno de
esos textos (muchas veces, casi siempre, crípticos) en los que el amor está permanentemente presente,
como en el caso del [ROMAIN de la ROSE] o en el mismísimo [CANTAR de los CANTARES] bíblico, donde,
de hecho, aparece por primera vez (hacia el siglo IV antes de Cristo) la expresión [hortus conclusus]
referido a la amada que en él se glosa.

La representación del cierre de este tipo de jardín es muy variopinta, desde empalizadas de ramas y
troncos entrelazados, a muros de ladrillo o de piedra, pero siempre repitiendo la idea constante del muro,
del cerramiento que contiene en su interior un mundo totalmente diferente, agradable, amable, ameno,
amigable y amoroso, donde galanteo, amistad y ocio placentero encontraban su ámbito perfecto.

De hecho, el conjunto edificado del que se dice que acaso por vez primera en la Historia de la Arquitectura
tuvo como uno de sus objetivos proyectuales primeros la contemplación del paisaje natural ante el que fue
erigido, cuenta todavía, como antesala de esa visión lejana hacia un paisaje realmente maravilloso, con
un HORTUS CONCLUSUS (también de una factura magnífica) desde el que, en este caso, uno de sus
laterales se abre hacia el paisaje exterior a él mismo (lo que ratificaría, sin duda, esa voluntad de vistas
hacia el territorio como objeto de contemplación).

Se trata del PALAZZO PICCOLOMINI de PIENZA, mandado construir en 1459 por el Papa PICCOLOMINI,
PIO II, en su pueblo natal (llamado primero CORSIGNANO, hasta que él regeneró su estructura urbana
como un espacio renacentista y lo rebautizó como PIENZA, o sea, ‘de PÍO’).

La vinculación al paisaje es tan grande que desde la propia puerta de entrada al palazzo, atravesando
visualmente su patio central y la loggia que se abre al jardín, es casi posible la contemplación del Val
d’ORCIA, uno de los grandes espectáculos paisajísticos de la Toscana.

En este HORTUS CONCLUSUS PICCOLOMINI el cierre murario lateral se presenta cubierto por
vegetación y perfectamente adaptado a su misión de [locus amoenus], excepto en la loggia bajo el balcón
de la primera planta, desde el que, por su parte, se domina tanto el paisaje como el jardín privado. Se
trata de un espacio casi perfecto que merece la visita a este pequeño pueblo de la Toscana al que hizo
famoso el Papa PÍO II, ordenado sacerdote casi a los 40 años, cuando ya tenía hijos (alguno con una
mujer casada) y había escrito hasta una novela con escenas eróticas (de la que tuvo que hacer su acto de
contrición al ser nombrado Papa, claro).

El muro|muralla como protección siempre existió en el ámbito urbano, delimitando ciudades desde los
orígenes de la historia no ya del urbanismo sino de cualquier asentamiento que supo asumir la importancia
de la protección del grupo frente a otros grupos ajenos y externos. Ciudades amuralladas ha habido
innumerables en la Historia, en cualquiera de sus períodos, pero como el que escribe guía la nave, en este
caso y a pesar de los varios ejemplos que existen en la Península Ibérica, voy a citar una que está en el
norte de ÁFRICA, que fue portuguesa entre 1502 y 1769 y desde entonces es marroquí, y cuyo nombre es
MAZAGÃO (EL-JADIDAH), pues abrirá también el campo de las posibilidades a futuras disquisiciones
“murarias”.

Destacar MAZAGÃO es traer a escena a uno de nuestros paisanos de CANTABRIA, en concreto a su más
grande arquitecto de toda la Historia, autor de cinco obras de arquitectura que están reconocidas como
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO (incluida la ciudad fortaleza de MAZAGÃO entre ellas). Este
excelso arquitecto es conocido como JOÃO de CASTILHO cuando su verdadero nombre, el de bautismo,
es tan claro como JUAN de CASTILLO, oriundo con mucha probabilidad de CASTILLO, en las SIETE VILLAS,
y, por tanto, cántabro de reconocido prestigio, como se diría en cualquier concurso o loa.

La fundación de MAZAGÃO en 1502 por los portugueses en la costa marroquí y en su Ruta de la SEDA
hacia La INDIA se reforzó con la fortificación de la ciudadela en 1541 a manos de JUAN de CASTILLO con
una ciudad de planta casi cuadrada con baluartes en sus cuatro ángulos (ejemplo precoz de la
arquitectura militar portuguesa) y que es considerada como uno de los primeros ejemplos de urbanismo
renacentista.
La ciudad presenta todavía hoy la rotundidad de la imagen que su impronta de fortaleza militar le confirió
hace ya casi cinco siglos y que perdura a lo largo de todo este tiempo marcando de una forma indeleble
el carácter del asentamiento.

A este mismo tipo de ciudades amuralladas y con baluartes pertenece la ciudad de PALMANOVA, una
ciudad de creación ex-novo proyectada por VINCENZO SCAMOZZI e iniciada un 7 de octubre de 1593
en conmemoración por la victoria en la batalla de LEPANTO veintidós años antes, con planta de nonágono
regular y que cuenta con triple línea de amurallamiento.

Ocho siglos antes, a partir del 762, comenzó a construirse casi sobre las ruinas de la antigua BABILONIA
la ciudad circular de MADINAT-al-SALAAM, la actual BAGDAD, también con la muralla exterior como
uno de sus puntos fuertes de referencia, y que sería la capital del ISLAM. En el centro de la ciudad se
ubicaba la mezquita en un gran espacio abierto, mientras que en el caso de PALMANOVA el centro
estaba ocupado por una gran plaza también de nueve lados.

Son muchos los ejemplos que podrían darse de este tipo de ciudades con cierres de protección que las
convertían en fortalezas en unos casos o, en otros, en lugares donde el acceso y la salida estaban
perfectamente fijados para su mejor control y regulación. Sin embargo, quiero terminar con un tipo de
ciudad que, aunque no siempre amurallada (las primeras no lo estaban y posteriormente sí fue más
ahabitual), sí estaba cerrada sobre sí misma con unos límites que no se sobrepasaron, y que no se formuló
en su momento con un espíritu ni defensivo ni tan centrado en su protección como son las hasta ahora
mencionadas, todas con rasgos de ciudades fortaleza. Se trata del modelo de las BASTIDAS francesas,
que se extienden en una franja desde BERGERAC por el oeste y que penetra hasta al PÉRIGORD.

En esta zona del territorio francés se llevó a cabo durante el siglo XIII un proceso de repoblacción mediante
la creación de nuevas ciudades cerradas sobre sí mismas y que se trazaron a partir del modelo del
[castrum] romano, con su cardus y su decumanus que se cruzaban en la plaza central de cada una de
estas [bastides], donde se ubicarían su iglesia, su mercado y su casa consistorial, a saber, los edificios
principales, mientras que el resto de la villa se sujetaba a un trazado de calles ortogonales. Para centrar
el asunto lo mejor será tomar la que es quizá el caso paradigmático de este tipo de asentamientos, que
no es otra que la bastida de MONPAZIER, en la DORDOGNE, situada a 45 kilómetros al este de
BERGERAC y otros 45 kilómetros al sur de SARLAT.

MONPAZIER es considerada tradicionalmente como una de las bastidas mejor conservadas de toda
FRANCIA y responde a un planteamiento casi canónico en cuanto a los elementos que son los
característicos de estos pueblos de nueva creación. Se trazó ex-novo con unas dimensiones de 400 por
220 metros con el eje largo en la dirección norte-sur. Sus calles, todas de 8 metros de anchura, son
totalmente rectas y forman una retícula hipodámica perfecta. En el centro de ella se produjeron dos vacíos,
uno de ellos ocupado parcialmente por la iglesia (dado que las BASTIDAS eran fundaciones civiles,
generalmente la iglesia estaba situada fuera de la plaza principal, que solía ser siempre porticada), y el
otro vacío, el dominante, por un mercado abierto y cubierto (le halle centrale). Todos los lotes en que se
dividió la ciudad para la construcción de los edificios de vivienda fueron iguales, de 8 metros de frente por
20 metros de fondo.

MONPAZIER fue fundada en 1284 por un acuerdo entre el duc de AQUITANIE y el Rey de INGLATERRA, a
la sazón, EDWARD I, (que entonces era rey también de esta zona de FRANCIA), y fue alabada ya por
EUGÈNE VIOLLET-le-DUC como la BASTIDA modelo y modélica, así como más tarde por el propio LE
CORBUSIER.

Realmente, las bastidas no utilizaron siempre las murallas como argumento para cerrarse sobre sí mismas,
sino que su propia configuración urbanística y arquitectónica hizo de ellas un recinto ensimismado aunque
abierto, sin que en su perímetro hubiera muchas veces más que un camino y no un cerramiento amurallado,
pues eran las propias fachadas de los edificios el límite del conjunto.

Y es que el cierre de un espacio no requiere estrictamente una muralla, pues esa misión de aislamiento o
protección la pueden realizar otro tipo de elementos no tan invasivos en lo visual y en la potencia de sus
dimensiones, y menos agresivos que una fortificación que, en el fondo, en esos casos de defensa, tenía
encomendada esa misión disuasoria ya desde lo masivo como uno de sus principales objetivos.
Ejemplos de este tipo de cierres, invisibles incluso, hay unos cuantos a lo largo de la historia de las
disciplinas afectadas, pero uno de los más interesantes y que va a servir para terminar el rpesente relato,
es el HA-HA, y no es que me esté riendo, no, es que se llama así…

Los HA-HA son un recurso del jardín paisajista inglés del siglo XVIII que permitía que el jardín se mantuviera
perfectamente ajeno a lo que ocurría con la ganadería fuera de sus límites, y ello sin muros, murallas,
cercas ni empalizadas, y, por supuesto, sin los pastores eléctricos, que en aquel entonces todavía no los
había.

Un HA-HA era una especie de foso no visible desde el jardín y que no creaba, por lo tanto, ningún tipo de
ruptura visual entre el propio jardín y la Naturaleza exterior a él, pero que sí permitía la contemplación del
paisaje circundante sin que cuantos animales lo habitasen (vacas, ovejas y ciervos) invadiesen el espacio
privado aunque, sin embargo, siguieran dentro del panorama como unos integrantes más de los jardines
pintorescos que tanto furor causaron en la clase aristocrática de mediados del siglo XVIII en Inglaterra.
Jardines como HAGLEY park, STOWE o ROUSHAM, contaban con este tipo de herramienta para el diseño
paisajístico, e incluso el ROYAL CRESCENT de BATH tiene en su separación entre el jardín privado y el
jardín público su propio HA-HA.

Hablando de MURALLAS hemos pasado del Jardín del EDÉN al HORTUS CONCLUSUS medieval y hemos
acabado en el JARDÍN PAISAJISTA inglés… No está mal, parece que las constricciones de una muralla
defensiva no estarían tan lejos de lo que pudieron ofrecer los jardines a lo largo de la Historia de estas
disciplinas tan entremezcladas: Arquitectura, Urbanismo y Jardinería. Será que acaso sea posible poner
límites y definir tu espacio aun teniendo las puertas abiertas.

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